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Estamos en un punto en la historia humana

en que más necesitamos redescubrir algunas verdades


importantes que de alguna manera hemos olvidado.
De hecho, ésta podría ser nuestra última oportunidad…
Masaru Emoto, La vida secreta del Agua
Introducción
María Perevochtchikova

El tema del agua, considerando que es un recurso de vital importancia


para toda la vida en el planeta Tierra, abarca múltiples aspectos de nuestra
vida, como económico, político, académico, jurídico, institucional y cultu-
ral, entre otros. Sin embargo, normalmente nos olvidamos de su función
natural de conservación de los ecosistemas, de los cuales los humanos
dependemos, recibimos servicios ambientales y también formamos parte.
Este proceso de relación mutua entre la sociedad y el agua, desde
su inicio, ha sido acompañado por múltiples factores de presión antrópica
—por el uso depredador por parte de la humanidad con el único fin de
satisfacer las necesidades del desarrollo económico—, reflejado en el
cambio de uso del suelo, la deforestación, la actividad minera e industrial,
etcétera. Todo lo que ha llevado a formar una compleja problemática de
carácter social, económico y ambiental en torno al uso y aprovechamiento
del agua. El efecto bumerang de esta problemática ha regresado a la socie-
dad, incentivando los problemas de la migración, el desempleo por el cam-
bio de las características climáticas, los conflictos, la pobreza, la corrup-
ción, la inseguridad, por la intervención en los espacios ajenos para la
extracción de los recursos, las enfermedades por la calidad no apta para
consumo humano del agua, entre otros aspectos.
Por la reconocida situación crítica ambiental a escala mundial, la Orga-
nización de Naciones Unidas (onu) ha declarado la década de 2005-2015
“Agua para la vida”, la cual se centra en la implementación de programas
y proyectos para el fortalecimiento de la cooperación en asuntos del agua
a todos los niveles. Además, por la recomendación de la Conferencia de
las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en 1992, la

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Asamblea General de las Naciones Unidas ha designado el 22 de Marzo
como Día Mundial del Agua; con el propósito de llamar la atención de la
sociedad internacional sobre la importancia del agua, sobre todo del agua
dulce, por ser un recurso indispensable para todos los seres vivos en el
planeta; y también de promover su gestión sustentable, ecosistémica e
integral. Cada año este día resalta algún aspecto en específico en relación
con el agua; tal fue el caso de 2011, que trató del acelerado crecimiento de
la población urbana, la industrialización y las consecuencias negativas
de la intervención humana en el sistema hídrico, como la degradación
ambiental, la incertidumbre por el cambio climático, los conflictos, y los
desastres provocados, bajo el tópico denominado “Agua para las ciudades:
afrontando el desafío urbano”.
México, por su parte, no es ajeno a esta problemática global, por en-
frentar importantes desafíos en materia de degradación ambiental y,
en particular, del agua. Cabe resaltar que históricamente la gestión del
agua en México ha sido orientada a satisfacer la demanda —dejando
de lado la disponibilidad natural—, calculada en relación directa con el nú-
mero cre­ciente de la población; mediante la importante inversión econó-
mica para la construcción de nueva obra hidráulica; otorgando las con-
cesiones para la construcción a las compañías privadas. Como ha sido
demostrado a lo largo del tiempo, este modelo de gestión tiene una visión
reducida, tecnocrática y sectorial, sin una perspectiva ecosistémica integral
de largo plazo, provocando de esta forma, mayor aumento en la presión
sobre cantidad y calidad del agua subterránea y superficial.
Se puede constatar que la situación actual en torno al agua en México
en aspectos como la pérdida de disponibilidad, los conflictos entre usos y
usuarios, la desigualdad en el acceso a los servicios de agua potable y el
saneamiento y hasta el sistema de administración del recurso ineficiente,
han llevado a formar una compleja problemática en relación al agua, que se
refleja en la extracción excesiva (sobreexplotación), la fuerte contamina-
ción, los conflictos de diversa índole, la baja eficiencia de infraestructura,
la falta de justicia social en el acceso al recurso y al servicio y la ausencia
del entendimiento de valores y costos del agua —no sólo económicos, sino
también ecológicos y sociales—; dando, en total, como resultado la crisis
ecológica y del sistema de gestión.

8 • María Perevochtchikova
Por involucrar factores de distinto carácter en el manejo del agua
—ambiental, social, económico, político-normativo, institucional, tecnológico,
cultural y educativo—, el único camino para poder proponer acciones
concretas y eficientes que permitan revertir los efectos de degradación
ambiental sería por medio de la aplicación del enfoque orientado a la Ges-
tión Integral de los Recursos Hídricos (girh) y su derivada de la Gestión Inte-
gral del Agua Urbana para las cuencas hidrográficas “urbanas”, cuyas bases
han sido ampliamente discutidas en el ámbito internacional desde hace cuatro
décadas y reflejadas en la firma de tratados y pactos internacionales.
Sin embargo, la experiencia del proceso de implementación del concepto
girh en México y los limitantes de tipo político-administrativo, financiero,
como la corrupción, entre otros, sugieren la necesidad de cambios radicales
dentro del sistema de gestión, por medio de la aplicación de las medidas
estructurales —mejoramiento de la infraestructura hidráulica, por ejemplo—
en conjunto con las llamadas no estructurales, como la educación, la inves-
tigación, la preparación de cuadros profesionales, la capacitación de los
funcionarios públicos, las adecuaciones legales, normativas, financieras e
institucionales. Todo esto basado en la articulación y el complemento de
los avances del desarrollo tecnológico y las tradiciones de pueblos origina-
rios en el manejo comunitario del agua, con la unidad territorial de manejo
comprendido como cuenca hidrográfica. De la misma manera se requiere
cambiar modos y estilos de vida de cada ciudadano para promover el uso con­
siente, informado y responsable del agua, donde se conoce y se reconoce
el valor ecológico del agua y costo real y ambiental del servicio; y se pro-
mueve la participación social pro-activa en la toma de decisiones en con-
junto con el gobierno y la academia, para afrontar los desafíos de la gestión
sustentable y lograr una gobernabilidad efectiva del agua.
Como primera aproximación al desarrollo de análisis dentro de este
concepto, se propuso la organización del primer Coloquio Internacional de
Cultura del Agua con el tópico de Vulnerabilidad Social, llevado a cabo los
días 23-25 de marzo de 2011 en El Colegio de México; y al cual fueron in-
vitados los especialistas nacionales e internacionales, los funcionarios y la
sociedad en general, ya que la gobernabilidad del agua está asociada con
la participación activa —con intereses reconocidos legítimamente— de todos
los actores en el diseño de políticas públicas para que fuesen socialmente
aceptadas y basadas en el sustento fundamental de la cultura del agua.

Introducción • 9
Para este evento se plantearon los siguientes objetivos: 1) ofrecer un
espacio para el diálogo y la comunicación de diversos actores dentro del
tema de ética y cultura del agua; entendiendo lo último como todo el tipo
de acciones relacionadas con lo que se realiza en el agua, con el agua y por
el agua; y 2) discutir sobre los conceptos teóricos que fundamentan la cul-
tura del agua, su desarrollo en México; las experiencias de manejo comu-
nitario del agua y los problemas enfrentados. Los mismos que han sido
retomados en el diseño de la estructura del presente libro, tratando en sus
capítulos los aspectos que van desde la discusión del concepto de cultura
del agua, actores involucrados, usos y usuarios, conflictos generados, ma-
nejo comunitario del agua, experiencias locales de la gestión integral y
manejo por cuencas, vulnerabilidad e información requerida.
Finalmente quisiera expresar mi más profundo agradecimiento a la
Red Temática Agua del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Retac-
Conacyt), bajo el financiamiento de la cual se pudo efectuar exitosamente
dicho coloquio, y a todos los autores por sus contribuciones. Un agradeci-
miento especial a Adrián Vázquez, Eduardo Espinosa y Víctor Díaz por
su apoyo incondicional en el planteamiento y la realización del evento y
al Programa de Investigación de Cambio Climático de la Universidad Na-
cional Autónoma de México (pincc-unam) y la Red de Agua de la unam por
ofrecer su apoyo para llevar a cabo la publicación del libro.
Conceptos y actores
La crisis del agua y el saber ambiental*
Enrique Leff**

Introducción

La crisis del agua es uno de los temas cruciales de nuestro tiempo. No


obstante el hecho de que este bien básico ha sido suministrado de tiempo
atrás mediante políticas y proyectos públicos y que haya sido el eje pri­
mordial de culturas ancestrales y del Estado moderno —recordemos las
grandes obras hidráulicas de antiguas civilizaciones; el modo de produc-
ción asiático— la escasez del agua se ha venido agudizando, convirtiéndose
en uno de los problemas más urgentes de la humanidad, y ocupando un
lugar predominante en los debates públicos en los últimos años. Sin em-
bargo, la criticidad del manejo del agua, como en general la conciencia
sobre la crisis ambiental, llegó de manera tardía. Hasta hace poco, los re-
cursos hídricos —como en general los recursos naturales y servicios am-
bientales— fueron considerados abundantes y gratuitos: como bienes
proveídos por la Naturaleza, por la Divina Providencia o el Estado Benefactor.
Si bien los conflictos por el agua no son nuevos —recordemos los
conflictos históricos entre países por la apropiación de recursos hí-
dricos compar­tidos—, el agua ha entrado más recientemente en el cerco
de la racionalidad económica, generando intensos debates sobre su carácter
público o privado. Al mismo tiempo se recrudece el estrés hídrico ocasio-
nado por los modelos tecnológicos modernos de apropiación de la natura-

* Texto trascrito por Adrián Vázquez de la conferencia magistral impartida por el doctor
Enrique Leff (corregido por su autor) en el Primer Coloquio Internacional de Cultura del Agua
y Vulnerabilidad Social, 23 de marzo 2010, El Colegio de México.
** Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales, unam, enrique.leff@gmail.com

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leza —por la Revolución Verde o por la contaminación industrial— desem-
bocando en el cambio climático y en la emergencia de la complejidad
ambiental.
Así, llegamos muy tardíamente a tomar conciencia de que somos agua
—que el agua es vida y que sin agua no hay vida— y sobre nuestra respon-
sabilidad en las formas de apropiación de la naturaleza, en cuyo metabo-
lismo ecológico e industrial circula el agua como la sangre por nuestras
venas. Los conflictos crecientes por el acceso, conservación y reciclaje del
agua se dan en un complejo entramado de intereses en el campo de la eco­
logía política por la apropiación y el manejo del agua. Pero son decurrentes
también de la falta de conocimiento de la manera como el agua entreteje,
irriga y da sustento a la trama de la vida.
Hoy, el debate en torno al agua se inscribe dentro de la lógica del mundo
racionalizado que ha generado la crisis ambiental y va configurando las
agendas de las políticas públicas alrededor del nuevo orden económico
mundial, de la geopolítica del “desarrollo sostenible”. Abordar el tema agua
desde la perspectiva del saber ambiental abre un panorama más amplio de
esta problemática, con una visión más holística que permite abordarla
desde un enfoque de la compleja dinámica de la gobernanza del agua.

La crisis del agua y su relación con otras crisis

La crisis ambiental, la crisis humanitaria y la crisis del agua emergen desde


un fondo epistemológico y ontológico común; nos remiten a una crisis del
conocimiento. La raíz y origen de estas crisis provienen del desconoci-
miento del mundo, de la ignorancia radical de nuestra constitución como
seres vivos habitantes de un planeta vivo: de la disyunción de las comple-
jas relaciones entre cultura y naturaleza. En la racionalidad moderna se ha
producido una separación del pensamiento y el mundo, generando un ol-
vido de la constitución ontológica fundamental del planeta vivo que habita-
mos, del que emerge la vida y, por tanto, el pensamiento. La epistemología
cartesiana ha separado lo real del pensamiento. La ciencia aprehende lo
real mediante categorías conceptuales y busca llegar a la verdad como
identidad entre la teoría y la realidad. Pero en esa voluntad de penetrar el
núcleo último de las cosas, de los órdenes ontológicos del mundo, se fue

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olvidado el ser de las cosas. La ciencia de la vida fue objetivando el orden
orgánico, pero dejó de pensar el ser de la vida. La crisis del agua es conse-
cuencia de ese olvido de la naturaleza.
La crisis ambiental que se viene manifestando cada vez de manera
más evidente, acuciante, compleja y radical en los últimos 40 años, se fue
fraguando, macerando y madurando durante una milenaria odisea civiliza-
toria. En el transcurso de la historia, el agua se fue desviando de su curso
natural, de las condiciones de la sustentabilidad de la vida del planeta. Como
señalara Nietzsche, el conocimiento sobre la vida se fue alejando cada vez
más del saber sobre las condiciones de la vida misma.
De esta manera llegamos a esta paradoja de que el ser humano racio-
nal ha construido un mundo insustentable. Vivimos dentro de ese enigma y
ante ese desafío. La humanidad no logra darse cuenta y asumir plenamen-
te las consecuencias que ha tenido un conocimiento que nos ha alejado de
un saber-nos: de sabernos constituidos por la naturaleza, de saber nuestra
condición humana inscrita dentro de la naturaleza de la vida. Ciertamente,
y a diferencia del resto de la naturaleza, somos seres simbólicos, entes
hechos de lenguaje, de deseos inconscientes, de voluntad de poder. Aun-
que lo aprendimos en la primaria, olvidamos que también somos organis-
mos constituidos en dos terceras partes por agua; que nuestro funciona-
miento depende de la circulación sanguínea que irriga el cerebro y que
permite que pensemos y que sintamos la vida. Que habitamos un planeta
vivo, en una biósfera constituida en dos terceras partes por agua.
Podemos apreciar así los desvaríos del proceso civilizatorio, sus des-
víos por los caminos estrechos de la linealidad del pensamiento, las razo-
nes de la ciencia y los mecanismos del mercado —por la unidad, universa-
lidad y totalidad del conocimiento—, para llegar al borde del precipicio de
la vida sin haber asumido las condiciones de la vida, las circunstancias
de la existencia y la complejidad del mundo. Nos hemos apartado de la
comprensión de la condición de vida del planeta que depende de los com-
plejos flujos del agua en la dinámica de los ecosistemas y en el metabolis-
mo del cuerpo social. La racionalidad económica e instrumental nos ha
llevado por la vía del imperativo categórico y la razón pragmática para
concentrar la atención en la gestión económica del agua, en las obras de
abastecimiento y en los sistemas tarifarios. La respuesta a nuestro olvido
ha sido el montaje de un sistema de gestión racional del agua; como si la
economía que ha invadido el mundo desecando al planeta pudiera ser la vía

La crisis del agua y el saber ambiental • 15


de salvación ante el desquiciamiento ecológico; como si la economía pudiera
venir a reordenar y a reconstituir el ser acuoso de nuestra existencia.

El saber ambiental

La crisis del agua es en el fondo una crisis del saber sobre el agua, del saber­
nos constituidos por el agua, de saber cómo circula esa agua por el cuerpo
de la vida. A través y por encima de esta ignorancia, la humanidad ha pa-
sado de la superabundancia y la gratuidad del agua, a instaurar un sistema
de valoración y apropiación técnico-económico del agua. El embate gene-
rado sobre la privatización del agua no se limita al servicio domiciliario —el
de las empresas privadas de aprovisionamiento del agua potable—, sino que
se extiende al manejo económico de las grandes represas hidroeléctricas.
En este proceso de apropiación económica del agua hemos visto surgir a
los “gestores del agua”, a esos personajes del establishment del agua que
pretenden la apropiación privada de los ecosistemas, de los que dependen
los ciclos naturales y los procesos de renovabilidad del agua. De esta ma-
nera, la globalización económica está conduciendo hacia el gran negocio
planetario del agua.
En los foros del agua se ha privilegiado la perspectiva técnico-econó-
mica. La inserción del tema del agua en la perspectiva de una racionalidad
ambiental —de la gestión democrática y sustentable del agua— abre el
debate sobre la apropiación y manejo sustentable del agua desde los sabe-
res ambientales de los pueblos y las comunidades. Esto lleva a considerar
la gestión del agua dentro de sus flujos ecosistémicos y su articulación
con las diversas problemáticas ambientales de las que depende la susten-
tabilidad del planeta. Esto habría de llevar a abandonar la especialización
y fragmentación del ambiente, de manera que un año se celebra la biodi-
versidad, el siguiente los desiertos; luego las ciudades sustentables y des-
pués el agua, como si fueran temas sin una articulación e interdependencia
entre ellos.
No entraré aquí en el debate sobre si el agua deber ser un bien público
o un bien privado. Quisiera detenerme en recordar que luego de varios
años de debates en la comunidad internacional, la Organización de las
Naciones Unidas (onu) reconoció a finales de julio del año pasado el Dere-

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cho Humano al Agua y al Saneamiento. Este es un hito histórico de parti-
cular importancia y trascendencia; es un gran paso para entender que no
hay manera de promover otros derechos ambientales sin afianzar el dere-
cho al agua como base para lograr un derecho efectivo de todos los seres
humanos a la vida como el derecho humano fundamental. Sin embargo
hay que reconocer también que si se logró el consenso para declarar este
derecho universal al agua, esto se debió de alguna manera a que se puso de
lado el debate del agua como bien público o bien privado; es decir, hay un
reconocimiento al derecho que todos tenemos al agua, pero en esta argu-
mentación no quedó pautada la cuestión de si ese derecho se cumple por
la vía de la privatización o del derecho al acceso público, ni de las diversas
formas de gestión de este recurso que circula por el mundo y por la vida.
Lo que nos devuelve a lo más fundamental de la lucha por el agua como
fuente de vida: ¿Cómo conseguimos que el agua se renueve a través de sus
usos para que siga siendo la fuente de vida del planeta? ¿Cómo establecemos
una gobernanza del agua que asegure que se cumpla el derecho humano
al agua con una distribución equitativa del agua?
La distribución ecológica y la gestión democrática del agua no se satis-
facen a plenitud mediante el funcionamiento de buenas empresas del agua,
como las que operan en Colombia, que son ejemplares en cuestión de
restauración de las escorrentías del agua de los municipios y en la distri-
bución equitativa de los costos del servicio domiciliario por estratos socia-
les. El tema no se queda en el punto de lograr una empresa eficiente y
eficaz que permita hacer la mejor distribución de costos según las capa­
cidades de pago de la población, previendo que el agua se distribuya gratui­
tamente a los sectores de la población más desproveídos y cobrando tarifas
más altas a los grupos sociales con mayor poder de pago. Más allá de la
cuestión de cómo manejar este recurso en formas sustentables a nivel
planetario se plantean las formas culturales de conservación y manejo
sustentable del agua.

La cultura del agua

Cuando hablamos de cultura del agua no debemos entenderla solamente


como una “cultura del cuidado y del ahorro del agua”, como una conciencia

La crisis del agua y el saber ambiental • 17


y un saber sobre los principios ecológicos para su conservación y manejo.
Culturalmente hablando, la cultura del agua tiene que ver fundamen­
talmente con las culturas del agua, con las diversas manaras como las cul­
turas han concebido al agua dentro de sus cosmogonías y sus prácticas
sociales; cómo se han insertado en el mundo del agua y en sus mundos
acuáticos de vida. La cultura del agua implica un conocimiento sobre las for­
mas como la apropiación económica de la naturaleza está generando la
escasez del agua y el estrés hídrico, generando conflictos socio-ambienta-
les y contribuyendo al cambio climático.
El consumo del agua se está duplicando cada 20 años, por encima del
crecimiento demográfico. Lo que lleva a preguntarnos por qué los seres
humanos consumimos más agua conforme progresa el mundo para man-
tener nuestro metabolismo. Lo anterior no sólo es resultado de las tera-
péuticas que hacen que la gente esté consciente de que tiene que tomar
más agua para mejorar su metabolismo y mejorar la figura. Por otra parte,
se vende cada vez más agua embotellada por las deficiencias de los servi-
cios de abastecimiento, calidad y distribución de agua potable, así como
por la falta de una normatividad eficaz que evite la creciente contaminación
del agua. Más allá de esas razones, el hecho de que estemos multiplicando
el consumo del agua y excediendo la cantidad que dictarían las necesida-
des endosomáticas de los seres humanos, tiene que ver con los usos que
se le está dando al agua, sobre todo con el metabolismo del agua en pro­
cesos productivos altamente intensivos en agua, generando grados cre-
cientes de desecamiento del planeta.
Sabemos por ejemplo que en el cultivo de los granos se emplean en
promedio 1,000 litros de agua por tonelada de granos cultivados y el doble
para la producción de una tonelada de pollo; el consumo de agua por uni-
dad de producto aumenta si pensamos en la producción de celulosa o de
cultivos transgénicos. La alta productividad de estos monocultivos agríco-
las o forestales, sean de cereales, oleaginosas o celulosa, dependen de altos
insumos de agua. De esta manera se producen mercancías “naturales” de
exportación, para alimentar el crecimiento económico en otras latitudes,
como es el caso de China. Así, la tecnologización y mercadeo de la natura-
leza en la economía global genera la reproducción ampliada del intercambio
desigual aunada a una inequitativa distribución ecológica: la exportación
neta de agua de zonas “megahídricas” como América del Sur, hacia otras

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regiones del mundo. Los efectos combinados de estos procesos económi-
cos alteran gravemente los ciclos hidrológicos en los ecosistemas, gene-
rando estrés hídrico, escasez de agua, desecamiento de tierras y cambio
climático.
Ejemplo de ello son las plantaciones de eucalipto para la producción
de celulosa, cuyos efectos son más o menos perniciosos en la alteración de
los ciclos hídricos dependiendo del tipo de suelos y de los ecosistemas.
Pero en todo caso, el crecimiento económico está induciendo procesos
productivos que demandan un consumo creciente de agua. Tal es el caso
con la producción de acero y muchos otros metales, no sólo en los proce-
sos de industrialización, sino también en los procesos de extracción como
es el caso de las nuevas empresas mineras que están entrando en todo
el continente americano, que son altamente consumidoras de agua y muy
contaminantes, y que vienen a revivir el colonialismo extractivo en la era
de la economía global.
El fuerte impacto hídrico y ambiental que están generando estos pro-
cesos productivos nos lleva a analizar con más profundidad la articulación
de los ciclos del agua con los procesos productores de vida; uno de los más
importantes es, sin duda, la conservación de los bosques y de las selvas, por
el papel regulador tan importante que desempeñan en los equilibrios eco-
lógicos del planeta. Empero, estos ciclos se están alterando: en parte, por-
que se están destinando grandes áreas boscosas y de sabanas —como en
los ecosistemas del cerrado en Brasil— para la producción de celulosa y de
otros monocultivos forestales. Lo anterior no sólo afecta la biodiversidad
de los ecosistemas, sino que está alterando los ciclos del agua y afectando
por esta vía el cambio climático.
Lo anterior nos lleva a una reflexión sobre la complejidad de estos pro­
cesos para ver que la solución no es simplemente la dotación de los
servicios públicos de abastecimiento, saneamiento y reciclaje para proveer
de agua potable a la ciudadanía. Estamos frente a una problemática mucho
más compleja, no sólo en el orden económico-instrumental-administrativo,
sino relativo al campo de la economía ecológica y la ecología política del
agua, de su distribución económica y ecológica; porque en todas estas alte­
raciones de los ciclos ecológicos lo que se está dando no es sólo una apro-
piación tecno-económica desigual de la dotación de recursos de agua

La crisis del agua y el saber ambiental • 19


dulce, sino la alteración de las complejas relaciones ecológicas que reper-
cuten en los fenómenos hidrometeorológicos del planeta.
El continente americano es el mejor dotado en recursos de agua dulce
del planeta, pero el hecho de que se estén utilizando amplísimos territorios
para la producción de transgénicos, no solamente implica que estamos sem­
brando riesgos socioambientales y contaminación genética, como en el
caso crítico de la contaminación del maíz en México. Retomando el caso de
Brasil, el hecho de utilizar el agua para la producción de transgénicos o
de celulosa implica que estamos extrayendo y transportando fuera de
nuestros territorios agua que debiera estar disponible para irrigar la capa-
cidad fotosintética de nuestra biodiversidad, para la producción de biomasa
y la producción de vida de nuestro continente. De esta manera, la econo-
mía global redistribuye la disponibilidad y los impactos del agua en el pla-
neta. La escasez del agua y el estrés hídrico está generando crisis políticas
en el mundo por las disputas por los recursos del agua. Estas no son nue­
vas; se vienen dando desde hace ya mucho tiempo en el Medio Oriente por
ejemplo, así como en nuestra frontera norte; y no son pocas la voces que
han señalado que las crisis sociopolíticas muy recientes del África del Nor-
te están vinculadas de alguna manera con la escasez del agua por sus im-
plicaciones en la falta de alimentos y el empobrecimiento de la población.
Los problemas ambientales y del agua no están vinculados solamente
al manejo técnico de un recurso natural; no son temas exclusivos de las
ciencias naturales y de las tecnologías, de la ecología y la economía; no
es un tema que vincula a los bosques con el agua, sino que genera conflic-
tos de acceso, apropiación, gestión y manejo del agua. La ecología política
vincula la cultura del agua con la pobreza, con la distribución ecológica del
planeta y la distribución económica del agua. Los complejos ciclos del agua
y la trama de la vida están intrincadamente vinculados con los procesos
eco­nómicos, la estructura social, la organización cultural y los conflic-
tos políticos.
La Guerra del Agua en Bolivia en el año 2000 no sólo fue un detonador
de procesos en contra de la privatización del agua, sino en favor de los de­
rechos de apropiación y gestión social del agua. Este movimiento no fue
solamente una reacción por la falta de acceso al servicio domiciliario del
agua y a las altas tarifas. De acuerdo con los analistas de este movimiento
social, la guerra del agua se presentó porque se estaba violando el derecho

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al manejo comunitario del agua. Este movimiento es representativo de las
reacciones sociales frente al proceso de privatización y acaparamiento
tecnoeconómico de la naturaleza en general, y no solamente del agua. De
allí vienen surgiendo otros reclamos de los pueblos indígenas y de la ciu-
dadanía por la gestión participativa de los bienes naturales comunes, por
autogestionarlos desde sus propias cosmovisiones y prácticas de produc-
ción y de vida con la naturaleza, exigiendo así su derecho de vivir en su
naturaleza, en sus territorios, en su agua; conforme a sus tradiciones y a
su cultura.

Ecología del agua y vivir en la naturaleza:


hacia un diálogo de saberes

La Guerra del Agua fue detonada como reacción hacia la violación de las
prácticas y los hábitos del manejo comunitario del agua. Lo anterior nos
lleva a plantearnos una gran pregunta: ¿será la humanidad capaz no sólo
de reconocer el pensamiento de la complejidad sino de vivir en la comple-
jidad ambiental, en una política de la diversidad, la diferencia y la otredad,
para efectivizar el derecho humano al agua, y en general, los derechos
comunes a los bienes comunes de la humanidad?
Aprender a vivir en la complejidad ambiental puede empezar con
ahorrar agua, con conocer los ciclos y el metabolismo del agua; con saber
cómo estamos alterando las dinámicas ecosistémicas y las condiciones de
sustentabilidad de la vida con el proceso de racionalización tecnoeconó-
mica que ha invadido al mundo; con saber que de ello depende la vida
actual y futura de la humanidad. Lo anterior debe llevar a comprender los
vínculos entre la dinámica del agua y el manejo sustentable de la natura­
leza; a restablecer los vínculos entre naturaleza y cultura. Ello significa
aprender a vivir en la diversidad cultural de los bienes comunes
De esta perspectiva se desprende que no hay una sola norma o una regla
general para vivir conforme a los ciclos ecológicos y las leyes de la natu­
raleza que ordenan la vida en el planeta. La sustentabilidad de la vida im-
plica saber reconocer las condiciones de la producción de la vida: la ne­
gentropía. No sólo se trata de aprender a vivir desde el principio de la
fotosíntesis y de la productividad ecosistémica de recursos bióticos; dentro

La crisis del agua y el saber ambiental • 21


de los ciclos y el reciclamiento del agua; es necesario aprender a convivir
en la diversidad cultural: en la diversidad de las formas culturales que
se entretejen en la trama ecosistémica como formas de habitar la natura-
leza. Esto implica recuperar la idea del ser-en-el-mundo como un vivir-en-
la-naturaleza, sabiendo que ser-dentro-de-la-naturaleza no es simplemente
“dejar ser al ser”, en el sentido de abandonarnos a las determinaciones y
al devenir de la naturaleza, sino aprender a vivir dentro de las condiciones
naturales y culturales para gobernar la sustentabilidad de la vida.
Lo anterior me lleva al último punto que quiero abordar y que tiene
que ver con los saberes del agua; no solamente al saber sobre el agua o la
naturaleza dentro de cada cultura, sino al diálogo de saberes, al encuentro
entre los saberes de las diferentes culturas. Vivir conforme a ese principio
es aprender a vivir en el cruzamiento de las distintas concepciones cultu-
rales sobre la naturaleza del agua, de sus ciclos y funciones, de su sentido
de vida; es entrelazar las formas simbólicas que dan sentido y que permi-
ten que los seres humanos floten en la vida y se sumerjan en sus profun-
didades oceánicas; que naden en sus lagos y fluyan en sus ríos; que se
dejen llevar por los cursos del agua pero que también los reorienten para
aprender a navegar por los ecosistemas y la biosfera por encima de las
fronteras políticas.
Eso nos lleva a aprender a convivir más allá de las fronteras nacionales
y de los confines de cada cultura. Para ello se necesita una ética. La ética
del agua no es solamente la ética de la conservación y el manejo sustenta-
ble del agua, sino la ética del Diálogo de Saberes, entendiendo que estos
saberes sobre el agua y la naturaleza se forjan en territorios culturales.
Saber entrelazar esos saberes no es solamente saber que las diversas
vertientes de los ríos habrán de encontrarse en una desembocadura co-
mún, saber que los ríos que bajan desde las alturas de las montañas de
Bolivia en el corazón de América Latina, que van escurriendo y traspasan-
do fronteras, bañando sus territorios y lamiendo sus litorales, habrán de
fundirse en el Delta del Río de la Plata. En su fluir, los ríos vivos no sólo
encuentran los obstáculos de las represas hidroeléctricas, sino que enfren-
tan conflictos por la apropiación del agua o por los efectos desiguales
de su contaminación. De esta manera, las cuencas compartidas son objeto de
disputas como las generadas por las empresas papeleras entre Argentina
y Uruguay; pero también de esfuerzos comunes para compartirlas. Tal es

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el caso del proyecto del Centro de Saberes y Cuidados Socioambientales de
la Cuenca del Plata, que integra a los gobiernos y a la ciudadanía de los
cinco países que la comparten —Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uru-
guay—, a las diversas culturas de los pueblos y territorios que van así
dialogando, intercambiando experiencias, reenlazando los ciclos del agua
y de la naturaleza con la reconducción de sus flujos con los nuevos cauces
que abren las culturas del agua, hacia la construcción de una civilización
de biodiversidad y diversidad cultural, basada fundamentalmente en los
principios de la vida, de la organización ecológica y los flujos hidrológi­
cos del planeta: de una racionalidad ambiental que se articula y construye
desde un diálogo de saberes, hacia un futuro sustentable.
Esta racionalidad se construye a contrapelo de la racionalidad econó-
mica e instrumental instaurada en el mundo como un orden global hege-
mónico pero insustentable; de un mundo donde se han generado formas
de pensamiento y percepción alejadas del saber de la vida que han instau-
rado una estrategia instrumental con la cual actuamos y transformamos
la naturaleza que nos constituye. Esto es lo que se nos presenta hoy, con la
crisis ambiental, como el mayor desafío de la humanidad:
¿Está la humanidad capacitada para responder a este reto de supervi-
vencia?
¿Podremos reconstituir el mundo desde su complejidad ambiental ha-
cia la sustentabilidad?
O tendremos que resignarnos a aceptar que el ser humano no está a la
altura de resolver los problemas que se ha creado, que el pensamiento
metafísico, las categorías a priori de la razón y los paradigmas de la ciencia
moderna, se han convertido en una camisa de fuerza, en una jaula de ra-
cionalidad que inunda al mundo y ahoga al ser en el desecamiento del
planeta, ante la impotencia de reinventar la existencia humana conforme a
las condiciones de la vida.
Quisiera dejar mi intervención en esta provocación, en este desafió
ante la crisis ambiental que es tan complejo como el enigma de la exis-
tencia humana. Pretender ofrecer una solución concreta, una guía meto-
dológica para la acción, un paradigma más certero —esa ambición por
lo objetivo, lo seguro, lo concreto— sería seguir echando concreto sobre los
flujos naturales de la vida, seguir pavimentando caminos sobre cauces de
los ríos, como el Tacuba o el Tacubaya, y vaya usted a saber cuantos más.

La crisis del agua y el saber ambiental • 23


Ciertamente se puede transitar sobre el asfalto tanto como navegar los ríos,
y cuando se saturan esas vías se pueden construir segundos pisos. Pero la
gran pregunta es saber si la concretización de estas vías de racionalización
tecno-económica habrá de llevarnos hacia la sustentabilidad; o si tendre-
mos que aprender a dejarnos llevar por las corrientes del agua y por los
flujos sanguíneos que bombea el corazón de la vida.
Territorios del agua-vida: cultura y democracia
Ramón Vargas*

Es bueno recordar que el agua es flujo, movimiento, circulación.


Por lo tanto, por ella y con ella fluye la vida; de esta manera,
el ser vivo no se relaciona con el agua.
Él es agua. Es como si la vida fuese otro estado
de la materia agua, además de líquido, sólido,
y gaseoso, estado vivo.
Carlos Walter Porto-Gonçalves1

Introducción

Esta presentación intenta ser un aporte conceptual a los desafíos que en-
frentan las comunidades campesinas sean mestizas, indígenas, o de afro-
descendientes que viven y ocupan territorios rurales en América Latina,
principalmente en lo que fuera denominado “la problemática del agua”.
Uno de los temas más críticos para poder vivir en las zonas rurales es
el “tema del agua”. Mayoritariamente se lo ha enfocado como si fuera un
tema de los expertos y técnicos “hídricos” en sus distintas ramas discipli-
nares: ingenierías civiles, hidráulicas, sanitarias, forestales, agronómicas,
por mencionar sólo algunas de las más usuales.
Los planes y programas oficiales han tomado distintos sectores de
focalización: agua potable, riego, conservación de suelos y control de ero-

* Ha sido autoridad de agua de la Provincia del Chaco en Argentina y colaborador del
Programa Hidrológico Internacional de unesco desde 1982 y la Red de Educación y Capacita-
ción Ambiental de América Latina desde 2003. Coordinador del Programa de Cultura del Agua
para América Latina del phi desde el 2004. Correo: ramonvargas@arnet.com.ar
1
 Carlos Walter Porto-Gonçalves: “El desafío ambiental”, pnuma , México, 2006, ed.
español.

25
sión, construcción de alcantarillados y letrinización, reforestación, por
poner algunos ejemplos.
Últimamente hay una tendencia a que este trabajo se promueva por la
programación de tareas por cuencas con la denominación de Gestión Inte-
grada del Recurso Hídrico. Éste intenta superar la etapa sectorializada del
manejo del recurso hídrico. Se supone que el gran salto conceptual es
el de ampliar la mirada y no sólo observar la “oferta” del recurso agua, sino
también mirar la “demanda”.
El intento no ha podido saltar conceptualmente la visión mercantilista
que se filtra mediante el uso de términos como oferta y demanda.

Nuestro enfoque

Las luchas sociales de los campesinos —indígenas, afrodescendientes y


mestizos— que recorren todo nuestro continente, centradas en la tenencia
de la tierra, para quienes no la poseen; o en la defensa de los propios terri­
torios de sus comunidades ante las mil formas de agresión de la sociedad
dominante, también tienen un requerimiento que muchas veces no es ex-
plícito, que es “tener agua” o “resolver sus problemas de agua”.
En nuestra propia práctica cotidiana y en recorridos por las áreas ru-
rales de distintas ecorregiones de América Latina, hemos visto las limita-
ciones que tiene la “solucionática tecnológica y sectorial” a los problemas
de agua de la población rural.
Por ello nos inclinamos hacia el “enfoque cultural” desde lo que llama-
mos una cultura democrática del agua y el ambiente. Y en forma más radi-
cal nos proponemos avanzar en una construcción conceptual que llamamos
“agua-vida”, que reúne en un solo campo conceptual el agua que sustenta
las actividades que se desarrollan en el territorio y la vida misma.
Partimos de la base de una revisión de nuestras propias ideas, de nue-
vos aportes teóricos conceptuales y los aportes que surgen de talleres
realizados en comunidades campesinas y con técnicos de Organizacio­
nes no gubernamentales (ong) e instituciones gubernamentales desde
finales de la década de los ochenta a la fecha.
En los últimos años, aparece una fuerte necesidad de trabajar el agua
y el ambiente como una sola unidad inseparable, aún en términos peda­
gógicos, cuidando de no separarla de la sociedad y el territorio campesino.

26 • Ramón Vargas
El avance conceptual en la definición de la sustentabilidad, producto
del debate y aportes de la ética y sus valores, de los saberes ambientales, de
la economía ecológica, y de las propias formulaciones y definiciones que
tienen su origen en los movimientos campesinos, indígenas, y de otras
fuerzas sociales, como también de la organizaciones de la sociedad civil,
nos ha permitido incluir el tema del agua dentro de la sustentabilidad.
Por ello cuando hablamos de sustentabilidad estamos hablando del
agua, la vida y los territorios campesinos. Esto nos ha llevado a centrarnos
en los siguientes ejes.

Agua-vida: el cuarto estado del agua

Se propone asumir que el agua tiene un cuarto estado que se distingue


claramente del agua en sus estados sólido —hielo, granizo, nieve, escar-
cha, etcétera—, líquido —lluvia, ríos, lagos, acuíferos, mares— y gaseoso
—vapor, humedad ambiente—. Lo hemos denominado agua-vida.2
Esta denominación no es inocente. Tiende a recuperar el valor bioló­
gico, cultural y social de este elemento vital y evitar que sea disociado de
su esencia ética. Si el agua es vida debe ser sagrada como la vida misma.
Se podrían ampliar los argumentos que justifican esta distinción expo-
niendo una serie de fenómenos entre las moléculas de agua y aquellas
moléculas orgánicas e inorgánicas que constituyen la base de los seres vi­
vos y que sobrepasan los fenómenos que se distinguen en las ciencias
físico químicas. Algunos de estos fenómenos, que se asimilan a los estados
de superconductividad y superfluidez de la física cuántica,3 escapan a la
caracterización que se hace de sólido, líquido y gaseoso, cuando están
formando parte de la materia viva.4
2
 “De allí el sentido de considerar a la vida como otro estado del agua y de tomar a la
sociedad, con todas sus contradicciones, como parte del ciclo del agua”, dice Carlos Walter
Porto-Gonçalves, en “El desafío ambiental”, pnuma, México.
3
 Nos referimos a los fenómenos de “condensación de Bose-Einstein”, que se producen a
muy baja temperatura próximas al cero absoluto y son considerados el quinto estado de
la materia. Fenómenos similares se describen enel funcionamiento del cerebro pero a
temperaturas biológicas.
4
 Oscar Castro García, de la Universidad Autónoma de Barcelona, dice: “El agua
citoplásmica tiene características únicas por ser un componente importante de un organismo
vivo: el agua está de alguna manera viva”, “Aspectos biosemióticos de la conciencia: En
búsqueda de los signos de la vida y su referencia a la conciencia como principio teleonómico”,
Pensamiento, vol. 62, núm. 234, Madrid, 2006.

Territorios del agua-vida: cultura y democracia • 27


No debemos olvidar un dato central del ciclo del agua: 63 por ciento
del agua terrestre transcurre por los seres vivos, a esto se ha denominado
“agua verde” y es otra razón que nos induce a plantearnos esta categoría
conceptual del agua vida.
Asumir el concepto de agua-vida es intentar asumir que el agua es vital
para todos los seres vivos, sus comunidades y territorios. Por ello este
concepto adquiere el carácter de principio “hidro-bio-céntrico” y como tal
forma parte de las familias de bienes comunes.5 De este modo el agua deja
de ser esa substancia “incolora, inodora e insípida”, social, política y cultu-
ralmente apolítica y pasa a tener todos los colores y sabores de la vida.

Los territorios campesinos del agua-vida

Se pone en el centro de nuestra reflexión el espacio social, natural y cultu-


ral en el que desenvuelven su vida familiar, productiva y organizativa, las
comunidades campesinas: los territorios campesinos del agua-vida. Esto
se expresa en distintas formas de manejo y organización del territorio, de
las propias actividades y las formas individuales o colectivas de resolver
sus problemas de agua-vida.
Estos territorios poseen todas las formas de apropiación y tenencia
de la tierra y de utilización de sus recursos naturales. Pueden estar legal-
mente reconocidos o en distintos grados de formalización de la misma o
de “ilegalidad”, según las respectivas historias y legislaciones de los distin-
tos países de América Latina.
Pueden estar consolidados en una sola unidad territorial o fragmenta-
da en parcelas de uso individual o colectivo. Esto genera una singularidad
específica de cada lugar, que no puede ser abarcada sino en términos ge-
nerales en un trabajo como el que se presenta, pero que es insoslayable a
la hora de trabajar con comunidades campesinas concretas.
Por tanto consideramos los territorios campesinos del agua-vida como
aquellos espacios en los que estos toman decisiones individual o colectiva-
mente para satisfacer sus necesidades humanas fundamentales y los re-
querimientos de agua que tienen para sus familias, actividades productivas
y organización del territorio incluidos los espacios ambientales, sociales y
5
 Véase Silke Helfrich et al., “Genes, bytes y emisiones: bienes comunes y ciudadanía”,
Fundación Heinrich Böll, 2008 y Maude Barlow, “El agua nuestro bien común: hacia una
nueva narrativa del agua”, versión en español, Fundación Heinrich Böll, 2007.

28 • Ramón Vargas
culturales que garantizan sus manifestaciones vitales autónomas. Por tanto,
estos espacios están cargados de significaciones culturales y sociales que
serán propios de cada comunidad en relación con su entorno socioam-
biental.
Estos espacios o territorios campesinos no sólo están sujetos a las
decisiones de los propios campesinos y sus comunidades, sino que sufren
el accionar de otros actores económicos, políticos o sociales que se en-
cuentran fuera de sus organizaciones. Esta situación genera impactos que
también deben ser considerados a la hora de organizar cotidianamente la
vida en estos territorios.
Por ello si el agua es vida… el manejo de la misma debe estar en manos
campesinas. Esto es un profundo cambio en las concepciones de la gestión
del agua vigentes. Tanto desde el punto de vista de quiénes deciden, como de
quienes se benefician.
Y si el agua es vida, es vida en la naturaleza, en la sociedad y en la
cultura. No podemos disociarla, sino muy por el contrario, debemos cuidar
para que esté en permanente equilibrio con las necesidades humanas fun-
damentales6 de la sociedad, que expresan culturalmente los satisfactores
que ella define y en las funciones y significaciones que le otorgan al terri-
torio-naturaleza del que se nutren.
No podemos separar el agua-vida del ambiente, de los ecosistemas, de
los otros recursos naturales, del paisaje, del uso y goce de los bienes
comunes, de la vida comunitaria y familiar.
El tejido de redes entre la sociedad, la naturaleza y la cultura son tan
infinitas, que toda fragmentación en los conocimientos y en las acciones
pone en riesgo la verdadera armonía y felicidad de la comunidad y sus
integrantes.

Manejo campesino del agua-vida de sus territorios

Los principales tomadores de decisiones en los territorios campesinos


son los que se sustentan con los resultados de su propia acción. Esto no
es tan fácil, en la medida que las comunidades están permanentemente
influenciadas desde espacios externos de decisión que las enajenan de sus
propias potencialidades.
6
 Necesidades humanas fundamentales en el sentido propuesto en “Desarrollo a escala
humana”, por Max Neef, Manfred, Elizalde, Antonio y Hopenhayn, Martín, 1986.

Territorios del agua-vida: cultura y democracia • 29


Políticas gubernamentales y bombardeo permanente de la “mercado-
cracia” interfieren en la aplicación de las propias razones para lograr la
sustentabilidad.
Criterios como “escasez”, “eficiencia”, “rentabilidad”, “productividad”,
“uso racional”, como tantos otros tienden a introducir, de contrabando,
lógicas ajenas a la de las propias comunidades campesinas.
La recuperación de la soberanía sobre los saberes, las palabras, la crea­
tividad, los alimentos, en fin, sobre la vida misma es más que una meta
posible, es el motor mismo de la sustentabilidad.

