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INTRODUCCIÓN
La leyes Mercantiles consagraron el concepto tradicional de título
valor, incorporando la definición concebida por el maestro Vivante.
Este connotado jurista definió el título de crédito como el document o
necesario para ejercitar el derecho literal y autónomo que en él se
menciona.
Este concepto contiene algunos caracteres tipificantes que resulta útil
recordar. En primer término, la incorporación del derecho al
documento, de modo tal que el conjunto de relaciones jurídicas
provenientes de la titularidad de un derecho se materializan en un bien
mueble (el documento), de esta forma, el derecho pasa a sufrir las
vicisitudes del bien en el cual se encuentra incorporado. En segundo
término, la necesariedad del documento tanto para el nacimiento y
circulación del derecho, como para el ejer cicio del mismo. Los actos
de creación y transferencia de los títulos valores son actos solemnes,
que requieren de su consagración en el documento. El documento es,
además, el elemento necesariamente legitimante para el ejercicio del
derecho, que reconoce la titularidad del mismo como único mecanismo
de publicidad adecuado de la existencia del derecho [ 1 ] .
De acuerdo con la definición el documento en el cual se consigna el
derecho tiene como características la necesariedad, esto es, la
posesión del documento es indispensable para ejercer el derecho que
en él se consigna. Es además constitutivo del derecho , el derecho
consignado en el título, no preexiste al documento sino que nace con
él. No hay derecho sin documento y el mismo es solemne.
I) T Í T UL OS V A L O R E S I N C O R P O RAL E S
Autonomía
La autonomía es un fenómeno en virtud del cual cada titular del
derecho lo adquiere como propio, siendo distinto e independ iente del
que tenía o podría tener quien le transfirió el título, por lo cual frente
a quien sea tenedor de buena fe, no pueden oponerse circunstancias
derivadas de relaciones jurídicas en las cuales no haya intervenido.
Así mismo, la obligación adquirida por el suscriptor del título, podrá
serle exigida con independencia de la situación de los demás
suscriptores, de forma tal que ninguno puede verse beneficiado de las
excepciones que puedan proponer los demás [ 6 0 ] .
El principio de la autonomía involucra la tutela jurídica al tenedor de
buena fe, la cual, en la mayoría de legislaciones, se atribuye de
manera expresa o implícita a los valores representados mediante
anotaciones en cuenta. La equiparación entre los valores anotados en
cuenta y los documentados en base de papel, debe reflejar el
reconocimiento al titular de una anotación contable de la tutela que
representa la inoponibilidad de las excepciones que el emisor podría
haber opuesto a anteriores titulares del valor, lo cual ha sido recogido
por la mayoría de legislaciones latinoamericanas.
La legislación mexicana, establece expresamente que no se podrán
oponer al adquiriente de los valores las excepciones personales de
obligados anteriores a la transmisión contra el autor de la misma. En
España, se determina que el que adquiera a título oneroso valores
representados por medio de anotaciones en cuenta de personas que,
según los asientos del registro contable, aparezcan legiti madas para
transmitirlos, no estará sujeto a reivindicación, a no ser que en el
momento de la transmisión haya obrado con mala fe o culpa grave [ 6 1 ] .
Algunos autores consideran q ue la autonomía, con el fenómeno de la
desmaterialización, resulta fortalecida. En efecto, el doctor Gilberto
Peña de Castrillón anota que en este esquema, cada nueva negociación
acarrea una verdadera creación del título valor, lo cual independiza
totalmente el nuevo derecho que surge para cada nuevo adquirente,
respecto de lo que hubiera podido ocurrir en negociaciones
precedentes, por lo cual el efecto práctico de la experiencia cambiaria
de porte electrónico es la salvaguardia y fortalecimiento del princ ipio
de la autonomía [ 6 2 ] .
