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Curso de EFIP I

D H- Desarrollando Habilidades

DERECHO PRIVADO 1

EJE TEMATICO Nº 1 – PERSONA HUMANA

Derechos y actos personalísimos


Concepto. Naturaleza jurídica
Los derechos personalísimos son los que recaen sobre ciertos aspectos o
manifestaciones de la personalidad del hombre para proteger su libre
desenvolvimiento: derecho al honor, a la intimidad, a la libertad, a la integridad física,
etc.
La posición mayoritaria entiende que la naturaleza jurídica de estos derechos es la de
ser derechos subjetivos, porque la persona en sí misma es un presupuesto
indispensable de todos estos derechos, porque la persona los tiene por el solo hecho
de ser tal.
Estos derechos subjetivos no sólo tienen reconocimiento expreso en el Código Civil y
Comercial; el derecho supranacional de derechos humanos constitucionalizado (art. 75
inc. 22 CN) establece las bases fundacionales del régimen de los derechos
personalísimos, toda vez que la dignidad personal como sus emanaciones (intimidad,
imagen, identidad, honor y derechos sobre el propio cuerpo) son reconocidos de
manera explícita en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en otros
instrumentos supranacionales.

Caracteres
Estos derechos son:
1. Absolutos: se dan contra todos, son erga omnes, ya que todos y cada uno de los
miembros que constituyen la comunidad jurídicamente organizada están
obligados a respetar la persona de los demás.
2. Extrapatrimoniales: importan de manera directa e inmediata a la propia persona
y no a su patrimonio.
3. Irrenunciables y vitalicios.
4. Relativamente disponibles por las partes y por ende no transmisibles. Decimos

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que son relativamente disponibles por las partes pues, de conformidad al


art. 55 del Código Civil y Comercial, se puede disponer de los derechos
personalísimos bajo ciertas condiciones: que medie consentimiento por el titular
de los derechos, que éste no sea contrario a la ley, la moral o las buenas
costumbres. Asimismo, prevé que el consentimiento no se presume, es decir
que debe otorgarse en forma clara, ya sea expresa, tácita, o incluso por vía de
silencio, y “es de interpretación restrictiva, y libremente revocable.
5. Otro carácter es que la vulneración de ellos da derecho a su titular a reclamar la
prevención y reparación de los daños conforme lo estipulado en los arts. 1708 a
1780 inclusive del Código Civil y Comercial.

Atributos de las personas


Definición
La persona, en tanto tal, posee ciertos atributos que son sus cualidades esenciales.
Estas son inherentes y consideradas a priori de la persona, es decir que comienzan
con su existencia. Estos atributos de la persona humana son: capacidad, nombre,
estado y domicilio. A toda persona individual le es inherente la capacidad, cualidad que
la distingue como sujeto potencial de derechos y deberes; el nombre que la
individualiza, el estado que la sitúa en el medio familiar en el que se desenvuelve y el
domicilio que la sitúa jurídicamente en un lugar determinado.

Naturaleza
Los atributos no son derechos ni deberes, sino cualidades inherentes a la calidad de la
persona que no se adquieren luego, sino que son contemporáneos a la persona, a su
existencia, y la acompañan toda su vida protegiéndola e identificándola.

Caracteres
Los atributos participan de los siguientes caracteres:
1-Son necesarios e inherentes a las personas: no se concibe que la persona física
pueda carecer de alguno de estos atributos por cuanto, la determinan en su
individualidad.
2-Son únicos: una misma persona no puede poseer más de un atributo de cada clase
en un momento determinado. Así, la persona humana no puede ser capaz e incapaz a
la vez de adquirir un derecho, no puede tener más estados civiles familiares del mismo
orden, por ejemplo soltero-casado.

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3-Son indisponibles: no pueden ser transferidos, pues están fuera del comercio.
4-Son inmutables: sólo se modifican cuando se verifica el supuesto normativo que así
lo prevé.
5-Son imprescriptibles: por cuanto no se adquieren ni pierden por el transcurso del
tiempo.

Nombre
Noción
El nombre es el atributo de la persona que la identifica y la individualiza del resto. Está
compuesto por dos elementos: el pronombre o nombre de pila (o apelativo) y el apellido
(o cognomen o patronímico). Ambos cumplen funciones diferentes; el nombre de pila
individualiza a la persona en su familia y el apellido la individualiza en la sociedad.
El art., 62 CCyC establece: “Derecho y deber. La persona humana tiene el derecho y el
deber de usar el prenombre y el apellido que le correspondan”. Siguiendo a Rivera el
nombre es un elemento que integra la personalidad contribuyendo a la identificación de
las personas en relación a los demás y por el otro no es posible desconocer el interés
social que conlleva.

Régimen legal
• El prenombre
La elección del prenombre está sujeta a las siguientes reglas del art., 63 CCyC:
1. Corresponde a los padres o a las personas a quienes ellos den su autorización
para tal fin; a falta o impedimento de uno de los padres, corresponde la elección
o dar la autorización al otro, en defecto de todos, debe hacerse por los
guardadores, el Ministerio Público o el funcionario del Registro del estado civil y
capacidad de las personas.
2. No pueden inscribirse más de 3 prenombres, apellidos como prenombres,
primeros prenombres idénticos a primeros prenombres de hermanos vivos;
tampoco pueden inscribirse prenombres extravagantes.
3. Pueden inscribirse nombres aborígenes o derivados de voces aborígenes
autóctonas y latinoamericanas.

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• Apellido de los hijos.


Es dable señalar que el apellido, nombre familiar o patronímico, es la designación
común a todos los miembros de una misma familia, que, unido al prenombre, identifica
a la persona física, conformando su nombre propiamente dicho. Así, el apellido designa
el grupo familiar, pues cada individuo lleva el apellido que le corresponde en razón de
su pertenencia a dicho grupo.
El art. 64 del CCCN prevé que el hijo matrimonial lleva el primer apellido de alguno de
los cónyuges; en caso de no haber acuerdo (entre los cónyuges sobre colocar el
apellido de uno o de otro), se determina por sorteo realizado en el Registro del Estado
Civil y Capacidad de las Personas. A pedido de los padres, o del interesado con edad y
madurez suficiente, se puede agregar el apellido del otro. Asimismo, dispone que, en
caso de que un mismo matrimonio tuviera muchos hijos, todos deben llevar el mismo
que se haya decidido para el primero.
Ahora bien, en el caso del hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial, éste lleva el
apellido de ese progenitor (que lo ha reconocido). Si la filiación de ambos padres se
determina simultáneamente, se sigue la regla establecida para los hijos matrimoniales
en cuanto a que llevarán el primer apellido de alguno de los cónyuges. Si la segunda
filiación se determina después, ambos padres deberán acordar el orden de los
apellidos. A falta de acuerdo, será determinado por el juez según sea el interés superior
del niño.
Para el supuesto de la persona menor de edad sin filiación determinada, se establece
que debe ser anotada por el oficial del Registro del Estado Civil y Capacidad de las
Personas con el apellido que esté usando o, en su defecto, con un apellido común (art.
65) o bien, si la persona tiene edad y grado de madurez suficiente, puede solicitar la
inscripción del apellido que esté usando (art. 66).

• Apellido de los cónyuges.


Por otro lado, en relación al apellido de los cónyuges, el art. 67 dispone: Cualquiera de
los cónyuges puede optar por usar el apellido del otro, con la preposición “de” o sin ella.
La persona divorciada o cuyo matrimonio ha sido declarado nulo no puede usar el
apellido del otro cónyuge, excepto que, por motivos razonables, el juez la autorice a
conservarlo. El cónyuge viudo puede seguir usando el apellido del otro cónyuge
mientras no contraiga nuevas nupcias, ni constituya unión convivencial.
Como se advierte, en materia de apellido y matrimonio, el Código posibilita a que
cualquiera de ellos pueda utilizar el apellido del otro con o sin la preposición “de”. Ahora
bien, en el caso de persona divorciada y nulidad del matrimonio, la regla es la
prohibición de empleo del apellido y, sólo de mediar razonables motivos, el juez puede

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acordar su conservación. En cuanto al viudo, éste puede seguir usando el apellido


del otro cónyuge mientras no contraiga nuevas nupcias ni constituya unión
convivencial.

• Cambio del prenombre y del apellido


Los arts. 69 y 70 del Código Civil y Comercial receptan la posibilidad del cambio del
prenombre y del apellido sólo de mediar, a criterio del juez, justos motivos. Al respecto,
formula una enunciación de justos motivos:
a) cuando el seudónimo hubiese adquirido notoriedad;
b) por “la raigambre cultural, étnica o religiosa”;
c) por “la afectación de la personalidad de la persona interesada, cualquiera sea su
causa, siempre que se encuentre acreditada”.
Así, para lograr el cambio del nombre y/o del prenombre, es precisa la intervención del
Poder Judicial y esa es la regla, con excepción de los dos supuestos contemplados en
el último párrafo del art. 69: “se considera justo motivo y no se precisa la intervención
del juez cuando el cambio del prenombre obedece a razón de identidad de género o
por haber sido víctima de desaparición forzada, apropiación ilegal o alteración o
supresión del estado civil o de la identidad”.

En cuanto al tipo de proceso por el que tramitan estas causas se ha dispuesto que el
cambio del nombre tramitará por “el proceso más abreviado que prevea la ley local con
intervención del ministerio público”, debiendo “el pedido publicarse en el diario oficial
una vez por mes en el lapso de dos meses”, a fin de que se presenten las oposiciones
dentro de los 15 días hábiles a contar desde la última publicación y se soliciten
informes respecto de las medidas precautorias que existieren con relación al
interesado.
Una vez inscripta la sentencia en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las
Personas será oponible a terceros, debiendo rectificarse todas las partidas, títulos y
asientos registrables que sean necesarios.

Acciones de protección
Art. 71. “Acciones de protección del nombre. Puede ejercer acciones en defensa de su
nombre:
a) aquel a quien le es desconocido el uso de su nombre, para que le sea reconocido y
se prohíba toda futura impugnación por quien lo niega; se debe ordenar la publicación
de la sentencia a costa del demandado;

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b) aquel cuyo nombre es indebidamente usado por otro, para que cese en ese
uso;
c) aquel cuyo nombre es usado para la designación de cosas o personajes de fantasía,
si ello le causa perjuicio material o moral, para que cese el uso.
En todos los casos puede demandarse la reparación de los daños y el juez puede
disponer la publicación de la sentencia. Las acciones pueden ser ejercidas
exclusivamente por el interesado; si ha fallecido, por sus descendientes, cónyuge o
conviviente, y a falta de éstos, por los ascendientes o hermanos.”

Así, como el nombre es un derecho-deber su portador tiene derecho a determinadas


acciones para protegerlo:
• la acción de reclamación o reconocimiento del nombre: se
requiere que el demandado haya desconocido el derecho de usar el nombre por pare
del sujeto afectado, debiendo el juez ordenar la publicación de sentencia a costa del
demandado.
• la acción de impugnación, o usurpación del nombre: se
requiere que el demandado use en forma indebida el nombre de otra persona y el
efecto propio de la sentencia es el cese en dicho uso indebido.
• la acción de supresión del nombre: debe mediar un uso
indebido por parte del demandado del nombre de otra persona para individualizar una
cosa o un personaje de fantasía y dicho uso provocar un perjuicio material o moral. El
efecto de la sentencia es el cese de dicho uso indebido.
Por último y en orden a quiénes pueden interponer estas acciones, se establece que el
titular exclusivo es el interesado y, si éste ha fallecido, podrá ser ejercida por sus
descendientes, cónyuge o conviviente, y a falta de éstos, por los ascendientes o
hermanos.

Con respecto al seudónimo el art., 72 del CCyC dispone que “el seudónimo notorio
goza de la tutela del nombre”.
El seudónimo es la designación, diferente del nombre verdadero, que una persona
voluntariamente se da a sí misma, en el desarrollo de alguna actividad específica
cultural, artística, comercial o profesional, sea con el objeto de ocultar su verdadera
identidad o para darle realce en el ejercicio de esa actividad. Puede formarse con un
nombre y apellido, con un prenombre, o con una designación de fantasía. Como el
seudónimo notorio goza de la tutela del nombre, el titular para su protección, podrá
interponer las acciones previstas para proteger el nombre, es decir las previstas en el
art. 71. Asimismo, el art. 69 ha receptado el cambio de nombre cuando existan justos

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motivos a criterio del juez y el inc. “a" dispone que se considera justo motivo al
supuesto en que el seudónimo hubiese adquirido notoriedad.

Domicilio
Noción. Caracteres
El ordenamiento jurídico requiere situar a la persona en un determinado lugar, aun
cuando no actúe necesariamente allí. Domicilio, en sentido jurídico, es el lugar que la
ley considera como centro o sede legal de la persona.
Existen distintas clases de domicilio, el domicilio general y el especial.
1. El domicilio general es el atributo, cualidad o propiedad inherente a la persona
que representa su indispensable asiento o sede legal para el ejercicio de sus
derechos y cumplimiento de sus obligaciones (Tagle, 2002). Este domicilio
general puede ser a su vez real o legal:

 Domicilio real. es donde la persona humana tiene su residencia habitual.


Ahora bien, si ejerce actividad profesional o económica, lo tiene en el
lugar donde la desempeña para el cumplimiento de las obligaciones
emergentes de dicha actividad. Como podemos ver, la ley contempla la
residencia como un elemento del domicilio, dado que el mismo se
determina en función de la residencia habitual, entendida como el lugar
en el que habitual y permanentemente habita una persona.
Elementos constitutivos del domicilio real: el domicilio real, esencialmente
voluntario, está conformado por un elemento material o corpus y el
elemento intencional o animus. El primero está constituido por la
residencia de la persona que es efectiva y permanente y el animus es la
intención o propósito de permanecer en un determinado lugar. Así, el
domicilio real se constituye por la reunión de sus dos elementos.
Este domicilio es voluntario, pues sólo depende de la voluntad del
individuo, y, además, es de libre elección, mutable e inviolable (art. 18
CN) y necesario.

 Domicilio legal, es decir instituido por la ley. Está definido por el art. 74 del
CCyC como el “lugar donde la ley presume, sin admitir prueba en contra,
que una persona reside de manera permanente para el ejercicio de sus
derechos y el cumplimiento de sus obligaciones”.
Así, prevé los casos de personas que tiene domicilio legal:
a) los funcionarios públicos tienen su domicilio en el lugar en que deben
cumplir sus funciones, no siendo éstas temporarias, periódicas, o de

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simple comisión; b) los militares en servicio activo tienen su domicilio


en el lugar que lo están prestando; c) los transeúntes o las personas de
ejercicio ambulante, como los que no tienen domicilio conocido, lo tienen
en el lugar de su residencia actual; d) las personas incapaces lo tienen en
el domicilio de sus representantes.
Este domicilio es forzoso, en tanto la ley lo impone independientemente
de la voluntad del interesado; es mutable, ficticio, pues el sujeto puede no
estar allí presente; es excepcional y de interpretación restrictiva, pues
sólo funciona en los casos previstos por la ley; y es único, en tanto es una
clase de domicilio general u ordinario.

2. El domicilio especial sólo produce efectos en relación a una o varias relaciones


jurídicas determinadas y puede ser convencional, procesal, conyugal, comercial,
entre otros. Por último y en relación al domicilio especial, cabe poner de relieve
que éste no es un atributo de la persona, sólo lo es el general en todas sus
clasificaciones.
El domicilio especial es el que las partes de un contrato eligen para el ejercicio
de los derechos y obligaciones que de él emanan (art. 75). Este domicilio
produce sus efectos limitados a una o varias relaciones jurídicas determinadas,
es decir, tiene eficacia sólo para aquellas relaciones jurídicas para las que ha
sido instituido. Es elegido libremente por las partes y el domicilio convenido tiene
fuerza de ley para los contratantes, es decir que tiene efecto vinculante, salvo
que, por acuerdo común de partes, lo modifiquen. Este domicilio es temporario
en principio y se termina cuando la situación finaliza. Por eso no se puede decir
que éste sea un atributo de las personas, sino que puede faltar. Un ejemplo de
domicilio especial es, en el caso de las sociedades que poseen este tipo de
domicilio, el de la jurisdicción en el que se encuentra constituida; además
pueden tener una sede diferente donde funciona.
El domicilio especial participa de los siguientes caracteres:
a) no es necesario, pues la persona puede no tener constituido domicilio
especial alguno; b) puede ser múltiple, porque la persona puede tener varios
domicilios especiales; c) es voluntario, convencional, transmisible tanto a los
sucesores universales como a los singulares.

Capacidad
Noción.
La capacidad es uno de los atributos más importantes de la persona. Como se expuso
anteriormente, este atributo forma parte del concepto mismo de persona.

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La capacidad en términos generales, es el grade de aptitud de la persona para ser


titular de derechos y deberes jurídicos y para el ejercicio de las facultades que emanan
de esos derechos o el cumplimiento de las obligaciones que implican esos deberes.
(Rivera).

Clases.
La noción de capacidad no se agota en la capacidad de derecho –atributo de la
persona– puesto que comprende también la capacidad de hecho o de obrar, que
consiste en la aptitud de las personas físicas para ejercer por sí mismas los actos de la
vida civil. La capacidad tiene los siguientes caracteres: a) las reglas que gobiernan la
capacidad son de orden público y no pueden ser modificadas por voluntad de los
particulares; b) es principio general que tanto las incapacidades como las restricciones
a la capacidad son la excepción; c) las restricciones a la capacidad son de
interpretación restrictiva.
 Capacidad de derecho.
El artículo 22 del CCyC define la capacidad de derecho:
“Capacidad de derecho. Toda persona humana goza de la aptitud para ser titular de
derechos y deberes jurídicos. La ley puede privar o limitar esta capacidad respecto de
hechos, simples actos, o actos jurídicos determinados.”
Así, la capacidad de derecho se define como la aptitud de que goza toda persona
humana para ser titular de derechos y deberes jurídicos. Esta aptitud se vincula muy
directamente con la personalidad humana; por ello, todas las personas son capaces de
derecho y no puede concebirse una incapacidad de derecho absoluta, es decir, que
comprenda todos los derechos y obligaciones, porque sería contrario al orden natural,
equivaldría a una muerte civil. Se dice entonces que no hay personas incapaces de
derecho sino con incapacidad para determinados actos.
Por el contrario, sí existen incapacidades de derecho relativas, es decir referidas a
ciertos derechos en particular, como lo prevé el art. 1002 del Código Civil y Comercial
al referir, por ejemplo, que: “No pueden contratar en interés propio los funcionarios
públicos, respecto de bienes de cuya administración o enajenación están o han estado
encargados; a) los jueces, funcionarios y auxiliares de la justicia, los árbitros y
mediadores, y sus auxiliares, respecto de bienes relacionados con procesos en los que
intervienen o han intervenido; b) los abogados y procuradores, respecto de bienes
litigiosos en procesos en los que intervienen o han intervenido; c) los cónyuges, bajo el
régimen de comunidad, entre sí. Los albaceas que no son herederos no pueden
celebrar contrato de compraventa sobre los bienes de las testamentarias que estén a
su cargo.
Estas incapacidades se caracterizan porque se sustentan en razones de orden ético o

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moral, no son susceptibles de subsanación, se instituyen no para favorecer a la


persona incapaz sino en su contra, dando lugar a la nulidad absoluta del acto.
En conclusión la norma recepta el principio general de que toda persona humana goza
de la aptitud para ser titular de derechos y deberes jurídicos salvo las privaciones y
limitaciones que la propia ley establezca como el caso del art., 1002. Esas limitaciones
son llamadas incapacidades de derecho.
 Capacidad de ejercicio
Por su parte, el artículo 23 define la capacidad de ejercicio o de hecho, y
prevé “Capacidad de ejercicio. Toda persona humana puede ejercer por sí misma sus
derechos, excepto las limitaciones expresamente previstas en este Código y en una
sentencia judicial”
La capacidad de ejercicio es la facultad para ejercer por sí esos derechos y deberes
jurídicos de los cuales es titular. La capacidad de ejercicio puede sufrir limitaciones:
incapacidades de ejercicio. Dichas incapacidades pueden estar expresamente
previstas en el Código (artículo 24) u otras leyes o bien surgir de una sentencia judicial
(artículo 38/39: referencia que alude al supuesto de restricción al ejercicio de la
capacidad en relación a los mayores de edad).
Estas incapacidades se caracterizan porque instituyen en razón de una ineptitud
psíquica del sujeto, se suplen por el representante o sistema de apoyos y persiguen un
fin tuitivo de la persona sobre quién recae: da lugar a la nulidad relativa del acto.

Estado civil
El estado es un atributo propio de las personas físicas y hace referencia a la posición o
rol que ocupa una persona en la sociedad, por ejemplo estado civil, o en una familia,
por ejemplo estado de padre, de hijo, etc.
El estado participa de los siguientes caracteres: a) las normas que regulan el estado de
las personas son de orden público; no pueden ser modificadas por la voluntad de los
interesados; b) es indivisible y oponible erga omnes; c) generalmente es recíproco o
correlativo, porque a cada estado de una persona le corresponde el de otro que resulta
correlativo; d) es inalienable, es decir intransmisible; e) es necesario, indisponible y
único, es decir que no se puede tener dos estados correlativos a la vez (por ejemplo,
no ser casado y soltero al mismo tiempo, no ser padre e hijo al mismo tiempo).
Efectos
El estado genera deberes jurídicos como el de usar un apellido o suministrar alimentos;
en el ámbito del derecho procesal es causal de excusación o de recusación de los
jueces o funcionarios, quienes no podrán entender en aquellos pleitos en que
intervengan parientes que se hallen en los grados previstos en las leyes rituales.

