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Universidad de Chile.

Instituto de Asuntos Públicos.


Departamento de Ciencia Política.

USOS DE LA TRANSICIÓN POLÍTICA.


El saber sociológico como oráculo de la transición política chilena.

Por:

ANTONIO ALMENDRAS GALLARDO.


Tesis presentada al Departamento de Ciencia Política del Instituto de Asuntos
Públicos de la Universidad de Chile para optar al grado académico de Magíster en
Ciencia Política.

Profesor Guía: Alfredo Joignant.

Santiago de Chile.

2007.
UNIVERSIDAD DE CHILE.
INSTITUTO DE ASUNTOS PUBLICOS.
DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLITICA.

USOS DE LA TRANSICIÓN POLÍTICA.

El saber sociológico como oráculo de la transición política chilena.

Tesis para optar al grado de


Magíster en Ciencia Política.

Autor: Antonio Almendras Gallardo.


Prof. Guía: Alfredo Joignant.

Santiago de Chile.
2007.

1
USOS DE LA TRANSICIÓN POLÍTICA.

El saber sociológico como oráculo de la transición política chilena.

Imagen: Pitonisa.
El oráculo de Delfos.
Vaso ático del siglo V a de C.

2
Pitonisa (Pitia): Sacerdotisa de Delfos que
pronunciaba los oráculos
del dios como respuestas a
las preguntas que le
hacían.

Estaba sentada en un
trípode colocado sobre
la angosta obertura de
un antro profundo por
la que escapaba un
vapor que contribuía a
provocar el extraño
delirio (manía)
profético de la
sacerdotisa. La
emanación subterránea
era considerada como el
soplo mismo del dios.

La Pitia, en su delirio
pronunciaba frases a
menudo incomprensibles
y profería agudos
gritos que exigían una
interpretación. Los
oráculos eran
redactados en
hexámetros por el
cuerpo sacerdotal del
templo.

3
Tabla de Contenidos.

Prefacio. 5

Resumen. 8

Acrónimos y Siglas utilizados en la presente Investigación. 10

Introducción. 12

El Rol de los Intelectuales. 26

El intelectual de izquierda en América Latina. 37

El transito teórico de la izquierda intelectual: Desde la revolución a la transición. 49

Los sitios del saber sociológico. Chile: 1974 – 1986. 63

La (in)visibilidad de los nuevos movimientos sociales. (nms). 77

Comunidad epistémica, disciplinar, generacional y política. 93

El diseño de la transición política chilena como producción del orden social. 109

Conclusiones. 135

Bibliografía. 139

4
Prefacio.

La historia chilena reciente, es una acumulación notablemente


compleja y diversa de clivajes1 históricos (reforma/revolución,
dictadura/democracia, Estado/mercado), que generaron esperanzas en unos y
temores en otros. La sociedad chilena durante los últimos decenios no se ha
privado de casi nada: cambios estructurales - en el lenguaje historiográfico de
Mario Góngora “planificaciones globales y excluyentes” -; violencia política;
colapso económico; terrorismo de Estado; despliegue de un nuevo patrón de
desarrollo, centrado en la inversión privada, la apertura externa y las señales de
mercado; creciente desigualdad en la distribución de la riqueza; nuevos
derrumbes económicos; nuevos ajustes estructurales; renacimiento del
crecimiento económico; redemocratización; juicios por violaciones a los derechos
humanos, etc. Pueda que semejante pasado, nos aliente en el presente, a
desconfiar de entusiasmos exagerados y de soluciones demasiado drásticas.

Pertenezco a una generación que vio estallar en mil pedazos la


utopía - mito para otros - de la emancipación que daría vida al “hombre nuevo”;
una generación que logró intuir a través de sus adolescentes sentidos la épica de
los ’70, que padeció con asombro y estupor, e inmersa en la contingencia, la furia
de los ’80 y que vivió - en una etapa ya más madura - el desencantó en los ’90,
con su desembozado pragmatismo político y cinismo individualista.

En esa trayectoria se ha ido configurando mi interés por la historia, la


ciencia política, la sociología política, la política comparada y la economía política,
como instrumentos heurísticos, que me permiten indagar el pasado. En realidad,
el pasado es lo que, desde el presente, creemos que es. Por supuesto, hay un

1
La ciencia política tiene un término útil - de poco uso escritural en la politología nacional – que suele
utilizarse para denominar el principio fundamental en torno del cual se articula, o se divide, el campo
político en una comunidad política anclada en un tiempo y espacio político determinado. Aunque las
identidades políticas son siempre más de dos, es un axioma con propósitos heurísticos, que un campo
político tiende a dividirse más o menos binariamente. La barbarie. (categorías - razones – archivos)
weblog colectivo sobre política y temas aledaños.

5
pasado real, pero siempre lo miramos desde el presente, con la lente que
queramos aplicarle.

Mis mejores años como estudiante de pre grado los viví en ese
acogedor y hoy nostálgico Campus Oriente de la Universidad Católica, en sus
aulas, en sus pasillos, y en sus patios, fue despertando en mí un intenso cariño
por la historia, por un pretérito que requiere ser interpelado permanentemente.
Desde muy temprano – al egresar de mi pregrado – me interesaron las formas
inéditas que adquieren, en momentos de cambios políticos, las narrativas
producidas por intelectuales acerca de sí mismos, de la política y de sus
sociedades. Desde esa perspectiva me interesa “revisitar” un pasado que exige
ser interpelado, escrutado, discutido, asimilado y re-evaluado. La memoria del
pasado debe estar abierta a la discusión.

Mis intereses tanto temáticos como disciplinares se fueron


consolidando y madurando a partir de mi enriquecedora y extenuante experiencia
vivida en un Seminario extracurricular, organizado por la profesora Amparo
Menéndez-Carrión, mientras cursaba el postgrado en Ciencia Política, en la Casa
de Bello.

Toda esa rica experiencia y bagaje convergen en este trabajo de


investigación que no es casual ni contingente, más bien es el reflejo de una
trayectoria personal que nunca ha abandonado la reflexión y el respeto hacia esas
disciplinas de las humanidades y de las ciencias sociales con las cuales
escrutamos el pasado.

No puedo dejar de mencionar mi pertenencia y trayectoria al Círculo


de Santiago, un colectivo de reflexión epistemo-teórica de múltiples
convergencias disciplinares, espacio reflexivo, de vibrante discusión, que no en
pocas ocasiones, enriqueció desde diversas perspectivas mis propias búsquedas
epistémicas, teóricas y disciplinares. Para ellos mi gratitud y mi respeto por su
insobornable compromiso con la Academia. Esta de más decir, que mis puntos de
vista, en este trabajo de investigación, no comprometen a ninguno de sus

6
miembros. Aquí planteo cuestiones que algunos de ellos rechazarán o sólo
compartirán a medias.

Finalmente, quisiera expresar mi reconocimiento a dos profesores


que me acompañaron en este proceso de construcción de esta tesis. En primer
lugar, valoro ampliamente el interés que desde un comienzo mostró el Profesor
Alfredo Joignant ante mi proyecto de investigación, particularmente la entusiasta
acogida que este proyecto tuvo en el Seminario de Tesis, realizado el segundo
semestre del 2006. El profesor Joignant, ha sido mi profesor guía; para él mi
gratitud por la calidad intelectual de su respaldo y por estimularme a continuar con
mi trabajo de investigación, lo que se tradujo en un sustantivo apoyo, para
mantener las energías y concluir la presente tesis. En segundo lugar, agradezco
las sugerencias y comentarios del profesor Hernán Cuevas de la Universidad
Alberto Hurtado. Ambos contribuyeron con su generosidad intelectual a mejorar la
versión original de esta tesis. Sin embargo, ninguno es responsable por lo que he
escrito aquí.

Peñalolen, Junio de 2007.

7
Resumen.

Descubrí las transiciones hacia la democracia leyendo - mientras


cursaba mis créditos de profundización en el Instituto de Ciencia Política de la
Pontificia Universidad Católica de Chile - a Guillermo O’Donnel, Manuel Alcántara,
Marcelo Cavarozzi, Fernando Enrique Cardoso, Norbert Lechner, Ángel Flisfisch,
Manuel Antonio Garretón, Tomás Moulian, Eugenio Tironi y a muchos otros.

La noción de Transición a la Democracia se instaló en las


discusiones formales e informales de los intelectuales dedicados a las ciencias
sociales en general y a la ciencia política en particular; penetrando de manera
inédita, los ambientes académicos. Corría la década del ’90 y en las aulas y en los
pasillos de las diversas facultades, en los bares aledaños, en las asambleas
universitarias, en las lecturas obligatorias de cátedra, en la prensa escrita, en los
noticiarios de televisión y en boca de la clase política comenzaba a circular con
profusión esta noción, con la que se reinterpretaba el pasado, se discutía el
presente y se imaginaba un futuro nuevo y esperanzador. La presente
investigación esta transversalizada por incalculables literaturas de estos autores,
muchas leídas con prolijidad, algunas de reojo y otras apenas intuidas; todas sin
embargo, orientadas a realizar una genealogía2 del proceso de construcción
teórico y conceptual de la noción Transición a la Democracia y tratando de
dilucidar la historia a través de la cual se empoderaron nuevos términos y cayeron
en desuso otros. El eje argumental que recorre estas páginas analiza cómo se
realizó el proceso de construcción conceptual que le dio el nombre al proceso
político inaugurado en Chile, a partir del triunfo del “NO” en el plebiscito de 1988.

2
Tomo prestado el análisis histórico “genealógico” foucaultiano; como un método de interpretación, que me
permite analizar el saber en términos de estrategias y tácticas de poder. Esta perspectiva de análisis apunta a
mostrar cómo se articulan los efectos de cierto tipo de saber (en este caso el saber sociológico) y la
referencia de ese saber; el engranaje en virtud del cual las relaciones de poder dan lugar a un saber posible
y como este saber reconduce y refuerza los efectos de poder. Me he apoyado ampliamente en las siguientes
obras del filósofo – historiador Michel Foucault, que a continuación indico como textos de referencia:
Microfísica del poder. La Piqueta, Madrid, 1992; La arqueología del saber. Siglo XXI, Madrid, 1991 y
Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión. Gallimard, París, 1987.

8
A través de textos, artículos de prensa, artículos de revistas
especializadas, entrevistas, seminarios, congresos y papers, reconstruyo la
notable innovación conceptual que provocó la recuperación de la idea de
democracia política y la invención de la de Transición a la Democracia. Esta
última entendida como una producción intelectual de época que le dio el nombre a
los procesos políticos que la sucedieron, provocando debates, perfilando
comportamientos, resignificando las nociones en uso, produciendo nuevas
conceptualizaciones e intencionando las prácticas políticas.

Esta investigación se encuadra en esa Historia del Pensamiento que


dibuja sus contornos en algunas de las nuevas tendencias de la Teoría Política
que realiza una labor interdisciplinaria con la Historia Intelectual y Conceptual. En
esta tendencia, se pueden encontrar politólogos que cruzan la frontera hacia la
historia y algunos historiadores que toman herramientas de la Teoría Política.
Entrecruzando la historia conceptual, la intelectual y la semántica histórica, esta
perspectiva insiste en leer los textos pretéritos críticamente, estudiando las
categorías fundamentales del pensamiento para analizar las maneras en que
cada época se argumenta y conceptualiza a sí misma y para mostrar la raigambre
histórica de las nociones. En este sentido la presente investigación reconstruye el
surgimiento y la trayectoria de la noción Transición Política en nuestra experiencia
histórica reciente.3

3
Frente a los anuncios que la Ciencia Política atrapada por el behaviorismo hizo acerca de la muerte
definitiva de la Filosofía y de la Teoría Política, el renacimiento puede encontrarse en nuevos trabajos
procedentes de diversas tradiciones intelectuales que quiebran fronteras de separación disciplinarias y que
marcan algunas transformaciones. En este contexto, importa poner de relieve que, junto a la referida
reanudación, se han visibilizado, al ponerse en circulación, ciertas premisas importantes para el
fortalecimiento de la Teoría Política. Primero, reconocimiento de que las ideas importan. Segundo,
relevancia que ha adquirido la historia para la Ciencia Política. Tercero, hay interés creciente por
problematizar y someter a crítica la producción, utilización y significado de los conceptos, términos y/o
categorías que se emplean en algunos análisis políticos. Algunos cruces que los estudios politológicos
realizan entre las ideas, los conceptos y la historia han tomado el nombre de nueva historia del pensamiento
y se puede hallar en diversas obras de historiadores y teóricos de la política como por ejemplo: Rorty, R;
Schneewind, J. B; Skinner, Q. La filosofía en la historia. Paidóa. Barcelona. 1990. Skinner, Q; Pocock, J.
G. B; Dunn, J; Farr, J; Dryzek, J; Stephen, L; Gunnell, T. B; Tully, J; Hanson, R. Consultar: Bull, T.
Reappraising Political Theory Revisionist Studies in the History of Political Thought. Clarendon Press.
Oxford, 1995. Koselleck, Reinhart. Futuro. Pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Paidós.
Barcelona, 1993.

9
Acrónimos y Siglas utilizadas en la presente investigación:

En relación al siempre controversial uso de las mayúsculas en lengua


castellana, he uniformado la grafía reservándola para determinados acrónimos y
siglas que nombran los think tanks, centros académicos alternativos, organizaciones
no gubernamentales, partidos y movimientos políticos, así como para algunos
términos donde lo justifica una fuerte tradición disciplinar o cierta utilidad para
distinguirlos de sus homónimos.

AHC: Academia de Humanismo Cristiano.


BA: dominio (s) Burocrático (s) Autoritario (s).
BID: Banco Interamericano de Desarrollo.
BM: Banco Mundial.
CED: Centro de Estudios del Desarrollo.
CEL: Centro de Estudios Latinoamericanos Simón Bolívar.
CENECA: Centro de Indagación y Expresión Cultural y Artística.
CEP: Centro de Estudios Públicos.
CERC: Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea. – AHC.
CEREN: Centro de Estudios de la Realidad Nacional.
CESOC Ediciones: Centro de Estudios Sociales. (Área editorial).
CIDE: Centro para la Investigación del Desarrollo Educacional.
CEPAL: Comisión Económica para América Latina.
CIPMA: Centro de Investigación y Planificación del Medio Ambiente.
CIEPLAN: Corporación de Investigaciones Económicas para América Latina.
CISEC: Centro de Investigaciones Socio-Económicas.
CLACSO: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
CPU: Corporación de Promoción Universitaria.
CTC: Confederación de Trabajadores del Cobre.
DC: Democracia Cristiana.
ECO: Educación y Comunicaciones.
FLACSO: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
FMI: Fondo Monetario Internacional.
FPMR: Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
GEA: Grupo de Estudios Agro-Regionales. – AHC.

10
ICAL: Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz.
ICHEH: Instituto Chileno de Estudios Humanísticos
IEC: Instituto de Estudios Contemporáneos.
ILADES: Instituto Latinoamericano de Doctrina y Estudios Sociales.
ILET: Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales.
MAPU: Movimiento de Acción Popular Unitaria.
MAPU-OC: Movimiento de Acción Popular Unitaria - Obrero Campesino.
MDP: Movimiento Democrático Popular.
MIC: Movimiento Izquierda Cristiana.
MIR: Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
nms: Nuevos Movimientos Sociales.
OMC: Organización Mundial del Comercio.
PC: Partido Comunista de Chile.
PET: Programa de Economía del Trabajo – AHC.
PIIE: Programa Interdisciplinario para la Investigación Educacional.
PNUD: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
PRESCALA: Programa de Estudios y de Capacitación Laboral.
PS: Partido Socialista de Chile.
RN: Renovación Nacional.
SUR: Profesionales Consultores. Centro de Estudios Sociales y Educación.
TICs: Tecnologías de la Información y las Comunicaciones.
UDI: Unión Demócrata Independiente.
UNC: Universidad Nacional de Córdoba – Argentina.
VECTOR: Centro de Estudios Económicos Sociales.

11
Introducción.

“… en toda sociedad la producción del


discurso está a la vez controlada,
seleccionada y redistribuida por un cierto
número de procedimientos que tienen
por función conjurar los poderes y
peligros, dominar el acontecimiento
aleatorio y esquivar su pesada y temible
materialidad.”

Michel Foucault.
El Orden del Discurso.

Los griegos, según Burckhardt4, eran un pueblo cuya fe en la


mántica5 era ilimitada, y cada día, cada hora se preocupaban del futuro a
propósito de pequeñas y grandes cosas, del destino de los individuos y de los
Estados.

Los griegos cuando dudaban y estaban llenos de angustia, acudían


ávidamente al oráculo. Creían que en lo divino estaba el origen de todas las
cosas, y que el misterio sólo podía ser desatado por la religión en su raíz
misteriosa.

4
Jacob Christopher Burkhardt. Nació el 25 de mayo de 1818 en Basilea, Suiza, en el seno de una familia
protestante. Realizó sus primeros estudios en la universidad de su ciudad natal, donde recibió una
educación humanista. Entre 1839 y 1843 se trasladó a Berlín, donde continuó sus estudios universitarios,
especializándose en historia y arte. Tras licenciarse, ejerció como profesor en la escuela politécnica de
Zurich y más tarde volvió a Basilea para dar clases de historia. Desde 1866 hasta su jubilación, en 1893,
Burkhardt enseñó exclusivamente historia del arte. Burkhardt está considerado como uno de los primeros y
más grandes historiadores del arte y la civilización europea. Una de sus obras, Die kultur der Renaissance
in Italien (1860; La cultura del Renacimiento en Italia), ha sido repetidamente designada como el texto
canon para el estudio de la historia de la cultura en general. Otra obra suya de importancia fue Griechische
kultur geschicte (1898; Historia de la cultura griega). Esta última fue publicada póstumamente en cuatro
volúmenes, en los que realiza un notable repaso completo a la civilización griega. Murió el 08 de agosto de
1897, en su Basilea natal. En: Enciclopedia Hispánica. Volumen 3. Enciclopedia Británica Publishers, Inc.
Barcelona, 1992 – 1993, p 202.
5
Mántica: La mujer inspirada, la pitia, domina los oráculos. Mantis es el nombre griego del vidente, y mania
(delirio) designa un estado que oscila entre la verdadera inspiración y la locura. En: Bartra, Agustín.
Diccionario de mitología. Ediciones Grijalbo. Barcelona, 1982.

12
A través del oráculo la divinidad no interviene nunca directamente:
sólo se limita a contestar, mediante un intermediario, las preguntas que se le
hacen. Los griegos vivían fascinados por el futuro, y eso explica que hubiese
tantos profetas y sibilas, cuyas palabras eran escuchadas y creídas.

El saber sociológico cuan oráculo de Delfos y sus practicantes


(sociólogos y cientistas políticos) cuan cuerpo sacerdotal del templo, en tanto
productores de conocimientos de la “realidad”, en tanto fuerza hegemónica capaz
de presentar su propia narrativa histórica como el conocimiento objetivo, en tanto
lugar de la discursividad (el lenguaje como herramienta de organización colectiva)
desde el cual se da inicio a una sucesividad múltiple de posibilidades de acción,
es lo que en esta investigación pretendo indagar.

“Asistimos a un cambio muy profundo en el modo de analizar las


sociedades y el cambio social.”6 De esta manera el sociólogo Manuel Antonio
Garretón inicia su particular y agudo trabajo de reflexión en Hacia una nueve era
política, volumen presentado como la culminación de una tetralogía analítica que
integran además El proceso político chileno y continúa con Dictaduras y
democratización y Reconstruir la política. Transición y Consolidación
Democráticas en Chile; todas de su autoría. Hay una vasta literatura7, organizada
editorialmente, en torno a esta problemática, la mayoría de ella surgida desde
ciertos núcleos del saber sociológico (“think-tanks”)8 en tiempos de dictadura. Su

6
Manuel Antonio Garretón. Hacia una nueva era política. Estudio sobre las democratizaciones. Fondo de
Cultura Económica. México. D. F. 1995. p 15.
7
Como anota Joignant: “La importancia política de esta vastísima literatura provenía de la intencionalidad
propiamente normativa de los cientistas sociales que se situaban en la óptica de la transitología, cual es la
de entregar herramientas teóricas y recetas a los actores políticos que enfrentaban el desafío de conducir
exitosamente el complejo tránsito desde el antiguo régimen dictatorial al nuevo orden democrático. Pocas
veces se ha estado en presencia de una literatura especializada que, apropiándose de ciertos recursos de las
ciencias sociales, se proponía explícitamente incidir (dirigenciar ingenierilmente) en los procesos
políticos.” Límites temporales y obstáculos de la transición chilena. Comentarios metodológicos para una
crítica política. Alfredo Joignant. En: Revista In fraganti. Nº 1. La transición Chilena: Carcajadas en la
niebla. Junio de 1999 pp 74 – 82. El paréntesis en letra cursiva es mío y no corresponde a la letra del autor.
8
De acuerdo con el contexto, la expresión think tanks se traduce como “grupos de expertos” o “centros de
estudio”, según se refiera a personas o instituciones, que son grupos de investigación privados y sin fines de
lucro que funcionan en los márgenes de los procesos políticos formales de un país y cuyas ideas dan forma
a los programas políticos y gubernamentales, definiendo el perfil de los debates políticos a todo nivel.
Situados entre la ciencia social académica y la educación superior, por un lado, y el gobierno y la política
de partidos, por el otro, los grupos de expertos constituyen un punto central bien concreto, para explorar el
cambiante rol del intelectual orgánico o experto político en el mundo contemporáneo. Hoy esas

13
cartografía está orientada a erigirse como la más veraz fuente de nombramiento y
conocimiento de las poliarquías9 intentando explicar “lo que realmente paso”,
diseñando y poniendo en circulación un saber disciplinar ”científico”10, “objetivo”
necesario y suficiente para reinterpretar nuestra historia reciente.

Basta una lectura sinóptica y diacrónica de la teoría social elaborada


en Chile en los últimos decenios para advertir, las articulaciones existentes entre
el saber de la sociología y los procesos políticos imperantes. Se trata de una
permanente interacción – con alcances continentales incluso – donde siempre
una teoría paradigmática es habilitada para proveer la lógica interna de los
cambios sociales. Si extremo el argumento, podría llegar a sostener que el saber
sociológico, durante los últimos decenios, ha contribuido, inexcusablemente, a la

fundaciones privilegian estudios orientados al área de las políticas públicas. Curiosamente leyendo un
influyente diario vespertino en la sección señales económicas podemos advertir la gravitante actualidad que
tienen estos “centros de estudio” al leer: “otros think tank (refiriéndose al Instituto Libertad y Desarrollo y
a Chile 21) de todos los colores (seguramente se refiere a las diversas orientaciones ideológicas que los
animan) están generando alianzas con sus pares y sus no tan pares. La idea es reciclarse y poder dialogar
con una contraparte distinta para generar políticas publicas, desmarcándose de la guerra fría que hace unos
años los mantenía a distancia.” Los paréntesis son míos. Artículo de prensa de la periodista Miriam Leiva.
Diario La Segunda. Jueves 11 de Enero de 2007, p 24.
9
En la ciencia política contemporánea, el término se usa, por lo general para hacer referencia a las
instituciones o procesos políticos de la democracia representativa moderna. Procede directamente de un uso
mucho más antiguo de la palabra, cuyo significado etimológico es el de “muchos gobernantes”. La palabra
fue poco usada hasta 1953, año en el que Robert Dahl, en su libro Politics, Economics, and Welfare, la
utilizó para designar a “los principales procesos sociopolíticos que nos permiten aproximarnos a la
democracia” (aunque no alcanzarla). Precisamente, Dahl utilizó el concepto de poliarquía en vez de
democracia, a partir de la premisa, de que ningún gobierno - “real” - es - o puede ser - completamente
democrático. Lo que pretendía Dahl con el vocablo en cuestión, fue proporcionar una formula clara de
distinguir la democracia como ideal, del componente democrático o popular empleado en el gobierno de
determinados Estados modernos que en lenguaje corriente, serían considerados “democracias”. Así, la
premisa inicial para entender a la poliarquía es que la democracia es un fin y si la poliarquía es un proceso
que nos permite aproximarnos a ese fin, debemos evaluar a la poliarquía como un medio.
10
En este caso me remito a reproducir la auto representación disciplinar a nivel escritural del saber
sociológico; más bien mi opinión se distancia de manifiesta reticencia epistémica en la medida que, “Toda
comunidad científica es un microcosmos social, con sus instituciones de control, de presión y formación,
autoridades universitarias, jurados, tribunas críticas, comisiones, instancias de cooptación, etc., que
determinan las normas de la competencia profesional y tienden a inculcar los valores que expresan…… La
pregunta referida a si la sociología es o no una ciencia, y una ciencia como las otras, debe sustituirse……
por la pregunta sobre el tipo de organización y funcionamiento de la fortaleza científica, más favorables a la
aparición y desarrollo de una investigación sometida a controles estrictamente científicos. A esta nueva
pregunta, no se la puede responder en términos de todo o nada: es preciso analizar, en cada caso, los
múltiples efectos de los variados factores que concurren a determinar las oportunidades de aparición de una
producción más o menos científica y distinguir, con precisión, los factores que contribuyen a aumentar las
oportunidades de cientificidad de una comunidad científica en su conjunto y las posibilidades que cada
científico tiene de beneficiarse con ellas en función de la posición que ocupa dentro de la comunidad
científica”. En: El oficio de sociólogo. Pierre Bourdieu. Jean Claude Chamboderon y Jean Claude Passeron.
Siglo XXI Editores. Buenos Aires. 2004, pp 106-108.

14
elaboración de criterios gubernamentales y formas históricas de Estado. Dicho de
otro modo, la sociología, desde sus orígenes, aparece revestida de un
significativo potencial de racionalización de la vida político-social de nuestra
sociedad, mediante la producción de conocimientos que servirían para operar
eficazmente sobre la realidad y para dotar al debate de los asuntos públicos de un
fundamento objetivo, y previsor.

En este punto me refiero al movimiento de renovación intelectual,


que en nuestro país coincide con los primeros debates, esfuerzos e intentos por
una “reforma universitaria”, que progresivamente encontró eco en una generación
de jóvenes intelectuales que estaban profesionalmente disponibles y que
buscaban abrirse paso en la vida académica a partir de nuevas bases de
legitimidad para sus posiciones en la estructura universitaria.

Así se explica que en el breve plazo de dos a tres años, en la


segunda mitad de la década del ’50, se establecieran sucesivamente tres
instituciones dedicadas al cultivo de la sociología: el Instituto de Sociología de la
Universidad de Chile, con Eduardo Hamuy a la cabeza; la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) con un plantel cosmopolita de
docentes, cuyo directivos fueron el español José Medina Echavarría y luego Peter
Heinz, sociólogo suizo y la Escuela de Sociología de la Pontificia Universidad
Católica de Chile, cuyo impulsor fue el sacerdote jesuita de nacionalidad belga
Roger Vekemans.

Corría 1957, cuando a los 36 años de vida arribó a nuestro país,


proveniente de Bélgica, el sacerdote Jesuita Roger Vekemans. Su obra y legado
en nuestro país fueron notables. A solo 2 años de su llegada organizó la Escuela
de Sociología de la Universidad Católica de Chile, siendo director y maestro de
una generación de sociólogos entre los que destacan José Joaquín Brunner,
Tomás Moulian y Manuel Antonio Garretón, entre muchos otros.
Fue en esa escuela donde surgieron los primeros esbozos de la denominada
“Promoción Popular”, uno de los ejes estructurantes del programa de gobierno de
Eduardo Frei Montalva. Aquella buscaba remodelar la estructura social, con el fin

15
de establecer un cambio social radical. Esta iniciativa postulaba que la sociedad
debería abrirse para permitir el acceso de los grupos marginales, a través de una
extensa gama de mecanismos de acogida, fueran éstos culturales, económicos o
políticos. Éstos organizarían a los sectores marginados para intentar las reformas
sociales, reunidos en juntas de vecinos, centros de madres, clubes deportivos y
talleres de todo tipo. Roger Vekemans también participó activamente en 1959 en
la fundación del Centro de Investigaciones Socioculturales CISOC- Bellarmino, y
en la creación del Centro para el Desarrollo Social de América Latina (DESAL).
Fue asesor de la Acción Sindical Chilena y de la Unión Social de Empresarios
Cristianos. Luego de un largo interregno en Medellín - Colombia, retorna a Chile a
mediados de los años 90, continuando con sus estudios socio-teológicos, pero ya
retirado del ámbito público. Trabajó como orientador espiritual de muchos jóvenes
cristianos. Todo eso hasta que el 24 de octubre del presente año, y por causa de
una larga enfermedad falleció, en el más absoluto anonimato.

Como vemos, desde sus propios inicios, la sociología ha


fundamentado su relevancia en la capacidad de definir contextos al interior de los
cuales operarían diversas formas de transformación de las sociedades,
erigiéndose como el lugar privilegiado - en el ámbito de las ciencias sociales –
desde donde miramos el mundo social11. Tal lugar debe ser entendido en tanto
saber efectivo, capaz de describir procesos, de establecer pautas de
comportamiento eficaces, y de determinar en último término el esquema
normativo al cual debieran circunscribirse los diversos contextos sociales.12
Asombra en esa perspectiva su capacidad para presentar su propia narrativa
histórica como el conocimiento científico y objetivo, capaz de constituirse en el

11
Respecto al tema en cuestión quisiera fijar mi particular punto de vista, tomando prestado el siguiente
argumento: Toda comunidad científica es necesariamente un microcosmos social, con sus instituciones de
control, de presión y formación, autoridades universitarias, jurados, tribunas críticas, comisiones, instancias
de cooptación, etc; que, a la larga, determinan o al menos condicionan las normas de la competencia
profesional y tienden a inculcar los valores que expresan. En: El oficio de sociólogo. Op cit pp 106 y 107.
12
El lugar de privilegio de la Sociología debemos comprenderlo en relación a la “fiabilidad” de su
conocimiento, lograda a través de su operatoria análoga a las ciencias naturales, tanto como a la instalación
político-gremial de su comunidad científica capaz de regular las prácticas y vinculación social de la
disciplina sociológica. Para conocer el modo como se ha configurado y reconfigurado la instalación del
discurso sociológico en Chile, resulta necesario consultar: Brunner, José Joaquín. El Caso de la Sociología
en Chile: Formación de una disciplina. FLACSO. Santiago. 1988.

16
sentido común de la sociedad, evidenciando una tremenda eficacia
naturalizadora.

Para abordar lo anteriormente expuesto es necesario insertarme en


el “tenso” espacio político que comienza a reconfigurarse en Chile hacia 198613,
año marcado por dos grandes hitos que condicionaran la pauta futura de tal
reconfiguración; me refiero al fallido intento de derrumbe de la dictadura por
medio del “paro nacional activo” del 2 y 3 de julio y al frustrado magnicidio. Para
tal propósito, intento reconstruir algunas claves del discurso de los intelectuales
orgánicos, sobre el proceso político contingente instalado por el saber
transitológico en algunos medios de comunicación escrita14 que levantaban una
oposición política a la dictadura.

Dicho de otra manera, busco una aproximación lo más cercana


posible al modo como el discurso transicional comienza a instalarse en Chile
como texto y lectura hegemonizante de la práctica política, como discurso capaz
de definir los límites y alcances de lo que se entiende por política, definiendo los
contornos de la verosimilitud tanto en la construcción teórica como en la acción
política.

La pregunta eje que recorre y vertebra esta tesis es cómo se realizó


la construcción conceptual que le dio nombre al proceso político iniciado con el
plebiscito del 05 de octubre de 198815.

13
El Partido Comunista había desplegado en 1985 la estrategia de la “sublevación nacional de masas” y
habían definido a 1986 como el “año decisivo”, aquel de la última oportunidad para impedir el éxito de las
negociaciones que culminaron con el pacto que permitió la transición chilena a la democracia.
14
Me refiero, en concreto, a las revistas Análisis, Apsi, Cauce y Hoy por cuánto se constituyeron en el lugar
privilegiado en el que se visibilizaron y pusieron en circulación las ideas y planteamientos de cientistas
sociales, politólogos y en particular, sociólogos vinculados a la instalación de la categoría discursiva de
“transición política”.
15
Fijar las fronteras temporales de la transición - en tanto objeto de estudio – supone hacerse cargo de la
multiplicidad de puntos de vista en competencia. Pues bien, sostengo que la “transición” en tanto objeto de
estudio - que por lo demás no es el tema central de esta tesis, como se advirtió en la introducción - se inicia
con el plebiscito del 05 de octubre de 1988, por cuánto el resultado de dicho plebiscito instala la
“negociación” en plenitud, junto con generar una evidente alteración del horizonte político del conjunto de
los actores que en ese instante historizaban el proceso.

17
Para tal propósito he seguido la reticente16 y elíptica ruta de
construcción y operación de ingeniería política que le dio sentido, poniendo en
escena una mirada genealógica que intenta develar los móviles ocultos de la
experiencia transitológica chilena, inserta en el contexto regional latinoamericano,
y que en gran medida nos recuerda, de vez en cuando, el autoritarismo
estructural17 que aún padece nuestra sociedad.

Para alcanzar ese objetivo he revisado artículos de revistas


especializadas, y documentos de investigación; he realizado entrevistas semi-
estructuradas, a intelectuales que tomaron parte en este proceso; cito seminarios
y congresos ocurridos en América Latina; registro entrevistas a intelectuales
orgánicos publicadas en semanarios importantes de la época; analizo proyectos
de investigación, documentos de trabajo y grupos de discusión, diseñados y
ejecutados por importantes “think tanks” de la época, que tuvieron lugar en los
años posteriores a los golpes de Estado en el “cono sur”; específicamente en el
cruce de las décadas de los ‘70 y ‘80 y en los que tuvieron participación
intelectuales latinoamericanos y latinoamericanistas.

Con este material hago una genealogía para dar cuenta de los
progenitores y los ascendientes de esta notable innovación conceptual,
reconstruyendo la noción de transición política, entendida como una producción

16
Me refiero a una de las características sustantivas del discurso transitológico, a saber, al efecto de no decir
sino en parte, o de dar a entender claramente, y de ordinario con malicia, que se oculta o calla algo que
debiera o pudiera decirse.
17
Con el siglo XX, el mundo entró en una nueva fase de la época moderna, la que se caracteriza
esencialmente por una alteración sustancial del modo en que la reproducción capitalista de la riqueza
social afecta al conjunto de la vida humana; en efecto, según manifiesta Horkheimer, la omnipotencia del
capital ha dado al traste no sólo con el liberalismo económico, sino con toda la esfera de la circulación
mercantil, sobre la cual se levantaba el escenario de la política y del que despegaba la ilusión del gobierno
democrático. Las decisiones del capital parecen ahora no necesitar de la mediación del Estado en el
escenario de la actividad política, sino sólo de la utilización del mismo como instrumento directo de su
puesta en practica. El Estado ha sido despedido de su función instauradora de un encuentro en el vaivén
de presiones ejercidas, en un sentido, por el capital y, en otro, por la sociedad, y ha sido encargado de
imponer incuestionadamente las primeras sobre las segundas, sea por las buenas, mediante una política
demagógica, o por las malas, sirviéndose de la represión. El Estado liberal ha madurado hasta convertirse
en un Estado autoritario, es decir, obediente hacia arriba, hacia el capital, e impositivo hacia abajo, hacia
la sociedad. En: Estado Autoritario (Ensayo) de Max Horkheimer. Preparado desde 1939, escrito en 1940
y publicado marginalmente, casi como para ocultarlo en 1942, este ensayo contiene algo así como el
manifiesto político de la Escuela de Frankfurt, un manifiesto con el que –dada la explosividad política y
el atrevimiento teórico de su tesis- no todos los miembros de ella estaban necesariamente de acuerdo o, al
menos, no con el entusiasmo que su autor hubiera esperado.

18
intelectual de época, que le dio el nombre a los procesos políticos que la
sucedieron, con el fin de establecer de modo explicito los ejes argumentativos y
las ideas, tanto manifiestas como latentes, que han configurado y reconfigurado
las identidades y significados de la polis.

Esta tesis desarrolla y procura fundamentar cuatro búsquedas centrales:

(1) Este proyecto de investigación se propone indagar el rol de los


intelectuales en la construcción hegemónica de “lo político”, a fin de entender sus
implicancias en la construcción de identidades y significados, examinando cómo
desde la sociología política, en particular, teorías y teóricos18 llegaron a
constituirse en portadores de un “saber”, - cuerpo sacerdotal del templo -
encargados de construir un discurso19 legitimador de la transición chilena.

(2) Indagar, describir y poner de relieve la importancia que


parecieran tener las “redes intelectuales” transnacionalizadas, entendiendo por
“Red Intelectual” a un “conjunto de personas [intelectuales orgánicos] ocupadas
en la producción y difusión del conocimiento, que se comunica en razón de su
actividad profesional, a lo largo de los años”.20

Las formas de relación entre quienes constituyen una red, pueden


ser variadas. Los encuentros cara a cara, la correspondencia a través de diversos
soportes y los contactos telefónicos dan lugar a seminarios, congresos,
publicaciones, reseñas de libros, citaciones recíprocas y otras tantas formas en
que se establecen articulaciones en el mundo intelectual. No es menos cierto que

18
“En no pocas ocasiones el estudioso [teórico] latinoamericano era [es] un investigador-político y, por tanto
sus investigaciones tenían [tienen] un cierto fin prospectivo. Le interesa el diseño [la circulación y puesta
en práctica] de una estrategia democratizadora”. Los paréntesis entre corchetes son míos. En: Cuevas
Valenzuela, Hernán. La democratización chilena: Democracia limitada e ideología. Tesis para optar al
grado de magíster en ciencia política. Instituto de Ciencia Política. Pontificia Universidad Católica de
Chile, 1999, p 10.
19
Entiendo el discurso como “el terreno en el que el conocimiento se produce y opera, fijando normas y
elaborando criterios”, y por ende hace posible hablar de algo, o silenciar algo. Michael Foucault.
Microfísica del Poder. Las Ediciones de la Piqueta. Madrid, 1992 p. 66.
20
Devés-Valdés, Eduardo. Redes Intelectuales en América Latina. Colección IDEA del Instituto de Estudios
Avanzados. Universidad de Santiago de Chile. 2007, p 30

19
estas mismas dan origen o se superponen con otros tipos de relaciones:
afectivas, familiares, políticas, religiosas, etc.

Habida cuenta de la complejidad que nos plantea la referida


categoría conceptual, su uso aquí se justifica por que normalmente las ideas y
conceptos relevantes se encuentran disponibles en las redes, allí van madurando
colectivamente, asimilándose y ganando cédula de ciudadanía. Además, la noción
de red apunta prioritariamente a detectar y a poner en relieve la colaboración y no
el conflicto o la competencia. Al mismo tiempo, no es menos importante cuándo
se quiere pensar las relaciones entre la intelectualidad y otros sectores de la
sociedad: partidos políticos, autoridades, burocracias, agencias internacionales,
diplomacia, sectores empresariales, poderes del Estado. No es menos cierto, que
en las últimas décadas ha sido fundamental para imaginar los roles del mundo
intelectual en los procesos de Mundialización en curso.

