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La legalización de las drogas y sus efectos en las

cuentas públicas, la equidad y la eficiencia. Una


propuesta teórica

Agustı́n Cugno

Resumen

La guerra contra las drogas es costosa, tanto en términos fiscales como sociales.
Los policy-makers que la llevan a cabo, olvidan leyes fundamentales del mercado:
oferta y demanda y que los actores responden a los incentivos. Déficit fiscal, crimen,
corrupción, lavado de dinero, regresividad, carteles y monopolios de delincuencia,
violencia generalizada y muertes masivas aparecen como sus principales efectos y
problemas a resolver. Un modelo de producción y provisión de las drogas por el sector
privado solucionarı́a estos problemas, dejando para el estudio de los profesionales
de la salud cómo disminuir el impacto de éstas en la salud de los consumidores.

Abstract

War on drugs is expensive, both in fiscal and social terms. Policy-makers who
carry it out forget fundamental laws of the market: supply and demand and the
actors responding at their incentives. Fiscal deficit, crime, corruption, money laun-
dering, regressivity, cartels and monopolies of delinquency, generalized violence and
massive deaths appear as their principal effects and problems to be solved. A pro-
duction model and provision of drugs by the private sector would resolve these
problems, leaving to the health professionals the study of how to reduce the impact
of drugs in the consumers’ health.

Introducción

La salud de todos los ciudadanos está considerada por la mayorı́a de los paı́ses civilizados
como un bien preferente: “en virtud de la asociación mantenida y la simpatı́a mutua, la
gente llega a desarrollar preocupaciones comunes”(Musgrave, 1992).

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“Existe consenso acerca de que una sociedad desarrollada no puede permitir
que sus integrantes se vean en la pobreza por el coste de una enfermedad, o que
su salud se vea mermada o mueran por falta de recursos económicos.”(Albi et
al, 2011).

La droga -desde marihuana hasta metanfetaminas- es un tema delicado (y polémico) en


materia de salud. No sólo el efecto de la droga per se en la salud de los seres humanos,
sino también los diversos efectos adversos que pueden surgir en la comercialización (ilegal,
en casi toda situación) en las vidas humanas. Es por esto que, desde un punto de vista
mas económico, nos surgen los siguientes interrogantes:
¿La prohibición de la producción, distribución y venta de las distintas drogas acarrean
muchas pérdidas humanas?
¿Es demasiado costoso emprender una suerte de guerra contra el narcotráfico a nivel de
las cuentas públicas?
¿Cómo afecta esta prohibición al empleo informal y qué recaudación impositiva se tendrı́a
si éstas fueran legales y provistas por el sector privado?
En este artı́culo intentaremos ir respondiendo a las diversas preguntas que nos acaba-
mos de plantear. Consideraremos aspectos tanto tributarios, del gasto público, la equidad
y la eficiencia. Ası́ mismo, no emprenderemos una mirada sobre las drogas del punto de
vista de los efectos directos en la salud, sino como un agregado en términos de pérdidas
humanas.
No nos interesa plantear un modelo de tipo normativo, sino más bien “imaginar”qué
ocurrirı́a si las drogas fueran provistas por el sector privado de forma netamente legal
(como cualquier otro bien de consumo) y ver sus impactos en los diferentes agregados que
ya hemos mencionado. Por ende, es un enfoque puramente teórico.

La guerra contra las drogas

“La guerra contra las drogas”(war on drugs, en inglés) fue un término acuñado por el
entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, el 18 de junio de 1971. Hoy en
dı́a es un término generalizado en el mundo, escuchado en cualquier discurso polı́tico de
aquella manera o en su forma análoga: “la lucha contra el narcotráfico”. Pero más allá de
cuestiones éticas y de correción polı́tica de dicha guerra, ¿ha sido exitosa? ¿Ha realmente
cumplido con su objetivo de disminuir el consumo, la producción y venta?
Primero analicemos en qué consiste esta guerra. La idea básica es la prohibición en
la producción, distribución, venta y hasta incluso en consumo de diversas drogas, entre
ellas marihuana, cocaı́na, heroı́na, etc.. Esto implica a) castigos punitorios para aquellos
que producen (e incluso compran) y b) programas, leyes y todo tipo de instituciones ex-
ante para evitar su tráfico. La lógica de solución es sencilla: se limita la oferta, cae su

