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CULTURAL

Slavoj Žižek: «El amor o el sexo


sin el encuentro sorprendente es
como la masturbación»
INÉS MARTÍN RODRIGOIMARTINRODRIGO / MADRID

Día 17/11/2014 - 17.47h


La filosofía del esloveno es una coctelera en la que mezcla y agita
los elementos más dispares. Desde «La guerra de las galaxias» o
«Los juegos del hambre», pasando por el cine de Hitchcock y
David Lynch, hasta el capitalismo como forma de vida. Sin
olvidar la ideología

REI NER RI EDLER


El filósofo esloveno Slavoj Žižek
Slavoj Žižek (Liubliana, 1949) es, quizá, el filósofo más famoso a día de hoy. Su
capacidad para destruir los axiomas del mundo occidentaly volver a construir
sobre ellos sin reparos fascina a un gran número de lectores, ávidos de referentes
cercanos y modernos. Esa misma fascinación le granjea no pocas críticas entre
otros intelectuales académicos, que no entienden que su compromiso con
su ideologíapasa por la divulgación. Así es Žižek: sin dobleces. También al otro
lado del hilo telefónico, desde su casa de Liubliana, donde mantuvo una larga
charla con ABC Cultural.
La tesis central de «Acontecimiento», su último libro en España, es que
todo suceso es accidental y, por tanto, cualquier orden carece de valor
en sí.

La cuestión no es tanto que sean accidentales, sino inesperados, en el sentido de


que no puedes predecirlos, son fortuitos. Un ejemplo muy romántico es
enamorarse. En español no existe esa expresión, pero en inglés y en francés
literalmente se usa la palabra «caer», «caes enamorado». Si es un amor real, este
acontecimiento transforma toda tu vida. Algo sucede de una forma totalmente
impredecible, aparece como un milagro, y se convierte en un genoma, en un
principio universal que transforma tu vida. Eso es lo intrigante del acontecimiento.
Y esa es, también, la razón por la que pienso, aunque soy ateo, que el cristianismo
es la religión del acontecimiento.

«La gente espera alguna orientación sobre qué hacer, pero no tengo
respuestas»
El amor es típico de cómo tratamos de evitar los acontecimientos. La idea es cómo
compartir una vida, el placer e, incluso, el amor, pero sin la caída. Por eso nos
gustan las agencias matrimoniales o de contactos, el sexo seguro... Tenemos miedo
de abrirnos a la imprevisibilidad. El amor o el sexo sin el encuentro sorprendente es
como la masturbación, juegas contigo mismo y no te abres a los demás. Nuestro
consumismo se organiza así: queremos sexo, pero seguro; cerveza, pero sin alcohol;
café, pero sin cafeína; chocolate, sin grasa. Queremos jugar con seguridad. Sucede
lo mismo con la política. Todos los grandes cambios ocurren como un milagro,
bueno o malo. Recuerde la revolución iraní de Jomeini, en 1980, o ahora la plaza
Tahrir. Nadie lo predijo, pero sucedió. Una vez que ocurre, cambia toda tu vida,
como en el amor. Es el gran misterio de nuestra vida.

Creo que estoy bastante de acuerdo con usted. Ha dicho que es un


completo ateo.

Sí.

¿Puede explicarme por qué?


Ahora le daré una respuesta muy paradójica porque, en cierta manera, soy cristiano
literalmente. El mensaje de Cristo es, como dijo el poeta francés Paul Claudel: «Si
no es Dios quien nos ayuda, si se muestra impotente con nosotros, el mensaje del
cristianismo depende de ti». Lo que muere en la cruz no es el representante de
Dios, es el propio Dios. El mensaje del cristianismo es que la única realidad de Dios
es la unidad de los creyentes, que son libres e iguales. Este es el tremendo potencial
emancipador del cristianismo. El Apocalipsis, el Juicio Final... no es cristianismo,
es agnosticismo. Cuando los discípulos preguntan a Jesús cómo sabrán que volverá,
la verdadera respuesta es: «Cuando haya amor entre dos de vosotros, allí estaré».
Cristo está aquí cuando nos amamos. Es lo único que necesitamos. Somos
totalmente libres.