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Asimismo, se relaciona con los otros atributos porque, por ejemplo, en el


matrimonio (estado: casado), los esposos tienen limitaciones entre sí para ciertos
contratos; o por caso los padres no pueden contratar con sus hijos sometidos a
responsabilidad parental. Además, si se logra el reconocimiento de un hijo
extramatrimonial por el padre, este reconocimiento cambia el estado del hijo reconocido
y del padre que reconoce. Por ello, se dice que los efectos de este atributo son
importantes a la hora de los reclamos patrimoniales o de deberes correspondientes al
estado que se posea, para lo cual la ley establece una serie de normas que lo
protegen. Por ejemplo, a las personas les reconoce dos acciones:
• De reclamación de estado: que son acciones que
persiguen un reconocimiento (por ejemplo las acciones de filiación).
• De impugnación de estado: que son acciones que
persiguen un desconocimiento de un estado ostentado hasta entonces (por ejemplo, la
que le corresponde al padre con respecto al hijo nacido en matrimonio y que no es
suyo).

Personas por nacer


Noción de persona y vida humana
En primer lugar cabe distinguir entre persona y vida humana. Tal como señalamos
anteriormente, la noción de persona es una categoría jurídica, pues se trata de ser
portador de derechos, mientras que la vida humana es un suceso de la naturaleza, es
su asiento natural.

Importancia jurídica de la concepción


El nuevo código regula en tres artículos el régimen de la persona por nacer: a saber el
art., 19-20 y 21.
El artículo 19 del Código Civil y Comercial prevé: “Comienzo de la existencia. La
existencia de la persona humana comienza con la concepción”.
De conformidad al mencionado artículo, la concepción determina el momento a partir
del cual se es persona, es decir que el sujeto tiene personalidad jurídica y goza de
protección de la ley.
Así, el Código Civil y Comercial subsume el concepto de vida humana con el de
persona en el sentido técnico del término, reconociendo su comienzo en el momento
mismo de la concepción. De esta manera, se considera que hay persona durante todo
el proceso de gestación: desde su inicio hasta el nacimiento y, luego, habrá persona
física desde ese instante hasta la muerte.

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La redacción del artículo parecería dejar en claro que el embrión concebido fuera
del cuerpo de la madre es también persona gozando de igual tutela jurídica que
aquellos formados intrauterinamente. Esto al considerar a la concepción, como la
fecundación del ovulo por el espermatozoide. Ahora bien en el año 2012 la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos dictó una sentencia (caso Artavia Murillo)
muy importante en cuanto al status jurídico de los embriones no implantados. Para la
Corte en este caso la concepción ocurre cuando el embrión se implanta en el útero
materno, por lo que el embrión no implantado no es persona.
Parecería entonces existir una contradicción entre nuestro art., 19 CCyC y la posición
de la CIDH, lo que nos obliga a preguntarnos si las sentencias de dicho tribunal tienen
efectos erga omnes y si obligan a nuestro país. Rivera dice que no porque la
Convención Americana de los Derechos Humanos expresamente manifiesta que las
decisiones de la Corte obligan a los Estados que han sido parte en el expediente
tramitado ante ella.

El art., 20 del Código Civil y Comercial prevé: “Duración del embarazo. Época de la
concepción. Época de la concepción es el lapso entre el máximo y el mínimo fijado
para la duración del embarazo. Se presume excepto prueba en contrario que el máximo
del tiempo de embarazo es de 300 días y el mínimo de 180, excluyendo el día del
nacimiento.”
La determinación del tiempo de duración del embarazo tiene sentido a los fines de
establecer la época en que ha ocurrido la concepción. Entonces sin contar el día del
parto se cuentan 300 días hacia atrás y luego 180 días también hacia atrás. En el
período de 120 días que hay entre uno y otro término, la ley presume que se ha
producido la concepción.

El art., 21 del Código Civil y Comercial prevé: “Nacimiento con vida. Los derechos y
obligaciones del concebido o implantado en la mujer quedan irrevocablemente
adquiridos si nace con vida. Si no nace con vida, se considera que la persona nunca
existió. El nacimiento con vida se presume.”
Como el art., 19 CCyC no hace distinción alguna entre el concebido intrauterinamente y
el concebido fuera del cuerpo de la mujer la distinción entre “concebido o implantado”
que hace el art., 21 es innecesaria.
Los derechos y obligaciones adquiridos por el nasciturus quedan sometidos a una
suerte de condición suspensiva: el nacimiento con vida. Producida ella se produce su
“adquisición irrevocable” de todos los derechos que le correspondan, caso contrario, es
decir en caso de nacer muerto o sin vida, se extinguirán retroactivamente la totalidad
de los derechos que pudo haber adquirido durante la concepción.

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Por otra parte de manera expresa se considera que el nacimiento con vida se
presume, por lo tanto la carga de la prueba recae en quién sostenga lo contrario.

Ausencia de la persona
Definición
El Código Civil y Comercial contempla en seis artículos (79 a 84) las normas
sustantivas y procedimentales correspondientes a la simple ausencia y al
procedimiento previsto a los fines de obtener tal declaración. El fin último de esta
regulación es la protección del patrimonio del ausente, pues lo que se pretende es la
designación de un curador especial a los bienes para que estos puedan ser
administrados en debida forma mientras dure el estado de ausencia.
El art., 79. Define a la Ausencia simple: “Si una persona ha desaparecido de su
domicilio, sin tenerse noticias de ella, y sin haber dejado apoderado, puede designarse
un curador a sus bienes si el cuidado de éstos lo exige. La misma regla se debe aplicar
si existe apoderado, pero sus poderes son insuficientes o no desempeña
convenientemente el mandato”.

Presupuestos.
De conformidad a dicho artículo, para configurarse el presupuesto de la ausencia
simple es preciso que:
• La persona haya desaparecido de su domicilio, sin que se tenga noticias sobre su
existencia;
• Haya dejado bienes que exijan protección;
• No haya dejado apoderado o que los poderes del apoderado del ausente resulten
insuficientes o que éste haya incurrido en un desempeño inconveniente de su mandato.
Como se advierte, la ley no exige que haya transcurrido plazo alguno para peticionar
ante el juez competente la declaración de ausencia simple, ni que la desaparición se
vincule con un hecho extremo del cual se presuma la muerte del ausente; sólo se
impone que existan bienes para cuidar, de manera tal que se adopten aquellas
medidas necesarias para proteger el patrimonio del ausente.
Procedimiento Los artículos 80, 81, 82, 83 y 84 regulan el procedimiento para obtener
la declaración de ausencia.
Así, el art. 80 establece quiénes se encuentran legitimados para incoar el proceso de
ausencia:
• El Ministerio Público

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• Toda persona que tenga interés legítimo respecto de los bienes del ausente.
La solicitud de la declaración deberá incoarse ante el juez el domicilio del ausente; si
éste no lo tuvo en el país o no es conocido, es competente el juez del lugar donde
existen bienes, y si hubiere bienes en distintas jurisdicciones, el que haya prevenido;
todo ello conforme lo prevé el art. 81.
El artículo 82 regula el procedimiento para la petición de la declaración de ausencia
simple, disponiendo, en primer término, que el presunto ausente debe ser citado por
edictos durante cinco días, y, si vencido el plazo no comparece, se debe dar
intervención al defensor oficial o, en su defecto, nombrarse un defensor al ausente,
debiendo nombrarse un abogado de la matrícula. La publicación se hará en el Boletín
Oficial y en otro diario de circulación de la zona del domicilio del ausente. Asimismo se
prevé que el Ministerio Público es parte necesaria en el juicio y su intervención resulta
imprescindible.
En caso de urgencia, el juez puede designar un administrador provisional o adoptar las
medidas que las circunstancias aconsejan a fin de la preservación del patrimonio.
Una vez oído el defensor y producida la prueba correspondiente, que tendrá por fin
acreditar la desaparición del ausente y que podrá rendirse por cualquier medio, si
concurren los extremos legales, el juez estará en condiciones de dictar la sentencia de
declaración de ausencia simple y designar al curador.
Dictada la sentencia de simple ausencia, se designará un curador a fin de que realice
los actos de conservación y administración ordinaria de los bienes, es decir aquellos
que importen el mantenimiento de las condiciones existentes en el patrimonio del
ausente. Para el supuesto de que deba realizar un acto que exceda la administración
ordinaria, tal como la realización de cualquier acto de disposición o de aquellos que
alteren o modifiquen la conformación del patrimonio, deberá requerir autorización al
juez, la que debe ser otorgada sólo en caso de necesidad evidente e impostergable.
Los frutos de los bienes administrados deben ser utilizados para el sometimiento de los
descendientes, cónyuge, conviviente y ascendiente del ausente.
La curatela del ausente termina por su presentación personalmente o por apoderado;
por su muerte o por su fallecimiento presunto declarado judicialmente (art. 84).

Muerte presunta
Régimen legal. Casos y términos
La presunción de fallecimiento, al igual que la muerte, constituyen supuestos jurídicos
extintivos de la persona humana. Así, los efectos de la sentencia judicial que declara el
fallecimiento presunto son idénticos a los de la muerte, pero la ley establece diferencias
fundadas en la eventual reaparición del declarado muerto presunto y en la necesidad

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de proteger sus intereses.


El Código prevé distintos supuestos, ya sea porque se ha perdido totalmente la noción
o los datos del paradero de una persona durante un tiempo prolongado o porque la
persona se haya encontrado en circunstancias en las que se presume su muerte.
Así, el Código contempla en el art. 85 el caso ordinario y en el art. 86 los supuestos
extraordinarios.
 Caso ordinario. La ausencia de una persona de su domicilio sin que se tenga
noticia de ella por el término de tres años, causa la presunción de su
fallecimiento aunque haya dejado apoderado. El plazo debe contarse desde la
fecha de la última noticia del ausente.
 Casos extraordinarios. Se presume también el fallecimiento de un ausente:
a) si por última vez se encontró en el lugar de un incendio, terremoto, acción de
guerra u otro suceso semejante, susceptible de ocasionar la muerte, o participó
de una actividad que implique el mismo riesgo, y no se tiene noticia de él por el
término de dos años, contados desde el día en que el suceso ocurrió o pudo
haber ocurrido;
b) si encontrándose en un buque o aeronave naufragados o perdidos, no se
tuviese noticia de su existencia por el término de seis meses desde el día en que
el suceso ocurrió o pudo haber ocurrido.
Conforme lo prescribe el art. 85, para que nazca la presunción de fallecimiento es
preciso que la persona se ausente de su domicilio sin que se tenga noticias de ella por
el término de tres años, sin requerir la norma que la ausencia de la persona haya
ocurrido en virtud de una circunstancia que traiga aparejada la muerte (supuesto de
buque o aeronave naufragada, incendio, terremoto, etc.), como ocurre en los casos
extraordinarios. Por último, el plazo de tres años debe contarse desde la fecha de la
última noticia que se haya tenido del ausente.
La disminución de los plazos en los casos extraordinarios en relación al supuesto
ordinario, se debe a que se trata de hipótesis que se sustentan en circunstancias
particulares, en las que las posibilidades de supervivencia resultan ínfimas.

Procedimiento para su declaración.


En primer lugar, debe señalarse que, de conformidad lo establece el art. 87, cualquier
persona que tenga “algún derecho subordinado a la muerte de la persona de que se
trate, puede pedir la declaración de fallecimiento presunto, justificando los extremos
legales y la realización de diligencias tendientes a la averiguación de la existencia del
ausente que arrojen resultado negativo.
La acción debe interponerse en el juez del domicilio del ausente.

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Las averiguaciones sobre la existencia del ausente que arrojen resultado negativo
deben realizarse en aquellos lugares en los que era dable esperar que estuviese o se
supiese del buscado.

El artículo 88 prescribe el procedimiento que debe seguir el juez en orden al trámite del
pedido de declaración de fallecimiento presunto.
• Deberá nombrarse un defensor al ausente a fin de garantizarle el derecho de defensa
durante la tramitación del juicio.
• Deberá citarse al ausente por edictos que se publicarán una vez por mes durante seis
meses, publicación que deberá disponerse en el Boletín Oficial y en otro que resulte de
importancia.
• En el supuesto de que existan bienes y no haya mandatario, o, si el que hubiere,
ejerciera incorrectamente el mandato, deberá nombrarse un curador a sus bienes a los
fines de que los administre y conserve.
Por último, el artículo 88 aclara que la declaración de simple ausencia no constituye
presupuesto necesario para la declaración de fallecimiento presunto, ni suple la
comprobación de las diligencias realizadas para conocer la existencia del ausente.
Así las cosas, pasados los seis meses –tiempo en que se publican los edictos–,
recibida la prueba que acredite que la búsqueda del ausente dio resultado negativo y
oído el defensor, el juez debe declarar el fallecimiento presuntivo si están acreditados
los extremos legales, fijar el día presuntivo del fallecimiento y disponer la inscripción de
la sentencia en el Registro Civil.
Por su parte, el art. 90 dispone qué día debe fijare como el presuntivo del fallecimiento.
a) en el caso ordinario, el último día del primer año y medio;
b) en el primero de los casos extraordinarios, el día del suceso y si no está
determinado, el día del término medio de la época en que ocurrió o pudo haber
ocurrido;
c) en el segundo caso extraordinario, el último día en que se tuvo noticia del buque o
aeronave perdidos;
Si es posible, la sentencia debe determinar también la hora presuntiva del fallecimiento;
en caso contrario, se tiene por sucedido a la expiración del día declarado como
presuntivo del fallecimiento.

Efectos de la declaración
En orden a los efectos patrimoniales, dictada la declaratoria, el juez mandará abrir, si

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existiese, el testamento que hubiese dejado el desaparecido; los herederos y los


legatarios deben recibir los bienes del declarado presuntamente fallecido, previo
inventario. El dominio se inscribirá en el registro correspondiente (Registro de la
Propiedad, Registro de la Propiedad del Automotor) con la prenotación del caso, a
nombre de los herederos o legatarios que podrán hacer partición de los mismos, pero
no enajenarlos ni gravarlos sin autorización judicial.
Ahora bien, si, entregados los bienes, aparece el ausente o se tiene noticia cierta de su
existencia, queda sin efecto la declaración de fallecimiento, procediéndose a la
devolución de aquéllos a petición del interesado.
La conclusión de la prenotación se encuentra regulada en el art. 92. Éste prevé que la
prenotación queda sin efecto transcurridos cinco años desde la fecha presuntiva del
fallecimiento u ochenta años desde el nacimiento de la persona. Desde ese momento
puede disponerse libremente de los bienes, es decir que los herederos y legatarios
pasan a tener el dominio pleno.
Efectos sobre el matrimonio: según el art. 435 inc. “b”, la declaración de ausencia con
presunción de fallecimiento es una causal de disolución del matrimonio, por lo que el
otro cónyuge podrá contraer nuevo matrimonio.

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EJE TEMATICO Nº 2 – LA INCAPACIDAD

Noción. Clasificación
La incapacidad es la falta de aptitud para ser titular de derechos y deberes jurídicos y
de ejercerlos por sí.
De esta definición se desprenden que tenemos dos clases de incapacidades:

 Las mal llamadas “incapacidades de derecho”, en realidad,


son incompatibilidades o prohibiciones que la ley prevé en casos concretos para evitar
un daño al interés público. Es decir, son restricciones a la aptitud genérica para ser
titular de ciertos derechos en una determinada relación jurídica.
El fin concreto de estas prohibiciones es ése: proteger el interés público y castigar al
incapaz para evitar que cometa actos o hechos que puedan ser perjudiciales para otras
personas.
Tal como señaláramos anteriormente, las incapacidades de derecho se presentan
como prohibiciones o restricciones impuestas por la ley teniendo en cuenta distintas
circunstancias e implican la total imposibilidad de adquirir el derecho, contraer el deber
o realizar el acto prohibido, no solamente por actuación propia sino también por
intermedio de otra persona.
De la circunstancia de que la capacidad de derecho se vincula con los derechos
inherentes al hombre como tal, se desprenden los siguientes caracteres acerca de los
casos de incapacidad de derecho:
a) Son excepcionales. La regla es la capacidad; sólo por excepción se establecen
ciertas incapacidades de derecho en forma de prohibiciones de realizar determinados
“hechos, simples actos, o actos jurídicos determinados”, las que suelen ser precisas, es
decir sin tener carácter general.
b) Obedecen siempre a una causa grave: la restricción a la capacidad de derecho
responde siempre a un interés superior o una razón moral y de buenas costumbres.
c) No pueden suplirse por representación: la incapacidad de derecho no puede
subsanarse por representación como se prevé para los incapaces de hecho.
d) Dan lugar a la nulidad absoluta del acto.

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 La incapacidad de hecho, por su parte, se verifica cuando


determinada persona no tiene aptitud para ejercer por sí misma determinados actos de
la vida civil, por lo que podemos decir que se trata de una persona necesitada de un
régimen de protección jurídica que la ampare y que impida el aprovechamiento, por
parte de terceros, de esa situación de debilidad.
El art. 24 del Código Civil y Comercial hace una enumeración legal de quiénes son las
personas incapaces de ejercicio, tema sobre el que volveremos más adelante.
Tal como sostuvimos, debe partirse de que la capacidad es la regla y la incapacidad la
excepción. La incapacidad de obrar resulta de un precepto legal que establece quiénes
son los incapaces de ejercicio (art. 24 CCCN). Consiste en la falta de aptitud o en la
imposibilidad del sujeto para realizar por sí mismo actos jurídicos válidos, pero esta
ineptitud legal puede suplirse a través del instituto de la representación, previsto en los
arts. 100 y 101 del código único.
Las incapacidades de hecho –de ejercicio o de obrar– han sido establecidas en interés
mismo del incapaz y por ello la ley ha procedido con un criterio tutelar.

Enumeración legal
El art. 24 del Código Civil y Comercial dispone: “Personas incapaces de ejercicio. Son
incapaces de ejercicio:
a. la persona por nacer;
b. la persona que no cuenta con la edad y grado de madurez suficiente;
c. la persona declarada incapaz por sentencia judicial, en la extensión dispuesta en esa
decisión.

De acuerdo al precepto, tenemos que son incapaces de hecho:


La persona por nacer, que es la persona que está concebida en el seno materno y aún
no ha nacido; para que sus derechos y obligaciones queden irrevocablemente
adquiridos, debe nacer con vida, pues, de lo contrario, se considerará que ella nunca
existió. Ejercen sus derechos a través de sus representantes legales: sus padres (art.,
101 inc. a).
La persona que no cuentan con edad y grado de madurez suficiente. Este inciso debe
estudiarse en correlación con lo dispuesto en el art. 25, el que dispone que “menor de
edad es la persona que no ha cumplido dieciocho años”. Ejercen sus derechos a través
de sus representantes legales: sus padres o el tutor a falta de aquellos, si fueren
incapaces o privados o suspendidos en la responsabilidad parental (art., 101 inc. b).

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según su edad y madurez hay entonces actos que realicen a través de sus
representantes legales, otros que ejerzan por sí mismos bajo un régimen de asistencia
y otros que podrán ejercer libremente ya que el código les reconoce capacidad plena
de ejercicios en esos casos (art., 26 y siguientes).-

La persona incapaz por sentencia judicial. Este supuesto implica que, mediante
sentencia, se puede restringir la capacidad para determinados actos, debiendo partirse
siempre del presupuesto de la capacidad, y que sus limitaciones son de carácter
excepcional. Cuando la persona se encuentre absolutamente imposibilitada de
interaccionar y expresar su voluntad, el sentenciante puede declarar la incapacidad y
designar un curador. Por último, comprende a los inhabilitados por prodigalidad, a
quienes se les designará un apoyo para el otorgamiento de actos de disposición ente
vivos y en los demás actos que determine la sentencia.
Las personas con capacidad restringida ejercen sus derechos por los apoyos que se
les designen en tanto que la persona incapaz el curador que se les nombre (art., 101
inc c).
Cabe aclarar que la persona con capacidad restringida y los inhabilitados no son
incapaces sino que son por regla capaces aunque con incapacidad para celebrar los
actos especificados en la sentencia.

Menor de edad y adolescencia


Distinción
De conformidad al art. 25 del Código Civil y Comercial, menor de edad es la persona
que no ha cumplido dieciocho años y adolescente, la persona menor de edad que
cumplió trece años.
Es decir que todas las personas, desde su nacimiento hasta que cumplen dieciocho
años, son “menores de edad”. Son consideradas incapaces de ejercicio en tanto no
cuenten con la edad y el grado de madurez suficiente para ejercer los actos que el
propio ordenamiento jurídico le permite.
A su vez dentro de esta categoría de personas menores de edad se encuentran los
“adolescente” desde los trece años hasta la mayoría de edad.
La diferente categoría entre menor de edad y adolescente parece tomar el antecedente
de la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes
(Ley 26.061), creando una categoría jurídica no prevista por la Convención de los
Derechos del Niño, que integra nuestro ordenamiento jurídico dentro del bloque federal
de constitucionalidad y define al niño como “todo ser humano menor de dieciocho años
de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la

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mayoría de edad”.

El derecho a ser oído


El artículo 26 del Código Civil y Comercial, consagra el derecho de los menores a ser
oídos, “…la persona menor de edad tiene derecho a ser oída en todo proceso judicial
que le concierne así como a participar en las decisiones sobre su persona”.
Este derecho implica que, siempre que los menores tengan edad para poder expresar
una opinión con fundamento, deben ser escuchados y debe ser tenido en cuenta su
parecer.
De esta forma, se contempla y reafirma un importante protagonismo del niño, en cuanto
se le reconoce mayor intervención en los actos que le competen y afectan. Este
reconocimiento implica destacar la autonomía de la voluntad del sujeto, a pesar de su
condición de menor.
En definitiva, se establecen las condiciones de participación de los menores en los
procesos judiciales que le conciernen, teniendo en cuenta el juez el grado de madurez,
reconociendo en forma progresiva su capacidad sobre la base de la regla del
discernimiento, en particular en aquellos casos en los que pudiera haber conflictos de
intereses entre el menor y sus representantes legales.

