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Hondo proceso de cambio cultural

Estamos en un momento eclesial muy complejo, porque hemos sido muy ciegos frente a los cam-
bios de la sociedad, que son signos de los tiempos (nos gusten o no). Y por lo mismo nuestro dis-
curso no es pertinente a las reales necesidades y dolores de las persona. Veo algunos grandes pro-
cesos de cambio:

- proceso de individuación: capacidad de decidir por sí mismo, sin aceptar paquetes cerra-
dos elaborados por otros. No hay fieles, sino clientes que cotizan las ofertas. El predicador
no tiene fieles, sino evaluadores. No sabemos proponer de manera convincente, acudiendo
a las experiencias que en la actualidad son fuentes de certeza.
- revalorización de la corporalidad y de modo especial de la sexualidad. Cuidado del
cuerpo (deporte, salud) y vivencia de la sexualidad como fuente de placer, de comunica-
ción en hondura, de entrega personal, y no solo de generatividad. Relación con la corpora-
lidad que ha puesto en cuestión la espiritualidad tradicional, infiltrada de neoplatonismo.
- valoración positiva de la diversidad, como fuente de valores; y mirada crítica de la uni-
formidad. Valoración de las minorías étnicas y religiosas; de las minorías sexuales (ho-
mosexuales). Mientras más diverso es el grupo, pareciera ser mejor. Diversas miradas del
varón y de la mujer. Pasar de la uniformidad a una pluralidad en comunión.
- se ha establecido una cultura de la transparencia, que prácticamente ha diluido los lími-
tes entre lo público y lo privado. Es más grave el pretendido ocultamiento de una falta que
la falta misma. De modo especial se exige transparencia en las materias económicas y en
la toma de decisiones. Se han subido los estándares éticos.
- replanteamiento del rol de la mujer en la sociedad, y en contra cara reformulación del rol
del varón en la sociedad (Aparecida 459-463). El feminismo ha reivindicado la intangibi-
lidad del cuerpo de la mujer y de los niños, estableciendo parámetros morales nuevos. Es-
te es un tema claro que hizo pasar el tema de los abusos sexuales y de poder de la condi-
ción de pecado o error a la condición de delito. Y ha reformulado la relación de los pa-
dres con sus hijos.
- una valoración nueva y positiva de la relación con la naturaleza y con los animales. Junto
a muchos elementos muy positivos se adjunta una nueva valoración de lo natural, lo im-
pulsivo.

Frente a estos cambios sociales la Iglesia ha sido bastante ciega. Contentándose con continuar
repitiendo sus práctica habituales. Y con frecuencia ha condenado estas novedades, no recono-
ciendo el valor ético que está en ellas.

Aparecida 12 – No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco
de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones

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selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sa-
cramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que
no convierten la vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza «es el gris pragmatismo
de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad,
pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad» (Ratzinger 1996).
A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que «no se comienza a ser cris-
tiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento,
con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisi-
va» (Deus caritas est 1).

Además de esta ceguera frente a la cuestiones de fondo, las autoridades de la Iglesia han sido
muy permisivas con el clero, en vistas de un cierto respeto personal. Y no han tomado medidas
apropiadas frente a tres problemas habituales en el clero (y en casi todo grupo humano): los des-
órdenes sexuales, el mal manejo del dinero y las prácticas autoritarias del clero (no hay prácticas
de evaluación). Todo esto la sociedad lo lee como «abusos», que habitualmente son abusos de
poder frente a los más débiles (mujeres y niños) de aquellos que son incapaces de establecer una
relación horizontal, de igualdad.

Estos errores autoritarios han sido muy dolorosos para el pueblo fiel, porque se ha sentido trai-
cionado por la Iglesia, en la cual había depositado casi toda su confianza. Es el dolor de una con-
fianza traicionada. Y el dolor de ver una Iglesia que en vez de acoger el dolor humano (homose-
xuales, divorcios, aborto, etc.) se ha transformado en maestra de una verdad ética muy dura y a
veces desfasada (control de la natalidad). Una ética que la misma Iglesia parece no cumplir, y por
lo mismo no creer en ella (abusos de menores y manejos turbios del dinero).

Aterrizando las cosas en la vida concreta de la Iglesia se puede señalar:

- miedo al conflicto y al disenso, entendido como falta de comunión. Por lo mismo poca
libertad de expresión de las verdades personales y de las críticas. Se ha llegado a la para-
doja de la existencia de una verdad oficial y una práctica cristiana muy lejana a ella (sen-
tido de familia: el 70% de nos niños nacen en familias no constituidas legalmente).

- toma de decisiones arbitrarias y sin consultar a los grupos respectivos. Clericalismo:


«La falta de conciencia de que la misión es de toda la Iglesia y no del cura o del obispo
limita el horizonte, y lo que es peor, coarta todas las iniciativas que el Espíritu puede estar
impulsando en medio nuestro. Digámoslo claro, los laicos no son nuestros peones, ni
nuestros empleados. No tienen que repetir como «loros» lo que le decimos» (Francisco a
los Obispos, en la sacristía de la Catedral). No se fomenta el protagonismo laical: forma-
ción y espacios de discernimiento.

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- se mira la realidad y se siente desde la élite. Se piensa que la verdad está solo de mi la-
do, y eso lleva a no escuchar ni interesarse por el otro. Es una actitud que conduce a con-
ductas de tipo mesiánico. Aporte de la teología del pueblo, frente a la teología de la libe-
ración. Cf. Evangelii gaudium 268-274: El gusto espiritual de ser pueblo.

La fragilidad actual de la Iglesia y la experiencia del propio pecado eclesial son una experiencia
privilegiada para aprender humildad (humus, vivir con los pies puestos en el barro vital), y com-
pasión misericordiosa por los débiles.

P. Eduardo Pérez-Cotapos

Encuentro Nacional de Discernimiento


29 de mayo al 1 de junio de 2018

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