Sustentabilidad

El debate se inició con la definición de “desarrollo sustentable” en 1987,


dada por la Comisión Bruntland cuando dice: “…el desarrollo es sustentable
cuando satisface las necesidades de la presente generación sin compro­
meter la capacidad de las futuras generaciones para que satisfagan sus
propias necesidades”.
El desarrollo tiene una carga de crecimiento infinito que es contradic-
torio con el adjetivo de sustentable. Por ello proponemos directamente
hablar de sustentabilidad como sustantivo. Es decir ponerlo en el centro
de la reflexión conceptual en los territorios campesinos.
Si hay algo que han demostrado las comunidades campesinas es su capa­
cidad de sobrevivir en el tiempo y en los espacios que aún conservan en
sus manos. Por tanto, la sustentabilidad es sustantiva en la vida campesina.
El problema no se trata de “conservar” los territorios sino “transfor-
marlos bien” y esto requiere una cultura de la sustentabilidad. Inscripta en
ella se encuentra la cultura del agua-vida y en consecuencia la cultura de-
mocrática del agua-vida.
En las palabras de Ángel, Felipe:

El problema ambiental consiste, a mi modo de ver, en que los equilibrios cul-


turales tampoco pueden traspasar ciertas barreras. La cultura tiene también
límites de resiliencia, que aunque no coincidan exactamente con los límites
ecosistémicos, no por ello dejan de existir. La transformación tecnológica de
los ecosistemas tiene que crear nuevos equilibrios en los que sea posible la
continuidad de la vida. Ello no significa, como lo veremos, plantear la posibili-
dad de un desarrollo sustentable, sino afirmar la exigencia de la cultura como
estrategia adaptativa.

30 • Ramón Vargas
Es dentro de esta cultura de la sustentabilidad en la que se inscribe la
cultura del agua-vida en los territorios campesinos.

Vitalidades

Los territorios campesinos son fundamentalmente los espacios de las vi­


talidades. Es el espacio del Ser. El nacimiento, la germinación, el alumbra-
miento de los manantiales, el alimentar la tierra, la siembra, la recolección
de los frutos, los lazos solidarios, las tareas colectivas, entre tantas activi-
dades que están rodeadas de festividades, de alegrías, de compartir el co-
tidiano construir de la cultura.
Se sostiene que lo campesino no es un modo de producir sino un modo
de vivir. Que la denominada “lógica campesina” tiene su principal eje en la
seguridad y reproducción de la vida. En definitiva, confluye con la susten-
tabilidad de la vida en la naturaleza, en la sociedad y en la cultura.
Creemos que es en la construcción cotidiana de futuros, en la espera
de los tiempos de cosecha, de reproducción de la vida en que se asienta la
sustentabilidad.

Somos agua desde siempre

No existe la vida sin el agua. Todos los seres vivos somos más agua que
otra cosa y somos más flujos que acumulaciones. Por ello, somos agua en
movimiento. En el momento que se detiene ese flujo, se detiene la vida y
el agua deja de ser agua viva.
Por tanto, la denominada “crisis del agua” es y será la crisis de la vida.
No es una crisis más que se resuelva con más mercado y más tecnología. Con
más controles o más participación. Por el contrario, enfrentará —ya en-
frenta— a la sociedad mundial y a cada uno de nosotros a un cambio civi-
lizatorio. Por esta razón los pueblos se están alzando en defensa de su vida
al defender el agua-vida. El derecho al agua es el derecho a la vida.
El agua es vida, es ambiente, es sociedad, es cultura. No hay ninguna
posibilidad sustentable de privatizar los flujos y acumulaciones del agua, a
condición que no exista paz y armonía.
El espacio del agua es un espacio público por excelencia. No puede ser
un espacio privado, sectorializado, disciplinado, fragmentado a menos que
se prive a los pueblos de su vida.

Territorios del agua-vida: cultura y democracia • 31


Este espacio público no debe ser confundido con el espacio guberna-
mental; del mismo modo que el espacio de la sociedad civil no puede ser
confundido con el espacio “no gubernamental”.
En gran parte este espacio público es un lugar privilegiado de los bie-
nes comunes: el agua, el bosque, los peces, el aire, el paisaje, y tantas otras
cosas que las comunidades sienten y administran localmente como tales.
Entre tantas, también la fiesta.
El espacio común es el espacio de la fiesta por la vida plena. Es el espa­
cio de la ética de la vida que nos hermana con los otros y con lo otro. Es el
espacio del “ciclo del pan, la paz y el amor” (Kusch, 1999 y 2002)7 y que
nada tiene que ver con el “ciclo del mercader” con el crecimiento infinito
que ha demostrado su total insustentabilidad.
Este espacio común se sustenta en valores éticos de solidaridad, coo-
peración, reciprocidad, complementariedad, equidad, democracia, austeri-
dad, respeto por el otro. Es el espacio donde se construyen los modos y
medios de satisfacer las necesidades humanas fundamentales (subsisten-
cia, protección, afecto, ocio, creatividad, participación, identidad, entendi-
miento, trascendencia, y libertad)8 de cada cultura y periodo histórico y
que caracterizan a las sociedades y su devenir en el tiempo.
¿Podremos transformarnos íntimamente para asumir esta construc-
ción o seguiremos prolongando y reforzando en el tiempo aquellos valores
que nos han llevado hasta la insustentabilidad de la vida misma?

La centralidad de la cultura en la organización


del agua-vida de los territorios

En 2003, “llamamos ‘cultura del agua’ al conjunto de modos y medios utili-


zados para la satisfacción de necesidades fundamentales relacionadas con
el agua y con todo lo que dependa de ella. Incluye lo que se hace con el
agua, en el agua y por el agua para ayudar a resolver la satisfacción de
algunas de estas necesidades fundamentales. Se manifiesta en la lengua,
en las creencias (cosmovisión, conocimientos), en los valores; en las nor-

 R. Kusch, América Profunda y Obras Completas.


7

 M. Max-Neef, A. Elizalde, Hopenhayn; con colaboración de F. Herrera, H. Zemelman, J.


8

Jotabá y L. Weinstein Desarrollo a Escala Humana: una opción para el futuro, Cepaur-Funda­ción
Dag Hammarskjöld, Santiago de Chile, 1986.

32 • Ramón Vargas
mas y formas organizativas; en las prácticas tecnológicas y en la elabora-
ción de objetos materiales; en las creaciones simbólicas (artísticas y
no artísticas); en las relaciones de los hombres entre sí y de éstos con la
naturaleza y en la forma de resolver los conflictos generados por el agua.
La cultura del agua es por lo tanto, un aspecto específico de la cultura de
un colectivo que comparte, entre otras cosas, una serie de creencias, de va­
lores y de prácticas respecto de ella”.9
En ese momento no comprendíamos totalmente el sentido del agua-
vida que aquí proponemos, aun estando implícita en nuestra definición.
Más adelante intentamos subsanar esto hablando de cultura del agua y el
ambiente. Con el tiempo nos damos cuenta que tenemos que radicalizar
el uso del lenguaje, para evitar algunos traspiés a los que nos conduce el
separar el agua del ambiente.
El lenguaje nos traiciona, por ser lineal y nos lleva, en nuestras iner-
cias conceptuales, a seguir disciplinando al agua y al ambiente.
El agua-vida es indisciplinada. Nos obliga permanentemente a trascen-
der la sustancia “incolora, inodora e insípida”. Es un concepto que al mismo
tiempo es agua y no agua; es vida y no vida en una suerte de caleidoscopio
de sentidos y sentires, de significados y signos yuxtapuestos y dinámicas de
flujos y acumulaciones, sobre los cuales todavía nos quedan tareas pen-
dientes, para liberarla del peso traicionero de nuestra jerga “hídrica” experta.
Deberemos seguir navegando al mismo momento en que estamos
construyendo nuestra nueva barca conceptual, asumiendo el riesgo que
esto significa.
La tesis central de nuestra propuesta es que sin cambio cultural no puede
darse un cambio en la organización de los territorios del agua-vida. Esto
implica que la cultura del agua-vida debería dejar de ser considerada como
un componente más de los proyectos, programas y planes para pasar a ser
entendida como generadora y condicionante de todos los otros componen-
tes de la organización y utilización de los territorios.
Las actividades sobre el territorio deberían ser entendidas como el “hacer
concreto” del conjunto de la sociedad y la “cultura del agua-vida” el fondo
profundo que embebe todas las conductas individuales e institucionales
que se expresan en una sociedad en relación con el agua-vida. Aun así, nos
falta algo más.

 R. Vargas y N. Piñeyro, El Hidroscopio, pnuma-unesco, Montevideo, 2005.


9

Territorios del agua-vida: cultura y democracia • 33


Cultura democrática agua-vida

Impulsar la cultura democrática del agua-vida desde la Sociedad Civil es


reconocer la importancia sustancial de los actores sociales que toman las
decisiones que tienen que ver con el agua y la vida; desde las decisio-
nes cotidianas —el agua de nuestro cuerpo— hasta la organización de las
actividades sobre el territorio y de todas las interrelaciones que éstas nos
generan.
No es un tema que se pueda dejar en manos de “expertos” contratados
por el poder, sino que debe estar en manos de cada uno de nosotros, en
distintos ámbitos de organización: nuestro cuerpo, nuestra casa, nuestro
huerto, nuestra “milpa”, nuestro barrio, nuestra chacra, nuestra ciudad,
nuestra región, nuestros ríos, arroyos y lagunas, nuestro mar, nuestro terri­
torio, nuestro continente, nuestro planeta. Nuestro espacio común, público:
la vida.
Espacio común, no sólo como territorio, sino también espacio simbólico,
de sentidos y sentires; espacio de comunicación y de comunidad de respe-
tos por los otros y por la naturaleza; espacio de diversidad cultural, social,
ambiental, política.
En la figura 1 pretendemos mostrar simplificadamente las interrelacio-
nes que se pueden establecer para generar un proceso desde la cultura del
agua —el agua es de todos y no es de nadie—, hacia el desarrollo de una
cultura democrática del agua-vida.
En definitiva, nuestra convicción es que es desde la cultura que se produ-
cen los cambios sociales y que es desde la cultura democrática —no la que
entiende el liberalismo, claro— que el agua y la vida serán sustentables.
Es nuestra vida y la de nuestros hijos y nietos, la que está en juego
cuando hablamos del agua-vida. La toma de decisiones sobre el agua y
todo lo que dependa de ella es un acto que puede implicar la expropiación
de la vida o la sustentabilidad de la misma. Va más allá de los partidismos
políticos, nos iguala en la sed o en la inundación. Es por naturaleza demo-
crática y fluida. Y por tanto es sagrada como la vida. Escuchamos a un
vecino: “a nadie se le niega un vaso de agua”. Desde esa sabiduría tan simple
nos está diciendo: nadie tiene el derecho de quitarnos el agua, ni la vida.
Por ello debemos enarbolar este derecho y sostenerlo en la toma de deci-
siones (véase figura 1).

34 • Ramón Vargas
Figura 1
Esquema de toma de decisiones en materia del agua

Espacio gubernamental
Gobernabilidad

Espacio público
Cultura Organización
Democrática del Democrática del
Agua-vida Territorio
Bienes comunes

Empoderamiento
Espacio sociedad civil

Fuente: Elaboración propia.

Vivimos un profundo proceso de cambio. No un cambio de época, sino un


cambio de civilización. Por ello estamos hablando de un proceso “hacia
una cultura democrática del agua-vida” y esto lo postulamos desde una
concepción ética de la vida.
La cultura y la biósfera: ruptura de un paradigma
Eduardo Espinosa*

No había nada que estuviera en pie;


sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo.
No había nada dotado de existencia.
Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche.
Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores,
estaban en el agua rodeados de claridad.
Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules,
por eso se les llama Gucumatz.
De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza.
De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo,
que éste es el nombre de Dios. Así contaban.
Llegó aquí entonces la palabra…
Popol Vuh

Introducción

La cultura que en términos generales está asociada con la forma en cómo los
seres humanos históricamente hemos satisfecho nuestras necesidades, a
partir de la industrialización ha sido depredadora del medio ambiente, lo
cual nos ha llevado a destrozar de una patada la naturaleza, como lo afirma
Herman Daly, por esta razón este trabajo parte del análisis de la crisis de
la ecología. En seguida se muestra cómo el crecimiento económico asocia-
do con el consumo excesivo de energía, transformando la cultura, como lo
menciona Erik From: “el amor [y la solidaridad] nos es algo que se pueda
tener, sino un proceso… Puedo amar, puedo estar enamorado, pero no ten-

* Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, unam y Escuela del Agua.


Correo: eduardoespinosam2@gmail.com

37
go… nada; de hecho, cuanto menos tenga, más puedo amar”. Contraria-
mente al precepto máximo del neoliberalismo “consumo, ergo soy”, con su
corolario de “si yo soy consumidor, soy un ciudadano libre”, señalaba
Fromm hace más de dos décadas.
Al hablar de cultura del agua en el siglo xxi se debe partir del recono-
cimiento de que nos encontramos inmersos en la crisis del medio ambiente,
la primera vez que se tocó la alarma ecológica fue en 1968, con la publica-
ción libro de Rachel Carson La primavera silenciosa, en el que se documentó
las consecuencias mortales sobre los pájaros y ecosistema, como conse-
cuencia del uso indiscriminado de los insecticidas como el ddt.
La cultura occidental ha sido depredadora de la naturaleza y se a ma-
nifiesta así como síntoma de una crisis de la civilización, marcada por el
modelo de modernidad regido bajo el predominio del desarrollo de la ra-
zón tecnológica por encima de la organización de la naturaleza. La cuestión
ambiental problematiza las bases mismas de la producción; apunta hacia
la desconstrucción del paradigma económico de la modernidad y la cons-
trucción de futuros posibles, fundados en los límites de las leyes de la
naturaleza, en los potenciales ecológicos y en la producción de sentidos
sociales en la creatividad humana. Debe considerarse también al medio
ambiente como una combinación entre la biósfera y la cultura.

La crisis ambiental

En el manifiesto por la vida1 se resume y describe a la crisis ambiental


como una crisis de civilización. Es la crisis de un modelo económico, tec-
nológico y cultural que ha depredado a la naturaleza y negado a las cultu-
ras alternas. El modelo civilizatorio dominante degrada el ambiente, sub-
valora la diversidad cultural y desconoce al Otro —al indígena, al pobre, a
la mujer, al negro, al Sur— mientras privilegia un modo de producción y
un estilo de vida insustentables que se han vuelto hegemónicos en el pro-
ceso de globalización.
Asimismo es indispensable considerar la siguiente reflexión del doctor
Leff “la crisis ambiental que se cierne sobre el mundo aún se percibe como
una premonición catastrofista, más que como un riesgo ecológico real para
1
 Manifiesto por la vida, por una Ética para la Sustentabilidad, pnuma, 2002.

38 • Eduardo Espinosa
toda la humanidad”. En la “sociedad del riesgo” del mundo actual, la inse-
guridad global está más concentrada en la guerra generalizada y en la
violencia cotidiana antes que en el peligro inminente de un colapso ecoló-
gico. La amenaza que se ha establecido en el imaginario colectivo y que man­
tiene pasmado al mundo es la del terrorismo y la narcoviolencia, que se
manifiesta en un miedo a la vida al derrumbarse las reglas básicas de
convivencia y de una ética de y para la vida, más que en una conciencia
de la revancha de una naturaleza sometida y explotada o de una concien-
cia de las causas de la insustentabilidad. La ley límite de la entropía está
muy alejada del conocimiento común, del imaginario colectivo y de la ex-
periencia vivida como para generar una conciencia que responda efectiva-
mente al riesgo ecológico y que reconduzca la acción hacia la construcción
de sociedades sustentables.

• Las dos causas principales de la degradación ambiental son la pobreza


continua de la mayoría de los habitantes del planeta y el consumo exce-
sivo de energía por parte de la minoría.
• Esta tendencia es insostenible y la postergación de la adopción de
medidas ya no es una opción viable.

La cultura

En este apartado se trata de reflexionar sobre el debate actual sobre cultu-


ra y no sobre un catálogo de definiciones, con la finalidad de expresar lo
que es en la actualidad la cultura y presentar una propuesta de cultura del
agua.
La cultura, en términos de civilización, es un concepto importante dentro
de las ciencias sociales, la cual aparece inicialmente en términos sólo epis-
temológicos. En este contexto el término se refiere a la acción o proceso de
cultivar la cultura que se lleva a cabo mediante la educación o formación
del ser humano en dos sentidos, uno subjetivo y otro objetivo. 1) Se difunde
en el individuo en sus hábitos y costumbres que se consideran distingui-
dos en la sociedad a la que pertenece. 2) Calificativo de un determinado
grupo social, del que se dice tiene una cultura si posee un patrimonio his-
tórico, constituido por obras del pasado consideradas valiosas desde la
perspectiva estética, científica y espiritual.

La cultura y la biósfera: ruptura de un paradigma • 39


Modelo evolucionista de cultura

Para Taylor, la cultura humana es el producto de una evolución natural,


sujeta a leyes que rigen las facultades mentales del animal humano en su
estado social. De esta forma, la evolución de la cultura podría ser objeto
de estudio científico y tal fue su objetivo. Por ello centró su metodología de
trabajo en la clasificación y comparación de hechos antropológicos. En
efecto, fue un pionero en la realización de trabajos cuantitativos de campo
en etnología.
Morgan, centró su interés en la evolución social de la familia, desde las
parejas circunstanciales hasta la monogamia, considerada propia de la ci-
vilización. Establecía Morgan tres etapas sucesivas y graduales:

1. Salvajismo: que a su vez se dividía en inferior-medio —identificado por


la pesca y el dominio del fuego— y superior —con dominio de armas
como el arco y la flecha.
2. Barbarie: en el nivel inferior solamente con el dominio de la alfarería y
la domesticación; en el medio, con la conquista de la agricultura y el
hierro, en el nivel superior.
3. Civilización: etapa correspondiente a los pueblos que desarrollaron el
alfabeto fonético y que poseen registros literarios.

Así, determino que existían diferentes tipos de familias que evolucionaban


hasta llegar a la familia patriarcal en sus formas poligámica y monogámica.

El difusionismo

Es conceptualmente una reacción a las ideas evolucionistas de unilatera­


lidad, esto es, al evolucionismo universal de acuerdo con leyes determi­
nadas. Así, esta escuela se centró en la similitud de objetos pertenecientes
a diferentes culturas y especulaciones sobre la difusión de estos objetos
entre culturas. Así, un objeto se había inventado una sola vez en una so-
ciedad en particular y a partir de allí se expandía a través de diferentes
pueblos.

40 • Eduardo Espinosa
En definitiva, el difusionismo, en contraste con el evolucionismo que
postula un desarrollo paralelo entre civilizaciones, enfatiza el contacto cul-
tural y el intercambio, de modo tal que el progreso cultural mismo se com-
prende como una consecuencia del intercambio.
De esta forma, al producirse un contacto entre dos culturas se estable-
ce un intercambio de rasgos asociados que pasan a formar parte de la
cultura que los ha tomado en calidad de “préstamo”.
Concepto de préstamo cultura. Es el traspaso de elementos culturales
a través de un proceso selectivo luego del cual los rasgos que más se adap-
tan a la cultura son asimilados de modo tal que hasta se transforman in-
cluso en su función.
Se consideran aportes del difusionismo a la importancia otorgada a
la interrelación entre los fenómenos culturales, la notable acumulación de
información etnográfica y la insistencia en los trabajos de campo.

Teoría científica de la cultura

Bronislaw Malinowsky desarrolló una concepción de las necesidades hu-


manas, partiendo de una visión biologicista: “Tenemos que basar nuestra
teoría de la cultura en el hecho que todos los seres humanos pertenecen a
una especie animal. El hombre como organismo tiene que existir en con-
diciones que no sólo aseguren la sobrevivencia sino que permitan un me-
tabolismo sano y normal. Por naturaleza humana, por tanto, entendemos
el determinismo biológico que impone a toda civilización y a todos los indi­
viduos la relación de ciertas funciones corporales como respirar, dormir,
descansar, nutrirse, excretar y reproducirse”.
Malinowsky considera necesario cambiar la terminología: abandona
“impulsos”, considera de momento “motivación” y luego adopta “necesi-
dad”, que debe ser predicado no con referencia a un individuo sino a la
comunidad como un todo. Por necesidad entienden las condiciones del
organismo humano —en el medio cultural y en la relación de ambos con
el medio natural—, que son suficientes y necesaria para la sobrevivencia
del grupo y del organismo.

La cultura y la biósfera: ruptura de un paradigma • 41


Otras corrientes

L. Kroeber desarrolló la dicotomía entre la superficie y profundidad lla-


mándolas eidos y ethos. El eidos de una cultura “sería su apariencia, sus
fenómenos, todo aquello que se puede describir explícitamente”; mientras
que la realidad escondida, más profunda, que proporciona coherencia y
regularidad a la superficie fenoménica es el ethos. Desde esta mirada an-
tropológica, la gestión del agua pertenecería al dominio del eidos y a la
organización social; y la cultura del agua al dominio del ethos y la estruc-
tura social.
La gama de especialistas que hablan sobre cultura es amplia. Hay quie-
nes como Taylor sostienen que “la cultura o la civilización es un todo com-
plejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el dere-
cho, las costumbres y cualquier otros hábitos y capacidades adquiridos
por el hombre en cuanto a miembros de una sociedad. Para Hollaner “una
cultura es un modo de vida”, en tanto que una sociedad está compuesta
por personas que viven de acuerdo con sus directrices. Para Rocher cultu-
ra se identifica con las formas de hacer, sentir y pensar. La cultura se re-
fiere tanto a la invención como a la preservación, a la discontinuidad como
a la continuidad, a la novedad como a la tradición, al a ruptura de modelos,
al seguimiento de normas como a su superación, a lo único como a lo
corriente, al cambio como a lo predecible.
Por otro lado Edgar Morin (1991) propone que la cultura refuerza lo
dado, al tiempo que se regenera permanentemente con los aportes de los
individuos:

La cultura, que es lo propio de la sociedad humana, está organizada / es orga-


nizadora, mediante el vehículo cognitivo que es el lenguaje, a partir del capital
cognitivo colectivo de los conocimientos adquiridos, de los saber / hacer apren-
didos, de las experiencias vividas, de la memoria histórica, de las creencias
míticas de una sociedad.

De este modo, se manifiesta en ‘representaciones colectivas’, ‘concien-


cia colectiva’, ‘imaginario colectivo’, y, al disponer de su capital cognitivo,
la cultura instituye la reglas/normas que organiza la sociedad y gobiernan los
comportamientos individuales. Las reglas/normas culturales generan pro-
cesos sociales y regeneran globalmente la complejidad social adquirida por

42 • Eduardo Espinosa
esta misma cultura. De este modo, la cultura no es ni ‘superestructura’ ni
‘infraestructura’, siendo impropios estos términos en una organización
recursiva en la que lo que es producido y generado se convierte en pro-
ductor y generador de aquello que lo produce o lo genera. Continuando
con la explicación de Morin, para aterrizar el concepto de cultura en cultu-
ra del agua, menciona que:

Una cultura abre y cierra las potencialidades bioantropológicas de conoci­


miento. Las abre y actualiza al proporcionar a los individuos un saber acumu-
lado, su lenguaje, sus paradigmas, su lógica, sus esquemas, sus métodos de
aprendizaje, de investigación, de verificación, etcétera, pero al mismo tiempo
las cierra y las inhibe con sus normas, reglas, prohibiciones, tabúes, su etno-
centrismo, su autosacralización, la ignorancia de su ignorancia. También aquí,
lo que abre el conocimiento es lo que cierra el conocimiento.

Antes de expresar lo que se entiende por cultura del agua, entendemos


por cultura a los modos de ser —pensar, sentir—valorar, decir— de hacer,
de vivir, de los pueblos, incluidos los modos de satisfacer sus necesidades,
es decir, la peculiar manera de generar estrategias de vida.

La semiótica

La semiótica es una ciencia social. Su objeto de reflexión es el hombre, en


tanto productor y manipulador de signos. Tiene la pretensión de hacer hi-
pótesis y extraer conclusiones sobre el ser humano, su accionar, su modo
de vincularse con los otros y con su entorno. Es un conocimiento de un
conocimiento. Esto quiere decir que la semiótica es una disciplina que
intenta conocer cómo conocemos y usamos un saber, el lenguaje; y, cómo
producimos, hacemos circular e interpretamos los significados en tanto
seres sociales.
Para la semiótica el concepto de percepción es fundamental. Es el origen
de la diferenciación de significados, es un “órgano” que ordena la informa-
ción que llega a nuestros sentidos, un sistema de clasificación. El lenguaje
actúa como “traductor” o codificador de las diferenciaciones. Es el medio
por donde fluyen los atributos que le otorgamos a los objetos, organizados
en signos. En nuestro lenguaje los signos están en lugar de algo, lo real. Y

La cultura y la biósfera: ruptura de un paradigma • 43


para que haya entendimiento (comunicación) es preciso el manejo de un
código común. En este sentido, el lenguaje no sólo es mediador entre el
sujeto y la realidad sino entre sujeto y sujeto. Lo que hay entre sujeto
y sujeto, es siempre lenguaje.
Entonces la cultura entendida desde la semiótica muestra que está ín-
timamente relacionada con las necesidades humanas y su forma de satis-
facerlas, entonces lo primero que se tiene que establecer, es la diferencia
entre necesidades y satisfactores.
En la propuesta de Max Neef las necesidades se pueden estructurar
en dos ejes: según categorías existenciales y según categorías axiológicas. Las
primeras son las necesidades de “Ser”, “Tener”, “Hacer” y “Estar”; y las se-
gundas son las necesidades de “Subsistencia”, “Protección”, “Afecto”, “En-
tendimiento”, “Participación”, “Ocio”, “Creación”, “Identidad” y “Libertad”.
Ambas categorías se pueden estructurar como una matriz.
Por ejemplo la alimentación y el abrigo no son necesidades, sino satis-
factores —modos y medios de satisfacer— de la necesidad de subsistencia.
Con el agua potable para beber, ocurre lo mismo, es un satisfactor de la
necesidad de subsistencia.
Aceptamos como postulados que: 1) Las necesidades humanas funda-
mentales son finitas, pocas y clasificables. 2) Las necesidades humanas
fundamentales —como las propuestas— son las mismas en todas las cul-
turas y en todos los periodos históricos. 3) Lo que cambia, a través del
tiempo y de las culturas, es la manera o los medios utilizados para la satis-
facción de las necesidades.
Recordando que en el marco conceptual del Desarrollo a Escala Hu­mana

son los satisfactores los que definen la modalidad dominante que una cultura o
una sociedad imprime a las necesidades”. Y que “mientras un satisfactor es en
sentido último el modo por el cual se expresa una necesidad, los bienes son en
sentido estricto el medio por el cual el sujeto potencia los satisfactores para
vivir sus necesidades.

La escala de las necesidades de Maslow se describe a menudo como una


pirámide que consta de cinco niveles: los cuatro primeros niveles pueden
ser agrupados como ”necesidades de déficit“ (deficit needs o D-needs); al
nivel superior lo denominó ”autorrealización“, ”motivación de crecimiento“,
o ”necesidad de ser“ (being needs o B-needs). ”La diferencia estriba en que
mientras las necesidades de déficit pueden ser satisfechas, la necesidad de
ser es una fuerza impelente continua“ (véase figura 1).

44 • Eduardo Espinosa
Figura 1
La pirámide de Maslow

Moralidad,
creatividad,
espontaneidad,
falta de prejuicios,
aceptación de hechos,
resolución de problemas
Autorrealización
Autorreconocimiento,
confianza, respeto, éxito
Reconocimiento
Amistad, afecto, intimidad sexual
Afiliación
Seguridad física, de empleo, de recursos,
moral, familiar, de salud, de propiedad privada
Seguridad
Respiración, alimentación, descanso, sexo, homeostasis
Fisiología
Fuente: Maslow, 1943.

La idea básica de esta jerarquía es que las necesidades más altas ocu-
pan nuestra atención sólo cuando se han satisfecho las necesidades infe-
riores de la pirámide. Las fuerzas de crecimiento dan lugar a un movimien-
to ascendente en la jerarquía, mientras que las fuerzas regresivas empujan
las necesidades prepotentes hacia abajo en la jerarquía. Según la pirámide
de Maslow dispondríamos de:
Necesidades básicas. Son necesidades fisiológicas para mantener la ho-
meostasis —referente a la salud—; dentro de estas, las más evidentes son:

1. Necesidad de respirar, beber agua, y alimentarse.


2. Necesidad de mantener el equilibrio del pH y la temperatura corporal.
3. Necesidad de dormir, descansar y eliminar los desechos.
4. Necesidad de evitar el dolor y tener relaciones sexuales.

Necesidades de seguridad y protección. Éstas surgen cuando las necesi-


dades fisiológicas se mantienen compensadas. Son las necesidades de

La cultura y la biósfera: ruptura de un paradigma • 45


sentirse seguro y protegido, incluso desarrollar ciertos límites en cuanto al
orden. Dentro de ellas se encuentran:

1. Seguridad física y de salud.


2. Seguridad de empleo, de ingresos y recursos.
3. Seguridad moral, familiar y de propiedad privada.

Necesidades de afiliación y afecto. Están relacionadas con el desarrollo


afectivo del individuo, son las necesidades de:

1. Asociación.
2. Participación.
3. Aceptación.

Se satisfacen mediante las funciones de servicios y prestaciones que


incluyen actividades deportivas, culturales y recreativas. El ser humano
por naturaleza siente la necesidad de relacionarse, ser parte de una comu-
nidad, de agruparse en familias, con amistades o en organizaciones socia-
les. Entre éstas se encuentran: la amistad, el compañerismo, el afecto y el
amor. Se forman a partir del esquema social.
Necesidades de estima. Maslow describió dos tipos de necesidades de
estima, una alta y otra baja.

1. La estima alta concierne a la necesidad del respeto a uno mismo, e in­


cluye sentimientos tales como confianza, competencia, maestría, logros,
independencia y libertad.
2. La estima baja concierne al respeto de las demás personas: la necesi-
dad de atención, aprecio, reconocimiento, reputación, estatus, dignidad,
fama, gloria, e incluso dominio.

La merma de estas necesidades se refleja en una baja autoestima y el


complejo de inferioridad.
Autorrealización o autoactualización. Este último nivel es algo diferente
y Maslow utilizó varios términos para denominarlo: “motivación de creci-
miento“, ”necesidad de ser“ y ”autorrealización“. Son las necesidades más
elevadas, se hallan en la cima de la jerarquía, y a través de su satisfacción,

46 • Eduardo Espinosa
se encuentra un sentido a la vida mediante el desarrollo potencial de una
actividad. Se llega a ésta cuando todos los niveles anteriores han sido al-
canzados y completados, al menos, hasta cierto punto.
Finalmente una explicación del concepto de la cultura del agua, la en-
contramos en Ramon Vargas, el cual llama “cultura del agua” al conjunto de
modos y medios utilizados para la satisfacción de necesidades fundamentales
relacionadas con el agua y con todo lo que depende de ella. Incluye lo que se
hace en el agua, con el agua, y por el agua para ayudar a resolver la satis-
facción de algunas de estas necesidades fundamentales. Se manifiesta en
la lengua, en las creencias —cosmovisión, conocimientos—, en los valo-
res; en las normas y formas de organizativas: en las prácticas tecnológi-
cas y en la elaboración de objetos materiales; en las creaciones simbólicas
—artísticas y no artísticas—; en las relaciones de los hombres entre sí y de
éstos con la naturaleza y en la forma de resolver los conflictos por el agua.

Diagnóstico del medio ambiente

En el contexto de la crisis del medio ambiente es directamente proporcio-


nal a la forma que el ser humano y su relación con la biósfera y cómo ésta
se vincula con la manera en que el hombre valora a los ecosistemas, para
lo cual nos preguntamos.
¿Cuál es el estatus moral que tienen los diferentes miembros de la
biósfera? En el contexto de los derechos y obligaciones de consideración
moral. El ser humano, en tanto participe de la sociedad humana es el que
valora al medio ambiente. ¿En nombre de quién lo hace? ¿Qué derechos
reconoce con respecto al medio ambiente y a qué o quién? ¿Qué tipo de re­
lación establece con los demás componentes de la biósfera? ¿Goza el resto
de los componentes de la biosfera de los mismos derechos que los seres
humanos?

La ética antropocéntrica

Lo que podría considerarse postura convencional, acorde con una tradi-


ción cultural que ha colocado a la persona en el centro del cosmos, afirma

La cultura y la biósfera: ruptura de un paradigma • 47


que es precisamente la especie humana quien da valor al resto de sus
componentes, y en función de quien estos los adquieren. Entonces el ser
humano es el único sujeto del derecho fundamental. El ser humano reco-
noce sus obligaciones, en pie de igualdad, para con el resto de sus miem-
bros de su especie, pero no con el resto de las especies, de acuerdo con esta
postura, si la biósfera tiene valor, es exclusivamente porque el ser humano
ha decidido otorgárselo, bien porque satisface sus necesidades, o bien por
cualquier otra cosa. La naturaleza en consecuencia, se vería carente de dere­
chos e incompetente para generar deberes: no podrá se soporte de valores.
La ética antropocéntrica presenta tres vertientes a destacar:

1. La utilitarista, que pone énfasis en el bienestar de los individuos como


criterio de demarcación de los distintos valores y, en consecuencia,
otorgar valor a todo aquello que contribuya positivamente al bienestar
de la persona.
2. La ética de la perfección, que se interesa no tanto en lo que las cosas
representan para el bienestar de las personas, como en los logros
de las mismas personas.
3. La ética de la virtud, que pone el énfasis en la corrección moral del
comportamiento como exponente de un carácter apropiado.

Esta concepción ética es característica de la cultura occidental yen sus


distintas variantes contempla al ser humano como centro y dominador del
universo y otorga a la naturaleza un valor delegado, lo cual presenta algu-
nos inconvenientes a saber:

1. No es fácil determinar cuál o cuáles características de la especie huma-


na lo facultan para poseer un atributo que, obviamente, niega a los
demás: el de ser, en definitiva, titular del derecho a decidir sobre el
resto de la biósfera.
2. Aparece una aparente inconsistencia interna. En efecto cuando se pre-
tende dar un contenido operativo a la capacidad de raciocinio, aproxi-
mándola por ejemplo a alguna variante de la inteligencia, se tropieza
con el hecho de que ciertos miembros de otras especies parecen tener
esta cualidad en mayor medida que algunos miembros de la especie
humana.

48 • Eduardo Espinosa
La ética y la crisis ambiental

La ética para la sustentabilidad plantea la necesaria reconciliación entre la


razón y la moral, de manera que los seres humanos alcancen un nuevo
estadio de conciencia, autonomía y control sobre sus mundos de vida,
haciéndose responsables de sus actos hacia sí mismos, hacia los demás
y hacia la naturaleza en la deliberación de lo justo y lo bueno. La ética am-
biental se convierte así en un soporte existencial de la conducta humana
hacia la naturaleza y de la sustentabilidad de la vida.
La ética para la sustentabilidad es una ética de la diversidad donde se
conjuga el ethos de diversas culturas. Esta ética alimenta una política de la
diferencia. Es una ética radical porque va hasta la raíz de la crisis ambien-
tal para remover todos los cimientos filosóficos, culturales, políticos y so-
ciales de esta civilización hegemónica, homogeneizante, jerárquica, despil-
farradora, sojuzgadora y excluyente. La ética de la sustentabilidad es la
ética de la vida y para la vida. Es una ética para el reencantamiento y
la reerotización del mundo, donde el deseo de vida reafirme el poder de la
imaginación, la creatividad y la capacidad del ser humano para transgredir
irracionalidades represivas, para indagar por lo desconocido, para pensar
lo impensado, para construir el por-venir de una sociedad convivencial y
sustentable, y para avanzar hacia estilos de vida inspirados en la frugali-
dad, el pluralismo y la armonía en la diversidad.
La ética de la sustentabilidad entraña un nuevo saber capaz de com-
prender las complejas interacciones entre la sociedad y la naturaleza. El
saber ambiental reenlaza los vínculos indisolubles de un mundo interco-
nectado de procesos ecológicos, culturales, tecnológicos, económicos y
sociales. El saber ambiental cambia la percepción del mundo basada en un
pensamiento único y unidimensional, que se encuentra en la raíz de la
crisis ambiental, por un pensamiento de la complejidad. Esta ética promue-
ve la construcción de una racionalidad ambiental fundada en una nueva
economía —moral, ecológica y cultural— como condición para establecer
un nuevo modo de producción que haga viables estilos de vida ecológica-
mente sostenibles y socialmente justos. Como se presenta a continuación
la ética medio ambiental ya estaba presente en el Jefe Seattle.

La cultura y la biósfera: ruptura de un paradigma • 49


Carta Ecológica del Jefe Indio Seattle, a Franklin Pierce, presidente de los
Estados Unidos de América

¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra?


Dicha idea nos es desconocida. Si no somos dueños de la frescura del aire ni
del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán, ustedes comprarlos?
Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo, cada brillante mata de
pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques,
cada altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y al
pasado de mi pueblo.
La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los
pieles rojas.
Los muertos del hombre blanco olvidan de su país de origen cuando emprenden
sus paseos entre las estrellas; en cambio, nuestros muertos nunca pueden ol­
vidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas.
Somos parte de la tierra y asimismo, ella es parte de nosotros. Las flores per-
fumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; éstos
son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor
del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Él no sabe
distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de
noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su
enemiga y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus
padres sin importarle. Le secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa.
Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados.
Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que
se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su
apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto.

La Ética de la Tierra es una perspectiva de la ética medioambiental


propuesta por Aldo Leopold en A Sand County Almanac (1948). Leopold
arguyó que el siguiente paso en la evolución de la ética es la expansión de
la ética que incluya a los miembros no humanos de la comunidad biótica,
colectivamente entendida como “la Tierra”.
La frase central de la ética de la Tierra de Leopold sería: “Una cosa es
buena cuando tiende a preservar la integridad, estabilidad y belleza de la
comunidad biótica. Es mala cuando tiende a lo contrario”.

50 • Eduardo Espinosa
También la describe de esta manera: “La ética de la Tierra simplemen-
te amplía los límites de la comunidad para incluir los suelos, aguas, plantas
y animales, o, colectivamente: la Tierra… [Una] ética de la Tierra cambia el
rol del Homo Sapiens desde conquistador de la comunidad de la tierra a
simple miembro y ciudadano de ella. Esto implica un respeto por los otros
miembros de la comunidad y también un respeto de la comunidad como tal”.

Desafíos frente a la vida y al bienestar2

Desafío 1: satisfacer las necesidades humanas básicas. Las dolencias rela-


cionadas con el agua son una de las causas más comunes de enfermedad
y de muerte y afectan principalmente a los pobres en los países en de-
sarrollo. Las enfermedades transmitidas por el agua que originan dolencias
gastrointestinales —incluyendo la diarrea— son causadas por beber agua
contaminada; las enfermedades transmitidas por vector —por ejemplo la
malaria o la esquistosomiasis— provienen de insectos y caracoles que se
reproducen en ecosistemas acuáticos; las enfermedades que desaparecen
con el agua —por ejemplo la sarna o el tracoma— están causadas por bac-
terias o parásitos adquiridos cuando no se dispone de suficiente agua para
la higiene básica —lavado de ropa, ducha, etcétera.
Desafío 2: proteger los ecosistemas en bien de la población y del planeta.
El agua constituye una parte esencial de todo ecosistema, tanto en térmi-
nos cualitativos como cuantitativos. Una reducción del agua disponible ya
sea en la cantidad, en la calidad, o en ambas, provoca efectos negativos
graves sobre los ecosistemas. El medio ambiente tiene una capacidad na-
tural de absorción y de autolimpieza. Sin embargo, si se la sobrepasa, la
biodiversidad se pierde, los medios de subsistencia disminuyen, las fuen-
tes naturales de alimentos —por ejemplo, los peces— se deterioran y se
generan costos de limpieza extremadamente elevados. Los daños ambien-
tales originan un incremento de los desastres naturales, pues las inunda-
ciones aumentan allí donde la deforestación y la erosión del suelo impiden
la neutralización natural de los efectos del agua.
2
 Fuente: Agua para todos agua para la vida, informe de las Naciones Unidas sobre el
Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo, unesco ihe, World Water Assessment Pro­
gram unesco, París, Francia, 2003, en http://www.unesco.org/water/wwap/wwdr/index_es.
shtml

La cultura y la biósfera: ruptura de un paradigma • 51


Desafío 3: ciudades: necesidades divergentes del entorno urbano. 48
por ciento de la población mundial actual vive en pueblos y ciudades. En
2030 la proporción será de alrededor de 60 por ciento. La lógica del proce-
so de urbanización es clara: a mayor crecimiento económico mayor urba-
nización, tal como ha sucedido en los últimos cuarenta años. Las aglo­
meraciones urbanas cuentan generalmente con los recursos económicos
necesarios para instalar sistemas de abastecimiento de agua y saneamiento.
Por otro lado, sin embargo, concentran los desechos.
Desafío 4: asegurar el suministro de alimentos para una población
mundial creciente. La principal fuente de suministro de alimentos del mun-
do es la agricultura, que incluye cultivos, ganado, piscicultura y silvicultura.
Con una agricultura no controlada se logra alimentar a unos 500 millones
de personas; por eso, para alimentar la población mundial actual de 6 mil
millones de personas es necesario recurrir a la agricultura sistemática.
Desafío 5: reducir los riesgos y hacer frente a la incertidumbre. El nú-
mero de víctimas de los diversos desastres naturales aumentó de 147 a
211 millones por año de 1991 a 2000. En el mismo periodo, más de 665 mil
personas perecieron en 2,557 desastres naturales, de los cuales más de 90
por ciento tuvieron que ver con el agua. De estos últimos, las inundacio­
nes representaron alrededor de 50 por ciento, las enfermedades transmi-
tidas por el agua y por vector 28 por ciento y las sequías 11 por ciento. Las
inundaciones causaron 15 por ciento de decesos y las sequías 42 por ciento
de las pérdidas de vidas humanas causadas por todo tipo de desastres
naturales.
Desafío 6: compartir el agua: definir el interés común. El agua debe
compartirse fundamentalmente de dos maneras: entre sus diferentes usos
—energía, ciudades, alimentación, medio ambiente, etcétera— y entre los di­
ferentes usuarios —regiones administrativas o países que comparten una
misma cuenca o acuífero—. El caudal de agua que utilizan muchas regio-
nes, ciudades y países depende de usuarios aguas arriba. Los usuarios
aguas abajo están sujetos a la acción de los usuarios río arriba. A la inversa,
ciertos países pueden verse obligados a satisfacer las exigencias de países
situados aguas abajo.
Desafío 7: identificar y valorar las múltiples facetas del agua. Mucho se
ha avanzado en el curso de los últimos 10 años en lo que se refiere a la
comprensión de la naturaleza del agua, no sólo como un valor económico,

52 • Eduardo Espinosa
sino en su dimensión social, religiosa, cultural y ambiental y en la conciencia
de que estos diferentes aspectos son a menudo interdependientes. El con-
cepto de equidad en el uso y gestión del agua está ahora bien establecido,
como lo está también la noción de optimizar su valor a través de múltiples
usos, promoviendo al mismo tiempo un acceso equitativo y un suministro
adecuado.
Desafío 8: asegurar la difusión de los conocimientos básicos: una res-
ponsabilidad colectiva. La información y el saber son una de las claves del
desarrollo, de la posibilidad de mejorar los medios de subsistencia, de la
participación en la defensa de la calidad del medio ambiente y de la conso-
lidación de la democracia. La producción y difusión del conocimiento —para
ampliar la educación, facilitar la investigación, desarrollar aptitudes y redu-
cir la diferencia entre ricos y pobres— requieren voluntad política, inver-
sión y cooperación internacional. Los conocimientos básicos en el ámbito
del agua son excepcionalmente amplios porque abarcan la salud, la agricul­
tura/acuacultura, la industria, la energía y los ecosistemas. Los conoci-
mientos básicos incluyen disciplinas tales como la educación, la medicina, el
derecho, la economía, la ciencia, la tecnología y la gestión, así como una
amplia gama de nociones comerciales.