«La actitud más molesta que imagino es el hedonismo suave»


En este sentido, el cristianismo es una religión de la libertad, cuya lección es cómo
deshacerse de Dios. Es totalmente única porque Dios se borra a sí mismo. Es como
una especie de unidad protocomunista. ¿Qué es el Espíritu Santo? Es simplemente
una comunidad igualitaria. La familia con un padre y una madre es una jerarquía.
Deberías querer a tu padre, pero no porque sea tu padre, sino como un igual. Es un
mensaje radical de igualitarismo. El origen y toda la Historia de la Iglesia es una
lucha contra este antiguo mensaje emancipador y revolucionario. El cristianismo
siempre dice que hay que luchar contra sus propios excesos. Es una tremenda
revolución ética.

¿Y qué me dice de la espiritualidad? ¿La considera también una


revolución?

Estoy totalmente en contra de lo que se conoce como nueva espiritualidad. Es algo


extremadamente narcisista. No resulta sorprendente que la consideremos nuestra
ideología espontánea, una especie de hedonismo instructivo. Como dicen en La
guerra de las galaxias, no te apegues demasiado a los bienes materiales, recuerda
que tu verdadera vida está dentro de ti; la realidad es un juego de apariencias, no te
tomes demasiado en serio. Esta actitud encaja perfectamente con el capitalismo
global. Pienso que es una forma terriblemente eurocéntrica.

«El cristianismo es una tremenda revolución ética»


La gran lucha hoy es entre esta pseudoespiritualidad pagana y la verdadera
experiencia cristiana en la que deberías reflexionar sobre el mundo, involucrarte
por completo. La actitud más molesta que me puedo imaginar es ese hedonismo
suave: disfrutar, pero no demasiado, porque no merece la pena comprometerse
totalmente en la vida. Ese es nuestro universo capitalista, en su aspecto ideológico.

No me gusta tener vida interior. Mi vida está fuera. No creo que la riqueza interna
prevalezca sobre la personalidad. Aunque soy freudiano, discípulo de Jacques
Lacan, no me gusta el psicoanálisis en el sentido de por qué debería buscar en mi
interior. ¿Qué descubres? Alguna mierda; horrores. Creo en la superficie, no en la
bondad del hombre. Creo, y esto le puede sorprender, que en lo más profundo de
nosotros somos malvados. Sólo los recuerdos superficiales o los milagros hacen que
sigamos siendo éticos.

En su obra critica con dureza el liberalismo. ¿Por qué?

Es una crítica muy precisa. Critico el liberalismo en sus propios términos, como el
hecho de que ofrezca libertades. ¿Pero lo cumple? No subestimo al liberalismo, hay
algo muy auténtico en él. A un nivel personal, ¿nos referimos a esa libertad de
elección elemental? Podemos comprar lo que queremos y organizar nuestra vida
sexual, dentro de unas condiciones sociales que son consultivas. Pero, ¿quién
decide cuál es el límite de esta libertad?

«Sin aclarar cómo fue posible el estalinismo, no puede surgir una


izquierda nueva»
Eso es lo que me preocupa. La democracia y la libertad de elección se enmarcan en
un determinado orden mundial, pero deberían incorporar la libertad de decidir cuál
es ese marco social. Para tener una auténtica libertad deberíamos compartir la
libertad, así seríamos realmente libres. También deberíamos tener la libertad de
elegir y de formar un sistema diferente, que nos permita ser libres de una forma
diferente. Sólo eres libre dentro de este marco. La forma fundamental de libertad es
la de cambiar este marco general. Esa es la libertad que estamos perdiendo hoy.
Eres libre de hacer lo que quieras, pero las reglas de nuestra libertad se hacen cada
vez más en secreto. Esa es mi principal crítica al liberalismo: nos da libertad de
elección individual, pero en los grandes proyectos, a la hora de organizar nuestra
sociedad... está cada vez más fuera de nuestro alcance.

En ese sentido, me pregunto si hay una alternativa a la ideología.


¿Estamos condenados a participar en ella?

No lo sé. Soy un poco pesimista. No digo que no exista una escapatoria a la


ideología. No es sólo que la ideología no sea verdadera. Casi es una antigua forma
de marxismo. La ideología no es, en sentido estricto, como algunas construcciones
teóricas, como la democracia, el comunismo, el fascismo... La ideología es hoy
nuestra vida diaria, forma parte de nuestra experiencia. Salir de la ideología
significa que entiendes la vida, sus inconsistencias y lo que es falso de nuestro
sistema. No es necesario tener una idea perfecta de lo que debería ser la sociedad.
Por ejemplo, el salir de la ideología te permite ver inconsistencias y contradicciones
en el liberalismo de hoy. Sí, garantiza algunas libertades, pero por eso hay muchas
cosas que tenemos que aceptar sin debate. Eso es lo único que quiero decir al
criticar la ideología. No contrapongo el liberalismo a alguna ciencia objetiva que
nos dice cómo son las cosas realmente. No creo que la ideología prevalezca en el
sentido de que somos una ilusión y no podemos escapar de ella. Sí podemos, sin
duda.

