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MAESTRÍA DE DERECHO ELECTORAL

TEORÍA POLÍTICA ELECTORAL


DOCTOR HUMBERTO URQUIZA MARTÍNEZ
BRENDA GARNICA MEZA

EL FEDERALISTA

El Federalista “La Nueva Constitución”

Después de haber experimentado la ineficiencia del gobierno federal vigente el


pueblo se llamó para deliberar la nueva Constitución. Hamilton habla sobre las
elecciones que deberá hacer al pueblo ya que se fija que muchas veces la sociedad
elige por medio de consideraciones ajenas al bien público cuando lo que más se
desea es una juiciosa estimación de nuestros intereses verdaderos. Por otra parte,
señala que hay que tener cuidado con cierto sector social, los que buscan
engrandecerse por las dificultades del país o tener mayores perspectivas de
elevación personal en caso de que el imperio se divida en varias confederaciones
parciales. Que otra causa para ser cautos es que nunca estamos seguros de que los
que defienden la verdad obran impulsados por principios más puros que sus
antagonistas. Al igual que muchos de los partidos esperan demostrar la justicia de
sus opiniones y aumentar el número de sus conversos. Un escrupuloso y tal vez
exagerado temor sería el de poner en peligro los derechos del pueblo por un gobierno
inclinado hacia el poder despótico y hostil a principios de la libertad que usaría pura
simulación y artificio como señuelo para obtener popularidad a expensas del bien
público. Porque casi todos los hombres que han derrocado las libertades de las
repúblicas empezaron cortejando servilmente al pueblo: se iniciaron como
demagogos y acabaron en tiranos. Hamilton al hacer todas esas observaciones
pretendía poner en guardia a los ciudadanos contra toda tentativa porque a que
tomaran una decisión que sea para el bienestar social. Ya que procedía a mencionar
con un espíritu favorable a la nueva constitución. Y los por lo tanto asumía que ya la
había estudiado y que les convenía. Debido a que dicha constitución era el camino
más seguro para su libertad, dignidad y dicha como ciudadanos.
El Federalista “Peligros Exteriores”:

Jay menciona lo indispensable de un gobierno, y no menos innegable que al


instituirse este, en cualquier forma que sea, el pueblo debe cederle algunos de sus
derechos naturales a fin de investirlo de los poderes necesarios. Argumentando que
vale la pena considerar si conviene más los intereses del pueblo de América el
constituir una sola nación bajo un gobierno Federal o dividirse en confederaciones
separadas, confiriendo a la cabeza de cada una de ellas los mismos poderes que se
le aconseja poner en manos de un único gobierno nacional. Este pueblo persuadido
de que la seguridad solo podía hallarse en un gobierno nacional ideado con mayor
sabiduría, convoco unánime a la reciente convención de Filadelfia con el objeto de
que estudiara ese importante asunto. Estaban interesados personalmente en la
libertad y la prosperidad públicas y que, por lo tanto, su inclinación no menos que su
deber los llevaba a recomendar únicamente aquellas medidas que, después de la
más concienzuda deliberación, de veras consideraban prudentes y aconsejables.
Estas reflexiones indujeron al pueblo en ese entonces a confiar en el buen juicio y la
integridad del congreso.

El pueblo americano rara vez adopta una opinión errónea respecto a sus intereses y
persevera en ella sin abandonarla. Entre muchos objetos en que un pueblo ilustrado
y libre encuentra necesario fijar su atención, parece que debe ocupar el primer lugar
el de proveer seguridad. Jay pretendía considerarla en lo que se relaciona con
conservación de la tranquilidad y de la paz y en conexión con los peligros
provenientes de armas e influencia extranjeras, así como las amenazas de igual
género que surjan de causas domésticas. Las causas justas de las guerras derivan
casi siempre de las violaciones de los tratados o de la violencia directa. Es muy
importante para la América el que observe el derecho internacional frente a todas las
potencias. Parece evidente que hará esto con más perfección y mayor puntualidad
un solo gobierno nacional que trece estados separados o tres o cuatro
confederaciones distintas. El gobierno nacional no solo ofrecerá menos causas justas
de guerras, si no que tendrá mayores facilidades para arreglar conflictos y para
resolverlos amistosamente.