Fuentes consultadas

Borisias, Cimbleris, Economy and Thermodynamics, Emeritus Profesor Federal


University of Minas Gerais.
Costanza, Daly, Goodland et al., Una introducción a la economía ecológica, cecsa
México, 1999.
Herman, Daly, Towards a New Economics, Questing Gruth, consultado en www.
eoearth.org/…/Herman_Daly_Festschrift:_Toward_a_sustainable_and_
desirable_future:_a_30_year_collaboration_with_Herman_
, “Desarrollo sustentable: definiciones, principios y políticas”, en Revis-
ta Carta de Políticas Públicas en México y en el mundo, año 6, núm. 3, Facul-
tad de Economía-unam, México, 2004.
Joan Martínez, Alier, De la economía ecológica al ecologismo popular, icaria,
Barcelona, 1992.
, Economía ecológica y política ambiental, Editorial Fondo de Cultura
Económica, México, 2001.
Maslow, A.H., "Conflict, Frustration, and the Theory of Threat", J. abnorm. (soc.)
Psychol, 1943, pp. 38, 81-86.
Cultura del agua en México
Verónica Romero Servín*

A lo largo de la vida, los seres humanos nos encontramos inmersos en una


serie de procesos sociales, mismos que facilitan nuestro desenvolvimiento
en el entorno, y es así como hemos ido adaptando costumbres, normas y
valores como una búsqueda de aceptación e identidad, todo ello basado en
patrones socioculturales que marcan las pautas de conducta de cada indi-
viduo, es decir, que la cultura es el factor preponderante que delimita un
estilo de vida.
Considerando que los actores sociales estamos situados en un lugar y
un espacio delimitados, nos desenvolvemos en un contexto sociocultural
que a la vez determina el sentido y efecto de nuestra visión del mundo.
Motivo por el cual, el pragmatismo del día a día se ve reflejado en toda
sociedad, dado que existe un conjunto de actividades que caracterizan
la reproducción de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la
posibilidad de la reproducción e identidad social a través de la vida cotidiana
y la cultura.
Bolívar Echeverría define cultura como

el momento autocrítico de la reproducción que un grupo humano determi-


nado, en una circunstancia histórica determinada, hace de su singularidad
concreta; es el momento dialéctico del cultivo de su identidad […]. La historia
de la cultura se muestra como un proceso de mestizaje indetenible; un pro-
ceso en el que cada forma social, para reproducirse en lo que es, ha intentado
ser otro…1

* Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento, A.C. romerosveronica@


hotmail.com
1
 Bolívar Echeverría, “Definición de la cultura, curso de filosofía y economía”, unam,
México, 2001, pp. 188-189.

55
La cultura es ante todo la forma en la cual un hombre lee el mundo, le
da un sentido a la vida en sociedad, una orientación a la organización de
sus relaciones con los otros y a la coexistencia de las sociedades entre sí.
La cultura comporta una parte de organización material de la vida social
del mismo modo que sintetiza para cada miembro del grupo que se reco-
noce en ella los valores fundadores de su ser en el mundo y su ser con los
otros. Esto significa que la cultura son las relaciones y valores de los indi-
viduos en sociedad, que les da coexistencia y una visión del mundo.
La cultura la concibe como un signo de pertenencia porque ha sido un
medio de socialización, educación y formación de identidad. En este sen­
tido, es tradición y transmisión. La tradición es lo que es dado como un marco
histórico de referencia e identificación y transmisión porque mantiene el
vínculo entre los individuos y la sociedad.
Tomando como base estos preceptos de carácter general, podemos
denominar como cultura del agua al conjunto de modos y medios utiliza­
dos para la satisfacción de necesidades fundamentales relacionadas con el
agua y con todo lo que depende de ella. Incluye lo que se hace con el agua,
en el agua y por el agua para ayudar a resolver la satisfacción de algunas
de estas necesidades.

La cultura del Agua es un conjunto de costumbres, valores, actitudes y hábitos


que un individuo o una sociedad tienen con respecto al agua y su importancia
para el desarrollo de todo ser vivo, la disponibilidad del recurso en su entorno
y las acciones generales.2

La cultura del agua tiene por objeto promover la adquisición de cono-


cimientos sobre el recurso y sobre el medio ambiente; la transformación de
actitudes, el desarrollo de hábitos y valores que faciliten la construcción
hacia la sustentabilidad y el mejoramiento de nuestra calidad de vida; es
plantear el camino hacia una nueva cultura ambiental que signifique una
nueva forma de pensar, vivir y sentir, acorde con los nuevos problemas y
retos del contexto.
Es necesario articular los diferentes proyectos y acciones de cultura
del agua desarrolladas por diversas instituciones y organismos públicos,
privados y sociales; promover la incorporación del componente cultural en
las políticas públicas relacionadas con el agua; ser el referente de los dife-

2
 Verónica Romero, “Nueva cultura del agua: el caso México”, Ponencia en el Simposio Re­
gional 2010 de la Organización Panamericana de Salud (ops), Punta Cana, República Dominicana.

56 • Verónica Romero Servín


rentes programas y proyectos de carácter nacional, estatal y local relacio-
nados con el recurso e impulsar la participación social responsable y crítica
en la gestión integrada del agua.
En un sentido integral, la cultura del agua debe enfocarse en la planea-
ción y operación de programas de en el ámbito de la gestión pública y en
los sectores privado, académico y social. En el mismo tenor, es claro que
la cultura del agua no debe promoverse desde la pura perspectiva de la
promoción y la comunicación con los diversos actores, es importante que
las acciones sean congruentes con la gestión integral del recurso hídrico,
de otra manera se generan mensajes en una dirección y el usuario percibe
la disociación con la realidad cotidiana (véase figura 1).

Figura 1
Gestión y cultura del agua

GESTIÓN CULTURA

Calidad Información

Capacidad Educación

Costos Conducta deseable

Impacto ambiental Hábitos

Fuente: Elaboración propia.

A mediados de la década de los ochenta algunos organismos operadores en


el país comienzan a crear áreas de cultura del agua para adecuarse a la realidad
del momento.
El concepto de cultura del agua parte de un marco basado en la rela-
ción entre el desarrollo sustentable, la calidad de vida, la educación am-
biental y consumo responsable, de una caracterización del recurso y del
análisis de diversos programas que existen.
Requiere ofrecer una propuesta de carácter sistémico, integral e inter-
disciplinario para impulsar la corresponsabilidad social en la construcción

Cultura del agua en México • 57


de escenarios deseables, que privilegien la vida, la salud y el desarrollo de
los habitantes del país. En las últimas décadas, en nuestro país se han
comenzado a gestar acciones en favor de una cultura del agua adecuado a
las condiciones del contexto climático, social, cultural, económico e incluso
político de nuestro país.
A principios de los noventa el agua se percibe como un problema de salud
pública, el Ejecutivo federal instituye el Programa Agua Limpia y se asigna el
componente de Cultura del Agua.
Una proyecto ideal de Cultura del Agua debe contener un conjunto de
objetivos, principios, ejes articuladores y acciones pluridisciplinarias e in-
terinstitucionales; asimismo, deben desarrollarse planes de comunicación
estratégicos y tácticos dirigidos a segmentos específicos y orientados al
cambio de percepciones, actitudes, valores y hábitos.
Resulta indispensable construir un marco coordinador que articule y
potencie el esfuerzo que las instituciones y organismos gubernamentales,
privados y sociales que trabajan en este sentido. El trabajo colegiado de-
biera generar planes y acciones para resolver los principales problemas en
torno a la gestión y la cultura del agua, desde la perspectiva de una visión
de respeto al medio ambiente y buscando la sostenibilidad. La riqueza de
estas propuestas puede radicar en un proceso colectivo de construcción,
con la participación de representantes de instituciones ambientales y edu-
cativas responsables de los gobiernos: federal, estatales, y municipales; de
instituciones académicas y organizaciones civiles involucradas.
El diseño de un programa de trabajo interdisciplinario debe significar
por sí mismo una experiencia de aprendizaje para todos los stakeholders.
Como todo plan, debe estar sujeto a controles y evaluación de eficiencia en
forma permanente, tanto por las instituciones involucradas como por me-
canismos de participación ciudadana (véase figura 2).
En nuestros días, diversas instituciones públicas y privadas están diri-
giendo sus esfuerzos a la sensibilización y educación de los ciudadanos,
promoviendo el respeto al ambiente y en particular a “cuidar el agua”; no
obstante, las acciones se focalizan —regularmente— en el sector infantil
y dejan de lado a los otros segmentos, no sólo de ciudadanos, sino también
de empresas y organismos públicos. Estos esfuerzos aislados llevados a
cabo por el gobierno federal, los organismos operadores, los medios de
comunicación e incluso, organizaciones no lucrativas; suelen quedarse en

58 • Verónica Romero Servín


Figura 2
Diseño de programa de trabajo interdicsiplinario

Instituciones
ORGANIZACIÓN

Estado
GESTIÓN

Sociedad
PARTICIPACIÓN

Fuente: Elaboración propia.

el plano de la mera conciencia y no invitan directamente a la acción, los


ciudadanos reciben diversos mensajes de manera aislada, pero de manera
integrada no se construye una nueva cultura-ambiente, pareciera que tra-
bajamos desde una postura pasiva y no estimulamos seriamente la respon-
sabilidad en el consumo del agua.
Las estrategias no sólo deben ser de carácter educativo, debe trabajar-
se también en políticas públicas y legislación del recurso hídrico; desde
una perspectiva holística e integrada, compartiendo los derechos, pero
también las responsabilidades, para lograr el compromiso colectivo no
sólo en el uso y re-uso del agua, sino también al evitar la contaminación de
las fuentes y en la búsqueda de técnicas para optimizar los recursos dis-
ponibles, entre otras metas.
En los últimos años, las líneas de acción que los diversos actores en
materia de comunicación se han manejado en distintos sentidos:

1. Consumo responsable.
2. Educación medioambiental.
3. Pago oportuno del servicio.
4. Enfoque de Salud Pública.

Cultura del agua en México • 59


Mediante una amplia variedad de medios y mecanismos publicitarios
—electrónicos, impresos, interactivos y alternativos—, los emisores han
tratado de llegar a la mente de los ciudadanos —especialmente los urba-
nos— sin embargo, la eficiencia de estas campañas no es mesurable en
estricto sentido, ni puede valorarse en el corto plazo.
La cultura del agua es un reto, pero también una oportunidad de cons-
truir un presente y un futuro con visión, con responsabilidad y orientado
a la sustentabilidad, no sólo del recurso hídrico, sino del entorno ambiental.
Paulatinamente, en México, como en el mundo, el agua va adquiriendo
cierta resignificación; no solamente en el sentido económico, también desde
la perspectiva social y ambiental. No obstante las asignaturas pendientes
son más profundas y complejas de los que hasta ahora hemos avanzado:

1. Congruencia entre percepción y acción.


2. Priorizar aspectos socioambientales.
3. Pensar en el agua más allá de su propio atributo instrumental; es decir
en su valor (sustentabilidad, salud).
4. Lograr un vínculo simbólico con el agua (belleza, identidad territorial,
disfrute de la naturaleza, vida, magia…).
5. Involucrar a todos los stakeholders.
6. Comunicación con diversos segmentos.

No sería objetivo desdeñar los logros que tras el trabajo formal y siste-
mático se han observado en los últimos años, pero el compromiso y la
responsabilidad por el agua y por la vida deben ir más allá de mensajes
unidireccionales, debemos construir un diálogo incluyente, constructivo y
eficiente entre todos los actores involucrados, nuestra labor debe centrar-
se no sólo en educar para cambiar o mejorar las percepciones, sino tam-
bién lograr nuevos valores y comportamientos deseables. La meta no es
sólo lograr la participación interinstitucional y la integración de la sociedad
en nuestros programas; debemos pugnar para profesionalizar el trabajo de
los responsables de las áreas de cultura del agua, promover la investiga-
ción y la divulgación científica sobre temas medioambientales y, particular-
mente, del entorno hídrico. La nueva cultura del agua debe construirse y
aprehenderse primero dentro de las instituciones privadas y públicas di-
rectamente vinculadas con los programas, para posteriormente socializar-
las y lograr la participación colectiva.

60 • Verónica Romero Servín


Fuentes consultadas

Echeverría, Bolivar, “Definición de la cultura, curso de filosofía y economía”,


México, unam, 2001.
Romero, Verónica, “La mercadotecnia social como herramienta para promover
la cultura del agua”, en Memorias del VI Encuentro Nacional de Cultura del
Agua, México, aneas, 2009.
, “Nueva cultura del agua: el caso México”, Ponencia en el Simposio
Regional 2010 de la Organización Panamericana de Salud ( ops), Punta
Cana, República Dominicana.
Nueva cultura del agua en México*
María Perevochtchikova**

Introducción

En los últimos años, particularmente en la década de 2000-2010, se ha alu­


dido a la falta de una cultura del agua en la sociedad mundial, entendida como
una falta de comportamientos generados en torno al uso “eficiente” del
agua y su efecto negativo en el ambiente, economía y sociedad, relaciona-
dos con el uso depredador de este recurso (Shiva, 2002; un, 2009). Por su
parte, la cultura del agua puede ser interpretada —desde las expresiones de
los especialistas, como Ramón Vargas, Clara Leví, Rita Vázquez, Claudia
Espinosa y Rosalinda Uribe— como un “proceso continuo de producción,
actualización y transformación individual y colectiva de valores, creencias,
percepciones, conocimientos, tradiciones, aptitudes, actitudes y conduc-
tas en relación al agua en la vida cotidiana”. En ese sentido, es evidente que
en tanto haya un ser humano o un grupo social, que consciente o incons-
cientemente tenga relación con el agua, se tiene una “cultura del agua”, por
buena o mala —ineficiente—, que sea ésta. Pero, entonces, es de suma
importancia entender el funcionamiento de esta relación y cómo la esta-
mos expresando a través de nuestros comportamientos y manifestaciones.
Por la complejidad de la interrelación “sociedad-agua”, la cultura del agua
—en el sentido de uso sustentable— se encuentra indisolublemente ligada

* Este texto se basó en el material previamente publicado en el artículo de Perevochtchikova


(2010) “Nueva Cultura del Agua en México: avances, limitaciones y retos”, publicado en la
Revista Latinoamericana de Recursos Naturales vol. 6, núm. 2, pp. 77-92. Se agradece de ma­nera
especial a Marissa Mar Pecero de Conagua, por su invaluable contribución al desarrollo del
trabajo.
** Profesora-investigadora del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales
(cedua), El Colegio de México. Correo: mperevochtchikova@colmex.mx

63
a los orígenes del paradigma de la Gestión Integral de Recursos Hídricos
(girh) que reclama la participación corresponsable de todos los sectores
involucrados en este proceso —de ámbitos físico, económico, social, polí-
tico y cultural, etcétera—, en términos de la búsqueda del balance entre los
intereses del desarrollo económico de los países y el funcionamiento natu-
ral de los ecosistemas (Andrade, 2004). Este concepto ha sido ampliamen-
te discutido desde los años 1970 y reflejado en la firma de múltiples pactos,
acuerdos y programas internacionales (cama, 1992; cnumad, 1992; un,
1992). En ese contexto, se ha resaltado la importancia de la educación para
el desarrollo sustentable que desde ahora debe entenderse como un medio
fundamental para promover la coparticipación proactiva, informada y
consciente de todos los actores.
Por otro lado, en el planteamiento de Pedro Arrojo (2006), uno de los
principales impulsores del concepto de Nueva Cultura del Agua (nca), se
concretiza la idea de que para combatir la crisis ecológica provocada por
la actividad humana, la sociedad necesita realizar cambios profundos en la
comprensión, las escalas de valores, modelos y modos de vida en relación
al agua, reconociendo su papel fundamental como soporte ecosistémico;
igual que su valor socio-ambiental integral, incluyendo cultural y espiritual
(Ávila García, 2006; Masaru, 2008); dentro de los principios de equidad y
justicia. La palabra Nueva en este caso sirve para distinguir las prácticas
anteriores de uso del agua del nuevo enfoque de la gestión integral que se
propone. Se trata del cambio del paradigma, pasando de considerar el agua
como un simple factor productivo, hacia el entendimiento de un activo eco-
social, donde la raíz “eco” recupera el amplio contenido aristotélico del
término “oikonomía” —el arte de administrar bien la casa— con una doble
vertiente económico-crematística y ecológica.
La persistencia del concepto Nueva Cultura del Agua, rara vez reconoce
el origen institucionalizado del mismo, en un importante movimiento so-
cial y académico que a inicios de la década de los noventa demandó su
inclusión y participación responsable en la gestión del agua en España. La
hoy llamada Fundación de Nueva Cultura del Agua (nca), siempre reco-
noció el énfasis de su movimiento en el ámbito de la cultura, en virtud de
que “refleja la necesidad de abrir nuevos enfoques en profundidad, y no
sólo en el ámbito de la técnica, de la estrategia o de las tácticas políticas”
(Arrojo, 2006).

64 • María Perevochtchikova
Por la presión de las actividades desarrolladas por la Fundación nca,
en enero de 2005 se firmó en Madrid por 100 científicos de todos los países
de la Unión Europea, la Declaración Europea por una nca. En el mismo
año se creó la red interdisciplinaria de científicos europeos euwater con el
objetivo de promover debates y profundizar en el análisis y el desarrollo
de nuevos temas de investigación y enseñanza en materia del agua (http://
www.euwi.net/). En 2009, con vigencia del proyecto de dos años, se ha
presentado la Red de Investigación sobre Gobernabilidad y Ciudadanía en
Gestión del Agua y Salud Ambiental en América Latina (waterlat, 2009). Esta
red internacional fue conformada por investigadores de diversos campos
del conocimiento —aunque con mayor énfasis en lo social— de Europa,
América Latina, África y Asia. Entre sus objetivos se incluye el refor­
zamiento de 1) capacidades locales en las instituciones participantes y 2)
vínculos de cooperación entre los miembros —especialmente intercam-
bios académicos e iniciativas conjuntas de proyectos de investigación y
publicaciones.
Bajo estas influencias para fines de 2005 se realizó el Primer Encuentro
por la nca en América Latina, en Fortaleza, Brasil (http://www.unizar.es/
fnca/america); teniendo como resultado la firma de la Declaración de Amé-
rica Latina y el Caribe (fnca, 2005b) y el Posicionamiento de la Alianza
Mexicana por nca fundada en otoño de 2005 (amnca, 2005). En las tres
declaraciones se destaca que en los términos de aceptación y adaptación de
los principios de la nca, se necesita establecer para la gestión del agua lo
siguiente: 1) el enfoque ecosistémico, 2) la cultura política, 3) la democracia
participativa, y 4) la educación y la concientización ecológica ciudadana. Lo
que es posible lograr mediante un diálogo propositivo e interactivo entre
todos los niveles del gobierno, la sociedad y la academia; en forma justa,
equitativa y pacífica. Asimismo, se señala que se requiere el cambio radical
en el orden de las prioridades dentro de la administración del agua, deter-
minando en primer lugar “el agua para la vida” —preservación de la salud
humana y ecosistémica—, en segundo “el agua para las actividades de inte­
rés general” —satisfacción de los servicios básicos de agua potable y sanea­
miento—, y dejando en tercera posición “el agua para el crecimiento eco-
nómico” —abasto de actividades en industria, agroindustria y agricultura.
Hay que reconocer que para el caso de México, como para muchos
países de América Latina, el concepto de la cultura del agua tendría tam-

Nueva cultura del agua en México • 65


bién un sentido étnico —por la población indígena que habita las tierras
que poseen una gran diversidad biológica y proporcionan múltiples servi-
cios ambientales—, cultural —por la diversidad cultural— y tradicional
—por la cosmovisión indígena— (Banco Mundial, 2007). Además, del his-
tórico, por la experiencia en el manejo y control del agua en la época pre-
hispánica, cuando el conocimiento objetivo de la naturaleza y la experiencia
práctica se combinaron para lograr un impresionante manejo hidráulico
con fines agrícolas, de abastecimiento y drenaje. Por lo que se puede decir
que siempre se ha contado en México con una cultura hidráulica, que sir-
vió de cemento para el desarrollo civilizatorio de las culturas precolombi-
nas (Rojas et al., 2009).
Por considerar que el proceso de la formación de cultura del agua es
esencial para promover los principios de sustentabilidad, sobre todo dentro
del concepto de la educación y el conocimiento, base para la implementa-
ción de programas y estrategias en materia; en el presente trabajo se dedica
a revisar críticamente la influencia que el movimiento internacional de nca
ha tenido en México en los últimos 20 años. Con el propósito de detectar
sus principales logros, limitaciones y retos a futuro, se recurre a la combi-
nación del trabajo de gabinete y de campo, con análisis documental de
declaraciones, artículos científicos, bases de datos y mapas oficiales; la
realización de las consultas con los especialistas en el tema —represen­
tantes de los sectores de la academia, la sociedad y el gobierno—; y final-
mente, el acercamiento al caso de estudio de la Ciudad de México.

Enfoque sistémico y educación hídrica

El enfoque ecosistémico comprende en sí un conjunto de métodos para


analizar la estructura y la función interna, así como la reacción con la in-
tervención externa de los ecosistemas; entendidas como sistemas comple-
jos (García, 2006). En este enfoque se integran e interactúan diferentes
elementos del medio físico, biológico, social, económico, político, institu-
cional y tecnológico (Fashevskiy, 1996; Hinrichsen et al., 1998; Burns,
2000; Biswas y Tortajada, 2001; Arrojo, 2006; Barreda, 2006). Para com-
prender la compleja relación entre los niveles horizontales y verticales de
un sistema abierto y determinar los principales mecanismos y el proceso

66 • María Perevochtchikova
de la interacción entre sus elementos heterogéneos en términos espaciales
y temporales; se requiere del conocimiento de múltiples disciplinas, como
la ecología, la geografía, la sociología, la economía, entre otras; lo que im-
plica realizar investigación interdisciplinaria. El establecimiento de este
concepto metodológico ha tenido una trayectoria importante de cuatro
décadas a escala mundial (Andrade, 2004; Perevochtchikova y Martínez,
2009).
En este sentido, hay que comentar que los cambios propuestos en la
gestión del agua —hacia la adaptación de los principios de sustentabilidad
socioambiental— han influenciado en el planteamiento de los objetivos y
las consideraciones de la Directiva Marco del Parlamento Europeo y del Con-
sejo de Aguas hacia el establecimiento de un marco para la protección de
las aguas superficiales continentales, las aguas de transición, las aguas
costeras y las aguas subterráneas (ce, 2000). Asimismo los valores y prin-
cipios de la gestión sustentable, basados en el respeto y la conservación de
la naturaleza fueron retomados y planteados en la Declaración del Milenio
(un, 2000).
Sin embargo, en términos de la gobernabilidad del agua, la respuesta
de los países a la adaptación de las acciones con principios de la girh se
ha visto limitada debido a la fragmentación, la corrupción, la falta de inver-
siones en infraestructura del sector, instituciones inadecuadas e ineficien-
tes, la falta de marcos normativos y actualización de los mismos, poca
conciencia ecológica en la sociedad y nula coparticipación de todos los
actores en las acciones planteadas (wwap, 2006). En este sentido, la Orga-
nización de la Nacionales Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(unesco) considera que la educación en el tema del agua puede ser la en-
trada correcta para el desarrollo de una nueva ética para la gobernabilidad
y la Gestión Integral de Recursos Hídricos. Esto se deriva del reconoci-
miento de que la educación es el medio más efectivo que posee la sociedad
para confrontar los desafíos del futuro a escala mundial; por eso la educa-
ción debe llevarse a todos los niveles —primaria, secundaria, media supe-
rior; en forma formal e informal— con la finalidad de proporcionar las
habilidades, los conocimientos y los valores a la población para que asimile
la necesidad e importancia de la protección y conservación del recurso,
además de maximizar sus potencialidades y esfuerzos en esta tarea.

Nueva cultura del agua en México • 67


Al respecto, en el Borrador del Plan Estratégico de la fase VII del Pro-
grama Hidrológico Internacional (phi) para el periodo 2008-2011, por pri-
mera vez se amplía el tema “5” de Educación relativa al agua, como parte
de la estrategia de la unesco para el Decenio 2005-2014 de las Naciones
Unidas “Educación para el Desarrollo Sostenible” (unesco-ihe, 2007). En
las fases anteriores del Programa Hidrológico ya ha sido reconocida la
problemática mundial en torno al agua, por lo que en la fase actual se ha
buscado desarrollar las actividades dirigidas a restablecer la sustentabi­
lidad ambiental por medio de la cooperación intersectorial y la educación
como eje transversal —basado en la investigación hidrológica; la educa-
ción, el entrenamiento y la capacitación.
Como se observa, el tema de la educación para la formación de la cul-
tura del agua se ha venido reconociendo y ha ganado terreno en el debate
internacional. Así, durante la Tribuna del Agua realizada en el marco de la
Exposición Internacional expo Zaragoza (2008) una de las semanas temá-
ticas se dedicó al tema de “Agua y Sociedad”, señalando la importancia de
fortalecer el aspecto de la educación, la transferencia de información y
el desarrollo de capacidades para formar un conocimiento sólido acerca
del agua y de esta manera poder combatir los problemas ambientales pro-
vocados por su uso ineficiente. En el V Foro Mundial del Agua en Turquía,
2010, el tema de educación se trató en el tópico 6.1.1. “El conocimiento
para todos, Todo para el Conocimiento”. A lo que Martínez (2009) declara
que por primera vez el tópico de información del agua se incluye en un
foro de discusión internacional, resaltando la problemática de la falta de
información, limitantes en su generación, transmisión del conocimiento, y
desarrollo de capacidades; donde menciona que cada vez hay menos datos
disponibles, por lo que hace falta la integración interinstitucional y guiar la
oferta de información por medio de la demanda generada dentro de la so-
ciedad; porque sólo una sociedad informada y concientizada puede actuar
propositivamente en la conservación del recurso.

Acciones gubernamentales

Gobierno federal. Con la creación de la Comisión Nacional del Agua (Cona-


gua) en 1989, se da el reconocimiento de la necesidad de incorporar la vi-
sión integral del agua a la política pública federal. Desde el inicio se han

68 • María Perevochtchikova
plasmado los objetivos de generar una Nueva Cultura del Agua; y sucesiva-
mente dentro de los planes formulados a la fecha, el tema se ha quedado
dentro de las metas del sector hídrico (Conagua, 2009). Las tendencias in-
ternacionales sobre el desarrollo sustentable se tradujeron en algunas ac­
tualizaciones del marco jurídico del sector y, en particular, en la aprobación
de la Ley de Aguas Nacionales (lan, 1992) y el Reglamento en 1994; donde
se consideró a la cuenca hidrográfica como la unidad básica para la admi-
nistración del agua y se promovió la fundación de los Consejos y Comités
de Cuenca. Dentro de este mecanismo se planteó la posibilidad de la par-
ticipación social en la toma de decisiones, sin embargo que no ha funcio-
nado en la práctica (Perevochtchikova y Arrellano, 2008).
En ese marco, a principios de la década de los noventa, ante la proble-
mática de la salud pública, relacionada con el alto índice de enfermedades
gastrointestinales asociadas con el consumo de agua no potable registra-
das en México, se instituyó el Programa Agua Limpia, con objetivos y es­
trategias específicas para garantizar que el recurso hídrico fuera de calidad
adecuada para sus diversos usos. El programa consideró entre sus acciones
y más tarde sus “componentes”, la creación de uno denominado como “Cul­
tura del Agua”, aunque con mayor atención al ámbito rural. El último enfo-
cado a: 1) las pláticas escolares, 2) pláticas comunitarias, 3) pinta de bardas,
4) apertura de Espacios de Cultura del Agua (desde 1999). Adicionalmente, se
generó la instrumentación de campañas en medios de comunicación, cuyas
frases más famosas desde esa época hasta después del año 2000, fueron
“Ciérrale” y “Gota a gota, el agua se agota”.
Sin embargo, entre las estrategias propuestas por la creada reciente-
mente la Coordinación General de Atención Institucional, Comunicación y
Cultura del Agua (cgaicyca) de la Conagua sólo se encuentran las campa-
ñas parciales a corto plazo para el uso ahorrador de agua dentro de la vi-
vienda y el pago a tiempo por el servicio recibido, difundidas por medios
de comunicación, internet y materiales publicados. Para llegar con esta
información a escala más local, desde 1999 se han establecido cerca de
1,350 Espacios de Cultura del Agua (eca) en los municipios del país. En el
ámbito regional de la Cuenca del Valle de México se han creado 77 Espa-
cios de Agua en 116 municipios. A pesar de su buena intención los eca
representan serios problemas que les impiden convertirse en verdaderos
núcleos de concientización ciudadana, como la discontinuidad de los cua-

Nueva cultura del agua en México • 69


dros profesionales, su baja preparación y poco presupuesto; no diversidad
de materiales y metódicas, falta de difusión y capacitación.
Al respecto, cabe aclarar que los resultados de un estudio antropoló-
gico realizado por la Conagua en 2009 dejaron claro que la población no
está susceptible a la problemática por desconocer los procesos mediante
los cuales el agua llega a su casa y de los procedimientos que se utilizan
para su tratamiento, por lo que en general no reconoce el valor económico
del servicio del agua, no ahorra y no paga por éste. Entre otras conclusio-
nes, se observa que es necesario que los ciudadanos no sólo conozcan la
información, sino que asuman el cuidado del agua como algo cercano,
propio; al sentir el problema que les afecta directamente, se podrá adoptar
elementos de solución y acción activa, conscientemente; lo que por su
parte permitirá cambiar los hábitos y actitudes cotidianas. Los cuales sólo
podrán ser aplicados con el fortalecimiento de la educación —formal y no
formal—; que resulta ser un factor prioritario para sembrar la cultura del
agua en la sociedad, con la especial atención en los niños y los jóvenes que
son más receptivos a nuevos conocimientos (Korenfeld, 2009; gem, 2007).
Resulta que el concepto de Cultura del Agua dentro de la visión institu­
cional de la “Uso eficiente del Agua II: Nuevos Hábitos” (www.cna.gob.mx)
pretende realizar una convocatoria masiva, con el objetivo de crear una
alianza nacional, basada en la participación de los tres órdenes de gobierno,
las empresas, los medios de comunicación, la academia, las asociaciones
civiles y la sociedad en general. Bajo este planteamiento se creó el primer
tema llamado “El agua es como tu familia: ¡Protégela!” dirigido principal-
mente a los jóvenes (www.protegeelagua.gob.mx). En el programa se acu-
de al dibujo como recurso creativo gráfico que es capaz de expresar la
protesta positiva para mostrar las causas y promover el cambio en los
hábitos de uso cotidiano del agua; que es divulgada a través de medios de
comunicación, transporte escolar y público, etcétera. Al momento la com-
paña ha logrado obtener 120 aliados en toda la republica mexicana; pero,
es complicado ver su efecto íntegro, porque es excluyente de otros partici-
pantes, como la familia y la escuela, además de ámbito rural.
En general, se puede constatar que la problemática vista que enfrentan
prácticamente todas las campañas y programas federalizados va desde el
origen de la Conagua, como la institución; que además de la visión reducida
tecnocrática, está relacionada con 1) los problemas de cuadros profesionales,

70 • María Perevochtchikova
2) la no transmisión del conocimiento generado; 3) el no seguimiento de
los lineamientos establecidos por tiempos políticos (sexenios a nivel
federal y trienios en municipios); 4) los territorios rurales no abarcados,
aunque la mayor parte del agua que se usa y se desperdicia en el país es
para el riego agrícola; 5) las competencias entre dependencias y cruce de
sus funciones; 6) la no cuantificación de sus valores ambientales y socia-
les; 7) la diferencia entre tiempos de implementación de programas en los
ámbitos federal, estatal y municipal (sobre todo si se compara con los ci-
clos ecosistémicos); 8) la incertidumbre económica y legal; 9) la falta de
revisión del marco normativo. Por otra parte, se hace evidente la falta de co­
laboración interinstitucional con una visión transversal, donde habría que
otorgar aún mayor papel a la Secretaría de Educación Pública por ser nexo
directo entre el gobierno, la academia y la sociedad, y más en las tareas de
educación y concientización ambiental.
Gobierno estatal. En caso de la Ciudad de México, es indispensable re-
saltar que igual que el gobierno federal, el Gobierno del Distrito Federal
(gdf) ha iniciado desde el 1989 el programa para el uso eficiente del agua,
lanzando en medios de comunicación compañas infantiles “Súper Inspec-
tor H2O” y “Amanda ¡Ciérrale!”. En 1993 la Dirección General de la Cons-
trucción Hidráulica (dgcoh) creó el primer Espacio del Agua de la ciudad
en el parque Peña Pobre para acercar a los niños al tema del ahorro del
agua, con la elaboración de materiales didácticos. Desde 1994 el dgcoh ha
participado en el Consejo de Cuenca del Valle de México, presidiendo el
pe­riodo 2007-2009, Grupo Especializado de Comunicación y Cultura del Agua
en coordinación con los estados de México, Hidalgo y Tlaxcala; donde se
propuso en 2008 la campaña “Haz un buen uso del agua” en las vitrinas de
Transporte Colectivo metro. En 1995 se creó la sala de exhibición perma-
nente “El agua en la ciudad”, donde se presentan los maquetas, material
didáctico, teatro guiñol, videos, juegos, etcétera; y que es denominada ac-
tualmente como programa de atención permanente.
A partir de 2003, al fusionar la entonces dgcoh y la Comisión de Aguas
del Distrito Federal, entró en funcionamiento el Organismo Público Des­
centralizado —sectorizado de la Secretaría de Medio Ambiente del gdf—,
el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (sacm). El sacm considera la
promoción de la cultura del agua como un tema de alta relevancia (Colmex,
2009). Para esto desarrolla diversas líneas de acción y proyectos especí­

Nueva cultura del agua en México • 71


ficos, como: 1) el ahorro y la reutilización del agua —mantenimiento y am­
pliación permanente de la infraestructura de agua potable y saneamiento—;
2) el aumento de eficiencia energética en sistemas de bombeo y de trata-
miento de agua; 3) la recuperación de energía en el sistema; y 4) el manejo
de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (gei) provenientes de lodos y
aguas no tratadas. Pero, como se puede observar, todas las acciones pro-
puestas tienen una visión reducida a la intervención técnica, que no involu­
cra a la población, ni considera aspectos ecosistémicos que garanticen la
preservación de los ciclos de la vida, incluyendo el hidrológico; son de
corto plazo y no incorporan la educación.
Con la firma del anexo técnico para realizar acciones dentro del Pro-
grama de Cultura del Agua entre el sacm y la Conagua en 2007, el sacm ha
creado otros nueve Espacios de Cultura del Agua (eca) en el ámbito dele-
gacional, donde para 2008 se han atendido casi 21 mil personas; un número
realmente insignificante comparado con las necesidades de una megaciu-
dad con cerca de 9 millones de habitantes, otros 12 en zona conurbada y
una compleja problemática del agua.
Es de suma importancia resaltar que el gdf, así como el sacm han de-
sarrollado e implementado otro tipo de programas que tienen que ver con
la promoción del cuidado y uso racional del agua dentro de la ciudad. Pero,
que otra vez son de visión, acciones, tiempo y presupuesto limitados: 1)
“Plan Verde”, con propuesta de medidas puramente técnicas, estructu­
rales; 2) “Programa de manejo sustentable del agua para la Ciudad de
México”, donde las campañas propuestas para uso eficiente del agua faltan
de ser implementadas; 3) “Pronto pago”, con la cual, han incrementado
las contribuciones en 23 por ciento; por lo que si prosigue a futuro con la
misma tendencia y reinversión en la infraestructura del servicio del agua,
puede mejorar su condición; 4) “VI Encuentro Nacional de Cultura del
Agua” (2009), que comparte las experiencias de los Organismos Opera­
dores de Agua del país; pero con poca difusión y participación ciudadana;
5) “Mujeres plomeras”, otra acción puntual tecnocrática; 6) “Jóvenes por el
agua: Prepa Sí”, con pláticas de concientización y sensibilización a jóvenes
de nivel medio superior; y concurso de carteles; como buena iniciativa
para el sector escolar; 7) Campañas publicitarias y de promoción sobre
de medidas del ahorro del agua por medio del cierre de la llave y repara-
ción de fugas, como “Ahórrala”, con 885 espacios de difusión de la infor-

72 • María Perevochtchikova
mación; 8) “Sistema de alerta del servicio de agua potable” para el ahorro
en el consumo de agua en las oficinas del Gobierno del Distrito Federal
—sustitución de tomas, rehabilitación de tuberías, acueductos y pozos,
etcétera—; acción puramente técnica.
Con todos estos programas el Gobierno del Distrito Federal, por medio
del sacm, ha logrado que alrededor de 14 millones de usuarios sean infor-
mados en el tema de ahorro del agua (Colmex, 2009). Para lo cual también
se han publicado diversos materiales de promoción como volantes y libre-
tas de divulgación con los principios de ahorro y buen uso de agua (sacm,
2009a, 2009b, 2009c, 2010). A los que se ha sumado la Comisión del Agua
del Estado de México que desde hace 10 años promueve las Acciones de
Cultura del Agua, dirigidas principalmente a los niños a nivel preescolar,
infantil y juvenil, como futuro de la sociedad; por medio de la publicación
y divulgación de múltiples materiales explicativos, creativos e interactivos y
organización de festivales, exposiciones y concursos (Korenfeld, 2009).
Los principales problemas que se detectan al implementar los pro­
gramas de Cultura del Agua a nivel estatal son de la inercia burocrática, la
ineficiencia profesional, el incertidumbre financiero, así como el problema
de incompetencia política y administrativa, con la visión de corto plazo,
campañas locales, demasiado puntuales, excluyentes de otros sectores,
sólo en zonas urbanas, que no involucren en forma integral a todos los
aspectos de la formación de un ser humano (familia, escuela y ambiente
laboral); lo que limita finalmente el proceso de la concientización de la po-
blación objetivo de las campañas.
Gobierno local. Como se sabe, la Constitución mexicana otorga a los
municipios la facultad exclusiva de prestar a los ciudadanos los servi-
cios de agua potable, alcantarillado y saneamiento. Sin embargo, el pre­
supuesto para el funcionamiento de los Organismos Operadores de Agua
Potable, Alcantarillado y Saneamiento (oapas) en los municipios se basa
en los ingresos provenientes de las tarifas cobradas por los servicios
prestados, lo que se ve limitado por la falta de una “cultura” de pago por
éstos; lo que por su parte influye en las deficiencias técnicas y econó-
micas de operación, igual que en las complicaciones sociales e impacto
ambiental (cca, 2002).
Para mejorar esta situación, desde 1999 la Conagua en conjunto con las
Comisiones Estatales de Agua, Medio Ambiente y Salud —instancias ejecu­

Nueva cultura del agua en México • 73


toras del Programa Federalizado Cultura del Agua—, también Municipios
y Organismos Operadores, han apoyado a la creación y el desarrollo de
Espacios de Cultura del Agua (eca) en todo el país; con la meta de llegar a
1,470 eca para 2012. Sin embargo, ante la problemática de alta rotación del
personal de los eca, así como la falta de seguimiento del personal que ha
sido capacitado —promotores de cultura del agua—, se ha advertido sobre
la necesidad de integrar una oferta permanente, flexible y de calidad para
el desarrollo, fortalecimiento y evaluación de las competencias —conoci-
miento, habilidades y capacidades— que permitan mayor desempeño de
sus funciones. Para esto el gobierno federal por medio de la Secretaría
de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y Conagua ha pre-
sentado la primera convocatoria para el Programa Nacional de Formación
en Materia Ambiental del Recurso Agua como eje transversal (www.cona-
gua.gob.mx).

Participación de la sociedad

En 2000 se crea el Consejo Consultivo del Agua, A.C. (www.aguas.org.mx),


que es un organismo ciudadano, plural e independiente, integrado por
personas e instituciones de los sectores social, académico y económico de
México. Su misión consiste en articular la participación social, con el di­
seño, ejecución y evaluación de la política hídrica en México; además
de generar y difundir el conocimiento y la información orientada al uso y
gestión sustentable del agua. Las actividades que realiza el Consejo se
enfocan a las tareas de comunicación, educación y desarrollo de capacida-
des; organización de seminarios y conferencias; participación y apoyo a la
investigación; edición de materiales educativos; y el establecimiento de
relaciones institucionales con búsqueda de fondos.
Se destacan las siguientes actividades efectuadas por el Consejo du-
rante la última década: 1) las campañas nacionales de cultura del agua; 2)
la organización de encuentros de organizaciones sociales rumbo al En-
cuentro Agua para las Américas y IV y V Foros Mundiales del Agua; 3) la
organización de actividades artísticas y culturales; 4) el análisis de la Ley
de Aguas Nacionales; 5) el estudio de Banco Mundial sobre impacto eco-
nómico de políticas públicas del agua en México; 6) el establecimiento de
Observatorios Ciudadanos del Agua en Saltillo (realizado), Ecatepec (aban-

74 • María Perevochtchikova
donado), Xalapa (caso exitoso) y recientemente en Tuxtla Gutiérrez; 7) la
organización de eventos de comunicación e intercambio entre la sociedad,
academia, autoridades y medios de comunicación.
En 2002 por el Consejo Consultivo del Agua A.C., la Presencia Ciuda-
dana Mexicana A.C. y la Unión de Grupos Ambientalistas iap, con el apoyo
de la Alternativa Ciudadana 21, la Comisión Nacional del Agua, la Funda-
ción Xochitla A.C. y National Wildlife Federation, se realizó el Taller de
Organizaciones Ciudadanas rumbo al Foro del Agua para las Américas
en el Siglo XXI, que resaltó la importancia de la generación, la difusión del
conocimiento y la educación ambiental (cca, 2002). Durante el taller se
fundó la Red Ciudadana del Agua con la misión de construir un espacio de
intercambio de información y experiencia académica y social. Ha sido en
sus inicios una instancia informal facilitada desde la Unión de Grupos Am-
bientalistas para desarrollar las líneas de acción relacionadas con la elabo-
ración de un código ético.
En 2005 se dio el posicionamiento de la Alianza Mexicana por una Nueva
Cultura del Agua (amnca), con la presencia y participación de diversas orga­
nizaciones civiles, el personal académico de las universidades y el del sacm
(www.amnca.org.mx), declarándose como un movimiento ciudadano que
pretendía involucrarse en la vida pública. En diciembre de 2005 la amnca
participó en la organización del Primer Encuentro por una Nueva Cultura
del Agua en América Latina; resultando con la firma de la Declaración de
América Latina y el Caribe. Lamentablemente, a partir de esta fecha no se
volvió a convocar a la sociedad, ni se ha podido desempeñar una labor
constante y significante a nivel nacional. Sin embargo, la propuesta de la
creación del Observatorio Latinoamericano del Agua continuó discutiéndo-
se aún durante el IV Foro Mundial del Agua en 2004, con la idea de integrar
a los actores latinoamericanos en un grupo de líderes ambientalistas, a tra­
vés de la constitución de capítulos en cada país interesado, y en la instru-
mentación del Observatorio programada para 2009; el cual aún no se ha
llevado a cabo (http://www.unizar.es/fnca/index3.php?id=1&pag=19).
Hay que decir que la discusión del tema de cultura del agua, aunque
sin la palabra nueva, ha permanecido en el ámbito nacional con la organi-
zación anual de los Encuentros Nacionales de Cultura del Agua por la
Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento de México A.C.
(aneas); y con la creación de la Asociación Nacional de Cultura del Agua

Nueva cultura del agua en México • 75


(anca) que se reunieron en su primera sesión ordinaria en 2007 (Olivares,
2009; aneas, 2010). Actualmente la anca integra a 480 representantes de
los Organismos Operadores de todo el país; y su visión es consolidar la
Asociación como el eje rector de los programas de Cultura del Agua (http://
www.aneas.com.mx/anca). De acuerdo con lo antes señalado, se resalta un
creciente interés con un gran potencial por parte de la sociedad en esta
materia.

Aporte de la academia

En el ámbito académico hay que acudir a la creación en 2005 de la amnca,


bajo la fuerte influencia de la Fundación de Nueva Cultura del Agua
(fnca) de España y en especial de Pedro Arrojas; que ha sido incentivada
y coordinada en México por la —en aquel entonces— diputada indepen-
diente Martha Delgado Peralta —ahora Secretaria de Medio Ambiente del
Gobierno de Distrito Federal—, y María Luisa Torregrosa, académica de la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). La dinámica de tra­
bajo, adoptado por la alianza se estableció mediante la comunicación de los
grupos temáticos dentro del portal del Centro Virtual de Información del
Agua (www.agua.org.mx). No obstante, el entusiasmo inicial no ha logrado
consolidarse a lo largo de los años en diferencia de la fnca española, en cuyo
marco de acción destaca la realización de congresos bianuales y asam-
bleas anuales, mientras que el objetivo persigue satisfacer fines de interés
general y de carácter fundamentalmente científico (fnca, 2005a). También,
en comparación a la fnca —albergado por la Universidad de Zaragoza—,
el movimiento mexicano, no es promovido desde ninguna institución aca-
démica en particular.
En 2006, en el contexto de realización del IV Foro Mundial del Agua en
México, la Universidad Nacional Autónoma de México ( unam) buscó la
participación activa e integral, de manera que constituyó su propia Red del
Agua, con la concurrencia de 26 entidades de la unam, en la que se en-
cuentran los principales centros de investigación (http://www.agua.unam.
mx/). Dicha iniciativa se formalizó en diciembre de 2009, como una “…red
de conocimiento, conformada por las interacciones humanas en la produc-
ción, almacenamiento, distribución, acceso y análisis de los conocimientos
producidos por los miembros de la misma” (Ayala, 2009; Oliva Mejía, 2010).