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producción y por ende la venta y el consumo.
Pero estos hacedores de polı́ticas anti-droga olvidan dos leyes fundamentales del mer-
cado:

a. La oferta y la demanda.

b. Los actores económicos responden a los incentivos.

a) Los policy-makers no tienen en cuenta que por mucho que se restrinja la oferta, el
consumo del bien (la cantidad) no va a disminuir si este presenta una demanda inelástica:

Fuente: http://www.scielo.org.mx

La droga, dada sus caracterı́sticas adictivas y que generan dependencia, naturalmente tie-
ne un demanda casi perfectamente inelástica respecto de su precio. Es decir, que por mas
que el precio suba considerablemente, los consumidores seguirán demandando las mismas
cantidades. Esto prueba que la restricción de la oferta que hace que el precio suba no
logra bajar la comercialización vı́a desincentivos a los consumidores.
b) La disminución de la oferta que generan las prohibiciones gubernamentales, aumenta
considerablemente el precio de las drogas. Este precio elevadı́simo (sobre todo si se con-
sidera lo barata que es la producción de las mismas donde se ha estimado un margen de
ganancia del 16800 %) genera oportunidades de rentabilidad para diversos inversores, por
ası́ decirlo, riesgosos (para no decir criminales). Este elevadı́simo precio que trae acarreado
los problemas de un mercado negro y el riesgo que conlleva, ofrece poderosos incentivos
para incurrir en esta actividad y proveerla al mercado lo que, justamente, aumenta la
oferta. El efecto contrario que el mismo aparato estatal trata de evitar.

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Con estos dos ı́tems enlistados previamente, podemos considerar que la prohibición de
drogas no genera ninguna baja en su cantidad comercializada (solo trae aumentos en el
precio) lo que claramente es un fracaso de la polı́tica.

Prohibir un mercado no significa destruirlo. Prohibir significa colocar un mer-


cado proscrito pero en dinámico desarrollo bajo el total control de corporacio-
nes criminales. Más aún, proscribir un mercado significa enriquecer al mundo
criminal con cientos de miles de millones de dólares, al entregar a los crimi-
nales amplio acceso a bienes públicos que luego serán canalizados por adictos
a los bolsillos de quienes comercian con drogas. Prohibir un mercado signi-
fica dar a las corporaciones criminales oportunidades y recursos para ejercer
influencia, y para controlar sociedades y naciones enteras.

(Lev Timofeev, 2008)

Sin embargo, per se, esto no serı́a ningún problema si no tuvieramos en cuenta los
costos fiscales y de externalidades de la war on drugs. Pero en la economı́a real, en la
polı́tica, tenemos que tenerlos en cuenta. Veamoslos por separado:

Costo fiscal

La polı́tica de la guerra contra las drogas tiene dos tipos de costos fiscales: a) proactivos,
es decir el gasto presupuestario a programas antidroga, sueldos a fuerzas armadas espe-
cializadas, etc. y b) reactivos, es decir todos los costos ex-post como pueden ser los juicios,
el mantenimiento de los presos en las cárceles, etc.
El monto del gasto en que tienen que incurrir los diversos estados en esta guerra es
alarmante. Veamos algunos ejemplos:

• El gasto incurrido por los Estados Unidos en su lucha contra las drogas ha sido
estimado en 1 billón de dólares en los últimos 40 años (30959,75 dólares per cápita).

• El gasto federal en acciones contra las drogas en EEUU, es cercano a 15 mil millones
de dólares anualmente, según cifras oficiales.

• El gasto proactivo del Reino Unido equivale a 1100 millones de libras por año.

• En 2010, el gobierno mexicano gastó 9 mil millones de dólares en la lucha contra el


tráfico de drogas.

• Durante 2002-2003, el gasto proactivo de Australia fue de 1300 millones de dólares


australianos, mientras que el gasto para lidiar con las consecuencias del consumo
fue estimado en 1900 millones de dólares australianos.

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• Es seguro afirmar que a nivel global, se gastan mas de 100 mil millones de dólares
anuales en la aplicación de la ley para la lucha contra las drogas.

• En 2012, el presupuesto de la DEA (Drug Enforcement Administration, la institución


mas importante de EEUU en la lucha contras las dorgas) fue de 3000 millones de
dólares.

• Según el Sedronar, en 2015 Argentina gastó el 1,4 % del PIB en la guerra contra las
drogas.

