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Desafíos de la implementación para la innovación curricular propuesta por la Universidad: logros

y temas pendientes.

En primer lugar, quisiera agradecer la invitación por parte de la Vicerrectoría de Asuntos Académicos
y la unidad de pregrado para participar de esta valiosa instancia, toda vez que resulta pertinente y
necesario contar con un espacio de reflexión abierto a la comunidad para sacar cuentas de lo que
ha sido nuestro desempeño en este y otros temas. Es parte del sello de nuestra Universidad – y de
toda Universidad pública – el que podamos tener debates de cara a la comunidad y bajo su
escrutinio, con el fin de perfeccionar nuestra hoja de ruta y criticar lo que deba ser criticado.

Sobre el asunto que nos convoca, quisiera partir mi presentación haciendo algunas prevenciones,
pues, como se señala en mi breve biografía, la experiencia que llevo conmigo se ha situado en un
lugar muy particular, donde los procesos de innovación curricular han sido especialmente complejos
al estar influenciados por muy distintos factores, algunos positivos, otros que sólo ofrecen ruido y
dificultan la realización del proceso en sí. Sin perjuicio de lo anterior, mi respuesta a la pregunta
general que se plantea para esta mesa, necesariamente parte de un razonamiento inductivo, que
con el correr del tiempo y mediante la reflexión constante he ido depurando de a poco con algunas
críticas y propuestas. Por tanto, la reflexión que ofrezco no está en caso alguno acabada y tengo la
esperanza que de aquí salga especialmente enriquecida, tanto por el aporte de mis compañeras y
compañeros, como del rol de la moderadora y el auditorio.

Las prevenciones pueden sintetizarse entonces de la siguiente manera: (1) Facultad de Derecho es
un lugar donde el conflicto inter e intra estamental ha primado durante los últimos 20 años, (2)
somos una unidad académica que todavía no cierra sus heridas de la intervención a que ha sido
objeto en época de dictadura, (3) la estructura orgánica de la Facultad obedece más a reacomodos
políticos que a un desarrollo de la ciencia jurídica, (4) nuestra disciplina se ha visto en dificultades
tanto por el avance de la técnica, como por la explosión normativa que rige realidades enormes y
complejas, finalmente (5) somos o pretendemos ser abogad-s, cuestión que nos da un hándicap
elevado en comparación a otras unidades académicas para enfrentar estos y otros desafíos.

Dichas las prevenciones, quisiera ofrecer la estructura que a mi juicio es la más adecuada para
abordar la pregunta que convoca este bloque. En primer lugar, sostengo que la estabilidad de todo
proceso de innovación curricular debe fundamentarse mediante un grado de legitimidad alto en dos
niveles; (i) a nivel de unidad académica y a (ii) nivel Universidad. En segundo término, me parece
prudente que toda innovación curricular debe tener una relación de reciprocidad con el desarrollo
científico-técnico de la disciplina sobre la que recae, siendo este un criterio determinante para toda
decisión “difícil” y, en tercer lugar, que su creación e implementación debe considerar una plena
consciencia sobre los sujetos en los cuales operará, es decir, funcionarios, estudiantes y cuerpo
académico. Para finalizar, quisiera dar una recomendación de política curricular que a mi juicio
debiera propender a implementar nuestra Universidad.

Sobre la legitimidad de los procesos de innovación curricular

Todo proceso de innovación curricular supone un juicio crítico sobre la labor realizada, es decir y
para efectos prácticos, supone realizar un juicio lo más objetivo posible sobre la práctica formativa
de nuestras instituciones, con la finalidad de reconocer los errores o deficiencias que se cometan.
Lamentablemente, la Universidad, en tanto espacio de trabajo científico en sus distintas
expresiones, no se ha caracterizado por ser un lugar donde la humildad prime para hacer los juicios
críticos que se requieren, pues, las mayor de las veces, la crítica razonada se confunde con simples
juicios de valor -estos errores se ven doblemente agravados en una Facultad de Derecho donde la
retórica llega a límites insospechados- que terminan escalando en conflictos interpersonales o
interdepartamentales inclusive.

