Professional Documents
Culture Documents
Para ello, en este post hago una recensión bastante escolar de un artículo de Nicos
Poulantzas titulado «Sobre el impacto popular del fascismo»[1] (1976). Se trata de un texto
breve que sólo trata aspectos generales, más desarrollados en su libro Fascismo y
dictadura. A lo largo de este artículo, Poulantzas trata de dar una definición a eso que llama
el «impacto popular» del fascismo. La expresión «impacto popular» es indicativa ante todo
de una imprecisión conceptual, tanto en los análisis del fascismo como intrínsecamente en
el propio fascismo. Para Poulantzas, los análisis tradicionales del fascismo se resumen en
dos corrientes, articuladas en torno a dos preguntas:
¿Cómo las masas han deseado el fascismo? Esta pregunta resume el enfoque
de ciertas explicaciones psicoanalíticas como las del grupo Tel Quel o, sin ir más lejos, las
del propio Freud (en el famoso Psicología de las masas). Sin mencionar a los teóricos del
«inconsciente colectivo». Estos enfoques apuntan a la relación de los individuos con las
masas, pasando por alto toda referencia al concepto de clase social.
¿Cómo el fascismo ha hablado a las masas? En torno a este problema se agrupan
las teorías que se han preguntado por el modo en que las masas o el pueblo (sin distinguir
su composición) ha sido abducido por el discurso o el lenguaje fascista (entendido
igualmente como una totalidad unitaria, un lenguaje único). Es la posición de J. P. Faye en
su libro Les langages totalitaires. Este enfoque cae en la utopía idealista de que son las
ideas las que hacen la historia, imposibilitando analizar el problema real, el funcionamiento
preciso de la ideología fascista en el impacto popular del fascismo.
Contra estas posturas insuficientes, Poulantzas se plantea delimitar el hecho del impacto
popular del fascismo en Alemania e Italia, para caracterizar algunos de sus aspectos únicos,
que lo diferencian de otros fenómenos (por ejemplo, del entusiasmo popular ante la guerra
interimperialista de 1914). El impacto popular del fascismo, es decir, la implantación del
fascismo en los distintos sectores, estratos y clases sociales de la población italiana y
alemana, fue posible por medio de una compleja estructura que da su especificidad a esa
forma de Estado concreta, históricamente acotada y precisamente delimitada, que es el
Estado fascista. Como dice Poulantzas,
In effect, fascism succeed in activating specific state apparatuses for the mobilization of the
masses (parties, unions, etc.), a phenomenon one does not come across generally, at least
not to the same extent and under the same institutional form (conditioning the very form of
the state), in the other exceptional regimes.[2]
Poulantzas argumenta que precisamente, para movilizar a las masas en su compleja
composición de clases y segmentos antagónicos, el régimen fascista desarrolló una
pluralidad de aparatos que, más allá de la unidad aparente de un «discurso fascista», se
dirigían a distintos grupos sociales en lenguajes diversos para aunarlos en una unidad
descentrada y compleja, atravesada pues por contradicciones muy potentes.
1. UN PRIMER ANÁLISIS
Poulantzas comienza enumerando una serie de cuestiones que nos permitan hacernos una
idea de la situación en Alemania e Italia durante el periodo del Estado fascista, y nos
permitan profundizar en el problema. Comienza por una distinción entre las clases sociales
que compondrían las masas populares:
En segundo término (aunque sea menos importante) hay que distinguir entre las
diversas categorías sociales que componen las clases populares. El fascismo tuvo más
influencia entre la gente joven, pero también entre la población femenina. Esto se debía al
papel dominante adoptado por las formas institucionalizadas de la familia y la escuela, y de
la ideología dominante en estas en aquella época en Alemania e Italia.
El proceso de desafección
De acuerdo con el impacto popular del fascismo, éste debe ser también sujeto a una
periodización. En efecto, veremos un proceso de desafección a medida que éste demuestra
abiertamente su carácter anti-popular. Un proceso que de manera ininterrumpida culmina en
la Segunda Guerra Mundial, aunque presenta altibajos coyunturales. Vemos por ejemplo
una popularidad renovada del nazismo tras la anexión de Austria, y del fascismo italiano
durante la guerra de Libia. Intervienen aquí complejos factores nacionales. Pero como sea,
sin este proceso de desafección, no se entiende que de manera masiva y repentina estallara
un movimiento de resistencia en Italia tras la caída de Mussolini (o lo atribuiríamos
erróneamente al oportunismo del pueblo italiano).
Si su política se basaba en la explotación, eso fue para ciertas clases y fracciones de las
clases populares, y fue relativa, no absoluta (se produce un incremento de la explotación y
de la tasa de beneficio empresarial, reparto desigual por tanto de los ingresos, aunque al
principio se mantuviera el poder de compra de algunas clases populares). También siguió
una estrategia diversificada: se basaba en la división de clases y fracciones, y
fundamentaba los beneficios de algunas sobre las espaldas de otras.
Pero quizá la razón más importante del triunfo del régimen fuera la absorción del
desempleo, que formó parte del proceso de fascistización. La superación de la crisis
económica por medio de la transformación del capitalismo competitivo en capitalismo
monopolista, no sólo por una política económica que favorecía la acumulación del capital y
la concentración, sino también por una política de expansión económica y armamentística
(ya establecida por los gobiernos alemanes antes de la llegada del fascismo) que condujo
inevitablemente a la Segunda Guerra Mundial.
Esta cuestión es decisiva, aunque el marxismo la subestimó por largo tiempo. En Italia y
Alemania la unidad nacional característica de los estados capitalistas modernos estaba aún
lejos de ser completada. En un sentido, esta fue la tarea del nazismo y el fascismo. Éstos no
sólo jugaron la carta del nacionalismo expansivo y agresivo, sino también la carta más
ambigua y compleja de la unidad nacional (Mussolini se convertía en el sucesor de
Garibaldi, y Hitler en el de Bismarck). Esto determinó considerablemente su impacto
popular.
Por otra parte, hay que indicar las consecuencias del lugar de Italia y Alemania tras
la Primera Guerra Mundial. Los regímenes nazi y fascista se sirvieron de una versión
corrompida del sentimiento popular de nacionalismo y anti-imperialismo.
Como advertía Togliatti, hay que aclarar el funcionamiento de clase de esta ideología, y
abandonar de forma definitiva la concepción de un discurso o lenguaje fascista, unificado y
uniforme, dirigido indistintamente a las masas. Muy al contrario, el discurso fascista se
presenta de múltiples maneras, diferenciadas de modo que se inserta en diversos aparatos
político-ideológicos fascistas, de acuerdo con las diferentes clases, fracciones de clase y
categorías sociales a las que se dirigen, lo que le permite precisamente explotar las diversas
condiciones materiales de existencia de esas clases y fracciones.
Este carácter complejo de los aparatos fascistas nos permite comprender las luchas
de clases que permanentemente los atraviesan, cosa que falta en la concepción de un
discurso unívoco dirigido a las masas. Por esta razón el apoyo de masas al fascismo
siempre está a un paso de la resistencia contra él (y Dimitrov lo comprendió perfectamente
cuando recomendó participar en los sindicatos fascistas para liderar la lucha contra el
fascismo).
[1] Nicos Poulantzas, «On the popular impact of Fascism», en The Poulantzas reader, pp.
258-69.
COMPÁRTELO: