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i George K RTE ay ARQ! ITEC TURA EN LA | 4MERICA PRECOLONIAL Los pueblos mexicanos, mayas y anidinios Catedra {NDICE -rdlogo a la primera edicion, 11 Prdélogo a la segunda edicion, 13 logo a la tercera edicién, 14 ‘ _ {Mapa de México, 15 9 , Mapas de Centroamérica, 16-17 ee - a ~ Pera, 18-19 jota sobre las cronologias, 20 * Tablas cronologicas, 21-25 __ 1. INTRODUCCION, 27 Las tierras y los pueblos, 27 - Mesoamérica, 29.—La region andina, 31 El problema cronolégico, 31 Antropologia y antigiiedad americana, 33 ¢Difusién o poligénesis?, 36 La historia del arte, 38 La posfcién del artista, 43 Los cazadores -primitivos, etapas finales, 46 44.—Los agricultores primitivos, 45.—Las teocracias, 46.—Las Primera parte: las civilizaciones mexicanas _ 2. MEXICO CENTRAL PRIMITIVO, 49 Formacién: 3.000 - 500 a. de C., 49 » Teotihuacan: 100 a. de C—750 d. de C., 51 : Cronologia, 53.—Arquitectura, 56.—Escultura, 60.—Pintura, 67 Xochicalco, 71 MEXICO CENTRAL A PARTIR DEL 800 D. DE C,, 79 La revolucién tolteca, 79_ : Arquitectura, 81.—Escultura, 85 interludio chichimeca, 91 confederacién » 93, perp itecture, ob —Escultura, 100.—Pintura, 111 "A DEL GOLFO, 121 eca, 121 i as ideograficas, 124.—Cabezas colosales, illa y,jade, 131.—Pintura, 139 a ural, 139 : ee a ne 140.—Escultura en piedra, 146.—Figurillas y cabezas de agile, 14 hhuastecas, 156 ik pe MEXICO, 161 Be : isi rquitectura, 162.—Escultura en piedra, 166, Escudterg on mural, 171 : 12 : Los mistecay 72 sieves de casamientos, 182.—Muralés,183.—Libros ning et cerimice, 189 4 Y OCCIDENTAL, 195 : piedra de Guerrero, 195 ‘Los ceramistas de Colima, Jalisco y Nayarit, 198 Michoacan, 203 Las mesetas del norte, 206 nee ARQUITECTURA, 209 a 209 geograficas, 218.—Divisiones temporales, 215 véén, NG. Lins ciudades fluiidles, 228-Pum tohuelgcdak ei 205: los Chenes, 238.—La region de Co ae 7 Y PINTURA, 257 @ 3 oe Phew te rativos, 259.—Jades, 273.—Cerémica, 276. Bec, 235.—La region de a 2 ALTO NORTE: MOCHICA Y CHIMU, 397 ‘OS anteriores al mochica, 397 Pueblos mochicas clasicos, 400 f far qatectura, 402.—Escultura, 405.—Pintura, 410 = El final del arte mochica, 415 La dinastia lambayeque, 416 1 periodo chimt, 420 Arquitectura, 421.—Escultura, 425 6 08 valles de las tierras altas, 427 L 14. PERO CENTRAL, 431 De Lima al norte, 431 El sur de Lima, 434 go 15. LOS VALLES DE LA COSTA SUR, 439 - 4 ‘aracas y Nazca, 439 Arquitectura, 440.—Cerdmica, 443.—Tejidos, 448 * Fl final del arte Nazca, 454 El Horizonte medio (hacia 600 - 1000), 454 16. LAS TIERRAS ALTAS DEL SUR, 461 EI altiplano primitivo, 461 ‘iahuanaco, 465 Arquitectura, 465.—Escultura, 468.—Pintura, 470.—Iconografia, 474 * La cuenca del Mantaro, 474 El valle de Cuzco, 476 i za Arquitectura inca, 478.—Escultura y pintura, 486 « Lista de las principales abreviaturas, 493 Notas, 473 * Bibliografia, 5 Indice alfabético PROLOGO A LA PRIMERA EDICION La mayor parte de estas paginas fue prepa- vada para conferencias y seminarios, que co- mepzaron en 1938 en la Universidad de Yale, donde e! difunto decano E. V. Meeks y mis co- _legas en el Departamento de Historia del Arte hicieron posible la existencia de estudios del arte de la América antigua. Otras ocasiones de desarrollar el enfoque del pasado precolombi- no como parte de la historia del arte, y no de la antropologia, que es el tratamiento mas nor- mal en las universidades americanas, me las