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Te he llamado en justicia

Isaias 42:6

Palabra de Dios para Todos


Isaías 42:6
«Yo, el Señor, te he llamado a hacer lo que es justo. Te he llevado de la mano y te he protegido.
Te he destinado a ser el mediador de un pacto con la humanidad, a ser luz de las naciones

La Biblia de las Américas


Yo soy el SEÑOR, en justicia te he llamado; te sostendré por la mano y por ti velaré, y te pondré como
pacto para el pueblo, como luz para las naciones,

Referencias cruzadas acerca de esto:

Hechos 13:47
Porque así nos lo ha mandado el Señor: TE HE PUESTO COMO LUZ PARA LOS GENTILES, A FIN DE
QUE LLEVES LA SALVACION HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA.
Isaías 49:6
dice El: Poca cosa es que tú seas mi siervo, para levantar las tribus de Jacob y para restaurar a los que
quedaron de Israel; también te haré luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los confines
de la tierra.
Isaías 51:4
Prestadme atención, pueblo mío, y oídme, nación mía; porque de mí saldrá una ley, y estableceré mi
justicia para luz de los pueblos.

ISAÍAS 42:6-7. YO JEHOVÁ TE HE LLAMADO EN JUSTICIA


6“Yo Jehová te he llamado (hebreo: qara)
en justicia (hebreo: sadaq),
y te tendré por la mano;
te guardaré y te pondré
por alianza del pueblo,
por luz de las gentes;
7Para que abras ojos de ciegos,
para que saques de la cárcel á los presos,
y de casas de prisión á los que están de asiento en tinieblas.”

“Yo Jehová” (v. 6a). Versículo 5 muestra que Yahvé es el que habla, pero Yahvé piensa
importante repetir su propio nombre.

“te he llamado” (qara) (v. 6b). “Llamado” (qara), como se usa aquí, tiene que ver con un
llamamiento al servicio. Antes Dios llamó a Moisés (Éxodo 3:4-10) – y a Israel (Éxodo 19) –
y a Samuel (1 Samuel 3:1-14). Aquí, Dios habla del histórico llamamiento del siervo Jacob-
Israel (Oswalt, 116; Motyer, 260; Goldingay, 241; Seitz 364).
“en justicia” (sadaq) (v. 6c). Como se anota arriba, justicia (mispat) y rectitud (sadaq) están
estrechamente ligadas. Las dos significan comportamiento correcto – el comportamiento que
nace de una relación correcta con Dios, el más justo. En el caso de Israel, la rectitud
naturalmente tiene raíces en la relación del pacto entre Yahvé e Israel, e incluye establecer
justicia.

“y te tendré por la mano; te guardaré” (v. 6d). Yahvé no ha mandado a su siervo Israel
para que haga su trabajo solo. Yahvé ha estado presente, guiándole de manera muy
personal. Le ha guiado por el desierto y a la Tierra Prometida, y le ha dado el Torá – la Ley –
para guiarle de manera muy detallada. Yahvé le ha alimentado y le ha dado agua cuando
estaba en el desierto, y le ha concedido victoria sobre sus enemigos. Hasta con Israel
derrotada y forzada al exilio, su sufrir es tan redentor como punitivo.

“y te pondré por alianza del pueblo, por luz de las gentes” (v. 6e). Israel goza de su
estatus gracias al pacto que Dios inició con Abram. Al establecer este pacto, Dios le
prometió a Abram, “Y haré de ti una nación grande, y bendecirte he, y engrandeceré tu
nombre, y serás bendición: Y bendeciré á los que te bendijeren, y á los que te maldijeren
maldeciré: y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:2-3).

Aunque Israel se considera privilegiado por su relación de pacto con Dios, Yahvé no llamó a
Israel para vivir en privilegio, sino para servir. Israel debe ser luz para las naciones –
los goyim – los gentiles.
Yahvé promete hacer al siervo “por alianza del pueblo” – y hacerle “luz de las gentes.” El
siervo, entonces, se convierte en instrumento de Yahvé por el cual dispensa su gracia. Estas
alusiones aquí son mesiánicas.