(3) Esta investigación tiene una preocupación central: “el proceso de


construcción teórica y conceptual de la idea de Transición a la Democracia”.
Específicamente trato de seguir el rastro - y los rostros - de la historia a través de
la cual se asociaron nuevos términos y cayeron en desuso otros. Este afán me
llevó a reconstruir la producción intelectual de los términos
Autoritarismo/Democracia y Revolución/Democracia. Debo aclarar que en este
proceso intervienen preferentemente intelectuales orgánicos latinoamericanos y
latinoamericanistas, por allá en el cruce de los años setenta y ochenta. Por esto,
me propongo narrar una posible historia de tales “redes” mostrando cómo se
construyeron, cómo comenzaron a circular y en cómo ingresaron en la agenda de
las Ciencias Sociales regionales. Y cómo en dicha trayectoria, fueron capaces de
desplazar a las grandes controversias que hasta ese momento se centraban en la
idea de modernización y desarrollo; de dependencia, reformismo y revolución;
hasta llegar a la caracterización sobre el Nuevo Autoritarismo. Estos términos
fueron transformados en clivajes (parejas duales) por varios intelectuales con
posterioridad a los golpes de estado del período ’73 al ’76. Ellos son reconocibles
por el énfasis que hacen en una u otra pareja, por el vocabulario que utilizan para
hablar o escribir sobre ellas, y por los interlocutores que escogen en sus

20
contiendas argumentativas. Por un lado, una fuerte tendencia de izquierda
intelectual, que nace a partir de la reconsideración de su experiencia histórica
reciente, sobre la existencia de una Teoría marxista sobre el Estado y la Política,
cuestionan la cultura de izquierda anterior a los golpes (acusando el mismo) y
culminan en la “renovación” del proyecto e ideal socialista. Por el otro, aquellos
que desde la politología y la sociología consolidan el campo de los estudios
comparados sobre América latina. Ellos usan un léxico especializado y crean
nuevos conceptos o resignificando otros: Estado Burocrático-Autoritario, Nuevo
Autoritarismo, régimen político, y Transición a la Democracia.

(4) Mi objeto de investigación corresponde a la transición política, en


tanto, objeto/discurso, configurador de realidad y definidor de determinadas
lógicas de sentido y verosimilitud. Lo que intento es la búsqueda de las llaves que
me permitan abrir los ejercicios de puesta en marcha de un complejo entramado
teórico-conceptual puesto a disposición de un saber sociológico capaz de instalar
y dotar de sentido al proceso político tematizado como “transición”.

Este conjunto de planteamientos arriba enunciadas, forman parte de


un programa de investigación, que no se agota en la presente tesis, y que se
pretende continuar en una etapa doctoral.

En síntesis, en este proyecto de tesis me propongo comprender el


pasado, más que informar hechos, esta no es una tesis sobre el proceso de
transición política a la democracia en Chile. A riesgo de ser reiterativo, insisto en
que mi objeto de estudio es el pensamiento intelectual que la produjo y que hizo
de ella una construcción conceptual con la cual se han revisitado las
concepciones de la política, que hasta entonces se tenían a la mano. De este
modo la transición a la democracia obró primero, como una gran idea y, después,
como una metáfora espacio-temporal; un área de estudio para la política
comparada; concepto omnicomprensivo; una consigna; un motivo de reflexión

21
sobre la sociedad; ciertas expectativas políticas y un argumento para tematizar el
posterior desencanto21.

De este modo, queda especificado el propósito de este trabajo, y las líneas


de argumentación que en él se desarrollarán. Finalmente, cabe explicitar cuatro
premisas básicas que informan mi interés por emprender esta investigación, las
preguntas centrales que la organizan, y mi esfuerzo por confrontarlas:

(1) En la actualidad, todo aquel que trabaja en cualquiera de los campos


relacionados tanto con la producción como con la distribución de conocimiento es
un intelectual en el sentido gramsciano. Para mí, el hecho decisivo es que el
intelectual orgánico es un individuo dotado de la facultad de representar, encarnar
y articular un mensaje, una visión, una actividad, filosofía u opinión. Quienes
manejan capital cultural, a saber, producen conocimiento tienen un rol gravitante
en sus sociedades. Los intelectuales son los mayores productores de discursos y
por tanto dominan la esfera de "lo público".22

(2) Tomando los planteamientos de Horkheimer (1998) y la nomenclatura


de Cox (1985), las teorías siempre son “para alguien” y “para algún propósito”.
Las Ciencias Sociales se relacionan con, e inciden en las visiones y prácticas de
los más diversos actores – desde cualquier modesto actor local hasta los
agencias internacionales promotoras de políticas –. Dichas visiones y las
prácticas que éstas hacen posible revisten consecuencias en modo alguno
“inocentes” ya que poseen directas consecuencias políticas y normativas. De allí
la importancia de la reflexión teórica acerca de los parámetros que enmarcan las
nociones a las que apelamos para definir cualquier ámbito o fenómeno social.

21
El relato de O’Donnell en su texto Contrapuntos, respecto al desencanto en América Latina – aplicable al
caso chileno - post dictaduras es elocuente: “El desencanto, se apoderó de muchos cuando, después de la
caída de los BA, una serie de melancólicas realidades se hizo evidente: crisis económica y su tratamiento
tecnocrático y socialmente insensible; el debilitamiento de actores que fueron históricamente los grandes
soportes sociales de los avances democráticos; el paralelo debilitamiento, si no la destrucción, de buena
parte del aparato estatal al ritmo de aquellas crisis y de la ofensiva neoconservadora; la persistencia y, en
muchos casos, la acentuación de grandes desigualdades y, junto con ellas, de relaciones sociales, con
marcado acento autoritario, y por cierto el amargo descubrimiento que parte de los líderes políticos que la
democracia trajo consigo seguía teniendo, como antes, grave dificultad en distinguir el bien público de
sus intereses privados”. En: Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización.
Buenos Aires. Paidós. 2004, p 21.
22
En este caso entiendo “lo público” como el espacio de las interacciones humanas, en términos de
tensiones, encuentros y desencuentros.

22
(3) En términos amplios, considero que el lenguaje ocupa hoy un lugar más
prominente y más importante en la variedad de procesos sociales. El lenguaje no
sólo es un instrumento para informar sobre la experiencia humana, sino que, por
su propia estructura formal, la define y permite conocer los significados que los
actores individuales y colectivos atribuyen a las cosas. De allí que cobra
relevancia analítica indagar la vinculación que se establece entre el discurso, su
circulación y su impacto societal, respaldados por los rendimientos que el
lenguaje tiene en dicha esfera cotidiana, como dispositivos para negociar,
redefinir relaciones, desafiar, resistir, hegemonizar y, en definitiva, el modo de
entender y experimentar “lo público”.

(4) Al mismo tiempo, los medios, especialmente la televisión,23 ocupan un


lugar cada vez más importante en aspectos claves de la vida social, en especial
en la política.24 Podemos decir - concordando con la opinión de Sartori - que la
televisión25 se ha transformado en la agencia más grande de formación de opinión
pública, puesto que la información es la piedra angular de la formación de la
opinión pública.

(5) En lenguaje foucaultiano las “formaciones discursivas” y los “regímenes

23
Video Política. Medios, información y democracia de sondeo. Giovanni Sartori. Fondo de Cultura
Económica. 2003. En su libro Homo Videns, Sartori abre un debate con suficiente respaldo en evidencias
que muestra cómo en la mayoría de los países occidentales el desempeño en el quehacer noticioso de la
televisión representa básicamente, cuándo mucho, una subinformación, que es información insuficiente,
que conduce a una desinformación absoluta, engañosa.
24
Se utiliza el término política para referirnos a su dimensión subjetiva. En ese contexto entiendo por
política lo que Lechner llama “la conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado”. Ello
presupone, que la política contribuye efectivamente a producir sociedad. Reivindicar el carácter
constructivista de la política moderna no está de más en una época que tiende a la naturalización de lo
social. En nuestros días, cunde la sensación que el estado de cosas existente sería un hecho natural frente
al cual no hay alternativas. Sabemos poco de la dimensión subjetiva de la política. Para mayor
información consultar: Lechner, Norbert. Las sombras del mañana. La dimensión subjetiva de la política.
Lom Ediciones. 2002.
25
Quisiera traer a colación un penetrante análisis de Henry Kissinger al respecto: “Cuando la imagen visual
reemplazó a la palabra escrita como el medio principal de comprensión del mundo, el proceso de
aprendizaje se transformó de un modo activo a uno pasivo, de un acto participativo pasó a ser uno de
asimilación de información ya digerida. Uno aprende de los libros por medio de conceptos que relacionan
sucesos aparentemente diferentes unos con otros, lo que requiere esfuerzo y entrenamiento. Por contraste,
las imágenes enseñan pasivamente. Evocan impresiones que no requieren ningún acto por parte del
espectador, ponen énfasis en el afán del momento y dejan poco espacio al racionamiento deductivo o a la
imaginación. Los conceptos son permanentes; las impresiones son cambiantes y, en parte, accidentales”.
En: Years of renewal. Simon and Schuster. Nueva York. 1999, pp 28 y ss.

23
de significación” son vistos como tramas de control, de violencia y de lucha en
torno al poder de la palabra y a la autoridad de la representación, es decir, se
trata de dar sentido, de fijar el sentido. En definitiva ninguna expresión de
lenguaje es neutra; toda situación de discurso es atravesada por reglas de poder
socio comunicativas que norman el acceso a la palabra y la distribución del
“capital simbólico”26 Debido a la importancia de la influencia social del discurso,
este plantea importantes cuestiones relativas al poder. Las “prácticas discursivas”
pueden tener efectos ideológicos de peso, es decir, pueden ayudar a producir y
reproducir relaciones de poder desiguales entre (por ejemplo) las clases sociales,
las mujeres y los hombres, las mayorías y las minorías culturales o étnicas, por
medio de la manera como representan los objetos y sitúan a las personas

26
Bourdieu, Pierre. Intelectuales, política y poder. EUDEBA. Buenos Aires. 2.000. Leer capítulo: Sobre el
poder simbólico; pp 65 a 73.

24
Este trabajo está dividido en siete capítulos, en el primero hago un
recorrido a la galería donde se alinean los grandes “tipos intelectuales” de los
últimos dos siglos, recreando la figura del intelectual tal como se produjo en la
modernidad clásica, poniendo el énfasis en los diversos roles que han jugado a lo
largo de la última centuria; y destacando su rol fundamental en la génesis y
difusión de los conceptos y en las representaciones simbólicas de relevancia
social; en el segundo hago una breve sociología del intelectual de izquierda
latinoamericano, poniendo énfasis en las configuraciones y reconfiguraciones de
sus productos intelectuales y posturas política, a la luz de los clivajes históricos de
las últimas décadas; para en el tercer capítulo presentar y analizar los vínculos
que es posible establecer entre la transitología y el proceso de renovación
socialista, que tan hondo calo en la política chilena. En el cuarto capítulo narro
analíticamente cómo se fueron configurando los centros académicos alternativos
y cómo se constituyeron en espacios del saber crítico, desde donde se puso en
circulación el discurso transitológico. En el quinto capitulo, reviso críticamente el
corpus teórico que tematiza a los nms, poniendo hincapié en el trabajo de
disciplinamiento e invisibilidad que realizó magistralmente la transitología con
dichos nms. A continuación, en el capitulo seis, analizo cómo la transitología fue
producida por las comunidades epistémicas. Para terminar en el capitulo siete,
refiriéndome al proceso de diseño y la posterior circulación del término en las
redes de intelectuales transnacionalizadas.

25
El Rol de los Intelectuales.

“La boga, predominante sin discusión en los últimos


decenios, respecto a la objetividad de la ciencia y su
neutralidad valorativa vino a traducirse de hecho en
irresponsabilidad del científico… La inteligencia, y
especialmente la académica, tomaba así el aspecto de un
brillante prestidigitador de ideas a quien admirar quizá en las
horas de ocio, pero del todo inútil en el momento de la decisión.
Nadie se extrañe del descrédito subsiguiente del intelectual.”

José Medina Echavarría.


La responsabilidad de la inteligencia.

Hay tres momentos históricos que perfilan la imagen del intelectual,


tal como se la entendió en el siglo XX. A principios del siglo XIX, Napoleón les
denominó “ideològues”, acaso inspirado en la novísima noción de ideología
acuñada por el filósofo francés Destutt de Tracy.27 Más allá del interesado uso
que le dio al término el autocoronado Emperador, lo que efectivamente reflejaba
su puesta en circulación, a partir de 1798, era la aspiración ilustrada por constituir
una ciencia que describiese la estructura del principal objeto del proyecto
iluminista: las ideas.

Hacia 1860, en la Rusia zarista, el narrador Boborykin28 acuña el


término “intelligentsia”, inmediatamente reproducido y difundido por I. S.

27
Para una actualización del debate académico que comporta la noción véase un interesante artículo de
Ricardo Camargo: Notas acerca de la determinación de lo ideológico y verdadero en Teoría de la
Ideología. En: Revista de Ciencia Política. Vol. 25. Nº 2 del 2005 del Instituto de Ciencia Política de la
Pontificia Universidad Católica de Chile. El autor es miembro del Círculo de Santiago, grupo de reflexión
epistemo-teórica de transversalidad disciplinar al que también pertenece el autor de esta tesis.
28
Boborykin (Pietr Dmitrüevitch) Novelista ruso, nació en Nijni - Novgorod en 1836. Doctorado en Derecho
en la Universidad de San Petersburgo en 1860, al poco tiempo de titularse, abandonó la profesión de
abogado por la literatura. Los especialistas lo consideran como uno de los primeros novelistas de su
tiempo por la ingeniosa trama de sus libros, el acierto con que traza los caracteres de sus personajes y la
viveza y brillantez de sus descripciones, pero le censuran por su estilo descuidado y el pesimismo que
revelan todos sus personajes, condición que le hizo sospechoso en la corte moscovita. En: Enciclopedia
Universal Ilustrada. Europeo - Americana. Espasa - Calpe S. A. Madrid. 1962. Tomo 7 p. 17.

26
Turgueniev. Transcrito a las principales lenguas europeas, este término indicó
originalmente a un grupo social particular, típico de la Rusia zarista y de la
mayoría de los países eslavos de la época, con él se englobaba al círculo de
profesores, escritores y artistas sin recursos, así como a los eclesiásticos y
descendientes de clérigos de la Iglesia Ortodoxa que trabajaban en la
administración y ejercían profesiones liberales.; pero muy pronto se generalizó
para designar el estrato culto, la categoría de personas que tenían una
instrucción superior, en todas las sociedades.

Cerca de cuarenta años después de esta segunda forma de


sustantivación aparece una tercera en lengua francesa, con el término
“intellectuels”. Este último es el episodio más emblemático, fue un acto legitimador
y el modelo de la intervención de los intelectuales en los asuntos públicos, en el
que se vio involucrado Emile Zola, el 18 de enero de 1898; al publicar su famoso
artículo “Yo acuso” carta abierta a Felix Faure, presidente de la República
Francesa, en L’ Aurore, diario parisino, consagrando así el partido de los
intelectuales, a favor del capitán Dreyfus29, condenado y degradado por la justicia
militar francesa por espionaje, proceso que velaba las posiciones antisemita del
Estado Mayor francés. El 05 de enero de 1895 tuvo lugar su degradación solemne
en el patio de la Escuela militar. He aquí el conmovedor relato de Jean-Denis
Bredine30:

“Eran las ocho cuarenta y cinco. El general Darras


mira de arriba abajo al traidor mientras que el
escribano del Consejo de guerra lee la sentencia. A

29
Dreyfus, Alfred. (Mulhouse 1859 - París 1935) Militar francés, proveniente de una acaudalada familia
judía de Alsacia, se incorporó al ejército donde alcanzó el grado de capitán de artillería agregado al
Estado Mayor (1889). En 1893 se le involucró en la difusión de una lista de secretos militares a
Alemania, circunstancia que dio paso al célebre “caso Dreyfus”, que marcó política y socialmente a la III
República Francesa. Tras ser juzgado irregularmente por un tribunal militar sin las suficientes evidencias,
fue acusado de traición, degradado y condenado a deportación perpetua. Tras ser embarcado el 21 de
febrero para Guyana, llega a su destino el 21 de marzo tras una terrible travesía en una jaula de hierro. Le
trasladan en abril a la isla del Diablo, en la costa de Cayena (1894).
30
Jean-Denis Bredin. Licenciado en letras. Doctor en derecho. Miembro de la Academia de Letras de
Francia, fundada en 1625 por el Cardenal Richelieu. Nació en París el 17 de mayo de 1929. Fue
Presidente del Consejo de Administración de la Biblioteca Nacional de Francia en el período 1982 al
1986. A partir de 1989 ocupa la vacancia dejada por Marguerite Yourcenar en la Academia de Letras de
Francia. www.academie-francaise.fr

27
continuación, el general se levanta sobre estribos y,
con la espada en alto, pronuncia las palabras
sacramentales: Alfred Dreyfus, usted no es digno de
llevar las armas. En nombre del pueblo francés, le
degradamos. Alfred Dreyfus grita con una voz
metálica que se rompe: ¡Soldados, se degrada a un
inocente! ¡Soldados, se deshonra a un inocente! ¡Viva
Francia! ¡Viva el ejército! Se oyen los gritos de la
muchedumbre mantenida a distancia: ¡Muera! ¡Muerte
a los judíos! El suboficial Bouxin de la Guardia
republicana se acerca al condenado, inmóvil. De una
manera brutal, les arranca los galones del quepis y de
las mangas, las bandas rojas del pantalón, las
charreteras de las hombreras, y tira al suelo todas las
insignias del grado. Le arranca el sable y la vaina, y
los rompe sobre su rodilla. En posición de firmes, con
la cabeza alta, Dreyfus lanza un grito de angustia, un
alarido ronco que acaba en un sollozo. ¡Viva Francia!
¡Soy inocente! ¡Lo juro por mi mujer y mis hijos!
Harapiento ahora, el traidor debe desfilar ante las
tropas y dar la vuelta al patio de armas. Los soldados
permanecen silenciosos, helados. Cada vez que se
acerca en su marcha a la verja que contiene a la
muchedumbre, los gritos se redoblan: ¡Muera, muera!
Dreyfus se agota gritando todavía: No tenéis derecho
a insultarme. Soy inocente. ¡Viva Francia! Pero los
clamores ahogan su voz. Cuando pasa delante de los
representantes de la prensa, grita: ¡Decid a toda
Francia que soy inocente! Los abucheos le
responden: ¡Cobarde! ¡Judas! ¡Sucio judío!”31

31
Verdín, Jean-Denis. L’Affaire, Julliard, 1983.

28
El manifiesto de Zola - el primero de una larga serie – abrió el
camino a la rehabilitación del capitán degradado. Le siguió la publicación el 15 de
enero en el periódico Le Temps de una petición que estaba firmada por hombres
de letras, universitarios, médicos de hospitales, abogados, estudiantes, críticos y
estudiosos quienes exigían la revisión del proceso Dreyfus. Entre los firmantes se
encuentran los nombres de Marcel Proust, Daniel Halévy, Anatole France, Emile
Durkheim, Claude Monet y Lucien Herr, entre otros.

Todo parece indicar que la idea del título del manifiesto publicado en
la primera página de L’ Aurore, se debe a Clemenceau, a la sazón, director del
diario, quien algunos días más tarde escribió. “¿No constituyen una señal todos
estos intelectuales, procedentes de todos los rincones del horizonte, que se
agrupan en torno a una idea y se mantienen inquebrantables a ella?” Clemenceau
no había inventado el término. La palabra intelectual aparece en 1821 de la pluma
de Saint-Simon, quien: “Invita a los intelectuales positivos a unirse y a combinar
sus fuerzas para proceder a un ataque general y definitivo contra los prejuicios,
comenzando por la organización del sistema industrial”. Sin embargo fue a finales
del siglo XIX, durante el caso Dreyfus, cuando la palabra intelectual se vuelve de
uso corriente. El uso público del término provocó inmediatamente una mordaz
respuesta en la prensa nacionalista por parte de M. Barrès32; a la polémica contra
los intelectuales se unían, algún tiempo después, también los más grandes
exponentes del sindicalismo revolucionario de la época, como G. Sorel y E. Berth.
Recibido con desconfianza en los diccionarios, y considerado a menudo como voz
jergal y despreciativa, el término intelectual, conservaba todavía el sentido político
que tenía por el hecho de haber sido acuñado, como si fuera un nombre de
batalla, en el conflicto que puso frente a frente a conservadores y progresistas en
torno al affaire Dreyfus. Aún en la actualidad, señalarse a si mismo o a los demás
como intelectual, no designa en efecto, únicamente una condición social y
profesional sino que sobreentiende una elección polémica de ubicación y de
alineamiento, la insatisfacción por una cultura que no es capaz de convertirse

32
Maurice Barrès fue un prominente adversario de Alfred Dreyfus. Como novelista francés de finales del
siglo XIX y comienzos del XX mostró tendencias protofascistas y antiintelectualistas, defendiendo la
existencia de un inconsciente político, en virtud del cual razas y naciones eran portadoras colectivas de
ideas y tendencias.

29
también en política, o por una política que no quiere entender las razones de la
cultura.

El rol de liderazgo de los intelectuales (tanto de izquierda como de


derecha) en el caso Dreyfus sentó un precedente que sirvió de base para todos
los momentos políticamente dramáticos de la historia del siglo XX. Aún más, los
precedentes establecidos por Zola, Barrés y otros, no sólo tienen una dimensión
moral (el comportamiento del intelectual y el uso de su fama, posición privilegiada
y elocuencia deben estar al servicio de una causa), sino también estratégica
(cómo el compromiso de los intelectuales puede favorecer una causa o contribuir
a un movimiento).33

Historizando el término vemos que en L’ ancien régime et la


revolución (1865), Tocqueville sostiene que la politización de los intelectuales
nace de su falta de experiencia práctica y de su amor a las ideas generales, que
los hacen indulgentes con el extremismo simplificador y apriorista, enemigos
máximos de una correcta conducción de los asuntos públicos y de la libertad
política. Da la impresión que el sentido implícito de esta argumentación es que los
intelectuales sólo pueden tener una función negativa en la política, exaltando a la
muchedumbre con sus simplificaciones y abriendo el camino al despotismo.
Deben retornar pues a las letras, dejando la política a una clase de gobierno
experta y capaz.

Contemporáneamente, Marx y Engels, partiendo también de la denuncia de


la ideología del extremismo impotente y charlatán de las “cabezas alemanas“,
llegaban a resultados muy distintos y en cierto sentido opuestos.34 Su itinerario
juvenil del radicalismo al socialismo, parece marcado por un descubrimiento,

33
Véase: Regis Debray. Le pouvoir intellectuel en France. París. Ramsay, 1980.
34
En efecto, en La ideología alemana Marx y Engels analizan, de manera crítica y desmistificadora, las
doctrinas de los jóvenes hegelianos, remitiéndolas a las condiciones materiales de la vida social en
Alemania alrededor de 1845, especialmente a las relaciones de clase que oponían a la burguesía y a las
masas populares frente a la clase nobiliaria y a los Estados monarco-feudales. Por ello, las ideas, las
representaciones, en suma las “formas de la conciencia social”, son tratadas como aspectos de la
superestructura que se elevan sobre la base real constituida por las relaciones de producción ligadas al
nivel alcanzado en ese tiempo por las fuerzas productivas. Fougeyrollas, Pierre. Ciencias Sociales y
Marxismo. Fondo de Cultura Económica. México, 1996, p 199.

30
económico y filosófico, esto es, que contrariamente a lo que habían afirmado
primero Fichte y luego Hegel, reproduciendo en esto un punto de vista ilustrado,
los intelectuales no eran de ninguna manera la clase representante de los
intereses más generales de la sociedad; más bien, tomados en sí mismos, no
eran siquiera una clase, un grupo social fundamental. Por sí solos nunca hubieran
podido llevar a cabo el proyecto de liberación histórica que la izquierda hegeliana
había concebido. Era preciso, por el contrario, considerar a “la clase que no tenía
nada que perder excepto sus propias cadenas” y cuya emancipación coincidiría,
por lo tanto, con la de la humanidad entera. Solamente con la alianza con los
explotados la filosofía habría podido poner fin a su propia miseria y a la
mistificación de lo real, transformándose en una fuerza material e histórica capaz
de revolucionar las relaciones sociales y orientar el desarrollo productivo.

Si desde el punto de vista subjetivo es muy difícil para los


intelectuales, sobretodo en los momentos de radicalización, no verse
comprometidos y no participar en la lucha política, por otra parte su ubicación
social intermedia impide una adhesión sin reservas a una de las dos partes en
contienda. Max Weber nos ha dejado tanto en sus escritos como en su
experiencia personal una imagen inquieta y cuestionadora de este contraste
lacerante para los intelectuales. Escindido entre la pura entrega a su propio
objetivo y la necesidad de optar por una posición y participar de los problemas de
su tiempo, para Weber la tarea del intelectual la constituye el continuo esfuerzo
crítico y la tensión entre la comprensión y la autonomía del juicio, “ética de la
responsabilidad y de la convicción”, como términos que por ser irreconciliables es
necesario encarar.35

La historia contemporánea, debe tributo a las relaciones entre las


esferas del conocimiento y el poder político al período en el que se constituyen las
ciencias sociales, como disciplinas autónomas, sistematizadas en lo que a su
estructura cognitiva se refiere, y con un cada vez mayor grado de
institucionalización y profesionalización; todo lo cual le permitió simultáneamente

35
Rabotnikof, Nora. “Máx. Weber: El sentido de la ciencia y la tarea de los intelectuales. Baca Olamendi,
Laura y Cisneros, Isidro. (compiladores). Los intelectuales y los dilemas políticos del siglo XX. Tomo I

31
su articulación con las necesidades del Estado burocrático y racional, las
exigencias de los mercados capitalistas, y las expectativas de justicia de nuevos
actores sociales. Pensemos por ejemplo en los casos de Comte o Durkheim en
Francia; o la fundación de la London School of Economics para el caso británico;
o la labor del propio Máx Weber, Edgar Jaffé y Gustav Schmoller en los trabajos
de la renovada Verein für Socialpolitik (1873), algo que en el lenguaje actual
consideraríamos un think tank.36

Ya sea con Luckács, que al estudiar la difusión de las tendencias


irracionales en la cultura burguesa describía su historia como un “asalto a la
razón”; ya sea con Gramsci, que teorizaba respecto a la necesidad de un bloque
histórico de clases y de una lucha por la hegemonía que indicara a los mismos
intelectuales burgueses un camino para el renacimiento de la cultura después del
fascismo, volviendo a sus raíces nacionales y populares, el término intelectuales
adquirió un significado unívoco en los años del Frente Popular, en la guerra civil
española y en la resistencia, durante la segunda guerra mundial; junto con los
obreros y campesinos, los intelectuales se convirtieron en una de las categorías
constitutivas del frente unido antifascista, en representantes de la pequeña
burguesía revolucionaria y en los elemento más avanzados de la misma.

Durante la segunda mitad de la década del sesenta, el problema


comienza a trastocarse a propósito de la guerra de Vietnam y con el movimiento
estudiantil, cuyo momento culminante está representado por el “mayo del ’68”; a
la crítica intelectual del poder la sustituye la impugnación política de la cultura. A
los ojos de muchos, la llamada impugnación se presenta como una tentativa
extremista de rechazar y dar por cerrado el discurso sobre los intelectuales en la
forma en que lo habían desarrollado las generaciones anteriores. Mirado con una
perspectiva histórica más reposada, se puede advertir que la impugnación sólo
fue en muchos aspectos el enésimo episodio del proceso que la razón, había
intentado hacer contra la razón, en condiciones sociales distintas. Ahora bien, por

Editorial Triana-FLACSO. México, 1997.


36
Es primordial advertir - como curiosidad histórica - que estos primigenios “tanques de pensamiento”
creados en Europa fueron obra de socialistas y reformadores, y no tenían ligazón con los sectores
dominantes, más bien se originaron a partir de iniciativas de intelectuales y políticos preocupados por las

32
encima de las tendencias irracionalistas que se presentan siempre en las
sociedades industriales, la cuestión relevante consiste en saber si el desarrollo de
las fuerzas productivas, en escala no sólo local - nacional - sino global -
internacional - había eliminado las condiciones que hacían posible la alianza entre
el proletariado y las fracciones mas avanzadas de los estratos medios.

En esta larga historia de encuentros y desencuentros entre el mundo


del saber y la política las sociedades occidentales actuales le fueron incorporando
sus propias características, y también sus propias tensiones. Entre las más
destacadas, como lo indicara Lewis A. Coser37, hay que anotar el hecho de que el
vasto proceso de burocratización de la vida social ha llevado a que la
“productividad cultural se racionaliza de manera que la producción de ideas se
parece, en los aspectos principales, a la producción de otros bienes económicos”.
Paralelamente, el lugar que detentaba el literato y el intelectual de tipo
“generalista” es progresivamente ocupado por el “experto”, dotado de un dominio
técnico sobre un campo del saber, y capaz de orientarlo a la solución de
problemas concretos de elaboración de políticas.38 En el mismo sentido, la
vinculación entre los especialistas y la política se opera cada vez más al interior
de redes de asuntos (issue networks),39 que conectan agencias de gobierno,
centros de estudio, centros de investigación, fundaciones privadas, organismos
multilaterales, universidades públicas y privadas, empresas patrocinadoras de

condiciones de vida de los sectores populares.


37
Lewis A. Coser. Hombres de ideas. El punto de vista de un sociólogo. México, FCE, 1968.
38
José Joaquín Brunner. “Investigación social y decisiones políticas: El mercado del conocimiento”, Nueva
Sociedad, Nº 146, p 11 y ss, 1996.
39
Para la jerga “redes de asuntos”, ver: Hugh Heclo. “Issue Networks and the Executive Establishment”. En:
Anthony King (ed). The New American Political System. Washington DC, American Enterprise Institute,
1978. Heclo publica “Issue Network an the Executive Estabishment”, como crítica ante la inadecuación
del concepto “triangulo de hierro” para comprender los cambios que habían tenido lugar en la política
federal norteamericana durante los años setenta. Dichos cambios hacían referencia, primero, al
crecimiento de la intervención gubernamental y, en segundo lugar, al paralelo incremento del número y
categorías de actores que trataban de influir en el proceso de las políticas públicas. De este modo, frente a
la figura del “triángulo de hierro”, que presumía un pequeño número de participantes, aislados y
autónomos respecto al entorno, Heclo elabora el concepto de “issue network”, para dar cuenta del gran
número de actores que pululan en torno a las políticas, con grados variables de compromiso o
dependencia mutua, moviéndose constantemente dentro y fuera de la red resultante. Al mismo tiempo
ninguno de estos actores, conseguía el control total de las políticas, y el papel de los intereses económicos
era tan importante, como el de los compromisos ideológicos o emocionales. La nueva conceptualización
de Heclo estaba asociada con el fenómeno observado en la sociedad estadounidense desde finales de los
años sesenta; me refiero al surgimiento de multitud de grupos y organizaciones vinculadas a la defensa de
intereses no económicos: feministas, medioambientalistas, étnicos, de defensa de los derechos y libertades

33
proyectos, y otras organizaciones complejas, que dejan poco espacio a la figura
declinante del intelectual “independiente”.

¿La cultura crítica se estaría transformando, pues, de elemento


progresivo en un privilegio y en un instrumento de conservación de relaciones
sociales ya superadas? Es de particular interés, a este propósito, el análisis de la
revolución cultural china. Esta última muestra, por un lado, que el avance en la
profundización del proceso de socialización de las masas campesinas y obreras
requiere un cuestionamiento radical de la relación entre división del trabajo y
cultura, y, por otro lado, que el desarrollo programado y estatal de la economía
hace desaparecer ciertas figuras capitalistas como los propietarios y los
empresarios, pero hace surgir al mismo tiempo un nuevo estrato dirigente,
formado por administradores, técnicos y cuadros políticos. En este estrato el
intelectual encuentra una alternativa de clase en alianza con el proletariado; es
significativo que en China la polémica no se haya dirigido contra el intelectual
tradicional sino contra un nuevo tipo de intelectual que “estudia para convertirse
en funcionario”. Es igualmente significativo que la revolución cultural, a pesar de
haber estado precedida por un choque dentro del partido, haya empezado como
movimiento masivo, a partir de discusiones filosóficas en las universidades y a
partir de la representación de espectáculos teatrales. El espíritu igualitario de la
revolución cultural, no sólo tuvo su origen en el estímulo masivo sino en cierta
forma en aquel racionalismo de los intelectuales que Tocqueville definía como
abstracto. Por esto, si en China y en otras partes el desarrollo de las fuerzas
productivas hizo posible y actual, a través del dirigismo, que los intelectuales
adquirieran una función de poder como “expertos”, no por eso lo intelectuales
como grupo social están condenados inevitablemente a ser absorbidos por la
nueva “burguesía de Estado”, ni la cultura ha dejado de ser la fuente de
tendencias y movimientos de radicalización política.

Esta visita nostálgica a la galería donde se alinean los grandes tipos


intelectuales de los últimos dos siglos sólo podría aceptarse como recorrido por
una tradición que ha sido cerrada por los hechos. La figura del intelectual tal como

civiles, etc.

34
se produjo en la modernidad clásica ha entrado en su ocaso. Las
transformaciones en los ámbitos económicos, sociales, culturales y tecnológicos
han dado origen a un intenso cambio en el estatus y rol de los intelectuales. Ante
la nueva situación mundial creada en los últimos años, los intelectuales de viejo
cuño no volverán a ser los únicos administradores de la globalidad. Por la crisis
en la que se hundieron con sus errores y por el nuevo clima que no tiene interés
en rescatar el estilo con el que construyeron sus aciertos, la autoridad perdida
difícilmente les será restituida en algún proceso restaurador de legitimidades. En
tamaña complejidad, los intelectuales en general han optado por un gran
escepticismo en los fines y un sorprendente pragmatismo en los medios; quienes
antes eran considerados intelectuales, hoy son los primeros en rechazarlo, y no
sólo porque hayan realizado a fondo la crítica del elitismo heroico de los
intelectuales modernos de viejo cuño. También por que las instituciones de la así
llamada postmodernidad han cooptado a los portadores del saber indispensable
para ejercer la crítica. Los intelectuales públicos, es decir hombres y mujeres cuyo
teatro era la esfera pública, han entrado por miles en una zona especializada de
lo público: la academia. Y en ella trabajan como expertos no como intelectuales.

Sin embargo, la función crítica, que, entre otras funciones tuvieron


los intelectuales - y las vanguardias - todavía ejerce un llamado poderoso porque
no se han desvanecido las injusticias que dieron impulso al fuego donde se
impugnaron poderes absolutos y legitimidades basadas en la autoridad despótica
y la concentración de riquezas.

¿Necesitamos de los intelectuales? ¿Es necesario que hayan voces


que hablen de aquello que no la concierne directamente: el conflicto entre judíos y
palestinos siendo cristiano; los negros, siendo blanco; los homosexuales, siendo
heterosexual; los mapuches, siendo mestizo; los pobres, aunque se viva en el
confort; los ricos, aunque su riqueza no afecte nuestro bienestar? ¿Son
preferibles los “ghettos” donde cada cual habla de lo suyo, a los espacios abiertos
donde cada cual habla, desde su saber y desde su interés, pero considerando
otros saberes y otros intereses? ¿Cómo pensar el tema del poder? ¿Cómo
explicar la razonabilidad de las prácticas sociales? ¿Cómo entender la relación

35
sujeto-objeto de conocimiento? ¿Cómo comprender y explicar nuestras propias
prácticas, como investigadores?

Si responder a esas preguntas aún tiene sentido, la cuestión doble


de quién habla y cómo se habla, no ha sido liquidada definitivamente, pese a la
crisis de la figura intelectual clásica. En la sociedad en la que vivi(re)mos, el
individualismo, el repliegue de la esfera pública, la baja credibilidad de los
políticos y de las instituciones políticas, la trivialidad y vulgaridad de los mass
media, el desplazamiento de la política letrada40 y la crisis de la escuela como
espacio de redistribución simbólica, producen un efecto de dispersión que no
puede confundirse con pluralidad de centros dinámicos, y una pobreza de
sentidos globales, que no puede confundirse con autonomía de los individuos.

El conocimiento, como ejercicio del pensar, o es crítico o no es,


puesto que el pensar implica la capacidad para interrelacionar y confrontar
distintas interpretaciones del mundo, lo que nos lleva a plantearnos preguntas y a
formular las interpretaciones dadas de forma permanente. Somos tan
responsables del pasado como del futuro, por que en el pasado están las tareas
no concluidas y las injusticias no compensadas. Quienes quieren hacer crítica del
presente, necesitan pensar en el pasado, que sólo llegará a ser una herencia
intolerable, cuando se la recibe sin someterla a una crítica radical.

40
Moulian, Tomás. De la política letrada a la política analfabeta. Lom Ediciones. 2004. Moulian plantea la
tesis de un proceso involutivo que estaría experimentando el ejercicio de la política, el que estaría a punto
de ser reemplazado por una pseudo política. Cuando la política agoniza y considera lo existente como
racional de por sí, la sociedad pierde su reflexión imperiosa sobre sí misma.

36
El Intelectual de Izquierda en América Latina.

“Entonces amó como si fuera la última vez


Besó a su mujer como si fuera la última
y a cada hijo suyo como si fuera el único
y atravesó la calle con su paso tímido.
Trepó a lo alto de la construcción como si fuera una maquina
Y levantó cuatro paredes sólidas
Ladrillo por ladrillo en un dibujo mágico
Sus ojos se llenaron de cemento y lágrimas.
Se sentó a descansar como si fuera sábado
comió un escaso arroz como si fuera un príncipe
bebió y sollozó como si fuera un naúfrago
bailó y río como si escuchara música
y se deslizó en el vacío con su paso ebrio.
Y flotó en el aire como si fuese un pájaro
y termino en el suelo como un paquete fláccido
y vivió su agonía en medio de los transeúntes
Y murió en contrasentido bloqueando el transito.”

Chico Buarque.
Construcción.
1969.

Los intelectuales siempre han cumplido una función crucial en las


sociedades y en la política latinoamericana. Desde la independencia y a lo largo
del siglo XIX, en parte por la importancia de las tradiciones europeas, en parte a
consecuencia de la debilidad de las instituciones representativas, intelectuales
claves ocuparon un espacio decisivo en muchas sociedades latinoamericanas.
Domingo Faustino Sarmiento participó en la fundación del ejército argentino, del
sistema de enseñanza y de la política migratoria y también en la racionalización

37
genocida de los pueblos originarios; y Rui Barbosa contribuyó a la abolición de la
esclavitud y a la instauración de la República en Brasil. Innumerables
historiadores, periodistas, políticos mexicanos, desde Valentín Gómez Farías
hasta Ricardo Flores Magón, coadyuvaron a la formación de la identidad nacional
de su país, lo mismo que el poeta José Martí luchó por la independencia cubana:
la tenue línea que separaba la actividad intelectual del activismo político sentó
una distinción también tenue entre ambos, tanto entonces como ahora. Era
frecuente que los partidos políticos no existieran o carecían de toda
representatividad; los sistemas electorales pecaban casi siempre de ser
puramente formales. La construcción de la nación seguía incompleta y en el vacío
que creaban ausencias, el intelectual brillaba.