Hasta ahora, los procesos de innovación curricular se han dado a nivel de escuelas de pregrado,
donde este órgano propone la creación de una comisión ad hoc cuya composición busca la
representación de los departamentos, autoridades y estudiantes. Creo que, para evitar
cuestionamientos innecesarios, la elección de estos miembros debe considerar la posibilidad de que
quienes participen en la instancia, sean profesores o profesoras titulares y a jornada completa. Toda
vez que la profundidad de las propuestas de innovación, es decir, qué tan innovadoras son las
recomendaciones de estas comisiones, está en directa relación con la estima que sus miembros
tengan respecto de sus pares. A mi juicio, esta situación es un botón de muestra de las relaciones
un tanto aristocráticas y anacrónicas que se reflejan al interior de todos los claustros académicos -
en menor o mayor grado-, y, donde su expresión más grosera se evidencia en la distinción de votos
según jornada en las elecciones de Rector.

En síntesis, mientras el cogobierno y la democracia universitaria siga siendo un elemento discursivo


en espacios como este y no una realidad efectiva, mi recomendación es que los miembros
académico-funcionario elijan sobre la base de profesores y profesoras de reconocida trayectoria o
estima, pues, la mayor de las veces son las disputas internas de estos quienes ponen en jaque las
innovaciones curriculares.

En un segundo nivel de legitimidad, me parece que, para efectos de eliminar el ruido que generan
las disputas internas en los procesos innovativos, desde los niveles centrales se debe propender a
que crear un protocolo de actuación frente a situaciones de crisis que pongan en jaque las
innovaciones curriculares. Estos protocolos tienen que tener un efecto disuasorio en los conflictos
que puedan suscitarse al interior de las unidades académicas, pero tampoco deben ser herramientas
irrealizables, es decir, la amenaza de su aplicación ha de ser real. Lamentablemente, esto está
relacionado con un problema mayor, el cual es el funcionamiento feudal que tiene actualmente
nuestra Universidad, donde cada Facultad parece un centro educativo bien distinto, ya sea por
temas de infraestructura, planta académica, presupuesto, etc. Sin perjuicio de lo anterior, esta
recomendación de protocolo está acompañada de otra propuesta que daré al final de esta
presentación, pues resulta obvio que un protocolo es incapaz de, por sí solo, resolver los problemas
domésticos, de ahí que su aplicación sin más resultaría excesiva y quizás hasta fuera de contexto.

Sobre la relación que debe existir entre innovación y desarrollo de la ciencia o técnica.

Hay muchas y variadas explicaciones sobre las razones que pudiesen motivar la realización de una
innovación curricular. En nuestro caso, el principal argumento se vinculaba con la necesidad de
acreditarnos para efectos de ordenar la gestión administrativa y fortalecer la vinculación de la
facultad con otras instituciones tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, existía otra
batería de razones muy poderosas, relacionadas con la posibilidad de actualizar tanto la pedagogía
en el aula, como los contenidos de los cursos impartidos, así como ordenar algunas cuestiones
académicas propias de la entropía que se genera con el pasar del tiempo.
Una de las posible buenas razones que motivan la realización de una innovación curricular, está
dada por mantener actualizados los contenidos disciplinares de las carreras ofrecidas. Pero ¿qué
parámetro es el que debe ser usado para decir que tal o cual contenido debe ser actualizado,
suprimido o reformulado, y las razones que justificarían esa medida? Sobre esas preguntas, me
parece que la decisión ha de ser tomada de forma razonada por las comisiones ad-hoc y no puede
depender del departamento al cual esté adscrito el curso o contenido sometido a revisión.

Sin embargo, resulta evidente que deba tenerse en consideración la opinión del departamento. Sin
embargo, me parece mucho más pertinente la opinión que puedan tener las y los investigadores de
las unidades académicas en proceso de innovación. Esto porque, el desarrollo de la ciencia tiene
como batallón de primera línea a la labor investigativa que realizan dichas unidades, cuestión que
recae fundamentalmente en los programas de postgrado, con especial énfasis en los doctorados.
Así, lo ideal sería contar con unidades de postgrado que sirvan de filtro respecto de nuevos
contenidos que deban ser impartidos en la docencia de pregrado, sobre la base de un conocimiento
medianamente afianzado. Vale la pena recalcar que este filtro no es una pared a modo de
membrana o biombo que separa aquello propio del ámbito de postgrado, con lo que es pregrado,
sino que, por el contrario, es su ventana de comunicación. Lo anterior, en tanto la tendencia de las
Universidades de avanzada está en aumentar la importancia de los postgrados al punto de ser la
matrícula mayoritaria en varias de ellas, esto por las necesidades de perfeccionamiento en una
sociedad donde el conocimiento se ha vuelto mercancía. Así, es perfectamente presumible, que la
vinculación entre pre y postgrado debe ser cada vez mayor, a contra cara de lo que piensan varios
académicos que prefieren una separación cada día más tajante.

