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Pistas para la Lectio Divina...

Mateo 1, 1-17: Los orígenes de Jesús (I): en la historia de la


salvación. “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que
nació Jesús, llamado Cristo”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

A partir de hoy la lectura de la Palabra de Dios en el Adviento toma un nuevo


rumbo. En las primeras lecturas seguiremos escuchando textos del Antiguo
Testamento que están relacionados con la venida del Mesías y en el Evangelio de
cada día ―desde hoy hasta el 25 de diciembre― seguiremos paso a paso los
eventos relacionados directamente con el nacimiento de Jesús.

1. ¿Por qué una genealogía?

El Evangelio de hoy nos remite hasta los orígenes de Jesús dentro de la historia.
Partamos de esta base: en oriente ―como sucede también todavía hoy en los pueblos
africanos― una persona que no conoce su árbol familiar (genealogía) es una persona
perdida en el mundo. La familia y la tribu a la que se pertenece es una referencia
importante para construir la propia identidad.

La genealogía que acabamos de leer ubica la identidad de Jesús, en cuanto Mesías,


en medio de su pueblo. Como quien dice: Jesús no vino al mundo como un “aerolito”
caído del cielo, sino más bien insertándose dentro de la historia humana, que es una
historia de familias.

Por eso, en este camino de preparación inmediata para la Navidad, lo primero que
hacemos es situar a Jesús en medio de su pueblo, en el amplio contexto histórico al
que pertenece y dentro del cual Él tiene un puesto especial.

2. El colorido de la genealogía de Jesús

La lectura suena, a primera vista, un poco monótona ―al menos 39 veces se repite
la frase: “tal engendró a tal persona” ―, pero en realidad no es así, en la lista de los
descendientes se presenta una serie de acentos que le dan colorido a la lectura.

Al leer muy despacio la genealogía vamos descubriendo que está hecha de muchas
generaciones, de personas concretas con destinos concretos, de conexiones y de
sucesos algunas veces irregulares, pero así es toda historia humana.

Nos llama la atención, por ejemplo, la presencia de algunas mujeres, lo cual no es


habitual en las genealogías: Tamar (la nuera incestuosa de Judá), Rajab (la prostituta
de Jericó), Ruth (una extranjera) y la mujer de Urías (con quien David tuvo un
adulterio). Vemos que no es necesariamente el ideal de familia que se quisiera tener.

Pero todo se comprende mejor cuando llegamos al punto final de la lista. El Mesías
que corona esta lista de generaciones y personas, sana la historia familiar de su
pueblo. Él brota de un terreno histórico-familiar en el que no falta alguno que otro
pecado, pero allí Él es el Salvador.

3. La conexión familiar con Abraham y con David


El Evangelio comienza diciendo: “libro de los orígenes de Jesús” a quien
confesamos como el Mesías (Mt 1,1). Y aprendemos enseguida que es a través de
toda esta larga historia del pueblo de Israel, que Jesús se conecta con David y con
Abrahám, respectivamente el rey del que parte la dinastía y el patriarca del que
origina el mismo pueblo.

Jesús y Abraham

La lista de los antepasados de Jesús, que comienza en el versículo 2, coloca la raíz


de ésta en el patriarca Abraham, ya que se trata del origen de un pueblo que ha sido
creación de Dios, nacido de la fe en la promesa del Señor.

Con el llamado de Dios a Abraham comenzó un nuevo caminar histórico de Dios en


la historia de la humanidad y por medio de él bendijo a todas las naciones de la tierra
(ver Génesis 12,1-3). Jesús es el hijo de Abraham, en quien se realiza esta promesa
de la bendición. Enseguida le sigue una lista de catorce generaciones (7+7: dos
veces la plenitud)

Jesús y David

La lista toma impulso por segunda vez a partir del rey David (v.6b). Comienza así la
genealogía de los reyes.

La conexión no es extraña porque Jesús es confesado el Evangelio como “el Cristo”


(que significa “ungido”). Y término “Cristo” tiene que ver con una de las designaciones
del rey de Israel (ver 1 Samuel 9,26-10,1). Pero claro, esto no quiere decir que
Jesús sea cualquier tipo de “rey”.

Recordemos que a David Dios le había hecho la promesa de que su casa y su reino
permanecerían para siempre (ver 2 Samuel 7,16). Esta promesa se realiza en Jesús,
en cuanto hijo de David. Jesús, entonces, es el último y definitivo Rey y Pastor (ver
Mateo 2,6) del pueblo de Israel, prometido y enviado por Dios, esperado por el
pueblo.

El cálculo final

En la genealogía de Jesús, según Mateo, no basta con hacer una enumeración de


nombres, muchos de ellos desconocidos para nosotros, también el número de las
generaciones tiene un sentido.

Si observamos los versículos 12 a 16, notamos que, después de las listas que siguen
a Abraham y a David, el evangelista coloca una tercera lista que parte del exilio a
Babilonia y culmina con Jesús. Resultan así tres pequeños listados, cada uno de 14
generaciones. Si tenemos en cuenta que el número 14 es el la suma de 2 veces 7, y
que siete indica perfección, vemos claramente que Mateo está dando un mensaje con
números (7+7=plenitud x 3).

Jesús es la plenitud de la historia de la salvación

Este cálculo que el evangelista hace al final de la lista de las generaciones (1,17),
nos hace notar que esta historia no es un caos, sino una serie de acontecimientos
dispuestos por Dios. El curso de esta historia ha sido querido por Dios y Él mismo lo
ha orientado hasta su culminación en el Mesías (1,16). Por lo tanto, toda la historia
tiene sentido en Jesús de Nazareth, todo lo que le precede prepara su llegada y con
su llegada comienza el tiempo de la plenitud y el cumplimiento. Jesús es el punto
culminante y el cumplimiento del actuar de Dios con su pueblo.
Notemos además que la serie de las generaciones se interrumpió de improviso en la
persona de Jesús. No se dice: “José engendró a Jesús”, sino “Jacob engendró a
José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo” (1,16). Es
decir, que José es el esposo de María, pero no el padre carnal de Jesús. Por lo tanto,
la genealogía termina con un enigma: ¿De dónde viene Jesús, si no es el hijo de
José? Este enigma se resuelve en la lectura de mañana.

En fin...

Hoy aprendemos que Dios realiza sus promesas en Jesús. Lo que comenzó con
Abraham, Dios lo ha llevado a término con Jesús. Jesús está profundamente
enraizado en la historia de Dios con su pueblo porque proviene de él en la carne.
Precisamente en esa carnalidad están asumidos y redimidos los pecados de esta
historia. Las búsquedas más legítimas del pueblo que progresivamente fue
comprendiendo el plan de Dios encuentran en reposo en Él, porque ¡Él es su fin y su
cumplimiento!

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:


1. ¿Por qué leemos la genealogía de Jesús en este contexto de preparación para la
Navidad? ¿Cuál es el mensaje?
2. ¿Cómo ha sido mi historia familiar? ¿Qué viene a salvar Jesús?
3. ¿Qué relación tiene Jesús con Abraham y David? ¿Qué tiene que ver esta conexión
familiar conmigo?

Una bella oración para repetir constantemente


durante esta última semana de preparación
para la navidad:

“Jesús, que vives en María,


ven a vivir en tus siervos,
con el espíritu de santidad,
con la plenitud de tu poder,
con la perfección de tus caminos,
con la realidad de tus virtudes,
con la participación de tu Misterio.
Triunfa de todo poder adverso,
por la fuerza de tu Espíritu,
para gloria del Padre.” Amén
(J.J. Olier)

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 1, 18-24: Los orígenes de Jesús (II): un nuevo comienzo
por la obra del Espíritu Santo. “Lo engendrado en ella es del Espíritu
Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque
él salvará a su pueblo de sus pecados”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Nuestra lectura de ayer dejó pendiente la pregunta: ¿De dónde viene Jesús? El
pasaje de Mateo 1,18-25 responde así: Jesús no le debe su existencia a una
generación humana sino a la obra creadora de Dios. Profundicemos este mensaje.

La idea central del pasaje está subrayada en los versículos 18 y 20: “Lo engendrado
en ella es obra del Espíritu Santo”. Esto quiere decir que el Espíritu Santo está en
el origen de la vida de Jesús. Tanto es así, que al final del pasaje se recalca que José
no tuvo nada que ver con el nacimiento del niño, que Jesús no es el resultado de una
relación conyugal entre José y María: “Y no la conocía hasta que ella dio a luz un
hijo” (v.25).

Jesús no es hijo de José sino criatura del Espíritu Santo. Por lo tanto, Jesús no es el
fruto natural de esta historia humana, no depende únicamente de la serie de
generaciones y de los nacimientos humanos que vimos ayer. Jesús es el
cumplimiento y al mismo tiempo un comienzo completamente nuevo realizado por el
poder creador de Dios. Éste es el “origen” de Jesús, como dice el primer versículo del
relato de hoy: “la generación de Jesucristo fue de esta manera” (1,18).

Observémoslo más de cerca en los puntos principales del relato:

1. Una situación difícil en la relación de pareja de José y María (vv.18-19)

Notemos dos frases importantes:

“María estaba desposada con José” (v.18b). Según el derecho hebreo los futuros
esposos, son considerados como Marido y Mujer pero no conviven sino hasta un año
y después de haberse comprometido, este período de tiempo se llama “el
desposorio”. Solo después la mujer es llevada a la casa del esposo para iniciar la vida
conyugal.

“Se encontró en cinta por obra del Espíritu Santo” (v.18c). Precisamente en ese
período José descubre que María está embarazada y toma la decisión de repudiarla
en secreto. Es tanto el amor de José por María que no la quiere exponer a la pena
de muerte por un supuesto adulterio. Él decide dejar vivir a María y realizarse con su
nueva familia.

2. Dios cambia los planes de José y lo pone al servicio de su plan de salvación


(vv.20-23)

El Señor interviene y e involucra a José en su plan. Le da como tarea el tomar


consigo a María y darle el nombre al niño. Es así como José se responsabiliza de la
vida de María y de la del niño, reconociéndolos ante la Ley como sus legítimos mujer
e hijo.
Y puesto que José asume la paternidad legal de Jesús, el niño se convierte en su
heredero y así entra en la genealogía davídica, llevando la historia de la salvación a
su culmen y cumplimiento.

3. En el fondo de todo está la obra de Dios

Con relación a Jesús la tarea de José es ésta: “Tú le pondrás por nombre Jesús”
(1,21). El mismo Dios que le da existencia a Jesús, también le da un nombre y en
este nombre está implicada su misión.

El nombre: “Jesús” (en hebreo Jeshua o Jehoshua, que traduce “Dios es


salvación”). En la Biblia, dar un nombre significa dar una nueva vida que se realiza
en una misión. En el pasaje que estamos leyendo es Dios quien decide cuál será el
nombre del niño, así queda claro que la existencia y la misión de Jesús provienen de
Dios Padre.

La misión: “Él salvará a su pueblo de sus pecados”. La frase nos recuerda el


Salmo 130,8 donde dice: “Y Él redimirá a Israel de todas sus culpas”. Jesús es
mucho más que un hijo de David en el sentido político o militar, Él es el salvador del
hombre, quien recupera a las personas perdidas en su lejanía de Dios para traerlas
de nuevo a la comunión plena con Él.

Con términos muy precisos, el evangelio de hoy, nos enseña que Jesús es el
verdadero Mesías que toma sobre sus hombros a su pueblo y lo conduce a la plenitud
de vida. Es para eso viene Jesús vino al mundo. La misión de Jesús desciende hasta
las raíces de la vida humana dándole un vuelco profundo a nuestra manera de vivir.

Con este acontecimiento, se realiza lo que Dios anunció por boca de los profetas. En
Jesús está Dios salvando al hombre. Y este “estar” de Dios se resume en el nombre
“Enmanuel”, que significa “Dios está con nosotros”, el cual expresa que en Jesús
se revela el rostro misericordioso de Dios, que nos ayuda y nos salva, y también su
proyecto amoroso para nosotros los hombres.

Dios no nos abandona. En la base de la obra de Dios en el mundo está Jesús, a quién
Él le dio la existencia, el nombre y la misión. Jesús es el regalo, el don auténtico de
Dios a su pueblo, para que no sufra más con tanta maldad, para que viva plenamente
en la comunión con Él y con los hermanos, porque Él es el “Dios que está con
nosotros”.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. Jesús le debe su existencia no a una generación humana, sino a la obra creadora


de Dios, ¿Qué significa esto?
2. ¿Qué dones de Dios para la humanidad están contenidos en el nombre “Jesús”?
¿Cuál es el don más importante que Dios me ofrece en esta Navidad?
3. ¿Qué función tiene el Espíritu Santo en el originarse terreno de Jesús? ¿Qué lugar
ocupa en mi vida cristiana?
4. ¿Cuál es el sentido del nombre de Jesús? ¿Qué tiene que ver conmigo?

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 6,1-6.16-18:
Entrada a la Cuaresma (I): “Y el Padre que ve en lo secreto, te lo
recompensará”. ¡Orientemos decididamente el corazón a Dios!
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Comienza la Cuaresma

“¡Déjense reconciliar con Dios!¡Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día


de la salvación!” (1 Corintios; Segunda lectura). “¡Conviértete y cree en el
Evangelio!” (Marcos 1,15)

Con estos dos imperativos cargados de la


tierna compasión de Dios que viene
gratuitamente a nuestro encuentro, la
comunidad cristiana es convocada hoy
a dejarse alcanzar por la misericordia del
Padre, que en la muerte y resurrección de su
Hijo, se derramó sobre nosotros como un
derroche de amor que no tiene fin.

Volvemos así con toda la Iglesia a celebrar y


vivenciar el misterio central de nuestra fe, no
para repetirlo, sino para asimilarlo y vivirlo
con más profundidad, asumiendo cada vez
mejor los criterios, actitudes y sentimientos
de Jesús como discípulos que le permiten
reproducir en su vida su Misterio, y prolongar
su entrega de amor hasta el extremo.

Volver cada año sobre el Misterio del Señor no


es pues, un círculo cerrado, sino un
movimiento abierto, un dinamismo espiritual
que nos permite asimilar la vida del Señor,
para identificarnos cada vez más con él.
La liturgia y en ella el Pan de la Palabra de
Dios que se nos ofrece cada día, se convierte
en el lugar privilegiado de nuestra
configuración con él, espacio abierto donde el
Espíritu va esculpiendo en nosotros la imagen
viva de Jesús.

Un itinerario por las rutas de la Palabra

El Evangelio de Mateo, con el cual la


Iglesia inicia su itinerario de penitencia y
conversión, está en el corazón “del discurso
de la montaña” (Mt 6, 1-6.16-18), un texto
propio de Mateo que no tiene paralelo en los
otros evangelios, en el cual Jesús identifica el
espíritu nuevo con que deben ser vividas las
obras de justicia, las buenas obras que
estamos llamados a vivir, de manera especial
en este tiempo cuaresmal.

El capítulo 6 de Mateo nos introduce en el


mundo complejo de las relaciones. En el
evangelio se denomina “justicia” la adecuada
relación con Dios y con los hermanos, siempre
teniendo en vista a Dios. En los versículos 1-
18, Jesús retoma tres formas de relación que
caracterizaban la espiritualidad judía de su
tiempo: (1) la limosna significa hacer
misericordia a los demás; (2) la oración, por
medio de la cual se entra en relación profunda
con Dios; y (3) el ayuno, que tiene la doble
finalidad de disciplinarse y expresar la
contrición requerida para recibir la
misericordia de Dios.

Cada uno de estos tres ejercicios relacionales


(con los otros, con Dios, consigo mismo) está
relacionado con una dimensión fundamental
del camino penitencial de reconciliación que
realizamos en la cuaresma.

El primer ejercicio espiritual cuaresmal lo


propone la misma dinámica del texto.
Veamos:

1. En el horizonte de la “justicia”: lo que


no hay que hacer y lo que sí hay que
hacer

Notemos que Jesús comienza con una


exhortación general, que hace de premisa a
las tres aplicaciones particulares que Jesús
hará sobre la limosna, la oración y el
ayuno: “cuídense de no practicar su
justicia delante de los hombres, para ser
vistos por ellos” (6,1).

Luego, en cada uno de los tres casos (la


limosna, la oración y el ayuno), Jesús invita a
revisar la vida y a apoyar las actitudes y el
comportamiento en su indicación:
(1) Jesús pone de relieve lo que no hay que
hacer

Jesús señala a los “hipócritas”, aquellas


personas que actúan con desatino para
ganarse la honra de los hombres. Su actitud
es externa, no de corazón. Ellos buscan el
aplauso y el reconocimiento popular, no la
conversión sincera.

Jesús dice que la única recompensa que


recibirán, será únicamente aquello que han
buscado, es decir, sus propios intereses
egoístas que traen sólo ansiedad y
sufrimiento.

Jesús tres veces insiste en que no den


limosna... no oren... no ayunen “como los
hipócritas” (6,2.5.16).

(2) Jesús señala lo que sí hay que hacer


En los tres párrafos correspondientes a la limosna, la oración y el ayuno,
encontramos siempre una segunda parte en la que Jesús propone el nuevo espíritu
y la nueva mentalidad que ha de caracterizar a sus discípulos:

 “Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (6,3)

 “Entra en tu cuarto y cierra la puerta...” (6,6)

 “Perfuma tu cabeza para que nadie se entere de que estás


ayunando” (6,17).

Profundicemos.

2. Qué nos propone Jesús


La propuesta nueva de Jesús va directo al
corazón: hay que pasar de la exterioridad a la
interioridad.

Mediante este camino, Jesús quiere que


entremos en nuestra vida con sinceridad, que
reconozcamos y sopesemos las intenciones y
motivaciones que nos mueven en nuestra
relación con Dios, con los otros, con nosotros
mismos. A Dios se le agrada “de corazón”, no
con apariencias.

Jesús conoce muy bien cuán profunda es la


tendencia del ser humano a buscarse a sí
mismo, cuan fácil nuestro corazón se desvía
de Dios, buscando sus propios intereses,
poder, prestigio, placer, en todo lo que
hacemos: “En efecto, es del corazón de
donde proceden los malos deseos, las
hipocresías, los asesinatos” (Mt 15,19). Es
por esto que quiere enseñarnos a reorientar
continuamente el corazón a Dios.

Pablo, quien también conocía agudamente


esta profunda codicia de nuestro corazón,
exhortaba a los Filipenses con estas palabras:
“No hagan nada por competición o vana
gloria, o para buscar elogios; consideren
a los otros superiores a ustedes y no
busque cada cual su propio interés, sino
el interés de los demás”; al mismo tiempo
los invitaba a tener los mismos sentimientos
de Jesús. (Filipenses 2,3-4).

Que en este tiempo de cuaresma, guiados por


la palabra de Jesús podamos entrar en
nuestro corazón, reconocer y discernir sus
movimientos para orientarnos
decididamente a Dios, y darle más espacio en
nuestra vida.

3. La motivación fundamental de la
cuaresma: el rostro amoroso del Padre
nos atrae

La cuaresma no es un ejercicio penitencial que


se agota en sí mismo. Lo que le da sentido es
el reconocimiento de que tenemos un Padre
que nos atrae amorosamente hacia Él. La
frase clave de todo este texto es el aliciente
que motiva nuestro esfuerzo para purificar
el corazón: “El Padre que está escondido...
el Padre que ve en lo secreto, te
recompensará” (6,4.6.18).

Jesús, nos asegura que el Padre está en


nuestro interior, en lo secreto de nuestro
corazón. Él conoce nuestras búsquedas,
nuestras luchas y también nuestros esfuerzos.
Si concentramos en Él nuestro corazón, si
orientamos a él nuestras pequeñas y grandes
decisiones, buscando por encima de todo el
cumplimiento de su voluntad, como hizo
Jesús, no sólo tendremos la paz del corazón,
sino que también se nos darán todas las
demás cosas por añadidura, “busquen
primero el Reino de Dios y su justicia y
todo lo demás lo tendrán por
añadidura” (6,34).

La “recompensa” del Padre supera


inmensamente las pasajeras recompensas
terrenas que tienen la medida de nuestro yo y
de nuestros intereses egoístas; el Padre nos
dará todo lo que necesitamos para ser felices,
para ser discípulos auténticos de Cristo, para
ser verdaderamente hermanos e hijos de
Dios, hijos del Reino.

Que en esta Cuaresma que estamos iniciando


podamos verificar con sinceridad la
orientación de fondo de nuestro corazón y
rectificar con mayor solidez y profundidad
nuestra opción fundamental, como discípulos
de Jesús nuestro Señor y Maestro.

Cultivemos la semilla de la Palabra en el


corazón.
1. Estamos iniciando este tiempo de gracia y
conversión. ¿Qué actitud de mi vida siento
que el Señor me pide cambiar? ¿Cómo
empezaré hoy mismo a hacerlo?
2. En relación con mi familia o comunidad,
¿qué es aquello que más me motiva a actuar?
¿Será el hecho de ‘hacerme notar’? ¿Actúo
buscando en cuanto sea posible aquello que
agrada a Dios?
3. ¿En qué forma concreta, nuestra oración y
ayuno se transformarán en gestos concretos
de solidaridad para quien más lo necesita?

“Nosotros estamos colmados en todo tiempo


de beneficios de nuestro Dios… Nosotros, sin
embargo, debemos acercarnos con más
confianza y trabajar con más ardor en nuestro
progreso espiritual, en estos días en que
somos invitados a la práctica de todas las
buenas obras por la proximidad del día donde
celebramos el aniversario de nuestra
redención” (San León Magno, “Sobre la Cuaresma”)

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 1, 16.18-21.24ª: El rostro de un padre. “José era justo”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Celebramos la fiesta de San José. La liturgia de la Iglesia nos invita a leer las palabras
que describen a José, primero en la genealogía de Jesús (“Jacob engendró a José,
el esposo de María”; Mt 1,16) y luego en el relato del anuncio de la concepción
virginal de Jesús (Mt 1,18-24).

En la genealogía de Jesús, José aparece como un verdadero Israelita, el


descendiente davídico que le da esta dignidad –por adopción- a Jesús. El listado de
los descendientes tiene una variante justo cuando llega José, para exponer que
José es esposo de María pero que Jesús no es hijo natural de José. Jesús, ni es
generado ni genera, con él culmina la lista. Con todo, gracias a José, Jesús se
inserta en la historia del pueblo del cual es la plenitud. Por medio de José recibe
una nación, un pueblo, una cultura y la adhesión al pueblo de Abraham.

El pasaje siguiente relata cómo José supera sus dudas y acoge a María en su casa.
Con pocas palabras se dice muchísimo sobre Jesús, María y José. El relato apunta a
la afirmación de que Jesús no tiene un padre terreno, sino que le debe el origen de
su existencia al Espíritu Santo, a la obra creadora de Dios. Dios ha intervenido y ha
puesto un nuevo comienzo en la historia de la humanidad.

Pero José tiene un rol importante en los acontecimientos. El relato nos presenta las
diversas fases de por las que pasa José para comprender su lugar y su misión allí.
Después de quedar perplejo por la noticia del embarazo de María (1,18), José
intenta resolver el impase jurídico con un repudio en secreto (1,19). Está
planeando esto cuando Dios interviene con una palabra que contradice sus planes
(1,20-21), a lo cual José responde positiva y puntualmente (1,24).

Todo podría sintetizarse en la “justicia” de José. De hecho, es llamado “justo”


(1,19). Esta justicia consiste en la obediencia a los proyectos de Dios: se trata de
una persona madura en la fe, que tiene una honda relación con Dios, que percibe
sus caminos y transita por ellos. Jesús nace a la sombra de este “justo”, testigo de
la maduración en la fe.

Precisamente ese talante le permite confrontar su proyecto personal con el


proyecto de Dios y dejarse vencer por el segundo. Lo hace porque es capaz de
comprender a Dios, y es por eso está en condiciones de saltar las barreras legales
que se le presentan en el momento crítico de su vida y hacer algo inaudito. José
comprende el proyecto de Dios en su esposa y opta por él.

La página del evangelio nos coloca hoy ante un cuadro estimulante: un hombre con
una gran estatura en su fe, que no es eximido de las vacilaciones y temores ante
las situaciones difíciles, pero que es capaz de dar el salto por el cual se abandona
en la gracia iluminadora de Dios que el ángel le arrojó cuando le dijo: “No tengas
miedo” (v.20). Así atraviesa la cortina oscura y se abre participativamente ante el
gran horizonte de la salvación que se inaugura en Jesús.

En los relatos siguientes, en los cuales la vida del niño Jesús se ve amenazada (Mt
2,13-21), José asume el papel de defensor de la vida del niño y de la madre. El que
tuvo en sus brazos al Enmanuel y tuvo la oportunidad de primero como en ese niño
Dios-estaba-con-él, fue también a la hora de la violencia cruel sobre el inocente el
mediador del Dios Padre que protege la vida de su hijo. En José, Jesús también vio
como Dios Padre estaba con él.

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:


1. ¿Qué afirmaciones hace sobre José el evangelio de hoy?
2. ¿En qué consiste su justicia? ¿Cómo la puso en práctica? ¿Qué me enseña a mí?
3. ¿Qué lecciones puedo sacar sobre el misterio de la paternidad en el texto leído?

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 1,16.18-21.24a: José ante la anunciación nocturna: Una
gran sensibilidad espiritual ante la profundidad del Misterio. “Era
justo”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: entro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Celebramos la fiesta de San José. La liturgia de la Iglesia nos invita a leer las
palabras que describen a José, primero en la genealogía de Jesús (“Jacob
engendró a José, el esposo de María”; Mt 1,16) y luego en el relato del anuncio
de la concepción virginal de Jesús (Mt 1,18-24).

En la genealogía de Jesús, José aparece como


un verdadero Israelita, el descendiente
davídico que le da esta dignidad –por
adopción- a Jesús. El listado de los
descendientes tiene una variante justo cuando
llega José, para exponer que José es esposo
de María pero que Jesús no es hijo natural de
José. Jesús, ni es generado ni genera, con él
culmina la lista. Con todo, gracias a José,
Jesús se inserta en la historia del pueblo del
cual es la plenitud. Por medio de José recibe
una nación, un pueblo, una cultura y la
adhesión al pueblo de Abraham.
El pasaje siguiente relata cómo José supera sus dudas y acoge a María en su casa.
Con pocas palabras se dice muchísimo sobre Jesús, María y José. El relato apunta a
la afirmación de que Jesús no tiene un padre terreno, sino que le debe el origen de
su existencia al Espíritu Santo, a la obra creadora de Dios. Dios ha intervenido y ha
puesto un nuevo comienzo en la historia de la humanidad.

Pero José tiene un rol importante en los


acontecimientos. El relato nos presenta las
diversas fases de por las que pasa José para
comprender su lugar y su misión allí. Después
de quedar perplejo por la noticia del embarazo
de María (1,18), José intenta resolver el
impase jurídico con un repudio en secreto
(1,19). Está planeando esto cuando Dios
interviene con una palabra que contradice sus
planes (1,20-21), a lo cual José responde
positiva y puntualmente (1,24).
Todo podría sintetizarse en la “justicia” de
José. De hecho, es llamado “justo” (1,19).
Esta justicia consiste en la obediencia a los
proyectos de Dios: se trata de una persona
madura en la fe, que tiene una honda relación
con Dios, que percibe sus caminos y transita
por ellos. Jesús nace a la sombra de este
“justo”, testigo de la maduración en la fe.

Precisamente ese talante le permite


confrontar su proyecto personal con el
proyecto de Dios y dejarse vencer por el
segundo. Lo hace porque es capaz de
comprender a Dios, y es por eso está en
condiciones de saltar las barreras legales que
se le presentan en el momento crítico de su
vida y hacer algo inaudito. José comprende el
proyecto de Dios en su esposa y opta por él.

La página del evangelio nos coloca hoy ante


un cuadro estimulante: un hombre con una
gran estatura en su fe, que no es eximido de
las vacilaciones y temores ante las situaciones
difíciles, pero que es capaz de dar el salto por
el cual se abandona en la gracia iluminadora
de Dios que el ángel le arrojó cuando le dijo:
“No tengas miedo” (1,20). Así atraviesa la
cortina oscura y se abre participativamente
ante el gran horizonte de la salvación que se
inaugura en Jesús.
En los relatos siguientes, en los cuales la vida
del niño Jesús se ve amenazada (Mt 2,13-21),
José asume el papel de defensor de la vida del
niño y de la madre. El que tuvo en sus brazos
al Enmanuel y tuvo la oportunidad de primero
como en ese niño Dios-estaba-con-él, fue
también a la hora de la violencia cruel sobre el
inocente el mediador del Dios Padre que
protege la vida de su hijo. En José, Jesús
también vio como Dios Padre estaba con él.

Para cultivar la semilla de la Palabra en la


vida:
1. ¿Qué afirmaciones hace sobre José el
evangelio de hoy?
2. ¿En qué consiste su justicia? ¿Cómo la puso
en práctica? ¿Qué me enseña a mí?
3. ¿Qué lecciones puedo sacar sobre el
misterio de la paternidad en el texto leído?

“Nos alegramos contigo, José,


imagen del Dios Padre, Padre del Dios Hijo (…)
Felices tus ojos que contemplaron al Señor,
tus oídos que escucharon su Palabra,
tus manos que tocaron al Verbo Encarnado.
Benditos tus brazos que llevaron al que todo
lo sustenta,
tu regazo que acogió al Hijo de Dios,
tu corazón encendido en su amor”
(San Juan Eudes)
Pistas para la Lectio Divina... Mateo 1, 1-23:
¿Quién es ésta que se asoma en la aurora de la Salvación?. “Ved a la
Virgen…”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Hoy celebramos la fiesta del nacimiento de María. Y, como acostumbramos decir,


cuando la mamá está de fiesta, los hijos también lo están.

1. El nacimiento de María

La Palabra de Dios no nos dice nada sobre


este gran acontecimiento que pasó por alto en
los tiempos históricos de María, pero que
marcaría para siempre este día. Como
decimos en la liturgia, en la frase que sintetiza
la rica espiritualidad de este día: “Nace María,
de la cual nacerá el mismo Hijo de Dios que
nos traerá la salvación”.

La fiesta de hoy tiene su antigüedad. Se


originó en el oriente, inicialmente como una
fiesta de la dedicación de la Iglesia de Santa
Ana en Jerusalén. Luego se convirtió en
celebración en la liturgia romana a fines del
siglo VII por obra del papa Sergio I.

Pero son los evangelios apócrifos, de manera


especial el llamado “Protoevangelio de
Santiago”, los que desde el siglo III intentaron
darle todo el colorido al acontecimiento.
Según el texto citado, cuando la niña María
nace, santa Ana la amamanta con amor y feliz
eleva su mirada al cielo para cantar las
alabanzas de Dios. Así leemos:

“Y los meses de Ana se cumplieron, y, al


noveno, dio a luz. Y preguntó a la partera:
¿Qué he parido? La partera contestó: Una
niña. Y Ana repuso: Mi alma se ha glorificado
en este día. Y acostó a la niña en su cama. Y,
transcurridos los días legales, Ana se lavó, dio
el pecho a la niña, y la llamó
María” (Protoevangelio de Santiago 5,2).

Este libro nos dice luego que santa Ana


escogió para su hija un nombre bíblico, el de
la hermana de Moisés: “María” (o “Miriam”).
Cuando miramos el Nuevo Testamento, nos
encontramos con que este nombre también lo
llevaron otras seis mujeres en la primitiva
comunidad cristiana. “María” probablemente
significa “excelsa, elevada, augusta”; se trata
de un nombre noble pero al mismo tiempo
común, propio de una mujer sencilla.

Por cierto, intentando buscar –sin mucho


éxito- una etimología para este nombre, san
Jerónimo hizo un juego de palabras en hebreo
que lo llevo a acuñar la expresión poética
“Stilla Maris”, que significa “gota de aquel
mar”, de aquel mar infinito que es Dios. Una
definición bellísima que, por el error de un
copista, se transformó en el célebre título
latino “Stella Maris” (Estrella del mar) que
cantamos en el himno “Ave Maris Stella”.

2. María en la aurora de la salvación

¿Cómo podríamos celebrar el nacimiento de


María? Lo mejor que podríamos hacer es
acercarnos una vez más, con respeto y amor
al misterio de María. Y para ello lo aconsejable
es hacer la “lectio divina” de pasajes bíblicos
relacionados con ella.

El texto que nos propone la liturgia de hoy,


que es el de la concepción virginal de María,
está precedido en el evangelio de Mateo, por
la lista larga de la genealogía –la lista de los
antepasados- de Jesús, que hunde sus raíces
en la historia del pueblo hebreo,
remontándose hasta Abraham y David, la cual
florece precisamente con “José, el esposo de
María, de la cual nació Jesús, llamado
Cristo” (1,17).

En la secuencia de los nombres célebres y


modestos se va deshilvanando un hilo de oro
que atraviesa los siglos y llega hasta
María. Es la gran espera del encuentro
perfecto entre Dios y el hombre, preparado en
la promesa hecha a Abraham, que toma
impulso en la dinastía de David, que pasa a
través de los signos dolorosos y gloriosos de
la historia de Israel, y que culmina con el
nacimiento de la madre del Señor en el
umbral de la venida del salvador.
Es así como, al llegar la plenitud de los tiempos, en cuyo vértice Jesús lleva a
cumplimiento la historia de Dios con su pueblo elegido, el puesto de María en la
historia de la salvación queda definitivamente en un lugar destacado.

A partir de la lectura podemos ver cómo


emerge, en la contraluz del misterio de la
salvación, el rostro de María:
(1) Dios, en su amoroso designio, quiso destinarla (ver Rm 8,29-30; primera lectura
de hoy) para ser la virgen madre del Mesías a través del cual él lleva a cabo la
liberación de Israel y de toda la humanidad de la esclavitud del pecado, atrayéndolos
hacia la comunión con él de manera definitiva: “Él salvará a su pueblo de sus
pecados” (Mt 1,21).

(2) Jesús, quien es enviado a reconciliar a todos los hombres completamente con
Dios, proviene completamente de Dios. Sobre el trasfondo de una larga serie de
generaciones humanas y en ruptura con ellas, el evangelista Mateo subraya que Jesús
no fue generado por una padre humano. Él comenzó su vida en María por obra del
Espíritu Santo: “Lo engendrado en ella es del Espíritu Santo” (1,20).

(3) Mateo no nos dice cómo fue que María supo que se le pedía este servicio –lo
sabemos por el evangelista Lucas-, pero a través de la revelación a José, vemos cómo
Dios la eligió, la llamó y por medio de su acción creadora la hizo llegar a ser la madre
del Hijo santo de Dios. Su misión dentro de la historia de la salvación es ser para
Israel y para la humanidad la madre del Salvador, del “Emmanuel” (1,23).

(4) En consecuencia, al dejar obrar en ella la


potencia creadora de Dios que engendra al
Mesías, María es la primera a quien la obra
salvífica de Dios abraza en los nuevos tiempos
mesiánicos: Dios la abraza con todo su ser. Es
así como su vida se descubre preciosa ante los
ojos de Dios y del mundo.
A nosotros nos corresponde ahora reflexionar en oración sobre estos hechos y sus
repercusiones en María. A quien hoy celebramos como la hija amada del Padre, se
convertirá también por la gracia de Dios en la Madre del Hijo amado, Jesús, por obra
del Espíritu Santo de Dios.

3. Los piropos para la recién nacida

Cuando un niño nace, los familiares se


acercan a él y exaltan su belleza. También
nosotros hoy nos admiramos de la pequeña
María en quien brilla una belleza sin par.
Evoquemos las palabras del Papa Pablo VI en
1977, quien en un día como hoy y en su
última celebración de la navidad de María
antes de morir, contemplaba la belleza de
María:
“La fiesta del nacimiento de María es para
nosotros como una fuente de luz humano-
divina sobre el sendero de nuestro peregrinar
en el tiempo, en el escenario humano, como
una lámpara en la oscuridad.
María -como escribía san Ambrosio- es el tipo
de una humanidad perfecta, recreada según el
pensamiento original de Dios, bella por una
belleza restituida.
Ella resplandece en el candor inmaculado,
digno de la contemplación de las almas
inocentes o deseosas de una primigenia
perfección, admiración sin fin de los artistas,
victoriosa sobre cualquier pesimismo,
consoladora de los que viven en la miseria, de
los afligidos, de los sufrientes.
Además, María nace, permanece y
resplandece inmaculada, sin pecado original,
fuente de belleza perpetua, de la cual la
humanidad había perdido incluso el concepto
sin este excepcional y original privilegio de la
potencia creadora de Dios”

Dejándonos inspirar por la santa Palabra,


coloquémonos en el lugar de María para
celebrar su vida: “Cantaré al Señor por el
bien que me ha hecho” (Isaías 61,10). Sí,
en María “el Señor ha puesto la fuente de
la vida” (Salmo 36,10).

Por eso ahora la miramos y le decimos: “Feliz


eres, oh santa Virgen María, y digna de
toda alabanza: de ti salió el Sol de
Justicia, Cristo nuestro Dios” (De la liturgia
del día).

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

Deberíamos darle regalos a nuestra Madre,


pero hoy es de ella que nosotros esperamos
su regalo. La misma que nos regaló al Hijo de
Dios, que es el príncipe de la paz que vino a
habitar en medio de nosotros, nos regale
también la bendición de la paz.
1. ¿En dónde y como tuvo origen la fiesta
que celebramos hoy?
2. Existen varios pasajes bíblicos
relacionados con María. ¿No sería una buena
celebración de esta fiesta leer uno de ellos y
dejar que sea María quien nos indique las
actitudes que debemos cambiar en nuestra
vida? ¿Cómo lo haremos?
3. El texto que leímos del “Protoevangelio
de Santiago” resalta los cuidados de Santa
Ana con su hija recién nacida. ¿Qué cuidado y
solicitud concretamente brindamos a los niños
que viven con nosotros? ¿Cómo acogemos y
respetamos la vida desde la concepción y en
todas las fases de su desarrollo?

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 2, 13-18: La vida amenazada. “Es Raquel que llora por sus
hijos”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

En estos días de Navidad los niños han pasado a un primer plano en la vida
familiar, social y también eclesial. Un niño es un ser frágil, no ejerce ningún poder,
su vida está siempre en riesgo (enfermedades y todo tipo de peligros). Un niño no
tiene como defenderse y afirmarse ante las fuerzas del mundo adulto. Muchos niños
son víctimas de su incapacidad para defenderse. Pero mirando la otra cara de la
moneda, positivamente hablando, para que un niño continúe viviendo, necesita de
muchos cuidados y ayudas. De ahí que sea tan importante que él cuente con una
protección eficaz e inteligente que se ponga al servicio de su vida.

Jesús niño participó también de toda esta realidad de


amenaza y de necesidad de ayuda. El Evangelio de hoy nos
invita a reflexionar seriamente sobre esta realidad. Para ello
el texto nos presenta las dos caras de la moneda:
(1) Jesús es amenazado. La vida del divino niño es
amenazada por el poder del rey Herodes y, con ella, también
toda su obra mesiánica.
(2) Jesús es protegido. El relato nos cuenta cómo
interviene Dios para salvar la vida de su Hijo.

Veamos:
1. La amenaza de la vida: “Herodes va a buscar al niño
para matarle” (Mt 2,13).

El comportamiento de Herodes está en contraposición con el


de los papás de un niño: los progenitores protegen y cuidan
la vida del niño, mientras Herodes, por su parte, quiere
eliminarlo (ver lo dicho en la contextualización del evangelio
del domingo pasado).

Por asegurar su propio bienestar, Herodes se vale de la vida


inocente de los pequeños de Belén que no tienen como
defenderse. Como tanta gente que escala el poder, él sólo
piensa en su interés personal, no importa que otros tengan
que sufrir.

2. El compromiso con la vida: “Levántate, toma contigo


a la madre y al niño” (2,13)

El Evangelio nos presenta también las lágrimas y el


compromiso concreto de los padres.

“Raquel llora por sus hijos” (2,17-18). El dolor va hasta el


fondo de la historia. El grito de dolor de Raquel, la madre de
las tribus de José y de Benjamín, manifiesta toda la
profundidad del dolor causado a las madres por el asesinato
de sus hijos. Cada vez que una madre llora la muerte de su
hijo, Raquel llora con ella.
“El Ángel le dijo a José”. Dios entra en la historia a salvar
la vida del hijo, para ello llama de nuevo a José y le enseña
cómo hacerlo; lo notamos en la serie de verbos en
imperativo: “levántate”, “toma contigo”, “huye a Egipto”
y “estate allí”. El cómo salvar la vida del inocente se aprende
en la escucha de la Palabra de Dios.

En el pasaje vemos cómo José se encarga de proteger al niño


de los peligros externos, mientras que María es encargada de
los cuidados maternos. María y José tienen tareas distintas,
pero en el centro de sus vidas está el servicio a Jesús.
La voluntad homicida de Herodes es anulada por la protección
de Dios, para ello se vale de los brazos fuertes y amorosos de
los padres de familia.

Para cultivar la semilla de la Palabra de Dios en el


corazón:
1. ¿De qué forma vemos hoy amenazada la vida de los niños?
2. ¿A qué fuerzas e intereses obedece el comportamiento del
rey Herodes? ¿Dónde se presentan hoy estas fuerzas y qué
consecuencias tienen?
2. ¿Qué significado tiene la presencia de José y María en la
vida del Niño Jesús? ¿Qué nos enseñan a nosotros?

Una oración tomada de la liturgia sinagogal:


“Cuantos mueren y cuantos nacen,
quien vivirá y quien morirá,
quien a su meta y quien antes de su meta,
y por agua, quien por espada,
y quien por hambre, quien por terremoto,
y quien por contagio, quien por estrangulamiento…
Pero retorno y oración y caridad
alivian la dureza de la sentencia”

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Mateo 4,18-22: La vida del discípulo es la respuesta a una
vocación. “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La celebración de la fiesta del apóstol Andrés, el hermano de Pedro, uno de los


primeros cuatro vocacionados del Evangelio, llamado en medio del placido ambiente
del lago de Galilea y de la cotidianidad de su oficio de pescador, nos hace
retroceder a toda velocidad hasta el punto de partida de todo el proceso es decir,
de la vida del discípulo como respuesta a una vocación.

La vocación es una experiencia de la Palabra de Dios, una


palabra que, al interpelarnos, nos hace salir de nosotros
mismos y arroja nuestra existencia hacia Dios y hacia los
demás. La Palabra nos hace “ser” verdaderamente porque
sólo quien se autotrasciende puede vivir plenamente. El
llamado del Señor genera, en quien escucha y responde, una
existencia radicalmente nueva, que es una obra inédita del
Dios creador.

La vocación, entonces, es la roca sobre la cual se construye


todo el edificio de la vida cristiana. No sabríamos que hacer
con ninguna de las enseñanzas que nos ha dado Jesús si no
tuviéramos claro que la escucha y vivencia del evangelio no
es más que una respuesta cotidiana a la vocación. Cada día,
apoyados en el evangelio, es un paso más en la
peregrinación, un ladrillo nuevo y hermoso en la edificación
de nuestra vida.

La palabra que escuchó en aquella mañana de su vocación el apóstol Andrés, lo


hizo salir de sí mismo en una doble dirección:
En el “Venid conmigo”, invitación que compartió con su hermano Pedro, su
existencia encontró un nuevo horizonte: el estar siempre con el Señor
compartiendo sus días y sus noches. Su vida maduró en esta relación.
En el “Os haré pescadores de hombres”, entendió que su vida tenía sentido en
cuanto viviera una misión, una misión compartida junto con la comunidad de Jesús,
una misión que era la misma de Jesús.

Apoyados en la experiencia fundamental del apóstol Andrés,


revisemos el proceso que hemos hecho, A LA
ESCUCHA DELMAESTRO.

1. ¿Cuánto he crecido en mi vida de discipulado, teniendo en


cuenta que cada día Jesús me estuvo dando una nueva
enseñanza?
2. ¿Cuáles son los indicadores concretos de este crecimiento?
¿Otros lo pueden confirmar?
3. ¿Qué he ido captando que tengo que hacer en mi familia,
en mi comunidad, en mi entorno social? ¿Cómo se ha ido
delineando la misión que el Señor quiere que yo realice?
4. ¿Hacia dónde va mi vida? ¿Cuál es mi esperanza?
5. Con la mirada puesta en el futuro, ¿Qué debe caracterizar mi estilo de vida, la
vida nueva en el Señor en el “hoy” de mi historia?

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Mateo 5,1-12a: Compartir la santidad de Dios. “Bienaventurados
los de corazón puro porque verán a Dios”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM
Comenzamos este mes de noviembre con la mirada puesta en la meta. El libro del
Apocalipsis nos abre el horizonte y presenta un bellísimo panorama: la inmensa
multitud de los santos que gozan victoriosos en la alabanza del cielo (ver Ap
7,9). Dentro de este hermoso cuadro contemplamos sorprendidos la fascinante
santidad de la Iglesia, que por medio del seguimiento de Jesús, ya ha coronado la
meta.

En esa multitud descubrimos santos con todos


los rostros: madres y padres de familia;
jóvenes, niños, adultos y ancianos;
sacerdotes, obispos y religiosas. Muchos de
ellos bien conocidos por su brillante testimonio
de entrega al Señor de múltiples formas,
especialmente la oración y la caridad; por eso
ahora su buen ejemplo nos anima para seguir
el mismo camino. Pero la mayoría de ellos,
vivió en el escondimiento la radicalidad de su
fe, venciendo el mal a fuerza de bien, con
gestos sencillos y cotidianos de amor,
aceptando las pruebas de la vida con la
mirada fija en Jesús.

San Agustín tuvo la osadía de hablar de otros


santos, que son los “ocultos”, los “latentes”, o
mejor, los “santos escondidos”, aquellos que
vivieron más allá de los límites históricos y
geográficos de la Iglesia. Todos ellos oran por
nosotros, participan en nuestros sufrimientos,
comparten nuestras alegrías y nos esperan en
el cielo.

Y hoy no sólo vemos los rostros de esta


multitud inmensa, también -dejándonos guiar
por las lecturas bíblicas del día- descubrimos
el secreto que habitó sus corazones.

La primera carta de Juan nos enseña que el


secreto de la santidad no está en el esfuerzo
humano sino en la iniciativa gratuita de amor
con que Dios nos llama a ser sus hijos. En
otras palabras, Dios nos quiere tanto, que
desea que seamos como Él: “Mirad qué
amor nos ha tenido el Padre para
llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”
(1 Jn 3,1).

Dios se inserta en nuestra historia


imprimiéndole a nuestro ser su misma
santidad y haciendo así de nuestra vida una
bendición para el mundo.

En este punto se concentra evangelio de las


Bienaventuranzas (Mateo 5,1-12), el cual nos
coloca ante el rostro del santo que Dios quiere
que seamos: su Hijo Jesucristo. La santidad
es un don, pero también es un logro de parte
nuestra. Si, por nuestra parte, vivimos las
ocho bienaventuranzas, seremos hijos en el
Hijo, o sea, santos en el Santo por excelencia:

- No seremos soberbios ni orgullosos, sino que


reconoceremos sin lamentación nuestra
vulnerabilidad (“Bienaventurados los
pobres en espíritu”; 5,3).
- No intentaremos imponernos por encima de
los otros, sino que respetaremos y
reconoceremos a cada hombre como nuestro
hermano, con el mismo valor que el nuestro, y
lo amaremos como a nosotros mismos
(“Bienaventurados los mansos”; 5,4).

- No evadiremos el actual “valle de lágrimas”,


sino que encontraremos un sentido en el
sufrimiento, siguiendo a aquél que por este
camino llegó a la resurrección
(“Bienaventurados los que lloran”; 5,5).

- No estaremos preocupados ansiosamente


por nuestra vida, sino que, con una gran
confianza en la paternidad de Dios,
orientaremos nuestra hambre y toda nuestra
sed en el llevar a cabo el querer de Dios
(“Bienaventurados los que tienen hambre
y sed de justicia”; 5,6).

- No exigiremos el pago a los deudores


insolventes, sino que, basados en aquél que
nos perdonó sin medida, ejercitaremos la
misericordia y el perdón en todos los sentidos
con aquellos que “nos la deben”
(“Bienaventurados los misericordiosos”;
5,7).

- No miraremos a los otros con prejuicios, sino


con un corazón libre de los males y pecados
que señalamos, purificados por la sangre del
que dio su vida por nosotros en la
Cruz (“Bienaventurados los limpios de
corazón”; 5,8).

- No haremos nada que produzca desunión,


sino que más bien nos comprometeremos con
la paz y la vida, de manera que le aportemos
a la construcción de una comunidad que sea
imagen del Dios Trinidad (“Bienaventurados
los que trabajan por la paz”; 5,9).

- No nos acobardaremos ante la persecución y


el rechazo, sino que permaneceremos fieles a
nuestra opción por Jesús y su camino
(“Bienaventurados los perseguidos por
causa de la justicia”; 5,10).

Vivir la santidad en este mundo es también


una misión. Por eso notamos cómo las
bienaventuranzas son actitudes que sanan la
humanidad y esto tiene un valor todavía
mayor para estos momentos tan difíciles que
vivimos en la historia. Es así como las
Bienaventuranzas...

- nos muestran que desde la pobreza,


la mansedumbre y la misericordia,
podremos revertir los conflictos, reducir la
violencia, sanar las heridas que ella deja,
transformar el odio en amor y en servicio.
- nos enseñan que si tenemos un corazón
puro, entonces podremos hacer resplandecer
la luz de la esperanza en la noche oscura del
mundo.

- nos impulsan a participar activamente en la


transformación de nuestra dramática realidad
siendo constructores de la pazcon palabras
y con hechos de bondad.

Entonces, la cruz será superada en la


resurrección, sobre las lágrimas vendrá la
consolación, el hambre y la sed serán
saciadas. El camino de esta transformación
seguirá siendo siempre la cruz, vivida en el
hoy de la persecución, de la incomprensión y
del rechazo. No lo olvidemos: los santos
siempre -así como Jesús- fueron profetas para
su contexto, y por eso también entendieron,
amaron y vivieron la cruz.

Este es el desafío con el que comenzamos los


“oyentes de la Palabra” este mes de
Noviembre. No aspiramos a poco. Tenemos
una meta clara. Por ella esperamos y
luchamos proféticamente. La santidad es el
“alto grado de la vida cristiana ordinaria”
(NMI, 31).

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué es ser “santo”? ¿Es posible ser
lo hoy?
2. ¿Cómo se alcanza la santidad? ¿Cuál
es el camino que nos trazan las
Bienaventuranzas?
3. ¿Estoy dispuesto a hacer de la búsqueda de la santidad la prioridad de mi
vida? ¿Qué pasos concretos voy a dar para lograrlo?

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 5, 1-12: El perfil de una vida profética: Las
Bienaventuranzas. “Bienaventurados los pobres en Espíritu, porque
de ellos es el Reino de los Cielos”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

1. Introducción al Itinerario del Evangelio según Mateo

A partir de hoy comenzamos a leer, casi de seguido, el Evangelio de Mateo. ¡Qué


nuevo tesoro el que la Iglesia pone en nuestras manos! Exceptuando los domingos
y algunas solemnidades y fiestas, todos los días de semana que vendrán hasta el
último día del mes de agosto, nuestro seguimiento de Jesús se realizará según el
itinerario propio de este Evangelio.

1.1. Una clave de lectura del Evangelio de Mateo

Una buena clave para la lectura provechosa del evangelio de Mateo la encontramos
en la conclusión del libro, en Mateo 28,19-20. La fuerza de la proclamación de la
Palabra y los Hechos de Jesús, en el hoy de la Iglesia misionera, llega hasta nosotros
con todo su vigor. Como bien decía San Agustín: “Corran por todas partes llamas
santas, llamas bellas, y dense a conocer a las gentes” (Confesiones 13.19).

La “Lectio Divina” de Mateo debe “evangelizarnos” completamente, iniciándonos en


el misterio del Reino de los Cielos, en la novedad absoluta de Jesús de Nazareth que
nos lleva a discernir y a optar cotidianamente por lo “nuevo”, al estilo de aquel
“escriba que habiéndose hecho discípulo del Reino de los Cielos” se parece “al
dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo” (Mateo 13,42).

Quien se hace auténtico discípulo, será enviado luego para formar nuevos discípulos
para Jesús. Esta dinámica “hacia dentro” (trabajarse a sí mismo…) y “hacia fuera”
(…para poder trabajar a los demás), es típica del evangelio de Mateo.