Guardianes de la conciencia nacional, críticos en constante


exigencia de responsabilidad, baluartes de principios y rectitud, durante casi cinco
siglos, los intelectuales latinoamericanos, a través de sus escritos, enseñanzas,
discursos y otras actividades, sustituyeron a innumerables instituciones y actores
sociales. Estos, o bien eran incapaces o bien no estaban dispuestos a asumir
esas responsabilidades y las transfirieron a aquellos que, por una u otra razón,
podían cargar con ellas. Huelga decir que no todos los intelectuales
latinoamericanos, y ni siquiera una mayoría significativa, cumplieron esa función.
Pero sí lo hizo un número suficiente: a través de los años, en muchos países
latinoamericanos llegaron a ocupar un lugar que en realidad ninguna otra
sociedad les brindaba. Baste aquí recordar la notable influencia que en su día
ejercieron Bartolomé Mitre, Rómulo Gallegos, José Vasconcelos, Lucas Alamán,
Arturo Uslar Pietri y muchos otros intelectuales en casi todos los estados
latinoamericanos

Siguiendo un interesante argumento de la historiadora Sol Serrano,


el rol central de los intelectuales en el siglo XIX, habría consistido en la “función
de mediación; de mediación de la producción de conocimiento de los países del
centro y la sociedades locales”41 o periféricas. De manera tal, que este argumento

41
Serrano, Sol. Rol histórico de los intelectuales en Chile. Revista Proposiciones. Nº 24. Sur Ediciones. 1994.

38
va a contrapelo de lo comúnmente señalado por la explicación colonialista42, en el
sentido que está función mediadora no es pura recepción-imitación. Tiene en
consecuencia, un fuerte carácter creativo, al adaptar y traducir el conocimiento en
proposiciones para las sociedades locales.43 Corresponde a lo que Eisenstadt ha
definido como “intelectuales secundarios”, aquellos que toman en préstamo la
producción original de otros y que juegan un rol central en el proceso de
construcción y transmisión de la tradición; sirven como canales de
institucionalización y posibles creadores de nuevos tipos de símbolos de
orientación cultural, de tradición y de identidad colectiva.

A medida que avanzó el siglo XX, la intelligentsia latinoamericana


siguió desempeñando ese papel, en revoluciones y reformas, en la oposición a
golpes militares y dictaduras, en la educación, la cultura y los medios de
comunicación. Allí donde surgieron partidos políticos estructurados y verdaderos,
los intelectuales participaron en sus directivas o redactaron sus programas.
Cuando finalmente aparecieron los medios masivos de comunicación en algunos
países latinoamericanos, los intelectuales ocuparon sus salas de redacción y
escribieron sus páginas editoriales. Al estructurarse los sistemas modernos de
educación superior, los intelectuales contribuyeron a su creación o a su reforma,
confiriendo a los movimientos universitarios un alcance y una influencia duradera
que trascendían sus méritos intrínsecos iniciales. Y cuando se presentó la
oportunidad de gobernar, la abrazaron. Como lo demuestran las citas que siguen
de notables intelectuales brasileños de los años treinta, en su opinión, un
intelectual y un gobernante solían ser la misma cosa:

42
Respecto a la circulación de las ideas, es frecuente por su mayor visibilidad la perspectiva colonialista. Esta
interpretación asume que somos – en América Latina - sólo receptores-imitadores; argumentando que
recibimos aquello que las metrópolis deciden exportarnos y aquello que nuestras elites colonizadas
buscan para estar a tono. La versión marxista de este paradigma apunta a que cada clase social de la
periferia, a través de sus intelectuales orgánicos, va al centro a buscar las teorías que le sirven para
sustentar sus posiciones y reproducir sus intereses. Un agudo tratamiento del tema, aunque focalizado en
las redes de intelectuales conosureñas en la convulsionada década del ’60, puede leerse en: Eduardo
Devés Valdés, “La circulación de las ideas y la inserción de los cientistas económico-sociales chilenos
en las redes conosureñas durante los largos 1960”. Historia, Nº 37, Volumen II, julio-diciembre 2004,
pp 337-366.
43
Serrano, S. Op. cit p 165.

39
A juicio de Martins de Almeida, “la capacidad
de gobernar del hombre moderno depende de un
conocimiento especializado, de cultura sociológica,
de concepciones intelectuales”. Candido Mota Filho
afirmaba: “En la sociedad moderna, todo estadista
es más o menos un sociólogo”. Y según Mario de
Andrade, hablando en broma, “la sociología es el
arte de salvar rápidamente a Brasil”. Estas son
diversas maneras de proclamar que entre el oficio
del intelectual y el del gobernante hay una profunda
semejanza. También es … un modo de presentar su
candidatura a puestos de liderazgo político.44

En el pasado reciente, cuando América Latina sufrió los traumáticos


sucesos de los años setenta y ochenta – golpes de Estado, guerras civiles,
revoluciones y contrarrevoluciones, tortura y quema de libros – los intelectuales
siguieron ocupando la primera fila de la escena política. A través de la larga
noche de las dictaduras militares y las “guerras sucias” en Sudamérica, los
intelectuales denunciaron violaciones a los derechos humanos, resistieron los
intentos de censura y con frecuencia se convirtieron, con el riesgo de sus propias
vidas, en el núcleo de la resistencia a múltiples gobiernos autoritarios que
copaban el panorama de la política regional.

En Brasil, durante los años más difíciles de la dictadura, abogados y


periodistas, obispos, músicos, sociólogos y cantantes fueron figuras centrales,
primero en la dirección de la lucha contra la represión, y después, garantizando una
transición pacífica e inexorable, aunque prolongada. En esa época resurgió el
papel central que tradicionalmente desempeñaron los intelectuales en Brasil y se
les adjudicó a los sociólogos y economistas del país, junto con sus cantantes y
compositores. Científicos sociales como Hélio Jaguaribe, Francisco Weffort,
Fernando Henrique Cardoso, Cándido Mendes, Bolívar Lamounier y economistas

44
Daniel Pécaut. Entre le Peuple et la Nation: Les Intellectuels et la Politique au Brasil. Editions de la
Maison des Sciencies de L`Homme. París. 1989. pp 21-22.

40
como Celso Furtado fueron decisivos en la crítica a la dictadura militar y en el
esbozo de una alternativa. Cuando emergió la democracia, fundaron partidos
políticos, escribieron columnas semanales en la prensa de circulación masiva y
contribuyeron a guiar al país desde los problemas del pasado hacia los desafíos del
futuro.

En Argentina, psicoanalistas y periodistas, junto con escritores y


defensores de los derechos humanos, fueron a la vez víctimas y actores en la
lucha contra la guerra sucia. No fue por casualidad que el gobierno de Alfonsín,
que presidió el fin de la pesadilla, entregara la tarea de revisar el pasado y saldar
cuentas con él a una comisión encabezada por Ernesto Sábato, uno de los
principales novelistas del país. Y en Perú, donde un segmento sustancial de la
población se levantó contra el caos reinante, Mario Vargas Llosa, el escritor más
reconocido del país andino, fuera reclutado como candidato a la presidencia de
una nación al borde del precipicio.

Una explicación de lo anterior se halla en la naturaleza de las


brechas que los intelectuales siempre trataron de salvar con mayor o menor éxito.
En gran medida, desempeñaron un rol de intermediarios entre dos conjuntos de
actores que con frecuencia resultaron incapaces de comunicarse entre sí. Los
intelectuales se situaron con frecuencia justo en el intersticio entre América Latina
y el resto del mundo, y entre un Estado fuerte y una sociedad civil débil.

Desde la independencia formal, el hemisferio se erigió en un gran


importador de ideas, ideologías, teorías y doctrinas sociales. Ya en la época de la
Colonia, la importación de ideas y teorías creó el clima intelectual para la
independencia. A principios del siglo XIX se importó el liberalismo constitucional
de Europa y Estados Unidos, muchas veces con flagrante descuido de su
absoluta inaplicabilidad a nivel local. Mientras se redactaban, aprobaban y
promulgaban constituciones con credenciales liberales, impecables y con una
regularidad asombrosa, simultáneamente, las verdaderas características de la
vida nacional que predominaban eran las guerras civiles, la intervención
extranjera, el cautiverio, la privación de derechos civiles y hasta la esclavitud.

41
A principios del siglo XX, y con más intensidad a partir del segundo
decenio, se importaron el marxismo y el leninismo. No obstante, estas ideas
también se revelaron inaplicables a las condiciones de la época. La ortodoxia
marxista trató de formar partidos de clase obrera allí donde no había obreros,
distribuir una riqueza que no existía, y dirigir la revolución a nombre de un sector
de la sociedad que constituía la más pequeña de las minorías.

Los intelectuales se lanzaron a viajar por el globo en busca de


ideologías en venta, y asimilaron, empacaron y enviaron a su destino para
consumo local. Un sinnúmero de intelectuales latinoamericanos contemporáneos
vivieron en el extranjero: diplomáticos y escritores mexicanos, como Carlos
Fuentes, Octavio Paz, José Gorostiza y Fernando del Paso; muralistas que
pintaron tanto en París, Detroit, Nueva York, y Dartmouth como en México;
escritores del “boom” latinoamericano, desde Gabriel García Márquez hasta el
ciudadano francés naturalizado Julio Cortázar. No es casual que cuatro de los
cinco premios Nóbel de literatura latinoamericanos hayan ocupado cargos
diplomáticos: Octavio Paz, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y nuestros
poetas Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Es posible intentar una explicación de la
destacada función de los intelectuales en la sociedad latinoamericana. Emana en
parte del papel que desempeñaron como conducto entre una región ávida de
ideas, experiencias y doctrinas del exterior y el resto del mundo, donde se
producían y generaban. Los intelectuales latinoamericanos se parecen a los
venerables poetas y trovadores de la época homérica, que viajaban por el mundo
del Egeo con noticias, rumores y canciones, con la salvedad de que los
intelectuales latinoamericanos regresan a sus países con el caudal de ideas y
cultura adquirida.

Pese a todo, el efecto de esa situación privilegiada no es


exclusivamente positivo. En tiempos recientes, un buen número de participantes y
observadores de la escena intelectual latinoamericana han criticado y critican aún
la tendencia de muchos pensadores y analistas del hemisferio a adaptar sus
investigaciones y gustos a los del público internacional y de las fundaciones que
los financian. Desde la derecha del espectro político, Mario Vargas Llosa

42
denunció que el intelectual latinoamericano antinorteamericano complace al
“establishment cultural de Estados Unidos, haciendo y diciendo lo que se espera
de él, y confirmando todos los estereotipos de la visión latinoamericana del
mundo”. Desde la izquierda. James Petras impugna rotundamente esa deriva:

“Hace veinte años, era virtualmente imposible


encontrar en América Latina a un intelectual de
izquierda que estuviera dispuesto aceptar ser
financiado por fundaciones con fondos del exterior.
Hoy, raras veces se encuentra a un investigador que
tenga contactos con cualquier institución reconocida
y que no esté financiado por alguna de las
fundaciones europeas o norteamericanas,
importantes o menores. Y en el caso de muchos que
no reciben financiamiento, no es porque no tengan
reparos en ello, sino porque todavía no han
establecido los contactos o conexiones
adecuadas”.45

El comentario no es falso y tampoco del todo nuevo. La


internacionalización de los intelectuales latinoamericanos y su posterior
subordinación a los caprichos, dictados o simples inclinaciones de amigos y
fundaciones en el extranjero ha sido un tema constante en las discusiones sobre
el papel de la intelligentsia en la política del continente. Es cierto que en el
período del exilio en los años setenta y ochenta se engendraron vínculos más
estrechos a nivel internacional y el carácter específico del trabajo en cuestión fue
cambiando; toda América Latina sufrió una transformación dramática en su
afinidad con las influencias extranjeras. Es posible que lo que hicieron sus
intelectuales se asemejara simplemente a las transformaciones que sufrieron al
mismo tiempo sus gobiernos, empresas y trabajadores migratorios.

45
James Petras. US Hegemony Under Siege. Verso Books. Londres y Nueva York. 2001, p 147.

43
Ahora bien, esto explica sólo parte del fenómeno. El papel de los
intelectuales también tuvo su origen en la enorme brecha que existía entonces en
Latinoamérica, y que a menor escala perdura hoy, entre el Estado y la sociedad
civil, entre Estados tradicionales fuertes y sociedades civiles crónicas débiles:

“En un continente como América Latina, con


países que se caracterizan por una sociedad civil
débil, al intelectual se le imputan responsabilidades
exageradas que lo transforman en un tribuno, en un
miembro del parlamento, en un dirigente laboral, en
un periodista, en un redentor de su sociedad ante la
ausencia de las funciones que debería cumplir la
sociedad civil. A medida que esta última se fortalece,
el papel del intelectual disminuye, pero entretanto, el
intelectual es importante porque representa a la otra
elite. Latinoamericana ha sido un continente
gobernado por elites, por una elite de poder y por
una elite crítica, con una especie de diálogo entre las
dos”.46

Si se observa más de cerca el rol que con frecuencia los


intelectuales han cumplido en Latinoamérica, éste consiste en sustituir a alguien o
algo. Escriben, hablan, defienden o hacen lo que otras instituciones o grupos
generalmente realizan en otros lugares. Luchan por los derechos laborales en vez
que lo hagan los sindicatos; denuncian violaciones a los derechos humanos en
sustitución de jueces o tribunales; censuran la injusticia, la opresión y el fraude
electoral en nombre de partidos políticos inexistentes y escriben folletos en los
que revelan y condenan la corrupción en sustitución de una prensa amordazada o
autocensurada y convocan a la protección del medioambiente en sustitución de
grupos o asociaciones ecológicas embrionarias o aún por crearse. De acuerdo a
Norbert Lechner, los intelectuales, independientemente incluso de su filiación
ideológica, no han cesado de influir sobre la vida política de América Latina desde

44
los comienzos de la vida republicana “ …… han sido los especialistas en producir
o reproducir los valores y mundos simbólicos, las creencias y representaciones
colectivas, en fin, las ideas e imágenes que se hace una sociedad acerca de sí
misma”.47 En realidad el papel fundamental que se descarga en los hombros a
menudo frágiles de los intelectuales emana más de la falta de otros capaces de
cumplir este papel que de sus propios deseos, capacidades o méritos.

La causa de esta sustitución recurrente pareciera ser obvia, como lo


han destacado innumerables historiadores y estudiosos de la política y de las
sociedades latinoamericanas. Estas últimas evolucionaron sin desarrollar muchos
de los sectores fuertes de la sociedad civil que en otros países surgieron junto con
instituciones representativas, por lo menos formalmente. Ello se debe en parte a
que casi en todo el hemisferio el Estado surgió antes de que la nación estuviera
verdaderamente constituida como tal, y una vez creada la nación, condujo a la
existencia de un Estado demasiado poderoso en relación con la sociedad civil.
Aunque, como sucedió en el transcurso de gran parte del siglo pasado, el Estado
no era particularmente fuerte en términos absolutos, en términos relativos se
encumbró por encima de la sociedad civil. Sindicatos obreros, partidos políticos,
medios de comunicación de masas, cooperativas campesinas, son instituciones
que, si bien no estuvieron ausentes de América Latina en el pasado, carecieron
del vigor que alcanzaron en Europa o Norteamérica.

La izquierda intelectual latinoamericana es un producto directo del


papel que los intelectuales de toda índole desempeñaron en la política del
hemisferio por decenas de años. No todos, obviamente, y ni siquiera la mayoría
de los intelectuales destacados del continente fueron hombres y mujeres de
izquierda; y de ningún modo todos los intelectuales de izquierda fueron
especialmente notorios. Pero, en general, desde comienzos del siglo XX hasta
hace poco, muchos de los intelectuales latinoamericanos se situaron a la
izquierda del espectro político; aunque no dominaron el pensamiento o la política
de la región.

46
Carlos Fuentes. Entrevista Diario El País. Madrid. Septiembre de 1991.
47
Lechner, Norbert. Intelectuales y política: nuevo contexto y nuevos desafíos. En: Los intelectuales y los

45
La izquierda intelectual latinoamericana configuró una corriente bien
organizada y coherente de acción política y de orientación ideológica, que la
centro-derecha intelectual comenzó a formar hasta hace poco, cuando varios
antiguos miembros de la izquierda - Mario Vargas Llosa, Octavio Paz - la
abandonaron.48

La izquierda intelectual latinoamericana cumplió una función


primordial en la conceptualización y socialización de los regímenes nacional –
populistas de los treinta, cuarenta y cincuenta, ejerciendo una gran influencia en
la conservación de sus logros y su legado en la mentalidad de sus ciudadanos. En
los sesenta, cuando se aisló totalmente a la Revolución Cubana49 en la oficialidad
hemisférica, los intelectuales del continente sustituyeron en gran parte a
gobiernos y embajadas. Todo intelectual latinoamericano digno de su pluma, su
lienzo o su cancionero hizo su peregrinación a La Habana en un momento u otro.

El número de reuniones, congresos simposios y asambleas


celebrados en la isla desde el inicio de la Revolución hasta finales de los ochenta
es sorprendente. Además, hasta 1968, entre los intelectuales latinoamericanos
imperaba una especie de consenso en torno al apoyo a Cuba. Pero esta casi
unanimidad no perduró. Cuba ya no volvería a ser objeto de consenso. Las
rupturas variaron en intensidad: Vargas Llosa se convirtió en un crítico estridente
de todo lo que sucedía en Cuba; Fuentes nunca regresó, pero se negó a criticar
directamente la Revolución, por fuertes que fueran sus reservas. Algunos - como
Cortazar - brindaron otra oportunidad a Nicaragua,50 aunque los sandinistas no

dilemas políticos en el siglo XX. FLACSO. México, 1997, p 34.


48
Paz nunca fue un gran entusiasta, por ejemplo, de la Revolución Cubana, pero Vargas Llosa sí lo fue y
nunca lo negó: “A finales de los cincuenta y principios de los sesenta estuve comprometido políticamente
con causas e ideales de extrema izquierda. Como muchos latinoamericanos, mi entusiasmo por el triunfo
de la Revolución Cubana fue muy intenso. Cuando Fidel Castro entró en La Habana fue algo sumamente
importante para la izquierda en Latinoamérica. Yo estuve muy cerca de los ideales de la izquierda; la idea
del socialismo me resultaba sumamente atractiva”. Mario Vargas Llosa. Transforming a Lie into Truth.
En: A Writer’s Reality. Syracuse University Press. Syracuse. 1991, p 145.
49
Cuba tuvo un papel significativo en la articulación de redes de novelistas, ensayistas y críticos culturales
cosa que se explica por el alto nivel que esas disciplinas alcanzaron en la isla. Esto no guarda relación
alguna con lo que ocurría en el campo de las ciencias sociales, mucho más fuertes en el Caribe de los ’60
en los territorios anglófonos que en los hispanoparlantes. Para mayor información leer: Germán
Alburquerque. Los escritores latinoamericanos en los ’60: una red intelectual. Tesis de Magíster en
Estudios Latinoamericanos. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile. 2003.
50
Cortázar, Julio (1914 – 1984) Escritor argentino. Renovó el género narrativo, especialmente el cuento

46
vivieron una historia de amor con la intelligentsia latinoamericana como lo vivió
Cuba en los años sesenta. Muchos de los grandes escritores de esa época
trabajaron por La Habana en uno u otro terreno, pero pocos obraron igual veinte
años después por los comandantes de Managua.51

En los sesenta, no existían muchas dudas en torno al rol y a las


funciones del intelectual, era claro que tenían una especie de compromiso
histórico con la “verdad” (muy probablemente reminiscencias del affaire Dreyfus),
que defendían valores normativos abstractos y casi absolutos, como la verdad, la
justicia y la democracia, y que no se contentaban con propugnar valores de
validez parcial y relevancia limitada. En su autopercepción y ante los ojos de la
opinión pública se colocaban a menudo allende las nociones corrientes del bien y
del mal; se consideraban a sí mismos y eran vistos por los demás como personas
que tenían el privilegio de permanecer al margen de las contradicciones y
conflictos de su entorno, sin ser determinados a su vez por su posición o su
origen social. Por ello tal vez hasta la segunda mitad del siglo XX no se dieron
cuestionamientos científicos o políticos serios del rol de los intelectuales. Como
anota María Susana Arrosa Soares, “la desacralización del intelectual y el
desencanto con sus funciones constituyen procesos recientes, lo que a su vez ha
provocado polémicas corporativas en torno a su propio proceso identitario”.52 En
pocas generaciones los intelectuales han devenido de conciencia crítica de la
nación a meros expertos en legitimación.

breve, tanto en la estructura como en el uso del lenguaje. Nació en Bruselas, Bélgica. Luego sus padres se
trasladaron a Buenos Aires. Estudió en la Escuela Normal de Preceptores y fue profesor de Lengua y
Literatura francesas en varias Universidades de la provincia de Buenos Aires, y más tarde en la
Universidad de Cuyo. En 1951 gana una beca para realizar estudios en París, ciudad en la que residirá
hasta su muerte. En octubre de 1979 visita Nicaragua y desde entonces se dedica a apoyar y a servir a la
Revolución Sandinista. Algunos de sus libros fueron utilizados en la campaña de alfabetización del país
centroamericano. En 1983 se publicó Nicaragua tan violentamente dulce. En 1984 regresa a Nicaragua
donde es homenajeado por el ministro de cultura, el poeta Ernesto Cardenal, quien a nombre del gobierno
sandinista le entregó la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío. Mantuvo a lo largo de su vida,
un compromiso político activo, sobre todo en defensa de los derechos humanos. Su obra literaria más
innovadora fue Rayuela (1963).
51
En retrospectiva, el apoyo de los intelectuales a Cuba fue decisivo, como lo fue su devoción a la causa.
Cuando García Márquez contempló esos años, rememora: “Solo ahora podemos ver cuán orgánicos
éramos y qué útil fue en realidad para la Revolución Cubana todo ese apoyo intelectual”. García
Márquez. Diario El País. Julio de 1992.
52
Arrosa Soares, María Susana. “Apresentaçâo”, en: Arrosa Soares, María Susana. (Compiladora) Os
intelectuais nos processos políticos da América Latina. Porto Alegre. Editora da Universidade Federal do
Rio Grande do Sul. 1985, p 08 y siguientes. Esta compilación de ensayos, representa una obra pionera en

47
En los setenta, los intelectuales de la época mantuvieron sus
papeles prominentes y participaron con frecuencia en puestos de dirección de los
movimientos revolucionarios que surgieron en Centroamérica y en la resistencia
a los BA del Cono Sur. No fue casual que muchos de los insurgentes de las
insurrecciones nicaragüenses y salvadoreña hubieran cursado sus talleres
prácticos de la ciencia revolucionaria en las universidades del istmo, dirigidos por
miembros de la izquierda laica o jesuita.

En los ochenta a medida que avanzaba la transición hacia


regímenes menos autoritarios, la izquierda intelectual latinoamericana aumentó su
participación en la política de la región. Los intelectuales conceptualizaron,
negociaron, narraron y muchas veces dirigieron el proceso transición política
hacia el gobierno civil, el respeto a los derechos humanos y la construcción y
consolidación de instituciones democráticas.

el campo de la sociología política de los intelectuales latinoamericanos y grupos afines.

48
El tránsito teórico de la izquierda intelectual: Desde la revolución
a la transición.

“Insistir que aquí hay un pacto, sin poder aún


dilucidar – lo confieso – si es de naturaleza explícita o
tácita, lleva la discusión a un plano histórico más concreto
que las tesis más convencionales que sostienen que
estos intelectuales son unos conversos o traidores natos.”

Alfredo Jocelyn-Holt.
Los Intelectuales-Políticos Chilenos.

“Imaginen ustedes, dice, un movimiento radical que hubiera sufrido


una enfática derrota. Tan enfática, en efecto, que le resulte improbable resurgir en
el tiempo de vida de sus miembros, si acaso. La derrota que tengo en mente no
es el tipo de rechazo al cual la izquierda política se halla depresivamente
acostumbrada; sino una repulsa tan total y definitiva que parece desacreditar los
propios paradigmas con los cuales esa izquierda tradicionalmente ha trabajado.
Ya no cabría, por tanto, defender esos conceptos apasionadamente sino que
bastaría con otorgarles el suave interés del anticuario cuando contempla la
cosmología ptolomeica o el escolasticismo de Duns Scotto. Tales conceptos y el
lenguaje actual de la sociedad semejarían estar ya no tanto en feroz pugna como
ser, sencillamente, inconmensurables – cual lenguajes de diferentes planetas más
que de naciones adyacentes -. ¿Qué ocurriría si la izquierda se encontrara de
pronto no sólo apabullada y sobrepasada sino completamente descolocada,
hablando un discurso tan fuera de tono con la modernidad que, como el lenguaje
del gnosticismo o del amor cortesano, nadie siquiera se preocupara indagar sobre
el valor de su verdad? ¿Qué si la vanguardia deviniera un remanente; sus
argumentos aún inteligibles pero alejándose velozmente hacia alguna estratosfera

49
metafísica donde se convirtieron nada más que en un apagado grito? ¿Cuál sería
la reacción de la izquierda política frente a ese tipo de derrota?53

La caída de los socialismos reales54 funcionó sin lugar a dudas como


divisor de aguas para la izquierda en América Latina y en nuestro país. En la
superficie por lo menos, la debacle del Este y el fin de la Guerra Fría le asestaron
un golpe terrible; pero en realidad, las cosas han sido más complejas. Por una
parte, la desaparición y el descrédito de los socialismos reales obviamente que
provocó grandes daños a la izquierda en Latinoamérica y en todas partes. Por
otra, las condiciones en América Latina que dieron origen y legitimidad a la
izquierda en el pasado imperan tanto ahora como siempre. En buena medida, el
efecto más nocivo del fin de la Guerra Fría sobre la izquierda latinoamericana ha
sido la sensación generalizada de derrota. Esta sensación deriva de la conexión
real o imaginaria de la izquierda con el socialismo existente. Para la izquierda, la
caída del socialismo en Europa Oriental (1989) y en la Unión Soviética (1991)
representó el fin de una utopía motivadora y real que llegó a tener casi un siglo
de antigüedad. De hecho, la idea misma de una alternativa totalizante al statu quo
fue puesta en entredicho. A tal punto, que se ha tornado casi imposible que la
izquierda piense fuera de los parámetros existentes de la realidad latinoamericana
de nuestros días. Además, la idea misma de revolución, crucial para el
pensamiento radical latinoamericano durante décadas, perdió su significado55. En
palabras de José Aricó:

“Es necesario trasladar el paradigma del


antiguo pensamiento a las nuevas situaciones,

53
Eagleton, Ferry. “The Illusions of Postmodernism”. Extracto del discurso leído con ocasión del 40º
aniversario de la FLACSO – Chile; por José Joaquín Brunner. Santiago de Chile. 28 de abril de 1997.
54
Con esta denominación la literatura especializada solía llamar a las sociedades post-revolucionarias de
cuño soviético y/o a las edificadas a imagen de aquellas en el Este de Europa tras la segunda guerra
mundial. Sobre las implicancias teóricas – discusión significativa - que el uso del término comportaba,
léase: Tras El Diluvio. La izquierda ante el fin de siglo. Ludolfo Paramio. Siglo XXI Editores. México
Distrito Federal. 1988, pp 31 – 48.
55
En las ciencias sociales latinoamericanas tuvo lugar, particularmente en la década de los ’80, el tema de la
llamada “crisis de paradigmas”, en ese ámbito hubo gramáticas que plantean la bancarrota de los antiguos
discursos modernizantes en sus expresiones “desarrollista” y “revolucionaria”. Al respecto léase los
excelentes aportes de: Mires, Fernando. Continuidad y ruptura en el discurso político. En: Revista Nueva
Sociedad. Nº 60, Caracas, 1987; y Sonntag, Heinz. Duda, certeza, crisis. La evolución de las ciencias
sociales de América Latina. UNESCO. Editorial Nueva Sociedad. Caracas, 1988.

50
porque la idea de revolución se ha conmocionado de
arriba a abajo con el derrumbe del Este”.56

¿De qué modo estas transformaciones fueron reconfigurando las


identidades y significados de la polis y de la política a nivel local?

Es curioso el proceso ocurrido en Chile, dado que al comenzar la


década del ’80, la mayoría de los analistas, coinciden en señalar que sólo muy
reducidos grupos radicales mantuvieron en el Occidente desarrollado, la vieja
creencia en que la revolución, el colapso violento de un régimen anterior, puede
dar origen a una sociedad libre y emancipada; por el contrario comenzaba a
identificarse a la revolución con el nacimiento de regímenes autocráticos. Sin
embargo, la izquierda chilena, que convergía en el MDP, y más específicamente
el Partido Comunista, estaba fraguando el gran cambio, el viraje hecho público en
1980.

Coincido con Moulian, cuándo sostiene que desde el punto de vista


analítico, lo más interesante que le ocurre al PC en esta etapa, es el desfase
histórico que expresa su estrategia insurreccional57 (“todas las formas de lucha”),

56
José Aricó. Entrevista Diario El Clarín. Buenos Aires. 10 de diciembre de 1989. Aricó, José María (1931–
1991). Intelectual argentino. Autodidacta brillante. Lector voraz. Desde joven en su natal Córdoba leyó y
socializó la obra de Antonio Gramsci, lo cual representa un hito fundamental en su posterior reflexión
sobre el socialismo. A raíz del golpe de Estado en Argentina, el 24 de marzo de 1976, como tantos otros
intelectuales argentinos, viajó al exilio en México. Allí se incorpora a la Universidad, dictando cursos y
conferencias (UNAM y FLACSO) e ingresa a trabajar a la editorial Siglo XXI, desarrollando una notable
labor editorial, que le valió gran reconocimiento al dar a conocer, en muchos casos, por primera vez en
español, obras de teóricos como Bauer, Kautsky, Berstein, Grossmann y del propio Marx. A su regreso a
la Argentina, junto con su amigo Juan Carlos Portantiero fundaron en Buenos Aires la revista Ciudad
Futura y también el Club Socialista, que luego de su muerte llevaría su nombre. Su obra consta de
numerosos artículos, ensayos y libros, entre ellos: Mariátegui y los orígenes del marxismo
latinoamericano (1978); Marx y América Latina (1980). En 1999 se editaron dos libros póstumos: La
Hipótesis de Justo: Escritos sobre el socialismo en América Latina, de Editorial Sudamericana y
Entrevistas: 1974–1991, a cargo del Centro de Estudios Avanzados de la UNC. La temprana desaparición
de Aricó interrumpió una de las más originales reflexiones críticas sobre la teoría política marxista
realizada en América Latina, durante la segunda mitad del siglo XX. Para mayor información consultar:
www.clubsocialista.com.ar o www.arico.unc.edu.ar.
57
“La vemos como una sublevación o una insurrección de masas que englobará a toda la población, la mayor
parte de las fuerzas políticas y sociales y, esperamos, también a una parte de las FFAA que está contra la
dictadura. Se trata de llegar a un estado de rebelión generalizada que pueda paralizar al país:
levantamientos populares en los principales centros urbanos, con la participación decidida del
proletariado industrial, de los estudiantes, de las capas medias y de los campesinos”. Declaraciones
realizadas por Luis Corvalán, a la sazón, Secretario General del Partido Comunista de Chile, en Octubre
de 1985.

51
58
en momentos que se iniciaba la fase constitucional de la dictadura, en
circunstancias, que en la fase terrorista59 planteaba una línea de acuerdos que
privilegiaba la unión de todas las fuerzas democráticas, para formar un frente
antifascista. El propio Moulian se pregunta ¿Qué lo movió en esa dirección más
radical? La certeza que la dictadura había conseguido crear su propio régimen de
transición, el cual al imponerse generaba evidentes condiciones de posibilidad
para su reproducibilidad de largo plazo.

Vayamos a la facticidad del proceso: “1986: El año decisivo”, así


rubricaba el Partido Comunista al año en cuestión, reflejo de su potencial
operativo, cada vez con mayor visibilidad en la escena pública y de su entusiasmo
por el protagonismo de las masas. Lo cierto es que 1986, fue un año paradójico,
por cuanto se nos presenta a la distancia como el momento de máxima agitación
y despliegue de la vía insurreccional de combate frontal a la dictadura, pero, a su
vez, como el año que marca el despegue definitivo de la alternativa transicional de
negociación pactada y de reconocimiento del itinerario institucional previamente
diseñado por la intelligentsia del régimen militar.

58
Moulian entiende la fase constitucional en los siguientes sentidos: La dictadura constitucional contó con un
cuerpo de leyes políticas que no generaban obligaciones inmediatas, pero sí operaban como recurso de
legitimación, en especial para soportar el período de crisis económica que tuvo como consecuencias
severas repercusiones políticas para el régimen, cuyos momentos más desestabilizadores fueron en los
años 1983 – 1986; debió someterse a un calendario de “transición” que fijaba plazos máximos para
aprobar las leyes orgánicas constitucionales y realizar el plebiscito sucesorio y debió poner en
funcionamiento un Tribunal Constitucional que actuó con cierta autonomía y en ocasiones generó
contrapesos jurídicos a las decisiones de la Junta Militar. Moulian, Tomás. Op cit; pp 273 y 274.
59
Del mismo modo Moulian conceptualiza la etapa terrorista de la dictadura como aquella fase “en la que el
derecho, que define lo prohibido y lo permitido, y el saber que define el proyecto se imponen
privilegiando los castigos. El orden se afirma sobre el terror. Este tiene la principal valencia en la
combinación de recursos de poder. Para que ello ocurra, la capacidad del Estado de actuar sobre los
cuerpos no puede estar limitada ni por el derecho ni por la moral, ella debe poseer flexibilidad, elasticidad
absoluta. Pero, para que esa total plasticidad sea alcanzable, no basta disponer de toda la capacidad legal.
Más importante, es que haya emergido una capacidad subjetiva, la de actuar con crueldad, la de sentirse
por encima de la moral convencional.” Los principales rasgos de esta fase terrorista, según el autor serían:
el derecho se fundaba en procedimientos absolutamente formales, autonomizados de toda fuente de
legitimidad; la capacidad de legislar se concentraba en un aparato de las FF.AA. y no en un poder estatal
diferenciado; el saber teórico, orientado a guiar las opciones políticas, no funcionaba como sistema de
proposiciones confrontables sino como sistema dogmático, como ortodoxia; el terror tuvo absoluta
elasticidad y en él se sostenía básicamente el orden, siendo anulada la posibilidad de movilización política
así como la posibilidad de cuestionar los actos de poder.” Ibid, pp 171 y 172. Cabe destacar que la
conceptualización del “Estado terrorista” fue aplicada por primera vez por Marcio Moreira Alves, para el
caso específico de Brasil en la década del ’70. Para mayor información. Ver: Moreira Alves, Marcio.
1972. “Urban Guerrillas and the Terrorist State”, en Jon Rosenbaum y William Tyler. Editores.
Contemporary Brazil: Issues in Economic and Political Development. Nueva York. Praeger.

52
¿Cuáles son los acontecimientos más relevantes que se encuentran
historizando 1986?

Acontecimientos tales como el paro nacional de los días 2 y 3 de


julio; el descubrimiento por parte de los aparatos de inteligencia de las Fuerzas
Armadas de un profuso como “sorpresivo” arsenal de armas - internado por el
Frente Patriótico Manuel Rodríguez, aparato armado del Partido Comunista - en la
localidad nortina de Carrizal Bajo (agosto de 1986); y el frustrado magnicidio60,
dosis de “fortuna”61 mediante, en contra del General Pinochet en el Cajón del
Maipo (septiembre de 1986) son la clara manifestación de que la alternativa
insurreccional era “algo más” que una propuesta teóricamente esbozada y
performativamente voluntarista. Ello produjo, además del evidente temor político,
en los sectores vinculados al interés por la negociación política como formula de
salida al régimen autoritario, la urgente necesidad de copar, a cualquier costo, el
itinerario político, cerrando el paso a la vía insurreccional. A cualquier costo, por
cuanto tal alternativa se reinstalaba aún con la fallida experiencia de las
negociaciones del año 198362, cuando las primeras protestas masivas obligaron al
régimen a una apertura política controlada y encabezada en ese entonces por el
Ministro del Interior, Sergio Onofre Jarpa.

60
Bajo el código “Operación Siglo XX”, el magnicidio había sido sigilosamente preparado. En la estrecha
ruta que baja de San José de Maipo, donde converge el camino que comúnmente seguía el general
Pinochet desde su residencia en El Melocotón a Santiago, un destacamento del FPMR tendió la
emboscada al dictador. Vigías discretos ubicados en lugares estratégicos, un equipo de asalto bien
adiestrado y dotado de fusiles ametralladoras y lanzacohetes, vehículos de repliegue, casas de seguridad;
aparentemente nada faltaba. Salvo que la “fortuna” estaba de parte del general, porque esa tarde del 07 de
septiembre de 1986, cuando la caravana del jefe de gobierno fue bloqueada y atacada por los
combatientes del FPMR, nadie comprende cómo el chofer de Pinochet, en medio del fuego cruzado, logró
maniobrar el auto blindado - pese al fallido impacto de un rocket que se trabó - hacer retroceder el
vehículo y lograr escapar en la dirección de El Melocotón. En: Hertz, Carmen y Verdugo, Patricia.
Operación Siglo XX. Ediciones Ornitorrinco. Santiago. 1990.
61
Uso el término “fortuna” en el sentido que le da Maquiavelo en El Príncipe. Se trata de una categoría
residual que intenta capturar el conjunto de factores imprevisibles e incontrolables que influyen en una
situación. No dice relación alguna con el concepto de “providencia” o cualquier equivalente que postule
la intervención de entidades metafísicas en los asuntos humanos.
62
Me refiero al frustrado diálogo, que se inició entre el gobierno de facto y la oposición, a esa alturas
autodenominada Alianza Democrática, diálogo, mediado por el arzobispo de Santiago, Monseñor Juan
Francisco Fresno. En aquel instante la oposición exigía: Asamblea Nacional Constituyente, una nueva
Constitución Política, la renuncia del General Pinochet y un gobierno provisorio de “transición”. En:
Historia del siglo XX chileno. Op cit p 329.

53
De este modo, 1986 marca la separación definitiva de la oposición
política al régimen militar, en dos sectores claramente diferenciados: los que
planteaban la alternativa insurreccional63, y quienes instalaban la necesidad de la
negociación política con el régimen militar para poner fin a la situación de empate
político entre régimen militar y oposición política.

