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Lluís Pifarré
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I PARTE
Sesión Primera
1.- Qué es la teoría del conocimiento, 2.- Axiomática del conocimiento,
3.- Diferencia entre axioma y postulado, 4.- Ejemplos de postulados y
axiomas
Sesión segunda
1.- El axioma A. 2.- La del axioma A, 3.- La inmanencia, 4.- La operación
inmanente, 5.- Inmanencia y finalidad, 6.- El olvido del axioma A.
Sesión Tercera
1.- Simultaneidad de conocer-conocido, 2.- La duda en Descartes, 3.- La
prioridad de la voluntad
Sesión Cuarta
1.- La conmensuración, 2.- La intencionalidad, 3.- La clausura idealista,
4.- La iluminación intencional
Sesión Quinta
1.- Realidad y Verdad, 2.- pluralidad de actos y formas, 3.- El in como
tendencia
Sesión Sexta
1.- La distinción de operaciones, 2.- El conocimiento como jerarquía, 3.- La
noción de niveles, 4.- El criterio de distinción en Hegel
Sesión Séptima
1.- La noción de facultad, 2.- Superación del modelo hilemórfico, 3.- Las
afecciones en Kant, $.- El sobrante formal, 5.- La potencia formal
Sesión Octava
1.- Las causas físicas, 2.- La dificultad de la intencionalidad, 3.- El cambio
de Signo, 4.- La indeterminación formal, 5.- El tema del placer, 6.- El
sentimiento
Sesión Novena
1,. La sensibilidad externa, 2.- La conciencia en Brentano, 3.- La conciencia
sensible, 4.- El principio de conciencia
Sesión Décima
1.- La distinción de los sentidos, 2.- Sensibles propios y comunes, 3.- La
sensibilidad interna, 4.- Conciencia e imaginación, 5.- La percepción
Sesión Undécima
1.- La imaginación, 2.- La forma natural de la imaginación, 3.- Espacio y
tiempo
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II PARTE
Sesión Primera
1.- El sistema nervioso (SN) 2.- El Código genético (CG) 3.- Las neuronas
4.- Conexión neuronal
Sesión Segunda
1.- La unidad destotalizante, 2.- Función inhibidora y excitadora, 3.-
Elasticidad cerebral, 4.- Estímulo y especie impresa
Sesión Tercera
1.- “Estar entre”, 2.- Conocimiento y conducta, 3.- “Estar en el mundo”
Sesión Cuarta
1.- La objetualidad, 2.- “Estar en lo abierto” 3.- Notas descriptivas del
mundo, 4.- El objeto pensado, 5.- La convención del lenguaje
Sesión Quinta
1.- La objetividad y el “en”, 2.- La presencia mental
Sesión Sexta
1.- La suposición, 2.- Objeto y supuesto, 3.- La existencia como persistencia
Sesión Séptima
1.- Unidad e Intencionalidad, 2.- Intencionalidad y naturaleza, 3.-
Intencionalidad y Signo, 4.- El límite mental
Sesión Octava
1.- La facultad inorgánica, 2.- La noción de infinitud, 3.- La infinitud
cognoscitiva
Sesión Novena
1.- Conciencia y reflexión, 2.- El máximo pensable, 3.- La conciencia
intelectual, 4.- La unidad de la conciencia
Sesión Décima
1.- La circunferencia abstracta, 2.- La presencia articulante, 3.- La presencia
intemporal, 4.- El hábito lingüístico
Sesión Undécima
1.- La abstracción verbal-nominal, 2.- El primer nivel lingüístico, 3.- La
intencionalidad abstracta
Sesión Duodécima
1.- La prosecución operativa, 2.- El inicio del filosofar, 3.- Mito, Magia y
Técnica
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Introducción
cuestiones del tercer tomo. Este es, sin duda, el principal motivo que me ha
impulsado a la elaboración de este libro.
Para lograr este objetivo, he debido someter los “Curso de Teoría del
Conocimiento” a una considerable restricción narrativa para hacerlos más
inteligibles. Por ello, las más de mil páginas que tienen los tres primeros
tomos, los he reducido a algo más de doscientas páginas, lo que me ha
obligado a filtrar discursos, aclarar términos y aderezar algunas estructuras
sintácticas. No obstante, pienso que han quedado respetadas las cuestiones
más esenciales de sus contenidos. Todo ello, se ha realizado pensando en este
potencial sector de lectores que no sean necesariamente especialistas, o
profesores y estudiantes de cualquier rama del saber, que de siempre han
mostrado interés por las cuestiones filosóficas y humanísticas, y en este caso
referido al conocimiento humano. Además, he incluido una serie de
fotografías, dibujos y esquemas que no dejas de ser un agradecido exponente
didáctico que facilita las explicaciones y comentarios que se exponen en las
diversas sesiones en que he dividido el libro.
Quien conozca la historia de la filosofía, no puede menos que sentirse
deudor de los grandes filósofos de las distintas épocas, y que merced a su
generoso esfuerzo reflexivo, nos han aportado grandes luces y claridades
sobre cuestiones fundamentales de nuestra existencia y del mundo entorno.
Entre ellos, pienso que se debe incluir al profesor Polo, por considerarlo
como uno de los más importantes gnoseólogos de la segunda mitad del siglo
XX, merecedor de este reconocimiento. Con sus meritorias investigaciones
sobre el conocimiento humano, ha logrado ampliar el horizonte de las
cuestiones tratadas por Aristóteles y Santo Tomás, puesto que algunas de
estas de ellas están germinalmente implícitas y no del todo desarrolladas. Los
que nos hemos familiarizado con sus aportaciones gnoseológicas,
consideramos que hay que saber aprovecharlas, para proseguir los caminos y
trochas que con coraje hercúleo ha sido capaz de ir roturando.
Por otra parte, es conocido que la gran aportación de Santo Tomás de
Aquino sobre el actus essendi, el acto de ser, quedó diluida y desvirtuada en
siglos posteriores. Pero ya entrados en el siglo XX, gracias a la penetración
de varios autores conocedores del Aquinate, esta cuestión clave del actus
essendi, ha conseguido ser recuperada con profusión y hondura. Pero como
nos advierte Polo, además del “acto de ser”, hay que tener en cuenta el “acto
de conocer”, pues “si este último se omite de modo insuficiente , se aborda
mal el realismo metafísico y el realismo gnoseológico”. Por tanto, junto al
“acto de ser” hay que saber aunar el “acto de conocer”, ensamblando con
rigor y hondura estos dos trascendentales filosóficos; el primer trascendental
que es el acto de ser, acompañado por el segundo trascendental que es la
verdad conocida mediante el conocimiento. Es así como la filosofía del siglo
XXI se robustecerá con inusitadas posibilidades para volver a encontrar la
senda de sus inagotables riquezas.
Amigo lector, este libro puede ser un medio que de algún modo te
permita vislumbrar la fuerza atractiva y pasional del filosofar, de una
actividad tan desconocida como denostada en estos tiempos, teniendo en
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SESIÓN PRIMERA
Esto puede resultar poco tolerable, pues parece que no se deja ningún
resquicio, de tal modo, que el que no haga la teoría del conocimiento humano
de este modo, se equivoca. Ello implica que la teoría del conocimiento de
Descartes, de Kant, de Hegel o de cualquier otro, si no reconocen los axiomas
propuestos, son equivocaciones. Pues sí, lo son; la axiomática lo implica. El
que niegue algunos de los axiomas está estudiando el conocimiento en falso.
La ciencia suprema de la metafísica también debe poder axiomatizarse, si
no, no es la ciencia suprema. Los axiomas metafísicos y su formulación
axiomática constituye un avance, y su temática se traslada en los tres axiomas
denominados “primeros principios”: el principio de identidad, el principio de
no contradicción y el principio de casualidad trascendental. Toda la temática
metafísica está contenida en los primeros principios. El que haga una
metafísica en que el principio de identidad sea conculcado, hace una mala
metafísica, puesto que este principio es un axioma de la metafísica.
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Ejemplos de axiomas:
a).- “No hay efecto sin causa”; su contrario: “hay efecto sin causa”, no cabe.
b).- “el ser no es el no ser”, su contrario es imposible.
El que las cosas sean planteadas como postulados, como si fueran sólo
“casi seguras”, nos produce cierta curiosidad. Pensamos que de este modo se
puede avanzar: “Si con este postulado hemos construido la ciencia hasta hoy,
ensayemos el contra-postulado a ver si sale algo”. Y, aunque sorprenda a
algunos, a veces sale.
Es el caso del postulado de las paralelas, el 5º de la geometría de
Euclides, pues admite contrario. Por reducción al absurdo se intentó la
negación del postulado de las paralelas para ver si en realidad era un axioma
o no, y se comprobó que salían geometrías coherentes como la de Riemann.
Este es el motivo psicológico por el que la axiomática produce cierta
desazón. Si es así, si no puede ser de otra manera nos sentimos constreñidos.
Esta constricción parece contraria a la libertad científica, a la libertad de
investigación, cómo a veces se dice, sin entender bien el asunto.
No todo lo que sentamos como principio posee este tipo de necesidad.
Cualquiera que sea el modo como un postulado se conozca, siempre se
postula como hipótesis, es decir, desde la dependencia de algo exterior.
Advirtamos dos observaciones:
a.- La axiomática de la metafísica versa sobre el ser. La axiomática del
conocimiento humano no es la del ser, sino la de la operación de conocer, la
cual no es del orden del ser sino consecutiva al ser: operari sequitur esse: la
operación sigue al ser. Por tanto, la teoría del conocimiento, remite a la
necesidad previa del ser humano, en el que el supuesto es el ser. Pero ello, no
es impedimento para que la teoría del conocimiento pueda tratarse de modo
axiomático, al poder captar con nitidez y evidencia su carácter necesario,
incluso omitiendo el estudio del sujeto como decíamos anteriormente
b.- En otro sentido, el supuesto o condición de la operación cognoscitiva es la
facultad, que es orgánica en el conocimiento sensible e inorgánica en la
inteligencia. La facultad, tanto si opera o no, en ambos casos es real. La
realidad de la facultad tiene carácter de potencia y es imprescindible para el
significado axiomático de la operación cognoscitiva. Es decir, en cuanto
supuesto de la operación de conocer, la realidad de la facultad no es la
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Axioma químico: El uranio pesa más que el plomo (no admite contrario)
SESIÓN SEGUNDA
1.- El axioma A
El axioma A se formula así: El conocimiento es siempre activo,
conocer es acto. La proposición contraria diría: El conocimiento es pasivo,
conocer es pasividad. Esta última tesis es falsa. Sólo se conoce en tanto que
se ejerce una actividad. El conocimiento es acto y en el caso del ser humano
aparece en su carácter de acto como operación. Ampliando el axioma
diremos: “El conocimiento es la operación de conocer; sin operación no se
conoce objeto alguno”.