El evangelio de Mateo está preocupado por el discipulado. Ahora, según el texto


citado un discípulo:
(1) Vive un cambio radical en su vida, saliendo de en medio del “pueblo que yace
en tinieblas” (ver Mateo 4,15; así aparecen los gentiles), camina ahora iluminado
por la luz del Reino de los cielos (ver Mateo 4,17): “Id… a todas las gentes”
(28,19a).
(2) Es sumergido (=Bautismo) e iniciado en el estilo de vida de la familia
trinitaria: “…Bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo…” (28,19b). Este estilo de vida es descrito por Jesús a lo largo de sus
enseñanzas.
(3) Es educado para la puesta en práctica de todas las enseñanzas de Jesús. Lo
importante no es tanto el “saber” sino el “hacer”: “...Enseñándoles a guardar todo
lo que yo os he mandado” (28,20a).

En este acontecer del Reino, gracias a la evangelización, la vida comunitaria y la


praxis cristiana en el mundo, el discípulo camina todos los días con la certeza que el
“Dios-con-nosotros” (Mateo 1,23), el Dios de la historia que ha hecho Alianza Nueva
y Definitiva con nosotros en la persona en la plenitud de los tiempos, nos asegura la
fidelidad de su presencia en su Hijo resucitado: “Y he aquí que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (28,20b).

De esta manera, la Palabra de Dios resuena y despliega su poder todos los días con
una gran actualidad, por boca del mismo Señor Resucitado.

1.2. Los discursos de Jesús: el aprendizaje de la vida según el Reino

Una vez que se ha leído en otro tiempo del año la introducción al evangelio de Mateo,
esto es, los relatos de infancia de Jesús (Mateo 1-2) y los relatos inaugurales de
Bautismo, Tentaciones, anuncio del Kerigma (predicación misionera) y llamado de
los primeros discípulos (Mateo 3-4), la liturgia nos invita para que arranquemos con
el primer gran discurso de Jesús: el Sermón de la Montaña (Mateo 5-7).

Puesto que el “discípulo” es el que aprende a poner en práctica los mandatos de Jesús
(ver Mt 28,20ª), lo primero que tiene que hacer una persona llamada por el Maestro
es tomar contacto con las grandes enseñanzas de Jesús. Esa parece ser la razón por
la cual el evangelista Mateo agrupa todas las enseñanzas fundamentales de Jesús –
que en los otros evangelios aparecen dispersos en otros lugares- en cinco grandes
discursos:
(1) Discurso sobre la identidad del discípulo, mejor conocido como “Sermón de la
Montaña” (Mateo 5-7).
(2) Discurso sobre el ejercicio de la Misión (Mateo 10).
(3) Discurso sobre el discernimiento cristiano, también conocido como “de las
Parábolas” (Mateo 13,1-53).
(4) Discurso sobre la vida en comunidad, llamado igualmente “Discurso eclesiástico”
(Mateo 18).
(5) Discurso sobre el fin de los tiempos o “Discurso escatológico” (Mateo 24-25).

Todos estos discursos corresponden a un programa que bien podría llamarse “el
aprendizaje vital de la Palabra de Jesús”. Se caracterizan porque además da dar los
grandes principios de vida, enseñan a ponerlos en práctica. De hecho, el problema
no es solamente saber lo que Jesús quiere que “haga” sino el “cómo hacerlo”.

1.3. El Sermón de la Montaña

El Sermón de la montaña responde a la pregunta: ¿Cuál es el “hacer” distintivo de


un discípulo del Reino? Esta pregunta podría especificarse todavía más así: ¿Qué
sucede en el corazón de aquel que se hace discípulo de Jesús? ¿En qué consiste la
novedad de vida? ¿Cuáles son los puntos distintivos? Jesús responde con una
enseñanza bien organizada y concreta, que diseña el “mapa” de la vida cristiana
desde sus ángulos fundamentales. El eje de todo está en la frase: “Buscad primero
el Reino y su Justicia” (6,33).
Los invitamos a leer desde ya todo el Sermón completo (Mateo 5-7), para sentir la
fuerza de las enseñanzas y también la lógica que las une. Este es uno de esos
discursos que sabe hablar al corazón de forma contundente, pero también
encantadora. El perfil del discípulo está ahí y dan ganas de encarnarlo. En buena
parte suena como norma, si bien lo más importante es que se trata del mismo latir
del corazón de Jesús que se impregna en el del discípulo.

Como iremos notando con calma en los próximos días, el corazón nuevo del discípulo
se distingue por su manera de entablar las relaciones. Se trata del aprendizaje de la
relacionalidad típica del “Reino”, o sea, (1) con los hermanos (Mateo 5,17-48), (2)
con Dios Padre (Mateo 6,1-18); en las cuales media (3) el justo uso de los bienes de
la tierra (Mateo 6,19-34). Algunos avisos complementarios se agregan a esta
enseñanza (Mateo 7,1-11). La plenitud de la Ley de Dios está en esta propuesta de
Jesús (Mateo 5,17 y 7,12).

La enseñanza central sobre “la relacionalidad según el Reino” (Mateo 5,17-7,12),


está enmarcada por la bella introducción de las “Bienaventuranzas” y “la misión del
Bienaventurado” (Mateo 5,1-16) y la extensa conclusión sobre los elementos
evaluativos para reconocer si una persona está o no en la esfera del Reino (Mateo
7,13-27).

Después de esta introducción, comencemos –ahora sí- la lectura del primer pasaje
de Mateo: las bienaventuranzas (Mateo 5,1-12).

2. Entremos con pie derecho en el Sermón de la Montaña: las


“bienaventuranzas”

2.1. El contexto

Recreemos brevemente el escenario: En sus viajes misioneros, Jesús se ha


encontrado con la dura realidad de su pueblo, a todas las personas y en las diversas
formas de su sufrimiento Él les ha hecho experimentar la Buena Nuevadel Reino (ve
Mateo 4,23-24). La multitud sanada no vuelve a casa inmediatamente sino que se
deja educar por Jesús en la vida nueva que para ellos ha comenzado.

Esto es importante porque, como precisa el evangelista, los que se han visto sanados
por Jesús ahora comienzan un camino de discipulado: “Y le siguió una gran
muchedumbre” (4,25; el término “seguir” no es casual). Notemos la relación entre
la escena de “sanación” y el itinerario de formación que Jesús ahora les ofrece: la
vida nueva no solamente se recibe como una gracia (indicada en la curación) sino
que hay que “aprenderla”; hay que “darle cuerpo” a la vida nueva, hay que darle
estructura a la conversión; para ello es la instrucción de Jesús.

Frente a esta muchedumbre (“Viendo la muchedumbre…”, 5,1a), Jesús da dos


pasos iniciales:
(1) “Subió la montaña” (5,1b), lo cual parece evocar la subida de Moisés al Sinaí
para recibir y proclamar la Ley de Dios (ver Éxodo 19,3; aunque aclaramos: las
bienaventuranzas no son leyes sino valores). El evangelio terminará también con
Jesús dando su última instrucción desde lo alto de un monte en Galilea (ver 28,16).
Pero en el evangelio de Mateo el “subir a la montaña” también está relacionado con
la oración: Jesús subía muchas veces a la montaña para encontrarse con su Padre
(ver Mateo 14,23; 17,1), por eso, “subir a la montaña es el permanecer constante
de Jesús en el corazón del Padre, de donde saca el maravilloso don de las
bienaventuranzas” (Clemencia Rojas).
(2) “Se sentó” (5,1c), actitud propia de un Maestro que da instrucciones u órdenes.
Ambos términos nos muestran la autoridad con la que Jesús va a hablar y nos invitan
a atender y acoger la revelación como discípulos (“y sus discípulos se le
acercaron”, 5,1d).

Los tres planos que configuran el escenario de la proclamación del primer gran
sermón de Jesús (Jesús, los discípulos y la muchedumbre) nos recuerdan la ocasión
en la que Moisés sube a la montaña junto con los ancianos (Éxodo 24,1), mientras
que a los pies de la montaña permanece el pueblo.

Entonces se da inicio a la enseñanza. En el texto griego leemos literalmente: “Y


habiendo abierto su boca, les enseñaba diciendo” (5,2). La expresión “abrir la
boca”, que equivale a “tomar la palabra”, nos reenvía a la frase que Jesús le dijo
al tentador en el desierto: “No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra
que sale de la boca de Dios” (4,4). De la “palabra que sale de la boca” de Jesús,
“vive” el discípulo. Esto vale, no sólo para este sermón, sino para todas las
enseñanzas de Jesús. Este es el alimento que necesita la gente, los milagros solos
no bastan, hay que explorar la belleza y apropiarse de la riqueza de la vida del Reino
(ver 4,24).

2.2. La felicidad del Reino

En la lectura de las bienaventuranzas hay que distinguir las partes que contiene cada
una de ellas. Tomemos como modelo la primera: (1) la declaración
“Bienaventurados…”, que será repetida siempre al comienzo; (2) la situación o la
actitud que sirve de base para la experiencia: “…los pobres de espíritu” (en este
caso se trata de una actitud); y (3) la causa de la bienaventuranza: “…porque de
ellos es el Reino de los Cielos”.

(1) La declaración “Bienaventurados”

Nueve veces se repite la palabra “Bienaventurados”, pero las bienaventuranzas en


realidad son ocho, ya que la novena es una ampliación de lo dicho en la octava.

La expresión describe el nuevo estado en el que se encuentra todo aquel que ha


entrado en el ámbito del Reino de Dios: el estado de plenitud interna que
comúnmente llamamos “felicidad”.

La bienaventuranza es la atmósfera de la vida del Reino, un Reino que ya está siendo


experimentado: atención con la expresión “de ellos es el Reino” (5,3 y 10). Por
eso, la repetición nueve veces del mismo término pareciera querer ayudar a una
toma de conciencia: “Porque Usted sigue a Jesús, ya tiene todos los motivos para ser
feliz; ¡Mire lo que Dios está haciendo en su vida!”. ¡Qué estaría viviendo la multitud
aquel día, cuando Jesús le puso el espejo al frente y los invitó a reconocer su nuevo
estado de vida!

(2) Las actitudes o situaciones que paradójicamente abren las puertas para
la felicidad del Reino

Las ocho bienaventuranzas van describiendo progresivamente el rostro de un


discípulo de Jesús, y –si nos fijamos bien- notaremos que se trata del mismo rostro
de Jesús.
a) La pobreza en Espíritu (5,3): indica la apertura total a Dios y a los hermanos. El
“rico” en espíritu es el autosuficiente y orgulloso (ver Apocalipsis 3,17). El Reino se
recibe cuando se reconoce la radical necesidad de Él (el evangelio da numerosos
ejemplos de ello).
b) La mansedumbre (5,4): describe a la persona que ejerce el control de sí misma
en sus emociones e impulsos (ver el Salmo 37), que no pretende dominar ni controlar
a los otros; es la persona que sabe convivir.
c) Las lágrimas (5,5): se refiere al estado de una persona en proceso de duelo por
su propia desgracia o la de los otros; generalmente se vive en las rupturas de relación
(la muerte, un pecado, etc.). De alguna manera se refiere a la pobreza porque hay
un vacío que pide ser llenado.
d) El hambre y la sed de la justicia (5,6): “hambre y sed” son dos necesidades vitales
del ser humano que no admiten dilación para la solución. Esta búsqueda compulsiva
de lo esencial para vivir se traslada al terreno de las relaciones: recomponer las
relaciones deterioradas, es decir, la “justicia”.
e) La misericordia (5,7): en el evangelio de Mateo el término “misericordia” está casi
siempre asociado al de “perdón”. Pero hay un punto de vista más amplio: donde
quiera que alguien sufra allí hay que reconstruir –mediante una acogida efectiva- el
tejido social deteriorado.
f) La pureza de corazón (5,8): no se refiere a una especie de inocencia (que pareciera
congénita en algunas personas) sino estado de limpieza interior en que se encuentra
todo aquel que ha sido purificado por el sacrificio redentor de Jesús. En un corazón
puro las motivaciones son distintas a las de los demás: no hay codicia, no se guarda
rencor, se valora objetivamente, sólo se desea el bien a los demás.
g) El trabajo por la paz (5,9): de nuevo nos encontramos en el ámbito relacional,
particularmente en ambiente conflictivo; en lugar de insistir en lo que puede desunir,
por el contrario se aporta siempre a lo que puede mantener y hacer crecer las buenas
relaciones: las propias y las de los demás.
h) La persecución por causa de la justicia (5,10-12): la identificación con Jesús y el
compromiso profético con su Reino (ver todo lo anterior) tiene su precio: lleva a
compartir el destino doloroso del Maestro. La persecución viene de diversas formas,
pero la más destacada es la difamación. Pero a pesar de toda la violencia que se le
viene encima, el discípulo no responde con violencia; es verdad que es una víctima
inocente, pero su actitud es otra, la de la resistencia de la alegría: no hay alegría
mayor para un discípulo que el saber que se parece en todo a su Maestro Jesús.

(3) Es Dios Padre quien causa la felicidad

Es importante que notemos que dicha felicidad proviene, no del punto de partida (la
pobreza, las lágrimas, la mansedumbre, etc.) sino del punto de llegada, es decir, de
la obra de Dios Padre (“de ellos es el Reino”, “poseerán la tierra”, “serán consolados”,
etc.). Dios es la causa de la alegría. En otras palabras: se es feliz porque Dios está
obrando en uno, gracias a la Buena Nueva proclamada y realizada por Jesús.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Sobre que hilo conductor se teje el evangelio según san Mateo? ¿Es importante
que lo leamos hoy?
2. ¿Me considero una persona “feliz”? ¿De dónde proviene esta felicidad? ¿Qué
caminos me propone Jesús?
3. En el núcleo de la proclamación del Reino está el conocimiento del rostro bendito
de Dios Padre. ¿Qué experiencia de Dios Padre me invita a vivir Jesús?

“Corazón admirable, principio de mi vida, que sólo viva en ti y por ti” (San Juan
Eudes, “Llamas de amor”)
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 5, 13-16: La eficacia de la identidad. “Brille así vuestra luz
delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Las bienaventuranzas describen lo que sucede al interior de la vida del discípulo


que ha acogido el Reino de los Cielos proclamado por Jesús. Pero lo que sucede
interiormente debe verse luego en signos externos. De esto último trata la
segunda parte de la introducción del Sermón de la Montaña: la vida nueva del
bienaventurado tiene que “verse” (Mateo 5,13-16).

Jesús no aparta la mirada de la muchedumbre (ver 5,1). El ritmo de sus palabras


pasa del insistente “Bienaventurados” al “Vosotros sois”. El énfasis recae en lo
que el discípulo está llamado a ser, como expresión de su identificación con Jesús. El
plural “sois” nos recuerda que no se trata de algo individual sino la vida de las
comunidades, las cuales –a pesar de su pequeñez (“pobres”, “perseguidas”)- ejercen
una gran influencia benéfica en el ambiente en que están situadas.

La expresión de la identidad (“Vosotros sois”) se convierte al final en un imperativo


misionero: “Brille vuestra luz” (5,16). De esta forma se describe un bellísimo
itinerario que, comenzando por la obra de Dios en el corazón de aquel que en su
pobreza acoge el Reino (5,1-12), culmina en la “glorificación” a Dios Padre por parte
de los que son testigos de la transformación –verificada en “obras buenas”- de los
humildes discípulos de Jesús en medio del mundo.

1. La identidad del bienaventurado: ser “sal de la tierra” (5,13)

“Vosotros sois la sal de la tierra”. Cuando se arroja en una sopa, la sal tiene la
doble virtud de estar en todo y de ser discreta: nadie habla de ella, a menos que
haga falta o esté en exceso; la sal es, además, un buen conservante de los
alimentos. Pero cuando especifica “de la tierra”, Jesús nos remite al mundo de la
agricultura en el oriente antiguo, en el cual se le agregaba sal al abono para darle
más vigor, para hacerlo más fecundo.

La idea de fondo, entonces, es la vida: las comunidades cristianas están llamadas a


ser instrumento de la vida del Padre –que es reconocido como Padre de todos (v.16)-
en los contextos en los cuales viven su fe. Todo lo que se dijo que el Padre hacía en
la proclamación de las bienaventuranzas, ahora se le ofrece a todos.

Puesto que la sal era utilizada en el Antiguo Testamento como símbolo de la


Sabiduría y de la Ley, quizás haya que ver aquí la misión de los pequeños del Reino
(ver Mateo 11,25), cuya misión es fertilizar el mundo con la praxis de Jesús: sabiduría
de Dios y plenitud de la Ley.

La imagen de la sal que “se desvirtúa” (literalmente: “se vuelve necia”), como
símbolo de lo inútil, describe la acción –común en la Palestina antigua- de arrojar la
basura en medio de la calle para tapar los huecos, mientras que la gente que pasa
hace las veces de aplanadora. La imagen es fuerte, pero es ante todo una invitación
para que la comunidad cristiana no permanezca inactiva, dejando perder todo el
potencial que tiene; si no –y es el efecto de la comparación- es como la basura.

2. La identidad del bienaventurado: ser “luz del mundo” (5,14-15)


“Vosotros sois la luz del mundo”. La luz fue hecha para iluminar, por eso no
admite ser escondida. Esta puede ser la situación de algunas comunidades, lo cual
sería absurdo.

Con dos comparaciones Jesús ilustra el absurdo de una luz escondida: (1) la ciudad
la cima del monte y (2) la lámpara que debe ser puesta sobre el candelero. Al mismo
tiempo de cada una de estas imágenes se desprende un aspecto positivo.

“No puede ocultarse una ciudad en la cima de un monte”. La imagen habla por
sí sola. El contexto parece ser el de las guerras –tan frecuentes en el mundo antiguo-
: en un enclave así no hay posibilidad de camuflaje.

Pero hay una idea positiva. De hecho, la comunidad cristiana es así: como ciudad en
lo alto del monte, es decir, es punto de referencia en todo el entorno. En la
antigüedad, cuando todavía no había señalizaciones en las carreteras, la gente se
orientaba por referencias (tal árbol, tal montaña o tal ciudad que se avistaba desde
lejos). Pues bien, esa idea parece estar aquí presente: el discípulo de Jesús y su
comunidad son un punto de referencia, de inspiración, de orientación –como ideal de
vida- para todos los que lo ven.

“Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín”. Otra
imagen de significado evidente y, si recordamos que las casas palestinas eran
básicamente de una sola y pequeña pieza, notaremos lo evocadora que es. Pero la
idea positiva que contiene esta vez se hace explícita: “para que alumbre a todos
los que están en la casa”. La imagen de la “casa” es importante (ver la historia de
la casa al final del Sermón, en 7,24-27). La luz puesta en el lugar correcto permite
apreciar los espacios, evitar tropiezos, pero sobre todo reconocer el rostro del
otro. Además la luz pone en evidencia lo oculto, lo injusto, lo incorrecto. Así es la
fuerza de vida de una comunidad de discípulos en su entorno.

El trasfondo bíblico de estas dos imágenes nos permite ver que la comunidad de los
“bienaventurados”, el nuevo pueblo de Dios, no agota su finalidad en sí misma sino
que es una fuente de esperanza: esperanza del mundo nuevo inaugurado por Jesús.
Particularmente la imagen de la luz había sido utilizada por Isaías 42,6 (“Te he
destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes”), 49,6 (“Te voy a poner
por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la
tierra”), y muy especialmente 60,1-3 (“¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu
luz!... Caminarán las naciones a tu luz y los reyes al resplandor de tu
alborada”).

3. De la identidad irradia una nueva fuerza apostólica: arrancarle al mundo


alabanzas al Padre (5,16)

Para concluir, las imágenes de la “sal” y de la “luz” se traducen en su equivalente


concreto: “vuestras buenas obras”. La comunidad no se proyecta en el mundo por
vanidad, sino porque esa es su misión; la finalidad última es la “gloria” del Padre.

Al fin y al cabo, lo que se verá en todas las formas de actuación de los discípulos de
Jesús –si es que es auténtico- no será el protagonismo personal (de individuos o
comunidades) sino el de Dios: se descubrirá que detrás de todo Dios mismo está en
acción, amando responsablemente como Padre que es. El rostro del Padre “que está
en los cielos”, y por lo tanto invisible para los que estamos en la tierra, se descubre
en el rostro de los hijos que honran el apellido que llevan.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Considero que mi vida personal y la de mi comunidad está apostólicamente:
apagada, activa o a medias? ¿Cuáles son los signos?
2. ¿Con qué finalidad se proyecta la Iglesia en el contexto social en que está?
3. ¿Según la enseñanza de Jesús en este pasaje, cuál es la primera y fundamental
forma de evangelización? ¿Desde qué experiencia de Dios y cómo me voy a
comprometer con una vida apostólica más intensa?

“¡Cuán caro te he costado, amabilísimo Corazón, puesto que me has comprado con
la última gota de tu sangre! ¡Qué alegre estaría mi corazón si pudiera darte la
última gota del suyo!” (San Juan Eudes, “Llamas de amor”)

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 5,17-19: Amar como Dios nos ama: Plenitud de la Ley. “No
he venido a abolir, sino a dar cumplimiento”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La Palabra de Dios en el día de ayer nos colocó en el ámbito de la vida fraterna


invitándonos con fuerza a perdonar de corazón para contribuir eficazmente en la
construcción de la comunidad y manifestarnos ante el mundo como los hijos de
Dios, los hijos del Reino.

El perdón que damos y recibimos es un ejercicio fundamental en nuestro itinerario


cuaresmal.

El Evangelio de hoy vuelve a llevarnos al “sermón de la montaña” para centrar la


atención de nuestro corazón en Jesús, plenitud de la Ley y los Profetas, el
verdadero Maestro –superior a Moisés- que nos hace entrar en el corazón de Dios
Padre.

1. La realización de la Ley y los Profetas

Jesús comienza con un planteamiento fundamental: “No piensen que he venido


a abolir la ley y los profetas, no he venido a abolir, sino a dar
cumplimiento” (5,17).

La ley de Dios, entregada al pueblo por mediación de Moisés (ver Éxodo 20),
expresa la voluntad de Dios que quiere que hagamos el bien y evitemos el mal, que
busquemos lo que promueve la vida e evitemos lo que genera muerte (ver
Deuteronomio 32,47).

Los profetas promovieron el cumplimiento de la ley y denunciaron con ardor las


trasgresiones que se hacían a ella. Pero conociendo la incapacidad del corazón
humano para seguir los caminos de Dios, pregonaron la Promesa de Dios de darnos
un corazón nuevo: “...Y les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un
espíritu nuevo, quitaré de su carne el corazón de piedra. Infundiré mi
espíritu en ustedes y haré que se conduzcan según mis preceptos” (Ezequiel
36,25-27; ver también Jeremías 31,31-34).
Al decir que viene a “dar cumplimiento” a la Ley, Jesús está aceptando y
reconociendo el valor de la ley. Pero colocándose en la visión de futuro de los
profetas, en la Nueva Alianza que él sella con su sangre (ver 26,28), la conduce a
su plena realización en el corazón del hombre: de la exterioridad a la
interioridad, al corazón (ver Jeremías 31,33).

De aquí se deriva una nueva interpretación de la Ley en clave de “justicia”, es


decir, que su objetivo es la realización de la Alianza con Dios y la vivencia de sus
consecuencias en la comunidad fraterna: un vivir en sintonía con el corazón de Dios
(desde aquí se interpreta la letra).

Jesús es el primero que vive el amor, su justicia es infinitamente superior a la de


los escribas y fariseos, porque tiene como fundamento el Amor del Padre: “Para
que sean hijos de su Padre celestial… Ustedes, pues, sean perfectos como
es perfecto su Padre celestial” (ver 5,43-48).

2. Los detalles del amor

Desde la realización de la promesa en Jesús, se comprende que no hay una


abolición de la Ley sino una vivencia más perfecta de ella. No como un sobrepeso
sino como “yugo suave y carga ligera” (11,30).

Es así como comprendemos mejor por qué Jesús insiste en que debemos cumplir
hasta una tilde de la ley (5,18-19). De hecho, tampoco el amor del Padre y de
Jesús no descuida los detalles.

De aquí que nuestra participación en la intimidad y en la gloria del Padre será


proporcionada a la calidad y profundidad de nuestro amor a Dios en los
hermanos. Más adelante se dirá que en este “hacer” concreto se resume la ley y
los profetas (ver 7,12; 22,39-40).

Creciendo en la escucha y la vivencia de la Palabra, siempre desde aquel que la


llevó a plenitud y atendiendo a los detalles del amor, caminamos hacia la Pascua.
El camino nos introducirá en el corazón del Padre.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué quiere decir Jesús cuando afirma que no vino a abolir la ley sino a darle su
cumplimiento?
2. ¿Cómo puedo, o podemos en familia, darle cumplimiento a la ley de Dios a la
manera de Jesús?
3. ¿Con qué gestos concretos manifestamos nuestro amor a quienes viven con
nosotros? ¿A dónde debe llevarme en última instancia la Pascua en la cual sellamos
junto con Jesús la “Nueva Alianza”?

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Mateo 5,20-26: Nuestra conversión: la reconciliación. “Deja allí la
ofrenda delante del altar, y ve a reconciliarte primero con tu
hermano”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM
La Iglesia en este tiempo de Cuaresma nos reconduce con frecuencia al “Discurso de
la montaña” donde Jesús traza los rasgos de los hijos del Reino, el espíritu la ley
nueva que nos distingue como sus discípulos.

1. El contexto

El contexto inmediato del texto evangélico de hoy es la afirmación de Jesús: “No


he venido a abolir la ley y los profetas, sino a darles cumplimiento” (Mateo
5, 17)

Para entrar en el Reino de los cielos necesitamos superar la justicia de los escribas
y los fariseos. En la Persona de Jesús, el Padre ha llevado la Revelación y la Ley a
plenitud; Él es la síntesis, la recapitulación de todo (ver Colosenses 1,15-20).

El principio de la justicia que Jesús nos ha traído no está en nuestras prácticas


religiosas sino en la acogida del amor del Padre. Cuando acogemos a Jesús
empezamos a ser justos, a ser lo que realmente somos, hijos, que amamos a los
hermanos como somos amados por el Padre (ver Juan 15,8-12).

2. Un salto cualitativo en la práctica de la justicia

“Habéis oído que se dijo a los antepasados, pero yo les digo” (5,21). Esta
manera de hablar con autoridad, identifica a Jesús como el nuevo Moisés, el Hijo
enviado por el Padre para indicarnos el camino que conduce a la vida. Jesús no
niega lo que han dicho los antepasados, sino que lo aclara y lo modifica haciéndolo
pasar de los gestos externos al corazón (ver Jeremías 31, 31-34).

En los versículos 21-26 Jesús coloca al “otro”, que llama repetidamente


“hermano”, como valor máximo absoluto que debe ser acogido, valorado,
respetado, amado incondicionalmente.

La ira, el insulto, el desprecio pueden ser formas sutiles de asesinato; con estas
actitudes que consideran al otro inferior o enemigo, herimos su dignidad de hijos y
le negamos el amor del Padre que ha entregado a su Hijo por el.

Cuando negamos a cualquier persona un gesto concreto de fraternidad con


actitudes de rechazo o de desprecio entorpecemos nuestra propia identidad de
hijos, opacamos la luz de nuestra filiación y herimos el corazón del Padre.

3. Nuestra jerarquía de valores

Detengámonos brevemente sobre la frase clave de nuestro texto:

“Si pues, al presentar tu ofrenda en tu altar, te acuerdas entonces de que


un hermano tuyo tiene algo que reprocharte, deja tu ofrenda allí en el altar
y vete primero a reconciliarte con tu hermano. Luego vuelve a presentar tu
ofrenda” (5, 23-24).

El amor fraterno, el perdón y la reconciliación entre hermanos es tan importante


para Jesús, que tiene la precedencia ante cualquier culto religioso. Ya los profetas
lo habían proclamado con vehemencia y Jesús lo ratifica haciendo preceder a todo
acto de culto el perdón y la reconciliación, precisamente porque es culto a Dios,
glorificación del Padre.
Un discípulo de Jesús ante de dirigirse al Padre no sólo perdona a quien le ha
ofendido, sino más aun, va a reconciliarse con el hermano que tiene algo en contra
suya, no importa que no tenga nada en contra de él. Con esta exhortación Jesús
sigue invitándonos una y otra vez a tener sus mismos sentimientos para que
podamos levantar al hermano y ayudarle a vivir más plenamente.

Para celebrar el amor y la Paternidad de Dios necesitamos alimentar sentimientos


de comunión recreando continuamente nuestros vínculos fraternos.

La propuesta nueva de Jesús toca la profundidad de nuestro corazón, nos mantiene


en un dinamismo de continua conversión en el que vamos siendo configurados cada
día un poquito más con El, el Hijo amado que nos amó hasta dar la vida.

Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.

1. ¿Qué quiere decir la expresión: ‘Dejar la ofrenda ante el altar para irnos a
reconciliar con el hermano?
2. ¿Cómo capto en mi vida el amor con el cual Dios me ama?
3. ‘La ira, el insulto, el desprecio, son formas de asesinato’ ¿A qué tipo de revisión
de vida me lleva esta expresión?

Oremos en comunidad
“Lector: Guárdanos, Padre, de dar a conocer nuestro ayuno a los hombres.
Todos: Sino a Ti sólo, presente en lo secreto (Mateo 6,16)
Lector: Guardamos, Padre, de hacer nuestras obras por la buena apariencia para
agradar a los hombres
Todos: Sino por Ti que ves el fondo del corazón (Colosenses 3,22)
Lector: Guárdanos, Padre, de poner la voluntad propia al comienzo de nuestra
penitencia
Todos: Sino la apertura a tu infinito amor que nos llama a la conversión (Romanos
2,4)”
(Del Monasterio “Piedra Blanca” de Francia y Chile)

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Mateo 5, 27-32: Escuela de Valores (II) Una fidelidad que amerita
sacrificios por el ser amado. “Sácatelo y arrójalo de ti”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Jesús nos sigue educando en la “justicia” del Reino, reflejando en la vida la luz que
proviene de un corazón impregnado por las bienaventuranzas.

El segundo ámbito relacional en el cual fácilmente pueden surgir problemas es el de


la vida en pareja. Las historias de vida que Jesús va a parecen parece referirse al
caso de un marido problemático: o por su debilidad o por su agresividad. Jesús
observa dos caras de la moneda:
(1) Cuando el problema se da por causa de otra mujer que entra en su vida: el adulterio
(5,27-30).
(2) Cuando el problema es con la propia esposa: romper definitivamente con el
matrimonio (5,31-32).
En ambos casos el valor que se coloca en primer plano, y que debe inspirar el
comportamiento del discípulo para superar la crisis, es la FIDELIDAD al amor
prometido. Por la fidelidad a la persona que se ama, todo lo demás debe pasar a un
segundo plano. Recordemos que el punto de vista que aquí se aborda es de cuando
la solución está en manos de uno.

Veamos cómo se aplica.

1. El adulterio (5,27-30)

Es interesante notar que un ambiente cultural que consideraba a la mujer como


“peligrosa” para el varón, porque supuestamente incitaría a malos pensamientos,
Jesús se pronuncia más bien sobre la actitud de éste: “Quien mira a una mujer
deseándola…” (5,28ª). En otros términos: el problema no está en la mujer sino en
la mirada maliciosa del varón, es decir, en su corazón (“Ya cometió adulterio con
ella en su corazón”, 5,28).

La mirada del discípulo debe provenir de la “pureza del corazón” (ver 5,8). Puesto
que es un hombre nuevo purificado en Jesús, su manera de tratar a los demás, y en
este caso a la mujer, debe ser reflejo de la nueva visión del Reino: la valoración, el
respeto, el servicio. Ya no puede verla como “objeto” que se puede codiciar para
satisfacer los propios deseos sino como persona a la cual amar, ante todo, con
desinterés. Esto vale para la esposa y para todas las mujeres que se crucen en el
camino.

En el momento de la crisis el discípulo de Jesús, inspirado por la bienaventuranza,


coloca ante sí el valor de la fidelidad: su corazón está plenamente en la mujer amada
y por ella renuncia a cualquier otra posibilidad.

Por un valor se hacen sacrificios, como en caso del tesoro o de la perla (ver 13,44-
46). Por eso el discípulo, enseguida, desecha lo que puede convertirse después en
motivo de tormento personal y de la vida de pareja. Esta es la idea que contiene las
gráficas palabras: “Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo
y arrójalo de ti…” (5,29ª; igualmente la mano derecha, 5,30ª). Es como si se
quisiera decir: “Corta a tiempo; es mejor sacrificar un momento de placer que
arruinar la vida entera”.

De nuevo la prontitud –como en el caso anterior- caracteriza al discípulo. El discípulo


se anticipa a los problemas eliminando lo que pueda hacerle daño a sus opciones. Un
nuevo sistema valorativo orienta su existencia.

2. El divorcio (5,31-32)

Con la propia esposa es posible que se presente algún día una dificultad. El nuevo
caso que describe Jesús es extremo: cuando ya no es posible sostener la relación. De
nuevo la iniciativa es del varón y no de la mujer: se deja entrever una decisión
unilateral, motivada –quizás- por el deseo de deshacer la relación primera y
establecer otra que se acomode más a sus intereses personales. La literatura rabínica
de los tiempos de los evangelios nos transmite casos de este tipo.

Tanto aquí, como en el caso anterior, Jesús pasa a defender la vida y el derecho de
la mujer. Si la mujer era “repudiada” no podía volver a casarse y si lo hacía caía en
adulterio (ver 5,32). Esto es lo que Jesús advierte: el marido que toma una decisión
de este tipo –para lo cual les ayudaban los abogados-rabinos a buscar cualquier
causal- arruina la vida de su mujer.
Aunque Jesús admite en un caso específico la posibilidad del fracaso matrimonial
(dice: “excepto el caso de fornicación”, 5,32), lo que importa ante todo es que el
discípulo está llamado a llevar de una manera diferente la vida de su hogar.

Puesto que el trasfondo de la enseñanza de Jesús es la “fatiga” con la esposa, de


manera que se busca cualquier excusa para ponerla en la calle, un esposo –discípulo
de Jesús- debe luchar por la “permanencia”, esto es, ejercer el autocontrol en las
situaciones de irritación (“Bienaventurados los mansos…”, 5,4), resolver con paz
los conflictos (“Bienaventurados los que trabajan por la paz…”, 5,9) y no debe
dejarse llevar por un proyecto personal que va acariciando secretamente
(“Bienaventurados los puros de corazón…”, 5,8).

No hay que declarar fracaso en el primer conflicto que se presenta en la vida de


pareja, eso es inmadurez.

La imagen de discípulo que subyace en estas enseñanzas de Jesús es la de una


persona madura, que no se precipita, que discierne serenamente las situaciones, que
se mueve por valores sólidos, que respeta la vida de los demás, y con mayor razón
la de aquellos que ama. Una persona así, está reflejando en su vida la praxis del
Maestro.

No lo olvidemos: así como lo hizo Jesús, sólo el amor sostiene las opciones. Este
amor hay que alimentarlo todos los días.

(Aquí se ha hablado del “marido”, pero hay que también hay leer este texto –ya por
cuenta propia- desde el punto de vista de la “esposa”)

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿He vivido alguna de las situaciones que expone hoy el evangelio?
2. ¿Qué consideración pide Jesús que se tenga con la mujer? ¿Y cómo sería
viceversa?
3. ¿Qué debe hacer un discípulo de Jesús para vivir el valor de la fidelidad, para
darle eternidad al amor que promete?

“¡Oh Corazón caritativo, que has muerto por darme la vida, que yo viva de
tu vida, que muera de tu muerte y por tu amor!” (San Juan Eudes, “Llamas de
amor”)

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 5, 33-37: Escuela de valores (III): Una veracidad que
genera confianza y credibilidad. “Sea vuestro lenguaje ‘Si, si’; ‘No,
no’
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Retomando el evangelio de ayer, no es fácil sostener la palabra dada,


particularmente la palabra que hace “promesas” dentro de una relación: sea con
Dios, sea en la vida conyugal, sea en el ámbito comunitario o social.

Por eso la siguiente escuela de valores está relacionada con el delicado ámbito de la
comunicación verbal: la futilidad de las palabras.
Ambientemos un poco.

Una buena relación depende de una buena comunicación, sobre todo a niveles
profundos. Dentro de ella el engaño sería un mal fundamento. Se requiere
“veracidad”. De la veracidad depende la confiabilidad de una persona. Y en la
confianza el amor se la juega toda. De ahí que la transparencia de una persona sea
como la base de un castillo de naipes, si ésta llegase a faltar en cualquier momento
todo se viene al piso.

Lo dicho anteriormente vale para todos los espacios de relación en los que nos
movemos, particularmente aquellos en los cuales hemos adquirido compromisos.

Veamos ahora cómo Jesús hace de esta realidad un lugar específico para vivir los
valores del Reino.

1. El problema: cuando ya no nos creen

En el mundo hebreo, para que una persona fuera “creíble” tenía que jurar que decía
la verdad. Por eso, poco a poco se fue generalizando el hábito de jurar prácticamente
por todo. El mandamiento del decálogo lo que prohibía no era el juramento sino
“Tomar en falso el nombre de Yahvé” (Éxodo 20,7), es decir, colocar a Dios como
testigo de una mentira.

Lo importante era colocar a Dios, lo más grande que puede haber, como garante de
la verdad. Como lo describe el evangelio, para evitar pronunciar el nombre del
“innombrable” se llegó a figuras jurídicas tales como jurar por el cielo, por la tierra,
por Jerusalén (Mateo 5,34-35). El complejo mundo de la normativa rabínica le
gastaba tiempo a esas cosas con reglamentaciones.

2. El valor: decir siempre la verdad

Puesto que un discípulo de Jesús es un hombre nuevo, he aquí un signo que lo


diferencia. Dice Jesús: “No juréis en modo alguno” (5,34ª). No lo hace
simplemente porque no tiene necesidad. La palabra de un discípulo es siempre
verdadera, se sostiene sola, y esto porque es discípulo del Reino.

Esto quiere decir que el discípulo, porque es “puro de corazón” (5,8), no tiene
dobles intenciones, no tiene nada que esconder y por eso no necesita mentir para
proteger intereses ocultos. Por lo tanto no tiene necesidad de apoyar lo que dice con
juramentos de ningún tipo: su palabra siempre dice la verdad.

3. Aplicación

La transparencia es en primer lugar ante Dios. El hecho de que el hombre no esté


en condiciones –por cuenta propia- de cambiar ni uno solo cabellos (y es claro que
no se está pensando en la costumbre de teñirse el pelo), indica que su vida entera
permanece ante Dios tal como es, sin maquillajes. Por eso no hay necesidad de
jurarle nada a un Dios que nos conoce a fondo (ver 5,36).

Pero también tiene que ver con todo lo que se le dice a los demás. Cuando Jesús
dice: “sea vuestro lenguaje: ‘Si, si’, ‘No, no’” (5,37), indica que cuando una
persona dice que “si” así es y no se necesitan más verificaciones; igualmente cuando
dice que “no”.
Así, cuando un discípulo de Jesús hace una promesa, se puede esperar que ella será
cumplida a cabalidad y, en principio, no habría motivos para desconfiar.

Una característica importante del discípulo que se desprende de esta enseñanza es


que él se caracteriza por la “credibilidad”. Esta es la base de la vida comunitaria y
social: ser personas “creíbles”. Si no, no funciona.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Decir la verdad es un valor para mí? ¿Qué realidad hay detrás de la mentira?
2. El lenguaje de un discípulo es diferente: fluye de un corazón puro. ¿Qué camino
hay que hacer para ser así? ¿Qué consecuencias tiene?
3. ¿Me considero una persona “creíble”? ¿Mi palabra es suficiente o hay necesidad
de juramentos, testigos, etc., para que nos crean?

“Tu Corazón, oh Jesús, está abrasado de purísimo amor por mí; que
también yo te ame, no buscando mi interés temporal o eterno sino
únicamente por amor a ti” (San Juan Eudes, “Llamas de amor”)

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 5, 38-42: Escuela de valores (IV):No devolver violencia
sino transformar al agresor. “No opongáis resistencia al malvado”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Continuamos a la escucha del Sermón de la Montaña. A través de la enseñanza de


Jesús vamos viendo cómo la vida nueva del Reino proclamada en las
bienaventuranzas se va haciendo “sal” y “luz” en los ámbitos cotidianos de vida de
un discípulo de Jesús.

Como vimos la semana pasada, el primer ámbito de vida en el cual se inserta el Reino
y su “justicia” (mayor) es el de las relaciones con los demás. Para ello, Jesús mostró
cómo se ejercen las bienaventuranzas, esto es, cómo ellas nos dan criterios para
reaccionar frente a dos tipos de situaciones: (1) Cuando la iniciativa la relación
depende de uno; (2) cuando la iniciativa la tiene otra persona.

Lo primero ya fue examinado en Mateo 5,21-37, allí se pusieron de relieve tres


valores del Reino: la reconciliación, la fidelidad y la veracidad. Ahora vemos, en Mateo
5,38-48, la otra cara de la moneda: cuando uno tiene buenas intenciones pero la otra
persona no.

Comencemos leyendo Mateo 5,38-42, donde la conflictividad aparece más álgida:


¿Qué hacer frente al agresor?

1. La situación: alguien me agredió

El primer impulso es la venganza, el desquite, devolver con la misma moneda. Ya el


Antiguo Testamento había llegado a admitir esta posibilidad: “Se dijo: ‘Ojo por ojo
y diente por diente’” (5,38; ver Éxodo 21,24); la llamamos “la ley del talión”: a
“tal” daño, “tal” respuesta.

En su momento esta Ley fue un gran avance en la historia de la civilización, ya que


su finalidad era evitar la justicia por manos privadas; ya se sabe que cuando esto
sucedía las consecuencias eran funestas: la turba enardecida terminaba dando
muerte al delincuente. Por eso la norma establecía que, delante de un árbitro (el juez
del pueblo) se hacía justicia: si en el litigio un puño había tumbado un diente, ahora
el agredido tenía derecho a hacerle lo mismo (un solo diente y no dos). Entonces los
dos quedaban en paz.

2. El valor

Para Jesús, quien interpreta el querer de Dios en la manera como debemos regular
las relaciones, la venganza no pertenece al proceder característico del Reino de
Dios. No es así como se hace justicia; por el contrario, hay que dar un nuevo paso
hacia delante. La verdadera justicia no está en los empates sino en la paradójica
victoria del derrotado: “No opongáis resistencia al malvado” (5,39a).

Este nuevo valor que brota de la justicia del Reino apunta a la


eliminación de la violencia mediante dos caminos: (1) no
prolonga la violencia a través del habitual desquite (pasaje de
hoy); (2) el trabajo por la conversión del agresor (pasaje de
mañana).

3. Aplicación: cinco casos concretos

Enseguida Jesús enumera cinco situaciones bien conocidas


para los oyentes del evangelio, en las cuales un discípulo se
siente agredido en su integridad física, moral y sicológica. En
cada caso el valor que se ejerce siempre es el mismo.

(1) Una bofetada en la mejilla (5,39b). En este caso el


agredido no devuelve el golpe sino que expone su
indefensión: pone la otra mejilla (5,39c).

(2) Un pleito jurídico para reclamar una deuda (5,40a).


El agredido se muestra más generoso que el agresor
entregándole más de lo reclamado: el manto, el cual
pertenecía al rango de los elementos de valor de una persona
(5,40b).

(3) Un retén del ejército romano de ocupación (5,41b).


El sometimiento al Imperio Romano permitía que los soldados
romanos detuvieran las caravanas y forzar a los viajeros a
cargar piedras. Puesto que había abusos de autoridad, las
leyes establecían que un romano no podía exigir más de una
milla en este esfuerzo. La respuesta frente a tamaña agresión
es, por cuenta propia, hacer el doble de lo pedido, así queda
claro que no se es un esclavo sino un hombre libre que sirve
generosamente al otro (5,41b).

(4) Una persona que pide ayuda (5,42a). Podría ser el


caso de un mendigo que pide limosna; en aquellos tiempos
los niveles de pobreza era muy altos. ¿No es verdad que una
persona que pide ayuda todos los días poco a poco comienza
causar fastidio? El agredido no perderá la paciencia.

(5) Un préstamo (5,42b). Aquí el contexto es bien conocido:


los desplazamientos forzados por causa de la violencia
romana (en la década del 60 y comienzos del 70) habían
llevado a muchas familias a perder sus posesiones. Llegaban
a otras ciudades y acudían en primer lugar a sus “hermanos”
cristianos. Estos los acogían con generosidad los primeros
días y les hacían préstamos para que pudieran reorganizar
sus vidas. Pero la situación económica era tal que no había
como pagar y, peor aún, los mismos volvían para pedir más.
Entonces comenzaban a negarse los préstamos (sobre este
caso ver: 6,12; 18,23-35; uno los problemas mayores de la
comunidad de Mateo eran las “deudas”) y la fraternidad
entraba en crisis.

En todos estos casos puede verse cómo el agredido no


devuelve la ofensa, sino que, por el contrario, se muestra
siempre bondadoso. Afronta, por lo tanto, el problema con
una actitud diferente: baja la tensión del agresor y desarma
de manera no violenta la agresión. No se afronta el mal de
manera pasiva sino con una actitud que corresponde al
hacerle el bien al enemigo.

La raíz de todo esto la veremos mañana.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué hago cuando me siento agredido? ¿Cómo manejo la rabia?
2. ¿Cómo pide Jesús se maneje este tipo de situaciones?
¿Cuál es el principio y el valor? ¿En qué bienaventuranza se
inspira?
3. ¿Para un discípulo del Señor la solución de los problemas
debe consistir únicamente en evitarlos o esquivarlos, o hay
algo más? ¿Qué es lo que hay que buscar en última instancia
en la solución de un problema?
“Tu Padre, oh mi Jesús, ha puesto todo en tus manos y
tu amor las mantiene siempre abiertas para dármelo
todo; que cuanto soy y tengo sea enteramente tuyo y
para siempre” (San Juan Eudes, “Llamas de amor”)

Primera semana de Cuaresma


SÁBADO

Reposo sabático: Contemplar la grandeza del corazón del Padre


Mateo 5, 43- 48
“Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”

En el caminar se necesitan momentos de reposo que permiten retomar


contemplativamente lo vivido. El evangelio de hoy nos invita a una experiencia
de este
tipo. El horizonte de la contemplación es una realidad que está por encima de
nosotros
mismos y de nuestros pecados: la extraordinaria grandeza del corazón de Dios
Padre.
El imperativo “sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”
(5,48) es la
conclusión de la serie de antítesis entre la antigua Ley (“no matarás”, “no
cometerás
adulterio”, “no jurarás en falso”...) y la novedad de vida según el Reino de
Dios
(“Pues yo os digo...”). Jesús, quien siempre pide ir más allá de la Ley,
llevándola a su
plenitud junto con él –el Hijo que puede revelar su sentido más profundo-, nos
dice su
secreto: el parámetro de su comportamiento y lo que inspira ese ir más allá de
las
primeras normas es la perfección de Dios en cuanto Padre.
La perfección del Padre tiene que ver en primer lugar con su magnánimo amor
en el
que no hay estrechez ni mezquindad ni discriminación sino espacio para todos:
“Hace
Sali su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (v.45b).
Para
todos
irradia vida y bendición
Por eso es que hay que dar un paso hacia delante con relación al mandato del
amor
que restringía el amor al círculo estrecho de los compatriotas (v.43). Las
barreras se
rompen de forma inaudita cuando Jesús manda amar al enemigo: “Amad a
vuestro
enemigos y rogad por los que os persigan” (v.44). Es fácil amar allí donde
hay
armonía y afinidad, donde el otro no invade mi terreno ni sus compartimientos
son una
amenaza para mí. Lo difícil es amar a quien no se merece mi amor, a quien me
jugó
una mala pasada y tengo suficientes motivos para no volver a confiar en él.
El amor que pide Jesús se edifica sobre el terreno frágil de las ambigüedades
donde en
principio no se dan las condiciones para entablar una relación y sobre todo
donde se
pierden todas las seguridades personales quedando permanentemente
expuesto a
cualquier agresión sorpresiva.
Es duro. Pero el parámetro es el corazón de Dios Padre y no el mezquino
corazón
humano que busca siempre que se firmen garantías para poder abrirse, no hay
otra
alternativa. Puesto que un hijo se parece a su papá, no sólo físicamente sino
en sus
actitudes, así un hijo de Dios –en Jesús- está llamado a transparentar en todos
sus
comportamientos el amor perfecto de Dios Padre (v.45ª). En esto se diferencia
un
discípulo de Jesús de un no convertido: sea publicano o gentil (vv.46-47).
Para dilatar el corazón hay que poner la mirada en la perfección del Padre que
es ese
adorable corazón que se dilató por nosotros en el corazón de su Hijo
crucificado para
invadirnos gratuitamente de su incomparable amor y constituirnos en hijos que
son
como Él. Es recibiendo ese amor como podremos darlo una vez que –al
purificarnos-
se
haya hecho uno con el nuestro. Este llegar a ser con Él un solo corazón que
palpita de
amor al unísono por todos los que él ama –buenos y malos, justos e injustos,
amigos y
enemigos- es la plenitud de la Alianza que sellamos con Él en el Bautismo.
Gocémonos en ese amor que nos abrazó primero, no precisamente por el
hecho de
que fuéramos buenos o justos. La vida nueva que hace brotar en nosotros por
la
nutrición de su sol (luz) y de su lluvia (agua) es pura gratuidad suya.
Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:
1. ¿Tengo restricciones para admitir personas en mi círculo de relaciones?
¿Hay
alguien
que no me cabe en el corazón?
2. ¿Qué caracteriza el amor de Dios Padre, ése amor que inspiró todas las
actitudes,
comportamientos y relaciones de Jesús?
3. ¿Qué debemos hacer para ser recon

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 6,1-6.16-18: Entrada a la Cuaresma (I): ¡Orientemos
decididamente el corazón a Dios!
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Comienza la Cuaresma

“¡Déjense reconciliar con Dios! ¡Ahora es el tiempo favorable, ahora es el


día de la salvación!” (1 Corintios; Segunda lectura). “¡Conviértete y cree en el
Evangelio!” (Marcos 1,15)

Con estos dos imperativos cargados de la tierna compasión de Dios que viene
gratuitamente a nuestro encuentro, la comunidad cristiana es convocada hoy
a dejarse alcanzar por la misericordia del Padre, que en la muerte y resurrección de
su Hijo, se derramó sobre nosotros como un derroche de amor que no tiene fin.

Volvemos así con toda la Iglesia a celebrar y vivenciar el misterio central de nuestra
fe, no para repetirlo, sino para asimilarlo y vivirlo con más profundidad, asumiendo
cada vez mejor los criterios, actitudes y sentimientos de Jesús como discípulos que
le permiten reproducir en su vida su Misterio, y prolongar su entrega de amor hasta
el extremo.

Volver cada año sobre el Misterio del Señor no es pues, un círculo cerrado, sino un
movimiento abierto, un dinamismo espiritual que nos permite asimilar la vida del
Señor, para identificarnos cada vez más con él.

La liturgia y en ella el Pan de la Palabra de Dios que se nos ofrece cada día, se
convierte en el lugar privilegiado de nuestra configuración con él, espacio abierto
donde el Espíritu va esculpiendo en nosotros la imagen viva de Jesús.

Un itinerario por las rutas de la Palabra

El Evangelio de Mateo, con el cual la Iglesia inicia su itinerario de penitencia y


conversión, está en el corazón “del discurso de la montaña” (Mt 6, 1-6.16-18), un
texto propio de Mateo que no tiene paralelo en los otros evangelios, en el cual
Jesús identifica el espíritu nuevo con que deben ser vividas las obras de justicia, las
buenas obras que estamos llamados a vivir, de manera especial en este tiempo
cuaresmal.

El capítulo 6 de Mateo nos introduce en el mundo complejo de las relaciones. En el


evangelio se denomina “justicia” la adecuada relación con Dios y con los
hermanos, siempre teniendo en vista a Dios. En los versículos 1-18, Jesús retoma
tres formas de relación que caracterizaban la espiritualidad judía de su tiempo: (1)
la limosna significa hacer misericordia a los demás; (2) la oración, por medio de la
cual se entra en relación profunda con Dios; y (3) el ayuno, que tiene la doble
finalidad de disciplinarse y expresar la contrición requerida para recibir la
misericordia de Dios.
Cada uno de estos tres ejercicios relacionales (con los otros, con Dios, consigo
mismo) está relacionado con una dimensión fundamental del camino penitencial de
reconciliación que realizamos en la cuaresma.