Ahora bien, es en relación con este segundo sector, en donde se


despliega el diseño, la producción y acción teórica de la así llamada “sociología
transicional”, una sociología que es el fruto de un complejo proceso de
configuración de la temáticas de interés de los horizontes políticos, y que al decir
de Tomás Moulian, presenta una estrecha vinculación, en sus orígenes, con el así
llamado movimiento de “renovación socialista”, del cual se hace preciso hacer una
breve mención.

El movimiento de la “Renovación Socialista” comienza sus primeros


años de vida casi con el nacimiento mismo de la dictadura militar chilena. Tal
movimiento bien puede ser caracterizado, en su doble dimensión político -
ideológica, como un resultado previsible de la magnitud de la derrota histórica de
1973, derrota que dio brutal cuenta de los límites objetivos de la así llamada “vía
chilena al socialismo”, y que condujo, a fin de cuentas, a un cuestionamiento
general de las lógicas políticas propias del contexto chileno anterior a 1973.

Aspectos centrales del proceso de renovación del socialismo criollo


lo constituyen, entre otros, la ruptura, gradual pero sostenida, con el marxismo
leninismo; un distanciamiento del modelo clásico de la izquierda chilena respecto
a la “vía al socialismo”; una crítica a la visión instrumental de la democracia
política; distanciamiento crítico respecto a la homologación entre las categorías de
nación, país y sociedad, y las categorías de clase o movimiento popular.64

63
El actual Presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier, refiriéndose a Carrizal y al intento de
tiranicidio (sic), manifiesta, en una columna de opinión, que “estos hechos aseguraron la búsqueda de la
salida pactada. Los mismos que promovieron el golpe, Estados Unidos, en primer lugar, ahora le
amarraban las manos a Pinochet. En la misma medida que se potenciaba la salida pactada, se debilitaba
la posibilidad de una salida popular.” El Mostrador.cl. 11 de Enero de 2007.
64
En relación a los aspectos puestos de relieve en este párrafo, una descripción detallada se encuentra en
Garretón, Manuel Antonio. “Socialismo Renovado y Democracia”. En: Reconstruir la política. Transición

54
Tal como indicara más arriba, el proceso de renovación del
socialismo chileno comienza a desarrollarse desde los inicios mismos del régimen
militar. Tal proceso decantó en una lenta pero sostenida división del Partido
Socialista en torno a dos estrategias que, tras de sí, comenzaban a dar cuenta de
diferencias doctrinarias e ideológicas insalvables. Es así como “Aniceto Rodríguez
en Caracas; José Antonio Viera-Gallo y otros redactores de la Revista Chile-
América desde Roma; Jorge Arrate en Holanda, plantearon críticas sustantivas al
proyecto de la Unidad Popular y a su estrategia política. La dicotomía dirección
interna-exilio y la multiplicidad de centros externos de dirección dio lugar a
crecientes discrepancias y competencia por la conducción entre los diversos
líderes del partido, factores que, añadidos a las miradas discrepantes sobre el
pasado, terminaron en 1979 por producir el quiebre del Partido Socialista.”65

Una vez producido el quiebre definitivo de la izquierda chilena,


manifestado en la división de la estructura partidaria del PS, al interior del sector
renovado comienza a circular un segundo eje de renovación socialista,
proveniente del campo de las ciencias sociales.66

La renovación, vista en la clave del campo de las ciencias sociales


en general y de la sociología en particular, presenta como uno de sus
componentes centrales la manifestación de un vertiginoso giro desde lo que se
denomina “la centralidad de la revolución”, hacia la revalorización de la

y consolidación democrática en Chile. Andante. Santiago. 1987.


65
El “Pleno de Argel” realizado por los socialistas en 1978 se constituyó como el hito que determinó la
división al interior del Partido Socialista. Tal división se materializó en 1979, cuando en el mes de febrero
un pleno realizado al interior del país resolvió el cambio de la secretaría general del Partido nombrando a
Clodomiro Almeyda en reemplazo de Carlos Altamirano. El sector que impulsaba la renovación,
encabezado por el mismo Altamirano, promovió la constitución de un bloque opositor amplio, tras cuyos
pasos se organizó la denominada “Convergencia Socialista”, integrada por la facción socialista de
Altamirano, el MIC, el MAPU y el MAPU-OC. Ya en estas circunstancias, la división estaba sellada.
66
Al respecto Moulian señala. “ …… el movimiento de renovación empieza casi inmediatamente después
del golpe. Un año después, o una cosa así. Afuera, en el exterior, a través de la revista Chile-América
…… y en el interior, a través básicamente del trabajo de Garretón y mío, que se reduce en una
investigación sobre el período 1970-1973 … la tesis básica es que no se cumplen las condiciones de la vía
chilena al socialismo, porque tal vía era una vía de tránsito institucional, y para eso se requería de
mayoría en el Congreso Nacional. Y, en vez de eso, se ponían en marcha reformas extra-parlamentarias
que tensionaban al sistema político”. Entrevista a Tomás Moulian.

55
Democracia67, en tanto único régimen político dentro de cuyos márgenes se
tornan legítimas las aspiraciones de transformación social.

El giro se fundamentaba en atención a la crisis de los consensos


básicos de las sociedades políticas latinoamericanas, y en especial de Chile,
provocada en gran parte por el despliegue de una concepción egocéntrica de la
política, concepción que, negando el fundamento mismo de la democracia
política, no podía tener otro resultado que el incentivo del autoritarismo como
respuesta a las tendencias centrífugas de la sociedad. Reconocer la necesidad de
una renovación política, en este sentido, no sólo significaba una opción, sino que,
en términos radicales, una necesidad de reconocimiento del carácter secularizado
de la moderna política: ”…la izquierda necesita un cultura política que reconozca
el pluralismo social, que abandone las ilusiones religiosas y deje de lado el
espejismo de la utópica sociedad reconciliada y sin conflictos, transparente y
armoniosa…”68

El siguiente relato de Eugenio Tironi, representa un momento de


inflexión notable por su desenfado y pragmatismo, y sobre todo por cuanto traza
los contornos de una profecía auto cumplida, en momentos que el futuro local y
global era absolutamente incierto:

“Si alguna duda quedaba, 1980 se encargó de


disiparla: se ha iniciado una nueva época histórica
en el mundo entero. ¡Cuántos mitos se desfondaron!,
¡cuántos símbolos se desvanecieron!, ¡cuántos
ídolos fueron aplastados durante este primer año de
la nueva década!

67
Como lo demuestra la asertiva opinión de Ángel Flisfisch – uno de los intelectuales orgánicos más
gravitantes de la renovación socialista – al señalar en 1987 que “la preeminencia y centralidad que ha
adquirido la idea de la democracia, no sólo como tema de la reflexión teórica y de la elaboración
ideológica, sino a la vez como ideal práctico, orientador de las luchas políticas, y como una cuestión
principal que gravita con altísima intensidad en las consideraciones, definiciones y decisiones estratégicas
es hoy dramática y visible”. La Política como compromiso democrático. Ángel Flisfisch. FLACSO.
Santiago de Chile. 1987 p 154.
68
Paramio, Ludolfo. “Del radicalismo reivindicativo al pluralismo radical”. En: Lechner, Norbert (comp):
Cultura y democratización. FLACSO, ICI.

56
No solamente el asesinato de Lennon. Es
también Pinochet que saco adelante su plebiscito y
su constitución. Los miles de cubanos que huyeron
de su isla hipnotizados por la reluciente vida de su
parentela en Miami; los obreros de Polonia
rebelados contra el gobierno de los obreros polacos;
y la viuda de Mao en el estrado de un juicio de
pacotilla (sic). Y es Reagan que desde su caballo y
con el águila imperial en su mano, arrolló con el
liberalismo norteamericano de otros tiempos.
También Althusser, el profeta que se reveló ahora
como un maníaco depresivo peligroso. Y la izquierda
europea congelada frente al horror de una crisis
social que no puede soslayar y que deja en el aire a
su discurso tradicional.

Creo que es el ocaso – en el mundo entero - de


aquellos que protagonizamos ardorosamente esa
otra época, la de las décadas del ’60 y ’70. Los que
fuimos educados en la ideología del progreso. Los
de ese tiempo desbordante de energía en que la
historia se presentaba como desafío colectivo, con
modelos de futuro perfectamente ensamblados y
catálogos de respuestas para todas las preguntas.
Ahora para nosotros, esa idea de progreso se nos
vuelve asfixiante, los modelos sospechosos y el
destino más humilde y personal.

No se trata de seguir mirando el presente con


ojos del pasado, ni de rehuir los problemas de ahora
para quedar atados eternamente a la nostalgia. Ha
cambiado el escenario histórico y es obligatorio
reconocerlo. Hay que edificar una nueva esperanza.

57
Situarnos en medio de los cambios, descifrar los
nuevos sentidos de la historia, alentar las nuevas
energías transformadoras, responder a las nuevas
demandas sociales. Otras categorías, otro lenguaje,
otros sujetos. Debemos sacudirnos hasta la médula
de los huesos.

Si alguien se atreviera, todo empezaría a ser


distinto, aunque nadie lo notara. El año que termina,
parece no dejar otra alternativa. Por eso fue un buen
año y el que se ha iniciado será mejor: será el
primero de nuestra nueva época”.69

Ahora bien, ya con la división producida al interior del Partido


Socialista en 1979, y con mayor fuerza a partir del rumbo sucesivo del proceso
político chileno, quedaba claro que la preocupación por nuevas temáticas de
análisis, y la revalorización del interés por la democracia que se produce al interior
del campo teórico de las ciencias sociales, presentaban un estrecho correlato con
los procesos de renovación en el ámbito de la política y de la acción política
militante. Sociología y Política, una vez más, comenzaban a vincularse
estrechamente.

Ya hacia 1983, el movimiento de renovación cristalizado en la


práctica sociológica comenzaba a manifestarse públicamente, instalándose ahora
ya con fuerza el término, recogido de la tradición sociológica, de Transición: “Lo
que pasa el año 1983 es que justamente por la crisis y las propuestas, hay una
especie de espacio que se abre, con la aparición de las revistas opositoras ……

69
Eugenio Tironi. (columnista). Artículo: Nueva Época. Revista APSI Nº 91. Del 27 de enero al 09 de
febrero de 1981; p 4. Eugenio Tironi, sociólogo, era uno de los intelectuales orgánicos de la izquierda
renovada, más influyentes en tiempos de dictadura, formaba parte de Sur - Centro de Estudios Sociales y
Educación, una de las ONG de mayor producción intelectual de la época, que recibía aportes de SAREC.
Agencia Sueca para la Cooperación y la Investigación. Al asumir el primer gobierno civil
concertacionista, Tironi fue designado Director de Comunicación y Cultura del Ministerio Secretaría

58
Entonces, en esa coyuntura empiezan a aparecer debates y libros. Aparece un
libro de José Joaquín Brunner sobre la cultura autoritaria; aparece un libro mío
que se llama Socialismo y Democracia, pero que recoge artículos del período
anterior; aparece un libro de Garretón sobre el sistema político chileno, y se
empieza a meter (sic) la palabra transición. La palabra transición es una jerga
antigua que cambia totalmente de contenido: transición, en el lenguaje marxista,
significaba transición “de un modo de producción a otro”.70 El uso del término, en
este caso, reconoce sus fuentes en el vocabulario marxista latinoamericanizado,
que prontamente dejó de ser utilizado cuando comenzó a empoderarse en las
prácticas discursivas el término transición a la democracia. Las incursiones de
Marx, Engels y los revolucionarios rusos Lenin y Bakunin teorizando sobre
problemas de alcance general y sobre aspectos particulares de la temática, fueron
utilizados en la región no siempre literalmente. Podemos encontrar una vasta
bibliografía producida durante loa años sesenta y setenta, centrada e las

General de Gobierno, por el Presidente Patricio Aylwin.


70
Como análisis del presente y visión del pasado están necesariamente integrados en el materialismo
histórico, la historia reaparece con frecuencia en medio del análisis económico y su papel en el conjunto
de la teoría es recordada explícitamente por Marx en el prólogo de la Contribución a la crítica de la
economía política, en un texto que resulta de interés citar por el hecho que fue utilizado, una y otra vez,
como canon doctrinal del marxismo latinoamericanizado. Allí Marx nos indica, que “Al llegar a una
determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción
con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las
relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las
fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución
social”; de este modo, la base material de la transición de un modo de producción a otro, se caracteriza
por una no-correspondencia entre las viejas relaciones de producción dominantes que entran en
contradicción con el grado de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas. Pues bien “ninguna
formación social desaparece antes que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de
ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes que las condiciones materiales
para su subsistencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua.” Esta transición de un
modo de producción a otro se realiza siempre dentro de una formación determinada. Lo que ocurre
primeramente es que, en la estructura económica compleja de dicha formación social, donde coexisten
diferentes relaciones de producción, una de las relaciones de producción hasta entonces subordinada
empieza a adquirir un papel cada vez más importante, hasta que llega a constituirse en la relación de
producción dominante a nivel de la estructura económica. Ahora bien, como la estructura jurídico-política
e ideológica de dicha formación social no ha cambiado, tendiendo a favorecer las antiguas relaciones de
producción dominantes, se hace necesario que la clase que representa las nuevas relaciones de producción
conquiste el aparato de Estado para cambiar las condiciones ideológicas y jurídico-políticas que frenan el
desarrollo de las nuevas relaciones de producción. En la transición del capitalismo al socialismo son las
relaciones jurídico-políticas las primeras en establecerse. La toma del poder político por la clase obrera o
por la clase obrera y sus aliados crea las condiciones que permiten establecer las relaciones de producción
sociales y las nuevas relaciones ideológicas que permitirán un pleno desarrollo de las fuerzas productivas,
base necesaria para el establecimiento final de la utopía comunista. Ver: Prólogo de la contribución a la
crítica de la economía política. Publicado originalmente en el libro. Kart Marx. “Zur kritik der politischer
oekonomie”. Restes Helf. Berlín, 1859. En: Kart Marx. El Manifieto Comunista y otros ensayos. Sarpe.
Madrid, 1983.

59
discusiones sobre los tránsitos. Desde uno de usos epocales, la misma indicaba
una forma abstracta de devenir en donde cualquier sociedad, entendida como
formación económica –social, se encontraría en transición. Por otro lado, podía
indicar el trazo específico de determinados períodos históricos: el tránsito de un
modo de producción de determinada formación económica-social a otra. Ahí
había transición. También hablaban de transición los sociólogos, para referirse al
“tránsito de la sociedad tradicional a la moderna”.71 O’Donnell toma esa palabra
para definir las dictaduras de nuevo tipo, como él las llama. O sea, estas
dictaduras con las Fuerzas Armadas instaladas institucionalmente en el poder.
Pero transición aquí quiere decir que (el régimen autoritario) está colocado en
oposición al totalitarismo, porque en los regímenes totalitarios no puede haber
transición. Estas transiciones son cambios de regímenes políticos, y no
necesariamente tienen que ser cambio de sociedad. En términos específicos, está
la teoría de las coaliciones liberalizantes como el mecanismo básico de salida de
estas transiciones ……”72

Una de las ideas que más fuerza cobra al trazar la línea


argumentativa transicional que hemos rastreado es la que dice relación con la
centralidad de los partidos políticos como condición fundamental para la
configuración de un óptimo proceso transicional. De acuerdo a esta particular
idea, los partidos políticos constituyen el medio primordial de canalización de las
demandas opositoras frente al régimen militar.73

71
Como se sabe, este es un “tema” intensa y frenéticamente debatido – tanto en la academia como en el
espacio público - en la década de los ’60 y comienzos de los ’70. La literatura es prolífica al respecto. No
puedo dejar de sugerir la lectura del libro clásico de Gino Germani (1971) donde concibe “el desarrollo
económico en términos de tránsito de una sociedad tradicional a una sociedad desarrollada. La primera se
caracteriza sobre todo por una economía de subsistencia, la segunda por una economía expansiva fundada
en una creciente aplicación a la técnica moderna.” Esta profunda transformación – continúa Germani –
“abarca todos los aspectos de la vida humana: organización económica, estratificación social, familia,
moral, costumbres, organización política. Su impacto implica además cambios sustanciales en las formas
de pensar, de sentir y de comportarse de la gente”. Germani, Gino. Política y Sociedad en una Época de
Transición. De la sociedad tradicional a la sociedad de masas. Buenos Aires. Paidós. 4ª Edición, 1971,
pp 90 y 91. Cf cita nº 82.
72
Entrevista a Tomás Moulian. Respecto a la instalación del concepto de transición política como eje de la
caracterización de los regímenes postdictatoriales en América Latina en particular, fundamental resulta la
obra de O’Donnell, Guillermo y Schmitter Philippe. Transiciones desde un gobierno autoritario. Paidós.
Buenos Aires, 1986. En especial volumen IV.
73
Cabe insistir que la categoría de transición política se encuentra en su génesis claramente acotada a su
sentido estrictamente político - procedimental. Visto así, resulta claro que el acople de esta categoría en la

60
Desde este punto de vista, resulta evidente que la lucha opositora
sin partidos políticos correspondería a una movilización de corto alcance, sin
proyección ni capacidad de victoria, como lo expresa en ese entonces el dirigente
del MIC, Luis Maira, en relación al Paro Nacional de los días 2 y 3 de julio de
1986: “La Asamblea de la Civilidad ha mostrado una notable capacidad de
conducción, pero también ha dejado en claro, con toda franqueza, sus límites. La
resolución de éstos es responsabilidad de los partidos políticos”.74

Uno de los objetivos centrales que se perseguía al instalar la idea de


la centralidad de los partidos políticos en el proceso transicional, se orientaba a
dar cuenta de una cuestión central que pretendía dirimir el saber sociológico, me
refiero a la dicotomía que puso en circulación el discurso transitológico: la
dicotomía ruptura/negociación política. En términos gruesos, esta dicotomía
planteaba la idea que “es irreal pensar que podrá haber una transición por la vía
de la sublevación o insurrección”.75

De acuerdo a lo señalado por Moulian, la dicotomía entre


ruptura/negociación fue la que catalizó la gruesa división al interior de la izquierda
intelectual entre los así llamados transitólogos y revolucionarios de viejo cuño, al
sostener que “todo lo que ocurre, desde el ‘80 para adelante, hay que verlo a la
luz de la división de la oposición (de izquierda), y las producciones teóricas tienen
mucho que ver con esa división … Entonces, aquí ya todo giraba en torno a este
problema de las estrategias distintas. Primero, los comunistas empiezan a
percatarse que una estrategia de transición puede llevar a un cambio de régimen
político, pero no a una democratización, y yo creo que tempranamente se dieron
cuenta de que meterse en una estrategia de transición política iba a significar
aceptar las reglas del juego de la constitución de 1980 …… todo lo que se
produce teóricamente en el período tiene que ver con la defensa de la idea de
transición política”.76

acción política devenía necesariamente en la reducción y centralización del horizonte de posibilidades a la


constitución de un régimen formal de democracia.
74
Maira, Luis. “La urgencia de una propuesta política”. En: Análisis. Santiago, 15 al 21 de julio de 1986.
75
Garretón, Manuel Antonio. “Y fue el año decisivo”. En: Apsi. Del 15 al 28 de diciembre de 1986.
76
Entrevista a Tomás Moulian.

61
Como ya señaláramos más arriba, 1986 es el año en que la
alternativa transicional, en su variante de negociación política y aceptación de la
institucionalidad del régimen militar, termina por imponerse. Es así como, hacia
1987, las cartas estaban jugadas: la alternativa de una salida negociada que
aceptara la institucionalidad del régimen había triunfado. El realismo político se
imponía definitivamente. Incluso el partido Comunista, inicialmente opuesto a toda
posibilidad de negociación política, termina por subordinarse a esta victoriosa
alternativa.

De este modo, los diversos caminos de historicidad77 por los cuales


se direccionaron la diversidad de sectores opuestos a la dictadura militar,
presentan como destino único la instalación en Chile de un particular proceso de
transición a la democracia, proceso ya descrito y definido en su carácter
normativo por la transitología proveniente de las ciencias sociales en general, y de
la sociología en particular.

77
Entiendo por “caminos de historicidad” la construcción social de la realidad futura. Me explico,
parto de la premisa que la historia no es sólo pasado, sino también, y principalmente, presente y
futuro. La historia es proyección, en el sentido de asumir como necesaria la tarea colectiva de
reconstruir una visión del pasado que pueda ser utilizada como fundamentación del proceso de
construcción de un nuevo proyecto de futuro, acorde con nuestras necesidades, con nuestras urgencias
y con nuestras aspiraciones. Tomo prestada esta particular perspectiva de entender la historia del
historiador español Josep Fontana, director del Instituto Universitario de Historia “Jaume Vicens i
Vives”, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona - España. Véase: Fontana, Josep. Historia.
Análisis del pasado y proyecto social. Editorial Crítica. Barcelona – España, 1982; y Fontana, Josep.

62
Los Sitios del Saber Sociológico. Chile: 1974 - 1986.

“Todo lo que ha ocurrido teme a su palabra.”

Elías Canetti.
Toda esta acción dilapidada.

El golpe de Estado de 1973 significó la intervención militar en todas


las universidades, la designación en ellas de rectores-delegados por la Junta
Militar y el inicio de una extensa e intensa represión política e ideológica. Según
cifras entregadas por diversos estudios, se calcula que, para el conjunto de las
universidades y áreas científicas y profesionales, alrededor de un 25 por ciento
del personal docente, incluyendo todas las categorías académicas y tipos de
jornada, fue removido o forzado a renunciar a las semanas y meses siguientes al
derrocamiento del gobierno de Salvador Allende.78

Inmediatamente de producido el golpe, los “rectores delegados”


(interventores) que asumieron en las 8 universidades del país79, lo hicieron
investidos con amplias atribuciones para depurar los claustros, suprimir carreras y
unidades académicas y remover profesores, estudiantes y personal
administrativo. El libre juego de las ideas y el debate intelectual fueron reducidos
notablemente. Según lo expresaba el propio General Pinochet en 1976:

“La emergencia político-social que vive


nuestra patria también repercute inevitablemente
en el medio universitario. Desde luego, ciertos
debates universitarios tienen la tendencia
subconsciente de pretender que el libre juego de

La historia de los hombres: el siglo XX. Editorial Crítica. Barcelona – España, 2002.
78
Muchos cientistas sociales fueron expulsados de la universidad, pero tal vez más cruel que el desamparo
económico, que aquello implicaba, fue la experiencia de exclusión social: ser marginal. Incluso quienes
continuaron en la universidad, se sentían condenados - virtual o explícitamente - al silencio.
79
Hasta 1980 hubo en Chile sólo ocho universidades, dos públicas y las seis restantes privadas, pero
financiadas por el Estado.

63
ideas se admita sin limitaciones de ninguna
especie, lo que equivale a instaurar un pluralismo
ideológico absoluto. Debo ser franco y categórico
para declarar que esto es radicalmente
incompatible no sólo con la actual situación de
emergencia del país, sino que con la esencia
misma del régimen nacido el 11 de septiembre de
1973, porque con el advenimiento de éste, el
pluralismo ideológico irrestricto y absoluto debe
entenderse como definitivamente abolido”.80

En el campo de las ciencias sociales, el proceso de represión


política fue extremadamente duro. Se suprimieron unidades académicas enteras,
se clausuraron carreras, se congelo el ingreso de nuevos alumnos y se expulsó
personal docente sobre la base de consideraciones exclusivamente políticas. En
la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile (Sede Oriente) se
exoneró al 55 por ciento del personal; en la misma universidad debieron
abandonar sus funciones el 77 por ciento de los docentes del Departamento de
Geografía y Cartografía, el 15 por ciento del Departamento de Antropología, el 36
por ciento de la Facultad de Filosofía y Letras, y el 23 por ciento de la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales. En la Pontificia Universidad Católica de Chile se
procedió a la clausura del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea
(CEREN), del Departamento de Historia Económica y Social del Instituto de
Historia, y del Programa de Estudios y de Capacitación Laboral (PRESCALA).81

Este proceso de desinstitucionalización universitaria de las ciencias


sociales, representa una etapa de crisis82 y cuestionamiento a la legitimidad y al
rol de las ciencias sociales en nuestro país. La crisis referida tuvo manifestaciones

80
Citado en Brunner, José Joaquín. Informe sobre Educación Superior en Chile. FLACSO, Santiago de Chile,
1986, p 45.
81
Datos tomados de Brunner, José Joaquín y Barros, Alicia. Inquisición, mercado y filantropía. Ciencias
Sociales y Autoritarismo en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Santiago de Chile. FLACSO. 1987, cap.
V.
82
Sostengo que toda “crisis” representa oportunidades de reflexión para la acción que no cabe evadir, de
manera tal que, el sentido atribuido por Sonntag (1988) a la noción de crisis y a sus implicancias en tanto

64
claras y persistentes en el plano del desarrollo disciplinar (docencia e
investigación), cuyos principales síntomas fueron:

Desmembramiento y paralización de la docencia, por la drástica


reducción y empobrecimiento de su temática o contenido (troncos teóricos hasta
entonces predominantes, orientaciones analíticas, imagen implícita de la sociedad
y temas de investigación) excluyendo aquellas materias que eran vistas como
punto de apoyo intelectual a proyectos sociales y políticos contrarios o
alternativos a la ideología neoliberal, que inspiraba al régimen.

Disminución ostensible de la admisión de alumnos nuevos a nivel de


pregrado, con lo cual se abre una brecha, que dificultó el recambio generacional,
al impedir la formación sistemática de una generación de reemplazo.

Carencia de investigación básica, en cantidad y calidad respecto a la


que se produjo en las etapas previas al ’73.

Esquemáticamente puede caracterizarse la situación de las Ciencias


Sociales en Chile previa a 1973 sobre la base de los siguientes rasgos: 1º Había
un desarrollo amplio y diversificado de las distintas disciplinas en sus versiones
modernas en organizaciones específicamente destinadas a la formación e
investigación, como Departamentos, Institutos o Escuelas de base principalmente
universitaria. Para todas las disciplinas existía una formación sistemática hasta
niveles de Licenciatura, con lo que se aseguraba la reproducción de profesionales
y académicos. 2º Se había impulsado fuertemente en los últimos años los
enfoques más integrados en torno a determinados problemas nacionales. Ello dio
origen a un creciente desarrollo en Universidades y dependencias estatales de
centros interdisciplinarios que se definían por la investigación en torno a estas
áreas problemas (desarrollo, educación, agricultura, planificación nacional, etc.) o
en torno a un análisis globalizado de la sociedad y en los cuales convergían
académicos y profesionales de diversas disciplinas científico sociales. 3º A la
pluralidad y diversidad disciplinaria, expresada también en la pluralidad y
diversidad de base organizacional, debe agregarse el pluralismo de enfoques

“momento de creatividad” es el que en esta investigación adopto.

65
epistémicos, teóricos, metodológicos e ideológicos al interior de las disciplinas y
en el tratamiento multidisciplinario de los problemas. Ello no puede entenderse
sino en el contexto institucional nacional de libertades públicas y su reflejo en el
marco institucional universitario de libertad académica, todo lo cual permitía un
reclutamiento de personal académico dentro de un marco amplio de opciones
ideológicas y teórico metodológicas y, cuando ello no sucedía, la alternativa era la
creación de nuevas organizaciones académicas. 4º El desarrollo disciplinario e
interdisciplinario de las Ciencias Sociales en el marco institucional señalado,
permitió la creación de un circuito académico relativamente amplio y fluido y una
proliferación de publicaciones. Pese a la base predominantemente universitaria de
las Ciencias Sociales, otros dos circuitos las conectaban de algún modo con el
conjunto de la sociedad. Por un lado, la presencia de científicos sociales y los
productos de investigación en el debate nacional, principalmente a través de la
difusión en los medios de comunicación, los vinculaban a la “opinión pública”. Por
otro lado, los intercambios relativamente fluidos entre el mundo académico y las
organizaciones estatales, político partidarias y sociales y la presencia y
participación activa en el Estado y en partidos y organizaciones sociales de
sociólogos, economistas e historiadores, vinculaban a las ciencias sociales al
debate ideológico, político nacional, a proyectos y programas sociales nacionales
y sectoriales, y sobre todo al proceso de toma de decisiones. 5º Todo lo anterior
hace mucho más difícil una síntesis exacta respecto de los contenidos (matrices
teóricas, orientaciones analíticas, temas de investigación) predominantes en las
Ciencias Sociales hasta 1973, tanto por la variedad disciplinaria y
multidisciplinaria, como por la diversidad y amplitud organizacional y productiva,
como por la pluralidad de enfoques teórico-metodológicos dada la libertad
ideológica imperante. 6º El desarrollo de las Ciencias Sociales descrito obedece a
ciertas premisas no siempre explicitadas, me refiero a la legitimidad de la
reflexión sobre la práctica histórica de una sociedad y reconocimiento de un
espacio institucional y organizacional autónomo para ello. 7º En el marco del
contexto socio histórico que posibilita este desarrollo de las Ciencias Sociales,
creo pertinente mencionar al menos tres factores. En primer lugar, la correlación
entre un modelo de desarrollo, comúnmente denominado en jerga historiográfica
“hacia adentro”, un régimen político democrático estable y un proceso de

66
profundización democrática sustantivo, progresivo pero segmentado y
contradictorio, con creciente movilización de actores político sociales dotados de
identidad ideológica y orgánica. En segundo lugar, y en estrecho vínculo con lo
anterior, legitimidad generalizada de una ideología de cambios, aunque con
contenidos variables (reformas estructurales, transición al socialismo) y en tercer
lugar, importancia fundamental del Estado en el desarrollo económico y en las
diversas esferas de la vida social, al concebírsele como agente del desarrollo
económico y social. Estos elementos ayudan a no sólo comprender la expansión
de las Ciencias Sociales desde fines de la década del ’50 y especialmente
durante la segunda mitad de los ’60 y comienzo de los ’70, sino, a entender
algunos de los rasgos específicos que las caracterizaban hasta 1973.83

Sin embargo, tras el desconcierto de los primeros meses se inició al


margen de las universidades, un proceso de reorganización de la investigación
social. En este contexto, la instalación de nuevos centros académicos alternativos
paso a constituir una instancia central a partir de la cual se hace posible la propia
reconstrucción de un espacio de investigación independiente en el país.

Los nuevos sitios del saber sociológico, verdaderos centros


académicos alternativos comienzan a configurarse a partir de 1974, cada uno con
sus propias características, peculiar forma de funcionamiento y objetivos
específicos. Ese año se constituye el Instituto Chileno de Estudios Humanísticos
(ICHEH), afiliado a la familia de centros pertenecientes al mundo cristiano de
orientación democrática. En el año 1975 se funda la Academia de Humanismo
Cristiano (AHC), organismo del Arzobispado de Santiago de la Iglesia Católica
que, además de desarrollar tareas propias, acoge o patrocina varios nuevos
centros o programas y, mediante convenios específicos, permite la permanencia o
instalación de otros. En los dos años siguientes se establecen dos nuevos
centros, ambos productos de grupos que deben salir de la Pontificia Universidad

83
Señalo como textos de referencia para la elaboración del panorama de las ciencias sociales previo a 1973,
los artículos compilados por la CPU, en: Las Ciencias Sociales en Chile. 1983. Santiago de Chile, 1983;
Inquisición, Mercado y Filantropía. Ciencias Sociales y Autoritarismo en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay.
Brunner, José Joaquín y Barrios, Alicia. FLACSO. Santiago de Chile, 1987 y Las Ciencias Sociales en
Chile. Situación, problemas, perspectivas. Edición de la Academia de Humanismo Cristiano. Santiago de
Chile, 1982.

67
Católica de Chile con el fin de asegurar su autonomía académica y preservar un
clima de libertad intelectual para sus actividades. Se forma así primero la
Corporación de Investigaciones Económicas para América Latina (CIEPLAN) en
1976 y luego, un año más tarde, el Programa de Investigaciones
Interdisciplinarias en Educación (PIIE). Este último se asocia a la Academia de
Humanismo Cristiano.

Ese mismo año se establece el Centro de Indagación en Expresión


Cultural y Artística (CENECA) y el Centro de Estudios Económicos Sociales
(VECTOR), nacido éste del área socialista. En 1978 se crean tres programas al
interior de la Academia de Humanismo Cristiano: El Programa de Economía del
Trabajo (PET), el Grupo de Investigaciones Agrarias y el Grupo de Estudios
Agrorregionales (GEA). A éstos se une la Corporación de Investigaciones para el
Desarrollo (CINDE), que en lo básico se dedicará a la promoción de debates y
seminarios sobre problemas del país. Al año siguiente se crean SUR
Profesionales Consultores y el Centro de Investigaciones y Planificación del
Medio Ambiente (CIPMA). Todavía en el año 1979 nace el grupo Educación y
Comunicaciones (ECO). En 1980 se instala en Chile la sede del Instituto
Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET). Asimismo se constituye el
Centro para el Desarrollo Campesino y Alimentario (AGRARIA). Por último y aún
dentro de un ambiente limitado de expresión política, se crea el Centro de
Estudios del Desarrollo (CED).84

Es posible que la intervención militar de que eran objeto las


Universidades chilenas no haya sido la causa exclusiva de la riquísima gestación
de los centros privados de investigación, pero fue una causa muy importante.
Quizás en un principio algunos centros se platearon con una temporalidad
proporcional a la duración de la dictadura, pero la mayoría lo hizo en términos de
alternativa académica más allá de la longevidad del régimen. Avanzaba la década
de los ’80 y muchos de los centros privados de investigación se consolidaban en

84
La información ha sido registrada a partir de los datos obtenidos de los siguientes trabajos: Garretón,
Manuel Antonio. Op cit. y Brunner, José Joaquín. Centros Académicos Privados. Estudios Públicos Nº
19. Santiago. 1985, pp. 163-173.

68
tanto su estabilidad y permanencia se vinculaba a los nms, a los partidos políticos
y a experiencias alternativas de desarrollo.

La creciente reducción de las posibilidades de trabajo intelectual


libre en las Universidades, hasta entonces “intervenidas”, la existencia de una
cierta cantidad no despreciable de investigadores que buscaban alternativas más
o menos estables fuera de las Universidades, la necesidad de mantener grupos
homogéneos que habían desarrollado experiencias comunes de actividad
académica, como lo fue el CEREN, las primeras oleadas de científicos sociales
que lograban retornar del exilio, por cierto, la vocación intelectual y profesional
crítica de muchos, etc; se alzaron como verdaderas condiciones de posibilidad,
que permitieron configurar un nuevo panorama institucional de las Ciencias
Sociales en Chile, con notables repercusiones en las temáticas y en las prácticas
de investigación.

La diversidad de estudios y actividades desarrollados por los centros


se manifestó a través de sus publicaciones, cuyo detalle no nos deja de
sorprender a la distancia, debido a su variedad y cantidad, especialmente
apreciable a mediados de la década de los ’80. Durante los años 1984 y 1985,
alrededor de 40 centros académicos alternativos editaron 99 libros, sin considerar
los libros cuyos autores son investigadores de los centros y que han sido
publicados por otras instituciones nacionales y extranjeras. A dicha cifra es
preciso agregar 35 artículos en libros, escritos por algunos de dichos
investigadores, se publicaron 10 revistas, en su mayoría trimestrales. Se
reprodujeron 367 documentos de trabajo y 154 materiales de discusión
mimeografiados de edición limitada de ejemplares; 22 boletines mensuales o
bimensuales; 28 series y 34 cartillas, esencialmente de formación y capacitación.
A esta tan vasta como diversa variedad de publicaciones, se agregan los
numerosos artículos en revistas extranjeras especializadas en ciencias sociales y
artículos y entrevistas en diarios y revistas nacionales.85

85
Los datos los he recopilado de: Lladser, María Teresa. Centros Privados de Investigación en Ciencias
Sociales en Chile. AHC. FLACSO. CESOC. Ediciones Chile y América. Santiago de Chile, 1986. El
estudio constituye un notable esfuerzo por sistematizar la información correspondiente a las actividades

69
Efectivamente, los noveles sitios del saber sociológico impulsaron
fuertemente la investigación social en torno a ciertos temas, profundizando el
conocimiento disponible (know-how) y abriendo nuevas perspectivas para su
desarrollo. Lo anterior es particularmente cierto en el caso de un conjunto de
temas cuyo tratamiento fue abordado prioritariamente por estos nuevos lugares
del saber sociológico. Entre éstos es necesario poner de relieve los siguientes:

- Análisis del BA, línea de investigación que comprometió el trabajo


de varias decenas de investigadores de los centros académicos alternativos del
“cono sur” y de Brasil, algunos de cuyos miembros pasaron a integrar una red de
intercomunicación en torno a este tema con colegas de Estados Unidos y de
algunos países de Europa mediterránea.

- Análisis de los procesos de transición a la democracia, tema en


torno al cual se estableció una red de intercomunicación regional y extrarregional,
que incluye el estudio de los subsistemas institucionales, electorales, de
circulación de las elites, del comportamiento de los partidos y de las relaciones
entre éstos, el Estado y la sociedad.

Como anota Puryear, estos centros académicos alternativos se


transforman en lugares de reunión y discusión, actúan como nexos operativos
para canalizar fondos externos de asistencia a los partidos políticos – en la
clandestinidad – y asumen un papel de liderazgo disidente opacando, si es que no
suplantando en esta etapa la función de los partidos políticos tradicionales.86

A partir de 1982, con la primera crisis económica del modelo


neoliberal87, y el inicio de un ciclo de protestas sostenido contra el régimen militar,
que perdurará por lo menos hasta 1986, se abre una nueva situación histórica

desarrolladas por los centros privados de investigación en ciencias sociales durante los años 1984 y 1985.
86
Jeffrey M. Puryear. Thinking Politics: Intellectuals and Democracy in Chile, 1973 – 1988. The Johns
University Press , Baltimore, Maryland, 1994.
87
En 1982, el “milagro económico” chileno dio paso a la peor crisis de la economía chilena en los últimos
cincuenta años. Ese año el PGB cayó en 14,4% y la tasa de crecimiento económico también fue negativa
para 1983 (-0,7%); la industria y la construcción registraron las tasas de crecimiento negativo de -21.1% y
-23,4% respectivamente. Para mayor información leer: Meller, Patricio. Un siglo de economía política
chilena. (1890–1990). Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1998, pp 198 – 233.

70
caracterizada por una progresiva apertura y liberalización política. La
reconfiguración parcial de un espacio público deliberante, como consecuencia
directa de esta liberalización, crea condiciones favorables para la emergencia de
nuevos centros alternativos de investigación social. Entre los variados centros que
se forman en este período merecen especial mención, por el aporte que desde
ellos se hará al conocimiento histórico, el Instituto de Estudios Contemporáneos
(IEC), creado en 1984 bajo el amparo de una fracción del Partido Socialista, y el
Centro de Estudios Latinoamericanos Simón Bolívar (CEL), formado en 1986 y
que tendrá una importancia no menor en la afirmación y desarrollo de un
pensamiento social latinoamericanista. Es importante señalar, por último, que a
partir de 1983 comienza a funcionar con cierta regularidad el Instituto de Ciencias
Alejandro Lipschutz (ICAL), ligado al Partido Comunista de Chile.