“Para que abras ojos de ciegos, para que saques de la cárcel á los presos, y de casas
de prisión á los que están de asiento en tinieblas” (v. 7). Esto se trata de ceguera
espiritual en lugar de física o de cautiverio. Esto queda claro empezando en 42:16, donde
los ciegos se igualan a “los que confían en las esculturas” (v. 17) y “ellos enlazados en
cavernas y escondidos en cárceles” (v. 22). Dios no nos ha creado para ser ciegos, sino
para ver. No nos ha creado para vivir en la oscuridad, sino en la luz. No nos ha creado para
vivir en cautiverio, sino en libertad – el tipo de libertad que solo viene de una fe bien ubicada
y de una vida recta.

PREGUNTAS:
A QUE NOS HA LLAMADO EL SEÑOR?
QUE SIGNIFICA TE HE LLAMADO EN JUSTICIA?
A QUIENES EL SEÑOR LOS LLAMA JUSTOS?
QUE ES LA JUSTICIA PARA EL REINO DE DIOS?

A quién considera Dios justo?


Cuidado con el termino justo, si nos preguntamos : demos una
definicion de “justo” en cualquier diccionario encontraremos :“que vive
según la ley de Dios. ¿es asi? Mmmmm MEDITEMOS UN POQUITO, PORQUE LOS FARISEOS EN LOS
TIEMPOS DE JESUS, TAMBIEN VIVIAN (PARA ELLOS) SEGÚN LA LEY DE DIOS.

A QUIEN DIOS CONSIDERA JUSTO?

La palabra recto está viviendo tiempos difíciles. Cuando la oímos, tendemos a


pensar en “santurrón” —en una persona idealista que mira condenatoriamente y
con un sentimiento de superioridad a los pecadores.

de acuerdo a la Biblia, ser recto es vivir debidamente y buscar justicia. La palabra


del Antiguo Testamento traducida como “recto” es tzedaká, un estrecho paralelo
con otro término hebreo, mishpat, que significa “justicia”. En realidad, “rectitud y
justicia” van de la mano en toda la Biblia. Dios hace rey a Salomón “para que
[gobierne] con justicia y rectitud” (1 R 10. 9 NVI); Job dice: “De justicia y rectitud
me revestía; ellas eran mi manto y mi turbante" Job 29.14 NVI; y el salmista dice
que espera que [el rey] “juzgará a tu pueblo [de Dios] con justicia, y a tus afligidos
con juicio” (Sal 72.2). La rectitud y la justicia son hermanas gemelas en la Biblia;
es lamentable que las separemos al nacer.

La justicia de Dios, uno de los atributos más notables de Dios en las Escrituras, es también uno de
los más evasivos. Para empezar, separar la rectitud de Dios de Su santidad o de Su bondad,
pareciera ser difícil. Además, la rectitud de Dios, es virtualmente un sinónimo de Su justicia

¿Por qué debemos buscar la justicia? Porque ella se fundamenta en el carácter


mismo de Dios.

No se trata de intentar ser bueno, sino de confiar en Dios.


La palabra “rectitud”1 tiene que ver con la ley, la moralidad y la justicia. En términos
Bíblicos, alguien que es recto no tiene culpabilidad. Es perfecto o “recto” en relación con la
ley. Sin embargo, si cambia las páginas de su Biblia a Romanos 3:10, usted leerá que “No
hay justo, ni aun uno”. Abraham estaba contagiado con pecado, así como toda persona
desde Adán (vea la Lección 18). Si fuéramos a examinar más de cerca la vida de Abraham,
veríamos claramente que él estaba lejos de ser perfecto.
Podemos considerar las palabra “considerado”2 (o “estimado” o “contado”), porque él creía
en Jehová, Abraham fue acreditado por Dios con justicia que no era suya.
Abraham creyó a Jehová. Abraham confió que Dios haría por él lo que no podía hacer por sí
mismo. Y confiando, Abraham fue considerado recto en relación con la ley.
Efesios hay un versículo que dice, “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de
la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe.” (Efesios 2:8-9). La “salvación” de la que este versículo habla es una salvación de la
consecuencia del pecado. Esta salvación es un regalo, no algo que podríamos desear ganar o
ameritar. Como Abraham, podemos confiar en Dios por el regalo de salvación. Pero no así
como Abraham, nosotros podemos saber cómo lo logró Dios. Si no ha visitado todavía la
sección Conociendo a Dios al final de este estudio, no demore en hacerlo.
Efesios 2:8-9 trata específicamente con la salvación del pecado

