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(FanFics - Sonic) Sir Lanzarote del Lago

¡Hola! Soy yo, quiero decirles que si han visto (o jugado) Sonic and the Black Knight pueden
leer esta historia, pero si no también xD. Pero tengo que advertirles que está basada en la
Leyenda del rey Arturo (busquen "rey arturo" o "Leyenda del rey Arturo" en la wikipedia, pero
si quieren algo más específico busquen "Lancelot" y sabrán su historia. ADVERTENCIA: contiene
spoilers xD). En serio, averigué sobre este Lancelot y Arturo y me llevó a más personajes
interesantes, que también serán incluidos en la historia (sólo los más importantes en la vida de
Lancelot). Leí la leyenda del rey arturo y me enamoré de su historia (de su historia, no de él
xD). Okay, así que o bien conoces sonic y el caballero negro o bien la historia de Lancelot (en
especial) o bien los dos o bien ninguno -.- . Bueno, y de los personajes nuevos para sonic y el
caballero negro quiero que dejen eso a su imaginación. Ah y esta historia no sigue
extrictamente el CANON (o cañón xD) ni de sonic ni de la leyenda esa, o la historia de
Lancelot...

[...]

-¡Lancelot!

El joven muchacho de no más de quince años se hallaba corriendo blandiendo su espada de


piedra. De niño Nimue le había regalado una de madera, pero se rompió ese mismo mes,
cuando Lancelot quería cortar carne de pescado con ella. Siempre había deseado una de
verdad, pero no se hacía gran problema con las de piedra.

- Me llaman -dijo Lancelot al grupo de niños que lo veía blandir su espada

Lancelot se alejó de sus amigos, riendo con ellos.

De chico era un muchacho simpático, agradable, la mar de valiente, y su madre predijo con
seguridad que algún día se volvería un hombre muy valiente y la mar de atractivo.

- ¿Sí, mamá? -preguntó Lancelot

- Quiero que estés bien listo para la próxima semana... Porque has sido elegido para ser futuro
caballero de la Orden de la Mesa Redonda

Los ojos del niño brillaron y una gran sonrisa se extendió por su rostro.

- ¿De verdad? -dijo ansioso

Nimue asintió. Lancelot gritó de la alegría y el grupito que antes lo rodeaba se volteó a verlo
con curiosidad. El corrió a contarles la noticia y se oyó un simultáneo "¡Uau!"

Nimue curvó los labios y se limitó a asentir ante la escena, entusiasmada ante la felicidad de su
hijo ilegítimo. Unas lágrimas asomaron a sus ojos involuntariamente y ella se las secó de
inmediato. Se volteó para continuar con sus tareas rutinarias pero recordó algo muy
importante.

Nimue se volteó a mirar a Lancelot, que notablemente estaba contento con la noticia
- ¡Lancelot! -lo volvió a llamar

Un niño miró a Nimue y le avisó

- Lance, te llaman.

- ¡Nos veremos después! -gritó un joven de dieciseis años

Lancelot los despidió con una sonrisa y se acercó hacia su madre. Nimue los vio irse antes de
hablar con su hijo

- Pero escúchame bien, Lancelot -dijo poniéndose seria-. Si vas a ser un caballero, tienes que
ser el mejor. No por nada te he educado para saber esgrima y conocer el verdadero peso de la
espada, pero debes entender que en todo castillo hay reglas y etiqueta que seguir

- Pero ¡mamá! -protestó el muchacho con tono cansado- ¡Voy a ser un caballero, un guerrero!
¡Sediento de sangre! ¡No un príncipe azul de cuentos de hadas! -reprochó

Nimue asintió

- Lo sé, cariño. Pero en todo castillo hay órdenes de higiene y etiqueta. Además, así no vas a
atraer a ninguna chica -Nimue pensó molesta ante la idea de su hijo con tales malos modales.

El jovencito miró frustrado el suelo

- ¿Entendiste? -preguntó Nimue, arrodillándose para verlo mejor y tomándole de las manos
con esperanza

- Sí, mamá... -dijo finalmente

- Ese es mi niño. Ahora, partirás en una semana, así que tomarás cursos intensivos de defensa,
ataque, esgrima, uso de jabalina, arco y flecha, entre otros instrumentos, equitación y etiqueta
con los mejores de la zona. No habrá tiempo para ir a presumir a tus amigos

- ¡Pero mamá! -se volvió a quejar el niño- ¡Yo no presumo a mis amigos! ¡Les enseño la
esgrima!

- Bueno, me temo que tendrán que tomarse a otro profesor, porque este ya esta muy ocupado
convirtiéndose en caballero.

Lancelot se dio la vuelta, refunfuñando y caminando molesto. Nimue suspiró

- Pero, Lancelot, esto es lo que siempre quisiste, ¿verdad?

- Sí -se volteó hacia ella con firmeza

Arriba el cielo se iba tornando azul mientras anochecía. Nimue puso las manos en las caderas

- En la vida muchas veces tenemos que hacer ciertos "sacrificios" para lograr lo que queremos,
hijo. En este caso, si quieres ser caballero tendrás que dejar de ver a tus amigos. Pero te harás
otros nuevos, no te molestes por un solo capricho

Se quedaron un momento en silencio y Nimue sacudió la cabeza ante sus pensamientos y trató
de sonreír

Caminaron hacia casa en silencio mientras Nimue le hacía repasar las técnicas de defensa
- ...Sin escudo existen tres formas de defensa: el esquive, el ataque o la distracción. En el
esquive se puede ir hacia atrás, al realizar el esquive es importante saber qué mano utiliza el
atacante para conocer su lado débil... -repasaba Lancelot, un poco aburrido.

