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Por fin, la novela de 1605 acaba con la vuelta de Quijote por medio de
los engaños del cura y el barbero. De este modo se demuestra que la primera
parte fue escrita sin un plan previo. Cervantes tantea las posibilidades de la
novela moderna: empieza por una novela corta, continúa con una serie de
aventuras que considera de estructura reiterativa e introduce la variedad
barroca de las novelas insertadas para compensar.
Por otro lado, el propio Cervantes reconoce que en esta segunda parte
no quiso ingerir novelas sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios que lo
pareciesen, nacidos de los mismos sucesos que la verdad ofrece. Historias
como las bodas de Camacho son pasajes narrativos presenciados y no
referidos, más que novelas, que tienen lugar ante los ojos de los
protagonistas, y que, al final, intervienen en ellas privándoles de autonomía
narrativa respecto de la trama central. De este modo la novela, sin perder el
principio de variedad, ganaba en cohesión y unidad frente a los tanteos de la
primera parte.
Esta decisión fue meditada; parece hoy muy probable que las Novelas
ejemplares fueran pensadas para insertarlas en la segunda parte. Notó que la
obra, como decimos, perdería unidad con las novelas insertadas y que los
lectores, más interesados en el argumento principal, las dejaran pasar sin
reparar en su arte narrativo, de modo que lo mejor eras publicarlas separadas
del Quijote: También pensó, como él dice, que muchos, llevados de la atención
que piden las hazañas de don Quijote, no la darían a las novelas, y pasarían
por ellas, o con priesa, o con enfado, sin advertir la gala y artificio que en sí
contienen, el cual se mostrara bien al descubierto cuando por sí solas, sin
arrimarse a las locuras de don Quijote ni a las sandeces de Sancho, salieran a
la luz. De este modo Cervantes deja consolidada la novela moderna en
Occidente.