Lo que cuestiona es el funcionamiento del sistema…

Sí, pero no sólo el funcionamiento material, sino el ideológico. Lo que todo buen
marxista sabe es que las ilusiones forman parte de la realidad. Si eliminas las
ilusiones, el sistema real ya no puede funcionar. La ideología no es algo que esté en
el aire. Es el cemento que une nuestras sociedades.

En alguna ocasión, ha asegurado (y dejado por escrito) que tenemos


que pensar más y actuar menos. ¿Por qué?

«Si intentamos cambiar el mundo muy rápido, puede acabar en


catástrofe»
No quiero decir que no tengamos que hacer nada. Lo que digo es que esta presión
para hacer algo es, bastante a menudo, una forma muy perversa de impedir que
pensemos. Por ejemplo, hoy todo el mundo admite que ocurren cosas terribles en el
Tercer Mundo, los pobres, los excluidos... y dice que olvidemos el debate sobre la
ideología y hagamos algo para ayudar a los niños que se mueren de hambre en
Somalia. Creo que el mensaje de esta llamada a la acción es: «Hazlo y así no pienses
demasiado». Puede ser el problema del siglo XX. Si tratamos de cambiar el mundo
demasiado rápido puede acabar siendo una catástrofe. Piense en el comunismo, el
proyecto emancipador más grande, y cómo acabó en el estalinismo, una de las
peores pesadillas. ¿Cómo es posible? Tenemos que ser pacientes, dar un paso hacia
atrás y pensar. Esa es la razón por la que creo que las vidas académica e intelectual
libres no se excluyen hoy en día. Me opongo totalmente a la reforma de Bolonia.

¿Por qué?

¿Sabe qué es la reforma de Bolonia?

No la he padecido, pero sí, sé lo que es.

Lo simplifico un poco, pero la idea principal es la de transformar la educación


superior para resolver problemas reales, lo que significa convertir a los intelectuales
en expertos. ¿Pero qué es un experto? Es alguien que resuelve un problema definido
por otro. Digamos que soy un político y hay manifestaciones, suicidios, crímenes... y
me dirijo a los expertos y les preguntó cómo controlo las manifestaciones... Pero no
es el trabajo de un verdadero intelectual. Un verdadero intelectual hace algo mucho
más radical: cuestiona la forma de ver los problemas. A menudo hay un gran
problema, pero el verdadero problema es cómo percibimos ese problema. Por
ejemplo, hoy en día estamos en una crisis ética, ¿pero cómo percibimos esa crisis?
Sólo a través de esta libertad sales de ello, mientras que hoy estamos demasiado
presionados por los problemas urgentes porque hay que resolverlos. Necesitamos
tiempo para pensar. No deberíamos sentirnos mal.

Ha mencionado el estalinismo. ¿Por qué piensa que fue peor, desde un


punto de vista filosófico, que el fascismo?

«Un intelectual hace algo mucho más radical: cuestiona cómo ver los
problemas»
Déjeme evitar cualquier malentendido. Si tuviese que elegir, diría que el fascismo es
marginalmente peor. Pero el estalinismo es una tragedia mucho mayor. El enigma
del estalinismo es cómo pudo un intento tan radical de traer la libertad de
emancipación acabar en semejante catástrofe. Con el fascismo no existe ese enigma.
Los fascistas dijeron lo que querían hacer: una nueva jerarquía, orden social,
dictadura... No tiene ese aspecto trágico. El estalinismo afirma traer una nueva
forma radical de comunismo que acaba en una pesadilla. Es un desafío intelectual
mucho más importante. Sin aclarar, al menos, lo que salió mal, cómo fue posible el
estalinismo, no puede surgir una izquierda realmente nueva. El estalinismo ya no es
una amenaza directa aunque, irónicamente -y me gusta esa ironía-, los países, con
un par de excepciones como Corea del Norte, en los que el partido comunista sigue
en el poder, como Vietnam y China, son naciones con el sistema capitalista más
salvaje. Los ex comunistas son los mejores gestores del capitalismo más salvaje y
destructivo.

Recuerdo cuando dijo: «Soy un filósofo, no un profeta».