- En tu caso tu lado fuerte es la derecha, porque eres zurdo y por lo tanto atacas mejor a la
derecha. Es una ventaja para los zurdos -sonrió Nimue

- Claro, será como ver en un espejo a mi contraatacante. Como su lado fuerte es el izquierdo no
me resultará difícil atacarlos porque ese lado está a mi derecha

- Y no te olvides de la espalda

- Claro: el punto débil de todo rival es siempre la espalda. Si está con armadura no tiene un
campo de visión lleno de la espalda, en algunos casos ni siquiera cuando mira por encima del
hombro, depende del tipo de casco...

Llegaron a la casa y Lancelot ayudó a su madre a preparar la cena. Comieron juntos y Nimue
quiso contagiarse con la gran felicidad de su hijo, pero muy en el fondo no pudo evitar estar
triste y destrozada por su partida. Era muy probable que no lo volviera a ver; su hijo viviría
aventuras solo, conocería a mucha gente, se enamoraría...

Pero decidió que hasta el último de sus momentos en aquel lugar él se esforzaría por llegar a su
meta y lo lograría. Un miércoles en medio de la semana le dijo

- Escúchame bien, hijo. Allá te re-enseñarán todo lo que verás y has visto esta semana. Pero
tienes que saber que si ya lo estás aprendiendo aquí es porque cuando llegues ahí debes
demostrar que tú eres el mejor. Y no sólo el mejor en luchas de caballeros, sino en todo lo que
hagas, sólo así serás el mejor caballero, ¿me has entendido?

- Sí, mamá

Un señor adulto de barba blanca tocó la puerta antes de asomar la cabeza

- ¿Lancelot? -llamó

- ¡Profesor Johan Black! Anda, hijo ¡Ve! -el muchacho salió corriendo tras la puerta antes de ser
empujado por su madre.

Pasaron unos cuantos días y el día de la despedida finalmente llegó. La casa de Nimue estaba
atestada de gente que quería despedir al joven futuro caballero. Entre ellos, por supuesto, los
amigos de Lancelot.

- ¡Lancelot, no te vayas! -lloraban agarrados a sus piernas los niños y jóvenes, y Lancelot
trataba de que no se lo tomen tan a la mala, aunque muchos estaban por llorar.

La fiesta duró toda la mañana y a la hora de almuerzo estuvieron él y su madre comiendo solos

- ¿Cómo hiciste el almuerzo tan rápido? -quiso saber Lancelot

- Usé un poquitín de magia -respondió Nimue con una sonrisita

Lancelot hizo una mueca. Nimue rió bajito, luego suspiró

- En realidad la preparé anoche. Todas tus cosas también ya están listas. Volviste tan agotado
anoche y te dormiste directo sobre la cama... Quise despertarte, para que ordenes tus cosas
pero te veías tan cansado...
Lancelot se inclinó sobre a mesa y puso su mano en el hombro de Nimue con cariño. Esta se
ruborizó

- ¡Ya, hijo, déjalo! Me estás haciendo sonrojar. Y no mires a las chicas con esa cara, casi lo
maliterpreto todo...

Lancelot rió bajito.

- ¿De verdad? -dijo con su voz con gallos- ¿Tú crees que las conquisto si las miro así?

- Como lo estabas haciendo, sí -asintió el hada

Lancelot lo volvió a hacer. Nimue se volvió a poner roja

- ¡Páralo ya! -se quejó, sonrojada de la vergüenza

Lancelot se echó hacia atrás riendo.

Aquella tarde Lancelot y su madre caminaban en la pradera, caminando hacia un caballo de


pelaje blanco

- Debes partir hoy por la tarde para llegar allí temprano en la mañana -le explicaba Nimue-. Tu
profesor nos ha prestado uno de los caballos de su establo. Dice que este es su favorito: es el
más rápido y no tardará en llevarte al castillo -se detuvieron frente al equino

Nimue se volvió hacia su hijo adoptivo y vio que los ojos de éste brillaban. Se puso de cuclillas
junto a él.

- Escúchame bien: es esencial en todo caballero que sepa expresar su lealtad hacia su reino,
¿me has entendido?

- Lealtad hacia su reino... Sí

- Para eso es de suma importancia que obedezcas a las órdenes del rey ¿Entiendes? -el
muchacho asintió- Debes tenerle gran adoración y respeto, y debes cumplir todas sus órdenes
sin dudar jamás de él, ni siquiera cuando creas que no lo esta haciendo bien, y sólo puedes
sugerir otra cosa cuando te hayas ganado su lealtad y confianza. Y para eso, el tiempo es la
solución. Sé valiente y nunca dudes de lo que te ordene el rey, hazlo por lealtad al reino, y
hazlo lo mejor que puedas, dando todo de ti para conseguirlo. Para un caballero, su voluntad es
la voluntad del rey ¿Me oíste? Y no olvides seguir las reglas del castillo al pie de la letra...

- Lo aprendí en Etiqueta -le aseguró

- No te tomes las bromas de los demás caballeros a pecho, mantén viva la fe... Trata a todos los
que conozcas con una amabilidad y respeto inigualables...

- También lo aprendí en Etiqueta

- Pero trata al rey con una cordialidad mayor, como la única diferencia. Y hazte digno de ser su
mejor caballero. Mientras más estrecha la relación, mejor será tanto para ti...

Lancelot asintió, y ante la mirada preocupada de su madre, esbozó una tierna sonrisita. Nimue
colocó su mano en la mejilla de Lancelot y éste la tapó con su propia mano

- Te voy a extrañar muchísimo, hijo mío


- Y yo te extrañaré aún más

Se dieron un fuerte abrazo, en el que ella no pudo evitar liberar las lágrimas y sollozar. Lancelot
la abrazó aún con más fuerza y se subió al caballo, que relinchó ligeramente y comenzó a
andar...