A mi juicio, eso último sólo oculta una relación mercantil con los programas de posgrado, ya que no
ve al estudiante como un sujeto en desarrollo permanente, sino como una persona que debe pasar
por etapas de certificación diferenciadas y donde se le saca una tajada de patrimonio importante si
quiere continuar su perfeccionamiento científico. Por lo tanto, no estoy de acuerdo con aquellos
que señalan que la investigación es un ámbito exclusivo del postgrado, para, acto seguido, usar a
estudiantes de pregrado en las investigaciones que llevan a cabo y en condiciones laborales dudosas
y muchas veces reprochables.

Finalmente, es el juicio científico quien nos debe aconsejar sobre qué aspectos de la ciencia han de
ser los relevantes a enseñar en los procesos formativos iniciales de los estudiantes. Esto,
lamentablemente se ha visto ofuscado por la estructura universitaria que mutila a la ciencia según
ramas estancas y aisladas, obligándolas a competir por un espacio en la malla, pues, la cantidad de
cursos por departamento se ha vuelto una métrica de poder al interior de los claustros. En este
sentido, creo que la reforma 1967 que, entre otras cosas, supuso el inicio de la departamentalización
ya ha comenzado a tocar techo, siendo este uno de los principales síntomas de lo anteriormente
dicho. Queda pendiente una discusión sobre cuál es la estructura orgánica de la Universidad que
favorezca un mejor desarrollo de la ciencia, en un lugar donde el principio democrático ha de ser el
principal, junto con la pluralidad ya característica de nuestra institución.

Sobre la caracterización de los agentes.

Este apartado se resume con la siguiente frase: no le podemos pedir peras al olmo. Las posibilidades
de toda innovación curricular están dadas por las potencialidades que tengan los recursos humanos
encargados de implementarla.
Esta Universidad se caracteriza por ser especialmente elitista en un doble sentido; por un lado, en
tanto la matrícula está compuesta mayoritariamente por estudiantes que provienen de colegios
particulares, siendo que estos representan el 7% de la matrícula nacional; por otro, las y los
estudiantes que ingresan poseen un nivel cultural superior al promedio. Eso da como resultado que,
innovaciones curriculares centradas en el desarrollo autónomo del estudiante puedan tener
sentido, sin embargo, quienes son la excepción a la regla, resultan gravemente perjudicados con
innovaciones de este tipo, lo que supone asumir tareas de acompañamiento y bienestar que nivelen
las condiciones de estudio con el objetivo de no discriminar.

Lo mismo ocurre con el claustro académico que muchas veces no se encuentra preparado para
asumir el desafío que significa una innovación, lo que supone que los principales retos de la
implementación están dados por la capacidad de formación continua que tengan las unidades
académicas. Por otro lado, innovaciones más profundas muchas veces requieren cambios de
infraestructura importantes, que deben ser asumidos por las unidades académicas con apoyo de los
servicios centrales de la Universidad.

Conclusiones

Para finalizar, podemos sentenciar que los procesos de innovación curricular son complejos en un
sentido multifactorial, cuestión que implica un riesgo muy elevado en su desarrollo y puesta en
práctica.

Mi opinión es que este primer periodo de innovaciones inaugurado el año 2008, debe abrir espacio
a un segundo momento en el cual los procesos de innovación tengan un sentido más universal para
nuestra institución, es decir, muchos de los problemas que yo he mencionado, podrían ser evitados
si el momento de innovación fuera un periodo único para todas las unidades académicas, cuestión
que obligaría a los servicios centrales a tomar la dirección del mismo.

Si tuviésemos un periodo único de innovación curricular para todas las unidades académicas,
podríamos favorecer el desarrollo inter y transciplinar entre las distintas Facultades, reduciendo la
importancia de los departamentos al momento de tomar decisiones “difíciles” relacionadas a los
contenidos de los currículos y mejorando la gestión centralizada de la Universidad.

Huelga decir, que las unidades académicas locales todavía tendrían gran parte de las tareas que
significan el trabajo de innovación, pero el proceso general pondría presión a los elementos
inmaduros que habitan en cada Facultad, Escuela o instituto.

Muchas gracias.

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