EL JUSTO OBEDECE LA PALABRA DE DIOS:


Gn. 6:9 『Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en
sus generaciones; con Dios caminó Noé.』
Investiguemos las obras de Noé y averigüemos por qué Dios lo llamó justo y
perfecto. He. 11:7-10 『Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de
cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se
salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que
viene por la fe. Por la fe Abraham, […] morando en tiendas con Isaac y Jacob,
coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene
fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.』
¿Qué hizo Noé como hombre justo? Él comprendió que era el plan de Dios
juzgar al mundo en aquellos días, y preparó un arca obedeciendo su
mandamiento. Por la fe, Noé preparó el arca, y fue llamado justo y heredero de
la justicia. Todos los que fueron llamados justos y antepasados de la fe, como
Abraham, Isaac y Jacob, tenían una fe absoluta en Dios y obedecían lo que él
les decía que hiciesen. Con absoluta fe en Dios, Noé construyó el arca para
salvar a su familia y al mundo. Esta fue la obra más justa ante los ojos de Dios,
y gracias a ella fue llamado heredero de la justicia.

2 P. 2:5 『y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero


de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los
impíos;』 Ahora, logremos ser tenidos por justos delante de Dios, haciendo la
obra justa de preparar el arca y de llamar a todos a quienes Dios ha permitido
entrar en ella. Noé introdujo a su familia y a todo tipo de animales en el arca;
pero ¿qué pasó con el resto de las personas? Desobedecieron a Dios y no
entraron.

Y todo es todo esto es porque?


¿sabe el porque Dios obra asi?
“Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que nos fue dado.” Romanos 5:5
La rectitud de Dios en Su relación con la nación de Israel, tiene varias manifestaciones:

(1) Dios revela Su rectitud, dando a conocer Su voluntad y Su palabra al mundo, a través de la
nación de Israel.

2) Dios revela Su rectitud, instruyendo a los hombres en Su palabra.


“Bueno y recto es Jehová; por tanto, él enseñará a los pecadores del camino” (Salmo 25:8).

(3) Dios revela Su rectitud, cumpliendo Sus promesas.

4) Dios revela Su rectitud, juzgando a los enemigos de Israel.


“Entonces Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; Jehová es
justo, y yo y mi pueblo impíos” (Éxodo 9:27).

(5) Dios revela Su rectitud, en la forma que gobierna.


“Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de tu reino” (Salmo
45:6).

“Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro”
(Salmo 89:14; ver también Salmo 97:2).

(6) Dios revela Su rectitud, en Su odio y en Su ira.


“Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece” (Salmo
11:5).

“Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días” (Salmo 7:11).32

(7) Dios revela Su rectitud, en la protección entregada a los pobres y a los afligidos.
“Yo sé que Jehová tomará a su cargo la causa del afligido, y el derecho de los necesitados”
(Salmo 140:12; ver también Salmo 12:5; 82; 116:6ss.).

(8) Dios revela Su rectitud, cuando muestra Su misericordia y compasión.


“Clemente es Jehová, y justo; sí, misericordioso es nuestro Dios” (Salmo 116:5).

“Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo
de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían
en él” (Isaías 30:18).

(9) Dios revela Su rectitud, al salvar a los pecadores.


“Jehová ha hecho notoria su salvación; su diestra lo ha salvado, y su santo brazo. Jehová ha
hecho notoria su Salvación; a vista de las naciones ha descubierto su justicia. Se ha acordado
de su misericordia y de su verdad para con la casa de Israel; todos los términos de la tierra
han visto la salvación de nuestro Dios” (Salmo 98:2-3).

“Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará


mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos” (Isaías 53:11).

La Justicia de Dios en el Nuevo Testamento

Si la rectitud y la justicia son el corazón de la Ley del Antiguo Testamento, también son el
corazón de la disputa entre Jesús y los escribas y fariseos.33 En el principio mismo de Su
ministerio terrenal, Jesús comenzó a contrastar Su interpretación de las enseñanzas del
Antiguo Testamento sobre la rectitud con la que impartían los escribas y los fariseos. En
realidad, Jesús no dio una ‘nueva’ interpretación de la justicia o de la Ley, más bien quiso
reestablecer la comprensión adecuada de la justicia, tal como la Ley y los profetas la enseñaba.
De esta manera, Jesús usó la fórmula reiteradamente: “Oísteis que fue dicho…” (Lo que los
escribas y fariseos enseñaban…). “Pero yo os digo…” (Lo que el Antiguo Testamento pretendía
enseñar, es…).
Los escribas y los fariseos creían que ellos determinaban el estándar de la rectitud. Creían que
ellos, entre todos los hombres, eran justos. Jesús los impactó en gran manera, cuando dijo:

“Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el reino de los cielos” (Marcos 5:20).

Estaba claro que si los escribas y fariseos no eran capaces de mostrar justicia suficiente por sí
mismos, nadie podría. El estándar de la justicia que la Ley presentaba, era aún mayor que la
de los escribas y fariseos. Nadie era lo suficientemente justo para llegar al cielo. Qué golpe
para los que se creen santos, que pensaban que ya tenían sus sillones preparados en el reino.

Si Jesús impactó a Su audiencia al decir que quienes eran aparentemente los más rectos, no
entrarían en el reino con esa clase de rectitud, Él también los impactó al decirles quienes
serían ‘bendecidos’ con la entrada al reino: aquellos que tanto los escribas como los fariseos
pensaban que eran indignos del reino. Los bendecidos no eran los escribas y fariseos, sino los
‘pobres de espíritu’, ‘los que lloran’, ‘los mansos’, ‘los que tienen hambre y sed de justicia’, ‘los
misericordiosos’, ‘los de limpio corazón’, ‘los pacificadores’ y ‘los que padecen persecución por
causa de la justicia’; es decir por causa de su relación con Jesús (Mateo 5:3-12).

Jesús enseñó que la justicia verdadera, no es la que el hombre considera como tal en relación
con su apariencia externa, sino la que hace Dios basado en la evaluación del corazón:
“Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los
hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime,
delante de Dios es abominable” (Lucas 16:15).

Los escribas y fariseos, quienes pensaban que eran sabios debido a la rigurosa preocupación
que daban a asuntos externos, comprobaron lo que creían se oponía completamente a los
juicios de Jehová:

“Así también vosotros por fuera, a la verdad. Os mostráis justos a los hombres, pero por
dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
Porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y
decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices
en la sangre de los profetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos
de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros
padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?
Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y
crucificareis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad;
para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde
la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis
entre el templo y el altar” (Mateo 23:28-35).

En el Sermón del Monte, Jesús hizo advertencias sobre las cosas externas y el
ceremonialismo.

“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra
manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 6:1).

De acuerdo a Jesús, la rectitud verdadera es absolutamente diferente de la rectitud de los


escribas y fariseos. La rectitud falsa, es medida por los hombres basados en lo externo. La
rectitud es juzgada como tal, por Dios de acuerdo a Su Palabra. Por lo cual, los hombres deben
tener cuidado al intentar juzgar la rectitud de los demás (ver Mateo 7:1). Aquellos cuyas obras
indican que eran rectos, eran aquellos a quienes Dios no los reconoció como hijos Suyos
(Mateo 7:15-23). Aquellos que aparentemente eran rectos, no lo eran y aquellos que no
parecían serlo según el judaísmo de esos días, bien pudieron haberlo sido.