[...]

- Su Majestad, Sir Lancelot ha regresado -anunció uno de los guardias

A esto el joven Sir Lancelot llegó hasta su rey con heridas de espadas y flechas, pero las heridas
eran menores. Lancelot se reverenció ante el rey

- Milord -comenzó-, le he traído a su futura esposa sana y salva. Es preciosa -no pudo evitar
admitir

El Rey asintió y curvó los labios, satisfecho

- Excelente, Sir Lancelot. De ti no puedo dudar más -se volteó hacia los médicos-. Cúrenlo de
inmediato y revisen si Ginebra necesita algo. Quiero que todos mis más fieles caballeros se
hallen para nuestra unión. El matrimonio será en poco tiempo.

[...] Elaine.

Finalmente Lancelot llegó a la torre. Estaba dispuesto a demostrar que él era el caballero más
valiente del reino de Arturo. Entró a la torre, y se enfrentó a un dragón que Elaine misma había
creado para observarlo de lejos. Lancelot no dudó en sacar su espada, dar un grito de guerra y
lanzarse hacia él. Tras una firme lucha y persistente, Lancelot consiguió matar a la bestia. Tenía
un brazo gravemente lastimado pero ¿Qué importaba? Podría liberar a la doncella de su prisión
con una sola mano. Además, era el brazo derecho el que tenía lastimado, y él era zurdo. Oyó
risitas que iban a todos lados

- ¿Damisela? -llamó Lancelot

Elaine corría entre las sombras, sin poder creer la suerte que tenía. Un caballero había logrado
vencer a su dragón, pero ¿Y qué? El era guapo, astuto y valiente ¿Qué más podía pedir? De él
se había enamorado. Soltó una risita baja, sonrojándose ante su suerte, y entonces se dio
uenta de que Lancelot comenzaba a subir mientras la buscaba.

Mientras Lancelot subía los escalones hacia la punta de la torre oía risitas que hacían eco en los
escalones. Lancelot caminó todos los escalones dispuesto a rescatar a la doncella. Cuando llegó
a la punta, se topó con una puerta de madera colocada en el piso de la próxima sala. El tocó la
puerta con diligencia y preguntó:

- ¿Doncella?

Una voz de mujer le contestó de inmediato


- ¡Rápido! ¡Aquí arriba! -sonaba desesperada

Lancelot abrió la puerta de inmediato y subió al último piso. Para su sorpresa, la doncella no se
hallaba sola; un grupo de seis caballeros de tono opaco y ojos rojos lo rodearon, mientras otros
dos vigilaban a la damisela. La doncella era hermosísima, y tanto podría ser comparada con la
belleza de Ginebra; sin embargo, su belleza era diferente y sin embargo encantadora. Ella
estaba a un lado de la sala, sujeta con cadenas en muñecas y tobillos a la pared y el piso. Los
dos caballeros estaban a ambos lados de la doncella

- ¡Ayúdeme, por favor! -dijo la damisela

- ¡Cállese! -en seguida rugió uno de los caballeros que la vigilaban, y en seguida le taparon la
boca con una pañuelo grueso

Lancelot no pudo ver más. Los seis caballeros se lanzaron contra él sin dar ninguna señal de
ataque.

[...]

- ¿Tienes idea de cuánto significaste para mí? ¡Y me engañaste con una mujer, otra mujer! ¡Ja,
ahora tienes más de la atención que querías! ¿Estás satisfecho? ¡Ni siquiera la reina Ginebra de
Cameliard ha sido suficiente para ti! ¿O no, Sir Lancelot? -dijo ella con repulsión

Los gritos y exclamaciones de la rabia de la reina eran tan fuertes que resonaban por todo el
castillo. Lancelot sólo apretaba los dientes con fuerza, detestando tanto a Elaine que sería
capaz de acabarla en una tajada limpia. Pero ella era ahora la madre de su primer hijo, y ésa
era una buena razón para no matarla. Además, ¿quién sabía? tal vez sería una excelente
madre. Excepto por el estúpido capricho de haberse acostado con él esa noche, Lancelot
esperaba que esa mujer supiera cumplir sus responsabilidades. Pero y Ginebra... No podía
dejarla así. Tenía que haber una aclaración primero.

- Ginebra, yo...

- ¿Cómo te-te atreves... -dijo ella temblando de la rabia- Cómo te atreves a llamarme por mi
primer nombre LUEGO DE LO QUE ME HICISTE? ¡TRAIDOR! ¿Dónde están tus valores?

Luego Lancelot se enfureció

- ¡No me hables de valores luego de todo lo que he estado haciendo por ti! ¡A ti nunca te
importó, ¿Verdad?! ¡Nunca te interesaste en saber cómo estaba sufriendo yo! ¡NO ME HABLES
DE VALORES LUEGO DE TODA LA CONFUSIÓN QUE EMPECÉ A SUFRIR AL HABERTE CONOCIDO!

- ¡Y YO SUFRI TAMBIEN! ¡SUFRI TAMBIEN TODAS LAS ADVERSIDADES E INIMAGINABLES


PREGUNTAS DE TU REY! ¿Y es así a cómo me lo debes? ¿Con tus traiciones? ¡MANDACIDO
PERJURO!