El primer ejercicio espiritual cuaresmal lo propone la misma dinámica del texto.


Veamos:

1. En el horizonte de la “justicia”: lo que no hay que hacer y lo que sí hay


que hacer

Notemos que Jesús comienza con una exhortación general, que hace de premisa a
las tres aplicaciones particulares que Jesús hará sobre la limosna, la oración y el
ayuno: “cuídense de no practicar su justicia delante de los hombres, para
ser vistos por ellos” (6,1).

Luego, en cada uno de los tres casos (la limosna, la oración y el ayuno), Jesús
invita a revisar la vida y a apoyar las actitudes y el comportamiento en su
indicación:

(1) Jesús pone de relieve lo que no hay que hacer

Jesús señala a los “hipócritas”, aquellas personas que actúan con desatino para
ganarse la honra de los hombres. Su actitud es externa, no de corazón. Ellos
buscan el aplauso y el reconocimiento popular, no la conversión sincera.

Jesús dice que la única recompensa que recibirán, será únicamente aquello que han
buscado, es decir, sus propios intereses egoístas que traen sólo ansiedad y
sufrimiento.

Jesús tres veces insiste en que no den limosna... no oren... no ayunen “como los
hipócritas” (6,2.5.16).

(2) Jesús señala lo que sí hay que hacer

En los tres párrafos correspondientes a la limosna, la oración y el ayuno,


encontramos siempre una segunda parte en la que Jesús propone el nuevo espíritu
y la nueva mentalidad que ha de caracterizar a sus discípulos:
 “Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (6,3)
 “Entra en tu cuarto y cierra la puerta...” (6,6)
 “Perfuma tu cabeza para que nadie se entere de que estás
ayunando” (6,17).

Profundicemos.

2. Qué nos propone Jesús

La propuesta nueva de Jesús va directo al corazón: hay que pasar de la


exterioridad a la interioridad.

Mediante este camino, Jesús quiere que entremos en nuestra vida con sinceridad,
que reconozcamos y sopesemos las intenciones y motivaciones que nos mueven
en nuestra relación con Dios, con los otros, con nosotros mismos. A Dios se le
agrada “de corazón”, no con apariencias.
Jesús conoce muy bien cuán profunda es la tendencia del ser humano a buscarse a
sí mismo, cuan fácil nuestro corazón se desvía de Dios, buscando sus propios
intereses, poder, prestigio, placer, en todo lo que hacemos: “En efecto, es del
corazón de donde proceden los malos deseos, las hipocresías, los
asesinatos” (Mt 15,19). Es por esto que quiere enseñarnos a reorientar
continuamente el corazón a Dios.

Pablo, quien también conocía agudamente esta profunda codicia de nuestro


corazón, exhortaba a los Filipenses con estas palabras: “No hagan nada por
competición o vana gloria, o para buscar elogios; consideren a los otros
superiores a ustedes y no busque cada cual su propio interés, sino el
interés de los demás”; al mismo tiempo los invitaba a tener los mismos
sentimientos de Jesús. (Filipenses 2,3-4).

Que en este tiempo de cuaresma, guiados por la palabra de Jesús podamos entrar
en nuestro corazón, reconocer y discernir sus movimientos para orientarnos
decididamente a Dios, y darle más espacio en nuestra vida.

3. La motivación fundamental de la cuaresma: el rostro amoroso del Padre


nos atrae

La cuaresma no es un ejercicio penitencia que se agota en sí mismo. Lo que le da


sentido es el reconocimiento de que tenemos un Padre que nos atrae
amorosamente hacia Él. La frase clave de todo este texto es el aliciente que motiva
nuestro esfuerzo para purificar el corazón: “El Padre que está escondido... el
Padre que ve en lo secreto, te recompensará” (6,4.6.18).

Jesús, nos asegura que el Padre está en nuestro interior, en lo secreto de nuestro
corazón. Él conoce nuestras búsquedas, nuestras luchas y también nuestros
esfuerzos. Si concentramos en Él nuestro corazón, si orientamos a él nuestras
pequeñas y grandes decisiones, buscando por encima de todo el cumplimiento de
su voluntad, como hizo Jesús, no sólo tendremos la paz del corazón, sino que
también se nos darán todas las demás cosas por añadidura,“busquen primero el
Reino de Dios y su justicia y todo lo demás lo tendrán por
añadidura” (6,34).

La “recompensa” del Padre supera inmensamente las pasajeras recompensas


terrenas que tienen la medida de nuestro yo y de nuestros intereses egoístas; el
Padre nos dará todo lo que necesitamos para ser felices, para ser discípulos
auténticos de Cristo, para ser verdaderamente hermanos e hijos de Dios, hijos del
Reino.

Que en esta Cuaresma que estamos iniciando podamos verificar con sinceridad la
orientación de fondo de nuestro corazón y rectificar con mayor solidez y
profundidad nuestra opción fundamental, como discípulos de Jesús nuestro Señor y
Maestro.

Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.


1. Estamos iniciando este tiempo de gracia y conversión. ¿Qué actitud de mi vida
siento que el Señor me pide cambiar? ¿Cómo empezaré hoy mismo a hacerlo?
2. En relación con mi familia o comunidad, ¿qué es aquello que más me motiva a
actuar? ¿Será el hecho de ‘hacerme notar’? ¿Actúo buscando en cuanto sea posible
aquello que agrada a Dios?
3. ¿En qué forma concreta, nuestra oración y ayuno se transformarán en gestos
concretos de solidaridad para quien más lo necesita?
“Nosotros estamos colmados en todo tiempo de beneficios de nuestro Dios…
Nosotros, sin embargo, debemos acercarnos con más confianza y trabajar con más
ardor en nuestro progreso espiritual, en estos días en que somos invitados a la
práctica de todas las buenas obras por la proximidad del día donde celebramos el
aniversario de nuestra redención” (San León Magno, “Sobre la Cuaresma”)
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 6, 1-6.16-18: Sabernos amados por el Padre. “Tu Padre,
que ve en lo secreto, te recompensará”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

En la lección anterior del Sermón de la montaña vimos cómo Jesús educa los
discípulos para que corten el mal por la raíz. Ahora Jesús profundiza en lo que
deberíamos considerar como lo más alto de este Sermón: en la raíz de la vida está
Dios Padre (quien “ve en lo secreto”), la relación con Él nos dará la fuerza para vivir
positivamente todas las demás relaciones.

Como sucedió en la sección anterior (Mateo 5,21-48: las relaciones con los demás),
la justicia –o justa relación- con Dios debe ser “superior”, “diferente” para todo aquél
que vive en el ámbito del Reino. Ya desde el principio de la nueva sección (Mateo
5,1-18: la relación con Dios) se siente la exigencia: “Cuidad de no practicar
vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo
contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial” (6,1).

¿Qué didáctica utiliza Jesús esta vez? Como en la sección que acaba de pasar, más
que proponer normas, la propuesta de Jesús es hacer de la vida un continuo acto de
discernimiento de las situaciones.

Siguiendo el hilo conductor de la pregunta ¿en qué se basan nuestras relaciones con
Dios?, Jesús hace un repaso sobre las tres obras de piedad que unen el corazón
hombre con Dios, típicas de la cultura religiosa hebrea: la limosna (6,1-4), la oración
(6,5-15) y el ayuno (6,16-18).

En cada una de ellas hace esquemáticamente la misma contraposición que diferencia


la praxis de los fariseos y escribas de la de un discípulo de Jesús: “no hagas (esto
o aquello)…”, “tú, por el contrario” (6,3.6a.17).

Todas las contraposiciones terminan siempre de la misma forma: “Tu Padre que ve
en lo secreto, te recompensará” (6,4.6b.18).

Esta observación analítica de diversas prácticas religiosas que ponen a una persona
en comunión con Dios, plantea en el fondo las preguntas: ¿De dónde parte la
espiritualidad? ¿Cuál es su finalidad? Las comparaciones establecidas por Jesús hacen
emerger actitudes correctas e incorrectas; el discípulo deberá analizarse a sí mismo
y tomar decisiones.

La repetición del verbo “ver” (siete veces y de punta a punta en el pasaje de hoy),
concretamente el “ser visto” –la necesidad humana del reconocimiento- nos da la
pista para el abordaje del texto.

1. La limosna: ¿para que me vea quién?


El primer caso (Mateo 6,1-4) es el de la persona que da ayudas a otras personas con
el fin de obtener buena fama. Es la caridad con “publicidad” (imagen del
“trompetear por delante”, 6,2), para “ganar puntos” en la farándula local. La
motivación es la de ganar el aplauso de los demás: ganar privilegios ante las personas
y adquirir poder. Si eso es lo que busca, ya recibió el premio.

Pero para Jesús, el gesto debe quedar entre la persona y Dios. La recompensa que
vendrá en ese caso será la profundidad de la relación con el Padre.

2. La oración: ¿para que me vea quién?

El segundo caso (6,5-6) nos coloca ante la situación de quien hace de la oración un
instrumento de promoción personal. Para Jesús esto -así como en el caso anterior y
en el que viene después- es una hipocresía, la oración pierde su finalidad que es la
comunión profunda con Dios que nos hace entrar en el ámbito de su poder creador y
transformante desde lo más profundo de nuestro ser; precisamente allí donde no
pueden llegar las miradas de los otros.

Para indicar este espacio de intimidad, Jesús habla de “entrar en el cuarto” y


“cerrar la puerta”, para enfatizar que la oración es ante todo relación con el
Padre. Allí, el Padre que está en lo escondido, invisible, fuera de nuestro control, nos
“recompensará” ampliando en reinado en nuestras vidas.

3. El ayuno: ¿para que me vea quién?

En la piedad fariseo el ayuno reforzaba la oración: tenía un valor penitencia, pero


también –cuando era colectivo- era una manera de pedirle a Dios el Mesías. Por otra
parte, la privación de alimento es fuente de vida en varios aspectos; así, cuando una
persona ayuna le trae más vida a su organismo, dándole la posibilidad de reponerse.
También es un gesto de solidaridad para con quien está pasando hambre, que se
concreta luego en el compartir el alimento que se dejó de comer para que otros
tengan vida.

Ahora bien, cuando una persona ayuna, es difícil que no se le note que está
aguantando hambre. Pero peor es cuando esto se hace intencionalmente: a través
del cuerpo desfigurado anunciarle al mundo que está ayunando (6,16-18). Entonces
algo tan sagrado se convierte en una acto hipócrita.

Jesús insiste en que el ayuno debe ser hecho en secreto, en la intimidad con el Padre.

En fin, en los tres casos anteriores se hace notar una falla en la vida espiritual, aún
dentro de un esfuerzo espiritual. Cuando una persona hace las cosas para “ser visto”
externamente es que está buscando confirmación, aprobación, reconocimiento; por
lo tanto no ha entendido o asumido que Dios Padre ha estado ahí amándolo y que
cuenta con su confirmación, aprobación y reconocimiento, en pocas palabras, que lo
ama desde lo más profundo de su ser.

El camino correcto de la espiritualidad parte de este estar “cara a cara” ante el Padre,
de quien recibimos vida y afecto. Entonces proyectaremos este amor a los demás y
no la avidez de un reconocimiento, que en el fondo, es declaración de una honda
carencia.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Qué finalidad tienen la limosna, la oración y el ayuno? ¿Qué ámbitos de relación


están implicados en cada uno de ellos?
2. Un niño(a) en una casa hace cosas para llamar la atención
de los adultos. ¿De quién espera que le preste mayor
atención?

3. ¿De dónde parte la relación con Dios? ¿Cuál es el


fundamento y la palabra primera?

4. ¿Qué valores pretende promover esta enseñanza? ¿Qué


antivalores quiere corregir?

“¿Oh Corazón inmenso, podrá haber algo mayor que


tú? ¿Y quién puede decirme que existe algo más
grande, en el cielo o en la tierra, que aquel a quien yo
he dado mi corazón?” (San Juan Eudes, “Llamas de amor”)

Primera semana de Cuaresma


MARTES

La cuaresma como ejercicio de oración Mateo 6,7-15


“Vosotros, pues, orad así”
La segunda tarea del ejercicio cuaresmal es la oración. Este es un tiempo en
el que
reforzamos nuestros tiempos de oración y los cualificamos.
La oración va unida al compromiso, por eso la primera lección de la
cuaresma fue
que el amor a Dios se ejercita en el amor al hermano. Pero como no se
trata de un
mero
ejercicio de altruismo, sino de expresión del amor de Dios que nos habita,
es
fundamental el ejercicio de la oración.

La oración vivifica y ahonda la relación con Dios generando espacios


estrechos de
confianza, haciendo palpitar al unísono los dos amores y haciendo que se
impregne
más
en nosotros el rostro del Padre de quien nos reconocemos hijos.
En la catequesis sobre la oración, en el sermón de la montaña, Jesús nos da
pautas
concretas para que le demos vida a la oración:
(1) Al contraponer dos tipos de oración, la de los paganos y la de los
discípulos de
Jesús, invita a dar un salto cualitativo en el espíritu de oración. El pagano
apoya su
oración en el ejercicio de la retórica: la oración se vuelve discurso
preocupado
por la belleza del discurso que seduce al oyente para arrancarle lo pedido
(ver Mt
6,7). El
discípulo de Jesús, por su parte, apoya su oración en el ejercicio de la
confianza:
la convicción de lo que más conmueve a un papá es ver a su hijo
necesitado, él lo
percibe
antes que el hijo abra la boca (ver 6,8). El fundamento, la atmósfera y la
manera
de hacer la oración, entonces, es diferente al de una persona que no conoce
el
amor de
Dios.

(2) En el Padre Nuestro, Jesús recoge la última idea y muestra cómo se


lleva a
cabo. La atmósfera de la oración se crea en invocación fundamental a partir
de tres
elementos:
(a) atreverse a llamar a Dios “Papá”, el trascendente se aprehende en su
inmensa
cercanía;
(b) presentarse ante él no como orante solitario sino como miembro de una
familia
que sabe decir “nuestro”;
(c) percatarse que la paternidad de Dios no es una proyección de las
paternidades
humanas, sino al contrario, una revelación que viene de lo alto: “que estás
en el
cielo”.

(3) Al interior de la oración notamos que la oración básica es la repetición


de los
pronombres “Tú” y “Nosotros”. La relación se teje en este encuentro: el
“Tú” se
inserta
en “nosotros” y viceversa, generando una mutua posesión que no es de
sometimiento sino de libre Alianza de amor fecundada por bendiciones.

(4) Lo primero que se acentúa es el “Tú”: lo que se pide ante todo es a


Dios
mismo; antes que cualquier otra cosa, Él es el bien mayor que necesitamos
e
imploramos. Esto
purifica el corazón de cualquier otro interés secundario en la relación con
Dios y
para doblegar la existencia entera ante las tres grandes acciones de un Dios
que
viene a
nuestro encuentro: “Santificado sea tu Nombre” (6,9c), “venga tu Reino”
(6,10ª),“hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo” (6,10b).

(5) Luego se acentúa el “Nos”: el corazón se abre para recibir las


bendiciones
cotidianas del amor fundante. Dios viene al encuentro de nuestras
necesidades
como un Papá
responsable que trae el pan a su familia (“Nuestro pan cotidiano dánosle
hoy”,
v.11), que vela por la unidad de su familia muchas veces quebrantadas por
discordias
(“Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a
nuestros
deudores”, v.12), que sostiene en la debilidad (“No nos dejes caer en
tentación”,
v.13ª)
y que libera –con la sangre de su Hijo- el mal que se anida en el corazón,
para que
el hijo no vuelva a irse de su casa (“Mas líbranos del mal”, v.13b).

(6) Cuando el hijo es auténtico refleja el rostro de su Padre, por eso en la


oración el
hijo se vuelve “padre” para los demás. Esto se nota en la capacidad para
perdonar.
Pero la disposición para el perdón por parte nuestra es la condición primera
para
que esto sea posible (ver 6,14-15).
Durante la cuaresma volvemos a la escuela de la oración. En esta escuela lo
central
es el aprendizaje de la apertura de corazón de un hijo que redescubre
fascinado
todos los días –como Jesús- el amor de su Padre y se inserta en lo más
profundo de
ese amor por el abandono en él. En la Cruz del viernes santo
contemplaremos a un
Hijo que, habiendo optado por la voluntad de Él en el Getsemaní, le confía
completamente su vida en sus manos. En la Vigilia Pascual, junto con él
bendeciremos nuestra filiación en las aguas de las nacimos como hijos de
Dios.

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:


1. A partir de la lectura del evangelio de hoy, ¿siento necesidad de volver a
la
escuela de
la oración de Jesús? ¿Qué considero que está flojo en mi vida de oración?
2. ¿Qué lecciones me da Jesús en su catequesis sobre la oración y qué
relación
tienen
con el camino cuaresmal?
3. ¿Qué programación especial podría hacerme para cultivar en esta
cuaresma
espacios
de tiempo más amplios y cualificados de oración?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 7, 1-5: El juicio hecho sin amor ante las faltas de los otros.
“No juzguéis para que no seáis juzgados”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La enseñanza de Jesús en el Sermón de la Montaña nos ha llevado a examinar los


valores del Reino que inspiran el comportamiento de un discípulo del Señor al
interior de sus relaciones con los demás (Mateo 5,21-48). Puesto que ante todo se
trata de reflejar con “buenas obras” (5,16) el rostro amoroso del Padre celestial en
una vida de hijos, la enseñanza versó luego en cómo cultivar la relación con el
Padre Dios (6,1-18). De la relación con los hermanos y con Dios, el aprendizaje de
la justicia del Reino, se pasó a la relación con los bienes de la tierra (6,19-34).

De esta forma ya se han abordado los puntos esenciales de para una vida de
discipulado.

Sin embargo, quedan todavía por examinar tres criterios del comportamiento
cristiano en la vida cotidiana. Éstos son: (1) el juicio (7,1-4); (2) el discernimiento
(7,6) y (3) la oración (7,7-11). Éstos terminan con el enunciado de una regla general
(7,12).

Examinemos el primer punto: el juicio (7,1-4).

La relación con el prójimo significa también la relación con sus fallas. La tendencia
de uno –habitualmente- es insistir en las fallas de los demás y a condenar con dureza.
Es fácil criticar al otro y llamar la atención sobre sus debilidades. Jesús muestra cuán
equivocados estamos cuando hacemos esto.

Cuando se habla de otra persona eventualmente se percibe poco amor, malicia e


inclusive alegría porque a la otra persona le fue mal. Con cuánta presunción y
soberbia se juzgan los errores de los otros, sean pequeños o grandes, reales o
suposiciones. Esto puede suceder tanto en nuestro a nivel de nuestro pensamiento,
como también en medio de conversaciones.

Jesús dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con
que juzguéis seréis juzgados (o sea: Dios os juzgará)” (7,1-2).

Aquí se recuerda cómo nuestros juicios sobre los otros no se quedan sin efecto: con
la condena de los otros, nos condenamos a nosotros mismos. Dios está detrás, a la
defensa del agredido con nuestras conversaciones: “Dios os juzgará”. Lo que
hagamos con los otros, lo hacemos con Dios; de esta forma indicamos la manera
como queremos ser tratados por Él.

Ya Jesús había dicho: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos


alcanzarán misericordia” (5,7); “Perdónanos nuestras deudas, así como
nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (6,12). En consecuencia, no
podemos esperar la bondad, la comprensión, el perdón y la misericordia de Dios, si
rechazamos a nuestro prójimo con juicios sin amor, sin ninguna consideración ni
comprensión.

No debemos cerrar los ojos frente a los errores o debilidades de los otros, lo que se
nos pide es que los valoremos objetivamente, es decir, sin complacernos en ello, con
libertad interior, con misericordia, sabiendo que también nosotros necesitamos de la
comprensión del prójimo y de Dios.

Es verdad que los defectos de los demás son mucho más evidentes y fastidiosos que
los nuestros. Podemos ser muy sensibles en lo que nos toca a nosotros y más bien
fríos con relación a los otros. Con la imagen diciente de “la viga y la paja”, Jesús
nos llama la atención sobre el peligro de aplicarle a la gente unos criterios de
valoración que no tienen objetividad. Para que la haya se requiere:
(1) No dejarse guiar por la impresión del momento.
(2) No precipitarse para criticar y corregir.
(3) Mirarnos primero a nosotros mismos.
(4) Descubrir nuestras faltas sin disminuirlas ni excusarlas.
(5) Entonces sí, de manera ponderada, llamarle la atención al otro y ayudarle en su
crecimiento personal.
(6) Esta corrección fraterna no olvidará la enseñanza de Mateo 18,15-17.
(7) Hacerle sentir al otro que lo que se le dice es porque se le quiere mucho.

La enseñanza sobre la objetividad en los juicios, inspirada en la imagen de la paja y


la viga, nos hace caer en cuenta que no es correcto disminuir nuestras fallas y
agigantar las de los otros, y más bien emprender el servicio de la corrección fraterna
por el camino justo. Nunca hay que hablar de los errores de los demás por simple
diversión o por deseo de armar escándalo.

Recordemos: ¡Ante todo la misericordia!

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿A quién le gusta que lo juzguen con dureza y admitiría que sus fallas se
proclamen a los cuatro vientos?

2. ¿Qué tiene que ver Dios con nuestro


comportamiento ante los defectos de los
otros?
3. ¿Qué defectos de mi ambiente siento fuerte deseo que sean corregidos? ¿Qué
cosas me ponen particularmente nervioso? ¿Cuáles son mis fallas personales de las
cuales poco me acuerdo y ni caigo en cuenta?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 7,6.12-14: Criterios de discernimiento (I). Cuando la
elección conlleva fuertes renuncias. “¡Qué estrecha la entrada y qué
angosto el camino que lleva a la vida!”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Después de presentarnos un principio de vida que regula la acción del discípulo


(Mateo 7,6), de saltarse los vv.7-11 y de leer la síntesis del v.12, el pasaje de la
liturgia de hoy nos coloca frente a la primera parte de la conclusión del Sermón
de la Montaña (7,13-14).

1. La prudencia

El v.6, trata sobre la prudencia que debe


caracterizar a un discípulo de Jesús. Puesto
que las comunidades eran perseguidas, era
necesario ser cautos en lo que se decía fuera
de ellas, porque todo se convertía en motivo
de ataque. Ése es el sentido del “no dar a los
perros lo que es santo, ni echéis vuestras
perlas delante de los puercos, no sea que
las pisoteen con sus patas, y después,
volviéndose, os despedacen” (7,6).

Para los judíos el “perro” y “cerdo” eran


animales impuros y utilizaban estas crueles
expresiones para referirse a las personas que
no pertenecían al pueblo de Dios. Para el
mundo cristiano, y en coherencia con Mateo
5,8, parece designar a una persona no-
convertida.

Pues bien, hay acontecimientos, misterios,


eventos que son propios de la comunidad y
que no entiende una persona de fuera. Contar
a los convertidos sucesos internos de la
comunidad puede significar exponerlas al
desprestigio o la insensatez de quien
aprovecha cualquier excusa para criticar. No
olvidemos que ese tipo de personas es capaz
de practicar injusticias con el prójimo cuando
están en juego sus intereses personales.

2. La reciprocidad

El v.12 presenta la llamada “regla de oro”:


“Todo cuanto queráis que os hagan los
hombres, hacédselo también vosotros a
ellos; porque ésta es la Ley y los
Profetas”. Se trata del principio de la
reciprocidad: que cada uno busque el interés
del otro como si fuese el propio interés.

Este principio sintetiza toda la enseñanza del


Sermón de la Montaña sobre la Justicia del
Reino: Jesús le da un espíritu nuevo a la
antigua doctrina. El Antiguo Testamento se
hace realidad en la Palabra y en la praxis de
Jesús y de la comunidad de sus seguidores.

3. El primer criterio de discernimiento: la


elección de la vía difícil

El Sermón de la Montaña no solamente da


enseñanzas. A final también da criterios de
discernimiento para que evaluemos si hemos
entrado realmente en su espíritu y su acción.
La gran sección de Mateo 7,13-27 se refiere a
estos criterios: (1) Cuando la opción se hace
“difícil” o no (7,13-14); (2) Cuando se dan
“frutos” o no (7,15-20); (3) Cuando las
palabras se ponen en “practica” o no (7,21-
27).

La liturgia nos invita a detenernos el primer


criterio de discernimiento: cuando la opción
supone dolorosas renuncias (7,13-14).

Toda evaluación requiere recordar el objetivo


que se pretende. El objetivo de las
enseñanzas del Sermón de la Montaña aquí
viene recordado: “Entrar en el Reino” (ver
5,3.10.20).

Lo correcto es entrar por “la entrada


estrecha” (7,13). Si queremos entrar en la
vida, no podemos dejarnos llevar por los
criterios de acción de la masa, sino que
debemos seguir una vía fatigosa.

En todo el Sermón de la montaña Jesús


describe el camino que conduce a la vida, a la
vida eterna, que se logra con la entrada en el
Reino de Dios. Ahora deja claro que este
camino no es largo y cómodo, sino fatigante y
estrecho; es necesario afrontarlo con
dificultad.
Jesús agrega que este camino no lo toma la
mayor parte de la gente: “y pocos son los
que lo encuentran” (7,14).

Pero la elección que se tome es decisiva:


están en juego la vida eterna o la ruina
eterna. Quien quiera entrar en la vida eterna
tendrá que asumir las dolorosas renuncias que
implica –sabiendo que cuando se elige algo
también se deja de lado algo- y no dejarse
convencer por el resto de la gente. Para un
discípulo de Jesús el comportamiento de la
masa no es criterio de acción. Un discípulo
siempre camina en “contracorriente”.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Se guardar “los secretos de casa”? ¿Tiendo a contar infidencias de la vida de


comunidad a personas externas? ¿Cuál sería la consecuencia de hacerlo?

2. ¿Pongo mis intereses por encima del de los


demás?
3. ¿Me oriento según la voluntad del Padre como único criterio válido de acción?
¿Estoy dispuesto a aplicar de manera coherente este criterio a mi proyecto de vida?

Primera semana de Cuaresma


JUEVES

Disponerse para la conversión (I): La oración confiada de un hijo necesitado


Mateo 7, 7-12
“Porque todo el que pide recibe”

El primer paso en el camino de conversión no es poner la mirada en el


pecado sino
en el amor de Dios. No se trata de hacernos acusaciones sino de dejarnos
atraer
por el cariño de un Padre que, porque conoce nuestros vacíos, nos ofrece lo
mejor,
lo que más necesitamos para que nuestra vida tenga la calidad y la dignidad
de un
hijo suyo.
Sólo en la medida en que seamos capaces de descubrirnos amados
estaremos en
condiciones reales de descubrir cuán distantes estamos de Dios y de valorar
los
dones
perdidos.

Por otra parte, puesto que no se trata de perfeccionismo moral sino de


acogida de
la gracia de un Dios que hace pascua en nosotros, el punto de partida es la
confesión de
nuestra impotencia, el reconocimiento abierto de que somos necesitados,
que no
podemos salir adelante con nuestras solas fuerzas y que, por tanto,
necesitamos
extender las manos en súplica confiada.

La segunda catequesis de Jesús sobre la oración en el sermón de la


montaña (Mt
7,7-12), entrena los movimientos del corazón que se dispone a acoger los
dones de
vida que vienen del Padre:

(1) En los vv.7-8 encontramos una serie de tres imperativos (“Pedid”,


“buscad” y
“llamad”). El énfasis está en el movimiento de salida. El orante es
esencialmente un
buscador cuya certeza de la bondad de Dios lo pone en movimiento hacia
él. Y se
sale con la certeza de la respuesta, por eso se inculca que cuando uno
acude a
Dios, jamás se encuentra con un vacío silencioso que desanima, sino que
por el
contrario: se “recibe”, se “halla” y “se le abrirá”. Dios siempre escucha, con
Él nadie
sale con las manos vacías.

(2) En los vv.9-11 encontramos primero dos hipótesis (vv.9-10) que se


inspiran en
el mundo de los pescadores de Galilea, donde las piedras redondas y
blancas del
lago
asemejan panes y donde los largos peces –anguilas incluidas- asemejan
culebras.
Cualquier persona con mínima salud mental admitiría que un papá nunca le
daría a
su
hijo dones engañosos que al fin le harían daño. Así se inculca la certeza con
la que
el orante se dirige a Dios: lo que nos ofrece siempre nos hace bien, así no lo
entendamos a primera vista.

Enseguida, en el v.11, se llega al punto alto de la catequesis. Las


comparaciones
anteriores son la plataforma para afirmar que la bondad de Dios supera con
creces
el
amor paterno/materno humano que ya de por sí era extraordinario. Si al
principio
se inculca la certeza de la respuesta ahora se inculca la certeza de la
bondad.

(3) En el v.12, finalmente, se pasa al plano de las relaciones cotidianas: allí


no se
admiten dicotomías espirituales, sino al contrario se construye una profunda
unidad
de
vida: si recibimos también “damos” tomando la iniciativa en el amor “hace”
el bien
a los demás. La oración aterriza en un imperativo ético, ella es fuerza
interior que
cualifica las demás relaciones.

Notemos que Jesús invierte la antigua frase de Tobías 4,15, “no le hagas a
nadie
lo que no quieres que te hagan a ti”, y la pone en positivo: “todo
cuanto
queráis que oshagan los hombres, hacédselo también vosotros a
ellos”. La
nueva fórmula es mucho más exigente porque pide tomar la iniciativa, lo
cual –si se
hace- ya es un buen signo de que se entró en un camino de conversión
porque el
centro ya no es uno mismo (egoísmo) sino el otro. Y es que así es Dios
(“esta es la
Ley y los Profetas”).

El camino de la conversión se recorre por el camino de la oración, cuyos


indicadores
de la ruta cierta son estas tres convicciones. Pero la cuaresma nos recuerda
que no
somos orantes solitarios sino orantes que caminan juntos dentro de una
comunidad
que reconoce toda ella pecadora. En el evangelio de hoy, de punta a punta,
se
insiste una y otra vez en el plural comunitario que converge en la expresión
“Vuestro Padre” (v.11).
La pascua no es un acto individual, es la pascua de un pueblo que cada día
se
purifica más para ser una verdadera familia.

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:


1. ¿Mi vida de oración está sostenida por las tres convicciones que Jesús
inculca en
el
evangelio de hoy?
2. ¿Dónde tengo que poner primero la mirada para iniciar “con pie derecho”
el
camino
de vuelta a la casa del Padre?
3. El Señor me invita a frecuentar más la oración comunitaria como espacio
por
excelencia de la oración cuaresmal, ¿Cómo le voy a responder?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 7, 15-20: Criterios de discernimiento (I): Lo auténtico da
frutos. “Todo árbol bueno da frutos buenos”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

No sólo el dejarnos atraer por la “masa” (ver el evangelio de ayer) puede


desviarnos del recto camino sino también la obra de los falsos profetas (evangelio
de hoy).

Ya Pablo había descrito el comportamiento de los falsos profetas en el ambiente


cristiano de esta forma:

“Esos tales no sirven a nuestro Señor


Jesucristo, sino a su propio vientre, y, por
medio de suaves palabras y lisonjas,
seducen los corazones de los sencillos”
(Romanos 16,18).

Y en el discurso de Mileto les había dicho a los


presbíteros:

“Sé que después de mi partida, se


introducirán entre vosotros lobos crueles
que no perdonarán al rebaño; y también
entre vosotros mismos se levantarán
hombres que hablarán cosas perversas,
para arrastrar a los discípulos detrás de
sí. Por tanto vigilad” (Hechos 20,29-30).

Desde los orígenes hasta hoy no le ha sido


fácil a los discípulos de Jesús orientarse en
medio de todas las enseñanzas, opiniones,
explicaciones de la Escritura, interpretaciones
del presente y del futuro, que se escuchan.
Muchas palabras pueden ser inteligentes y
bien dichas, pero no necesariamente
verdaderas. Los falsos profetas obran con la
palabra pero nunca con la coherencia con lo
que predican; de aquí proviene un criterio de
discernimiento.

Jesús no invita a discutir o fiscalizar las


palabras, más bien se remite a las obras. Dice
dos veces: “Por sus frutos los conoceréis”
(7,16.20).

Esto no es novedad. Ya Juan Bautista había


predicado: “Dad fruto digno de conversión”
(3,8).e incluso había advertido: “Todo árbol
que no dé buen fruto será cortado y
arrojado al fuego” (3,10). Jesús repite hoy
esta última frase pero en tiempo presente:
“Todo árbol que no da buen fruto, es
cortado y arrojado al fuego” (7,19).

El buen fruto (recordemos en 5,16: las


“buenas obras”) es el actuar según la justicia
del Reino, que corresponde a la voluntad de
Dios (ver los textos anteriores). Éste no puede
ser sustituido por ninguna palabra y es el
punto de referencia. Cuando esto se descuida,
viene la ruina (7,19).

La comparación del falso profeta con un lobo


disfrazado de oveja (7,15), muestra hasta que
punto una persona puede predicar una
Palabra sin estar convertido a ella. La
apariencia es buena pero por dentro sigue el
hombre viejo: el codicioso y rapaz que somete
todo lo que aparece en el camino a sus
intereses personales; el fondo, sigue siendo la
misma persona “salvaje” que no ha conocido
la educación del Reino.

Por eso las obras seguirán siendo el punto de


referencia en el discernimiento del falso
profeta: no importa todo lo que diga, lo que
cuenta es lo que al final haga. Y ya sabemos
cuál es el actuar que se espera.
En fin, todo el Sermón de la Montaña enseña cuál es el actuar justo. Con base en
este criterio se debe hacer una valoración de los frutos de cada árbol, y sólo la
conformidad con la enseñanza de Jesús (los valores del Reino) indica si son
correctos o no. La valoración de las obras debe disipar la niebla de las palabras.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿La comunidad de fe a la cual pertenezco ha vivido conflictos doctrinales,


divisiones o desviaciones en materia de fe y costumbres por parte de falsos líderes?

2. ¿Cuál es el criterio para discernir al falso


profeta?
3. ¿Cómo sé si estoy viviendo la Justicia del Reino y entrando así en el Reino de los
Cielos? ¿Qué “frutos” de vida nueva están esperando de mí que todavía no se ven?

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 8, 1-4: Misericordia que salva (I): Jesús salva de la
marginación. “Extendió la mano, le toco y dijo: ‘Quiero, queda
limpio’”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Con la frase “Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran
muchedumbre” (8,1) termina el gran Sermón de la Montaña que hemos venido
leyendo. Debemos volver una y otra vez a ese conjunto de enseñanzas porque en
ellas está plasmado el perfil del discípulo de Jesús.

Observando el comienzo del texto de hoy,


podemos notar el buen efecto que tuvo el
discurso en sus oyentes: el seguimiento de
mucha gente. Esto da paso enseguida a una
nueva sección caracterizada por los milagros
que exhiben continuamente la potencia de
Jesús para salvar.

En la sección de Mateo 8,1 y 9,34, nos


encontramos con 10 milagros (o diez acciones
de poder de Jesús). Algunos ven en la
secuencia una especie de “crescendo”, otros
observan que se presentan progresivamente
los elementos de la formación de una
comunidad (comienza con personas que
provienen de la marginalidad, por ejemplo).
Lo cierto es que todas las narraciones que
vienen a continuación destacan la acción
misericordiosa de Jesús con los necesitados y
se va viendo cómo va formando –desde
diversas procedencias y situaciones- un
pueblo bendecido por las gracias del Reino de
los Cielos.

De esta forma, Jesús revela a Dios Padre en


su infinito amor por los hombres y en el poder
que da la salvación, así convalida su mensaje
sobre el Reino de los Cielos.

Los milagros son:


(1) Un leproso (8,2-4)
(2) El criado de un centurión romano (8,5-13)
(3) La suegra de Pedro (8,14-15)
(4) La tempestad calmada (8,23-27)
(5) El exorcismo de los endemoniados de
Gadara (8,28-34)
(6) Un paralítico (9,1-8)
(7) La hemorroísa (9,20-22)
(8) La resurrección de la hija de Jairo (9,18-
19.23-26)
(9) Los dos ciegos en el camino (9,27-31)
(10) El endemoniado mudo (9,32)

En medio de esta serie de milagros van


apareciendo algunos “momentos de reposo”
que releen lo narrado en función de una
mayor comprensión de la persona de Jesús y
también del discipulado.

La primera acción misericordiosa de Jesús se


dirige a un leproso (8,2-4). Él es el primero de
la serie de tres excluidos (ver los dos relatos
siguientes: el extranjero y la mujer): lo que
menos derechos tienen.

El leproso es el ejemplo típico de la persona


marginada por la Ley de Pureza (que declara
lo puro y lo impuro). Según esta ley, un
leproso no tenía acceso a Dios en el Templo,
allí no había espacio para él. Pero tampoco lo
había en la ciudad y no le eran concedidos
ninguno de sus derechos ciudadanos. Era
sometido a la vergüenza pública, ya que por
doquiera que fuera tenía que gritar para que
todos corrieran a apartarse de él.

Las mismas leyes de higiene de la sociedad se


le aplicaban a la relación con Dios. Por eso, en
nombre de Dios, se podía excluir personas que
ya, de por sí, tenían suficiente sufrimiento con
el peso de su enfermedad y su pobreza.

El leproso toma la iniciativa (8,2a), ve en


Jesús una posibilidad de salvación. Rompe con
la norma y se aproxima a Jesús para pedirle la
curación. Lo hace con los bellos términos de
un pobre del Reino: “Si quieres” (8,2b).
También Jesús rompe la norma cuando lo
toca: “Extendió la mano, le tocó…” (8,3a).
Y sucede algo inédito: ¡el puro toca al impuro
y lo purifica! Todo lo contrario de lo que
pensaba la gente.

Jesús hace posible la entrada en el ámbito de


bondadosa paternidad de Dios, al mismo
tiempo que deslegitima las costumbres que
marginan. Su gesto es misericordioso porque
se inclina hasta la situación de la persona y la
atrae hasta el Corazón de Dios.

Sin embargo, Jesús no está yendo en contra


del Templo ni de las instituciones. Por eso
envía al leproso a cumplir con la norma de
Moisés para los casos de sanación de leprosos
(ver Levítico 14,1-32). Lo importante es que
“les sirva de Testimonio” (8,4c).

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué quiere decirnos el evangelista al colocar la serie de milagros después del
Sermón de la Montaña?

2. ¿Qué pretenden enseñarnos estos


milagros?
3. ¿En realidad de qué sanó Jesús al leproso? ¿Cómo lo hizo? ¿Por qué al final lo
envió al Templo?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 8, 5-17: Misericordia que salva (II): Una fe que
sorprende hasta al mismo Jesús. “No he encontrado en nadie
una fe tan grande”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM
El segundo milagro de Jesús también se realiza con un marginado. El centurión
romano, en cuanto gentil o pagano, era considerado religiosamente impuro por el
hecho de no pertenecer al pueblo de Israel. De él Jesús dirá: “No he encontrado
en nadie una fe tan grande” (8,10).

Las costumbres de la época enseñaban que los judíos no podían conversar con los
gentiles ni tocarlos ni mucho menos entrar en sus casas (recordemos la historia de
Pedro y Cornelio: Hechos 10,28). Por eso es sorprendente que Jesús desde el primer
instante manifieste un vivo interés por entrar en la casa del romano: “Yo iré a
curarlo” (8,7). La intención de Jesús aparece como la respuesta pronta a la noticia
de los “terribles sufrimientos” de un criado (además en la más baja categoría
social). ¡Jesús le da valor!

Pero no sucede como Jesús planeó en un primer momento. El diálogo que sostienen
Jesús y el centurión romano ocupa la mayor parte del relato. Sólo al final se dirá
muy brevemente: “Y en aquella hora sanó el criado” (8,13b).

En realidad lo que se coloca en primer plano es la fe del centurión. Llama la atención


la manera como el romano expresa siempre más clara y decididamente su propia fe,
y cómo Jesús la valora.

Veamos el proceso:
(1) El centurión se aproxima a Jesús, no le formula ninguna petición, sino que –de
forma breve y concisa- se limita a describir la dolorosa situación de su criado:
“Señor, mi criado yace en cama paralítico con terribles sufrimientos”
(8,6). Desde el principio deja a Jesús tomar la decisión que considere conveniente
(como hace hizo leproso, imagen del “pobre” del Reino, v.2; ver 5,2). Llama la
atención que el centurión se presenta ante Jesús casi como un papá preocupado por
su hijo.
(2) Cualquiera, en el lugar del centurión, se habría puesto contento ante la noticia:
“Yo iré a curarle” (8,7), que implica un “voy a entrar en tu casa”. En cambio, el
centurión ve las cosas desde otro punto de vista: expresa una profunda y clara
comprensión de su posición y de su poder. Al renunciar a la visita que le ofrece
Jesús, está reconociendo –no sólo con palabras- sin efectiva y realmente, que Jesús
tiene una dignidad superior y un poder indiscutible: “Señor, no soy digno de que
entres bajo mi techo” (8,8a; ver las palabras de Juan Bautista en 3,11).
(3) Enseguida el centurión hace un parangón en el que refleja su manera militar de
concebir la autoridad (8,9), lo cual le sirve de lenguaje para expresar que reconoce
en Jesús un poder superior capaz de actuar con plena eficacia: “basta que lo digas
de palabra y mi criado quedará sano” (8,8b).

Por su parte, Jesús, quien no tuvo ningún escrúpulo para tocar al leproso (8,3) ni
tampoco para decidir entrar en la casa del pagano (8,7), se detiene para apreciar con
admiración la claridad objetiva y la sobria solidez de la fe del centurión. El centurión
no dijo quién era Jesús, pero lo dio a entender de forma práctica y real: Jesús tiene
poder para ayudar y curar, ¡el puede salvar!

Jesús toma posición ante la fe del centurión y se la valora: ¡Ésa es la actitud que se
necesita para entrar en el Reino de los Cielos!

El Reino aparece representado aquí en la mesa (del final de los tiempos) de los
patriarcas (8,11). La novedad del Reino aparece en la imagen gráfica de unos que
son admitidos y otros que son expulsados de la mesa (ver el criterio de admisión en
el Sermón de la Montaña: 7,21-23). El pueblo de Abraham se reconoce por su “fe”.
Juan Bautista y Jesús ya dijeron: una fe que da frutos (3,10; 7,16.20). Pues bien, el
centurión demostró la fe necesaria para la salvación, lo cual lo hace digno del pueblo
de Dios. Así, el Reino de Dios no tiene barreras, la única exigencia es la fe en Jesús
y la aceptación de su propuesta de vida y fraternidad que ya comenzó a plantearse
en el Sermón de la Montaña.

Al final Jesús le responde dándole una orden a aquel que confió absolutamente en el
poder de su palabra para alcanzar la salvación: “Que suceda como has creído”
(8,13).

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Cómo aparece Jesús en este relato? ¿De qué manera da signos de su


misericordia?

2. ¿Cuál es la característica de la fe del


centurión romano?
3. La oración del centurión romano es quizás una de las oraciones más repetidas en
la celebración de la Eucaristía. Después de leer este relato, ¿Cómo la comprendo?
¿Qué me hace sentir ante la presencia de Jesús que viene a mi encuentro en la

Sagrada Comunión ?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 8, 18-22: Compartir el camino de Jesús, sí, pero hay
exigencias. “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus
muertos”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Después de curar a un tercer excluido, una mujer sin nombre -de la cual sólo
sabemos que era la suegra de Pedro-, y de ponerla al servicio del Reino (ver 8,14-
15), el rostro misericordioso de Jesús que salva aparece contemplado a la luz la
profecía de Isaías: “Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras
enfermedades” (8,17; ver Isaías 53,4).

Enseguida, en medio de la misión, y cuando Jesús acaba de dar una orden para abrir
los horizontes misioneros en tierra pagana, aparecen un escriba (8,19) y un discípulo
(8,21), cuyas peticiones dan pie para una enseñanza sobre la radicalidad del
seguimiento de Jesús.

El Maestro de la Ley se ofrece para seguir a Jesús, esperando poder andar con él sin
romper con ninguna de sus seguridades. Pero Jesús le niega esa posibilidad. Así como
el “Siervo sufriente” profetizado por Isaías 53,4, para “cargar con las enfermedades”
de los otros y abrirse a los nuevos horizontes misioneros entre los paganos, hay vivir
completamente desprendido, en la pobreza que da libertad de corazón (ver 8,19-20).
Otro discípulo intenta anteponerle al seguimiento de Jesús sus deberes con el papá
difunto (ver 8,21). Jesús le pide abandonar al papá, lo cual quiere decir: romper con
la dependencia de las tradiciones que impiden la misión. El seguimiento y la vida
misionera suponen entrar en una nueva etapa de vida (ver 8,22).

Este pasaje del evangelio lo leímos ayer en la versión lucana. Remitimos a la “lectio”
de ayer para profundizar otros aspectos de la lectura; aquí hemos destacado lo que
es propio de Mateo.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué relación hay entre el pasaje “vocacional” de hoy con el contexto anterior en
Mateo: los tres milagros con los excluidos y la profecía del Siervo sufriente de
Yahvé?
2. ¿Por qué el evangelista Mateo coloca –a diferencia de
Lucas- solamente dos personajes en el camino, un Maestro
de la Ley y uno que ya es Discípulo de Jesús? ¿Qué se está
queriendo enseñar? ¿Tiene alguna relación con la
presentación que Mateo hace de sí mismo en 13,52?
3. ¿Por qué Jesús plantea estas exigencias vocacionales justo antes del relato de la
tempestad calmada y la misión en territorio pagano?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 8, 28-34: Misericordia que salva (IV): Encuentro con dos
endemoniados. “¿Has venido aquí para atormentarnos antes de
tiempo?”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Pongámonos a la escucha del Maestro en el relato de Mateo 8,28-34, que


corresponde a la quinta acción de Jesús con poder (en la gran sección de Mateo 8-
9), que revela la fuerza salifica del Reino cuyo corazón es la misericordia del Padre.

Notemos que el relato está enmarcado por dos encuentros:


(1) dos endemoniados que “vinieron a su encuentro” (de
Jesús, 8,28) y (2) toda la ciudad que “salió al encuentro de
Jesús” (8,34). El primer encuentro termina con la victoria
sobre una legión de demonio y el segundo en el rechazo de
Jesús por parte de esta ciudad.

El contexto es importante: los discípulos han seguido a Jesús


rumbo a tierra de gentiles (8,23-27), en la región de
Ganara. Durante el viaje han sufrido una violenta tempestad,
quizás aludiendo a la resistencia del mundo pagano a la
misión de Jesús; los discípulos sufren las consecuencias. Allí
son invitados a hacer crecer su “poca fe” en que Jesús tiene
poder para salvar (8,25-26), ella –el reconociendo del poder
de Jesús y su señorío sobre el mundo y la historia- los
sostendrá en todas las situaciones similares en la misión.

En el relato del exorcismo de los dos endemoniados


gírasenos, quienes conviven entre los muertos, el poder de
Jesús para salvar se hace patente sobre una legión entera de
demonios. Pero por otra parte también vemos cómo Jesús
sufre el rechazo por parte del pueblo pagano. Son
precisamente los dos aspectos que habían aparecido en la
escena de la tempestad en el lago.

Con su poder salifico Jesús va desterrando los espacios


dominados por el mal: (1) los cuerpos sanados y (2) los
cerdos (símbolo de todo lo contaminado por el mal)
empujados hacia el acantilado (abismo de la perdición). Pero
esto no es suficiente, la experiencia del poder de Jesús
requiere también la fe que la ciudad –que no aprecia en lo
más mínimo la obra que se acaba de realizar- le niega ahora
a Jesús. Ellos prefieren seguir en su estilo de vida de siempre.
Como bien decía a propósito de este texto el Pulís Alonso
Schökel: “Está bien liberar de demonios a dos hombres y de
sustos a la población, pero el negocio es el negocio”.

La respuesta de la fe, la veremos en todo su esplendor en la


pasaje que leeremos mañana.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del


corazón
1. ¿Cómo se relaciona el pasaje de hoy con el anterior? ¿Qué
pone de relieve la comparación?
2. ¿Qué simbolizan los cerdos? ¿Por qué son arrojados al
acantilado? ¿Qué pretendía hacer Jesús en territorio pagano?
3. ¿Cuándo veo personas degradas en su dignidad en mi camino –como si vivieran
en un mundo de muerte- cuáles son mis sentimientos? ¿Qué haría Jesús? ¿Cuál es
mi misión?

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 9, 1-8: El poder del Hijo del hombre para perdonar. “Para
que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de
perdonar pecados”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM
Continuamos con la lectura de los capítulos 8 y 9 del evangelio de Mateo, donde –
después de la catequesis sobre el discipulado (Sermón de la Montaña)- se presenta
una serie de 10 milagros de Jesús. Hoy leemos el sexto milagro: la curación de un
paralítico.

Observemos inicialmente en el texto: (1) que hay un cambio de escenario: pasamos


del mundo del mar (que Jesús y los discípulos acaban de atravesar dos veces) al
mundo urbano, es decir, al mundo de las relaciones, del tejido social: “pasó a la
otra orilla y vino a su ciudad” (9,1); (2) que se sigue enfatizando el “caminar”:
la vida de discipulado es precisamente eso y que, en consecuencia, hay que evitar la
parálisis que obstaculiza la movilidad para el seguimiento de Jesús.

El milagro de Jesús en Gadara, donde mandó al abismo profundo la impureza


simbolizada en los cerdos, ambientó esta nueva escena donde Jesús no sólo perdona
los pecados sino que capacita para reorientar la vida de la persona con un nuevo
vigor –sostenido por su palabra-. Al final también las reacciones del pueblo serán
diferentes.

Veamos de cerca este pasaje:

1. Jesús y el paralítico

El énfasis de nuestro pasaje está en la conexión que se da entre las dos frases que
Jesús le dirige al paralítico al comienzo y al final de la escena.

La primera frase de Jesús al paralítico, “¡Ánimo!, hijo tus pecados de te son


perdonados” (9,2c), es una declaración. Por el poder de la palabra de Jesús este
hombre ya queda perdonado.

La segunda frase de Jesús a este hombre, “Levántate, toma tu camilla y vete a


tu casa” (9,6), es una orden. Por los imperativos pronunciados por Jesús el paralítico
hace tres gestos significativos.

Notemos cómo la curación se expresa en términos de resurrección: un ponerse en


pie y caminar. Además todo el movimiento que se describe es el de un hombre nuevo
por la fuerza del evangelio de Jesús: uno que construye su propio proyecto histórico
en el mundo, partiendo de su identidad personal y de su entorno familiar, dejándose
orientar –en cuanto discípulo- por la instrucción de Jesús.

2. Jesús y sus críticos

En medio de la escena aparecen los escribas haciendo una valoración negativa de las
palabras iniciales de Jesús: “Éste está blasfemando” (9,3). La sentencia es breve
pero categórica.

Los escribas, quienes se limitan a llamar a Jesús simplemente de “éste”, declaran


que Jesús se está atribuyendo funciones que no le corresponden, y todavía peor, que
ofenden a Dios porque usurpan sus exclusivos poderes (en el evangelio de Marcos se
es todavía más específico: “¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?”,
Mc 2,7).
Jesús, quien “conoce sus pensamientos” (9,4ª), así como “vio” también la fe de
los portadores de la camilla y del paralítico (9,2b), sale al frente de la crítica antes
de continuar con el milagro.

Primero los invita a los escribas a revisar su actitud negativa: “¿Por qué pensáis
mal en vuestros corazones?” (9,4b). Éstos tienen pensamientos malévolos en
contra de Jesús.

Enseguida Jesús va al núcleo del asunto, dando una lección positiva: la conexión que
hay entre la parálisis y el pecado.

Jesús pone en claro dos puntos:

(1) Su “poder” sobre la tierra, en cuanto “Hijo del hombre”. La incapacidad de los
escribas para reconocer la novedad absoluta de Jesús en cuanto enviado de Dios que
realiza por su ministerio la salvación del mal del mundo, los coloca al nivel de la
ciudad pagana gadarena que rechazó a Jesús en la escena anterior (ver 8,28-34) y,
al mismo tiempo, muy lejos de la gran actitud de fe del centurión pagano quien se
sometió al poder de la palabra de Jesús (ver 8,5-13).