Las decisiones de los menores en el ámbito de la salud


a) Tratamientos no invasivos
El artículo 26 del código unificado establece una presunción de que el adolescente de
entre trece y dieciséis años puede y se considera facultado para aceptar y consentir por
sí mismo ciertos tratamientos, siempre que estos no resulten invasivos ni comprometan
su estado de salud o provoquen un riesgo grave en su vida o integridad física.
Esta presunción funcionará siempre que el adolescente pueda comprender los
aspectos esenciales relativos a la práctica propuesta, aunque, de ser necesario, una
última determinación siempre quedará en manos de los tribunales, la lex artis y la
costumbre, y, por lo general, será el médico tratante quien decida acerca de la aptitud
del tratamiento, con base en criterios que desde el ámbito médico se van pautando.
b) Tratamientos que comprometen la salud del menor
Ahora, si se trata de un tratamiento que compromete su estado de salud o está en
riesgo su vida, el adolescente debe prestar su consentimiento con la asistencia de sus
progenitores, y, en caso de existir un conflicto entre ambos, se resolverá judicialmente
teniendo en cuenta el interés superior del niño y la opinión médica respecto de las

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consecuencias de la realización del acto.


c) Los cuidados del propio cuerpo del mayor de dieciséis años
Por último, el art. 26 establece que la persona mayor de dieciséis años es considerada
como un adulto para las decisiones sobre el cuidado de su propio cuerpo.
De esta manera, se reconoce una anticipación de la capacidad de los menores para
dar consentimiento o asentimiento para ciertos actos de intrusión en su cuerpo.
En el caso de desacuerdo entre el menor, el médico y los padres, deberá intervenir la
justicia a fin de que se valore la situación concreta del sujeto.

Personas con capacidad restringida


Noción de persona con capacidad restringida y con incapacidad. Distinción
Previo a establecer la distinción entre personas con capacidad restringida y con
incapacidad, es dable señalar que el art. 31 del Código Civil y Comercial establece
reglas generales en materia de restricción a la capacidad.
Así, dispone:
Reglas generales. La restricción al ejercicio de la capacidad jurídica se rige por las
siguientes reglas generales:
a) la capacidad general de ejercicio de la persona humana se presume, aun cuando se
encuentre internada en un establecimiento asistencial; b) las limitaciones a la
capacidad son de carácter excepcional y se imponen siempre en beneficio de la
persona; c) la intervención estatal tiene siempre carácter interdisciplinario, tanto en el
tratamiento como en el proceso judicial; d) la persona tiene derecho a recibir
información a través de medios y tecnologías adecuadas para su comprensión; e) la
persona tiene derecho a participar en el proceso judicial con asistencia letrada que
debe ser proporcionada por el Estado si carece de medios; f) deben priorizarse las
alternativas terapéuticas menos restrictivas de los derechos y libertades.
Estas reglas generales que se agrupan en la norma rigen todo lo referido a las
restricciones al ejercicio de la capacidad jurídica de las personas, y son producto
especialmente de la aprobación de la Convención sobre los Derechos de las Personas
con Discapacidad (ley 26.378) y de la Ley Nacional de Salud Mental (ley 26.557).
El art. 32 del Código dispone: “Persona con capacidad restringida y con incapacidad. El
juez puede restringir la capacidad para determinados actos de una persona mayor de
13 años que padece una adicción o una alteración mental permanente o prolongada,
de suficiente gravedad, siempre que estime que del ejercicio de su plena capacidad
puede resultar un daño a su persona o a sus bienes. En relación con dichos actos el
juez debe designar el o los apoyos necesarios que prevé el art., 43 (…). El o los apoyos

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designados deben promover la autonomía y favorecer las decisiones que


respondan a la preferencia de la persona protegida. Por excepción, cuando la persona
se encuentre absolutamente imposibilitada de interaccionar con su entorno y expresar
su voluntad por cualquier modo, medio o formato adecuado y el sistema de apoyos
resulte ineficaz, el juez puede declarar la incapacidad y designar un curador”.
Manteniendo el criterio biológico-jurídico la norma prevé que a partir de los trece años
se puede restringir judicialmente la capacidad de una persona cuando ésta padece una
adicción o alteración mental permanente o prolongada de entidad suficiente – elemento
biológico- y se estime que de no restringirle la capacidad pueda ocasionar un daño a su
persona o a sus bienes – elemento jurídico; o excepcionalmente declarar la
incapacidad “cuando la persona se encuentre absolutamente imposibilitada de
interaccionar con su entorno y expresar su voluntad por cualquier modo, medio o
formato adecuado y el sistema de apoyos resulte ineficaz”.

Presupuestos jurídicos y fácticos


Capacidad restringida:
1-tener como mínimo 13 años de edad.
2-padecer una adicción o alteración mental permanente o
prolongada de entidad suficiente – elemento biológico-
3- se estime que de no restringirle la capacidad pueda ocasionar
un daño a su persona o a sus bienes – elemento jurídico

Incapacidad:
1-que la persona se encuentre absolutamente imposibilitada de
interaccionar con su entorno,
2-que el sistema de apoyos resulte ineficaz.

Procedimiento para su declaración


Tal como hemos señalado anteriormente, los medios de protección de la persona que
padece de alguna discapacidad, son: a) la declaración de capacidad restringida; b) la
incapacidad, cuando la persona padece una incapacidad absoluta, es decir que no
puede accionar con el medio que la circunda y los medios de apoyo son ineficaces y c)
como veremos más adelante, la declaración de inhabilitación en el caso del pródigo.
Ahora bien, la declaración de incapacidad, sea ésta absoluta o restringida a
determinados actos, no procede de oficio, sino que es necesario que las personas

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legitimadas a tal fin lo soliciten.


El artículo 33 del Código Civil y Comercial establece quiénes son las personas
legitimadas para iniciar la acción. “Están legitimados para iniciar la declaración de
incapacidad o de capacidad restringida:
-el propio interesado: De ser éste quien lo solicite, deberá presentarse con abogado; de
no hacerlo, se le deberá nombrar un asesor que lo represente.
-el cónyuge no separado de hecho y el conviviente mientras la convivencia no haya
cesado, es decir, la unión basada en relaciones afectivas de carácter singular, pública,
notoria, estable y permanente de dos personas que conviven y comparten un proyecto
de vida común, sean del mismo o diferente sexo (art. 509).
-los parientes dentro del cuarto grado, sea que se trate de un parentesco por
naturaleza, por métodos de reproducción humana asistida o por adopción, en línea
recta o colateral y, si fueran por afinidad, sólo hasta el segundo grado.
-el Ministerio Público.
Se sostiene que la enumeración que realiza el mencionado artículo es taxativa de las
personas que se hallan facultadas para peticionar la declaración de incapacidad. Sin
embargo, en caso de tratarse de personas que no están legitimadas para iniciar la
acción, podrán hacer una presentación ante el Ministerio Público, a fin de que evalúe la
posibilidad de iniciar el proceso. (Rivera y Medina, 2014, p. 157).

Hay situaciones particulares que no permiten dilaciones, por eso es posible que antes
del dictado de la sentencia y durante el proceso se ordenen medidas para garantizar
los derechos personales y patrimoniales de la persona (art., 34).-

Iniciada la acción el juez debe tener un contacto directo con la persona garantizando la
inmediatez en el proceso y hacerle una entrevista personal, en donde un letrado que
preste asistencia al interesa y el Ministerio Público deben estar presentes. Esta
entrevista personal no es facultativa sino obligatoria para el juez (art., 35).
La persona en cuyo interés se lleva a cabo el proceso es parte y como tal puede
aportar en su defensa todas las pruebas que estime necesarias.
Previo al dictado de la sentencia, se efectuará un examen interdisciplinario, de la cual
sin su existencia no puede procederse al dictado de una sentencia válida.
Sentencia. Alcances
Luego de la valoración del dictamen interdisciplinario, y las demás pruebas traías al
proceso, incluidas las pruebas aportadas por el propio interesado, el juez debe resolver
con relación al ejercicio de la capacidad jurídica, considerando especialmente la

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voluntad, deseos y preferencias de la persona, y procurando que la afectación de


la autonomía personal sea la menor posible.
La sentencia se debe pronunciar sobre los siguientes aspectos vinculados a la persona
en cuyo interés se sigue el proceso:
a)-diagnóstico y pronóstico.
b)-época en que la situación se manifestó
c)-recursos personales, familiares y sociales existentes
d)-régimen para la protección, asistencia y promoción de la mayor autonomía posible.

De acuerdo con el art., 38 CCyC: “Alcance de la sentencia. La sentencia debe


determinar la extensión y alcance de la restricción y especificar las funciones y actos
que se limitan, procurando que la afectación de la autonomía personal sea la menor
posible. Asimismo debe designar una o más personas de apoyo o curadores de
acuerdo a los establecido en el art., 32 CCyC y señalar las condiciones de validez de
los actos específicos sujetos a la restricción con indicación de la o las personas
intervinientes y la modalidad de su actuación”.
De tal modo, la sentencia puede:
a) desestimar la acción;
b) restringir la capacidad del sujeto y
c) declarar la incapacidad.
La sentencia que limite o restrinja la capacidad debe señalar los actos y funciones que
la persona no puede realizar por sí misma y, a fin de que tome las decisiones
pertinentes, le designará los apoyos que considere necesarios e indicará la modalidad
de actuación, es decir, si la función debe ser cumplida por dos o más personas, si la
actuación debe ser conjunta o indistinta, o si la validez de los actos jurídicos requieren
del asentimiento otorgado por el apoyo.
Asimismo, la sentencia que disponga la incapacidad deberá indicar los curadores que
se designan (puede ser una o más personas), permitiendo que la persona capaz pueda
designar quién ejercerá su curatela, ya sea mediante una directiva anticipada (art. 60),
ya sea descubriendo su verdadera voluntad por alguna manifestación (art. 43). En una
palabra, la sentencia que limite la capacidad, ya sea en forma total o parcial, es un
verdadero estatuto de cómo debe actuar la persona del incapaz.
Dicha sentencia se anota en el registro de estado civil y capacidad de las personas al
margen del acta de nacimiento. A partir de dicha inscripción produce efectos respecto
de terceros. Si desaparece la restricción o la incapacidad se cancelará la inscripción.

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Revisión
La sentencia declarativa puede ser revisada en cualquier momento, a instancias del
interesado.
Asimismo, se impone al juez la carga de impulsar de oficio la revisión de los términos
de la sentencia en un plazo no mayor a tres años, a partir de la realización de nuevas
evaluaciones interdisciplinarias y tras haber entrevistado nuevamente en forma
personal al interesado; de lo que se desprende el rol activo que se le asigna al juez. En
caso de que ello no ocurra, será el Ministerio Público quien deberá instar a que se lleve
a cabo la revisión. El plazo de los tres años es un plazo máximo; es posible instar su
revisión con anterioridad si las circunstancias del caso así lo aconsejan.
Esta revisión implica la posibilidad de disponer el cese de la incapacidad o de la
capacidad restringida, mantener las declaraciones anteriores o ampliar la nómina de
actos que la persona puede realizar por sí o con la asistencia de un curador o un
sistema de apoyos.
A esta altura del apunte resulta importante abordar que se entiende por sistema de
apoyos, tan nombrado a lo largo del mismo. En este sentido el art., 43 CCyC lo define a
cuya lectura remitimos.

Inhabilitados
Noción. Presupuestos fácticos
De conformidad al art. 48 del Código Civil y Comercial, podrán ser inhabilitados quienes
por prodigalidad en la gestión de sus bienes expongan a su cónyuge, conviviente o a
sus hijos menores de edad o con discapacidad a la pérdida del patrimonio. A estos
fines se considera pródigo a toda persona que padece una alteración funcional
permanente o prolongada, física o mental, que, en relación a su edad y medio social,
implica desventajas considerables para su integración familiar, social, educacional o
laboral. La acción solo corresponde al cónyuge, conviviente y a los ascendientes y
descendientes.

En el nuevo código la inhabilitación ha quedado circunscripta a los casos de


prodigalidad.
A diferencia de los casos de incapacidad o de capacidad restringida donde lo que se
pretende es proteger a la propia persona, lo que se busca en este caso de limitación al
ejercicio de la capacidad jurídica es tutelar el patrimonio familiar.

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Presupuestos facticos.
En definitiva, para que proceda la inhabilitación se requiere:
1-personas a quienes proteger: cónyuge, conviviente, hijos menores de edad o con
discapacidad. No obstante es una cuestión que debe interpretarse a la luz de posibles
pactos alimentarios con la persona que se pretende inhabilitar con respecto a los hijos
mayores hasta los 25 años.
2-prodigalidad en la gestión del patrimonio por parte de la persona que se pretende
inhabilitar, entendida en el sentido de dilapidar o malgastar los bienes.
3-exposición a la pérdida del patrimonio,

Efectos de la declaración
Declarada la inhabilitación, se restringe la capacidad jurídica de la persona, quien ya no
podrá ejercer libremente determinados actos por sí misma. Así, no podrá ejercer actos
de disposición entre vivos, -si en cambio los de última voluntad- para los que necesitará
de un sistema de apoyos, como para aquellos actos que el juez fije en la sentencia.
La figura del apoyo es necesaria a fin de evitar que el inhabilitado realice actos de
otorgamiento que puedan perjudicar la integridad del patrimonio y perjudicar así a las
personas del cónyuge, conviviente e hijos menores o con discapacidad.
El juez, en la sentencia, deberá establecer las condiciones de validez de los actos y la
modalidad de actuación del apoyo, debiendo inscribirse esta sentencia en el Registro
de Estado Civil y Capacidad de las Personas a fin de resguardar a los terceros que
contratan con la persona del inhabilitado.
El cese de la inhabilitación se decreta por el mismo juez que la dictó, previo examen
interdisciplinario que dictamine sobre el restablecimiento de la persona. Si el
restablecimiento no es total el juez puede ampliar la nómina de actos que la persona
puede realizar por sí o con apoyos.

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EJE TEMATICO Nº 3 – PERSONA JURIDICA

Persona jurídica
Noción
El artículo 141 del Código Civil y Comercial precisa el concepto de persona jurídica.
Dispone que “Son personas jurídicas todos los entes a los cuales el ordenamiento
jurídico les confiere aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones para el
cumplimiento de su objeto y los fines de su creación.”
Así, puede conceptualizarse a la persona jurídica como categoría normativa
conformada por una colectividad de individuos o un conjunto de intereses humanos
considerados intelectivamente como un solo ser con individualidad, o como un centro
de imputación con capacidad para adquirir derechos y contraer obligaciones, y
determinar las consecuencias de las diversas concepciones en el ámbito jurídico
(Tagle, 2002).
Según Buteler Cáceres (2000), las personas de existencia ideal son abstracciones que
se originan en la realidad social y representan la posibilidad de los hombres de unir sus
esfuerzos en pos de un fin común; por ello, estos entes se encuentran provistos de
personalidad jurídica y están dotados de capacidad para adquirir derechos y contraer
obligaciones.

Naturaleza jurídica
Existieron tres grandes posturas a lo largo de la historia que trataron de descifrar la
naturaleza jurídica de estos entes de existencia ideal; al respecto de las teorías existen
distintas maneras de agruparlas.
Buteler Cáceres (2000), las clasifica o agrupa de la siguiente manera:
a. La teoría de la ficción: elaborada por Savigny, parte de la proposición de que el
derecho subjetivo es un poder que se sustenta en la voluntad moral, por lo tanto, la
única persona que lo puede detentar es la real, la persona física. Pero la realidad
demuestra la necesidad de los hombres de actuar conjuntamente y administrar bienes
durante esa actuación, por lo tanto sólo pueden lograrlo a través de la creación de un

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ente artificial, producto de la ficción, al que denomina “sujeto del derecho de


bienes”; sin embargo, este sujeto no tiene voluntad propia, por eso actúan por el mismo
las personas físicas que lo representan.
b. Las teorías negatorias de la personalidad jurídica: estas teorías parten de la base de
que estos sujetos que se unen para lograr sus objetivos no logran crear un sujeto
distinto, por lo tanto ese sujeto no existe; la base para lograr la protección de la ley es
sólo que estos grupos persiguen fines de acuerdo a la solidaridad social. Entre estas
teorías se encuentran las de los patrimonios de afectación y la de la propiedad
colectiva.
c. Las teorías realistas: éstas reconocen que el sujeto creado por sus miembros
conforma un ente diferente. Estas teorías a su vez presentan diferentes posturas:
i). Las que se fundan en la voluntad: sostienen que la persona jurídica es un verdadero
ente semejante al organismo de las personas físicas, se basa en una fantasía que
asimila biológicamente y orgánicamente a las personas físicas y jurídicas. Este grupo a
su vez tienen un subgrupo: ii). La teoría del órgano: este es un concepto que se toma
en la actualidad y reemplaza el concepto de la representación de la persona jurídica
por el del órgano de voluntad de la misma. iii). Las que se basan en los intereses: y
sostienen que las personas jurídicas poseen un interés distinto al de los miembros que
las componen, entonces este ente representa la configuración jurídico-legal de ese
interés. iv). La teoría de la institución: de Hauriou, quien sostiene que la persona
jurídica es una institución, es una idea de obra o de empresa que se realiza y dura
jurídicamente en un medio social; para la realización de esta idea, se organiza un poder
que le procura los órganos necesarios. Por otra parte, entre los miembros del grupo
social interesado en la realización de la idea, se producen manifestaciones de
comunión dirigidas por órganos de poder y reglamentadas por procedimientos. El
elemento más importante de toda institución corporativa es la idea de la obra a realizar.
Todo cuerpo constituido lo es por la realización de una obra o de una empresa. La idea
de la empresa es el objeto de la empresa, porque la empresa tiene por objeto realizar
la idea. El segundo elemento de toda institución corporativa es un poder de gobierno
organizado para la realización de la idea de la empresa, y que está a su servicio. Y el
tercer elemento de la institución corporativa, para Hauriou, es la "manifestación de
comunión" de los miembros del cuerpo y también de los órganos de gobierno, tanto en
la idea de la obra a realizar como en los medios a emplear.
Buteler Cáceres adhiere a la concepción realista, destacando que la persona jurídica es
una realidad, pero es tan sólo realidad-idea, realidad que vive en el mundo del
pensamiento jurídico.

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Concepción de la personalidad de las personas jurídicas


Tal como hemos señalado, cuando hablamos de persona jurídica hacemos referencia a
un ente ideal distinto de los socios que lo componen. Este ente cuenta con capacidad
jurídica plena para el cumplimiento de su objeto y los fines de su creación y, por ende,
puede adquirir compromisos propios frente a los terceros y constituye un centro de
imputación distinto del patrimonio de los socios.
El principio de la personalidad diferenciada está consagrado explícitamente en el art.
143 del código, que establece que “la persona jurídica tiene una personalidad jurídica
distinta de la de sus miembros y ellos no responden por las obligaciones contraídas por
la persona jurídica, salvo en los casos previstos en la ley.”
Así, se consagra el principio de separación de patrimonios entre la persona jurídica y
sus miembros, que es uno de los ejes rectores de la personalidad de las personas
jurídicas. Este principio opera en relación a los bienes de titularidad de la persona
jurídica, que, por ende, no pertenecen a ninguno ni a todos sus miembros, y en relación
a las obligaciones, ya que ninguno de sus miembros, ni el conjunto de ellos, es
responsable por éstas.
Este principio sólo se puede dejar de lado ante circunstancias excepcionales previstas
en el Código Civil y Comercial o en otras leyes especiales o generales, como la Ley
19.550 de Sociedades o la Ley 24.522 de Concursos y Quiebras. (Rivera y Medina,
2014).

Inoponibilidad de la personalidad jurídica


Cuando el accionar de la persona jurídica esté destinada a la consecución de fines
ajenos a la persona jurídica o constituya un recurso para violar la ley, el orden público y
la buena fe, o para frustrar derechos de cualquier persona, procede la inoponibilidad de
la persona jurídica, es decir que, en tales casos, la actuación del ente se imputará
directamente a los socios, asociados, miembros, controlantes directos e indirectos que
la hicieron posible, quienes responderán solidaria e ilimitadamente por los perjuicios
causados (art. 144 CCCN).
Es decir que la inoponibilidad de la personalidad jurídica opera en un doble sentido:
a) la imputación diferenciada, esto es, atribuye la actuación al miembro del ente en su
propia persona;
b) la limitación de la responsabilidad, debiendo responder el miembro ilimitada y
solidariamente por los daños causados.

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Clasificación
Las personas jurídicas se clasifican en públicas y privadas (art., 145).
La distinción de las personas jurídicas en públicas y privadas tiene gran interés
práctico. As personas jurídicas públicas serán aquellas cuya existencia y
funcionamiento depende del derecho público aunque parte de su actividad esté
regulada por el derecho privado; mientras que las personas jurídicas privadas serán
aquellas que tienen reglamentada su existencia y sus actividades por el derecho
privado auqnue dependan de una autorización estatal para funcionar.

Son personas jurídicas públicas (art., 146):


 El estado nacional, las provincias, la ciudad autónoma de Buenos Aires, los
municipios, las entidades autárquicas y demás organizaciones constituidas en la
república a la que el ordenamiento jurídico atribuya ese carácter.
 Los estados extranjeros, las organizaciones a las que el derecho internacional
público reconozca personalidad jurídica y toda otra persona jurídica constituida
en el extranjero cuyo carácter público resulte de su derecho aplicable.
 La iglesia católica.

Son personas jurídicas privadas (art., 148):


 Las sociedades
 Las asociaciones civiles
 Las simples asociaciones
 Las fundaciones
 Las iglesias, confesiones, comunidades o entidades religiosas
 Las mutuales
 Las cooperativas
 El consorcio de propiedad horizontal
 Toda otra contemplada en disposiciones del código o en otras leyes y cuyo
carácter de tal se establece o resulta de su finalidad y normas de
funcionamiento.
Hay que tener en cuenta que la participación del Estado en una persona jurídica
privada no modifica la calidad de ésta, sin embargo la ley o el estatuto pueden prever
derechos y obligaciones diferenciados, considerando el interés público comprometido
en dicha participación.