proporcionaron en las universidades de Co- lumbia, Chicago, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, y Universidad Nacio- nal Auténoma de México. Gracias a la Smithsonian Institution fueron posibles varias visitas a Peri, Guatemala y Mé- xico en 1948-1949, cuando representé al Insti- tute of Social Anthropology en Lima; en 1951 y 1956, cuando la UNESCO me encargé el es- tudio de la reconstruccién de los monumentos devastados en Cuzco por el terremoto de 1950; y en 1958, cuando obtuve una beca Smith- Mundt para México. Agradezco al profesor Nikolaus Pevsner y a Jos editores sus generosos esfuerzos para asegu- rar nuevos dibujos en las figuras del texto, de K. F. Rowland, dibujos de mapas, de Donald Bell-Scott, y tablas cronolégicas, de Sheila Wa- ters. El profesor Pevsner mostré una enorme paciencia, como director de la Pelican History of Art, al esperar tanto tiempo por este manus- crito, cuyo primer plazo caducaba en 1951. También debo agradecerle que me introdujera en la universidad de Cambridge, donde pude trabajar en 1957 como invitado del King’s Co- lege y donde G. H. S. Bushnell, director del University Museum of Archaeology and Eth- nology, me dejo amablemente al mando de la Haddon Library, durante los ultimos meses de ; una beca de la Guggenheim Foundation que disfruté en 1956-1957. He obtenido muchos consejos y correcciones de mis conversaciones y mi correspondencia con Junius Bird, G. H. S. Bushnell, Donald Collier, Gordon Ekholm, Alfred Kidder II, Ta- tiana Proskouriakoff, John H. Rowe, Linton Satterthwaite, Jr., W. Duncan Strong y Gor- don Willey, cuyas opiniones tienen una auto- ridad lograda tras muchos afios de experiencia en este terreno. Quien procede de otros cam- pos nunca puede tener la misma autoridad; ésta pertenece exclusivamente al arquedlogo de «campo, que trabaja de forma detallada y con amplios examenes, a la vez, y puede hacerse mas evidente en su conversaciOn que en sus es- critos. La complicada correspondencia en torno a las fotografias la coordiné para mi Mary Mar- garet Collier, y estoy en deuda con Mrs. H. Gordon Sweet por su ayuda para hacer mas cla- ro el texto. Mrs. Patricia Shilabeer Beach y Mrs. Amelia Sudela pasaron largas horas ante la maquina de escribir. Amigos y estudiantes del Yale College —Colin Eisler, Terence Keenan, © Joseph Baird, Joseph Lyman— contribuyeron en muchas cuestiones de detalle, John Hoag, de la Art Library en Yale, ayudé en las nego- ciaciones sobre las fotografias, y Helen Chill- y man me permitié pedir en préstamo muchos negativos y copias de las colecciones de la Uni- _ versidad para estas ilustraciones. En Lima, mi amigo Abraham Guillén fue la mejor fuente grafica. En México, el jefe de ar- chivos de las colecciones fotograficas del Insti- tuto Nacional de Anwopologia ¢ Historia, m6n Sanchez Espinosa, supuso una ; inestimable. a El manuscrito que se publicé por primera yer en 1962 habia sido enviado a los editores, en realidad, en mayo de 1959, No se hicieron cambios importantes desde entonces, hasta que sir Nikolaus Pevsner me convencié en 1972 de que ¢ra oportuna una revisién completa y puesta al dia. En efecto, el texto tenia trece afios, afios de intensa actividad y revisién ar- queoldgica. Las nuevas publicaciones se han incluido en las notas y en el texto, al lado de Jas referencias anteriores, que se han manteni- do para seguir dando a los estudiantes cierto sentido de esa «historia