(2) Todo perdón es una curación. El sentido de los milagros de Jesús se expresa bien
en esto: si bien son signos de la misericordia del Señor (ver 8,16-17) no se trata de
simples favores que se le hacen a las personas para aliviar sus dolores, sino auténtica
recuperación del hombre entero y por lo tanto experiencia de vida nueva que se
concreta en una nueva dinámica en el proyecto de vida, así como se ve claramente
en los pasos que da el paralítico sanado.

Desde el comienzo del evangelio de Mateo Jesús ha sido presentado con estas
palabras: “Tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de
sus pecados” (1,21). En esta primera escena de perdón del evangelio mateano se
pone en claro para qué ha venido Jesús y cuál es el alcance de su poder mesiánico.
El perdón de Dios se manifiesta en el poder de Jesús que va hasta el fondo de la
miseria humana para sanar sus parálisis y hacer brotar de allí la fuerza de la vida y
el compromiso.

3. La ciudad y Jesús: el salto cualitativo de la fe y el ministerio del perdón

Dos ciudades aparecen confrontadas en esta parte del evangelio de Mateo: (1) la
ciudad pagana en la región de Gadara (8,34) que le pidió a Jesús que se fuera y (2)
la ciudad de Jesús (se sobreentiende Cafarnaúm, ver 4,13) donde un grupo acude
con fe, llevando un enfermo, sin hacerle siquiera una solicitud (9,2ª), y donde al final
la gente “temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres”
(9,8).

“Temer” y “glorificar a Dios” son signo de que se ha visto más allá del milagro, de
que se ha entrado en el misterio de Dios revelado en Jesús: “El pueblo que
habitaba en tinieblas ha visto una gran luz” (Isaías 9,1; citado por Mateo 3,16);
de este conocimiento propio de la fe todavía parecen incapaces los escribas quienes
están encerrados en sus pensamientos malévolos.

Acerca de la última frase “que había dado tal poder a los hombres” (9,8b), en la
cual llama la atención el plural “hombres” (indicación de que no se refiere solamente
a Jesús), la Biblia de Jerusalén comenta: “Mt piensa sin duda en los ministros de la
Iglesia, que han recibido este poder del Cristo (ver 18,18)”.
En la comunidad de los discípulos, el Perdón de Jesús sigue vigente como fuerza de
vida que regenera y pone los pasos de todos en las rutas del evangelio.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Por qué la curación el paralítico se pone en términos de resurrección? ¿Qué


relación tiene con el perdón?
2. Los escribas dudaron del poder de Jesús para perdonar los pecados. Y yo, ¿dudo
también o creo firmemente en su poder para perdonar?, ¿Cómo lo manifiesto? ¿El
perdón que ofrezco a mi hermano/a es una prolongación del perdón que me ofrece
Jesús?
3. ¿En la comunidad en que vivimos, qué gestos concretos vemos de perdón?, ¿Qué
podríamos hacer para ofrecer con mayor frecuencia nuestro perdón y así
experimentar el gozo de la acción de Dios en nuestras vidas?

“En cuanto a mí, lo tengo claro, el deber principal de mi vida, es ofrecerme a Ti, Dios,
Padre Todopoderoso, para que todo en mí, palabras y pensamientos hablen de Ti”
(San Hilario de Poitiers, +368 dC).
Pistas para la Lectio Divina... Mateo 9, 9-13:
La vocación de un apóstol con mala hoja de vida. “Al pasar, vio Jesús
a un hombre llamado Mateo…”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La fiesta del apóstol a quien el evangelio llama “Mateo el publicano” (Mt 10,3), es
ocasión para retomar la experiencia de su primer encuentro con Jesús, un
encuentro que le cambió definitivamente la vida, poniendo su historia personal en
la ruta del seguimiento del maestro y de la misión apostólica.

Distingamos dos escenas en el relato que leemos hoy:

(1) La de la vocación de Mateo (9,9)


(2) La cena en casa de Mateo (8,10-13)

Ambas escenas se conectan como hecho y


explicación.

1. La vocación (9,9)
La escena de la vocación de Mateo está construida sobre una cadena de verbos
importantes que nos permiten comprender lo que es una experiencia vocacional.

Jesús aparece primero en movimiento: se “iba” de la ciudad y atina a “pasar” por el


despacho de los impuestos. Se nota enseguida el contraste con la posición física de
Mateo, quien aparece que esta sentado. Mucho más notable es el hecho de que el
Jesús itinerante y restaurador del hombre, entre en relación con un cobrador de
impuestos, es decir, un “pecador” (ver la introducción del evangelio del domingo 12
de septiembre).

El poder de la Palabra de Jesús, el “sígueme”, tiene un efecto similar al de la


curación del paralítico que aparece en la escena inmediatamente anterior. Y
Mateo “se levantó y lo siguió”.

2. Una cena con Jesús (9,10-13)

La segunda escena nos sitúa en la casa de


Mateo, donde éste le ofrece una cena de
amistad a Jesús. Los detalles del
comportamiento dentro la cena y de las
palabras que Jesús pronuncia en ella, nos
revelan en sentido de la vocación. Observemos
en el texto:
(1) El seguimiento genera una relación estrecha con Jesús, de comunión, como la que
se establece en una cena.

(2) La comunión en la mesa muestra que la nueva relación con Jesús hace de la vida
una fiesta (se trata de una cena festiva).

(3) Las relaciones se amplían a todos los discípulos de Jesús con quienes ahora se
forma comunidad.

(4) La comunidad de discípulos es vista, no como un grupo de personas fuertes sino


“frágiles”, que necesitan de un médico. La escuela de Jesús es una comunidad de
personas que reconocen sus fragilidades, pero que están en camino de crecimiento
y de sanación continua gracias a Jesús.

(5) Jesús no llamó a sus discípulos por la limpieza de su hoja de vida, sino por todo lo
contrario: “no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (9,13b).

(6) Por lo tanto en el corazón de una experiencia vocacional hay un precioso momento
de perdón (como lo habíamos visto en Lucas en relato de la vocación de Simón Pedro
y en el paralelo de éste, el de Leví). La vocación del discípulo tiene en el fondo un
gesto concreto de misericordia por parte del Señor con él.

(7) Todo llamado implica que nos pongamos en camino de conversión y aprendamos la
vida nueva de Jesús.
El llamado de Mateo no se quedó sin recibir la desaprobación de los fariseos (9,11).
La respuesta de Jesús, apela en esta ocasión al grito profético de Oseas 6,6:
“Misericordia quiero, que no sacrificio” (9,13a). Así muestra que su
comportamiento está inspirado en la Palabra de Dios y particularmente en la
Palabra profética que enseña qué es lo verdaderamente esencial para la relación con
Dios.

Que la misericordia, dada y recibida, sea el


centro de nuestra espiritualidad. Al considerar
el extraordinario amor con que fuimos
llamados, seamos capaces de acoger a todos
con el mismo corazón de Dios.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Pienso que la “vocación” es solamente


asunto de sacerdotes, religiosos o religiosas?
¿Para qué me llamó el Señor?

2. ¿Por qué en la raíz de toda vocación hay un


gesto de misericordia de Dios?

3. ¿Qué consecuencias tiene el llamado de


Dios?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 9, 14-15: Entrada en la Cuaresma (III): “Les será
arrebatado el novio, entonces ayunarán” .¡Dejémonos revestir del
hombre nuevo!
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM
de Dios que la liturgia nos propone cada
La Palabra

día sigue iluminando y orientando eficazmente


nuestro camino cuaresmal, porque la
Palabra es actual, viva y eficaz. En el itinerario
cuaresmal, tendremos de aquí en adelanta un
énfasis especial los días miércoles y viernes.

1. En el ambiente de la misericordia

Podemos comprender mejor el Evangelio de


este día mirando el contexto inmediato que lo
precede. Mateo el publicano ha sido llamado
por Jesús sin ponerle condiciones sino
envolviéndolo en la gratuidad de su amor,
porque, como él dice: “No he venido a
llamar a justos sino a pecadores” (9,13).
El pecador comienza a vivir una vida nueva
representada en la alegría y el compartir con
Jesús en una fiesta.

En la casa de Mateo, donde Jesús come con


los pecadores, todos nosotros estamos
invitados al banquete de las bodas, allí,
sentados en la mesa del Hijo, somos acogidos
por la ternura misericordiosa del Padre y
revestidos de su amor.

2. De la cena al ayuno

Los discípulos no ayunan


Entremos en el pasaje de hoy. En medio de la
fiesta, los discípulos de Juan se acercan a
Jesús para preguntarle: “¿Porqué tus
discípulos no ayunan?” (9,14). Quien ha
entrado en el camino de Jesús comienza a
marcar la diferencia y esto escandaliza.

Los fariseos y los discípulos de Juan ayunaban


con frecuencia, no siempre por obligación sino
también por propia iniciativa, dando así
muestras de una gran piedad. En principio la
razón de ser de su ayuno es apresurar la
venida del Mesías. La lógica es esta: si todo el
pueblo se arrepiente de sus pecados, Dios se
apiadará y enviará al Mesías.

Entonces, ¿Por qué los discípulos de Jesús no


ayunan? Porque el Mesías ya está entre ellos.
Por eso los discípulos están en fiesta y no hay
razones para ayunar. Los fariseos continuarán
con la antigua práctica porque no han
reconocido en Jesús al Mesías.

La respuesta de Jesús es una


revelación: “¿Pueden los amigos del novio
ayunar mientras el novio está con ellos?”
(9,15). La lógica se impone, pero los fariseos
no parecen reconocerla. La cena de Jesús
entonces es el comienzo del banquete
mesiánico y los discípulos han sido los
primeros invitados. En Jesús ha comenzado ya
la plenitud de la vida descrita en las antiguas
profecías (ver Isaías 25, 6-12; 55,1-2).

Los discípulos ayunarán

Pero llama la atención que Jesús de repente


dice una frase desconcertante que parecería
contradecir la anterior: “Días vendrán en
que les será arrebatado el novio; ya
ayunarán entonces” (9,15).

“Será arrebatado el novio”. Con esta frase,


Jesús hace alusión a su muerte y ascensión
gloriosa. Si la presencia de Jesús marca el fin
de la antigua institución del ayuno, ahora con
su ausencia –por la muerte histórica pero
también por el pecado- justifican la vuelta al
ayuno.

La pregunta que queda planteada entonces


es: ¿Tendrán los discípulos de Jesús que
ayunar? Sí, en cuanto reconozcan su
necesidad de conversión, de un volver al
camino del seguimiento radical cuando se han
apartado de él.

Este, entonces, es otro ejercicio fundamental


de la Cuaresma. Si valientemente nos
atrevemos a mirarnos hacia dentro (evangelio
de anteayer), si ponemos la mirada en el
Crucificado para resucitar nuestras cruces
(evangelio de ayer), lo tendremos que hacer
desde el reconocimiento del distanciamiento
que tenemos del Evangelio (hoy).

3. Del ayuno al banquete pascual

Jesús es el alimento, el esposo, el vestido


nuevo, el vino mejor reservado para el final;
en él nos ha sido dado todo lo que Dios es y
todo lo que nosotros estamos llamados a ser,
con él ha terminado el ayuno y ha comenzado
el Banquete de la vida, el pueblo de Dios, la
nueva humanidad.

Jesús es el hombre nuevo, la vida nueva, que


nos ha sido donada gratuitamente por el
Padre; también nosotros desde el Bautismo
participamos ya de la Fiesta de la Vida.

Y ahora nosotros, que ya lo poseemos porque


habita Resucitado en nuestro corazón;
vivimos, entre la ausencia y la presencia,
urgidos hacia la presencia plena, vivimos
todavía en un cierto salón de Viernes Santo,
en este tiempo con frecuencia cargado de
tribulaciones, y por eso mismo necesitamos
del ayuno; pero caminando seguros hacia la
Pascua eterna.

Jesús permanece vivo entre nosotros, pero


bajo el signo de la cruz. Está escondido en
nuestros corazones esperando que le
permitamos revestirnos de sus sentimientos y
mostrarse vivo en nuestros gestos concretos
de perdón, de misericordia y compasión:
depende de nuestra docilidad a Él.

Su presencia es particularmente visible en los


pobres, en los que sufren, en los
desheredados, desplazados y necesitados; en
todos los crucificados que vamos encontrando
cada día. Allí podemos descubrir y encontrar
al “esposo que nos invita a las bodas”, cuando
acogemos su presencia crucificada y le
expresamos nuestro amor compartiendo con
el nuestro alimento, nuestro tiempo, nuestras
posibilidades, nuestra alegría.

Este es el ayuno que Dios quiere, nos


recuerda Isaías en la primera lectura de
hoy “Romper las cadenas injustas, quitar
el yugo a los oprimidos, repartir el pan
con el hambriento y ofrecer techo a los
desamparado... si no te desentiendes de
tus semejantes brillará tu luz como el
amanecer y sanarán muy pronto tus
heridas” (Is 52,1-9).

La vida nueva que Jesús nos ha traído no es


un simple remiendo para nuestro hombre
viejo, es un modo de vivir y de relacionarnos;
es la actitud filial para con Dios y la
fraternidad con los hermanos; es el vino
nuevo, el Espíritu nuevo prometido en los
profetas (Ezequiel 36, 26) e infundido en
nuestros corazones (Romanos 5, 3); nos ha
sido dado un corazón nuevo que nos urge a
vivir en el sentido de Jesús. En el Bautismo
hemos sido revestidos de Cristo y
somos urgidos por el Espíritu a que hagamos
visible ante los otros su gloria escondida en
nuestro corazón.

Que en esta cuaresma podamos revitalizar en


nosotros la vida nueva del resucitado que
necesitamos en nuestro Bautismo, acogiendo
la gracia de los sacramentos dejándonos
revestir de sus sentimientos y actitudes, para
que en nuestra vida de discípulos se haga
visible su presencia.

Cultivemos la semilla de la Palabra en el


corazón:
1. ¿Cuál es aquella actitud personal que me
identifica más con Jesús?
2. ‘Si no te desentiendes de tus semejantes,
brillará tu luz como el amanecer y sanarán
muy pronto tus heridas’ ¿En qué forma estoy
viviendo o estamos viviendo en la familia o
comunidad la actitud del “preocuparnos”
positivamente por quien sufre?
3. El Señor nos hace una invitación en este
tiempo de cuaresma a acercarnos con fe y
humildad al sacramento de la reconciliación.
¿Cómo, cuando y en dónde lo haré?
“El ayuno de los cristianos no consiste
principalmente en abstenerse de ciertos
alimentos; en vano se privaría al cuerpo de
una parte de su alimentación si el espíritu no
renuncia a toda iniquidad y si no sabemos
poner freno a nuestra lengua para impedir que
se hiera a la caridad” (San León Magno, “Sobre la Cuaresma”)
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 9,14-17: Lo nuevo con lo nuevo. “El vino nuevo se echa en
odres nuevos”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Un grupo de los discípulos de Juan, atraídos tal vez por la forma de ser y de actuar
de Jesús y sus discípulos, se acercan y sin más le preguntan: “¿Por qué nosotros
y los fariseos ayunamos mientras que tus discípulos no ayunan? (14). Una
pregunta que desde el inicio suena a comparación: Nosotros si – ellos no. Aquí
radica el conflicto, por así decirlo.

Probablemente ellos habían presenciado el banquete al cual


habían participado Jesús y los suyos en casa de Mateo. Para
ellos la pregunta era obvia.
Jesús, en tanto, no se derramó en una serie de explicaciones
del por qué si o el por qué no. Simplemente por toda
respuesta les lanza a su vez una pregunta: ¿Pueden los
invitados a la boda estar tristes mientras el novio está
con ellos? (15). Si quisiéramos ‘traducir’ con nuestras
palabras, más o menos sonaría: ‘¿Pueden mis discípulos estar
tristes mientras yo esté con ellos?’ A los discípulos de Juan les
quedaba muy difícil entender esta expresión porque estaban
aferrados a sus tradiciones, a la vieja mentalidad. Juan
estaba con ellos preparando el camino al Señor y
exhortándolos a hacerlo mediante ayunos y penitencias.
Jesús, en cambio era el Señor, estaba con ellos y debían
alegrarse.
Jesús, sin embargo, deja entrever que, más adelante, ya no
disfrutarán de su presencia y entonces sí ayunarán. Este es
como un primer anuncio de su pasión.
Jesús les explica aún más y se vale de dos pequeñas
parábolas tomadas de la vida diaria y llenas de un gran
sentido común:

1.”Nadie usa un trozo de tela nuevo para remendar un


vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido y el
desgarrón se hace más grande” (16). Nosotros
añadiríamos: Es muy lógico. Por más que el remiendo nuevo
sea de tela de alta calidad, si con él se pretende remendar lo
viejo no nos va a funcionar. El remiendo nuevo va a hacer
que el roto sea aún más grande, no tanto porque el remiendo
no sirva, sino, porque el que no sirve es el vestido viejo.

2. La segunda comparación es tomada del mundo agrícola, de


los métodos de fermentación del vino.
Éste se hacía en unos sacos de cuero llamados odres, en los
cuales se vertía el vino y allí éste se añejaba. Este proceso
hacía que los odres se envejecieran junto con el vino, y no
sirvieran para ser usados una segunda vez, pues el proceso
era largo y el cuero no resistía, i se reventaba, echando a
perder también el vino.

Jesús estaba diciendo claramente que el nuevo mensaje que


Él traía no se podía depositar en corazones viejos,
aprisionados por las antiguas tradiciones y costumbres, pues
éstas no resistían toda la carga de novedad que su Palabra
traía y muy probablemente se destruirían, echando a perder
también el mensaje.

Aquí caería muy bien una pregunta dirigida a la familia: ¿En


qué medida, la buena nueva de Jesús la depositamos en esos
‘odres nuevos’, que son los hijos cuando pequeños, para que
los dos, odres y vino vayan impregnándose y generando el
vino nuevo, único capaz de transformar nuestra sociedad
anquilosada y sin ideales?

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del


corazón
1. ¿Qué nos quiso decir Jesús con las dos parábolas del
remiendo y de los odres?
2. ¿Qué hacemos en nuestra comunidad, familia o grupo,
para convertirnos en esos odres nuevos que ayudan a que el
vino nuevo del mensaje de Jesús nos impregne a nosotros, a
nuestros ambientes y nos transforme?
3. ¿Qué sentimos que nos pide el Señor al respecto? ¿Qué nos comprometemos a
hacer?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 9, 18-26: El contacto con Jesús da la posibilidad de
retornar a la vida. “Con sólo tocar su manto me salvaré”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La gente percibe y celebra la presencia de Jesús, el Salvador, el “Dios-con-


nosotros”, en medio de ellos porque su presencia es una manifestación concreta de
la llegada del Reino de Dios que libera y da vida.

Los capítulos 8 y 9 de Mateo, en una sección de diez milagros finamente narrados


nos ha presentado una serie de encuentros de Jesús con diversas personas
necesitadas que se abren a la novedad del Reino: (1) un leproso, (2) un centurión
romano (pagano), (3) la suegra de Pedro, (4) los discípulos atribulados en medio
de la tempestad, (5) los endemoniados gadarenos, (6) un paralítico. Hoy leemos
los episodios (7) y (8): la curación de una mujer con flujo de sangre y la
resurrección de una niña de doce años.

En ambos casos Jesús es buscado: Él es esperanza para Israel. Él hace presente al


Dios que se venera con sacrificios en el Templo, aunque lo que Él da y requiere es
misericordia (ver 9,13). Aquellos que, por las normas establecidas, no se atrevían a
entrar con contacto físico con pecadores o personas impuras (leproso, pagano,
publicano, mujer con flujo de sangre, un difunto), y llegaron a hacer pensar que
Dios excluía a todos estos portadores de miseria, fueron contrariados por la
persona de Jesús, quien yendo al fondo de la cuestión les pidió no sólo la praxis de
la misericordia sino también una renovación completa (ver 9,16-17).

En el evangelio de hoy, el rostro de la opresión está en dos mujeres:


(1) El número “doce” las pone en relación: doce años de vida y doce años de
sufrimiento.
(2) Una es adulta y la otra es joven.
(3) A ambas se les niega la posibilidad de la vida: una por su enfermedad que la
hace estéril y la otra porque muere justo cuando puede comenzar a engendrar vida
(cumple la edad en la que se hace adulta).
(4) Ambas hacen la experiencia de la muerte: una está al borde y la otra ya es
como la flor cortada en su capullo.
(5) Ninguna de las dos puede ser tocada, están en situación de impureza legal.

El contacto con Jesús las salva de la muerte: la mujer con flujo de sangre toca el
manto de Jesús (“Se decía para sí: ‘Con sólo tocar su manto me salvaré’”,
9,21). La joven hija del magistrado judío (jefe de sinagoga) es tomada por la mano
por Jesús (“La tomó de la mano y la muchacha se levantó”, 9,25).

Pero es la doble historia de fe que aquí se narra la que hace posible esta
manifestación de salvación.
El papá de la niña, en el momento más agudo de su dolor paterno (“mi hija acaba
de morir”, 9,18), le suplica: “Impón tu mano sobre ella y vivirá” (9,18). Así
como había hecho con el pagano, Jesús no hace interrogatorios ni pide nada, Él se
dispone con prontitud a socorrer la necesidad (“Jesús se levantó y le siguió
junto con sus discípulos”, 9,19), así se trate de un posible adversario, Jesús
solamente vio la fe del papá que cree que con la imposición de manos de Jesús su
hija vivirá. Jesús seguirá adelante a pesar de las burlas (9,23), él cuenta con la fe
del papá. La misericordia de Jesús no tiene fronteras: lo que cuenta es la fe de de
la persona necesitada.

La mujer con flujo de sangre, por su parte, está convencida que con el sólo hecho
de tocar el borde del manto de Jesús se “salvará”. Su declaración de fe, enunciada
en el secreto del pensamiento, es conocida por Jesús, quien saca a la luz pública la
fuerza de su fe: “¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado” (9,22a). El grito de fe de la
mujer es arrancado por la voz de Jesús de de su enclaustramiento. Y es salvada
desde ese preciso instante (ver 9,22b).

Dos mujeres reconducidas a la vida encuentran su esperanza en Jesús. No


quedaron defraudadas. Estas mujeres quedan constituidas en el evangelio como
signo de la vida que trae el Reino de Dios.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. El contacto con Jesús da la posibilidad de retornar a la vida. ¿En qué forma
concreta manifiesto que el contacto diario con Jesús me da vida?, ¿Cómo comparto
con los otros esa vida que Jesús me da?
2. La historia de estas dos mujeres tiene algunos puntos en común: ¿Cuáles?, ¿Qué
me dicen estas semejanzas?
3. ¿Qué podemos hacer para que en nuestro ambiente (barrio, comunidad, familia,
etc.) la mujer sea más tenida en cuenta y se vaya superando en la sociedad toda
forma de exclusión?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 9, 32-38: Un Buen Pastor Misionero de la Misericordia. “Al
ver la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban
maltratados y desamparados como ovejas que no tienen pastor”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Después de narrar el noveno milagro (la curación de dos ciegos), el evangelista


Mateo nos lleva a la cumbre de las manifestaciones del poder del Reino con el
décimo milagro de Jesús (9,32-33), con el resumen de su actividad a favor del
pueblo necesitado, donde brilla su corazón pastor (9,35-36), y con la invitación
final a los discípulos para que supliquen obreros para tan amplio campo de trabajo
(9,37). Se abre así el espacio para la misión de los discípulos.

1. El culmen de los milagros: la curación de un endemoniado mudo (9,32-


33)

Llama la atención la brevedad de la narración. En la frase “Rompió a hablar el


mudo” (9,33a) se dicen las palabras precisas para describir el punto culminante de
los milagros obrados por la fe, después de las dos mujeres y los dos ciegos -en los
cuales la fe tiene “voz”-. Acción del maligno es incapacitar para proclamar la fe.
La inclusión de relatos vocaciones en lugares estratégicos de la narración, nos lleva
a notar que Jesús no sólo da fuerzas para caminar (como el caso del paralítico
perdonado y sanado) sino también voz para proclamar la fe: ambos elementos son
componentes esenciales del seguimiento de Jesús.

Frente al milagro las opiniones se dividen. Dos tipos de voces, las que proclaman la
fe y las que lo niegan, se dejan escuchar:
(1) La gente, el nuevo Israel que se ha venido formando por la praxis de
misericordia de Jesús, proclama con admiración una afirmación muy cercana a la
confesión de fe: “Jamás se vio cosa igual en Israel” (9,33b). Ellos reconocen la
novedad absoluta de la obra salvífica de Jesús.
(2) Los fariseos, quienes han venido –como una especie de contrapunto-
expresando su resistencia frente a la novedad del Reino y permaneciendo en su
rigorismo legal, hacen un diagnóstico religioso –por lo demás, completamente
errado- de la persona de Jesús: “Por el Príncipe de los demonios expulsa a los
demonios” (9,34). Se cierran ante la evidencia de los signos de Dios encaminados
a la vida y prefieren pensar que por detrás de Jesús está obrando una fuerza
maligna.

Estas dos reacciones polarizadas que suenan como dos coros –y llama la atención
que no hay términos medios-, recogen bastante bien el impacto que ha tenido la
obra de Jesús con los marginados; éstas continuarán en adelante, incluso a
propósito de la misión de los apóstoles que está por comenzar.

2. La actividad de Jesús, misionero de la misericordia, se multiplica

Los diez milagros narrados no se quedan en hechos puntuales, sino que se


multiplican; su función era describir la constante de la misión de Jesús en su
empeño por reunir al nuevo pueblo de Dios. El resumen que Mateo presenta en
9,35, recuerda cuál es el tema central de la misión –la Buena Nueva del Reino
anunciado con palabras y acciones poderosas que promueven la vida- cuál es su
marco geográfico –“Todas las ciudades y aldeas”-.

Pero aparece de repente, también en un cuadro-resumen, el sujeto de la


misión. Emerge ante la mirada sorprendida de nosotros los lectores el panorama
trágico que sacude las entrañas de Jesús (“Sintió compasión”, 9,36b). ¿Qué se
había impregnado en la retina de Jesús? Estaba impregnada una multitud
“golpeada” y “desamparada”, como una multitud de heridos esparcidos en un
campo de batalla, sin asistencia. Jesús percibe la gravedad de la situación.

Jesús se presenta como un buen pastor que “ve”, “siente compasión” y


emprende una acción: el envío de misioneros. La tarea es reunir, sanar y
reconducir al pueblo disperso y desamparado por la desidia de sus líderes. Estos
líderes eran los verdaderos causantes del mal estado en que se encontraba la
población ya que ellos sólo pensaban en sus intereses personales, practicaban
injusticias, se robaban lo que era de todos e incluso –cobijados por una visión
rigorista de la Ley- sus conciencias de hijos e hijas de Dios.

Urge la misión profética y restauradora que anuncia la “justicia del Reino”,


proclamada en el Sermón de la Montaña, con los criterios de la misericordia que
acompañaron los milagros Jesús.

3. La oración por la misión (9,37-38)


Los discípulos pasan ahora al primer plano: Jesús necesita sus brazos (9,37). Para
ello primero los invita a orar “al Dueño de la mies (el Padre) que envíe
obreros a su mies” (9,37), luego los enviados saldrán de estos mismos orantes.
La misión madura primero en el corazón orante.

Notemos cómo los discípulos van ocupando cada vez mayor espacio. Justamente
después de los tres primeros milagros apareció el llamado “Sígueme” (8,22),
igualmente después de los tres milagros siguientes (9,9). Pues bien, respondiendo
al llamado los discípulos Jesús no solamente los hace personas completamente
nuevas (9,16-17) sino que los va haciendo participar estrechamente en su misión.

Del “seguimiento” pasamos ahora al “envío”. Pero será la misericordia del Buen
Pastor (anunciada en Ezequiel 34 y Zacarías 13,7-9) la verdadera raíz de la
evangelización por parte de los discípulos: ellos serán misioneros de la misericordia.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Por qué podemos afirmar que la actividad de Jesús misionero se multiplica?
2. ¿Me considero un/a verdadero/a misionero/a de Jesús?’ ¿Cómo lo manifiesto?,
¿Las personas que viven conmigo lo notan?, ¿En qué?, ¿Y si no lo notan qué debo
hacer?
3. Frente a la acción de Jesús, es decir al milagro, las opiniones se dividen. Los que
lo aceptan y creen y los que lo niegan. ¿En el ambiente en el cual vivo, manifiesto
abiertamente mi fe o lo hago de una manera vaga, como para no comprometerme
dejándome condicionar por el ‘qué dirán’?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 10, 1-7: El Manual de los Buenos Obreros del Evangelio (I):
La conciencia del ser llamado. “Y llamando a sus doce discípulos, les
dio poder….”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

El texto que nos ocupa comienza una nueva sección en el evangelio de Mateo que
se denomina “el Sermón de la Misión” (o también “discurso apostólico”). Éste
abarca todo el capítulo 10 de Mateo, desarrollándose de la siguiente forma:
(1) Introducción: el llamado de los misioneros (10,1-5).
(2) Instrucciones acerca de la tarea que realizarán los misioneros para la formación
del nuevo Pueblo de Dios (10,6-15).
(3) Instrucciones para enfrentar los desafíos y conflictos de la misión (10,16-24).
(4) Instrucciones acerca del perfil espiritual del misionero (10,25-33).
(5) Instrucciones acerca de la familia: la crisis en los afectos del misionero (10,34-
39).
(6) Conclusión: la identificación de Jesús con sus misioneros (10,40-42).

Todo este gran sermón esta cargado de imperativos formativos, de actitudes, de


tácticas, de manera tal que constituye un verdadero “manual” o “vademécum” del
misionero.

Nos detenemos hoy en la introducción, la cual trata del “llamado” para ser Apóstol
de Jesús.

Observemos los siguientes detalles en el texto:


 El llamado

Jesús “llama” (10,1a) por segunda vez a algunos de sus discípulos para
constituirlos en sus apóstoles, es decir, sus enviados para continuar su obra en el
mundo. La misión parte de una llamada, nadie se envía a sí mismo: en el ejercicio
de la misión todos somos enviados.

 Los Doce Apóstoles

Hasta el momento en el evangelio aparecían los cuatro primeros, llamados a orillas


del mar de Galilea (4,18-22). Esta vez se constituye la cifra significativa en el
mundo bíblico: Doce. El número recuerda las doce tribus de Israel y, por lo tanto el
propósito de la misión, la formación de la comunidad de la nueva alianza, nuevo
pueblo de Dios. Mateo habla expresamente de: “Doce Apóstoles” (10,2a). La
referencia al pueblo de Dios es coherente con el primer marco geográfico y
espiritual de la misión que circunscribe: “las ovejas perdidas de la casa de
Israel” (10,6).

 Misioneros con nombre propio

Los “Doce Apóstoles” aparecen con sus nombres propios (ver 10,2-4). Algunos de
ellos, incluso con un dato adicional: el cambio de nombre de Simón por Pedro, el
hecho que Santiago y Juan sean hermanos, que Mateo sea el publicano y Simón el
cananeo (insinuación de pertenecer a un grupo rebelde), que Judas provenga de un
pueblo desconocido (hoy) que se llamaba Carioth (por eso ish-Carioth: hombre de
Carioth) y que además sea “el mismo que entregó” al Maestro.

La mención de los nombres nos ayuda a comprender que todo apóstol tiene una
identidad propia y una historia que Jesús valora y pone en función de la misión.
Ellos no son fichas de una empresa sino ante todo personas reconocibles por su
nombre, su ambiente es el de una estrecha familiaridad. En la lista ya se perciben
algunas fragilidades personales, sin embargo Jesús tiene estima y confianza en
todos. Por todo esto, el apóstol nunca dejará de ser discípulo siempre en proceso
de maduración en la escuela de Jesús.

Llama la atención que la Iglesia de Jesús no se haya edificado sobre anónimos sino
sobre personas concretas conocidas, identificables, pero ante todo llamados,
transformados y enviados por Jesús. Así es la comunidad apostólica.

 La investidura del misionero

Jesús “les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para
curar toda enfermedad y toda dolencia” (10,1b). Nótese cómo las dos acciones
propias de Jesús salvador en el combate contra el mal son las mismas acciones de
que caracterizarán al discípulo en el campo misionero: (1) las curaciones y (2) los
exorcismos. Jesús les comunica su propio poder.

Todo se sintetiza en la palabra “Reino”. Los mismos discípulos que han aprendido
las bienaventuranzas del Reino (ver 5,3.10), cuya proyecto de vida consiste en
“buscar primero su Reino y su justicia” (6,33), que por la obediencia a la
Palabra de Jesús se esfuerzan por “entrar en el Reino de los Cielos” (7,21), son
ahora los proclamadores del anuncio que transformó primero sus vidas: “Id
proclamando que el Reino de los Cielos está cerca” (10,7).

Jesús coloca en sus manos la fuerza transformadora del Reino. ¡Qué tremenda
responsabilidad!
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
En el día de hoy, tomemos conciencia del llamado que Jesús nos hace para que
seamos misioneros. Él nos ha elegido libremente para asociarnos en su misión,
para que hagamos lo mismo que Él en el mundo. Abandonémonos en Él para que
nos forme como misioneros proclamadores de su misericordia, la única que tiene
poder para cambiar a fondo nuestras vidas y el mundo en que vivimos.
1. ¿Qué significado tiene en el mundo bíblico la mención del número 12 para
referirse a los apóstoles que el Señor eligió?
2. ¿He sentido alguna vez en mi vida la llamada de Jesús invitándome a compartir
su misión?, ¿Cuándo?, ¿En qué circunstancias me encontraba?, ¿Cómo reaccioné?,
¿Cómo vivo hoy esa llamada a ser, en el estado en que me encuentro, misionero/a
de Jesús?
3. Nuestra familia, comunidad o grupo de referencia ¿qué acciones concretas está
llamada a realizar hacia los demás, con las cuales proclamar que la buena nueva de
Jesús es aún viva y es la única que podrá transformar nuestro mundo?

“Llévame donde los hombres necesiten tus palabras,


necesiten mis ganas de vivir;
donde falte la esperanza, donde falte la alegría,
simplemente por no saber de ti”
(Del canto “Alma misionera”)

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 10, 7-15: El Manual de los Buenos Obreros del Evangelio
(II): El misionero se distingue por su estilo de vida. “Gratis
recibisteis, dadlo gratis”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Al darles las instrucciones a los discípulos para el ejercicio de la misión, Jesús


coloca en sus manos un verdadero “manual” que deben tener siempre presente.

Mateo anota solemnemente: “A estos doce envió Jesús, después de darles estas
instrucciones” (10,5a). Puesto que el autor de la misión en última instancia es el
mismo Jesús, todo se realiza según sus indicaciones.

El manual de la misión comienza con la descripción de la tarea propia que le compete


a un apóstol de Jesús:
(1) Su marco geográfico-espiritual: la búsqueda de “las ovejas perdidas de la casa
de Israel” (10,6). La ruta es definida: “no toméis camino de gentiles, ni entréis
en ciudad de samaritanos” (10,5b), esta apertura sólo se dará después de la
muerte y resurrección de Jesús, cuando haga el envío universal: “Id, pues, y haced
discípulos a todas las gentes” (28,19). Por ahora, la misión empieza en casa.
(2) Su contenido: la proclamación de la cercanía del Reino en la persona de Jesús
(10,7). El anuncio de la cercanía del Reino con pocas palabras y muchos signos
transformadores no es otro que el de la venida de Jesús quien, con su poder tocando
al hombre en el fondo de su miseria, hace presente la voluntad misericordiosa de
Dios que sana, perdona y trae la paz.
Lo que el apóstol tiene que decir es poco, en cambio las acciones son grandes. Él
convierte cada día de la historia en una página viva del evangelio: “Curad enfermos,
resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios” (10,8a).

Los profundos contenidos del Reino se reflejan entonces en el nuevo estilo de vida
de quien los anuncia. Veamos cinco rasgos distintivos de este nuevo estilo de vida:

(1) El misionero se distingue por su corazón, por su ternura activa para con los
enfermos, los pobres, los leprosos, los endemoniados (10,8a). Todos los milagros
enumerados por Jesús suponen una apropiación del evangelio, impregnándose de la
compasión de Jesús con los sufrientes de la tierra.

(2) El misionero se distingue porque anda con lo estrictamente esencial. Al compartir


la pobreza de Jesús queda claro que lo que cuenta al fin y al cabo no son los recursos
materiales para la misión sino la persona, ella misma, en primer lugar. El misionero
exhibe austeridad en su vestido, en su alimentación y en sus recursos económicos
(10,9-10). Todo ello como expresión tangible de la opción prioritaria por el Reino.
Con todo “tiene derecho a su alimento” (10,10b; los misioneros necesitaban de
comunidades que los acogieran y sostuvieran su misión itinerante; probablemente
había comunidades que no querían colaborar en el sostenimiento de los misioneros
y por eso se recuerda este deber fraterno).

(3) El misionero se distingue por sus relaciones interpersonales: sabe iniciar la misión
en el complejo mundo urbano (se informa, saluda, es cortés, es constante; ver
10,11). Además de comenzar es capaz cerrar bien los procesos (“hasta que
salgáis”; 10,11b).

(4) El misionero se distingue por su disponibilidad, por realizar bien la tarea y sin
ninguna otra motivación que no sea el servicio generoso. Así como lo hizo con despojo
externo, el despojo personal es el indicador más evidente de una vida que se da en
oblación a sí misma: la gratuidad del don (10,8b). Esta es la manera concreta de ir
hasta la raíz del mal como Jesús lo hizo. Por eso es muy diciente el que no se pida
nada a cambio y se esté dispuesto para todo lo que se le pueda requerir.

(5) El misionero se distingue por la capacidad de soportar la oposición y el rechazo


(10,13-14). El fracaso no lo deprime ni las reacciones agresivas de los destinatarios
le roban la paz. La misión está expuesta a inconvenientes, algunos leves y otros de
mayor envergadura. Él actuará con madurez, a la altura de las circunstancias, al
estilo del Maestro.

La tarea está dicha y los requisitos para realizarla bien ya fueron expuestos. Con
estas orientaciones se formará el nuevo pueblo de Dios que hace la experiencia
profunda del Reino. La Palabra de Jesús tiene vigor para formar en el mundo de hoy
excelentes misioneros que la hagan posible.

Releamos ahora el texto muy despacio, ojalá subrayando los verbos en imperativo,
distinguiendo lo que está en positivo y lo que está en negativo. Si contamos con algo
de tiempo podríamos, incluso, comparar con el evangelio del domingo pasado. Luego
confrontemos las enseñanzas con el estilo de vida que estamos llevando y dejemos
que la Palabra inspire en nosotros decisiones concretas a favor de nuestro
crecimiento personal.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Cuáles son algunos de los rasgos que deben distinguir el modo de vivir de un
verdadero misionero del Reino?, ¿Cómo los vivo personalmente?, ¿Cómo los
vivimos en el grupo al cual pertenezco?

2. ¿En mi familia, entre mis amigos o conocidos, sé de alguien que por diversas
circunstancias se ha alejado de Jesús?, ¿Qué he hecho concretamente por esa
persona?, ¿He orado?, ¿He dialogado con ella?, ¿Le he aconsejado el diálogo con
alguien que la pueda ayudar?, o, sabiendo el caso, ¿me he manifestado
indiferente?, ¿Qué haré al respecto?

3. La sociedad de consumo nos presenta un estilo de vida muy distinto al que


propone Jesús a sus misioneros. ¿Qué tenemos que hacer para vivir más de
acuerdo con Jesús? Como grupo, acordemos algo concreto para contrarrestar el
influjo de dicha sociedad.

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 10,16-23: El Manual de los Buenos Obreros del
Evangelio (III): A la hora de los problemas por causa de la
Misión. “Seréis odiados de todos por causa de mi nombre”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Si Jesús nos comparte su gloria –el poder del Reino- también nos comparte su cruz
–la persecución y el martirio-.

Después de exponer las instrucciones referentes a la tarea que realizarán los


misioneros para la formación del nuevo Pueblo de Dios (10,6-15), Jesús pasa ahora
a lo más doloroso: los conflictos que surgen en la misión, ¿qué hacer cuando éstos
se presentan? (10,16-24).

La situación de los misioneros es verdaderamente desafiante: viven y evangelizan


en un medio hostil. Puesto que la predicación de la justicia del Reino toca
proféticamente las fibras de los intereses de la sociedad injusta, como respuesta
también se recibirá el ataque furioso por parte de aquellos que no están
interesados en perder sus privilegios y seguir en su injusticia.

Ya desde el anuncio de las bienaventuranzas se había hablado de la persecución


injusta que puede acarrear la misión: “Bienaventurados seréis cuando os
injurien, y os persigan, y digan con mentira toda clase de mal contra
vosotros por mi causa” (5,11).

El v.16 nos coloca primero frente a la difícil situación que van a encontrar los
discípulos de Jesús, la cual es semejante a la desproporción que hay entre el lobo y
la oveja: “Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos” (10,16).
Como respuesta los misioneros tendrán la sagacidad-inteligencia de la serpiente
(“prudentes como las serpientes”) y la sencillez de la paloma (“…y sencillos
como las palomas”); como quien dice: tener la astucia para salir a tiempo de un
embrollo (la fuga de la serpiente cuando siente pasos de animal grande) pero
tampoco volverse tan arisco que nadie se pueda aproximar (sencillez de la paloma
para dejarse tomar cariñosamente entre las manos).
A partir del v.17 se pasa la página de la amenaza y se abre la de la realidad de la
persecución y el martirio: “os entregarán… seréis llevados… se levantarán y
os matarán…. seréis odiados… cuando os persigan…” (10,17.18.21.22.23).
Los misioneros serán tratados en algunas partes como delincuentes o como
subversores del orden establecido, y esto incomoda notablemente.

Jesús enumera los diversos ámbitos de la persecución y muestra cómo transformar


la adversidad en oportunidad para anunciar con mayor eficacia el evangelio:

(1) El tribunal judío y la sinagoga (= Juicio por herejía, 10,17)

Se está haciendo referencia a algunos tribunales locales que existían pero también
al castigo que se les propinaba en la sinagoga a los judíos disolutos (es lo que
parece estar tratando de hacer Pablo en vísperas de su conversión; ver Hechos 9,1-
2).

(2) Los palacios de los gobernadores y reyes del mundo grecorromano (=


Juicio por subversión, 10,18)

No sólo ante el mundo judío sino también ante los paganos serán llevados los
misioneros, “por mi causa”. Pero ellos –guiados por el Maestro- saben
transformar la adversidad en oportunidad: “para que deis mi testimonio ante ellos”
(10,18).

Después de presentar los dos primeros ámbitos, Jesús hace una pausa para decir
qué hacer “cuando os entreguen”: “No os preocupéis de cómo o qué vais a
hablar… será el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros”
(10,19-20). Quien entró con todo su ser a sembrar en el campo conflictivo del
mundo la semilla del Reino, debe confiar en el dueño del Reino, que es el Padre, Él
le dará su ayuda especial a través de su Espíritu.

(3) La propia familia (= Clima de denuncia e inseguridad, 10,21-22)

La tensión se infiltrará hasta el seno de la familia: se denunciarán unos a otros e


incluso llegarán hasta lo peor: “se levantarán hijos contra padres y los
matarán” (10,21). Pero el odio generalizado también será ocasión para sacar la
perla del tesoro del corazón: “el que persevere hasta el fin, se salvará”
(10,22). La salvación está en la fidelidad al Maestro.

(4) Las ciudades (= Linchamiento popular, 10,23)

El misionero no debe exponerse inútilmente: no es así como se hace un mártir. La


vida es un valor incalculable que no vale la pena perder. Por eso se aconseja la
fuga: “Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra” (10,23b). Hay que
hacerlo sin acongojarse porque el Hijo del hombre es el Señor de la historia (“No
acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del
hombre”, 10,23c).

El horizonte del seguimiento en medio de la persecución


(Los vv.24-25 se leerán mañana pero es más lógico considerarlos dentro del pasaje
de hoy)

¿Qué debe tener en mente un discípulo de Jesús cuando se presentan todos estos
problemas? Debe saber que todos estos aspectos que giran en torno al tema de la
persecución por causa de la misión, son parte integral de la misma vida de Jesús,
por eso el discípulo los asumirá como consecuencia lógica del “seguimiento”.
De ahí que los discípulos deben contar con sufrimientos y persecuciones, y vivirlos
con la mirada puesta en el evangelio, aprendiendo cómo actuaba Jesús ante los
numerosos conflictos que se le presentaban.

La identidad con Jesús es la clave. Tres imágenes que hay que tener presentes en
la oración, que refuerzan este sentido de pertenencia y de comunión con Jesús:
 Jesús es el Maestro y nosotros somos sus discípulos: “No está el discípulo
por encima del maestro… Ya le basta al discípulo ser como su
Maestro” (10,24.25).
 Jesús es el Señor y nosotros somos sus siervos: “No está el siervo por
encima de su amo… ya le basta al siervo ser como su amo”
(10,24.25).
 Jesús es el Dueño de la casa y nosotros somos sus familiares (en griego
“hoikiakós”): “Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto
más a sus familiares!” (10,24b).

En Él debe reposar nuestra mirada. En Él está nuestra inspiración. Detrás de Él


cada paso.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿En qué forma los misioneros enviados por Jesús deben transformar la
adversidad en oportunidad para dar testimonio de su fe?
2. ¿En este momento qué tensiones existen a nivel de mi familia, de mi comunidad,
de mi grupo?, ¿Cómo he reaccionado personalmente?, ¿Cómo es hoy mi relación
con los miembros de dicho grupo? Si con alguno me siento distanciado ¿Qué voy a
hacer concretamente para restablecer la relación?
3. ¿He sentido alguna vez el rechazo o la oposición de alguien al manifestar
abiertamente mi fe en Jesús, o por el contrario nunca lo he sentido porque
considero que mi fe y mi relación con Jesús es mía y sólo mía y esto no suscita
conflicto? ¿Será eso lo que quiere Jesús de mi?, ¿Si mi vivencia de fe no encuentra
tropiezos será auténtica?, ¿Si Jesús mismo los tuvo, puedo darme e lujo de pasarla
mejor que Él? En un rato de oración le pido al Señor que me indique lo que debo
hacer.
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 10,17-22: La honra de ser testigo de Jesús (I): Esteban. “Y
seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que
persevere hasta el fin, ése se salvará”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Ayer celebramos la vida, hoy nos colocamos ante el misterio de la muerte. Sin
embargo no hay contradicción, la celebración del primer mártir de la Iglesia, el
diácono Esteban, nos ayuda también a la vivencia profunda del misterio de la
navidad.

La santa carmelita Edith Stein, en una ocasión se preguntaba por la relación entre
estos dos acontecimientos, escribía:

“Pero el cielo y la tierra todavía no han llegado a ser una sola cosa. La estrella de
Belén es una estrella que continúa brillando también hoy en una noche oscura. Ya al
día siguiente de la navidad, la Iglesia deja de lado los ornamentos blancos de la fiesta
y se reviste con el color sangre: Esteban, el protomártir, que fue el primero en seguir
a Jesús en la muerte, es un auténtico seguidor que rodea al niño en el pesebre”

Del discurso de Jesús sobre la misión, en el Evangelio de Mateo, escuchamos hoy la


parte quizás más dura: el misionero experimenta persecución “por causa” de
Jesús. Y precisamente cuando más se sufre es cuando Jesús más llama para dar
testimonio.

Los espacios donde los cristianos deben dar testimonio son los siguientes:
 La propia familia: allí “entregará a la muerte hermano a hermano y padre a
hijo”.
 El mundo de la política: “seréis llevados ante gobernadores y reyes”.
 Ante los no creyentes: “ante los gentiles”.
 Ante todo el mundo: “seréis odiados de todos por causa de mi nombre”.

La manera de dar testimonio es ésta:


 No preocuparse excesivamente, es decir, mantener la paz en medio de los
conflictos: “no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar”.
 Vivir en tal sintonía con el Señor que incluso a través las palabras, se transparenta
el Espíritu Santo: “no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de
vuestro Padre el que hablará en vosotros”.
 La fidelidad, a toda prueba, a la persona de Jesús, no importa cuántos problemas
se puedan tener por vivir como discípulo suyo: “el que persevere hasta el fin, ése
se salvará”.

Jesús denomina a la persecución de sus discípulos “la entrega”. Es el mismo término


que se utiliza para la pasión del Señor. Por lo tanto, se trata de una fuerte
experiencia de comunión con Jesús compartiendo su cruz.

En este día, desde su pesebre, el divino Niño ya nos señala su Cruz. Así lo veía Santa
Edith Stein: “El mejor modo de emplear la vida es sacrificarla por el Señor de
la vida. Él es el Rey de reyes y el Señor de la vida y de la muerte, El
pronuncia su “sígueme”, y quien no está con él está contra él. Él lo
pronuncia también por nosotros y nos pone frente a la decisión de escoger
entre la luz y las tinieblas”.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿Qué relación hay entre la Navidad y la fiesta del Martirio de Esteban?


2. ¿Cómo y dónde se da testimonio del Señor?
3. ¿Cómo vivir plenamente la encarnación de Jesús?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 10, 24-33: El Manual de los Buenos Obreros del Evangelio
(IV): El perfil espiritual del misionero. “¡No tengan miedo!”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

A lo mejor a todos nos gustaría que lo que emprendamos siempre salga bien y sin
ningún problema. Pero no siempre es así, y lo peor es que a veces dan ganas de
desistir. Esto que es válido para tantos otros ámbitos de la vida, lo es también para
el ejercicio de la misión.
En el contexto de la comunidad a la cual el Evangelio de Mateo le transmitía el
Evangelio, parecía notarse un ambiente de escepticismo y desencanto debido a una
serie de fracasos y problemas que habían surgido dentro de la comunidad. El
hecho que el evangelista Mateo insista tanto en el tema de la persecución
(comenzando por el mismo Jesús ya desde su infancia; ver Mateo 2,13-18) refleja
la complejidad del ambiente en el cual los cristianos vivían y luchaban su fe: no era
nada fácil, era como un pasar por una puerta estrecha (ver 7,13).

Por eso, en el “manual de la misión” del evangelista Mateo nos encontramos con
una sección que está hecha para renovar los ánimos de una comunidad misionera
que está perdiendo el impulso. Tres veces, ¡que insistencia!, hace sonar el
imperativo: “¡No tengan miedo!” (10,26.28.31).

El miedo paraliza la aventura, enclaustra en falsas seguridades, mata los proyectos.


El miedo genera resistencias internas que llevan a la postre a claudicar de las
opciones tomadas y a renunciar a los sueños. Por eso los adversarios saben que es
por medio del “miedo” que se hace el mayor daño. Pues bien: es ahí mismo donde
Jesús fortalece a sus discípulos.

¿Qué hace brillar Jesús en el corazón del misionero? ¿Cómo lo fortalece


interiormente? En el pasaje de hoy aparecen tres certezas que el misionero graba
en su vida interior:

1. La palabra del profeta no será callada (10,26-27)

Los misioneros deben tener claro cuál es la propuesta de Jesús. Jesús no los manda
a que enfrenten a sus perseguidores sino a que continúen predicando sin miedo,
públicamente, desde lo más alto: “proclamadlo desde los terrados”
(10,27). Esta es la manera propia de actuar de quien vive la bienaventuranza de la
“mansedumbre” (5,5) y también la del que es “puro de corazón”, quien por no
tener nada que esconder no tiene nada que temer.

La Palabra de todas maneras se manifestará por la fuerza propia que tiene, no


podrá ser paralizada o “encubierta”: “No hay nada encubierto que no haya de
ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse” (10,26).

Además el discípulo sabe que la palabra que proclama no es suya. Como “profeta”
que es, él ha recibido la Palabra de Dios como un don que no es para él mismo sino
para los demás. Lo que Dios le ha dado internamente eso es lo que anuncia: “Lo
que a vosotros os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que
oís al oído, proclamadlo desde los terrados” (10,17).

He aquí un rasgo fundamental de la espiritualidad del misionero: cultiva una


profunda vida interior. La Palabra que allí “escucha” es su mayor fuerza.

2. La vida del misionero está en los brazos poderosos del Padre (10,28-31)

Esta certeza también acompañó a Jesús en sus dificultades, particularmente a la


hora de la Cruz.

Jesús se lo transmite también a los suyos: Dios es Papá que tiene cuidados
maternos con su comunidad, en Él se puede confiar. La vida está segura en sus
manos: “hasta los cabellos de su cabeza están todos contados”
(10,30). Cada persona vale mucho para Él (10,31). El conocimiento de esta
jerarquía de valores de Dios Padre infunde una gran seguridad.

