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Las Jornadas Catequéticas son espacios que permiten vivenciar la fe desde un espacio
privilegiado para la reflexión teológica y la vivencia comunitaria, es decir, dan razón de la fe
desde el afecto o las sensaciones y no sólo desde el conocimiento, desarrollando los valores
propuestos por Jesús en el Evangelio.
Las jornadas ayudan a que los estudiantes tengan un conocimiento realista del mundo para
que lo valoren críticamente y acepten que son capaces de llevar una transformación social que
favorezca a los más excluidos.
El trabajo vivencial de las jornadas está encaminado a despertar el diálogo con el Dios de la
Vida. Este proceso reflexivo, espiritual y comunitario ha de desembocar en una praxis solidaria
a través de la formación en acción social (FAS), que pretende alcanzar el fin último de la
educación: formar jóvenes para los demás y con los demás.
En esta tarea el educador ignaciano propicia distintos momentos, cada uno de vital relevancia
para la Jornada Catequética, misma que no podría iniciar sin la oración. ORAR es disponerse a
escuchar a Dios, acercarse a Él, dejarlo que nos hable y nos diga hacia dónde ir en las cosas
más cotidianas y sencillas. Los cuarenta minutos de oración, la reflexión de la propia vida, el
escuchar y compartir las resonancias de los compañeros, hacen de la oración es una vivencia
interna que es como miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo (S. Juan Ma.
Vianney).
La experiencia de la Jornada Catequética desde la Formación Cristiana, pretende lograr que los
jóvenes tengan una visión más cercana de Dios, no como algo separado de sus vidas sino como
un Dios presente en la experiencia. Sensibilizando su preferencia por los pobres
despertándolos a realidades desconocidas para ellos. Lo que pretende al fin y al cabo el colegio
es formar verdaderos cristianos “hombres y mujeres para los demás”.