El conocer se corresponde con lo conocido, el pensar con lo pensado,
no hay conocido sin conocer, ni conocer sin conocido. Además, el conocer y
lo conocido, sin confundirse uno y otro, son uno en acto. El conocimiento es
acto como operación y puede ser acto como hábito, en cuanto el hábito es un
acto superior a la operación. También el conocimiento puede ser acto como
ser, al referirnos al conocimiento de Dios, en el que el ser y el pensar son
idénticos en acto.
El conocer es activo. Es axiomático que el conocimiento es activo y
que no puede ser pasivo de ninguna manera, pues no se compone de acción y
pasión, es decir, de la acción efectuada sobre una determinada realidad que la
padece: patio. El conocimiento es acto y nada más que acto. La proposición
opuesta de que el conocimiento es pasivo es falsa. De acuerdo con el
axioma A, el ejercicio del conocer es siempre activo. Si se conoce se está
conociendo en acto. El axioma lateral E, establece la correlación del objeto
con la operación: “no hay objeto sin operación”, y su complemento: “no hay
operación sin objeto”. Debido a ello, se le podría llamar “axioma de la no
soledad” del objeto, pues el objeto no se da sólo y de suyo, pues si fuera así,
no haría falta la operación. Un conocer que no conozca nada no es posible, un
conocido que no sea conocido en conexión con un acto de conocer, tampoco
es posible. Fuera del conocer no hay conocido.
Uno podría preguntarse ¿fuera del conocer no hay nada? ¡Esto se
parece al idealismo! No se dice que no hay nada, sino que se dice que fuera
del conocer no hay nada conocido en acto, lo cual no quiere decir que no hay
nada real. La realidad fuera del conocimiento, mientras no sea conocida, no
es conocida en acto. Por tanto, el axioma lateral E no es idealista, ya que
dice: “no hay objeto conocido sin operación”, pero no dice “no hay realidad
sin operación de conocerla”, que es totalmente distinto.
Nuestras experiencias
más admirables son
aquellas en la que
estamos absortos por los
objetos conocidos. Eso
explica que nos
olvidemos que estamos
pensando en acto
También es imposible
que haya conocido sin
acto de conocer
Conocer Conocido
idea. La única manera de que la idea sea plenamente idea, es que esté enla
iluminación misma de la mente y no en sí. El mundo ideal platónico, en el
fondo, no deja de ser materialista, al configurarse fuera de la mente, del noûs.
El único topos no material de una idea es una mente. Aristóteles afirma que
hay formas que están en la materia, la informan. Pero las formas en la materia
son las formas inferiores, al estar contraídas por la materia esas formas no
son inteligibles en acto, sino inteligibles en potencia de ser conocidas. Son las
realidades físicas, las sustancias materiales, constituidas por materia y forma,
que están en potencia de ser conocidas, y son conocidas al conocerlas en acto.
Reflexión: Además del acto de ser hay que tener en cuenta el acto de
conocer. Si esto se omite se aborda mal el realismo metafísico y el realismo
gnoseológico.
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tal inmanencia no tiene nada que ver con el axioma A, con la actividad del
acto. Entender es una operación, una caja no es una operación. No hay que
conceder que las ideas estén encerradas en la mente, como si la mente fuera
un receptáculo, pues no hay equiparación entre un receptáculo y un acto.
Algo de esto sugiere Ortega, al hablar de la jaula kantiana. Diríamos que el
nudo del dilema entre inmanencia y trascendencia, no hay ningún modo de
deshacerlo, si implicamos en ello a la voluntad y marginamos el
conocimiento. En la filosofía moderna esta cuestión se encrespa, porque la
interpretación que se tiene de la voluntad no es griega. Tomemos el caso de
Descartes. Éste no admite que el conocimiento sea activo, para él lo activo es
la voluntad, y lo pasivo el entendimiento. Es una clara conculcación del
axioma A.
Decir que el conocimiento no es una operación, implica ser cartesiano,
o quizá un idealista. Conculcar el axioma A, prescindir de la actividad del
acto de conocer, es hacer imposible la inmanencia de la operación
cognoscitiva, y, ello, ocurre principalmente porque se desconoce en que
consiste la operación cognoscitiva cómo operación inmanente. Aristóteles
deja claro que para él, la voluntad es tendencia, deseo, no enérgia. Pero ahora
lo que conviene señalar es que la operación cognoscitiva no es de índole
voluntaria, y, precisamente, porque es un acto propio del conocer, no puede
ser objeto de interferencia, de intervención por parte de la voluntad. La
voluntad puede influir en la facultad, pero no en el acto de conocer, en cuanto
tal. El axioma A, poco tiene que ver con el inmanentismo moderno basado en
el voluntarismo.
MOVIMIENTO TRANSITIVO
tener ya lo visto. Hace falta una gran capacidad intelectual para descubrirlo
por primera vez, también para darse cuenta de nuevo.
a la causa, sino del fin poseído, es decir, del estatuto más adecuado para el
fin. Los fines poseídos son más que causas finales, pues ser causa no es lo
más perfecto, pues todavía es más perfecto, la posesión del fin.
Sin el conocimiento, el fin, que es la primera causa en la intención,
impulsaría a las causas eficientes para realizar acciones, pero el fin
permanecería siempre fuera, rehusándose, al ser inalcanzable por la acción.
Sería una frustración, un mal fin, si sólo hubiera acciones transitivas, pues al
fin le corresponde el ser poseído, pero sin el conocimiento, sin movimientos
inmanentes, el fin nunca sería poseído. Pertenece a la índole misma del
conocimiento, en tanto que operación, ser acto posesivo del fin. El fin, no
solamente es perfecto, sino que perfecciona y está exigiendo la estricta
posesión que a la inmanencia le corresponde. Por eso, si el ser humano no
alcanza su fin, es incoherente con su conocer.
Objeto poseído
No es posible que un
movimiento transitivo, pueda
producir o dar lugar a un
movimiento u operación
inmanente. La interpretación
evolucionista referida al
conocimiento hay que
desecharla
Lo físico tiende hacia la causa final como fin, pero en el mundo, el fin
no es poseído. El orden es una dimensión del universo, pero el universo no
posee el orden en el sentido que el ver posee lo visto. Hay una radical
diferencia entre lo inmanente y lo transitivo, entre lo que existe en el espacio
y en el tiempo y lo inmaterial. La acción-pasión, la materia y la forma de la
sustancia material es un asunto distinto del conocer. Por ello es problemático
explicar el conocer desde lo físico. Es el falso recurso de las explicaciones
tópicas del siguiente tipo: primero es la materia, luego la vida vegetativa, que
es vida no cognoscitiva, y luego aparece la vida animal en la que se da el
conocimiento. Pero ¿cómo puede salir el conocimiento de las acciones
transitivas, si él mismo no es una operación transitiva?
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SESIÓN TERCERA
objeto que hay que conocer es inaceptable, pues si el acto de conocer es ciego
y el objeto es invisible, se conculca E. La noción de trayecto cognoscitivo en
acto ciego, es lo prohibido por la expresión: “se ve, se tiene ya lo visto.
El “ir a ver” corre a cargo del sujeto, pero no el ver. Para ver una
película es preciso que el sujeto vaya al cine. Y hasta que no ha llegado, no
ejerce la operación de ver las imágenes filmadas. En cuanto se ejerce la
operación de ver, ya se tiene lo visto. La operación de ver nunca va a ver,
sino que ya posee lo visto, de tal modo, que la operación en acto y lo
conocido en acto, son un acto simultáneo. También puede expresarse así:
tanta operación de conocer, tanto conocido. Esta fórmula se expresa mediante
el término de conmensuración, en el sentido de que “conmensurar” significa
“medir con”: tanto acto, tanto conocido, tanto conocido, tanto acto. El acto no
puede ser menos que lo conocido; lo conocido no puede ser menos que el
acto. La conmensuración también puede llamarse “congruencia”.
No es posible un conocer ciego; no es posible un conocimiento sin
conocido. Lo que “está por conocer” significa “lo que está pendiente de la
operación de conocer”, pero antes o fuera de ella, en ningún sentido es
conocido. Lo conocido es coactual, uno en acto; conmensurado. De ahí, se
deduce que es imposible un “no conocido” coactual con una operación, pues
la operación se ajusta a lo conocido y éste a la operación. . Y precisamente
por ello, hay distintas operaciones según el axioma B. Las operaciones son
distintas porque cada una es conmensurada, medida con su propio objeto. El
conocimiento no es mensurante, no es el que mide, sino que está medido por
lo que conoce. Esto excluye la unilateralidad, pues lo conocido en tanto que
conocido está “medido” por el acto de conocer y viceversa., por cuanto cada
acto conoce lo que conoce y no otra cosa, ni nada más. La conmensuración es
recíproca: tanta operación, tanto conocido, tanto conocido, tanta operación. Si
el acto fuera “más amplio”, se conocería más, pero cada acto de conocer
conoce lo que conoce, no más, pero tampoco menos. Estudiar el
conocimiento y exponerlo, conduce a una gratificante admiración.
La operación se encarga de conmensurarse sin que el sujeto tenga que
proponérselo o hacer tarea distinta del conocimiento mismo. El conocimiento
no espera para ejercer su propia teoría. Y esto es admirable. El conocimiento
no es una invención del ser humano, no ha surgido por decisión democrática.
La plena identificación originaria del ser con el conocimiento sólo se da en
Dios ¿Quién sería capaz de organizar como suya una operación cuya
principal característica es que sea conmensurante de suyo? Cuando aplicamos
los tanteos necesarios para el ajuste de la operación cognoscitiva con la
conducta pragmática, tal característica aún sobresale más.
El orden del universo prueba la existencia de Dios. Pero aquí aparece
una ordenación más pura; la ordenación, la simultaneidad de lo conocido al
conocer y del conocer a lo conocido en perfecto ajuste. Hay dos vertientes
hacia el fin: ir a por él o tenerlo ya ¿cómo conseguimos no ir a por el fin, sino
tenerlo ya? Lo conseguimos con el conocimiento. Se tiene ya significa “se
conoce”. Este aspecto del axioma A es la denominada conmensuración, con
lo que se comprende mejor la sentencia de Juan de Santo Tomás: formando
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2. La duda en Descartes
Descartes constata que está conociendo algo ¿de dónde proceden los
objetos? Dice que no lo sabe. ¿Son claros? No lo son. Conozco, pero no sé
que conozco, de ahí que conviene dudar de todo lo que conozco. Esta duda
debe ser universal, y esto supone de momento eliminar lo conocido, ponerlo
entre “paréntesis” como dice Husserl. Dudar de todo significa prescindir de
todo lo conocido. Pero lo que se detecta en primer lugar es que la duda
cartesiana es un acto voluntario que incide en la conexión del par cogito-
cogitatum, conocer-conocido, separándola. En estas condiciones sólo queda
el conocer, y, además, lo he aislado de cualquier posible conocido, lo que me
permite decir cogito-sum: conozco-soy, o también: pienso-existo. Curiosa
manera de conculcar el axioma A. Se establece el cogito sin cogitatum, el
conocer sin lo conocido, el pensar sin lo pensado, justamente al dudar de lo
conocido.