La seguridad del pueblo americano frente a la amenaza de la fuerza extranjera no


depende solo de que evite ofrecer causas justas de guerra con otras naciones, sino
también de que sepa colocarse y mantenerse en una situación tal que no invite a la
hostilidad y el insulto; pues no es necesario hacer notar que para la guerra existen
tanto causas simuladas como causas justas. Las naciones emprenden la guerra
siempre que esperen un provecho de ella. Como la seguridad de todos es interés de
todos y no puede conseguirse sin gobierno. Por eso un solo gobierno puede reunir y
utilizar el talento y la experiencia de los hombres más capaces para resolver los
conflictos que puedan presentarse en una nación unida que si está dividido en tres o
más organizaciones distintas. Porque si por ejemplo si hay 4 gobiernos en una nación
y es atacado el territorio de ese gobierno no entrarían los demás a defenderlos
porque pondría en riesgo su territorio en fin Jay enumera un número de desastres
que podrían suceder al igual que las naciones extrajeras vería débil a la nación y no
tardaría en atacarla. Las alianzas entre las naciones vecinas son una forma de
asegurar que no se invadirán entre ellas mismas.

Las causas de hostilidad entre las naciones innumerables hay unas que están en
constante operativo sobre la sociedad, a estas pertenecen la ambición del poder o el
deseo de preeminencia y de dominio, la envidia de este poder o el deseo de
seguridad e igualdad hay otras como las rivalidades y competencias de comercio
entre las naciones mercantiles. Y existen otras que residen en los afectos,
enemistades, esperanzas, intereses y temores de los individuos principales en las
comunidades de que son miembros. Muchas veces las guerras son fundadas por
pretextos comerciales, aunque la razón de ellas es por cuestiones personal u
ambición del poder o territorio. Las naciones vecinas son naturalmente enemigas, a
no ser que su debilidad común las obligue a unirse en unas Republica confederada
y su constitución evite que incite a todos los Estados a engrandecerse a expensas
del vecino. América, en el caso de disgregarse completamente, o de quedar unida
solamente por el débil lazo de una simple liga ofensiva y defensiva, se vería envuelta
gradualmente, como consecuencias de dichas alianzas discordantes, en los
perniciosos laberintos de la política europea y en sus guerras; y que con las
destructoras contiendas entre sus partes componentes se convertiría en la presa de
los artificios y las maquinaciones de potencias igualmente enemigas de todas ellas.
Divide y Reinaras.
El Federalista “Las consecuencias de la hostilidad entre los Estados”

Que, si se llegase a aceptar como verdad que los distintos estados, en caso de
desunión, o tantas combinaciones de ellos como se formen al fracasar la
Confederación general se verían sometidos a las mismas vicisitudes de paz y guerra,
de amistad y enemistad de unos con otros y como consecuencias la destrucción de
vidas y propiedades. Los ejércitos permanentes que, aunque perjudiquen
aparentemente la Libertad y a la Economía ofrecen, sin embargo, la gran ventaja de
imposibilitar las conquistas súbitas y de evitar una guerra antes de que se implantara.
La fortificación ha contribuido a que se obstruyan invasiones. El ensanchamiento del
poder ejecutivo y la preponderancia del poder militar sobre el civil se darían al Estar
un Estado en constante peligro, obligarían a las naciones más apegadas a la libertad,
a buscar la seguridad y el descanso en instituciones que tienden a destruir sus
derechos civiles y políticos. Para estar más seguras, acaban por estar dispuestas a
correr el riesgo de ser menos libres. La Nueva constitución no prohíbe los ejércitos
permanentes ahí se infiere la conformidad con ella. Aunque existe una ventaja de
tener los ejércitos disciplinados porque tienen más frecuencia de ganar algún
conflicto que se presente con otros Estados. Hay también una gran diferencia entre
los institutos militares de un país rara vez expuesto por su situación de invasiones
internas, y los de otro que las sufre con frecuencia y vive temiéndolas. Los
gobernantes del primero carecen de pretextos para mantener en pie ejércitos tan
numeroso como los que necesita el segundo. Como estos ejércitos, en el primer
caso, raramente o nunca entraran en acción para la defensa interior, el pueblo no
corre peligro de acostumbrarse a la subordinación militar. En un país que se halle en
el segundo caso; la continua amenaza del peligro obliga al gobierno a estar
preparado siempre a repelerlo, sus ejércitos deben de ser numerosos para la defensa
instantánea. El estado militar se encumbra sobre el civil el pueblo llegara a considerar
a los soldados no solo como sus protectores sino también como sus superiores. El
ejército no podrá en peligro la libertad si el estado se une. Si tenemos la prudencia
de conservar la unión, es verosímil que gocemos durante siglos de ventajas
semejantes a las de una situación insular.

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