Pero la confianza debe ir acompañada de la vigilancia: el mayor riesgo del


misionero no es su vida física sino el que consigan desviarlo de su opción (10,28).
Esta estrategia de los perseguidores es bien conocida: cuando no consiguen callar
al profeta ni siquiera con las amenazas de muerte le ofrecen atractivos para
cambiarle su manera de pensar. En el libro del Apocalipsis se denuncia esta
estrategia.

El misionero debe estar siempre muy centrado en su opción, con la mirada puesta
donde es, porque sino no, el mundo que él encuentra difícil de cambiar puede
terminar cambiándolo a él. Por eso: “Teman más bien al que puede destruir al
hombre entero en el fuego que no se apaga” (10,28).

3. La fidelidad de Jesús con su misionero (10,32-33)

Con una misma frase dicha primero en positivo y luego en negativo, Jesús dice que
el comportamiento del discípulo determina su posicionamiento en el juicio final.

En positivo se dice: “Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo
también me declararé por él ante mi Padre que está en los Cielos”
(10,32). El “declararse” por Jesús describe la terquedad del misionero cuando las
circunstancias le piden que esconda su identidad. El “sí” por Jesús no se quedará
en el vacío.

Esta triple certeza enclavada en el corazón del discípulo-misionero le da fuerza


interna para el ejercicio de la misión, le ayuda a superar sus crisis y salva su
vocación. Hagamos hoy un buen reposo sabático para reflexionar sobre nuestras
crisis y temores, y sanarlas.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué entendemos cuando afirmamos que la vida del misionero está en los brazos
misericordiosos del Padre?
2. ¿He sentido alguna vez el miedo ante una misión que se me confía? ¿Me he
sentido impotente, sin ánimo?, ¿Cuál ha sido mi primera reacción?, ¿Rechazarla?,
¿Evitarla?, ¿Arriesgarme y confiar? ¿Qué papel jugó aquí mi relación con Jesús?
3. ¿Todo lo que hago en mi casa, en mi trabajo o estudio, está sostenido por una
profunda vida interior o simplemente lo hago con motivaciones puramente
humanas y materiales?, ¿Cómo puedo ayudar a otros a tomar conciencia de que las
cosas tienen valor cuando brotan del interior?

“Señor, tú me llamaste
para salvar al mundo ya cansado,
para amar a los hombres
que tú, Padre, me diste como hermanos.
Señor, me quieres para abolir las guerras,
y aliviar la miseria y el pecado;
hacer temblar las piedras
y ahuyentar a los lobos del rebaño”
(De la Liturgia de las Horas)
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 10, 34-11, 1: El Manual de los Buenos Obreros del
Evangelio (V): Los afectos del misionero. “Quien a vosotros recibe a
mí me recibe”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Llegamos al final del “Manual del misionero” en el evangelio de Mateo. Las palabras
conclusivas escuchan así: “Y sucedió que, cuando acabó Jesús de dar
instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar
en sus ciudades” (Mateo 11,1). Jesús había preparado esta enseñanza son su
propia actividad misionera, ahora Él mismo es el primero en practicar lo que
predica.

Las últimas dos lecciones de la formación de los misioneros tienen que ver con los
“afectos”.

1. Instrucciones acerca de la familia: la crisis en los afectos del misionero


(10,34-39)

Inspirándose en el profeta Miqueas (7,6), el evangelio de Mateo nos presenta de


manera reformulada el costo de la opción cristiana para las habituales relaciones
familiares.

La ruptura familiar, que es uno de los fenómenos que caracteriza la tribulación en


final en la predicación profética de Miqueas, aparece anticipada para la hora misma
en la cual se da el paso de la fe. Las difíciles frases de Mt 10,34-36, que se resumen
en la última: “Y enemigos de cada cual serán los que conviven con él” (10,36),
nos muestran el costo de la radicalidad de la opción.

En la vida familiar, así como en muchos otros ámbitos de relación, se viven


situaciones que se aceptan como normales, pero una vez que se ha conocido el
evangelio de Jesús, éstas ya no pueden ser toleradas. Definitivamente el evangelio
es un acontecimiento de vida que subvierte y transforma toda estructura social.

El encuentro con Jesús en principio lo que genera es una nueva capacidad de amar.
Pero el verdadero amor es profético: no puede tolerar la injusticia, no se pude
acomodar a lo que no es correcto. La experiencia de Dios tiene una gran capacidad
para remover las estructuras más compactas, una de las cuales –quizás la más visible
en la sociedad patriarcal israelita- es la familia.

Un segundo grupo de dichos que pronuncia Jesús, es más fuerte que el primero. La
jerarquía de valores comienza a jugar su papel aquí: este breve texto nos introduce
en la dinámica del seguimiento radical del Señor desde las mismas prioridades
afectivas del discípulo. Jesús es el valor fundamental del discípulo. Él está por
encima –se le “ama más”- de los más grandes amores que uno puede tener en la
vida (papá, mamá, hijo, hija, la persona misma), si no el discípulo-misionero “no es
digno de mí” (se repite tres veces en este pasaje).

De esta forma se vuelve a presentar la exigencia de romper con toda clase de


seguridades, mientras que un nuevo horizonte se le abre a la vida del discípulo. Todo
ello está simbolizado en el gesto de “tomar la cruz y seguir detrás de Él” (10,38),
mediante el cual se deja de lado toda clase de intereses netamente personales para
abrazar la Cruz como expresión de una vida toda ella entregada a la causa de Jesús.
2. Instrucciones acerca de la identificación de Jesús con sus misioneros
(10,40-42)

En la lectura que hicimos del Sermón de la Montaña, vimos cómo toda la primera
parte estaba preocupada por mostrar que un verdadero hijo de Dios se parece a su
Padre en su actuar (5,16). Ahora bien, lo mismo es afirmado en este capítulo
misionero con relación a Jesús y sus discípulos: “Quien a vosotros recibe, a mí
me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado” (10,40).

El discípulo plenamente identificado con Jesús recibe aquí tres títulos:


(1) Es “profeta” (10,41ª). Como ya vimos antes, el misionero se presenta como
“profeta” de palabra exigente y clara, pero también como animador de la vida en
Señor para todos sus hermanos.
(2) Es un “justo” (10,41b), porque –por la vivencia de las bienaventuranzas- a
aprendido la justicia nueva del Reino, la cual le enseña a sus hermanos (ver 5,19).
(3) Es un “pequeño” del Reino (10,42) que en su humildad se reconoce como
persona siempre en crecimiento, necesitada de los demás, consciente que no basta
con invitar a otros a entrar en el Reino sino entrar él primero (ver 18,4). El hermano
“mayor” de la Iglesia, que es su misionero que la ha formado y animado, no olvida
nunca que él es un “pequeño” del evangelio.

Como misioneros que trabajan por la vida y el crecimiento de los demás, pidámosle
al Dueño de la Mies que no se nos olvide nunca quiénes somos ante él: sus pequeños,
sus justos y sus profetas al estilo de Jesús. Qué el éxito no nos lleve a creernos más
que los demás y que el fracaso nos aplaste. No demos ni un paso atrás en la entrega
al Señor del Reino, así nos sobrevenga uno que otro sinsabor.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Qué sinsabores recuerdo de la última experiencia misionera que tuve?

2. ¿Cómo debe ser la afectividad del misionero? ¿El amor a


Jesús y a las personas más queridas se contraponen, se
ordenan un a otro?

3. ¿Qué implica la identificación total con Jesús para el crecimiento personal y para
nuestra manera de presentarnos ante los demás?

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 11, 20-24: La otra cara de la moneda: la resistencia a la
conversión. “Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que
se han hecho en vosotras,
tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Veamos ahora la otra cara de la moneda del evangelio que acabamos de abordar.

Volviendo algunas páginas atrás en el evangelio de Mateo, nos encontramos en el


capítulo 11 con las palabras duras de Jesús “a las ciudades en las que se habían
realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido”
(11,20).

El punto es que la “conversión” resulta más dura allí donde Jesús y sus misioneros
más milagros hicieron, donde más signos del amor de Dios y del poder de Reino se
revelaron. ¿No será esta una constante en la historia?

En el evangelio vemos que las ciudades de Corazón y de Betsaida, ciudades bien


conocidas en el entorno geográfico de la misión de Jesús en Galilea, personifican la
reacción desentendida frente al evangelio. Su indiferencia de los que más han
recibido es injustificable y por eso el juicio aparece más duro.

Las ciudades no judías de Tiro, Sidón y Sodoma –ciudades emblemáticas del


paganismo y del pecado- parecerían mejor dispuestas para la conversión que el
mismo pueblo de Israel, quien “se encumbraba” (11,23; o, en otros términos, se
creía “el mayor”) por la convicción de tener de su parte la gracia salvadora de Dios.

He aquí uno de los elementos que la mentalidad de Jesús promueve en el ámbito de


la transformación de las estructuras sociales difíciles: la toma de conciencia de la
necesidad de salvación, la necesidad de la misericordia y del perdón. Quien no siente
necesidad de conversión no puede dar el más mínimo paso para la entrada en el
Reino (ver el pasaje que aparece en el contexto anterior: 11,16-19).

Oremos para que, en nuestro caminar con Jesús, la advertencia aquí planteada por
el evangelio, nos sacuda de nuestra comodidad y acogiendo agradecidamente las
obras del Señor en nuestras vidas, su amor nos conduzca hacia niveles más altos de
compromiso con la propuesta del Reino de la vida, expresión patente de conversión
evangélica.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué quiere decir esto de que para ser el “mayor” hay que “hacerse pequeño”
como un niño?
2. ¿A qué conversión en mi vida personal me invita el texto
del evangelio de hoy?
3. La comparación que Jesús hace entre las ciudades paganas
y las ciudades hebreas nos lleva a un cuestionamiento
personal sobre nuestra docilidad o nuestra dureza de corazón
para aceptar el evangelio de Jesús. ¿Me considero una
persona que se ha adormecido en el título de “cristiano” y
necesita sacudirse un poco para entrar por el camino correcto
de la conversión?

"No sé cómo puedo hacer otra cosa que contemplarle y


amarle.
¿Qué quieres, si Jesucristo, ese loco de amor, me ha
vuelto loca?
Es martirio el que padezco al ver que…
corazones agradecidos a las criaturas no lo sean con
Aquel que los sustenta,
que les da la vida y los sostiene;
que les da y les ha dado todo, hasta darse Él mismo"
(Santa Teresa de los Andes, Carta a su hermano Luís el 11 de junio de 1919)
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 11, 2-27: Una reveladora oración de Jesús. “Has ocultado
estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a pequeños”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La primera palabra del evangelio de hoy es una oración de alabanza que lleva el
sello de la experiencia particular de Jesús. Esta oración va dirigida al “Padre”,
quien es “Señor del cielo y de la tierra” (11,25).

Nuevamente Jesús quiere mostrarnos la estrecha vinculación


que existe entre el Padre y Él, junto con la posibilidad que nos
da de acceder a este mismo estado.

Los seguidores de Jesús son personas que conocen muy bien


su misión y el horizonte que poseen al conocer a Jesús:
dónde está el origen y cuál es la meta de su existencia. En la
raíz del discipulado está la relación del Padre y del Hijo, como
realidad fundante de cual brota todo el conocimiento de Dios
que se recibe y como paradigma del verdadero sentido de la
llamada recibida: participar de esta comunión.

Como deja entender Jesús, la buena comunicación con Dios y


la constante relación con Él, nos permiten conocer los
misterios y las verdades que están al interior de nuestra
vocación y de nuestra misión cristiana.

Los “sabios y entendidos” son, en el contexto de este


evangelio, los maestros de la ley y los fariseos, quienes
conocen la Leyde Moisés, pero rechazan a Jesús porque les
parece insignificante. Lo rechazan, no porque no comprendan
sus palabras a nivel intelectual, sino precisamente porque
captando bien lo que ha enseñado se niegan rotundamente a
aceptarlo. Ellos no están abiertos a la nueva propuesta de
salvación y vida que proviene del Reino, cuya irrupción
definitiva anuncia Jesús. Aún siendo grandes teólogos, ellos
prefieren seguir atados a su normativa, a un sistema de vida
rígido que los indispone para leer los signos vivos de la
presencia de Dios en Jesús de Nazareth.
En cambio los “pequeños” son los que con sencillez de
corazón han abierto de par en par las puertas de su corazón
para recibir la revelación de Jesús y le han acogido
efectivamente. Los “pequeños” son lo que –no importa su
condición social- tienen una actitud diferente que parte del
reconocimiento de que “no se la saben toda” y, por tanto,
desean vivamente aprender y vivir más al Maestro.

“Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le


conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo
se lo quiera revelar” (11,27). Esta revelación que el Hijo
hace del Padre es la que el Padre ha manifestado a los
sencillos: que todos nos hagamos uno con Él y para Él.

Señor, nos dirigimos a Ti en este día, para poner en tu


presencia nuestra vida, junto con la sed ardiente y constante
que tenemos de aprender y de conocerte mejor. Haz que
nunca caigamos en la prepotencia y en la autosuficiencia de
aquel que cree saberlo todo de antemano y que no necesita
sentarse en las bancas humildes de los discípulos. No
permitas que absoluticemos ningún método o medio como
camino exclusivo para hacer la experiencia de ti, sino que sea
tu evangelio vivo el que remueva todos los días de nuestros
ojos el velo de nuestra ignorancia, nos haga más libres de
corazón y bien dispuestos para que, revisando nuestros
esquemas personales de vida, andemos con mayor prontitud
por las rutas de tu reveladora Palabra que todo lo renueva.
Amén.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. Según el evangelio de hoy, ¿Quiénes son los “Sabios e Inteligentes”? y ¿Quiénes
son los “Pequeños”?
2. ¿Qué relación tiene el pasaje de hoy con los textos que
leímos ayer? ¿Cómo se conectan? ¿Qué nuevo mensaje se
agrega?
3. ¿Qué espera Jesús de nosotros, según el evangelio de este
día? ¿Qué decisión tomo para mi vida espiritual?

“Oh Señor mío, que si de veras conociésemos,


no se nos daría nada de nada,
porque dais mucho a los que de veras se quieren fiar de
Vos!”
(Santa Teresa de Jesús)
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 11, 28-30: Bajo delicado yugo. “Mi yugo es suave y mi
carga ligera”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La mirada en oración al Padre de los “pequeños” del Reino se convierte ahora en


mirada misericordiosa hacia los sufridos de la tierra.

“Vengan a mi…” (11,28a). En estas palabras, Jesús hace una invitación directa a
todos sus oyentes para que se hagan sus discípulos. Éstos son los que “están
fatigados y sobrecargados” y el seguimiento reposarán: “…y yo les daré
descanso”.

Los términos que Jesús utiliza no son como las típicas “frases de cajón” o los lemas
publicitarios, que dicen bellas frases para captar incautos seguidores que tarde o
temprano terminarán desilusionados con promesas de felicidad que nunca vieron
cumplir. No. La invitación de Jesús es para que todo hombre, desde las agitaciones
internas de su búsqueda de sentido, desde sueños y el anhelo de esperanza que el
Creador desde el principio ha grabado en su corazón, se convierta en un verdadero
discípulo de la sabiduría. En la literatura sapiencia bíblica notamos frases de este
tipo: “Vengan a mí” (Eclesiástico 24,19; 51,23), “Tomen mi yugo” (Eclesiástico
6,24-25; 51,26), “Encontrarán descanso” (Eclesiástico 6,28).

Entre los fariseos del tiempo del ministerio de Jesús (y aún un poco después), se
hablaba de “tomar el yugo de la Ley” como una manera de describir la decisión de
asumir la Palabra de Dios como norma de vida. El “yugo”, como sucede en el caso
de los bueyes, hace inclinar la cabeza y da docilidad.

Dadas las complicaciones en que había caído el estudio de la Palabra, convertida en


materia de retórica jurídica, el “yugo” de la Ley del Señor se había convertido en un
fuerte peso para el pueblo que se sentía “fatigado y sobrecargado” por ella.

“Tomad sobre vosotros mi yugo” (11,29a). El evangelio de Jesús revelado a los


pequeños es el nuevo “yugo” que no oprime sino que libera. El evangelio está hecho
no para aplastar sino para levantar. Curiosamente, al retener un término que ya
empezaba a sonar peyorativo para la gente, el de “yugo”, Jesús exprime el mejor de
sus sentidos: Jesús no sobrecarga sino que intercambia con nosotros su carga: Él
toma nuestros fardos pesados de la vida sobre sus hombres y a cambio nos da su
corazón “manso y humilde” (11,29b).

Jesús toma nuestras preocupaciones y dificultades. Pero también toma los mismos
caminos que tenemos para acceder a Él y los hace posible con la fuerza de su Espíritu.
Nos entrega luego la “carga” de la misión, del anuncio de la Buena Nueva del Reino,
las tareas que provienen de la voluntad amorosa del Padre sobre el mundo, para que
le ayudemos a concretarla en la historia que día a día construimos y amasar así la
masa con la levadura del Reino (ver 13,33).

Una vez más Jesús nos invita a acogerlo con sencillez, esta vez con una bella
novedad: Él nos acoge primero con todo lo que tenemos y nos sumerge en la dulzura
de su corazón. Es así como viviremos siempre unidos a Él, teniéndolo como apoyo
que da “reposo” a nuestro corazón inquieto y como modelo (“aprended de mí”) que
inspira nuestra vida.

Meditemos ahora el texto del evangelio y tomemos conciencia, mediante la acogida


reposada de la Palabra, sobre la forma como estamos viviendo y accediendo a la
revelación de Dios en la persona de Jesús: qué efectos tienen en nosotros la escucha
diaria de la Palabra, la celebración eucarística, los diversos compromisos que
tenemos con los hermanos en el nombre e Jesús y que nos ponen en contacto diario
con su presencia sacramental en medio de nosotros.

No caigamos en la actitud de los fariseos, quienes pretendiendo cumplir un montón


de preceptos y normas para conocer verdaderamente a Dios, se olvidaban que la
forma más sencilla y humilde era la más eficaz: el sabernos amados en nuestra
miseria y comprendidos en nuestras crisis, pero sobre todo, acogidos en amor de su
adorable Corazón. Es en la transparencia de su corazón donde leemos el evangelio y
recibimos el “yugo” que le da sabiduría a nuestras vidas.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Qué valor simbólico tiene el “yugo” en la Sagrada Escritura?

2. ¿Qué “yugos” encontramos en nuestra sociedad de hoy que


aplastan, fatigan, desorientan, convirtiéndose en cargas
intolerables?

3. ¿Qué intercambio nos propone hoy Jesús? ¿Cómo se realiza


este intercambio?

"Mire yo a mi Amado y mi Amado a mí; mire El por mis


cosas y yo por las suyas"

(Santa Teresa de Jesús).

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 12, 1-8: La norma de las normas: la misericordia por
encima de todo. “Si hubieseis comprendido… no condenaríais a los
que no tienen culpa”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Veamos en el pasaje de hoy cómo es que Jesús da el verdadero “descanso” (el


Shabat) y hace ligera la carga de la Ley.
El texto nos presenta la primera controversia sobre el estricto cumplimiento de la ley
del descanso “sabático” (cuya norma se encuentra en Éxodo 20,8-11). La escena
sucede en medio del campo. Los interlocutores son los fariseos.

Los fariseos le reprochan a Jesús el que sus discípulos hagan en un sábado algo que
no está permitido por la ley: “Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer
en sábado” (12,2). Ellos se refieren expresamente al “arrancar espigas y
comerlas” (12,1; oficio clasificado en el índice lo prohibido hacer en sábado). Ellos
solamente se fijan en la norma, no en el hambre de los discípulos (“sintieron
hambre”, se había dicho en el v.1) ni en la misericordia de Jesús que les permite
romper la norma para remediar la necesidad (“misericordia quiero…”, v.7).

Los fariseos esperaban que Jesús les hiciera caso y reprendiera a sus discípulos, pero
no sucedió así. De hecho, si los discípulos hicieron esto fue porque los incentivó su
Maestro.

La respuesta de Jesús, siguiendo el mismo esquema de los debates de los fariseos,


cita dos pasajes bíblicos en los cuales el remedio de una necesidad fue más
importante que la rigidez de la norma:
(1) Jesús lee el episodio de 1ª Samuel 21,2-7, donde sacerdote Ajimélek le permite
a David comerse el pan que se había destinado para el Templo y los sacerdotes (ver
Éxodo 25,23-30), ya que no había pan profano para comer (ver Mateo 12,3-4).
(2) Luego apela a un argumento jurídico tomado del mismo libro de la Ley: cuando
un sacerdote está en el ejercicio de sus funciones en el Templo no todas las estrictas
normas del descanso sabático le aplican (ver Mateo 12,5-6 citando Números 28,9-
10). De lo cual Jesús concluye: “Yo os digo que aquí hay algo mayor que el
Templo” (12,6). Esto quiere decir que si el Templo dispensa de la Ley del descanso,
Jesús puede dispensar a sus discípulos eventualmente de una norma que impedía la
caridad.

Jesús, “Dios-con-nosotros”, es “mayor que el Templo” (12,6) y “Señor del


Sábado” (12,8). Estas afirmaciones son sorprendentes. Para los fariseos suenan
como blasfemia inaceptable. Para los discípulos de Jesús sonarán como respuesta a
la pregunta por la identidad de Jesús –el verdadero “ungido” y “Templo” de Dios- y
punto de partida de una nueva actitud frente al aparato legal hebreo. Jesús deja
entender que ninguna institución puede estar por encima de la novedosa noticia de
la caridad del Reino que viene al mundo por medio de la predicación, los milagros y
los gestos de misericordia de Jesús.

La cita profética de Oseas 6,6, “Misericordia quiero, que no sacrificio”, introduce


una nueva crítica de Jesús a la rigidez espiritual de los fariseos. Una de las “fatigas”
(11,28) de la gente era el sentimiento de culpa por haber tenido que hacer algo
urgente que remediara sus necesidades pasando por encima de las normas
establecidas.

El verdadero culto a Dios no está en los ritos externos sino en el tener un corazón
como el de él –lo cual era la finalidad primera del culto externo-, predicaron los
profetas. Cuando esto no es claro se puede caer en posturas condenatorias que si
bien son coherentes con la norma escrita, pueden no coincidir con la prioridad de
Dios que es la vida plena del hombre.

Por eso Jesús dice dónde está la verdadera falta de los que cree que nunca cometen
faltas: “No condenaríais a los que no tienen culpa” (12,7).

La auténtica experiencia religiosa apunta siempre a la comunión con Dios. Si bien el


sacrificio del Templo tenía esta finalidad, no se podía olvidar que lo fundamental está
en el corazón: “Pues no te agrada el sacrificio, si te ofrezco un holocausto no
lo aceptas. El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y
humillado, oh Dios, no lo desprecias” (Salmo 51,18-19). Según eso, ¿cuál es el
verdadero rito que Dios espera de mí: el amor o la norma? Si respondemos que lo
segundo podríamos terminar, no sacrificándonos para Dios, sino sacrificando su amor
y “a los que no tienen culpa” (12,7).

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Cómo enfoca Jesús la polémica de los fariseos escandalizados porque los


discípulos hambrientos quebrantaron la ley para satisfacer su necesidad?
2. ¿Qué afirmaciones acerca de Jesús se hacen en este pasaje del evangelio? ¿Qué
nos dicen de “nuevo” acerca de Él?
3. ¿He “sacrificado” a alguna persona por el apego estricto a una norma?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 12, 14-21: “Mirad a mi Siervo, mi predilecto”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La postura de Jesús frente a precepto del sábado le acarrea persecución: “los


fariseos… se confabularon contra él para ver cómo eliminarle” (12,14).

Pero la persecución no calla la voz del profeta. Jesús aplica lo mismo que ya había
enseñado en el manual de la misión (“cuando os persigan en una ciudad huid a
otra”, 10,23), de ahí que “se retiró de allí” (12,15ª). Jesús no ofrece resistencia a
la hostilidad de los fariseos, en coherencia con el anuncio de las bienaventuranzas
(ver 5,4.9.39), ni le devuelve mal al mal sino que sigue adelante con su misión (ver
10,26-27) con firmeza –así su misma vida esté en juego-. Entonces las consecuencias
se ven: “le siguieron muchos y los curó a todos” (12,15b).

Los vv.16-21 nos colocan frente al primer gran cántico del “Siervo Sufriente de
Yahveh” proclamado por Isaías 42,1-4; se escucha la voz del cántico en el cual el
“Siervo” toma conciencia de su vocación.

Sobre este trasfondo bíblico el evangelista Mateo interpreta el sentido de la misión


de Jesús, el porqué y para qué de ella, así como el estilo particular caracterizado por
la misericordia. Meditando este pasaje al tiempo que se colocan al frente las
eventualidades del ministerio de Jesús, los discípulos van comprendiendo a fondo la
verdadera identidad de Jesús y lo que va implicar para ellos el seguimiento.

El Jesús que conocemos como “Señor del Sábado” y “Mayor que el Templo” es
también un “Siervo” humilde de los propósitos salvíficos de Dios por el camino del
sufrimiento. Su misterio irá saliendo a la luz en la medida en que avance el relato
evangélico. Por eso el aprendizaje de la identidad de Jesús será lento y prudente. Si
Jesús “les mandó enérgicamente que no le descubrieran” es porque no bastan
los milagros para sacar conclusiones inmediatas sobre quién es el Maestro, se
necesita la escucha de la palabra de Dios a la cuál Él le está dando cumplimiento
(“Para que se cumpliera el oráculo del profeta”, 12,17; ver 5,17).

A lo largo del evangelio, Mateo cita repetidas veces los cánticos del “Siervo
Sufriente”: en el bautismo (3,17; ver Isaías 42,1), en la pausa después de los
primeros milagros (8,17; ver Isaías 53,4), en la transfiguración (17,5; ver Isaías
42,1). Pero en precisamente en este pasaje donde aparece la cita más extensa
(12,18-21; ver Isaías 42,1-4).

Jesús, quien asume sobre sí mismo las “fatigas” y “sobrecargas” de la gente, quien
es “manso y humilde corazón” (11,28-29), es el “Siervo” que reúne todas esas
características: (1) “Elegido”, (2) “Amado”, (3) “Complacencia” del Padre, (4)
Ungido por el “Espíritu”, (5) Proclamador de la “justicia” de Dios a todas las
naciones (ver 12,18).

Pero lo que más sorprende es su estilo: la mansedumbre.

Jesús realiza su misión con la potencia militar. En estoy hay una gran diferencia con
el Mesías que esperaban algunos judíos. Los discípulos entonces van descubriendo
cómo Jesús marca la diferencia:
(1) No es amigo de peleas (“no disputará”);
(2) habla suavemente (“no gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz”);
(3) hace todo lo posible por no hacer daño a quien está convaleciente (“la caña
cascada no la quebrará”);
(4) respeta los signos pequeños de vitalidad (“ni apagará la mecha humeante”).

La misión de Jesús, a pesar del escándalo de los fariseos, proviene de Dios. Su estilo
misionero había sido profetizado por Isaías. No queda ahora sino seguir leyendo el
cumplimiento de la Palabra en cada una de sus acciones, guiados por las claves que
el profeta nos dio.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué hace Jesús cuando lo amenazan de muerte?
2. ¿De procede la figura del “Siervo Sufriente de Yahveh”?
¿Qué lo caracteriza?
2. ¿Qué nuevo conocimiento del misterio de Jesús nos aporta
el pasaje de hoy? ¿Qué implicaciones tiene para todo
“cristiano”, es decir, “ungido” en Cristo?

"No hay que menester alas para ir a buscar a Dios,


sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí"
(Santa Teresa de Jesús)
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 12, 38-42: El signo de Jesús exigirá una decisión cara
frente a Él. “No se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Seguimos leyendo el evangelio de Mateo. La última escena que leímos (12,14-21)


dejó claro que Jesús no pretende sustituir a las dominadores presentándose como
Mesías político, sino que viene como “Siervo” en la humildad y la mansedumbre.
Su proyecto es más de fondo: se parece a la limpieza de una casa (ver 12,22-32).
La blasfemia contra el Espíritu Santo (12,31-32) consiste en no dejar entrar –
intencionalmente- a Jesús en la casa para ser liberados de todo mal y dejar el
Reino de Dios actuar. Para ello, la estrategia de quien rechaza a Jesús es negar que
en Él pueda estar el poder de Dios. Sin embargo Jesús demuestra lo contrario: bajo
la apariencia humilde del Hijo del hombre Dios está transformando al hombre. Para
ellos hay que mirar los “frutos” (12,33-37).

Ahora vuelven a aparecer en escena los fariseos junto con los doctores de la Ley:
“Maestro, queremos ver una señal hecha por ti” (12,38). Como se puede ver,
la pregunta pretende indagar por los “frutos” de Jesús (“por los frutos se conoce
al árbol”, 12,33). Ellos le piden a Jesús que les de muestras palpables de que es el
Hijo de Dios.

La situación es grave: los doctores de la ley y los fariseos conocen la ley, pero no
son capaces de reconocer en las obras de Jesús la presencia de Dios, quien es el
Señor de la Ley.

La respuesta de Jesús es fuerte: “¡Generación malvada y adúltera! Una señal


pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás” (12,39). Para
ellos no era desconocido el libro de Jonás: cuando el profeta rebelde llegó a Nínive,
fue acogido por la ciudad entera y ésta hizo penitencia por sus pecados. En cambio
éstos, que son israelitas y conocen bien cuál es el querer de Dios, no han sido
capaces de tomar en serio al profeta que “más que Jonás” (12,41).

Pero Jesús se detiene en un signo particular que Dios realizó en el profeta Jonás:
cuando sufrió el naufragio, una ballena lo retuvo en su vierte durante tres días
completas y luego lo arrojó a la tierra (ver 12,40). Esta figura del misterio pascual
será la palabra definitiva de Jesús en la cual el poder de Dios se manifestará con
todo su esplendor y frente a la cual ellos deberán optar (“porque por tus
palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado”, 12,37).

Más diciente aún es el comportamiento de la Reina del Sur, quien hizo un largo
viaje para escuchar la sabiduría de Salomón, mientras que éstos –los escribas y
fariseos- teniendo a Jesús al frente de ellos no son capaces de tomar en serio su
sabiduría. Lo cierto que “aquí hay ago más que Salomón” (12,42).

Una vez más nos encontramos con la dureza de corazón de los adversarios de
Jesús, que son precisamente los representantes de los más religiosos del pueblo.
Los argumentos de Jesús han sido contundentes y ya ha anunciado que el fruto se
verá en el misterio pascual. Pero este “signo” se convertirá en juicio para ellos (“Se
levantarán en juicio contra ellos…”, 12,41.42).

Cuando Jesús los llama “generación malvada y adúltera”, no puede dejar de


verse allí una referencia a lo que realmente habita el corazón de los adversarios. En
ellos se hace verdadera la enseñanza anterior: “De lo que rebosa el corazón
habla la boca” (12,34)

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Le hemos pedido a Jesús alguna vez que nos un “signo”, una “prueba” de su
existencia o su divinidad? ¿Qué puede haber detrás de este tipo de solicitudes?
2. ¿En qué consiste la señal de Jonás?
3. ¿Qué consecuencias tiene el no tomar en serio a Jesús?

“Cómo ardía, Dios mío, cómo ardía en deseos de volar desde las cosas
terrenas hacia Ti, aún ignorando lo que querías hacer de mí”
(San Agustín).
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 12, 46-50: Se es familia de Jesús cuando se vive. según la
voluntad del Padre celestial. “¿Quién es mi madre y quiénes son mis
hermanos?”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: entro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

“Todavía estaba hablando a la muchedumbre…” (12,46) cuando, de repente,


llegaron los familiares de Jesús, “su madre y sus hermanos”, y se quedaron
esperando fuera (12,16a).

Cuando Jesús se entera de la solicitud de su famita, responde: “Estos son mi madre


y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial,
ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (12,49b-50).

Bien sabemos que en la manera de hablar de aquel tiempo, a los parientes cercanos
también se les llamaba “hermanos” (ver Levítico 10,4), por esa razón no habría que
buscar aquí motivos para poner en discusión si la Virgen Maríatuvo más hijos.

Lo cierto es que, según el texto, la mención de la palabra “hermanos” da la ocasión


para que Jesús se pronuncie sobre cuál es su verdadera familia. Para ello Jesús hace
una distinción entre la familia natural (entiéndase: biológica) y la familia espiritual
que nace del discipulado, donde los aspectos que generan vínculos son más estrechos
y fuertes que los de la familia natural.

Según el texto, Jesús no sale al encuentro de ellos sino que al señalar dentro de la
casa en la que está, cuál es su verdadera familia, más bien los invita a entrar a formar
parte de ella. El parentesco biológico con Jesús es insuficiente, puesto que tener parte
con Jesús hay que reconocer su verdadera identidad y no aprisionarlo en los
conceptos o prejuicios que se tengan por él por la simple convivencia en la infancia.
En otras palabras, se requiere el aprendizaje del evangelio.

La familia de Jesús es la comunidad de los “pequeños” que mediante la escucha de la


Palabra y la conversión a ella, va creciendo llevada por la mano del Maestro y
conducida hacia la plenitud de toda familia que la relación trinitaria (ver 28,19). La
comunidad de Jesús personifica a todas las personas que optan de corazón por Él y
eligen vivir según los criterios de su evangelio, encarnando las bienaventuranzas y
todas las enseñanzas de Jesús, haciendo presente de esta forma su obra salvadora
en sus vidas.

El núcleo del pasaje lo hallamos en la frase: “cumplir la voluntad de mi Padre


Celestial” (12,50). Mateo menciona expresamente el término “Padre” y no
simplemente “Dios”, ya que la captación de la voluntad de Dios está intrínsecamente
relacionada con esta revelación de la paternidad divina de la cual Jesús hace derivar
todo el evangelio. Es la comunión con este Padre la que permite hablar con certeza
de una “verdadera familia”.

La vida de esta nueva familia encuentra su sentido en el misterio del Reino que se
realiza en la historia, así como lo vamos a ver mañana en la las Parábolas de Jesús.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Para qué buscan los familiares (biológicos) a Jesús?

2. ¿Cómo se entiende la palabra “hermanos


de Jesús” en este pasaje?

3. ¿De qué manera una persona se hace


“familiar” de Jesús? ¿Cuál es el fundamento
de esta propuesta?

“Cuando oramos, nunca debemos


perdernos en tantas consideraciones,
intentando saber lo que hemos de pedir y
temiendo no conseguir orar como nos
conviene. ¿Por qué no decir más bien con
el salmista: ‘Una cosa pido al Señor y es
lo que busco: habitar en la casa del Señor
toda mi vida, contemplar la belleza del
Señor examinando su templo’ (Salmo
26,4)?”
(San Agustín)

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 12, 46-50: La belleza de una vida consagrada a Dios.
“Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi
hermano, mi hermana y mi madre”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Tomamos hoy la lectura propia de la celebración de la “Presentación de la


Santísima Virgen María”.
En el texto apócrifo del llamado “Proto-
evangelio de Santiago”, encontramos una
hermosa leyenda en la que se describe
poéticamente la presentación de la pequeña
María en el Templo de Jerusalén:

“El sacerdote la acogió, la besó, la bendijo


y la sentó en el tercer escalón del altar.
Y ella danzó sobre sus piecesitos
y toda la casa de Israel comenzó a quererla.
Sus padres se marcharon admirados.
María era alimentada en el Templo como una
paloma y
recibía el alimento por manos de un ángel”.

La fiesta mariana de hoy, nació de esta


tradición popular. Pero más allá de la leyenda
encontramos buenos motivos para
comprender mejor el misterio de María y
también el nuestro.

Una acción de gracias al Dios de la vida.


San Joaquín y Santa Ana, le agradecen a Dios
el don de la vida de su hija mediante el rito de
la presentación en el Templo. Es lo mismo
que María hará con su propio hijo Jesús,
cuando al llevarlo al Templo de Jerusalén ella
dé gracias públicamente por el don de su
maternidad y por el don de la vida nueva que
ha venido al mundo.
Una consagración de esta vida a Dios
para vivir en sintonía con su querer. En la
presentación en el Templo, a la acción de
gracias, le sigue un acto de consagración, de
ofrecimiento de la vida a Dios.

Por eso hoy contemplamos la dedicación total


de María a la voluntad de Dios. No es por
casualidad que hoy leemos en evangelio la
definición que Jesús da de su propia familia:
“Todo el que cumpla la voluntad de mi
Padre celestial, ése es mi hermano, mi
hermana y mi madre” (Mt 12,50).

María es plenamente la Madre de Jesús, no


solamente porque lo llevó nueve meses en su
vientre, porque lo dio a luz, porque lo
alimentó y lo educó, sino porque ella escuchó
y obedeció con una dedicación total a su
Palabra, porque esta Palabra fue el fuego que
ardió en su corazón y le indicó la ruta de su
proyecto de vida.

Durante toda su vida, desde la presentación


en el Templo como ofrenda viviente al Señor y
desde aquél día en que con su “sí” aceptó
ser la Madre de Jesús, hasta la dramática
experiencia del Calvario, María fue signo de la
adhesión, de la fidelidad, de la consagración
total a la voluntad de Dios.
De esta forma el misterio de María no se
agota en ella misma sino que ilumina
profundamente la vida de “todo” aquel que
como ella viva un serio camino de
discipulado. Porque María, por su
consagración total a la voluntad de Dios, es el
primer y más claro ejemplo del cumplimiento
de las palabras de Jesús que escuchamos hoy,
ella es también verdaderamente la “Madre” de
la nueva familia de Jesús.

Oremos hoy con esta bella antífona que honra


la consagración de María a la voluntad de
Dios:
“Oh, más alta que los querubines
y más gloriosa que los serafines,
Tú que llevas la palabra eterna,
Tú que escuchas y observas la palabra eterna,
Glorifica al Señor, ¡Aleluya!”

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida cotidiana:


1. ¿Dónde se inspira la celebración de hoy: la Presentación de María?
2. ¿Cuál es el sentido de la “presentación en el Templo”?
3. ¿Cómo el misterio de María ilumina mi propio misterio y me da pistas para
construir mi proyecto vida siguiendo los pasos de Jesús?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 13, 1-9: La Parábola del Sembrador. “Salió un
sembrador a sembrar…”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Comienza una nueva sección del evangelio de Mateo. Se trata del tercer gran
discurso formativo de Jesús a sus discípulos. Los dos primeros, el Sermón de la
Montaña (Mt 5-7) y el Manual de la Misión (Mt 10), constituyeron como dos
escalones en el camino de maduración de los discípulos.
Este nuevo discurso se centra en un aspecto importante del discipulado: Jesús no
sólo dice lo que hay que hacer sino –teniendo en vista la maduración de la fe de los
suyo- también los enseña a discernir la voluntad de Dios en cada circunstancia de
la vida. Para ello sirven las parábolas, las cuales son verdaderos ejercicios de
discernimiento espiritual que tratan de captar el acontecer discreto del Reino en
medio de las diversas circunstancias de la vida y motivan para hacer la elección
correcta de la voluntad de Dios.

Es así como se descubre la naturaleza sorprendente del Reino de Dios. La


enseñanza de Jesús se despliega a lo largo de siete parábolas bien ordenadas.
Después de una breve introducción (13,1-2), comienzan las parábolas: (1) El
sembrador (13,1-9), (2) El trigo y la cizaña (13,24-30), (3) El grano de mostaza
(13,31-32), (4) La levadura (13,33), (5) El tesoro escondido en el campo, (6) La
perla del mercader (13,45-46) y (7) La pesca en la red que atrapa todo (13,47-50).
Finalmente encontramos otra breve conclusión (13,51-52).

Las cuatro primeras parábolas, basadas en motivos vegetales, educan en el


discernimiento propiamente dicho; las otras tres están dichas para motivar el paso,
la decisión, ya que es posible tener claro lo que hay que hacer pero nunca llegar a
hacer. La última parábola confirma que éstas están presentadas en clave de
discernimiento: es como el pescado que cada día se sienta a la orilla del mar a
recoger la red lo que le sirve y devolver al mar lo que no sirve o todavía no está
maduro. Así la vida del discípulo todos los días y en este esfuerzo continuo debe
perseverar para conducir una vida según la voluntad del Dios del Reino.

Notemos la ambientación del discurso: “Aquél día, Jesús salió de casa y se


sentó a orillas del mar” (13,1). Jesús sale de la casa en la que estaba (ver el
evangelio de ayer) y se va a la orilla del mar. La multitud que se reúne en torno a
Él es grande (13,2). Con él subido en una barca y la gente sentada a la orilla. En
este bello escenario comienza la enseñanza.

La parábola del sembrador (13,3b-9), la primera en contarse, distingue diversos


tipos de terreno en los cuales caen las semillas arrojadas por el sembrador,
destacando al final un terreno es que es apto para la inmensa producción de que es
capaz una simple semilla.

Para penetrar el sentido de esta parábola, tengamos en cuenta ésta y la explicación


que viene más adelante (que es mucho más que una explicación, es casi otra
parábola), en realidad constituyen las dos caras de una moneda: la primera
enfatiza la “gracia” de Dios y la segunda la “responsabilidad” humana.

El comportamiento del sembrador, que es un profesional en la materia, ciertamente


parece extraño cuando deja caer algunas semillas en terreno impropio para el
cultivo. Sin embargo, esto corresponde a la realidad del evangelio: antes que la
calidad de la tierra, lo que vale es la calidad de la semilla. Así obraba Jesús:
arrojaba su semilla en corazones sobre los cuales los fariseos ya habían dado su
dictamen negativo y consideraban excluidas de la salvación.

Entonces la imagen de un sembrador arrojando las semillas en los tres primeros


terrenos es un retrato de la obra de Jesús quien no ha venido “a llamar a justos,
sino a pecadores” (9,13). Ante todo se proclama la bondad de Dios, quien no
tiene límites para ofrecer sus bendiciones (ver 6,45), pero esto implica de parte de
cada hombre el hacerse a sí mismo “buena tierra” para que la semilla de la
Palabra pueda crecer.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿En torno a qué idea fundamental gira la exposición de las siete parábolas de Mt
13?
2. ¿Cuál es el mensaje de la parábola del sembrador?
3. ¿Cómo aparece retratado el ministerio profético de Jesús en esta primera
parábola? ¿Me atrevo a hacer lo mismo situaciones en las cuales ya todo el mundo
cree que no hay esperanza de cambio?

“Para conseguir esta vida beata, la misma verdadera Vida en persona nos
ha enseñado a orar, no con muchas palabras, como si por ello fuésemos a
ser mejor escuchados cuanto más prolijos seamos (…). Puede parecer
extraño que Dios os ordene hacerle peticiones cuando Él conoce, antes de
que se lo pidamos, lo que necesitamos. Debemos, sin embargo, considerar
que a él no le importa tanto la manifestación de nuestros deseos, cosa que
él conoce perfectamente, sino más bien que estos deseos se reaviven en
nosotros mediante la súplica para que podamos obtener lo que ya está
dispuesto a concedernos (…)”

(San Agustín)

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 13,10-17: Conocer los secretos del reino. “A vosotros os
ha sido dado conocer los secretos del reino”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Jesús acababa de contar la parábola del sembrador a una multitud que se había
juntado a la orilla del lago dispuesta a escuchar su enseñanza. El texto lo presenta
subido a una barca.

Terminado el relato, o mejor, los relatos porque según dice el texto: “les explicó
muchas cosas en parábolas” (13,3), los discípulos se acercaron y le preguntaron
por qué a la gente le hablaba en parábolas.

La respuesta de Jesús es un poco enigmática, y casi como que diríamos divide a sus
oyentes en dos grupos: (1) Aquellos que han hecho un proceso en la comprensión,
asimilación y vivencia de la Palabra y (2) aquellos que aún habiéndola escuchado
no se han empeñado en un camino de conversión personal.

Jesús dice a sus discípulos que no es por ellos que habla en parábolas, pues ellos
ya han hecho un camino en la comprensión de los ‘secretos del reino’. Mas adelante
les confirma esto cuando les dice: “Dichosos en cambio los ojos de ustedes
porque ven y sus oídos porque oyen” (16). Es una ratificación del camino de
adhesión a Él que han venido haciendo. Conclusión: No es necesario hablarles a
ellos en parábolas.

Pasamos a la segunda parte de la respuesta de Jesús.

Retomemos el texto: “A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del


reino de los cielos, pero a ellos no se les concede” (11). No podemos pensar
que se trate de un privilegio ‘dado’ a algunos, los que si comprenden y ‘negado’ a
otros, los que no. El comprender o no, es fruto de un camino de conversión, de
acercamiento a Jesús, de apertura conciente a su palabra y requiere esfuerzo. No
es un simple oír la Palabra y dejar que ésta resbale exteriormente sin que toque la
vida.

Jesús dice “Al que tiene le darán y le sobrará; al que no tiene le quitarán
aún lo que tiene” (12)

Para quien ha hecho un camino serio de apertura y confrontación con la Palabra de


Dios, todo lo que sucede es ocasión de crecimiento de la riqueza interior: se le dará
más. Pero para quien no ha recorrido este camino, lo poco que podría tener lo
pierde. Es fuerte Jesús cuando dice: “Al que no tiene se le quitará aún lo que
tiene” (12). Entonces este tipo de personas se vuelve impermeable a la acción de
Dios, a todas las maneras como Dios se quiere acercar a ellos. “Miran y no ven,
escuchan y no oyen ni comprenden” (13). Jesús, a este momento, cita una
dura profecía de Isaías: (14)

La causa de una tal cerrazón es el corazón endurecido que no deja penetrar la


‘buena nueva’ de Cristo.

Mateo subraya en este momento tres partes del cuerpo: corazón, ojos, oídos. El
corazón cerrado impide ver y oír. Es dura la expresión que cita Jesús de
Isaías: “Por más que escuchen no comprenderán. Por más que miren no
verán” (14). Es la sordera y la ceguera espiritual causadas por la también
espiritual arteriosclerosis del corazón.

Jesús termina con una bienaventuranza para sus discípulos por tener ojos que ven
y oídos que oyen. No tanto porque tienen ojos y oídos buenos, sino porque su
corazón es abierto y capta, sin dificultad, el mensaje de Jesús.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. Según Jesús ¿Cuál es la verdadera causa de no oír, ver ni comprender su
Palabra?
2. Si examino mi corazón, ¿cómo lo hallo en relación con la escucha de la Palabra?
3. ¿Qué me pide el Señor en relación con el evangelio de hoy?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 13, 18-23: Atención a lo interior: Las vicisitudes de la
Palabra en la vida del discípulo. “El que oye la Palabra y la
comprende: éste sí que da fruto y produce”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Anteayer leímos la parábola del sembrador (13,3b-9), hoy tenemos la oportunidad


de profundizarla.

La parábola del sembrador retoma muy bien lo que le sucede a uno en la


experiencia de la Palabra. De hecho, el primer enunciado de la parábola nos hizo
caer en cuenta que Dios nos ofrece el don de su palabra-semilla sin fijarse
inicialmente qué tipo de terrenos somos. Es claro desde el principio que hay un
terreno ideal, pero sucede en un caso de cada cuatro.

La otra cara de la moneda que nos presenta la parábola nos confronta con la
seriedad o no con que acogen el don de la semilla. La palabra, como fuerza de vida
que es (por eso se la compara con una semilla) comienza a generar procesos en la
vida de quien la recibe. Es aquí donde cuenta mucho nuestra responsabilidad:
“Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino” (13,19ª).

(1) El caso de quien no comprende la Palabra del Reino (13,19b)

Mateo enfatiza el término “comprender”, que aquí es “aferrar” o “arraigar”, es


decir, que le permitió un espacio en su vida y se dejó confrontar por ella.

Algunas experiencias de escucha no tienen el espacio suficiente para que ella haga
su efecto y entonces se pierde rápidamente el primer esfuerzo. Hay oyentes
distraídos que no se dan al menos un espacio de oración para asimilar la
Palabra oída (o leída), o más exactamente, para “comprenderla”.

(2) El caso de quien no cultiva procesos (13,20-21)

Sucede a veces que se vive una vida espiritual hecha de momentos puntuales pero
no se cultivan procesos. Esto no es conveniente, y mucho más cuando se trata de
una experiencia de la Palabra: la semilla necesita surco.

A ésta realidad se está aludiendo cuando se advierte que uno de los factores que
provocan fracasos y desilusiones es la “falta de raíz en sí mismo”, la cual está
acompañada de la “inconstancia”. Se vive de emociones, de momentos luminosos
y bellos, de ahí que ésta se vuelva pasajera. Mucho más cuando se viven
momentos duros de confrontación, “una tribulación o persecución por causa
de la Palabra” (13,21), entonces la persona “se escandaliza” porque sólo quiere
gloria pero no cruz (precisamente aquí está hablando del “escándalo de la cruz” que
provoca deserciones).

(3) El caso de quien no se deja tocar hondamente por la fuerza


transformadora de la Palabra (13,22)

Hay personas que han realizado un camino de vida espiritual serio y prolongado,
pero descuidan la necesaria “vigilancia” espiritual.

Existen dos factores que hay que discernir constantemente en la vida espiritual
para que el camino de maduración sea siempre ascendente y provechoso: (a) las
preocupaciones del mundo (que es el stress; ver el evangelio sobre el stress en
6,24-35); (b) la seducción de las riquezas (o los apegos que distraen el corazón de
lo esencial). Ambos casos ya fueron tratados en el Sermón de la Montaña: tenemos
aquí un signo claro de una Palabra que ha sido oída, aceptada con gusto, pero que
no ha purificado verdaderamente el corazón.

(4) El oyente ideal de la Palabra (13,23)

Al final, en el perfil del oyente ideal de la Palabra, nos encontramos de nuevo el


término “comprender”. Este conocimiento profundo, que había sido señalado en
13,14-15, supone una experiencia vital de la Palabra que, en cuanto semilla, ha
germinado y está en condiciones de dar lo frutos de vida del cual es portadora.

A veces nos preguntamos por qué, a pesar de tantos esfuerzos, seguimos todavía
en el mismo punto, sin percibir avances reales en la vida espiritual. Hoy el
evangelio nos explica por qué.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué enfatiza la explicación de parábola del sembrador?
2. ¿Cuál de los cuatro tipos de “oyente” se parece más a mí?
3. ¿Qué decisiones voy a tomar para hacer posible –en lo que a mí respecta- un
camino de maduración en la fe que sea siempre ascendente y que le da a mi vida la
fecundidad prometida en el evangelio del Reino?

Cómo entró santa Teresa en un renovado camino de oración (II)


“Cuando comencé a leer las ‘Confesiones’ (de san Agustín), paréceme me
veía yo allí. Comencé a encomendarme mucho a este glorioso Santo.
Cuando llegué a su conversión y leí cómo oyó aquella voz en el huerto
(‘Toma y lee’), no me parece sino que el Señor me da dio a mí, según sintió
mi corazón. Estuve por gran rato que toda me deshacía en lágrimas, y
entre mí misma con gran aflicción y fatiga. ¡Oh, qué sufre un alma,
válgame Dios, por perder la libertad que había de tener de ser señora, y
qué de tormentos padece! Yo me admiro ahora cómo podía vivir en tanto
tormento. Sea Dios alabado, que me dio vida para salir de muerte tan
mortal”
(Santa Teresa de Jesús).
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 13, 24-30: Aprender la paciencia de Dios: “Señor, ¿No
sembraste buena semilla?”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: entro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

“Otra parábola les propuso…” (12,24)

El evangelio de hoy, una de las tres parábolas de la “semilla”, nos coloca frente a una
realidad frecuente que llevamos dentro: la impaciencia.

Jesús nos enseña a ampliar los horizontes a partir de este caso concreto y a tomar
actitudes en consonancia con la manera como acontece el Reino de los Cielos en el
mundo.

La parábola del “trigo y la cizaña” se desarrolla en torno al fuerte contraste de dos


realidades opuestas que, mediante una dinámica propia, conduce a la victoria final
de aquello que había sido amenazado: el trigo y la cizaña pueden estar juntas durante
mucho tiempo –aún con detrimento de la primera-, pero al final serán separadas.

La parábola responde al escándalo que les sobreviene a algunos discípulos del Señor:
hay mucho mal en el mundo –simbolizado en la “cizaña”-, y se quisiera que Dios
interviniera con todo su poder para colocar el mal en su lugar y exaltar a los buenos,
pero no parece suceder nada.