De ello se deduce que Descartes es poco crítico, mezcla el conocer con
presupuestos de otro orden; con el ser o existir, y de ello resulta una grave
confusión. Al afirmar que con el cogito-sum ha hallado el primer principio
del filosofar -pues no puede dudar de él-, ya que es indudable. Con este
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equivoca “es” el equivocarse? ¿El que duda “es” la misma duda? ¿Hay que
decir que equivocarse, dudar, es un acto con el que se identifique mi ser? De
ningún modo, lo que hay que decir es que es un error considerable.
Analicemos esta última observación. El axioma A, al excluir que el
conocimiento sea pasivo, rechaza la noción de duda universal, es decir, se
trata de atribuir a la voluntad un poder sobre el conocimiento, de tal modo
que el conocimiento pueda prescindir del objeto conocido, sin que éste se
extinga. Tal injerencia de la voluntad en la actividad cognoscitiva es
imposible si el conocimiento no es de índole física. El propósito de someter
el conocimiento a la voluntad es totalmente quimérico. La voluntad es capaz
de suspender o impedir un acto cognoscitivo, o también de suscitar otro acto,
pero en ningún caso es capaz de suplantar el acto de pensar en cuanto tal.
Es claro que dudar es una suspensión del juicio, una imperfección que
entraña la imperfección del dubitante, como reconoce Descartes. La noción
de conmensuración impide la interpretación empírica, material del acto, pues
el acto de pensar es inmaterial. En cambio, la interpretación empírica del
sum, de que soy, es inevitable. Los dos atributos esenciales de Descartes son
la res cogitans, la sustancia pensante, distinta de la res extensa, la sustancia
extensa, y sobre todo distinta de la sustancia de Dios. ¿Con qué criterio se
distinguen las tres sustancias? Descartes apela a varios criterios. La sustancia
finita cartesiana, aunque él no pretenda esto, se le va de las manos para
desembocar en la mera posición empírica de los dos atributos esenciales.
Al respecto Kant, expone el empirismo de esta manera: “La existencia
no es un predicado real”. Recordemos el ejemplo que utiliza para confirmar
tal aseveración: “Cien taleros posibles o pensables, son lo mismo que cien
taleros reales en cuanto pensables”. ¿Qué añade la existencia a los taleros, si
su realidad y su pensabilidad son lo mismo? No añade nada, tan sólo su
“posición” en el mundo empírico. ¿Dicha posición empírica, modifica a los
taleros de alguna manera?, es decir, ¿los taleros son más taleros por ser
puestos en la realidad empírica, en la existencia, que el hecho de su
pensabilidad? No son más taleros, porque poner o quitar la existencia es
poner o quitar la mera o simple posición de los taleros en el orden empírico,
en el plano experimental, dejándolos sin afectar al estatuto pensable de los
taleros. Por tanto, para Kant, la existencia no es un predicado real en dos
sentidos: a) no es un predicado que añada notas, si no las añade, entonces, la
existencia empírica no es ninguna nota, y b) No es real, porque no añade
realidad, los fenómenos empíricos no son la realidad, puesto que la realidad
como tal, es incognoscible, en cuanto la realidad pertenece al “noúmeno”, a
aquello que no es cognoscible.
Recordemos que el término de “noúmeno” en Kant, se refiere a la
“cosa en sí”, la cosa en su existencia pura, independientemente y por encima
de cualquier representación categorial o empírica. Por tanto, en el plano del
conocimiento sensible o racional, no se puede abordar la realidad del
“noúmeno”, pues carecemos de la intuición suficiente para poderlo conocer,
puesto que su realidad no entra en el marco de los fenómenos de experiencia.
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SESIÓN CUARTA
1.- La conmensuración
En las teorías voluntaristas o constructivistas, la constitución del acto
voluntario, corre a cargo del sujeto. Pero el acto cognoscitivo es
independiente del sujeto, es acto sin necesidad de constitución subjetiva. De
todas formas es comprensible que el tema del “yo” aparezca de alguna
manera en teoría del conocimiento, pues es indudable que alguien conoce, no
obstante es preferible no atribuir al sujeto funciones que no le corresponden.
El sujeto, la persona humana, no se confunde con el axioma A. No es
conveniente enturbiar la pureza, la nitidez propia de cualquier operación
cognoscitiva.
La noción de inmanencia operativa, abre la noción de conmensuración.
Para lo conocido la conmensuración es un fin en pretérito, un fin ya poseído.
Lo conocido es lo poseído, lo obtenido. Obtenido significa tenido en cuanto
conocido y destacado según el “Ob”. El “ob” no significa una relación sujeto-
objeto, o un enfrentamiento entre ambos, sino la ostentación manifiesta de lo
conocido. E. “ob”, el objeto, significa que lo conocido es manifiesto en tanto
que tenido ahí-ya, y que se puede conocer sin que esto implique que el objeto
se contraponga al sujeto o no se contraponga. El poner al sujeto en danza,
conduce a definir el ob-iectum en términos de oposición sujeto-objeto, como
tradicionalmente se ha ido haciendo, perdiéndose el sentido primario del
objeto que está ahí, yace delante.
Lo que se llama “estar delante” también cabe llamarle “estar presente”
lo conocido, y equivale a su estar poseído en términos de pretérito perfecto,
es lo inmanente en su diferencia con lo transitivo. En su conmensuración con
el acto de conocer, el objeto está dado, se da por esto, el estar presente es de
lo conocido. Este genitivo significa que lo conocido es lo mismo que lo
conocido, o bien que se conoce lo que se conoce, y en modo alguno algo más
u otra cosa. No es un frente-a-mí, sino una ya imprescindible para lo
conocido y sólo para él. El objeto no se confunde con el acto porque la
mismidad es exclusivamente del mismo objeto, del objeto conocido por el
acto.
2.- La intencionalidad
El axioma lateral F, dice: El objeto es intencional. El objeto conocido
es intencionalidad pura o pura intencionalidad, sólo intencionalidad. Lo
intencional no es físico, y esto fácilmente expone a equívocos, pues lo
intencional suple a lo físico. Para facilitar su comprensión, utilizaremos como
3es el caso de de la imagen reflejada en el espejo, ya que parece cumplir los
requisitos que resaltan lo intencional. La imagen del espejo es pura imagen, o
como se suele decir “imagen virtual”. La imagen virtual no es real, pero se
parece mucho a la cosa real de l que es imagen. La cosa está a un lado del
espejo; el lado de la realidad, y la imagen aparece en el otro lado o detrás del
espejo, que es un lado inexistente, pero representativo; el llamado enigma del
espejo. Lo que tiene la imagen de virtual es lo que tiene de irreal, y por ser
irreal, la imagen no es nada más que imagen. El espejo se toma
metafóricamente para designar el conocimiento. La imagen del espejo se
parece enteramente a lo que está al otro lado del espejo; la cosa real, y la
imagen hace sus veces representativamente: rem-praesentare.
¿Qué papel juega el espejo? Reflejar, es decir, rechazar. El espejo no es
un acto respecto de la imagen, en cambio el entendimiento, al conocer, lo es
respecto de lo conocido. Si se pregunta ¿dónde está la imagen? Y se
responde: en el espejo y sólo en él. Cabe formular una cierta analogía: lo
conocido está en el conocimiento como la imagen está en el espejo ¿Eso
supone que el acto cognoscitivo es un espejo? No, en absoluto. Sería una
interpretación incorrecta del axioma A, ya que el espejo no es un acto
cognoscitivo. Por lo pronto es una cosa, un trozo de vidrio cuya transparencia
se ha eliminado.
La imagen no se relaciona con el espejo como el objeto con el acto
cognoscitivo, pues el acto no se parece en nada al espejo. El espejo no es ver
la imagen, sino que se comporta de forma pasiva. La dificultad está en que el
espejo no es un acto de conocer, por ello la imagen no es una intencionalidad
pura, pero sugiere por su sutileza la pura intencionalidad. La intencionalidad
del objeto ha de ser considerada desde el acto, como una proyección, como
un camino transitado, de acuerdo con el acto: intelligere formando et formare
intelligendo, así queda eliminada por completo la pasividad.
El carácter irreal de la imagen especular nos ha aproximado a la
intencionalidad del objeto, pero el conocimiento no se reduce a ser
intencionalidad, pues además de la intencionalidad está el acto, sin el cual no
hay objeto intencional. El logicismo hegeliano, consagra la validez propia de
los objetos, prescindiendo del acto de conocer, lo cual es un equívoco. La
intencionalidad es intencionalidad pura, pero no sin acto. La intencionalidad
coactual con el acto de conocer es pura por no constituida, pues el acto no es
un ingrediente de la intencionalidad.
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LA INTENCIONALIDAD
ES LUZ ACLARANTE,
ILUMINA LA REALIDAD
SESIÓN QUINTA
otra realidad. La conmensuración del acto con el objeto no implica que los
objetos se constituyan de manera real ellos mismos y planteen la cuestión de
su conexión con la realidad exterior como una comparación entre cosas. El
objeto es la intencionalidad misma. No hay problema crítico como problema
fundamental, si se entiende el axioma A.
Objeto intencional
intencionalidad
El “in” de la intencionalidad
El objeto intencional se
refiere al caballo real
El objeto no se
parece con el acto
de conocer con el
que es “uno”, y
forma una estricta
coactualidad
respecto del tiempo. La intencionalidad pura es la luz que está en tensión, una
forma no temporalmente distendida, un fin poseído por el conocimiento.
La intentio no es tendere-a, sino tendere-in, intensidad. No hay que
tender todavía a la cosa en virtud del ya. “En” significa ya. La luz física es la
actualidad en el espacio, vence como una flecha la distancia, pero no el
tiempo. El conocimiento no es una flecha, o es una flecha que ya ha logrado
la diana. Si se ve se tiene lo visto ya. El objeto es una flecha estante, no por
detenida sino por tensa. La intencionalidad no es un trayecto por recorrer,
sino un trayecto ya recorrido, poseído en acto, no transcurrido según el
tiempo, sino formalmente concentrado en su misma tensión.