La autonomía, se ve reflejada, en la posición de los sucesivos
adquirentes, al establecer la oponibilidad de la adquisición frente a
terceros desde la inscripción, la irreivindicabilidad y la limitación de
excepciones. Es indudable que la posesión del valor se realiza en
distintas formas en las representaciones cartulares y contables, de ahí
que se desprenda un distinto régimen circulatorio, así, mientra s la
protección del adquirente queda perfecta en el primer caso gracias a
los instrumentos jurídico -reales, en cambio en el segundo caso, se
hace precisa la colaboración de las disposiciones reguladoras de los
mercados [ 6 3 ] .
En los títulos valores tradicionales, la tutela al tenedor legítimo se
fundamenta en la confianza de buena fe del adquirente respecto a la
titularidad del transmitente, esto requiere una cierta consistencia en la
apariencia en que se apoya esa confianza, lo cual resulta difícil hacer
efectivo si, como ocurre en algunos sistemas en relación con las
anotaciones en cuenta, faltan mecanismos de publicidad formal de
estos registros. Esta situación ha sido puesta de relieve por diversos
autores como Andrés Recalde Castells y Fernández del Pozo [ 6 4 ] .
Así mismo, en algunos países, respecto de los valores representados
mediante anotaciones en cuenta, se ha contrapuesto el régimen
especial de protección al adquirente de buena fe con el estatuto de
prevención y control de lavado de activos, dando preeminencia de este
último, con consecuencias nefastas para la seguridad jurídica en el
tráfico mercantil.
Otra situación que debe ser objeto de cuidadoso análisis, es el
problema que surge en los casos de quiebra de la entidad depositaria o
del intermediario que lleva por cuenta de sus clientes en registro
contable ante esta, el cual normalmente, deb e ser una entidad
perteneciente al sector financiero o bursátil [ 6 5 ] .
En efecto, debido a la fungibilidad de los valores bursátiles, no es
posible identificar el valor específico , por lo cual falta uno de los
presupuestos para que el propietario pueda ejercitar el derecho de
separar de la masa de la quiebra bienes que se encuentran en poder del
deudor. No obstante, debe tomarse en consideración que se ha
previsto, en la mayoría de legislaciones si no en todas, para las
entidades adherentes o depositarias directas, la obligación de no
mezclar sus valores con los de sus clientes, debiéndolos mantener en
cuentas separadas.
Igualmente se ha establecido la obligación para la entidad
administradora del depósito, de mantener separados los valores
depositados del resto de sus activos.
Por otra parte, debe hacerse mención al hecho de que la mayoría de
regímenes adolece de un tratamiento específico sobre quien debe
soportar los riesgos que s e pueden derivar de un caso fortuito o fuerza
mayor. Lo anterior tanto en un escenario de desmaterialización total
en cuanto a los registros electrónicos que puedan verse afectados por
circunstancias ajenas a la entidad administradora del depósito, como
en un esquema de inmovilización respecto tanto de los títulos físicos
depositados como de los registros automatizados. Pareciera que la
solución legislativa va encaminada a determinar que el riesgo debe ser
soportado por quienes se benefician de la desmateri alización, es decir,
los encargados de llevar las cuentas contables o depositantes directos
(normalmente bancos, entidades financieras o comisionistas de bolsa)
y no los usuarios finales para quienes la desmaterialización no reporta
ventaja alguna [ 6 6 ] .
Incorporación
El principio de la incorporación indica que derecho y título forman
una simbiosis, de suerte que el primero no puede ejercitarse sin el
segundo. Por lo anterior, los títulos valores se someten al régimen de
los bienes muebles mercantiles.
De ahí que el esquema tradicional de los títulos valores los someta al
derecho de las cosas muebles, de los cual se deriva la exigencia de la
posesión y presentación del títulos para el ejercicio del derecho o
para su tradición, en concordancia con el régimen general conforme al
cual en la transmisión de los derechos reales se exige título y
modo. Respecto de los títulos representados mediante anotaciones en
cuenta en un escenario de supresión total del soporte de papel, l a
aplicabilidad de este principio depende en muy buena parte de la
teoría que sobre el particular se adopte.