La parábola nos enseña que aquí en la tierra todo se da mezclado: al lado de los
buenos están los malos. Esta convivencia continuará, según dice el patrón de la
parábola: “Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega” (13,30a). Pero esto
no debe desanimar a los discípulos: de ninguna manera deberán ceder ante los
ataques del mal, por el contrario tendrán que mantener una vigilancia activa y
sostener un esfuerzo grande de evangelización.
Con todo, hay una luz de esperanza: esta situación no durará para siempre. Es claro
que no da lo mismo ser trigo que cizaña. De ahí que al final de los tiempos se hará
un juicio: “Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la
cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero”
(13,30b).

Por el destino final que tiene cada una de las plantas se comprende que con las
decisiones y acciones de cada persona se pone en juego el propio futuro, el destino
final. Por lo tanto hay que ser responsables con la vida.

Junto a este sentido de responsabilidad que debe tener cada persona, esta parábola
nos deja una bellísima lección sobre la paciencia: así como el patrón, Dios le da
tiempo a cada persona para que recapacite, y con esta actitud estará esperando por
su conversión hasta el final.

Lo mismo debemos hacer con nuestros hermanos con los cuales hemos perdido la
paciencia por su reticencia en el pecado: hay que insistir, darle una oportunidad,
esperar por su conversión.

Finalmente, tengamos en cuenta que hay un segundo motivo importante por el cual
el patrón no permite que se arranque la cizaña. Lo sabemos todos por experiencia:
nadie es completamente trigo (hay escuchar a los santos: siempre se reconocen
pecadores) ni completamente cizaña (no hay nadie que, por muy malo que sea, no
tenga en el fondo un buen corazón). Por lo tanto no hay que caer en la actitud
equivocada de quien separa tajantemente el mundo de los buenos y el mundo de los
malos. En cada persona hay un poco de todo. Más bien hay examinarse
continuamente y trabajar todos los días por la santidad.

En fin, no nos corresponde a nosotros juzgar sino más bien evaluarnos a nosotros
mismo (ver también 7,1-5).

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Seguimos haciendo dicotomías entre las personas: los buenos y los malos?
(generalmente nos colocamos en el primer grupo) ¿Qué enseña la parábola al
respecto?

2. ¿Por qué no fue arrancada la cizaña


inmediatamente?

3. El mal en el mundo atormenta y lleva


incluso a protestarle a Dios: “¿por qué no
intervienes?”. ¿Qué implica la paciencia de
Dios para aquellos que le hacen juego al mal?
¿Dios les aprueba el mal que hacen? ¿Qué
exige Dios?
Cómo entró santa Teresa en un renovado
camino de oración (III)

“Acaecíame (en el momento de ponerme


en oración, o bien) en esta
representación que hacía de ponerme
cabe Cristo, que he dicho, y aún algunas
veces leyendo, venirme de improviso un
sentimiento de la presencia de Dios que
en ninguna manera podía dudar que
estaba dentro de mí o yo toda engolfada
en Él”
(Santa Teresa de Jesús).

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 13,47-53: Ser discípulos del reino. Se parece al dueño de
casa que sacad de su tesoro cosas nuevas y viejas”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

El evangelio de hoy nos presenta dos pequeñas parábolas que nos ilustran muy
bien en qué consiste el reino de los cielos: la red y el letrado que se ha hecho
discípulo del reino.

La parábola de la red empieza con una mirada universal. La red es una y “echada
en el mar atrapa peces de toda especie” (47). Es como si Jesús quisiera
recordarnos que el Reino de los cielos está abierto a todos. No se trata aquí de una
red selectiva en la cual sólo entran algunos peces.

Posteriormente Mateo nos habla de pescadores y de selección. Ellos escogen y


apartan los buenos de los malos. Los primeros los ponen en cestas y los segundos
los tiran. Esto nos hace recordar la comparación de Jesús citada en Mateo 25,31-46
hablando del juicio final cuando coloca a las ovejas a su derecha y los cabritos a su
izquierda. A este punto es importante recordar que el don de la salvación es
ofrecido a todos. También nos lo confirma el hecho de que la red la sacan
solamente cuando está llena.
Jesús aplica esta parábola a aquello que sucederá al fin del mundo con los malos
que serán echados al horno de fuego.

Antes de continuar su discurso Jesús, como queriendo captar la atención de sus


oyentes, pregunta: “¿Lo han entendido todo? (51) y ellos le responden que sí. A
la respuesta afirmativa de quienes lo escuchan Jesús añade la última parábola que
nos aclara muchos aspectos.

Empieza con una afirmación bien interesante. Habla de “un letrado que se ha
hecho discípulo del reino” (52). Es interesante ver cómo Jesús, en esta
parábola, ya no habla de una comparación con el reino de los cielos, sino con uno
que se ha hecho discípulo del reino. Si pasamos esta expresión por las parábolas
anteriores podríamos afirmar que discípulo del reino es:
1. Quien ha dejado que la semilla de la Palabra de Dios caiga en su vida como
en un terreno fértil y produzca ciento, sesenta y treinta por ciento.
2. Quien creciendo junto a la cizaña se ha mantenido como buen trigo que al
final es llevado a los graneros del reino.
3. Quien dejando que en su corazón crezca la Palabra de Dios, se ha hecho
árbol frondoso capaz de ser casa para otros
4. Quien como buena levadura es capaz de fermentar la masa del pueblo
donde se encuentra.
5. Quien se desprende con alegría de todo lo que tiene, para adquirir el
verdadero tesoro y la perla fina
6. Quien así obra será como el pescado bueno escogido y metido en la cesta.

¿Que es lo que hace de particular quien se ha hecho discípulo del reino? El texto
nos dice que “se parece al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas
nuevas y viejas”. (52). Es interesante esta afirmación. No solamente saca cosas
‘nuevas’ rechazando lo que de alguna forma podría llamar ‘viejo’. Es el equilibrio de
quien sabe aprovechar todo sin aferrarse ni a las tradiciones antiguas ni a las
novedades del momento. Sabe que todo esto puede servir para hacerse ‘discípulo
del reino’.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿A qué se refiere Jesús cuando habla de peces buenos y malos? ¿Qué hace con
cada uno de ellos?
2. Según mi modo de proceder, ¿a dónde iría a parar yo, a la cesta de los peces
buenos o al fuego?
3. ¿Cuáles son las tradiciones o las novedades a las cuales nos aferramos en la
familia o en la comunidad o que más rechazamos?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 13, 54-58: Jesús, motivo de escándalo. “Y se
escandalizaban a causa de Él”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Con el texto de hoy comenzamos una nueva etapa en nuestro caminar de la mano
del Evangelio de Mateo. Una vez que se ha expuesto cuál es la nueva visión que
caracteriza a un discípulo de Jesús, éste es interrogado por su experiencia de fe.
Desde aquí hasta Mt 17,22, vamos a encontrar una serie de cuadros evangélicos en
los cuales cada uno de nosotros se verá confrontado sobre la dinámica, la
profundidad y la expresión concreta de su relación con Jesús.
Nuestra galería de cuadros abre justamente con la antítesis:
la falta de fe en Jesús. Sus propios coterráneos “se
escandalizaban a causa de él” (13,57). Es interesante
notar que en la actitud de la gente se da un vuelco radical:
(1) se maravillaban (13,54) aunque luego (2) se
escandalizaban (13,57).

Por otra parte, quienes viven este cambio de actitud ante


Jesús no son las personas lejanas, los pecadores, los
paganos, etc., sino precisamente aquellas personas que más
estaban familiarizadas con el Señor: lo conocían desde niño
en la pequeña aldea de Nazareth, allí no era ningún extraño,
incluso se podía identificar bien a cada uno de los de su
familia.

¿Cuál es el escándalo que cierra el corazón a la fe entre las


personas más cercanas a Jesús? Está en no ver en Jesús nada
más que un hombre, una persona común y corriente, y por lo
tanto un fabulador que ofrece cosas que sería incapaz de
realizar.

¿Por qué sucede esto? Es lo que se podría llamar el


“escándalo de la encarnación”: la humanidad plena de Jesús
puede llevar quien lo trata a una familiaridad tal con Él de
manera que, como decimos hoy, ya “no le significa”, es decir,
no consigue penetrar el misterio de su persona. La
familiaridad excesiva lleva a la rutina, la rutina a la
superficialidad en el trato, la superficialidad a las resistencias
ante lo nuevo del otro y, entonces, la resistencia cierra a la
fe.

Es lo mismo que nos sucede con alguna frecuencia en las


relaciones humanas: fijamos a las personas con “etiquetas” y
les negamos la oportunidad de mostrarnos algo más de sí
mismas. En la vida espiritual esto es peor ya que con Dios
corremos el riesgo de caer en la actitud de la gente de
Nazareth, esto es, caer en la rutina espiritual, perder el
encanto y el sabor de los asuntos del Señor que es
eternamente novedad, su misterio es sorprendente.

La fe supone fascinación del Otro que se descubre y se


expresa en la apertura a la novedad que siempre está por
revelarse. Si queremos conocer a Jesús es necesario que nos
dejemos sorprender y que la maravilla que nos causan sus
palabras y sus obras sea la pista para descubrir su verdadero
origen en Dios y el gran valor de la obra que quiere realizar
entre nosotros permanentemente.

Esta apertura de la fe es condición para que su actuar tenga


efecto en y entre nosotros.

Digámosle hoy a Jesús: “Que todo mi ser se abra más a ti,


Señor, para que tú obres más en mi”.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Soy de las personas que se relacionan con los demás a partir de “etiquetas”,
negándole a los otros la oportunidad de revelarnos algo nuevo de sí mismas?
2. ¿Estoy siempre abierto a Jesús? ¿Me dejo sorprender y fascinar por él?
¿Descubro la novedad de su presencia salvadora en mi historia y en la historia de
los otros?
3. ¿Qué voy a hacer para profundizar en el conocimiento de Jesús y abrir las
puertas de mi fe para que él haga obras nuevas en mí?

No olvidemos que hoy conmemoramos a san José como obrero, de él dijo el Papa
Juan Pablo II: “Gracias a su banco de trabajo sobre el que ejercía su profesión
con Jesús, José acercó el trabajo humano al misterio de la
redención” (Exhortación “Custodio del Redentor”, 22). Reconozcamos hoy, en
presencia del creador, el valor y la dignidad del trabajo humano.

Según el Poeta Paul Claudel, san José también entendía de “Lectio Divina”. He aquí
una bella oración suya que podríamos hacer nuestra antes de comenzar el ejercicio
de la “Lectio”, sobre todo cuando lo hacemos por la noche, después de un día intenso
de trabajo:

“Cuando las herramientas están guardadas en su lugar y el trabajo del día


se acabó.
Cuando desde el Carmelo hasta el Jordán, se adormece Israel en trigo y en
la noche.
Como antaño, cuando era joven y mozo, cuando comenzaba a oscurecer
demasiado para leer…
José entra en conversación con Dios, con un gran suspiro.
Prefirió la Sabiduría y es a ella a quien le llevan para desposársela.
Está en silencio como la tierra en la hora del rocío.
Está en la abundancia y en la noche.
Está bien con la alegría, está bien con la verdad.
María está en su casa y él la rodea por todos lados.
No fue en un solo día que aprendió a no estar solo…
Ya no es la misma oración y ya no es la antigua espera,
desde que siente, como un brazo…
el apoyo de este ser profundo e inocente.
Ya no es la fe desnuda en la noche;
es el amor que explica y opera.
José está con María y María está con el Padre”.
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 14, 1-12: El costo de ser profeta. “Su bandeja fue traída en
una bandeja y entregada a la muchacha”
Fuente: entro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Ante la persona de Jesús siempre se toma alguna posición. En el texto de ayer


vimos la reacción de las personas familiarizadas con Jesús desde pequeños, hoy
vemos la reacción de uno que ni siquiera lo ha visto, uno –por así decir- extraño a
Jesús: el rey Herodes, rey (con título de Tetrarca) de la región donde Jesús está
evangelizando.

Con el rey Herodes como protagonista tenemos hoy el segundo cuadro de la galería
de las experiencias de fe. Pero de nuevo tenemos la antítesis de la fe: un hombre
que no comprende la identidad de Jesús (dice: “Ese es Juan el Bautista, él ha
resucitado...”), que saca conclusiones rápidas acerca de Jesús (“... por eso
actúan en él fuerzas milagrosas”). Para Herodes la persona de Jesús es el
fantasma de su víctima.

El texto de hoy lo podemos leer desde tres ángulos:

1. La evangelización llega al rey. El evangelio no sólo llega a los ambientes


populares sino que resuena también en el palacio del rey (“Se enteró el
rey Herodes de la fama de Jesús”). Esta es la evangelización que toca las
estructuras del poder, los centros de decisión. Y también aquí encontramos
resistencias para que el nombre de Jesús sea aceptado de manera que todos
se descubran amados, perdonados y salvados. El evangelio llega allí donde
pueden incubarse actitudes de sometimiento del otro para generar un
hombre nuevo, no centrado en sí mismo sino en el servicio (ver Mt 20,25-
26).

2. La falsa idea que el rey se hace de Jesús. Las “fuerzas milagrosas” de


Jesús tienen su explicación –según Herodes- en un eventual resurrección de
Juan Bautista y no en la novedad del Reino predicada por Jesús y de la cual
el Bautista había sido el precursor y el último de sus profetas (ver 11,13). El
rey no es capaz de dar un paso adelante en el itinerario histórico-salvífico.
La actitud de Herodes ante Jesús concuerda mucho con el sentir popular que
se expresará más adelante cuando Jesús pregunte qué es lo que la gente
piensa de él (ver Mt 16,13-14).

3. El pecado del rey. Cuando Herodes escucha hablar de Jesús lo que emerge
en su conciencia es la historia de su pecado (“lo que sucedió es que...”,
v.3): el asesinato de Juan Bautista víctima de su negativa para cambiar su
vida de pecado (14,4), de su miedo a la impopularidad (14,5) y de su
estupidez como gobernante (14,7 y 9). La historia del martirio de Juan en
realidad le hace un juicio al rey, poniéndose así de relieve para nosotros los
lectores, cómo es un modo de pensar y de actuar incompatible con el
evangelio.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué cobertura tiene mi acción evangelizadora? ¿Me preocupo por llevar la
Palabra hasta los centros de decisión que hay hoy? ¿Qué es lo que Jesús
quiere transformar allí?
2. ¿Quién era Jesús para Herodes? ¿Quién es Jesús para mí?
3. ¿Qué me enseña la historia del martirio de Juan? ¿Cuál es mi pecado que me
puede llevar a hacer a otros “víctimas” de mis errores?

“Mirad a los hombres, vuestro prójimo, imagen de la Santísima Trinidad,


hecho para compartir su Gloria, con el universo a su servicio, miembros de
Jesucristo, rescatados a toda costa de tantos dolores, oprobios y sangre.
Mirad su inmensa miseria (…).
Si considerarais atentamente la obligación que tenéis de centraros en el
honor de Jesucristo y la salvación de los hombres, veríais qué deber es
para vosotros el estar listos para todo trabajo y esfuerzo a fin de llegar a
ser aptos instrumentos de la gracia de Dios”
(Carta de San Ignacio de Loyola a los hermanos de Coimbra)
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 16, 13-19: Un testimonio firmado con la propia
sangre. “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La de hoy es una solemnidad que nos invita a reposar en la Palabra. El martirio de


los apóstoles Pedro y Pablo nos da la ocasión para que nos pongamos de cara al
misterio de la Iglesia.

1. Pedro y Pablo: dos caminos y un mismo destino

Una antigua y muy respetable tradición asocia


a Pedro y Pablo. Partiendo de Jerusalén, cada
uno de ellos llegó por sus propios medios a la
capital del Imperio Romano -en ese momento
“centro del mundo”- para animar las
comunidades daban testimonio de Cristo en
este lugar clave. Allí evangelizaron hasta que
sellaron su ministerio apostólico en el
martirio, hasta que firmaron su testimonio de
Jesús predicado con su propia sangre.
Como cuenta el historiador Eusebio de
Cesarea:

“Por último de sus iniquidades, el


emperador Nerón declaró la primera
persecución contra los cristianos cuando
los santísimos Apóstoles, Pedro y Pablo
fueron coronados en el combate por
Cristo con la corona del martirio”.

Y también Sulpicio Severo:

“Por leyes se prohibió la religión y por


edicto se declaró no ser lícito el
cristianismo. Entonces fueron
condenados a muerte Pedro y Pablo. A
Pablo le cortaron a espada el cuello, a
Pedro lo levantaron en una cruz”.

Dos martirios grabados en la memoria


de la Iglesia

Cuando uno se pasea por las catacumbas


romanas como humilde peregrino, uno no
puede evitar el estremecimiento al ver los
nombres de los dos apóstoles gravados el uno
al lado del otro en los grafittis de los
pasadizos subterráneos. También dos
basílicas mayores en Roma llevan sus
nombres. Uno los ve a los dos juntos,
llevando en sus manos los instrumentos de su
martirio: Pedro, la cruz invertida, porque
según la tradición se declaró indigno morir de
manera idéntica a su Maestro; Pablo, la
espada con la que fue decapitado,
probablemente en un sitio conocido como
“Tres Fuentes”. Estas imágenes las vemos con
frecuencia en los capiteles, vitrales, iconos y
retablos.

Por esto no nos extraña que también en el


calendario litúrgico de la Iglesia los
encontremos asociados en la misma
fiesta. Como dijo san Agustín: “Se celebra el
mismo día la pasión de los dos apóstoles,
pero los dos no hacen más que uno”.

Dos tipos distintos

Pero, ¿qué hay de común entre el humilde


pescador de Galilea y el gran intelectual salido
de la academia de Tarso y de la prestigiosa
escuela de Gamaliel?

Pedro anduvo con Jesús de Nazareth por los


caminos de Galilea, siguiéndolo con
generosidad, tomando el liderazgo entre sus
compañeros, sufriendo las consecuencias de la
terquedad de su noble corazón. Él acompañó
al Maestro hasta el fin, o mejor, casi hasta el
fin, cuando su debilidad lo llevó a negarlo;
pero su fidelidad fue finalmente la del amor
primero de Jesús, porque la mirada
misericordiosa del Señor le llegó bien hondo y
lo llamó de nuevo.

Pablo no caminó con el Jesús terreno, ni


escuchó sus parábolas, ni compartió con él la
cena. Más bien -a pesar de que escuchó
hablar de él- lo que hizo fue combatir a los
cristianos que propagaban su memoria y
afirmaban su resurrección. También él
experimentó la misericordia del Resucitado,
quien lo llamó en el camino de Damasco e
hizo de él el intrépido apóstol que abrió tantos
caminos al evangelio y formó muchas de las
comunidades que todavía hoy siguen
inspirando las nuestras.

Un camino de comunión

Pedro y Pablo, dos hombres bien diferentes


en sus orígenes, formación y temperamento
que, a pesar de sus resistencias, fueron
ambos llamados y moldeados por las palabras
y el Espíritu de Jesús. Pero el mismo Señor
hizo que sus ministerios fueran
complementarios y los constituyó en pilares
de la Iglesia naciente.

Hay que destacar que el entendimiento entre


ellos no fue fácil. Ambos tuvieron que
aprender los caminos de la “comunión”,
núcleo del evangelio. Por ejemplo, en Gálatas
2,9, Pablo cuenta con alegría como en la visita
a Jerusalén Pedro, Santiago y Juan “nos
tendieron la mano en señal de
comunión”, pero también como luego tuvo
que reprenderlo: “al ver que no procedía
con rectitud, según la verdad del
Evangelio, lo acusó de arrastrar a otros a
“actuar la misma comedia” (ver 2,11-14).

La complementariedad entre los dos apóstoles


es necesaria. En materia de “comunión”, la
Iglesia no nació “sabida”, ella tuvo que
aprender. Es bonito ver eso: a pesar de contar
con las “memoria” de la palabras y dichos de
Jesús, entre los primeros cristianos nadie
sabía de una vez por todas lo que había que
hacer en todas las circunstancias de la vida.
Por eso, cuando tenían un problema,
dialogaban entre ellos y, si era el caso, no
tenían reparo en debatir algunos temas
polémicos que iban surgiendo. Lo importante
era que (1) lo hacían con una fidelidad total al
Señor, sin apartar la mirada de Jesús; y (2) se
dejaban orientar por los apóstoles. Así, la
Iglesia primitiva, fue un verdadero volcán de
amor, abierta dócilmente a la guía del Espíritu
Santo, pronta para el servicio de la
Palabra. Esta era la raíz de la comunión
eclesial que fue animada por los apóstoles.
Hoy son motivo de fiesta

Dice una antigua antífona de la liturgia armena: “La Iglesia, hoy se regocija. Es
la solemnidad de los Apóstoles que la adornaron con joyas sin precio, en la
Gloria del Verbo hecho carne”.

La memoria de los apóstoles Pedro y Pablo no es de ninguna manera


secundaria. Cada uno de ellos, con su propio carisma, de Jerusalén a Roma,
siguieron el camino de la Palabra, para que la Buena Noticia de Jesús muerto y
resucitado pudiera ser escuchada por todos, y para que con su enseñanza la vida en
Jesús resucitado tomara forma en los nuevos ambientes en los que penetraba el
Evangelio. Su ministerio amasó el pan de la Iglesia con la levadura del Evangelio.

Veinte siglos después de su muerte, nosotros seguimos en esa misma ruta,


dejándonos impactar por el ímpetu de su testimonio e intentando aprender siempre
de nuevo una vida de “comunión” en todos los niveles de la Iglesia.

2. La “Roca” de la Iglesia

El evangelio se centra en la persona de Pedro,


el discípulo que Jesús ha venido educando
progresivamente en la fe (ver Mateo 14,31).
La revelación de la filiación divina de Jesús (“el Hijo de Dios vivo”), que hace de
Pablo un apóstol (ver Gálatas 1,16), constituye a Simón Pedro en la roca sobre la
cual Jesús construirá su Iglesia, una roca que ni aún las fuerzas del mal
conseguirán abatir. Su confesión de fe expresa el sentir de la Iglesia entera, su fe
es clara e inequívoca

Esta escena se presenta en contraluz con dos relatos previos en los que los fariseos
y saduceos: (1) son reprendidos por Jesús por pedir un signo para creer (Mateo 16,1-
4; y él no les da un signo distinto a su persona); (2) son puestos como ejemplo de
la actitud y de la doctrina que no hay que seguir (16,5-12).

2.1. Simón le dice a Jesús: “Tú eres…”

Después que le hacen el repaso de las diversas opiniones que la gente tiene acerca
de él (16,13-14), Jesús les pregunta a los discípulos qué opinión tienen de Él.
Entonces Simón Pedro responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (16,16).

En esta confesión de fe, el apóstol reconoce la doble relacionalidad que caracteriza


de manera inequívoca a Jesús:
(1) Con relación al pueblo, Jesús es el Cristo (Mesías): el único, el último y definitivo
rey y pastor del pueblo de Israel, enviado por Dios para darle a este pueblo y a toda
la humanidad la plenitud de vida (como se vio en la multiplicación de los panes y los
otros milagros).
(2) Con relación a Dios, Jesús es su Hijo: vive en una relación única, singular con
Dios, caracterizada por el conocimiento recíproco, la igualdad y la comunión de amor
entre el Padre y entre ellos (ver Mt 11,27).
El Dios que revela Jesús es calificado como “Dios viviente”. Con esto se quiere decir
que se trata del único Dios, el verdadero y real, que es vida en sí mismo, que ha
creado todo, que su inmenso poder vence la muerte.

Pero esto que Pedro dice de Dios tiene que ver directamente con Jesús. Jesús es el
único Mesías que, profundamente ligado al poder vital mismo, al Dios viviente, está
en capacidad concederle a la humanidad el bienestar verdadero, el crecimiento
integral y armónico, y la plenitud de la existencia. Este don de la vida Jesús lo
comunicará mediante su donación en el camino de la cruz.

2.2. Jesús le dice a Simón: “Tú eres…”

Una vez que Pedro confiesa la fe, Jesús se detiene en un bellísimo discurso dirigido
a él. Notemos:

(1) Jesús se dirige a él con nombre propio y con su patronímico (nombre del
papá) para indicar:
· Su plena realidad humana: “Simón”.
· Su origen y su historia: “Hijo de Jonás”.

(2) Jesús le revela el don extraordinario que hizo posible esta confesión: el
Padre celestial le dio este conocimiento (ver 11,27; 17,5) que no se puede alcanzar
únicamente por medios humanos. Simón no sólo ha sido llamado por Jesús sino que
también ha sido privilegiado por el Padre, por eso tiene todos los motivos para ser
“Bienaventurado”, es decir, “¡Feliz!”.

(3) Jesús le pone un nuevo nombre. Al “Tú eres” dicho por Simón a Jesús, Jesús
le responde con otro “Tú eres” y le declara su nueva identidad: “Tú eres Pedro”,
es decir “Roca”. Este término no aparecía antes en ninguna parte como nombre de
persona, es una nueva creación de Jesús. Para Simón comienza una nueva vida.

(4) Jesús le da una nueva tarea. Con la nueva existencia Jesús le da una nueva
responsabilidad (como sucede en Gn 17,5.15; Nm 13,16; 2 Re 24,17). Con tres
imágenes Jesús describe la nueva tarea del apóstol:
· La Roca: una roca sobre la que Jesús edificará su Iglesia. La Iglesia es presentada como la
comunidad de los que expresan la misma confesión de fe de Pedro. Pedro debe darle consistencia y firmeza
a esta comunidad de fe. Por su parte Jesús le promete a la comunidad –la casa edificada sobre ella- una
duración perenne y una gran solidez (ver la profecía de 2ª Samuel 7,1-17).
· Las Llaves: no significan que Pedro sea nombrado portero del cielo sino el
administrador que representa al dueño de la casa ante los demás y que actúa por
delegación suya. La imagen está tomada de Isaías 22,15-25, donde se describe el
nombramiento de Eliakim como primer ministro del rey Ezequías de Judá. La imagen
refuerza que Jesús sigue siendo el “Señor de la Iglesia”.
· El Atar y Desatar: es una imagen que indica la autoridad de su enseñanza (ver
lo contrario en Mt 16,12). Pedro debe decir qué se permite y qué no en la comunidad;
él tiene la tarea de acoger o excluir de ella. El punto de referencia de su enseñanza
es la misma doctrina de Jesús; por ejemplo, en el Sermón de la Montaña Jesús ya ha
establecido cuál es el comportamiento necesario para entrar en el cielo (ver 5,20;
7,21). Por esto, aunque su referencia constante es la Palabra de Jesús, la enseñanza
de Pedro tiene valor vinculante.

Con sus palabras a Pedro, Jesús se declara una vez más como el Señor de la Iglesia.
Jesús es su pastor y nunca la abandona sino que le da una guía con autoridad. En la
Iglesia todo proviene de Jesús y apunta a Él. Es cierto que quien edifica la Iglesia es
Jesús, Él es el fundamento, la piedra angular. Pedro debe hacer visible este
fundamento y esta piedra siendo signo de unidad y de comunión entre todos los
discípulos que confiesan la misma fe. Con razón decía San Ambrosio: “Ubi Petrus,
Ibi Ecclesia”, es decir, “donde está Pedro, allí está la Iglesia”.

3. Saber decir: “Mi Iglesia”

¿Cómo resuenan en nuestros oídos las palabras del Maestro: “Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”?

Jesús dice “mi Iglesia”, en singular, no “mis Iglesias”. Él ha pensado y deseado una
sola Iglesia, no una multiplicidad de Iglesias independientes, o peor, en conflicto
entre ellas.

“Mía”, además de ser singular, es también un adjetivo posesivo. Jesús reconoce,


por tanto, la Iglesia como “suya”, dice “mi Iglesia” como si un hombre dijera “mi
esposa” o “mi cuerpo”. Se identifica con ella, no se avergüenza de ella. Sobre los
labios de Jesús, la expresión “mi Iglesia” suena de manera idéntica.

En las palabras de Jesús, notamos un fuerte llamado a todos los discípulos de Jesús
a reconciliarse con la Iglesia. Renegar de la Iglesia es como renegar de la propia
madre.

“No puede tener a Dios por Padre”, decía san Cipriano, “quien no tiene a las
Iglesia por Madre”. Un buen fruto de esta fiesta de los santos apóstoles Pedro y
Pablo sería que aprendiéramos a decir también nosotros los miembros de la
Iglesia católica a la cual pertenecemos: “¡Mi Iglesia!”.

Cultivemos la semilla de la Palabra en la vida:


1. ¿Cómo expreso mi fe en Jesús, con qué términos? ¿Las palabras de Pedro expresan
lo que personalmente estoy viviendo de Jesús?
2. ¿Qué podría hacer para la persona de Jesús esté siempre en el centro de mi vida?
3. ¿Qué rol tiene Pedro en la Iglesia de Jesús? ¿Qué actitudes debe tomar la
comunidad con él?
4. ¿Qué me dice a mí el texto? ¿Qué me ayuda a descubrir en mi vida de “creyente”
en el Cristo e Hijo de Dios viviente?
5. ¿Qué lección me da la complementariedad de ministerios de Pedro y Pablo, para
seguir promoviendo la “comunión en la Iglesia”?

Entremos en sintonía con Dios en esta


solemnidad entrando en el espíritu de los
apóstoles Pedro y Pablo, orando juntos:

“Me has dicho: ‘Anda y enseña a todas las


naciones’ (Mt 28,19).

Creí y por eso hablé (Sal 116,10; 2 Cor


4,13)
Me prohibieron enseñar en tu
Nombre (Hch 5,28),

pero yo obedecí a Dios antes que a los


hombres (Hch 5,29).

Fui extremadamente humillado (Sal


116,3),

pero estoy feliz de haber sido


considerado digno

de padecer ultrajes por el Nombre de


Jesús (Hch 5,41).

Y cada día, en el Templo y en las casas,

no dejé de anunciar, oh Jesús, que Tú


eres el Cristo (Hch 5,42).

Apacenté el rebaño que me confiaste,

lo cuidé de buena gana, apacible con


todos (1 Pe 5,2).

Los que odiaban la paz me atacaron sin


motivo (Sl 12).

Me regocijé por tener parte en tus


sufrimientos.

Me alegraré cuando se manifieste tu


Gloria.
Fui ultrajado por tu Nombre, pero de eso
me regocijé,

pues tu Espíritu, oh Dios, reposó en mí.

Padecí como cristiano y no tuve


vergüenza.

Glorifiqué a Dios por el Nombre de


cristiano (1 Pe 4,14).

Y tú, rompiste mis lazos (Sl 116,16).

Reconocí verdaderamente que Tú


mandaste a tu Ángel

y me libraste de la expectación del


pueblo (Hch 12,1-19).

A ti me ofrezco en hostia de alabanza,

y tu Nombre aún lo invoco (Sl 116,4).

Cumplo mi promesa a la faz de todo el


pueblo,

en los atrios de tu Templo Santo, en


medio de Jerusalén (Sl 116,18-19),

no dejaré de anunciar que Tú eres el


Cristo”.
(Oración compuesta con base en el Salmo 116, pasajes de los Hechos de los
Apóstoles y 1ªPedro 4 y 5; Preparada por el Monasterio Apostólico Piedra Blanca)
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 16, 13-19: Nos dejamos interrogar por Jesús. “Dichoso tu,
Simón hijo de Juan por que no te ha revelado esto la carne. ni la
sangre, sino mi Padre que esta en los cielos”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Mateo nos narra hoy la profesión de fe de Pedro con más detalles que los otros
sinópticos, en lo que se refiere a la Persona de Jesús y al discípulo que acoge su
misterio.

El lugar concreto donde Jesús es reconocido por los suyos es precisamente Cesarea
de Filipo, el lugar quizás más alejado de Jerusalén y reconocido abiertamente como
región pagana.

Hasta este momento en el Evangelio, han sido los otros quienes continuamente se
han puesto interrogantes sobre la Persona de Jesús: “¿Quién es éste a quien el
viento y la mar obedecen?” (Mateo 8,27), “¿Quién es este que hasta
perdona pecados?” (Marcos 2,7; ver Mateo 9,3).

Pero ahora es Jesús mismo quien interroga sobre sí a los discípulos, para hacer
brotar la respuesta de la fe. La fe comienza justamente cuando dejamos de
cuestionar al Señor y permitimos que sea el quien nos cuestione, nuestra respuesta
será entonces la expresión viva de nuestra fe.

1. Entrando en el misterio del Maestro

Jesús interroga a los discípulos, pedagógicamente, en dos momentos sucesivos.

Primera pregunta: “¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?” (16,13).

“Hijo del hombre” es el titulo que más frecuentemente Jesús se aplica a sí mismo.
Jesús prefiere siempre este titulo al de Mesías, porque está más relacionado con el
del “siervo de Yahvé” que será rechazado y humillado, pero finalmente triunfará.

Con esta pregunta indirecta Jesús da a sus discípulos la oportunidad de expresar


todo lo que han oído sobre el en el hablar común, dándole aquella respuesta
genérica que no les compromete. “Ellos le dijeron: unos que Juan Bautista,
otros que Elías, otros que Jeremías o algunos de los profetas” (7,14).

Las actitudes de Jesús acompañadas por signos, sus denuncias ante las autoridades
religiosas y el rechazo a su Persona y a su mensaje, han dado motivos suficientes
para que la gente lo considere como un profeta.

Jesús que parece no prestar atención a esta respuesta, va directamente al grano:

Segunda pregunta: “Y ustedes, ¿quien dicen que soy yo?” (16,15).

Con estas palabras Jesús se aplica a sí mismo el título de Hijo del hombre y los
interpela directamente “Pero ustedes”, ustedes que escuchan mi palabra, ustedes
que han creído en mi, que viven conmigo, ustedes que son mi comunidad, ¿qué
dicen de mi?

Pedro, responde en nombre de todos. “Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios
vivo” (16).

La profesión de fe de Pedro es la profesión de nuestra fe cristiana. Jesús es el


Cristo, el único Cristo, el Hijo de Dios, el Hijo amado del Padre, enviado al mundo
para que en el tengamos la vida (ver Juan 3,16). Pedro ha sido, en este momento,
admitido a participar en el secreto de Dios.

2. Entrando en el misterio del discípulo

Después de la respuesta de Pedro, Jesús hace caer en cuenta que ésta no proviene
de la lógica o de la compresión humana; es una respuesta sugerida en el corazón
por el Padre: “Dichoso tu, Simón hijo de Juan por que no te ha revelado esto
la carne ni la sangre, sino mi Padre que esta en los cielos” (16,17).

Pedro ha sido el primero en recibir la revelación del misterio escondido a los sabios
y a los inteligentes (11, 25-27), si bien después tendrá que reconocer que Jesús no
era el Cristo que él pensaba y tendrá que aceptar, a pesar de su resistencia, que Él
se revela como tal, justamente, en lo que el menos el esperaba: la muerte y
muerte de cruz.

En esto podemos comprender porque Jesús pidió a sus discípulos que no le dijeran
a nadie que Él era Cristo.

Esta Palabra tan cuestionante, nos ayuda a verificar hondamente la calidad de


nuestra relación con Jesús, nuestra acogida de su Misterio y nuestra respuesta.

Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.

1. ¿Cuáles son los dos momentos sucesivos en los cuales Jesús interroga a sus
discípulos?
2. ¿En el grupo al cual pertenezco cómo es considerada la figura de Jesús? ¿Qué
hacemos para conocerlo cada vez más?
3. ¿En qué forma comparto con los demás el paso de Jesús por mi vida?

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 16, 13-23: La confesión pública de la identidad del
Maestro: ¿Qué tan profunda es mi fe? “Tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios vivo”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM
Siguiendo el ritmo del Evangelio de Mateo nos colocamos hoy ante la experiencia de
fe más alta y más clara. Después (1) del cuadro negativo de los paisanos de
Nazareth, (2) de las interpretaciones erradas del rey Herodes, (3) de la fe en
progreso del mismo Pedro y (4) del grito de ayuda reconocido como auténtica
expresión de fe la mujer cananea, nos colocamos hoy (5) ante la confesión de fe de
Simón Pedro.

El contexto inmediatamente anterior es importante. Esta quinta escena se presenta


en contraluz con dos relatos previos en los que los fariseos y saduceos:
(1) Son reprendidos por Jesús por pedir un signo para creer (Mt 16,1-4), y de hecho
Él no les da un signo diferentes de los de su misión (explorar los signos de los
tiempos);
(2) Son puestos como ejemplo de la actitud y de la doctrina que no hay que seguir
(Mt 16,5-12).

El evangelista también está suponiendo que conocemos todo el itinerario de Jesús


que ha venido narrando y que comprendemos que éste es el punto de llegada de su
actividad precedente.

Curiosamente Jesús nunca les pidió a sus discípulos que le dieran una opinión sobre
sus discursos o sobre las obras de poder que realizaba sino únicamente sobre su
propia persona. Para Jesús esto es importante: ¿qué están comprendiendo acerca
de su identidad? Es de esta manera que los quiere conducir hacia un conocimiento
claro y profundo, del cual brota una confesión de fe sin equívocos. Pues bien, en el
centro del evangelio no está tanto su anuncio sino la mismísima persona de Jesús.

Cuando Jesús pregunta qué opina la gente acerca de él, le responden: “Unos que
Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas”
(16,14). La gente tiene a Jesús en una alta consideración, pero no pasa de una figura
profética similar a la de los grandes profetas portavoces de Dios. Si esto es así, sería
uno de tantos ya que muchos han venido antes y otros vendrán después. Con esta
clasificación se deja entender que ya hay una gran valoración de Jesús pero que corre
el peligro de no ir más allá de rotulaciones ya conocidas; por tanto la opinión pública
no ha llegado todavía a lo que realmente importa: al descubrimiento de la relación
inédita, única y particular, que Jesús tiene con Dios.

Cuando Jesús le solicita a los discípulos su propia opinión, Simón Pedro responde:
“Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (16,16). El apóstol reconoce la doble
relacionalidad que caracteriza de manera inequívoca a Jesús:
 Para el pueblo es el “Cristo” (Mesías): el único, el último y definitivo rey y pastor
del pueblo de Israel, enviado por Dios para darle a este pueblo y a toda la humanidad
la plenitud de vida (como ya se vio en la multiplicación de los panes y en los otros
milagros).
 Para Dios es su “Hijo”: vive en una relación única, singular con Dios,
caracterizada por el conocimiento recíproco, la igualdad y la comunión de amor entre
el Padre entre ellos (ver 11,27).

Aquí no se habla de un Dios abstracto ni genérico, se trata del Dios viviente, el único
verdadero y real, que es vida en sí mismo, que ha creado todo lo que es vida y con
su inmenso poder vence la muerte. Jesús es el rey y pastor que en cuanto Hijo del
Señor de la Vida se compromete con la vida de su pueblo, es el Mesías que
profundamente ligado al poder vital mismo, al Dios viviente. Y el don de la vida será
comunicado mediante la donación de la suya propia en el camino de la cruz, como lo
anuncia en la segunda del texto de hoy (16,21).
La reacción negativa de Pedro le merece la reprensión y ser llamado de “Satán”,
porque piensa a nivel humano y no acepta el camino de sufrimiento de Jesús (16,22-
23). ¡Vaya ironía! Al discípulo modelo Jesús le dice delante de toda la comunidad:
“¡Tú eres escándalo!” (16,23).

El culmen del camino de la fe no es la confesión de boca sino la confesión con la vida.


En la ruta de la cruz tomará cuerpo este tipo confesión de fe que precisaba, en primer
lugar, pasar por los labios.

Habrá entonces que comenzar a caminar en esta segunda etapa con una apertura de
mente y de corazón total ante el proyecto de Dios: la plenitud de vida que brota del
misterio del dolor vivido en íntima comunión con el crucificado, donde toma sentido
toda vida, todo proyecto, toda realización.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué opinión de Jesús tiene la gente con la que trato cotidianamente en ambientes
distintos a los de mi comunidad de fe? ¿Se parece a la opinión de la gente en tiempos
de Jesús?
2. ¿Cómo expreso mi fe en Jesús, con qué términos? ¿Pedro expresa lo que
personalmente estoy viviendo de Jesús?
3. ¿Qué podría hacer para la persona de Jesús esté siempre en el centro de mi vida?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 16,24-28: Seguir fielmente al Maestro.. “Si alguno quiere
venir en pos de mí…”
Fuente: entro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

¿Cuál es el “pensamiento de Dios” qué Pedro y los discípulos deben aprender? El


verdadero discipulado no se logra fácilmente porque es un “seguimiento” (16,24c)
del ejemplo del Maestro Jesús y esto tiene su precio.

Es así como comienza una instrucción de


Jesús, “a sus discípulos”, sobre la naturaleza
del discipulado. La enseñanza tiene tres
partes:
(1) El “Qué”: (una sentencia + un “porque”)
Si el Maestro Jesús soporta un camino de
sufrimiento y muerte (16,21-23), igualmente
los discípulos están llamados dar sus vidas y
cargar la cruz (16,24). Se da la motivación
fundamental para hacerlo (16,25: un paralelo
que contrapone “salvar la vida” / “perder la
vida”).
(2) El “Argumento”: (una sentencia + un
“porque”)
Con dos preguntas retóricas (es decir, que
traen implícita la respuesta), una positiva y
una negativa, Jesús enseña que hay que
“trascender”, que la vida plena no se gana en
este mundo (16,26) sino en el venidero
(16,27). Aquí se da una contraposición de
valores: “ganar el mundo entero” / “ganar la
vida”.
(3) La “Verificación”: (un segundo aspecto del
“porque” anterior)
En la confrontación final con Jesús, quien
vendrá en su gloria de “Hijo del hombre”, se
verá quién ha sido verdadero discípulo a partir
de un criterio fundamental: “Su conducta”
(16,27).

Tenemos una serie de frases que se


desprenden de la propuesta fundamental del
“negarse a sí mismo, tomar la cruz y
seguir” a Jesús. Es difícil que se le pueda
pedir algo más alto a un ser humano. Pero lo
que se tiene en vista es la “Vida”: nótese
cómo en los vv.25 y 26 se repite cuatro veces
el término “Vida”. Pareciera que se estuviera
hablando en términos negativos, al proponer
“tomar la cruz”, sin embargo, todo el énfasis
de la enseñanza es positivo: la victoria de la
Vida.
3.1. Seguir al Maestro cargando la
Cruz (16,24-25)

“Si alguno quiere venir en pos de mí…”.


Después de la imprudente, pero honesta,
reacción de Pedro, Jesús enseña que ser
discípulo significa seguirlo en el camino hacia
Jerusalén, donde le espera la Cruz. Entrar en
esta ruta supone una escogencia libre: “Si
alguno quiere…”.

En el horizonte está la Cruz de Jesús, la que Él


ha tomado primero. Ante ella, e imitando al
Maestro el discípulo hace tres cosas:
(1) Se “niega a sí mismo”. Negarse a sí
mismo significa no anteponer nada al
seguimiento. El valor de Jesús es tan grande
que se es capaz de dejar de lado aquello que
pueda ir en contradicción con Él y sus
enseñanzas.
(2) “Toma su (propia) cruz”. El estar
prontos a seguir llevando la cruz implica el
estar prontos a dar la vida. Puede entenderse
como:
(a) la radicalidad de quien está dispuesto a ir
hasta el martirio por sostener su opción por
Jesús;
(b) la fortaleza y perseverancia frente a los
sacrificios y sinsabores que la existencia
cotidiana del discípulo comporta;
(c) la capacidad de “amar” y de transformar la
adversidad en una fuente de vida.
(3) “Sigue” a Jesús. En fidelidad al Maestro,
como alguna vez propuso san Francisco de
Asís, el discípulo pone cada uno de sus pasos
en las huellas del Maestro.

La motivación fundamental es ésta


contraposición:
“Porque quien quiera salvar su vida, la
perderá /
pero quien pierda su vida por mí, la
encontrará” (16,25).

Estas dos posibilidades contrapuestas, puestas


ahora en consideración, iluminan lo el sentido
del seguir a Jesús con la cruz partiendo de la
idea de la vida. En pocas palabras: la meta del
discipulado es encontrar la vida, lo cual
corresponde al deseo más profundo de todo
ser humano. Ahora bien, esta meta puede ser
lograda o fracasada solamente de manera
radical, no hay soluciones intermedias.

La vida, aquí y más allá de la muerte, se


consigue mediante un gesto supremo de
donación de la propia vida. Hay falsas ofertas
de felicidad (o “realización de la vida”) que
conducen a la pérdida de la vida; la vida es
siempre un don que no nos podemos dar a
nosotros mismos, en cambio, siempre
estamos en capacidad de darla. En esta
lógica: quien pierde la propia vida por Dios y
por los demás, “la encontrará”.
El discipulado, bajo la perspectiva de la cruz,
no es un camino de infelicidad, todo lo
contrario: ¡El sentido último del seguimiento
es alcanzar la vida!

3.2. Una sabia decisión que hay que


tomar con base en argumentos sólidos
(16,26)

Enseguida Jesús plantea dos preguntas que


llevan a conclusiones irrefutables. Éstas
están formuladas de tal manera que sólo
pueden tener una respuesta negativa:
(1) “¿De que le servirá al hombre ganar el
mundo entero, si arruina su vida?”.
Respuesta obvia: “De nada”
(2) “¿Qué puede dar al hombre a cambio
de su vida?”. Respuesta obvia: “Nada”.

Para captar lo específico de este dicho de


Jesús hay que considerar la característica
propia de la idea de la vida. No se habla aquí
de la vida como de un valor biológico, de una
vida larga y ojalá con buena salud. Se trata
del sentido de la vida. La verdadera vida, la
cual según la Biblia se alcanza en la comunión
con Dios, se logra –en última instancia-
mediante el seguimiento de Jesús. El
seguimiento de Jesús es, entonces, un camino
completamente orientado a la vida, a la
existencia plena y realizada.

Ésta se pone en riesgo cuando se vive de


manera equivocada, cuando se construye
sobre falsas seguridades. Al referirse a gente
que quiere “ganar (=conquistar) el mundo
entero”, Jesús denuncia la falsa confianza
puesta en propiedades y riquezas. A esto se
había referido ya el relato de las tentaciones
de Jesús: la búsqueda y apego al poder, al
prestigio, a lo terreno, como caminos de
felicidad o como metas de vida.

Nadie puede darse a sí mismo la vida y su


sentido. Así se había expresado ya el Salmo
49,6-8: “¿Por qué temer en días de
desgracia / cuando me cerca la malicia
de los que me hostigan,/ lo que ponen su
confianza en su fortuna/ y se glorían de
su gran riqueza? / ¡Si nadie puede
redimirse (a sí mismo) / ni pagar a Dios
su rescate!”.

Pero es verdad que si el Salmo 49 es una


advertencia sobre la muerte, el evangelio
prefiere enfatizar la verdadera vida.

Por lo tanto, un serio peligro amenaza a quien


quiere desaforadamente “ganar” el mundo
entero apoyándose en imágenes de felicidad
que parecieran convertirse en fines en sí
mismos, entre ellos la carrera, el prestigio o el
orgullo por los propios logros.

El verbo en futuro, en la expresión “¿de qué


le servirá al hombre?”, invita a poner la
mirada en el tiempo final, en el cual cada uno
verificará si ha logrado o no el objetivo de su
vida.

3.3. La responsabilidad del discípulo en el


tiempo final: dar cuenta de la “praxis”
(16,27)

“Porque el Hijo del hombre ha de venir en


la gloria de su Padre, con sus ángeles, y
entonces pagará a cada uno según su
conducta”. Finalmente, y extendiendo más
aún la mirada hacia el futuro, Jesús hace
referencia al tiempo final de la venida del Hijo
del Hombre: donde se valora la vida como un
todo. La valoración está en manos del Hijo del
hombre; los ángeles aparecen formando su
corte.

La expresión “en la gloria de su Padre”


indica a Jesús como Hijo de Dios. El “Hijo del
hombre”, quien –habiendo pasado por la
humillación y el rechazo- culmina su camino
triunfante, es, en última instancia, el “Hijo de
Dios”; el mismo a quien Pedro –sin captar
todas las implicaciones- había confesado como
tal un poco antes. Y frente al “Hijo” por
excelencia se desvela la verdad de todo
hombre.

En este momento de revelación final, cada


hombre debe responder por su vida. Este es
un pensamiento bíblico bien afirmado (ver
Salmo 62,13; Proverbios 24,12; Romanos
14,12; 1 Corintios 4,5; 2 Corintios 5,10).
Particularmente para el “discípulo” de Jesús es
la hora de la verdad de su discipulado.

La síntesis del criterio de juicio sobre el obrar


humano no es lo que haya dicho o prometido
hacer (ver Mateo 7,21-23) sino su “hacer”
real: “Pagará a cada uno según su
conducta” (el texto griego dice “praxis”). En
el Sermón de la montaña, Jesús había dicho:
“el que haga la voluntad de mi Padre
celestial” (7,21) y también “por sus frutos
los conoceréis” (7,16ª); también en la
parábola del rey: “cuanto hicisteis… cuanto
dejasteis de hacer” (25,40.45).

Esta praxis no está referida solamente a


acciones particulares -como pensaban los
rabinos- sino al estilo de vida, la vida
entendida como unidad.

En fin…
No es suficiente haber bellísimas confesiones
de fe de boca, como vimos hace una semana.
El discipulado es moldear la vida entera en la
dinámica del seguimiento del que fue camino
a la Cruz para recibir allí, del Padre, la vida
resucitada. La Cruz no sólo es para ser
contemplada sino para hacerla realidad en
todas las circunstancias de la vida. De esta
manera el discípulo reconoce y asume el
destino de su Maestro en el propio. El
discipulado es un camino de vida, una
verdadera vida que vale la pena descubrir. Y
es para todos, no sólo para los apóstoles.

5. Cultivemos la semilla de la Palabra en


el corazón

1. ¿Qué es el discipulado? ¿Cuáles son los


requisitos?
2. ¿Cómo aparece el camino de Jesús hacia
Jerusalén? ¿Qué camino está llamado a
recorrer el discípulo de Jesús? ¿Por qué
hacerlo?
3. ¿Por qué Pedro reaccionó negativamente
ante el anuncio de la cruz? ¿Cómo reacciono
frente a mis sufrimientos, dificultades y
adversidades? ¿Qué le digo a Dios? ¿Qué
“visión” se esperaría que tuviera un discípulo
de Jesús?
4. No caminamos solos, lo hacemos en Iglesia. ¿Qué implica este evangelio para mi
familia, mi pequeña comunidad, mi parroquia? ¿Qué debe diferenciarnos frente a
otros modelos de felicidad que plantea la sociedad actual?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 17, 14-20: El poder de la fe. “¿Por qué nosotros no
pudimos expulsarlo?”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: entro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Las historias de fe que nos han acompañado a lo largo de esa semana en la “Lectio
Divina” pueden ser releídas en este sábado desde este punto de vista: ¿tenemos la
fe suficiente para obrar transformaciones profundas en nuestra vida y en la de los
otros?

Llama la atención cómo el atribulado papá de


un muchacho, cuya enfermedad parece ser la
locura y la epilepsia, se lamenta ante Jesús
porque los discípulos fueron incapaces de
realizar la curación: “Se lo he presentado a
tus discípulos, pero ellos no han podido
curarle” (17,16). La frase “no han podido”
suena trágica tratándose de discípulos a los
cuales Jesús capacitó convenientemente: “les
dio poder sobre los espíritus inmundos
para expulsarlos, y para curar toda
enfermedad y toda dolencia” (Mateo 10,1).
El fracaso de los discípulos tiene que ver con
lo que es la razón de ser de su misión, no es
un problema secundario.

Este pasaje ilumina situaciones similares en la


vida de la Iglesia. Cuando una misión fracasa
(las pequeñas comunidades se acaban),
cuando enfrentando un desafío pastoral al
final descubrimos que no podemos hacer nada
o quizás sólo muy poco, cuando una persona
que empieza un camino de conversión al
principio lo hace entusiasmado pero poco a
poco se da cuenta que sus pecados le ganan
la batalla, frente a toda sensación de
cansancio y de desilusión es que se pronuncia
este evangelio: “¿Por qué nosotros no
pudimos?” (Mateo 17,19).

En el momento de la realización del milagro,


“Jesús le increpó y el demonio salió de él;
y quedó sano el niño desde aquel
momento” (17,18), queda claro que en Jesús
está todo poder. Con esto no remanda a todas
las acciones de poder ya realizadas a lo largo
de este evangelio. Pero se deja ver también
un aspecto que introduce la respuesta final
por parte de Jesús: los discípulos no están en
completa sintonía con Jesús. El contexto de
este pasaje es el anuncio de la Cruz, mensaje
que los discípulos aún no han aceptado (ver
17,23).