No es de sorprender entonces, que Jesús no fue considerado como recto por muchos judíos,
sino como un pecador.

“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos
para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1ª Juan 2:1).

“Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él” (1ª Juan 2:29).
La justicia de Dios es particularmente importante en relación con la salvación. En Romanos 3, Pablo
señala que Dios no sólo justifica a los pecadores (esto es, Él los declara justos); sino que también se
demuestra que es justo (recto) en el proceso:

“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los
profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no
hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como
propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por
alto en su paciencia los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de
que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda
excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el
hombre es justificado por fe sin obras de la ley” (Romanos 3:21-28).

Los hombres han fracasado en vivir según el estándar de justicia establecido por la Ley (Romanos 3:9-
20). Dios es justo al condenar a todos los hombres a la muerte, pues todos sin excepción, han pecado y
están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Todos los hombres merecen la muerte, debido a
que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Dios es justo al condenar a los impíos.

Pero Dios también es justo cuando salva a los pecadores. Como lo expresa Pablo, Él es “justo y
justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 6:26). ¿Cómo es esto? Dios es justo porque Su ira justa
ha sido satisfecha. La justicia se cumplió en la cruz del Calvario. Dios no rebaja los cargos contra los
hombres; Él no cambió el estándar de la rectitud. Dios vertió toda de Su ira justa sobre Su Hijo en la
cruz del Calvario. En Él, se cumplió la justicia. Todos los que en Él creen por fe, son justificados. Sus
pecados son perdonados, porque Jesús pagó el precio en totalidad; Él sufrió toda la ira de Dios, en lugar
del que pecó. Y los que rechazan la bondad y misericordia de Dios en el Calvario, deben pegar el
precio de sus pecados, porque no aceptaron el pago que Jesús hizo por ellos.

La cruz del Calvario, cumplió una salvación justa para todos los que la recibieron. Pero también
sabemos que sólo aquellos a quien Dios ha elegido —los ‘elegidos’— se arrepentirán y creerán en la
muerte de Cristo por ellos. Esto origina otra pregunta con relación a la justicia divina. Después de haber
enseñado claramente la doctrina de la elección divina, Pablo pregunta cómo se concilia la elección con
la justicia divina y después da la respuesta:

“No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni
por descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: en Isaac te será llamada descendencia. Esto es: no
los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son
contados como descendientes. Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara
tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre
(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme
a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al
menor. Como está escrito: A Jehová amé, mas a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay
injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga
misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del
que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he
levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De
manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me dirás:
¿Por qué, pues, inculpa? Porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres
tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O
no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para
deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha
paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria,
las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales
también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo a los judíos, sino también a los gentiles?” (Romanos
9:6-24).

Se asume que la elección divina ha sido enseñada por Pablo, como un hecho bíblico. Si no fuera así —
tan claro como lo es— Pablo no se hubiera referido al tema. Y si la elección no existiera, simplemente
él se hubiera sacado de encima la pregunta, considerándola ilógica e irrazonable. Pero Pablo asume la
verdad de la elección y la posibilidad que algunos pudieran objetar considerando que ésta haría que
Dios fuese injusto. Lo primero que hace Pablo, es censurar a los que se atrevan a juzgar a Dios y
pronunciarse sobre su justicia. ¿Cuán presuntuoso puede ser el hombre? ¿Puede Dios pararse frente al
estrado para ser juzgado por el hombre? ¡Por supuesto que no!

Como se ve en el Capítulo 3, Dios ha actuado justamente al condenarnos a todos y en Cristo, aquellos


que fueron justificados han sido castigados y después elevados a una novedad de vida. También es Dios
recto al juzgar a todos aquellos que han rechazado Su oferta de salvación en Cristo. Dios sería injusto,
sólo si dejara de lado la justicia sin que ésta sea cumplida en Cristo, ya sea por Su muerte sacrificial en
Su primera venida o por Su juicio al mundo no creyente en Su segunda venida.