- ¡El rey jamás ha dudado de mí! ¿Cómo podría hacerte tales preguntas? -dijo él con los dientes
apretados- Le he sido un fiel caballero desde que estuve a su disposición y cumplí todas sus
órdenes... -pero se detuvo.
Para su horror, Ginebra miraba hacia la puerta entreabierta de la habitación en la que Sir
Gawain observaba la escena con una expresión de espanto y extrañeza

- Su-Su Majestad... -comenzó él con un hilo de voz- ¿Qué hace Sir Lancelot aquí?

- Yo lo llamé -respondió rápidamente la reina-, pero él ya se iba

Miró inquisitivamente a Lancelot, que empezó a arrastrar los pies de mala gana. Ginebra se
volteó hacia Gawain y se acercó a él con superioridad

- Dígame, Sir Gawain, ¿cuánto ha escuchado de nuestra conversación? -dijo con la voz
diplomática señalando a Lancelot con la mirada.

Este no pudo evitar detenerse a conocer la respuesta, también invadido por la curiosidad. Sir
Gawain miró sus manos con nerviosismo, pero luego dijo:

- Oí que Sir Lancelot habló de su lealtad al rey, y no podría estar más de acuerdo. -afirmó.

Ginebra asintió, mirando fijamente en los ojos de Gawain, sin dejarlo huir.

- Disculpe, Su Majestad, ¿podría ya irme? -dijo como si la mirada fija de la reina hiciera que le
estuviera costando pensar.

- Adelante -asintió ella, sin apartar aún los ojos de él

- Con su permiso -Gawain se movió a un lado y caminó fuera de la sala

Lancelot miró a Ginebra con interés pero esta no parecía con ganas de seguir conversando así
que le dirigió una mirada fría al caballero. Pero éste no se movió.

- Por favor, márchese, Sir Lancelot. Necesito estar sola en mis aposentos -dijo con la voz firme,
aunque en el fondo sonaba cansada

- Ginebra, yo...

- ¡Márchese! -gritó ella, irritada

Lancelot obedeció de inmediato.

- Sí, milady -tomó las manillas de la puerta y las cerró de afuera.

Sir Gawain había estado a un palmo de descubrirlos.

[...]

Sir Lancelot entró a la sala de la mesa redonda, donde múltiples discusiones se estaban
llevando a cabo. Sin embargo, en el momento en el que él ingresó todas las charlas cesaron y
se extendió un silencio sepulcral. Sir Lancelot se levantó la armadura del casco, confundido
ante tal afonía. Dio unos pasos, lo único que se oyó, y Sir Gawain apareció frente a él.

- S-Sir Lancelot... -comenzó con cierto nerviosismo- Bien sabes tú que está prohibido que un
caballero ingrese a los aposentos de nuestros señores Arturo y Ginebra. Hace dos días estuviste
dentro de los aposentos de la reina ¿Qué puedes decir al respecto?
Lancelot simplemente bajó la mirada, y por un buen tiempo no dijo nada. Observó el suelo
sumiso en su mente hasta que finalmente dijo, enfadado:

- ¡Mentiroso! Yo no estuve ahí ¿Lo dices acaso por envidia a que el rey confíe en mí?

Los demás en la sala ahogaron un grito de sorpresa y miraron a Sir Gawain incrédulos. Pero aún
estaban de su lado

- ¿Cómo puede llamarlo mentiroso? -exigió saber Sir Percival- Si todos los del castillo oímos los
gritos desde los aposentos de Su Majestad. Si me preguntas sonaba como si estuviera
poseída...

A Lancelot se le ocurrió algo.

- No estaba poseída. Había visto un fantasma y me llamó por ser el que estaba más cerca de ahí
-afirmó.

- Si a mí me preguntas sonaba muy enojada -hizo constar Sir Lamorak.

- Estaba... Molesta porque el fantasma le había quitado algo muy valioso para ella

- ¿Y por qué sonaba como si tú también estuvieras muy molesto? -quiso saber Sir Gawain

- Porque era un fantasma muy travieso, saltaba de aquí para allá y me dejaba muy molesto
porque de paso se llevaba objetos de pertenencia de Su Majestad.

Todos parecían muy sorprendidos. Incluso Sir Bors dijo:

- Yo nunca había visto un fantasma.

- ¡Lancelot es un héroe! -exclamó Sir Tristan- Rescató a Su señora de un fantasma ladrón muy
travieso ¡Sir Lancelot es un héroe!

Otros vitoreos y hurras se le unieron. Si había alguien quien confiara hasta el propio rey, era Sir
Lancelot. Sir Gawain estaba perplejo.

- ¿Y qué hay de mi teoría? -exigió saber.

Los demás lo miraron con miradas llenas de frialdad y desprecio.

- ¡Mentiroso! -gritó uno de los caballeros

- ¡Sólo estás celoso de Sir Lancelot!

- ¡El es un héroe auténtico!

- ¡Gawain inventa historias!

- ¡Venga, hay que festejar la victoria de Lancelot!

- ¡Sí, a festejar!

- ¡GAWAIN FUERA!

Tiraron a Sir Gawain de la sala de la Orden de la Mesa Redonda prácticamente a patadas y le


cerraron la puerta para celebrar una victoria falsa. Este quedó con la cabeza gacha incrédulo
ante la negación de Sir Lancelot. Se ha negado... pensaba, Sir Lancelot se ha negado...
Entonces... ¿Será cierto...?
[...]

El Rey Arturo miraba fijo una ventanilla desde su trono

- Tenemos que asegurarnos de asegurar la alianza entre nuestro reino y el de Avalon. Llévale
esto a la reina de Avalon como señal de nuestra alianza -le entregó un pergamino envuelto y un
paquete cuadrado-. Asegúrate de que los encargos lleguen a salvo, no quisiera tener problemas
con esa mujer...