de la recuperaci6n ar- -queolégica» que la excitacién de los nuevos descubrimientos oscurece a menudo. Las obras arqueolégicas recientes en el terreno america- nista rara vez tienen en cuenta las teorias y ex- cavaciones anteriores que siguen teniendo va- lor. También es frecuente la sustitucion de los nombres viejos por otros nuevos, sin hacer re- ferencia al trabajo ni la nomenclatura anterio- res. Me ha parecido que merecia la pena con- servar parte de esta historia de la recuperacion del pasado remoto de América en las notas, a Ja vez que se actualizaba. En realidad, ésta ha ‘sido siempre la tarea del estudio humanistico: examinar todos los resultados de la investiga- cion para lograr respuestas duraderas. El texto original presentaba las opiniones extremas sobre la cronologia. En 1972-1973, la enorme distancia entre los extremos se ha es- trechado hasta cerrarse, pero atin existe mucha incertidumbre en torno a maltiples cuestiones, incertidumbre que he intentado transmitir cuando era inevitable. Las ilustraciones se han visto aumentadas con muchos dibujos y fotografias, y algunos di- bujos de la primera edicion han sido corregi- dos y perfeccionados. : Doy gracias a la Universidad de Yale por permitirme tres ausencias. En México coope- ré generosamente, en la busca de fotografias, el Instituto Nacional de Antropologia e His- toria, tanto en el Museo y archivos de Cul- huacan como en sus oficinas de Cordova 45. En especial, debo dar las gracias a Carlos Chanfén, Mariano Monterrosa y Constanti- no Reyes; a Beatriz de la Fuente y Marta Fon- cerrada de Molina en México D. F.; yen Lon-_ dres a Susan Stow, Rose Brennan y Judy : Nairn, que a 2! OHDIW 1D PO Adora oe rs oxprday Bix. ere) ~o > 2 sejuopy ouad “4 uvzyunzizy ouadQ | a ‘puree oer Des os ody nb ae “\ os uyioyO TY TL ‘ ~ ppodoyy “T «, oawiy unded « + oy (04024910) « pjmbmops—* BpPZ S $ OLVOALYNYNSD 2 ° - OOIXgW ad 017109 SD22]0WZ » (hs saniny PUD, : AMERICA CENTRAL *Dzibilchalnn Acanceh te : YouSnde Itza td) g@Raba Cobée © Jaiia 14 ‘shes er GLabné © ty Chacmile y -lem Compe ania Rosa Xtampak i 8 € FieNED & ‘ Edzna* , < iInocac Champotén, WE! Taba 3 * ee S" F7 % Cale, at a ZT cs we na Pays hee Jonuta GOLFO DE HONDURAS 5% Antiogina R Arate \QUIM. YY AYA * Manizales Tuna « Cartage, caus @ Bogor C/O L O/MBIA | saugsassay, SOW car ilnia saeat § SVOTIA -1dWOHOD ew opp40}0) oped e (wom Me Las tablas intentan situar los lugares y las clases de objetos en el tiempo: el criterio de se- leccién es mas la calidad que la cantidad, y mas las expresiones que las series de hechos. Todas Jas localizaciones anteriores al 1300 d. de C. de- ben considerarse flexibles, por lo menos, en el grado exigido actualmente por el margen de error usado en las mediciones de radiocarbono {mas o menos 200 afios). L. A, Pavlish y E. B. Banning, en Am.A., _ XLV (1980), nam. 2, pags. 290-297, informan, de que la detecci6n directa. de medir actualmente una y en minutos, y no sélo en. res de 10.000 afios. T nuestro poder fechas que inte Redondas maytsculas = gi Cursivas maytisculas = Mindsculas redondas = | Miniusculas cursivas por lugares at ee MEXICO MERIDIONAL Dinastias mixtecas | Trintzanuay Iv Culiacan VY periodos Monte Alban CHICHIMECA Lachila 1 vole [VOI ECA Guasave 1100 XML periodos Vajin Tamuin TARASCA 900 CLASICO Anatlan Toluquilla-Ranas Jiquilpan Ixtlan del Rio Ortices Figuras chinescas 1V Lasnbityeco I? Mitla Xochicaleo 700 100 