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LA REALIDAD SUPERA A LA FICCIÓN

Por: Jorge Ramírez y Juan Sierra

Hace 58 años el mundo de las letras vivía uno de los sucesos


más importantes alrededor de la concepción del periodismo. De
novelistas a periodistas fueron cambiando las consignas sobre
cómo debían contarse los sucesos que forman el mundo o
escriben la historia. Por años la ficción había tomado un rol
fundamental en los relatos; siempre era mejor construir
escenarios donde las cosas se dieran tal como la imaginación
dictara, una fórmula que tenía al género de la novela en la
cima, todo esto ignorando un mundo real con una gran
atractivo, pero del que muy poco se contaba.

En medio de ese “desprecio” a narrar con base en sucesos de


carne y hueso, surge el Nuevo Periodismo; un intruso, un
infiltrado, casi un criminal dentro del mundo literario que
tan bien había funcionado hasta entonces, una forma de contar
historias reales aplicando las exitosas herramientas de la
narrativa tradicional: inmediatez, puntualidad de los hechos y
emotividad. Narrar no solo por narrar ni escribir solo por
escribir: despertar las sensaciones y emociones más recónditas
de cada ser, esas que hacen que no seas capaz de dejar el
libro a un lado y la curiosidad de saber lo que pasará en la
siguiente página.

La aparición de esta nueva técnica y el éxito indiscutible que


tiene alrededor de las mentes más y menos brillantes del
mundo, desata la necesidad de crear un nuevo formato para
definir los principios o procedimientos bajo los cuales se
desarrollaría. Y el resultado fueron las cuatro premisas que
serían fundamentales para su madurez de intruso a príncipe.

La primera, contar las historias a partir de una construcción


escena por escena, no contar en un párrafo los sucesos de dos
días sino contar parte por parte, de que ladrillo por ladrillo
se fuera construyendo la narración en la mente del lector.
Para esto fue necesario que las historias dejaran de ser un
producto de la imaginación y pasaran a ser el resultado de la
realidad, una que tenía que ser fielmente contada por el
reportero que ser convertía en testigo de la vida de otras
personas, una vida que aparecía relatada escena por escena.

Esto provoca la aparición de, en segundo lugar, el diálogo


realista, pues su registro ofrece más credibilidad que
cualquier otro procedimiento. La diferencia no radica en su
finalidad sino en su práctica de embellecer el relato con
innumerables detalles para construir el escenario, el
personaje, y la atmósfera que se conectan con el lector. El
otro, menos realista, tenía un proceder más concreto, y vendía
la misma idea en un par de frases. La eficacia o maestría para
la descripción es una de las grandes técnicas que adoptaron
los periodistas. Esto, precisamente, trabajando el diálogo
como un aspecto revelador y completamente exitoso.

También cobra importancia el narrar desde el punto de vista de


un personaje en particular. Hacer que el lector pueda
experimentar la escena tal como lo hace el hombre descrito en
las páginas. Ahora, esta herramienta, aunque enriquecedora,
presentó un problema para los periodistas que no podían bajo
ningún precepto olvidar que aunque estuvieran usando elementos
literarios, no podrían ser ajenos a la realidad, debían
mantenerse fieles a ella. ¿Como saber lo que pasaba por la
mente de los protagonistas de las historias que eran tomadas
de la realidad? ¿Cómo saber lo que sentían a medida que se
desarrollaba todo? La respuesta no tardó en llegar:
preguntarselo a esas mismas personas junto con todo lo demás,
algo normal para un reportero o periodista, cuya herramienta
es, para muchas cosas, esa, la pregunta.

En última instancia, se habla de contar todos y cada uno de


los aspectos simbólicos que se dan en una escena. Más allá de
diálogos y acciones: el lugar, los objetos, los detalles que
estos revelan, una herramienta poderosísima para meter al
lector dentro de los personajes (que no olvidemos, son siempre
reales). Al fin y al cabo, nos sentimos identificados con algo
de ellos, con sus entornos, con sus vivencias o sentimientos,
por su status, esas cosas que te hacen sentir que conoces cada
pulgada del personaje sin que te lo describan completamente,
especialidad de Dickens según el autor.

Son estas las premisas que giran alrededor del Nuevo


Periodismo, uno que llegó para cerrar el capítulo en el que
los periodistas debían conformarse con ser los más pequeños de
la cadena alimenticia literaria, para abrir uno en el que
todos tienen las mismas posibilidades, en el que la realidad
puede contarse desde la cima de la literatura, y donde los
sucesos de carne y hueso cobran la misma importancia que la
imaginación, porque como dicen por ahí, en muchas ocasiones,
la realidad supera a la ficción.

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