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Atributos de las personas jurídicas


Noción
La persona jurídica resulta no sólo una regulación del derecho constitucional de
asociarse con fines útiles y una forma de ejercer libremente una actividad económica,
sino que constituye una realidad jurídica que la ley reconoce como medio técnico para
que todo grupo de individuos pueda realizar el fin lícito que se propone.
Hemos señalado que la persona jurídica tiene personalidad jurídica y que, por ende,
posee atributos: el nombre para individualizarse, el domicilio para determinar la ley
aplicable y la jurisdicción donde puede demandar o ser demandada, la capacidad
siempre de derecho y limitada al objeto para el que se constituyó y el patrimonio, a los
fines del cumplimiento de sus fines.

Nombre. Régimen legal


El nombre o razón social es un atributo de las personas jurídicas, toda vez que es
necesario a los fines de su individualización y designación que permita distinguirlas.
De acuerdo a lo normado en el art. 151 del Código, el nombre debe reunir los
siguientes requisitos:
a) aditamento indicativo de la forma jurídica adoptada: para que los terceros conozcan
la naturaleza y extensión de la responsabilidad, por ejemplo “SRL”, “SA”. Si la persona
jurídica está en liquidación debe aclarar esta circunstancia en la utilización de su
nombre.
b) satisfacer los recaudos de veracidad, novedad y aptitud distintiva, ello así a los fines
de que se distingan entre las personas jurídicas.
c) no contener términos contrarios a la ley, el orden público o las buenas costumbres.
d) no inducir a error sobre la clase u objeto de la persona jurídica.
e) la inclusión en el nombre de la persona jurídica del nombre de personas humanas
requiere la conformidad de éstas, que se presume si son sus miembros. Sus herederos
pueden oponerse a la continuación del uso, si acreditan perjuicios materiales o
morales.

Domicilio y sede social


El artículo 152 del Código Civil y Comercial regula el atributo domicilio. Al respecto
dice: “el domicilio de la persona jurídica es el fijado en sus estatutos o en la
autorización que se le dio para funcionar. La persona jurídica que posea muchos

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establecimientos o sucursales tiene su domicilio especial en el lugar de dichos


establecimientos solo para la ejecución de las obligaciones allí contraídas. El cambio
de domicilio requiere modificación del estatuto. El cambio de sede, sino forma parte del
estatuto, puede ser resuelto por el órgano de administración”.
En primer lugar cabe distinguir entre domicilio y sede social. El término “domicilio”
remite a la indicación genérica de la ciudad, localidad o región donde se ha constituido
la sociedad, mientras que el término “sede” alude al lugar geográfico concreto
(dirección) donde se instalado la persona jurídica. Por ejemplo, Córdoba capital es el
domicilio y Bv. San Juan 710 es la sede.
En el estatuto de las personas jurídicas deberá consignarse obligatoriamente el
domicilio.
Por otro lado, el precepto establece que la persona jurídica que posee muchos
establecimientos o sucursales tiene su domicilio especial en el lugar de dichos
establecimientos, pero sólo para la ejecución de las obligaciones allí contraídas.

Patrimonio
El patrimonio constituye un elemento esencial de la persona jurídica; es un atributo y,
consecuentemente, no se concibe la idea de persona jurídica sin patrimonio.
Es por ello que el art., 154 CCyC estatuye: “la persona jurídica debe tener un
patrimonio”.
Así, el patrimonio comienza a formarse desde el mismo momento en que los socios se
comprometen a realizar aportes y es el conjunto de bienes de la persona jurídica con el
cual la sociedad actúa y afronta el pasivo que lo integra.
Este patrimonio no se confunde con el de los individuos que concurren a conformar el
sustrato material de la entidad.
Este patrimonio así concebido estará compuesto por todos los bienes de que ella es
titular, como de las cargas que lo gravan.
La última parte del art., 154 permite a la persona jurídica en formación inscribir
preventivamente a su nombre los bienes registrables (para sustraerlos de los
acreedores de los socios hasta la constitución definitiva y proteger los derechos de
terceros que contratan con la sociedad en formación).

Capacidad de derecho: a) Principio General b) Limitaciones


La capacidad vinculada a las personas jurídicas se refiere sólo a la capacidad de
derecho o aptitud para ser titular de derechos y deberes jurídicos. La noción de

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capacidad de obrar es absolutamente ajena, pues estos sujetos de derechos


siempre actuarán a través de sus órganos o representantes.
La regla general en materia de capacidad de las personas jurídicas es que tienen
capacidad de derecho para todos los actos y todos los derechos que no les estén
expresamente prohibidos. Esta capacidad, sin embargo, tiene sus limitaciones en razón
del principio de especialidad y de la naturaleza de las cosas.
a) El principio de la especialidad: significa que las personas jurídicas tienen capacidad
para celebrar aquellos actos inherentes a la finalidad para la que ha sido creadas, es
decir en función de su objeto y su fin. De tal modo, no pueden celebrar actos que nada
tengan que ver son su objeto de creación, pero ello no significa que no puedan ejecutar
los que son convenientes o necesarios para la mejor obtención de aquél.
b) Limitaciones impuestas por la naturaleza de las cosas: las personas jurídicas no
pueden ser titulares, por ejemplo, de los derechos potestativos.

Representación
Noción. Régimen legal
Las personas jurídicas desarrollan su actividad por medio de personas físicas que
actúan en su nombre y por su cuenta, de modo tal que su gestión es atribuida a la
misma entidad. Así, las personas jurídicas actúan a través de sus órganos, es decir
aquellas personas autorizadas a manifestar la voluntad del ente y a desarrollar la
actividad jurídica necesaria para la consecución de sus fines.
El artículo 159 establece una pauta general a la cual debe adecuarse la conducta de
los administradores sociales, disponiendo que los administradores de la persona
jurídica deben obrar con lealtad con la persona que les encarga la función de
administrar sus intereses y con diligencia, es decir con idoneidad, con aptitud
profesional para el exitoso desenvolvimiento de la clase de actividad que constituye el
objeto social.
El deber de obrar con lealtad tiene por fundamento la obligación de fidelidad del
mandatario (art. 1324 CCCN), que se extiende a todos los casos de representación de
intereses ajenos, y el deber de buena fe (art. 9 CCCN). El administrador se debe
conducir con la corrección de un hombre honrado, en defensa de los intereses cuya
administración se le ha confiado, por encima de cualquier otra consideración, evitando
obtener un beneficio particular a expensas de la persona jurídica. Tiene prohibido
contratar con ésta, salvo que se trate de contratos referidos a su actividad ordinaria y
en las mismas condiciones en que el ente lo hubiera hecho con terceros. Deberá
abstenerse de intervenir en la toma de decisiones en las que tenga un interés contrario
a la persona jurídica y no podrá competir con ella. (Roitman, 2006).

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En efecto, el art. 159 menciona las siguientes reglas de conducta:


1) El administrador no puede perseguir ni favorecer intereses contrarios a los de la
persona jurídica.
2) Si, en determinada operación, los tuviera por sí o por interpósita persona, debe
hacerlo saber a los demás miembros del órgano de administración o en su caso al
órgano de gobierno, y abstenerse de cualquier intervención relacionada con dicha
operación. En estos supuestos se encuentra comprometido el deber de lealtad, más
allá de que se puedan incorporar situaciones no contempladas normativamente. El
deber del administrador de actuar con diligencia debe examinarse según las
circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar, debiendo tenerse en cuenta los
siguientes aspectos: 1) La dimensión de la sociedad. 2) El objeto social. 3) Las
funciones genéricas que le incumben y las específicas que le hubieran confiado. 4) Las
circunstancias en que debió actuar. 5) La aptitud que es común encontrar en personas
que administran negocios similares.

Responsabilidad civil
La responsabilidad civil por daño, entendida en sentido amplio, incluye tanto la
responsabilidad dimanada del incumplimiento de obligaciones contractuales cuanto la
proveniente de los daños causados por los actos ilícitos obrados por los
administradores o representantes de la persona jurídica.
Así, los administradores y representantes de la persona jurídica son responsables
ilimitada y solidariamente frente a la persona jurídica, sus miembros y terceros, por los
daños causados por su culpa en el ejercicio o con ocasión de sus funciones por acción
u omisión (arts. 160 y 1763 del CCCN).
Responderán ilimitadamente con todo su patrimonio por los daños que produzcan a la
persona jurídica, pues quien causa un daño debe repararlo, y solidariamente entre los
administradores que faltaren a sus obligaciones de lealtad y diligencia en los casos de
administración plural. Para que surja la responsabilidad, es necesario que hayan
ocasionado un daño causado ya sea por dolo o culpa, en el ejercicio o con ocasión de
sus funciones.
El daño se considera ocasionado en ejercicio de la función cuando existe congruencia
entre el daño y la actuación propia de la esfera de competencia del órgano, cuando es
el resultado directo del desempeño de la función. El daño se causa con ocasión de la
función cuando el hecho que lo produce es extraño por su índole, contenido o
naturaleza, a la actividad propia del órgano de la persona jurídica, aunque mantiene
alguna vinculación con ésta. Es decir, son actos ajenos a la función propiamente dicha,
pero que sólo han podido cometerse por el órgano de la persona jurídica en esa
calidad. (Tagle, 2002).

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Por último, debemos señalar que la responsabilidad de los administradores


respecto a la persona jurídica es de naturaleza contractual, y es extracontractual
respecto de los terceros. (Rivera y Medina, 2014).

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EJE TEMATICO Nº 4 – EL OBJETO DE LA


RELACION JURIDICA PRIVADA

Puesto que las relaciones jurídicas y los derechos subjetivos que ellas contienen son
de diferente naturaleza, el objeto variará según la clase de relación y de derecho
subjetivo de que se trate.
Así, en las relaciones que tienen por contenido los derechos personalísimos o los
derechos humanos, el objeto está dado por las diversas manifestaciones o
proyecciones que integran la personalidad de la persona física, como su honor,
libertad, integridad física o espiritual; en las que tienen por contenido los derechos
subjetivos potestativos, el objeto está dado por el conjunto de deberes y prerrogativas
de los padres para la educación y pleno desarrollo de la personalidad de sus hijos. En
las que tienen por contenido los derechos reales, el objeto es la cosa, objeto material
susceptible de valor, sobre las que se ejercen las facultades o prerrogativas del titular.
Por otro lado, en las relaciones jurídicas que recaen sobre derechos personales o de
crédito, el objeto se proyecta sobre la conducta del deudor, denominada prestación y
por último, en los derechos intelectuales el objeto es la obra científica, literaria o
artística, la expresión de ideas, procedimientos, es decir, el producto del intelecto
humano. En una palabra, objeto de las relaciones jurídicas puede ser: cosas, hechos u
objetos inmateriales. (Tagle, 2002).

Concepto de bienes y cosas


De la lectura de los fundamentos del anteproyecto del Código Civil y Comercial de la
Nación se sigue que se identifica a los bienes con la valoración económica.
Se explica allí que, para este fin, no es determinante si son materiales (cosas) o
inmateriales, porque lo que interesa es que tengan valor, y este elemento es
económico y no afectivo. Así, la noción de bien está estrechamente vinculada al
enfoque económico y, por lo tanto, no podría aplicarse a los bienes ambientales, o al
cuerpo, o partes del cadáver.
En relación a las cosas, se las define como los objetos materiales susceptibles de tener
un valor. Desde el punto de vista físico, cosa es todo lo que existe; no sólo los objetos
que pueden ser propiedad del hombre, sino también todo lo que en la naturaleza
escapa a esta apropiación exclusiva: el mar, el aire, el sol, etc. Desde el punto de vista

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jurídico, esta noción se ha circunscripto para no abarcar toda la materialidad ni la


utilidad, y por ello “debemos limitar la extensión de esta palabra a todo lo que tiene un
valor entre los bienes de los particulares”.
El artículo 16 del código único prevé que los derechos individuales pueden recaer
sobre bienes susceptibles de valor económico. Los bienes materiales se llaman cosas y
las disposiciones referentes a las cosas son aplicables a la energía y a las fuerzas
naturales susceptibles de ser puestas al servicio del hombre.
Nuestro sistema establece una relación de género a especie entre uno y otro concepto,
el bien es el género y la cosa es la especie. En cuanto a las cosas nos remitimos a lo
establecido supra en tanto que en cuanto a los bienes se los define como las cosas
(objetos materiales susceptibles de tener valor) y los objetos inmateriales (derechos)
susceptibles de valor. Así las cosas la noción jurídico de cosas y de bienes ha sido
identificada con su enfoque económica. Si bien el nuevo código recoge esta tradición
del código de Vélez, introduce nuevas categorías de derechos como los de incidencia
colectiva (art., 17) sobre el cuerpo humano y de las comunidades indígenas (art., 18).
Con respecto a los derechos sobre el cuerpo humano, ocurre que tanto el cuerpo como
sus partes (órganos, tejidos, genes, etc.), pueden ser separados, aislados,
trasplantados, etc. ¿qué pasa entonces con estas cosas/bienes? El código brinda la
solución diciendo que los derechos sobre el cuerpo humano o sus partes podrán
disponerse por su titular cuando lo motive un valor afectivo, terapéutico, científico
humanitario o social. De esta manera esta postura del código adhiere a la tesis de
extrapatrimonialidad de las partes del cuerpo humano.
En cuanto a las comunidades indígenas estas con fundamento en el art., 75 inc., 17 de
la CN tienen derecho a la posesión y propiedad de las tradicionalmente ocupan.

Distintas clasificaciones
El Código Civil y Comercial contiene varias clasificaciones de las cosas consideradas
en sí mismas: a) muebles e inmuebles; b) cosas divisibles e indivisibles; c) cosas
principales y accesorias; d) cosas consumibles y no consumibles; e) cosas fungibles y
no fungibles. La importancia de estas clasificaciones radica en que, según el estatuto
que reciba la cosa, el régimen jurídico que se le aplique variará.
• Así por ejemplo, la distinción entre muebles e inmuebles tiene
importancia desde diferentes aspectos: a) Por un lado, la determinación de la ley
aplicable. Las cosas inmuebles se rigen por la ley del lugar de su situación, mientras
que las cosas muebles se rigen por el domicilio del demandado si se trata de las cosas
que lleva consigo o son de uso personal, o bien por el lugar de situación de los bienes.
b) También tiene incidencia en relación al régimen de prescripción adquisitiva, que es
un modo de adquirir el dominio por la continuación de la posesión en forma pública,

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pacífica, continua e ininterrumpida durante el tiempo que establece la ley. Así, las
cosas inmuebles se adquieren por la posesión continua de diez años cuando ésta es
con justo título y buena fe o bien, veinte años sin necesidad de título y buena fe por
parte del poseedor. Ahora bien, el dominio sobre cosa mueble se adquiere por la
simple posesión de buena fe, salvo que se trate de cosas muebles hurtadas o perdidas,
en cuyo caso el dominio se adquiere por la posesión continua y de buena fe de dos
años. Si no hay justo título y buena fe y se trata de una cosa mueble registrable, se
adquiere si se posee durante diez años. c) Asimismo, esta clasificación influye en los
derechos reales. Así por ejemplo, el derecho real de propiedad horizontal sólo puede
recaer sobre inmuebles, tal como el derecho de superficie y el de hipoteca. En tanto, el
derecho real de prensa sólo puede recaer sobre cosas muebles no registrables o
créditos instrumentados.
• En relación a la división de cosas fungibles y no fungibles,
habrá contratos como el de locación, en virtud del cual se entrega a otra persona el uso
y goce temporario de una cosa a cambio del pago de un precio en dinero; el alquiler o
arrendamiento deberá recaer sobre una cosa no fungible, es decir sobre una cosa que
conserve su individualidad, pues la persona que recibe una cosa para usarla estará
obligada al término del contrato a restituir la misma cosa que le fue entregada y no otra.
Lo mismo sucede en el comodato, acerca del cual, “hay comodato si una parte se
obliga a entregar a otra una cosa no fungible, mueble o inmueble, para que se sirva
gratuitamente de ella y restituya la misma cosa recibida”. Mientras que el contrato de
mutuo, por ejemplo, sólo puede recaer sobre cosas fungibles, pues el mutuario, al
término del contrato, no estará obligado a devolver lo mismo que recibió sino igual
cantidad de cosas de la misma calidad y especie.
• La distinción entre cosas consumibles y no consumibles tiene
importancia debido a que determinados contratos sólo pueden tener por objeto a las
primeras y otros únicamente a las segundas, como el mutuo y el comodato,
respectivamente. Además, la distinción es importante en materia de derechos reales,
pues el usufructo sólo puede recaer sobre cosas no consumibles, puesto que el
usufructuario y el usuario pueden usar y gozar de la cosa ajena sin alterar su sustancia.
• La clasificación entre cosas divisibles y no divisibles tiene
importancia pues, al dividirse un condominio o la partición de una herencia, sólo las
cosas divisibles pueden ser objeto de partición en especie.

Criterios de distinción
El Código Civil y Comercial realiza una clasificación de las cosas:
a) Cosas consideradas en sí mismas; distingue inmuebles y muebles, cosas
fungibles y no fungibles, cosas principales y accesorias, cosas consumibles y no

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consumibles, frutos y productos, entre otros.


b) Bienes con relación a las personas; distingue los bienes pertenecientes al
dominio público, al dominio privado del Estado y los bienes de los particulares.
c) Bienes con relación a los derechos de incidencia colectiva; relativizando
los derechos individuales en función de la protección de los derechos de incidencia
colectiva.

Inmuebles y muebles. Distintas clases


Los artículos 225 y 226 del Código Civil y Comercial determinan qué debe entenderse
por inmuebles y el art. 227, por muebles.
• Art. 225: Inmuebles por su naturaleza. Son inmuebles
por su naturaleza el suelo, las cosas incorporadas a él de una manera orgánica y las
que se encuentran bajo el suelo sin el hecho del hombre.
Así, son inmuebles por su naturaleza: el suelo, es decir la corteza terrestre, lo
incorporado orgánicamente a él, como los vegetales, y lo que está debajo de él, es
decir los árboles, ríos, minerales enterrados, etc.

• Art. 226: Inmuebles por accesión. Son inmuebles por


accesión las cosas muebles que se encuentran inmovilizadas por su adhesión física al
suelo, con carácter perdurable. En este caso, los muebles forman un todo con el
inmueble y no pueden ser objeto de un derecho separado sin la voluntad del
propietario. No se consideran inmuebles por accesión las cosas afectadas a la
explotación del inmueble o a la actividad del propietario.
Son inmuebles por accesión: las cosas muebles que se encuentran inmovilizadas por
su adhesión física al suelo con carácter de perdurabilidad, como son todas las clases
de construcciones, casas, edificios, obras de infraestructuras en general. Las cosas
muebles que se incorporan de manera permanente a todas estas construcciones, como
las estufas de una casa, las ventanas de un edificio, las barandas, etc. son también
inmuebles por accesión, mientras permanezcan en esa condición (Rivera y Medina,
2014).
El precepto mencionado (art. 226) establece la regla general de que “los muebles
forman un todo con el inmueble y no pueden ser objeto de un derecho separado sin la
voluntad”, por lo que, celebrado un negocio jurídico sobre el inmueble, todo lo que esté
en él, adherido e inmovilizado con carácter perdurable, forma parte de la contratación,
salvo acuerdo en contrario.
Ahora bien, no se consideran inmuebles por accesión las cosas que se adhieren

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transitoriamente al suelo (una carpa), ni las afectadas a la explotación del


inmueble o a la actividad del propietario, como ser las semillas puestas
intencionalmente por el dueño del inmueble, o los utensilios o máquinas de labranza,
los animales puestos para el cultivo, entre otros.

• Art. 227: “Cosas muebles. Son cosas muebles las que pueden
desplazarse por sí mismas o por una fuerza externa”.
Este concepto engloba las cosas que pueden transportarse fácilmente de un lugar a
otro, movidas ya por una influencia extraña, como son los automóviles, o por sí
mismas, como son los animales que se denominan semovientes.

Cosas divisibles y no divisibles


En cuanto a las primeras, según el art. 228:
Cosas divisibles. Son cosas divisibles las que pueden ser divididas en porciones reales
sin ser destruidas, cada de las cuales forma un todo homogéneo y análogo tanto a las
otras partes como a la cosa misma. Las cosas no pueden ser divididas si su
fraccionamiento convierte en antieconómico su uso y aprovechamiento. En materia de
inmuebles, la reglamentación del fraccionamiento parcelario corresponde a las
autoridades locales.
Así las cosas, para que una cosa sea divisible deben darse los siguientes
presupuestos:
• Que la cosa pueda dividirse de hecho.
• Que las cosas obtenidas formen un todo homogéneo.
• Que sean análogas a las demás partes y a toda la cosa.
Todas estas particularidades deben presentarse conjuntamente, pues, de lo contrario,
podría llegarse a conclusiones desacertadas, como sostener que un automóvil es
divisible pues se pueden separar el volante, las ruedas, las puertas y esos objetos
forman un todo homogéneo. Pero falta el requisito de que sean análogas en todas las
partes y a toda la cosa, por lo que no es una cosa divisible. Son cosas divisibles el
dinero, en general los granos, los líquidos; y no son divisibles, por ejemplo, los libros.
(Rivera y Medina, 2014, p. 507).
Ahora bien, las cosas no podrán ser divididas, aunque se den todos los requisitos
desarrollados anteriormente, si su división convierte en antieconómico su uso. Esto
puede ocurrir con una colección de monedas, por ejemplo, o con la división de la tierra
en parcelas que impidan su adecuado aprovechamiento (en tal caso, ello dependerá de
las características del suelo, pues puede influir, para determinar si es divisible o no,

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cuán fértil sea la tierra o la extensión del terreno o el clima). Es por ello que, en
materia de inmuebles, la reglamentación del fraccionamiento parcelario les
corresponde a las autoridades locales, pues es un problema de política económica
agraria.