Mucha gente sigue esperando de los filósofos alguna orientación sobre qué hacer.
Lo digo abiertamente: no lo sé. Sólo puedo aclarar en qué consiste la crisis. No
puedo dar respuestas precisas. En ese sentido, no soy un profeta. Mi deber es sólo
despertar a la gente para salir del punto muerto. ¿Dónde estamos? A largo plazo, el
sistema del capitalismo mundial no puede enfrentarse a los problemas ecológicos,
la circulación financiera, la propiedad intelectual, la biogenética, otras formas de
apartheid... Nos alegramos cuando cayó el Muro de Berlín, pero aparecen nuevos
muros por todas partes: entre Europa y África para evitar la inmigración, en
Cisjordania, entre México y EE.UU... Forma parte del capitalismo global. Cuanto
más global sea con respecto al libre intercambio de materias primas y de flujos
financieros, más habrá que limitar la libre circulación de las personas. Es el peligro
hoy.

¿Qué opina de su popularidad?


Es algo muy ambiguo. Me gusta interpretar a un payaso un poco para formular
cosas de forma provocativa, y soy responsable de ello. Y si ayuda a que la gente sea
consciente de los problemas, no me importa tener un poco de popularidad. Al
mismo tiempo, sé que mi llamada popularidad también es una forma de atacarme.
La gente dice que no hay que tomarme muy en serio, pero que habría que leerme,
me ignoran por ser un payaso filosófico. No me importa. Soy un fanático de los
problemas. Lo que me importa, al menos en mi actividad pública, es hacer que la
gente sea consciente de los problemas, despertarla, no proporcionar respuestas
claras.

«La informática está entrando en un comunismo perverso»


I. M. R.

Slavoj Žižek está lleno de paradojas y ambigüedades, y eso confiere a su filosofía


una connotación extraordinariamente moderna. Podría, incluso, entroncar con ese
Sartre crítico que, como el pensador esloveno, tenía la capacidad de llegar a los más
jóvenes. A estos, Žižek les dice que «no hay un Dios ahí arriba que cuida de
nosotros y que sabe que si estamos en dificultades todo saldrá bien». «Cuando los
discípulos preguntan a Jesús cómo sabrán que volverá, la verdadera respuesta de
Cristo es: ‘‘Cuando haya amor entre dos de vosotros, allí estaré’’». Ese es, en su
opinión, el verdadero mensaje de la muerte de Dios y de ahí que considere que el
cristianismo es la religión de la libertad.

En ese sentido, el filósofo defiende el amor a la familia, con un padre y una madre,
que en realidad es «una jerarquía»: «Deberías querer a tu padre, pero no porque
sea tu padre, sino como un igual». Más crítico se muestra, sin embargo, con la
llamada «nueva espiritualidad». El autor de «El año que soñamos peligrosamente»
(Akal) considera que esa actitud, esa «ideología espontánea», tan de moda en la
actualidad, encaja «perfectamente con el capitalismo global» y es «una forma
terriblemente eurocéntrica». Por eso, la gran lucha actual se libra entre «esta
pseudoespiritualidad pagana y la verdadera experiencia cristiana en la que deberías
reflexionar sobre el mundo e involucrarte por completo».

Sin estar en contra de la libertad ni a favor de «algún tipo de toalitarismo», Slavoj


Žižek no quiere que se olvide cómo surgió el verdadero capitalismo: «De las guerras
de religión europeas en los siglos XV y XVI. El protestantismo contra el
catolicismo». En aquella época, el liberalismo era una respuesta desesperada a una
pregunta: «¿Qué pasaría en una sociedad en la que unos grupos compartiesen unos
sistemas de creencias totalmente diferentes que se excluyen mutuamente?» Y, ante
eso, «¿cómo podemos seguir viviendo juntos en paz?» Ahí reside la «parte
auténtica» de la ideología y, para darse cuenta, «no es necesario tener una idea
perfecta de lo que debería ser la sociedad».

Una sociedad que, en las últimas décadas, ha cambiado profundamente. A su juicio,


la digitalización es la principal responsable: «Todo el conocimiento está disponible.
El sector informático está entrando en un comunismo perverso. Hay un problema
muy grande en el ámbito de la propiedad intelectual, porque casi todo puede
conseguirse gratis. Hay gente que lo compra en Netflix, pero la mayoría lo decarga
de sitios piratas... Soy un adicto a eso». Aunque Žižek no tiene «respuestas claras»,
considera que «si no actuamos, nos acercaremos a una sociedad muy próxima a
éxitos de Hollywood como ‘‘Los juegos del hambre’’, totalmente dividida en clases;
una sociedad del ‘‘apartheid’’».

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