De igual modo, a la conformación definitiva de los contornos estructurales


de un espacio intelectual alternativo de investigación social contribuyen un
conjunto de revistas culturales de debate político e intelectual. Editoriales privadas
fomentan y divulgan, a su vez, diversos ensayos y estudios sobre la democracia y
la historia política nacional. Entre las revistas de pensamiento que circulan en este
período cabe mencionar por su importancia a publicaciones como Convergencia
(época Chile), Krítica, Opciones, Araucaria de Chile (publicada en Madrid y
dirigida por Volodia Teitelbiom), Temas Socialistas, Mensaje y Plural (aún cuando
esta última era editada en Rótterdam - Holanda). Entre las editoriales que
resultaron fundamentales en la apertura y consolidación de un espacio público de
deliberación intelectual no se puede dejar de mencionar a las Producciones del
Ornitorrinco, Ediciones Andante, Documentas, Amerindia Estudios, Ediciones
Melquíades, CESOC Ediciones88 y FLACSO.

88
Esta área editorial se formó en Roma - Italia en 1974, y publicó durante 9 años la revista “Chile-América” que
tuvo importante acogida en la diáspora de los chilenos por el mundo, en esos años, al punto que la revista
llegaba a 66 países. Los fundadores de ella fueron: Bernardo Leighton, José Antonio Viera-Gallo, Julio Silva
Solar, y Esteban Tomic, con la colaboración periodística de Esteban Murillo. Una vez regresados del exilio, el
grupo editor, en 1984, se articuló como editorial de libros, llevando sus obras el nombre de Ediciones Chile-
América de CESOC, con lo que se estableció la vinculación, con el trabajo de los 10 años anteriores al
conservar el nombre de la revista.

71
Esta reducción cuantitativa y cualitativa de las ciencias sociales en el
ámbito institucional, fue acompañada de un proceso de desvalorización de éstas,
pero también de cambios importantes en su contenido. Efectivamente, la
tendencia consistió en abandonar marcos teóricos, áreas y temáticas de
investigación relevantes, que se consideraban conflictivas para el régimen; y se
privilegio en cambio proyectos de investigación que respondían a la visión oficial,
a las demandas del mercado, formado por las empresas y el Estado o,
simplemente, que se consideraban neutros. Incluso este desmedro de la reflexión
en asuntos sociales y políticos en la Universidad y en el cultivo de las disciplinas
respectivas fue puesto de relieve en su momento por el CEP, como la justificación
de su trabajo en este campo. El CEP es un centro de estudios privados, vinculado
a un importante grupo económico (El grupo Matte), y con estrechos vínculos con
conocidas instituciones conservadoras extranjeras como la Sociedad Mont
Pèlerin89 que promueve permanentemente a través de Seminarios nacionales e
internacionales y de sus publicaciones el pensamiento económico y político liberal
de personalidades como Hayek, Friedman y Tullock.

Probablemente los sitios del saber sociológico no hubieran podido


jugar un rol tan importante en la preservación y desarrollo de las ciencias sociales
al margen de las universidades, si no se hubiesen conjugado algunos elementos
fundamentales: el financiamiento otorgado por agencias gubernamentales y no
gubernamentales extranjeras para la realización de proyectos de investigación y
trabajos de campo; el apoyo y patrocinio jurídico de algunas instituciones
eclesiásticas; el esfuerzo, la perseverancia y, por que no decirlo, el compromiso
político de los investigadores que, coincidiendo desde caminos ideológicos
divergentes, buscaron afanosamente “transitar” hacia la democracia.

La disciplina de la Historia, merece una mención especial. Resulta


sorprendente que no hubiese un proyecto oficial que haya intentado imponerse a

89
La creación en 1947 de la Sociedad de Mont Pèlerin, fue iniciativa de Friedrich Hayek quien convoco a las
más prominentes figuras conservadoras del momento (postguerra) alineadas contra el Estado de Bienestar y el
comunismo internacional. A ella asistieron Milton Friedman, Ludwig Von Mises, Kart Popper, Walter
Lippman, entre otros. Para mayor información véase: Anderson, Perry (1995), quien nos indica que la
Sociedad “desafiando el consenso oficial de la época, argumentaban que la desigualdad es un valor positivo
[en realidad imprescindible en sí mismo] de la que precisaban las sociedades occidentales”. p 8.

72
cualquier costo con el fin de homogeneizar la investigación y la docencia en torno
a una determinada visión o escuela. Más bien lo que hubo fue el desarrollo de
cierta inercia o normalidad institucional que prolongo sin grandes y traumáticos
cambios el quehacer del período anterior a la intervención militar de las
Universidades. Incluso, en contados casos podemos hablar de cierto florecimiento
de la disciplina, como se puede apreciar a partir de algunas publicaciones,
durante los primeros años de la década del ’80, no obstante ello se explica sólo
en parte a la labor propia de institutos universitarios. La publicación de algunas
historias generales de Chile, como las de Gonzalo Vial o de Sergio Villalobos,
profesores por aquel entonces del ex Pedagógico el primero y de la Pontificia
Universidad Católica el segundo; las publicaciones sobre historia del ICHEH; los
Seminarios sobre historia chilena contemporánea organizados por centros de
estudios extrauniversitarios como FLACSO, CIEPLAN y VECTOR, o por la CPU,
en los que participaban profesores universitarios, son ejemplos palpables que al
menos un espacio de resiliencia intelectual quedaba.

Apoyados en este espacio de relativa normalidad institucional, un


conjunto significativo de investigaciones sobre historia de Chile, desarrolladas
desde algún tiempo en el país y en el exterior, comienzan a buscar espacios
comunes de visibilidad y comunicación. Sobre la sospecha compartida de que la
crisis política que atravesaba Chile tenía por ejes centrales problemas de
convivencia de orden histórico, un número significativo de integrantes de la
comunidad historiográfica nacional, de vocación progresista90, se dan a la tarea

90
Utilizo el término “progresista” con la cautela que dicta su carácter controvertido en el debate de las
ciencias políticas contemporáneas. Este término generalmente designa en la literatura politológica la
postura humana de optimismo respecto a las posibilidades de avance, adelanto, desarrollo y
perfeccionamiento de la sociedad. El término implica vocación de mejoramiento social y de lucha por la
superación de las trabas que lo detienen. Fe en el progreso. El enciclopedismo francés fue, en el siglo
XVIII una intensa profesión de fe en el progreso ilimitado de las ciencias, las letras y las artes, desligadas
ya de las ataduras del dogma. Era la confianza ciega en las posibilidades de la razón como el motor del
progreso humano. Durante el siglo XIX el concepto de progresismo estuvo principalmente ligado con el
de libertad. Progresista era el que amaba la libertad y luchaba por su consolidación en la sociedad. En la
segunda parte del siglo XIX, bajo la influencia del darwinismo, el progreso se fundó en la evolución de la
sociedad y en su adaptación a la naturaleza. Posteriormente en los tiempos en que se instaló el clivaje de
clase en la política contemporánea, al concepto se lo vinculó con nuevas metas humanas, el progresista,
esta vez, era el que luchaba por la justicia social. Más tarde, en tiempos de “Guerra Fría” el término
estuvo referido a los de izquierdismo y vanguardismo, auque sin las connotaciones radicales que estos
conceptos alojaban. En efecto, “las personas e ideas progresistas al favorecer el cambio, el adelanto
social, buscan eliminar los efectos de una sociedad injustamente organizada para reemplazarla por

73
de generar diversos espacios de encuentro y colaboración. Fruto de esos
esfuerzos son las ya míticas reuniones anuales de historiadores realizadas en
FLACSO y en la Academia de Humanismo Cristiano a partir de 1983 y conocidas
bajo el nombre de Encuentro de Historiadores. Fruto de esas reuniones es
también el Boletín del Encuentro de Historiadores (1984-1987) que se publica
bajo el auspicio de FLACSO91, y que sirve de soporte textual a las actividades del
Encuentro.

Desde el punto de vista de la rearticulación de una red intertextual


de orden disciplinar, la historiografía de izquierda se reconstruye, en cambio, a
partir de investigaciones históricas llevadas a cabo principalmente en el extranjero
y de revistas académicas y de pensamiento crítico fundadas también en el
exterior. Para el caso de las revistas de pensamiento que tienen especial
importancia en la rearticulación temática de los estudios históricos en Chile,
merece mencionarse Araucaria de Chile (1978) que a través de una variada
producción historiográfica logra configurar un espacio complejo de análisis
histórico común al horizonte de formación de la nueva historiografía chilena. En el
caso de las revistas estrictamente académicas, Nueva Historia, fundada en
Londres en 1981 por una asociación de historiadores chilenos exiliados, vino a
constituir, sin duda, para el orden del discurso historiográfico más reciente, un
espacio textual de inscripción singular a partir del cual era factible pensar la

órdenes socioeconómicos más equitativos”. Sin embargo, su pensamiento no implica, como el


izquierdismo una ruptura radical con el pasado. Esta última acepción es la que utilizo en esta
investigación.
91
En abril de 1957, se reunió en Río de Janeiro la Conferencia Latinoamericana de Ciencias Sociales que
resuelve, crear una Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales “bajo el alto patrocinio del Gobierno
de Chile, representado por la Universidad de Chile”, cuya sede estaría en la ciudad de Santiago. Los
estatutos de la Facultad se suscribieron el 17 de abril en el Palacio de Itamaraty por los representantes de
los Estados de América Latina y de la UNESCO, la OEA y la CEPAL. En los estatutos se establece que la
FLACSO “es una institución universitaria regional para la enseñanza de las disciplinas comprendidas en
el campo de las ciencias sociales, que tiene por finalidad asegurar la formación de profesores y de
investigadores de estas ciencias en un nivel superior en América Latina”. Los orígenes de la sociología
profesional en Chile. José Joaquín Brunner. En: El Pensamiento Chileno en el Siglo XX. Eduardo Devés.
Javier Pinedo y Rafael Sagrado. (Compiladores). FCE. México. 1.999 pp 65 – 80. FLACSO durante las
décadas de los ’70 y ’80 creó Sedes, Programas Académicos y/o Proyectos de Investigación en los
siguientes países de América Latina: Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Ecuador, México y Uruguay.
Actualmente su Secretaría General se halla localizada en San José, Costa Rica. La FLACSO se rige por
un Acuerdo Internacional, el que se encuentra registrado en la Secretaría de las Naciones Unidas de
conformidad con el artículo 102 de la Carta de ese organismo internacional.

74
posibilidad de una (re)fundación epistemológica de las practicas escritúrales
internas al campo de las historiografía popular nacional del período.

En el país, y ya situados en los intentos de recomposición


institucional de un campo propio a la “historiografía crítica”, a la reorganización
académica de un espacio historiográfico de izquierda, centrales fueron las
dependencias de FLACSO - CHILE como las aulas de la Academia de
Humanismo Cristiano. En el caso de FLACSO, su importancia en la constitución
de un espacio disciplinar común a las distintas corrientes de la nueva
historiografía crítica, no sólo parece estar dada por el soporte textual en el que el
Centro se constituyó para numerosas investigaciones en curso en áreas tales
como la historia social y política, sino que además, ella parece descansar en una
cierta labor formativa desarrollada en el ámbito de las ciencias sociales e
históricas. Así, por ejemplo, en los años claves al desarrollo de la nueva escena
de la historiografía crítica, nos referimos al bienio 1983-1984, la labor de
enseñanza de FLACSO en el dominio de las Ciencias Sociales estaba orientada a
la formación de jóvenes investigadores (a través de un Diplomado en Ciencias
Sociales), a la realización de seminarios para profesionales (cuyos temas
centrales giraban en torno a la marginalidad, la metodología del trabajo
poblacional, la confección de cuestionarios, etc.) y a la Dirección de Cursos y
Talleres para estudiantes universitarios. En el terreno de la historiografía,
destacaban aquellos cursos y seminarios referidos a la historia política nacional,
la experiencia autoritaria en América Latina, y los movimientos sociales en Chile
en los siglos XIX y XX. A esta labor formativa se agregaba también un número
variado de conferencias en las cuales participaban historiadores extranjeros de
reconocida acreditación y experticia disciplinar. No es extraño, por ello, que en
este período no sea del todo desacostumbrado asistir a conferencias de Chile
dictadas por Paul Drake, Alan Angel, Simon Collier u otros investigadores de nota.

La estructuración de un campo institucional de argumentación, de


orden textual y discursivo, permitió a FLACSO ofrecer asimismo un espacio de
renovación que en los hechos no sólo se mostró capaz de potenciar teórica y
empíricamente las líneas de trabajo de una singular perspectiva política de

75
izquierda abocada al estudio del proceso político chileno, sino que, a su vez, a
través del espacio de debate crítico y formativo que favorecía, se mostró capaz de
establecer las condiciones de posibilidad y de producción de una nueva
comunidad historiográfica alternativa cristalizada en las reuniones del Encuentro
de Historiadores Jóvenes.

La Academia de Humanismo Cristiano, por su parte, contribuyó a la


ampliación de este ejercicio renovador de la historiografía crítica nacional al
facilitar y potenciar en sus primeros años las reuniones del Encuentro de
Historiadores. Además, dicho Centro académico fomentó y apoyó la formación en
su seno de diversos programas de trabajo que tenían por objeto el desarrollo de
áreas de investigación temática referidas a la cultura popular, el pensamiento
latinoamericano, la historia local y los (nms) nuevos movimientos sociales.

76
La (in)visibilidad de los nuevos movimientos sociales.92 (nms):

“Si la Historia se me escapa, la razón no es que


yo no la haga; la razón es que la hace el otro
también.”

Jean Paul Sartre.


El existencialismo es un humanismo.

Sorprende que después de las intensas movilizaciones93 que


antecedieron al proceso de transición94 política en Chile, haya sucedido un
período de pasividad y desarticulación tan rápido, profundo y duradero como el
que caracterizó a la década del ’90.

Las interrogantes que surgen a partir de este planteamiento son:

¿Por qué los nms no lograron sobrevivir en la democracia electoral?

¿Qué factores desactivaron las potencialidades de los nms?

92
“Los movimientos sociales son actividades organizadas y de larga duración con el fin de promover o
preservar algunos elementos de la sociedad pudiendo producir formas de cambio social. Se distinguen de
otras formas de conductas colectivas por una combinación de tres características: 1º poseen un alto nivel
de organización interna; 2º presentan una duración relativamente duradera; y 3º conllevan un intento
deliberado de cambiar o transformar sustancialmente una parte o la totalidad de una sociedad.” En:
Introducción a la Sociología. Gilbert Ceballos, Jorge. Lom Ediciones. Santiago, 1997; pp 478 a 486.
93
Puesta de relieve por uno de los más emblemáticos exponentes del saber sociológico, al sostener que “el
año 1983 marcó la división de las aguas en la historia del régimen. La crisis económica golpeó con gran
fuerza en el momento en que el lento y desigual proceso de adaptación y desarrollo de la sociedad civil
alcanzó madurez y tomó una forma públicamente visible … La aparición pública de la oposición, sus
nuevos agrupamientos con raíces más profundas, la irrupción de un movimiento masivo de
descontento y protesta, y la adopción por el régimen de una estrategia política para contrarrestar esas
tendencias: todos esos eran nuevos desafíos que se le planteaban a la oposición”. La evolución política del
régimen militar chileno y los problemas en la transición a la democracia. Manuel Antonio Garretón. En:
Transiciones desde un gobierno autoritario. O’Donnell. Schmitter y Whitehead. Editorial Paidós.
Volumen 2. América Latina p. 180.
94
Entendida convencionalmente, a saber, como un proceso conformado por un "intervalo que se extiende
entre un régimen político y otro". (O´Donnell y Schmitter, 1994: 19).

77
¿Cómo explicar una transición que en su materialización, en su
retorno a la democracia, no cuenta con movimientos sociales que la
nutran?

¿La ausencia de movimientos sociales se debe solamente a los


factores de carácter estructural de nuestro sistema político?

Revisión crítica de la literatura relevante.

Los movimientos sociales han sido siempre entendidos como


momentos decisivos por sus protagonistas y la respuesta más común desde los
grupos dominantes ha sido, lógicamente, criminalizarlos en términos éticos y
tratar de impedirlos en términos políticos. Por eso la historia de los
movimientos sociales es un campo historiográfico especialmente apropiado para
rastrear las conexiones entre historia y política o, a nivel más general, entre las
ciencias sociales y su entorno social.95

La protesta colectiva fue siempre considerada un delito penal, y


extremadamente grave, inclusive hasta recién consolidados los regímenes
liberales en el mundo occidental y hasta el colapso de nuestro orden oligárquico.

Hacia finales del siglo XIX, las viejas interpretaciones ideológicas96; al modo
de Tocqueville97, dan paso a otras perspectivas renovadoras, influidas esta vez
por la psicología – y el psicoanálisis - como la teoría del contagio emocional, y el
estudio del comportamiento de las masas, cuya irrupción en la política levantó una
mezcla extraña de esperanza, miedo y asombro, desplazando, en gran medida, al
de las élites intelectuales de los movimientos.

95
Un interesante punto de vista al respecto, desde la teoría de la historia, puede leerse en: Fontana, Josep.
Análisis del pasado y proyecto social. Crítica. Grupo Editorial Grijalbo. Barcelona. 1982.
96
Ideológico en el sentido de los entendimientos que legitiman la forma que adopta el orden social predominante.
97
Léase Tocqueville, A. de. El Antiguo Régimen y la Revolución. Editorial Siglo XXI, Madrid, 1968. (texto
escrito originalmente en 1856)

78
En los albores del siglo XX y de la mano de la psicología
conductista, del funcionalismo, del marxismo, y de la historia económica - social,
los procesos estructurales - cambios sociales y económicos - y los psicosociales -
teoría de la privación relativa98 - representaron sendos avances en el
conocimiento del comportamiento colectivo.

En ese ámbito intelectual ingresan en escena las nuevas ciencias


sociales, fundamentalmente, la sociología, la antropología, la psicología y la
ciencia política, aportando al estudio del conflicto social enfoques mucho más
conceptualizados que los usuales en la historia y ampliando la gama de los
hechos sociales susceptibles de ser considerados como formas de conflicto.

Quizás si la última gran mutación se fraguó a finales de los ´60 con


el incentivo intelectual que supusieron los llamados nms, ante los que las teorías
tradicionales del funcionalismo y el marxismo mostraban insuficiencias
explicativas notorias.

En ese ambiente social e intelectual se originaron en Estados Unidos


las llamadas teorías racionalistas99, que consideraban que la decisión de
participar en un movimiento tiene su origen en una elección racional – con una
vinculación con el conductismo – y que eran la capacidad de movilización de
recursos y las oportunidades políticas, las claves para explicar el movimiento y la
forma en que se desarrollaban los movimientos sociales. Por su parte en Europa
occidental , en los años ochenta, se desarrollaron explicaciones menos

98
Las teorías de la privación relativa intentan explicar las causas del sentimiento de descontento o
insatisfacción, que eventualmente puede conducir a la acción colectiva. Una primera formación la
encontramos en Stouffer (1949), al que siguieron las observaciones de Merton y Kitt (1950). Esta
formulación inicial de privación relativa o comparativa, sostiene que las personas evalúan lo que tienen,
es decir, sus propios logros, en relación con sus grupos de referencia; que son el patrón con el que
comparan lo que creen que, en justicia, deben tener. Si obtienen menos de lo que esperan, lo consideran
injusto y cunde entre ellos el descontento.
99
Según el enfoque racional de Olson (1965), la acción colectiva no se debe fundamentalmente a agravios o
sentimientos de injusticia compartidos, sino más bien a otras razones: primera, que la gente se mueve en
función de su propio interés, de manera que actuará colectivamente si posee incentivos selectivos, es
decir, que repercuten en beneficio exclusivo de los participantes; y, segunda, que, teniendo en cuenta que
por todas partes existe una gran variedad de intereses e injusticias de las que podría protestarse, ambas
cosas pueden ayudarnos a delimitar entre qué grupos existe más probabilidad de que surja la
movilización, pero no nos ayudan a predecir qué grupos potenciales se movilizaran en mayor o menor
grado.

79
estructurales, muy influidas por la psicología constructivista y, en general, por el
creciente desapego hacia las técnicas cuantitativas y los análisis estructurales, es
la llamada teoría de las identidades colectivas100, que convierte a la cultura y las
formas de sociabilidad, al nivel emotivo-vivencial, si se prefiere, concretadas en la
construcción de determinados marcos interpretativos, en el eje explicativo central.

Ambas posturas teóricas - de la “elección racional” y de las


“identidades colectivas” - asumen que los movimientos sociales implican algún
tipo de disputa contestataria de comunicación y recursos. Ambos enfoques
distinguen, además, dos niveles de acción colectiva: la dimensión manifiesta
(protesta, manifestaciones, huelga) y la dimensión latente de organización y
comunicación en la base, donde el actor desarrolla su vida cotidiana. También e
inevitablemente, en ambas concepciones teóricas, los actores son reducidos, por
una parte, a manifestaciones instrumentalistas y, por otra, a manifestaciones
expresivo - culturales de la acción social.

Soy de la opinión que, para el caso latinoamericano en general y


chileno en particular, debemos tener presente el hecho que no es lo mismo usar
esas categorías analíticas para estudiar el desarrollo de nuevas formas de acción
colectiva, luchas y acciones sociales emprendidas bajo el imperio de las
dictaduras militares, o compararlas con las acciones llevadas a cabo en la Europa
post -industrial, cruzada por crecientes procesos de ampliación de las autonomías
políticas de la sociedad civil en un contexto democrático o enfrentada a efectos de
crisis del Estado de bienestar y a la caída de los socialismos reales; o en Estados

100
Tajfel (1981) propuso una teoría de las relaciones intergrupales a partir de unos estudios sobre la
naturaleza de la conducta grupal que pusieron de manifiesto que los individuos cambian su forma
ordinaria de actuar cuando se sienten miembros de un grupo. Sus estudios demostraron que basta la mera
asignación de un individuo a un grupo o categoría social, para que surja un tipo de comportamiento
nuevo, no impulsado por motivos personales sino por el deseo de favorecer los intereses del grupo del que
se siente miembro. Tajfel considera que todo miembro de una minoría tiene una identidad social, es decir,
un conocimiento que pertenece a ciertos grupos junto con un significado emocional y valorativo que
asocia a dicha pertenencia. Ahora bien, todo individuo y todo grupo busca una identidad positiva, es
decir, una forma de logar y conservar la estima propia, una manera de afirmar una imagen tan favorable
como sea posible. ¿Cómo es esto posible en el miembro de una minoría dado que es despreciado
precisamente por pertenecer a ella? Tajfel responde a la interrogante señalando que la minoría
despreciada puede encerrarse en si misma creando una minicultura en el seno de la cual tiene un sitio
digno y no es despreciado … o bien puede pasar a la acción creando un movimiento social.

80
Unidos donde se desarrollan luchas por la ampliación de la ciudadanía y por los
derechos civiles de las minorías.

Los llamados nms su desarrollo y sus manifestaciones en Chile,


resultarían incomprensibles y poco significativos si en su análisis no
contemplamos la reconstrucción del contexto histórico y social específico que
antecede y acompaña su evolución, esto porque al intentar reconfigurar el papel
que tuvieron las acciones colectivas y movilizaciones sociales de carácter popular
durante la década de los ochenta en pleno proceso de institucionalización del
régimen militar primero, y de "transición pactada"101 después, el cuerpo teórico
utilizado, en función del problema interpretativo, de contextualización y
representación en relación a los nms no logra explicar cabalmente las realidades
de estos movimientos, pues es una teoría que no parte del reconocimiento del
contexto propio y particular en donde las acciones se desarrollan, dificultando
explicar el por qué y el cómo de la acción, en el caso específico de la sociedad
chilena, fundamentalmente, por la utilización mecánica de cuerpos teóricos que
no dan cuenta de las diferencias culturales, de los modos de organización, de las
formas ideológicas y de los particulares sustratos sociales e históricos del sujeto
popular chileno.

Además, por ser una teorización que no ha estado ajena a las


experiencias políticas de los teóricos que la elaboran y cuyo rendimiento está
estrechamente vinculado a concepciones políticas y estratégicas de la forma en
cómo debía evolucionar el conflicto y la transición hacia la democracia
privilegiando teórica y prácticamente “lo político” por sobre el factor social que
pudieran tener este tipo de acciones. Por lo cual, como es evidente, las

101
Uno de los análisis más interesantes y lucidos de la transición política chilena a la democracia lo realiza
Oscar Godoy (1999), ex director del Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de
Chile. El autor sostiene que la transición chilena fue pactada. Y que el pacto de transición es expreso en
todo lo que se refiere a los acuerdos convenidos entre la dictadura y la oposición para reformar
(parcialmente sin tocar sus cimientos) la constitución de 1980 y plebiscitados en 1989. A estos efectos
analiza las dos concepciones de democracia que sustenta uno y otro actor - protegida y representativa-, el
proceso de configuración de los actores pactantes, el desarrollo de las negociaciones y su culminación en
el plebiscito referido. Sostiene, además, que hubo un pacto tácito, que involucro la aceptación por la
oposición de la inclusión de las Fuerzas Armadas en el proceso político, el fuero parlamentario del
general Pinochet y la intangibilidad de la ley de amnistía, decretada por los militares. El paréntesis en
cursiva es mío y no corresponde a la interpretación del autor del artículo.

81
respuestas dadas por la teoría social, no fueron ni han sido las más adecuadas,
no obstante, han resultado política y “consensualmente” eficaces102.

Respuestas a las interrogantes planteadas al comienzo del capítulo.

¿Por qué la necesidad de revisitar el viejo tema de los nms?

Chile fue uno de los escenarios con mayor intensidad y cantidad de


protestas sociales en la década de los 80. En forma abierta y masiva, a partir de
mayo de 1983103, y a un ritmo sostenido, las calles fueron tomadas por distintos
movimientos. Los movimientos sociales, fuertes y vigorosos creaban plataformas
de lucha colectivas, mostrando una gran capacidad de organización y
convocatoria, un enorme compromiso con los temas sociales y políticos, situación
que auguraba el advenimiento de una democracia participativa y dinámica.

Los movimientos sociales que sostuvieron la lucha antidictatorial, y que


el discurso transitológico reconoce como una de las condiciones de posibilidad
fundamentales - al menos en su génesis- para la propia transición, permitió la
confluencia de una pluralidad de mundos, tradiciones culturales y políticas. Esta

102
Empleo el término "eficacia" a lo largo de la presente investigación para referirme a resultados de
acciones premeditadas, congruentes con la intencionalidad de esas acciones, a saber, que contribuyan a
implementarla y a asegurar el fin del propósito buscado o al menos que tiendan a ese logro.
103
Conmueve el relato – basado en los testimonios verbales de los pobladores y pobladoras de Lo Hermida -
que dos observadores externos (un sociólogo y un antropólogo) realizan de los acontecimientos de la
época. “Era el 11 de Mayo de 1983, en Lo Hermida; una de las poblaciones de la periferia de Santiago, no
lejos de la circunvalación Américo Vespucio, al pie de la cordillera. Caía la tarde. Todo el mundo estaba
en casa, viendo la televisión o escuchando radio Cooperativa, la más conocida radio de oposición.
Muchos esperaban tensos, impacientes. La incógnita que rondaba era si el llamado a protestar ese día,
lanzado por el Congreso de Punta de Tralca de la CTC, sería efectivamente respaldado por la población.
Más aún cuando Rodolfo Seguel, presidente de la Confederación, había renunciado al llamado inicial a
una huelga general. Una intensa campaña de prensa, unida al cerco militar que se tendió alrededor de los
campamentos mineros de Chuquicamata y El Salvador, parecía haberlo doblegado. Recuperando su
imagen, abandonó el llamado a huelga, pero optó por una solución alternativa y nueva: flexibilizar las
formas de acción y llamar a una jornada general de protesta. Las consignas eran simples. Se trataba de
participar colectivamente en un conjunto de gestos no habituales: no enviar los niños a la escuela, volver
a la casa a las dos de la tarde, conducir los vehículos lentamente y, sobre todo, a las 8 de la noche, apagar
las luces y hacer sonar las cacerolas…… ¿Engancharía la gente? …… En Lo Hermida, seguro, …… Lo
asombroso se produjo sobre todo en los sectores residenciales donde el caceroleo alcanzó proporciones
inesperadas. En los pasillos la gente conversaba, sorprendida, estupefacta de encontrarse como arrebatada
por un mismo movimiento, descubriendo complicidades insospechadas. No sólo compartía el descontento
sino que además lo manifestaba públicamente. En tanto, la dictadura parecía desconcertada. Por primera
vez, el muro de silencio y de temor se derrumbaba, de un lado a otro de la ciudad”. En: Los Movimientos
Sociales en Chile. 1973 – 1993. Guillaudat, Patrick y Mouterde, Pierre. Lom Ediciones. Santiago de

82
pluralidad se torna problemática para el modelo neoliberal económico y cultural
que la transición chilena asumió como propio. La administración, profundización y
continuidad del modelo requería de una operación de disciplinamiento de la
sociedad civil. Es lo que intento demostrar en los capítulos siguientes. Durante la
dictadura irrumpió un vasto y complejo movimiento social, con base territorial en
las poblaciones populares, notablemente diversificado en sus expresiones
organizativas y en su acción colectiva: ollas comunes, comunidades cristianas de
base, comités de allegados, comités de derechos humanos, talleres culturales de
mujeres, mujeres temporeras104, grupos de salud, grupos juveniles y culturales,
entre otros. Esta base organizativa, constituidas en verdaderas estrategias de
sobrevivencia, se masificaron y movilizaron en las llamadas jornadas de protesta
nacional entre 1983 y 1986. Las estrategias performativas que adoptaron los
diversos grupos de pobladores durante las protestas nacionales, llevaron a los
actores políticos a interpretaciones divergentes, mientras unos desconfiaban del
radicalismo e inorganicidad que exhibían; otros apostaron a convertirlos en punta
de lanza de un movimiento insurreccional. Los cientistas sociales también se
dividieron entre los que sólo vieron en esos grupos “anomia”105, “retraimiento
comunitario” y “disolución social” y quienes percibían el surgimiento de nms,
viendo en ellos la ruta para la profundización de las demandas democráticas.106

Las condiciones de la transición democrática no fueron favorables


para la continuidad y desarrollo de esas nuevas expresiones del movimiento
social. La movilización electoral, instalada ya con fuerza al finalizar 1986, en
función de un cambio institucional “por arriba”, si bien es cierto, catalizaba una
expectativa genéricamente democrática, daba preponderancia a otros actores.
Del mismo modo, las reivindicaciones de los nms vinculaban la demanda política
con cambios económicos y sociales inmediatos, lo que desde luego no estaba en

Chile. 1998, pp 139 – 140.


104
Ver: Valenzuela, María. La mujer en el Chile militar. Ediciones Chile y América. Cesoc – Achip. 1987,
pp 127 – 138.
105
Noción utilizada originalmente por Durkheim para referirse a la ausencia o carencia de regulaciones
sociales. Merton retomó la noción para referirse a las consecuencias de una relación defectuosa o
imperfecta entre las metas y las formas legítimas de lograrlas.
106
Entre los primeros destaca: Tironi, Eugenio. Para una sociología de la decadencia. En: Revista
Proposiciones. Nº 12. Sur Ediciones. Santiago. 1986. Entre los segundos: Leer: Bravo, Loreto y de la
Maza, Gonzalo. El estrecho dudoso. Los movimientos sociales y la política en un año electoral. Revista

83
el itinerario de los transitologos. Ya en el período posterior al plebiscito de 1988 se
pudo constatar una importante desmovilización de las organizaciones y una
evidente falta de orientaciones claras.

La gestión posterior de los gobiernos de la Concertación no ha


hecho otra cosa que corroborar este propósito matriz, la transición se hace “por y
desde arriba”. En definitiva, “el oficialismo concertacionista, a fin de cumplir su
parte en los acuerdos, se ha empeñado todos estos años en desmovilizar a la
ciudadanía.”107

En concreto son varios los factores que nos permiten explicar la


desactivación de los nms:

En primer lugar, se advierte una razón estructural, a mi saber, la


aplicación del nuevo patrón de desarrollo – aún con sus correcciones de política
social implementadas por los gobiernos de la Concertación – generó significativos
procesos de desarticulación social, a pesar de los indicadores económicos
positivos que son capaces de exhibir las tres administraciones concertacionistas.
En términos socioeconómicos lo que se ha logrado hasta el momento es una
evidente disminución de la pobreza en el país, particularmente urbana, por la vía
de la mejoría de los ingresos y el aumento significativo de las prestaciones
sociales. Sin embargo, no se ha obtenido mayor equidad, ni en la distribución de
los ingresos, ni de las oportunidades. Se ha desestructurado el movimiento
sociopolítico antidictadura y las redes sociales locales, sin que se hayan
fortalecido nuevas formas asociativas con horizontes de cambio social.

En segundo lugar, el itinerario de “modernización” pactado en el


segundo quinquenio de la década de los ’80 por las elites económicas y políticas;
y diseñado por el saber sociológico, no contenía un concepto de sociedad, sino
que fue entendido principalmente como crecimiento económico y normalización
institucional de la política.

Krítica. Nº 30. Santiago. 1989.


107
Jocelyn – Holt y otros. Historia del siglo XX chileno. Balance Paradojal. Editorial Sudamericana.
Santiago. 2001; p 339.

84
La movilización antiautoritaria a partir de febrero de 1988 – instante
en que los partidos políticos que formaban la Concertación firmaron un pacto
solemne, en virtud del cual junto con aceptar el itinerario de la Constitución del
’80, que hasta entonces impugnaban, se comprometían a realizar una campaña
unitaria por el NO – no se efectuó fuera, sino desde el interior de la
institucionalidad creada por el régimen militar. “El espacio en que se desarrollo - la
campaña entorno al plebiscito - fue organizado por el gobierno [militar], y
respetado escrupulosamente por la oposición. Gobierno y oposición, en suma,
parecen haber concordado tácitamente en que el plebiscito era la arena donde
debía resolverse un conflicto político que ponía en riesgo el futuro de la
modernización en curco.”108

Si bien es cierto, que el Estado ha tenido cierta activación en el área


social – en la lógica de las políticas públicas de focalización, en ningún caso de
universalización – durante estos últimos dieciséis años, lo cierto es que una
agenda de reconstrucción social específica no ha estado incluida en los
programas de los gobiernos concertacionistas. Lo que se ha privilegiado es
mantener el crecimiento, sin alterar las condiciones previamente existentes e
incorporar políticas sociales más activas, que naturalmente no han podido
cambiar el rumbo básico de la estructura productiva. El producto obtenido a nivel
de la conciencia ciudadana ha sido la desarticulación social; la que en ningún
caso se traduce en movilizaciones colectivas, ni en demandas políticas, sino que
se expresa como temor, desafiliación política, inseguridad109, y debilitamiento de

108
La cita reproduce (salvo el corchete que es mío) la opinión de uno de los intelectuales más influyentes de
la Concertación en esa etapa de nuestra historia nacional. Tironi, Eugenio. El Régimen Autoritario. Para
una sociología de Pinochet. Dolmen Ediciones. Santiago, 1998, p 136.
109
Al respecto Lechner nos recuerda lucidamente que “La modernización actual se apoya en un vasto
proceso de privatización. Privatización de las empresas productivas, y también de lo servicios públicos;
privatización de la educación, instancias típicas de integración social. Esa contracción drástica del espacio
público en tanto espacio compartido provoca otros procesos de privatización. Expulsada del espacio
público, la gente se vuelca a lo privado y a lo íntimo. El auge de tal cultura del yo expresa una
privatización de actitudes y conductas, propia de una sociabilidad de mercado”. De este modo, el gran
enemigo común de la gente es la inseguridad, en sus distintas manifestaciones: precariedad laboral,
precariedad del ingreso, temor a la delincuencia y a la criminalidad en las calles y el angustiante sentido
de vulnerabilidad; todos síntomas de los miedos sociales. Lechner, Norbert. Los Patios Interiores de la
Democracia. Subjetividad y Política. Fondo de Cultura Económica. Santiago. 1990. Leer: capítulo IV.
Hay gente que muere de miedo; pp 87 a 101. Para mayor información sobre la noción de seguridad,
remitirse a: “Informe Desarrollo Humano en Chile. 1998. Las Paradojas de la Modernización”. Elaborado
por el PNUD. Particularmente interesante es el capítulo 10. “La Seguridad Humana en Chile.”

85
los lazos colectivos y comunitarios. Al respecto un notable trabajo de
investigación realizado por Sur Consultores arroja resultados inquietantes que
reflejan las tensiones y los desencuentros en el espacio público del Chile actual.
Los antecedentes de la investigación indican que “Santiago es una ciudad de
habitantes con temor y que el aumento de la percepción de inseguridad de sus
habitantes contrasta con que las tasas de victimización se hayan mantenido más
o menos constantes en los años que precedieron a la encuesta”; realizada entre
noviembre de 1996 y marzo de 1997. “El temor se relaciona con el abandono del
espacio publico físico y sociopolítico, así como en el refugio en los espacios
privados. La actitud de resolver los conflictos por medios no pacíficos es alta y se
asocia, en mayor medida, con la inseguridad, la actitud negativa hacia la
democracia y la falta de expectativas con el futuro del país.”110

En tercer lugar, cabe destacar el diseño de ingeniería política que ha


marcado la transición, en este sentido, el rol de los intelectuales resulta un factor
significativo. La producción discursiva de los intelectuales orgánicos, ha sido
capaz de diseñar y anticipar las practicas políticas, es decir, la producción del
discurso transitológico y su circulación han ido mucho más rápido que el proceso
social, entre otros factores porque las voces oficiales son pocas y muy difundidas
a través de un sistema mediático extraordinariamente restringido, donde no ha
existido espacio para voces disidentes111.

El golpe militar por el cual el general Pinochet tomó el poder en Chile


en 1973 significó no sólo el fin de una larga tradición democrática, sino también el
de una tradición por lo menos igualmente larga, de control de los partidos políticos
sobre las organizaciones sociales. El actuar del movimiento sindical, y también las
protestas de los pobres urbanos contra la ausencia de servicios urbanos, los

110
En: Temas Sociales. Nº 26. Agosto de 1999. Boletín del Programa de Pobreza y Políticas Sociales de Sur.
Centro de Estudios Sociales y Educación.
111
Los centros académicos alternativos – otrora reductos del pensamiento crítico – durante los últimos
dieciséis años han sufrido la diáspora de sus miembros cooptados por puestos de gobierno, debiendo
resistir con cada vez menos financiamiento externo, o teniendo que convertirse en consultoras privadas
que operan con lógicas de mercado y fondos concursables. Por otra parte, resulta sintomático que
prácticamente todos los medios de comunicación escrita que emergieron durante la dictadura en la década
de los ’80 desaparecieron, es el caso de los diarios: Fortín Mapocho, La Época y las Revistas Análisis,
Apsi, Cauce, Hoy y Página Abierta, entre otras.