Podemos observar que el gasto público (que se financia con dinero de los contribuyen-
tes) en la guerra contra las drogas es sumamente elevado. Lo que es curioso ya que en
el párrafo previo demostramos de que las restricciones a la oferta son inútiles para bajar
su venta y producción. En resumen, son miles de millones de dólares tirados a la basura.
De todas formas, ésta es solamente una arista del costo que tiene la war on drugs. Las
externalidades que surgen de la misma pueden ser considerablemente peores.

Externalidades y costos sociales

Dejando un poco de lado el costo directo fiscal de la guerra, pasemos a ver otro tipo de
efectos indirectos. La guerra contra las drogas causan los siguientes problemas en términos
de costos sociales y externalidades:
a) Aumento del crimen. La prohibición de las drogas, naturalmente, lleva a que cual-
quier actividad relacionada con la misma sea ilegal y criminal. Los productores de droga
no pueden recurrir a sistemas judiciales para resolver cualquier tipo de conflicto y natu-
ralmente es norma que la violencia y la muerte sea la forma de resolver las cosas. Además,
muchos consumidores al ser droga-dependientes y tener que pagar elevados precios por la
misma recurren al robo y hurto para poder comprarlas. Esto puede observarse de manera
directa con un dato contundente: En EEUU, durante las últimas 4 décadas, el número de
personas encarceladas por delitos de drogas ha aumentado aproximadamente de 38000 a
mas de 500000. Naturalmente esto no es deseable ya que el mantenimiento del sistema
carcelario es costoso para el estado y muchas de estas personas encarceladas por delitos
de drogas podrı́an trabajar en el sector privado. Se estima que la productividad perdida
que podrı́an aportar estas personas es de 40 mil millones de dólares al año. Ası́ mismo,
como la violencia es la norma para resolver los conflictos entre carteles y productores, la
cantidad de pérdidas humanas son excesivas y llevan a una expansión de la violencia.
b) Pérdidas tributarias. Si las drogas fueran legales, estas podrı́an ser gravadas por
el sector público para financiarse. Además del considerable ahorro por no tener polı́ticas
e instituciones anti-droga, los tributos podrı́an ser considerables, ya que al ser un bien
nocivo, se justifica por razones de eficiencia un gravamen alto. Según Harvard Jeffrey

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Miron (2011), legalizar y regular las drogas en los EEUU producirı́a decenas de miles de
millones de dólares anualmente, tanto en tributos como en ahorro de acciones para la
fiscalización de las drogas. No solo un aumento de la recaudación impositiva serı́a positivo
para el sector público sino que una parte de esta recaudación podrı́a ser destinada a
centros de rehabilitación y cuidado de drogadictos, algo deseable en términos de salud
para toda la sociedad.
c) Regresividad. La prohibición de las drogas genera precios exhorbitantes de las mis-
mas. Esto implica que los individuos que pertenecen a los deciles mas bajos del ingreso
deben gastar una considerable parte de su renta para poder comprarla (que, además, al ser
adictiva y dependiente, torna su demanda inelástica respecto al precio). Esto es regresivo
ya que es mas costoso relativamente para un pobre drogarse que para un rico lo que es
indeseable en materia de redistribución.
d) Mala calidad. Pese a que el fundamento principal de la prohibición de las drogas son
sus efectos nocivos para la salud, la ilegalización de las mismas conlleva a efectos peores.
Al ser un bien de riesgo en su comercialización, esto incentiva a los productores a tratar
de encontrar formas imaginativas y seguras para distribuirlas. Ası́ mismo, al no haber
ningún control de calidad ni forma de defensa al consumidor, muchas drogas se rebajan
con otros ingredientes que la vuelven mas nociva, generando peores efectos en la salud
que la droga “original”.
e) Corrupción y carteles. Al tener las drogas un márgen de ganancia grotesco, los prin-
cipales productores gozan de un poder económico considerable (más allá de su situación
ilegal). Se estima que Pablo Escobar, el jefe del cartel de Medellı́n obtenı́a aproximada-
mente 420 millones de dólares a la semana. Esta increı́ble cantidad de riqueza lı́quida (ya
que es imposible tenerla declarada) conlleva a que estos narcotraficantes posean suficien-
tes activos como para someter a regiones enteras, a acordar con funcionarios públicos el
pago de coimas y al lavado de dinero. Se estima que en 1998 se gastaban 500 millones de
dólares al año en coimas para el tráfico de la cocaı́na en México. Esto prueba que estos
grupos de poder socavan las instituciones (pobres, por cierto) de los paı́ses, generando au-
mento de la corrupción y, poniendo a ciertas economı́as y paı́ses débiles en una situación
de vulnerabilidad ya que la riqueza de los carteles es considerablemente superior al PIB
de los mismos.
f) Inequidad judicial. Como los carteles poseen mucha riqueza y logran acuerdos con
polı́ticos e instituciones corruptas, mayores protecciones y cualquier tipo de actividad
que los proteja contra la justicia, los principales encarcelados y afectados judicialmente
por la polı́tica anti-droga son los consumidores. Las personas que simplemente disfrutan
del consumo de las drogas son las primeras en ser encarceladas y juzgadas mientras que
los productores de gran porte suelen salvarse, por ası́ decirlo, de esta justicia. Es por
eso que no es para nada equitativo que consumidores (por lo general pobres) terminen
presos mientras que los verdaderos criminales que están en la cúspide estén disfrutando