- Sí, Su Majestad -respondió Lancelot, adelantándose a coger los envíos y tomarlos con el
debido cuidado

- Sé que puedo confiar en ti, Sir Lancelot -dijo más contento el rey-. Yo mismo me encargaré de
que tengas las provisiones necesarias para este viaje

- Me aseguraré de que lleguen como lo ordene, mi señor -se reverenció el caballero

El rey asintió.

- Adelante, entonces.

Una vez todo listo, subió a su caballo y lo arreó. Partió para Avalon en una tarde tormentosa. El
viento le azotaba la cara y la lluvia corría sobre ellos, y Sir Lancelot pensaba en su querida
Ginebra. "Volveré, Ginebra" pensó, mientras la impiadosa lluvia y los rayos daban señal de
muerte.

"Ten cuidado con esa mujer" era todo lo que le había dicho el rey como forma de despedida.
Lancelot lo pensaba una y otra vez durante el viaje, pero con el tiempo se le fue yendo de la
cabeza.

Cuatro días de mar, viaje e inoportuna tormenta le tomó a Lancelot llegar a Avalon, pero él
había estado dispuesto de hasta exponer su propia vida para salvar los encargos del rey.

Una vez llegado a Avalon, Lancelot pidió a los guardias de la reina que anunciasen la llegada de
un mensajero del rey Arturo. Uno de los guardias entró de inmediato a informar a la reina, y
Lancelot esperó por un buen tiempo bajo la tormenyosa lluvia antes de que el guardia enviado
regrese con las órdenes de la reina.

- Que lo dejen pasar -anunció

Los guardias de inmediato le abrieron la puerta y Lancelot fue recibido por la gente del lugar.
Pero Lancelot no se dejó llevar por las ofertas ni bienvenidas de nadie; se dirigió de inmediato
a las puertas del castillo a cumplir con la orden de su rey

- Soy el caballero del rey Arturo, Sir Lancelot del Lago. He venido a entregarle dos encargos a su
reina

Los guardias lo dejaron pasar, ya que la reina quería verlo también. Las órdenes fueron muy
claras. Lancelot caminó al trono de la reina de Avalon. Cuando llegó a este, se reverenció con
gran respeto.
- Su Majestad

- ¿Así que tu eres el encargado del rey? -preguntó la reina con una voz seductora

- Sir Lancelot del Lago para servirle. Caballero de la Mesa Redonda.

- ¿Oh? ¿Sir Lancelot, eh? -dijo la reina apoyando su mentón en el brazo y el hombro en el
posamans del trono- Estoy muy sola últimamente, Sir Lancelot, ¿por qué no me haces
compañía? -dijo la reina con la voz sensual y dejando de lado el asunto de las alianzas de sus
reinos

- Su Majestad... -comenzó él con firmeza

[...] Era una tarde tranquila, como muchas otras, cuando unas campanillas sonaron
fervientemente por todo el castillo. Cinco caballeros, Percival, Bedevere, Bors, Tristan y
Lamorak, partieron alrededor del castillo comandados por la nueva orden del rey. Bors, Tristan
y Bedevere llamaron a la recámara de la reina

- ¿Quién toca mi puerta? -preguntó la reina del otro lado, con su voz diplomática

Había estado llorando, desahuciada por la traición de Lancelot, a pesar de que éste quería
explicárselo pero ella se rehusó a conocer los detalles. Lo último que quería era que su rey,
Arturo, entrase extrañado de verla llorar. Ella ya había pensado en lo que tendría que decir:
"Son mis problemas emocionales. Hace pocos días volvió mi período...". Lo que más deseaba
en ese momento, sin embargo, era oír la tenue voz de su ex-amante, llamando suavemente su
nombre para pedir una disculpa...

Pero, en lugar de oír la voz de su rey, o la de Lancelot, una firme voz del caballero Benevere
respondió

- Su Majestad, el rey Arturo solicita su presencia en la sala principal. Su Majestad dice que es
una reunión de suma urgencia. Sir Bors, Tristan y yo la escoltaremos.

- Dénme un momento, por favor

La reina se secó las lágrimas, extrañada ante esta reunión. Si el rey Arturo precisaba de una
reunión con la reina podría pedir que fuera en sus propios aposentos. Pero pensando que
probablemente se debía a Sir Mordred y sus intentos por conquistarla descaradamente
Ginebra pensó en que debía tratarse de la guerra contra el reino de Mordred. Se arregló el
peinado en el espejo, de todos modos siempre estaba hermosa, y corrió hacia las puertas.

Los tres caballeros la escoltaron a la sala principal, y para su sorpresa el rey se hallaba de pie al
medio de la sala, erguido y mirando a su esposa con la mirada inescrutable, rígida y severa. Sir
Gawain se alzaba firme a su lado con cierta ansiedad.

- Ginebra, espera aquí un momento, por favor -se volteó hacia uno de los caballeros que la
acompañaban-. Tráigame a la señorita Borris, por favor

- Sí, milord -asintió Benevere, y se dirigió a otro lado.


No pasó mucho hasta que Borris llegó con él, y al mismo tiempo y del otro lado de la sala
entraban Sir Pervival y Sir Lamorak con Sir Lancelot en el centro del grupo

- ¿En qué le puedo servir, mi señor? -preguntó Lancelot con inocente curiosidad

El rey Arturo rió detractoramente y forzó una sonrisa torcida

- ¿En qué me puedes servir? -repitió, rascándose la barbilla pensativo- Veamos...

Se volteó hacia los otros dos caballeros y ordenó:

- Llévenlo al lado de Ginebra. Lo quiero ver frente mío...