La gracia divina, la gracia por medio de la cual Dios salva a los hombres de sus pecados, no se alcanza
sobre la base de los méritos de los hombres, sino a pesar de los pecados del hombre. La gracia, como
después la analizaremos en otros mensajes, es conferida soberanamente. Dios sería injusto, sólo si no
derramara Sus bendiciones sobre los hombres que la merecieran. Por cuanto Dios es libre para otorgar
bendiciones no merecidas a cualquier pecador. Él puede elegir; Dios no es injusto al salvar al peor de
los pecadores y al no elegir para salvación a otros pecadores. Dios no le debe la salvación a nadie y por
tanto, Él no es injusto por salvar a algunos y no elegir a otros.

Las buenas nuevas del evangelio, es que la salvación por la gracia se ofrece a todos los hombres y por
medio de la justicia de Jesucristo, los hombres pueden ser perdonados de sus pecados y ser
considerados rectos:
“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os
rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2ª Corintios 5:20-21).

Conclusión

Si el pecado es la manifestación de nuestra injusticia y sólo podemos ser salvos a través de una justicia
que no es nuestra —la rectitud de Cristo— entonces el pecado extremo es la auto-justicia. Jesús no
rechazó a los pecadores que vinieron a Él buscando misericordia y salvación; Él rechazó a aquellos que
eran demasiado rectos (a sus propios ojos), para necesitar justicia. Jesús vino para salvar a los
pecadores y no a los que eran justos a sus propios ojos. Nadie está demasiado perdido como para no ser
salvo. En los Evangelios, aquellos que creían ser los más rectos, fueron los con nuestro Señor juzgó
como malvados e impíos.

Si nos encontramos entre quienes han reconocido su pecado y confiaron en la rectitud de Cristo para
nuestra salvación, la rectitud de Dios es una de las verdades más grandes y consoladoras que
debiéramos abrazar. La justicia de Dios significa que cuando Él establezca Su reino en la tierra, será un
reino caracterizado por la justicia. Él juzgará a los hombres en rectitud y reinará en rectitud.

No necesitamos preocuparnos por los malvados de nuestros días, que al parecer salen adelante con el
pecado. Si amamos la rectitud, ciertamente no nos atreveremos a envidiar a los malvados, cuyo día del
juicio les espera (ver Salmo 37; 73). Su día del juicio, les está llegando rápidamente y la justicia
prevalecerá.

Si estamos concientes que la verdadera rectitud no debe ser juzgada de acuerdo a los estándares
externos y legalistas y que el juicio le pertenece a Dios, no nos atreveremos a preocuparnos de juzgar a
los demás (Mateo 7:1). También debemos considerar que el juicio comienza en la casa de Dios y por lo
tanto, debemos estar prontos a juzgarnos a nosotros mismos sin obviar aquellos pecados que son una
ofensa a la rectitud de Dios (ver 1ª Pedro 4:17; 1ª Corintios 11:31).

La doctrina de la rectitud de Dios, significa que nosotros, como Sus hijos (si es usted cristiano),
debemos buscar imitar a nuestro Padre celestial (5:48). No debemos buscar la venganza en contra de
aquellos que pecaron en contra nuestra; debemos dejar la venganza a Dios (Romanos 12:17-21). Más
que buscar quedar igualados, suframos la injusticia del hombre, al igual que nuestro Señor Jesús, que
Dios pueda llevar a nuestros enemigos al arrepentimiento y a la salvación (Mateo 5:43-44; 1ª Pedro
2:18-25). Y oremos, tal como nos lo instruyó, para que en el día cuando la rectitud reine, sea posible:

“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10).
Si vamos a buscar la justicia, tenemos que aprender a confiar y a depender de
Dios dándonos sacrificialmente, lo que podría hacer que terminemos en
situaciones difíciles o peligrosas. Como dice Habacuc 2.4: “El justo por su fe
vivirá”. Por tanto, como personas de fe que anhelamos ser agentes de Dios,
busquemos ejercer acciones llenas de vida —para nuestros prójimos y enemigos,
y para un mundo desgarrado por el pecado.

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