La respuesta de Jesús al pedido de explicación


de sus discípulos va al grano: “Por vuestra
poca fe” (17,20a). Jesús no encuentra la fe
que pide ni en sus discípulos ni en la gente
(“Generación incrédula”, 17,17). ¿Fe en
qué? Ya Pedro, en nombre de todos, confesó
la fe en Jesús (16,16), sin embargo él mismo,
quien ya había sido llamado antes “hombre de
poca fe” (14,31), se opuso al anuncio de la
pasión (16,22). El problema no es saber decir
quién es Jesús sino identificarse con lo que Él
es y con su camino; es aquí donde la fe
comienza a debilitarse. Y sólo en comunión
con Jesús se puede llevar a cabo la misión, de
otra manera es inútil es esfuerzo.

Jesús pide por lo menos el “mínimo”, por eso


cita el proverbio que se refiere a lo más
pequeño: “como un grano de mostaza”
(17,20b). La fe que Jesús encuentra “poca”
en los discípulos, a lo mejor sea
prácticamente nula. La más mínima fe ya es
una gran fe y logra lo que parece imposible:
traer la salvación, hacer milagros, llevar a los
otros también a un camino de fe.

Jesús, quien expulsó el demonio con el poder


de su Palabra, también habla de lo que hace
una palabra dicha con fe –es decir, en
comunión con Él en cuanto Señor muerto y
resucitado-: cambiar de lugar a una montaña
(17,20c). El poder de la fe no es más que el
ejercicio del poder de la Palabra que ha sido
aceptada en la propia vida: la Palabra de la
Cruz y de la Resurrección, fuerza poderosa
que transforma al mundo.
Un apóstol es aquel que haciendo el camino de la Cruz junto con su Maestro, vive a
fondo el poder de la vida que brota de la Cruz Resucitada y es capaz de hacer
presente ese poder el mundo para obrar grandes transformaciones allí donde el mal
parece reinar.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Qué pretende suscitar en nosotros el evangelio de hoy?

2. ¿Hay alguna situación difícil –personal,


familiar o social- que “me ha quedado
grande”, que no consigo superar a pesar de
todas las oraciones que he hecho? ¿Qué tengo
que hacer?
3. ¿Qué relación tiene la fe de los discípulos
con el anuncio de la Pasión y Muerte de Jesús?
¿Qué se entiende entonces por fe en este
pasaje?

Oh, María, aurora del mundo nuevo, Madre de


los vivientes,
a ti confiamos, la causa de la vida.

Mira, Madre, el número inmenso de niños a


quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres victimas de violencia
inhumana,
de ancianos y enfermos muertos a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.

Haz que quienes creen en tu Hijo sepan


anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio
de la vida.

Alcánzales la gracia de acogerlo como don


siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante
toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita
constancia,
para construir, junto con todos los hombres
de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios creador y
amante de la vida.
Amén.
(Juan Pablo II)
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 17, 22-27: Los hijos son libres. “Tómalo y dáselo por mí y
por ti”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: entro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Nuestro texto de hoy comienza con el segundo anuncio que Jesús hace su pasión,
muerte y resurrección (17,22-23ª). Frente al anuncio los discípulos “se
entristecieron mucho” (17,23b). De esta forma, el evangelio coloca en primer
plano la divergencia entre el camino del Hijo del Hombre que viene proponiendo
Jesús y la actitud negativa de los discípulos. A los discípulos les cuesta “conectarse”
con el camino de Jesús.

Con este trasfondo Mateo nos presenta una escena espléndida en la que se destaca
la libertad de Jesús y se hace un bonito gesto de comunión entre el Maestro y el
discípulo.

Una catequesis sobre la libertad de Jesús

El contexto es el cobro del impuesto que todos los israelitas mayores de 20 años
pagaban anualmente para el sostenimiento del templo (para entender mejor ver
Éxodo 30,1-10 y Nehemías 10,33-34). Ante una pregunta en la calle, Pedro ha
respondido apresuradamente que su maestro sí paga el impuesto (17,25ª). Cuando
llega a casa Jesús se le anticipa y comienza a hablarle del tema.

¿Tiene alguna importancia el que Jesús pague o no los impuestos mencionados? El


hecho que Jesús pague el impuesto del templo supondría su aceptación de la
institución cultual vigente y suscitaría el interrogante sobre dónde está la novedad
del Reino.

Al respecto, en su diálogo con Pedro, Jesús aborda tres puntos:


(1) La pregunta que Jesús le hace a Pedro (“los reyes de la tierra, ¿de quién
cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?”, 17,25), está basada
en el habitual y conocido comportamiento de los reyes de la tierra, quienes eran
despiadados con sus súbditos, y los confronta con el comportamiento de Dios,
quien es amoroso y generoso con sus hijos. Este es un primer punto que debe
quedar claro: en Dios no hay sometimiento sino relación amorosa.

(2) Cuando Pedro responde, Jesús mismo infiere: “Por tanto, libres están los
hijos” (17,26). Aparece el tema de la libertad. La libertad constituye el vértice de
la predicación de todo el Nuevo Testamento (ver por ejemplo: Gálatas 5,1: “Para
ser libres nos libertó Cristo”). Según nuestro pasaje, la relación con Dios es
como un vivir en casa con él, o sea, en un amplio margen de libertad (por ejemplo:
uno no paga alquiler en la propia casa). De ahí que Jesús no se considere obligado
a pagar el impuesto.

(3) En este pasaje vemos aparece una visión con relación al Templo de Israel. La
comunidad cristiana tiene una nueva relación con Dios que se establece, no por
medio del Templo, sino de la persona de Jesús.

Un bello gesto de comunión entre el Maestro y el discípulo

En el milagro del pez, dentro del cual se encuentra la cantidad exacta de la tasa del
impuesto de dos personas, se pone de manifiesto la preciosa comunión que el
Maestro está tejiendo con su discípulo: “págalo por ti y por mí” (17,27b). Esta
moneda aparece como signo del profundo afecto que los une, de la unidad hacia la
que apunta su relación.

Por otra parte al decidir llevar a cabo el pago del impuesto Jesús argumenta: “para
que no les sirvamos de escándalo” (17,27a).

Jesús es libre y, como vimos, la libertad del discípulo se apoya en su relación con
Jesús. Pero no es una libertad sin límites. La frase sobre el escándalo podría
también leerse positivamente: si bien por dentro es completamente libre, hacia
fuera él se permite asumir compromisos, esto es, sin perder su espíritu crítico con
la sociedad, ni domesticar sus opiniones; es así como un discípulo no deja de
comprometerse con lo que contribuye al bien común.

La fe tiene una dimensión social que podríamos llamar, incluso, política, en el buen
sentido del término: constructora de sociedad.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Tengo conciencia de que soy “hijo de un Rey” y por lo tanto libre? ¿Cómo se
manifiesta mi libertad en Cristo?
2. ¿Qué relación hay entre el anuncio de la Pasión y el relato del pago del
impuesto? ¿Por qué es importante la comunión con Jesús en todos los aspectos?
3. ¿Qué formas de compromiso estoy llamado a asumir con mi sociedad, sin por
ello perder la libertad de mi corazón?

Pistas para la Lectio Divina... Mateo, 18, 1-5.10


“Sus ángeles ven continuamente el rostro de mi Padre”.
Presencia del cielo amiga
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM
En esta memoria de los Ángeles Custodios, la enseñanza de Jesús nos acompaña:
“Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo
que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre
que está en los cielos” (Mt 18,10).

Repasemos brevemente el sentido de esta


referencia a los ángeles y abordemos luego la
frase de Jesús que acabamos de citar.

1. El Ángel custodio en la peregrinación


pascual

A propósito de la denominación “ángel”, y fiel


al pensamiento bíblico, San Gregorio Magno
nos había enseñado: “Hay que saber que el
nombre ‘ángel’ designa la función, no el ser,
del que lo lleva”. Y la función es ser
“mensajero”, o sea, mediación de un Dios al
que le gusta relacionarse.

En el marco de la vivencia de las profundas


relaciones entre Dios y su pueblo –en la
Alianza- la Sagrada Escritura nos presenta
“ángeles” de los cuales Yahvé se sirve para
entrar en comunicación. De ellos Dios se sirve
y al Él lo sirven. Todo como testimonio de que
“Dios está con nosotros”, que no nos
abandona, que se interesa continuamente por
nosotros, haciendo de nuestra vida una
historia de salvación en la cual –fuertemente
comprometidos con la historia y responsables
con su proyecto creador- caminamos en
dirección de Él.

Tal como nos lo recuerda la imagen del


“Ángel de Yahvé” (Ex 23,20), verdadero
custodio del pueblo peregrino en el desierto
rumbo a la tierra prometida, Dios es nuestro
compañero en el camino, nos tiende la mano
y sobre todo nos guía para que hagamos de
nuestra existencia una dinámica de liberación
pascual que haga posible la tierra de la
fraternidad.

Pero esta imagen primera del Ángel del éxodo


evoluciona al interior de la Biblia dándonos
una visión más amplia de las intervenciones
de Dios. Para ello se apoya en el esquema de
las antiguas realezas: así como un rey no
aparece solo sino rodeado de una corte,
igualmente Dios es representado circundado
por una especie de consejo de ministros, a los
cuales se les llaman “sus ángeles”, “sus
mensajeros” (ver Job 1-2; Salmos 29,1; 34,8;
103,20-21 y muchos otros textos).

En el Salmo 91,11, que el poeta Paul Claudel


definía como “el himno de los santos ángeles”
leemos: “A sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en todos tus
caminos”. En este texto la antigua imagen
del Ángel que Yahvé manda “para que te
guarde (custodie) en el camino y te
conduzca al lugar que te tengo
preparado” (Ex 23,20), se funde con la de la
representación de una corte celestial desde la
cual Dios sigue custodiando los pasos del
hombre por todos los caminos del mundo.

Como en el Salmo 34,8-9 (“Acampa el ángel


de Yahvé en torno a los que le temen y
los libra; gustad y ved qué bueno es
Yahvé, dichoso el hombre que se cobija
en Él”), la imagen de los ángeles custodios
pretende inspirar nuestra confianza en un Dios
dispuesto a defendernos y a ofrecernos reposo
en los tortuosos y atormentados senderos de
la aventura de la vida, así como lo hizo
también en el de Tobías (en la figura del ángel
Rafael; ver Tb 12,6-15).

La presencia angelical indica, entonces, a Dios


mismo que protege no sólo de los senderos
pedregosos del desierto sino de todos los
terrenos minados por el mal. La presencia de
Dios siempre es liberadora.

2. Dios cuida de sus pequeñitos

En el evangelio de Mateo 18,10, Jesús evoca


la convicción bíblica de que Dios cuida de sus
pequeñitos desprotegidos y vulnerables ante
la maldad humana. Para ello retoma con su
colorido la imagen de la corte celestial que
evocamos hace un momento: “Sus ángeles
ven continuamente el rostro de mi
Padre”.

La idea es que los “pequeños”, es decir,


aquellos que por su fragilidad pueden ser
fácilmente excluidos, menospreciados o
escandalizados, cuentan con el respaldo de
Dios. Quien se convierta en amenaza para uno
los “pequeños” tendrá que vérselas con el
mismo Dios. Más aún, estos “protegidos” del
Padre, son la imagen misma del Hijo por
excelencia que es Jesús: “Al que reciba a un
niño como éste en mi nombre, a mí me
recibe. Pero al que escandalice…” (18,5-
6); todo muestra lo grave que es la afrenta
contra el “pequeño” y al mismo tiempo –con
el verbo “recibir”- enseña de qué manera cada
uno debe hacerse “ángel” de Dios para ellos.

Esto tiene todavía otra implicación: si el


“pequeño” es el que aparece “custodiado” por
Dios, no comprenderemos lo que significa ser
protegidos por Dios sino no nos hacemos
“pequeños”. La frase “Si no cambiáis y os
hacéis como niños, no entraréis en el
Reino de los cielos” (18,4) hace suponer
que no puede captar en profundidad lo que
significa la “presencia angelical” en su vida
quien no se coloca en el lugar del pequeño
que confía en Dios y se deja guiar por él.

El camino pascual por el cual Jesús custodia


nuestros pasos es el de la conversión. Y la
conversión no es posible sin la docilidad de
niño que –como esponja- aprende lo que se le
ofrece. Este es el punto de partida de todo
crecimiento espiritual. San Agustín prefirió
llamarla “humildad” y la comparó a un árbol
que sólo es capaz de crecer si tiene raíces
profundas. Las raíces profundas del que crece
en los caminos del Señor, haciendo el
recorrido desde la niñez hasta la adultez, es
esta capacidad de abandono humilde y
confiado en Dios. Así como las raíces
profundas de un niño son la confianza en su
mamá y en su papá, así también con el Dios
de la vida.

La confianza en la providencia de un Dios


Padre y la docilidad a su enseñanza que nos
hace madurar, nos dan la fuerza para superar
todas las dificultades de la vida y llegar
victoriosos a la meta. Esta certeza que nos
inculca Jesús nos da motivos para celebrar su
amorosa y permanente compañía en sus
santos ángeles.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Qué entiende la Biblia por ángeles? ¿Por
qué para hablar de la trascendencia de Dios
que se hace próxima a nosotros en nuestros
caminos históricos se acude a esta imagen de
los ángeles?

2. Cuando la Biblia habla de los ángeles los


coloca en el contexto dinámico del caminar –
pascual- de la vida. ¿Me dejo guiar por Dios
en los caminos de la vida? ¿Qué respaldo me
ofrece Dios y a dónde me quiere conducir?

3. ¿Qué quiere decir Jesús cuando habla de


los ángeles en Mt 18,10? ¿Por qué lo dice?
¿Qué implica para un discípulo de Jesús que
cada día va aprendiendo lo que es ser “hijo”
de Dios y por lo tanto “pequeño” llamado al
crecimiento de día en día?

Oremos
“Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía.
En presencia de los ángeles,
suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo”.

Amén.
(Himno de la Liturgia de las Horas)

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 18, 15-20: La comunidad como “buena pastora” de todos
sus miembros. “Si te escucha, habrás ganado a tu hermano”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: entro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Continuamos con nuestra lectura del evangelio según san Mateo. Ya estamos en el
cuarto gran discurso de Jesús, que bien podría titularse: “Instrucción sobre la vida
en comunidad”.

Al hacer la “Lectio” de estos textos, recordemos que lo que más le interesa a Jesús
en sus instrucciones -según el evangelista Mateo- es inculcar principios de vida, de
los cuales se desprende luego toda una serie de actitudes y comportamientos.

En el texto de hoy, Mateo 18,15-20, Jesús nos dice cómo enfrentar situaciones
difíciles en la vida comunitaria, particularmente cuando se sabe que un hermano
“llega a pecar” llevando una vida fuera de los criterios de vida de un discípulo de
Jesús.

1. El presupuesto: la comunidad se siente responsable de cada uno de los


hermanos (18,12-14)

Tal como vemos en el pasaje inmediatamente anterior, en 18,12-14, la comunidad


es “buena pastora” de cada uno de sus miembros.

En Mateo hay una pequeña diferencia con el evangelio de Lucas en este punto. En
Lucas el buen pastor es Jesús que busca presurosamente a su oveja perdida (ver Lc
15,4-7). Mateo, por su parte, le da un enfoque comunitario a la parábola: toda la
comunidad es responsable de cada uno de sus hermanos.

La oveja perdida es denominada “pequeño”: “No es voluntad de vuestro Padre


celestial que se pierda uno solo de estos pequeños” (18,14). Los “pequeños”
son los frágiles –incluso moralmente- en la comunidad, que necesitan mayor
atención y acompañamiento en sus procesos de maduración.

Para Mateo, todos son responsables de todos y cada uno se como rostro de Padre
celestial, responsable y amoroso con todos sus hijos.

2. Cómo se hace la recuperación del hermano que cae en pecado (18,15-


17)

Después de enunciar el principio general se pasa: ¿Qué hacer cuando nos


enteramos que un hermano está en una vida de pecado?

En el texto lo primero que se le recuerda a uno es que él es un “hermano” y como


tal hay que seguir tratándolo, por eso la repetición de la frase “tu hermano”
(18,15ª).

Luego se describe el camino recomendado para que un pastor traiga de nuevo la


oveja a su casa. No perdamos de vista que lo que se busca, ante todo, es su
salvación: “Si te escucha, habrás ganado a tu hermano” (18,15b).

Pero la experiencia muestra que hay casos difíciles que resisten a la conversión, se
trata de aquellos que se hacen los sordos (notar la repetición del término
“escuchar” a lo largo del texto). Se propone entonces el camino de la paciencia y
de la firmeza comunitaria:
(1) Interperlar: se le llama la atención a solas, de lo cual se espera siempre el
mejor de los resultados;
(2) Objetivizar: si la persona continúa tercamente en su comportamiento,
entonces se invitan unos testigos para que quede claro de que no es mala intención
contra la persona (una visión subjetiva de quien quiere ayudar) sino de algo
objetivo;
(3) Llamar la atención formalmente: ahora el asunto llega al máximo nivel de
corrección que es la comunidad entera (quizás representada en sus líderes).

Ahora bien, si todo el proceso fracasa no queda más remedio que darle el trato
propio de una persona que aún no se ha convertido -como los gentiles y
publicanos-, esto es: mandarlo a hacer todo el camino cristiano desde el principio.

3. La prudencia en las decisiones de la comunidad con relación a las


personas (18,18)

El v.18 deja entender que con una persona que intencionalmente persiste en su
situación de pecado se puede llegar a la más dolorosa y drástica de las decisiones:
la excomunión, es decir, dejará de ser considerado “hermano” en la comunidad.

Pero llama la atención que ahora Jesús pone su atención en las personas
encargadas de tomar esta decisión:
(1) Según este pasaje se trata de la comunidad entera la que tiene la potestad de
“atar y desatar”;
(2) Se les recuerda cualquier decisión que tomen es seria (lo que hagan en la tierra
quedará hecho en el cielo), de ahí que no se deban tomar decisiones
aceleradamente sino siempre con cautela.

4. La comunión en la oración como expresión de la solidaridad en todos los


aspectos de la vida (18,19-20)

Es la presencia de Cristo en medio de su Iglesia la que le da valor y peso a sus


decisiones.

Esto es lo que ahora se profundiza: cuando la comunidad está bien unida y


compacta en una misma fe, sucede en ella lo que el Antiguo Testamento llama la
“Shekináh”, es decir, ella es espacio habitado por la gloria del Señor, que para
nuestro caso es el Señor Resucitado. La unidad de la comunidad expresa la
comunión perfecta con Jesús viviente en medio de ella.

Llama la atención que en una comunidad así, es tal la solidaridad entre los
hermanos, que todos son capaces pedir lo mismo (“se ponen de acuerdo para
pedir algo”, 18,19), renunciando a sus intereses personales, los cuales
normalmente aflorarían a la hora de hacer peticiones.

En una comunidad que llega a este nivel profundo de solidaridad, teniendo un


mismo “sentir” profundo, pueden resonar con fuerza las palabras de Jesús: “allí
estoy yo en medio de ellos” (18,20). ¡Esta sí que es una verdadera comunidad!

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Soy consciente de las graves consecuencias de un mal manejo de la disciplina
en una comunidad?
2. ¿Qué comportamientos de dominancia o prepotencia de mi parte han
fragmentado la unidad de mi familia y de mi comunidad?
3, ¿Qué pasos y recursos pedagógicos ha de asumir una comunidad para que
evidencie en ella la vida misma del Resucitado?
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 18, 21-19,1: Una Escuela de Padres sobre el Perdón.
“Perdonar de corazón a su hermano”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Hagamos hoy una Escuela de Padres –relectura desde la perspectiva familiar- a


partir del evangelio del día.

Para ilustrar la enseñanza sobre el perdón “setenta veces siete” al hermano que
nos ofende, Jesús contó la parábola del siervo que no tuvo compasión con su
compañero. Esta parábola habla de la relación Patrón-empleado y también
compañeros de trabajo. Hoy podríamos leerla cambiando los personajes por el
esposo y la esposa.

Recreemos el momento central de la parábola

Una persona le dice a otra: “¡Paga lo que debes!” (18,28ª).

Un denario corresponde a la paga de un día que recibe un trabajador. Por eso


puede suceder que tener que pagar cien denarios parezca una cifra bastante alta, al
menos para quien recibe un salario mínimo: se trata de ¡cien días de trabajo!

Ahora bien, aquél que está esperando que le paguen ese dinero, porque lo está
necesitando, no puede menos que irritarse si el deudor se niega a darle de vuelta lo
que fue generosamente dado en préstamo. Como sucede con el siervo de la
parábola, cuando uno nota que el otro se está haciendo el loco, dan ganas de
estrangularlo. Hay momentos en los que la paciencia se acaba, en los que parece
que ya no vale la pena seguir esperando y entonces ponemos en nuestros labios las
palabras que oyen en la parábola: “Es hora de que me pagues lo que me debes”.

Un caso familiar

Una señora le decía bastante irritada a su marido: “¡Ya van veinte años que llevo
esperando que cambies!”. Luego, con profundo dolor, le agrega: “Por lo que veo,
no te interesas verdaderamente por mí, no tienes iniciativas, nunca tienes tiempo
para los de tu propia casa, es más importante tu trabajo, tus amigos o quien sabe
qué más tendrás por la calle”.

Puede suceder que una señora esposa que ya ha llegado a este extremo, se sienta
tan herida que el marido que tiempo atrás amaba con tanta intensidad se le
comience a salir del corazón. El amor comienza a cambiarse en rabia y en
resentimiento. Es posible que el corazón de esta esposa de repente se vaya
volviendo duro y piense incluso en ponerle fin a esta situación -¡Oh triste
situación!- con la ruptura de su matrimonio.

Precisamente esto es lo que hace uno de los siervos de la parábola cuando toma la
decisión de mandar a la cárcel a su viejo amigo que le debía los cien
denarios. Aquellos cien denarios se volvieron una deuda insolvente. Como en el
caso de aquella pareja, llega el momento de la ofuscación en que no se ven
caminos de solución al problema, entonces se toman actitudes arrogantes y pasa al
paso al plano jurídico, dejando de lado la misericordia. Como quien dice: “¡Tú me
debes, me pagas y punto!”.

Y puede suceder que si en ese momento la contraparte intenta recapacitar, se le de


la espalda, sea porque lo que quiere hacer todavía es muy poco o porque llegó
demasiado tarde (“Ya para qué, si cuando te necesité no apareciste”) o
simplemente porque ya perdió toda credibilidad.

Pero un cónyuge sin misericordia, que no es capaz de inclinarse ante la debilidad de


su pareja, tampoco será capaz de captar –yendo más allá de la herida del propio
resentimiento- sus buenas intenciones de su pareja, sino que se instalará en el
punto de que “tiene derecho”.

¿Por qué perdonar?

En el caso de los siervos de la parábola valdría la pena preguntarse: ¿Por qué aquél
siervo afectado tendría que sentir por dentro una gran compasión hacia su
compañero? La razón es: porque él es conciente de que ha sido perdonado por el
único Señor (ver 18,27). Ninguno de nosotros es perfecto, todos tenemos nuestras
debilidades, y con relación a nuestro lado flaco, muy probablemente más de una
vez otros han tenido misericordia con nosotros.

Según la parábola, aquel siervo que exigió sus derechos al otro siervo, había
recibido de mano de su patrón el perdón de una deuda que era casi un millón de
veces más alta (diez mil talentos) con relación a aquello que su compañero le
debía. Mientras uno debía cien denarios, el cobrador por su parte debía diez mil
talentos. Cien denarios contra diez mil talentos es una desproporción enorme.

No es necesario que el cónyuge que ya agotó la paciencia con su pareja haya


cometido algún delito monstruoso, puede ser incluso que nunca le haya sido infiel a
su pareja, pero esta persona sabe muy bien cuántas ingratitudes, cuántas malas
contestaciones e imprudencias, cuántos pecados pequeños o grandes también ella
ha cometido. Esta persona sabe que cada vez ha sido perdonada. A lo mejor
alguna vez ha podido decir en el Templo: “Mi Señor me acoge, me asume como
soy, no me echa nada en cara nada, me abraza con su ternura”, y así ha llorado
por sus pecados y ha vivido la grata emoción del sentir el perdón.

¿No habrá que poner en práctica la oración: “Perdónanos nuestras deudas


como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (6,12)?

En la parábola que estamos releyendo hoy, esta enseñanza es mucho más incisiva.
El Señor dice: “¿No debías tú también tener misericordia con tu compañero
del mismo modo que yo tuve misericordia contigo?” (18,33). Pues esta
misma frase se puede pronunciar en el matrimonio: “¿No debías tú también
tener misericordia con tu pareja?”.

En fin…

Perdonar es lo más específico del matrimonio como también de toda relación.


Uno puede pedir la gracia de perdonar porque el nuestro misericordioso Dios ya
nos puso en el corazón esta capacidad desmedida cuando perdonó nuestros
pecados. Este es el verdadero “perdón de corazón” de que haba la parábola en la
última línea.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿He pasado o estoy pasando por alguna situación difícil con mi pareja o con
algún otro miembro de mi familia? ¿Cómo podría releerla a partir de la parábola de
hoy?
2. ¿Han sucedido experiencias similares en mi vida comunitaria cristiana?
3. ¿Por qué debo perdonar? ¿De dónde proviene la “gracia” para hacerlo?

"Dios no ha de forzar nuestra voluntad; toma lo que le damos; mas no se da a sí


del todo hasta que nos damos del todo"
(Santa Teresa de Jesús)
Tercera semana de Cuaresma
MARTES

Nuestra conversión: Perdonar de corazón


Mateo 18,21-35
“¿No debías tu también Compadecerte de tu compañero, como yo me
compadecí de
ti?”

En nuestro itinerario Cuaresmal, la Palabra de Dios nos invitó a verificar


nuestro
proceso de conversión. Continuamos en la escucha del Maestro y en la
docilidad a
su Espíritu, permitiendo que Él pueda infundirnos ese espíritu nuevo que
nos hace
personas renovadas, verdaderos discípulos.

El Evangelio de este día ubicado en el discurso de Jesús sobre las relaciones


fraternas propias de la comunidad de los discípulos (ver Mateo 18), nos
coloca ante
una enseñanza de Jesús sobre la necesidad de perdón.

Nuestro texto tiene dos partes.


(1) El diálogo de Pedro con Jesús (18,21-22)
(2) La parábola del siervo sin entrañas (18,23-34)

1. El Diálogo de Pedro con Jesús: el “perdón” le da identidad a la


comunidad

Pedro toma la iniciativa y se acerca a Jesús para preguntarle: “Señor,


¿cuántas
veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?
¿Hasta
siete veces?” (18,21).

La pregunta de Pedro nos deja entender que él había comprendido ya muy


bien que
la comunidad de Jesús se construye en el perdón recíproco. Es de esta
manera
como somos identificados como hijos del Padre celestial (ver 5,43-45 y
6,14-15).
En la pregunta, Pedro puso un límite: “¿Hasta siete veces?”. La
respuesta de
Jesús, por su parte, abre el perdón del discípulo hacia un horizonte
ilimitado: “No
te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (18,22). Por
lo
tanto, el perdón del discípulo no tiene límites, así como tampoco tiene
límites el
perdón y la misericordia del Padre hacia nosotros.

Para profundizar esta ense￱anza, Jesús introduce enseguida la parábola del


“Siervo
sin entra￱as”.

2. La Parábola del siervo sin entrañas

La parábola está construida a partir del contraste entre la misericordia


de un rey
que le perdona a un siervo suyo una deuda incalculable (18,23-27) y la
crueldad y
dureza de ese mismo siervo que no perdona a su compañero que le debe
una
pequeña suma de dinero (18,28-30).

(1) La magnanimidad del corazón del Padre

Al rey, que llama a sus siervos a ajustar las cuentas, le es presentado uno
que le
debía diez mil talentos (18,24). Diez mil talentos son una suma tan
desproporcionada, que quizás solamente el rey podría poseerla y que
talvez el
siervo no habría alcanzado a pagar durante toda su vida.

Ante el siervo que le suplica diciendo “ten paciencia conmigo que te lo


pagaré
todo”, el rey “movido a compasi￳n, lo dej￳ marchar y le perdon￳ la
deuda”
(18,27).

El rey se deja tocar el corazón por la angustia y la necesidad del pobre que
suplica.
No piensa en la gran suma de dinero que tiene el peligro de perder, no
persiste en
hacerle cumplir con la justicia, sino que, lleno de compasión y de
misericordia, le
perdona todo y lo deja marcharse en libertad. La magnanimidad de su
corazón ha
superado inmensamente aquella deuda que sobrepasaba ya toda medida.
Con estos trazos desproporcionados, Jesús señala cómo es el corazón del
Padre y
su infinita ternura y compasión hacia nosotros. Los “diez mil talentos”,
suma
incalculable, aluden a la grandeza de lo que Dios ha hecho y sigue haciendo
por
nosotros.

(2) La dureza de nuestro corazón

A la salida “aquel siervo encontr￳ a uno de sus compa￳eros que le


debía
cien denarios” (18,28a). Cien denarios representan una suma mínima en
comparación con la deuda que le había sido perdonada.

Viene entonces el momento cruel, el siervo maltrata física y moralmente a


su
compañero: “lo agarr￳ y ahogándolo le decía paga lo que debes”
(18,28b).

Ante la súplica de su compañero, que usó exactamente las mismas palabras


que él
poco antes le había expresado a su señor (18,29; ver el 26), “no quiso
perdonarlo sino que se fue y le echó a la cárcel, hasta que pagase lo
que
debía” (18,30). En fin, no le tuvo “paciencia”. Notamos una desproporci￱n
inmensa
entre la misericordia que había recibido y la dureza de su corazón que
mostró ante
los demás.

La historia coloca en la balanza el derroche de perdón recibido (del Padre,


de los
otros) y la estrechez y dureza de nuestro corazón de quien es incapaz de
perdonar.

Pero las cosas no se quedan así. Cuando el rey se entera del


comportamiento de
aquel siervo, lo llama y le encara su maldad: “Siervo malvado, yo te
perdoné a
ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú
también
compadecerte de tu compañero como también yo me compadecía de
ti?”
(18,32b-33).

(3) El corazón del Padre, medida de nuestro perdón

El perdón que recibimos de Dios, nos da la medida del perdón que debemos
dar a
los hermanos. Este es el sentido de la respuesta de Jesús a Pedro: “Hasta
setenta
veces siete” (18,22). En otras palabras: lo que Dios hace con conmigo es
el
principio de cuanto debo hacer por el hermano; la misericordia que el Padre
derrama sobre nosotros sin medida, acogida en nuestro corazón, debe
desbordarse
gratuitamente hacia los otros, como gratuitamente nos ha sido dada.

3. El perdón una necesidad vital y recíproca

Retomando el contexto amplio en el que se encuentra esta parábola,


comprendemos ahora que el perdón es lo que hace posible la vida
comunitaria.

Estamos juntos, no porque no nos equivocamos y no nos ofendamos, sino


porque
perdonamos y somos perdonados. Nuestras limitaciones y defectos en lugar
de
aislarnos y dividirnos pueden fortalecer la comunión y la unidad cuando el
perdón
se convierte en una actitud permanente de nuestra vida. Por eso el perdón
es una
necesidad vital de nuestra convivencia diaria.

Pero hay que observar la última frase de este pasaje: el perdón que Jesús
pide es
un perd￱n que viene desde el “corazón” (18,35). En este “coraz￱n”, es
decir, en
lo más profundo de mí mismo, debe permanecer, no el rencor por la
pequeña
ofensa que recibo del hermano, sino el amor infinito e incondicional que el
Padre.

Se podría decir que no perdonar es matar en mi hermano el amor del


Padre.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué diferencia encuentro entre la actitud del amo y la del siervo según
nos la
presenta el texto?
2. ¿Mi actitud de perdón hacia los demás es siempre abierta y generosa?
¿Qué
puedo mejorar al respecto?
3. ¿Cómo he agradecido el perdón que alguna vez he recibido de alguien?
Pistas para la Lectio Divina... Mateo 19, 3-12:
La virginidad consagrada. “No todos entienden este lenguaje…” ”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM
Ya hemos dicho y mostrado que el Reino de los cielos es el descubrimiento de la
otra cara de la realidad. Es en este marco que Jesús habla de exigencias que a
primera vista parecen imposibles de vivir.

Pues bien, en nuestro texto de hoy (que


también leímos el 12 de Agosto pasado),
releído en el contexto de la fiesta de una mujer
peruana consagrada totalmente a Dios, se
subraya el valor de la fidelidad que se expresa
en la virginidad consagrada. Todo ello no es
más que una parábola viviente del Reino.

Existe una virginidad consagrada que es


escogida voluntariamente –y no porque se lo
impuso la naturaleza- como expresión de lo
definitivo del Reino de los Cielos. Esta
virginidad es el ejercicio concreto de la
fidelidad en el amor a Dios, fuente y plenitud
de toda relación auténtica. Esta relación con
Dios, escogida como prioridad, tiene el valor
de un anuncio profético de lo definitivo (ver
Isaías 56,4-5) porque, en última instancia, la
vocación de todo ser humano es la comunión
eterna con Dios.

Para entender mejor esto entremos en el


texto bíblico. Los discípulos han quedado
desconcertados ante la exigencia de Jesús de
que no se rompan los vínculos en las
relaciones y se lo han dicho (ver el
v.10). Pero Jesús no entra en el juego de la
reflexión que hacen los discípulos. Más bien el
hecho de que sugieran la idea de que ante la
exigencia de indisolubilidad del matrimonio lo
mejor sería no casarse, le da la ocasión para
hablar del celibato.

Jesús menciona casos en los que algunos


hombres no están capacitados para el
matrimonio (los eunucos) ya que les falta la
posibilidad de procrear, sea porque nacieron
así o porque otros los castraron (esto sucedía
en la antigüedad). También habla de
personas que viven como eunucos sin serlo.
Con la imagen de aquellos que lo han
escogido por voluntad propia y teniendo en
vista el Reino de los Cielos, Jesús nos remite
al caso de personajes concretos que optaron
por el celibato, como Juan Bautista. Valga
recordar que Jesús mismo hizo esta opción.

En su enseñanza expuesta en este mismo


evangelio, Jesús le pide a todo el mundo que
sus esfuerzos y aspiraciones estén siempre y
prioritariamente orientados hacia el Reino y
hacia el actuar justo querido por él (ver 6,33).
Todo lo demás se queda en un segundo plano
y se inserta en este marco.

Pero se da el caso en el que orientar toda la


vida hacia el Reino puede ser tan fuerte que
incluso los valores de segundo orden pueden
integrarse también en aquellos mayores. Así
sucede en el celibato por el Reino de los
Cielos: quien opta por él no deja de contraer
matrimonio -que es un valor- por el hecho de
que le tenga miedo al compromiso con otra
persona; precisamente, lo que se busca es
darle la máxima prioridad a la relación de
comunión profunda con Dios que lo impulsa
para darse completamente y con un amor fiel
a todos aquellos a quienes Dios, por medio de
él, quiere servir.

Con todo, Jesús deja claro que este camino


requiere de una vocación especial (ver 19,11).
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Qué valor y fundamento tiene el celibato por el Reino de los Cielos?
2. ¿Qué razones descubro en el evangelio de hoy para vivir con mayor seriedad
la castidad en mis relaciones?
3. ¿Considero que es posible vivir hoy un camino de fidelidad en el amor? ¿Qué
lo hace posible?
4. Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 19, 13-15: Desde la óptica de los niños
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

5.Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del


CELAM

6.
7.
8.De la vida de pareja, el mundo de los adultos, pasamos a la visión del Reino
desde la óptica de los niños. Sorprende la exquisita sencillez y la
profundidad de nuestro texto de hoy. Mateo sigue mostrando la centralidad
del Reino en la praxis de Jesús y por lo tanto en la vida de sus discípulos.
9.
10. En torno a la figura del niño hoy el evangelio nos presenta dos actitudes
opuestas:
11.  Los discípulos “les reñían” (19,13).
12.  Jesús los acogía, “les imponía las manos” (19,15).
13.
14. Frente al comportamiento tosco de resistencia de los discípulos quienes –
claramente fuera de la nueva óptica del Reino- siguen viendo a los niños
como aquellos inquietos que con frecuencia están neceando o siendo
impertinentes (además, la sociedad antigua los veía como insignificantes e
irrelevantes en la vida social), Jesús les concede el gesto de bendición que
suplican sus padres.
15.
16. “Para que les impusiera las manos y orase… Después de imponerles
las manos, se fue de allí” (19,13.15). A Jesús se le pide que haga, y
efectivamente lo hace, un gesto de oración que encierra actitudes de
receptividad, respeto, aceptación, protección y comunión con los pequeños.
17.
18. Este comportamiento del Maestro inaugura el compromiso que caracterizará
a su Iglesia con los indefensos, los vulnerables y todos aquellos que están por
vivir todas las etapas de su desarrollo bajo la protección y apoyo de los
mayores.
19.
20. La enseñanza de Jesús se desarrolla en las dos frases que están en el corazón
del texto:
21.
22. (1) “Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis” (19,14ª).
23. Jesús corrige el mal comportamiento –discriminatorio- de sus discípulos. Al
mismo tiempo les pide que se ocupen de aproximar a los niños a él. El Maestro
ha venido a incluir y a superar toda exclusión.
24.
25. (2) “De los que son como éstos es el Reino de los Cielos” (19,14b).
26. Jesús les da un buen argumento que explica el por qué de su novedoso
comportamiento: el niño es modelo de quien está preparado para acoger las
bendiciones del Reino de los Cielos.
27.
28. Las actitudes propias de la tierna edad, en la que se necesita todo tipo de
ayuda, en la que no hay méritos de los cuales enorgullecerse, en la que se
depende de otro, constituyen el estado ideal de un discípulo, ya que se
dispone de la máxima apertura para acoger la acción novedosa del Reino –
que hace desarrollar la vida en la dirección del proyecto para que la fue
creada- de manera total y como un don.
29.
30.Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
31. 1. ¿En mi experiencia cristiana, qué rasgos tengo de una espiritualidad de
pobreza, pequeñez y necesidad absoluta de Dios?
32. 2. ¿Hay en mí actitudes de soberbia, orgullo, autosuficiencia?
33. 3. ¿Por qué los niños son sujetos preferenciales de la misericordia de Dios?
¿Cuál es la tarea de toda familia y de toda comunidad cristiana?

34.
“¡Qué prodigioso es ser cristiano!
¡Cuántos motivos tenemos de bendecir y amar
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
por habernos llamado y elevado a la dignidad de cristianos!
Por eso nuestra vida debe ser santa, divina y espiritual,
ya que ‘todo lo que ha nacido del Espíritu es espíritu’ (cfr. Juan 3,6).
Me doy a ti, Espíritu Santo:
toma posesión de mí y condúceme en todo
y haz que viva como hijo de Dios,
como miembro de Jesucristo
y como quien por haber nacido de ti,
te pertenece y debe estar animado,
poseído y conducido por ti”
(San Juan Eudes)
Pistas para la Lectio Divina... Mateo 19, 16-22:
El Reino desde la óptica del joven: La hora de las decisiones. “Si
quieres ser perfecto…”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Después de haber visto en nuestra lectura de Mateo 19, la novedad del Reino (1)
en el mundo de la pareja y (2) en el mundo de los niños, hoy nos encontramos con
su efecto (3) en el mundo de un joven. Mateo es el único en precisar que se trata
de un joven, dejando entender que se encuentra en la edad de las decisiones
fundamentales que afectan el resto de la vida.

“¿Qué he de hacer de bueno para


conseguir vida eterna?” (19,16). La
pregunta del joven rico no tiene nada de
superficial, por el contrario, él hace la
pregunta más importante que puede plantear
un ser humano: ¿Qué tengo que hacer para
alcanzar la plenitud de la vida? Es decir, el
joven indaga por un camino de realización,
que en términos de la relación con Dios
llamamos “salvación”, o dicho de otra forma –
como aquí- “entrar en la vida” (19,17b).

Jesús le responde inicialmente con dos


precisiones sutiles:
 “¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el
Bueno” (19,17a). No se trata de “hacer algo bueno” sino de “encontrar al que es
bueno”. La salvación no está en un “hacer” específico sino en una persona (se
entiende aquí que el “bueno” es Dios).

 “Si quieres entrar en la vida ” (19,17b). Es


verdad que hay que pensar en la “vida eterna”, pero Jesús le hace caer en cuenta
que esa vida no está desconectada de las opciones que se tomen en esta “vida” (le
quita el término “eterna”).

Luego le propone dos caminos para realizar el


propósito planteado:
 “Guarda los mandamientos ” (19,17c). El
camino de la sintonía con la voluntad de Dios manifestada en los mandamientos del
Decálogo (al cual Mt le agrega el “amarás a tu prójimo como a ti mismo”).

 “Si quieres ser perfecto… ven y


sígueme” (19,21). El camino del seguimiento de su propia persona, que es
una forma concreta de entrar en sintonía con la voluntad de Dios y de hacerlo,
como bien precisa Mt, de manera “perfecta”. El camino del seguimiento de Jesús se
pone al mismo nivel de gravedad y exigencia del de los mandamientos.

Cuando el joven le asegura que ya está en el


primer camino y le pregunta “¿Qué más me
falta?” (19,20), Jesús lo invita a emprender el
segundo camino, el cual tiene como punto de
partida un giro fundamental en la vida:
 Un movimiento de ida: “Anda”. En su “ir” se desprende de todas sus
posesiones de forma irrevocable (“dar a los pobres” indica que nunca las va a
recuperar, ellos lo necesitan y lo gastan inmediatamente).

 Un movimiento de venida: “Ven”. Ya


desasido de todo, se abandona
completamente en Jesús y pone sus pasos en
cada una de sus huellas en el seguimiento.

Toda la última parte está introducida por la


frase: “Si quieres ser perfecto” (19,21). La
propuesta de “perfección” consiste en la
vivencia del misterio pascual, se trata de un
“morir” (como lo expresa el movimiento de
ida) para “vivir” con él (como lo indica el
movimiento de venida). Esta invitación a la
perfección nos remite al capítulo 5 de este
evangelio, el sermón de la montaña: perfecto
es Dios (5,48), cada uno vive su perfección si
encarna las bienaventuranzas y las traduce en
las obras por las cuales brilla un hijo de Dios
Padre (5,16).
Todo discípulo de Jesús lleva en su existencia
la impronta profunda que deja este giro
pascual y comprende que sólo con Jesús,
culmen de la historia de la Ley y los Profetas
(ver 5,17-19), se puede entrar en la plenitud
de la vida. El discipulado es la realización de
este camino de salvación.

Jesús le dijo al joven “si quieres”. Al final el


joven no quiso y se fue triste. Ese es el riesgo
de la libertad.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Cómo me imagino la realización plena de


mi vida?
2. ¿Qué relación hay entre el cumplir los
mandamientos y obedecer a Jesús que pide
que deje todo y lo siga?
3. ¿Qué me ata para seguir a Jesús con
libertad total y con una entrega plena? ¿Qué
paso voy a dar hoy?
Pistas para la Lectio Divina... Mateo 19, 23-30:
El don de la salvación. “Entonces, ¿quién se podrá salvar?”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La frase “entrar en” (el Reino de los Cielos… la Vida eterna) sigue repitiéndose
constantemente: los niños fueron puestos como modelo de quien sabe dar ese
paso, el joven rico deseaba dar el salto cualitativo. Ahora se profundiza en este
punto.
Los discípulos, como sucedió cuando Jesús
hablo de las exigencias del matrimonio desde
la perspectiva del Reino, de nuevo quedan
desconcertados con la severidad de las
exigencias de Jesús: “Entonces, ¿quién se
podrá salvar?” (19,25). Esta interpelación
deja en el aire la pregunta: ¿No estará
pidiendo demasiado? ¿Qué sentido tiene todo
esto? ¿Será posible vivirlo?

En el diálogo que Jesús entabla con sus


discípulos, justo en el momento en que se va
marchando el joven rico, va respondiendo a
todas estas cuestiones:

1. Es difícil pero es posible si se sabe


decidir

Jesús mismo admite que es “difícil” pero


nunca dice que sea imposible. Con el ejemplo
paradójico y gracioso –¡qué buen humor el de
Jesús!- de un camello que pasa por el ojo de
una aguja se insinúa que en cuanto una
persona esté apegada a su riqueza no podrá
entrar en el Reino de los Cielos. Por lo tanto
tendrá que escoger, y esta decisión depende
exclusivamente del interesado. Para una
persona apegada a sus bienes le queda
planteada la pregunta: ¿Qué es lo más
importante para ti?
2. La salvación es un don de Dios

“Para los hombres eso es imposible, mas


para Dios todo es posible”
(19,26b). Frente a la impotencia humana
brilla la omnipotencia de Dios. Nadie se salva
a sí mismo, la salvación es un don de la
misericordia de Dios. Se salva quien tiene
corazón abierto para acoger la gracia.

3. La renuncia por el discipulado tiene


sentido

A la reacción de Pedro, por la cual pone de


presente que él y sus compañeros dieron este
difícil paso, Jesús responde con el anuncio del
nuevo horizonte de bendición y plenitud que le
aguarda a todo discípulo que ha hecho la
opción.

Jesús describe el futuro con dos imágenes:


(1) Su rol futuro se verá en la participación en
el día final en el juicio en calidad de jueces:
“Os sentaréis también vosotros en doce
tronos, para juzgar a las doce tribus de
Israel” (19,28).
(2) Los que dejaron todo reciben todo y
centuplicado, pero el más importante de los
dones es la “vida eterna”: “recibirá el ciento
por uno y heredará la vida eterna”
(19,29).

No hay que perder de vista que el Reino


invierte las situaciones. El discipulado se
inserta dentro de este giro fundamental que la
obra de Dios realiza en el mundo: no son los
primeros y los más poderosos del mundo sino
los últimos, los que han dejado atrás sus
bienes precisamente por causa de Jesús los
que llevan la delantera.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿He llegado a pensar alguna vez que Jesús es demasiado exigente?
2. ¿Por qué es necesario desapegarse de la riqueza para entrar en el Reino de
los Cielos?
3. ¿Cómo se ha realizado la promesa de Jesús en mi caso particular? ¿Veo en
mi comunidad de fe un don del Señor que corresponde a su promesa para
quienes lo dejan todo y lo siguen? ¿Qué hago para que mi comunidad sea
anticipo del mundo futuro?

4. Pistas para la Lectio Divina... Mateo 20, 1-


16a:
Una espiritualidad de la gratuidad y no de la recompensa. “¿O
va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Con una parábola se nos explica la inversión de situaciones propia del Reino de los
Cielos: “los últimos serán primeros y los primeros últimos” (20,16; ver
19,30). Esta realidad ya la habíamos visto ayer, hoy la profundizamos.

No debemos perder de vista que en el


Evangelio de Mateo todavía se está
exponiendo ampliamente la novedad del
Reino, cuyo sentido último es mostrarnos
la otra cara de la realidad en la que está
obrando Dios y cuya lógica (sus proyectos)
subvierte a la nuestra.
Jesús parte de una realidad bien conocida en su época: el desempleo y el
subempleo. Por eso la parábola se escenifica en una plaza en la que
continuamente se encuentran desempleados esperando una oportunidad de
trabajo. De igual forma en el escenario aparece un movimiento que sigue las
diversas horas de una jornada: el amanecer, las nueve de la mañana, el
mediodía, las tres y las cinco de la tarde, y finalmente el fin del día al
atardecer.

Un patrón yendo y viniendo continuamente


haciendo contratos. Los jornaleros tienen la
expectativa de que su pago será
proporcional al tiempo trabajado. Pero ¡oh,
supresa!, no es así, todos reciben por igual
y los interesados están a punto de hacer
una huelga de protesta por la aparente
“injusticia” de su patrón.

La parábola afirma la soberanía de Dios y


su gracia que no está basada en el cálculo
humano de la ganancia proporcional al
esfuerzo. El corazón de Dios no se mide con
esta “regla” de la recompensa.
Si bien Jesús nos enseña que Dios siempre espera que nos esforcemos al
máximo, que no seamos pasivos, inactivos o indiferentes, requiriendo siempre
nuestra activa colaboración, nos enseña también que estamos llamados a una
justicia mayor (ver 5,20), que debemos vivir en sintonía con el corazón
amoroso del Padre (ver 5,45 y 7,21). Efectivamente nuestro actuar justo y
nuestro compromiso total son necesarios y podemos estar seguros del
reconocimiento generoso por parte de Dios. Pero eso sí, la relación con Dios
no se fundamenta en la contraprestación sino en la gratuidad, en el dejar de
lado cualquier segunda intención de beneficio propio.

Somos invitados hoy a descubrir el corazón


bondadoso de Dios y a superar una
espiritualidad rígida basada en la
contraprestación con Dios: “me porto bien
para que Dios me premie escuchando tal o
cual petición que le haga”.

No debemos nunca decirle a Dios qué es lo


que tiene que hacer con nosotros, sino más
bien respetar su libertad y su bondad, y
todavía más, alegrarnos con todo signo de
su bondad que descubramos en nuestros
hermanos, superando así cualquier
sentimiento de envidia.

Dios no es un patrón con quien hacemos


contratos sino un Padre de quien recibimos
gracia y bondad.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Cómo me siento cuando a otro le dan más de lo que creo que se
merece?
2. ¿Mi espiritualidad está basada en la doctrina del mérito o en la de la
gratuidad del corazón misericordioso del Señor, quien me da todo su amor?
3. ¿Cómo integrar la experiencia de la gracia con la exigencia del
compromiso cotidiano con el Señor en los hermanos y en todos los aspectos
de la vida?

Segunda semana de Cuaresma


MIÉRCOLES

La aceptación del misterio de la cruz es un don de Dios


Mateo 20, 17-28
“El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida
en
rescate por muchos”
La Palabra de Dios sigue urgiendo nuestro corazón a la aceptación del
Misterio de
Jesús en el cual somos progresivamente introducidos hasta llegar a ser
partícipes y
reflejar en nuestra vida la gloria de Dios manifestada en su Hijo (ver 2Cor
3,18).
El evangelio de hoy ilumina nuestros corazones para que podamos aceptar
la gracia
de la conversión.

En el texto descubrimos tres elementos contrastantes:

1. La gloria del Hijo del Hombre por el camino del vaciamiento

Por tercera vez Jesús anuncia su Pasión a los discípulos en el evangelio de


Mateo.

Jesús habla abiertamente, no oculta nada, les describe a sus discípulos casi
con
detalle cuánto deberá padecer antes de ser glorificado. Notemos el
“crescendo”:
“Entregado, condenado, burlado, azotado, crucificado y al tercer día
resucitará” (20,18-19).

2. La gloria del mundo por el camino del poder

Frente al anuncio de Jesús, los discípulos no parecen estar a la altura de las


circunstancias. Ellos van en contravía a la propuesta.

Así se desvela la ceguera e insensatez de los discípulos que no les permite


siquiera
vislumbrar el Misterio de la gloria que el Señor les revela, y bien lejos de
entender
las palabras de Jesús (ver Marcos 8,32; 9,32; Lucas 9,45) reaccionan
adversamente buscando la gloria humana y confundiendo con ésta, la gloria
del
Señor.

Así como los hijos de Zebedeo, quienes se apoyan en su Madre para pedir a
Jesús
los primeros puestos en su reino (“Manda que estos hijos míos se
sienten uno
a tu derecha y el otro a tu izquierda...”; 20,20-24) también los otros
discípulos
-quienes se sienten indignados por que aquellos se anticiparon y frustraron
sus
expectativas-, los unos y los otros están movidos por el afán de
reconocimiento y
vanagloria.

3. La contraposición de las dos glorias

Ante esta realidad Jesús, como Maestro incomparable, llama a sus


discípulos y con
la ternura y la firmeza que le es propia, pone en contraposición las dos
glorias: la
del mundo, basada en el poder y en el prestigio, y la suya, que consiste en
hacerse
esclavo para servir a los hermanos.

Para concluir, Jesús los invita decididamente a colocarse de su parte: “Pero


no ha
de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande,
sea el
servidor de todos, y el que quiera ser el primero hágase esclavo de
todos”
(26-27).