La tesis es que lo más intencional del mundo físico es la luz, una tesis
ya entrevista por los griegos que dieron mucha importancia a la luz, y
bastante desarrollada por los filósofos medievales. La luz tiene una
intencionalidad peculiar; la luz trae de lejos, lo que implica que es más
intencional que el indicar propio, como el humo respecto del fuego. La luz es
lo más intencional que puede darse en el plano físico, puesto que en la
realidad física, la intencionalidad pura no se puede dar, no existe. La
intencionalidad pura requiere el acto de conocer, por eso no es extraño que el
conocimiento se haya comparado con la luz. La luz cognoscitiva no es
ninguna metáfora, no es sólo la luz visual, sino que todo conocimiento es luz,
luz aclarante de los cognoscibles en potencia.
El segundo orden de consideraciones en esta nueva aproximación a la
intencionalidad es una glosa de Heidegger, según la cual “el hombre es en el
mundo”: In der Welt sein. Esta frase describe lo que constituye la estructura
humana o Dasein. Heidegger expone dicha estructura como una analítica
existencial que es una interpretación categorial del hombre. Sich vorweg sein
in der Welt: el ser proyectándose en el mundo. Ese in se puede reducir al in
de la intentio, porque para el filósofo alemán, el hombre abre el mundo
intencionalmente. Decíamos in-tendere, pero no in como una flecha que se
desplaza, sino como una flecha que mantiene su impulso, clavada en el
objeto, una flecha en el trance de penetrar, de vibrar en el blanco, no en el
trance de ir antes de haber llegado, pues tal “antes” es nulo sin más en el
conocimiento.
SESIÓN SEXTA
SESIÓN SEPTIMA
al órgano al que constituye, antes de ser inmutado como una vez inmutado, es
decir, en cuanto ha recibido una forma o especie distinta.
Una especie “afecta” de modo formal al órgano, lo informa. La forma
exterior recibida mantiene un respecto formal con la materia del órgano de la
facultad, en tanto está en él, pero no por ello el órgano se corrompe; aquí la
resistencia llega al máximo, pues la forma natural del órgano no es
desplazada por más que el estímulo o la especie lo esté modificando. Si el
estímulo es fuerte, puede lesionar el órgano o destruirlo, pero dentro de
ciertos umbrales no hay lesión ni corrupción, sino todo lo contrario, hay vida.
Aquí no hay par corrupción-generación, sino que la forma exterior siendo
inmutante respecto de la facultad orgánica, no desplaza a su forma natural, y
la forma natural, informa tanto el órgano si todavía no está inmutado, como
el órgano una vez inmutado. Ahora es evidente que la forma natural no se
limita a informar al órgano, pues también es forma del órgano inmutado,
formalizado por otra forma recibida, que es la especie impresa.
Si la especie impresa está en el órgano, el modelo hilemórfico no sirve.
La conexión de una forma con una materia ulteriormente formalizada, no es
hilemórfica. Estamos ante un tipo de realidad corpórea más perfecta, dicha
perfección ha de atribuirse a la forma natural del órgano. Una forma natural
capaz de algo más que informar –por lo pronto seguir siendo la forma del
órgano inmutado-, es suficiente para constituir una facultad cognoscitiva.
Centremos la atención en esa forma, que no sólo es capaz de constituir vivo
al órgano, sino de corresponderse con una inmutación, en tanto que esa
inmutación es formal. Se trata de algo superior a las funciones vegetativas.
En estas también hay una asimilación del influjo externo, pero esa
asimilación no se hace en correspondencia con lo que tiene de formal el
elemento asimilado, la asimilación, además, implica cierta descodificación.
No puede decirse que una vibración alimenta al oído.
La resistencia a la corrupción de un
órgano, es el antecedente de una
operación cognoscitiva. La vida es
más que lo físico, y se advierte en las
funciones vitales compenetradas con
lo físico. El conocimiento es vida, la
vida está en el conocimiento.
Decir que algún día podremos conocer la totalidad del cerebro y con ello
observar como se produce el conocimiento, es no saber lo que se está
diciendo.
Es un tópico hablar de las limitaciones de la ciencia, de la inferioridad
del método experimental respecto de la filosofía, pero estas consideraciones
no ven la dificultad. No es una limitación del método experimental, sino una
cuestión de niveles. El axioma B sienta que lo conocido por una operación,
no es conocido por otra. De ahí podemos deducir que conocer las condiciones
electrofisiológicas, nerviosas, etc., de una operación, no es conocer lo
conocido según esa operación. Y pretender que la operación de una facultad
cognoscitiva orgánica, objetive sus propias condiciones es una confusión de
planos, la simplificación kantiana. Observar por un microscopio es una
operación inmanente de conocer-conocido, según la cual aparece el órgano
que se observa, pero lo que es imposible que aparezca es la operación
inmanente, cuya condición es el órgano observado. Y ni siquiera el órgano es
la condición más estricta de la operación, más bien lo es la forma natural del
órgano, en tanto que sobra respecto de la función de informar un sobrante
formal que en absoluto puede aparecer ante un observa.
SESIÓN OCTAVA
1.- Las causas físicas
Respecto a los experimentos de los científicos, hay que decir que se
llevan a cabo con artefactos que sustituyen la observación, pero del
instrumento no se ve sino una aguja indicadora, que es una observación
parcial e indirecta, que supone una construcción inteligente del experimento.
Tal complicación se precisa si se pretende conocer lo físico sin especie
impresa. El objeto formal se suple mediante una traducción controlada que el
aparato registra, ese registro guarda una lejana analogía con la noción de la
especie impresa, y el aparato es una simulación de lo orgánico.
El problema que ahora nos planteamos es la objetivación de la especie
impresa, la dificultad inversa del axioma de la intencionalidad. Todo objeto
es intencional, la especie impresa es una forma, pero la forma intencional y la
forma impresa no son lo mismo. En las facultades orgánicas la potencia es el
sobrante formal respecto de la determinación hilemórfica, esto es, la
independencia formal de la forma natural respecto de la constitución del
órgano. El sobrante formal no es el mismo en todos los casos. La distinción
del oído con la vista o con el tacto, que es manifiesta en sus respectivos
objetos, su distinción apela a la mayor o menor independencia formal de la
facultad, postulando la correspondencia de la potencia formal con el objeto.
Los órganos son distintos si son formalmente distintos, de modo que al no
agotarse en informar es mayor o menor según la índole del informar. Por eso
la psicología enuncia una ley que refiere la asimilación de cualquier especie
impresa a la peculiar objetivación de cada facultad. El carácter sobrante de la
forma sólo se actualiza según un tipo de operación. El frío como frío no se
conoce con la vista, lo que se objetiva como pesado en la mano, no es pesado
para el olfato, lo mismo en el caso del oído, etc.
La especie impresa no es objetivada entera, y se llama impresa en
cuanto recibida por una facultad que impresiona e inmuta a la materia del
órgano. Estas especies no vagan por el mundo, a su vez, la recepción tiene
lugar de acuerdo con la determinación natural del órgano. No se puede
considerar por separado la determinación del órgano informado por la especie
impresa, y el sobrante formal de la potencia activa, ambos aspectos son una
forma entera de la facultad, de otro modo sería imposible el paso desde la
especie impresa al objeto formal de la operación.
Existen organismos cuya capacidad formal de conocer es tosca o
primitiva. En el ser humano esa capacidad se distribuye en cinco facultades
externas, unas más toscas que otras, aunque podrían ser más de cinco. Si lo
más formal del mundo físico fuera la luz, la vista sería la facultad sensible
superior. El sobrante formal como potencia activa de la operación, y la
determinación orgánica, son dos aspectos de la misma forma natural, no dos
formas. La especie impresa es el inicio de un movimiento transitivo
procedente de la exterioridad física, no el fin poseído por una operación
inmanente. Las acciones físicas que se especifican mediante la especie
impresa, no siempre alcanzan o producen un efecto, pues depende del
96
supuesto, en este caso del órgano que recibe la acción. Las operaciones
inmanentes no fracasan, no quedan a medias, las acciones físicas pueden
quedar interrumpidas y su efecto depende de la aptitud y disposiciones de la
causa ex qua. Lo orgánico no es una causa ex qua porque está determinado y
su forma natural no es desplazada, pues “todo lo que se recibe se recibe según
el modo del recipiente”. La forma de la acción física se recibe según el modo
del órgano de la facultad. Correlativamente, el objeto conocido no sólo
depende de la potencia formal, sino también de la determinación y las
disposiciones de la facultad orgánica correspondiente.
El ser humano es capaz de comunicar sus propios objetos a su capacidad
ejecutiva, eficiente. Así surge la cultura. La noción de especie impresa
considerada en el órgano o unida a la energía física, está hoy al alcance de
cualquier fortuna. La teoría del conocimiento no es la técnica y tampoco la
moderna teoría de la información. Pero esta última es una llamada de
atención sobre la importancia de la causa formal. Codificar y descodificar es
adaptar una forma a su concausalidad con diferentes energías y causas
materiales, con objeto de recibir y enterarse de los mensajes.
sino que al iluminar la luz un cuerpo, ese cuerpo tiene colores y no antes, en
ningún sentido. Decir “este cuerpo tiene color” remite a la luz sin más, pues
el cuerpo de por sí, no tiene colores. Los cuerpos son coloreados porque
existe la luz, si no, no lo serían ni siquiera en potencia. Lo iluminado es la luz
en lo iluminado, por eso la luz es lo más formal en el mundo físico.
Después de la luz se crea la vida. La vida es receptora: vita in motu ¿La
luz es recibida por la vida? ¿La luz está en la vida como en el medio? No,
porque el medio no recibe la luz, sino que es iluminado por la luz, pero, en
cambio, si la vida recibe la luz, el planteamiento obliga a un vuelco. Veamos
la hipótesis: si la vida se equipara a la luz ¿está en materia como la luz? El
medio iluminado se ve, ello implica que se ha recibido la luz entera, el rayo y
el foco. Si la luz es recibida por la vida, está como receptora de la luz, es más
que la luz física. San Pablo habla de niveles de luz, y el alma humana se dice
que es una chispa de la luz increada: cintilla Dei, decía el Cusano. He aquí el
vuelco: la luz física es una metáfora de la luz del conocimiento, de la vida
como luz.
Aquí interesa lo que se ha llamado “vuelco”, el cual supone hablar de
una luz receptora que es la vida, una luz que recibe. No se trata tanto de
decidir si la luz puede ser recibida por la materia, como sugerir que cabe una
recepción por parte de la luz; dicha recepción no sería asimilable por entero
a la noción de inmutación. La sugerencia es útil para la comprensión de las
facultades cognoscitivas orgánicas y de la vida en general. Lo que llamo
“vuelco” de la teoría de la luz, puede designarse con la expresión “cambio de
signo”. Nos serviremos de esta expresión en la solución de la dificultad
inversa del axioma de la intencionalidad. Esta es la tesis: la especie impresa
es menos formal que su objetivación, y es más formal en el órgano que fuera
de él.
orgánicas no son capaces de una posesión final que las sature por entero.