76 • María Perevochtchikova
Cabe destacar la conformación, en 2009, de la Red Temática del Agua
del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (retac), que busca brindar
soluciones de alto impacto al desarrollo del país y al bienestar de su pobla-
ción entre los grupos de investigación científica y tecnológica (Oswald,
2009). Los investigadores que se adhirieron a la red provienen de más de
50 universidades y centros de investigación de reconocido prestigio a nivel
internacional; a los que les falta la consolidación en grupos de trabajo,
desarrollo de canales de comunicación constante y estudios en conjunto.
Sin embargo, es de resaltar que la iniciativa cuenta con el apoyo financiero
del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) que le permite
empezar por buen camino para la construcción del conocimiento multi
e interdisciplinario.
En términos generales, es importante acentuar que en los últimos años
la investigación científica ha adoptado la vía del desarrollo de este tipo de
estudios para abarcar la problemática ambiental desde el enfoque ecosis-
témico (Burns, 2009; Colmex, 2011). En la enseñanza a nivel superior se
ha votado por la incorporación y el fortalecimiento de los contenidos curricu­
lares sobre los temas de agua y medio ambiente; se han abierto nuevas
materias, carreras y posgrados en las universidades del país; más foros de
diálogo y discusión de temas prioritarios entre la academia, sociedad y
autoridades, como por ejemplo, el Foro de Políticas Públicas del Agua de la
unam; el Seminario Anual de la Cátedra unesco-imta (2009); el Seminario
de Diálogos Plurales y el Coloquio Internacional de Cultura del Agua de
El Colegio de México (Colmex, 2009, 2011); el Foro Académico Temático
del Agua de la uam; y se ha comenzado a implementar programas de uso
eficiente del agua en sus propias instalaciones. Sin embargo, aún les hace
falta la consolidación, la colaboración interinstitucional, la continuidad, y la
participación proactiva de toda la comunidad.

Conclusiones y discusión

Por la reconocida crisis ecológica producida por la actividad humana dentro


de la mutua relación Sociedad-Naturaleza, la sociedad mundial requiere
realizar cambios profundos en los valores, modelos y modos de vida; reco­
nociendo el papel fundamental del agua como soporte ecosistémico y su

Nueva cultura del agua en México • 77


valor socioambiental integral, dentro de los principios de equidad y jus­
ticia, en lo que se refiere a la adaptación, asimilación y promoción de los
principios de una cultura del agua ligados al paradigma de la Gestión Inte-
gral Ecosistémica del Agua. En este proceso se destaca el papel de suma
importancia de la educación para la construción del conocimiento, dirigido
a todos los sectores de la sociedad. Desde los tiempos prehispánicos, la
invención, adaptación e innovación tecnológica y la transmisión del cono-
cimiento para manejar y controlar el agua han dado el lugar para el de­
sarrollo de las diversas culturas originarias de Mesoamérica.
En México, el concepto de cultura del agua retoma otros sentidos par-
ticulares, como étnico, cultural, tradicional e histórico; lo que respalda el
hecho de que en realidad siempre hemos tenido una cultura del agua. Sin
embargo, en víspera de la propuesta de un nuevo enfoque conceptual que
busque un cierto balance entre los objetivos del desarrollo económico y los
socioambientales, se ha incorporado un adjetivo nuevo al concepto ante-
rior, formulado ahora como nueva cultura del agua, basada en principios de
sustentabilidad auténtica.
Dentro de la adaptación de este concepto, a nivel federal la Conagua ha
demostrado el desarrollo de las acciones como campañas de divulgación de
corto plazo, limitados y excluyentes para varios grupos de la sociedad,
discontinuas, sin seguridad económica ni legal, ni visión transversal inter
e intrainstitucional. También, se resalta su visión reducida dirigida única-
mente al ahorro del consumo del agua en el hogar al cerrar la llave, reparar
las fugas y pagar el servicio; desatendiendo la gran problemática de las
zonas periurbanas y rurales.
Por parte de la sociedad se resalta un creciente interés en el tema, re-
flejado en la creación de las asociaciones y fundaciones, múltiples organi-
zaciones no gubernamentales (ong) y consultorías. En la parte académica
es importante acentuar sobre el desarrollo de investigaciones multi e inter-
disciplinarias; incorporación y fortalecido de los contenidos curriculares;
apertura de nuevas materias, carreras y posgrados; creación de foros de
diálogo y discusión de temas prioritarios, y redes de investigación. Sin
embargo, como característica común, les hace falta la consolidación, la
colaboración interinstitucional, el financiamiento y la continuidad —inclu-
yendo política—; lo que se ve limitado por las cuestiones económicas, de
falta de interacción y ética profesional; y falta de compromiso profesional

78 • María Perevochtchikova
y personal para dedicarse a las tareas de divulgación e interacción con el
gobierno para intervenir en la política pública ambiental y con la sociedad
para la apropiación y asimilación del conocimiento y apoyo a su liderazgo.
Donde, además, se pueda combinar los avances del desarrollo e innova-
ción tecnológica y el gran bagaje cultural y tradicional de los pueblos origi-
narios del país; con base en la capacitación y el aprendizaje continuo, la
corresponsabilidad y la voluntad política en las acciones en, con y por el
agua.

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Cultura del agua en México concepto, marco programático
gubernamental (2007-2012) y actores, líneas
principales de acción de Conagua, importancia
de la planeación y la evaluación
Marissa Mar Pecero*

Concepto

En 2008, durante consulta realizada fundamentalmente entre comisiones


estatales de agua, se detectó la inexistencia de un concepto homologado
sobre cultura del agua, así como su socialización entre los propios respon-
sables de dicha materia en los diferentes órdenes de gobierno. El principal
instrumento normativo de la política hídrica nacional, la Ley de Aguas
Nacionales, dedica a la cultura del agua un capítulo, resultado de las refor-
mas de 2004, pero ésta no se encuentra definida, sino referida como una
construcción de elementos diversos que la propia Ley señala. Tal es el caso
del numeral XXI de los principios que sustentan la política hídrica nacio-
nal: “la cultura del agua construida a partir de los anteriores principios de polí­
tica hídrica, así como con las tesis derivadas de los procesos de desarrollo
social y económico…”.
Entre dichos principios encontramos que el agua es un bien de dominio
público federal, vital, vulnerable y finito, con valor social, económico y ambien-
tal, cuya preservación en cantidad y calidad y sustentabilidad es tarea funda-
mental del Estado y la Sociedad, así como prioridad y asunto de seguridad nacio­
nal, la gestión integrada de los recursos hídricos por cuenca hidrológica, los
usos del agua, servicios ambientales, uso sustentable, reúso, entre otros.
En ese sentido, es fundamental destacar dos de esos principios que
podríamos presumir constituyen una parte del “antes” y el “después” en la

* Subgerente de Cultura del Agua de Conagua, Coordinadora en México del Programa


Agua y Educación del phi - unesco /Fundación wet Internacional. Correo: marisa.mar@
conagua.gob.mx

83
propia conformación de una efectiva y nueva cultura del agua, a la que mu-
chos han referido y seguramente señalarán como parte de los temas de
reflexión de ese ciclo de conferencias.
XIX. El derecho de la sociedad y sus instituciones, en los tres órdenes
de gobierno, a la información oportuna, plena y fidedigna acerca de la
ocurrencia, disponibilidad y necesidades de agua, superficial y subterrá-
nea, en cantidad y calidad, en el espacio geográfico y en el tiempo, así como
a la relacionada con fenómenos del ciclo hidrológico, los inventarios de usos
y usuarios, cuerpos de agua, infraestructura hidráulica y equipamiento
diverso necesario para realizar dicha gestión; XX. La participación infor-
mada y responsable de la sociedad, es la base para la mejor gestión de los
recursos hídricos y particularmente para su conservación; por tanto, es
esencial la educación ambiental, especialmente en materia de agua; La Ley
señala muchos “qués” y “cómos”, principalmente en el capítulo V Bis, pero
no refiere por ningún lado, una definición clara, identificable y utilizable
tanto para la construcción de instrumentos programáticos nacionales, re-
gionales, estatales o municipales, como para cualquier persona común que
busque el punto de referencia de lo que puede entenderse sobre este con-
cepto en México y que a partir de ello, realice sus propias interpretaciones,
sin tener necesariamente que buscar o comparar documentos paradigmá-
ticos o tratados internacionales a lo largo de la historia.
En ese sentido, en 2009 las áreas de cultura del agua de la Comisión
Nacional del Agua (Conagua) y el Instituto Mexicano de Tecnología del
Agua (imta) enviaron al área jurídica de Conagua una propuesta de refor-
mas y adiciones a la Ley de Aguas Nacionales en esta materia. Para el caso
de la definición, se revisaron los conceptos de autores como Clara Levi y
Ramón Vargas, así como la propuesta de los Organismos Operadores de
Agua, realizada durante el VI Encuentro Cultura del Agua (2009) —como
uno de los elementos impulsados por la Asociación Nacional de Cultura
del Agua (anca) perteneciente a la aneas— y la referencia histórica del
“Seminario internacional de educación ambiental de Belgrado (1975), acor-
dando la siguiente propuesta: “proceso continuo de producción, actualiza-
ción y transformación individual y colectiva de valores, creencias, per-
cepciones, conocimientos, tradiciones, aptitudes, actitudes y conductas en
relación con el agua en la vida cotidiana”.

84 • Marissa Mar Pecero


Por todo anterior, se consideró que valía la pena proponer una defini-
ción, que a partir de entonces es utilizada como referencia para progra-
mas, estrategias y acciones en la materia y se encuentra publicada en la
página web de la Conagua, que es el principal referente de información
hídrica del país.

Marco programático gubernamental


(2007-2012) y actores

El Plan Nacional de Desarrollo en su eje 4, Sustentabilidad Ambiental,


cuenta con la estrategia “Incentivar una cultura del agua que privilegie el
ahorro y uso racional de la misma en el ámbito doméstico, industrial y
agrícola”. El Programa Sectorial de Medio Ambiente y Recursos Naturales,
cuenta asimismo con la línea de acción “Implementar programas de comu-
nicación y cultura del agua en todos los estados del país”, alineada a la
estrategia “Promover el manejo integral y sustentable del agua en cuencas
y acuíferos” y al objetivo 2 “Lograr un adecuado manejo y preservación del
agua en cuencas y acuíferos para impulsar el bienestar social, el desarrollo
económico y la preservación del medio ambiente”.
En ese sentido, el objetivo 5 del Programa Nacional Hídrico “consolidar
la participación de los usuarios y la sociedad organizada en el manejo del
agua y promover la cultura de su buen uso”, refiere diversos retos y estra-
tegias para su realización por parte de la Conagua, en conjunto con otros
actores. A saber, los siguientes:

1. Crear conciencia entre la población sobre la necesidad del pago y uso


responsable y eficiente del agua, a través de “campañas transmitidas a
nivel nacional en medios de comunicación sobre la importancia, buen
uso y pago del agua”.
2. Informar oportuna y eficazmente a la población sobre la escasez del
agua, los costos de proveerla, su uso responsable y su valor econó­
mico, sanitario, social y ambiental, a través de “Boletines, versiones
estenográficas y otros materiales institucionales disponibles al público
a través del portal de Internet de la Conagua”.

Cultura del agua en México: marco prográmatico gubernamental • 85


Impulsar programas de educación y comunicación para promover la
cultura del agua, mediante la incorporación del tema de cultura del
agua en los libros de texto de primaria que refieran al tema ambiental
y la creación de espacios para promover la cultura del agua.
3. Posicionar el tema del agua como un recurso estratégico y de seguridad
nacional, a través de la implementación de programas de Cultura del
Agua en las 32 entidades federativas de país.
4. Consolidar la autonomía de gestión de los Consejos de Cuenca, a través
de Consejos de Cuenca con programas hídricos en ejecución, así como
consolidar la autonomía de gestión de sus Órganos Auxiliares (Comi­
tés Técnicos de Aguas Subterráneas, Comités de Playas Limpias y Co-
mités de comisiones de cuenca) a través de sus propios programas de
gestión.
Impulsar el desarrollo institucional de las dependencias y organismos
que participen en el manejo del agua, a través de personal capacitado
de los Organismos Operadores del Agua y Saneamiento.
5. Consolidar la operación del Consejo Consultivo del Agua y del Comité
Mexicano para el Uso Sustentable del Agua, a través de acciones im-
plantadas en forma conjunta entre la Comisión Nacional de Agua y
el Consejo Consultivo del Agua, así como acciones implantadas en el
seno del Comité Mexicano para el Uso Sustentable del Agua.
6. Apoyar a los sectores vulnerables (mujeres, jóvenes, indígenas, adul-
tos mayores y personas con capacidades distintas) de la sociedad en el
acceso y toma de decisiones en torno al recurso, a través de la incor-
poración de los sectores de: Mujeres, jóvenes, indígenas, adultos ma-
yores y personas con capacidades distintas en el Comité Mexicano
para el Uso Sustentable del Agua.

Asimismo, otros de los actores que la propia Ley de Aguas Nacionales


señala para esta materia, son los propios Organismos de Cuenca,” la “po-
blación”, la sociedad en sus distintas organizaciones ciudadanas o no gu-
bernamentales, colegios de profesionales, órganos académicos, organiza-
ciones de usuarios, medios de comunicación y el imta.

86 • Marissa Mar Pecero


Líneas principales de acción de la Conagua

De acuerdo con lo anterior, el enfoque de las acciones de la Comisión Na-


cional del Agua en esta materia es lograr un cambio positivo y proactivo en
la participación 1 Artículos 12 bis 6,13 bis 3, 14, 14 bis 4, 14 bis 3 y Capi-
tulo V Bis, individual y social en torno al uso sustentable del agua, para no
afectar a las siguientes generaciones, incidiendo en los procesos de comu-
nicación mediante los cuales la sociedad se allega información, desde la
educación formal, no formal, informal y espacios de participación social.
Como señalábamos, el marco programático y la capacidad institucional vi­
gente, refiere los siguientes ejes de acción:

Comunicación

El eje de Comunicación dentro de Conagua se atiende fundamentalmente


mediante los Programas de Comunicación Social, Información y Editorial,
los cuales emiten productos informativos dirigidos a la sociedad en gene-
ral, medios de comunicación y sectores específicos. En este rubro merecen
especial atención los esfuerzos concentrados en las campañas nacionales
sobre cultura del agua, que desde 2004 se han difundido sin interrupción,
a diferencia de periodos anteriores de los que solamente se recuerdan las
campañas llamadas “Amanda, ciérrale” y “Gota a Gota el agua se agota”.
En relación con los esfuerzos continuos que ha encabezado la Conagua,
destaca la transmisión de las campañas señaladas: “ Tu vida necesita
agua” en 2004, “Ducha” y “Valor económico” en 2005; “Pago Justo” en di-
ferentes adaptaciones de 2006 a 2009. Más adelante nos referiremos a los
resultados de éstas. Es importante comentar que para la difusión por lo
medios masivos y alternativos de comunicación, se ha contado desde el
año 2005 con la colaboración del Consejo de la Comunicación, que no sola­
mente ha sido un socio estratégico en la difusión de campañas, sino en
la generación de proyectos como Agua en Arte, actualmente en exposición
en carteleras del Distrito Federal, exposiciones de caricaturas, a la vez ha
motivado a sus agremiados a sumarse a todos estos esfuerzos.
A partir de 2008 se creó la versión o línea temática de “Uso eficiente”
que derivó hacia el año 2009 en la creación de la campaña “Nuevos Hábi-
tos”, cuya versión 2010 se encuentra en ejecución, incorporando como

Cultura del agua en México: marco prográmatico gubernamental • 87


mensaje central: “El agua es como de tu familia, protégela”. Dicha campaña
parte y recupera diversas lecciones aprendidas en estos años. Para empe-
zar, partió de un estudio antropológico para conocer los hábitos de uso en
el ámbito doméstico y por otro lado, su estrategia partió fundamental­mente
de la incorporación de todos los nuevos medios, a la vez que recuperó e
impulsó la participación de aliados tanto del sector público como privado.
En términos de los aliados que se han sumado activamente a Conagua en
esta campaña, se puede mencionar diversas Comisiones Estatales de Agua,
al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, Bimbo, Colgate-Palmo-
live, femsa, Kimberly Clark, Rotoplas, Procter & Gamble, Grupo Modelo,
Unilever, entre muchos otros.
En ese sentido, vale la pena destacar que los esfuerzos de comunica-
ción masiva de hace 20 o incluso 10 años, se han visto totalmente transfor-
mados por la aparición de las redes sociales virtuales, aspectos que esta
campaña atiende. A ello se suma la competencia de espacios y mensajes
diversos en los medios de comunicación y la aparición paulatina de temas
medioambientales en las propias agendas de los medios y líderes de opinión
interesados en el desarrollo de estrategias de “responsabilidad social”.
Por último, pero extremadamente importante, está el aspecto que jus-
tamente es el centro de los esfuerzos de difusión de este Día Mundial del
Agua 2011: el agua para las ciudades, en un entorno nacional en el que en
1950, poco menos de 43 por ciento de la población vivía en localidades
urbanas, en 1990 era de 71 por ciento y para 2010, esta cifra aumentó a
casi al 78 por ciento.

Educación

Programa Federalizado Cultura del Agua. El objetivo general del Programa


Federalizado Cultura del Agua (pfca), es “contribuir a consolidar la partici-
pación de los usuarios, la sociedad organizada y los ciudadanos en el ma-
nejo del agua y promover la cultura de su buen uso, por medio de la con-
certación y promoción de acciones educativas y culturales en coordinación
con las entidades federativas, para difundir la importancia del recurso hí-
drico en el bienestar social, el desarrollo económico y la preservación de
la riqueza ecológica, para lograr el desarrollo humano sustentable de la
nación”.

88 • Marissa Mar Pecero


Para lo anterior, se firman convenios anualmente con los gobiernos de
las entidades federativas, quienes designan instancias ejecutoras para el
programa, las cuales generalmente son las comisiones estatales de agua,
salud o medio ambiente, quienes llevan a cabo actividades como la apertu-
ra y fortalecimiento de Espacios de Cultura del Agua (eca); realización de
eventos de difusión educativos, académicos y culturales; diseño o adapta-
ción y distribución de material lúdico, didáctico o informativo y talleres. Si
bien los antecedentes del pfca se encuentran como componente del pro-
grama Agua Limpia desde el año 2000, es desde 2007 que se puede tener
mayor certidumbre sobre los resultados cuantitativos alcanzados por los
estados que han participado en el mismo.
El pfca se concibe como un elemento de apoyo adicional a programas
de cultura del agua a nivel estatal, sin embargo, si este es utilizado como
única fuente complementaria de recursos para sus actividades, la falta de
estos puede limitar la realización, la continuidad e incluso la calidad de las
acciones. Lamentablemente no todos los estados han podido acceder a
los recursos anualmente, principalmente debido a la falta de acreditación de
re­quisitos de elegibilidad básicos, como retraso en apertura de cuentas
bancarias especiales para el depósito de los recursos, desistimiento de
firma por no poder complementar el pari pasu de 50 por ciento de sus
propios recursos estatales o por cambios de gobierno.

Cobertura anual del pfca en el ámbito nacional


2007 30 entidades federativas, exceptuando el Estado de México y Tabasco.
2008 31 entidades federativas, con excepción del Distrito Federal.
2009 23 entidades federativas, con excepción de Baja California Sur, Chi-
huahua, Coahuila, el Distrito Federal, el Estado de México, Morelos,
Querétaro, Sonora y Tabasco.
2010 31 entidades federativas, con excepción de Aguascalientes.
2011 25 entidades, exceptuando Aguascalientes, Baja California, Coahuila
México, Michoacán, Oaxaca y Tabasco.

Revisión de libros de texto, programas curriculares


y materiales didácticos de la sep
Se participa en el Grupo Transversal de Trabajo con la Secretaría de Medio
Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Secretaría de Educación

Cultura del agua en México: marco prográmatico gubernamental • 89


Pública (sep), así como con el resto de dependencias del sector medio am-
biente, la Comisión Federal de Electricidad y el Fideicomiso para el Ahorro
de la Energía Eléctrica, bajo la coordinación del Centro de Capacitación
para el Desarrollo Sustentable (Cecadesu).
Lo anterior ha permitido enfocar esfuerzos a la articulación de la di-
mensión ambiental desde preescolar hasta secundaria, de acuerdo con las
revisiones que se han realizado de diversos documentos tales como el
currículum, planes de estudio, libros de texto y documentos base.
Para el caso del tema del agua, se ha buscado mejorar el trabajo en
equipo con el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, de tal manera
que las revisiones de los contenidos en materia de agua, se encuentran
avaladas y homologadas por parte de ambas dependencias.

Programa Conjunto Agua y Educación (aye)


del Programa Hidrológico, Internacional de la unesco
y la Fundación Wet Internacional.
La Comisión Nacional del Agua, a partir de 2008 se convirtió en institución
anfitriona y coordinación en México del programa aye, por lo que ha reto-
mado la línea de proporcionar talleres a público general y docentes, me-
diante la Guía Encaucemos el agua que incluye la “Agua y Educación para
docentes de América Latina y el Caribe”; línea de trabajo que comparte con
la Fundación para la Comunicación y la Educación Ambiental (fcea, res-
ponsable del Centro Virtual de Información: agua.org.mx).
Asimismo, se impulsó la realización de la Guía para educadores forma-
les y no formales “Descubre una Cuenca: Río Santiago” (2009-2010), como
apoyo al Grupo Especializado de Cultura del Agua del Consejo de Cuenca
de dicho río. Actualmente está en proceso la conjunción de esfuerzos para
apoyar el componente educativo del Programa Agua y Saneamiento, que
diferentes agencias de las Naciones Unidas se encuentran aplicando en los
estados de Veracruz, Chiapas y Tabasco.

Participación social

Este aspecto es atendido primordialmente por la Coordinación General de


Atención a Emergencias y Consejos de Cuenca, por medio de los Consejos
de Cuenca. Al efecto, hay una línea de trabajo conjunta, que es la creación de
los Grupos Especializados de Cultura del Agua (getca) de los Consejos

90 • Marissa Mar Pecero


de Cuenca. De los 26 Consejos existentes en el país, los de Ríos Yaqui
y Matape; Ríos Mocorito al Quelite; Ríos Presidio al San Pedro; Lerma Cha-
pala; Santiago; Grijalva y Usumacinta, Valle de México y Río Pánuco, cuen-
tan ya con un getca, que entre sus objetivos tienen el de consensar y
proponer las políticas, programas y estrategias en materia de cultura
ambiental, con el recurso agua como eje transversal, en el ámbito de las
cuencas hidrológicas y las entidades federativas que las integran.

Importancia de la planeación y evaluación

El tema del agua ha estado posicionado en la agenda prioritaria de la Pre-


sidencia de la República en los últimos periodos, pero hay dos elementos
que nos gustaría destacar en esta sección: la Agenda 2030 del Agua como
esfuerzo de planeación de largo plazo y la evaluación como instrumento
fundamental que oriente la efectividad de los programas en la materia que
nos ocupa.
Agenda 2030. El presidente Felipe Calderón Hinojosa al inicio de su man­
dato propuso una visión de país y de Estado. Entre otros elementos estra-
tégicos, destacó que “hacia el 2030, los mexicanos vemos a México como
(…) un país con un desarrollo sustentable en el que existe una cultura de
respeto y conservación del medio ambiente…”, por lo que el sentido princi­
pal de la política hídrica del Gobierno Federal es: “Que esta generación
herede un país con sustentabilidad hídrica”. Para ello se propuso la cons-
trucción de la Agenda 2030 del Agua, convocando a un proceso de re-
flexión y definición de grandes soluciones enfocadas a garantizar dicho
propósito.
Cultura del Agua se integró como uno de los 10 temas transversales para
la construcción del Foro Nacional de la Agenda 2030. Los demás temas
fueron: Administración del Agua, Consejos de Cuenca, Organización, Aten­
ción a Emergencias, Investigación, Planeación, Financiamiento, Evaluación
e Información. Para la mesa temática de Cultura del Agua se llevaron a
cabo dos eventos simultáneos: la instalación de la mesa de cultura del
agua, durante el evento de presentación del Foro Nacional el día 23 de
octubre en la Ciudad de México; dos sesiones temáticas bajo las líneas
centrales de Educación y Comunicación y una sesión de cierre que se lle-
varon a cabo del 23 al 25 de Septiembre en Guanajuato. Las mesas temá-

Cultura del agua en México: marco prográmatico gubernamental • 91


ticas se realizaron con base en un método participativo, el cual requirió
que los convocados estuvieran debidamente informados de los temas que
se discutirían, que hubieran identificado con claridad la tarea específica de
los talleres, asumieran la responsabilidad de su participación y reconocie-
ran su papel en el sistema social requerido para integrar la Agenda del
Agua 2030.
Con la intención de promover una activa participación se estableció un
reducido pero representativo número de participantes del ámbito nacional, de
tal forma que cada uno tuviera la oportunidad de expresar su pensamiento
y contribuir significativamente en el logro de los objetivos —asumiéndose
actores y autores de las iniciativas esperadas—. Entre los actores invitados
estuvieron el Centro de Capacitación y Educación para el Desarrollo Sus-
tentable de la Semarnat, la Secretaría de Educación Pública, la Red del
Agua de la unam, el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, la La Orga-
nización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(unesco), el Movimiento Agua y Juventud México, el Fondo para la Comu-
nicación y la Educación Ambiental (agua.org), el Consejo Consultivo del
Agua, la Asociación Nacional de Cultura del Agua (anca) de la aneas, la Aso-
ciación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento (aneas), el Fondo
Mexicano para la Conservación de la Naturaleza (fmcn), Fundación Hom-
bre Naturaleza, Consejo de Cuenca Río Santiago, Consejo de la Comunica-
ción, Televisa verde y Espacios de Cultura del Agua (eca). Los resultados
preliminares fueron publicados en la página web: www.agenda2030.cultu-
radelagua.org
Por lo anterior, la Agenda 2030 que presentó el presidente Felipe Calde­
rón en el marco del Día Mundial del Agua 2011, busca responder a interro-
gantes para una efectiva incorporación de la sustentabilidad hídrica a la
cultura nacional, para lo cual planteó entre sus iniciativas transversales:
“Incentivar y fortalecer procesos de largo aliento en materia de cultura del
agua”, dado que es necesario reconocer a la educación y a la cultura como
instrumentos fundamentales e insustituibles para la generación de actitu-
des de uso sustentable del recurso.

Evaluación

Hay dos aspectos normativos que deben señalarse como oportunidades


para los programas de Gobierno de la Administración Pública Federal (apf)

92 • Marissa Mar Pecero


en la materia que hoy nos ocupa. Por un lado, los lineamientos anuales
para planeación de las estrategias, los programas y las campañas de comu-
nicación social de las dependencias y entidades de la apf, así como los
criterios metodológicos para su respectiva evaluación y por otro lado, la
estrategia de presupuesto basada en resultados (PbR) basada en la imple-
mentación de la metodología de marco lógico, que mediante la misma ha
cuestionado y corregido la creación (diseño), implementación, efectividad
y eficiencia de los programas de gobierno, con un alcance que seguramente
empieza a sentirse en las propias administraciones estatales y locales por
los programas de subsidios.
A continuación utilizaremos ejemplos en la evolución de una estrategia
de concientización para reconocer el valor del agua, por medio del costo de
su suministro:

• 2006. En este año cinco de cada 10 encuestados dijo haber cambiado


su actitud de manera positiva sobre el pago, después de ver la campaña.
• 2007. Sólo cuatro de cada 10 entrevistados señalaron que este tipo de
campañas motivarían el pago, ya que piensan que un comercial difícil-
mente cambiará la actitud de la gente, además de que existen otros
motivos para no cumplir con esta obligación. Entre los estímulos para el
pago de servicio de agua, destacaron los negativos como el corte al mismo
y como “positivos” la aplicación de descuentos. Entre los planteamientos
prospectivos recomendados, estuvo el vincular el cuidado del agua al
pago directo, “pagando el agua, nos ayudas a cuidarla”.
• 2008. En este año 35 por ciento de la población encuestada no creyó en
la premisa “tu pago realiza grandes obras”. Sus dudas se reflejaron
sobre afirmaciones como —“se roban todo el dinero”, “no trabajan”,
“son corruptos”, “no cumplen lo que prometen”, buscan su beneficio
personal”—. Lo anterior se identifica como un aspecto que utilizan
para justificar su rechazo a pagar por el servicio que utilizan. 19 por
ciento de población encuestada piensa que paga el consumo de agua a
Conagua, mientras 31 por ciento no tiene claro a quién le paga por el
suministro. 64 por ciento de las personas ya habían oído hablar de la
Comisión antes de la entrevista, y calificaron el desempeño de la insti-
tución con 8.34 sobre una escala de 10 puntos. Se reafirmó la tendencia

Cultura del agua en México: marco prográmatico gubernamental • 93


sobre los estímulos positivos y negativos al pago, pero reconociendo la
importancia de este tipo de campañas para “crear conciencia”. De
acuerdo con hallazgos como el anterior se asume que la institución es
conocida y su desempeño se asocia con una calificación positiva, pero
se advirtió el riesgo de seguir fomentando la creencia señalada de que
pagan el servicio a Conagua, situación que podría ahondarse en fun-
ción del propio desconocimiento e identificación de los organismos
operadores a nivel estatal o municipal y de sus funciones.
• 2009. Hubo dos versiones, en la primera hubo una baja recordación
general de la campaña, lo cual se atribuyó fundamentalmente a un
bajo pautado de difusión, así como a la disociación que había entre los
diferentes mensajes y elementos sonoros o gráficos de los medios ma-
sivos principales —prensa escrita, radio y televisión—. Para la segunda
versión no se realizó evaluación.
El otro aspecto que se señaló anteriormente sobre evaluaciones es la
obligatoriedad de medir el impacto de los programas sujetos a reglas
de operación y subsidios, que en el caso del Programa Federalizado
Cultura del Agua, en breve esto se llevará a cabo. Para ello ha resul-
tado fundamental todo el proceso de planeación y sistematización de
información en torno a dicho Programa en los últimos tres años, sobre
el cual es pertinente señalar la existencia del Registro Nacional de Es-
pacios de Cultura del Agua (rneca) como fuente básica de información
para orientación de estrategias, aunque claro, este mismo es en parte
reflejo de la calidad y oportunidad de la información con la que los esta-
dos la comparten. No obstante el rneca también fue utilizado para la
detección de necesidades de capacitación de responsables institucio-
nales de cultura del agua en el ámbito nacional —en organismos de
cuenca, direcciones locales de Conagua, Comisiones Estatales de Agua
y Medio Ambiente, organismos operado­res de agua, municipios, entre
otros actores— el cual sustentó la necesidad de un componente más
fortalecido un bien, un programa complementario de competencias en
cultura del agua.

A manera de conclusión, consideramos que hay una necesidad funda-


mental de superar diferencias, articular actores y estrategias y ser constan-

94 • Marissa Mar Pecero


tes y entusiastas, pero también ser más eficientes y efectivos, en función
de la crisis hídrica evidente y ante la dificultad de conseguir y mantener
presupuestos para cultura del agua, por lo que contar con evaluaciones en
esta materia, tanto de desempeño como de impacto, es también uno de los
grandes retos que tenemos.
Conflictos por el agua
Luchas sociales por el agua y el proceso
de democratización en América Latina*
José Esteban Castro**

Introducción

En este artículo me propongo explorar algunas de las conexiones entre las


luchas sociales por el agua y el ejercicio de la ciudadanía substantiva y la
gobernabilidad democrática en América Latina, con énfasis en el periodo
que comienza en la década de 1970. Dado lo breve de este artículo, sola-
mente presento aquí los lineamientos más genéricos de un argumento que
he desarrollado en mayor detalle en otros trabajos (véase Castro, 2004,
2006, 2007, 2008, 2009). También por razones de espacio no trato en de-
talle aquí las características de los actores de las luchas por el agua, un
tema que de todas maneras ha sido objeto de una amplia gama de trabajos
que consideran por ejemplo el impacto de las identidades sociales de clase,
étnicas, o de género en las luchas sociales por el agua registradas en Amé-
rica Latina durante las últimas décadas (véase Laurie et al., 2002; Ben-
nett et al., 2005; Crespo Flores, 2009; Castro y Costa Ribeiro, 2010). Final-
mente, y por las mismas razones, este trabajo trata específicamente el caso
de las luchas por el agua y no examina las interconexiones entre éstas
y otros conflictos, aunque desde luego un estudio comprehensivo reque-
riría la consideración del entramado que componen las diversas formas
de lucha social que tienen lugar en América Latina en relación con el con-
trol, propiedad y gestión del territorio —tierra, agua, bosques, etcétera—.
* El original en inglés de este artículo fue publicado en Development, 51, 2008, pp. 72-76.
Una traducción al español fue publicada previamente en Anuario de Estudios Americanos,
vol. 66, núm. 2, 2009, pp. 15-22
** Catedrático de la Escuela de Geografía, Ciencia Política y Sociología, Universidad de
Newcastle. Correo: esteban.castro@ncl.ac.uk

99
Más bien, el centro de atención en este artículo son algunas distinciones
analíticas que, es mi sugerencia, permiten avanzar en la sistematización
del estudio de las luchas por el agua. Finalmente, cierro el trabajo con una
breve referencia a las vinculaciones que pueden establecerse entre las lu-
chas por el agua y el proceso de democratización en América Latina.

Algunos patrones reconocibles


en las luchas por el agua

Una primera categorización de los eventos de lucha social por el agua


identificados en América Latina desde la década de 1970 puede hacerse
dividiéndolas en dos grandes grupos: luchas por el agua 1) ecocéntricas y
2) antropocéntricas. Como instrumento analítico esta distinción es en cierto
modo artificial, ya que en la práctica la mayoría de los eventos de lucha por
el agua tienden a combinar ambos aspectos. Sin embargo, la distinción no
es enteramente arbitraria y además resulta de gran utilidad para iluminar
ciertos aspectos específicos claves del proceso. En primer lugar, algunos
expertos han insistido tradicionalmente en la necesidad de mantener una
diferenciación analítica entre el estudio de los ecosistemas acuáticos, por
una parte, y la infraestructura de los servicios derivados de o basados en
el agua, por otra parte, entre otras razones debido a que históricamente ha
existido una separación entre ambas áreas de actividad. Esto se ha reflejado,
por ejemplo, en una diferenciación de estas dos esferas de acción en rela-
ción con los sistemas legales e institucionales que las regulan, las prácticas
de gestión, e inclusive en las formas que ha adoptado la división del trabajo
entre las distintas disciplinas científicas que producen conocimiento sobre
el agua, por ejemplo, entre la hidrología y la ingeniería de infraestructuras
hídricas. En segundo lugar, otra razón para mantener esta distinción ana-
lítica entre luchas ecocéntricas y antropocéntricas es que podemos identi-
ficar una cierta divergencia entre las luchas sociales conectadas con la
protección de los ecosistemas acuáticos —por ejemplo, luchas contra la con­
taminación y el deterioro de dichos ecosistemas o contra los impactos ne-
gativos que la intrusión humana en la forma de grandes obras de infraes-
tructura tiene tanto sobre el ciclo del agua como sobre la biodiversidad— y

100 • José Esteban Castro


aquellas luchas orientadas a la defensa de los derechos de los seres huma-
nos contemporáneos a un ambiente acuático limpio o al acceso a servicios
de agua que son esenciales para la sobrevivencia y para el mantenimiento de
condiciones de vida digna. Esta es una consideración importante porque
las contradicciones que se dan al interior de los movimientos sociales y
políticos conectados con las luchas por el agua a menudo expresan la exis-
tencia de intereses materiales, creencias, valores, principios y fines de ca-
rácter frecuentemente antagónico, a veces incluso irreconciliables. Aunque
dichas contradicciones no sean necesariamente inevitables o irresolubles, sí
es importante reconocer que las mismas son el resultado de procesos his-
tóricos específicos que caracterizan al desarrollo del movimiento ambienta­
lista en general (véase Martínez Alier, 2002: 1-15), y que también se expresan
en las contradicciones que pueden observarse entre los actores involucra-
dos en las luchas por el agua en América Latina y en otros lugares.
Por ejemplo, muy frecuentemente los actores que están involucrados
en luchas orientadas a la protección de ecosistemas acuáticos frágiles y de
la vida silvestre acuática (por ejemplo, véase wwfla, 2011) han mantenido
silencio con respecto a la rápida expansión de la privatización del agua en
esos mismos territorios, a pesar de las enormes consecuencias que dichas
políticas tienen en relación con la gobernabilidad democrática y la justicia
social. Lo opuesto también es cierto con frecuencia, ya que como tenden-
cia los actores que han estado al frente de la lucha contra la privatización
del agua han puesto menos énfasis sobre los problemas específicos vincu-
lados con la necesidad de proteger y recuperar fuentes de agua que han sido
históricamente objeto de una gestión ecológicamente deficiente por parte
de agentes públicos y privados. Más aún, con frecuencia los actores que
luchan por la defensa del acceso universal a los beneficios derivados de la
gestión social del agua han tenido grandes dificultades para adoptar una
posición crítica con respecto a las políticas gubernamentales fundadas en
la construcción de infraestructuras hidráulicas de gran escala, como son las
represas, las hidrovías, o los transvases de cuencas, entre otros ejemplos,
muchos de los cuales tienen impactos negativos tanto sobre los ecosiste-
mas acuáticos como sobre las poblaciones humanas. Esta última contradic­
ción es un elemento crucial en los conflictos por el agua que afectan a
muchos de los proyectos de desarrollo implementados en América Latina, en
los cuales la construcción de grandes infraestructuras con demasiada fre-

Luchas sociales por el agua • 101


cuencia ha causado el desplazamiento forzado de poblaciones indígenas y
de color, la expropiación autoritaria de derechos de agua y sin compensa-
ción adecuada, daños irreversibles a los ecosistemas, y han dado lugar re­
currentemente a casos de corrupción público-privada y a la reproducción
de formas de injusticia socioambiental en el acceso a los beneficios deri-
vados de la construcción de dichas obras, trátese de proyectos de agua
para consumo humano, para irrigación, o para la protección de las poblacio­
nes contra eventos extremos como son las sequías o las inundaciones
(véanse Valencio, 1995; Boelens y Hoogendam, 2002). Actualmente existe
un gran número de obras de infraestructura hídrica en América Latina
enmarañadas en luchas sociales surgidas de los impactos sociopolítico,
económico, cultural y ambiental de estos proyectos, notablemente las hi-
drovías, represas y otras obras que son parte del Proyecto de Integración
y Desarrollo de Mesoámerica (Plan Mesoámerica), y de la Iniciativa para la
Integración de la Infraestructura Regional (iirsa) en Sudamérica (véanse,
entre otras fuentes, mab, 2011; olca, 2011, redlar, 2011, tragua, 2011).
Una distinción analítica más fundamental, siempre en la perspectiva
de este trabajo, lleva a diferenciar las confrontaciones entre las fuerzas
socioeconómicas y políticas que impulsan la expansión y consolidación de
relaciones capitalistas, en particular mediante la aceleración y extensión
del proceso de mercantilización del agua, y las diferentes formas de resis-
tencia contra dicho avance de las formas capitalistas de gestión y goberna-
bilidad del agua. Estas luchas de resistencia adoptan un amplio rango de
estrategias y “vocabularios de protesta” (Guha y Martínez-Alier, 1997: 11-16),
que van desde la defensa de los derechos indígenas y la denuncia del “ra-
cismo hídrico” hasta la recuperación de los bienes comunes y públicos y
la búsqueda del reconocimiento de un “derecho humano” al agua. El análi­
sis de este aspecto de las luchas por el agua requiere que se tome distancia
con respecto a los discursos y a los objetivos declarados de los actores y
una consideración cuidadosa de las tendencias estructurales y de la direc-
ción que toman dichos procesos en última instancia, los cuales son en gran
medida autónomos de las preocupaciones más inmediatas de los partici-
pantes. La comprensión de la relación entre la dimensión subjetiva de las
luchas y las tendencias estructurales y dirección general del proceso está
frecuentemente más allá del alcance de los actores, en gran medida debido
al carácter multidimensional y transtemporal de dicha dinámica. Por ejem-

102 • José Esteban Castro


plo, en los debates contemporáneos sobre la privatización del agua en Amé-
rica Latina frecuentemente se reifica la tensión entre lo “público” y lo “pri-
vado”, lo cual tiende a obscurecer el hecho de que a pesar de las aparentes
contradicciones entre agentes públicos y privados ambos “bandos” fre-
cuentemente contribuyen al avance y consolidación de formas capitalistas
de gestión del agua fundadas en modelos de gobernabilidad democrática y
ciudadanía meramente formales, no substantivos. Esto puede verse en la
práctica, y no solamente en América Latina, en las reformas introducidas
desde la década de 1980 en las empresas de agua y saneamiento de pro-
piedad y gestión públicas. A partir de dichas reformas, se espera que estas
empresas presten servicios esenciales para la vida como los de agua y sa­
neamiento sobre la base de principios mercantiles y se les exige que aban-
donen la noción de que dichos servicios constituyen un derecho social o un
bien público, no digamos ya un derecho humano. Este proceso de transfor­
mación de las empresas públicas en entes que se comporten como empre-
sas privadas cuyo objetivo prioritario es la producción de ganancia antes
que la satisfacción de las necesidades esenciales de las poblaciones ya se
encuentra muy avanzado en América Latina, incluyendo el caso de algunos
países gobernados por gobiernos que nominalmente se ubican a la izquierda
del espectro político, lo cual es un ejemplo de que el proceso de expansión de
consolidación de formas capitalistas de gestión y gobernabilidad del agua
es en gran medida autónomo del carácter público o privado de los agentes
involucrados.
En relación con lo anterior, cabe aclarar que la identificación de esta
ambigüedad en las confrontaciones entre lo “público” y lo “privado” no sig­
nifica que debamos perder de vista la distinción entre privatización —en
sus diferentes formas— y gestión pública del agua y sus servicios. En este
sentido, existen lecciones muy importantes derivadas de ejemplos excelen-
tes identificados en América Latina, particularmente en Brasil, Venezuela,
México, Uruguay, Argentina, El Salvador, Bolivia y Perú, entre otros casos,
donde los actores han desarrollado una comprensión muy clara de estas
complejidades: como tendencia general sus luchas contra la mercantiliza-
ción del agua son dirigidas indistintamente contra iniciativas privadas o
públicas. Esto se expresa por ejemplo en el hecho de que sus luchas com-
binan blancos múltiples: oposición a la mercantilización de servicios esen-
ciales de agua, que incluye la resistencia contra formas abiertas o disimu-

Luchas sociales por el agua • 103


ladas de privatización —como por ejemplo las asociaciones o partenariados
público-privados o la mercantilización de las empresas públicas—, inten-
tos de revitalizar la noción de que dichos servicios constituyen un derecho
social de ciudadanía, un bien común, un derecho humano, y estrategias
dirigidas a fortalecer a las autoridades locales y desarrollar asociaciones o
partenariados público-públicos para la gestión eficiente y transparente de
los servicios esenciales de agua y saneamiento (véanse Balanyá et al., 2005;
red vida, 2011). Las iniciativas y prácticas de estos actores están dando
lugar a formas emergentes, potencialmente emancipatorias, de gestión y
gobernabilidad del agua que requieren apoyo para su profundización.
Mi argumento es que dichas iniciativas forman parte de la lucha más am-
plia por la democratización substantiva en América Latina.
A pesar de lo breve, esta reseña de algunos aspectos centrales de las
luchas por el agua en América Latina no puede dejar de mencionar algunos
de los desafíos emergentes que confrontan la gestión y la gobernabilidad de­
mocráticas del agua en la región. Además de las tendencias mencionadas
anteriormente, que incluyen el deterioro y la contaminación de las fuentes
de agua dulce, los impactos negativos de las grandes obras de infraestruc-
tura y la expansión penetrante y consolidación de la mercantilización del
agua en diferentes formas, quiero resaltar la existencia de dos fuentes re-
currentes y potencialmente crecientes de confrontación por el agua, que en
alguna medida se encuentran interrelacionadas. La primera de ellas tiene
que ver con el impacto negativo de la rápida expansión de procesos produc­
tivos basados en usos intensivos del agua, como por ejemplo la minería a
cielo abierto y la agricultura industrial, especialmente la de cultivos trans-
génicos como son los del eucaliptus destinado a la producción de celulosa,
o de la soja, la caña de azúcar, el maíz y otros cultivos, que se encuentran
en el centro de la revolución de los agrocombustibles que está teniendo
lugar en la región. Aunque el impacto de la minería sobre las fuentes y
servicios esenciales de agua sí ha dado lugar a un intenso debate, en el caso
de los cultivos masivos y especialmente en el de los agrocombus­tibles se
ha sobre enfatizado el impacto potencial de estos procesos sobre la segu-
ridad alimentaria, mientras que las implicaciones que los mismos tienen
en relación con los ecosistemas acuáticos y con los servicios de agua
han recibido mucha menos atención, a pesar de que ya son significativas en
muchos lugares.