- Sí, milord -respondió Sir Percival, y Sir Lamorak y él cogieron a Lancelot por las muñecas

Pero Lancelot sonrió

- Eso no será necesario, mi señor. Yo puedo hacerlo solo

Los otros dos lo soltaron y mientras Lancelot caminaba frente a él y junto a Ginebra y los otros
caballeros el rey torció una sonrisa

- ¿Ah, sí? ¿Cuántas veces has hecho las cosas tú solo, Lancelot? -pareció escupir el nombre con
asco- ¿Cuántas veces te has creído que tienes el poder para abarcar sobre todo sin hacer que el
vaso rebalse? ¿Eh? ¿Cuántas? ¿¡CUÁNTAS!? Ahora, si te crees tan hombre para obedecer a tu
rey tú solo, ¿Serías capaz de responderme cuántas veces has salido con mi mujer a mis
espaldas? -dijo con la voz rancia

Muchos de la sala contuvieron la respiración, incrédulos ante los oídos del rey, que trataba de
permanecer calmado. Era lógico que Sir Gawain le había dicho algo sobre su relación. El les
había mentido; había oído más que la inconfundible lealtad de Sir Lancelot al rey Arturo. La
señorita Borris lanzó un grito ahogado, sin poder creer tampoco en las conclusiones del rey. Sir
Lancelot gruñó por lo bajo, molesto de haber sido descubierto luego de que su relación haya
llegado ya a su fin. El rey prosiguió:

- Si ninguno de ustedes dos dice nada yo mismo me encargaré de ejecutarlos. Pero primero los
torturaré hasta que digan la verdad.

Tanto Ginebra como Sir Lancelot no dijeron nada. Ginebra estaba estupefacta ante el hecho de
que el rey pudiera acometer de esa forma contra ella. Y Sir Lancelot, que era uno de los
caballeros más leales al rey, aún no estaba dispuesto a abrir la boca. En cambio, miraba el suelo
con cierta confusión, recordando que antes Sir Gawain había hablado con él sospechando de
algo, pero Lancelot se negó de lo que decía tildándole de "mentiroso". Sir Gawain, sin querer
que por su culpa se cometan dos asesinatos, dio un paso hacia adelante y se giró hacia el rey

- Mi señor, el testimonio que le di no aseguraba del todo una relación entre Sir Lancelot y su
señora...

- Voy a pedir que guardes silencio o te largues de aquí, Sir Gawain -dijo con frialdad el rey
Arturo-. No has sido tú el único que ha dado testimonio sobre ellos. La señorita Borris, sirvienta
del castillo, me ha sido útil contándome todo lo que había escuchado al esconderse tras la
puerta. Tú ya me has servido en este asunto, y serás recompensado por ello, Sir Gawain. Ahora
puedes retirarte.

- Mi señor... -Sir Gawain estaba estupefacto


- No se hable más del asunto -dijo en tono cortante

- Sí, mi señor -Gawain hizo una pequeña reverencia y salió a trote de la sala

Percival y Lamorak se fueron a los costados de Lancelot por si éste pensaba huir. Pero de todos
modos había cinco caballeros más ahí, y el rey mismo estaba dispuesto a darle batalla por si la
situación cambiaba, con su espada oculta en su estuche. Comenzó a pasearse por la sala

- Ahora, ¿en qué íbamos? ¡Ah, sí! ¿Va alguno de ustedes a admitirlo? Hum... -de pronto se
quedó pensativo, como si quisiera cambiar de plan- Ahora que lo pienso, no me servirá de nada
que los dos mueran. A lo mejor sólo será necesario hacer un solo sacrificio.

Caminó entre Ginebra y Lancelot dando vueltas pensativo. Caminó y se detuvo frente a
Lancelot

- Sir Lancelot -comenzó y Lancelot lo vio con una sonrisa torcida. Sus nervios estaban a flor de
miel, mientras que Ginebra cerró los ojos con fuerza y deseó gritar "¡No!" pero no dijo nada,
sólo cerraba los ojos con fuerza y comenzó a rezar en la mente. El rey sonreía con frialdad-, mi
mejor caballero. La lealtad que me tuviste ha sido inigualable. Bueno -rió con mala gana,
mirando hacia Ginebra-, tal vez ya no pueda decir eso. Un caballero valiente, sin lugar a dudas,
muy simpático y respetuoso -alzó las manos- ¿Qué podría decir? Nimue te ha forjado como un
hijo perfecto, aunque no legítimo pero me has sido muy útil

Caminó hacia Ginebra y comenzó a andar alrededor de ella y los otros dos caballeros que la
escoltaban. Se detuvo frente a ella con una gran pero falsa sonrisa. Lancelot apretaba los puños
y los dientes, sin poder creer que el propio rey acometa contra su esposa

- Ginebra -comenzó él. Ella lo miraba desafiante con los ojos rojos de lágrimas contenidas-, la
mujer más hermosa del reino, irrefutablemente. Simplemente cálida, sencilla y agradable. La
mejor esposa que conocí. Totalmente inigualable y hermosa ¿Pero qué puedo hacer? Sin más
una desgraciada desleal -cogió a Ginebra por el pelo, a lo que Lancelot gruñó, pero se mantuvo
firme en su lugar, recordando que ellos ya habían terminado

El rey Arturo continuó:

- ¿Crees que de eso se trata todo en la vida? ¿Del amor? Pues déjame decirte cuán equivocada
estás -le soltó el pelo con torpeza, a lo que ella soltó un quejido. El rey se volteó hacia ella
mirándola impiadosamente-. En los reinos no hay tal cosa, simplemente hambre de dinero y
poder. No hay amor. Es todo a conveniencia de uno. Seremos avaros, sí; egoístas, tal vez;
incluso vanidosos, orgullosos y buscadores de placer ¿Pero el dichoso amor? No existe tal cosa.
Cada quien ve lo que le conviene, y si es por amor saldrán ellos perjudicados... Ahora, si me
permites ver, hum... A ver... Ah, claro. Lamento que esto no haya podido ser después de la
guerra de Mordred, pero me temo que esto también entraba a mi lista de deberes como
monarca. Además, no podía dejar pasar por alto tales testimonios sobre Sir Lancelot y mi
esposa; en caso de que muriera, no podía ser capaz de llevarme tanta desdicha a la tumba.