Frente a Merleau-Ponty y a Kant, Aristóteles, que entendió la necesidad de la
superación de la estructura hilemórfica, explica la diversidad y pluralidad de
objetivaciones desde el punto de vista de la indeterminación de la facultad, y
muestra hasta que punto es neta en él, la noción de potencia formal, una vez
ha sido inmutada la facultad por distintas especies impresas. Los objetos
también son múltiples.
La indeterminación formal al no ser infinita sino limitada, tiene
extremos, las objetivaciones están dentro de estos extremos. La vista tiene
como extremos el blanco y el negro, los otros colores son determinaciones
que se distinguen entre sí por su distancia respecto a los extremos. El
amarillo se distingue del rojo, porque está más cerca de uno de los extremos,
que es el blanco, el rojo, en cambio, está más cerca del negro.
Aristóteles define tales extremos, como en el caso del blanco y el
negro, como opuestos relativos, y los dos colores son extremos del mismo
género. La unidad de un género es que tiene opuestos, es la indeterminación
formal de una facultad orgánica. Las determinaciones que median entre los
opuestos son las determinaciones objetivas. ¿El verde y el rojo son distintos
según un criterio jerárquico? Sí. Ninguna de las objetivaciones posibles
determina por entero a la potencia, la cual es una indeterminación con
extremos opuestos porque es limitada. Por tanto, las objetivaciones posibles
se definen por referencia a los extremos, y son destintas en tanto que una está
más cerca de un extremo que de otro. ¿Cuál es el mejor? Quizá el que está en
el término medio, equidistando de los extremos, y ello, porque es más
equilibrado. La facultad objetiva de forma incómoda, cerca de los extremos,
y más normal cerca del término medio, porque sus extremos son los límites
de su capacidad. Más allá del negro, no se ve, y, más allá del blanco se
produce el deslumbramiento. Es plausible, por tanto, que el término medio es
el objeto más perfecto.
6.- El sentimiento
La noción de facultad sensible nos ha introducido en una teoría del
sentimiento. Los aristotélicos dicen que los sentimientos son pasiones, no son
objetos conocidos, serían como colorarios del conocimiento. Un sentimiento
es una información sobre “la conveniencia del objeto con la facultad”. Los
filósofos modernos buscan el carácter intencional de los sentimientos. Max
Scheler habla de los sentimientos como intuición de valores, sin duda los
valores tienen que ver con los sentimientos.
Hay sentimientos de la razón práctica y de la razón teórica. Dice
Pascal: “el corazón tiene razones que la razón no entiende”, también es cierto
lo contrario, según una frase de Eugenio D´Ors: “la razón tiene pasiones que
el corazón no siente”. En rigor, lo bello es la verdad, esto para la estética es
decisivo, ya que al margen de la teoría del conocimiento, está la Estética
como teoría del arte que es un hacer práctico
La operación cognoscitiva
revierte a la
facultad sentimientos
108
felicidad está en los actos, no es el placer sin más, sino que los actos van
acompañados del placer, es una de sus consecuencias. La felicidad es la
posesión del fin, es del orden del acto, no de la potencia. El sentimiento es un
añadido, una ampliación estético-útil del acto, pero eso para el ser humano es
secundario. El sentimentalismo es un gran obstáculo para una aproximación
comprensiva de la teoría del conocimiento como análisis de los actos del
conocer.
La dimensión de subjetividad de la facultad en teoría del conocimiento
es necesaria para la operación, pero la facultad no es la persona. La persona
es un tema trascendental que de momento no abordamos. Decir que los
sentimientos son una forma de control, sólo se entiende si se compara un
organismo con el modelo cibernético, pues uno de sus aspectos es la noción
de control. Si los sentimientos funcionan mal, el sistema psicológico se
encuentra en pérdida y el ser humano se descontrola, adentrándose en
diversos tipos de desequilibrios psicológicos. Por eso es importante tener
buenos sentimientos; que son sentimientos cuya información sirva para el
mantenimiento del sistema que no induzcan a funciones discordantes. Es muy
enriquecedor desarrollar los sentimientos, pero en la medida que estén
sometidos a la gobernación del Logos, como tan lúdicamente nos cuenta
Platón en el Fedro, mediante el mito del carro alado. Si un termostato no
funciona bien, la máquina estalla, pero el termostato no es una función
reflexiva total.
Paralelamente al valor informativo-cibernético de los sentimientos
(más cibernéticos son los hábitos) se anula en los llamados estados de ánimo,
ya sea de oscura pesadumbre o euforia exacerbada, cuyo descontrol anímico,
desfragmenta su comunicación con la operación cognoscitiva. ¿Nos podemos
fiar de los estados de ánimo? Kierkegaard decía que no, pues tienen el peligro
de teñir la vida; es como un tinte, y cuando se tiñe y se impregna la vida con
los propios sentimientos, los estados de ánimo quedan aprisionados por ellos.
El sujeto se aísla psicológicamente y entiende lo demás, sólo en función de su
estado de ánimo. Es el conflicto que postula Freud entre el principio de
realidad y el principio de placer. El modelo de Freud consagra el principio de
placer, porqué no sabe qué es el principio de realidad al desconocer el axioma
A, por eso su antropología es reduccionista y patética. El mejor control es
jugar a la verdad, jugar al acto, dejando a un lado todo sentimiento previo,
pues estos derivan “a posteriori” de los actos. La verdad es el mejor control,
lo más prudente, no tiene sustituto de su nivel y categoría.
110
SESIÓN NOVENA
imaginación
Conciencia sensible
SESIÓN DÉCIMA
Conocimiento
intelectual
abstracción
memoria
estimativa
fantasía
imaginación
percepción
sensación
5.- La percepción
La percepción es una dimensión de la conciencia sensible, y se refiere a
los objetos de la sensibilidad externa, sin necesidad de re-objetivación, y sin
que esa referencia sea un sentirlos: la percepción no suple a la vista, el oído,
etc. Suplir sería anular. Si consideramos aislados la vista, el oído, etc., la
función de contraste o diferenciación no es posible. La vista no distingue lo
visto de lo oído, sólo conoce lo visto, y en este sentido es aislada. Es
menester un nivel común respecto de actos, esta es la función de la
percepción.
Precisemos. La conciencia sensible, en este caso la percepción, siente
actos y percibe diferencias. El agnosticismo kantiano se cifra en su
planteamiento del espacio como sensorum hominis, este espacio no puede ser
un conocimiento referible a la realidad en el nivel de la percepción, porque
no es un espacio “percibido” sino imaginado. Para Kant –eso es curioso- el
espacio es a priori porque no procede de la experiencia,, pero a la vez, el
espacio es la organización formal de la experiencia externa en el modo de una
recepción, y es separable de la experiencia externa como imagen pura. Habría
que rectificar a Kant, ya que el espacio es un sensible común –espacio visto,
oído, etc., o una imagen. El espacio de Kant no es a priori, sino imaginado, lo
que supone pertenecer a un nivel objetivo superior a la percepción, cuestión
que no escatima el filósofo de Könisberg, al confundir el nivel de la
imaginación con el nivel de la sensibilidad, confusión de niveles que
gravitará en el resto de su sistema.
La diferencia versa sobre los distintos, pero los distintos no son objetos
percibidos, sino vistos y oídos por separado. La percepción de la diferencia
no suprime la separación, no es una síntesis, porque no eleva a su nivel los
distintos. Los actos se sienten y sus objetos se perciben en cuanto diferentes.
Esto no es realismo ontológico, sino gnoseológico. Hay un realismo que se
refiere al ser –el ontológico- y otro que se refiere a la verdad intencional; el
gnoseológico. El realismo ontológico versa sobre el acto de ser, el
gnoseológico versa sobre lo conocido en atención a los niveles cognoscitivos.
Un nivel de conocimiento incrementa el nivel inferior sin substituirlo,
y versa sobre él desde su propia superioridad, o en atención a lo conocido en
el nivel inferior. Ningún nivel es provisional, ningún nivel superior inmuta el
inferior, de manera que un objeto se transforme en otro. No siendo
provisional es superfluo refrendarlo en sí mismo. El porqué lo visto y lo oído
son diferentes, no puede ser contestada por la percepción, ni formulada por
ella, pero si la diferencia no se percibiera, la pregunta no se plantearía. El
realismo y la garantía de la percepción está en que la diferencia percibida de
objetos se debe a que dicha diferencia es ignorada por la sensibilidad externa,
es decir, por los actos conmensurados con tales objetos.
La conciencia sensible o sensorio común, objetiva actos per modum
commune, pero se refiere a los objetos de dichos actos, notando diferencias.
125
SESIÓN UNDÉCIMA
1.- La imaginación
Como dice el Aquinate, mientras las facultades de la sensibilidad
externa están constituidas biológicamente por el crecimiento orgánico, por la
embriogénesis. y son inmutadas por la especie impresa, la imaginación no
está suficientemente constituida, sino sólo esbozada. Su constitución en
esbozo procede del ejercicio de la conciencia sensible. La imaginación es
motus factus a sensu, el movimiento del sentido en acto. Dicha constitución
es un crecimiento orgánico merced al conocimiento, y tiene lugar, en la
medida en que algo se recibe y se queda en cuanto es formal. Por eso la
“especie” de la imaginación no le conviene el nombre de “impresa”, sino el
de especie retenida (species retenta) Es la vieja noción de Thesaurus, del
atesorar.
Como los órganos de la vista, oído, etc., están acabados de modo
suficiente, la especie impresa permanece en ellos, mientras el movimiento
exterior la está imprimiendo; si el movimiento físico no llega al órgano y
cesa el estimulo, la especie impresa desaparece, no se mantiene, porque no es
constitutiva si el órgano de la facultad ya está constituido. En cambio, el
órgano de la imaginación no está constituido por la embriogénesis. El ser
humano, al nacer, tiene la facultad de imaginar imperfectamente en potencia,
desde el punto de vista orgánico, ya que el órgano de la imaginación se
completa en la medida en que son retenidas especies, de modo que la forma
natural de la imaginación, integra la retención de formas en su propia función
constituyente. Ello implica que su carácter de sobrante formal es muy
acusado. Por eso se llama a la imaginación facultad intermedia, a medio
camino entre la sensibilidad y la inteligencia. Paralelamente, la potencia
imaginativa sólo pasa al acto, si hay recepción de especies, y pasa al acto, en
virtud de su propia facultad orgánica. Apelando a un modelo de fisiología
cerebral, cabe decir, que el órgano de la imaginación consiste en circuitos
neuronales que se van constituyendo y estructurando a medida que se ejerce
la operación de imaginar.