104 • José Esteban Castro


La segunda tendencia que quiero resaltar tiene que ver con las posibili­
dades de confrontaciones militares conectadas con el control y gestión del
agua y otros recursos naturales, que ya es objeto de importantes discusio-
nes. Aunque dichas posibilidades de conflicto militar han sido probable-
mente exageradas en algunos trabajos, lo cierto es que este tema ha pa­
sado a ser un objeto de preocupación en la región, y especialmente en
Sudamérica. Este es el caso, por ejemplo, del Acuífero Guaraní, el reserva-
torio de agua dulce subterráneo más grande del mundo que es compartido
por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Algunos gobiernos han desarro­
llado inclusive hipótesis de guerra basadas en la posibilidad de que fuerzas
militares extranjeras puedan intentar tomar control del acuífero. Si bien
es posible que en forma similar a otras hipótesis de guerra por el agua que
se han postulado en otras partes del mundo, las bases reales para que se
produzcan confrontaciones militares por el agua son pequeñas, de todas
formas estas iniciativas reflejan la preocupación regional por la amenaza
potencial de que el futuro de la gestión y la gobernabilidad del agua en
América Latina se vea fuertemente marcado por una conflictividad creciente
entre países. Por otra parte, este debate tiene también un lado oscuro: la
discusión entre los gobiernos de la región sobre la posibilidad de confron-
taciones militares internacionales por el agua podría contribuir a oscurecer
la persistencia de conflictos intranacionales causados por la desigualdad
y la injusticia en relación al agua.

Conclusión: las luchas por el agua


y el proceso de democratización en América Latina

Como tendencia general, la gestión y la gobernabilidad del agua en América


Latina han sido caracterizadas históricamente, con pocas excepciones, por
prácticas paternalistas y en gran medida verticales y excluyentes. La go-
bernabilidad del agua, en la perspectiva de este artículo, es un proceso
político que involucra el ejercicio del poder por parte de actores sociales
que buscan influir en la elección de los fines que deben orientar al proceso
social, incluyendo los medios para lograr el alcance de dichos fines, en
este caso en relación con el control y gestión del agua y sus servicios y a
la distribución de los beneficios —y la protección contra los peligros— de-
rivados de los mismos. Siempre como tendencia general, este proceso ha

Luchas sociales por el agua • 105


sido caracterizado por el déficit democrático, si rechazamos la reducción
del proceso democrático a la formalidad de los eventos electorales o su li-
mitación al espacio de la política partidaria y, más bien, defendemos una
noción de la democracia que reclama como principio de partida el ejercicio
substantivo de la ciudadanía. Dadas estas tendencias, no sorprende entonces
que en muchos de los países de América Latina la historia de la gestión y
la gobernabilidad del agua haya estado marcada por conflictos sociales,
algunos de los cuales fueron agravándose desde mediados del siglo xx
debido al rápido avance de los procesos de urbanización e industrializa-
ción. Las políticas de privatización del agua y sus servicios desde la década
de 1980 y la expansión generalizada de actividades productivas basadas en
consumos intensivos del agua que frecuentemente dependen de la explo-
tación de ecosistemas acuáticos ya fragilizados, han tendido a exacerbar
los conflictos relacionados con el agua que pre existían y a promover la
emergencia de nuevos conflictos. Estos eventos y tendencias, sin embargo,
se han venido dando en un contexto de creciente estado de alerta en Amé-
rica Latina sobre las consecuencias ambientales del orden capitalista preva­
leciente, el cual tiende a caracterizarse por la falta de atención a los procesos
ecológicos cuando no directamente por prácticas que conducen a la destruc­
ción ambiental. Ese estado de alerta creciente de la población en parte se
expresa en las numerosas luchas por el agua que continúan deflagrándo­
se en la región.
Si bien debe hacerse un esfuerzo para evitar proyectar visiones román-
ticas de las luchas por el agua en América Latina, estoy convencido de que,
y con relativa autonomía con respecto al nivel de conciencia de los actores y
de sus objetivos declarados, dichas luchas están íntimamente conectadas
con la lucha por la democratización substantiva de las sociedades de la
región. En este sentido, una de las dimensiones cruciales de la lucha es el
de la producción de conocimiento científico sobre el tema. En el caso del agua
no hay alternativa a la visión radical del rol de la ciencia: se trata no sola-
mente de estudiar la realidad sino de transformarla.

Fuentes consultadas

Balanyá, Belén, Brid Brennan, Olivier Hoedeman, Satoko Kishimoto y Philipp


Terhorst (eds.), “Reclaiming Public Water”, Achievements, Struggles and Visions

106 • José Esteban Castro


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Luchas sociales por el agua • 107


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El agua: un territorio en conflicto
Karina Kloster
y María Luisa Torregrosa*

Introducción

La transformación de las estructuras de gobierno en México ha implicado,


entre otras cosas, la pérdida de espacios en la toma de decisiones para
incidir en el rumbo de las políticas económicas en el país, disminuyendo
así el papel del Estado en la conformación de políticas redistributivas. Esta
incapacidad de responder a los grupos menos favorecidos da como resul-
tado una crisis que confronta a diversos sectores de la sociedad de manera
cada vez más aguda (Informe Bourbaki, 2010). En este contexto, las con-
frontaciones por el agua aparecen como una consecuencia de la cada vez
más alarmante incapacidad estatal no sólo de transferir recursos y generar
un equilibrio social, sino de garantizar la sustentabilidad a futuro de éstos.
En el caso específico del agua, la función estatal pasó de ser garantía del
bienestar general a partir de la concentración del recurso en sus manos, a
su actual carácter descentralizador y desconcentrador, cuya incapacidad
de abastecer agua para todos, en cantidad y calidad suficiente, comienza a
inquietar abiertamente. Consideramos que esta transformación de funcio-
nes hace que la distribución y uso se perfile como uno de los principales
elementos de confrontación en torno al agua.
Lo que se intenta en este trabajo es justamente comenzar a desentrañar
uno de los efectos de este fenómeno en la disputa por el territorio social
del agua, construido en tanto recurso escaso. Para ello analizaremos el de­

* Profesora-investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, México.


Correo: mltorre@flacso.edu.mx

109
senvolvimiento de las confrontaciones en torno al agua a partir del registro
hemerográfico de tres décadas: 1990, 2000 y 2010.1

La territorialidad del agua como elemento


de disputa social y política

Las políticas seguidas en los últimos treinta años en México, han imple-
mentado un profundo proceso de reestructuración de la gestión del agua,
en el país, por un lado la transformación de la estructura legal que rige y
norma el agua; por el otro, un proceso de desconcentración y descentrali-
zación que se ha intentado instaurar junto con la creación de instancias de
participación ciudadana (Aboites, 1998, 2004, 2010; Torregrosa et al., 2010).
Esto ha dado como resultado una ampliación de los ámbitos y actores
involucrados en la gestión y distribución del agua, incrementando los espa­
cios e instancias del conflicto tanto entre los diferentes ámbitos de gobierno,
federal, estatal, municipal, incluso del gobierno con las fuentes financieras
internacionales; como entre y desde los organismos que operan en el
orden internacional (véase figura 1) (Vera, 2005; Torregrosa, 2006).

1
 Las distribuciones que se presentan son los resultados de la sistematización de informa­
ción de una base de datos hechos de lucha registradas a partir de diferentes periódicos. Para
el año 1990, fue construida por la Subordinación de Participación Social del Instituto Mexicano
de Tecnologías del Agua (imta) en el marco de la investigación realizada en torno al equipo de
Agua y Sociedad, con un total de 1327 registros y elaborada a partir de información de los si­
guientes diarios y revistas Excélsior, El Universal, El Día, Uno más Uno, La Jornada, El Nacional,
Heraldo de México, Metrópolis, Novedades, Ultimas Noticias, Prensa, El Sol, Ovaciones, Cuestión,
Gráfico, Tribuna, Diario de México, Sol de Mediodía, La Afición, El Financiero y la revista Proceso
(imta, 1991) Para el año 2000 se realizó una base de datos comparativa con la previamente exis­
tente a partir de los tres periódicos mexicanos de mayor cobertura nacional, La Jornada, El Uni­
versal y Reforma (Kloster, 2008). Los datos presentados para el año 2010 forman parte del
análisis del periódico La Jornada. Esto corresponde a un registro parcial de la investigación
realizada en la uacm-icytdf, que contempla incluir los tres periódicos que se observaron en el
año 2000 (Kloster et al., 2011).

110 • Karina Kloster y María Luisa Torregrosa


Figura 1
Actores involucrados en la gestión del agua

Tesorería Secretaría General Empresas privadas

ONU Delegaciones

Gobierno Comisión Estatal Agua


del D.F. Secret. Des Urb. y Saneamiento
Líderes de
Organismos
WWC proyecto
Internacionales Gobierno Planeación
Organismos Planeación y
Administración Subgerencia
Comisión Hidráulica
del Senado Federal Gobiernos Gobierno CNA
Ger. Reg. 13 oficinas
CNA CNA
Comisión Hidráulica Legislativo
oficinas
del Congreso Dependencias Progr. Lago
Ger. Estatal Conagua
estatales

Constructores Empresas
Presidencia Dependencias
Consultor Transnacionales
federales Sagarpa
Intereses 1 COTAS
ONG SHCP
Privados
Semarnat Consejo de cuenca
¿Cómo 3 Comisiones
Utilidades manejar esto?
Empresas
Consejos 17 Comisiones
de cuenca de cuenca

Plataformas 22 Comités
Instituciones Academia
Nacional Financieras de cuenca
Consejo 1 Comité de cuenca
Banobras Universidades Institutos de
Consultivo de
Investigación Consejos cultivos
Internacional Agua (CCA)
estatales de agua
JBIC
Ciudadanos
Banco
Mundial IADB Movimientos
Consejos Organizaciones
Usuarios
Ciudadanos sociales
de Agua ONG
Usuarios Movimientos nacionales e
Movimiento (sin título) Redes y internacionales internacionales
ambientalista movimientos
nacional

Fuente: Vera y Torregrosa, 2006.

Lo que observamos a partir de los ochenta y de manera creciente en los


noventa con las reformas al artículo 27 de la Constitución es la emergencia
de nuevos actores institucionales, sociales y privados que intervienen y
participan en la gestión del agua; así tenemos a nivel Federal la Comisión
Nacional del Agua (Conagua) con subdivisión en 13 Regiones Hidrológicas
Administrativas y sus respectivos Organismos de Cuenca y gerencias a
nivel estatal entre otras, respecto a los órganos mixtos están los 25 consejos
de cuenca, los 20 Comités de cuenca, 72 Comités técnicos de agua subterrá-
nea instalados y 49 constituidos.2 Están también los 83 distritos de riego
que se han transferido 90 por ciento de los mismos y se han constituido
las asociaciones de usuarios y las sociedades de responsabilidad limitada.
A nivel estatal, bajo la responsabilidad de los gobiernos de los estados están
las comisiones estatales, los Institutos del agua, las leyes estatales de agua,
entre otras y a nivel municipal los organismos operadores. También se
2
 Cfr. Portal de los Consejos de Cuenca, en http://www.consejosdecuenca.org.mx/modu-
les.php?name=Top, consultada el 5 de junio de 2011.

El agua: un territorio en conflicto • 111


abrió la participación al sector privado no sólo en la construcción y admi-
nistración sino también en la concesión de los sistemas de agua potable y
saneamiento. Están también las universidades federales y estatales, los
académicos, especialistas que participan en los espacios mixtos, realizan
análisis y mantienen posiciones de apoyo o critica a las acciones de gobierno,
las organizaciones no gubernamentales y la infinidad de esfuerzos comu-
nitarios y sociales por resolver el acceso al agua para consumo humano y
para la producción. Finalmente aparecen los organismos internacionales
que delimitan la política del agua en el ámbito internacional y se refuerza su
injerencia local mediante la canalización de financiamientos para fortalecer
las líneas de política nacional. Es en este sentido que consideramos que el
agua se constituye más que nunca en un factor crucial de poder en la con-
formación y consolidación de los territorios por el control del recurso y el
conflicto en el principal motor del mismo (Torregrosa et al., 2011).

El carácter social
de la disputa por el agua

Frente a la apuesta estatal de ampliar la participación mediante órganos


mixtos, resolución instrumentada de “arriba-hacia-abajo”, surgen contra-
propuestas por parte de la población en forma de luchas sociales por el
agua, que se expresan como formas de participación de “abajo-hacia-
arriba” y se imponen por diferentes mecanismos, entre ellos la confron­
tación abierta.
El análisis de los registros de luchas por el agua encontrados en la prensa
indica que los conflictos por el agua han tenido una transformación sus-
tantiva tanto en su intensidad y contenido, como en el carácter social de
quienes producen los enfrentamientos, expresando un esfuerzo de la pobla­
ción, en general, por encontrar formas de incidir en la toma de decisiones
que supongan el logro efectivo de condiciones dignas de vida, ascenso
so­cial y reconocimiento de los múltiples valores con que se interpreta el
agua, no sólo como recurso productivo, sino también como elemento indis-
pensable para el sostén de la vida y como expresión de una relación equi-
librada del hombre con la naturaleza (Castro, 2006).

112 • Karina Kloster y María Luisa Torregrosa


A lo largo de las tres décadas analizadas observamos un incremento
en la intensidad de los conflictos que pasaron de ser acciones que busca-
ban llamar la atención de políticos y gobernantes de turno en los medios de
comunicación, a acciones de confrontación con enfrentamientos directos y
el ejercicio de presión que intenta trastocar el rumbo de las políticas esta-
blecidas. Esta intensificación de los modos de lucha a lo largo de las dé­
cadas, nos indica un tipo de accionar que convoca fundamentalmente el
uso de la presión y la fuerza física en función de la pérdida de credibilidad
en la eficacia del sector político —aunque para 2010 y para algunas contin-
gencias ambientales como inundación y deterioro en la calidad del agua,
pareciera que las únicas instancias a quien acudir siguen siendo, en el
imaginario de la población, los organismos estatales.
Respecto al contenido de las luchas observamos que la variación más
notoria a lo largo de estas décadas ocurre en los conflictos relacionados
con la distribución y usos que se realiza del agua, 24 por ciento en 1990 y
47 por ciento en el 2000. Para el 2010, el porcentaje es de 42.1 por ciento
pero en este año es interesante remarcar que aparece una nueva forma de
disputarse la distribución que se realiza del agua, ya que empieza a eviden-
ciarse con más claridad que en el año 2000, la problemática del deterioro
ecológico por cuestiones de emprendimientos —mineras, represas, carre-
teras, entre otras—. Pareciera que en los últimos años ha aumentado signi­
ficativamente la proporción de personas que considera injusta la forma en
cómo se distribuye el agua, tanto para los que habitan lugares en donde toda­
vía no logran una solución satisfactoria al abasto de agua y saneamiento;
como también —y mayoritariamente—, en los casos en que esta distri­
bución amenaza con quitarles el agua de que disponen. Este aumento de
la conflictividad en torno a la distribución del recurso se realiza en detri-
mento de los otros problemas que aparecían como importantes en 1990 y
que poco a poco pierden su contenido, como son la construcción, mejora-
miento y ampliación de infraestructura, 36 por ciento en 1990 a 23 por
ciento en el 2000 y 29 por ciento en 2010; así como el tema del cobro del
agua, 30 por ciento (1990) a 21 por ciento (2000) y 21 por ciento (2010).

El agua: un territorio en conflicto • 113


Figura 2
Problemas que generan conflicto

42 21 18 19
Año 2010* Distribución y usos

Inversión en
infraestructura
47 29 21 3
Año 2000
Cobro del agua

24 36 30 10 Otros
Año 1990

0 20 40 60 80 100 %
*Para el año 2010 los datos son provisorios.
Fuente: Elaboración propia con base en registro hemerográfico; años 1990, 2000 y 2010.

Consideramos que esta transformación en el contenido de las luchas


aparece en función del avance de la mancha urbana por un lado; y de gran­
des intereses que quieren monopolizar parte del territorio, excluyendo en
este movimiento a la población previamente existente (Torregrosa et al.,
2010). En el primer caso, encontramos que conforme se van construyendo
espacios para la vivienda, aparecen luchas por la incorporación de un es-
tatus ciudadano más inclusivo, a la vez que una mejora en la calidad de
vida al consolidarse la apropiación del espacio, lo que nos habla de conflic-
tos que constituyen en principio una expresión de lucha de la dimensión
urbana por una ampliación de los derechos de ciudadanía (Castro, 2006).
Mientras que en el otro aspecto, pareciera que la población ha ido apren-
diendo poco a poco que lo que unos llaman “proyectos para el desarrollo”,
no es más que miseria y exclusión para otros.
Lo anterior se refleja también en la identidad de quienes realizan las
acciones de lucha. Observamos que para el año 2000 y 2010 los enfrenta-
mientos son ejecutados por aquellos que luchan en su calidad de indivi-
duos, a cuenta y nombre propio, ya que no se encuentran —al menos
formalmente— inscritos en ninguna agrupación ni corporación, como su-

114 • Karina Kloster y María Luisa Torregrosa


cedía en los noventa, sino que el nivel de organización es la convocatoria
en tanto vecinos moradores de un territorio. Por otro lado, también va en
aumento en las últimas décadas —intensificándose para 2010—, la canti-
dad de organizaciones corporativas y políticas que se disputan un dominio
sobre el territorio social del agua, así como los conflictos entre la población
y los funcionarios de gobierno, que surgen a partir del intento por parte del
gobierno disciplinar a la población al pago de los servicios, como son los
cortes, las multas y sanciones.
Como consecuencia de lo anterior, ha bajado considerablemente la
protesta organizada de manera autónoma, en detrimento de una lucha de
carácter más individual por un lado y una lucha de las instancias corpo­
rativas y políticas por el otro. Lo que podría constituir una resultante de la
desestructuración de un sistema de relaciones que —como hemos seña­
lado— apelaba a la captación de formas organizativas territoriales como lo
fue el caso del Movimiento Urbano Nacional (mun)3 y a la eficacia de un
sistema político basado en redes clientelares. Aunado a esto, si tenemos en
cuenta que aumentó la disputa entre organizaciones políticas y corporati-
vas, podríamos asumir que se está produciendo una disputa política por el
control del agua en tanto territorio de poder (Kloster, 2008).
A partir de lo anterior, pareciera que lo que está en juego en la lucha
por el agua tiene que ver cada vez más con las políticas de distribución y uso
del recurso que amenaza con una restricción del suministro, más que con
la disponibilidad natural del agua. Lo que nos lleva a considerar que no es la
falta de agua en sí misma lo que genera conflictos, sino el modo en que se
gobierna la escasez —escasez social o construcción social de la escasez—.
O dicho de otra manera, la escasez del agua no se corresponde con la pro-
blemática de “falta de agua”, sino con una distribución inequitativa de la
misma que provoca el descontento de la población mexicana, que a título
individual sale a defender las condiciones de vida que históricamente han
sido prometidas, específicamente en relación con el recurso agua y su
saneamiento.4
3
 Según la tesis de Díaz Amador, estas organizaciones territoriales fueron consolidándose
a partir de la emergencia de la competencia partidaria y la cooptación territorial por los parti-
dos en competencia (Díaz Amador, 1998). De esta manera, una vez más se observa cómo con
la apertura política —a partir de fracturas y competencias electorales— comienza a aparecer
un margen de acción para nuevos actores sociales.
4
 Y a medida que avanza la determinación de la descentralización del poblamiento de las
grandes ciudades, en otras áreas, como lo ocurrido con los 12 pueblos de Morelos. “El conflicto

El agua: un territorio en conflicto • 115


Figura 3
Carácter social de las identidades en lucha

37 35 28
Año 2010*

Acciones individuales
37 29 34
Año 2000 Acciones autónomas

Acciones corporativas

27 50 23
Año 1990

0 20 40 60 80 100 %
*Para el año 2010 los datos son provisorios.
Fuente: Elaboración propia con base en registro hemerográfico; años 1990, 2000 y 2010.

Este mecanismo de participación de abajo hacia arriba, como hemos


denominado a los conflictos y luchas sociales para resolverlos, surge debido
a las transformaciones y la crisis de toma de decisiones por la cual atraviesa
actualmente este sector que ha convertido al agua —su distribución y sanea­
miento— en territorio de poder cuyo control se disputa. En este sentido,
también es importante el aumento entre de las confrontaciones entre las
distintas instancias de gobierno, lo que refleja una falta de homogeneidad
en los proyectos políticos que se intentan construir.
De esta manera, las reformas neoliberales implementadas que se ins-
talaron a partir del quiebre de la hegemonía de un grupo en el poder, influye
en la crisis decisional en tanto es la resultante de una fragmentación polí-
tica que se constituye en una oportunidad para la movilización social (De
Alba et al., 2007).
con los 12 pueblos de la zona sur del estado que se oponen rotundamente a la construcción
de viviendas en La Ciénega, basados en el argumento irrebatible de la contaminación y paula­
tina escasez del abasto de agua potable del manantial Chihuahuita, ha ido tomando fuerza, con
los consiguientes riesgos sociales y políticos que ello conlleva en la forma como el gobierno
estatal ha manejado la situación”. La Jornada Morelos Sección: Editorial Publicación, 7 de junio
de 2007, en http://zapateando.wordpress.com/2007/06/08/lucha-ejemplar-de-los-pueblos-en-
morelos/ Sobre este tipo de acciones de lucha existe una importante cantidad de ejemplos.

116 • Karina Kloster y María Luisa Torregrosa


Conclusiones

En las tres décadas analizadas podemos comenzar a delimitar algunas de


las transformaciones que se han dado a lo largo de la misma en las luchas
por el agua en nuestro país. En primer lugar podemos señalar que el ca-
rácter social de los que luchan está cambiando, en la década de los noven-
ta los actores principales eran organizaciones sociales independientes,
vinculadas con el movimiento urbano popular y redes corporativas del
partido en el poder, situación que se trastoca en el año 2000 y se mantie­
ne para 2010, en este periodo se fortalecen las acciones de “los vecinos”,
los colonos que luchan por el recurso a nivel individual y en un ámbito
territorial mas inmediato.
Una segunda tendencia que podemos identificar es al nivel de los mo-
tivos por los que luchan. En la década de los noventa la demanda se cen-
traba en la construcción de infraestructura para acceder al recurso, en el
2000 comienza a aparecer el tema de la mejor distribución del recurso y
el temor a la pérdida del mismo para el 2010 se profundiza la preocupación
y adquiere un matiz adicional la defensa por el medio ambiente.
Una tercera tendencia es que en los noventa los conflictos por el recur-
so eran fundamentalmente entre la población y los organismos del estado,
mientras que en el año 2000 emergen, de manera incipiente, disputas entre
los diferentes niveles de estado y éstas se profundizan de manera impor-
tante en el 2010.
Lo que en general muestran estas tendencias es la torsión que se da
en la década de los noventa en los conflictos por el agua y que expresan,
como ya lo señalábamos en la introducción, la transformación del agua en
un territorio social de disputa.

Fuentes consultadas

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(1888-1946), Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social
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El agua: un territorio en conflicto • 117


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presentada en el III Congreso del Agua y del Ambiente, Bogotá, Colombia,
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Academia Mexicana de Ciencias, Conagua, México, 2010, pp. 595-624.
Vera, J., “Participación, consejos de cuenca y política hidráulica mexicana: el
caso de la costa de Chiapas”, en S. Vargas y E. Mollard (eds.), Problemas
socio-ambientales y experiencias organizativas en las cuencas de México, Edi-
torial imta e ird, 2005, pp. 276-297.

118 • Karina Kloster y María Luisa Torregrosa


Otras consultas

Jornada Morelos, Sección: Editorial, Publicación: 7 de junio de 2007, en http://


zapateando.wordpress.com/2007/06/08/lucha-ejemplar-de-los-pueblos-en-
morelos/
Equipo Bourbaki, “El costo humano de la guerra por la construcción del mo-
nopolio del narcotráfico en México (2008-2009)”, 2010, en el portal de los
Consejos de Cuenca: http://www.consejosdecuenca.org.mx/modules.
php?name=Top, consultada el 5 de junio de 2011.
Seguridad del agua en México
analizado con el modelo peisor
Úrsula Oswald*

Introducción

El presente capítulo analiza la consolidación del concepto “seguridad del


agua” (sa) y lo relaciona con algunos conflictos hídricos existentes en
México. Inicia con una reflexión acerca de la ampliación, profundización y
sectorización del concepto de seguridad y revisa la complejidad en el ma-
nejo del agua en México. En la segunda parte examina los retos e interre-
laciones provocados por el cambio ambiental global (cag) a través del
modelo peisor. En la última sección interrelaciona la sa con las políticas
de manejo sustentable, capaces de desarrollar una cultura del agua que
pueda reducir los existentes y futuros conflictos al restaurar ecosistemas
y contar así a largo plazo con los servicios ambientales indispensables
para la naturaleza, los humanos y sus actividades productivas.

Seguridad del agua

La sa se ubica dentro de las corrientes de la profundización de la seguri-


dad, al vincularla con la seguridad humana (pnud, 1994), primero como
ausencia de amenazas bajo el enfoque canadiense (chs, 2003); posterior-
mente como la ausencia de miedo en el sentido de Ogata y Sen (2003); en
tercer lugar con la libertad de vivir con dignidad, cuando Kofi Annan (2005)
evaluó los avances de las Metas de Desarrollo del Milenio (mdm); y final-
mente como ausencia de desastres ante eventos hidrometeorológicos ex-
* Investigadora crim-unam. Correo:uoswald@gmail.com y responsable de la Red Temática
del Agua, Conacyt.

121
tremos (Bogardi y Brauch, 2005), propuesta hecha por la Universidad de
las Naciones Unidas (unu-ehs). Esta profundización se complementó con la
seguridad de género (Oswald, 2008, 2009; Serrano, 2009), donde el objeto
de referencia se cambió del Estado hacia los grupos vulnerables —muje-
res, niños, ancianos— y los valores en riesgos ya no se refieren a la so­
beranía territorial, sino a las relaciones de género, la discriminación, la
equidad y la identidad, y las amenazas no provienen de otros estados, sino
del sistema patriarcal caracterizado por relaciones de violencia, exclusión,
autoritarismo y dominación, que se ejerce por elites, gobiernos autorita-
rios, iglesias y agudizado por la intolerancia entre los seres humanos
(véase cuadro 1).
Un segundo proceso en los estudios de seguridad se refiere a la am-
pliación, donde se expande la seguridad militar y política hacia la ambien-
tal, la social y la económica (Buzan, Wæver, De Wilde, 1995; Wæver, 2009).
En esta seguridad ampliada los valores en riesgo son la sustentabilidad, la
igualdad y la supervivencia, mientras que las fuentes de amenaza provie-
nen de la globalización regresiva (Held y McGrew, 2007), del cag, de noso-
tros mismos por el consumismo y uso excesivo de hidrocarburos fósiles y
el neoliberalismo. Finalmente, Brauch (2008) estableció la sectorización al
analizar la seguridad alimentaria, la urbana, la energética y especialmente,
la del agua (sa), donde las amenazas son hambrunas y malnutrición; ciu-
dades perdidas sin servicios en megalópolis caóticas; energía escasa y cara
que limita el desarrollo, así como escasez y contaminación del agua, que
afecta a los servicios ecosistémicos (Oswald y Brauch, 2009; Brauch et al.,
2008, 2009, 2011).
En el Segundo Foro Mundial del Agua en La Haya (2000) se definió
seguridad del agua como: “los recursos de agua y los ecosistemas relacio-
nados que proveen y sostienen el líquido vital, amenazado por contamina-
ción, manejo no sustentable, cambios en el uso de suelo, cambio climático
y muchas otras fuerzas… garantizando que ecosistemas de agua dulce,
de costas y relacionados sean protegidos y mejorados para promover un de­
sarrollo sustentable y estabilidad política, de modo que toda persona tenga
acceso a suficiente agua potable y a precios accesibles, que favorezca una
vida sana y productiva y donde los grupos vulnerables sean protegidos
ante riesgos de eventos hidrometeorológicos”.1
1
 La seguridad del agua está íntimamente relacionada con la seguridad de suelo y la segu­
ridad alimentaria, donde la fertilidad de suelo permite cosechas abundantes, detiene la degra-

122 • Úrsula Oswald


Cuadro 1
Seguridad humana, de género y ambiental: una gran (huge) seguridad

Modo de expansión
Nivel Determinación objeto de referencia Valores en riesgo Fuentes de amenazas
de expansión ¿Cuál seguridad? ¿Seguridad para quién? ¿Seguridad de qué? ¿Seguridad de quién o de qué?

Sin expansión Seguridad nacional (di- El Estado Soberanía, integridad terri- Otros Estados, terrorismo, acto-
mensión política, militar) torial res subestatales, guerrilla
Aumentado Seguridad estatal Naciones, grupos sociales, Unidad nacional e identidad (Estados), naciones, inmigrantes,
vulnerables nacional culturas ajenas
Radical Seguridad humana Individuos (humanidad) Supervivencia, calidad de El Estado globalización, naturaleza,
vida, integridad cultural cc, pobreza, fundamentalismo
Ultrarradical Seguridad ambiental Ecosistema urbano y agrícola Sustentabilidad Naturaleza, humanidad
Transradical Seguridad de género Mujeres, niños, indígenas, Relaciones de género, equi­ Patriarcado, instituciones totalita-
ancianos, minorías dad, identidad, relaciones rias (élites, gobiernos, religiones,
sociales cultura), intolerancia

Fuente: Bjorn Moller, 2003: 279 y Úrsula Oswald, 2001, 2004, 2007, 2008, 2009.
Agua limpia garantiza salud y bienestar a la población al prevenir la
sed y deshidratación, aunque puede causar enfermedades hídricas o de
vectores por su mal manejo. Hay una interrelación estrecha entre pobreza,
falta de agua o de mala calidad y miseria, especialmente en zonas rurales
donde se ubica el mayor número de personas en pobreza extrema con
falta de agua entubada, drenaje y saneamiento. Una mayor sa protege a la
población ante inundaciones, mitiga sequías y combate plagas, siempre y
cuando las autoridades responsables alerten a la población ante eventos
hidrometeorológicos extremos, cooperen con ella en una evacuación a
tiempo, propongan medidas preventivas ante posibles brotes epidemioló-
gicos y generen una cultura del agua (véase figura 1). Servicios ambienta-
les y salud están estrechamente vinculados con la sa (Cortes y Calderón,
2011; Avelar et al., 2011) y agua limpia desempeñan un papel crucial para
mantener o recuperar la salud (Hansen y Corzo, 2011). Por tanto, la conso-
lidación de la sa no se relaciona con la seguridad militar tradicional, armas
y fuerza física, sino con un manejo integral del agua desde la cuenca hasta
la desembocadura al océano, o sea, infraestructura de agua potable, sanea-
miento y tratamiento, restauración de entornos naturales destruidos, con-
servación de biodiversidad y protección de los servicios ambientales. Por
ello la sa forma parte de una seguridad ampliada, profundizada y sectori-
zada, donde el centro del quehacer público y social se orienta hacia la
conservación de la naturaleza, el bienestar de los seres humanos, sus in-
terrelaciones complejas y la conciliación de conflictos hídricos.
El agua permitió la evolución de procesos integrales de sistemas vivos,
de ecosistemas y de los seres humanos; todos dependen del agua para su
supervivencia y muchos viven cerca de cuerpos hídricos. La sa permitió
el desarrollo de sistemas altamente complejos, donde la biodiversidad ofre­
ce servicios ambientales diversos a los seres humanos y a la naturaleza. Se
pueden distinguir cuatro funciones principales: proveer agua limpia, aire, ali­
mentos, fibras y energéticos; regular el clima, purificar el agua, aire y sue-
los; funciones de soporte como disolver nutrientes, desintegrar desechos
y eliminar tóxicos; y finalmente la conservación del patrimonio cultural
material e inmaterial. Su conjugación ofreció a la evolución de los ecosis-
temas y seres humanos su supervivencia, salud, bienestar, relaciones so-
ciales, placer, libertad y elección.
dación de tierras y combate la desertificación. Todo ello repercute en el bienestar de la gente,
reduce los gases de efecto invernadero (gei) y las condiciones climáticas extremas gracias a
la cubierta vegetal y la evapotranspiración.

124 • Úrsula Oswald


Figura 1
Interrelación compleja de sa

Ambiental
De género Humana

Bienestar Salud

Supervivencia Alimentos
Seguridad
del agua

Turismo Animal

Transporte Economía

Energía Política

Fuente: Elaboración propia.

Interrelaciones complejas en el manejo


del agua mediante el modelo peisor

El modelo peisor (véase figura 2) permite analizar la sucesión de los proce-


sos relacionados con la P: Presión que incluye la interacción entre los fac-
tores ambientales y los sociales, que en conjunto constituyen el cambio
ambiental global (cag); los E: Efectos de las interacciones entre escasez,
degradación y estrés del agua; los I: Impactos por los eventos hidrometeo-
rológicos extremos que se convierten frecuentemente en desastres por
las actividades humanas y las políticas inadecuadas; las SO: Consecuencias
sociales como hambrunas, migración forzada, ciudades perdidas, conflic-
tos ambientales, guerra por recursos y Estados fallidos ante la escasez o
contaminación del agua; y la R: Respuesta por parte de los involucrados y
afectados ante los procesos dinámicos del cag, mitigados por políticas pú-
blicas capaces de limitar los impactos de los eventos hidrometeorológicos

Seguridad del agua en México analizado con el modelo peisor • 125


Figura 2
Esquema del modelo peisor

Presión Efecto (ambiental) Impacto Consecuencia Social Respuesta (de políticas)


Causas del cambio ambiental global Interacción Fuentes de riesgo naturales Opción individual Proceso político nacional
(CAG) socioeconómica e inducidas por (dilema de supervivencia) e internacional, agentes y
escasez, degradación los seres humanos respuesta social conocimientos estatales,
y estrés ambiental societales y económicos

Vínculo natural directo: cambio climático y fenómenos meteorológicos extremos

Contexto y condiciones económicas y políticas mundiales


(dilema de seguridad entre los Estados en el sistema internacional)

Agua Suelo
Aire (Ambiental) Fenómenos Opción individual/ Estado
hidrometeorológicos familiar/comunitaria
Biodiversidad
• tempestades (dilema de supervivencia)
Cambio
(huracanes, ciclones) • quedarse y padecer
climático • inundaciones,
Sistemas naturales • desplazarse (migrar)
Degradación deslizamientos de tierra Decisión
• protestar y luchar
• sequias,
(suelo, agua, biodiversidad) (violencia)
incendios forestales
Sistemas humanos • olas de calor evitar,
Migración prevenir, Sociedad Economía
Población Fenómenos resolver
Estrés geofísicos peligrosos proceso dconflictos
Proceso • sismos político Afrontar el CAG
• tsunamis y el estrés ambiental
socioeconómico
Escasez • erupciones volcánicas Conflicto (adaptación y mitigación)
Sistemas Sistemas Crisis
(suelo, agua) Fuentes de riesgo
rurales urbanos Respuesta social
tecnológicas e inducidas • migrasión masiva
por los seres humanos (rápida urbanización) Conocimientos
• accidentes • crisis internas (tradicionales y modernos,
• conflictos violentos científicos y tecnológicos)
• actos deliberados
(terrorismo) • resolución de conflictos

Contexto y condiciones económicas y políticas nacionales

Proceso socioeconómico (fuerzas y antropogénicas y sistemas humanos)


Retroalimentación

Fuente: Oswald y Günter, 2009.


extremos (ehe) o desastres. Estas respuestas pueden ayudar a que la
población se adapte, desarrolle resiliencia y que transforme su modo de
vida actual ante condiciones cada vez más adversas y riesgosas (Beck,
2011).
La P: presión interrelaciona el agua y los otros factores naturales —aire,
suelo y biodiversidad— con el cuarteto de los procesos humanos —creci-
miento poblacional, procesos socioeconómico-productivos, sistemas rura-
les y sistemas urbanos—. El aire contaminado ha generado un cambio
climático antropogénico, donde menor precipitación o lluvias torrenciales
han reducido la disponibilidad y calidad del agua, han erosionados suelos
y han dañado la fertilidad natural del suelo, afectando a la producción agro-
pecuaria. En promedio existe una precipitación meedia anual en México de
775 mm o 1,518.44 km3; 67 por ciento de las lluvias mexicanas ocurren
durante el monzón en los meses de junio a septiembre, con una severa
escasez de enero a mayo. 72 por ciento (1,084 km3) de precipitación se
evapora y el norte semiárido y árido recibe sólo 25 por ciento —en Baja
California llueve en promedio 199 mm/año y en Tabasco 2,588 mm/año—.
El crecimiento de población ha reducido la disponibilidad del agua y México
se ubicaba en 2008 en el lugar 89 del mundo, con 4,261 m3/habitante/año.
La extracción de los acuíferos era de 743 m3/ habitante/año, por lo que se
coloca en el lugar 36 en el mundo (Conagua, 2008). La falta de agua, inun-
daciones y desertificación han afectado a la biodiversidad, lo que ha reper-
cutido negativamente en la calidad del agua y suelo. El cambio en el uso
del suelo de bosques a cultivos comerciales está transformando los siste-
mas rurales y la expansión de la mancha urbana se extiende también sobre
los campos de cultivos. La deforestación junto con una creciente demanda
por recursos naturales —agua, suelo y alimentos— ha agudizado la es­
casez, mientras que la intensificación de los procesos industriales ha ori-
ginado desechos y contaminación (Cortés y Calderón, 2011); procesos que
han degradado tanto los sistemas naturales como los humanos.
Los E: efectos de la interacción entre los sistemas naturales y los huma­
nos han agudizado la escasez en zonas áridas, la degradación y el estrés
ambiental. El aumento rápido de la población mundial —tres veces durante
el siglo xx—, acompañado por la sextuplicación de la demanda de agua, la
producción de biocombustibles y una urbanización caótica han generado
nuevas amenazas —inundaciones, deslizamientos de tierras, pérdida de

Seguridad del agua en México analizado con el modelo peisor • 127


fertilidad de suelos, erosión y contaminación—, lo que deteriora aún más
a los sistemas naturales. Ello reduce la calidad de los servicios ambienta-
les, lo que repercute en los sistemas humanos. En la medida en que se
agudice el cag, el agua se tornará aún más escasa y un entorno natural
dañado limita la capacidad de resiliencia de los ecosistemas y de los seres
humanos.
El I: impacto del estrés ambiental y el cag han incrementado la intensi-
dad de fenómenos hidrometeorológicos (ippc, 2012) y las sequías severas han
generado condiciones para incendios forestales extensivos, erosión eólica,
tolvaneras y ondas agudas de calor o de frío, que han afectado a la salud
humana y el funcionamiento de los ecosistemas. Sequías han deteriorado
el recurso agua donde más escasea y huracanes han inundado regiones
donde hay abundancia. En ambos casos se está afectando sobre todo a los
más vulnerables, entre los cuales destacan mujeres, ancianos y niños.
Esta falta de sa presiona a su vez, a los sistemas sociopolíticos por la pér-
dida de vidas humanas y altos costos en la reconstrucción. En cuanto a los
efectos directos del cambio climático (cc), México cuenta con 11 mil kiló-
metros de litorales en ambos océanos y el aumento en el nivel del mar se
estima entre 18 y 59 cm, aunque datos más recientes indican que pudiera
rebasar el metro al fin del siglo xxi. Hoy día existe ya erosión en muchas
costas y playas; se han presentado ondas de calor y de frío; sequías e inun­
daciones, lo que ha generado mayores plagas y enfermedades, así como
un deterioro de los ecosistemas más frágiles, acompañado por erosión,
pérdida de fertilidad natural de los suelos e intrusión del mar a diversos
acuíferos. El 2008, en el sureste, en las costas pero también en Morelos el
dengue ha aumentado 600 por ciento y hay una expansión geográfica hacia
el norte y altiplano del paludismo. La reciente influenza AH1N1 indica peli­
gros futuros a la salud humana y animal.
El mapa de la Reaseguradora MunichRe (2009) muestra que México
junto con Centroamérica pertenece a las regiones mayormente impacta­
das por el cambio climático y además por fenómenos geofísicos. Durante
los últimos 25 años los daños directos por 75 eventos “naturales” extremos
ascendieron a 9,600 millones de dólares —500 millones anuales—, fre-
cuentemente agravados por la falta de prevención, el mitigamiento y la
adaptación, lo que los ha convertido en desastres sociales. En este cuarto
de siglo los eventos extremos han causado 10 mil muertos y millones de

128 • Úrsula Oswald


damnificados. A partir del año 2000, el número de ciclones se ha triplicado
en México (5.6/años, comparado con 1.8/años en temporadas anteriores) y
los daños anuales entre 2005-2008 eran similares que los originados du-
rante los 25 años anteriores (Cenapred, 2010). En la última década, más de
90 por ciento de los desastres eran de orden hidrometeorológico y en 2005
sólo tres huracanes desastrosos —Stan, Wilma y Emily— costaron 21.62 mil
millones de pesos. La inundación en Tabasco afectó en 2007 a 1.2 millo-
nes de personas (60 por ciento de la población) y causó daños por 9 mil
millones de pesos, datos que casi se repitieron en 2008 con otra inunda-
ción similar (Cenapred, 2008).
La agricultura de temporal está mayormente expuesta al cc y 25 millo-
nes de campesinos viven de la subsistencia. En las costas el aumento del
mar, pero también el mal manejo de los acuíferos y su sobreexplotación;
por ejemplo en la costa de Hermosillo, han facilitado la intrusión de agua
salina al manto freático, afectando no sólo el riego agrícola, sino sobre todo
el abasto de agua potable a la población (Rangel, et al., 2011). La sobreex-
plotación de los acuíferos ha provocado en Aguascalientes un incremento
en el arsénico y flúor del agua potable, lo que ha generado afectaciones
renales severas, especialmente en niños pequeños (Avelar et al., 2011).
El impacto del cc perturba particularmente las tierras secas que re­
presentan 58 por ciento de la superficie del país y especialmente las tierras
semiáridas, áridas e hiperáridas (desiertos) se encuentran en un proceso
agudo de deterioro. De acuerdo con Conafor (2009) 93 millones de hectá-
reas o 47 por ciento del territorio nacional muestran procesos de desertifi-
cación y Riod.Mex (2008) indica que este proceso ha afectado a 120 millo-
nes de hectáreas, de los cuales 93 por ciento son resultado de un mal
manejo del suelo.2
Sequías prolongadas y de mayor severidad, precipitaciones erráticas
y más localizadas, pero también más abundantes en el corto tiempo han
aumentado la erosión hídrica, mientras que la falta de lluvia ha agudizado
la erosión eólica. Estos procesos han deteriorado particularmente los
suelos de temporal, donde viven los campesinos de subsistencia, que de-
2
 Las mayores causas son pérdida de fertilidad (18 por ciento); erosión hídrica (12 por
ciento), erosión eólica (11 por ciento) y salinización (8 por ciento). Los datos de simulación
arrojan que por el cc se pudieran perder en 2050 entre 13 a 27 por ciento de la superficie de
tierras destinadas al cultivo del maíz.

Seguridad del agua en México analizado con el modelo peisor • 129


penden de la precipitación y que representan 78 por ciento de los produc-
tores rurales y 80 por ciento de los pobres del país. Sus condiciones so-
cioeconómicas eran antes de alta marginalidad, pero por los efectos del cc
se ven frecuentemente obligados a abandonar sus tierras al perder las
con­diciones mínimas de supervivencia, lo que se refleja en mayor emi­
gración. Todas estas relaciones se tornan altamente complejas y mediante
el modelo Peisor se trata de analizar las retroalimentaciones entre proce-
sos naturales y humanos, ver las interrelaciones negativas y positivas y
entender las posibles salidas sociopolíticas, así como las medidas de miti-
gamiento y de adaptación.
Las SO: consecuencias sociales son múltiples y se puede reforzar negati­
vamente. Una mayor vulnerabilidad socioambiental afecta el desarrollo per­
sonal y socioeconómico. La falta de agua impide la producción agropecua-
ria, lo que deteriora los ingresos de las poblaciones rurales marginadas. La
población afectada se enfrenta a un “dilema de supervivencia” con opcio-
nes poco deseables:

1. Quedarse con hambre y eventualmente morir prematuramente.


2. Emigrar y enfrentarse en otro lugar por agua, tierras, empleos y ali-
mentos.
3. Capacitarse y adquirir resiliencia social.
4. Organizarse políticamente y luchar por condiciones dignas de vida y
procesos de prevención mediante microempresas.
5. Combinar apoyos internos con cooperación internacional, ciencia y
tecnología, nichos de mercados y economía de solidaridad con apoyos
externos.