Cosas principales y accesorias


El artículo 229 dispone: “Cosas principales. Son cosas principales las que pueden
existir por sí mismas”. Por su parte el art. 230 prevé: Cosas accesorias. Son cosas
accesorias aquellas cuya existencia y naturaleza son determinadas por otra cosa de la
cual dependen o a la cual están adheridas. Su régimen jurídico es el de la cosa
principal, excepto disposición legal en contrario. Si las cosas muebles se adhieren entre
sí para formar un todo sin que sea posible distinguir la accesoria de la principal, es
principal la de mayor valor. Si son del mismo valor no hay cosa principal ni accesoria.
Así, son cosas principales las que tienen una existencia propia e independiente de
cualquier otra (por ejemplo un auto); y accesorias las que jurídicamente carecen de
existencia propia por depender de otras, por ello siguen la suerte de la principal.
La calidad de accesorias de las cosas puede manifestarse:
a) Por la accesión física: es el caso de las cosas que natural o artificialmente están
adheridas al suelo del que son accesorias, por ejemplo un edificio.
b) Por la dependencia: es el caso de las cosas muebles adheridas a otras cosas
muebles con el fin de uso, adorno, complemento o conservación. Así, en los anteojos,
las lentes son lo principal y el marco lo accesorio. La calidad de accesorio se determina
por la función o el fin para el que se ha unido, y sólo cuando no pueda distinguirse la
cosa principal de la accesoria se tendrá por principal la de mayor valor, y si son iguales,
no habrá cosa principal o accesoria.

Cosas consumibles y no consumibles


Dispone el art. 231: Cosas consumibles. Son cosas consumibles aquellas cuya
existencia termina con el primer uso. Son cosas no consumibles las que no dejan de
existir por el primer uso que de ellas se hace, aunque sean susceptibles de consumirse
o deteriorarse después de algún tiempo.
Así pues, existen dos clases de cosas consumibles:
a) Las cosas que se extinguen con el uso que de ellas se haga, como los alimentos.
b) Las que dejan de existir para su propietario, como el dinero.
Las cosas no consumibles no se extinguen con el primer uso, aunque puedan
consumirse o deteriorarse por el uso más o menos prologado, como los muebles de

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una casa, la vestimenta, etc.

Cosas fungibles y no fungibles


Art. 232: “Cosas fungibles. Son cosas fungibles aquellas en que todo individuo de la
especie equivale a otro individuo de la misma especie, y pueden sustituirse por otras de
la misma calidad y en igual cantidad”.
De la definición legal resulta que la expresión “fungibles” significa “equivalentes”,
“sustituibles”, con lo que las cosas fungibles presentan dos características esenciales:
cada cosa es perfectamente equivalente a otra y pueden ser sustituidas las unas por
las otras, siendo de la misma especie y calidad. Así, una tonelada de arroz o diez kilos
de azúcar de determinada marca son fungibles. Ahora bien, este carácter no sólo está
dado por la naturaleza de la cosa, sino también depende de la voluntad del sujeto, pues
un libro nuevo es equivalente a otro de iguales características, pero no lo es si se trata
de un ejemplar con una especial dedicatoria.
Por el contrario, no son fungibles aquellas cosas que tienen características que las
hacen únicas y, por ende, no pueden ser sustituidas por otras de características
exactamente idénticas, como ser un caballo de carrera, puesto que éste tiene
particularidades.

Frutos y productos
Dispone el art. 233:
Frutos y productos. “Frutos son los objetos que un bien produce, de modo renovable,
sin que se altere o disminuya su sustancia.
-Frutos naturales son las producciones espontáneas de la naturaleza.
-Frutos industriales son los que se producen por la industria del hombre o la cultura de
la tierra.
-Frutos civiles son las rentas que la cosa produce.
Las remuneraciones del trabajo se asimilan a los frutos civiles.
Productos son los objetos no renovables que separados o sacados de la cosa alteran o
disminuyen su sustancia. Los frutos naturales o industriales y los productos forman un
todo con la cosa, si no son separados.”
Los frutos y los productos son cosas que se extraen de otra que la produce, pero entre
ambas categorías existen diferencias sustanciales: a) los frutos se producen y
reproducen en forma periódica y regular; los productos no se reproducen; b) la
extracción de los frutos no altera ni disminuye la sustancia de la cosa, que continúa

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siendo la misma; la extracción de los productos, por el contrario, trae como


consecuencia la extinción paulatina de la cosa.
Por ejemplo, una vaca produce leche como fruto y carne como producto.
La norma clasifica los frutos en:
Frutos naturales: son los que la cosa produce
espontáneamente, por acción de la naturaleza, sin intervención del hombre, como las
crías de ganado, la leche de los animales.
Frutos industriales: son los que se producen por la
industria del hombre o de la cultura de la tierra, como ser la soja o el trigo que se
obtienen de una cosecha.
Frutos civiles: las rentas de una cosa, como el alquiler
de un inmueble.
Por último, debe señalarse que los frutos naturales e industriales y los productos no
son accesorios de la cosa, sino que forman un todo con ella mientras estén unidos,
pero, una vez separados, adquieren existencia propia e independiente y deben ser
considerados cosas principales.

El patrimonio
Definición. Caracteres
El patrimonio constituye una unidad jurídica compuesta por elementos singulares que lo
integran, los cuales pueden ingresar o egresar, aumentar o disminuir o aun ser nulos,
sin que el patrimonio deje de ser tal. El patrimonio como universalidad jurídica está
integrado por los bienes materiales (cosas), inmateriales (prestaciones, derechos) y por
las relaciones jurídicas y derechos que se ejercen sobre ellos, existiendo acuerdo en
que integran la categoría de derechos patrimoniales: los derechos crediticios, reales, y
de propiedad intelectual (Rivera y Medina, 2014).
El patrimonio, conjunto de bienes susceptibles de valoración económica del que es
titular la persona, junto con las cargas que lo gravan, responde al concepto de
patrimonio general, al que se contrapone el de los patrimonios especiales, conjunto de
bienes afectados a un fin determinado y sometidos a un régimen especial.
El patrimonio general presenta los siguientes caracteres:
-Es único e indivisible: la persona no puede ser titular de más de un patrimonio general.
-Es inalienable e intransmisible: no puede ser enajenado ni transmitido en su totalidad
como unidad.
-Es idéntico a sí mismo: las variaciones en los elementos singulares que lo componen

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no alteran al patrimonio como unidad o universalidad jurídica.


Por otro lado, los patrimonios especiales son conjuntos de bienes que están afectados
a un fin determinado y sujetos a un especial régimen legal. En cuanto a sus caracteres,
podemos decir:
-Su existencia depende de la ley: la voluntad del titular de los bienes no es suficiente
por sí sola para crear un patrimonio especial, sino que se trata de supuestos previstos
por la ley.
-Está sujeto a un régimen legal especial: el patrimonio especial es independiente del
patrimonio general, los bienes que lo integran sólo responden por determinadas
deudas. (Tagle, 2014).
Podemos citar, como ejemplos de patrimonios especiales, el patrimonio de la sociedad,
el patrimonio del causante mientras se mantiene separado del patrimonio de los
herederos, el patrimonio del emancipado constituido por los bienes recibidos a título
gratuito, el patrimonio del declarado presuntamente fallecido durante el período de
prenotación, entre otros.

Como principio general del derecho, el deudor responde ante sus acreedores con el
conjunto de bienes que conforman su patrimonio ya que constituye la “garantía común
de sus acreedores”(art., 242). No obstante, no es un principio absoluto ya que existen
previsiones legales específicas sobre la inembargabilidad de determinados bienes.
Justamente bajo el régimen de “vivienda” se regula uno de estos importantes
supuestos de excepción a la regla general.

Vivienda
Concepto
Los fundamentos del anteproyecto del Código Civil y Comercial de la Nación, refieren
en relación a este instituto:
“El derecho de acceso a la vivienda es un derecho humano reconocido en diversos
tratados internacionales. Esto justifica que se dedique un Capítulo especial para la
vivienda. El régimen proyectado sustituye al del -bien de familia- de la ley 14.394”. Las
modificaciones son importantes, en tanto:
(a) se autoriza la constitución del bien de familia a favor del titular del dominio sin
familia, atendiendo a la situación, cada vez más frecuente, de la persona que vive sola;
se permite que el bien de familia sea constituido por todos los condóminos, aunque no
sean parientes ni cónyuges;
(b) la afectación también puede ser decidida por el juez, a petición de parte, en la

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resolución que atribuye la vivienda en el juicio de divorcio o en el que resuelve las


cuestiones relativas a la conclusión de la convivencia, si hay beneficiarios incapaces o
con capacidad restringida;
c) se amplía la lista de los beneficiarios al conviviente;
(d) se prevé expresamente la subrogación real, reclamada por la doctrina y recogida en
diversos pronunciamientos judiciales, que permite adquirir una nueva vivienda y
mantener la afectación, así como extender la protección a la indemnización que
provenga del seguro o de la expropiación;
El régimen legal de protección de la vivienda, regulado en el art. 244 del CCCN, tiene
un alcance amplio, pues no sólo protege la vivienda donde reside la familia, sino
también la persona individual. La característica fundamental de este régimen es que,
una vez afectada la vivienda e inscripta en el Registro de la Propiedad, la misma se
torna inembargable e inejecutable por deudas que contraiga su titular, aun en caso de
concurso o quiebra e independientemente de cuál sea la causa de la obligación, si ésta
es posterior a la afectación.

Régimen de afectación: presupuestos fácticos


De acuerdo al art. 244 del código unificado, “puede afectarse un inmueble destinado a
vivienda por su totalidad o hasta una parte de su valor (…) la afectación se inscribe en
el registro de la propiedad inmueble (…). No puede afectarse más de un inmueble. Si
alguien resulta ser propietario único de dos o más inmuebles afectados, debe optar por
la subsistencia de uno solo en ese carácter (…) bajo apercibimiento de considerarse
afectado el constituido en primer término.”
 Solo puede afectarse un inmueble.
 Sea en su totalidad o hasta una parte de su valor. Es decir que la ley permite
una protección parcial a quien posee un inmueble de gran valor, lo que, por un
lado, asegura la vivienda y, por otro, evita el abuso que significa proteger la vida
lujosa del deudor mientras su acreedor no puede cobrar lo que es legítimamente
debido.
 Por otro lado, tampoco puede afectarse más de un inmueble, por lo que, si
alguien es propietario único de dos o más inmuebles, debe optar por la
subsistencia de uno solo dentro del plazo que fije la autoridad de aplicación, so
pena de considerar afectado el constituido en primer término.
 El destino del inmueble tiene que ser de vivienda.

La afectación de la vivienda puede constituirse por (art., 245):


 Por acto entre vivos: por el titular registral; si el inmueble está en condominio,

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deben solicitarla todos los cotitulares conjuntamente.


 Por acto de última voluntad; en este caso, el juez debe ordenar la inscripción a
pedido de cualquiera de los beneficiarios, o del Ministerio Público, o de oficio si
hay beneficiarios incapaces o con capacidad restringida.
 Por decisión judicial: a petición de parte, en la resolución que atribuye la vivienda
en el juicio de divorcio o en el que resuelve las cuestiones relativas a la
conclusión de la convivencia, si hay beneficiarios incapaces o con capacidad
restringida.

El efecto de la afectación está previsto en el art., 249 CCyC que dispone: “La
afectación es inoponible a los acreedores de causa anterior a esa afectación. La
vivienda afectada no es susceptible de ejecución por deudas posteriores a su
inscripción, excepto:
a) obligaciones por expensas comunes y por impuestos, tasas o contribuciones que
gravan directamente al inmueble;
b) obligaciones con garantía real sobre el inmueble, constituida de conformidad a lo
previsto en el artículo 250;
c) obligaciones que tienen origen en construcciones u otras mejoras realizadas en
la vivienda;
d) obligaciones alimentarias a cargo del titular a favor de sus hijos menores de
edad, incapaces, o con capacidad restringida.
Los acreedores sin derecho a requerir la ejecución no pueden cobrar sus créditos
sobre el inmueble afectado, ni sobre los importes que la sustituyen en concepto de
indemnización o precio, aunque sea obtenido en subasta judicial, sea ésta ordenada
en una ejecución individual o colectiva.
Si el inmueble se subasta y queda remanente, éste se entrega al propietario del
inmueble.
En el proceso concursal, la ejecución de la vivienda sólo puede ser solicitada por los
acreedores enumerados en este artículo.

Los acreedores autorizados a pedir el embargo y la ejecución del bien, es decir de


aquellos de causa anterior a la afectación y los posteriores encuadrados en las
excepciones legales, tiene que hacer el pedido ante el juez ante quien se ventila el
cobro de la deuda.

La desafectación y la cancelación de la inscripción proceden:


a) a solicitud del constituyente; si está casado o vive en unión convivencial inscripta se

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requiere el asentimiento del cónyuge o del conviviente; si éste se opone, falta, es


incapaz o tiene capacidad restringida, la desafectación debe ser autorizada
judicialmente;
b) a solicitud de la mayoría de los herederos, si la constitución se dispuso por acto de
última voluntad, excepto que medie disconformidad del cónyuge supérstite, del
conviviente inscripto, o existan beneficiarios incapaces o con capacidad restringida,
caso en el cual el juez debe resolver lo que sea más conveniente para el interés de
éstos;
c) a requerimiento de la mayoría de los condóminos computada en proporción a sus
respectivas partes indivisas, con los mismos límites expresados en el inciso anterior;
d) a instancia de cualquier interesado o de oficio, si no subsisten los recaudos previstos
o fallecen el constituyente y todos los beneficiarios;
e) en caso de expropiación, reivindicación o ejecución autorizada, con los límites
indicados en el artículo 249.

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EJE TEMATICO Nº 5 – LA CAUSA FUENTE DEL


ACTO JURIDICO

Los hechos jurídicos


Concepto
Además de las ideas cardinales de sujeto y objeto de las relaciones jurídicas, tenemos
también otra noción cuya importancia procuraremos destacar: la causa eficiente, en
virtud de la cual las relaciones jurídicas nacen, se modifican, transforman, transmiten o
extinguen.
Los hechos jurídicos son “todos los acontecimientos que, según el ordenamiento
jurídico, producen el nacimiento, modificación o extinción de relaciones o situaciones
jurídicas” (art. 257 CCCN).
Cuando nos referimos a los hechos jurídicos como causa eficiente, debe entenderse
que el suceso o acontecimiento está previsto de antemano por la ley, para que, según
las circunstancias y siempre que se reúnan los requisitos que impone una determinada
norma, produzca efectos jurídicos. Por ejemplo, el nacimiento con vida es causa
eficiente porque, luego de que se produce, el ser humano adquiere automáticamente,
con carácter definitivo e irrevocable, la personalidad jurídica.

Los hechos jurídicos se clasifican en hechos externos o naturales y hechos humanos.


Los primeros son aquellos en los que no interviene para nada la conducta humana,
como el nacimiento, la muerte, la destrucción natural de una cosa, el derrumbe de un
edificio por un terremoto, etc. Estos, si bien son hechos en los que no intervino la
voluntad del hombre, son jurídicos en tanto producen consecuencias para el derecho.
Los hechos jurídicos humanos son voluntarios o involuntarios. Se considera que son
voluntarios si son realizados con discernimiento (capacidad general de razonar, de
conocer, que aumenta a medida que el sujeto crece o madura), intención (la posibilidad
de dirigir la voluntad hacia lo querido o deseado sobre la base del discernimiento) y
libertad (la posibilidad de movimiento, libertad física, y la posibilidad de decidir sin
presión externa, libertad moral). Los hechos involuntarios, son los ejecutados sin
discernimiento o sin intención o sin libertad y no producen obligaciones salvo que
causaran daño en otro y se enriqueciera con ello el autor del hecho; la obligación se

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producirá según la medida de ese enriquecimiento.


Los hechos voluntarios, a su vez, se dividen en lícitos e ilícitos, según sean conformes
o contrarios a la ley. Los hechos voluntarios ilícitos pueden ser: delitos (se supone la
intención de causar un daño) o cuasidelitos (se causa el daño aunque no haya habido
intención; es por culpa: imprudencia, negligencia o impericia), y los lícitos son los actos
jurídicos y pueden ser los simples actos lícitos.
El simple acto lícito “es la acción voluntaria no prohibida por la ley de la que resulta
alguna adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas” (art.,
258); en tanto el acto jurídico es “el acto voluntario, lícito que tiene por in inmediato la
adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas” (art., 259).
Los actos jurídicos tienen un fin inmediato querido por el sujeto, de adquirir, modificar o
extinguir relaciones o situaciones jurídicas; los simple actos lícitos carecen de este fin
inmediato y sus efectos jurídicos se darán prescindiendo del querer del agente, por
eje., la construcción de una pared medianera en donde da derecho a pedir o reclamar
la mitad del valor de su construcción en donde el efecto no procede por el querer o la
intención del sujeto sino por disposición de la ley.

La voluntad jurídica
Concepto. Importancia
La voluntad individual apreciada en el mundo de las relaciones jurídicas juega un papel
fundamental. La voluntad individual, mirada en sí misma y a través de su ejercicio
efectivo, a través de su declaración y condicionada de antemano por la ley, es el factor
predominante destinado a reglar las relaciones jurídicas de carácter privado.

Art., 260. Acto voluntario es el ejecutado con discernimiento, intención y libertad y se


manifiesta por un hecho exterior.
La voluntad jurídica mirada desde este artículo es la voluntad sana no viciada que
exteriorizada como tal es capaz de producir alguna adquisición, modificación o
extinción de relaciones o situaciones jurídicas.

El discernimiento. Concepto.
El discernimiento se refiere a la aptitud general de conocer, es decir, a la madurez
intelectual para razonar, comprender y valorar el acto y sus consecuencias. Se trata, en
definitiva, de tener una conciencia cabal de nuestras propias acciones, de su
conveniencia e inconveniencia, de su bondad o maldad, de su licitud o ilicitud (Buteler
Cáceres, 2000). Esta aptitud depende del grado de madurez que se haya alcanzado y

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puede faltar por la edad o por cuestiones de salud mental.


El discernimiento debe ser distinguido de la capacidad pues, en tanto el primero es una
cualidad o aptitud natural del sujeto de conocer, razonar y comprender, la capacidad es
la cualidad o aptitud jurídica de obrar, de ejercer actos válidos. En una palabra, se
puede tener discernimiento y ser sin embargo incapaz, como los menores mayores de
diez años que, conforme la ley (art. 261, inc. “b” del CCCN), poseen discernimiento
para ejecutar actos ilícitos y por ende son responsables de sus consecuencias, y sin
embargo son incapaces de obrar, por lo que no pueden celebrar actos jurídicos válidos
por sí mismos (Tagle, 2002).

Causas obstativas del discernimiento


El artículo 261 del código único reza:
Acto involuntario. “Es involuntario por falta de discernimiento:
a) el acto de quien, al momento de realizarlo, está privado de la razón;
b) el acto ilícito de la persona menor de edad que no hay cumplido diez años;
c) el acto lícito de la persona menor de edad que no ha cumplido trece años, sin
perjuicio de lo establecido en disposiciones especiales”.

Tal como hemos señalado anteriormente, el discernimiento es uno de los elementos


necesarios para que exista voluntad jurídica, por lo que la ausencia de éste conlleva la
involuntariedad del acto. La falta de discernimiento determina la falta de aptitud del
sujeto para hacer uso de la autonomía privada y concretar actos jurídicos válidos.
A diferencia de lo que ocurre con los otros elementos de la voluntad jurídica, la
ausencia de discernimiento no se produce a raíz de vicio alguno sino por una
circunstancia inherente a la aptitud intelectual general del sujeto.
Las causas que obstan el discernimiento pueden agruparse en dos grandes grupos:
 aquellas que presuponen un desenvolvimiento insuficiente de la inteligencia
(minoridad, en tanto inmadurez; puntos “b” y “c”) y
 las que importan considerar que el sujeto no estaba en pleno uso de sus
facultades intelectuales al realizar el acto (privación de la razón, punto “a”).
Respecto a la privación de razón, ésta puede ser de dos clases según la falta de razón
refleje alguna clase de patología más o menos permanente o bien un oscurecimiento
del intelecto temporal o accidental y sólo relacionado con el acto en cuestión;
circunstancias que incidirán en los extremos a acreditar en un eventual juicio y, todo
ello, debiendo tener en cuenta los alcances concretos de la inhabilidad del sujeto en

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caso de que hubiera sido objeto de una declaración (Rivera y Medina, 2014).
En relación a la edad, debe señalarse que, de acuerdo al sistema que adopta el Código
Civil y Comercial, según el cual se presume, sin admitir prueba en contrario, que las
personas obran con discernimiento a partir de determinadas edades, éstas deben ser
capaces de distinguir entre actos lícitos y actos ilícitos.
En el caso de actos ilícitos, la ley ha entendido que el ser humano capta antes la
noción de lo bueno y de lo malo que la apreciación de lo que para él puede ser
conveniente o inconveniente y, por ello, presume, sin admitir prueba en contrario, que
los menores mayores de diez años tienen discernimiento para ejecutar actos ilícitos y
por ende habrán de responder por sus consecuencias, es decir que responderán
civilmente con su propio patrimonio. Esto, sin perjuicio de la responsabilidad de los
padres y del derecho de repetición que, en razón de este discernimiento, estos tienen
contra sus hijos (art. 1754 CCCN).
En cambio, respecto de los actos lícitos, la ley considera que se tiene discernimiento
desde los trece años, pero no para todos los actos, sino sólo para que aquellos que la
ley expresamente les permite realizar, como ser: la persona adolescente de entre trece
y dieciséis años puede tomar decisiones respecto de aquellos tratamientos que no
resultan invasivos; a partir de los dieciséis años, el adolescente puede tomar
decisiones sobre el cuidado del propio cuerpo (art. 26 CCCN); puede ejercer profesión
si ha obtenido título habilitante aunque sea menor de edad (art. 30 CCCN).