En efecto, para quienes el fenómeno de la desmaterialización
involucra la supresión total de soporte documental, produciéndose una
verdadera desincorporación del derecho respecto del título o
documento, este principio no es en absoluto operante.
Por el contrario, para los que consideran que este fenómeno tan sólo
involucra una sustitución del soporte material de los títulos valores,
un reemplazo del soporte cartular del instrumento que
tradicionalmente está constituido por una base de papel, por o tro de
carácter informático o electrónico, este principio continuaría siendo
predicable de los títulos representados mediante anotaciones en
cuenta. De aceptarse esta teoría, el derecho vendría incorporado en un
documento electrónico o informático, con sus especiales
particularidades y características, que indiscutiblemente revisten
diferencias con el instrumento soporte clásico de los títulos valores [ 6 7 ]
CONCLUSIÓN
La desmaterialización de valores mobiliarios es el resultado de l a
fusión de dos procesos: la anotación en cuenta y el auge de la
informática. Si bien no es un concepto proveniente del derecho sino la
reacción del tráfico mercantil ante la dependencia del papel existen
señales de recepción de este fenómeno por parte del derecho. Por
ahora, la encontramos asociada a los valores emitidos en masa. En
todo caso, aún se discute en la doctrina si la desmaterialización se
puede aplicar a otros títulos valores que no sean aquel los emitidos en
masa, manteniendo las mismas ventajas de fluidez en el tráfico y
seguridad jurídica.
Los puntos medulares del fenómeno de la
desmaterialización, pueden enmarcarse de la siguiente forma:
1) La desmaterialización o desincorporación de los títulos valores
constituye uno de los pilares fundamentales de los mercados de
valores. Sin duda la sustitución del documento soporte del derecho por
una anotación contable, permite darle mayor agilidad, eficiencia y
seguridad al mismo, sin menoscabar la importante disminución en los
costos provocados por el uso del papel.
2) Si bien muchos autores consideran la necesidad de la existencia
de un régimen especial, sui géneris para este tipo de "valor
negociable", la mayoría de la doctrina y las legislaciones se abocan a
someterlas con las consiguientes variantes a la misma disciplina
dogmáticamente construida para los títulos valores. De tal manera que
debe quedar claro que la teoría general de los títu los valores no ha
desaparecido, si bien ha debido ser renovada o adaptada a los cambios
propios provocados por la informática [ 6 8 ] .
Para Alegría la masificación ha obligado a aba ndonar, en muchos
casos, el soporte papel, gradual e inexorablemente, debe la ley,
reconocer y regular los títulos no materializados en instrumento o
papel. La globalización ha hecho una apertura a nuevos instrumentos,
recursos y demandas financieras cru zadas en el mundo, que obligan a
ampliar el espectro de los títulos, consagrando la libertad de creación,
y debe admitir los títulos atípicos. Parecería que a eso tienen que ir
dirigidas las legislaciones, cual es el impacto de la informática que
amplía los horizontes, para la creación, circulación y satisfacción e
los derechos, desde que incorpora nuevas zonas de la actividad
económica a la posibilidad informática [ 6 9 ] .
Debe entenderse entonces que la incorporación documental no
constituye un elemento esencial de la teoría de los títulos valores sino
un ingrediente técnico contingente, que resultaba idóneo en el
momento de la formulación de la teoría. Por lo tanto, no existen
problemas conceptuales para extrapolar a los valores escriturales los
principios que han informado tradicionalmente la teoría de los títulos
valores [ 7 0 ] .
En nuestro medio no exi ste regulación legal general, (sólo tenemos
referencias en el mercado de valores), sobre la eficacia de la voluntad
expresada a través de medios electrónicos. Tampoco existen normas
con previsiones sobre responsabilidad de usuarios y de quienes tienen
mecanismos a su disposición para los usuarios. Tampoco existe una
disciplina legal, general, sobre la eficacia probatoria de esos medios,
es decir que todo eso es lo q ue habrá que suplir para poder acomodar
nuestra legislación a las nuevas realidades [ 7 1 ]
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