86
movimientos de inquilinos y las tomas de tierra, se habían dado siempre bajo los
auspicios de, sobre todo, los partidos socialista, comunista y demás partidos más
pequeños de izquierda, fenómeno al que se agregaron también los
democratacristianos a partir de los años sesenta, asumiendo un papel importante
en la movilización social. Los partidos ofrecían apoyo político y ayuda
organizacional, jurídica y a veces también financiera, y a cambio exigían adhesión
y disponibilidad en acciones propagandísticas y en las opciones estratégicas y
tácticas. Un complemento a esta influencia de los partidos políticos era el fuerte
enfoque hacia el Estado en prácticamente todas las movilizaciones sociales. Los
partidos funcionaban como intermediarios, brokers, frente al Estado. A su vez, el
Estado tenía carácter "de compromiso", y en principio se dejaba apelar por su
responsabilidad hacia la nación y el bienestar de todos los chilenos, a pesar de
que frecuentemente se aplicaban, como hecho natural, estrategias de represión,
cooptación y manipulación. No obstante, para muchos movilizadores, el Estado
seguía siendo el blanco principal y, frecuentemente, se le responsabilizaba del no
cumplimiento de las obligaciones que se le atribuían, o se le consideraba el
vehículo más apropiado para la integración y la movilidad sociales. Un efecto
lateral de este estatismo era el integracionismo graduado de los pobres. A pesar
de la asesoría ideológica de los partidos políticos, las mayorías le daban más
importancia a la movilidad social que a las reformas políticas.

Estos parámetros y orientaciones básicas para acciones colectivas


cayeron con el golpe militar de 1973. Conjuntamente con los efectos de
desintegración, desorientación y derrota que tuviera la dictadura sobre los
chilenos pobres, nació, lenta pero con solidez, un nuevo patrón de acción
colectiva. Con el tiempo, y sobre todo en las poblaciones, surgió una red amplia
de pequeñas organizaciones informales. Al contrario de sus predecesoras, estas
organizaciones no se caracterizaban por su orientación hacia el Estado, por
acciones dirigidas hacia "afuera" y por su lealtad a partidos políticos.
Generalmente eran de tamaño reducido, sobre todo apegadas a estrategias de
autoayuda, de carácter informal y participativo, e independientes de y a veces
hasta confrontacionales con, las influencias ideológicamente coloreadas por la
política partidaria. Al contrario de antes, en los años ochenta no fueron los

87
hombres sino las mujeres quienes jugaban el papel principal en esta nueva forma
de organización,112 seguidas por los jóvenes pobladores. Las profundas
transformaciones socioeconómicas impuestas por la dictadura llevaron a las
mujeres a jugar un papel económico y social mucho más importante que en el
pasado. “Fueron ellas, sobre todo, las que animaron las organizaciones populares
solidarias en los primeros años de dictadura; las que, patrocinadas por la Iglesia,
se esmeraban por aportar una ayuda mínima a los más desposeídos de los
barrios populares a través de las ollas comunes, los comedores infantiles, los
grupos de autoayuda, etc. Más tarde, serían ellas también quines tomarían a su
cargo las organizaciones reivindicativas de barrio como los comité sin casas, de
derechos humanos, etc. Que florecieron en el momento de las protestas,
dándoles la amplitud y fuerza que llegaron a alcanzar”.113 La comunidad, el grupo
de iguales y la solidaridad en pequeña escala jugaban un papel más importante
en estas organizaciones que la efectividad política, las concesiones de las
autoridades o la cuota de poder.

Su desarrollo dio origen a una discusión en la que se expresó


asombro y admiración por ellas. En la opinión de un grupo creciente de
participantes y observadores, incluso se llegó a hablar, ni más ni menos, que de
una renovación de la cultura política chilena, a pesar de, o quizás justamente a
causa de, las circunstancias difíciles en las que la dictadura había enredado al
país. Se esperaba y se preveía que estas nuevas formas de organización no
resultarían tan sólo una "expresión de crisis", sino la cuna de una nueva cultura
política en la que la participación, la solidaridad, la democracia de base, la
autonomía y la pequeña escala desplazarían a las antiguas tradiciones de
movilizaciones de "arriba hacia abajo", al mando de las cúpulas, a la fijación en el
Estado y al integracionismo conformista. Las organizaciones demostraban nuevas
prácticas, y también nuevos actores y nuevos valores. Y al contrario de la
aceptación del mando de la política partidaria, ahora se apreciaba la autonomía,

112
Véase: Espacio y Poder, los pobladores. colectivo de autores. Santiago. FLACSO, 1987. Destaco el
artículo de Valdés, Teresa. Ser mujeres en sectores populares urbanos, pp 203 a 258. Otro texto ilustrador
es el de: Valenzuela, María. La mujer en el Chile militar. Santiago. Ediciones Chile y América – Cesoc-
Achip. 1987, pp 127 a 138.
113
Guillaudat, Patrick y Mouyerde, Pierre. Los movimientos sociales en Chile. 1973 – 1993. Lom Ediciones.
Santiago, 1998, p 121.

88
la autogestión y la participación activa. Parecía que se trabajaba en pleno en los
bloques de construcción de una "democratización desde abajo".

La influencia de las discusiones y la teorización sobre los "nuevos


movimientos sociales" jugó un papel importante en estos desarrollos, y alimentaba
el optimismo. Con el tiempo, el potencial de las organizaciones, como extensión
de las ideas positivas sobre nuevos movimientos sociales, fue considerado cada
vez más profundo, más ancho y sustancial (Miéres 1983, Melucci 1985, Kothari
1984, Sheth 1983, Friberg & Hettne 1988). No sólo la emancipación política, sino
también (y quizás justamente) la emancipación social y cultural parecían
pertenecer al dominio natural del actuar de los nuevos movimientos sociales (Jelin
1985, Kärner 1983, Evers 1985). En este contexto, las organizaciones en Chile
fueron vistas como "un foco de organización política y autoeducación, así como
un medio de empoderamiento" (Chuchryk 1989:154).

En no pocos casos se anticipaba que esta actividad organizativa


tendría consecuencias que irían más allá de su ámbito específico: "ellas abren la
posibilidad de introducir formas de administración y poder locales, que serán
adoptados en la democratización municipal" (Rodríguez 1988:236). Se
revaloraron procesos a los que antes se daba escasa importancia, redoblándose
las expectativas políticas. La "recomposición de la solidaridad social" (Valdés
1986), entonces, más que un mero fenómeno de crisis, más que una táctica
temporal de sobrevivencia, fue interpretada como una "búsqueda de nuevas
formas de expresión democráticas del movimiento social. No se trata solamente
de la preservación de [estas] organizaciones [después de la democratización],
sino se trata de la búsqueda de nuevas formas de acción de base, que resultará
en una contribución independiente y creativa al movimiento popular en general”.
No hay nada que indique que estas nuevas metas se perderán después de una
apertura democrática. Así las organizaciones significaban una promesa para toda
la sociedad chilena, en que su importancia como organizaciones iba más allá de
la mera sobrevivencia.

89
Finalmente, sin embargo - no voy a profundizar aquí en todos los
acontecimientos y desarrollos que llevaron a ese resultado -, ocurrió exactamente
lo contrario. Pinochet abandonó el campo después de dos mediciones de fuerza
electorales (1988 y 1989), que fueron ganadas por la oposición baja la dirección
de los antiguos protagonistas políticos: los partidos. El presidente elegido, Patricio
Aylwin, que ya había sido presidente de su partido antes de 1973, simbolizaba
decididamente el retorno de los patrones y corifeos de antaño. La coalición de
partidos de centro y moderadamente progresistas dio cuerpo a la transición
democrática de una manera típicamente chilena, "a la antigua", y aunque en su
discurso planteaba la "renovación desde abajo", que según muchos estaba
incorporada en las organizaciones informales, emprendió enérgicamente el
restablecimiento de las formas políticas de antaño. Esto causó la decepción
inmensa de muchos miles que habían esperado otra democratización, y que
habían mirado con muchas expectativas hacia las organizaciones y/o habían
estado muy activamente involucrados con ellas. Se oyeron reproches dirigidos a
los "institucionalistas", léase el grupo que incorporó la "democratización
meramente formal". Sin duda había mucha verdad en las acusaciones de que las
fuerzas políticas renovadoras fueron desviadas a un carril lateral, y que detrás de
la democratización "ordenada" en Chile había un juego de negociaciones opacas
entre los militares en el poder y los políticos tradicionales.

Pero la desilusión - y el problema - eran más complejos y profundos.


Pues ¿acaso las organizaciones no habían brillado por su ausencia? ¿Acaso no
habrían podido prevenir que la democratización terminara en un procedimiento
tan estéril? ¿Por qué se habían dejado marginar de esta forma? Es en este punto
que se siente la necesidad de apelar a la idea de la lentitud de los cambios en los
sujetos. Se trata de saber qué ha pasado con los cientos de miles que no hace
tanto tiempo eran la prueba viviente del cambio, del idealismo, de la dedicación,
de una nueva identidad y actitudes, competencia, sentido crítico, capacidades y
autoestima, basados en una mayor confianza en sí mismos. Se trata de saber qué
ha pasado con aquella supuestamente nueva manera de actuar político; con las
metas, promesas y esperanzas de las nuevas prácticas organizativas, de acción,
concientizantes y pedagógicas que florecían durante la dictadura de Pinochet, que

90
expresaban al "hombre nuevo" pero que parecen haberse fundido como la nieve
ante el sol. ¿Dónde están los efectos, las consecuencias, dónde está la cosecha
de esos procesos de enseñanza y concientización?

Ciertos autores, para explicar la promesa no cumplida, pusieron el


acento sobre todo en la actuación "astuta" de los antiguos actores políticos
institucionales. Analizaron las estrategias y la actuación de los partidos que
participaban en la concertación política en el poder para medir su capacidad de
desanimar la "resurrección desde abajo", y denunciaron la "traición" de los
muchos que alguna vez parecían estar dedicados al desarrollo de la base, y que a
pesar de eso después optaron por una carrera prometedora dentro de la política
del "establishment" (Fernández 1991, Trumper & Phillips 1996). Estos autores
adoptaron una actitud extremamente decepcionada y crítica. Otros, en cambio,
han señalado sobre todo lo limitado de la renovación reclamada por la población.
Insistieron, para aclarar su punto de vista, en la desintegración de los pobres por
la pauperización y el desempleo en aquellos tiempos de supuesta renovación, en
la falta de comunicación horizontal y coordinación entre las organizaciones, y en
los intentos fallidos de desarrollar organizaciones confederativas.

Extendiendo este argumento, a veces también se señaló la falta de


experiencia y visión políticas. Los participantes en las organizaciones, en su gran
mayoría, no habrían sido capaces ni estado dispuestos a encargarse de la tarea
política de dar forma a la transición democrática (Tironi 1986 b, 1987), y los
análisis de renovación democrática de base en las poblaciones habrían estado
basados en un pensamiento ilusorio y una sobre-estimación. Aunque este
enfoque sí se refiere marginalmente a la cultura popular en las poblaciones, esto
ocurría sobre todo en términos de impotencia política de parte de los pobladores,
y no en términos de procesos y tensiones dentro de prácticas culturales en las
poblaciones. No se manejaron distinciones adicionales dentro de los diferentes
sectores de los pobladores, y hubo omisión total en lo que se refiere a la eventual
generación de competencias y de aspiraciones de los pobladores, tanto de los
organizados como de los no-organizados. En cierto grado, este enfoque resultó
en una legitimación de la transición "institucionalista" que finalmente se dio: según

91
este análisis, simplemente no hubo potencial o posibilidad para hacerlo de otra
manera.

Un último grupo de observadores y analistas optó por un


desplazamiento dentro del ámbito en el cual habría tenido lugar la renovación: en
vez de una renovación cristalizada en un nuevo potencial político, más bien se
trataba, según ellos, de una renovación dentro de la dimensión sociocultural. Sí
hubo cambios en la formación de identidad, patrones recíprocos de solidaridad y
sentimientos de comunidad; pero estos cambios aún no se transformaban en
nuevas relaciones de poder políticos y/o en un aporte efectivo a la transición
democrática; no obstante, fueron de un gran significado para los desarrollos
futuros en la sociedad chilena y finalmente también iban a serlo para la cultura
política (Friedman 1989). Empero, lo problemático de este análisis es que
nuevamente quedó subexpuesto el proceso de cambio de identidad y cultura, a
favor de una idea un tanto romántica de una “contra-cultura solidaria” (Hardy &
Razeto 1986).

92
Comunidad epistémica, disciplinar, generacional y política.

“Los prados, los salones y las flores mienten. Se


ofrecen naturales y eternas a condición de olvidar el
trabajo que las sostiene. Esa facultad de olvido le facilita
andar por el mundo sin un por qué, … Borran su historia
y se fetichizan como realidad per se, generando para sí
y sus espectadores la ilusión de constituir un mundo sin
genealogía.”

Willy Thayer.
El pasaje zurdo del rostro.

Durante las últimas décadas se ha reiterado hasta la saciedad tanto


en la academia como fuera de ella, la llamada “crisis de las ciencias sociales” en
América Latina. Discusión que se ha enunciado a nivel local sin ahondar en sus
implicancias epistémicas, teóricas ni prácticas. Es más, en este debate, más
regional que local, se aplica la expresión “crisis de las ciencias sociales” como si
la ciencia, toda ella y por sí misma, pudiera entrar en crisis. ¿Es esto posible?,
realmente ¿puede entrar en crisis la ciencia? con toda la acumulación de
conocimientos generales por decenios, contadas sus categorías, conceptos e
innegables aportes.

El debate tiende a referirse en abstracto a las crisis de las ciencias


sociales, olvidando que una expresión tan general da cuenta del conocimiento
que ha permitido interpretar y comprender la realidad social regional y local en sus
distintas perspectivas y dimensiones (histórica, económica, política, social,
cultural) desde el siglo XIX hasta nuestros días. Da la impresión que, desde el
punto de vista de los que hablan de crisis de las ciencias sociales, la acumulación
de conocimiento se truncó a la par que la posibilidad de construir nuevo
conocimiento.

93
¿Será cierto que los distintos aportes y debates ya no dan cuenta de
nuestra realidad?, ¿Qué no podemos rescatar de ellos elementos para
comprenderla y que las categorías que ocupamos ya no tienen rendimiento
explicativo? ¿Tiene sentido ese debate? ¿O será por el contrario, que estamos
planteando erróneamente el problema?

Si cuando hablamos de crisis de las ciencias sociales nos estamos


refiriendo al hecho de que el cuerpo teórico que interpreta la realidad y sus
problemáticas concretas no da cuenta de dicha realidad, lo primero que tenemos
que preguntarnos es ¿quién construye conocimiento? En este sentido, es
fundamental rescatar el rol central del sujeto -intelectuales- como constructor (es)
de conocimiento en relación con los sujetos reales y concretos que son objeto de
estudio de las ciencias sociales.

Cuando se asevera la existencia de la crisis de las ciencias sociales,


sin más, se está asumiendo la escisión sujeto-objeto como dada; en la medida
que se separa al sujeto - el intelectual - de la realidad. Situándolo fuera del
problema y, así, la ciencia aparece como algo ajeno a quien la produce, e incluso
en relación con lo que se produce; es decir los sujetos sociales que estudiamos.
Reconocemos la existencia de un problema pero desvirtuamos y cercenamos la
posibilidad de construirlo en todas sus dimensiones para poder explicarlo.
Precisamente porque no reconocemos al sujeto como constructor de ciencia y lo
extraemos del escenario es por lo que negamos el hecho de que formamos parte
del problema argumentando que es ese ente abstracto y ajeno - la ciencia - el
que está en crisis y no nosotros. Por lo tanto no tenemos responsabilidades, ni
tampoco podemos reconocer a otros científicos sociales que las tengan.

Detrás de esta particular forma de razonar se encubren las


diferencias en términos de lo que se produce (diversas posturas epistemológicas,
ideológicas, etcétera), y la ciencia y los científicos sociales son interpretados
como un todo homogéneo ajeno a la realidad en la que producimos conocimiento
y sobre la que interpretamos. Recortando el problema a partir de una falsa
conciencia, cerramos el diálogo con la propia realidad a la que requerimos

94
preguntar permanentemente, porque es sobre la que construimos cada día. De
este modo desaparecen del tapete preguntas básicas: ¿quién está en crisis, la
ciencia o los intelectuales?; si preguntamos ¿desde cuándo?, habrá que saber
respecto a qué momento; ¿cuál es la diferencia en relación con ese otro tiempo?,
¿cómo producían otros?; y si tuvo y tiene capacidad explicativa ¿qué es lo que
caracteriza y caracterizó el quehacer de esos intelectuales?, ¿quienes son los que
han perdido dicha capacidad?; ¿qué sucedió en la realidad latinoamericana y
local de los últimos decenios para que cierto tipo de intelectuales vinculados al
campo de las ciencias sociales y humanidades hayan dejado de dar cuenta de las
grandes problemáticas regionales?; ¿qué rol están cumpliendo las otrora
“universidades públicas”, acechadas por la eficiencia neoliberal, de cara a esta
situación de crisis?, ¿quién y cómo se forma a las nuevas generaciones de
intelectuales?

En este sentido, planteo que existe una crisis de los intelectuales


vinculados al campo de las ciencias sociales y no de la ciencia como tal, en tanto
son los sujetos que la construyen los que pierden capacidad de interpretación y
explicación de la realidad.

Lo que en este capítulo pretendo plantear es que la autodenominada


crisis de las ciencias sociales está directamente relacionada con una postura
epistemológica que se impuso y luego ha pasado a ser dominante hasta nuestros
días en el campo de las ciencias sociales y de las humanidades a partir de la
refundación neoliberal aplicada en casi toda la región y con particular éxito en
nuestro país. Intento explicar como los intelectuales “renovados” no sufrieron una
transformación ideológica-epistemológica espontánea. Es decir, estos sujetos que
aún más proceden de la intelectualidad crítica de los años sesenta, no sufrieron
un cambio drástico de la noche a la mañana. No es posible pasar de un pensar
crítico, así, de buenas a primeras, a una forma de construcción caracterizada por
el pragmatismo de una razón instrumental propia del liberalismo, la producción
teorética y la escisión sujeto-objeto.

95
Otra de las razones que están a la base de la perspectiva que he
elegido para desarrollar esta tesis centrando mi interés en los intelectuales, se
debe a que, hoy por hoy representan el pensamiento dominante de quienes están
en las esferas del poder; permeando todos los ámbitos de la vida nacional: las
universidades, los mass media, los nuevos estilos empresariales, y sobre todo
como consejeros de la clase política. A tal punto, que incluso podemos establecer
una correlación entre el pensamiento y el discurso de los intelectuales
“renovados” y el proyecto de refundación neoliberal hoy dominante. Esta
correlación no responde a la casualidad. La supervivencia durante casi tres
decenios del proyecto neoliberal jamás hubiese sido factible sin la contribución de
los intelectuales renovados a la legitimación del orden conservador actual.

Si bien la construcción del pensamiento renovado es simple y


elemental en su análisis, su expresión en el discurso, por el contrario, no es burda
ni se percibe a primera vista. Si revisamos la producción de este sector de la
intelectualidad, encontramos que algunos pueden ser abiertamente (neo)
liberales. Sin embargo, la mayor parte se mimetiza en la ambigüedad del
lenguaje, siendo capaces de incidir y hacerse creíbles precisamente por que el
medio social está conformado para ser receptivo a este tipo de discursos. Este
tipo de producción científica constituye una dimensión más de la propaganda
neoliberal que actúa en los medios de comunicación, en los discursos políticos y
que, por distintos medios, llega al ámbito de la convivencia societal.

Como lo manifiesta explícitamente Brunner, en su evidente elogio a


la tecnificación de la política y las políticas al aseverar que “en un mundo cuyas
estructuras y apariencias están representadas por estrictos mapas de
reconocimientos: la pobreza es cuantificada rigurosamente, los movimientos de la
opinión pública son medidos por las encuestas, a cada momento empleamos
estadísticas sociales y los propios problemas de la sociedad existen una vez que
son identificados por la investigación […] se desconfía de las soluciones
puramente ideológicas y se insiste en la necesidad de otorgarles un fundamento
técnico. Cada vez más, la política se apoya en el saber experto, y algo similar

96
ocurre con los ministerios, el Congreso, los partidos, los sindicatos y los medios
de comunicación”.114

La forma en que se manejan en el terreno de la ambigüedad (la


apariencia crítica, de compromiso, de afán democrático) es lo que hace
especialmente importante, urgente y necesario problematizar las bases de
construcción de este pensamiento y discurso si queremos develar lo que está a la
base de estas posturas dominantes y sus lazos con la reproducción del orden
conservador.

Para tal propósito he elegido el discurso transitológico, emblemático


en el ámbito de la ciencias políticas a nivel regional (América Latina) y local
(Chile). Pensemos en la teoría de las transiciones políticas y en su circulación
discursiva en las universidades, academias y opinión pública; y en los teóricos
que aún siguen siendo citados.

Uno de los estudios pioneros, publicado en la segunda mitad de la


década del ‘80, se articuló en torno a la premisa que los análisis sobre la
democracia debían basarse en las relaciones de causalidad, abriendo camino a
nuevas vertientes teóricas y metodológicas, postulaba la autonomía explicativa de
la esfera política. Me refiero al notable y muy difundido texto de O’Donnell,
Schmitter y Whitehead. Transiciones desde un Gobierno Autoritario.115 En esta
obra el estudio sobre las transiciones políticas minimiza la importancia de la
esfera socioeconómica como uno de os actores determinantes del desarrollo
político.116 De acuerdo con esta perspectiva transitológica, los procesos de

114
José Joaquín Brunner. “Paradigmas sobre utilización del conocimiento producido por la investigación
social”, Santiago de Chile, FLACSO. En: Antonio Camou, “Los Consejeros del Príncipe: Saber técnico y
política en los procesos de reforma económica en América Latina”. En Nueva Sociedad, Nº 152,
Caracas, Venezuela. 1993, p 9.
115
Publicada en español en 1989 por la editorial Paidós. Argentina. No se han publicado desde entonces
trabajos de dimensiones comparables sobre las transiciones: más de 700 páginas, cuatro volúmenes, tres
prominentes editores y veintidós acreditados autores. Apareció por primera vez en inglés: Transitions
from Authoritian Rule. The Johns Hopkins University Press. 1986.
116
El mismo O’Donnell admite el enfoque procesualista y politicista que vertebraba su investigación,
señalándonos que “se ha criticado (injustificadamente según el autor) el énfasis de mi trabajo con
Schmitter, en decisiones y alianzas políticas y en la gran incertidumbre que rodea las transiciones, con
descuido de factores más estructurales y de largo plazo …… quiero señalar que, en esa época (segundo
quinquenio del ’80) el logro de una democracia política aparecía tan inmensamente importante que

97
transición están determinados por la acción política de los actores políticamente
relevantes. En este sentido, las investigaciones académicas que comienzan a
circular adhieren a los análisis que, desde la ciencia política, postulan un margen
de libertad de acción a determinados actores por encima de las condicionantes de
carácter estructural. Por tal razón, y en lo que respecta a la dimensión específica
de los actores políticos, los análisis sobre las transiciones generalmente se
estructuran, en torno a tres ejes temáticos: el primer tema está relacionado con la
necesidad de definir quienes son aquellos que, con su acción política, intervienen
en forma directa en las transformaciones consideradas (Fuerzas Armadas,
partidos políticos, etc.). El segundo eje temático se orienta a identificar el proceso
seguido para la reproducción de sus estrategias políticas (negociación, pactos,
etc.) Por último, el tercer eje, se orienta a reconocer los hechos políticos a través
de los cuales los actores evidencian tanto sus estrategias políticas, como los
recursos de poder disponibles (constitución, elecciones libres, etc.).

Complementariamente, la nueva perspectiva aplicó un marco de


análisis teórico que recuperaba el ámbito de lo político como esfera explicativa per
se. Esta opción analítica resulta razonable, si se considera a la democracia más
como una cuestión de procedimiento que de sustancia, y si se entiende por
transición el proceso mediante (y durante) el cual determinadas reglas del juego
son transformadas hasta producir un nuevo orden (poliárquico) que influye en la
capacidad decisoria y en los intereses de los actores.

El contexto de incertidumbre que envuelve los procesos de


transición no permite definir a priori las estrategias y comportamientos de los
actores involucrados. De este modo, uno de sus argumentos centrales descansa
en el alto grado de indeterminación de las acciones políticas de los actores, en
tanto, parte de un proceso de redefiniciones del incierto contexto y de sí mismos.
Este hecho implica que desde esta particular perspectiva de análisis, los
conceptos acuñados observen de manera inductiva el cómo del proceso, antes de
responder el por qué del mismo.

quisimos concentrarnos en los factores y procesos políticos y sociales que podían conducir con la mayor
celeridad a ella”. Los paréntesis son míos. En: O’Donnell, Guillermo. Contrapuntos. Ensayos escogidos

98
Cuando O’Donnell, Schmitter y Whitehead (1989) plantearon el
escenario por el que estaba atravesando América Latina en el decenio de los
años ochenta, la democracia quedó despojada de las reivindicaciones sociales y
económicas que la han caracterizado históricamente.117

Esta perspectiva tiene su correlato, no azaroso en la dimensión


institucionalista que desde sus orígenes adquirió la transición chilena.
Efectivamente, la importancia de la dimensión institucional en el proceso
transitológico chileno se manifiesta en el carácter regulado de su tradición y en el
legalismo presente en la cultura política chilena.

Pues bien, la transición chilena sólo pudo llevarse a cabo mediante


un acuerdo tácito de la oposición acerca de la vigencia, no necesariamente de la
legitimidad de origen, de la institucionalidad dictada de facto durante el régimen
militar, todo en el marco de la constitución del ‘ 80.

El punto de partida del acuerdo respecto a la institucionalidad


debemos rastrearlo en un seminario organizado por el ICHEH el 27 y 28 de julio
de 1984, Un sistema jurídico político institucional para Chile, cuyas ponencias
fueron publicadas en 1985 bajo el titulo Una salida político-institucional para Chile.
En esa oportunidad, el ex Presidente Patricio Aylwin se refirió al tema de la
legitimidad de la Constitución de 1980, formulando, grosso modo, el espíritu que
debía tener el diseño transitológico que finalmente se impuso; nótese el guiño de
Aylwin al General Pinochet, que no disimula el “transformismo”118 subyacente. El

sobre autoritarismo y democratización. Paidós. Buenos Aires. 2004 p 18.


117
Una de las características centrales del proceso transicional chileno lo constituye precisamente su carácter
estrictamente político. De ahí el hecho de que el término que, en sentido estricto, corresponde a la
caracterización de este proceso sea precisamente el de Transición Política. En este sentido, nuestra
transitología nos advierte que “ …… las transiciones políticas deben dejar pendientes los problemas de
democratización social …… y esta pasa a ser, como hipótesis general de este tipo de países, una de las
condiciones de la consolidación democrática”. Garretón, Manuel Antonio. “Transición, inauguración y
evolución democráticas”. En: Hacia una nueva era política. Op. Cit. p 104.
118
Moulian reduce la transición a una operación de “transformismo”, destinada según sus propias palabras al
blanqueo de la dictadura. Moulian denomina transformismo “al largo proceso de preparación, durante la
dictadura, de una salida de la dictadura, destinada a permitir la continuidad de sus estructuras básicas bajo
otros ropajes políticos, las vestimentas democráticas. El objetivo es el gatopardismo, cambiar para
permanecer”. En ese contexto el transformismo, sería el conjunto de operaciones [prácticas discursivas]
que en las últimas décadas se han realizado para asegurar la reproducción de la infraestructura creada
durante la dictadura. Despojada de las molestas formas, de las brutales y de las manifiestas

99
ex Presidente, por aquel entonces ex Senador de la República sostuvo que lo
primero para buscar una salida “es dejar de lado la disputa sobre la legitimidad del
régimen y su Constitución ( …… ) Yo la creo ilegitima, pero no puedo pretender
que el General Pinochet lo reconozca ni él puede exigirme que yo la reconozca
cono legitima. La única ventaja que él tiene sobre mí es que esa Constitución está
rigiendo. Es un hecho, y lo acato”.119 Luego plantea la necesidad de: “eludir
deliberadamente el tema de la legitimidad”120 para que “hagamos un esfuerzo en
buscar coincidencias para llevar al país a la normalidad democrática”.121

Aylwin dio otro paso premonitorio al señalar que, pese a creer “que
una Asamblea Constituyente es el mejor procedimiento para elaborar una
Constitución democrática ( … ) es evidente que en las actuales circunstancias no
resulta viable”.122 Y habló de explorar otros caminos, para introducir “muchas e
importantes modificaciones a la Constitución”.123

¿Su fórmula? Lograr un amplio acuerdo cívico sobre reformas a la


Constitución, que se concrete en un “pacto Constitucional” o “Acuerdo
Democrático”. Propuso someter ese acuerdo a la Junta de Gobierno, “porque
ninguna salida jurídico – política es válida sin participación de las Fuerzas
Armadas”.124

Las palabras de Aylwin resultan elocuentes: “¿Cómo superar este


impasse sin que nadie sufra humillación? Sólo hay una manera: eludiendo
deliberadamente el tema de la legitimidad transaccional de la transición, así como

superestructuras de entonces. Tomo el término transformismo, no para reducir la transición a una


operación cuasi-conspirativa, destinada al blanqueo, como lo plantea Moulian; lo utilizo como el término
que me permite plantear el análisis como una operación de denuncia, que intenta develar el trasfondo, lo
que la transición oculta, calla u omite. Creo que esta perspectiva permite entender el éxito editorial de
Chile Actual. El paréntesis entre corchetes es mío. Chile Actual. Op cit 145 – 147.
119
Revista Hoy. Nº 367. Semana del 1º al 07 de Agosto de 1984. pp 10 y 11.
120
Idem.
121
Idem.
122
Idem.
123
Idem.
124
Idem.

100
demostrando ante la ciudadanía el peso de las normas jurídicas para enmarcar
los procesos políticos”.125

Al cierre y advirtiendo las implicancias del trazado propuesto, Aylwin


concluye: “Nos parece el modo más razonable y más jurídico para superar el
impasse producido sobre la manera de llevar adelante una transición, cuya
vigente necesidad todos tienen que reconocer. Nos mueve, sobre todo, el afán de
asegurar al país una salida que evite antes que sea demasiado tarde, el
despeñadero de la violencia con sus irreparables males”.126

Aquella tarde de invierno la semilla de una transición a la chilena,


pragmática y legalista al mismo tiempo, se había gestado.

La tesis propuesta aquel día por Patricio Aylwin introducía un


quiebre conceptual que modificaba toda la perspectiva y el modus operandi de la
transición chilena. Aylwin la redefinía. Pretendía el cambio de régimen, pero
aceptando una cierta continuidad de la realidad política oficial. Evocaba las Cortes
franquistas de la España de 1976, autoinmolándose como institución a través de
un acto de harakiri, y poniendo fin al caudaloso andamiaje autocrático acumulado
durante cuarenta años de maciza dictadura. Algo parecido deseaba, Aylwin para
Chile. Ante el clima de impaciencia democrática - atizado por las protestas
sociales – de aquel invierno de 1984, uno de los líderes del PDC127 buscaba la
formula para que una constitución autoritaria diese a luz de modo incruento una
realidad democrática.

No era la de Aylwin la solución más ortodoxa para los manuales de


ciencia política. El líder democratacristiano reconoció en su intervención en el
Seminario, que el ideal para salir hacia la democracia sería la formula soberana

125
Idem.
126
Idem.
127
Patricio Aylwin se desempeñaba por aquel entonces como uno de los vicepresidentes del PDC,
representando a la tendencia de los llamados “guatones”, en una mesa presidida por Gabriel Valdés, líder
de la otra ala demócrata cristiana más rebelde, la de los llamados “chascones”. Cabe destacar que ni las
opiniones ni la persona de Patricio Aylwin tenían en aquel momento mucha audiencia en el partido.
Francisco Cumplido (destacado jurista) y Gutenberg Martínez (operador político) organizaron el
seminario, entre otras razones, para darle una plataforma en que expresara sus ideas respecto a la

101
de una Asamblea Constituyente. Tal vía era la reclamada por Valdés desde la
Alianza Democrática y por ella se estaba peleando en las protestas. Pero el ex
senador creía que esa actitud era poco realista. Estimaba conveniente el camino
de hacer profundas reformas a la Constitución del ’80, donde se podrían poner de
acuerdo adversarios y también algunos partidarios del régimen. La afirmación
resultaba sorprendente – en ese instante - en un hijo y hermano de juristas como
Patricio Aylwin, integrante ilustre del Grupo de los 24, importante colectivo que
había hecho en plena dictadura una propuesta de Carta Magna para Chile y que
había sometido a una crítica demoledora la Constitución del ’80.

El Seminario en cuestión no fue lo suficientemente bien cubierto, por


la prensa escrita de la época. Sólo la revista Hoy publicó un artículo a dos
páginas, el resto de la prensa opositora a la dictadura (Apsi, Análisis y Cauce)
más bien omitió informar al respecto, poniendo de relieve en cambio, el llamado a
una pacífica “Jornada por la Vida”, que se desarrollo el día 09 de agosto de 1984,
quizás, si contagiada por el fervor épico de las calles.

En lo que sigue, delimitaré al grupo de cientistas sociales y


politólogos, a nivel regional y local, que acuñaron el término transición desde los
gobiernos autoritarios y que usaron la formula transición a la democracia y que se
convirtieron en la primera generación de estudiosos de ellas.128

La suya, nos dice O’Donnell, fue la primera generación de científicos


sociales graduada y profesionalizada pero claramente encaminada a la sociología
y, en menor medida, a la ciencia política.129 Razones había de sobra para
explicarlo. La primera, el hecho que la sociología era la disciplina más antigua y
mejor desarrollada teórica y metodológicamente, pero también por que los que él
llama Founding Fathers eran todos sociólogos renombrados e influyentes, como
Florestán Fernándes, Gino Germani, Pablo González Casanova y José Medina

transición.
128
Tomo prestada la expresión “primera generación” de Moisés, Álvaro. Entre la incertidumbre y la tradición
política. Una crítica de la primera generación de estudios sobre la transición. Revista de Ciencias
Sociales. Universidad Nacional de Quilmas. Buenos Aires. Noviembre de 1995.
129
O’Donnell, Guillermo. “Latin America”. En: Political Sciencie and Politics. Washington, diciembre de
2001.

102
Echevarría. Lo social y la política serían desde entonces consustánciales a las
ciencias sociales y a los académicos latinoamericanos.

Como lo señala O’Donnell, fue gracias a la inmigración que muchos


científicos sociales, en particular los que pertenecieron a aquella primera
generación profesional, tuvieron contacto con líderes intelectuales como Juan
Linz, Giovanni Sartori, Philippe Schmitter, Alfred Stepan, Alain Touraine, etc. Que
al margen de sus preferencias políticas desarrollaron un pensamiento abierto a
las técnicas, métodos y teorías que se orientaban a la explicación objetiva. En ese
contexto los científicos sociales es propusieron temas novedosos, sin duda
propios de la realidad social y política latinoamericana. Si bien hubo influencias de
izquierda, éstas no cancelaron las discusiones creativas y el avance del
pensamiento sociopolítico. Los temas de la dependencia, el empresariado
latinoamericano, la intervención estatal en las economías de mercado, el
populismo como fenómeno histórico, el autoritarismo y más tarde los nms, las
preferencias y comportamientos electorales y las transiciones a la democracia,
lograron imponerse, y, a la postre, arrojar luz sobre la realidad latinoamericana.

Con posterioridad al golpe de estado en septiembre del ’73, y como


consecuencia de él, una importante camada de cientistas sociales quedó fuera de
las universidades. De ahí en adelante crean, organizan o se incorporan a
importantes centros de estudio e investigación alternativos (FLACSO – ICHEH –
CED – ILET – CIEPLAN – SUR) con fuerte ayuda de agencias internacionales y
de la Iglesia católica. Al evidenciarse el proyecto refundacional de la dictadura y
estando prohibida la actividad partidista, muchos de ellos tienden a cumplir un rol
intelectual político complejo, por lo general durante los primeros años de bajo
perfil, en que por un lado se dedican a trabajos académicos serios, procesan la
derrota histórica de la Unidad Popular y el colapso de la democracia chilena130
decepcionan la experiencia de las izquierdas renovadas a partir de el colapso de

130
Por ejemplo Manuel Antonio Garretón y Tomás Moulian recopilan materiales del período de la Unidad
Popular hasta el golpe y realizan una cronología de acontecimientos políticos, ensayando las posibles
causas que condujeron al golpe de estado. Véase: Garretón, Manuel Antonio. Continuidad, ruptura y
vacío teórico ideológico. Dos hipótesis sobre el proceso político chileno. 1970 – 1973. Revista Mexicana
de Sociología. 1977; Garretón, Manuel Antonio y Moulian, Tomás. La Unidad Popular y el conflicto
político en Chile. 1970 – 1973. Ediciones Minga. Santiago de Chile. 1983.

103
los socialismo reales y encaran el desafío que va a significar el modelo tanto en el
ámbito teórico como en su proceso de implementación. Formaban parte de este
grupo intelectuales tales como: José Joaquín Brunner, Enrique Correa, Angel
Flisfisch, Manuel Antonio Garretón, Norbert Lechner, Tomás Moulian, Eugenio
Tironi, entre otros.

No es un dato menor resaltar como muchos de estos intelectuales


habían circulado por los mismos países, instituciones y/o espacios académicos
intelectuales. Es el caso de Cardoso y de Cavarozzi por nuestro país; el de
O’Donnell por Brasil, país en el que se instaló por un período; las relaciones de
Garretón y de Cardoso con Francia y de Cavarozzi, O’Donnell y Cardoso con
Estados Unidos. A modo de ejemplo, es importante poner de relieve que varios de
ellos participaban de algún grupo de discusión de CLACSO y que, en forma
secuencial, el grupo “Estado y Política” fue coordinado primero por Guillermo
O’Donnel y, posteriormente, por Norbert Lechner.