Las neuronas son conexiones posibles que ya existen de antemano,
pero no la fijación de circuitos que inicialmente no están “animados”, son
como prefiguraciones estructurales que permiten un funcionamiento ulterior,
pero ese funcionamiento es formal de suyo: la vida está en el movimiento.
Cuando estas conexiones son establecidas de modo actual, un movimiento
vital se ha implantado, y la imaginación se va constituyendo de acuerdo con
su vitalidad orgánica peculiar. Esto es un esbozo de traducción de la tesis del
Aquinate a un lenguaje más actual. Sea ese modelo o quizá haya que
matizarlo, lo que es cierto es que la imaginación no es una facultad
nativamente perfecta, pues la noción de especie retenida es necesaria para
formular la noción de facultad imaginativa. Si la imaginación se constituye o
está orgánicamente sin terminar, y dicha constitución tiene lugar en el
cerebro, cabe preguntarse si el cerebro es una totalidad dada. Desde el punto
127
tiene remedio. Es la noción del tiempo como negatividad general, una noción
externa a la imaginación. En Kant, el tiempo especulativo es una
generalización del esquema en el que se enhebran y resuelven todas las
antinomias. Pero la consideración correcta de la imagen del tiempo no es
posible, si previamente no se acierta con el espacio, que es lo que le ocurre a
Kant, ya que la imagen de tiempo kantiano, no incluye las nociones de
pasado y futuro, pues estas nociones no son formales sino intencionales, lo
que deja más a la intemperie el esquema de las categorías.
La imaginación es la facultad formal de la sensibilidad intermedia, si
hay algo más que formalidades en este nivel, se han de referir a la memoria y
a la estimativa que son imágenes intencionales. Si las intenciones de la
memoria y en consecuencia del pasado y de la estimativa como proyecto del
futuro, son lo suficientemente distintas de las simples imágenes formales,
posiblemente la memoria y la estimativa sean facultades propias. Aristóteles
no se pronuncia sobre este punto, el Aquinate admite la distinción. En
cualquier caso, la memoria y la estimativa aportan las intenciones de pasado
y futuro, lo que da lugar a una objetivación del tiempo, distinta de la imagen
estrictamente formal del tiempo.
Para precisar algo más la cuestión de la imagen de espacio, volvamos
sobre la observación de que es distinta la objetivación del espacio en el
animal y en el hombre. La diferencia es neta. La imaginación del hombre
supera los límites de crecimiento de la imaginación animal. El espacio
objetivado por el hombre es una dilatación siempre igual a sí misma, la del
animal no puede ser esta. El animal es capaz, por lo menos, de la asociación
por contigüidad, por sucesión espontánea de imágenes en la que la
proporcionalidad es clara, pero no puede objetivar la proporcionalidad
autorespectiva del espacio. Esta incapacidad objetiva, se muestra en su
comportamiento, pues la dilatación sin fin de un objeto carece de sentido en
sus conexiones del entorno. Es decir, en su comportamiento, el momento
cognoscitivo sensible siempre aparece articulado por los momentos
tendenciales, según el repertorio de sus instintos, y, entre los dos, signan
ciertos movimientos que llevan a la satisfacción de la tendencia.
El animal no tiene la posibilidad de vivir, de ejercer operaciones
inmanentes fuera de este esquema. La imaginación en el animal está entre su
percepción y su estimativa. En ocasiones recurre a la memoria. En
consecuencia no imagina descripciones auto-mensuradas, porque son un
mantenimiento cognoscitivo que no conecta con ninguna tendencia. En su
comportamiento, el espacio indefinido no tiene ningún significado, porque el
espacio indefinido es un nivel cognoscitivo estable, un detenerse en la
imaginación sin desembocar en la estimativa. Además, el espacio indefinido
no se corresponde con nada apetecible, y en él no cabe movimiento corpóreo
animal. Los movimientos corpóreos son estereotipos, un cierto elenco que no
está signado por el espacio indefinido, el cual no puede ser recorrido por
motricidad animal alguna.
Es claro que el espacio homogéneo no se integra en la conducta del
hombre como simple ente corpóreo. Tenemos preferencias espaciales que
135
El animal no puede
mantenerse en el momento
cognoscitivo. Para él, dicho
mantenimiento carece de
sentido vital, pues sus
momentos cognoscitivos
sensibles, sólo conectan con
alguna tendencia instintiva.
Cuando no es así, el animal
se duerme y se retrae en sus
propios movimientos
corporales
II PARTE
137
SESION PRIMERA
Dendrita
Dendrita
Núcleo
Cuerpo Vesículas
Celular sinápticas
Ramificaciones
terminales
Axón
SESIÓN SEGUNDA
La investigación neurológica
ha de avanzar en varios
frentes: los procesos
neuronales, los sinápticos, la
relación entre ambos, la
presencia de elementos
surgidos en la actividad
neuronal, la complejidad de
las redes y sus distintos tipos,
también la diferencia entre
funciones de distintas formas
de organización, tales como
las cognoscitivas, las
tendenciales, las motoras y
sus influjos mutuos.
unidad funcional del cerebro es muy elástica: los circuitos neuronales pueden
ser cerrados o en serie; la rapidez de la transmisión depende de la
complejidad del circuito, etc. Esta plasticidad hace posible tanto la
diferenciación como la integración, además, como hemos dicho, el SN no
cumple solamente funciones en orden al conocimiento.
La complejidad del SN plantea muchas preguntas: ¿el SN constituye un
todo? Si fuera así, habría que relacionar lo cognoscitivo con lo tendencial,
con lo motor, etc. Hay indicios a favor de esta respuesta, pero la complejidad
del sistema y su asombrosa plasticidad, desbordan las posibilidades actuales
de matematizarlo, encerrados en un modelo simulado. Asimismo, su
comparación con un ordenador es muy parcial, y esa línea de investigación
no es pertinente para nuestro propósito, pues el sistema puede ser unitario sin
ser un todo, ello no implica que el SN sea algo inacabado por completar, o
considerarlo en relación a algo distinto de él; el resto del organismo, el medio
externo, etc. Funcionalmente el SN es lo contrario a una totalización.
Recordemos su analogía con la embriogénesis, que es algo así como un
analizador del CG, una reproducción diferencial. En el término del
crecimiento orgánico, el SN es una unidad funcional en tanto que no totaliza
sus partes, o no constituye un todo respecto de sus componentes, sino que
respecto de ellos es una organización destotalizada y destotalizante, es decir,
analítica. Ello permite la pluralidad de las facultades.
Posiblemente las inhibiciones ilustran la solución propuesta. Ya hemos
señalado que las conexiones inhibidoras son en orden al conocimiento, más
importantes que las excitadoras, pues en general, sin ellas no sería posible el
control. La noción de inhibición no significa debilitación del conjunto, en
tanto el inhibidor es un medio, no un término, o mejor, inhibición no significa
disminución, sino aprovechamiento formal. La precisión de la funcionalidad
del conjunto requiere el no dejar que cada uno de los componentes funcione
por entero, y esto se logra al final de la cadena medial. Cabe hablar del
frenado, los frenos están correlacionados, no son extrínsecos, sino que lo
frenado muestra sus posibilidades formales dinámicas o funcionales.
El SN no está dirigido a constituirse como una totalidad, pues la
totalidad es incompatible con la pluralidad de funciones, sino que viene a ser
un procedimiento por el cual determinadas posibilidades dinámicas se
integran al destacarse en las partes importantes, de acuerdo con la inhibición
de estas últimas. He aquí la idea difícil de expresar que sugieren los rasgos
del SN que hemos esbozado, denominándolos “de fuera a dentro” propio de
las funciones inhibidoras, marcando una dirección y, a la vez, una
subordinación en que se vislumbra la potencia o sobrante formal. Esto
significa que el SN no se refiere a sí mismo a partir de sus elementos, no se
constituye como un todo, ni utiliza sus componentes en un régimen que lo
tenga como fin. Su funcionamiento más bien unitario, rehúsa constantemente
a constituirse como una totalidad.
La corteza cerebral que es lo más interesante para la teoría del
conocimiento, no muestra una aspiración a la totalidad, sino un autocontrol
distribuido en lo que se tomó como punto de partida para el estudio científico
148
pero ambas neuronas están vivas, lo vivo es lo inhibido, en tanto que resalta
su forma la neurona inhibida vive como tal, y ese vivir es formal.
En cualquier caso, la vida orgánica no es puramente formal, sólo en el
vivir inhibido, lo formal está delimitado de la acción. No confundamos la
inhibición con la constricción. Otro ejemplo: la forma del sello está en la
cera, la cera no ha hecho nada, pero no está viva, no ha recibido la forma del
sello como lo vivo; en ella no cabe hablar de inhibición como una forma de
vivir. Tampoco la recepción de la forma en la cera es el antecedente
funcional de un acto, porque no es una recepción según una forma. Si la cera
recibiera la forma del sello según su propia forma, estaría viva. Si en la
inhibición la forma se destaca, el realismo de los sentidos es indudable y
puede entenderse como un extrañar que descifra. Las formas de la realidad
son formalmente sentidas, el objeto sentido se formalmente intencional. El
objeto es una forma en la realidad, pero en la realidad no es una forma
depurada, sino una forma informando una materia. Lo que es causa formal en
la realidad, es forma objetivada en el acto de conocer.
En la integración terminal de la cadena sináptica se pasa del estímulo a
la especie impresa, el estímulo en bloque no es el antecedente de la operación
cognoscitiva, en tanto que la realidad física no puede hacer más que
estimular. El conocimiento no es propiamente una respuesta, la respuesta es
una activación práctica conductual. Ciertos axones de las neuronas que
integradas constituyen las facultades cognoscitivas, conectan con neuronas
cuyas funciones son de otro orden. Por ejemplo, el cerebelo es una
organización de reflejos, en el sentido de que las respuestas no le hacen
ingresar de nuevo en el mundo físico, pues el conocimiento no va de lo físico
a lo físico, sino de lo físico a lo intencional, y sólo desde éste al mundo
físico, pues el paso de lo físico a lo intencional es la depuración de formas.
Por tanto, la vida es capaz de ir desembarazándose de lo físico, dicha
capacidad es la potencia formal.
Tal como está planteada la cuestión, la fisiología proporciona una pista
que cabe interpretar desde Aristóteles. Para Aristóteles una facultad orgánica
recibe formas en orden a una especificación, que no es una determinación de
la materia. En esto Aristóteles supera a Demócrito, en el cual, la realidad
externa se conoce en tanto que ingresa en forma de átomos materiales más
finos en el cuerpo cerebral. Es una mala solución, pues lo conocido no es una
realidad psíquica, ni una segregación fisicalista al estilo de Demócrito, sino
un objeto intencional. Por lo mismo, el SN como principio de la operación
cognoscitiva ha de reducir la realidad con la potencia formal. El logro de esta
correspondencia es la doble dimensión física-formal de la inhibición.