La intención. Concepto.
Se ha definido la intención como el discernimiento aplicado al acto concreto de que se
trata. Es representarse los motivos determinantes de la acción y tener conocimiento
concreto del estado de casos (Buteler Cáceres, 2000). Aun cuando haya
discernimiento, puede faltar la intención. Ya veremos, más adelante, que pueden
concurrir vicios como el error o la ignorancia o bien el dolo y en ese caso faltará la
intención. Pero, a la inversa, la intención presupone siempre el discernimiento, ya que
no se puede concebir intención sin discernimiento (Buteler Cáceres, 2000). En una
palabra, es la conciencia plena y cabal del acto de los alcances de un acto
determinado.

La libertad. Definición
La libertad consiste en el imperio de sí, en la posibilidad de elección sin coacción, en la
determinación propia, la independencia de la voluntad. Consiste en la posibilidad de
elegir entre distintas opciones sin presiones de ninguna naturaleza. Este concepto
comprende dos aspectos: la libertad física y la libertad moral o libre albedrío. Así, la

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libertad moral es la espontaneidad en la determinación adoptada por la persona,


sin ningún influjo extraño que pueda torcerla o desvirtuarla. La libertad física es el
poder material de hacer lo que de antemano se ha resuelto hacer, o bien, abstenerse
de hacer lo que de antemano se ha resuelto no hacer.

Elemento externo
La manifestación de la voluntad: noción
Tal como hemos señalado anteriormente, la voluntad jurídica debe manifestarse a
través de un hecho exterior. Esta exigencia luce razonable, dado que, de no existir
alguna exteriorización, el mero suceso interno no puede ser valorado por el
ordenamiento. Es decir que una voluntad no manifestada no es de interés para el
derecho, ya que, sin exteriorización, no sólo no puede haber hecho voluntario, sino
tampoco involuntario: a los efectos legales, en ambos casos no habría modificación
alguna susceptible de ser aprehendida por el derecho (Rivera y Medina, 2014).
Conforme al art., 262 CCyC los actos pueden exteriorizarse oralmente, por escrito, por
signos inequívocos o por la ejecución de un hecho material:
-la expresión verbal u oral adolece de inseguridad ya su emisor puede
más tarde negar lo dicho haciendo difícil probar su existencia.
-la expresión escrita brinda más certeza se trata de documentos públicos
o privados
-signos inequívocos son gestos o actitudes dirigidos a otro u otros
respecto de determinados objetos que no deja dudas sobre la voluntad del sujeto, tal
como aquel que sube a un autobús y paga un boleto sin emitir palabras.
-la ejecución de un hecho material no es más que una exteriorización
tácita de la voluntad. Implica realizar un comportamiento de hecho que dada sus
características y las circunstancias en que tiene lugar da lugar en forma indirecta a la
voluntad, ej., la adquisición por parte de quién ha recibido mercaderías y la consume.

El art., 263 se ocupa del silencio. Y dice “el silencio opuesto a actos o a una
interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad conforme al acto
o la interrogación, excepto en los casos en que haya un deber de expedirse que puede
resultar de la ley, de la voluntad de las partes, de los usos y practicas o de una relación
entre el silencio actual las declaraciones precedentes.”
En términos generales el que calla, nada dice salvo que:
-el ordenamiento impone un deber de expedirse, estamos frente a un

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supuesto de voluntad presumida en donde de no existir una manifestación activa


ha de estarse a lo que ella dice tal lo que ocurre con aquel que citado a absolver
posiciones se niega a responder o no se presenta quedando confeso de todos los
hechos que surgen de la relación de preguntas.
-las partes hubieran dispuesto un deber de expedirse en el marco de un
contrato.
-la costumbre impone el deber de expedirse.
-el silencio queda condicionado por la conducta anterior habilitando la
interpretación de su voluntad de acuerdo con sus manifestaciones precedentes, ej el
silencio frente a la intimación por carta documento al pago de facturas adeudadas es
conformidad.

Ahora debemos preguntarnos: ¿qué sucede en aquellos casos en los que la


voluntad interna no coincide con la declarada?
Es importante, como se ha sostenido anteriormente, que los elementos internos y el
elemento externo se sumen para lograr efectos en el mundo del derecho. Sin embargo,
puede haber falta de coincidencia; por ejemplo, cuando se expresa algo que no se
tiene la intención de expresar, algo diferente a lo querido. En estos casos se plantean
cuestiones relativas a la posibilidad de que esos actos sean válidos y, además, a los
criterios de interpretación que se deben utilizar para determinar qué es lo correcto, si lo
que se quiso o lo que se manifestó. Respecto de este dilema se han planteado teorías
que trataron de dar respuesta y que son explicadas con gran claridad por Tagle (2002).
Señala la mencionada autora que, en la doctrina jurídica moderna, el problema de la
divergencia es resuelto por dos teorías opuestas: la teoría de la voluntad y la teoría de
la declaración.
• La teoría de la voluntad, también conocida como teoría
francesa, expuesta originariamente por el alemán Savigny, considera que el efecto
jurídico se produce por consecuencia de la voluntad interna y no por la declaración que
de ella se hace. Es decir que, para este teoría, el elemento importante es el elemento
interno o voluntad real, en tanto que la declaración o elemento externo no es más que
el medio de dar a conocer la voluntad real, por lo que, en caso de divergencia, debe
darse preeminencia a la intención efectiva del agente.
• La teoría de la declaración, o teoría alemana, sostiene que la
voluntad interna carece de relevancia jurídica puesto que no es conocida por el
derecho sino a través de sus manifestaciones exteriores, por lo que sólo la declaración
de voluntad tiene valor y merece respeto.
• En otro orden de ideas se encuentran las teorías intermedias,
que advierten que, llevadas a sus extremos, la teoría de la voluntad real y la de la

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declaración resultan inaceptables; la primera porque protege exclusivamente el


interés del autor de la declaración, dándole la posibilidad de impugnarla cuando no
coincide con la voluntad interna, lo que atenta contra la seguridad jurídica. La segunda,
a la inversa, lesiona el principio de autonomía de la voluntad sobre el que se construye
toda la teoría del acto jurídico.
De tal modo, las teorías intermedias, partiendo de uno u otro punto, elaboran
soluciones que combinan la necesidad de respetar la real intención de las partes con la
seguridad y confianza que deben prevalecer en las relaciones jurídicas. Así, la teoría
de la responsabilidad considera que debe respetarse la voluntad interna, a menos que
la divergencia entre la manifestación y la voluntad real sea producto de la negligencia
del declarante, en cuyo caso, éste deberá soportar las consecuencias. Por otro lado, la
teoría de la confianza afirma que la declaración debe prevalecer sobre la voluntad
interna cuando haya suscitado legítima expectativa en el destinatario, y siempre que
éste no haya obrado culposamente al no poner la debida atención que le habría
permitido captar los elementos objetivos que indicaban la falta de voluntad.
Ahora bien, descrito el debate, debemos preguntarnos ¿qué ocurre en el Código Civil y
Comercial Argentino?
Si bien nuestro Código no contiene precepto alguno que expresamente establezca
cómo debe resolverse la cuestión, diversas disposiciones demuestran que se ha
acogido como principio rector la doctrina de la voluntad, haciendo predominar la
voluntad real del agente sobre la declaración. Esto se evidencia en la reglamentación
de la teoría general del acto voluntario, en la recepción de la teoría general de los vicios
de la voluntad, en la consagración del respeto al principio de la autonomía de la
voluntad que importa la facultad de los particulares de reglar sus relaciones jurídicas.
Sin embargo, este principio de respeto a la voluntad interna se encuentra atenuado en
diversas disposiciones particulares, en resguardo del valor seguridad en el tráfico
jurídico, y tienen eficacia ciertas declaraciones de la voluntad no obstante su
discordancia con el íntimo querer del sujeto que las realiza.
Así, por ejemplo, en diversas normas, la ley hace prevalecer la buena fe, la confianza o
la responsabilidad a fin de proteger al destinatario de la declaración. Ello sucede en la
adopción del error reconocible (arts. 265 y 266), en la preeminencia de la buena fe en
el ejercicio de los derechos – como en la ejecución e interpretación de las relaciones
jurídicas (arts. 9, 10) –, así como en el no amparo del dolo recíproco (art. 272) ni de la
simulación dirigida a perjudicar terceros (Arts. 333 y 334). (Rivera y Medina, 2015).

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Vicios de los actos voluntarios


Los vicios de la voluntad
Al tratar los vicios de la voluntad resulta necesario recordar la definición de voluntad
jurídica según la cual: es la voluntad sana y manifestada que genera, modifica,
transforma o extingue relaciones o situaciones jurídicas.
Esta voluntad, tal como señalamos anteriormente, está condicionada por la trinidad de:
discernimiento, intención y libertad. Ya dijimos que el discernimiento es la aptitud
general de conocer, la facultad de discurrir, es tener conocimiento pleno de las
consecuencias de los actos.
Respecto del discernimiento, éste existe o no en caso de que hayan causas obstativas,
pero no es pasible de vicios. En cambio, en relación a los otros dos elementos,
intención y libertad, sí pueden concurrir vicios. Así, respecto a la intención, pueden
afectarla los vicios de error o ignorancia o el vicio del dolo. En estos casos, no habrá
intención. Y, respecto de la libertad, pueden concurrir la fuerza irresistible o la
intimidación.

El error. Noción
El primero de los vicios que afecta la intención es el error, y consiste en un
conocimiento inexacto de la realidad que supone creer verdadero lo que es falso y falso
lo que es verdadero. Es el falso conocimiento o la falsa noción acerca de alguno de los
elementos de las circunstancias vinculadas al acto que se ejecuta-error de hecho- o a
su régimen legal-error de derecho-.

Clases de error:
Cabe distinguir entre
-error de derecho y error de hecho. El error de derecho consiste
en desconocer la existencia o contenido de una norma jurídica, o interpretar su
significado de una manera distinta a la real, o hacer una aplicación inexacta de esa
norma a una situación jurídica que no la regula, o atribuir a un hecho o una situación
jurídica una calificación jurídica incorrecta, o suponer en vigor una norma inexistente.
En una palabra, es la defectuosa imputación de las consecuencias jurídicas vinculadas
a una determinada relación o negocio, en razón de una falsa noción sobre el alcance,
sentido y significación de la ley (Tagle, 2002).
El artículo 8 del Código Civil y Comercial dispone “Principio de inexcusabilidad. La
ignorancia de las leyes no sirve de excusa para su cumplimiento, si la excepción no
está autorizada por el ordenamiento jurídico”.

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De este modo, el precepto establece el principio general de que nadie, so pretexto


de ignorancia, podrá impedir la fuerza obligatoria de la ley o eludir las sanciones o
responsabilidades que la ley impone en razón de nuestros propios actos. Ello así, pues,
si a cada uno le fuese permitido aducir el desconocimiento de las leyes para eludir las
consecuencias que emanan de sus prescripciones (para sustraerse de las obligaciones
que la ley impone), estaríamos ante un verdadero caos jurídico, pues ningún derecho
podría subsistir y no habría seguridad jurídica. Ahora bien, este principio no es
absolutamente rígido, ya que puede ceder ante excepciones que contemple el
ordenamiento jurídico; así también cuando, por una interpretación judicial, se pueda
hacer mérito de las situaciones de vulnerabilidad.
El error de hecho lo analizaremos seguidamente en el apartado
siguiente con detenimiento.
-error espontáneo o provocado, según la persona haya cometido la
falsa noción por ella misma o haya sido inducida a la falsa creencia.
-error esencial o accidental: el primero es el que recae sobre la
naturaleza del acto, su objeto, la causa principal, las cualidades sustanciales de la cosa
o la persona del otro contratante; el segundo es el que recae sobre algún accesorio de
la cosa.
-error excusable o inexcusable, según haya habido culpa o no del
agente en el yerro (Rivera y Medina, 2014).

Error de hecho. Concepto. Caracteres


El error de hecho, tal como ya referimos, es la falsa noción que recae sobre los
elementos o circunstancias fácticas vinculadas al negocio o a la relación jurídica de que
se trate. Éste puede ser esencial o accidental.
1. Error esencial. Es el que recaer sobre el sujeto, objeto o causa del acto.
El error de hecho que vicia la voluntad debe ser espontáneo y esencial, y reconocible,
ello de acuerdo lo prescribe el art. 265 del código único, que prevé “Error de hecho. El
error de hecho esencial vicia la voluntad y causa la nulidad del acto. Si el acto es
bilateral o unilateral recepticio, el error debe, además, ser reconocible por el
destinatario para causar la nulidad”.
Así las cosas, para que el error de hecho pueda ser invocado por quien lo ha
sufrido, debe tratarse de un error esencial, espontáneo y además reconocible. De
esta manera el acto es involuntario y posible de ser anulado (efecto).
 El error es esencial si recae sobre:
a) la naturaleza del acto; es aquel que recae sobre la especie jurídica del acto
que se celebra. Ej., aquel que presta algo y quien entiende que se lo esta

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regalando.
b) sobre un bien o un hecho diverso o de distinta especie que el que se
pretendió designar; o una calidad, extensión o suma diversa a la querida; es
el error sobre el objeto, donde la falsa noción se da respecto del objeto
mismo del acto jurídico, ej., creo estar comprando un departamento en una
localidad y lo estoy comprando en otra.
c) sobre la cualidad sustancial del bien que haya sido determinante de la
voluntad jurídica según la apreciación común o las circunstancias del caso;
sobre, es el error en la sustancia el que se refiere a aquella calidad sin la cual
no se hubiese contratado ej., creo estar comprando oro de 24 quilates
cuando es de 18 quilates.
d) los motivos personales relevantes que hayan sido incorporados expresa o
tácitamente; es el error en la causa.
e) sobre la persona con la cual se celebró o a la cual se refiere el acto si ella
fue determinante para su celebración (art. 267 del CCCN), es el error en la
persona cuando el sujeto ha sido determinante en la celebración del acto, ej
en un contrato de obra donde se procura un retrato por un determinado
artista.
En una palabra, sobre los aspectos primordiales del acto, que el art.,
establece en sus distintos incisos que son taxativos.
 El error es espontáneo si se ha cometido por una falsa noción de la persona
misma y no porque la otra parte del negocio jurídico la indujo a error, pues sería
un error provocado.
 Es reconocible cuando el destinatario de la declaración lo pudo conocer según la
naturaleza del acto, las circunstancias de persona, tiempo y lugar (art. 266 del
CCCN). El error debe ser reconocible en los actos jurídicos bilaterales –por
ejemplo el contrato– y en los actos unilaterales recepticios, en los que la
declaración va dirigida a otra persona y, una vez conocida por ella, comienza a
producir efectos (por ejemplo una oferta contractual, una notificación de la
cesión del deudor cedido). El error reconocible parte de la “teoría de la
confianza” que significa que al entrar al mundo de los negocios cada persona
debe comportarse diligentemente, y sólo se habilita la anulación del acto a favor
del emisor cuando el yerro tendría que haber sido conocido por el receptor de
haber actuado con diligencia. Es decir que lo que hay que determinar es si la
persona afectada por la declaración del que yerra estuvo o no en condiciones de
percibir que el emisor se había equivocado y, en consecuencia, de haberle
advertido, ya que, de ser efectivamente así y no haberlo hecho, sería anulable el
acto por haber actuado de mala fe.

No debe perderse de vista el art., 269 del CCyC que reza: “la parte que incurre

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en error no puede solicitar la nulidad del acto si la otra ofrece ejecutarlo con
las modalidades y el contenido que aquella entendió celebrar”. Significa que si la
persona afectada por el acto acepta realizarlo en la manera en que la entedió el
otro el error desaparece.

2. Error accidental es el que recae sobre las cualidades no sustanciales de


las cosas o sobre los motivos no determinantes del acto, por lo que no acarrea la
nulidad del mismo. Un ejemplo de esta clase de error es el error de cálculo previsto en
el art., 268 CCyC: “el error de cálculo no da lugar a la nulidad del acto sino solamente a
su rectificación, excepto que sea determinante del consentimiento”.
El error de cálculo es un error que puede caracterizarse como de error accidental como
de error en la declaración y se da cuando en el acto se establecen las bases para
establecer el precio pero se realiza mal el cálculo para fijarlo.

Por otro lado, el art. 270 del Código prevé el error en la declaración y el error en la
transmisión. El primero consiste en que lo querido queda desvirtuado en su
manifestación externa por distracción, apresuramiento o inadvertencia. Esta categoría
tiene dos variantes: la primera, cuando hay una divergencia entre la voluntad interna y
la declaración, que puede darse al haber escrito algo incorrecto (lapsus calami) o
empleado palabras no queridas (lapsus linguae), por ejemplo, si escribo “compro”
cuando, en realidad, quiero decir “vendo”. La segunda variante se da cuando ni siquiera
tenía la intención de manifestar algo, por ejemplo: si alguien ingresa a una sala de
remate y levanta la mano para saludar, y se interpreta que está ofertando.
El error en la transmisión se origina en una persona distinta del emisor que, encargada
de trasmitir la declaración de voluntad del sujeto dueño del negocio jurídico, la expresa
desvirtuándola. Ambos errores, tanto en la declaración como en la transmisión, pueden
referirse a cualquiera de los casos de error esencial y, por ende, invalidar el acto.
(Rivera y Medina, 2014).

El dolo. Dolo esencial e incidental efectos.


La palabra dolo tiene en derecho distintas acepciones:
a) como elemento intencional del acto ilícito, es la intención o propósito de causar un
daño;
b) en el ámbito obligacional, el dolo es la deliberada intención de no cumplir pudiendo
hacerlo y
c) como vicio de la voluntad, en tanto interviene en la formación del acto jurídico,

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consiste en maniobras engañosas empleadas por una de las partes para inducir a
la otra a celebrar un determinado acto jurídico.
El régimen legal aplicable al dolo como vicio de la voluntad que afecta la intención en
los actos voluntarios está contenido en los arts. 271 a 275 del Código Civil y Comercial.
El art. 271 expresa:
Acción y omisión dolosa. Acción dolosa es toda aserción de lo falso o disimulación de
lo verdadero, cualquier artificio, astucia o maquinación que se emplee para la
celebración del acto. La omisión dolosa causa los mismos efectos que la acción dolosa,
cuando el acto no se habría realizado sin la reticencia u ocultación.
De tal modo, el dolo es toda maniobra tendiente a engañar, a fin de inducir a alguien a
la realización de un acto que no habría sido celebrado de no mediar este vicio. Puede
consistir tanto en una acción como en una omisión dolosa. En el primero se realizan
maniobras o ardides destinados a provocar una falsa visión en la víctima para que
realice un acto que, de otra manera, no habría decidió ejecutar; en tanto, en el
segundo, se aprovecha el engaño de otro, pese a no haber realizado nada concreto
para que cayera en el mismo.
Para que el dolo provoque la invalidez del negocio jurídico, será imprescindible que
concurran las siguientes circunstancias:
a) Que el dolo haya sido esencial, es decir grave,
b) determinante de la voluntad.
b) Que haya ocasionado un daño importante.
c) Que no haya habido dolo recíproco, es decir de ambas partes.

El artículo 272 del Código prevé “Dolo esencial. El dolo es esencial y causa la nulidad
del acto si es grave, es determinante de la voluntad, causa un daño importante y no ha
habido dolo por ambas partes”.
De tal modo, el dolo esencial es el que ha sido causa determinante, causa eficiente del
consentimiento del engañado para la celebración del acto y puede ser invocado para
anularlo. Para determinar si el dolo es esencial, habrá que verificar que se reúnan los
cuatro requisitos que fija el precepto:
1-Que sea grave: la maniobra dolosa debe tener entidad como para confundir a
una persona prevenida. La gravedad del dolo alude a la entidad del engaño, astucia o
ardid. La conducta o maniobra empleada debe ser apta para inducir a engaño a una
persona que pone la diligencia necesaria en los asuntos, calidad que ha de ser
evaluada en función de las circunstancias y condiciones personales del sujeto
engañado.

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2-Debe ser determinante de la voluntad: ello es así cuando, de no haber


mediado el engaño, el sujeto no hubiere celebrado el negocio jurídico. Ésta es la
principal diferencia con el dolo incidental que seguidamente veremos.
3-Debe probar un daño importante: el artículo no sólo requiere que la víctima
haya sufrido un daño, sino que éste haya sido de relevancia, con cierta significación
para la persona que lo sufre, pero no sólo de significación económica, pues puede
tratarse de un daño moral. (Tagle, 2002).
4-Ausencia de dolo de ambas partes: quien obra con dolo no puede pretender
que se anule el acto alegando el cometido en su perjuicio por la otra parte. Ello así,
pues se trata de una exigencia negativa, cuyo fundamento radica en la regla de que
nadie puede alegar la propia torpeza. Además, se trata de un deber moral que debe
presidir las relaciones entre las personas, por ello “quien juega sucio no tiene derecho a
exigir juego limpio” (Rivera y Medina, 2014, p. 626).
Por su parte, el dolo incidental no es determinante de la voluntad, en consecuencia no
afecta la validez del acto. Este dolo es aquel en el que le faltan uno o más requisitos
que exige el art. 272 para que el dolo sea apto para actuar como vicio. El dolo
incidental no afecta la celebración del acto, sino sus condiciones. Es decir, la parte que
lo sufre lo habría celebrado aun de no haber mediado el engaño, aunque en
condiciones distintas; por ende, no es causa de invalidez del acto, aunque quien lo
comete debe resarcir los daños causados de conformidad al art. 275 del Código Civil y
Comercial.

Finalmente, debemos señalar que el dolo esencial y el dolo incidental pueden ser
directo, si es cometido por una de las partes del acto jurídico, su dependiente o
representante; o indirecto, si proviene de la conducta de un tercero ajeno a la relación
de que se trata para beneficiar a alguna de las partes (art. 274 del CCCN).
El autor del dolo esencial o incidental debe reparar el daño causado. Responde
solidariamente la parte que al tiempo de la celebración del acto tuvo conocimiento del
dolo del tercero. (art., 275). Es decir que el autor del dolo sea tercero o no, es también
autor de los daños y tiene la obligación de indemnizarlos, pero con una variante: si el
autor era un tercero y la parte beneficiada estaba al tanto de las maniobras dolosas
termina siendo asimilada a la condición de coautor, disponiéndose la responsabilidad
solidaria de ambos.