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plenamente de sus libertades.

Las leyes de drogas altamente punitivas no distinguen entre los verdaderos cri-
minales y las vı́ctimas del tráfico, y tienden a ser más duras con los eslabones
más débiles del tráfico mientras los grandes capos aprovechan su poder para
burlar la justicia.

(Erika Rodriguez, 2016)

g) Financiación del terrorismo. Dada sus ganancias extraordinarias y la imposibilidad


(en parte, al menos) de llevarlas a la economı́a legı́tima, los productores y carteles de
droga diversifican en otras alternativas ilegales como el terrorismo o el tráfico de seres
humanos.

h) Empleo informal. Al ser una actividad ilegal, todo aquél que trabaje en actividades
relacionadas con droga no está registrado para el Estado. Esto puede no ser un problema
en términos de equidad si pensamos únicamente en los grandes productores, pero existen
muchos trabajadores de pequeño porte (como agricultures y vendedores al menudeo) que
ganan salarios bajos y no están protegidos por absolutamente ningún régimen ni ley de
contrato de trabajo ni tampoco ahorran para su jubilación. Esta falla previsional puede
traer serios problemas a futuro.
Es posible seguir enumerando mas externalidades negativas y costos sociales de la war
on drugs.

Como la legalización es una aventura hacia lo desconocido, se debe proceder


paso a paso. Pero tarde o temprano habrá que hacerlo debido al creciente costo
humano y demás costos de la guerra contra las drogas. Hasta ahora nadie ha
sugerido una mejor alternativa que la legalización combinada con el impuesto,
concentración en evitar el consumo de menores y duro castigo al que trabaje o
maneje bajo la influencia de droga.

(Gary Becker, 2001. Premio Nobel de Economı́a, 1992)

Después de los contundentes argumentos y ejemplos de sus costos fiscales y sociales, el


lector se puede preguntar: Entonces, ¿por qué se insiste con la guerra contra las drogas?
El primer motivo (y tal vez el único) que existe son factores polı́ticos, que distan de
ser de temas de salud o de equidad y eficiencia. Como dijimos en la introducción, la droga
es un tema polémico y rechazado por la mayorı́a de los votantes. Es casi imposible que
un funcionario o polı́tico quiera incurrir en el altı́simo costo polı́tico (no solo en votos,
sino también en elaboración de leyes, aprobación, etc.) de legalizar y regular las drogas.

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Siguiendo a Capello (2002), este es claramente un problema de decisiones públicas de
tiempo donde los costos son rápidos y los beneficios diferidos.

“Se trata de las decisiones públicas que producen rápidamente costos polı́ticos,
pero beneficios recién al cabo de algunos años, quizá cuando quién tomó esa
decisión ya no está en la administración del gobierno.”

(Marcelo Capello, 2002)

¿Qué polı́tico querrı́a incurrir en este costo polı́tico (en términos de imagen, votos, etc..)
cuando el beneficio por la legalización de las drogas (menores muertes, baja del crimen y la
delincuencia, baja en la corrupción, etc.) se verán recién a muy largo plazo, una vez que se
desmantelen todas las redes narcotraficantes y se eliminen las instituciones prohibitivas?
Además, recordemos, que la eliminación de la lucha contra las drogas requiere la supresión
de ciertas instituciones gubernamentales (como el presupuesto asignado al Ministerio de
Seguridad, o la DEA en EEUU) y esto puede traer serias trabas de los funcionarios
públicos que pueden ver mermado su poder vı́a reducción de su presupuesto.
Notablemente podemos concluir que en las “preferencias”de los polı́ticos, este curso
de acción no es para nada óptimo.