En resumen: el SN no consta funcionalmente de soportes cósicos, sino
tan sólo de las funciones de dichos soportes. La funcionalidad del SN no es la
supresión de los soportes, ya que no es un sistema inorgánico. El paso de los
soportes a la función es una integración por inhibición. La funcionalidad del
SN marca el inicio de la desmaterialización; no consta de materia, sino que
integra en potencia aquello de que consta. A esto es lo que denominamos
unidad destotalizante de sus componentes cósicos.
152
SESIÓN TERCERA
Descartes, y menos todavía hay que decir que el hombre es puro interés o
puro habitar.
es ser expulsado del plexo mismo, ya sea por terror o por amenaza por parte
del plexo interesante, que se hace hostil y peligroso. El terror, el peligro, es la
experiencia de ser expulsado del mundo por el mundo mismo.
El interés como indicio de la persona no es el conocimiento; sólo lo
presupone. El interés equivale a lo que se suele llamar la conducta: el hombre
es un ser conductual según el interés. El interés es un modo de estar
comunicado a lo interesante, por ello, es una vinculación teleológica. El
conocer es un modo de tener más intenso; la pura posesión del fin. La
intencionalidad del hábito categorial de lo interesante, es más débil que la
intencionalidad intelectual, por eso deriva de ella.
encuentra con la luz, con la verdadera realidad, con el ontôs on. Para Platón
lo verdaderamente real es la idea, la más alta vida es conocer ideas; el otro
vivir es andar entre sombras, apariencias y reflejos. Con esto se corresponde
su tesis, según la cual, el alma es prisionera del cuerpo. El que ha amado la
verdad, el que ha contemplado las ideas, cuando muere, alcanza la isla de los
bienaventurados, el cosmos de las ideas ejemplares y prefectas.
Heidegger no admite la pre-eminencia de la teoría sobre la pragmática,
y propone una ontología que se contrapone a las ideas platónicas.
Anteriormente ya señalamos los inconvenientes del intuicionismo platónico.
Pero al margen de la formulación temática de las ideas, en Platón, el
conocimiento es más alto y distinto del hacer, y en Heidegger no. En
cualquier caso, conocer no es estar en el mundo según el llamado habitar, ya
que el pensamiento es una intensificación de la posesión del fin. El carácter
diferencial del pensamiento con la práctica es evidente; la actitud teórica no
es el interés práctico. Descubrir el valor de la verdad es lo mismo que
descubrir la verdad. La verdad, sí tiene valor en sí misma, no es un “por mor”
relativo, y si no tiene ese valor, no hay verdad, pero si no hay verdad,
tampoco hay valor. “Estar entre” no es el único indicio de la persona. Lo
cognoscitivo no es lo cognoscitivo qua práctico.
Heidegger reconoce que mundo tiene varios significados, y enumera
algunos: el mundo de San Juan es el mundo refractario al Logos divino, y el
mundo visto así, es la posibilidad de que la relación de interés se invierta, es
decir, que el hombre ponga tanto énfasis en su carácter posesivo, en su
habitualidad respecto del mundo, que se deje esclavizar por él. Si lo
interesante prima sobre el interés, lo captura, y ello va en contra de la
dignidad de la persona. En este sentido, el mundo es enemigo del alma. El
mundo heideggeriano no es muy distinto del mundo de San Juan.
Prescindiendo de que se establezca un plexo según un “por mor”, se
puede afrontar el tema del mundo tal como por ejemplo lo considera la
astronomía. Es distinta la actitud de Tales de Mileto y la de un agricultor
cuando observa el sol en el que hay un “por mor” sobre la influencia del sol
respecto de las cosechas. El tiempo atmosférico también es pragmático, en
cambio la astronomía no está en el orden del interés. Al estudiar las galaxias
como tales, no rige inicialmente ningún interés práctico. La vida no es sólo
vida pragmática. Aristóteles decía que el hombre tiene un bíos teoréticos y un
bíos praktikós, uno no es el otro, y la culminación de la vida es la teoría. Dios
es pura teoría, pues Dios no es un ser pragmático, es noéseos noesis; puro
entender y entenderse, no es “por mor” porque es absoluto en términos
finales; es autárquico y autosuficiente.
Solicitud, cuidado, cultura, interés, usar el martillo; estamos aludiendo
a un carácter de la vida que tiene poco de autárquico; manifiesta una vida
menesterosa, en la que el ser humano ejerce una actividad pragmática, al
estar en situación de indiferencia. La pragmática tiene que ver con las
quiebras de la vida, pero la persona no es propiamente un ser en quiebra, es
más propio de la persona el ser desinteresado, que se corresponde con otra
158
Objeto es lo que está aquí delante, lo que está enfrente, sin interés, lo
que yace (kéimenon) Se puede decir que lo intramundano, en el sentido de
“estar-entre”, está constituido por entes, pero no por objetos pensados. Un
martillo cuando es usado no tiene el mismo sentido que cuando uno se
detiene a considerarlo, a pensarlo. En tanto que susceptible de consideración
detenida, llamaremos al objeto pensado objetualidad. Es lo que Husserl en su
terminología lo denomina como “pura esencia”. Una esencia pura está alejada
de cualquier posibilidad de organización manual; las esencias no son
manipulables, las objetualidades no las adscribimos a nuestra vida práctica,
pues no son del orden del hábito predicamental, el cual permite una
adscripción de cosas. Tenemos que dejar en suspenso el hábito predicamental
para establecer un acceso cogitativo-objetivo. La correspondencia conocer-
conocido no es un vínculo accidental.
160
SESIÓN CUARTA
1.- La objetualidad
En la fórmula propuesta “estar-en-el-mundo, el mundo lo tomamos
como la objetividad misma, sólo así es una expresión que descriptivamente
significa el conocimiento intelectual. Si bien el conocimiento del objeto es
indicio de subjetividad, la subjetividad no forma parte de la teoría del
conocimiento, porque el sujeto no es un objeto, ser persona no es ser objeto.
Persona no significa mundo. “Estar-en-el-mundo” es estar abriendo la
objetividad, pero la persona no se abre así, sino desde su intimidad, y por
tanto, no es un objeto. Tampoco debe ponerse a la persona en el plexo de lo
interesante; la persona no es un ente en el plexo de los intereses. Desde la
comunidad de personas cabe un plexo de intereses, pero la comunidad no se
reduce al plexo. Las personas son supuestos radicales, no asuntos de la vida,
sino que los asuntos lo son de las personas. Asimismo, persona no significa
mundo, pues lo trasciende. En suma, en tanto que mundo significa objeto, en
tanto que conocer es la correspondencia con su aparecer, esta
correspondencia no es la del interés. El campo atencional es el objeto mismo.
Mundo ahora significa objetualidad, objeto pensado. En tanto que el hombre
tiene bíos teoréticos, puede corresponderse con el mundo de forma objetual.
“Estar-en-el-mundo” sirve para expresar el carácter diferencial del
conocimiento. Esta expresión es la que Heidegger utiliza para describir el
interés, al entender el mundo en términos de interés pragmático. Para que
“estar-en-el-mundo” tenga un significado teórico, diferencial, tenemos que
usar la palabra “mundo” de modo preciso, para describir la vida teórica en su
distinción con la vida práctica. Heidegger admite que el significado de
“mundo” que él propone, no es el único. La palabra ya se empleaba antes de
él. Para Kant, el mundo es una de las ideas de la razón, en San Juan es un
adversario de la salvación, los astrónomos también la emplean, etc. Pero la
noción de “mundo” que necesitamos no es ninguna de estas cosas. Aquí
“mundo” significa objetualidad, fenomenalidad. La palabra fenómeno aunque
pueda emplearse en varios sentidos, como contra-distinto de sustancia, o
como un mostrarse dóxico, la emplearemos como significado de lo
manifiesto, lo que aparece. Objeto: “ob” = ante, es lo que aparece según su
estar delante en ostensión, yaciendo. Si nuestra atención se cifra en tener en
cuenta el mostrarse de lo que se muestra, no estamos “entre”, y el interés ha
sido sustituido. Estamos despojándonos del mundo práctico, pues no es el
lugar en que habitamos, sino simplemente lo que está ahí delante, lo que yace
delante, que es lo que no está incluido en su uso, sino destacado, y así se
muestra y nada más. Para Hegel, los intereses inmediatos no son racionales.
En todo caso, la razón que es la que construye la historia, los aprovecha como
materiales en su avanzar dialéctico; es lo que llama la “astucia de la razón”.
En Hegel, la noción de interés es dual: los intereses de la razón y la de los
plurales intereses pragmáticos, intentando con esta distinción rectificar la
161
noción de interés economicista propia del liberalismo del siglo XIX, como
interés particular o individualista, Pero el pensar no es el interés.
Aristóteles distinguía el plano de las necesidades de la vida y el plano
de la teoría. El orden práctico es un orden de necesidades que conllevan
cierta contingencia, cierta debilidad en la posesión del fin. Esta debilidad es
patente en el plexo, cuya remitencia queda encadenada con las cosas que
llamamos “por mor”. La teoría en cambio, es una situación de autosuficiencia
en lo que al fin se refiere, y por eso, no remedia necesidades, no modifica
nada. El que se detiene o para a pensar, ya se ha diferenciado del plano de los
intereses. El pensar, es decir, el estar-en-el-mundo como objetualidad, deja en
suspenso cualquier hacer, y se expresa con la fórmula: “al conocer se conoce
y nada más”, o “pensar es pararse a pensar”.
Marx decía que hasta el momento los filósofos sólo han tratado de
explicar o entender el mundo, lo que hace falta es transformarlo. En esta tesis
se contrapone la teoría y la actividad transformadora que Marx llama praxis.
La transformación del mundo es una clara versión del interés, la diferencia
más neta con Hegel, es que en Marx, el interés de la razón ha desaparecido.
La teoría se identifica con la praxis pragmática. Marx desconoce la distinción
de los pragmata, los usos prácticos respecto de la operación cognoscitiva.
La noción de “interés de la razón” de Hegel, indica que la
autosuficiencia teleológica de la teoría, no la acaba de entender bien. El
planteamiento de Marx tiene como base una etapa de la tecnología moderna
que ha pasado por varias fases. En el tiempo de Marx, la clave de la
economía era la metalurgia, luego viene otra fase determinada por la química,
actualmente estamos en la fase de los ordenadores, de los móviles, en la que
no puede hablarse del predominio de la transformación, sino del predominio
de los esquemas formales y lógicos. Las tesis de Marx, dependen de una
situación de época. No debe hablarse de interés en el orden del conocimiento,
al contrario, cuando se piensa no se hace nada, nada metalúrgico, nada
agrícola, nada petroquímico, etc. Cuando uno piensa se limita a pensar; al
pensar sólo se piensa. Eso es así porque el pensar está en el fin.
