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2018
TRABAJO FINAL
Desde un punto de vista indio, las fuerzas que han contribuido a erosionar el
marco moral y dialéctico del cricket victoriano son: la nacionalización del mecenazgo, el
apoyo estatal por la vía de subsidios masivos a los medios de comunicación e intereses
comerciales. Durante el proceso de su vernaculización, el cricket se convirtió en un
emblema de la nacionalidad india al mismo tiempo que se fue inscribiendo y arraigando,
en tanto práctica, en el cuerpo del (hombre) indio. El cricket es el foco ideal de la atención
nacional y de la pasión nacionalista debido a que proporciona la posibilidad de
experimentar con los medios de la modernidad a una amplia variedad de grupos sociales.
Los medios de la modernidad contenidos en el cricket suponen la confluencia de intereses
vividos como propios, de modo que tanto los productores como los consumidores de este
fenómeno cultural puedan compartir la emoción de la indianidad dejando de lado,
momentáneamente, sus múltiples cicatrices divisorias.
Jean y John Comaroff analizan la forma particular que asumen estas descripciones
en la Sudáfrica rural post apartheid. El fin del aparheid implicó un pasaje pacífico hacia la
democracia, empañado por el aumento de la violencia y el crimen y un creciente abismo
entre pobres y ricos. En este contexto surge la figura del zombie asociada a trabajadores
inmigrantes provenientes de distintas partes del continente que, reducidos a mera fuerza
de tranbajo, representan una verdadera “Alien-nation” que altera las relaciones de
producción y reproducción. Al igual que los zombies padecen dificultades de habla: una
competencia limitada en la lengua vernácula supone incapacidades de participar
plenamente de la sociedad. Si bien la Sudáfrica poscolonial presenció una elevación en los
estándares de vida de ciertos grupos de clase media, también dio lugar a una aristocracia
de la liberación, con algunos cuadros que se volvieron muy acaudalados y personificaron
el triunfo de un capitalismo no racial y neoliberal (pequeñas y pujantes élites negras para
los cuales el consumo es, además de un símbolo de estatus, un modo de compensar las
desigualdades del pasado colonial). Estas distinciones, en tanto aparecieron a velocidad
indecente y con poco esfuerzo público, su origen material resulta misterioso. Es esto
justamente lo que marca las desigualdades cada vez mayores del presente poscolonial.
Existe una consciencia cada vez más angustiantes de la falta de trabajo, medida en función
de la amenazante presencia del inmigrante, y la sospecha constante, encarnada en el
zombi, de que solo por medios mágicos, consumiendo a otros, es posible enriquecerse a
velocidades tan desconcertantes. Todo zombi cristaliza en sí la problemática del trabajo
humano en su especificidad más concreta e histórica. En el contexto de la Sudáfrica
contemporánea, los empleos parecen estar disponibles sólo para trabajadores “no
estándar”: aquellos que, como los inmigrantes, aceptaran cualquier condición que se les
ofrezca.