SUR Ceraunca Escultura 1100 Chichén UL 10.4.0.0.0= A.D. 909 ——_ GLASICO 7UG TARDIO TEPEU 3 10.0.0.0.0= ae Rio Bec A.D. 830 Chichén IL TEPEU 2 | 9.15.0.0.0- Cotzumalhuapa Edzna PUUC TEMPRANO a A.D. 731 Becan 700, TEPEU 1 9.10.0.0.0= A.D, 633 TZAKOL 3 9.5.0.0.0= * A.D. 534 Uxmal — Ghichén T Escuintla PROTO-PUUG Kaminaljuyt 500 ESPERANZA TZAKOL 2 9.0.0.0.0= A.D, 435 TZAKOL 1 8.14.0.0.0= A.D. 317 OXKINTOK 300 me OD PRE-CLASICO 0 ee MATZANEL CHICANEL 100 Kaminaljuya | MIRAFLORES Tzapa ANDES CENTRALES Pera Central CHANCAY ICA cuzco CHIMU LAMBAYEQUE Esmeraldas Intermedio: tardio QUIMBAYA Tierradentro VINAQUE ‘Tiahuanaco NAZCA 9 CAPITULO 1 [INTRODUCCION ale Pemy- E] objeto de una introduccién es que su re- ceptor identifique al autor por medio de una o dos frases que procuren mutua comprensién. En este libro, el tema principal son produccio- nes de valor estético.{He pretendido evitar la sugerencia de que las obras de arte son meras ilustraciones de las civilizaciones, y he preferi- do presentar el propio objeto de arte como uni- dad de estudio. He escrito sobre «culturas» solo cuando era neeésario para €nriquecer los obje- tos, que, después, de todo, son la principal prueba de la existencia de la «cultura»; Por tan- to, mi texto no dejara satisfechos a los estu- diantes de las «culturas» exclusivamente; esta escrito para las personas cuyo principal inte- rés sean las obras de arte. LAS TIERRAS Y LOS PUEBLOS Partiendo de esta condicién, podemos enfo- car la historia de los diversos pueblos de la an- tigua América. Sélo sus obras nos hablaran de ellos. Deducimos que unos eran simples agri- cultores, mientras que otros eran dirigentes sa- cerdotales o guerreros profesionales. Unas cuantas fuentes literarias anteriores a la con- quista confirman estas deducciones. Ocasio- nalmente, una ciudad como Chanchan (pagi- na 421) nos habla de complicadas politicas di- nasticas; Palenque debié de ser un centro cor- tesano de exquisito refinamiento (pagina 228). Pero, mas alla de estas afirmaciones, no pode- mos reconstruir ningan entramado de hechos sin registros escritos. Chanchan Ilegé a ser lo que fue sin las ventajas de la escritura tal como la conocemos, y ‘més de Ja mitad de los signos bles las huellas de un artista concreto identifi- cable: por ejemplo, en la escultura de Palen- que (pagina 267) 0 en Jos retratos de ceramica / de la costa norte del Pera (pagina 409). De) modo que las personalidades artisticas son re- | motas y poco claras: surgen indiferenciadas de sus obras, y si no fuese por tales obras, no po-| driamos captar en absoluto su identidad. ' Las tierras que omitimos son bastante mas extensas que las que estudiamos. No decimos nada sobre Norteamérica, mas alla del parale- lo 24 norte, ni sobre Suramérica, mas abajo de los 20 grados latitud sur. Nuestro limite occi- dental es la costa del Pacifico en México, a unos 105 grados de longitud oeste; nuestro li- mite oriental, en el altiplano andino de Boli- via, a unos 75 grados de longitud oeste, exclu- ye todas las tierras bajas de Suramérica. La ra- z6n de estas exclusiones es muy sencilla: en las vastas tierras de Suramérica oriental y de la an- | tigua Norteamérica habia muy poca gente. En | 1492 vivian menos de 20.000.000 de personas | en América’, y la mitad de ellos vivian en la re- gion abarcada por los limites de este libro. Sélo_ los pueblos mexicanos, mayas y andinos eran suficientemente numerosos como para