La violencia. Noción
La libertad como tercer requisito de la voluntad es aquélla que permite
autodeterminarse sin influencias mayores a las habituales. Precisamente, la violencia

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importaría una influencia superior a la tolerable: consiste en ejercer coerción sobre


una persona para obligarla a realizar un acto que no estaba dispuesta realizar. La
violencia se presenta en dos formas diferentes: la fuerza irresistible, que tiene lugar
cuando se excluye la voluntad mediante el empleo de una presión física irresistible o de
malos tratamientos corporales; o bien, la intimidación o amenazas que inspiran en la
víctima el temor fundado de sufrir un mal inminente y grave que suprime su libertad en
el obrar.

Clases. Efectos
El artículo 276 del Código Civil y Comercial prevé:
“Fuerza e intimidación. La fuerza irresistible y las amenazas que generan el temor de
sufrir un mal grave e inminente que no se pueden contrarrestar o evitar en la persona o
bienes de la parte o de un tercero, causan la nulidad del acto. La relevancia de las
amenazas debe ser juzgada teniendo en cuenta la situación del amenazado y las
demás circunstancias del caso”.
Así, de acuerdo al precepto mencionado, la violencia se puede ejercer a través de dos
modalidades: la fuerza irresistible y las amenazas o intimidación.
La fuerza irresistible es la coacción física o material que suprime la libertad
constriñendo al sujeto a obrar en determinado sentido o a dejar de hacerlo. Se trata de
una fuerza suficientemente grave como para impedir a la víctima repelerla (Tagle,
2002).
Esta fuera gravita sobre la persona de quien la padece a modo de reducirla a mero
instrumento pasivo de la voluntad y del designio de otro. Indiscutiblemente invalida el
acto jurídico. Por una parte, entenderemos que el acto no sólo no es voluntario, sino
que antivoluntario y por otra parte, que en este caso se configura un tipo penal, vale
decir cuando se ha ejercitado violencia sobre una persona humana. (Buteler Cáceres,
2000, p. 259).
Por otro lado, tenemos la violencia moral o intimidación, que consiste en inspirar temor
por medio de amenazas para infundir miedo, alterando el ánimo y la libertad de obrar
para que el amenazado ceda en perjuicio de sus propios intereses.
Estas amenazas deben ser graves, es decir, deben tener aptitud para crear el temor
racionalmente fundado, lo que se valorará de acuerdo a la situación del amenazado y
las demás circunstancias del caso (art. 276 del CCCN). La gravedad se valorará
teniendo en cuenta los bienes jurídicos –que pueden ser de naturaleza patrimonial o
no; la vida, la salud, la honra, la reputación, la intimidad, etc.– del propio amenazado,
así como de cualquier otro sujeto en tanto y en cuanto se demuestren aptos para
alterar la conducta del afectado. Asimismo, el mal amenazado ha de ser inminente, no

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necesariamente presente o actual, pero sí de realización en un lapso más o menos


próximo, de modo que no pueda evitarse a tiempo ni reclamarse el auxilio de la
autoridad pública para impedir la amenaza o defenderse de ella.
Sin embargo, es menester atribuir al término de “inminente” un significado más amplio,
pues, en ocasiones, el factor tiempo carece ciertamente de relevancia. La amenaza
puede recaer sobre cuestiones que el amenazado no quiere revelar (deshonra por la
revelación de hechos inmorales, intimidades indicativas de hechos de esa naturaleza) o
situaciones en que las características de las amenazas obstan a que la persona se
decida a recurrir a la autoridad pública o adoptar otro tipo de medidas para
contrarrestarlas. En definitiva, lo relevante no es siempre la temporalidad próxima, sino
la convicción de la dificultad o imposibilidad para contrarrestarlas o evitarlas.
Aunque la ley no lo diga expresamente, la violencia, en cualquiera de sus modalidades,
debe haber sido la causa determinante de la ejecución del acto, pues, si el sujeto, por
otros motivos, igualmente lo habría celebrado, no puede considerare que el vicio de
violencia haya excluido la voluntariedad.
Tanto la fuerza irresistible como las amenazas pueden provenir de una de las partes
del acto o de un tercero (art. 277 del CCCN) y el autor debe reparar los daños (art. 278
del CCCN).
A diferencia de lo que ocurre con el dolo, la existencia de daños no es un requisito para
que se configure el vicio de violencia. Sin embargo, en la práctica al ser un ataque a la
integridad de la persona, la violencia siempre apareja un daño al menos de naturaleza
moral. Quien deberá resarcir será la parte del acto o el tercero autor de la violencia;
ahora bien, si proviene de un tercero, pero ésta era conocida por la otra parte, se le
atribuye la condición de cómplice y responde solidariamente, aun cuando hubiera
tomado conocimiento a posteriori y guardara silencio al respecto (Rivera y Medina,
2014, p. 638).

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EJE TEMATICO Nº 6 – LOS ACTOS JURIDICOS

Definición.
El artículo 259 del Código Civil y Comercial define al acto jurídico en los siguientes
términos: “El acto jurídico es el acto voluntario lícito que tiene por fin inmediato la
adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas”.
Así, dentro de las clasificaciones y subclasificaciones en las que se funda el Código, tal
como hemos señalado anteriormente, el acto jurídico se presenta como un hecho
humano –acto– voluntario y lícito que tiene además la particularidad de tener por fin
inmediato la adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas.
De tal definición se advierten los caracteres que presenta el acto jurídico:
1) Es un acto voluntario: el acto jurídico es en esencia un acto voluntario, es decir
ejecutado con discernimiento, intención y libertad. Esta voluntad interna debe traducirse
en una acción material que la dé a conocer.
2) Acto lícito: el acto jurídico debe ser conforme a los preceptos del derecho, pues no
podría concebirse que el ordenamiento tutelara actos contrarios al ordenamiento
mismo. De modo que, cuando aparece en sus elementos lo contrario a la ley, al orden
público o a las buenas costumbres, la ilicitud se comunica a todo el acto que, en
consecuencia, es inválido.
3) El fin jurídico inmediato: el fin jurídico es la realización de un interés que la ley
considera digno de tutela, característica sobresaliente del acto jurídico porque en ella
se manifiesta el aspecto funcional del negocio jurídico como instrumento destinado a
cumplir una función económico- social. Este aspecto funcional es el que permite
distinguir el acto jurídico de otros actos que, siendo voluntarios y lícitos, no son actos
jurídicos, ya que la voluntad no está encaminada a establecer relaciones jurídicas, o no
tiene por objeto inmediato la producción de efectos jurídicos (Tagle, 2002).

Elementos esenciales
Los elementos esenciales del acto jurídico son: sujeto, objeto, causa y forma que
necesariamente deben estar presentes para que el acto sea válido.
a) Sujetos.
Diferentes personas o sujetos pueden intervenir en el otorgamiento de

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un acto jurídico, por lo que corresponde distinguir entre partes, otorgantes y


representantes:
-Las partes: son las personas o sujetos que, con la declaración de voluntad, ejercen
una prerrogativa jurídica que les es propia, por repercutir directamente en su esfera de
interés patrimonial o extrapatrimonial. Es decir, son los sujetos a quienes se imputan
las relaciones jurídicas que el acto tiene por fin establecer, aquellos cuyos derechos se
crean, modifican, transfieren, extinguen, etc.
-Los otorgantes: son quienes intervienen en la celebración de un acto emitiendo la
declaración de voluntad que conforma su contenido. Generalmente, quien otorga el
acto es la parte, pero en muchas ocasiones ocurre que quien otorga el acto no es la
parte, sino otro sujeto que obra en su representación.
-Los representantes: son quienes, en virtud de una autorización legal o convencional,
emiten una declaración de voluntad en nombre, por cuenta y en interés de otra,
denominada representado. Según la naturaleza de la autorización para obrar en
nombre de otro, los representantes son legales o voluntarios.
Ahora bien, la validez del acto jurídico en relación a los sujetos depende de dos
requisitos: a) la capacidad; b) la voluntariedad.
La exigencia de la capacidad supone la aptitud para ejercer por sí mismos actos
jurídicos válidos –capacidad de ejercicio– por lo que, tratándose de una persona menor
de edad, el acto será válido cuando se trate de aquél que la ley autoriza a otorgar (por
ejemplo, el supuesto de que el adolescente puede decidir por sí respecto de aquellos
tratamientos que no resulten invasivos ni comprometan su salud o provoquen un riesgo
grave en su vida o integridad física).
En cuanto a la voluntariedad, supone que el sujeto haya obrado con discernimiento,
intención y libertad, debiendo concurrir los tres elementos integrantes de la trinidad que
condiciona la voluntariedad de los actos.

b) Objeto.
En cuanto al objeto del acto jurídico el art., 279 CCyC dispone que: “el
objeto del acto jurídico no debe ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario
a la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o
de la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que por un motivo especial se
haya prohibido que lo sea”.
El artículo restringe el objeto de los actos jurídicos a los hechos y a los bienes. Dentro
de esto el objeto puede ser elegido libremente por las partes aunque se establecen
normativamente los recaudos que debe reunir expresándolo en forma negativa:
Requisitos comunes a los hechos y a los bienes

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-la posibilidad: si bien el art., solo habla de hechos imposibles, este requisito
se hace extensivo también a los bienes. La imposibilidad puede causar la nulidad del
acto cuando es (i) originaria, es decir está presente desde que el acto se celebró sin
perjuicio del supuesto de convalidación de los actos jurídicos sujetos a plazo o
condición suspensiva-art., 280-; (ii) absoluta, es decir que el objeto debe ser imposible
para todos y o solo para el sujeto obligado.
-la determinabilidad: el objeto del acto jurídico debe ser determinado o
determinable. Este requisito surge de los arts., 1005 y 1006 del CCyC. Es determinado
cuando se encuentra designado con exactitud al tiempo de celebración del acto
jurídico, y determinable cuando legal o convencionalmente se prevén los mecanismos o
herramientas que permitan precisarlo al momento de cumplimiento del acto.
Requisitos en relación a los hechos
-la licitud: el hecho es ilícito cuando es contrario a la ley, por ej., ejercer la
profesión sin título habilitante.
-hechos contrarios a la moral, las buenas costumbres y el orden público.
-hechos no lesivos de los derechos ajenos o de la dignidad humana: ej., del
primero el fraude, ej., del segundo el que lesiona la honra o reputación.
Requisitos con relación a los bienes
-bienes prohibidos: ej. aquellos cuya comercialización está prohibida como los
estupefacientes.

Aunque el art., 279 no lo dice expresamente resulta claro que el acto cuyo objeto no
cumple con recaudos anteriores podrá ser declarado nulo. La nulidad será absoluta o
relativa según el interés afectado sea el general-absoluta-o el particular-relativa-.

c) Causa.
El art., 281 del CCyC dispone: “la causa es el fin inmediato autorizado
por el ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la voluntad. También integran
la causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido incorporados al
acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para ambas partes”.
La causa es la razón de ser del negocio jurídico poseyendo una doble
significación: objetivamente hace referencia a la finalidad perseguida por el negocio
jurídico que es unitaria para las partes, subjetivamente son los móviles perseguidos
para contratar estén expresa o tácitamente previstos en el acto.
Aunque la causa no esté expresada en el acto se presume su
existencia mientras no se pruebe lo contrario (art., 282).-

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Entonces no sólo se presume su existencia sino que además el


código sigue el principio de necesidad de causa (art., 1013) conforme al cual al ser un
elemento esencial de acto debe existir en la formación del contrato-acto-, durante su
celebración y ejecución. Si:
-falta la causa y en correlación con el art., 1013 del CCyC dará lugar a
la nulidad, adecuación o extinción del contrato.
-la causa es falsa no provoca por sí misma la invalidez del acto sino
que invierte la carga de la prueba, es decir acreditado que la causa es falsa quien
pretende mantener el acto deberá probar que el negocio tiene causa y que ella es lícita.
-la causa es ilícita: el acto podrá ser declarado nulo, siendo tal cuando
es contraria al orden público, a la moral y a las buenas costumbres.
-la causa se frustra por no poder satisfacerse la finalidad típica del
negocio de que se trata la parte perjudicada podrá solicitar la rescisión cuando dicha
frustración obedece a una alteración de carácter extraordinario de las circunstancias
existentes al tiempo de su celebración (art., 1090).-

d) Forma.
Dispone el art., 284 del CCy C: “si la ley no dispone una forma
determinada para la exteriorización de la voluntad, las partes pueden utilizar la que
estimen conveniente. Las partes pueden convenir una forma más exigente que la
impuesta por la ley”.
La forma es la manera como se exterioriza la voluntad del sujeto respecto del objeto en
orden a la consecución del fin jurídico propuesto.
Nuestro código prevé el principio general de libertad de formas con excepción de
aquellos casos que por seguridad o finalidad requieren de una forma impuesta. De ahí
que el criterio de la libertad de formas no sea absoluto y reconozca excepciones, como
aquellas que ordenan la celebración de los actos bajo forma escrita, el instrumento
público, incluso aún la propia autonomía de la voluntad puede imponer formas más
severas que las previstas legislativamente para dar mayor seguridad jurídica al acto.
El art., 285 dispone el supuesto de “forma impuesta”, esto es que si el acto no se
otorga en la forma que la ley exige, no queda concluido como tal en tanto no se haya
otorgado el instrumento respectivo, pero no le quita validez al acto ya que vale como
acto en que las partes se obligan a cumplir con la formalidad expresada, salvo que
aquella forma se exija bajo pena de nulidad. Esto último significa que si la forma es
exigida como condición del nacimiento del acto, la misma no puede ser suplida ni
sometida a una obligación posterior y ese acto carecerá de efectos desde su
nacimiento.

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Elementos accidentales
Se denominan modalidades o elementos accidentales del acto jurídico aquellas
disposiciones accesorias introducidas por las partes, que modifican los efectos
normales del tipo legal, subordinando a un acontecimiento futuro la adquisición de un
derecho o la resolución de un derecho ya adquirido, postergando su exigibilidad, o
imponiendo un deber jurídico excepcional y accesorio al adquirente de un derecho. Las
modalidades que las partes, de conformidad a la autonomía de la voluntad, pueden
introducir a los actos jurídicos son: a) condición; b) plazo; c) cargo.

a) La condición.
Conforme al artículo 343 del CCCN Se denomina condición a la cláusula de los actos
jurídicos, por la cual las partes subordinan su plena eficacia o resolución a un hecho
futuro e incierto.
De este concepto surgen los caracteres de la condición:
a) debe ser un hecho futuro,
b) incierto, contingente, “que puede o no llegar a suceder”, característica esencial y
propia de la condición que la distingue del plazo, que es también un hecho futuro pero
necesario o fatal.
Por su parte, el art. 344 del CCCN prevé las condiciones prohibidas, disponiendo la
nulidad del acto jurídico cuando se haya establecido el acto sujeto a un hecho
imposible, contrario a la moral y a las buenas costumbres, prohibido por el
ordenamiento jurídico o que dependa exclusivamente de la voluntad del obligado.
Finalmente, la norma prevé que se tendrán por no escritas las condiciones que afecten
de modo grave las libertades de la persona, como la de elegir domicilio o religión, o
decidir sobre su estado civil; debiendo entender que el dispositivo es meramente
enunciativo y por lo tanto comprensivo de otros casuismos que impliquen afectar las
libertades individuales.

Existen dos clases de condición: la suspensiva y la resolutoria.


-La condición suspensiva supedita la plena eficacia de la relación jurídica a la
realización de un hecho futuro e incierto previsto como condición, con lo cual se origina
un derecho eventual ya que, si la condición no se cumple, el acto jurídico no podrá
perfeccionarse. Es decir, cuando la condición es suspensiva, el acto no produce sus
efectos sino a partir del momento en que aquélla se cumple.
-Por el contrario, la condición es resolutoria cuando lo que depende del hecho incierto y

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futuro es la extinción del derecho ya adquirido. Ello implica que los efectos del acto
comienzan a producirse desde el momento mismo de la celebración del acto, pero
cesan si la condición no tiene lugar.
De acuerdo al art. 346 del CCCN, la regla general es que, cumplida la condición, sea
ésta suspensiva o resolutoria, produce efectos hacia el futuro, lo que implica que el
acto jurídico bajo la modalidad suspensiva cobrará eficacia el día del suceso previsto
como condición; en el caso del negocio jurídico bajo condición resolutoria, producido el
acontecimiento, se extinguirán los efectos a partir de ese momento.
La excepción es que las partes libremente modifiquen dicho efecto hacia el futuro,
dándole a la condición –suspensiva o resolutoria– efectos retroactivos.
Conforme al artículo 348 del Código, el cumplimiento de la condición suspensiva
convierte en puro y simple el derecho del acreedor. Esa conversión produce efectos
desde el momento mismo en que se cumple la condición.
Es decir que, acaecido el hecho futuro e incierto previsto como condición suspensiva, el
sujeto que tenía un derecho eventual pasa a tener un derecho efectivo y, por ende,
podrá hacer valer las prerrogativas que ese derecho conlleve, de acuerdo a la
naturaleza, los fines y el objeto del negocio jurídico celebrado.
En tanto, en el caso del acto sujeto a condición resolutoria, cumplida la condición se
produce el aniquilamiento del derecho constituido. Es decir: desaparecen los efectos
jurídicos del negocio para el futuro, en virtud del art. 346 de este cuerpo legal, y,
consecuentemente, la otra parte pasa a ser titular de este nuevo derecho, pudiendo
exigir todas las facultades que ese derecho le genera, de acuerdo a la naturaleza, los
fines y el objeto del acto jurídico.
Ahora, si las partes hubieren pactado libremente darle a la condición efecto retroactivo,
en el caso de la condición suspensiva, el derecho se adquiere desde la fecha de la
celebración del acto y, en el caso de la condición resolutoria, el derecho se extingue,
considerándose como si nunca hubiese existido.

b) El plazo
El plazo es la fijación en el tiempo del momento a partir del cual el acto jurídico
comenzará a producir efectos o dejará de producirlos
Los caracteres del plazo son:
a) debe ser un hecho futuro,
b) fatal.
El plazo puede ser suspensivo o resolutorio. Será suspensivo cuando la exigibilidad del
acto jurídico depende del acaecimiento del término; en tanto que será resolutorio

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cuando cumplido el plazo se aniquila los efectos del acto jurídico.

c) El cargo.
Es una obligación accesoria impuesta al adquirente de un derecho sin carácter de
contraprestación. Se caracteriza por:
-tratarse de una obligación cuyo cumplimiento es coercitivamente exigible
-es impuesto al adquirente de un derecho
-es accesorio, en cuanto sigue la suerte del derecho al que accede.
-su incumplimiento no impide ni extingue los efectos normales del acto.

Vicios de los actos jurídicos


La buena fe es un principio general del derecho (art. 9 del CCCN) que veda el ejercicio
abusivo de los derechos y sustenta nuestro ordenamiento jurídico positivo. Como
derivación de este principio, se impone a los sujetos el deber de actuar de manera leal,
recta, honesta, con una actitud de cooperación y generación de confianza en las
propias declaraciones.
La buena fe es un requisito indispensable para la validez del acto jurídico y, por ende,
cuando falta (como ocurre en los casos de la simulación, del fraude, de la lesión)
concurre un vicio que lo invalida.
De este modo, los vicios de los actos jurídicos son defectos, imperfecciones o
anomalías susceptibles de provocar la ineficacia del negocio, por atentar contra la
licitud, la buena fe o perjudicar los intereses de terceros.
Son vicios propios de los actos jurídicos la lesión, la simulación y el fraude.

La lesión
Concepto. Presupuestos de procedencia: subjetivos y objetivos
La lesión viene definida por el artículo 332 que dispone: “Puede demandarse la nulidad
o la modificación de los actos jurídicos cuando una de las partes explotando la
necesidad, debilidad síquica o inexperiencia de la otra, obtuviera por medio de ellos
una ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación. Se
presume, excepto prueba en contrario, que existe tal explotación en caso de notable
desproporción de las prestaciones. Los cálculos deben hacerse según valores al
tiempo del acto y la desproporción debe subsistir en el momento de la demanda. El
afectado tiene opción para demandar la nulidad o un reajuste equitativo del convenio,

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pero la primera de estas acciones se debe transformar en acción de reajuste si


éste es ofrecido por el demandado al contestar la demanda. Sólo el lesionado o sus
herederos pueden ejercer la acción”.
El vicio de lesión queda configurado cuando una de las partes, explotando la
necesidad, debilidad síquica o inexperiencia de la otra, obtuviere por medio de un acto
jurídico una ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación.
El fundamento de la norma está dado, por un lado, por la existencia de la voluntad
viciada en el sujeto pasivo; por el otro, por el principio de buena fe que debe primar en
todo convenio. Es decir que debe haber equidad entre las prestaciones recíprocas, por
lo que la ventaja de un contratante sobre el otro, en razón de la explotación de la
situación jurídica de inferioridad del primero sobre el segundo, constituye una conducta
reprochable por el derecho.