Análisis global

En esta sección presentaremos una serie de datos empı́ricos para continuar justificando
nuestras hipótesis previas.

Drug Enforcement Administration

La Drug Enforcement Administration, DEA de ahora en adelante, es el organismo estadou-


nidense encargado de llevar a cabo la polı́tica de lucha contra las drogas, que fue creado
por Nixon en 1973. Cabe preguntarnos, ya que podemos utilizar al presupuesto de la DEA
como una proxy del gasto estadounidense en la war on drugs, cómo ha evolucionado este
presupuesto.

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Fuente: www.justice.gov

De casi aproximadamente 200 millones de dólares al inicio en 1973 (aproximadamente


0,92 USD per capita), tenemos en la actualidad un pico de 2800 millones de dolares (8,48
USD per cápita). Es decir, que en tan solo 40 años, el presupuesto de la DEA aumentó en
un 748 % en términos por habitante. Y como este presupuesto se financia con los impuestos
de los contribuyentes, ha representado una reorientación de dinero de los ciudadanos desde
otros gastos a los gastos de la guerra contra las drogas.
Basándonos en estos datos, obtenemos resultados contundentes: el presupuesto des-
tinado contra las drogas aumentó considerablemente sin obtener absolutamente ningún
resultado a cambio. Es claramente un derroche de fondos públicos que podrı́an utilizarse
para causas que presenten gastos mas eficientes.

La increı́ble heterogeneidad de los precios de las drogas

Es realmente notable desde un análisis económico la enorme variabilidad que presentan


los precios de las drogas (consideraremos en este análisis a la cocaı́na y la heroı́na) en
diferentes paı́ses, lo que nos puede dar la pauta de grandes ineficiencias de la producción
o incentivos a producir en ciertos paı́ses. Veámoslo en detalle:
La cocaı́na posee una media de 71,67 euros por gramo y una desviación estándar de
70,74 euros por gramo.
En cuanto a la heroı́na, la media del precio es de 105,52 euros por gramo y su desviación
estándar es de 154,62 euros por gramo.
Se pueden ver en los gráficos a continuación la notable heterogeneidad de los precios
de ambas drogas. Ası́ mismo, este precio no se corresponde directamente con el nivel de
PIB per capita de cada paı́s (que usamos para aproximar la renta de cada individuo).
Entonces esta hetereogeneidad no explicada por la renta nos da la pauta de varias ideas:

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a) Los exagerados márgenes de ganancia de los productores de droga, debido a la
posibilidad de que su producción presente una variación de precios de 70,74 euros en la
cocaı́na y 154,62 euros en la heroı́na.
b) La notable ineficiencia presentada por los diferenciales de precios, donde P 6= CM g
c) Los perversos incentivos que se generan a vender en paı́ses con precios altı́simos de
la droga, como EEUU o Nueva Zelanda.
En un mundo con las drogas legalizadas, el precio de éstas tenderı́a a ser homógeneo
ya que se trata de un bien transable. Esto contribuirı́a a que no se concentre la venta de
droga en los paı́ses con mayores precios.

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Dos paı́ses para analizar

En esta sección propondremos analizar la polı́tica de drogas en dos paı́ses muy importantes
en lo referente a este tema: Holanda y Suiza.

El caso holandés

En la década del 70, Holanda decidió despenalizar la venta y el uso de la marihuana


y el hachı́s, con la idea de que ésto alejarı́a a los consumidores de sustancias aún más
peligrosas. Las autoridades holandesas, siguiendo con la idea que hemos planteado en este
artı́culo, veı́an imposible ganar en la war on drugs.
Según el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanı́as (OEDT) -la máxi-
ma agencia en la materia de drogas de la Unión Europea-, pese a la despenalización, los
holandeses consumen menos marihuana que franceses y españoles. Ası́ mismo, los holan-
deses están debajo de la media europea en el consumo de marihuana, la cual es un 6.8 %
(Holanda tiene 5 %).
En lo referente a la cocaı́na, Holanda muestra menores ı́ndice de consumo respecto de
los paı́ses de la UE. El 0.6 % de los holandeses entre 15 y 64 años ha consumido cocaı́na
en el último año, un valor considerablemente bajo respecto de la media europea, que es
de 1.2 %
Holanda, a su vez, posee una de las tasas mas bajas de mortalidad por droga de
Europa, siendo esta tasa de 8 personas por millón de habitantes.
De todas formas, Holanda no ha logrado solucionar el problema del consumo de drogas
de diseño -las cuales son frecuentes en el ámbito nocturno- y suelen ser acompañadas de
alcohol.