vivir en ciudades grandes y producir la plusvalia eco- | nomica que permite a los artesanos especiali- | zados construir templos y obras de arte. _ El resto disfrutaba el protector aislamiento de / la vida aborigen hasta el punto de producir muy pocas cosas para que las estudiemos. No sabemos si las obras de muchas de estas peque- fias wribus diseminadas eran bellas, ya que lo que ha sobrevivido es muy €scaso. Mi objetivo es abarcar s6lo las principales ci- vilizaciones urbanas de la antigua América, del 28 * INTRODUCCION Estarnbul y tan alto como del Cairo a Lenin- grado. Esta en las mismas latitudes que Africa Central, ¥ es mas o menos del mismo tamafio que Evropa Occidental. Como en Eusopa Oc- cidental, las costas delimitan varios mares, pero en América la zona de tierra firme es | menor, y sus sistemas fluviales separan las regiones mucho mas de lo que las unen. Gran parte de la tierra rodea una enorme area de las aguas allant de las que la parte occidental (Golfo de México) y la parte oriental (Mar Caribe) equivalen al Mediterraneo occidental y oriental. Un nombre reciente, adecuado aunque equi- voco, para toda la regién, es América nuclear, y lo menciono porque es un término histérico, y porque no se ha acufado ningiin otro me- jor, La mitad norte, mas densamente poblada que ninguna otra parte de la antigua América, incluve los pueblos mexicanos, mayas y cen- troamericanos. Si incluimos las islas del Cari- be, esta parte se suele denominar América Gen- tral. Las areas de tierva firme, sin las islas, se llaman Mesoamérica. Estos nuevos nombres corresponden mas a agrupaciones histéricas que geogralicas, y evitan la curiosa demarca- cién tradicional entre Norteamérica y Centroa- inérica en el istmo de Tehuantepec, que fue Sierspre una puerta abierta mas que una fron- tera para los humanos. La verdadera division caltural esta, entre Mesoamérica y Sur Cc en el istitio de Panama, ~ " Ta parte sur del cuadrante de América nu- clear comprende los pueblos. andinos del norte y el centro, y la mayor densidad de poblacién se agrupaba en los valles de la costa del Paci- fico en Pert. Los pueblos mexicanos, mayas y andinos mantenian probablemente contactos intermitentes. por tierra y por ma¥,»pero sin dada estos contactos fueron mucho: fre- cuentes y productivos que el antiguo comercio entre la Roma imperial y Ja dinastia Han en . haciendo grandes divisiones entre la arquiiter. tura, la escultura y la pintura. Cada gran diyj. sion, a su vez, se dividia por temas, con ejem. plos sacados de las adecuadas Particiones ye. gionales de la zona. El intento fue Prematuro, y el efecto era como el de un rompecabezas, ya que obligaba al lector a juntar ejemplos de mus chas partes de América para obtener el eyadro deseado. Correspondia a una tendencia, enton. ces de moda, a disminuir las diferencias entre los estilos regionales, y a aumentar la impre. sion de unidad y equivalencia entre las artes de diversas regiones no relacionadas. Daba la im- presién de que, tanto en los Andes como en la meseta de México, los mismos objetivos eran | perseguides por hombres que desconocian sy mutua existencia, pero que corrian a la misma. velocidad y se desarrollaban en etapas de igual : longitud y al mismo tempo®. Esta tendencia a reducir la complejidad de la prehistoria ame- ricana era una reaccién a la desesperacién de , los arquedlogos anteriores a 1945, cuando cada .valle y cada lugar parecia