Presupuestos de procedencia
Para que se configure la figura de la “lesión subjetiva-objetiva”, es necesario que
concurran:
a) la grave desproporción en las prestaciones que debe existir al momento
de la celebración del negocio jurídico – elemento objetivo– y
En relación al primer presupuesto, es decir “la ventaja patrimonial evidentemente
desproporcionada y sin justificación”, éste debe ser concomitante a la celebración del
negocio y la desarmonía entre las prestaciones debe ser “notable”, “evidente” a la
época en que el negocio tuvo nacimiento y no surgir con posterioridad por
acontecimientos ajenos a la voluntad de las partes y que no eran previsibles al tiempo
de celebrarse el acto, pues, en tal caso, se podrá revisar el negocio por aplicación de la
cláusula rebus sic statibus (López Mesa, 2008).
Además, se exige que esa ventaja excesiva se obtenga sin justificación, lo que implica
efectuar una indagación acerca de la causa fin del negocio, pues, si quien celebró el
negocio pretendió efectuar una liberalidad, dicho acto jurídico escapará a la teoría de la
lesión.
Por último, “la desproporción debe subsistir en el momento de la demanda”, lo que
resulta lógico en razón del axioma “el interés es la medida de la acción”; por ende, si, al
momento de entablarse la acción, las prestaciones por diversas circunstancias se
tornaron equivalentes, desaparece el interés jurídicamente protegido para promoverla.

b) el elemento subjetivo, que es la explotación por parte del beneficiario de


la “necesidad”, “debilidad síquica” o “inexperiencia” del lesionado.
Deben coexistir dos presupuestos que incluso aparecen en sujetos distintos: la

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necesidad, debilidad síquica o inexperiencia en el lesionado, y el aprovechamiento


de esa situación de inferioridad por parte del lesionante o sujeto activo.
a) Necesidad: esta noción se asocia a la de escasez o privación y comprende un
estado carencial que puede ser material y también espiritual. Es decir, significa falta de
las cosas que son menester para la conservación de la vida, lo que traduce una
situación de angustia y agobio derivada de la falta de medios elementales para
subsistir, de lo imprescindible o necesario, teniendo en cuenta las circunstancias
propias de cada persona.
b) Debilidad síquica: se trata de trastornos síquicos de conducta que, por razones
ajenas a la voluntad de quien los padece, lo colocan en una situación de inferioridad.
Esta cuestión deberá ser ponderada en cada caso, teniendo en cuenta las concretas
aptitudes del sujeto.
c) Inexperiencia: importa la falta de conocimientos que tiene el sujeto respecto del acto
en el momento de su celebración. El término resulta de difícil delimitación, por cuanto la
inexperiencia debe referirse concretamente al acto de que se trate y del que se sigue el
perjuicio por las prestaciones inequivalentes.
Y el otro recaudo que hace al elemento subjetivo es el aprovechamiento o explotación
por parte del lesionante, que constituye un acto de mala fe de parte de él, que
presupone la intención de obtener una ventaja desproporcionada, ya que el estado de
inferioridad no basta por sí solo para nulificar o modificar el acto jurídico.
Prueba. Presunción
El artículo 332 del Código establece una presunción iuris tantum de la explotación en
caso de “notable desproporción”. Es decir que, probada la notable desproporción de las
prestaciones, se genera una presunción iuris tantum sobre la existencia del vicio, es
decir que quedan acreditados o presumidos los dos elementos subjetivos que figuran
en el articulado, el aprovechamiento y la situación de inferioridad de la víctima. La
carga de la prueba para sostener la ausencia de esos requisitos incumbe al que
sostenga lo contrario.

Acciones del lesionado. Efectos


El vicio de lesión subjetiva origina en cabeza del lesionado o sus herederos dos
acciones. Ninguna otra persona puede ejercer esta acción; ello resulta así del art. 332
del Código Civil y Comercial. Es decir que los sucesores singulares no pueden accionar
por acto entre vivos, porque la acción es de carácter personalísima. La
intransmisibilidad se funda en que la parte lesionada es la única que puede saber si se
dan las circunstancias subjetivas necesarias para la configuración del vicio de lesión.
Así, los legitimados activos tendrán la posibilidad de entablar, tanto por vía de acción

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como de excepción, la nulidad (“nulidad relativa” en los términos de los arts. 386 y
388 del Código Civil y Comercial) como la modificación del acto lesivo, es decir, un
reajuste equitativo del convenio. Si el lesionado opta por esta segunda opción, el litigio
queda “trabado” en ese aspecto y el demandado no puede reconvenir por nulidad.
Ahora bien, en el caso de que el lesionante demande por nulidad, el demandado
puede, al contestar la demanda, modificar dicho reclamo en acción de reajuste, si
ofrece suprimir la desproporción de las prestaciones.

La simulación
Concepto.
El vicio de simulación, es definido como el defecto de buena fe del acto jurídico
consistente en la discordancia consciente y acordada entre la voluntad real y la
declarada entre los otorgantes del acto efectuada con ánimo de engañar de donde
puede resultar o no, lesión al ordenamiento normativa o a los terceros ajenos al acto.

Elementos del negocio simulado


Los elementos del negocio simulado son:
a) la contradicción entre la voluntad interna y la declarada. La simulación se
manifiesta por una discordancia entre lo efectivamente querido por las partes del
negocio y lo declarado por ellas. Esa disconformidad entre la voluntad interna y
la declarada por las partes es intencional, no es producto del error, sino que es
querida y conocida por ambas partes.
b) el acuerdo de partes sobre la falsa declaración y
c) el propósito de engañar que no necesariamente implica ocasionar un perjuicio
jurídico a terceros (porque su causa puede ser inocua, en cuyo caso estaremos
en presencia de una simulación lícita) o bien, puede sí implicarlo, es decir puede
existir el fin de perjudicar a terceros – quienes desconocen que el acto es falso–
o el de ocultar una violencia legal.

Clases de simulación
 simulación absoluta y relativa.
La simulación absoluta tiene lugar cuando se celebra un acto jurídico que nada
tiene de real; el acto es completamente ficticio, irreal. Es decir, las partes no
quieren en realidad celebrar ningún negocio jurídico, sino que quieren modificar
la apariencia de una disminución del activo o un amento ficticio del pasivo de

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una de las partes, en perjuicio de los acreedores; aunque a veces puede


ser una simulación lícita. Por ej., cuando para evitar la acción de los acreedores,
el propietario de un inmueble lo enajena a alguien pero de manera aparente
porque pretende seguir siendo el titular dominial.
La simulación relativa se da cuando se encubre el carácter jurídico de un acto
bajo la apariencia de que contiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que
no son verdaderas, o cuando por él se constituyen o transmiten derechos o
personas interpuestas, que no son aquellas para quienes en realidad se
constituyen o transmiten.

 Simulación lícita o ilícita.


Es ilícita cuando el negocio jurídico tiene como fin perjudicar a terceros o
quebrantar el ordenamiento jurídico, y causa la nulidad del acto ostensible. La nulidad
será relativa pues dependerá de la prueba que se produzca; por su parte, la simulación
es lícita cuando el negocio simulado no es ilícito ni perjudica a un tercero.

Acción entre partes. Principio general. Excepción


El artículo 335 del Código Civil y Comercial regula esta cuestión. Así prevé: “Acción
entre las partes. Contradocumento. Los que otorgan un acto simulado ilícito o que
perjudica a terceros no pueden ejercer acción alguna el uno contra el otro sobre la
simulación, excepto que las partes no puedan obtener beneficio alguno de las resultas
del ejercicio de la acción de simulación. La simulación alegada por las partes debe
probarse mediante el respectivo contradocumento. Puede prescindirse de él, cuando la
parte justifica las razones por las cuales no existe o no puede ser presentado y median
circunstancias que hacen inequívoca la simulación”.
El principio general es que los simuladores del negocio jurídico carecen de toda acción
entre ellos. Ello es así, toda vez que las partes se pusieron de acuerdo en eludir una
prohibición legal o perjudicar a terceros, por lo que pierden, en principio, el derecho de
impugnar el acto por el vicio de simulación.
Ahora bien, sí se podrá entablar acción de simulación cuando el simulador se haya
arrepentido de su acto y quiera recuperar el bien para entregarlo a sus acreedores. En
este supuesto, quien acciona pidiendo la declaración de invalidez del acto simulado lo
hace no ya para consumar el perjuicio a los terceros o el fraude a la ley, sino porque,
arrepentido, quiere recuperar los bienes aparentemente enajenados para afrontar con
ellos el pago de sus obligaciones. En este supuesto, la acción es admisible siempre
que se tenga un propósito sincero y no interesado de volver las cosas al estado
anterior.
La prueba será el contradocumento. Este es el instrumento público o privado otorgado

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por las partes o el beneficiario del acto simulado, normalmente destinado a quedar
secreto en el que se declara el verdadero contenido o carácter del acto y tendiente a
restablecer la realidad de las cosas.

En primer lugar, debe señalarse que la acción de simulación no procede contra los
acreedores adquirentes de buena fe que hubiesen ejecutado los bienes simuladamente
enajenados.
En relación al subadquirente que adquirió a título gratuito o de mala fe, sí procede la
acción de simulación; en cambio, la invalidez del negocio simulado no alcanza a los
terceros subadquirentes de buena fe –es decir, quien, al momento de la transmisión,
ignorase que el derecho tiene como antecedente un acto simulado– y a título oneroso,
respecto a los cuales la sentencia resulta inoponible.
Se entiende que son subadquirentes de mala fe aquellos que conocieron o pudieron
conocer, obrando con cuidado y previsión, la simulación. Efectos
Todo tercero que se ha visto perjudicado por la simulación tiene derecho a ser
resarcido del daño sufrido.
En el supuesto en que, promovida la acción por el acreedor, el bien se haya enajenado
a un subadquirente de buena fe y a título oneroso, por lo que no le alcanza la
oponibilidad del pronunciamiento judicial, éste podrá demandar tanto a quien contrató
con él como al subadquirente – ambos de mala fe– por daños y perjuicios, quienes
responderán de manera solidaria.
Desde otra perspectiva, en el supuesto que el acreedor promueva acción en contra de
subadquirente de buena fe pero a título gratuito, éste responderá sólo en la medida de
su enriquecimiento.

Acción por terceros.


Los terceros cuyos derechos o intereses legítimos son afectados por el acto simulado
pueden demandar su nulidad, pudiendo probar la simulación por cualquier medio de
prueba (art., 336).
Todos los terceros se benefician con la declaración del acto simulado aun aquellos que
no lo impugnaron pues un acto no puede ser válido e invalido al mismo tiempo

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El fraude
Noción
La noción de fraude implica una inmediata referencia al engaño, al acto contrario a la
verdad y al recto proceder. Tiene múltiples posibilidades: el fraude a la ley: que supone
una conducta tendiente a eludir los efectos de una norma imperativa o de origen
convencional, utilizando otra vía negocial no reprobada por ley; y el fraude a los
acreedores que hace referencia a los actos otorgados por el deudor, que tienen como
nota común una afectación de su patrimonio de tal magnitud que provoca o agrava su
insolvencia, impidiendo así la satisfacción de los créditos concedidos con anterioridad a
aquéllos y con evidente perjuicio para los mismos. Es decir que el fraude a los
acreedores es la provocación o agravación de la insolvencia del deudor mediante actos
u omisiones del deudor en perjuicio de sus acreedores, sustrayendo bienes de su
patrimonio.
Esta caracterización permite señalar tres notas que se hallan presentes en la noción de
fraude a los acreedores:
a) otorgamiento por el deudor de actos o negocios jurídicos;
b) provocación o agravación de la insolvencia del deudor y
c) sustracción de bienes del patrimonio del deudor en perjuicio de los derechos de los
acreedores.

La acción de inoponibilidad
En primer lugar, cabe señalar que el efecto de la acción de fraude no es la nulidad, sino
la inoponibilidad. Este efecto implica que el acto otorgado por el deudor en fraude a los
acreedores es válido entre éste y el tercero con quien celebró el acto y sólo queda
privado de eficacia frente al acreedor que acciona, es decir que no puede hacerse valer
contra él en la medida necesaria para la satisfacción de su crédito.
El Art. 338 del Código Civil y Comercial, prevé: “Declaración de inoponibilidad. Todo
acreedor puede solicitar la declaración de inoponibilidad de los actos celebrados por su
deudor en fraude de sus derechos, y de las renuncias al ejercicio de derechos o
facultades con los que hubiese podido mejorar o evitarlo empeorar su estado de
fortuna”.
Como se advierte, la norma legitima para la acción de fraude a “todo acreedor”, es
decir, a cualquier acreedor, incluso los acreedores con privilegio general, especial,
condicionales, a plazo, etc., puedan incoar la acción, pues sólo deberán acreditar su
calidad de acreedor y los requisitos que prevé el artículo 339 del CCCN.

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Requisitos de procedencia
El artículo 339 del código unificado establece las condiciones generales para la
procedencia de la acción de inoponibilidad. Dispone: “Requisitos. Son requisitos de
procedencia de la acción de declaración de inoponibilidad: a) que el crédito sea de
causa anterior al acto impugnado, excepto que el deudor haya actuado con el propósito
de defraudar a futuros acreedores; b) que el acto haya causado o agravado la
insolvencia del deudor; c) que quien contrató con el deudor a título oneroso haya
conocido o debido conocer que el acto provocaba o agravaba la insolvencia”.
Tenemos, entonces, tres condiciones de procedencia de la acción de inoponibilidad.
a. El crédito por el que se acciona debe ser anterior al acto.
El primer presupuesto es que el crédito de quien acciona sea de causa anterior al acto
impugnado, excepto que el deudor haya actuado con el propósito de defraudar a
futuros acreedores.
La razón de ser de este primer recaudo es que los acreedores de fecha posterior al
acto del deudor no podrían invocar fraude en su perjuicio, pues, cuando llegaron a
constituirse en acreedores, sea por contrato, sea por disposición de la ley, los bienes
habían salido del patrimonio del deudor y, por ende, no conformaban parte de su
garantía patrimonial.
Ahora bien, la norma establece una excepción, y es en el caso de que el acto
impugnado, aunque posterior al origen del crédito, haya sido realizado en previsión de
la obligación que nacería más tarde. Es decir que, si el deudor hubiere realizado el
negocio teniendo en miras perjudicar a futuros acreedores, estos podrán incoar la
acción de inoponibilidad. Ello así, en razón de castigar la conducta dolosa del deudor.
b. Relación de causalidad entre la insolvencia y el acto del deudor.
El segundo requisito supone que entre el acto que se ataca y la insolvencia del deudor
haya una relación de causalidad. Este recaudo se explica porque lo que caracteriza al
negocio fraudulento es el perjuicio que acarrea para el patrimonio del deudor el generar
o agravar su insolvencia, toda vez que se verá imposibilitado de responder a todas su
obligaciones contraídas y, por ende, el daño que causa al acreedor es no satisfacer su
acreencia.
En otras palabras, la procedencia de la acción requiere la existencia de un perjuicio
causado al acreedor, el que proviene de la insatisfacción actual o futura de los créditos
vigentes producto de un estado de impotencia patrimonial, provocado o agravado
precisamente por los negocios inoponibles
c. Mala fe del tercero contratante.
El último de los presupuestos exige que el tercero que contrató con el deudor a título
oneroso haya obrado de mala fe, es decir, haya conocido o debido conocer que dicho

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acto provocaba o agravaba su insolvencia.


Distinto será el supuesto del tercero que contrató a título gratuito, en cuyo caso no
interesa la buena o mala fe del adquirente, pues se prefiere el interés de los acreedores
por sobre el del adquirente y, por ende, sólo habrá que acreditar que el acto fue a título
gratuito.

Efectos.
Efectos frente a terceros (art., 340). El fraude no puede oponerse a los acreedores del
adquirente que de buena fe hayan ejecutado los bienes comprendidos en el acto.
La acción de acreedor contra el subadquirente sólo procede si adquirió a título gratuito
o si siéndolo a título oneroso es cómplice del fraude (es decir actuó de mala fe). La
complicidad se presume si al momento de contratar conocía el estado de insolvencia.
El subadquirente de mala fe y quien contrato de mala fe con el deudor responden
solidariamente por los daños causados al acreedor que ejercitó la acción, si los
derechos se transmitieron a un adquirente de buena fe y a título oneroso o de otro
modo se perdieron para el acreedor. El que contrató de buena fe y a título gratuito con
el deudor responde en la medida de su enriquecimiento.

Aclarando el tema
Si el adquirente a quién el deudor le transmite los bienes es de buena fe y a titulo
oneroso: la acción de fraude no procede contra ellos.
Si el adquirente a quién el deudor le transmite los bienes es de buena fe y a titulo
gratuito: responde en la medida de su enriquecimiento.
Si el adquirente a quién el deudor le transmite los bienes es de mala fe: la acción de
fraude procede ya que es cómplice del fraude. El tercer adquirente puede paralizar la
acción dando garantías suficientes o pagando el crédito sin perjuicio de sus acciones
contra el deudor.
Con respecto al subadquirente, la acción procede si adquirió a título gratuito (sea de
buena o mala fe) o si siéndolo a título oneroso y de mala fe (cómplice del fraude).

Ineficacia de los actos jurídicos


Concepto. Categorías de ineficacia. Efectos
Rivera explica que para analizar el concepto de ineficacia debemos partir de un
concepto previo que no es más que el de eficacia, ya que la ineficacia es su negación.
Así define a la eficacia como “la actitud del acto jurídico para alcanzar y mantener sus

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efectos propios y normales, es decir aquellos que las partes persiguieron al


otorgarlo”. Por lo tanto la ineficacia es la privación o disminución de los efectos propios
o normales del acto, es decir de los que las partes desearon al otorgarlo.
La validez del negocio jurídico no se confunde con su eficacia, aunque la eficacia del
acto jurídico presupone su validez. El acto jurídico es válido cuando está perfectamente
conformado (sujeto, objeto, causa), cuando no presenta vicios o defectos congénitos
que afectan su estructura. Sin embargo, un acto jurídico válido puede ser ineficaz o
devenir ineficaz.
Cuando hablamos de “ineficacia” hacemos referencia a la privación o disminución de
los efectos propios de un determinado negocio jurídico, que las partes tuvieron en
cuenta al momento de su celebración.
El art., 382 dispone: “categorías de ineficacia. Los actos jurídicos pueden ser ineficaces
en razón de su nulidad o inoponibilidad respecto de determinadas personas”. En el
comentario a este art. Se explica lo siguiente: la doctrina suele distinguir entre la
ineficacia estructural o funcional. En el primero de los supuestos, la privación de los
efectos propios de un negocio jurídico se produce por defectos en su estructura y
existentes desde el momento mismo de celebrarse el acto. Por ej., un acto con objeto
inmoral, con causa ilícita o con vicios en su contenido-error, dolo, violencia-. Al tener
defectos o vicios desde su origen y en su estructura el acto es inválido y puede ser
declarado ineficaz. Un supuesto típico de ineficacia estructural es la nulidad.
En cambio la ineficacia es funcional cuando el negocio deja de ser apto para satisfacer
los fines o interés prácticos que los sujetos se propusieron alcanzar en virtud de una
causa extrínseca a la estructura del negocio y sobrevinientes a su constitución. Son
supuestos de ineficacia funcional: la rescisión, resolución y la revocación en las cuales
no está involucrada la validez del acto; y la inoponibilidad en que el acto queda
destituido de sus efectos solo respecto a determinadas personas.

1)- Nulidad.
La nulidad es una sanción legal que priva a un acto jurídico de sus efectos propios o
normales con efecto retroactivo y frente a todos (partes y terceros) por adolecer de
defectos originarios, estructurales y esenciales a través de un proceso de impugnación
y declaración.
El acto defectuoso no es automáticamente ineficaz (nulo), sino que a la nulidad, sino
que hay que invocarla. De ahí el concepto “impugnación y declaración” y dicha
impugnación puede hacerse por vía de acción-tomo la iniciativa y pido la nulidad del
acto- o de excepción-cuando me reclaman el cumplimiento me defiendo e interpongo
esta nulidad como excepción-.
La nulidad puede ser absoluta o relativa según el interés predominantemente protegido.

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Si los vicios o defectos que padece un acto jurídico afectan intereses generales o
colectivos dados por el orden público, la moral y las buenas costumbres la nulidad será
absoluta. En cambio si el interés afectado por el acto es particular, individual de los
sujetos del negocio la nulidad es relativa (art., 386).
La nulidad absoluta funciona de la siguiente manera:
‫ـ‬ La nulidad absoluta puede declararse por el juez, aun sin petición de parte si es
manifiesta al momento de dictar sentencia. Algo que no ocurre con la nulidad
relativa porque solo está en juego el interés particular.
‫ـ‬ Puede alegarse por el Ministerio Público: porque actúa en defensa del interés
público y vela por la observancia y cumplimiento de la ley.
‫ـ‬ Puede ser invocada por cualquier interesado: sean las partes o un tercero que
tenga interés legítimo.
‫ـ‬ No puede ser alegada por la parte que invoque la propia torpeza para lograr un
provecho como el que actuó de mala fe y quiere obtener un provecho de su
declaración.
‫ـ‬ No puede sanearse ni por la confirmación del acto ni por la prescripción.
La nulidad relativa funciona de la siguiente manera:
‫ـ‬ La nulidad relativa solo puede declararse a instancia de las personas en cuyo
beneficio se establece y por ende no procede de oficio. Ej, en los casos de vicio
de error, violencia, dolo o lesión quién resulta víctima de dichos vicios. Si el acto
es celebrado por un incapaz de ejercicio sus representantes legales.
‫ـ‬ Puede sanearse por la confirmación del acto y por la prescripción de la acción.
La confirmación es cuando la parte que puede pedir la declaración de nulidad
relativa del acto manifiesta expresa o tácitamente su voluntad de tener al acto
como válido siempre que haya desaparecido la causa de la nulidad.
‫ـ‬ La parte que obró con ausencia de capacidad de ejercicio para el acto, no puede
alegarla si obró con dolo.
La nulidad según la extensión de la nulidad puede ser total-cuando se extiende a todo
el acto- o parcial-afecta a una o varias de sus disposiciones-.
El art., 390 CCyC se ocupa del efecto de la nulidad y dispone que la nulidad declarada
por los jueces vuelve las cosas al estado anterior en que se encontraban antes de la
celebración del acto, lo que significa que sea la nulidad absoluta o relativa sus efectos
son para el pasado y la sentencia tiene efecto retroactivo. Habrá que en consecuencia
devolverse lo que se recibió por el acto nulo y se extinguen los derechos que aquel
hubiese generado. No obstante se mantienen intactos los derechos reales o personales
adquiridos por un tercero de buena fe y a título oneroso sobre un inmueble o mueble
registrable.

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2)- Inoponibilidad.
La inoponibilidad es un supuesto de ineficacia establecido por la ley que priva a un acto
jurídico válido y eficaz entre partes de sus efectos respecto de determinados terceros
para quienes el acto es como si no existiera, ej., en el fraude.

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