El caso suizo

Desde hace 25 años, Suiza aplica una polı́tica de drogas conocida como los cuatro pilares:

a. Prevención.

b. Terapia.

c. Reducción de riesgos.

d. Represión.

a) Prevención. El público es sensibilizado a través de de educación y diversos progra-


mas de prevención. Tiene como objetivo reducir el consumo de drogas y evitar nuevos
consumidores.

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b) Terapia. Los adictos reciben atención médica y psicológica, además de la prescrip-
ción médica y controlada de la heroı́na (financiada por el sector público). Esto genera
mejor integración social y laboral.
c) Reducción de riesgos. Las distintas administraciones públicas deben poner a dispo-
sición la infraestructura necesaria para apoya a las instituciones que intentan reducir las
consecuencias sanitarias y sociales del consumo de drogas.
d) Represión. Las consecuencias negativas para la sociedad del consumo de estupefa-
cientes deben ser reducidas con las medidas necesarias para hacer cumplir la prohibición
de las drogas ilegales.
Resultados de este sistema: Para el 2010, el 70 % de los consumidores de droga en
Suiza recibı́an tratamiento médico. La transmisión de VIH se redujo en un 50 % en solo
una década. Los arrestos por posesión de heroı́na pasaron de 18.000 casos en 1997 a 6.500
en el 2006.
Tanto el modelo holandés como el modelo suizo son intermedios del modelo que plan-
teamos en este artı́culo. En el caso holandés, solo un par de drogas (las menos dañinas,
vale aclarar) son las legalizadas y provistas por el sector privado. Del lado suizo, es el esta-
do el que interviene fuertemente para solucionar los problemas de las drogas mas nocivas.
Sin embargo, nosotros queremos ir más allá y plantear un modelo de provisión privada,
que veremos en la siguiente sección.

El modelo propuesto

Dijimos al comienzo del artı́culo que no se trata de un enfoque normativo, sino de una
imaginación que dejamos planteada para que después, especialistas de la salud, de la
economı́a y de la polı́tica puedan tener en cuenta a la hora de analizar todos los costos
y beneficios de la guerra contra las drogas. Es por esto que propondremos un modelo
alternativo al vigente, donde todas las drogas (concentrándonos en la cocaı́na y la heroı́na)
son de consumo 100 % legal, producidas y provistas por el sector privado ateniendo, por
supuesto, a regulaciones estatales en materia de calidad y anti-monopolio, etc..
Es ası́ que consideraremos a las drogas como un bien de consumo mas, con la particu-
laridad que tiene estrictas regulaciones como lo tienen los cigarrillos y el alcohol.

Ventajas

En concordancia con los problemas que trae la guerra contra las drogas, expondremos la
serie de ventajas que presentan la legalización de las drogas:
I) Cuentas públicas: La legalización de las drogas tendrı́a dos efectos en términos de

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la situación fiscal del Estado:

a. Disminución de los todos los costos ex-ante y ex-post de la lucha contra las drogas,
en los que podemos considerar los siguientes: i) Instituciones destinadas a la misma,
como por ejemplo el SEDRONAR o el presupuesto del Ministerio de Defensa (en
Argentina) o la DEA (en EEUU). ii) Una considerable disminución del gasto público
en mantener a los presos en la cárcel que generan las drogas. iii) Todo los costos
judiciales y procesales de querer encarcelar a los delincuentes de la droga, desde
capos de carteles hasta consumidores.

b. Aumento considerable de la recaudación tributaria debido al gravamen impuesto


a las drogas. Es sabido que las drogas son bienes inelásticos en su demanda, y la
teorı́a de la imposición óptima sugiere mayores gravamenes a este tipo de bienes
(en contrapartida de los elásticos) ya que la pérdida de eficiencia por el impuesto
es menor. Además, con esta recaudación (que es, de hecho, considerable) puede
financiarse mayores centros de atención para los droga-dependientes y todos sus
afectados.