Éstas se tornan aún más difíciles para los socialmente vulnerables


—mujeres, niños, ancianos, indígenas y pobres— lo que puede generar ines­
tabilidad política. El concepto de vulnerabilidad social (vs) se entiende como
predisposición de ser afectado por un evento natural y contar con poca
resiliencia o capacidad para prevenir, recobrar o adaptarse a las condicio-
nes de deterioro socioambiental y a los eventos hidrometeorológicos ex-
tremos (Oswald, 2011). La vs es resultado 1) de la fragilidad de comunidades
y ambiente de estar expuesto a eventos peligrosos, sea por su locación, sea
por la falta de resistencia física. 2) Se relaciona con la fragilidad socioeco-

130 • Úrsula Oswald


nómica de sufrir algún daño por los altos niveles de marginalidad, sus
condiciones físicas desventajosas —lecho del río, pendientes pronuncia-
das, montañas, orillas del mar— y/o su débil organización social, económica
y política. El deterioro ambiental y condiciones naturales extremas pueden
agravar la VS; 3) la falta de resiliencia limita la posibilidad para mitigar o
adaptarse a las nuevas condiciones socioambientales; 4) una débil gober-
nanza, donde la capacidad gubernamental es incipiente y sus intereses no
se centran en el bienestar de sus ciudadanos. Por ello la reducción de ries­
gos en poblaciones altamente vulnerables es acotada, sobre todo cuando
la población no confía en sus autoridades y no ha desarrollado procesos
de adaptación. Dado que en México casi toda el agua destinada al consumo
humano es extraída del subsuelo, ésta compite permanentemente con el
uso agropecuario e industrial. Si bien 72 por ciento (1,084 km3) de la lluvia
se evapora y se integra al ciclo hídrico, existe competencia entre los tres sec­
tores que pugnan por el uso del agua. El sector agropecuario requiere 78
por ciento del vital líquido al irrigar 6.3 millones de hectáreas de cultivos,
pero cuenta con una eficiencia baja de 40 por ciento. El sector industrial
extrae 10 por ciento del subsuelo mediante permisos de concesión y el
doméstico requiere de 13 por ciento. Ante intereses opuestos, las aguas
superficial y subterránea sin planeación crean creciente escasez y conta-
minación, y la Conagua está encargada de dirimir los conflictos y adminis-
trar el agua desde la cuenca y el acuífero hasta la casa y el campo.3
La R: respuesta se relaciona con los procesos políticos, donde el Estado,
los empresarios y la sociedad organizada interactúan ante intereses antagó­
nicos, agravados por el cc. Procesos de mitigación y adaptación pueden de­
sarrollarse a partir de los conocimientos tradicionales, donde se pueden
integrar los modernos, y muchas decisiones están atadas a proceso de
negociación entre estos tres sectores. Por ello, la gestión de una cultura
integral de agua puede apoyar la gobernanza,4 donde se concientice a la
3
 Otorgar permisos puede generar conflictos y al encargarse Conagua tanto de concesiones
como de la conciliación de conflictos, se convierte en juez y árbitro del mismo problema, lo que
ha dificultado frecuentemente resolver de manera pacífica y definitivamente las controversias
hídricas.
4
 Sin duda alguna, la historia de México ha sido aleccionadora al respecto. Desde el
colapso de la civilización maya por la sobreexplotación de sus recursos escasos, pasando por
la conquista con hambrunas, epidemias y genocidio de la población nativa, hasta la Indepen­
dencia y la Revolución, periodos largos de sequía han indicado interrelaciones entre factores
naturales y coyunturas sociopolíticas adversas. Estas experiencias pasadas deberían alertar

Seguridad del agua en México analizado con el modelo peisor • 131


población acerca de los peligros de perder la sa. Estas prácticas requieren
además políticas proactivas que permitan prevenir y reducir las interaccio-
nes negativas entre factores ambientales y procesos sociopolíticos.
Con el fin de reducir la migración socioambiental se requiere de po­
líticas de prevención para involucrar a la población acerca de fenómenos
cli­máticos extremos, desarrollar microseguros para transferir los riesgos por
pérdidas agropecuarias, así como procesos de adaptación a las condiciones
ambientales más adversas —cosecha de agua, sistema de riego eficiente—,
con el fin de garantizar a toda la población agua en cantidad suficiente y con
calidad adecuada. Ello reducirá además los riesgos por problemas gas-
trointestinales y enfermedades crónicas relacionadas con agua no apta
para el consumo humano. Urge tomar acciones concertadas con la pobla-
ción afectada, donde un gobierno preocupado por el cc puede preventivamen-
te mitigar salidas extremas por ehe.
El diagnóstico de las interrelaciones complejas entre los sistemas na-
turales y humanos mediante el modelo peisor representa un primer acer-
camiento a la transversalidad de los problemas del agua con un enfoque
interdisciplinario. Con la superación de la degradación y escasez del agua
se puede mejorar la calidad de vida, reducir los impactos negativos del cag
y ofrecer alimentos y servicios ambientales de calidad y a precios accesi-
bles a todos los mexicanos. Al conjuntar ordenadamente actividades de los
tres sectores involucrados se podrán prevenir salidas sociales indesea­
das como las condiciones de supervivencia de alto riesgo en áreas peli­
grosas y migraciones socioambientales. Todos ellos pudieran agudizar la
inseguridad pública y generar conflictos aún más violentos, además de
problemas de hambre crónica, malnutrición, obesidad y enfermedades.

Conflictos por el agua


y pérdida de la seguridad del agua

Las condiciones de México son adversas ante el cag y donde existe una
alta concentración poblacional y productiva hay una fuerte limitante tem-
poral —por la época de lluvias— espacial y estructural —condiciones se-

al conjunto de la sociedad mexicana, ya que la situación actual del país es delicada en tér­
minos socioambientales y políticos.

132 • Úrsula Oswald


miáridas y áridas— con oferta reducida. Además, de los 653 acuíferos
existentes en México, 104 se encuentran sobreexplotados. Se trata preci-
samente de aquellos que generan la mayor riqueza económica al país, pero
garantizan también el abasto doméstico a la mayoría de la población como
los siete acuíferos sobreexplotados del Valle de México. Por ello para aten-
der a todas las demandas, la autoridad nacional se encuentra entre intere-
ses legítimos opuestos debido al estrés hídrico. Ante este dilema, la Conagua
empieza a identificar los conflictos más sobresalientes, desglosa los intere-
ses involucrados y establece los primeros pasos para una negociación
—mapeo del conflicto—. Además, en la Ley Nacional de Agua (lan) existe
una prelación en el uso, donde se prioriza al consumo humanos, los servicios,
los requerimientos industriales, los usos agropecuarios, y el agua verde
requerida para mantener a los ecosistemas y sus servicios ambientales.
Estas complejas interrelaciones entre fenómenos ambientales y socia-
les han agudizado en México los conflictos y han provocado diversos en-
frentamientos por el usufructo o la posesión de tierras, de manantiales, de
pozos y de ollas de agua. Según la Procuraduría Agraria existían en 2007
cerca de 390 mil conflictos agrarios y hay casi el mismo número de conflic-
tos de agua; estos conflictos han aumentado a raíz del cambio del artículo
27 constitucional.
Entre los múltiples conflictos de agua en el país (Oswald, 2005) vale la
pena mencionar algunos representativos por las luchas emprendidas. En
el caso de los 13 Pueblos de Morelos, el manantial Chihuahuita ha mostra-
do durante las últimas dos décadas deficiencias para el abasto de la po­
blación originaria de la zona, particularmente durante la época de estiaje y
en el pasado ha habido múltiples escaramuzas entre las comunidades que
se abastecen en este manantial. Cuando el gobierno estatal autorizó en
2007 miles de casas de interés social, sin proporcionar una nueva infraes-
tructura de abasto de agua a estos fraccionamientos, ni tampoco la exigió a
los empresarios, los 13 pueblos afectados se movilizaron, cerraron la au-
topista e iniciaron unidos una lucha legal por el usufructo del manantial,
que había sido equipado durante la presidencia de Lázaro Cárdenas. Obli-
garon al gobierno estatal y a los inversionistas privados a generar fuentes
alternativas de abasto y en algunos casos se cancelaron los proyectos por
la falta de disponibilidad de agua, de modo que el manantial Chihuahuita
quedó disponible para las comunidades autóctonas.

Seguridad del agua en México analizado con el modelo peisor • 133


Otro conflicto se relaciona con el abasto de agua del sistema Lerma-
Cutzamala y la Ciudad de México (Perló y González, 2009), donde las mu-
jeres indígenas mazahuas tomaron simbólicamente la planta potabilizado-
ra de agua Los Berros con armas de madera para mostrar su inconformidad
ante el despojo del recurso agua sin compensación, agravado en aquel mo­
mento por una inundación en sus campos de cultivos, al desfogar una
presa. En este caso, la negociación de autoridades municipales y comu­
nales-indígenas, el Distrito Federal, el Estado de México y la Conagua intentó
distender el conflicto, aunque cierto tortugismo en la negociación, agudizó
varias veces el conflicto, por lo cual las mazahuas habían cerrado la válvula
de abasto del agua al Distrito Federal. En el Foro Mundial del Agua en 2006,
las indígenas mazahuas hicieron ver que los servicios ambientales propor-
cionados por ellas nunca fueron pagados, dejándolos en la más profunda
marginalidad y sin agua entubada ni saneamiento.
Finalmente existen múltiples conflictos relacionados con presas y
obras de infraestructura turística, industrial o habitacional en México. A fin
de negociar pacíficamente estos múltiples conflictos hídricos se propone
un modelo de hidrodiplomacia, que establece relaciones causales entre los
factores que reducen la oferta del recurso —cuarteto ambiental: agua, aire,
suelo, biodiversidad— agravadas por cambio climático, mal manejo de cuen­
cas, desvío de ríos, contaminación de agua superficial y subterránea por
aguas negras, deforestación, erosión, incendios forestales, pérdida de bio-
diversidad, contaminación del aire, sequía, desertificación, pérdida de ferti­
lidad del suelo, entre los más importantes. Al mismo tiempo se debe incidir
mediante un proceso de cultura del agua en la reducción de la demanda,
para ofrecer agua a una población en crecimiento; los procesos de urbani-
zación, industrialización y servicios; la agricultura de riego y producción
pecuaria; control de fugas y desperdicios. Gran parte de México sufre por
escasez hídrica temporal o periódica, y los conflictos están básicamente
relacionados con la falta de agua o la carencia de infraestructura para sa-
carla del subsuelo o sanearla. Así, se requiere primero reducir el consumo
mediante la eficientización en el uso, lo que impacta en la demanda del
recurso. Pero es también necesario aumentar la oferta a través de la restau-
ración de ecosistemas, particularmente en las cuencas altas y por la cose-
cha de agua pluvial.

134 • Úrsula Oswald


Sin duda alguna, la gestión del agua que consolida la seguridad del
agua es altamente compleja y obliga al gobierno, a la sociedad y a las em-
presas a negociar un modelo de desarrollo alternativo, donde prevalezca
la paz sustentable, donde se dirimen los conflictos con modelos de hidro-
diplomacia (Oswald, 2005) y donde una cultura integral del agua permitirá
un futuro menos azaroso y más sustentable en lo ambiental, lo social y lo
político.

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Conflictos por el agua en el estado de Morelos (2000-2010)
César Israel Bazán Pérez*

Introducción

Existen varias definiciones de conflicto, en este trabajo se entiende por tal


una construcción social, una lucha o competencia entre personas o grupos
que compiten sobre objetivos o recursos limitados. El conflicto surge cuando
entre las partes se perciben objetivos incompatibles, se obstaculizan para
alcanzar sus metas, se afectan intereses o representan alguna amenaza
potencial; que eventualmente conduce a una oposición enfrentamiento o
lucha. Se identifican varias categorías en un conflicto: proceso, confronta-
ción, actores, movilización, formación de identidad de los grupos en con-
flicto, organización y objetivos.
Entre las principales causas de conflictos por el agua en el estado de
Morelos se encuentran:

1. La reconfiguración (difusión) urbana del territorio de Morelos, como


factor de dislocación de la vida social, territorial y ambiental. Ello origi-
na distintas contracciones, como las que tienen que ver con los conflic-
tos socioambientales y agua. Delgado (2003) habla del espacio periur-
bano como aquel en donde se expresa la difusión urbana.
2. La reforma del artículo 27 constitucional en 1992, ha repercutido en el
cambio de usos del suelo y la reconfiguración territorial; propició la
entrada de tierra y agua al mercado de bienes, junto con cualquier
recurso natural que el suelo soporte, veáse Kloster (2008).

* Doctorante, posgrado en Geografía, unam. Correo: bazannietzche@yahoo.com.mx

139
3. Conflictos de tenencia de la tierra —por consiguiente también de agua—,
relacionados con la delimitación política del estado de Morelos, ya que
en su conformación histórica perteneció al Estado de México y a la
fecha existen múltiples conflictos de tierras con estados vecinos.
4. La demanda creciente del agua para el consumo doméstico y de las
distintas actividades productivas y recreativas (véase Sarmiento, 1997).
5. La política del gobierno estatal, que parece privilegiar los proyectos
de la iniciativa privada —casas, carreteras, comercio, desarrollos etcé­
tera—, sobre el bienestar general de la población y sus recursos.

Un aporte de este trabajo es la metodología que sirve para sistematizar


los conflictos por el agua que existen en Morelos, de acuerdo a sus carac-
terísticas como el tipo de cuerpo de agua, los actores involucrados, la di-
rección del conflicto; las estrategias de confrontación, etcétera.
El trabajo se compone de tres partes: la primera trata sobre la meto-
dología aplicada en la identificación de los conflictos por el agua en More-
los, de la cual surge una base de datos. En seguida presento un análisis
con estadísticas descriptivas y se presenta la configuración espacial de
los conflictos con un análisis de clusters. Finalmente los resultados y
conclusiones.

Metodología

Para identificar los tipos de conflictos por el agua se siguieron cinco pasos:

1. La revisión de trabajos académicos sobre conflictos que emplearon una


metodología con base en noticias periodísticas, con el fin de establecer
criterios y definiciones que sustenten las variables que se utilizan. Es-
pecíficamente con los trabajos de Observatorio de la Conflictividad
Social (2006), Becerra et al. (2006); Kloster (2008) y Trudelle (2005).
2. La búsqueda de noticias en fuentes locales (Morelos) y nacionales bajo
criterios de aleatoriedad para darle una significación estadística.
3. Elaboración de una base de datos sobre los conflictos por el agua en
Morelos.

140 • César Israel Bazán Pérez


4. A partir de la base de datos, se hace la sistematización, análisis e inter-
pretación de las noticias de conflictos. De este ejercicio se desprende in­
formación del fenómeno, además de estadísticas descriptivas y mapa.
5. Análisis de clusters y mapa.

En la base de datos de este trabajo he clasificado y sistematizado noti-


cias sobre conflictos por el agua en Morelos surgidas entre los años 2000
y 2010, e identifico tres grandes temas: 1) geografía del conflicto, 2) actores
que son parte del conflicto y 3) el conflicto y su evolución. Los temas con-
forman 13 categorías: noticia, fuente, fecha, lugar, cuerpo de agua en
disputa, actor primario y secundario; filiación, dirección del conflicto, tipo
de demanda, causas, qué se demanda y estrategia. A su vez las categorías
las divido en 61 campos o variables.
La desagregación de la noticia de esta forma, permite elaborar variables
nominales, con las cuales se pueden hacer algunos tipos de análisis estadís­
ticos, mediante la suma de las frecuencias de los eventos por variable.
Para el análisis de conglomerado jerárquico (cluster), se consideró lle-
varlo a cabo mediante el método de conglomeración de Ward, con un tipo
de medida de distancias binarias euclidianas (0-1), que es un método factible
para este tipo de datos.1 El análisis de conglomerado jerárquico2 permite
aglomerar tanto casos como variables y elegir entre una gran variedad
de métodos de aglomeración3 y medidas de distancia.4
Para este análisis fue necesario modificar la base de datos original. Se
eliminaron algunas variables y por afinidad se juntaron otras, resultó una

1
 Por la naturaleza de la base de datos sobre conflictos por el agua en Morelos que tiene
como materia prima el análisis y desglose de noticias en variables discretas nominales co­
dificadas en “1” y “0”.
2
 Cálculo de la matriz de distancias entre los elementos de la muestra, luego busca los
dos más próximos —en distancia— y los agrupa en un conglomerado. Agrupa los elementos más
grandes y heterogéneos hasta que todos los elementos muestrales quedan agrupados en un
solo conglomerado. El objetivo es descubrir la existencia de grupos homogéneos “naturales”
que pueden existir en la base de datos.
3
 Una vez calculada la matriz de distancia los dos elementos más próximos, más similares
o menos distantes se funden en un mismo conglomerado. Ejemplos: de vinculación por el vecino
más próximo, por el vecino más lejano; intergrupos, de Ward, de agrupación de centroides,
de agrupación de medianas.
4
 Se utilizan para cuantificar la distancia entre elementos, se diferencian por el tipo de datos:
cuantitativos, categóricos, dicotómicos; así como por el tipo de distancia evaluada: similaridad
o disimilaridad. Ejemplos de tipos de medida: intervalos, frecuencias y binaria.

Conflictos por el agua en el estado de Morelos • 141


base de datos de 20 variables, con 144 casos, en dónde sólo se consideró
el primer registro de cada tipo de conflicto por municipio. Una vez modifi-
cada y adaptada la base de datos se procesaron y corrieron los datos en el
programa “r” de estadística y el resultado es un dendograma.
En el Dendograma están representadas las etapas del proceso de fu-
sión y las distancias existentes entre los elementos relacionados. Las dis-
tancias están representadas en una escala estandarizada de 8 puntos. Las
líneas verticales identifican los elementos fundidos —conglomerados—
y la posición de las líneas verticales indican la distancia existente entre los
elementos fundidos.

El soporte estadístico de la base de datos


sobre conflictos por el agua en Morelos

La base de datos se construyó en base a los siguientes criterios de aleato-


riedad5 para darle representatividad estadística:

1. Orden de búsqueda de noticias mediante sorteo, para los 33 municipios.


2. Se trabajo un municipio por día; con una duración de cinco horas, es
necesario asignar un tiempo de búsqueda y hacer un corte. De esta
manera cada municipio tiene el mismo tiempo asignado para encon­
trar noticias.
3. Consultar diferentes fuentes periodísticas nacionales y locales para
disminuir los sesgos ideológicos o mediáticos.

La búsqueda de noticias se hizo exclusivamente en internet, en perió-


dicos de circulación nacional y del estado de Morelos. En los portales
electrónicos se especificó la temporalidad —del año 2000 al 2010— y la
búsqueda por palabras clave, en este caso con el nombre del municipio y
la palabra agua, por ejemplo: Cuernavaca, agua; Temixco, agua, etcétera.
Al momento de la búsqueda se evaluó mediante lectura rápida si la noticia
era candidata.
Al final de la etapa de búsqueda y recopilación de noticias, fue necesa-
rio filtrar la noticia mediante una lectura meticulosa, ya que no todas las

5
 Porque existe un sesgo provocado por la habilidad de la búsqueda de noticias, la expe­
riencia y la repetición, que es menor al principio y mayor al final.

142 • César Israel Bazán Pérez


noticias que arrojaba la búsqueda por periódico se refieren a situaciones
de conflictividad por el agua. En el cuadro 1 se muestra el número de no-
ticias por municipio que tienen que ver con alguna situación de conflicto
por el agua.

Cuadro 1
Noticias por municipio

Número Número Número


Municipio noticias Municipio noticias Municipio noticias

Ayala 20 Cuernavaca 63 Temixco 47


Tepoztlán 21 Jonacatepec 18 Tetela del Volcán 52
Amacuzac 13 Puente de Ixtla 29 Totolapan 12
Cuautla 49 Tetecala 5 Ocuituco 5
Jiutepec 49 Tlayacapan 6 Zacualpan de Amilpas. 8
Tepalcingo 14 Zacatepec de Hgo. 13 Coatlán del Río 5
Tlaquiltenango 9 Jojutla 14 Jantetelco 17
Yecapixtla 17 Xochitepec 19 Miacatlán 10
Emiliano Zapata 19 Axochiapan 25 Temoac 17
Tlaltizapan 8 Huitzilac 31 Tlalnepantla 14
Atlatlahuacan 8 Mazatepec 9 Yautepec 13
Total 227 Total 232 Total 200

Fuente: Elaboración propia.

Sistematización y análisis
de conflictos por el agua en Morelos

La base de datos consta de 659 noticias y abarcan el periodo del año 2000
al 2010. Provienen de distintos periódicos de cobertura nacional y estatal.
Los periódicos consultados y el porcentaje de noticias fueron: El Univer-
sal (7 por ciento), La Jornada (13 por ciento), Excelsior (1 por ciento); El Sol
de Cuernavaca (38 por ciento); El Sol de Cuautla (20 por ciento), La Jornada
Morelos (18 por ciento) y La Unión de Morelos (3 por ciento).
De municipios de Morelos, siete concentran el 41.43 por ciento del
total de noticias sobre conflictos, estos municipios son: Cuer­navaca (9.56
por ciento), Tetela del Volcán (7.89 por ciento), Cuautla y Jiutepec (7.44 por
ciento cada uno); Temixco (7.13 por ciento), Huitzilac (4.70 por ciento) y
Puente de Ixtla (4.40 por ciento) (véase figura 1).

Conflictos por el agua en el estado de Morelos • 143


Figura 1
Municipios de Morelos según porcentaje de noticias de conflictos por el agua, 2000-2010
N

W E

S
Huitzilac Tlalnepantla

Totolapan
Tepoztlán Tetela del volcán
Cuernavaca Tlayacapan
Atlatlahucan

Jiutepec Ocuituco
Temixco Yautepec Yecapixtla
Cuautla
Miacatlán
Emiliano Zapata Zacualpan de Amilpas
Temoac
Xochitepec
Coatlán de Río
Tlaltizapán Ayala Simbología
Mazatepec Jantetelco
Tetecala Jonacatepec
0.5 - 1.5%
Zacatepec de Hidalgo
155 - 2.9%

Amacuzac Cuautla Tepalcingo 3 - 5.9%


Axochiapan
Puente de Ixtla
6 - 8.9%
Tlaquiltenango

9 - a (+) 10%

Límite estatal

50 0 50 Kilómetros

Fuente: Elaboración propia con base en la base de datos sobre conflictos.

El comportamiento histórico por año de noticias de conflictos por el


agua. El 2007 tiene 15 por ciento; 2009, 33 por ciento y 2010, 24 por ciento.
Si se considera el mes, se diferencian dos meses con menos de 5 por cien-
to de noticias (noviembre y diciembre); ocho meses con porcentajes que
oscilan entre 5 y 10 por ciento y finalmente sólo dos meses registran el
mayor porcentaje de conflictos por el agua, marzo (16.8 por ciento) y agosto
(13 por ciento). El mes de marzo es conflictivo porque corresponde a la
época de estiaje; agosto por el contrario por la temporada de lluvias, lo que
representa fenómenos contrarios a la escasez.
El principal tipo de agua en disputa es el agua potable y de pozos (28.79
por ciento), que considera la extracción por bombeo y la distribución de

144 • César Israel Bazán Pérez


agua potable por redes de infraestructura. Después el agua de acuífe­
ros (28.20 por ciento) y luego las aguas de manantiales (14.69 por ciento).
Los municipios con más noticias de conflictos relacionados con algún
cuerpo de agua en orden de importancia son: Cuautla, Tetela del Volcán,
Cuernavaca, Puente de Ixtla, Jiutepec y Temixco.
En noticias de conflictos por aguas de manantiales, los municipios más
significativos son Tetela del Volcán (38.4 por ciento), Puente de Ixtla (19.2
por ciento) y Cuautla (13.6 por ciento), y que suman 71 por ciento del total.
En noticias de conflictos por acuífero: Cuernavaca (23 por ciento), Huitzi-
lac (11 por ciento), Jiutepec (6.7 por ciento), Puente de Ixtla (10 por ciento);
Tepoztlán (5.4 por ciento) y Tetecala (5.8 por ciento) que suman 62 por
ciento del total. En noticias de conflictos en donde se involucra el agua
potable y los pozos: Axochiapan, Ayala, Totolapan y Yecapixtla (4.08 por
ciento cada uno); Cuautla (8.57 por ciento); Jiutepec (10.6 por ciento), Te-
mixco (14.3 por ciento) y Tlalnepantla (5.71 por ciento), que juntos suman
el 55.5 por ciento del total.

Regionalización de los conflictos


por estadísticas descriptivas

Los tipos de conflicto que tienen que ver con escasez de agua son más
comunes en el oriente de Morelos en la llamada zona de los Altos de Mo-
relos que paradójicamente es la que tiene los niveles más altos de precipi-
tación, pero con características porosas del suelo que no retienen el agua
localmente. La escasez se asocia con problemas de gestión del agua, por
ejemplo con deudas de energía eléctrica.
Las deudas y cobros pendientes de energía eléctrica con la Comisión
Nacional de Electricidad (cfe), provocan el corte de electricidad. La conse-
cuencia es que dejan de trabajar os pozos de extracción y se genera desa-
basto de agua. Entonces vienen bloqueos de carreteras, tomas de pozos, tomas
de ayuntamientos y de instalaciones de los sistemas etcétera, acciones que
suelen tomas las comunidades ante la falta de agua. Los municipios más
representativos de este tipo de conflicto son: Amacuzac, Atlatlahuacan,
Axochiapan Jantetelco; Jiutepec, Jonacatepec, Miacatlán, Ocuituco, Temixco,
Tepalcingo; Temoac, Tlalquitenango, Tlalnepantla, Tlayacapan, Zacatepec
y Zacualpan de Amilpas.

Conflictos por el agua en el estado de Morelos • 145


La competencia por fuentes de agua, primero entre comunidades y
pueblos originales contra desarrolladores y fraccionamientos, destaca el
municipio de Puente de Ixtla —el caso de los 13 pueblos—. Una segunda
modalidad es la pelea por fuentes de agua entre municipios y localidades
en donde destaca el caso de Hueyapan en contra de su municipio: Tetela
del Volcán. Otros municipios que presentan estas competencias son:
Cuautla, Ayala, Emiliano Zapata, Jojutla, Totolapan, Xochitepec y Yautepec.
La posesión de la tierra está relacionada con el agua. Existen múltiples
en toda la periferia del estado. Sobresalen los municipios de Jantetelco,
Tlalquitenango, Temoac, Tetela del Volcán, Tepoztlán y Jiutepec (véase fi-
gura 2).
Los municipios que registran la mayor disminución de superficies de
áreas de recarga de acuíferos son: Cuernavaca, Huitzilac, Jiutepec, Tepoz­
tlán. En conflictos relacionados con un mal manejo del agua, entendidos
como aquellos derivados de una mala administración de los servicios del
agua, destacan los municipios de Jojutla, Jonacatepec, Miacatlán y Temixco.

Figura 2
Tipo de conflicto por municipio
N

W E

Huitzilac Tlalnepantla

Totolapan Tipo de conflicto


Tepoztlán
e o lán Tetela del volcan
n
Cuernavaca
a Tlayacapan
Límite municipal
Atlatlahucan

Jiutepec
p Ocuituco
Yautepec
Yaut p Yecapixtla Gestión (luz), escasez
Cuautla
Cua t a
Miacatlán
Emiliano
Em Zapata Zacualpan de Amilpas
Competencia por
Xochitepec
hit p c
Temoac cuerpos de agua
Coatlán de Río Tlaltizapán Ayala

Tetecala
Mazatepec Jantetelco
a t e
Jonacatepec
e Contaminación de acuíferos
H lgl
Zacatepec de Hidalgo
Disminución de áreas de recarga

Amacuzac C t
Cuautla Tepalcingo Contaminación de
Axochiapan agua superficial
Puente de Ixtla Tlaquiltenango
T q i e g

Disputas por tierras, límites

Más de un tipo de conflicto

Límite estatal

30 0 30 60 Kilómetros

Fuente: Elaboración propia con base en la base de datos sobre conflictos.

146 • César Israel Bazán Pérez


Regionalización de conflictos
mediante el análisis de conglomerado

Se identificaron cinco clusters en el dendograma entre categorías y varia-


bles. A los cuales se les denomina de la siguiente manera:

Cluster 1. Conflictos por acuíferos y manantiales contra gobierno y em­


presas.
Cluster 2. Conflictos contra otras comunidades por el agua.
Cluster 3. Conflictos en los que hay algún tipo de acción legal.
Cluster 4. Conflictos de escasez, distribución y uso.
Cluster 5. Conflictos por el agua potable y pozos, cobros y cuotas.

Dentro del dendograma, en la escala de la longitud de las ramas —que


indican la distancia de fusión—, se tomo como referencia el valor aproxi-
mado de tres, con el fin de formar e interpretar cinco clusters. Cada uno
de los cinco clusters abarca una serie de números, cada número representa
la primera noticia de un conflicto por municipio —de la noticia 1 a la
144—, por lo tanto cada número está vinculado a un municipio (véanse
figura 3 y cuadro 2).

Figura 3
Dendograma

6
Height

0
128
139

129
124

113
84

136

125
100
98

121
133
25

116

43
115

82

118
32
140

22
62
81

101

131
107

106

66
127

57
60
29
47

130

50
16

31
15
59

103

49
1

132

63
3
26
19

87

10
126

42

110
35

99

48
79

33

117
114

21
138

137

102

28

74
83

122
85

38

96
61

24

89
39

5
4

34

12
17
18

45
58

36
46
55

13

14
44

86
23

76

75
104

51

134
135

54
64
105

120

111
112
37

30

119

114

109
88

143

142

123

141
108
78
77
41
80

2
6

94

70
73
65
11

27

71

53

56
97

40

67
95
20
91

52
90

72

93

69
92
68

7
8

bindist
hclust (*, "Ward")

Fuente: Elaboración propia, con base en el análisis de estadísticas descriptivas propuesto.

Conflictos por el agua en el estado de Morelos • 147


Cuadro 2
Municipios por cluster

Cluster Municipios

C1 Amacuzac, Ayala, Cuernavaca, Cuautla, Emiliano Zapata, Huitzilac, Jiutepec,


Jojutla, Puente de Ixtla, Temixco, Tepoztlán, Tlaquiltenango, Xochitepec, Yau­
tepec, Yecapixtla, Zacatepec.
C2 Amacuzac, Atlatlahuacan, Ayala, Axochiapan, Coatlán del Río, Cuernavaca,
Cuautla, Huitzilac, Jojutla, Jonacatepec, Miacatlán, Temixco, Temoac, Tepal-
cingo, Tepoztlán, Tetecala, Tetela del Volcán, Tlalnepantla, Tlaquiltenango,
Tlayacapan, Xochitepec, Yautepec y Zacatepec.
C3 Atlatlahuacan, Axochiapan, Coatlán del Río, Cuautla, Cuernavaca, Emiliano
Zapata, Huitzilac, Jantetelco, Jiutepec, Jonacatepec, Mazatepec, Miacatlán,
Tepalcingo, Tetela del Volcán, Tlaltizapán, Yecapixtla, Zacualpan.
C4 Ayala, Axochiapan, Jantetelco, Jonacatepec, Temoac, Tepalcingo, Zacualpan
C5 Atlatlahuacan, Axochiapan, Coatlán del Río, Emiliano Zapata, Huitzilac, Jan-
tetelco, Jiutepec, Jojutla, Jonacatepec, Miacatlán, Ocuituco, Temixco, Tepoz­
tlán, Tlalnepantla, Tlaquiltenango, Tlayacapan, Totolapan, Xochitepec, Yaute-
pec, Zacatepec.
Fuente: Elaboración propia, con base en el análisis de estadísticas descriptivas propuesto.

Resultados

Algunos resultados muestran que en los conflictos por el agua en Morelos,


los actores principales son las comunidades campesinas y pueblos origi-
narios y los secundarios el gobierno en sus tres niveles y la empresa
privada. Este hecho se refuerza en la filiación de los actores, en donde pre­
domina la filiación corporativa —gobierno y empresa— sobre la de no filia-
ción —actores rurales—urbanos—. La mayor parte de los conflictos se di-
rigen contra la Iniciativa privada y el capital privado; después contra el
gobierno local y estatal (véase figura 4).
Las demandas de tipo medioambiental son más importantes que las
que tienen que ver con el poder y control de cuerpos de agua e incluso de
tipo económicas. De igual manera las causas del conflicto ambientales son
más importantes que las que tienen que ver con la distribución del agua.
Las principales estrategias de confrontación, se observa que están en fun-
ción del actor y su filiación; el gobierno usa más la gestión —que incluye
obras de infraestructura—; mientras que los actores sociales urbanos y
campesinos recurren en primera instancia a una declaración o postura;
tomas de instalaciones, marchas y mítines.

148 • César Israel Bazán Pérez


Figura 5
Regionalización del cluster 1.

N
Huitzilac Tlalnepantla

Totolapan W E
Tepoztlán Tetela del volcán
Cuernavaca Tlayacapan
Atlatlahucan S

Jiutepec Ocuituco
Temixco Yautepec Yecapixtla
Cuautla
Miacatlán
Emiliano Zapata Zacualpan de Amilpas
Temoac Simbología
Xochitepec
Tlaltizapán Ayala Municipios cluster 1
Coatlán de Río
Mazatepec Jantetelco
Tetecala Jonacatepec

Zacatepec de Hidalgo

Límite estatal
Amacuzac Cuautla Tepalcingo
Axochiapan
Puente de Ixtla Tlaquiltenango

50 0 50 Kilómetros

Tomando en cuenta el análisis de clusters, en el caso de la regionaliza-


ción del cluster uno, se pueden observar los municipios que libran conflic-
tos por manantiales y acuíferos, en dónde se tiene como principal adversario
al gobierno y la empresa privada por las obras que desarrollan —casas,
gasolineras, centros comerciales, carreteras, etcétera). La regionalización
del cluster uno, tienen una configuración espacial que obedece a las prin-
cipales urbanizaciones y sus áreas de urbanización difusa en el estado, así
como a la Autopista del Sol, que atraviesa de norte a sur la entidad y que
ha sido por años vía para abrir paso a la urbanización.
En la regionalización del cluster dos resaltan los municipios que tienen
problemas entre sí y entre sus comunidades por el agua de manantiales,
pozos y acuíferos. En el cluster tres están los municipios en los que es más
común la aplicación de los cauces legales, leyes y normatividades en los con­
flictos. En el cluster cuatro están los municipios que tienen mayores conflic­
tos con la escasez y la distribución del recurso, básicamente se trata de los

Conflictos por el agua en el estado de Morelos • 149


municipios del oriente del estado. En el cluster cinco están los municipios que
predominantemente tiene problemas con el suministro y mantenimiento
de pozos de agua potable, ya sea por infraestructura, cobros, cuotas y deudas
con la compañía de luz.

Conclusiones

Los patrones de distribución espacial de conflictos por el agua constituyen


un área de interés que ha sido muy poco abordada con una metodología
estadística sólida. La mayor parte de los estudios sobre conflictos por el
agua que han utilizado la fuente periodística, prácticamente no han con-
siderado la representatividad estadística al momento de elaborar bases de
datos o al sistematizar la información obtenida. En este sentido, la metodo-
logía que se aplica en este estudio es un aporte importante. Por otro lado, al
utilizar el análisis de conglomerados jerárquico y el análisis de correlación
espacial, este trabajo explora más allá de la estadística descriptiva que al-
gunos trabajos antecedentes utilizaron como acercamiento del fenómeno
por medio de la prensa (Becerra y Muños, 2006; Serapaz, 2006; Trudelle,
2005) y va más allá de agrupar y graficar la frecuencia del número de casos
de un evento particular.
A partir del análisis de conglomerados jerárquicos y de tipificar cuatro
tipos de conflicto, se concluye que hay evidencia sustentada de dos patrones
de distribución espacial de conflictos por el agua en el estado de Morelos,
caracterizados por los conglomerados uno y cuatro. No se observan patro-
nes espaciales definidos en el caso de los conglomerados dos y tres, salvo
a que son agrupaciones dispersas, que en el futuro pudieran presentar un
patrón espacial más claramente definido debido a la tendencia del fenómeno.
Por último, el tema de los conflictos por el agua, es un área que ha sido
poco explorada en los estudios sociales y que merece especial atención
debido a la relevancia que tiene en diferentes ámbitos como el social, eco-
lógico e incluso gubernamental. En este sentido, la búsqueda de patrones
espaciales de los conflictos permite un mayor conocimiento y entendimiento
del comportamiento de este fenómeno, con el fin de atender a tiempo los
conflictos y prevenir su escalamiento a situaciones graves, pues si falta el

150 • César Israel Bazán Pérez


agua ninguna medida que se aplique será suficiente, porque el agua sim-
plemente es necesaria para la reproducción social y la vida.

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sics and Chemistry of the Earth, núm. 30, 2005, pp. 463-469.
6
 No se incluye en este trabajo la hemerografía consultada debido a la enorme cantidad
que representa.

Conflictos por el agua en el estado de Morelos • 151


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152 • César Israel Bazán Pérez


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Manejo comunitario del agua
Pueblos indios y manejo del agua
Patricia Ávila*

Introducción

El presente trabajo tiene como objetivo brindar un panorama general de


los derechos del agua en los territorios indígenas y la coexistencia y ten-
sión con la legislación estatal. También intenta analizar los cambios en la
legislación y políticas del agua y su impacto en los derechos colectivos y
formas de organización comunitaria en los pueblos indios —como son los
derechos de agua, la gestión local del agua potable y riego—. Finalmente
hace evaluación de las políticas públicas y los conflictos por el agua como
una ventana para analizar la violación de los derechos humanos en terri-
torios indígenas. En particular se ejemplifica con dos casos en Latinoamé-
rica: México y Guatemala.

Las visiones contrastantes en torno


al agua en territorios indígenas

Los conflictos por el agua en los territorios indígenas pueden surgir cuan-
do hay un choque entre dos o más cosmovisiones o percepciones sociales
sobre su valor. Ejemplos están desde la época colonial: mientras que para
los indígenas, los lagos eran una fuente múltiple de riquezas materiales y
espirituales, para los españoles eran focos de infección por ser aguas es-
tancadas y malolientes. Ello dio origen a la estrategia de desecación de los

* Investigadora del Centro de Investigaciones en Ecosistemas, unam. Correo: pavila@


cieco.unam.mx

157
lagos en la época colonial, como ocurrió en el Valle de México a través del
desalojo de sus aguas a otra cuenca (Musset, 1992; Espinosa, 1996).
En la actualidad, el contraste de valoraciones se refleja en la ruptura de
instituciones y arreglos sociales —no formales— en el manejo del agua a
nivel comunitario: el Estado desconoce los derechos del agua de los pue-
blos indígenas e introduce modalidades diferentes que van desde el impul-
so de los derechos individuales hasta su gestión pública y privada.
Sin embargo, en el fondo está el conflicto sobre la gratuitidad y acceso
colectivo del agua, ya que el Estado impulsa una nueva valoración del
agua, al considerarla como bien económico, que debe tener un valor y
precio en el mercado. En este sentido al disociar e incluso omitir la exis-
tencia de las dimensiones socioculturales del agua es una forma de vulne-
rar las bases en las que se apoya la civilización contemporánea y las regio-
nes indígenas donde existe una cultura de uso y manejo sustentable del
agua. Además es una forma de generar conflictos por el agua y violentar
derechos colectivos y formas de gestión que han garantizado, desde tiem-
pos ancentrasles, un aprovechamiento sustentable en los territorios indí-
genas (Ávila, 1996).

Los derechos del agua en territorios indígenas

A lo largo de la historia, el agua ha tenido un significado y valor profundo


—mitopoético y sociocultural— que está asociado con la cosmovisión y
percepciones sobre el mundo y la naturaleza (León Portilla, 1992; Ilich,
1993). Esto se ha reflejado en las formas culturales de usar y manejar el
agua, que están ligadas con una dimensión integradora (matriz agua-suelo-
monte) y un reconocimiento social como un bien colectivo o un common
(Robert, 2002).
La importancia de reconocer el valor del agua en su sentido más am-
plio es un factor clave para entender la existencia de culturas del agua, en
el pasado y el presente, las cuales se han apoyado en principios de sustenta­
bilidad social y ambiental (Ávila, 1996; Palerm, 1972; Rojas, 1985). Históri-
camente, el agua ha sido un bien común, que está regulado socialmente
para garantizar un acceso más equitativo; y al no estar separado de su

158 • Patricia Ávila


matriz territorial —agua-suelo-bosque— su aprovechamiento se basó en
una lógica integradora y un conocimiento profundo de los ciclos de la natu­
raleza (Espinosa, 1996; Robert, 2002).
Para los mesoamericanos, al igual que los pueblos andinos, el agua era
como un regalo y merecimiento de los dioses, con el cual habrían de vivir
y fortalecerse (León-Portilla, 1992). La disponibilidad de agua en el territo-
rio contribuyó al surgimiento de comunidades y pueblos, ya que se ubica-
ron siguiendo el patrón monte-agua, es decir, al pie de los valles, cerros
y montañas donde afloraban los manantiales y ríos. La conservación y
adecuado manejo del agua, suelo y bosques posibilitaba la vida misma y el
desarrollo de las comunidades. Incluso fue la base que permitió el flore­
cimiento de las sociedades hidráulicas en Mesoamérica y Sudamérica
(Palerm, 1972; Rojas, 1985, Gelles, 2000).
En torno al agua se crearon derechos, regulaciones y prácticas colecti-
vas para garantizar un adecuado uso y aprovechamiento entre los pueblos
indígenas (León-Portilla, 1992; Robert, 1994; Ávila, 1996). Y como señala
Robert (2002): “En la historia, el agua ha sido la gran hacedora de comuni-
dades. Siempre gente de orígenes diversos aprendieron a compartir las
mismas fuentes y a cohabitar al lado de los mismos ríos y, por el acto de
concluir acuerdos, pusieron las bases de una comunidad”.
Además, la gratuitidad del agua estaba asociada con su naturaleza di-
vina, al ser un regalo de los dioses. Ello posibilitaba su libre acceso, que
luego era regulado a través de las acciones comunales —como las faenas
y fiestas— y la creación de derechos para su usufructo y manejo colectivo.
Bajo este marco, el agua era considerado un common o bien colectivo que
contribuía a reforzar los lazos de pertenencia e identidad a un territorio.

La organización social y los derechos


del agua: el agua como un bien colectivo

De acuerdo con Gentes (2002), los elementos que forman parte integral de
la estrategia de subsistencia de los pueblos indígenas son la propiedad
colectiva y el parentesco. Las ventajas de un sistema de propiedad común
para el uso de los recursos hídricos consisten en que son bienes indivisi-

Pueblos indios y manejo del agua • 159


bles, que requieren de una gestión integral de cuenca, además de que su
acceso, uso y manejo está controlado y regulado socialmente. Las reglas y
sanciones en cuanto al manejo de recursos hídricos en los territorios indí-
genas están estructuradas dentro de prácticas concretas, creencias y valo-
res socioculturales y no necesariamente en instituciones formales. Los
usos y costumbres se convierten en los sistemas normativos locales, que
en muchos casos tienen como fundamento el derecho consuetudinario o
ancestral de los pueblos indígenas —previos a la formación del Estado-
Nación y que para el caso Latinoamericano corresponde al periodo prehis-
pánico—. Como resultado de esta forma de organización social, se limita la
acumulación de bienes económicos y sociales a nivel familiar en favor de
la reciprocidad comunitaria. De igual manera, la autonomía de los pueblos
indígenas —respecto del poder del Estado— garantiza el acceso a los re-
cursos naturales existentes en el territorio y el usufructo del agua está
dado a partir de relaciones de parentesco y cooperación.
No obstante, Boelens et al. (2006) señalan que en un contexto de es-
casez creciente y de competencia por el acceso a los recursos hídricos,
los derechos de agua se vuelven esenciales en las luchas indígenas para la
defensa de su territorio. Su control es fuente de poder y conflictos, ya que
es un recurso estratégico para el desarrollo de las prácticas productivas,
sociales y culturales y la construcción de la identidad de los pueblos indí-
genas. La noción del agua como bien colectivo tiene como sustento la exis­
tencia de formas de organización social y acciones colectivas que conllevan
a la colaboración, en vez de la competencia, para sobrevivir y asegurar los
derechos de agua en condiciones ambientales difíciles —zonas montaño-
sas y áridas.
Estas acciones colectivas se expresan como una forma de reciprocidad
para mantener y reproducir los sistemas de gestión de agua y las unidades
familiares que dependen de él. Así los derechos del agua están relacio­
nados con el acceso al agua y su infraestructura; las reglas y obligaciones
colectivas con respecto a la gestión del recurso; la legitimidad de la auto­
ridad comunal para establecer y poner en vigor reglas y derechos; y los
discursos y políticas para regular el recurso. Es decir, un derecho de agua
más que ser una relación de acceso y uso entre sujeto y objeto, es una rela­
ción social y de poder que involucra el control sobre la toma de decisiones.