Lechner es un intelectual central que densifica los debates nutriendo


las discusiones con el pensamiento alemán, análisis sobre la vida cotidiana y que
además tiene la capacidad metateórica de conceptualizar procesos que se llevan
adelante en América latina y en Chile. Su trayectoria intelectual es muy
interesante, sale de Alemania en 1968, luego de realizar una tesis sobre Chile que
fue publicada posteriormente, por la Editorial Signos en Buenos Aires, bajo el
título La Democracia en Chile. En 1970, con una beca alemana viaja a Córdoba –
Argentina y es allí cuando conoce a Francisco Aricó y a Juan Carlos Portantiero.
En 1971, en pleno desarrollo del gobierno de la Unidad Popular, se radica en
Chile. A fines de 1973, a raíz del golpe, viaja a Alemania y trabaja en el centro de
estudios que por aquel entonces dirigía Jürgen Habermas. Poco tiempo después,
regresa a Buenos Aires como docente e investigador de FLACSO y, hacia fines
de 1974 converge en FLACSO-Santiago de Chile como experto de la UNESCO,
allí estaban como investigadores: Brunner, Moulian, Garretón, Flisfisch, Baño y
otros.

104
Asimismo, es preciso reconocer que más allá de la intervención en
los debates en curso, cada uno de los intelectuales guardó especificidades en el
tipo de intervención realizada, la que se caracterizó por las elecciones
intelectuales propias y por los contextos en los que estaban insertos. A modo de
caracterizar las trayectorias particulares es posible sostener que Manuel Antonio
Garretón, elabora una vasta producción con la que interviene en los procesos
teóricos que van desde el autoritarismo y la revolución hasta la democracia y la
transición.

Podemos advertir, al igual que en la obra de O’Donnell, Schmitter y


Whitehead, que en la transición chilena, los problemas de lo legal formal
atraviesa, por una parte los distintos volúmenes de esa obra, y por otra el
itinerario transitológico; desplazando de la realidad las problemáticas que algunos
otros sí empezaban a abordar: la correlación entre pobreza, exclusión,
marginación y el cambio de formas de ejercicios autoritarios que no se mostraban
ya, en primer término, con rostro militar. El conflicto y la contradicción quedan
subsumidos en el consenso y, de esta forma se redefine el sentido de la política y
de la propia democracia. El conflicto se resuelve a partir de reglas que, en el
mejor de los casos, hay que mejorar para dar cuenta del “interés común” con
mayor equidad.

Desarrollada la importancia de la dimensión procedimental de la


democracia, se ponen en escena algunos temas que la diferencian de los
aspectos sustantivos y la fortalecen en sí misma. Básicamente, ellos se ordenan
alrededor del pacto que ha de darle vida al nuevo ordenamiento político y de las
reglas – la constitución del ’80 – que le otorgarán su forma.

De este modo, la democracia política, se perfila como una idea que


conduce a que las sociedades que transiten de un régimen político a otro, lo
hagan por un sendero previsible. Asociada al pacto y a las reglas hace del cambio
político un episodio pacífico y negociado. Estas transformaciones, que se
complementan y fortalecen junto a las renovadas representaciones que brinda el
término transición, no están solamente basadas en las metodologías surgidas

105
para teorizar y pensar el cambio político. La introducción del pacto y de las reglas
del juego, también hacen que la democracia procedimental se separe de la
sustantiva en el sentido de un proyecto diferente. La última cede la trascendencia
de sus posibles causas, relega las acciones conducidas de acuerdo a mandatos
en la que los sujetos son guías ejemplares, abandonando la idea de
imprevisibilidad de las acciones y de cambio radical para que la segunda, se vista
de actores racionales, acciones estratégicas y consecuencias previsibles. Esta
distinción se agudiza en tanto que la institucionalidad democrática hace posible su
convivencia con el sistema capitalista, en el cual el socialismo sólo se incorpora
como un posible proyecto de profundización del conjunto de rutinas institucionales
recurrentes. En efecto, a pesar de los múltiples significados que en el cruce entre
las décadas se le atribuyen a la democracia, ella comienza a ser pensada como
un espacio institucional, reglado, consensuado y previsible.

La ciencia política de la década de los ‘80 puso en el tapete otro


vocabulario, centrado en los actores y referido a los acuerdos estratégicos, a los
arreglos institucionales y a las transiciones pactadas. De este modo el pacto
aparece conceptualizado como un acuerdo explícito – aunque no siempre
justificable públicamente – entre un conjunto de actores que procuran definir o
redefinir reglas, entendidas como un conjunto de rutinas aceptadas por la mayoría
de los actores fundamentales del régimen político.

En 2001 O’Donnell escribe:

“Conforme uno se va acercando a la noción


de democracia, uno va viendo no sólo una sino
varias ciudadanías, no sólo la ciudadanía política
sino también una ciudadanía civil en términos de
goce de garantías fundamentales y un grado
importante de ciudadanía social. El logro de una
ciudadanía social, dadas las miserias existentes en
América Latina, está lejos y no lo veré en mi vida
[…] Pero, en principio, para mí, es un síntoma

106
bueno que haya luchas y sus consiguientes
conflictos por la ciudadanía civil y social, tal como
las hubo, y en buena hora, por la conquista de la
ciudadanía política”. (O’Donnell, 2001:1-2).

Hasta aquí, parecería incluirse la perspectiva de la democracia


social, que no económica; la perspectiva de conflicto en la realidad política
latinoamericana actual y una dimensión crítica de la exclusión. Elementos estos
ajenos a los análisis del mismo autor en el decenio de los ochenta. Al respecto,
hay que recordar que en los últimos años, ya no es posible cerrar, de buenas a
primeras, los ojos a la exclusión y a las múltiples expresiones de resistencia que
ha generado el neoliberalismo. Ya no es posible escindir el ámbito de lo
económico social de lo político, ni tampoco restringir el primero a la distribución
modernizadora en el mediano plazo.131

Tal cual lo indica el informe del PNUD del 2004132, América Latina
presenta una extraordinaria paradoja. Por un lado, la región puede exhibir con
orgullo, el predominio por primera vez en su historia de más de dos décadas de
gobiernos formalmente democráticos. Por otro, persisten severos problemas
sociales. Se mantienen profundas desigualdades, existen serios niveles de
pobreza, el crecimiento económico ha sido insuficiente y ha aumentado la
insatisfacción ciudadana con sus democracias. En este contexto el cinismo se
articula gramaticalmente a partir de los mismos elementos formalistas y
reformistas del decenio de los ochenta. Así, en el mismo documento, O’Donnell
comenta: “¿es posible la democracia sin un mínimo bienestar social? Yo creo que
es posible y la experiencia de América Latina lo ésta demostrando. Tenemos
regímenes democráticos que coexisten con grados tremendos de desigualdad y

131
Para muestra resulta interesante repasar los conceptos de gravitante actualidad, que formuló Juan
Somavía, Director de la OIT, en el reciente Encuentro Anual de la Empresa – ENADE 2007, celebrado
en los primeros días de diciembre, al expresar que “crecer primero y distribuir después no funciona”. En
ese sentido subrayo, que el concepto de trabajo decente, que preconiza la OIT, “es nuestra respuesta
productiva a la interrogante sobre como se conjuga la naturaleza económica y productiva del trabajo con
su papel en la sociedad”. Diario electrónico El Mostrador. cl. Artículo: Crecer primero y distribuir
después no funciona, según director de OIT. 04 de Diciembre de 2007.
132
La Democracia en América Latina: Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos. PNUD. 2ª
Edición. Alfaguara. Buenos Aires, 2004.

107
autoritarismo social, así como con estados que funcionan de manera poco
democrática. Lo que tenemos es un régimen democrático, nada más y nada
menos”. (idem: 7). Huelga mayores comentarios133.

133
En 1993, O’Donnell planteó que en América Latina una proporción considerable de los ciudadanos no
pueden ejercer sus derechos civiles y son discriminados, pese a que sus derechos políticos están
razonablemente protegidos. Denominó a ese fenómeno “ciudadanía de baja intensidad”, y lo atribuyó a
barreras objetivas, como la debilidad del estado democrático de derecho y el efecto de las desigualdades

108
El diseño de la transición política chilena como producción del
orden social.

“… no existe juzgando con rigor, una ciencia


libre de presupuestos, el pensamiento de tal ciencia es
impensable, es paralógico: siempre tiene que haber allí
una filosofía, una fe, para que de esta extraiga la ciencia
una dirección, un sentido un límite, un método, un
derecho a existir.”

Nietzche.
Genealogía de la moral.

Fueron varias las condiciones de posibilidad que proveyeron a la


ciencia política, de nuevos insumos para instalar resignificandolo el término
transición política. Primeo, el abordaje teórico de problemas respondió a los
sucesos políticos que habían ocurrido en el cono sur y a aquellos que estaban
ocurriendo más allá de dichas fronteras. Segundo, se vincularon con las
discusiones entre enfoques que convocaban, desde hacía un largo tiempo, a la
disciplina. Y también, a una historia inscrita en el reacomodo de los estudios
latinoamericanos al interior de la academia norteamericana. Tercero, a cambios
en las preferencias teóricas y políticas de algunos intelectuales.

Sigámosle la pista a los referidos insumos más de cerca.

Agotados los análisis sobre el Nuevo Autoritarismo que habían


descrito su naturaleza política, vaticinado su debilidad, planteado la tensión entre
burocratización de las Fuerzas Armadas y el estado militarizado134, puestas en

sociales extremas. Idem, p 145.


134
Véase: Artículo de: Cardoso, Fernando Enrique. En: Los límites de la democracia. Varios Autores. 2
Volúmenes. CLACSO, 1985.

109
escena las preguntas sobre cómo ocurrían las caídas democráticas135, la
democracia política desplazó el análisis minucioso de los regímenes militares y
del llamado Nuevo Autoritarismo. Ese desplazamiento instaló la preocupación en
torno al cambio de régimen político, haciendo énfasis en el punto de llegada, la
democracia política. En un primer caso, los estudiosos latinoamericanos
descubrieron la idea de democracia partiendo del multifacético debate sobre los
efectos antidemocráticos de los procesos históricos de cambio en las sociedades
de la periferia capitalista. Los enfoques de la dependencia, la crítica que ellos le
realizaron a las perspectivas sobre la modernización, y la evidencia empírica que
contrariaba la principal hipótesis de las teorizaciones de la modernización, fueron
materiales de gran valor para la producción de la idea democrática. En un
segundo caso, los procesos de resquebrajamiento de los regímenes políticos de
Europa del sur, le otorgaron a la politología los insumos necesarios para pensar
tránsitos posibles desde los regímenes de naturalezas no – representativa. En
efecto, los casos español, griego, y portugués, fueron factores importantes para el
cambio temático. Como también lo fueron las investigaciones que, desde
mediados de la década del setenta, se iniciaron con el estudio de estos tres casos
europeos. Aquí el papel desempeñado por el politólogo español Juan Linz es
crucial; el autor contaba con una larga trayectoria en la utilización de la categoría
régimen político y en la distinción de tipologías de regímenes políticos.136

Sin embargo, es necesario destacar que, no fue solamente el


intelectual español quien brindó herramientas para la innovación conceptual. En
1970, un artículo escrito por Dankwart Rustow y publicado en Comparative
Politics Review137, había propuesto una fórmula para pensar las Transiciones a la
Democracia. Rustow, había sido uno de los principales politólogos americanos en
desarrollar el enfoque de la modernización y en trabajar enfáticamente con la

135
Véase: Linz, Juan y Stepan, Alfred. The Breakdown of Democratic Regimes. The Johns Hopkins
University. Press. Baltimore and London, 1978. El libro consta de cuatro textos escritos bajo el mismo
título; uno teórico sobre la quiebra de las democracias escrito por Juan Linz; una compilación sobre casos
europeos; una compilación con casos latinoamericanos y un texto sobre Chile, escrito por Arturo
Valenzuela.
136
Véase: Linz, Juan. “Some comparative thoughts on the Transition to Democracy in Portugal and Spain”.
En: Braga de Macedo, D. y Serfaty, S. (comp). Portugal since the revolution Economic and Political
Perspectives. Boulder, 1981.
137
“Transitions to Democracy Toward a Dynamic Model”. Compative Politics. Volumen 2. Nº 3. April, 1970.

110
comparación como método en Ciencia Política138. En ese artículo, haciendo una
revisión sobre el estado de la cuestión en las corrientes politológicas y
sociológicas que se habían centrado en las democratizaciones, propuso un
modelo dinámico de las transiciones a la democracia que obró como un
antecedente teórico y metodológico importante. Discutiendo los enfoques
centrales que habían abordado a la democracia como variable dependiente (del
desarrollo económico y social, de las actitudes o de la cultura política) y que
habían enfatizado los prerrequisitos necesarios para la democratización, propuso
pensar a la democracia como régimen político alejándola de sus connotaciones
sustantivas139. Asumiendo la a democracia como procedimiento, en rechazo a su
uso como valor, y analizando los motivos por los cuales un sistema democrático
podía preservar su estabilidad, el texto impulso líneas de reflexión a futuro.

En primer lugar, Rostow aseveraba que eran diversos los caminos


que podían conducir hacia la democracia:

“Como tempranamente he insistido, para buscar explicaciones


causales, hace falta abandonar los juicios ingenuos. Específicamente,
necesitamos no suponer que la Transición a la Democracia es un proceso
uniforme a lo ancho y largo del mundo, que siempre relaciona las mismas clases
sociales, el mismo tipo de issues políticos o aún, los mismos métodos de
solución. Al contrario, sería mejor relacionar, siguiendo a Harry Eckstein, que una
gran variedad de conflictos sociales y de contenidos políticos pueden ser
combinados con la democracia. Por supuesto que esto es así, reconociendo que,
en términos generales, la democracia es primariamente una cuestión de
procedimientos más que de sustancia. Además, esto implica que, a lo largo de
varios países que han hecho la transición, puede haber varios senderos hacia la

138
Markovitz, Irving L. and Erickson, K. “Dankwart A. Rostow: Personal Remenbrances”. Comparative
Politics. Volumen 29. Nº 1 October, 1996.
139
A su vez, el valor que había tenido en el pasado la literatura sobre los “requisitos necesarios”
(económicos, sociales, culturales) para el surgimiento y/o estabilidad de la democracia, había sido la de
desafiar los enfoques jurídicos y legalistas que habían predominado durante generaciones en la Ciencia
Política. Y también, la de rivalizar con el antipoliticismo legado por la revolución behaviorista. Para
mayor información, sobre este último tema, remítase a una interesante tesis defendida en el Instituto de
Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Ghio, Gonzalo. Entre la Politización y
Despolitización del Mundo Social. La Política y Lo Político: Itinerario, Confrontaciones e Implicancias

111
democracia. Ningún modelo de transición necesita mantener que la evolución
democrática es un proceso firme y homogéneo a través del tiempo”.140

En segundo lugar, se pone énfasis en que la ruta hacia ella era


temporalmente discontinua. Aunque se atrevió a plantear una medida temporal
para la culminación del proceso de transición: aproximadamente una generación.

“Por supuesto que, el advenimiento de la democracia, no debe ser


entendido como ocurriendo en un solo año. Ya que la emergencia de nuevos
grupos sociales y la formación de nuevos hábitos se relacionan, una generación
es probablemente el período mínimo de la transición. En países que no tienen
modelos tempranos para emular, la transición es como que llega más despacio”141

En tercer lugar, se puso en escena la posibilidad de que fueran


diversos los grupos que le dieran impulso a la democratización (ciudadanos,
gobernantes, fuerzas a favor del cambio). En este caso, advirtió tempranamente
sobre la necesidad de pensar el cambio al interior de los sistemas políticos
nacionales, dejando a un lado el excesivo ímpetu que los analistas políticos le
habían otorgado a las constricciones internacionales o externas.

En cuarto lugar, allí se recomendaba a los politólogos realizar un


trabajo histórico, examinando dos o tres casos empíricos significativos.

Un poco más acá en el tiempo, el proyecto de investigación y la


compilación que sobre América latina y su contraste con otras áreas geográficas,
habían realizado Juan Linz y Alfred Stepan con la participación de Arturo
Valenzuela, dieron inició al trabajo sistemático sobre un área geográfica (América
latina) en estado embrionario. Además reflexionaron sobre las democratizaciones
desde una perspectiva teórica diferente a las que, hasta aquel momento, había
ocupado a los enfoques más estructurales. Seguramente, el peso de cada uno de
estos intelectuales debe ser diferencialmente subrayado. Ciertamente, Juan Linz

para los Estudios Internacionales. 2004.


140
Markovitz, Irving L. and Erickso, K. op cit. La traducción es mía.
141
Ibidem, p 347. La traducción es mía.

112
desarrollaba labores de investigación desde tiempo atrás, específicamente, la
quiebra de la democracia española. Sus intervenciones en las discusiones que los
integrantes del proyecto del Woodrow Wilson Center fueron importantes en la
construcción de un nuevo léxico político y politológico. Alfred Stepan, trabajaba el
caso brasileño. Así, las discusiones que en 1973 llegaron a convertirse en los
textos The Beakdown of Democratic Regimes, habían inaugurado los estudios
contemporáneos sobre América latina, desafiando el modelo de la modernización.
Frente a los enfoques estructurales (estructuristas), que como ejemplo
paradigmático podemos encontrar en las obras de Barrington Moore142, los
autores se centraron en cómo ocurrían determinados procesos de quiebre
institucional subrayando, no obstante, los constreñimientos estructurales que
llevan al colapso de las instituciones democráticas. Este enfoque hizo énfasis en
las dinámicas de las crisis, el reequilibrio de diferentes regímenes políticos y en
las opciones electivas de los actores (políticos y/o sociales, individuales y/o
colectivos) que aumentaban o disminuían la probabilidad de persistencia o
estabilidad de un régimen político.

Frente a los enfoques estructuralistas, la opción de un modelo de


opciones estratégicas impuso algunos cambios que fueron retomados por
O’Donnell, Schmitter y Whitehead.

Primero, una mirada sobre el tipo de régimen político como


dimensión diferente a cierto orden socio-económico, cultural o religioso. Así, entre
la opción por el régimen político y la expresión del orden económico o cultural,

142
Barrington Moore es uno de los principales practicantes de modelos estructuristas en la sociología
histórica. Esta perspectiva disciplinar parte de la premisa que todo conocimiento se forja, no a partir de la
observación sino de algún tipo de teoría, aún cuando esta sea muy burda. De ahí que cuanto mejores sean
estas teorías, mejor será nuestro conocimiento de la realidad. Esta perspectiva asume que las estructuras
están constituidas y poseen propiedades no reductibles a los individuos o grupos. Al mismo tiempo, esas
propiedades estructurales no son independientes de las prácticas estructurantes intencionales e
inintencionales de los individuos y grupos. En suma, en la sociedad existen dos núcleos de poder causal,
pero diferentes: uno a nivel macro y otro a nivel micro. Ambos tienen el poder de influirse mutuamente.
Sin embargo, solamente el poder de los individuos y grupos es agencial, incluso cuando no es consciente,
en virtud de los arreglos cooperativos que establecen día a día. En cambio, las estructuras tienen un poder
condicionante. Tienden hacia la continuidad espacial y temporal y moldean la acción y el pensamiento
humanos. Los seres humanos no pueden existir, pensar o actuar excepto dentro de contextos estructurales
que permiten y constriñen su existencia. En: Guarisco, Claudia. Sociología histórica y modelos teóricos
estructuristas. El Colegio Mexiquense. México. 2001. cguarisco@cmq.ed.mx

113
ahora se evaluaba que no había transparencia. El régimen político era una
dimensión que debía estudiarse como variable independiente.

Cito a Linz para respaldar con evidencias las aseveraciones del


párrafo anterior:

“Pero también rechazamos decididamente el supuesto de que todo


tipo de régimen es simplemente la expresión y defensa de un orden particular
socioeconómico, cultural o religioso. En realidad, la democracia es el tipo de
institucionalización política que permite cambios en estos órdenes sin un cambio
inmediato en la esfera política, así como considerable influencia independiente del
liderazgo político en estos otros sectores del orden social. Ciertamente, hinc et
nunc y a corto plazo, es sólo analíticamente posible separar el régimen político de
un orden social dado, o de procesos particulares de un cambio políticamente
impuesto. A más largo plazo, la democracia puede servir a múltiples y diversos
fines, y puede defender y contribuir a la creación de diferentes órdenes sociales y
económicos. Por tanto, en principio, un sistema democrático debería ser capaz de
congregar multitudes de gente que persiguen objetivos muy variables a lo largo
del tiempo. Sólo a corto plazo y con una visión de los conflictos de la sociedad
suma-cero, de alternativas mutuamente excluyentes (ambas cosas características
de posiciones extremas), el apoyo a la democracia como algo distinto del apoyo a
una concepción particular del orden social se hace imposible y pierde sentido”.143

Segundo, la democracia como tipo de régimen político y fundada en


reglas de procedimientos institucionales, apareció como fin en sí misma. Los
análisis se centraron en las democracias competitivas y la definieron de manera
minimalista.

“Nuestro criterio para definir una democracia puede resumirse


diciendo que es la libertad legal para formular y proponer alternativas políticas con
derechos concomitantes de libertas de asociación, libertad de expresión y otras
libertades básicas de la persona; competencia libre y no violenta entre líderes con

143
Linz, Juan. La quiebra de las democracias. Alianza Universidad. 1987, pp. 26 y 27.

114
una revalidación periódica de su derecho para gobernar; inclusión de todos lo
cargos políticos efectivos en el proceso democrático, y medidas para la
participación de todos los miembros de la comunidad política, cualesquiera que
sean sus preferencias políticas. Prácticamente esto significa libertad para crear
partidos políticos y para realizar elecciones libres y honestas a intervalos
regulares, sin excluir ningún cargo político efectivo de la responsabilidad directa o
indirecta ante el electorado. Hoy día la democracia supone por lo menos el
sufragio universal, pero quizá en el pasado fuera compatible con un sufragio
censitario o de capacidades de períodos anteriores, limitado a ciertos grupos
sociales. La exclusión de la competencia de política de partidos no
comprometidos con la vía legal de consecución del poder – que en realidad se
limita a exclusiones que puedan hacerse efectivas (de partidos menores o de
individuos de modo temporal o parcial, como el control de antecedentes políticos
de funcionarios) – no es incompatible con las garantías de competencia libre de
nuestra definición de democracia. Lo que distingue a un régimen democrático no
es tanto la oportunidad incondicional para expresar opiniones, sino la oportunidad
legal e igual para todos los de expresar todas las opiniones y la protección del
estado contra las arbitrariedades, especialmente la interferencia violenta contra
ese derecho”.144

Tercero, estos textos fueron los primeros en plantear – para el caso


de América latina en particular y comparativos en general – generalizaciones de
nivel medio sobre realidades históricas complejas. Y también los que propusieron
una mirada que si bien no abandonó la descripción, hizo énfasis en el análisis y
explicación de situaciones históricas únicas, aunque sugiriendo patrones
comunes, secuencias de eventos que se repetían país tras país.

En síntesis, América latina era a la fecha en cuestión un área de


estudio en gestación. En efecto, el proceso de innovación teórica y metodológica
que se inauguró con el proyecto coordinado por Guillermo O’Donnell, Philippe
Schmitter y Lawrence Whitehead, pudo ser llevado a cabo dado el reacomodo
que de los estudios latinoamericanos se realizaron en este contexto en la

144
Ibidem, pp 17 y 18.

115
academia norteamericana. Y por el énfasis que sobre la Política Comparada –
considerada como método a la vez que como objeto de estudio – generó este
proceso.

Pues bien, teniendo presente los antecedentes previos, es


importante señalar que, entre los últimos tramos de los años setenta y los
comienzos de la década del ochenta, un concepto clave comienza a ocupar un
lugar central en el vocabulario de las ciencias sociales a niveles regional y local.
El término transición a la democracia, como horizonte de expectativas, es
acuñado y comienza la “circulación de ideas”145 en el cono sur de América Latina
en momentos que aún no se han abierto señales regionales claras que den
cuenta que se podía torcer el trágico rumbo impuesto por las dictaduras militares
en los destinos colectivos y personales.

Las dictaduras militares siguen imponiendo mediante represión


condiciones a las instituciones académicas y a las prácticas de los intelectuales
dedicados a las ciencias sociales. Entre ellas, interesa resaltar; la intervención de
las universidades públicas; la expulsión o cese de contrataciones de académicos
que tienen labores de investigación y/o docencia; el exilio forzado, la migración o
el silenciamiento a los intelectuales y restricciones a la publicación y/o circulación
de escritos académicos críticos o disidentes. De esta manera, el trabajo de
muchos cientistas sociales se desplaza a espacios que se construyen por fuera
del Estado, y también de las fronteras geográficas nacionales. En un contexto de
fuerte lucha política, de desmantelamiento de las modalidades organizativas
anteriores, de prohibición a la discusión pública y de persecución, surgen o se
refuerzan instituciones privadas, otras de interés público no estatales, regionales
o nacionales y prácticas informales o formalizadas al interior de las anteriores.
Desde ellas constituidas como universidades itinerantes, foros de encuentro,
grupos de discusión o paraguas institucionales, se mantiene o ejercita una
reflexión crítica, una producción teórica disidente frente a los temas de
investigación que promueven los autoritarismos a través de sus sistemas oficiales.

145
Por “circulación de ideas” entiendo el proceso de emisión y recepción de las ideas desde unas regiones
(centro) hacia otras (periferia), asumiendo que en este transcurso se van produciendo mutaciones,

116
Estos espacios son heterogéneos: en los objetivos planteados, en los debates
que en ellos se despliegan, en la forma jurídica elegida, en el tamaño alcanzado,
en el tipo de organización interna adoptada, en la recepción y distribución de
recursos materiales, simbólicos y económicos. Tampoco son homogéneos en la
línea de investigación, en su relación con la producción de un conocimiento
estrictamente apegado a criterios científicos o en la procedencia disciplinar de las
“redes intelectuales”146 que los constituyen.

Como acontecimiento fundacional, es central la conferencia regional


realizada en Costa Rica entre el 16 y 20 de octubre de 1978 por el CLACSO. El
Congreso que lleva por título “Las Condiciones Sociales de la Democracia”, marca
el inicio de un programa de reflexión que convoca a intelectuales provenientes de
tendencias teóricas confrontadas pocos años antes. Aquí, el término democracia
se desenvuelve como catalizador y pívot de rumbos teóricos generados a partir de
realidades desvanecidas, de hipótesis teóricas contrariadas por dolorosos
procesos en marcha, de utopías desarmadas y de narrativas en crisis. El término
surge de una polémica sobre el presente que encuentra en el pasado sus
motivos, legándole al momento actual la tarea de distanciarse de diversas
experiencias regionales fracturadas (la vía chilena al socialismo, la izquierda
chilena leninizada, etc.). También contribuye la reflexión que cierta tendencia
intelectual de izquierda monta sobre la percepción de fracaso y/o derrota de sus
proyectos políticos anteriores y que encuentra en la Italia del “compromiso
histórico” un laboratorio de ideas e iniciativas políticas. Los procesos políticos de
la Europa mediterránea y específicamente el caso griego, español y portugués,
también auxilian este tránsito teórico, ofreciendo un modelo de cambio político
pactado y pacífico.

A modo de ejemplos se pueden destacar la segunda conferencia


regional “Estrategias de desarrollo económico y procesos de democratización en

adaptaciones o hibridaciones.
146
Por “redes intelectuales” entiendo la existencia de contactos profesionales durante un período de años
entre un conjunto de personas que se reconocen como pares y que de manera consciente utilizan estos
contactos para promover algún tipo de actividad profesional que puede ser: circulación de la información,
difusión de su trabajo, organización de equipos, creación de revistas o instituciones y hasta defensa de
intereses corporativos.

117
América Latina, realizada en 1979, en la ciudad de Río de Janeiro; la conferencia
regional “Estrategias para el fortalecimiento de la Sociedad Civil” preparada con el
Centro de Estudios para el Desarrollo, en Caracas, a mediados de julio de 1981.
Además de organizar seminarios y congresos, el papel que cumple el CLACSO
en el ambiente intelectual regional es importantísimo: facilita el intercambio
académico, gestiona becas, impulsa la publicación de textos, reúne a los centros
e institutos de investigación más representativos de América Latina. Además, los
grupos de discusión y/o trabajo que se organizan con el arribo de Francisco
Delich, merecen una atención especial. Entre ellos, el de “Estado y Política”
coordinado primero por Guillermo O’Donnell y, posteriormente por, Norbert
Lechner, se constituyó en un espacio propicio para la realización de seminarios en
los que se reúnen intelectuales del cono sur y brasileños y en el que se plantean
las discusiones que convergen en la producción de la idea de transición a la
democracia.

De este modo el CLACSO cumple la función de universidad


itinerante, constituyéndose en un espacio propicio para la circulación de la
comunicación intelectual a través de América Latina y de esta con el resto del
mundo académico, albergando, propiciando y patrocinando el trabajo de
intelectuales de diversas tendencias teóricas y disciplinares, y de trayectorias
heterogéneas. Todo este proceso había comenzado en el año 1973, momento en
que el CLACSO organiza un sistema de bolsas de becas, mediante el cual logra
una subsistencia económica mínima para sustentar a los intelectuales chilenos
que debían emigrar del país a causa de la instalación de la dictadura.

En Chile, hacia finales de los años setenta, comienzan a surgir


varios centros académicos privados que financian sus investigaciones con fondos
provenientes de fundaciones extranjeras,147 especialmente de la Fundación Ford.
Sin embargo, desde el mismo momento del golpe, ella otorga financiamientos
para lograr la subsistencia mínima de algunos intelectuales que eran expulsados
de las universidades estatales. Además el Programa de la FLACSO con sede en
Santiago de Chile, actuó desde los primeros días del golpe como un paraguas

118
institucional. A los pocos días de instalado el régimen militar, y hasta el año 1974,
varios intelectuales chilenos iniciaron una fuerte discusión estratégica acerca de si
debían partir al exilio o quedarse en el país. Al ser la FLACSO una institución
independiente del gobierno y extraterritorial, los militares la respetaron más que al
resto de las instituciones y, en ella, pudieron congregarse intelectuales
expulsados de la Universidad de Chile y de la Pontificia Universidad Católica de
Chile, algunos integrantes del MAPU y varios intelectuales socialistas.148

Todo este proceso fue generando la desprovincialización149 de las


ciencias sociales y de algunos intelectuales a través del intercambio de ideas y
también de experiencias políticas entre agentes de distintas latitudes.
Simultáneamente, produjo un embrionario proceso de especialización interesado
por reproducir materialmente a las disciplinas y por expandir líneas de
investigación en y para un mercado de trabajo ampliado - localizado ahora en el
exterior - por desarrollar niveles de carreras y por producir saberes que se
distingan de la promoción de ideologías.

El proyecto de investigación del Woodrow Wilson Center for


International Scholars titulado “Los períodos de transición posteriores a los
gobiernos autoritarios: Perspectivas para la democracia en América Latina y
Europa Meridional”, exige atención particular.

Es notable el testimonio de primera mano de Guillermo


O’Donnell al rememorar el instante en virtud del cual se hace parte de una
verdadera industria sobre procesos de democratización señalándonos que “Una
de las actividades que me sonaba más útil en ese sentido y, a la vez, más
intelectualmente interesante era ser miembro del Consejo Asesor del Programa

147
Un interesante análisis al respecto se puede leer en: PURYEAR. op cit, pp 33 – 70.
148
Después del golpe del ’73, en la FLACSO convergen varios intelectuales expulsados de las universidades
nacionales entre los que cabe nombrar a: Manuel Antonio Garretón, Norbert Lechner, Enzo Faletto, Angel
Flisfisch, Tomás Moulian y Rodrigo Baño.
149
La expresión la tomo prestada de Lechner, Norbert. El debate intelectual en América del Sur. En: Los
patios interiores de la democracia. Siglo XXI. Santiago. 1990. Con ella manifiesto que los debates y
algunos intelectuales, se desligaron de la subordinación al partido, la presión de la acción armada, de la idea
de proletarización del oficio y dada la circulación que permiten los financiamientos, exilios y jornadas, se
logran incorporar poco a poco, discusiones que surgían de y con la nueva situación.

119
Latinoamericano del Woodrow Wilson Center for International Schoolars, en
Washington DC. El presidente de ese Consejo era Albert Hirschman y el director
del Programa, Abraham Lowenthal. En 1977, viajando para una reunión de ese
Consejo junto con otro miembro, Fernando Enrique Cardoso, nos preguntamos
qué actividad queríamos proponer. Nos dijimos que, inspirados en las transiciones
recién iniciadas en España, Grecia y Portugal, deberíamos proponer un proyecto
de estudio de las transiciones desde diversos tipos de regímenes autoritarios,
incluyendo por supuesto nuestros BA latinoamericanos. Este proyecto se podría
basar en los trabajos que ambos, ya habíamos hecho, tanto criticando el
autoritarismo en nuestros países como postulando la democracia como la vía
deseable de su superación. En cuanto llegamos a Washington conversamos con
un amigo, también miembro de aquel Consejo, Philippe Schmitter, quien había
tenido destacada actuación en la defensa de derechos humanos durante el
período más represivo del BA brasileño y cuyos trabajos apuntaban en una
dirección convergente con los nuestros. Schmitter concordó y entre los tres
presentamos estas ideas al Consejo que, para nuestra alegría y con el decidido
apoyo de Hirschmann y Lowenthal, decidió lanzarse a él”.150

El programa latinoamericano del centro se creó en 1977 y, en 1979,


comienzan las investigaciones que son publicadas en inglés en el año 1986 y, en
1989 en español bajo el nombre de Transiciones desde un gobierno autoritario.

Estas instituciones, prácticas académicas y espacios, tienen un


significado mayúsculo en la circulación e intercambio de las ideas y en el uso de
un vocabulario construido a través del prisma de la gobernabilidad y el interés en
los mecanismos institucionales.

En definitiva, la producción y revalorización de estas ideas se ubica


en un complejo entramado de instituciones, geografías e intelectuales. En esta
historia surgida de una situación de catástrofe política, las fronteras geográficas
en donde se logra esta producción intelectual se vuelven difusas. Participan

150
En: O’Donnell, Guillermo. Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización. Paidós.
Buenos Aires. 2004 p 17.

120
chilenos, argentinos, uruguayos, brasileños, mexicanos y también europeos y
estadounidenses. Estos intelectuales tienen diversas procedencias disciplinares
los hay sociólogos, politólogos, filósofos, y abogados.

En Chile, donde la actividad partidista y la labor académica poseen


barreras tenues, los intelectuales trabajan con los políticos e influyen en el
proceso de liberalización y transición a la democracia colaborando en la
moderación de actitudes y comportamientos de la oposición política, lo que se
plasmará en la elaboración de la estrategia por el NO.151 Modernizan las practicas
del hacer en política, introduciendo nuevos métodos - análisis de actitudes y
comportamientos, focus groups, estudios de encuestas, de enorme utilidad en la
campaña plebiscitaria de 1988 - generando todo este proceso una, si se quiere,
intelectualización de la política152. Estos intelectuales, procedentes de los centros
académicos alternativos, “ayudaron a ingeniar la exitosa transición a la
democracia en Chile”. Rol que, según Puryear, no tendría equivalente alguno en
otros países latinoamericanos. “Ellos contribuyeron de distintas maneras y en
diferentes momentos, a superar las antiguas divisiones y desconfianzas entre las
distintas culturas partidarias153, ayudando a moderar el pensamiento político de
oposición, a repensar la estrategia de transición, a modernizar la política, a
encarar el plebiscito [de 1988] como un solo conglomerado político, participando
en el staff del comité multipartidario, y en algunos casos, dirigiendo los partidos
políticos”.154

Durante la década del ‘80 los politólogos en particular y los cientistas


sociales en general comienzan a utilizar, para analizar las dictaduras del “cono

151
La estrecha vinculación entre intelectuales y poder político no es una conclusión sorprendente. Ella ha
sido profusamente tratada por estudiosos de la sociología de los intelectuales y particularmente destacado
para los casos de América Latina y otras sociedades periféricas. Chile pareciera ser un caso arquetípico al
respecto. Véase: Puryear, Jeffrey. op cit.
152
Existe intelectualización de la política cuando hay una interpretación predominante de la política que la
concibe como salvación de la sociedad a partir de un conocimiento racional adquirido racionalmente.
Angel Flisfisch. Algunas hipótesis sobre la relación entre intelectuales y partidos políticos en Chile.
Documento de Trabajo. Nº 234. FLACSO. Santiago de Chile, 1985, p 4.
153
Como señala crudamente Manuel Antonio Garretón refiriéndose al programa de talleres, que por aquel
entonces – en la medianía de la década de los ’80 - se desarrollaban en el CED, “hizo que los demócratas
cristianos se dieran cuenta que los socialistas, al menos al nivel teórico, no eran unos brutos, y la
izquierda se dio cuenta que los demócratas cristianos no eran fascistas”. Citado en PURYEAR. op cit, p
97.

121
sur”, la teoría que distingue entre autoritarismos y totalitarismos. Esa tendencia
teórica se apoderó para resignificarlo del término transición. Si bien es cierto, por
una parte, la operación consistió en disminuir su alcance y a la vez su
rendimiento explicativo, por otra, ella se mostró eficaz para transformar las
nociones de cambio político hasta allí predominantes y efectiva en tanto
constructora de un futuro pronto a llegar.155

En primer lugar, mediante el uso del término se anunció una idea de


movimiento que implicaba, al menos, dos espacios identificables. Por definición, el
empleo de esta palabra indica un lugar de partida y uno de llegada. Sin embargo,
hablar en términos de tránsito también supone pensar en un ritmo. Aquí la palabra
transición proporciona una imagen a través de la cual parece posible hablar de
estadios intermedios entre las situaciones que se colocan por detrás - el punto de
partida - y por delante - el punto de llegada -. Por esto, se acuñaron palabras que
revelan instancias anteriores, intermedias o posteriores: liberalización, apertura,
democratización, consolidación. Por este lado, la palabra transición dibujó una
manera de pensar el cambio político, asimilable a un proceso paulatino, gradual,
distinto y opuesto a las transformaciones hechas en un solo movimiento,
concluyentes y/o violentas a las que se aludía con la utilización de la idea de
revolución. Es más, mediante la utilización de este término, siempre es posible
retrasar la llegada del futuro puesto que deja abierta la posibilidad de argüir que
nos hallamos en tránsito hacia el estado que se piensa y se desea alcanzar. Por
este lado, la Transición a la Democracia expresó una aspiración a futuro que se
alejó de la presión que le podría haber impuesto una determinación temporal
precisa. Desde su acuñación, el término estuvo disponible para argumentar que
se estaba en un momento previo o mezclado de la situación a la que se esperaba
llegar.

154
PURYEAR. op cit, p 5.
155
No es menor el cúmulo de dificultades que la Teoría Política ha debido franquear al problematizar las
nociones de espacio y tiempo en su ámbito disciplinar. Para mayor información consultar: Lesgart,
Cecilia: “Tiempo y Política”. Léxico de la Política. Conceptos y categorías de las Ciencias Sociales en un
diálogo intercultural. CONACYT - FLACSO. México. UNAM - UAM. Xochimilco. F. C. E. 2.000.