II) Equidad y eficiencia. La producción y provisión privada de las drogas confluirı́a


a que, al haber competencia legal en la producción y venta, los abultados márgenes de
ganancia se reduzcan considerablemente y disminuya el precio que tenga que pagar el
consumidor, lo que traerı́a efectos progresivos sobre la renta de los deciles mas bajos del
ingreso. Ası́ mismo, los considerables y perversos costos sociales que hemos enumerado en
incisos anteriores ya no existirı́an:

a. No se criminalizarı́a ni al productor ni al vendedor, lo que reducirı́a considerable-


mente la cantidad de delincuentes.

b. Las disputas de competencia podrı́an resolverse vı́a sistema judicial e instituciones,


disminuyendo las soluciones violentas que derivan en pérdidas humanas.

c. La corrupción de los funcionarios públicos en beneficio de los carteles (y en perjuicio


de la sociedad) disminuirı́a ya que la legalización proveerı́a de instituciones que
brindarı́an mayores facilidades a los productores, no teniendo que incurrir en coimas.

d. Al estar reguladas por el Estado en las normas de calidad, la droga serı́a menos
dañina que en la actualidad, ya que se establecerı́an altos estándares para su venta,
no permitiendo rebajes de la misma, lo que impacta positivamente en la salud de
los consumidores.

e. Disminuirı́a el empleo informal, permitiendo a los trabajadores gozar de los mismos


derechos que proveen las leyes de contrato de trabajo, en términos de horas traba-
jadas, salubridad e higiene del ámbito de trabajo, aportes al sistema previsional,
etc.

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Desventajas

Es muy complicado encontrar desventajas de la legalización de las drogas en términos de


la economı́a. El problema histórico de la droga son sus efectos en la salud de las personas.
Es por eso que esto haya sido la desventaja inicial que inició su prohibición y la war on
drugs. De todas formas, hemos podido concluir que los efectos en la salud, ya sean directos
vı́a drogas rebajadas o indirectos como las muertes y la criminalización, terminan siendo
peores que la desventaja inicial. Es por eso que consideramos que, si bien no es deseable el
consumo de drogas, la legalización únicamente genera peores efectos en la salud pública.
De todas formas, queremos que esto quede planteado y que se debata entre profesio-
nales de la salud para que ellos puedan analizar cual impacto es mayor. A priori, la guerra
contra las drogas es mas nociva que la droga misma.

Conclusiones

Tras mostrar los efectos devastadores de la prohibición de la droga en las cuentas públi-
cas, la salud de los individuos, la equidad y la eficiencia, concluimos que un modelo de
producción y provisión privada de las mismas puede solucionarnos muchos de estos temas.
Mejorarı́a la situación fiscal del Gobierno, disminuirı́a el crimen y quitarı́a poder a grupos
criminales que manejan amplias sumas de dinero y son capaces de someter a regiones
enteras a su merced. Este modelo que hemos planteado, representa grandes retos: por un
lado, sus dificultades en la aplicación dado los grupos de poder y opinión pública que
se opondrı́an al mismo. No es óptimo para un polı́tico tomar la decisión de despenalizar
el consumo y la producción de las drogas, dado que sus efectos son de largo plazo y los
costos polı́ticos en los que incurrirı́a son de muy corto plazo. Por otro lado, requerirı́a
minuciosos y detallados estudios de calidad de drogas para poder definir estándares que
no sean tan nocivos para sus consumidores. Ambos motivos son de corte polémico y da
para un amplio debate.
Este modelo demuestra el fracaso de la guerra contra las drogas y predice una mejora
de bienestar de toda la sociedad si se elimina esta misma. Es interesante pensar si algún
dı́a, algún polı́tico o grupo polı́tico se anima a plantearlo y llevarlo a cabo. En ese caso,
estaremos muy atentos a su aplicación y resultados.

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Bibliografı́a
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Barcelona, Planeta, pp.: 316-317.

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es-hora-de-acabar-la-guerra-contra-las-drogas

[3] Bugarin, I. (1 de julio de 2010). Holanda, a 34 años de tolerancia con las drogas.
BBC. Recuperado de: http://www.bbc.com/mundo/cultura_sociedad/2010/07/
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[4] Capello, M. (2002) “Si el problema está en la polı́tica, ¿Por qué no apuntar a sus
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[5] Count the Costs. The War on Drugs (2015). La Guerra contra las drogas: des-
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New York, McGraw-Hill, pp.: 70.

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