En el diálogo de Jesús con sus discípulos, lleno de equívocos y


desentendidos,
vemos claramente el dinamismo de dos lógicas opuestas:
 Lo que hace el egoísmo que busca la vanagloria y el poder;
 Lo que hace el Amor, Jesús “que siendo de condición divina, no se
aferra a
su igualdad con Dios, sino que se despoja de su rango, se vacía de sí
mismo, asume la condición de esclavo... y se humilla, obedeciendo
hasta
la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2,5-8). De esta manera nos
indica el
camino de nuestra verdadera realización humana: el vaciamiento, el camino
de
la cruz, la pequeñez, el servicio.
Quiera el Señor que en este tiempo Cuaresmal, podamos dejarnos tocar el
corazón
por la Palabra del Maestro, y permitirle que encarne en nosotros sus
criterios, su
lógica, sus opciones de vida.

Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.

1. ¿Por qué podemos afirmar que la aceptación del misterio de la cruz es un


don de
Dios?
2. En el mundo de hoy son cada vez más frecuentes los casos de personas
que
buscan las riquezas y los honores por caminos cortos y fáciles. ¿En mi vida
espiritual pretendo conseguir los dones y gracias de Jesús de forma
inmediata y sin
mucho esfuerzo?
3. ¿Qué actitudes me pide el Señor que cambie en esta cuaresma, actitudes
sin las
cuales no sería posible vivir la pascua?

Desgarren sus corazones y no sus vestiduras


“Que tu amor se convierta, de suerte que tú no ames nada sino para el
Señor.
Que tu temor se vuelva hacia Él, pues todo temor que nos hace temer
alguna cosa
fuera de Él y no a causa del Él es malo.
Que tu alegría y tu tristeza también se vuelvan hacia Él, y así será si tú
sufres y te
regocijas sólo en Él”
(San Bernardo, “Sermón de Cuaresma”)

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 20,20-28: Aspirar a lo verdaderamente grande. “Quien
entre ustedes quiera llegar a ser grande hágase el servidor de todos.
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Hoy celebramos la fiesta del apóstol Santiago el mayor, hermano de Juan y quien
vivió junto a Jesús la experiencia de algunos momentos significativos como la
curación de la hija de Jairo, la transfiguración, la oración en el huerto.

En el texto de hoy, la primera que aparece en la escena es una mujer,


precisamente la mamá de los dos. La vemos que se acerca a Jesús y se postra.
Ella reconoce en Jesús a alguien ante el cual la mejor actitud es postrarse y
adorarlo. El texto no nos dice que ella haya pronunciado palabra alguna. Jesús, que
conoce lo profundo del corazón, capta en este gesto el deseo de la madre de pedirle
algo, y sin más le lanza una pregunta: “¿Qué deseas? (22).
Hagamos una pequeña reflexión: Es la primera vez que aparece esta Madre.
Seguramente todo lo que sabía y había oído acerca de Jesús se lo habían contado
los hijos quienes seguían al maestro desde el momento en que Él los llamó. Es bello
ver como, en este caso, son los hijos los que transmiten la experiencia de Jesús a
sus padres, en este caso a su madre.

Cerremos el inciso. A la pregunta de Jesús: ¿Qué deseas?, sintiendo fuerte el


amor pos sus hijos, queriendo lo mejor para ellos y al mismo tiempo captando todo
el significado salvífico de la figura de Jesús, le dice; “Manda que estos dos hijos
míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu reino” (21)

En esta petición encontramos algunos elementos interesantes:

1. Manda
2. Reino
3. Sentarse a la derecha y a la izquierda.

“Manda” Esta mujer reconoce la autoridad que tiene Jesús, quien puede ‘mandar’.
Es como si dijera: “Tú que todo lo puedes da esa orden. ¿Cuál?

“Que estos mis hijos se sienten en tu reino” Es como decir: Creo en todo lo
que mis hijos me han dicho de Ti y ahora te pido que los hagas participes de tus
planes y proyectos, de tu futuro.

Sentarse, la palabra sentarse indica igualdad, intimidad, confianza. Esta Madre


apunta alto. No simplemente que ‘se sienten contigo’, eso ya sería bastante, sino
que se sienten a tu derecha y a tu izquierda. Los puestos de honor. El favor hay
que pedirlo bien.

Jesús la pensaba muy distinto y por eso le responde no solo a la mujer sino a los
tres: “No saben lo que piden” (22) Esto no es tan sencillo, porque no se trata de
un ‘premio’ a la buena conducta, hay que ir más lejos: “¿Son capaces de sufrir lo
que yo voy a sufrir?” (22).
Casi arrebatándole la palabra a Jesús exclaman con seguridad; “Podemos”. Jesús
reconoce que por el amor que le tienen ellos lo harán, beberán su copa, pero eso
de “sentarse a mi derecha y a mi izquierda no me corresponde a mi darlo,
sino que se les dará a aquellos, para quienes mi Padre lo ha
preparado” (23).

Aquí parece que termina la insistencia.

Los otros diez estaban escuchando atentamente este original diálogo. El texto dice
que se enojaron con los dos hermanos. ¿Sería por lo que pedían o porque no los
habían tenido en cuenta a todos?

Jesús entonces les da una bella lección. No se trata de mandar sino de servir. Este
es el único camino que nos puede hacer grandes. Esto no lo dice Jesús simplemente
porque sabe que es así, sino porque, como nos dice el versículo 28, lo ha
experimentado en su vida haciéndose una vez más Maestro de vida.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. Según Jesús ¿Cuál es la mejor manera de llegar a ser grandes?
2. ¿Qué entiendo yo por una actitud de servicio? ¿Cómo la vivo?
3. ¿En mi grupo, en mi familia o comunidad me siento mas inclinado/a a mandar o
a servir? ¿En qué momentos específicos lo noto?

Segunda semana de Cuaresma


VIERNES
Parábola de los viñadores homicidas
Mateo 21,33-43.45-46
“La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se
ha
convertido”
La parábola tiene como punto central el rechazo de Jesús por parte de
Israel y la
necesidad de que los discípulos de Jesús sean responsables con sus frutos.
Al final
de la parábola se anuncia la paradoja pascual: el hijo rechazado se
convierte en la
piedra angular de una edificación. Esta construcción es imagen de la
comunión que
se construye en el Cristo Pascual, piedra viva de la cual nos aferramos.

En primer lugar se observan los cuidados que el propietario le prodiga a su


viña: la
deja completa y hermosa. Luego la arrienda y se ausenta (21,333).

Viene luego una serie de tres envíos por parte del propietario para recibir
los frutos
que le corresponden. Se va notando una progresión tanto en número (el
segundo
grupo de siervos es mayor que el primero) como en calidad (el último
enviado es su
hijo). Llega así el momento trágico del asesinato del hijo. Los labradores
reflexionan: “Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia”
(v.38).

Hasta aquí la parábola está releyendo la historia de la muerte de Jesús.


Dios, el
propietario, envía a siervos que, como Juan Bautista, no son oídos. Cuando
el
propietario manda a su propio hijo el trato al principio es similar, incluso
peor. Los
labradores representan a aquellos que no tienen interés en entregar sus
frutos de
conversión (ver Mt 3,8) y prefieren quitar de en medio, de manera
definitiva, la voz
perturbadora que pide responsabilidad (ver los vv.45-46). Estas son las
actitudes
que terminan llevando a Jesús hasta la muerte.

Pero la irresponsabilidad se revierte contra los agresores: darán cuenta de


sus
actos y perderán sus privilegios, incluso la vida. La viña entonces será
entregada a
otros labradores que sí entregarán los frutos (v.41).

Esta parábola que leemos en el hoy de la Iglesia vuelve a cuestionar si a


quien
finalmente se le traspasó la viña está siendo responsable con su tarea.
Podemos
caer en la presunción de considerarnos pueblo elegido y dormirnos en
nuestras
responsabilidades. No cuenta tanto la belleza del discurso ni las grandes
obras que
se hagan sino la conversión al mensaje profético de Jesús: “Por sus frutos
los
conoceréis” (Mt 7,15).

La frase del v.43, “para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos”, está
precedida por el anuncio de una piedra angular que al darle cohesión a todo
el
edificio supone superadas las fragilidades que llevaron a los primeros
labradores a
cometer su error. Por lo tanto la responsabilidad es mayor.
Repitamos hoy la oración de la primitiva Iglesia: “Te damos gracias, Padre
nuestro,
por la santa viña de David, tu siervo, que nos has revelado por medio de
Jesús, tu
siervo” (Didajé 9,3).
Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:
1. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes de esta parábola?
2. ¿Qué frutos de conversión cuaresmal espera el Señor que le presente en
la
Pascua?
3. ¿Qué me ofrece el Señor para que esos frutos sean posibles?

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 23, 1-12: Sobre el manejo de la autoridad. “No imitéis su
conducta”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Entramos ahora en un capítulo del evangelio de Mateo que tiene carácter


evaluativo. En un nuevo discurso, Jesús nos invita a analizar la manera como se
establecen las relaciones en la comunidad, en la familia y en todos aquellos
ambientes en los cuales se espera que el criterio fundamental sea el nuevo estilo de
vida cristiana.

El punto particular que debemos examinar hoy


es el del manejo de la autoridad. Así como en
todo grupo humano, en una comunidad
cristiana hay personas que tienen funciones
en ella.

Pero la autoridad no es sólo asunto de


“cargos”, también se da a partir de la edad,
de la experiencia y de los conocimientos que
una persona posee. Si bien es cierto que todos
somos iguales, no podemos desconocer que,
por las razones que se acaban de enumerar,
también se notan diferencias que determinan
las relaciones al interior de una comunidad.
El peligro de estas formas de diversidad y de
superioridad está en el riesgo de que estas
personas pongan en primer plano en sus
relaciones su propia persona, el cultivo de su
imagen y el deseo de enaltecerse sobre los
demás.

A este peligro responde Jesús con la


enseñanza que leemos hoy. Leyendo
cuidadosamente el evangelio notamos dos
partes. Estas dos partes son como las dos
caras de una moneda y juntas constituyen el
mensaje:

1. Lo que no hay que hacer (23,1-7)

Los escribas son los que “se han sentado en


la cátedra de Moisés” (23,2). Con esto
Jesús hace referencia a la silla del maestro en
la escuela rabínica. El nombre hace honor a
Moisés, a quien se le considera el primer gran
maestro en Israel, el primero en trasmitirle la
Ley al pueblo.

Jesús parte de esta observación para hacer


una lista de advertencias sobre algunos
equívocos de quien maneja la autoridad:
(1) La incoherencia: “Dicen pero no hacen”
(23,3). Sus palabras y sus hechos se
contradicen.
(2) La falta de compromiso: “Atan cargas...
pero ni con el dedo quieren moverlas”
(23,4). Se trata de maestros que no le ofrecen
explicaciones a la gente, ni las motivan, ni
caminos pedagógicas para poder vivir las
enseñanzas, simplemente imponen; ellos por
su parte buscan una vida fácil.
(3) La vanidad: “Todas sus obras las hacen
para ser vistos por los hombres” (23,5). Lo
que buscan es “impresionar” positivamente a
los demás (ver 6,1-2).
(4) La ostentación: “Quieren el primer
puesto...” (23,6). Exigen el respeto de los
privilegios que la sociedad les concede gracias
a su cargo: (a) en los banquetes que se
realizaban en las casas; (b) en las ceremonias
de la sinagoga; (c) en la vida pública, por las
calles y plazas.

Jesús muestra cómo un maestro con este


perfil no es creíble en su comunidad.

2. El comportamiento distintivo de un
discípulo de Jesús (Mt 23,8-12)

De un discípulo de Jesús se espera un


comportamiento completamente
distinto. Jesús enseña que: lo importante no
es aquello que nos diferencia sino aquello que
nos une.
El Señorío de Dios es la base de todas las
relaciones comunitarias. Por eso Jesús nos
recuerda que el verdadero Maestro y Director
(23,8.10) es Él y que el único verdadero Padre
es Dios (23,9). Cualquier autoridad en la
comunidad está remitida a esta autoridad
mayor. Por lo tanto, en el Señorío de Cristo y
en la Paternidad de Dios, todos somos
iguales: ¡todos somos hermanos!; de ahí que,
no importa la función que se ejerza en la
comunidad, todos tenemos la misma dignidad.

Pero tampoco Jesús quiere decir que no haya


autoridad en la comunidad, como si estuviera
proponiendo algún tipo de anarquía. Lo que
dice es que lo primero es la fraternidad y que
en función de ella, los encargados de dirigir la
comunidad, están llamados a reflejar el rostro
de Jesús Maestro y Director, y el rostro de
Dios Padre.

No se trata, entonces, de una prohibición,


como por ejemplo, que a los sacerdotes no los
llamen “padre”. Se trata de recordar que:
(1) Ninguna autoridad se puede ejercer en
nombre propio sino en comunión con el único
Maestro, Director y Padre de la comunidad
que son Jesús y su Padre.
(2) Ninguna autoridad se puede ejercer para
satisfacción personal y honor propio, sino
únicamente para el servicio de los hermanos:
“El mayor entre vosotros será vuestro
servidor” (23,11).

Jesús nos llama, con sus palabras insistentes,


para que construyamos juntos las
comunidades sobre el doble criterio -
claramente evangélico- de la fraternidad y el
servicio.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Qué actitudes y comportamientos le critica
Jesús a los escribas?
2. ¿Qué debe caracterizar el comportamiento
de un discípulo? ¿Qué es lo primero y qué es
lo segundo? (comparar con Lc 22,31-32)
3. ¿Cuáles son los abusos y las actitudes
equivocadas, sea en el ejercicio, sean en la
contestación de la autoridad en la Iglesia?

“¡Cristianos no sois máquinas, no sois bestias


de carga, sois hijos de Dios! Amados por
Cristo, herederos del Cielo... Auténticamente
hijos de Dios; sois uno en Cristo; en Cristo no
hay ricos ni pobres, burgueses ni proletarios;
ni arios ni sajones; ni mongoles ni latinos,
sino que Cristo es la vida de quienes quieren
aceptar la divinización de su ser”.
(P. Alberto Hurtado)

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 23, 1-12: Unificar la vida en la coherencia entre lo que se
dice y se hace. “Porque dicen y no hacen”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Somos muy dados a decirles a los demás lo que tienen que hacer y resulta que a
veces se nos olvida mirarnos en el espejo. Pero las palabras del Señor no son para
unos sí y para otros no: la exigencia es igual para todos. En la comunidad de Jesús
no cabe la separación: los que enseñan y los que practican. No, todos practican.

Las palabras dirigidas a los fariseos no son exclusivas para ellos sino que cobijan a
todos los miembros de la Iglesia (ver 23,1). Observemos el orden de ideas:

(1) Jesús valida la autoridad de los maestros de la Ley (“Haced, pues, y observad
todo lo que os digan”, v.3ª), pero pide: “No imitéis su conducta” (v.3b).

(2) Jesús va al grano y señala las tres conductas que reflejan incoherencia:
(a) La doble vida: “decir” pero “no hacer” (v.3c);
(b) la falta de compromiso: “poner cargas pesadas en las espaldas de la
gente” pero “ni con el dedo moverlas” (v.4);
(c) el buscar lo más visible para ser notado: “Todas sus obras las hacen para
ser vistos por los hombres” (v.5ª). Tres ejemplos concretos: el vestido, los
primeros puestos en los espacios públicos (banquetes) y religiosos (sinagoga) y la
exigencia de que los llamen por el título (vv.5b-7).

(3) Partiendo del último punto (“que la gente los llame Rabí”) Jesús señala el
comportamiento distintivo del discípulo: “Vosotros, en cambio...” (v.8ª):
(a) En la comunidad se construye en una unidad de base: “vosotros todos sois
hermanos” (v.8c).
(b) En la comunidad la autoridad se ejerce en cuanto se vive en comunión con el
único Maestro (v.8b), con el único Padre (v.9) y con el único Director (v.10).
(c) La motivación fundamental de todo comportamiento cristiano debe ser la del
servicio (v.11-12).

Las palabras de Jesús cuestionan la vida espiritual: el propósito es que la


Palabra descienda hasta lo más hondo e impregne nuestra vida, que ponga en crisis
los criterios de comportamiento y sus motivaciones más profundas. Cuando esto
no sucede, enseguida se manifiestan las patologías diagnosticadas por Jesús en
este evangelio.

Por eso Jesús propone el camino de la unificación en Él: partir desde lo más bajo
posible, como el servidor que se humilla. Esa fue su actitud fundamental que se
manifestó finalmente en la Cruz. La Cruz purifica el corazón y lo hace auténtico,
despoja las apariencias y hace que brote la verdad del ser, coloca a cada persona
en el lugar social correcto para que, levantando las cargas de los demás, todos
juntos crezcan en la dirección del Dios Padre, Maestro y Guía en quien todo
converge.

En nuestro Bautismo fuimos revestidos de Cristo. No olvidemos que el problema no


está en vestirnos de cristianos sino en “ser” cristianos y el ser cristiano emerge de
dentro, poniéndonos bajo el juicio de la Cruz. Recuerda los vv.11-12: a los fariseos
no hay que imitarlos pero al Crucificado sí.

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:


1. ¿Cuándo ejercito la “lectio divina” me miro a mí mismo en el espejo de la
Palabra o estoy pensando cómo aplicarle la enseñanza a los demás? (Recuerda la
segunda pregunta de la “lectio”: ¿Qué me dice el texto?).
2. ¿En qué aspectos de mi vida todavía no he sido impregnado por la Palabra de
Dios?
3. ¿La Cruz de Jesús pone en crisis mis intereses personales y mi afán por tener
visibilidad y reconocimiento social?

Pistas para la Lectio Divina... Mateo 23,13-22:


Coherencia de vida. “Ay de vosotros…”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Nos vamos aproximando al final de nuestra lectura semicontinua del evangelio de


Mateo. Hoy comenzamos a leer la serie de las siete lamentaciones de Jesús
(también conocidas como “ayes”) o invectivas contra los escribas y fariseos. Vamos
a detenernos en esta sección fuerte den evangelio de Mateo y la vamos a asumir
como una especie de evaluación mirándonos con toda honestidad y sin
prevenciones en el espejo de la Palabra de Dios.

En casi todos los “ayes” Jesús repite la


expresión “escribas y fariseos hipócritas”. El
término hipócrita está tomado casi tal cual de
la lengua griega y significa “actor de teatro”
incluso puede traducirse como “comediante” o
“payaso”. La expresión que en mundo teatral
griego es positiva, toma en labios de Jesús un
sentido peyorativo indicando una doble vida.
Desde esta perspectiva, Jesús evalúa el
comportamiento de los líderes de Israel, pero
no debemos perder de vista que cuando
Mateo lo narra está pensando también en todo
aquello en lo que deben estar vigilantes los
discípulos del Señor.

Si miramos en conjunto los siete “ayes”


notaremos que la hipocresía se diagnostica
en:
La discrepancia entre ser y aparecer.
El mal manejo de la escala de valores
La falta de discernimiento de lo que es
importante y de lo que es secundario, entre lo
central y lo periférico.

Lo que cuenta para Jesús no son los títulos, ni


la manera como se presenta externamente
una persona, para él no hay máscaras ni
rótulos. Jesús conoce el corazón y lo que
importa para él es el actuar cotidiano
impulsado por el amor sincero, aprendido y
madurado en la relación profunda con Dios.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón


1. ¿Cuáles pueden ser las causas por las cuales una persona puede llegar a
adoptar un comportamiento doble con Dios y con los demás?
2. ¿Por qué pronuncia Jesús este discurso? ¿A quién se dirige?
3. ¿Qué hay que hacer para no caer en el comportamiento sobre el cual nos
advierte con tanta vehemencia?

Pistas para la Lectio Divina... Mateo 25, 1-13:


En medio de la noche: Saber esperar con las lámparas encendidas. "A
media noche se oyó una voz"
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Vamos llegando al final de nuestra lectura del evangelio según san Mateo.
Siguiendo el ritmo el evangelio entramos en la etapa de las últimas instrucciones de
Jesús a sus discípulos, justo aquellas que son más importantes para sostener una la
fidelidad en el seguimiento.

El capítulo 24 de Mateo tiene como tema


central la vigilancia: el discípulo que espera la
venida del Señor no se echa a dormir, no deja
que la rutina lo adormite, sino que está
siempre atento a lo que ocurre a su alrededor,
con una gran capacidad de discernimiento.

En el comienzo de capítulo 25, con la parábola


de las 10 vírgenes, Jesús educa en esta
actitud que debe ser característica de todo
discípulo suyo, de todo aquel que vive una
relación estrecha, de abandono total a Jesús
(expresado en la imagen de las “vírgenes”).

“Vigilar” significa propiamente abstenerse del


sueño. Esto es lo que precisamente se ilustra
en el comportamiento de las vírgenes.
Podemos sacar las siguientes lecciones:

(1) La pertenencia al Reino de Dios no se da


por sí misma sino que presupone el
comportamiento intencional, las
decisiones. Así como las vírgenes que se
preparan activamente para la venida del
novio, es necesario actuar sabiamente, con
prudente previsión y coherencia. El Reino de
Dios se gana con la sabiduría y se pierde con
la necedad.

(2) Las 10 vírgenes comienzan iguales, en las


mismas condiciones, pero luego 5 le toman
ventaja a las otras cinco. Jesús enseña que
personas que ha comenzado juntas y han
tenido muchas cosas en común pueden llegar
al fin de manera distinta, según su
comportamiento.

(3) El ritmo de la vida ocurre normal, el


tiempo pasa y caemos en la rutina. Jesús
enseña a vivir intensamente cada día, no
debemos esperar hasta el fin, hay que estar
siempre preparados. En nuestra mente y en
nuestro corazón debe estar siempre presente
el Señor y su voluntad, viviendo la vida como
un “entrar” continuamente en el Reino.

(4) Solo si estamos preparados podremos


entrar en el Reino de los cielos, en el señorío
pleno y bienaventurado de Dios y acogidos en
la comunión definitiva con él. Quien no está
preparado se encuentra con una puerta
cerrada debido a su irresponsabilidad.

(5) El futuro se gana en el presente. Hay que


tomar en serio el tiempo presente. El cielo
comienza en la tierra.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿En qué aspectos de mi vida considero que me he descuidado últimamente?
¿Qué se ha debilitado en mí?
2. ¿Qué es lo que puede causar en mí –como en el caso de las cinco vírgenes
insensatas- un adormecimiento que lleva a la irresponsabilidad? (por
ejemplo, ¿el uso indiscriminado de la televisión?)
3. ¿Qué decisiones voy a tomar para que ponerle aceite nuevo a mí lámpara?

Pistas para la Lectio Divina... Mateo 25, 14-30:


Hacer fructificar lo recibido. "Muy bien siervo bueno y fiel"
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM
La liturgia nos invita hoy a leer la parábola de los talentos que nos interroga: ¿Qué
has hecho con los talentos que te di?

El texto nos da algunas pistas para que


podamos responder de manera ponderada y
consciente:

(1) La parábola nos recuerda que somos


“siervos” del Señor. Aunque somos libres
nuestra vida depende de él y está en función
de él. Estamos vinculados al Señor de muchas
formas y nuestras capacidades vienen siempre
de él.

(2) Cada uno ha recibido un don según su


capacidad. No debemos compararnos con los
otros, más bien debemos valorar lo que
hemos recibido y ser responsables con ello.

(3) Nuestra tarea, nuestro ser “siervos”, es


dar fruto abundante. El siervo bueno y fiel es
el que trabaja por los intereses de su Señor.
El siervo malvado e inepto, rechaza el servicio
y no actúa según la voluntad de su patrón.

(4) Cuando se trabaja en las cosas del Señor,


en el propio corazón y hacia fuera en los
diversos compromisos con los hermanos, se
vive en el gozo del Señor. No olvidemos que
Él nos ha llamado para la plena felicidad.
(5) El tiempo vale mucho. No podemos
desperdiciar nuestra vida, con todos sus
dones. El Señor nos pedirá cuenta de todo lo
que nos dio. Nuestra tarea es desarrollar
nuestras capacidades y todos los talentos que
pone en nuestras manos en función del
proyecto para el cual fuimos creados.

No lo olvidemos. La vida se nos ha dado no


como absoluta propiedad, sino como un tesoro
que administrar y del que tendremos que dar
cuenta al Señor.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Soy consciente de los talentos que el Señor ha puesto en mis manos?
2. ¿Qué estoy haciendo para desarrollarlos?
3. ¿Qué he hecho con la Palabra que el Señor me ha regalado durante este mes
diariamente? ¿Con que frutos me presento hoy ante el Señor?

Primera semana de Cuaresma


LUNES

La cuaresma como ejercicio de amor Mateo 25,31-46


“Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí
me lo
hicisteis”

La cuaresma es un ejercicio del corazón. El desierto de soledades rugientes


que
espantan se encuentra visitado por una presencia que seduce con su
ternura, sana
elamor herido y atrae fuertemente para restaurar la comunión rota o
descuidada
(ver Dt, 32,10 y Os 2,16).2
Jesús también en su cuaresma en el desierto renov￱ a fondo su “sí” al Dios
que
loreconoció públicamente como Hijo suyo y lo inundó con su Espíritu de
amor. Allí
dejó
en claro la pureza de sus intenciones en la misión al colocar el querer de su
Padre
comoel valor primero que guiaría su ministerio entero y el vivir en función
de los
demás
como criterio básico de todas sus acciones, es decir, no utilizando jamás su
poder
parasu propio beneficio.
El “Otro”, que es el Padre, y los “otros” que somos los hombres, son los
puntosreferenciales de la vida y ministerio de Jesús; en su caminar estará
siempre
tejiendo esta
doble relacionalidad. Todo discípulo está llamado a seguir este camino
dedescentramiento personal combatiendo el mal que lo aprisiona en su
egoísmo. El
ejercicio del amor es el gran horizonte espiritual de la cuaresma (ver la
separata de
estarevista).

Y, por supuesto, el amor tiene que ser probado verificando sus motivos
internos.
Por esoel evangelio de hoy se presenta en términos de juicio, de evaluación.
Por un
momentonos transportamos hasta lo que será el momento final de nuestras
vidas,
el encuentro cara a cara con Jesús para responder por lo que hemos hecho
y lo que
hemos dejado dehacer, de manera que tomemos a tiempo decisiones que
nos
permitan llegar a alcanzarel mayor deseo de nuestro coraz￱n: “ᄀQue mi
vida futura
espejo sea sin fin de tuhermosura!” (Himno de Laudes).

En la parábola de Mateo 25,31-46, la majestad del Rey no anula la premura


delicada del pastor que presta su último servicio al rebaño que ha
pastoreado un
día entero. Se tiene presente el momento en el que, al guardar el rebaño en
el
aprisco, se da a la tarea de separar las ovejas de los cabritos, los cuales
necesitan
mayor calor. El miedo que causa la idea de un juicio viene matizado con
esta
imagen del Pastor, quien representa siempre cuidado, atención y amor con
su
rebaño.
La separación que opera el Rey con actitud de pastor es una invitación para
que
revisemos de qué lado está cada uno de nosotros. El criterio fundamental es
el
amor y
está formulado en la frase: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos
míos
más pequeños, a mí me lo hicisteis” (v.40; que aparece de nuevo en
forma
negativa en el v.45).

Tres puntos fuertes aparecen:


(1) El amor se mide por el “hacer” no por los sentimientos que declaramos
ni
simplemente por la intención.
(2) El amor pedido tiene un distintivo: a “los más pequeños”. En Mateo el
pequeño es el frágil física, emocional y espiritualmente; el que necesita todo
tipo de
apoyo. Se
caracteriza también por su invisibilidad social.
(3) Jesús se identifica con los “peque￱os” a quienes llama “hermanos
míos”. Hay
una presencia sacramental de Jesús en ellos y con mayor densidad porque
son sus
hermanos en el sufrimiento. Por eso al pequeño se le respeta como se
respeta la
inmensa grandeza de Jesús coronada por el camino de la Cruz (sentido del
título
“Hijo del hombre”). Es en ellos donde Jesús -el amado- pide ser buscado,
honrado y
servido.
La parábola no deja nada en abstracto. Los indicadores específicos de este
“hacer”
en el que se ejercita todo el que ama a Jesús son seis situaciones de
precariedad
donde la ayuda es inaplazable: (1) el hambre, (2) la sed, (3) la necesidad
de techo,
(4) la 3 desnudez, (5) la enfermedad, (6) la perdida de la libertad en una
cárcel.
Todas ellas, si
las leemos en binas, nos piden una apertura grande de corazón para (1)
compartir
la mesa, (2) acoger con el doble abrigo de la casa y del vestido propio y (3)
salir de
la
comodidad para buscar a uno que está solo y que, humillado, no puede
valerse por
sí mismo.
La capacidad de respuesta efectiva ante el sufrimiento del otro es la medida
del
amor. La cuaresma nos pide este ejercicio del amor: dilatar el corazón hasta
que
sea tan
grande, tan descentrado de sí mismo y salvífico como el del Crucificado.
“Al atardecer de la vida seremos juzgados sobre el amor”, dice san Juan de
la Cruz.
Al atardecer, al final de esta cuaresma, a los pies del Crucificado su amor de
pastor
que
sufre y se ocupa de los más desvalidos evaluará si en esta cuaresma dimos
pasos
concretos en nuestra capacidad de amar. Luego en la Vigilia Pascual ,
porque
dijimos
“sí” al llamado de Dios en el hermano, tendremos autoridad para volver a
prometer
nuestro “sí” bautismal de entrega total a Dios.
Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:
1. ¿Por qué la cuaresma comienza con una invitación a revisarnos en la
caridad
hacia los hermanos que sufren?
2. ¿Cómo se correlacionan la imagen del juez y la del pastor? ¿Qué quieren
decirnos?
3. ﾿Qué tareas concretas que expresen el “ejercicio del amor” voy a
realizar de
manera
especial en esta cuaresma? ¿A quién(es)? ¿En qué momentos?

Pistas para la Lectio Divina...


Mateo 26, 14-25: El precio de una traición. “¿Acaso soy yo,
Señor?”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

El evangelio de hoy enfatiza el tema de la traición de Judas, según la versión del


evangelista Mateo.

También aquí en tres escenas seguidas aparece la progresiva entrada en la Pasión:


- El pacto comercial de Judas con los sumos sacerdotes para realizar la entrega de
Jesús (26,14-16).
- La preparación de la cena pascual (26,17-19).
- El comienzo de la cena, en cuyo contexto Jesús desvela la identidad del traidor
(26,20-25).

(1) La entrega de Jesús es pactada por el precio de un esclavo (26,14-16)

El pacto entre Judas y los sumos sacerdotes le da impulso al macabro pan que
llevará al arresto de Jesús y finalmente a su muerte.

Todo empieza con un fuerte contraste. Según Mateo, justo en el momento en que
la mujer unge con amor el cuerpo de Jesús para la sepultura (26,6-13), Judas
Iscariote parte para donde los sumos sacerdotes con el fin contratar la traición de
Jesús.

Con la anotación “uno de los Doce” (26,14), se pone en evidencia el escándalo.


Mateo muestra el lado oscuro del seguimiento de Jesús, el traidor potencial en que
puede transformarse todo creyente que se encuentre frente a un momento crítico.
En el diálogo de Judas con los sumos sacerdotes se denuncia que el dinero era una
de las motivaciones de la traición: “¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?”
(26,15ª). Mateo da un ejemplo concreto del poder corruptor de la riqueza.
Precisamente sobre este punto los discípulos habían sido instruidos en el Sermón
de la Montaña (ver 6,19-21.24). Una ilustración de la importancia del tema para el
discipulado fue la escena del joven rico y las palabras de Jesús que le siguieron (ver
19,23). Por lo tanto, los discípulos no deben andar preocupados por los bienes
materiales, ante todo deben buscar “primero su Reino y su justicia” (6,34).

La avidez de Judas por el dinero lo lleva a abandonar el único tesoro por el cual
valía la pena dar la vida. Así, guiado por sus propias motivaciones, Judas toma una
decisión libre: rechaza el Evangelio y escoge el dinero; esto lo conducirá a un
destino terrible (ver el v.24).

Recibe en contraparte “treinta monedas de plata” (26,15b). Se evoca así un


texto de Zacarías que dice: “‘Si os parece bien, dadme mi jornal; si no,
dejadlo’. Ellos pesaron mi jornal: treinta monedas de plata” (Zc 11,12).
Según Éxodo 21,32, éste es el precio de un esclavo. En el texto de Zacarías se
indica que se trata de una suma mezquina que se volverá a colocar en el tesoro del
Templo (ver más adelante en Mt 27,9-10). Detrás de todo está la convicción
fundamental de Mateo: la traición de Judas y su muerte parecen ser el triunfo del
mal, mientras que misteriosamente hacen parte del gran designio de la salvación
de Dios, ya que la Palabra de Dios se está realizando.

Judas sigue dando los pasos necesarios para consumar su traición: “andaba
buscando una oportunidad para entregarle” (26,16b). La “oportunidad” de que
aquí se habla tiene que ver con la frase que Jesús va a decir más adelante: “Mi
tiempo está cerca”. Casi irónicamente Jesús y Judas buscan el mismo “tiempo”
(kairós): la entrega del Hijo del hombre en las manos de los pecadores. Judas lo
hace para ganarse treinta monedas de plata, mientras que Jesús lo hace para dar la
vida por la salvación de la humanidad.

(2) La preparación de la cena pascual (26,17-35)

Estamos ya en la vigilia de la Pascua, “el primer día de los Ázimos” (26,17ª). El


jueves, durante el día todas las famitas hebreas botaban a la basura el pan con
levadura, para celebrar como se debía la Pascua, con pan sin levadura (como lo
manda Éxodo 12,15). La verdadera fiesta empezaba al atardecer.

El evangelio se concentra en las palabras decididas de Jesús y en la obediencia


inmediata de los discípulos. Hay un fuerte sentido de autoridad en las palabras de
Jesús: “En tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos” (26,18).

El énfasis recae en dos frases:


- “Mi tiempo está cerca” (26,18). En la muerte de Jesús irrumpe el nuevo tiempo
de la salvación (ver 13,40). Por eso su carácter determinante: anticipa el final de la
historia, cuando se decidirá el destino humano.
- “Con mis discípulos”, ya que en todo lo que está a punto de suceder estará
comprometido el vínculo entre Jesús y sus discípulos.

La “pascua”, la fiesta hebrea de la liberación, da el horizonte para interpretar el


significado de la muerte y resurrección de Jesús y también el nuevo horizonte de
vida que de allí se desprende para los discípulos.

(3) El desvelamiento de la identidad del traidor (26,20-25)


El sol se acaba de ocultar y comienza el ritual de la cena pascual (26,20). Se trata
de una fiesta de alegría, pero para Jesús y sus discípulos el momento solemne del
banquete resulta inserto en un doloroso contexto de traición. El evangelista hace
sonar enseguida la nota aguda de la Pasión: “Uno de de vosotros me entregará”
(26,21).

En el relato, la tensión va aumentando poco a poco hasta que revienta la


confrontación final entre Jesús y Judas en el versículo final (26,25):
- Cuando los discípulos escuchan la profecía tremenda de Jesús, se llenan de
miedo y comienzan a preguntar: “¿Acaso soy yo, Señor?” (26,22). La indicación
“uno por uno” invita al lector a hacerse la misma pregunta.
- Jesús les responde dando una indicación precisa (26,23). Sus palabras
ponen de relieve la tragedia de la traición: él viola el vínculo de amistad y de
confianza que Jesús celebra con sus discípulos. Es el extremo pecado (“¡Ay de
aquel!”; 26,24).
- Cuando Judas hace la pregunta, el evangelista cambia la palabra “Señor”
(que habían dicho los anteriores) por la palabra “Rabbí” (26,25a; término que en
Mateo tiene un matiz negativo). Se pone en evidencia el contraste entre las
palabras de Judas y la fe absoluta y confiada de los otros discípulos en Jesús.
Llamándolo “Rabbí”, Judas se dirige a Jesús como lo hacían los enemigos, sin
reconocer la verdadera identidad de su Maestro.

Así emerge el rostro del traidor. En su pregunta hipócrita Judas aparece


definitivamente como un discípulo perdido. Sus palabras revelan su voluntad de
hacer eliminar a Jesús y destruir así el sentido profundo de su propia vida. La
respuesta final de Jesús (ver 26,25b) no hará sino confirmar lo que proviene de su
libre decisión.

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:

1. ¿Qué motivó la traición de Judas? ¿Cómo se sigue repitiendo hoy su gesto


infame?
2. ¿He hecho los preparativos para comenzar mañana la celebración de la Pascua?
¿Qué me falta hacer?
3. ¿Cómo se relaciona Judas con Jesús? ¿Qué me invita a revisar en mi relación con
Jesús?

Vigilia Pascual La triunfante resurrección de Jesús: Superar el miedo y vivir la


reconciliación Mateo 28,1-10 “Ha resucitado como lo había dicho” El camino de la
Palabra llega a su punto culminante. Celebramos la vivificante resurrección de Cristo
proclamando con fuerza el Mensaje Pascual: ¡JESÚS ESTÁ VIVO! Es así como en esta
última lectura se anuncia que la creación nueva y definitiva ha sido inaugurada en la
gloriosa resurrección de Jesús, la “obra maestra” de Dios Padre. Acompañemos el
despliegue del mensaje en esta gran “Buena Noticia”: ¿Cómo presenta Mateo el paso de
la muerte a la victoria? Recordemos que los acontecimientos dramáticos que explotaron
en el momento de la muerte de Jesús habían ya proclamado el triunfo del evangelio. La
muerte obediente de Jesús había sido exaltada por la intervención de Dios, quien había
rasgado el velo del Templo y liberado a los muertos de las tumbas (ver 27,51-54; ver el
evangelio del domingo de ramos). Al describir el efecto redentor de la muerte de Cristo,
Mateo ya había dicho que los “santos” resucitados salían de los sepulcros y entraban en
Jerusalén, apareciéndoseles a muchos (27,53). Con todo, para mantener la precedencia
en orden de tiempo de las apariciones de Jesús resucitado y su impacto en la fundación
de la Iglesia, el evangelista había debido decantar su dramática descripción con la frase
clarificadora: “después de su resurrección (de Jesús)” (27,53). ¡En realidad los santos
habían debido esperar en sus tumbas que Jesús hubiera resucitado! Marcos nos reporta
solamente el descubrimiento de la tumba vacía. Mateo nos cuenta nuevos detalles. De
todos el más significativo es el encuentro de Jesús con las mujeres que van a la tumba
(28,9-10). Entremos en el texto: 1. Las mujeres en el sepulcro Las mujeres que vienen a
la tumba son las mismas que asistieron a su muerte y a su sepultura (ver 27,55-56.61).
Al alba del Domingo, después del Sábado, van a “visitar el sepulcro” (28,1). Según
Marcos, van para “embalsamar” a Jesús (Mc 16,1), pero Mateo ya dijo claramente al
comienzo del relato de la pasión (ver 26,6-13) que la mujer de Betania había ungido el
cuerpo de Jesús para su sepultura. El Ángel del Señor En el sepulcro, la atmósfera está
invadida por el mismo dramatismo cósmico que había rodeado la muerte de Jesús. En
Marcos, el significado de la tumba vacía se explica en tono bajo por un “joven” que se
sienta con calma sobre la piedra corrida (Mc 16,5). En cambio, en Mateo los oyentes del
evangelio participamos del drama: se desencadena otro terremoto (28,2; ver 27,51) y un
“Ángel del Señor” desciende del cielo para remover la piedra de la tumba. Este
mensajero celeste tiene “el aspecto de un relámpago” y su vestido es “blanco como la
nieve” (28,3). A la vista de esta aparición, los soldados que vigilan la tumba (ver 27,66)
tiemblan por el miedo y quedan “como muertos” (28,4). Estos detalles, la mayor parte
de los cuales son típicos en la descripción judía del juicio final, le dan a nuestro relato
de Mateo como una especie de carga eléctrica y refuerzan la impresión que desde el
momento de la muerte de Jesús había comenzado el tiempo definitivo de la salvación.
La venida del “Ángel del Señor”, la sugerente apertura del sepulcro y el miedo de los
enemigos de Jesús (personificados en los guardias), continúan afirmando la exaltación
de Jesús y la aceptación por parte del Padre de la muerte obediente de su Hijo. Lo que
provoca terror mortal en los adversarios de Jesús, será fuente de gozo perfecto para sus
amigos. Precisamente como al comienzo del evangelio, José fue sacado de su angustia
por medio de la intervención de un Ángel del Señor (ver 1,20; 2,13.19), así también
estas fieles seguidoras de Jesús serán liberadas de su miedo gracias a un mensajero
parecido. El mensaje pascual El Ángel le explica a las mujeres el significado del
sepulcro vacío. Jesús crucificado que buscan no está en la tumba: “No está aquí, ha
resucitado, como había dicho” (28,6). La frase “como había dicho”, tiene un énfasis
particular en Mateo que centra el reflector en la certeza de Jesús en su propia victoria
sobre la muerte. Cada predicción de la pasión comprendía también una de la
resurrección. Y durante la última cena pascual, como enseguida respondiendo al Sumo
Sacerdote durante el proceso judicial, Jesús proclamó confiadamente su propia victoria
(ver 26,29.64). Así las palabras del Ángel vuelven a asegurar sutilmente y a validar el
conocimiento profético que Jesús había demostrado constantemente. La misión de las
mujeres El Ángel le confía a las mujeres también una misión: deben anunciarle a los
discípulos la resurrección y decirles que se reúnan en Galilea para un encuentro con
Jesús (28,7). Pero a diferencia de Marcos (ver 16,7), aquí no se trata de una promesa de
Jesús. Mateo no termina con una nueva promesa sino con un anuncio del cumplimiento.
El anuncio del Ángel (“Ya os lo he dicho”, 28,7b) prepara las dos apariciones que
vendrán enseguida. 2. El Resucitado sale al encuentro de las mujeres evangelizadoras
La primera aparición del Resucitado es a las mujeres. Mientras dejan el sepulcro “a toda
prisa, con miedo y con gran gozo” para llevarle la buena noticia a los discípulos (28,8).
Esta aparición nos la cuenta solamente el evangelista Mateo y tiene el valor de una
recompensa a la fidelidad de las mujeres que habían permanecido junto a la cruz de
Jesús (evidentemente en contraste con los otros discípulos, que habían huido). Su
reacción de “temor y gran gozo” ante las palabras del Ángel –típica, en la Biblia, si bien
paradójica frente a la revelación divina- está seguida por un encuentro personal con
Jesús resucitado. Luego vendrá el gran encuentro con los “once” apóstoles en Galilea
(28,16). El momento de la aparición La aparición ocurre justo en el momento en que
van a “dar la noticia”. Cristo resucitado está presente en medio de su comunidad y
especialmente entre aquellos que anuncian el evangelio (a lo largo del evangelio se
insistió en esto: 10,40; 18,20; y así terminará el evangelio: “Yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo”, 28,20). Jesús confirma el cumplimiento del anuncio de
reconciliación con los discípulos que lo abandonaron El mensaje confiado a las mujeres
quiere reafirmarles el cumplimiento de su misión. Cuando se acercan a Jesús y lo
adoran –memoria de la respuesta de los discípulos a su manifestación sobre el mar
(14,33)- Él calma su temor y les repite el mandato del Ángel del Señor: “No teman. Id,
avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán” (18,10). Se anuncia el
cumplimiento de la promesa de reconciliación final con los discípulos que lo habían
abandonado, anuncio que se había hecho durante la última cena pascual: “Mas después
de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea” (26,32). Jesús reconfirma esta
voluntad de reconciliación con sus “hermanos”: “avisad a mis hermanos” (28,10).
Notemos que la iniciativa es de Jesús. Él pone en práctica lo que le enseñó a sus
discípulos a lo largo del evangelio: “Vete primero a reconciliarte con tu hermano”
(5,23-34; ver también: 6,12.14-15; 18,21-35). He aquí el primer impacto del mensaje
pascual. Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 1. ¿Cuál es el
núcleo del mensaje pascual? 2. ¿Qué sentido tiene la aparición de Jesús a las mujeres?
¿Por qué les repite la misión encomendada por el Ángel? 3. El mensaje pascual en
Mateo contiene un acento particular sobre la “reconciliación”. ¿Dónde se encuentra?
¿Qué me dice para mi vivencia pascual de este año? Pensamiento Patrístico: El día que
el Señor hizo “Investiguemos cuál es el día que el Señor hizo para que en él exultemos y
nos alegremos. Leemos en la primera creación del mundo que Dios dijo: „¡Hágase la
luz! Y la luz fue hecha. Y Dios separó la luz de las tinieblas, y a la luz la llamó día y a
las tinieblas, noche‟ (Génesis 1,3-5). He aquí el día que hizo el Señor. Pero, ¿será éste,
por acaso, el día en que debemos exultar y alegrarnos? Porque le fue dicho a los fieles
que creen en Cristo: „Vosotros sois la luz del mundo‟ (Mateo 5,14). Si son luz también
son día, por que Él llamó día a la luz. También aquí, cuando estos recién nacidos
todavía cargaban con sus pecados, el Espíritu de Dios aleteaba sobre el agua y las
tinieblas cubrían el abismo. Pero cuando les fueron perdonados los pecados por el
Espíritu de Dios, entonces dijo Dios: „Hágase la luz; y la luz fue hecha‟. Este es el día
que hizo el Señor para que exultemos en él y nos alegremos (Salmo 118,24).
Hablémosle a este día con las palabras del Apóstol: Oh día que hizo el Señor, „en otro
tiempo fuisteis tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. ¡Caminad como hijos de la luz!
(Efesios 5,8)”. (San Agustín, Sermón 226) ¡Jesús, tú que eres el Viviente, ilumina
nuestras vidas con el gozo de tu Palabra que le da sentido a todas las cosas y llénanos de
la gloria que tú y sólo tú, nuestra esperanza, puedes darnos venciendo cada una de
nuestras amarguras y enjugando nuestros llantos! Amén. P. Fidel Oñoro C., cjm Centro
Bíblico del CELAM “¿Por qué lloráis al Incorruptible como si hubiese caído en la
corrupción? Id y anunciad a sus discípulos: Cristo ha resucitado entre los muertos.
Mujeres evangelistas, levantaos, dejad la visión e id a anunciar a Sión: Recibe el
anuncio de la alegría: Cristo ha resucitado. Alégrate, danza, exulta Jerusalén y
contempla a Cristo tu Rey que sale del sepulcro como un Esposo” (De los Estikirás,
canto de Pascua de la Iglesia Oriental).
Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 28, 8-15: Encuentro con el Resucitado (I): La
evangelización que nace del Encuentro Vivo. “Jesús les salió al
encuentro”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

Durante esta semana en la que cada día tiene para nosotros el mismo valor del
Domingo de Pascua, leemos siete encuentros con Jesús Resucitado. Después de los
relatos de descubrimiento de la tumba vacía (ya vimos dos, uno en la Vigilia
Pascual y otro ayer), los cuatro evangelios nos entregan una serie de cuadros muy
bellos que recogen, cada uno a su manera, diversas experiencias pascuales. Los
encontramos en Mateo 28, Marcos 16, Lucas 24 y Juan 20-21.

Tengamos presente que los evangelios no tienen la pretensión de describir cómo fue
la resurrección de Jesús, sino cómo se da la experiencia del Resucitado.

De hecho, había diversas tradiciones sobre las apariciones del Resucitado, que
debieron haber ocurrido tanto en Jerusalén como en Galilea por un buen período de
tiempo. Lucas dice, por ejemplo, que: “Después de su pasión, se les presentó
dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta
días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios” (Hechos 1,3).

Las tradiciones corrieron primero oralmente y animaron la fe de las comunidades


para ayudarlas a vivencias la presencia del Resucitado en medio de ellas. Luego,
las comunidades seleccionaron aquellas que mejor se adecuaban a sus necesidades
y búsquedas.

Así, el capítulo 28 de Mateo es casi exclusivo de su evangelio. El texto se puede


dividir en tres pequeños bloques: (1) Las mujeres ante la tumba vacía, el mensaje
del Ángel y el encuentro con el Resucitado (28,1-10). (2) Una escena paralela al
anuncio de la noticia a los discípulos por parte de las mujeres: los guardias de la
tumba va a comunicar los hechos a las autoridades (28,11-15). (3) El encuentro de
Jesús con los apóstoles en el lugar convenido y el envío a la misión (28,16-20).

La liturgia hoy nos invita a detenernos en Mateo 28,8-15.

(1) La Buena Nueva del Resucitado parte del encuentro con Jesús (28,8-
10)

Se comienza con el final relato de la tumba vacía. Mateo hacer tres observaciones:
a pesar del “miedo” (28,8ª), pues la situación de verdad era complicada, ellas se
llenan de “gran gozo” (28,8b) y “corriendo” se ponen en camino hacia los
discípulos (28,8c). Pero la experiencia no está completa.

Entonces Jesús viene a su encuentro. Se subraya la iniciativa de Jesús. Su saludo


es el cotidiano. Ellas demuestran su reconocimiento con un acto de adoración a
Jesús (28,9b).

Jesús entonces les confirma la misión dada por el ángel: la cita con el Resucitado es
en Galilea (28,7.10), justo allí donde Jesús comenzó su misión, tierra paganizada
en la que Jesús reúne de nuevo al pueblo para vivir las bienaventuranzas (ver 4,12-
17 y 5,1-12). Este encuentro había sido anunciado durante la Pasión (ver 26,32).
Ahora, cuando el Maestro ha Resucitado y tiene “todo poder en el cielo y en la
tierra” (28,18) los discípulos están en condiciones de continuar la misión de Jesús,
con todo lo que ella entraña, incluso sus persecuciones.
(2) Una manipulada historia: el reverso del anuncio de las mujeres (28,11-
15)

En cuanto las mujeres cumplen su cometido, los guardias del sepulcro van a la
ciudad y le comunican a los jefes de los sacerdotes lo que había sucedido
(28,11). Para ello es una mala noticia. ¿Qué hacer? Se reúne entonces de nuevo
el Sanedrín, ya que Jesús sigue siendo para ellos un problema (28,12; ver 26,3.59;
27,1.7.62).

Plan “A”

Para impedir la divulgación de la noticia de la resurrección utilizan ahora un arma


más poderosa que la muerte: el soborno, la corrupción del dinero (ver el evangelio
del miércoles santo). Quien ya lo hizo una vez, no tiene problema en volverlo a
hacer: negociaron la vida de Jesús (26,14-16), ahora no tienen ningún escrúpulo en
negociar su buena noticia predicada por las comunidades cristianas (28,12-13).

Pero la buena noticia promulgada por las mujeres es más fuerte que el soborno.
Les toca buscar otra medida. Entonces:

Plan “B”

Los sumos sacerdotes tranquilizan a los guardias en caso de que ocurra alguna
reacción por parte del procurador romano. Ellos ya lo habían manipulado a la hora
de la muerte de Jesús (ver 27,15-26), tampoco les costaría hacerlo de nuevo en el
tiempo de la resurrección (ver 28,14).

Al final todo ocurre según lo planeado (28,15). La mentira también se impone.

Para cultivar la semilla de la Palabra en el corazón:


1. “Les salió al encuentro”. Quien se coloca al servicio de la buena noticia –como
las mujeres en la mañana de la Pascua- experimenta la presencia del Resucitado en
el camino. ¿He sabido reconocer a Jesús en mi camino misionero?
2. “A los discípulos... en Galilea”. El lugar del encuentro con el resucitado es en
la comunidad, asumiendo su misma praxis evangélica del Reino y la justicia. ¿Qué
implicaciones tiene la vivencia de la Pascua para mi vivencia comunitaria?
3. “Les dieron una buena suma de dinero”. A la buena noticia que proviene de
una experiencia gratuita y motivadora del Señor se le contrapone otra noticia
(falsa) motivada por una inversión económica. ¿Cómo sigue sucediendo estoy hoy?
¿Al servicio de quién están hoy los medios de comunicación?

Romano el Melode pone en boca de Jesús esta apología de la mujer:


“Que tu lengua mujer, proclame públicamente estas cosas y las haga conocer a los
hijos del Reino que están esperando que me levante yo que soy el viviente. He
encontrado en ti la trompeta con un sonido poderoso. Haz escuchar a los oídos de
los discípulos miedosos y escondidos un canto de paz. Despiértales como de un
sueño para puedan salir a mi encuentro con las antorchas encendidas. Diles: El
Esposo se ha despertado y ha salido del sepulcro sin dejar nada allí dentro.
Despejad, apóstoles, vuestra tristeza mortal, porque se ha despertado el que a los
caídos da la resurrección”.

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