122
En segundo lugar, mediante el uso del término transición, los puntos
de partida y de llegada estuvieron nombrados desde el comienzo. En el primer
caso, fueron el Estado Burocrático-Autoritario o el Nuevo Autoritarismo. Lo
burocrático-autoritario es de la clase de términos que después de acuñado se
independiza de quien lo produjo - Guillermo O’Donnell – y pasa a formar parte del
acervo de las ciencias sociales en general y de la Ciencia Política en particular.
Producido para caracterizar a los “golpes de estado” surgidos en la década del
sesenta, su disponibilidad permitió que la región ganara un lugar de importancia
en la Política Comparada, especialmente dentro de la academia estadounidense.
Fue el término sobre el que más intentos analíticos y explicativos se tejieron lo
que hizo que se utilizara como concentrado de muchos contenidos significativos.
Su uso no siempre fue específico puesto que el designó una forma de Estado, un
tipo de régimen político, un sistema político y una forma de dominación moderna.
Fue empleado de manera generalizadora, lo que le permitió ir más allá de la
experiencia que intentaba describir. Además, fue aplicado desde una cualidad
puramente lingüística, que lo llevó a formar otras categorías y que otorgó la
perspectiva de la comparación sin perder densidad analítica a pesar de la
cantidad de cualidades que el término iba adquiriendo. Fue empleado como
término descriptivo y, sin embargo, continuó siendo eficaz en su aplicación a
casos concretos, en el hallazgo de continuidades y diferencias halladas país tras
país, lo que contribuyó a desentrañar las especificidades que adquirían los
autoritarismos latinoamericanos. A su alrededor, se ordenaron una serie de
debates que fueron eficaces al plantear una tensión que recorrería a las ciencias
sociales de los primeros años de la década de los ochenta: la especificidad de un
régimen político y sus diferencias con el Estado para hablar de la política.
Epocalmente se opuso enérgicamente al término fascismo156. Entendido como
tipo de Estado, fue diferenciado de cualquier otra forma de dominación moderna
autoritaria ya que el fascismo corresponde a países de ( …… ) “industrialización
tardía, no la secuencial de los B. A. en los que el papel dinámico correspondió a

156
Para mayor información leer: Bracher, Karl Dietrich. Controversias de historia contemporánea sobre
fascismo, totalitarismo y democracia. Editorial Alfa. Barcelona. España, 1983. Según Bracher, la
tendencia a una generalización indiscriminada de conceptos tales como “fascismo” o “totalitarismo” no
sólo no da cuenta de los diferentes movimientos políticos, sino que encierra el peligro de la subvaloración
del fascismo, reproduciendo así los mismos errores de las discusiones de las décadas del ’20 y ’30 de la

123
un dúo muy diferente – Estado y burguesía nacional – y en el que la emergencia
de la clase obrera se dio por canales muy diferentes a los de los B. A.”157

En el segundo caso, mientras que algunos intelectuales hablaban de


un “futuro abierto”, al mismo tiempo le colocaban un nombre genérico. Así, la
democracia representativa, la democracia política o la poliarquía, se convirtieron
en el arribo imaginado y en términos que dieron sentido a la reflexión teórica y al
cambio político. Sin embargo, lo que nunca se indicó, fue el tiempo que iba a
tardar ese recorrido. Por esto, fue posible designar mediante el mismo término
procesos con duraciones tan disímiles: en Uruguay, transición prolongada; en
Argentina, transición por colapso, y en Chile, transición retardada, posteriormente
llamada incompleta.158 De aquí también que, un término con connotaciones
altamente temporales, encuentre la delimitación de sus diferentes estadios en la
compleja interacción de sus actores y no en una medida temporal per se. Esto
indica la dificultad que tuvo la producción teórica más sistemática sobre las
Transiciones desde los gobiernos autoritarios y a la Democracia para lograr una
conceptualización ajustada de las categorías intermedias que indican que el punto
de partida se encuentra resquebrajado, en crisis o en desequilibrio y que se
puede hablar de una apertura, de una liberalización o de una transición. Si bien
epocalmente, algunos intelectuales hicieron un esfuerzo sostenido por
conceptualizar dichos términos y ajustarlos temporalmente,159 a la literatura en

primera mitad del siglo XX.


157
O’Donnell, Guillermo. “Reflexiones sobre ascendencias de cambio del estado burocrático – autoritario.
En: Revista Mexicana de Sociología Nº 1. Enero/Marzo de 1977. Para mayor información léase: 1966 –
1973. El Estado Burocrático – Autoritario. Triunfos, derrotas y crisis. Editorial de Belgrano. Buenos
Aires, 1982. En esta obra O’Donnell realiza una importante contribución al conocimiento de las nuevas
formas de dominación autoritaria – mediante el estudio del caso argentino de 1966 a 1973 – que
emergieron en América Latina a partir del golpe de Estado de 1964 en Brasil, continuaron con el golpe en
Argentina en 1966 y, en la década del ’70 asumieron en Chile, Uruguay y nuevamente Argentina,
características mucho más agudas.
158
Recomiendo al respecto, un interesante texto - volumen colectivo - que reúne un conjunto de reflexiones
en las que, desde distintas tradiciones intelectuales, escuelas de pensamiento, enfoques, perspectivas y
métodos de análisis se examina la naturaleza, significado y sentido de la “transición chilena”. En: La Caja
De Pandora. El retorno de la transición chilena. Amparo Menéndez-Carrión y Alfredo Joignant (Editores)
Planeta/Ariel. 1999.
159
Cabe destacar el sistemático esfuerzo realizado por Manuel Antonio Garretón, quien en el marco de su
notable producción intelectual ha mantenido a lo largo de los años una ininterrumpida línea de
investigación en esta materia, intentado definir e incluso redefinir estos términos. Para profundizar en esta
temática se requiere consultar: Garretón, Manuel Antonio. Dictaduras y democratización. FLACSO.
Santiago de Chile. 1994; Reconstruir la política. Transición y Consolidación democrática en Chile.
Editorial Andante. Santiago de Chile. 1987; y Hacia una nueva era política. Estudio sobre las

124
cuestión le fue notablemente difícil lidiar con la vaguedad conceptual. Los
recursos explicativos se encontraron en la particularidad de los casos, que venían
a ofrecerle a las definiciones generales sus connotaciones específicas.

Para ilustrar las diferentes significaciones atribuidas al término


transición y la delimitación de sus tiempos de duración, podemos citar algunas
conceptualizaciones. Primero, la transición fue entendida como “( … ) el intervalo
que se extiende entre un régimen político y otro”. Aquí, la definición y la
delimitación temporal de la idea de transición - indicada mediante la palabra
intervalo - dependió de la conceptualización del término régimen político y de la
construcción de tipologías de regímenes políticos.160

En este caso, la transición se limitó por el proceso de disolución del


régimen autoritario y por el establecimiento de alguna forma de democracia, de
retorno a algún tipo de régimen autoritario o el surgimiento de una alternativa
revolucionaria. Segundo, se definió a la transición como el cambio de régimen
político: del autoritarismo a la democracia. Aquí, se reconoció la dificultad
empírica que suponía el establecimiento del punto de inicio de la transición y el de
llegada. De esta manera, la transición - definida como cambio de régimen político

democratizaciones. Fondo de Cultura Económica. Santiago de Chile, 1995.


160
Es el caso del volumen IV de “Transiciones desde un gobierno autoritario“. Aquí se ofreció esta idea de
la transición, dependiente de la conceptualización del tipo de régimen, cuya definición genérica está dada
en una cita del texto en página 118. La transición debe ser distinguida de la liberalización que sería una
primera etapa en la transición: ocurre durante la misma y debe diferenciarse del proceso de
democratización, puesto que no son sinónimos. Pueden darse o no en forma simultánea con la
democratización y las diferencias que guardan son de grado. Es el proceso a través del cual se redefinen y
amplían los derechos, que los vuelven efectivos “(…) que protege a individuos y grupos sociales ante los
actos arbitrarios o ilegales cometidos por el Estado o por terceros. En el plano individual estas garantías
incluyen los elementos clásicos de la tradición liberal: el habeas corpus, la inviolabilidad de la
correspondencia y de la vida privada en el hogar, el derecho de defenderse en debido proceso y de
acuerdo con las leyes preestablecidas, la libertad de palabra, de movimiento, de petición ante las
autoridades. En el plano de los grupos, abarcan la libertad para expresar colectivamente su discrepancia
respecto de la política oficial sin sufrir castigo por ello, la falta de censura en los medios de comunicación
y la libertad para asociarse voluntariamente con otros ciudadanos” p 20. Por democratización se entiende
el proceso en que “( …) las normas y los procedimientos de la ciudadanía son, o bien aplicados a
instituciones políticas antes regidas por otros principios ( … ) o bien ampliadas de modo de incluir
individuos que antes no gozaban de tales derechos y obligaciones ( … ) o para abarcar problemas e
instituciones que antes no participaban en la vida ciudadana ( … )” pp 22/23.

125
- comenzaría cuando un régimen entra en crisis terminal y culminaría con las
primeras elecciones constitucionales.161

Tercero, hallamos definiciones de la transición como un proceso


extendido en el tiempo, cuya primera fase es el inicio de la descomposición del
régimen autoritario, la segunda fase es la instalación de un régimen político
democrático y, la tercera, el momento en que se plantea la tarea de consolidar el
nuevo régimen.162

Por último, la transición era significada de formas más generales:


apertura del régimen militar, paso de un régimen militar a otro tipo de régimen
político, fin de la política autoritaria y restitución de la política democrática, puesta
en escena de los partidos políticos, de los nuevos movimientos sociales, acceso a
los medios de comunicación, fin de la represión, momento de derrota de la
dictadura, momento límite de la política, momento en que comienza la
construcción y el ejercicio del poder, momento de coexistencia de una dictadura
inviable y de una naciente democracia, hilo conductor con una lógica propia que
surge entre el autoritarismo y la democracia, momento reactivo de resurrección de
la sociedad civil, retorno al imperio de la ley.

Todas estas definiciones, que señalan la existencia de dos


momentos a lo largo del tiempo, muestran también una seguridad más firme en
torno a cuál es el punto de partida. En efecto, con éste se realizó un trabajo
descriptivo y analítico incomparablemente más rico cuali y cuantitativamente que

161
Es el caso que propone Manuel Antonio Garretón. En: Reconstruir la política. Transición y
Consolidación democrática en Chile. Editorial Andante. Santiago de Chile. 1987. Garretón realiza una
nítida diferenciación entre democratización y transición política. La primera se refiere a un cambio social
global, mientras que la segunda tiene que ver con el cambio de régimen político: del autoritarismo a la
democracia. Aunque más adelante, sostiene que la transición comienza una vez inaugurada la democracia.
Es decir, en el mismo momento en que comienza la consolidación, “ ( … ) aunque no es seguro decir que
éste consolidada una vez inaugurada la democracia, aunque no haya riesgo inminente de golpe”. En otro
de sus libros, la consolidación la describe como el proceso que se inicia con el primer gobierno surgido de
elecciones democráticas y la tarea de la consolidación es la de completar la transición y profundizar la
democratización social y la modernización. Garretón, Manuel Antonio. Hacia una nueva era política. Op
cit.
162
Es el caso de Portantiero, Juan Carlos. “La Transición entre la confrontación y el acuerdo”. Portantiero,
J. C. y Nun, J. (comp.) Ensayos sobre la transición a la democracia en Argentina. Buenos Aires, 1987.
Especialmente la p. 262, donde el autor diseña un cuadro en el cual incluye dentro de la transición: la
crisis del autoritarismo, la instalación democrática y el proceso de consolidación.

126
con el punto de llegada. El lugar de la partida señalado en estos debates es el de
los regímenes militares, conceptualizados como Estados Burocráticos
Autoritarios. Sin embargo, no se encuentran trabajos que se hayan detenido en la
discusión y distinción de diferentes arribos posibles. Es verdad que en aquellos
trabajos abocados a la politología163 se hace mención a los riesgos contenidos en
los procesos de transito: posible regresión autoritaria y permanencia de “enclaves
autoritarios”164. Sin embargo, desde el inicio se explicitó que la democracia
política era el objetivo deseable per se,165 es decir, el punto de llegada deseado
aunque pudiera ser empíricamente imposible.

De esta manera, el arribo estuvo desde el comienzo nombrado a


través del término democracia, a la que se le adjetivó con algunas palabras:
poliarquía, representativa, política. Lo curioso, es que este punto de llegada nunca
fue sometido a debate durante la discusión sobre las Transiciones desde los
gobiernos autoritarios hacia la Democracia. Así, en vez de resaltarse diferentes
oportunidades y/o posibilidades de organización, la democracia creó una nueva
situación. Por un lado, cumplió el papel de creación de una experiencia futura. Por
otro lado, se constituyó en un término de movimiento. Desde el principio, la
democracia se organizó como un ideal y como un concepto que anticipó el
movimiento histórico, influyendo en la organización de imágenes y de
representaciones sobre el futuro y fijando sentido a la vez.

De todas maneras, la selección de la democracia - como expectativa


política y como vocablo - no se realizó en el vacío. Con ella, se puso énfasis en
las reglas y en los procedimientos formales como mecanismo para la formación
de las decisiones colectivas y, a la vez, se definieron los actores necesarios para
llevar a cabo y el tipo de acciones que se corresponderían con ella. Esto se hizo

163
Consultar los trabajos incluidos en Transiciones desde un gobierno autoritario. Op cit.
164
“Estos enclaves se refieren al poder de las Fuerzas Armadas, al tipo de Justicia y Tribunales heredados, al
sistema electoral [binominal aún vigente], los senadores designados [y vitalicios] y todas las amarras
constitucionales [imposibilidad del Presidente de la República de remover a los Jefes castrenses] y legales
no democráticas, así como al problema ético-simbólico de la violación de derechos humanos bajo la
dictadura militar que deja sin resolver la cuestión de la reconciliación nacional”. Garretón, Manuel
Antonio. Balances y perspectivas de la democratización política chilena. En: La Caja de Pandora. Op cit,
p 62.
165
O’Donnell, G; Schmitter, P; Whitehead, I. Op cit. Especialmente en la introducción a los casos

127
así por algunos motivos. En primer lugar, porque era el nombre utilizado - y
disponible - para llamar a algunos regímenes políticos vigentes, evaluados como
“exitosos” por ciertos intelectuales: las democracias de los países del capitalismo
avanzado del cuadrante noroeste del planeta. En cuanto a la adopción de este
modelo interpretativo, parece pertinente citar al menos dos intelectuales que
epocalmente tuvieron trascendencia sobre las discusiones y producciones
politológicas, especialmente sobre los intelectuales que integraron el proyecto del
Woodrow Wilson International Center: Robert Dahl y Joseph Schumpeter. El
primero, con sus libros Un Prefacio a la Teoría Democrática y La Poliarquía166. El
segundo, a través de Capitalismo. Socialismo y Democracia167. De estos textos,
canónicos en la ciencia política, los intelectuales latinoamericanos de ese ámbito
disciplinar, se apropiaron del aspecto procedimental de la democracia política y,
también, de algunos derechos y libertades para los ciudadanos: elecciones
competitivas, organización a través de partidos políticos, amplitud en la expresión
de la opinión pública, alternancia en el poder, vigencia del Estado de Derecho,
respeto por los Derechos Humanos.

Nohlen llama a este enfoque “orientación analítico-procesal” y lo


contextualiza históricamente como una reacción respecto a ciertos modelos
estructuralistas predominantes en las ciencias sociales latinoamericanas en las
décadas de los sesenta y setenta. Refiriéndose a esta perspectiva, nos plantea
que “la investigación sobre la transición [política a la democracia] significó un
cierto quiebre con la tradición de investigación latinoamericana. El
estructuralismo, con su acentuación de las variables socioeconómicas, fue
reemplazado por enfoques que ponían énfasis, por una parte en situaciones
decisionales y el comportamiento estratégico de actores y, por otra, en variables
políticas genuinas.” 168

latinoamericanos que realiza Guillermo O’Donnell en el volumen 2.


166
Dahl, Robert. La Poliarquía. Participación y Oposición. Editorial Tecnos. Madrid. 1989 y Un Prefacio a
la Teoría Democrática. Ediciones Gernika. México. 1987.
167
Schumpeter, J. A. Capitalismo. Socialismo y Democracia. 2 Tomos. Editorial ORBIS. S.A. Buenos Aires.
1983.
168
Nohlen, Dieter y Thibaut, Bernhard. “Investigación sobre la transición en América Latina: Enfoques,
conceptos, tesis. Traducción de Martín Lauga. Arbeitspapier, Universitat Heidelberg. Institut für
Politische Wissenschaft, nº 11.

128
El desplazamiento de las perspectivas de análisis macrosociológicas
o estructuralistas crearon condiciones de posibilidad para que los actores y las
situaciones de decisiones estratégicas comenzaran a hegemonizar los análisis,
favoreciendo de este modo, métodos de investigación explícitamente inspirados
en la teoría de los juegos.169 O’Donnell y Schmitter plantearon – justificando de
este modo su elección metodológica – que la situación de incertidumbre y caos en
situaciones de transición, obligó a la comunidad disciplinar a una búsqueda
colectiva de metodologías excepcionales, entre las cuales el análisis estratégico
tuvo [tiene] gran influencia. (O’Donnell y Schmitter. 1988).

Como es dable observar, en los volúmenes de Transiciones desde


un gobierno autoritario, los intelectuales que participaron del proyecto utilizaron
como sinónimos a la democracia política como objetivo deseable per se y a la
poliarquía. En segundo lugar, por el lado de aquellos intelectuales que hicieron del
socialismo una idea en proceso de revisión, la adopción del “modelo
interpretativo” de democracia se asoció con los procesos de renovación teórica
del marxismo latinoamericano y con las búsquedas teóricas y prácticas del
llamado por aquel entonces eurocomunismo.

Es importante poner de relieve, que hasta entonces, la noción como


categoría de análisis del marxismo aludía al paso de un modo de producción a
otro170 y en las teorías de la modernización implicaba el cambio de las sociedades

169
Un interesante artículo del profesor Joignant ilumina este debate, lamentablemente ausente en la
Academia chilena actual. Joignant, Alfredo. Modelos, juegos y artefactos. Supuestos, premisas e
ilusiones de los estudios electorales y de sistemas de partidos en Chile. (1988 – 2005). Santiago de Chile.
2006. Mimeo. 45 paginas.
170
Debemos a la corriente sociológica marxista - de impronta althusseriana - de la década del ’60 haber
introducido el término en la jerga política chilena. Para los marxistas de aquel entonces hablar de
transición significaba referirse a los “pasos de un modo de producción al otro”. La forma como se
producen los bienes materiales constituye para Marx el determinante en última instancia – a largo plazo –
de las concepciones que los individuos tienen de sus propias vidas, así como sus relaciones con los
ámbitos de la vida social y política. Anclada en esta línea de pensamiento, la teoría marxista del cambio
social se concentra en el estudio histórico de la transición de un modo de producción al otro. La
importancia de comprender las causas, las formas y el destino de las transiciones permiten – según lo
indicaba el canon doctrinario del marxismo estructuralista de la época - conocer las características del
cambio social, una tarea indispensable para impulsar las modificaciones necesarias, para avanzar hacia la
sociedad ideal sin clases sociales y sin explotación. Para mayor información ver: Marta Harnecker. Los
conceptos elementales del materialismo histórico. Siglo XXI Editores. Santiago de Chile. Novena
Edición. 1971; pp 155 a 161.

129
tradicionales a las modernas171. En ambos casos constituía un macro concepto.
Es decir, una constelación de conceptos que al interactuar entre sí hacen emerger
una nueva figura. Figura que se disolvería si dejamos de interrelacionar los
conceptos que interactúan. Macroconceptuar es asociar en el orden del macro
concepto, en forma dinámica, conceptos simples o atómicos. Asociar conceptos
que incluso pueden ser opuestos tomados en abstracto, de forma absoluta.
Conceptos que se hacen complementarios en el orden del macro concepto.172

En la analítica de las dictaduras del cono sur cambió de dimensión.


El macro concepto original derivó hacia un micro concepto, referido
exclusivamente al paso formal del régimen político autoritario, al régimen político
electoral. Dejando de lado el problema de la calidad de la democracia, medida por
ejemplo, por la calidad de la representación.

171
Los tratados clásicos de Rostow (Las etapas del crecimiento) y Germani (Sociología de la modernización)
sentaron los pilares teóricos que dieron sustento a una visión del desarrollo como sucesión lineal de
etapas. Conforme a esa visión, el desarrollo de una sociedad consistía en hacerla transitar desde etapas
iniciales o tradicionales hacia etapas avanzadas o modernas. En términos concretos, tal concepción se
traducía en instrumentar los mecanismos para que las sociedades atrasadas lograran su propia transición
desde economías agrarias y orientadas a las exportaciones, hacia economías urbano-industriales
orientadas al mercado interno y con una creciente capacidad productiva. Se suponía que el proceso mismo
haría posible proporcionar a la población empleo e ingresos que permitieran un nivel de consumo y
acceso a servicios sociales modernos. Aplicado sociológicamente, el término “modernización” permite
describir las características de los patrones productivos, económicos, culturales y sociales desde el
comienzo de la Revolución Industrial iniciada en Europa durante el siglo XVIII hasta el presente. Max
Weber entiende el surgimiento de la modernización como una declinación de los patrones tradicionales de
pensamiento junto al incremento simultáneo de la importancia de la racionalidad. Weber sostenía que la
sociedad moderna se basa en una visión racional del mundo, es decir, algo calculado y predictible, a
diferencia de las sociedades preindustriales cuya tendencia era considerarlos como objetos de voluntad
divina o del destino. Quizás, una de las evidencias más claras de la visión de un mundo racional para
Weber, es la emergencia de la burocracia en la sociedad moderna. A diferencia de la organización social
tradicional, basada en lealtades personales y adherencias a prácticas del pasado la burocracia envuelve, de
una manera deliberada, políticas y regulaciones creadas para la consecución efectiva de metas y objetivos
de largo alcance. Ver: Weber, Max. La ética protestante y el espíritu del capitalismo. México. Premia
Editora. Novena Edición. 1991. El original fue publicado en 1904.
172
Este modo de conceptualizar se inscribe en el contexto de las llamadas ciencias de la complejidad, que
sostienen que tanto los fenómenos como sus explicaciones son complejos. La linealidad de los procesos
es sólo episódica, dado que llegan a puntos de su historia en los que se bifurcan, se tornan caóticos y
luego se reorganizan y forman nuevos sistemas. Esos procesos son indeterminados en el sentido que es
imposible predecir qué resultará de ellos, en tanto el resultado es una función del material histórico real,
complejo, que ingresa en el proceso de bifurcación. Para mayor información leer: Morin, Edgar.
Introducción al pensamiento complejo. Gedisa. Barcelona. 1995. Sociología. Tecnos. Barcelona. 1995.
Morin es un pensador multidisciplinar conocido especialmente como sociólogo y epistemólogo. Figura
cono pionero en los estudios de complejidad. Trabaja por un conocimiento que no mutile, ni tabique entre
las diferentes disciplinas, que respete lo individual y lo singular, al mismo tiempo que lo inserta en su
contexto y su conjunto.

130
Recapitulando, desde el inicio de la década del ’80, la transición a la
democracia, fue empleada como idea general, disponible para distintos
argumentos y combates, tanto académicos como políticos. Su mención, tanto en
el mundo académico como fuera de él, nos remite a una nueva manera de pensar
el cambio político. Utilizada como modelo adquirió capacidad evaluativo-
descriptiva sobre los procesos históricos nombrados bajo los términos apertura,
liberalización y/o transición, tarea iniciada por el proyecto de investigación
comparativo entre diferentes áreas geográficas del Woodrow Wilson International
Center for Schoolars. Los gobiernos civiles post dictaduras del cono sur
(Argentina – Chile y Uruguay), la utilizaron como consigna sintetizadora de una
nueva época en la política. Así la empleo, entre otros, Patricio Aylwin en nuestro
país.

A lo largo de los años ochenta convivieron todos estos usos.


Designando distintos acontecimientos y remitiendo a variados motivos, la
transición le otorgó nuevos contenidos a la democracia, ayudándole en unos
casos a adquirir su máxima capacidad expresiva, así como también, precisiones e
imprecisiones conceptuales. Sin embargo, los términos transición y democracia y
el uso de la expresión transición desde los gobiernos autoritarios y/o a la
democracia, ganaron claridad conceptual y analítica a medida que avanzaba el
trabajo de aquellos intelectuales que la inventaron como fórmula teórica y que la
convirtieron primero, en un proyecto de investigación y posteriormente, en un área
de los Estudios Comparados, particularmente, de la Ciencia Política. Junto al
término transición, la democracia se alejó de las connotaciones que la asociaban,
como variable dependiente, al desarrollo económico y a la modernización social y
cultural, como así también, de su vinculación con los contenidos sustantivos
indicando, más específicamente, un tipo de cambio político.

Además, la palabra transición imprimió una idea de movimiento que


se alejaba de los ritmos concluyentes y definitivos y se asociaba a lo gradual y
paulatino. Ella, indicaba que se estaba saliendo y en camino hacia algo que no
eran los regímenes militares. De aquí en más, la transición anunciaba en primer
lugar, un cambio en las prioridades de las investigaciones: el énfasis ya no estaba

131
en el estudio y descripción del autoritarismo. En segundo lugar, se subrayaba
menos el pasado y más el porvenir que, de ahora en adelante, quedaba abierto a
la investigación teórica y a las expectativas políticas.

En Chile el acto fundacional de la transición, el plebiscito de 1988, ni


siquiera surgió, como en Uruguay, de un acuerdo negociado entre gobierno y
oposición sino por la imposición por parte de los militares de las disposiciones de
la Constitución de 1980 que ellos mismos habían creado. Pese a que se recibió el
legado de un régimen político semi-democrático, plagado de restricciones, los
actores políticos dominantes de la Concertación optaron por neutralizar o lisa y
llanamente desactivar las movilizaciones sociales, haciendo uso del temor al
retroceso. Su opción fue confiar en la ingeniería política y en los acuerdos173 con
la futura oposición de derecha174 llamada política de los consensos.

En ese contexto la transición política en Chile se caracterizó por


tener lugar:

1º en el marco político-legal fijado por la Constitución de 1980.

2º con una economía capitalista de mercado en expansión.

3º la continuidad del General Pinochet en la escena política, primero como


Comandante en Jefe del Ejército y luego en calidad de senador vitalicio,
que el ordenamiento jurídico constitucional amparaba.

4º y una distribución bicoalicional bastante estable de las fuerzas políticas,


inducida por el sistema electoral binominal.

173
Enrique Correa, futuro Secretario General de Gobierno del primer gobierno civil de la transición,
presidido por Patricio Aylwin, al respecto aseveraba en 1987 que “No hay razones para demorar un
acuerdo en torno a estos asuntos básicos [inscripción en los registros electorales; elecciones libres o
plebiscito, lo que implicaba aceptar la constitución del ’80; movilización social pacífica, como
mecanismo de presión y - al menos hasta entonces - rechazo al modelo económico]. Estamos ya en el
mes de junio y las definiciones urgen. Cada uno debe asumir su responsabilidad y dar cuenta clara de sus
opiniones”. Enrique Correa. Elecciones libres: responsabilidad opositora. En: APSI. Nº 205, del 15 al 21
de junio de 1987, pp 6 y7.
174
Para mayor información véase el artículo escrito por Oscar Godoy. Op cit. Escrito al calor del debate
político que generó la detención del General Pinochet en Londres en octubre de 1998.

132
Se trata de una transición pactada en el sentido de que las fuerzas
armadas reconocen la vigencia de un régimen democrático formal y los partidos
políticos reconocen los procedimientos establecidos por la Constitución de 1980.

El primer gobierno civil de Patricio Aylwin encaró tres tares


prioritarias: afianzar el retorno a la democracia procedimental; introducir algunas
reformas a la economía para vincular crecimiento y equidad social, focalizando las
políticas públicas en tal sentido a los sectores sociales más postergados y
excluidos del modelo y juzgar en la “medida de lo posible” las violaciones a los
Derechos Humanos. La enumeración trasunta una jerarquización que obedece a
un cálculo de factibilidad. No pudiendo enfrentar las tres tareas simultáneamente,
la coalición gubernamental enfatiza la consolidación de la democracia. En el
fondo, apuesta a la ingeniería política; es decir, confía en que la dinámica del
“juego político” vaya abriendo el campo de maniobra. Ello circunscribe lo posible:
es posible lo que se puede lograr mediante acuerdos amplios. La llamada
“democracia de los acuerdos”175 exige reformas negociadas, graduales y que no
pongan en riesgo los intereses vitales de las partes. De este modo queda
entronizado como principio rector la gobernabilidad176. Bajo el imperio de ese
imperativo - no siempre explícito - queda al margen - de facto y de jure - un
conjunto de materias de interés societal a las decisiones políticas.

175
La “democracia de los acuerdos” o de los consensos fue producto de un intento de reconciliación práctica
impulsada por Andrés Allamand, a la sazón Presidente de Renovación Nacional; en absoluta
concordancia con los lideres de la Concertación, presidida por aquel entonces – fines de la década de los
’80 y comienzos de la de los ’90 – por Patricio Aylwin. Cabe destacar que la política de la democracia de
los acuerdos, se hizo un poco a contrapelo de los deseos de la militancia de RN, ni que decir de la UDI; lo
que fue generando junto a otros factores, condiciones de posibilidad que progresivamente fueron
socavando el liderazgo de Allamand en la derecha, hasta su derrota electoral y política, en las elecciones
parlamentarias de diciembre de 1997, a manos del candidato de la UDI Carlos Bombal. Para conocer de
primera mano este proceso clave durante los primeros años de la “transición” leer: Allamand, Andrés. La
travesía del desierto. Aguilar, 1999. Escrito como respuesta a la sensación de vacío y de final que,
comprensiblemente, se le apareció en la faz de la derrota; el lector podrá encontrar un autorretrato del
autor y un particular punto de vista de la historia más reciente de nuestro país, de uno de sus principales
protagonistas.
176
Al usar el término “gobernabilidad” aquí, me estoy refiriendo simplemente a la gestión del poder civil, sin
atribuir al término connotaciones relativas a la calidad de desempeño gubernamental.

133
Más que un consenso en torno a un futuro compartido, Moulian nos
dice, que se trata de un miedo compartido a la reversibilidad del proceso, a saber,
a revivir los conflictos pasados.177

177
Moulian desarrolla esta singular y aguda interpretación del proceso transicional chileno en el capítulo
segundo, punto 3. La democracia actual como jaula de hiero. En: Chile Actual. Anatomía de un mito.
Lom Ediciones. 1997 Octava Edición, pp. 45 - 56.

134
Conclusiones.

“El tiene dos adversarios. El primero lo


presiona desde atrás, desde su origen. El
segundo le bloquea el camino hacia delante.
Lucha con ambos. En realidad, el primero lo
apoya en su lucha contra el segundo, pues
lo quiere empujar hacia delante e,
igualmente, el segundo le presta su apoyo
en su lucha contra el primero, dado que lo
proyecta hacia atrás. Pero esto teóricamente
es así. Pues ahí no están solamente los dos
adversarios, sino el mismo también, ¿y quién
conoce sus intenciones? Siempre sueña que
en un momento de descuido - aunque
requeriría una noche más oscura que nunca
- pueda evadirse del frente de batalla y ser
elevado, gracias a su experiencia de lucha, a
árbitro por encima de los combatientes.”

Kafka.
Él.
Aforismos de Zürau.

La parábola de Kafka, sintetiza el desgarro del hombre entre pasado


y futuro. Por un lado, las experiencias pasadas. Por el otro, expuestos a un futuro
inédito, somos llevados a buscar en el pasado las lecciones que ayuden a
comprenderlo. Y soñamos entonces con estar por encima de esa tensión; no
fuera del tiempo, sino pudiendo seleccionar qué pasado asumimos y qué futuro
nace de cero. Pero, en ningún caso, podemos escapar del fuego cruzado.

135
Las tensiones entre voluntad y espontaneidad, entre cuestiones
propiamente académicas y otras no tanto, se encuentran en el origen y posterior
desarrollo de las redes de intelectuales. Condiciones idiomáticas (brasileño,
español, alemán, inglés) de cercanía cultural (América latina, Europa latina,
Norteamérica anglosajona) y económicas entre otras, también se encuentran
presentes en la constitución de las redes de intelectuales transnacionalizadas.

Las afinidades electivas entre intelectuales que trabajan sobre


cuestiones similares crean relaciones espontáneas que se van afirmando
frecuentemente desde épocas estudiantiles. Estas a menudo se van traslapando
con relaciones de amistad, de política, institucionales y muchas otras. La
densidad de la comunicación hace que la espontaneidad se vaya transformando
en institucionalidad, tendiendo a las sociedades, centros académicos, congresos,
seminarios, asociaciones, publicaciones y otras. Por otra parte, lo académico
frecuentemente tiende a proyectarse más allá de sí mismo, pretendiendo influir
sobre los destinos de la polis.

En este último sentido, y luego de muchas lecturas sobre el punto,


creo que es posible concluir, que más allá de las especificidades, las redes de
intelectuales aquí signadas produjeron y/o usaron la fórmula Transición a la
Democracia, recuperaron el término democracia, construyeron y utilizaron los
clivajes Autoritarismo/Democracia y Revolución/Democracia, debido a la tragedia
política (vivida personal o colectivamente) que condujo a los regímenes militares
que se inauguraron en el cono sur entre 1973 y 1976. Detrás de esta producción
hay dolorosos derroteros generacionales: procesos de revisión de ideas y de
esperanzas para muchos; sinceras expectativas para la no repetición del pasado
(“Nunca Más”) en el futuro; nuevas apuestas políticas; sed de cambio conceptual;
necesidad de encontrar otros insumos teóricos frente al apuro por salir de
situaciones políticas por aquel entonces apremiantes.

La producción de la idea de Transición desde los gobiernos


autoritarios y a la Democracia y la recuperación teórica de la poliarquía o
democracia representativa tuvieron valor, en la medida que impulsaron nuevas

136
realidades políticas. Ellas originaron nuevos procesos al interior de la Ciencia
Política en particular, modificaron el tipo de intervención político-cultural de
muchos intelectuales, modificaron sus tareas y le imprimieron nuevos sentidos a
sus profesiones, como cientistas sociales.

Sin embargo, ni los intelectuales dedicados a la politología ni quienes


intervinieron en su resignificación desde preocupaciones menos disciplinarias,
hicieron con ella un trabajo analítica y conceptualmente riguroso. Esto provocó
problemas de ambigüedad conceptual, pérdida de la capacidad analítica de los
términos, utilización de categorías universales para evaluar procesos específicos.
Aquí lo que parece como discutible en la literatura sobre transiciones no es tanto
su comportamiento normativo, ni tampoco su particular combinación entre su
ambición de ofrecer recetas y de explicar. Lo que resulta teóricamente criticable
son más bien sus propios fundamentos teóricos, con sus inevitables secuelas
políticas: una visión ingenieril de la política y del mundo que, además de producir
un efecto de justificación de comportamientos y procesos en virtud del “noble” y
francamente idealizado principio de racionalidad (individualismo metodológico)
hace caso omiso de las lógicas de situación y de sus urgencias prácticas.

Tengamos presente que el término Transición a la Democracia se


formuló antes que hubiesen señales concretas que se podía salir de los BA.
Considerada como valor límite o como intención de producir aspiracionalmente un
resultado político – estratégico, su acuñación y su uso en el vocabulario político
de la época actuaron como una formulación semántica previa sobre perspectivas
que se querían alcanzar en el futuro incierto.

El proceso de diseño, producción y circulación de esta idea fuerza, a


partir de la tensión entre experiencias y expectativas, entre recuerdos y
esperanzas, fue eficaz. Construida por oposición, como idea distinta a aquella que
había configurado la década anterior y utilizada como valor límite; la Transición a
la Democracia, fue capaz de impulsar nuevos y “renovadas” rutas políticas. De ahí
su valor como producto intelectual, puesto que a su alrededor, y a la luz de las
reconfiguraciones que sobre la concepción sobre la política esta impulsaba, se

137
convirtió en un campo semántico propicio para que en él convergieran diversas
trayectorias y expectativas políticas.

Pues bien, en determinadas etapas históricas, los conceptos que se


logran instalar valen por los usos y significados que adquieren en contextos
concretos y situados; más que por ser empleados con apego a la sistematización
que puede otorgar el análisis científico. Por tal razón, tiendo a creer, que la
Transición, sirvió más a un nivel propositivo que a uno analítico, toda vez, que los
diversos modos de entender el concepto político- académico en cuestión, denota
incertidumbre y vacilaciones sobre lo real.

Con todo, en el cono sur, el término Transición a la Democracia, en


todas sus connotaciones y usos, conserva su lugar histórico, lo que explica en
parte el interés en revisitarlo analíticamente, en la perspectiva de encuadre que la
presente investigación asumió. El espacio histórico conquistado, debemos
asociarlo a su capacidad de haber obrado, a un nivel teórico, como la noción
sepulturera de aquellos BA que irrumpieron violentamente en la polis. Si bien es
cierto, durante los últimos años el término viene siendo relevado por nuevos
conceptos: consolidación democrática178; calidad de la democracia; políticas
públicas y modernización del Estado; política y género; gobernabilidad; inclusión y
responsabilidad social, en aquel momento la Transición evidenció la fuerza que
tienen los conceptos cuando se constituyen en lenguaje a partir del momento que
tienen el poder de ser repetido o actualizado socialmente.

178
La mayoría de las definiciones y análisis de consolidación democrática se concentran en la
“institucionalización”, haciendo valer, implícita o explícitamente, la aceptación o aprobación de las
instituciones democráticas y sus reglas formales. El mainstream (corriente principal) a la mayoría de las
viejas poliarquías, localizadas en el cuadrante Noroeste del planeta les asigna los términos “democracias
altamente institucionalizadas” o “democracias consolidadas”. O’Donnell opta por denominarlas
democracias “formalmente institucionalizadas” a las poliarquías consolidadas. Recordemos que los
atributos formales que caracterizan a la Poliarquía según Robert Dahl son: 1º Autoridades públicas
electas; 2º Elecciones libres y limpias; 3º Sufragio universal; 4º Derecho a competir por los cargos
públicos; 5º Libertad de expresión; 6º Información alternativa y 7º Libertad de asociación. Ver: Ilusiones
sobre la consolidación. O’Donnell, Guillermo. En: Revista Nueva Sociedad. Nº 144. Julio – Agosto de
1996. 71 – 89. Cf con cita nº 9.

138
Bibliografía.

La búsqueda bibliográfica siempre estuvo orientada por el interés que


tengo en conocer la manera en que las Ciencias Sociales en general y la Ciencia
Política en particular, se apropian, utilizan y acuñan ciertos conceptos y las formas
inéditas que adquieren las narrativas producidas por intelectuales acerca de sí
mismos, de la política y de sus contextos sociales. No obstante la bibliografía
utilizada excede los diversos ámbitos tratados en la presente investigación, y no
necesariamente refleja – aunque debo reconocer que en muchos casos así ocurren –
las perspectivas epistémicas, teóricas y el modo como me aproximo hacia mis
preferencias temáticas.

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