Ese no depender, ese no tener que abrigarse con un vestido, o
martillear para hacer una mesa, ni ejercer el comercio, es la vida teórica,
aquello que en el hombre se parece más a Dios. Aristóteles dice que el Noûs
es lo divino; nosotros lo ejercemos de forma intermitente, por eso nuestra
vida tiene una dimensión práctica. El ser humano anda solícito, no puede
descuidarse, necesita alimentos. La inteligencia también posibilita la práctica,
a la que se comunica en cierta manera, pero la práctica no es el estatuto puro
de la inteligencia. La inteligencia es superior a la práctica, ya que es su
condición de posibilidad; no hay interés sin inteligencia, pero si hay
intelección sin interés, pues si la inteligencia se agotara en ser condición de
posibilidad del interés, se anularía. La finalización práctica de la inteligencia
es parcial e imperfecta.
La teoría es un indicio tan claro del carácter personal, que justifica
emplear el pensar a favor de la persona. La suficiencia del pensar no es
soberbia, la soberbia es el intento de una falsa autosuficiencia, pero la teoría
162
2. “Estar en lo abierto”
Es legítimo entender la expresión “estar-en-el-mundo” en sentido
teórico. Escribimos la frase en guiones para indicar que no es un juicio. Entre
interés-interesante hay dualidad, pero no puede darse el uno sin el otro,
tampoco es posible un mundo sin estar-en, ni un estar sin mundo, pero para
describirlos es mejor considerarlos por separado.
Intentemos precisar que significa mundo como aquello en que se está,
para describir después el significado de “en”. En la expresión “estar-en-el-
mundo”, el mundo es lo abierto como tal, lo que yace delante. Aquí “abierto”
no se refiere a “la puerta está abierta”, sino lo que no se oculta, lo que está ahí
delante, la misma objetualidad. “Estar-en-lo-abierto” tiene el mismo
significado que “estar-en-el-mundo”. El ser humano está en aquello que está
abierto según el “en”.
Lo estrictamente abierto se corresponde con un sentido del “en” no
circunscriptivo; “estar-en-el-mundo es estar-en-lo-abierto según el “en”. El
mundo es lo abierto pero no sin el “en”. El sentido circunscriptivo del “en” se
debe a que ni la piedra ni el pez, por ejemplo, son alguien, por eso se dice que
163
El conocimiento no es un
ladrón. No le quita nada
al mundo, no le roba
nada, más bien le añade,
ya que el ser conocido en
acto es superior a lo
físico y no entra en
pugna con él
SESIÓN QUINTA
SESIÓN SEXTA
1.- La suposición
Como es sabido, la noción de suposición tiene una larga historia. La
teoría de la suppositio es una de las más importantes de la lógica medieval, y
juega de modo decisivo en la disputa acerca de los universales. Recuérdese la
distinción entre suppositio formalis, suppositio materiales, suppositio
personalis, etc. Aquí la empleamos en otro sentido. Para los medievales
suppositio significa el hecho de que la referencia significativa no es
indefinida y tiene que ver con la referencia de los términos, designando el
extremo último al que la palabra alude. Cuando digo “Sócrates”, supongo una
última estabilización significativa, por ejemplo la individualidad de Sócrates;
el individuo es en este caso la suppositio, la suposición, el último extremo de
referencia al que tal designación remite, designación que se detiene en el
individuo y de ahí no pasa. La suppositio, es un criterio de cierre o
estabilización a partir de una distinción. Como se desprende en las
descripciones establecidas, aquí se entiende la suposición de otra manera. El
objeto es intencional de otro modo que el lenguaje.
El conocimiento es luz; para ello es menester que la presencia no sea
parte constitutiva del objeto mismo. La unidad en acto del conocer y lo
conocido es sumamente perfecta, por ello su descripción exige mucho
cuidado, máxime cuando hay que ajustar nociones que en el lenguaje se
componen mal. La presencia no hace ninguna ostentación de ocultamiento,
sino que se oculta de suyo y no se nota que lo está. La teoría de la suppositio
medieval no establece suficientemente la equivalencia de ocultamiento y
suposición. Aquí decimos que la suposición corresponde a la presencia en
tanto que correlativa con el objeto; hay objeto pensado, supuesto, porque
ocultamiento y suposición son equivalentes. Tal equivalencia se expresa así:
suponer ocultándose lo que ya hay inmediatamente abierto. Según la fórmula
“estar-en-el-objeto, “en” es correlativo con el objeto, de modo que no cabe
pensar sin pensado, ni pensado sin pensar. Nicolás de Cusa trata la suposición
en sus últimas obras. Hegel, exige del comienzo la exención de supuestos, de
objetos pensados, Husserl, insiste en que no debe partirse de supuestos, etc.
La ilustración es el intento de pensar sin supuestos, sin objetos pensados.
Lo que ya hay, cumple las condiciones de la noción de supuesto. El
objeto pensado es el supuesto como tal. La diferencia entre suposiciones;
suponer un individuo, una idea universal, tienen interés desde el punto de
vista lógico, pero en teoría del conocimiento tal pluralidad ha de reducirse a
mismidad. Precisamente porque el objeto pensado está “ya dado”, “ya lo
hay”, es el supuesto mismo. El objeto es la quintaesencia de la noción de
suposición. En sentido estricto, sólo el objeto pensado está supuesto; la
presencia supone ocultándose y por ello destaca el objeto como supuesto.
A veces la noción de supuesto se emplea como equivalente a noción de
sustancia. Así se dice que la sustancia es supuesto de los accidentes, etc.,
175
SESIÓN SÉPTIMA
puede generar. Aquí hay un equívoco como en todos los casos que el axioma
A se conculca. Si el conocimiento es de algún modo pasivo, se opone al fin, y
necesita el concurso de otras causas; si hablamos de proceso dialéctico,
hemos de tomar otra operación vital como modelo de la operación
cognoscitiva.
Lo terminativo, aquello que se acaba y ya no sigue, es lo
constitucional, no lo final. Lo final no es terminativo, sino que puede ser
internamente recorrido. Ese carácter transversalmente transparente del fin, en
tanto que poseído, es la intencionalidad. Pero además la posesión del fin es
máxima en la operación cognoscitiva intelectual, por cuanto la inteligencia es
una potencia formal pura. La descripción del objeto como “lo que hay ya
inmediatamente abierto” indica la posesión del fin cuando la intencionalidad
es máxima, como es el caso de la inteligencia.
La intencionalidad como supuesto, se cifra en la presencia mental
como suposición que se oculta. La inmortalidad del alma es demostrable en
atención al pensamiento, precisamente porque el conocimiento intelectual
proporciona la prueba si se respeta el axioma A y el correspondiente axioma
de la intencionalidad, el axioma lateral F. Según esto, el fin aparece en un
estatuto que apela a la interminabilidad que se nota a nivel intelectual sin
restricción alguna. La reducción del fin a término, a límite, a péras, empieza
a superarse con la vida y acaba de romperse totalmente en la intelección.
¿Existe lo superior a lo natural? La libertad está comprometida con la
respuesta. Si el deseo es lo primario, estamos condenados a ser libres, a tomar
conciencia de nuestra determinación natural, como dice Sastre, en versión
spinoziana. El conocimiento empieza donde la naturaleza termina. El ser
humano desea naturalmente saber, dice Aristóteles, pero saber no es desear.
El conocimiento intelectual alcanza a contemplar el orden del universo, a su
vez, el universo es creado. ¿Hasta donde llega la intencionalidad
cognoscitiva? La distinción entre pensar en acto y naturaleza obliga a
plantear una serie de cuestiones. La teoría del conocimiento estudia el acto y
la intencionalidad, pero ha de considerar también la facultad que no es acto
de conocer, sino su principio potencial ¿Cómo referir la potencia intelectual a
la naturaleza? Este problema ha de abordarse para distinguir la inteligencia
que es inorgánica de las facultades orgánicas. El problema inverso del
axioma de la intencionalidad; aparece ahora enclavada en la distinción de la
facultad respecto del acto cognoscitivo. ¿Una facultad inorgánica es
propiamente una facultad? ¿Cuál es la realidad natural de una pura potencia?
A su vez ¿qué relación guarda lo intencional con lo natural? Examinemos
éste último interrogante.
185
Hábitos Sapienciales
Hábitos 1ºs
principios
raciocinio
juicio
presencia razón
articulante Generalización
por negación
1er abstracto
SESIÓN OCTAVA
El acto puede versar sobre otro acto, pero no sobre él mismo. Una
operación reflexiva, circularmente reflexiva, es una noción sin sentido. La
pretensión de lograr un cierre reflexivo con operaciones, choca en directo con
una imposibilidad. En la filosofía moderna, el renovado empeño por la
reflexión ha terminado en un atasco. La única manera de salir de este atasco
es el conocimiento en hábito. En virtud de la infinitud operativa, los
callejones sin salida son superados con operaciones, no sin ellas, cualquier
ignorancia o ausencia de intencionalidad puede ser iluminada. La
operatividad es infinita, pero no es infinita reflexivamente, si lo fuera se
anularía.
199
SESIÓN NOVENA
SESIÓN DÉCIMA
El Ék-stasis temporal de
Heidegger, resalta la importancia
del pasado y del futuro, con objeto
de superar la pre-eminencia de la
presencia, tal como expone en Ser
y Tiempo. De este modo, sostiene
que se amplia el horizonte de la
comprensión del ser.
pasado futuro
SESIÓN UNDÉCIMA
consistencia nominal, presencial de los abstractos que brota del agua como
verbo. Así se ajusta el “es”.
la inteligencia acompaña
al intelecto agente, éste
ilumina
la especie impresa de la
imaginación, y se produce la
conversión
al “fantasma” o inteligible
iluminado por el intelecto agente
la inteligencia
SESIÓN DUODÉCIMA
como modalidad teórica del saber. Las modalidades prácticas, a su vez, son
plurales. En principio pueden señalarse tres: la más antigua es la magia, que
no se debe confundir con la brujería, que es una degradación de la misma,
después viene el mito y luego la técnica. Aristóteles señala que una vez
resueltos los problemas prácticos, se puede hacer filosofía, y que la filosofía
no es una ciencia productiva, pues los hombres empezaron a filosofar
movidos por la admiración ante los fenómenos sorprendentes del mundo, de
manera que si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el
saber por el saber y no por alguna utilidad.