160 • Patricia Ávila


El derecho formal contra el
derecho consuetudinario:
coexistencia, integración y exclusión

Los marcos jurídicos e institucionales relacionados con el agua en la ma-


yoría de los países latinoamericanos no reconocen los derechos consuetu-
dinarios y la gestión comunitaria del agua en los pueblos indígenas. No
obstante en algunos países donde hay un reconocimiento formal de los
derechos indígenas, se reduce a una buena intención que no logra concre-
tarse en las políticas públicas y normatividades locales. La tendencia es la
institucionalización y control de las formas tradicionales de organización
social y manejo comunitario de los recursos naturales con el fin de integrar
a los pueblos indígenas a los objetivos nacionales, más que reconocer el
pluralismo jurídico.
En este sentido, Gentes (2002) señala que no existen mecanismos cla-
ros de reconocimiento de los usos y derechos indígenas, ni de la gestión
integral y comunitaria del agua. Las leyes, políticas e instituciones estatales
asociadas con la gestión del agua no retoman las prácticas y principios
fundamentales de las formas de organización indígena. Las acciones y re-
glas implementadas por el Estado en los territorios indígenas tienden a ser
verticales y no consideran la diversidad de contextos socioculturales y
ambientales existentes. Por ello lo que domina es un marco legal que tiene
como única referencia al Estado y busca la uniformidad en la aplicación
de las políticas públicas del agua en el territorio nacional. Esto conlleva a
que no se consideren las instituciones indígenas ni los usos y costum-
bres que garantizan la gestión comunitaria del agua y la resolución de
conflictos.
No obstante, Boelens et al. (2006) señalan que los marcos normativos
indígenas han demostrado ser flexibles y dinámicos, ya que se han nutrido
de diferentes marcos legales formales impulsados desde la época colonial
hasta los tiempos modernos. En este proceso histórico, el derecho indíge-
na se ha imbricado con las normas, procedimientos y formas organizativas
del derecho oficial como una forma de pragmatismo para garantizar su
sobrevivencia. La interlegalidad ha sido esencial en la definición de los
derechos de agua, puesto que es resultado de la coexistencia de los orde-
namientos estatales con los locales, bajo estructuras de poder. De allí que

Pueblos indios y manejo del agua • 161


el pluralismo jurídico es parte de las estrategias indígenas para defender sus
intereses y manejar los conflictos en sus territorios. Esto es porque hay una
diversidad social, cultural y legal en los territorios indígenas que coexiste con
el centralismo en materia de leyes, reglamentos y procedimientos, así como
en la definición y adjudicación de derechos del agua de dominio exclusivo
del Estado. Con ello se tiene una respuesta creativa de los pueblos indíge-
nas para resistir la influencia desestructurante del derecho estatal, que es
hegemómico.
Para enfrentar el pluralismo jurídico, Boelens et al. (2006) señalan que
el Estado ha planteado dos opciones: la incorporación y el reconocimiento
de los derechos de los pueblos indígenas. La incorpo­ración busca asimilar
y someter el ordenamiento indígena a los marcos estatales, que es lo pre-
dominante. El reconocimiento propone el respeto a la normatividad local y
autonomía de los pueblos indígenas, pero se hace inviable en un escenario
de rigidez legal del Estado donde no se considera la perspectiva pluralista
y democrática. Bajo este contexto es que se cuestiona el multiculturalismo
del Estado como una forma de administrar la diferencia en función de las
necesidades del mercado y el proyecto neoliberal, ya que no considera
las políticas reivindicativas de identidad y recursos naturales que plantean los
movimientos indígenas contemporáneos. Es decir, el multiculturalismo es
excluyente con aquellas demandas indígenas que tienden a trastocar el
poder del Estado y es incluyente con aquellas que se subordinan o son
funcionales a sus objetivos o proyectos específicos en los territorios.
Entre las demandas centrales de los pueblos indígenas está su derecho
al control del territorio, ya que la propiedad de la tierra no otorga derechos
sobre los recursos del subsuelo, el agua, los humedales y la biodiversidad.
Tales recursos naturales son reconocidos como propiedad de la Nación o
del Estado y las modalidades de aprovechamiento se dan a través de la ex­
propiación de sus tierras por causa de utilidad pública o por el otorgamien-
to de concesiones y permisos a particulares para su usufructo. Tal situa-
ción de desprotección legal de los territorios indígenas tiene implicaciones
culturales, ambientales y económicas, ya que los derechos están limitados
por el actuar del Estado o la presencia de actores privados que buscan
usufructuar y explotar bajo una lógica económica los recursos minerales
o las aguas para el riego de cultivos comerciales (Gentes, 2002).

162 • Patricia Ávila


Las nuevas políticas del agua
y su impacto en los territorios indígenas

De acuerdo con Gentes (2002 y 2006a), el ascenso de las políticas neolibe-


rales en Latinoamérica implicaron entre otras cosas la explotación de los
recursos mineros, la producción de cultivos de exportación, la construc-
ción de infraestructura vial e hidráulica y las nuevas urbanizaciones, por
lo que la defensa de los derechos al territorio y los recursos naturales
formaron parte de las demandas centrales del movimiento indígena. La
falta de reconocimiento del Estado a sus territorios y la fragmentación de
los derechos ligados al suelo y el agua, favoreció escenarios de saqueo y
despojo de terceros al carecer de una normativa conjunta. Esto es porque
el concepto indígena de territorio o tierras, incluye todos los recursos
naturales asociados como suelo, subsuelo, agua, humedales, bosques y
praderas; mientras que el concepto jurídico de la tierra desvincula estos
elementos en distintos regímenes de propiedad y concesión a particulares.
Durante los años ochenta y noventa del siglo pasado, los Estados Lati-
noamericanos emprendieron reformas estructurales para impulsar un
modelo económico basado en el libre mercado, la participación dominante
del sector privado en áreas estratégicas de la economía y la certidumbre
jurídica de la propiedad privada de los recursos naturales como la tierra y
el agua. Para ello se realizaron cambios en el marco jurídico-institucional
que dieron sustento a las políticas públicas que se impulsaron en el plano
nacional.
Chile fue el primer país que entró en la ola neoliberal e hizo cambios
en la legislación del agua que permitieron la creación de derechos particu-
lares para el control del recurso y de mercados para realizar las transac-
ciones correspondientes según sus usos y localizaciones. México hizo
también reformas importantes en materia de la propiedad de la tierra y del
agua, que permitieron que la propiedad social —ejidos y comunidades—
pudiera contar con títulos particulares para su libre transacción en el mer-
cado de suelo; en cuanto al agua se otorgaron derechos vía concesiones y
asignaciones para su usufructo privado y se abrieron candados para la li-
bre transacción de derechos en un mercado de agua.
Las implicaciones de estos cambios legales en los territorios indígenas
han conllevado a la fragmentación y usufructo privado de bienes colectivos

Pueblos indios y manejo del agua • 163


que eran parte sustantiva de la matriz sociocultural —suelo-agua-bosque—.
En el caso del agua, el tema de la gestión se redujo a una lógica de costo-
beneficio, eficiencia económica y maximización de utilidades, y se omitie-
ron las formas de organización social, los marcos normativos comunitarios
y las estrategias socioculturales de aprovechamiento de un bien colectivo.
Todo ello pone en riesgo la cultura de los pueblos indígenas que tiene como
sustento la gestión comunitaria del agua: “cuando el Estado y los agentes
de desarrollo neoliberal pretenden alterar las formas de gestión colectiva
que conjugan el sustento material, político y cultural, atentan contra las
fibras más íntimas del tejido social comunal (Boelens et al., 2006: 417).
En este sentido, Gentes (2006b) hace una crítica a las nuevas políticas
hídricas en la región por ser una interpretación neoclásica de la economía,
ya que buscan satisfacer la demanda de agua de los sectores económi­
camente productivos y dominantes, y se basan en el reconocimiento de
una sola ley y todo tipo de derechos —de aguas— que deben ser registrados.
Con este supuesto se pretende lograr una mayor eficiencia económica y un
marco adecuado para los derechos de propiedad del agua, que pueden
transarse en un mercado de derechos.
De esta forma tanto el Código de Aguas de Chile (1981) como la Ley
de Aguas Nacionales de México (1989), por citarlos como ejemplos, exclu-
yeron las formas de derecho y gestión comunitaria del agua en los territo-
rios indígenas y con ello fueron causales para el desarrollo de conflictos
sociales. No obstante, el balance que realiza Gentes (2006b) sobre el im-
pacto social del Código de Aguas en Chile muestra que el modelo del mer-
cado de derechos de aprovechamiento de aguas no es flexible en la asig­
nación de dere­chos —colectivos o comunitarios— y beneficia a intereses
particulares, ya que prioriza la acumulación y asignación de propiedades de
recursos hídricos por parte de agentes económica y culturalmente domi-
nantes. Es decir, estimula situaciones monopólicas en los derechos de
agua, al ser asignados a unos pocos interesados. También analiza el impac-
to am­biental y muestra que el Código de Aguas es débil en materia de
usos ambientales, recreativos o de caudales ecológicos en las cuencas, ya
que los derechos de aguas han sido asignados casi totalmente a usuarios
particulares.

164 • Patricia Ávila


Los conflictos por el agua
en territorios indígenas

Frente a una constante violación de los Estados a los derechos indígenas


y humanos, el escenario de conflictividad social por el agua es intenso y
complejo en la región latinoamericana. Esto se ha agudizado con las refor-
mas estructurales, que han conllevado al adelgazamiento del Estado y que
se expresan en marcos legales y normativos más flexibles que favorecen
el ascenso del sector privado como actor central: y en mayores incentivos
para la inversión privada y extranjera en áreas estratégicas como la ener-
gía y el agua.
Muchos de los conflictos que se tienen en la actualidad entran en esta
categoría y no son necesariamente resultado de una crisis del agua y sus
“temidas guerras”. Es decir, son una expresión de las omisiones y acciones
directas del Estado y otros actores y agentes económicos, que han vulne-
rado los derechos esenciales de la población más pobre y marginal, es
decir, los indígenas (Boelens et al., 2006).
Como una manera de ejemplificar esta situación, se analizan dos con-
flictos por el agua en la región latinoamericana: 1) el caso de México abor-
da el conflicto del pueblo mazahua por la defensa del agua, como una ex-
presión de las tensiones entre el campo y la ciudad por la introducción de
grandes obras hidráulicas en territorios indígenas; y 2) el caso de Guate-
mala muestra el conflicto de los pueblos mayas por las afectaciones so­
ciales y ambientales que han tenido los nuevos proyectos mineros en su
territorio y en particular en los recursos hídricos.

México: el conflicto del pueblo mazahua


por la defensa del agua

De acuerdo con el Censo de Población del 2010, la población indígena en


México oscila alrededor de 13 millones de habitantes y representa alrede-
dor del 9 por ciento de la población total del país. Por su situación de ex-
clusión social y econó­mica, los indígenas viven en situación de alta pobreza
y vulnerabilidad: 73 por ciento de sus municipios tienen índices de muy
alta y alta marginalidad (inegi, 2010). Los niveles de ingreso son de los más
bajos del país, debido al tipo de actividades que realizan —producen para la

Pueblos indios y manejo del agua • 165


subsistencia—. Además, el acceso a infraestructura y servicios públicos es
desigual, por ejemplo, el porcentaje de viviendas con cobertura de agua y
electricidad está por debajo de la media nacional y las localidades con ma-
yor población indígena tienen limitado el acceso al agua: 42 por ciento de
viviendas no disponen de agua entubada (Ávila, 2007).
Una de las explicaciones sobre las condiciones de deficiente abasto de
agua en las regiones indígenas, que en su mayoría son localidades rurales,
es la casi nula inversión pública en materia de dotación de agua potable y
saneamiento. Esta situación es evidente en un estudio realizado en cinco
regiones indígenas del país (Ávila, 2007) donde se muestran las carencias
en materia de acceso al agua potable: 78 por ciento de las viviendas carecía
del servicio de agua en la zona tarahumara; 75 por ciento en la zona maza­
hua; 41 por ciento en la zona purépecha; 32 por ciento en la zona mixteca
y 39 por ciento en la zona nahua. A esto hay que agregar los problemas en
la frecuencia de abastecimiento de agua (2 o 3 veces a la semana, por unas
cuantas horas), la inaccesibilidad de las fuentes de abastecimiento —ma-
nantiales ubicados hasta 10 km de distancia— y la baja calidad del recurso
que se consume —contaminación de las fuentes superficiales y subterrá-
neas de agua.
Los montos de inversión pública destinada para resolver los problemas
de acceso al agua son tan bajos en las regiones indígenas, que difícilmente
el gobierno mexicano alcanzará los Objetivos del Milenio. Por ejemplo, en el
año 2004 la zona tarahumara recibió un apoyo federal para obras de agua
potable y saneamiento 7.7 dólares per capita, la zona mazahua 5.0 dólares,
la zona nahua 1.7 dólares, la zona purépecha 0.9 dólares y la zona mixteca
0.2 dólares (Avila, 2007). Con estos montos es claro que las regiones indí-
genas no son una prioridad para el Estado mexicano y los problemas de
acceso al agua —en cantidad y calidad adecuada— seguirán en ascenso.
Sin embargo, el gobierno federal solicitó en el año 2003 préstamos al Banco
Interamericano de Desarrollo con el fin de cumplir con los Objetivos del
Milenio; el problema es que los fondos fueron destinados para satisfacer los
requerimientos de un modelo de urbanización que privilegia la inversión
pública en las grandes ciudades —por la concentración de población y
actividades económicas—. Tal esquema de asignación de recursos públi-
cos agudiza los contrastes entre campo-ciudad.

166 • Patricia Ávila


De igual manera, las inequidades sociales en las regiones indígenas del
país y la subordinación del campo sobre la ciudad frente a proyectos y obras
que conllevan la extracción de recursos naturales estratégicos de sus terri-
torios —agua, bosques, minerales—, han sido una causa importante para
el surgimiento de conflictos sociales. El caso del “Movimiento de mujeres
mazahuas por la defensa del agua” es un ejemplo claro de las tensiones del
Estado con los indígenas. El conflicto por el agua surgió en 2004 cuando
el movimiento mazahua cuestionó públicamente la manera autoritaria y
asimétrica en que se han extraído los recursos hídricos de la región. La
obra hidráulica en disputa, conocida como Sistema Cutzamala se construyó
en los años ochenta con el fin de satisfacer 30 por ciento de la demanda de
agua en la zona metropolitana de la ciudad de México. Para ello hubo que
desviar las aguas que nacían de las cuencas aledañas al Valle de México
—Lerma y Balsas— y que desde la época prehispánica habían sido aprove-
chadas por los indígenas para el consumo humano y la producción de
alimentos —agricultura, pesca y recolección.
Las razones del Estado que justificaron la expropiación de las tierras
de los mazahuas y el desvío de agua para promover el desarrollo urbano e
industrial del centro del país fueron por causa de interés nacional. Muchas
de las tierras afectadas nunca fueron pagadas a los indígenas, tampoco
hubo proyectos de inversión en la región que compensaran el beneficio
que generaban a la ciudad. En este sentido no hubo esquema alguno de
compensación de los servicios ambientales proveídos en sus territorios: el
método fue la expropiación y depredación de sus recursos hídricos por
causa de utilidad nacional.
Los costos sociales y ambientales del Sistema Cutzamala fueron muy
altos para el pueblo mazahua: se cerraron sus posibilidades de desarrollo al
desviarse un volumen importante de agua para el valle de México, sin que
estuvieran satisfechas sus necesidades más elementales —acceso al agua
y producción de alimentos—. La reducción del volumen de agua afectó a
los ecosistemas lacustres y riparios: varias ciénegas y ríos se secaron.
Además las descargas de desechos contaminantes provenientes de la planta
potabilizadora de Los Berros —que es parte del sistema Cutzamala— se
vertieron directamente hacia un arroyo, que era aprovechado por varias
localidades indígenas. Los peces y plantas acuáticas murieron por la con-
centración de sustancias tóxicas en el agua, nunca más el arroyo volvió a
ser una fuente vida y alimento para la población.

Pueblos indios y manejo del agua • 167


Como resultado del limitado acceso al agua potable —75 por ciento de
la población no cuenta con el servicio— y la contaminación de sus aguas
fue que la población indígena se organizó por la defensa del recurso. Entre
sus demandas principales estuvieron la aplicación de un “plan de desarro-
llo sustentable” para la región, como un mecanismo de compensación ante
los daños ocasionados por el trasvase de agua hacia la Ciudad de México
y por las limitaciones que han tenido para lograr un desarrollo local autó­
nomo, es decir, la deuda ecológica con los pueblos indios desde que se
construyó el Sistema Cutzamala.
Las acciones colectivas del mujeres mazahuas consistieron en movili-
zaciones sociales —marchas, plantones, huelgas de hambre— y tomas
“simbólicas” de las instalaciones y obras hidráulicas del Sistema Cutza­
mala. La propuesta fue más allá del acceso y la gestión del agua, ya que la
articularon con el manejo de los bosques y el territorio en su sentido más
amplio. Por esa razón propusieron medidas integrales que abarcaron tanto
proyectos productivos —manejo forestal, diversificación de cultivos para
autoconsumo y comercialización, desarrollo de agricultura orgánica, crea-
ción de invernaderos domésticos y colectivos, construcción de estanques
para la piscicultura y fomento de ganado menor— como proyectos comu­
nitarios —dotación de agua y mejoramiento de su calidad, construcción de
tanques de distribución, drenaje, letrinas secas y pavimentación, entre
otros.
En respuesta a las movilizaciones indígenas y su presión política, la
Comisión Nacional del Agua y el gobierno mexiquense realizaron acciones
encaminadas a cumplir con parte de sus demandas. A finales del 2004 se
firmó un convenio entre la Secretaría de Gobernación con el movimiento
de mujeres mazahua para apoyar la realización de diversas obras sociales de
carácter asistencialista —como son redes de agua potable y drenaje, cons-
trucción de baños secos—. El problema es que varias localidades maza-
huas quedaron excluidas o fueron parcialmente atendidas, por divergen-
cias políticas entre grupos y como una estrategia del Estado para debilitar
y fragmentar el movimiento social (Ávila, 2007).
Las acciones colectivas no cesaron debido a que las demandas centra-
les no fueron atendidas y a mediados del 2005 hubo una prolongada “huelga
de agua” por parte del movimiento mazahua, frente a las oficinas centrales de

168 • Patricia Ávila


la Comisión Nacional del Agua. Sus resultados fueron nulos ya que no se
reanudó el diálogo ni se asignaron de manera más equitativa los recursos
públicos. Posteriormente hubo una ruptura interna en el movimiento social
y surgió el “Frente Mazahua por el Agua”, cuyos líderes principales mos-
traron una actitud de “apertura” con el gobierno federal e influyó en que
fueran favorecidos con mayores apoyos e inversiones públicas. Esto sin
duda agudizó las tensiones sociales en la región.
Sin embargo, a pesar de la exclusión de los apoyos económicos prove-
nientes del Estado, el “Movimiento de mujeres mazahua” desarrolló desde
el año 2006 varios proyectos autogestivos en la región como por ejemplo:
la agricultura orgánica en parcelas experimentales donde cultivan hortali-
zas y verduras; y la construcción de tanques para el almacenamiento del
agua de lluvia. Lo novedoso del movimiento social es que su mirada no se
centró en el actuar del Estado, ya que impulsaron de manera autogestiva
un desarrollo regional apoyado en principios como el manejo integral del
territorio y sus recursos naturales; el fortalecimiento y diversificación de la
agricultura con el fin producir alimentos y mejorar la dieta y nutrición de
la población; la conservación y protección de las fuentes de agua y sus
bosques para garantizar cantidad y calidad adecuada para los mazahuas
presentes y futuros. Es decir, el movimiento social mostró una visión del
desarrollo sustentable de la región, que no se limitó a demandas parciales
o desarticuladas —como son los proyectos asistencialistas— y trascendió
el actuar del Estado (Ávila, 2007).
La postura contestaria e incluso antiestatal del movimiento social llevó
a que en el año 2007 hubiera una represión selectiva y uno de los líderes
principales fuera encarcelado con el argumento de que había cometido
en 1999 delitos del fuero común —secuestro equiparado en agravio de
dos funcionarios de la Comisión Nacional del Agua—, por su oposición a
la cuarta etapa del sistema Cutzamala, que pretendía llevar más agua a la
Ciudad de México desde el estado de Guerrero. Cuatro meses después fue
liberado al demostrarse su inocencia. Sin embargo este hecho es sintomá-
tico del nuevo actuar del Estado mexicano frente a los movimientos sociales:
el endurecimiento y represión selectiva de los líderes principales y la viola­
ción de los derechos humanos —casos de Atenco, Oaxaca, Guerrero.

Pueblos indios y manejo del agua • 169


Caso Guatemala: la resistencia
de los pueblos mayas frente a proyectos mineros

Guatemala es un país que tuvo casi cuatro décadas de guerra civil que
culminaron con los acuerdos de paz en 1996. La inestabilidad y violencia
generada durante esos años, agudizaron los rezagos sociales, sobre todo,
en las regiones rurales donde predomina la población indígena. La econo-
mía guatemalteca es una de las más pobres de Latinoamérica y se refleja
en las bajos niveles de bienestar social: 3 millones de habitantes carecen
del servicio de agua —representa casi 25 por ciento de la población total—
y 6 millones (casi 50 por ciento) no cuentan con saneamiento, estos valores
son aún más dramáticos en el medio rural, donde 40 por ciento de la pobla­
ción carecen de cobertura de agua y 74 por ciento de saneamiento.1
Con el fin de la dictadura militar, el nuevo Estado propuso hacer cam-
bios legales e institucionales para promover un modelo de desarrollo que
reactivara la economía y estimulara la inversión privada en áreas estraté-
gicas. Una de estas áreas fue la minería. Para ello realizó reformas legales
para hacer atractiva la inversión extranjera: por ejemplo con la anterior ley
minera, las empresas debían entregar 6 por ciento de las regalías al Estado
y con la nueva sólo 1 por ciento. También se recibieron apoyos financieros
de organismos supranacionales como el Banco Mundial para la dotación de
infraestructura social y vial en territorios indígenas. En particular desta­
can los apoyos en infraestructura educativa y sanitaria en la región de San
Marcos —30 millones de dólares— y el préstamo al gobierno guatemalteco
para financiar —60 millones de dólares— la construcción de la carretera
San Marcos y Tacaná, que facilitaría el acceso a las zonas de potencial mi-
nero (Castagnino, 2006).
Una vez creadas las condiciones para la expansión minera, se proyectó
la construcción de una mina a cielo abierto denominada “Marlin”, ubicada
en territorio maya; justamente en la región de San Marcos donde se habían
hecho las inversiones citadas. La estrategia del Estado fue imponer los
intereses de la inversión extranjera sobre los del pueblo maya, ya que
no brindó información sobre la existencia de yacimientos de oro ni consul-
tó a la población sobre el proyecto de explotación minera que se pretendía
reali­zar en su territorio.
1
 Véase http://es.wikipedia.org/wiki/Guatemala

170 • Patricia Ávila


El procedimiento fue básicamente cubrir los requisitos básicos para
que la mina “Marlin” pudiera ser una realidad: se aprobó la manifestación
de impacto ambiental, minimizando los efectos en los ecosistemas y la
salud de la población. Es decir, la explotación a cielo abierto y los métodos
de separación del oro que se aplicarían en la mina —uso de cianuro y
grandes cantidades de agua para la lixiviación— son considerados de alto
impacto ambiental y en muchos países están prohibidos. Por lo que una
vez puesta en operación la mina, los riesgos de derrames de lodos conta-
minantes por sismos —en la zona pasan fallas geológicas de alto potencial
sísmico— o por un manejo inadecuado se incrementarían, y podrían afec-
tar los cauces naturales de los ríos y acuíferos de la región. Además, con
la puesta en operación de la mina aumentaría la competencia por el uso
industrial y humano del agua ya que se requieren de grandes volúmenes
en el proceso extractivo del oro (Castagnino, 2006).
La empresa extranjera que encabezaría la explotación minera, en re-
giones hasta esa fecha inexploradas de Guatemala, fue Glamis Gold Ltd.,
con sede en Reno, Nevada —Estados Unidos— y cuyas acciones se cotiza-
ban en la Bolsa de Valores de Nueva York y Toronto. Esta empresa logró
obtener todos los permisos por parte del Estado e incluso obtuvo apoyos
del Banco Mundial —mediante un préstamo que le hizo una de sus filia-
les— para concretar el proyecto. La entrada de la empresa en la región fue
discreta: las tierras donde se ubicaría la mina fueron compradas a muy
bajo costo a los indígenas, sin informarles que había oro; y el proyecto
minero tuvo nula difusión a nivel local y regional (Castagnino, 2006).
El origen del conflicto se presentó cuando comenzó a haber mayor
flujo de vehículos, que trasportaban equipo y maquinaria pesada, sobre
la nueva carretera de San Marcos. Esto hizo sospechar a la población de
que algún proyecto u obra se iba a implementar en la región sin su cono-
cimiento. La tensión mayor se presentó cuando una maquinaria pesada
fue retenida en una de las localidades mayas, con el fin de exigir una expli-
cación al gobierno o sector privado sobre la obra que se pretendía realizar.
En respuesta, el Estado, sin mostrar sensibilidad social y política alguna,
envió a 1,500 soldados y surgieron enfrentamientos con la población, que
terminaron con la muerte de un indígena y varios heridos (Castagnino,
2006). A pesar de la resistencia civil, el proyecto minero se concretó meses
después y la empresa comenzó a explotar los yacimientos de oro en el 2005.

Pueblos indios y manejo del agua • 171


El argumento del Estado fue que el proyecto tenía un carácter estratégico
para el desarrollo nacional, además de que sería una fuente generadora de
empleos y bienestar social para la población local.
Con el paso de los meses los efectos negativos del proyecto comenza-
ron a ser percibidos por la población: el paisaje se transformó, ya que los
cerros y bosques que eran parte del territorio indígena se destruyeron con
las explosiones para la extracción del mineral. Muchas viviendas preca-
rias, aledañas a la mina, comenzaron a sufrir daños estructurales —muros
con cuarteaduras de 45 grados—; la disponibilidad de las fuentes tradicio-
nales de agua se redujo por la explotación de acuíferos para abastecer a la
mina; el manejo inadecuado de los lodos conllevó a que se mezclaran con
los cauces naturales y se contaminaran (Castagnino, 2006; tla, 2006). La
población comenzó a presentar enfermedades en la piel y problemas de
salud. Incluso en un estudio reciente2 realizado por la Universidad de Mi-
chigan (2010), se encontró que la concentración de metales pesados en la
sangre de la población que vive cerca de la mina era mayor a la de que
aquellos que vivían a 20 km de distancia. El problema es que la exposición
continua a contaminantes puede llevar a que en poco tiempo se rebasen
los niveles permisibles en la normatividad internacional y la salud de la
población esté en riesgo inminente por las actividades de la minera en
la región.
El movimiento de oposición a la mina logró establecer apoyos con sec-
tores más amplios de la sociedad guatemalteca e incluso llamó la atención
de la comunidad internacional. Dentro de las acciones de defensa ciudadana
estuvo el reclamo por el respeto a los derechos humanos y al control del
territorio de los pueblos mayas, ante la Comisión Interamericana de Dere-
chos Humanos (cidh) perteneciente a la Organización de Estados Ameri-
canos. De igual manera se presentó una demanda al gobierno guatemalteco
por violentar los derechos indígenas y no respetar el Convenio 169 de la
Organización Internacional del Trabajo ni el Pacto de Derechos Económi-
cos, Sociales y Culturales de la Organización de las Naciones Unidas, que
señalan, entre otras cosas, la necesidad de que haya una consulta previa a
la población sobre los proyectos que se pretendan realizar en su territorio.

2
 Diario La Hora, “Comprueban contaminación con metales tóxicos en la mina Marlin”,
Guatemala, 19 de mayo de 2010.

172 • Patricia Ávila


En respuesta a estas peticiones, los relatores de derechos humanos de
Naciones Unidas hicieron exhortos3 al gobierno guatemalteco para que
tomara en cuenta la opinión de la población local sobre la permanencia y
expansión de la mina Marlin en sus territorios. Asimismo, la cidh hizo una
recomendación al gobierno como medida cautelar para la población de 18
comunidades indígenas:

1) Suspender la actividad minera en el proyecto Marlin e implementar medi-


das para prevenir contaminación. 2) Adoptar medidas para descontaminar las
fuentes de agua que abastecen a los pobladores de ambos municipios. 3) Aten-
der problemas de salud de los pobladores que pudieran haber sido afectados
por contaminación causada por la minería. 4) Adoptar medidas para garantizar
la vida y la integridad física de los pobladores de las comunidades. 5) Planifi­
car medidas de protección con la participación de los pobladores”.4

Sin embargo, en diciembre de 2011 la cidh modificó las medidas cau-


telares que otorgó 18 meses antes: suprimió la solicitud de suspensión de
las operaciones de la Mina Marlín, de descontaminar las fuentes de agua y
de atender los problemas de salud; y solicitó al Estado de Guatemala adoptar
medidas para asegurar que las fuentes de agua utilicadas por las comunida­
des tengan una calidad adecuada para su uso doméstico y riego. El Centro
para el Derecho Ambiental Internacional (ciel) y Alerta Minera Canadá
espresaron su profunda preocupación por la presióml política que se ejer-
ció sobre ls cidh, el principal organismo en el continenete americano para
la protección de los derechos humanos, para hacer cambiar las medidas
cautelares (Ramazzini, 2012).
Con relación al derecho a la consulta de los pueblos indígenas, cuando
existen proyectos que afectan su territorio, plasmado en el Convenio 169
de la Organización Internacional del Trabajo, más de un millón de perso-
nas participaron en 58 consultas comunitarias para resolvar un “No” a la
exploración y explotación minera en Guatemala. En respuesta a la partici-
pación social, el gobierno envió una iniciativa de Ley al Congreso para re-
glamentar los procesos de consulta comunitaria. El Consejo de Pueblos de

3
 crg-Comisión de la República de Guatemala, Comisión de pueblos indígenas se reúne con
relator de Naciones Unidas, Guatemala, 16 de junio de 2010. Véase http://www.congreso.gob.
gt/gt/ver_noticia.aspid=10723
4
 Diario Siglo XXI, “La cidh solicita frenar explotación en Marlin”, Guatemala, 22 de mayo
de 2010.

Pueblos indios y manejo del agua • 173


Occidente se amparó y finalmente en diciembre de 2011 logró una senten-
cia a su favor, donde se reconoció que se debe consultar a los pueblos
indígenas antes de una medida administrativa y legislativa se impulsen en
su territorio; y respetar la decisión de las comunidades, haciendo valer sus
derechos colectivos (Ramazzini, 2010).

Conclusiones

El agua ha desempeñado un papel primordial en el patrón de asentamiento


humano, las estrategias productivas y el desarrollo de los pueblos indíge-
nas de Latinoamérica. El valor sociocultural del agua se expresa a través
de las diferentes cosmovisiones, mitos, percepciones y arquetipos que
conectan a los pueblos indígenas con un origen sagrado y divino. Para
culturas como la mesoamericana y andina, el agua era un regalo de los
dioses que había que cuidar y merecer, a través de diferentes rituales y
prácticas de uso y aprovechamiento que se apoyaban en una relación de
respeto e integración con la naturaleza.
Los derechos del agua surgieron en un contexto sociocultural y ecoló-
gico que daba pertenencia a un territorio: la noción del agua como bien
colectivo y el respeto a los acuerdos sociales para su manejo eran el sopor-
te normativo de los usos y costumbres de los pueblos indígenas, así como
el mecanismo de adaptación a entornos ecológicos que presentaban con-
diciones climáticas difíciles y con escasez de agua —caso de los Andes y
zonas áridas en México—. Aún hoy día, existen regiones indígenas de La-
tinoamérica, donde la cosmovisión y estrategias socioculturales siguen
vigentes; y en las que por siglos han sido capaces de generar y adaptar una
cultura de uso y manejo sustentable del agua, que tiene como principios
los derechos colectivos y la gestión comunitaria del territorio —y los recur-
sos naturales asociados.
Históricamente la coexistencia de diferentes valoraciones del agua
ha sido un foco de tensión, como ocurrió con la percepción indígena y
es­pañola del agua durante la Colonia o con el monismo del Estado en la
actualidad, que reconoce únicamente el derecho formal y lo impone
sobre otros derechos y regulaciones sociales no formales y preexistentes
—derecho consuetudinario, usos y costumbres.

174 • Patricia Ávila


Sin embargo, en los años recientes, con las reformas del Estado y los
cambios en el modelo económico que privilegia la propiedad privada y el
libre mercado, la valoración sociocultural del agua ha tendido a ser reem-
plazada e incluso nulificada por una valoración económica. Es decir, en la
etapa neoliberal, el agua ha tendido a perder su sentido integrador para
convertirse en una mercancía con un valor económico y precio en el mer-
cado, que tiene como soporte los cambios legales e institucionales realiza-
dos por el Estado en el acceso, la apropiación y el manejo del recurso.
Resistencias y disputas por la defensa del agua como un bien común,
de acceso regulado y usufructo gratuito y colectivo han surgido en los
territorios indígenas de Latinoamérica. El problema es que los canales de
negociación y manejo de los conflictos se han cerrado como resultado
de la nueva legislación y política de agua que ha afectado directamente
los derechos de los pueblos indígenas. La expresión más clara ha sido la
privatización de los derechos del agua y el suelo en sus territorios.

Fuentes consultadas

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México, 1996.
, “De la hidropolítica a la gestión sustentable del agua”, en Patricia Ávila
(ed.), Agua, medio ambiente y desarrollo en el siglo xxi: México desde una
perspectiva global y regional, El Colegio de Michoacán, Secretaría de Urba-
nismo y Medio Ambiente, Semarnat, Instituto Mexicano de Tecnología del
Agua, México, 2003, pp 41-54.
, El manejo del agua en territorios indígenas en México, Serie del Agua en
México, vol. 4, Copyright Banco Mundial, Departamento de México y Colom-
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Una nueva cultura del agua: la cogestión de cuenca
Luisa Pare*

El trabajo que desarrollamos un grupo conformado por la Asociación civil


Sendas y la unam desde hace cerca de seis años tiene que ver con la “co-
gestión” de cuenca en el estado de Veracruz. Se trata de la Subcuenca del
río Pixquiac, una de las subcuencas abastecedoras de la ciudad de Xalapa
y de partes de la zona conurbada así como de las comunidades rurales
comprendidas en ella. Estas subcuencas corresponden a la Cuenca del río
La Antigua que nace en el Cofre de Perote y desemboca en el Golfo de
México. Los usuarios de los servicios hidrológicos de la Subcuenca del
Pixquiac no son sólo los habitantes de la cuenca misma (7,500 habitantes)
y de la zona conurbada de Xalapa (500 mil), sino del Distrito de riego de La
Antigua y otros, como acuicultores y prestadores de servicios turísticos
como descenso de ríos. El interés de todos estos usuarios es contar con
agua en cantidad y calidad adecuadas para sus necesidades de consumo o
productivas.
La creciente dificultad para mantener el abasto de agua de una capital
cuya población sigue aumentando y donde los fraccionamientos crecen
como hongos son factores que hacen ver la necesidad de proteger las
funciones ecológicas de las cuencas, tema que poco a poco va cobrando
importancia para varios sectores de nuestra sociedad, aunque no lo sufi-
ciente. Este interés se vio reforzado después de un movimiento ciudadano
para impedir el paso de un megaproyecto vial de un libramiento de la ca-
pital por el bosque de niebla y la vertiente oriente del Cofre de Perote que
aporta 40 por ciento del agua de la capital. Después de que el movimiento
logró echar abajo este proyecto, surgieron propuestas de organismos civiles,
*Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales, unam. Correo: lpare@unam.mx

177
académicos y gubernamentales y habitantes de zonas rurales y residencia-
les de la cuenca para impulsar la gestión de este espacio de manera parti-
cipativa, lo que motivó que se articularan actores del ámbito rural y del
ámbito urbano, de la sociedad civil y de instancias gubernamentales.
La gestión del agua cuya naturaleza es fluir hacia el mar implica la in-
teracción de múltiples actores sociales en territorios cuyos límites no ne-
cesariamente corresponden a los límites municipales y sus estructuras
político-administrativas. En este trabajo no nos referimos a la gestión co-
munitaria tradicional, en la que co­munidades rurales han desarrollado
formas autónomas de acceso al agua, acuerdos intercomunitarios para
abastecerse de manantiales en territorios extracomunitarios y otros temas
relacionados. En la medida en que se trata de una propuesta desde un
agente externo, una propuesta de cogestión de cuenca, vamos a tratar te-
mas que tienen que ver con una visión de interdependencia entre partes
altas y bajas de las cuencas, entre comunidades rurales, entre actores ru-
rales y urbanos y entre distintos ámbitos de gobierno.
Examinaremos cuales son las distintas visiones que diferentes actores
tienen del agua, qué contradicciones o subordinaciones existen para su
uso y qué estrategias y acciones hemos desarrollado para coordinar a los
diversos actores involucrados y hacer converger sus objetivos/propósitos y
visiones? En particular nos detendremos en los nuevos espacios de parti-
cipación, de interacción y de manejo de los recursos que implica esta
situación y más particularmente a nuestro propio trabajo con las comuni-
dades asentadas en la cuenca.

Ubicación y problemática socioambiental

La cuenca del río Pixquiac está comprendida en los municipios de Perote,


Acajete, Las Vigas, Tlalnelhuayocan y Coatepec, y se ubica en la zona mon-
tañosa del centro de Veracruz. Es una de las dos subcuencas que abaste-
cen a Xalapa. La otra proviene de la Sierra de Quimixtlan en el estado de
Puebla cerca del Pico de Orizaba. La extensión de la cuenca es de 10,730
hectáreas y la población que se asienta en este territorio suma 7,150 per-
sonas (inegi, 2000) distribuidas en 72 localidades, de las cuales 13 se pueden
considerar semiurbanas con una población de 2,920 personas; el resto
son comunidades rurales, ejidales con parcelas promedio de 3 a 5 hectá-

178 • Luisa Pare


reas, o pequeñas propiedades de 10 a 40 hectáreas, donde las actividades
predominantes son la agricultura, la ganadería y la extracción no regulada
de madera para su venta en la ciudad como material para cimbra, cons-
trucción, o como leña y carbón (véase figura 1).

Figura 1
Ubicación de la zona de estudio

Fuente: Elaborado por Georgina Vidriales.


 

Entre los 1,060 y los 3,760 msnm, que es el rango de altitud que cubre
la cuenca, encontramos desde cafetales y zonas residenciales en la parte
más baja, mientras la zona media se caracteriza por la presencia de frag-
mentos importantes de bosque mesófilo de montaña, cultivos de maíz y
pastizales para ganado lechero. En la zona media alta y alta se encuentran
los bosques de pino-encino y de coníferas, y la actividad económica prin-
cipal es la ganadería lechera y el cultivo de maíz a pequeña escala, así como
la tala ilegal de árboles. A pesar de su cercanía con la capital, la cuenca es
una región de alta marginación, de población mestiza; la extracción ilegal
de madera para leña y materiales de construcción representa una impor-

Una nueva cultura del agua: la cogestión de cuenca • 179


tante fuente de ingresos para algunos sectores de la población rural y tiene
décadas sin resolverse por la incapacidad o falta de voluntad de las distintas
instancias de gobierno y lo impopular que sería políticamente una inter-
vención para aplicar las leyes. Esta cuenca es de importancia particular
para la conservación de la diversidad biológica, ya que en su zona media
se encuentran extensos fragmentos de bosque mesófilo de montaña (bmm)
o bosque de niebla, un ecosistema de por sí raro y muy amenazado en
Veracruz y a en el ámbito nacional (Challenger, 1998).
Todo esto hace que hasta ahora esta actividad haya sido tolerada al
igual que la tala que realizan otros individuos que no caben en la categoría
de marginados. La cuenca del río Pixquiac aporta a Xalapa 560 l/s a través de
diversas presas y cajas derivadoras. El abasto a esta ciudad y su conurba-
ción equivale a 38 por ciento del abasto total. En tiempo de estiaje y empie-
za a haber escasez de agua por lo que se habla de traer agua de otras
fuentes más lejanas.

Cultura del agua y participación


de diversos actores sociales

Ramón Vargas (2006) nos dice que la acepción convencional de la gestión


del agua remite principalmente a lo que el Estado y sus Instituciones hacen
con el agua mientras la cultura del agua es lo que cree y hace la gente. Esta
ruptura y distancia entre el Estado, sus instituciones y la gente marcan el
espacio de conflictos y armonías con el que debemos trabajar para cerrar
la brecha y tender puentes para un proyecto común de sustentabilidad. Por
ello nuestra propuesta pone el acento en lo cultural, reconociendo que todo
lo que hacen las personas y las instituciones es cultura. Nuestra coinciden-
cia con este planteamiento de Vargas nos hace hablar de la cogestión que
hemos entendido como un tema de cultura del agua. Pero este concepto no
coincide con la práctica institucional que hemos observado donde existe una
gran fragmentación de las políticas sectoriales —ambientales, forestales,
agropecuarias, agrarias— donde es insuficiente la coordinación entre ellas
y donde la visión acerca de la gestión del agua es por ende de carácter
tecnológico, es decir captar el agua donde hay, entubarla, potabilizarla,
distribuirla, cobrarla y, a veces, tratarla, para devolverla a los ríos.

180 • Luisa Pare


En 1990 la Unión Mundial para la Naturaleza (uicn) acota los conceptos
de gestión conjunta —también llamada cogestión, gestión mixta, multilateral
o de diálogo—. Nos hemos identificado con este concepto ya que en la coges­
tión, los participantes sociales negocian, definen y garantizan entre ellos
mismos una participación justa en las funciones de gestión, los derechos y
responsabilidades de un determinado territorio, zona o conjunto de recur-
sos naturales. “Gestión conjunta” o cogestión quiere decir una participa-
ción plural en la gestión de los recursos naturales, basada en el aprendizaje
recíproco y la negociación entre intereses y preocupaciones diferentes,
incluyendo aquellos de los expertos técnicos y autoridades normativas.
De acuerdo con Jiménez y Benegas (2006) del catie de Costa Rica, la
diferencia entre gestión y cogestión está dada por el grado de participación
en la toma de decisiones colectivas sobre el territorio de la cuenca. Es re-
sultado de la construcción de una plataforma social que permite orientar la
acción conjunta de los actores sociales e implica tres aspectos: 1) las par-
tes involucradas reconocen que tienen problemas en común, 2) hacen ex-
plícitos sus conflictos en torno al uso de los recursos del territorio —bos-
ques, agua, suelos— y 3) negocian sus intereses alcanzando consensos en
torno a los intereses comunes.
Este proceso resulta de un aprendizaje social en que las partes entran
en contacto con nueva información y conocen las perspectivas de otros
involucrados y, como resultado, amplían su comprensión de su sistema
socioeconómico y natural. Este aprendizaje permite a los involucrados
“enfrentar los problemas a un nivel de agregación social más amplio, por
ejemplo al trasladar su acción de nivel de parcela al de cuenca hidrológica”
(Hagmann-Guevara, 2004).
Todo ello obviamente es un proceso lento y bastante aleatorio das
las condiciones políticas y formas de gobernar. Desarrollar un esquema de
corresponsabilidad entre el Estado y las comunidades no se resuelve
sólo con el discurso de la participación. Para que sea un proceso de rela-
ciones reciprocas entre el campo y la ciudad se requiere contar, en primera
instancia con comunidades organizadas en torno a sus recursos, con nor-
mas internas, claras y colectivamente establecidas y respetadas, así como
con instituciones locales legitimadas. Raras veces se cuenta con este perfil
por lo que la construcción de la plataforma social incluye la generación de

Una nueva cultura del agua: la cogestión de cuenca • 181


estos acuerdos, normas, arreglos institucionales, diálogos, etcétera. Por
otro lado, la participación implica la apertura de espacios de negociación y
construcción de acuerdos entre los diferentes actores sociales, dentro de
las comunidades y en la relación que éstas establecen con el gobierno
central, sea municipal o estatal. A diferencia de los enfoques de planeación
que separan la planeación urbana de la rural, donde el municipio es la uni­
dad territorial de menor escala en la planeación y asignación presupuestal,
consideramos que para el caso de la zonas conurbadas o metropolitanas
es indispensable un enfoque regional que trascienda los límites entre lo
rural y lo urbano, es decir los límites municipales. El crecimiento desorde-
nado de la ciudad, con la multiplicación de fraccionamientos mientras los
aforos de las cuencas abastecedoras están disminuyendo, es un indicador
del divorcio existente entre este fenómeno y la disponibilidad de agua. El
enfoque de cuenca busca justamente superar esta limitación. La sustenta-
bilidad urbana no será posible si las ciudades no integran las zonas de las
que dependen para su abasto de agua y para la disposición de las aguas ser­
vidas. Sin embargo, si no hay una integración de los sujetos interesados en
los espacios de participación, se mantendrán las relaciones de subordina-
ción y de intercambio desigual entre las zonas rurales y las urbanas, y por
ende no se podrán generar nuevas formas de gobernanza y de resolución
de conflictos.
No se puede menoscabar en este proceso la necesidad de una presen-
cia positiva del Estado como articulador y soporte de nuevos arreglos en la
sociedad; de una arquitectura institucional que permita la descentraliza-
ción efectiva; de la incidencia en políticas públicas para trascender lo local;
para que, finalmente, se asegure un acceso equitativo a los recursos
por parte de las poblaciones pobres. El manejo de cuencas es un proceso
adaptativo que alinea, coordina y construye programas hacia objetivos
para un bien común. Es por esto que la implementación de un manejo inte­
gral de cuencas requiere la concurrencia, la cooperación y la colaboración
de diversos actores bajo una visión consensada (Cotler y Caire, 2009). Es
cuando, a nuestra manera de ver podemos hablar de cogestión, concep­
to cuya especificidad radica en la idea de la construcción de una plataforma
social como veremos más adelante.