Volvió a andar en círculos y prosiguió para sí mismo, reflexivo

- Si dejo a ambos con vida, es lógico que se seguirán buscando hasta la muerte y eso indignaría
demasiado mi reinado. Si los mato a ambos, no me servirá de nada, no tendré a mi señora ni a
mi fiel caballero para sobrellevar los malos tiempos, como esta guerra que está por venir, y mi
memoria me carcomerá con la idea de que irán hacer el amor en el Paraíso... O en el Infierno...
Donde les vayan a poner...
- ¿Y si nos deja a ambos con vida? -se atrevió a decir Lancelot. Ginebra no pudo evitar romper a
llorar- Ninguno de los dos volverá a serle infiel tras lo de hoy.

- ¿Si dejo a ambos con vida? -repitió el rey-. Tengo demasiados testigos que, tarde o temprano,
terminarán contando una historia tan novedosa como esta. Tendría que matar a todos los
testigos de aquí, para evitar que corra la voz sobre mi desmoronado reinado por un patético y
desdichado amor secreto. Incluso ahora, el joven Sir Gawain podría estar contando la historia a
quienes viera por Camelot... -de pronto, se puso furioso de decirlo. Le habría gustado volver
con su esposa y el fiel Sir Lancelot, ya maduros y aprendidos de sus errores, pero no podía.
Eran demasiados los oídos, y sin duda pronto serían más- Lo único que me queda es que
alguno de ustedes, o mejor aún los dos, confiese que tuvo un romance en secreto con el otro.

Siguió caminando en silencio, se volteó a Ginebra y dijo

- Ginebra, estamos en tiempos terribles. La batalla contra Sir Mordred no podrá ser ganada sin
los mejores caballeros de la mesa redonda. Por ahora no serás de mucha ayuda. Para que
alguno de ustedes hable mataré a quien no me servirá de ayuda para la guerra... Sujétenla
-sacó su espada al mismo tiempo que los dos caballeros agarraban firmemente a la reina, y con
la misma le apuntó el cuello

Lancelot rugió, molesto

- ¡Déjela ir! -dijo por fin- Se lo explicaré

- No -dijo alguien más, entrando en ese momento por la sala: Morgana-. Yo se lo explicaré.

El rey se sorprendió tanto como Lancelot ante la nueva visita

- Morgana -la miró el rey, confundido-, ¿qué te trae por aquí?

Morgana lo miró con frialdad y le extendió un pergamino enrollado

- Cállese y mírelo, Su Majestad. No existe una respuesta más clara en cada trazo de este
pergamino -indicó

El rey desenvolvió el pergamino, y una pintura de Ginebra desnuda, su cuerpo tal y como lo
recordaba Arturo, junto a Lancelot desveló el pergamigo. Los ojos del rey salieron de sus
órbitas. Por primera vez desde que hoyó el primer testimonio, ya estaba empezando a asimilar
que todo lo que sucedía no era más que una horrenda verdad. Morgana puso las manos en los
brazos de Arturo, acariciándolo en su terrible confusión

- El propio Sir Lancelot lo trazó cuando pasó un año en mi calabozo -dejó al rey, que se quedó
aún contemplando el pergamino perplejo, y caminó moviendo las caderas hacia Sir Lancelot y
tomó a éste por la barbilla-. El pobre debió sufrir mucho estando sin su amada... -dijo con una
pena burlona. Volvió hacia ella la cabeza y le salieron chispas de los ojos mientras la veía-
Ginebra -dijo con desprecio

Miró a Lancelot y acercó a éste hacia su rostro como si quisiera besarlo. Lancelot la miró con
pánico y ella se limitó a sonreír y dejarlo para caminar de nuevo hacia Arturo.

- Sugiero que matemos a Ginebra -dijo simplemente-. Te ha sido una mujer infiel, Arturo, y no
existe mejor penitencia para ella. Limpiarás tu nombre con ello. Yo me encargaré de que
torturarla primero -se volteó hacia Ginebra y esbozó una sonrisa malévola

Comenzó a caminar hacia ella y la miró con reprobación


- Esposa de mi hermano, cristiana a morir, me has quitado a mi gran amor Sir Guiomar, te has
adueñado del corazón de un gran caballero, y aún sigues en pie ¡DEBES MORIR! -señaló a
Ginebra, y de su mano se despidió un rayo de luz color azul, que aterrizó de lleno en el pecho
de Ginebra, y acto seguido esta se desplomó en el suelo