producir nuevas «culturas» desconectadas de cualquer otra‘. \ Quince afios mas tarde, una visién tan sim- plista era insostenible, ante la evidencia de es- calas de tiempo variables en cada una de las principales regiones. zCémo debe presentarse la cuestion a los estudiantes de arte? La elec-. | ci6n es entre dos métodos de estudiar los suce- sos a través del tiempo: podemos hacer un cor- te transversal en el tiempo pasado, a interva-_ los; o podemos desenrollar la cuerda del tiem- po en hebras geograficas separadas, y dedicar a cada una un capitulo o dos. La diferencia es como la que existe entre cortar la madera trans- versal o longitudinalmente. Gon el corte trans- versal podemos hacer partes sincronicas; con el, longitudinal, hacemos cortes diacronicos (a través de la profundidad del tiempo) en varios sitios, ie i El método del corte transversal tiene muchas de tas desventajas del rompecabezas; es enga~ ~ floso disponer los problemas de forma que los cortes sean exactos, y resulta confuso tener que sen un equilibrio sine | j | { if cronico. Por eso decidi en 1957 reescribir todo el texto, usando las divisiones geograficas como partes principales y capitulos, con una completa revision cronolégica de los principa- les hechos artisticos de cada region. La region arqueoldgica ¢s la piedra angular de este libro, y presentamos tablas al lector para que le ayu- den a relacionar los posibles cruces en el tiem- po entre cada regién. El tamajfio de estos blo- ques geograficos esta en funcién de la longi- tud del libro. Si fuera mas largo, podrian tra- tarse regiones ms pequeiias, pero tal como es hemos reducido las unidades a doce: cuatro en México, tres en Centroamérica, y cinco en el oeste de Suramérica. Mesoamérica México es una meseta recorrida por cadenas montafiosas y bordeada por estrechas platafor- mas costeras. La zona del Pacifico es seca y poco poblada. La mitad atlantica disfruta de unos vientos hamedos que la hacen mas ade- cuada para la poblacion humana. A mitad de camino entre las dos esta el valle metropolita- no de México, la capital eterna. En el sur, las tierras altas son desnudas y austeras, pero los valles, profundos y de amplios rios, dieron lu- gar a civilizaciones muy antiguas y florecien- tes. El norte.de México es un cordon desértico de 750 kms de anchura}que aisla los valles del sur de la poblacién continental del resto de Norteamérica, en donde solo a través de las Ila- nuras costeras orientales entré alguna influen- cia de Jas tierras altas mexicanas durante la an- _ El centro de México es una meseta de unos je altitud. Rodea « !a capital en un cir- culo de unos 150 kms de diametro. Siempre fue va metsopoli po-de valles altos, amplios y bien regados que atrajeron a jos hombres desde los primeros tiempos de las inmigraciones. Su historia cli- | matica muestra grandes fluctuaciones, que s€ | reflejan en el nacimiento y caida de culturas, \ asi como en la cosmogonia wolteca y azteca de sucesivas etapas del mundo delimitadas por / inundaciones 0 incendios. La lengua _domi-_ } nante en la zona era el nahuatl, hablado por los aztecas y por sus predecesores toltecas. La costa este o del_Golfo tiene tres divisio- nes étnicas, como la costa atlantica de Francia con sus pueblos vasco, breton y normando. Es wna estrecha Ilanura costera de clima tropical. mas estrecha en el norte y mas ancha hacia

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