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Debido al asombro del ser humano ya que en el mundo no hay trucos porque somos parte de
ese mundo.
Tener capacidad de asombro ante el mundo Si uno se descubre a sí mismo, se descubre realmente
algo maravilloso.
Porque no sabemos que es lo que hay dentro del sombrero, en este caso el conejo seria como el
universo porque es algo sorprendente, y te haces cuestionamientos sobre que habrá dentro del
sombrero, lo mismo sucede con el universo.
Podemos decir que los primeros instrumentos de que se valió el hombre para sus
actividades de caza y pesca, así como también las primeras armas que le sirvieron para
atacar y defenderse, fueron provistas por la Naturaleza, e improvisadas: una piedra
aguda, fácil de arrojar y herir al enemigo, un garrote que no era sino una rama desgajada
de un árbol. Con el tiempo, el hombre comprendió que le era necesario tener esos
elementos siempre a mano, y que podía perfeccionar su eficacia.
Lo mismo ocurrió con sus herramientas de trabajo. Así talló las agudas hachas de mano,
de forma lanceolada; las afiladas puntas de las flechas. Hizo con palos y piedras, mazas
y hachas de combate. Comenzó de ese modo a fabricar él mismo, consciente y
deliberadamente, sus armas y utensilios.
Su vida debe de haber sido un constante esfuerzo por mantenerse vivo, ya que eran
múltiples sus enemigos, y sus necesidades le imponían enfrentarlos muchas veces. El
frío, el hambre, la sed, las bestias feroces, y los mismos hombres lo mantenían en un
estado de alerta incesante.
Contra los rigores del tiempo, hubo de buscar algo que le permitiera poder enfrentarlos:
las pieles de los animales que cazaba le proveyeron abrigo. Rudimentariamente curtidas,
o sin curtir, se las enrollaba en torno al cuerpo, y las sujetaba con alfileres hechos de
espinas vegetales o de pescado que, como no duraban mucho, fueron luego
reemplazados por alfileres de hueso, obra de sus propias manos, más agudos y pulidos.
El segundo paso en su vestimenta fue dado cuando llegó a poder hilar la lana de los
animales que cazaba, reduciendo los vellones a hilos gruesos, que un telar rudimentario
entrelazaba en basto tejido.
A los alfileres sucedieron luego las agujas de espinas y hueso que le permitieron unir
con bramantes las distintas partes de una prenda.
Poco a poco, a través de cientos de años, los hombres continuaron esa lenta evolución
que los fue proveyendo de todos los elementos cuyo uso les era impuesto por la
necesidad o por la comodidad. Así llegaron a contar con armas más efectivas para el
combate y para la lucha por la vida: el arco y la flecha que les permitían alcanzar al
enemigo a distancia; la honda, que hacía más violento y lejano el impacto de la piedra;
el arpón, y el anzuelo, que hicieron más fácil la pesca; la piragua primitiva tallada en un
tronco, que le permitió vadear los ríos y transportarse sobre las aguas, impulsado por los
remos.
Como eran muchos los límites que su experiencia tenía para comprender los múltiples
fenómenos que ocurrían a su alrededor, les dio una interpretación supersticiosa y
religiosa. Los elementos de la Naturaleza se convirtieron para él en motivo de adoración
y su inteligencia limitada vio, en aquellos que le eran favorables, a divinidades
benefactoras, mientras que temía y honraba a aquellos que le eran perjudiciales, como a
divinidades nefastas, cuya simpatía era menester comprar con ofrendas e impetraciones.
El hombre primitivo, cazador y guerrero, agricultor o ganadero, encontró en la danza
una expresión más de sus sentimientos y acciones. Antes de usar la palabra como medio
de comunicación con sus semejantes, los gestos y la pantomima le permitieron
reproducir las alternativas de una lucha o para expresar sus anhelos y temores. La danza
se formó de la repetición de movimientos similares. Por medio de ella, imitaba a la
Naturaleza, honraba a sus dioses o conmemoraba los grandes acontecimientos de su
vida, los nacimientos, los casamientos, las muertes.
Otra de sus maneras de expresión, que ha llegado hasta nosotros, es el arte pictórico. En
las llamadas pinturas rupestres, de las cavernas, todo un mundo de imágenes vivientes
aparece ante nuestros ojos. Caballos, corzas y bisontes en vivas actitudes de
movimiento, escenas de luchas entre grupos enemigos, escenas de caza que muestran las
armas que usaban.
Es muy posible que hayan creído en la existencia de otra vida al terminar la terrena,
pues se han hallado tumbas de esas épocas en que los restos mortales se hallan
acompañados por objetos de uso para el muerto.