- ¡Ginebra! -gritaron Lancelot y el rey al tiempo

- ¡Agárrenlo! -gritó el rey Arturo

Antes de que Sir Percival o Lamorak tuvieran chance a sacar sus espadas, Lancelot se encargó
de derribarlos primero. En seguida se dirigía a enfrentar a Sir Tristan y Sir Bors, pero Morgana
le lanzó un rayo en el aire, partiéndole dos costillas. Lancelot hizo una mueca de dolor pero se
encargó de derribar a Bors. Lancelot esquivó el ataque de Tristan y corrió hacia Morgana con
desprecio. Ella al ver que éste lo seguía comenzó a correr riendo, como si fuera un juego de
niños. Salieron de la sala principal, con Sir Tristan y Sir Benevere corriendo tras él. Lancelot
hacía todo su esfuerzo por enfocarse en perseguir a la bruja que había acabado con Ginebra,
mientras ella reía haciendo eco en los pasillos del castillo. La noche ya había llegado y las luces
del castillo se iban encendiendo. Luego de una gran perseguida, en la que Morgana le lanzaba
embrujos hacia atrás y él los esquivaba sin rendirse de perseguirle, Lancelot ya estaba a unos
centímetros de alcanzarla, estiró el brazo, pero Morgana se rió y dobló una esquina a un pasillo
poco iluminado. Cuando Lancelot dobló detrás de ella, para su sorpresa, ya no vio ni rastro de
ella. En cambio, se alzaba el rey Arturo con su espada. Este no dudó un segundo y en seguida le
clavó su espada de lleno en el costado derecho de la cintura del caballero, atravesándole hasta
el otro lado. Lancelot gritó del dolor, y cayó de rodillas al suelo. En seguida el rey retiró la
espada, esta ahora manchada de sangre. Lancelot se sintió algo mareado. Sus manos pasaron
con ansiedad la herida y comprobó con horror que de ésta brotaba sangre aún caliente. Miró a
Arturo desesperado

- Arturo... -dijo, antes de escupir una chorrera de sangre por la boca seca

El rey lo miró algo dolido

- Lancelot du Lac, mi viejo amigo -dijo con tristeza- ¡Cómo recuerdo esos momentos en los que
nos llevábamos bien! Nos llevábamos tan bien... -unas lágrimas recorrieron sus barbudas
mejillas...

De repente su expresión se tornó a una de odio

- Pero me has defraudado ¿Realmente creíste que por ser mi mejor amigo te perdonaría la
vida? ¿O que compartiría a mi esposa contigo? Qué ingenuo... -dijo con desprecio- Ni siquiera
ahora mereces llamarte mi amigo. Me has deshonrado a mí y a mi reinado, y por tu culpa me
convertiré en objeto de deshonra de todos mis antecesores y descendientes...

- Arturo... -Lancelot miró el suelo

En seguida llegaron Sir Tristan y Sir Benevere, apuntando con sus espadas a Lancelot. A
Lancelot le asomaban las lágrimas en los ojos.

- Arturo, no puedes matarme... No puedes hacer esto... -escupió más sangre, y lo miró
delirante y con tristeza- Sé hombre... Ten piedad...

- ¿Cuándo te enamoraste de ella, de Ginebra? ¿Cuándo te enamoraste de ella? -preguntó


Arturo
A Lancelot comenzaron a derramársele las lágrimas

- ¿De Ginebra? Cuando la conocí... Fue una gran confusión para mí, Arturo... Porque además
ella me amaba a mí también... Pero yo no quise decepcionarte... Y de pronto nuestro amor se
hizo secreto...

Miró delirante a Arturo y Sir Tristan y Sir Benevere bajaron las armas. Sir Lancelot ya no parecía
un peligro... Se desangraba junto a una pared del castillo...

- Perdóname, Arturo... También lo hice por ti...

Arturo lo miró incrédulo

- ¿Por mí? -repitió con incredulidad- ¿Qué has hecho por mí...?

Lancelot escupió más sangre

- Protegerte de la verdad. Era imposible resistirse de una mujer de la que esta uno tan
enamorado... al que saludaba todas las mañanas... Veía todos los días... Por favor, entiéndelo,
Arturo...

- ¿Entender? Se me ocurre una mejor idea ¿Por qué no mejor me entiendes tú a mí? Me lo
hubieras dicho desde el principio, habrías estado a tiempo...

Lancelot negó con la cabeza

- Te conozco demasiado bien y sé que habrías hecho lo mismo que hiciste esta misma noche. Y
yo sí te comprendo, Arturo

- ¡Porque es más razonable! -gritó, burlón- ¡Es mucho más lógico porque yo sí estaba en el
carril correcto! ¡Yo era esposo y buen monarca, no un desgraciado amante y traidor de su
mejor amigo y de todo su reino! ¡Me avergüenzas a mí mismo, por haber sido tu mejor amigo!

Otra vez, Lancelot negó con la cabeza

- Te equivocas, amigo. Un monarca rara vez llega a estar en el camino correcto. Sufre de
demasiada tentación: tentación por el poder, las mujeres y otros placeres. Te acostaste con
otras mujeres. El propio Sir Mordred es hijo tuyo y de Morgana

- ¡Imposible! ¿Y tú cómo sabes...?

- Ginebra. Ella me lo contó.

El rey gruñó furioso, pero cuando se abalanzó contra Lancelot vio el rostro de su mejor
caballero y amigo pálido entre las sombras, desfalleciendo. Dejó caer la espada de inmediato

- ¡Lancelot! -se tiró al piso a abrazar su cuerpo sangriento. Se volteó hacia los dos caballeros,
que no sabían qué hacer ante la escena- ¿Qué están esperando? ¡Traigan a los médicos de
inmediato!

Sir Benevere corrió enseguida. Sir Tristán, sin embargo, aún parecía dudar

- Pero, mi señor... -objetó

- ¡Dije DE INMEDIATO!

- Sí, milord -corrió este después de Benevere


Lancelot se hundió en los brazos del rey y cayó desmoronado en el charco de su propia sangre.
Una figura femenina aparecía desde el pasillo, mirándolo con el rostro oculto en la oscuridad,
el cabello dorado desmoronado y las manos unidas. Lo último que oyó fue la voz de Arturo
sollozando a su lado

- Yo también lo siento, Lancelot...

¿El Fin?

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