182 • Luisa Pare


El proceso de cogestión integral
de la cuenca del río Pixquiac

Para fortalecer procesos de gestión territorial con base en la perspectiva de


cuencas hidrológicas, el grupo promotor Senderos y Encuentros para un
Desarrollo Autónomo Sustentable (sendas/unam) se ha propuesto impul-
sar el manejo sustentable de los recursos en la cuenca con un triple obje-
tivo: mejorar las condiciones de vida de la población local; conservar la
biodiversidad, y estabilizar la provisión de agua para la ciudad de Xalapa y
para las comunidades de la cuenca.
Para desarrollar estas actividades se requiere de recursos económicos,
por lo que se ha propuesto al Ayuntamiento de Xalapa, principal usuario al
tener concesionados manantiales en la cuenca alta y al derivar el río para
el abasto de la ciudad, un Programa de compensación por servicios ambienta-
les hidrológicos para poder financiar dicho programa. Este trabajo se sus-
tenta en tres principios básicos:

1. La conservación de los bosques y fuentes de agua se logrará sólo si se


mejoran los ingresos y condiciones de vida de los dueños de los pre-
dios rurales donde se generan dichos servicios ambientales.
2. La corresponsabilidad y participación de todos los actores —campesi-
nos, instituciones gubernamentales, sociedad civil, academia, empre-
sarios y usuarios del agua en general— es imprescindible para avanzar
hacia un plan de desarrollo regional y para impulsar la gestión integral
de la cuenca.
3. La heterogeneidad de las condiciones locales, principalmente en lo que
se refiere al tamaño y condiciones ambientales de las parcelas, y de las
necesidades de sus dueños requiere de estrategias diferenciadas en
atención a la conservación, la protección, la restauración o la produc-
ción misma.

De estos tres principios derivan actividades tan variadas como la con-


servación de áreas de bosque —lo que tradicionalmente se considera como
mecanismo de pago por servicios ambientales— mediante una compen­sa­
ción de $2,200/ha incluida la parte concurrente de Conafor; la restauración
de áreas degradadas —reforestación— con un monto que permita cubrir
los costos en una mayor proporción, y el apoyo a actividades productivas

Una nueva cultura del agua: la cogestión de cuenca • 183


—productores de truchas, grupos de ecoturismo, pequeños ganaderos,
floricultores, etcétera—. Este enfoque diversificado, en principio, debe per-
mitir avanzar en otras opciones productivas durante el periodo de cinco
años en el que los campesinos reciben recursos por proteger el bosque.

Nuevos esquema de participación y gobernanza

Es importante señalar que antes de nuestra intervención no existían por


parte de la población rural reclamos por el agua extraída ni mecanismos
compensatorios por llevársela. No afectaba las necesidades de la población
que se aprovisionaban de una multitud de manantiales existentes en la
zona. En la otra subcuenca, la que nace en Puebla, en cambio, año con año,
debido a que el gobierno de Veracruz durante casi dos décadas ni cumplió
con las promesas de obras después de realizar la obra de captación de
agua ha sido objeto constante de parte de la población rural de aquella
región de amenazas de interrupción de suministro —cierre de válvulas—,
amenazas que a veces se cumplen. El gobierno del estado de Veracruz y de
la ciudad e Xalapa han respondido otorgando recursos para obras de in-
fraestructura sin que estas inversiones hayan tenido incidencia en la
salud ambiental de la cuenca que hoy se encuentra en un gran estado de
deterioro ambiental.
Las delimitaciones municipales no coinciden con las ecogeográficas de
las cuencas o subcuencas por lo que, en este último ámbito, no existen
espacios de participación, incluyentes y democráticos, para analizar los
problemas y planear de manera conjunta. En este sentido fue necesario
desarrollar instancias de coordinación regional e intercomunitaria en las
esferas técnica, organizativa y financiera para impulsar un manejo susten-
table de los recursos en la cuenca. Se impulsó la organización del Comité
de cuenca del río Pixquiac (Cocupix) con la participación de los represen-
tantes de ejidos, grupos de trabajos comunitarios, organizaciones de pro-
ductores, sector académico y grupos organizados de la sociedad civil así
como funcionarios de los tres ámbitos de gobierno interesados en el asunto.
Para conformar el Comité se convocó a una primera reunión de grupos
de interés, invitando a autoridades ejidales, funcionarios, grupos de traba-
jo en comunidades, académicos y otros. En esa ocasión, con una metodo-

184 • Luisa Pare


logía de investigación participativa, hicimos un diagnóstico participativo de
la problemática de la subcuenca, ejercicio que se desarrolló a lo largo
de dos asambleas y que tuvo como resultado la división de la misma en
tres zonas geográficas que corresponden a los distintos tipos de problemas
que se enfrentan en la parte baja, media y alta de la misma. Este Comité es el
espacio donde se presentan las necesidades que conforman el plan de
trabajo anual, donde se rinden cuentas y toman acuerdos. El trabajo orga-
nizativo y técnico se lleva a cabo con grupos de trabajo particulares, de
hombres o de mujeres.
El equipo desarrolló una alianza táctica con una institución creada por
el gobierno del estado de Veracruz en el año 2005: el Fideicomiso Público
para la conservación, restauración y manejo del agua, de los bosques y
cuencas del estado de Veracruz (Fideicomiso abc). Encontramos puntos de
convergencia de visiones con este instrumento que pretende ser un meca-
nismo integral para la aplicación de las políticas necesarias para impulsar
la participación de los sectores público, social y privado en la conserva-
ción, protección, restauración, aprovechamiento sustentable y uso múltiple
de los recursos naturales de Veracruz, así como para garantizar la procu-
ración y preservación del equilibrio ecológico y protección del medio am-
biente. De este modo el Comité se integró a la estructura del Comité técnico
del Fideicomiso, como órgano auxiliar (véase figura 2).

La participación gubernamental
y urbana en el Cocupix

El supuesto básico que originó la colaboración entre la iniciativa de coges-


tión, el Ayuntamiento de Xalapa y algunas instituciones gubernamenta­
les, era que la sustentabilidad en el manejo de las subcuencas que abastecen
de agua a la ciudad ocupaba un lugar importante en la agenda del muni­
cipio. Sin embargo en los primeros cuatro años de operación encontramos
que ese supuesto no era evidente y fue imposible formalizarlo, legislarlo
pues siempre se dependió de la voluntad política del presidente municipal
en turno. La intención de constituirse en una instancia de planeación para
impulsar el desarrollo a nivel regional de la cuenca puede quedarse en una
buena intención si no se define una mayor voluntad política de los dife­

Una nueva cultura del agua: la cogestión de cuenca • 185


rentes municipios, en particular de los beneficiados por los servicios
ambientales hídricos.

Figura 2
Estructura del Comité Técnico del Fideicomiso

Fideicomiso ABC Subcomité de cuenca del río


Pixquiac
Zona Alta

Ayuntamientos
de Acajete,
Tlalnel. Coatepec
CMAS
Xalapa
Zona Media

Fideicomiso
ABC

Cuenca
del
Subcomité de
Cuenca RP
Zona Baja

Agua y Bosques del Pixquiac:


la reponsabilidad es de todos
Fuente: Elaboración propia.

De este modo se tuvo que realizar un cabildeo constante y desgastante


año con año para que el programa se mantuviera. Más allá de los acuer­
dos anuales de cabildo, en el Ayuntamiento no existen cuerpos consultivos
ciudadanos reales donde se pueda discutir la necesidad de un proyecto de
este tipo, donde se pueda generar una apropiación real del Programa, o
donde la sociedad pueda apelar o insistir para que el programa continúe.
Esta constatación es un indicador de que la “cultura del agua” prevalecien-
te en el sector público —municipal— no refleja una visión de largo plazo
acerca del abasto de agua para la ciudad, y que predomina la visión de
traer agua de acuíferos cada vez más distantes, con lo que se está repitien-
do el conflictivo escenario de la cuenca del valle de México. A la vez, no

186 • Luisa Pare


pare­cerían existir políticas de planeación en que el crecimiento de la
ciudad se limite de acuerdo a la disponibilidad de agua. La solución tecno-
lógica siempre está presente: traer agua de lugares cada vez más distantes.
En este sentido, la falta de recursos suficientes y de un marco institu-
cional que dé certidumbre al programa es una amenaza frente a las nece-
sidades de los habitantes de la cuenca, para quienes la tala del bosque es
lo que les ha dado cierta seguridad económica. Por otro lado, el estilo de
gobernar unipersonal y discrecionalmente, y las dificultades para la coor-
dinación interinstitucional requerida dificultan el establecimiento de mar-
cos institucionales y reglas del juego con perspectivas de largo alcance.
Prueba de ello es el bajo monto de recursos asignados a esta iniciativa y la
constante necesidad de competir con los mecanismos de tipo clientelar
que operan, por supuesto, fuera del mecanismo de Comité de cuenca.
En el discurso de la administración estatal del periodo 2005-2010, el
Fideicomiso abc ha sido una de sus principales contribuciones a la política
ambiental y uno de los ejes estratégicos del Plan de Desarrollo Estatal; en
los hechos el gobierno del estado no ha dotado al fideicomiso de los fondos
necesarios para atraer y generar aportaciones significativas hacia la res-
tauración de cuencas. Dada la importancia del Fideicomiso abc para impul-
sar una política integradora del sector forestal con la conservación y res-
tauración de cuencas para el abasto de agua de las principales ciudades del
estado, la dgdf, invitó al Cocupix a integrarse como órgano auxiliar de di-
cho fideicomiso. El Comité aceptó, de la misma manera que también
gestionó ser reconocido como órgano auxiliar del Consejo de Cuenca
Tuxpan Jamapa, de la Comisión Nacional del Agua (Conagua). A través de
estas medidas el Cocupix procura insertarse en los espacios de participa-
ción social para la toma de decisiones, abiertos por el Estado, y enfocados
en la definición de políticas públicas en el ámbito de las cuencas y sub-
cuencas. La población urbana que se beneficia directamente de los Servicios
Ambientales a de la cuenca participa muy poco dentro del Comité, normal-
mente se restringe a la participación a título personal por parte de investi-
gadores y ambientalistas. A la fecha el Comité no ha incorporado a actores
sociales netamente urbanos, como son por ejemplo, grupos que se han
movilizado coyuntural y puntualmente para demandar mejoras en los ser-
vicios de agua potable o por exigir frenar obras que afectan sus recursos
—basureros o fraccionamientos que afectan sus fuentes de agua—. Los em-

Una nueva cultura del agua: la cogestión de cuenca • 187


presarios constituyen un sector que sería prioritario sensibilizar a esta pro­
blemática.

La participación rural en el Cocupix

Por el lado de las comunidades y de los propietarios privados ubicados


en la cuenca, el universo atendido hasta el momento no cubre la totalidad
de este espacio, sino únicamente cuatro ejidos de la zona media y otro de
la zona alta. La realización de talleres de diagnóstico participativo y de pla­
neación comunitaria nos ha permitido empezar a dibujar este proyecto
común en torno a un manejo sustentable de los recursos naturales y a
desarrollar vínculos organizativos al interior de los ejidos y entre éstos.
Estos talleres son los que dan pie a los planes de trabajo en cada comuni-
dad. Para contrrarestar las prácticas que se han desarrollado en las inter-
venciones de actores externos, principalmente externos que son de tipo
clientelar y asistencialista hemos puesto el énfasis en aspectos organizati-
vos, en particular en la definición de planes de trabajo precisos que son
objeto de monitoreo y evaluación colectiva, de elaboración de reglamentos
y en la planeación estratégica. El énfasis que ponemos en el monitoreo
aunque el esfuerzo y el costo son muy altos es para romper con una cul-
tura de simulación que ha sido la predominante en las relaciones de la
población local con los representantes de gobierno, técnicos, etcétera.
Esto lo relacionamos con la elaboración de reglamentos internos y apli­
cación de los mismos de parte de los propios interesados.
Desarrollar compromisos dentro de los grupos es fundamental para
borrar esta práctica de engaño/cumplimiento respecto a un actor externo,
gobierno u organización no gubernamental (ong). Es decir son los propios
integrantes de los grupos que tienen que autovigilarse. Plantear el proyec-
to en las asambleas ejidales, donde se insistió en una participación a nivel
personal y voluntaria, nos permitió avanzar hacia la apropiación del pro-
yecto de parte de los campesinos involucrados. Ellos pasaron la voz y el
proyecto se fue extendiendo hacia los ejidos vecinos y conocidos peque-
ños propietarios. Esta estrategia de “contacto” también permitió evitar la
simulación a nivel de las autoridades ejidales.

188 • Luisa Pare


Todo ello no ha sido tarea fácil. El fortalecimiento de los procesos organi-
zativos y de capacidades locales implica que las inversiones sean concebidas
como tales y no como subsidios, y que se desarrolle un compromiso de res­
ponsabilidades Incorporar el enfoque de género significa incluir a las mu-
jeres en los diagnósticos y planeación de actividades, respetando los usos
y costumbres, apoyar sus iniciativas ayudando al mismo tiempo a evitar o
a dirimir los conflictos que implica una nueva forma de participación de
ellas en la vida comunitaria. Frecuentemente las mujeres son excluidas
de las actividades de la vida pública, de la posesión de tierras, de la parti-
cipación en proyectos productivos y en las tomas de decisiones en sus
ejidos. Los intentos por integrar a las mujeres a través de los hombres,
socios de x o y grupo de trabajo no funcionan. Para superar eso y lograr
nuestro objetivo de integrar a las mujeres hemos optado por formar gru-
pos de trabajo directamente con ellas, lo que ha sido posible, sin oposición
de los hombres.
El conocimiento de las necesidades de la familia y su utilización coti-
diana de recursos como el agua y la leña, les confiere a las mujeres una
sensibilidad especial hacia esos temas. Por otro lado su falta de participa-
ción en las relaciones con instituciones financieras, tiene la ventaja de que
no se presentan las deformaciones más comunes entre los varones, como
los desvíos o falta de transparencia en el manejo de recursos económicos
compartidos. El monitoreo comunitario del agua entre alumnos de telese-
cundaria y productores de trucha ha sido impulsado como un mecanismo
para detectar cualquier afectación a la calidad del agua y buscar la solu-
ción. Sin embargo esta práctica no se ha potenciado a nivel de las autori-
dades municipales y de la Comisión de agua del estado para poder corregir
plantas de tratamiento que son inoperantes o para involucrar a los Ayun-
tamientos a cumplir con la ley y aprovechar programas del gobierno fede-
ral para no contaminar los ríos.

Logros, limitaciones
y retos para la cogestión

Esta iniciativa de cogestión de cuenca tiene aún muchas limitaciones, sin


embargo los avances cualitativos alcanzados demuestran la bondad de un

Una nueva cultura del agua: la cogestión de cuenca • 189


trabajo concertado a nivel de subcuenca. Se ha logrado una incipiente co-
laboración con los municipios y comunidades de la zona media y alta para
adoptar algunas de las prácticas de manejo recomendadas y para canalizar
recursos hacia éstas. A casi seis años de trabajo vemos diferencias de per-
cepciones sobre el recurso agua en comunidades donde hemos podido
trabajar con acuerdos de asamblea respecto a otras donde esto no ha
sido posible. Donde no hemos podido lograr acuerdos de trabajo con la
asamblea ejidal en su conjunto las áreas forestales son vistas como lugares
donde sacar madera para posteriormente cambiar a uso agrícola e introducir
caminos de acceso. En cambio en comunidades menos cercanas a la ciudad
donde existen grupos de trabajo y un compromiso con las autoridades
ejidales vemos que se está desarrollando una nueva cultura del agua.
Los ejercicios de diagnostico comunitario y de planeación emprendi-
dos con las comunidades, con apoyo del Programa de desarrollo comunita­
rio de la Conanp y el Programa de Desarrollo forestal de la Comisión Nacio­
nal Forestal (Conafor/Procymaf), han conducido a tomar decisiones
importantes como es iniciar programas de manejo para un aprovechamien-
to más susten­table del bosque, o declarar zonas de conservación en los
fragmentos de bosque mesófilo en las áreas ejidales de uso común.
En resumen los logros han sido:

1. Crear y mantener un Comité de cuenca funcionando con la participa-


ción de los actores campesinos.
2. Promover la transparencia hacia dentro y hacia afuera respecto al ma-
nejo de los recursos económicos.
3. Mantener una forma de trabajo de co-responsabilidad con los compro-
misos asumidos por campesinos, asesores externos y funcionarios.

En la visión externa de la región: ser un referente en gestión de cuencas


—para gente del sector público, un poco del académico y de otras ong—,
por plantear una acción con procedimientos de trabajo distintos.

190 • Luisa Pare


En cuanto a las limitaciones hay que señalar:

1. Una insuficiente apropiación del Cocupix por parte de todos los sec­
tores involucrados —organismos operadores del agua, municipios, pro­
pietarios de tierras cuenca arriba, usuarios del agua en la ciudad.
2. Una cultura democrática y cívica poco desarrollada entre las depen-
dencias de gobierno, población rural y urbana.
3. Una función meramente formal asignada al Cocupix dentro de las estruc­
turas gubernamentales de participación como es la del Fideicomiso abc.
4. La falta de marcos jurídicos que le den estabilidad a los horizontes de
planeación y de colaboración estable con los usuarios reconocidos por
Conagua.
5. Montos netamente insuficientes para enfrentar los procesos destructi-
vos presentes en la subcuenca con las alternativas propuestas.
6. Una debilidad a la que se enfrenta este trabajo se refiere a que, debido
a la cultura clientelar existente, el interés de participación de los cam-
pesinos está todavía muy centrado en la expectativa de recibir recur-
sos económicos. En otras palabras, estamos aún ante un proceso muy
incipiente de apropiación del proyecto de Comité de cuenca.
7. Un gran reto es la reconversión en las mentalidades campesinas, acos-
tumbradas a relaciones de tipo clientelar caracterizadas por la corrup-
ción y la simulación, hacia nuevos esquemas donde predomine el
respeto a los acuerdos de las propias comunidades para tener una
gestión más sustentable de sus recursos.

Otro reto es lograr el ordenamiento ecológico de la cuenca y que este


sea vinculante con las políticas públicas en los distintos ámbitos de go­
bierno. Es necesario que el organismo operador de agua de Xalapa y el
gobierno de la ciudad se apropien de este programa y lo integren dentro
de su estructura administrativa y legislativa.
En la experiencia del Pixquiac el concepto de cultura del agua se re­
fiere a enfatizar la relación entre bosques y agua y crear una relación de
corresponsabilidad entre beneficiarios o usuarios del agua y dueños de los
bosques para poder compensar el costo de oportunidad que se pierde si
no se aprovecha.

Una nueva cultura del agua: la cogestión de cuenca • 191


Fuentes consultadas

Cotler, Helena y Georgina Caire, Lecciones aprendidas del manejo de cuencas en


México, ine, wwf, Fundación Gonzalo Río Arronte y Semarnat, México,
2009.
Hagmann, J. y F. Guevara H., Aprendiendo juntos para el Cambio: la facilitación
de innovaciones para el manejo sustentable de recursos naturales y el desarrollo
rural a través de procesos participativos, Serie estudios de caso, Red de Estu-
dios para el Desarrollo Rural A.C. y Fundación Rockefeller, Oaxaca de
Juárez, México, 2004, p. 153.
inegi, Censo General de Población y Vivienda, Aguascalientes, México, 2000.
Jiménez, Francisco, Jorge Faustino y Laura Benegas, Elementos conceptuales de
manejo, gestión y cogestión de cuencas hidrográficas, Grupo temático manejo
integral de cuencas hidrográficas Catie, Turrialba, 2008.
Vargas, Ramón, Cultura y Democracia del Agua capítulo 2: “Gestión del agua
y cultura del agua”, de su libro La Cultura del Agua: Lecciones de la América
Indígena; phivi/Serie Agua y Cultura, núm. 1, unesco, Montevideo, 2006,
en http://www.revistapolis.cl/14/varg.htm
Cuencas y ciudades.
Un proyecto para la cuenca hidrológica de Saltillo
Eglantina Canales Gutiérrez*

Participación social
en la conservación del agua

De acuerdo con la definición que da Marco Marchioni (http://es.scribd.


com/doc/16729347/Trabajo-social-comunitario-I), la comunidad en sus di-
mensiones funcionales e institucionales contempla la intervención social
que hay que realizar para atender mejor y de manera coordinada a una
sociedad local con todos los recursos disponibles para incluir dentro de
la acción social el concepto y la práctica de la planificación. Considera que la
comunidad se compone de cuatro elementos; territorio, población, deman-
da y los recursos.
En el caso del proyecto que nos ocupa denominado Cuencas y Ciuda-
des. Un Proyecto para la Cuenca Hidrológica de Saltillo, el territorio de interés
es la cuenca alta del río San Juan, en el sector ocupado por la Sierra de
Zapalinamé y la ciudad de Saltillo, los cuales se ubican en el sureste del
estado de Coahuila de Zaragoza. La sierra ocupa aproximadamente 45 mil
hectáreas, de las cuales 25 mil están protegidas a nivel estatal y federal en
la categoría de Zona sujeta a Conservación Ecológica. La ciudad de Saltillo
es la capital de Coahuila aledaña a la sierra ya mencionada, cuenta con
más de 750 mil habitantes y tiene más de 190 mil tomas domiciliarias de
agua potable.
La población a la que se pretende incluir en el proyecto es la que vive
en la ciudad y a los aproximadamente 5 mil habitantes de 13 comunidades
* Secretaría de Medio Ambiente, Gobierno del Estado de Coahuila de Zaragoza. Correo:
eglantina.canales@sema.gob.mx

193
rurales ubicadas en la sierra. La sierra abastece parcialmente de agua a la
ciudad y en su totalidad a los habitantes del medio rural, el abasto se
hace a través de la explotación de agua subterránea, el sistema total de la
ciudad utiliza alrededor de 1,200 l/s considerando solamente a los usua-
rios del sistema municipal. Por su situación geográfica en la parte alta de
la cuenca, en caso de requerir más agua esta tendrá que ser explotada en
una cuenca diferente y trasladada para integrarla al sistema municipal.
La cuenca presenta históricamente un alto nivel de explotación que ha obli-
gado a tener perforaciones más profundas y a recurrir a nuevas fuentes, esto
aunado al crecimiento poblacional hacen necesario contar con mecanismos
de uso eficiente del agua y de protección de las zonas de captación para
tratar de garantizar el abasto futuro y mantener la calidad del servicio y
del agua.
Con el fin de participar activamente en la conservación del agua y sus
fuentes en el año 2000, se diseño un proyecto de participación pública que
permitiera a los habitantes de Saltillo conocer, valorar y participar activa-
mente en la conservación de la sierra de Zapalinamé como fuente de agua
de calidad para el abasto de agua potable de la ciudad de Saltillo.

Participación comunitaria
en torno al agua

El objetivo del proyecto de Cuencas y Ciudades. Un Proyecto para la Cuenca


Hidrológica de Saltillo, es involucrar a la población del Valle de Saltillo en la
restauración, protección y manejo de la Sierra de Zapalinamé con el pro-
pósito de fomentar la permanencia de los servicios ambientales que ella
nos brinda, asegurando primordialmente el abasto de agua para las genera­
ciones del futuro. Como parte fundamental de la operación del Área Natu-
ral Protegida, se ha buscado que no sea sólo un esfuerzo de instituciones
y organizaciones, sino que también intervengan activamente los poseedo-
res y beneficiaros de los servicios ambientales que ésta brinda; por lo que
en el año 2002 se crea el proyecto Cuencas y Ciudades, el cual es una ini­
ciativa cuyo objetivo principal es lograr la participación de toda la sociedad
a favor de la conservación de la Sierra de Zapalinamé.

194 • Eglantina Canales Gutiérrez


Actores

El proyecto inició en el año 2001 bajo el auspicio del Fondo Mexicano para
la Conservación de la Naturaleza, A.C. (fmcn) y World Wildlife Fund (wwf),
en esta etapa se llevó a cabo un estudio de mercado para conocer la dispo-
nibilidad de los saltillenses a donar para un proyecto de corte ambiental
administrado por una organización local, Protección de la Fauna Mexicana,
A.C. (Profauna, A.C.) a la vez que se diseñaron y distribuyeron materiales
divulgativos para dar a conocer la importancia de la Sierra de Zapalinamé
como fuente de abasto de agua.
Al mismo tiempo, se iniciaron las gestiones ante la Presidencia Muni-
cipal de Saltillo para que se permitiera hacer un cobro adicional en el recibo
de pago del agua potable, con carácter de voluntario. La iniciativa fue apro-
bada y en 2002 con el apoyo municipal se estableció un mecanismo de
recaudación para recibir aportaciones voluntarias de los usuarios que re-
ciben servicio de la agencia paramunicipal Aguas de Saltillo y que desearan
participar en la conservación de Zapalinamé. Actualmente este proyecto se
sustenta en su mayoría gracias a los donativos mensuales de 36,500 fami-
lias afiliadas al proyecto el cual es apoyado financieramente por el fmcn y
la Fundación Gonzalo Río Arronte iap (fgra).
Para dar transparencia a esta iniciativa se cuenta con el respaldo de un
Grupo Técnico de Apoyo integrado por representantes de instituciones
públicas, privadas y académicas, así como un Grupo Ciudadano de Apoyo,
conformado por saltillenses de reconocido prestigio y que participan acti-
vamente en diferentes acciones a favor de la comunidad. Ambos grupos
revisan la viabilidad, factibilidad y el desempeño de las actividades a eje­
cutar, y dan cuentas a la comunidad y a las autoridades del manejo de los
recursos obtenidos.
Además participa el Gobierno del Estado el cual se comprometió a
duplicar los ingresos del proyecto por medio de un acuerdo denominado
“Peso por Peso” en el que la administración estatal entrega una cantidad
mensual equivalente a lo recaudado en el mes de julio a partir de 2006,
revisando el acuerdo cada año para ajustar la cantidad a ser donada, lle-
gando a la cantidad tope de 792,500 pesos en 2010, por lo que se recibió
en una sola exhibición la cantidad de 1'585,000 pesos en la cual se incluye
el donativo correspondiente también al 2011. A partir de este año la Presi-

Cuencas y ciudades • 195


dencia Municipal también se ha comprometido a hacer un donativo para el
proyecto.
La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (conanp) participa
en ambos grupos de trabajo como enlace ya que el área cuenta con un
decreto estatal para su conservación y un decreto federal en el mismo
sentido. Mediante su programa de conservación y desarrollo también apoya
propuestas específicas, lo mismo sucede con los programas de la Comi-
sión Nacional Forestal (Conafor) y Secretaría de Medio Ambiente y Recur-
sos Naturales (Semarnat).
A partir de 2008 la iniciativa privada, en este caso Johnson Controls
Co., apoya este proyecto en el rubro de educación ambiental con un pro-
grama específico encaminado a jóvenes preparatorianos. Profauna A.C. es
la encargada de la operación del proyecto en su totalidad, para lo cual
cuenta con personal que apoya la recaudación, la administración y la
ejecución de las propuestas aprobadas por los grupos de apoyo.
En este año las aportaciones proporcionales de cada uno de los donan-
tes son las que se presentan en la figura 1, resaltando que es la ciudadanía
quien apoya principalmente esta iniciativa.

Figura 1
Aportaciones proporcionales de los diferentes donantes al proyecto

 
Fuente: Elaboración propia, con base en los datos de conanp.

196 • Eglantina Canales Gutiérrez


Descripción del proyecto

El mecanismo de recaudación es mediante la donación voluntaria a través


del recibo del agua. La empresa paramunicipal Aguas de Saltillo colabora
en el proyecto como recaudadora de los donativos, los cuales se entregan
a la asociación y se administran a través de los dos Grupos de Apoyo al
Proyecto —Grupo Técnico y Grupo Ciudadano—; destinando los recursos
a proyectos e iniciativas enfocadas a mantener el nivel de protección y
conservación del sitio de interés dentro de la zona de influencia del Área
Protegida. El programa contempla actividades adecuadas a las necesidades
ambientales y sociales de la cuenca, las cuales se agrupan en cuatro líneas
de acción generales que se describen a continuación:
Comunicación y sensibilización de la población urbana, de las comuni-
dades rurales y de los tomadores de decisiones. El objetivo de esta línea
es propiciar un cambio de comportamiento con respecto al agua en secto-
res clave de la sociedad mediante campañas de comunicación, programas
de educación ambiental y capacitación.
La línea titulada Espacios de coordinación y concertación busca impulsar
espacios de coordinación interinstitucional y de participación social para
lograr una gestión integral de la cuenca con acciones tales como influir
en la inversión pública y coadyuvar en el cumplimiento del marco legal.
La línea de Desarrollo de mecanismos de financiamiento y apoyo busca
asegurar la continuidad en la participación de los socios y de los provee-
dores de los servicios ambientales, así como la viabilidad financiera de las
actividades para la gestión integral de cuencas en el largo plazo.
La línea de Gestión integral de cuencas promueve y ejecuta actividades
que incrementan la salud y capacidad de recarga de las cuencas, el cono-
cimiento de las mismas, y el bienestar de las comunidades.

La cultura del agua dentro


del proyecto Cuencas y Ciudades

Los proyectos de educación y difusión son proyectos enfocados a informar


y educar al público en general sobre la importancia de la Sierra de Zapali-
namé, y al mismo tiempo para involucrar a la sociedad en proyectos de
participación voluntaria que brinde autosustentabilidad en el largo plazo.

Cuencas y ciudades • 197


Representa un ejemplo de conservación ambiental debido a que la
participación social por la protección de la Sierra Zapalinamé y su área de
influencia, se propicia de forma voluntaria gracias a un efectivo proceso
de concientización ciudadana, que incluye la comunicación y la educación
ambiental como herramientas clave. En el sentido amplio en que fue dise-
ñado este proyecto hace 10 años, la educación en torno al valor del agua,
especialmente la necesidad de proteger las fuentes de abastecimiento para
colaborar en el mantenimiento de este servicio en la cantidad y calidad
adecuadas fue el eje en que fue pensado. Para el 2011, en vista de las nece­
sidades de una ciudad que crece tanto en el tamaño de su población como
en actividades demandantes de agua y en donde la mancha urbana va
ocupando espacios que eran claves para la captación de agua subterránea,
la necesidad de trabajar en la cultura del agua sigue vigente.
La primera encuesta realizada en 2001, comparada con la más re-
ciente de 2009 muestran datos importantes en lo que se refiere al conoci-
miento que los saltillenses tienen de su fuente de agua, por ejemplo sólo 5 por
ciento de las personas entrevistadas en el inicio del programa conocían la
ubicación e importancia de la Sierra de Zapalinamé. En el año 2009, 70 por
ciento del público entrevistado, conocía la importancia, valores biológicos
del sitio, incluso conocían algunas de las restricciones y normativas.
Esa misma encuesta da información importante del conocimiento y
percepción como la ubicación de la sierra que ya reconocen 77 por ciento
de los encuestados, 55 por ciento saben que es un Área Natural Protegida;
100 por ciento considera importante cuidarla, aunque sólo 35 por ciento
conoce de la existencia de proyectos de conservación, 87 por ciento consi-
deran después de esta encuesta que sí son de utilidad; 85 por ciento de
los encuestados reconocen una o varias de las especies de la sierra, cuando
en 2001 se referían sólo a la presencia de alimañas. Reconocen que el
principal problema en la sierra son los incendios (58 por ciento) y la so-
breexplotación de los acuíferos (34 por ciento) en comparación a los resul-
tados de 2001 en donde la mayoría de las menciones decían que la sierra
estaba muy seca lo que reflejaba la falta de conocimiento del sitio.
Debemos hacer hincapié en el hecho de que sólo el 15 por ciento del
total de la población son donantes del proyecto y la encuesta se hizo con
público abierto, lo que muestra que las actividades de comunicación y

198 • Eglantina Canales Gutiérrez


educación han llegado a un amplio sector de la población. Las actividades
de comunicación y educación más importantes que se llevan a cabo en el
área son las que a continuación se describen:

Informes financieros a la comunidad

Se publican en los primeros meses del año, en los principales medios de


prensa, presentando los estados de cuenta del proyecto Cuencas y Ciuda-
des. Se aprovechan estas publicaciones para agradecer a los donantes su
apoyo, así como informar tanto a donantes como a no donantes de las ac-
tividades realizadas por la asociación en este proyecto.

Programa de educación formal y no formal

Desde el 2002 en que inicio el proyecto se atienden grupos escolares de


los diferentes niveles y grupos organizados con actividades relacionadas
con la sierra, el agua, la biodiversidad del sitio, los incendios. En 2010 se
atendieron 85 grupos en el área tanto en escuelas rurales como urbanas.
Asimismo se atendieron 173 grupos no escolarizados con el programa de
interpretación ambiental y se hicieron 54 reuniones con grupos de muje-
res en el área rural.

Atención personalizada en eventos


diversos (ferias, exposiciones)

Se participa en eventos de corte ambiental organizados en la ciudad en


donde se presentan exposiciones relacionas al tema general del evento.

Programa de comunicación

Considerando que Zapalinamé es un tema de interés para los medios loca-


les de comunicación y aprovechando los espacios que brindan durante
2010 aparecieron noticias sobre el área en tres entrevistas de radio, 30 en­
trevistas de prensa, nueve de televisión, y se insertaron notas en 16 emi-
siones del programa ecos de la naturaleza que se transmite por cuatro
frecuencias locales.

Cuencas y ciudades • 199


Hojas informativas

Para dar a conocer aspectos del proyecto de interés para la comunidad se


diseñan y editan hojas informativas que se distribuyen principalmente a
los donantes. En 2010 se entregaron 6 mil hojas de seis temas diferentes.

Internet

Aprovechando este nuevo sistema de comunicación el proyecto cuenta


con información a través de una página, un boletín trimestral que se difun-
de por correo electrónico y se participa en redes sociales.

Video de resultados

Se cuenta con videoclips informativos sobre los diferentes aspectos del


proyecto que se muestran al público en las áreas comerciales de Aguas
de Saltillo.

Información personalizada

Debido a que la recaudación se lleva a cabo por medio de mecanismos de


comunicación interpersonal, todos los recaudadores cuentan con material
de apoyo que ofrece la información suficiente del programa que permita a
los posibles donantes interesarse y participar en el proyecto.

Experiencias del proyecto

A la fecha son 36,500 las familias que se han afiliado al proyecto, esto es el
resultado de un trabajo constante que permite que los mecanismos de re-
caudación puedan funcionar, el principal apoyo de la misma es la comu-
nicación interpersonal y el apoyo de otros medios de comunicación y de
educación ambiental que forman parte del proyecto están brindando al
proyecto. Considerando que hay más de 190 mil tomas domiciliarias en
Saltillo y que 70 por ciento de los usuarios del agua potable tiene disposi-
ción a donar para esta causa, es posible ampliar la base de donantes, sin
embargo el sistema de recaudación y de ingreso al proyecto hace que el

200 • Eglantina Canales Gutiérrez


proceso sea lento y se refleje en una recaudación que aparentemente puede
ser limitada, pero que en estos momentos permite no sólo la operación
del área protegida sino la atracción de fondos complementarios. En la
figura 2 se puede apreciar la evolución del número de donantes y del mon-
to recaudado del 2002 al 2010.

Figura 2
Evolución de los donantes inscritos al proyecto y los montos recaudados por año

40,000 $ 1’303,337

35,000 $ 1’206,889
Donantes

30,000 $ Recaudación en el año $ 900,121

25,000
$ 742,930
20,000 $ 531,139

15,000 $ 344,795

10,000 $ 236,000
$ 38,000
5,000

0
51 4,641 7,433 11,299 16,639 19,466 27,050 31,600 36,451 Donantes

2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 Año

Fuente: Elaboración propia, con base en los datos de conanp, 2011.

Fidelidad al programa

Posiblemente el punto más importante de atender en cuanto a la participa-


ción voluntaria como donantes es la fidelidad de los donantes al proyecto.
Cuando ellos adquieren el compromiso de participar con su donativo se les
explica claramente que su permanencia en el proyecto también es volun-
taria, eso da como resultado que una proporción de los participantes soli-
citen su baja por diferentes motivos, el más importante es el relacionado
con la economía familiar y el segundo los cambios de domicilio que los
obliga a cancelar sus contratos y por tanto el donativo. Son pocas las per-
sonas que se retiran del proyecto por insatisfacción de los resultados. De
los 36,500 inscritos a la fecha 2,330 se han dado de baja. En la figura 3
se puede apreciar el número de donantes inscritos por año y su permanen­
cia en el proyecto de la fecha en que se inscribieron al programa al 2010.

Cuencas y ciudades • 201


Figura 3
Número de donantes activos y bajas por año

8,000
Activas
6,000
Bajas
4,000
Número de cuentas

2,000

0
2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010

Año
2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010

Activas 48 4,227 2,580 3,477 5,185 2,161 7,064 4,393 5,039

Bajas 3 454 219 483 479 141 324 182 44

Fuente: Elaboración propia, con base en los datos de conanp, 2011.

Proyectos apoyados

Los recursos captados por el mecanismo de recaudación y los recursos


adicionales gestionados por el personal de Profauna, por su misma pro­
cedencia deben ser utilizados de una manera transparente y adecuada,
por ello los grupos de apoyo juegan un papel muy importante en el funcio-
namiento del proyecto, así mismo permiten que tanto las comunidades
rurales como los pequeños propietarios tengan la posibilidad de presen­
tar proyectos que puedan ser apoyados a través de estos recursos. Por
otra parte existe la posibilidad de que personas diferentes a los habitantes
o propietarios presenten proyectos sobre todo de educación ambiental o
monitoreo, que aunque son muy importantes, generalmente los comités
aprueban en primer lugar los encaminados a la conservación y manejo
del sitio.
Como un ejemplo, se presenta en el siguiente cuadro un listado de los
proyectos aprobados en 2010. Se puede notar que el proyecto número 8
está remarcado, debido a que los comités asumieron la responsabilidad de
apoyar la operación del área ya desde el 2009.

202 • Eglantina Canales Gutiérrez


Cuadro 1
Proyectos aprobados por los Comités de Apoyo en 2010

Núm. Proyecto Clave

1 Adquisición de vehículos PAO-007001


2 Brigadas ejidales PAO-008001
3 Seguridad y mantenimiento de equipo PAO-008002
4 Atención a contingencias PAO-008003
5 Comisiones bancarias PAO-008004
6 Operativo Semana Santa PAO-008006
7 Equipamiento de casa de guardaparques PAO-009001
8 Apoyo a la Operación de Zapalinamé PAO-009003
9 Producción de Planta a baja escala PCO-009003
10 Restauración camino Chapultepec PAO-009004
11 Huertos familiares PCO-009005
12 Resiembra de gramíneas PCR-008005
13 Pago por Servicios Ambientales PCR-008008
14 Presas filtrantes Arroyo Presa Vieja Cuauhtémoc PCR-009003
15 Presas filtrantes la Magueyada Jagüey PCR-009004
16 Pago por Servicios Ambientales parcela Ejido El Cedrito PCR-0010001
17 Producción de hortalizas PCR-0010002
18 Informes financieros a la comunidad PED-008001
19 Apoyo a la recaudación PED-008002
20 Comunidad social PED-008003
20 Reintroducción de Guajolote silvestre PIM-007002

Fuente: Elaboración propia, con base en los datos de conanp, 2011.

La experiencia en este proyecto nos permite reconocer la importancia


de todos los actores, como a cada uno de ellos, y también observar el incre­
mento en el número de los proyectos que se ha experimentado en los
últimos ocho años. Lo que empezó casi como una donación entre ami-
gos y familiares hoy se extiende a más de 15 por ciento de la población

Cuencas y ciudades • 203


total de Saltillo. Por otro lado el proyecto ha permitido mantener la opera-
ción del área protegida en momentos críticos, esto debido al trabajo de los
grupos de apoyo, a la solidaridad de los saltillenses y a la capacidad de
negociación del personal de Profauna, permitiendo que tanto los residen-
tes del área como los pequeños propietarios tengan acceso a recursos
para llevar a cabo diferentes actividades encaminadas a la conservación
ambiental de sus propiedades.
Asimismo ha permitido que a través del tiempo se hayan impulsado las
exclusiones de áreas para la conservación, las reforestaciones, proyectos
de conservación del suelo y el agua, reintroducción de guajolote silvestre,
estudios que permiten tomar mejores decisiones de manejo y también in-
cluir a otros sectores de la población que normalmente no participan en
proyectos de conservación a través de concursos como el de cortome­
trajes, composición musical y dibujo.

Problemas que ha enfrentado el proyecto

En el inicio del proyecto se tuvieron que sortear algunas dificultades para


su implementación; el primero fue la aceptación del proyecto por parte de
la autoridad municipal, que no contaba con los medios para integrar los
cobros al sistema del organismo operador del agua, lo cual fue resuelto en
2003 al cambiar sus sistemas contables. Otro problema que no puede ser
resuelto fácilmente es el alcance del proyecto, debido a su carácter volun-
tario y a los mecanismos que deben cubrirse en el ámbito personal como
la firma del acuerdo voluntario, dentro del cual se mantiene un nivel de
captación que no excede a los 6 mil nuevos donantes por año.
Hasta el momento y principalmente por motivos económicos no ha sido
posible mantener un buen rango de comunicación personal con todos los
donantes, las actividades encaminadas a este fin son limitadas y se consi-
dera como el reto a vencer, por una parte porque es necesario que todos
los donantes conozcan a detalle el funcionamiento y los logros del proyecto
y por otra porque los mismos servirían para facilitar el ingreso de una
mayor cantidad de personas.
La participación voluntaria está restringida a los usuarios del agua
que cuenten con una toma domiciliaria, esto excluye a quienes reciben el

204 • Eglantina Canales Gutiérrez


servicio por otros medios y a los usuarios que cuentan con sus propios
pozos. Sin embargo el crecimiento del proyecto y la aceptación del mismo
son muy satisfactorios, la participación del gobierno municipal y estatal en
diferentes momentos del mismo dan un apoyo que permite su permanen-
cia. Pero sobre todo los resultados de las encuestas que muestran el in­cre­
mento en el conocimiento y valoración del recurso agua y sus fuentes de
abastecimiento permiten que se pueda mantener y ampliar este proyecto
en el largo plazo.

Fuentes consultadas

conanp,“Cuenca y ciudades. Un proyecto para la cuenca hidrológica de Saltillo”,


Ponencia presentada por E. Canales en el Seminario de Cultura del Agua,
México, Colmex, 2011.

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