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Resumen
El eje de este escrito está centrado en las ideas psicoanalíticas que a posteriori
de Freud, Ferenczi y M. Klein, fueron desarrolladas por Bion y Meltzer
quienes son sus continuadores.
Se suele reconocer a Bion (1961), como un autor que con su gran creatividad
dimensionó los fenómenos grupales e institucionales. En su libro sobre la
experiencia con grupos planteó de una forma precisa y clara los fenómenos
mentales que se desarrollan en todo colectivo humano.
Se podría decir que hay “un primer” Bion, ligado al pensamiento y desarrollo
de los fenómenos grupales. Esto lo llevó a escribir sobre esa experiencia, a
principios de la década del sesenta del pasado siglo. Para ello, recogió trabajos
de los años cuarenta, como: Tensiones intragrupales en terapia (1943),
Experiencias en grupos (1948) y Dinámica de grupo: revisión (1952).
Señala Bion que va a pensar la terapia grupal desde dos significados que, a su
entender, tienen lugar en este tipo de clínica. El primero de ellos se refiere a
una terapéutica especial, con un número determinado de individuos reunidos
para llevar a cabo esa tarea. Aquí ya esta remarcando, que se trata de un
abordaje clínico sobre el sufrimiento psíquico, que tiene una característica y
una especificidad diferente a la individual. El segundo de los significados,
estaría guiado a descubrir cuál es el entramado grupal que hace relativamente
fácil una actividad con características de cooperativa. Aquí ya le concede
preeminencia a una mentalidad grupal, que por momentos prevalecería sobre
la individual. Ello, en el mejor de los casos, conducirá a los miembros del
grupo a trabajar de una forma intersubjetiva, donde la cooperación entre ellos
En referencia a esto, Bion puso en marcha dentro del grupo con el que
trabajaba en el ejército, un espacio de entrenamiento para elaborar estos
patrones neuróticos de cada uno de los miembros. Así surgió que estos últimos
denunciaban la existencia de algo que se escondía dentro de la institución, a la
que denominaban la patraña, pensó que estos aspectos persecutorios requerían
de una elaboración particular desde un vértice ligado al pensamiento , así se
pudo elaborar toda la fantasía que en su entramado se desarrollaba de forma
conflictiva y patológica, la que devino en un nivel inteligible para la
dimensión mental individual y grupal.
Volviendo a Bion (1961), podemos decir que aquí radica su genio, al poder
pensar sobre los fenómenos mentales grupales más primitivos, a los que pudo
abordar con desarrollos teóricos pertinentes a todo avance científico que se
precie de tal. En este trabajo nos ilustra sobre todo esto que pienso, cuando
dice que conviene prestar atención al fenómeno social e individual y no negar
el tratar estos trastornos patológicos por medios psicológicos.
Esto nos conduce a lo que ya señalara Freud, sobre nuestra condición de seres
gregarios, dada nuestra dependencia inicial con la madre, con esa primera
vivencia de satisfacción que nace de y por la necesidad de la ayuda ajena.
Estamos sujetados a un tejido grupal, social a partir de nuestra propia
originalidad como sujetos humanos que es el desamparo inicial.
Con el aporte del par continente-contenido, W. Bion nos advirtió aún más
sobre las profundidades de la mente, ahora contamos con estos conceptos que
nos hacen pensar en lo institucional, dónde la institución puede funcionar
como el continente que puede o no digerir los estados emocionales de su
membrecía o, que estos, pueden sufrir estados turbulentos como efecto de la
actividad de la mente de sus líderes, los que pueden conducir entre otros
caminos: al caos, al funcionamiento con estados confusionales, los cuales son
nocivos para todo el entramado individual y social.
Asimismo Bion, acuñó el concepto de cambio catastrófico, que tiene que ver
con las conceptualizaciones de continente y contenido. Está ligado a los
estados mentales de psicosis y neurosis. En la psicosis, todo cambio se lo vive
como un cambio de los contenidos mentales los cuales no pueden ser acogidos
y contenidos por el sujeto psicótico, mientras que en la neurosis, el continente
está mejor estructurado, es más permeable a los cambios de los contenidos,
donde el sujeto sale beneficiado por la adquisición de nuevos contenidos-
pensamientos, los cuales lo llevan a enriquecerse por los cambios que se
introducen. Todo este entramado tiene que ver con las tres dimensiones
vinculares a las que denomina L (amor), H (odio) y K (conocimiento).
Bion (1974), con respecto a todo esto que venimos diciendo y sobre todo a
este último parágrafo, dice que los psicoanalistas deberían habituarse a
funcionar con teorías abiertas y no cerradas, para devenir un pensamiento
científico y estético. Podríamos pensar que el psicoanálisis se vio
enormemente enriquecido por el pensamiento de Bion y, a mi entender será D.
Meltzer el que continuará con esta tarea, que tiene una profunda raigambre
histórica y genealógica dentro de la llamada escuela inglesa.
Todo esto nos va a conducir a una nueva forma de pensar el psiquismo, tal
cual D. Meltzer (1974) lo va a desarrollar. Así va a retomar la obra de M.
Klein, ligada a los espacios internos dentro del cuerpo de la madre, el
complejo de Edipo temprano, que es de característica pre genitales y con
objetos parciales (pene del padre-heces-niños), más el desarrollo del análisis
de niños, dónde ubica como característica técnica fundamental la caja de juego
(como símbolo del cuerpo materno). Ya estará en condiciones de dar un salto
en su teoría y su gran contribución con el concepto de identificación
proyectiva.
En este sentido Freud (1924), va a decir sobre este lugar de los padres dentro
de la mente del sujeto humano, al señalar que el Superyó le debe su existencia
a la introyección en el Yo de los primeros objetos, soporte mental de las
primeras identificaciones, vía el Ello y a la pareja parental internalizada.
Desde este vértice de las conceptualizaciones freudianas, se puede afirmar que
ahora esos padres que en algún momento fueron objetos externos,
pertenecientes a la realidad material externa, ahora pertenecen al mundo
interno, son objetos internalizados y tienen su sede dentro del sujeto.
Esta dialéctica realidad externa-interna, Freud (1925), la recrea al decir que ya
no se trata de algo percibido en el mundo, algo exterior al sujeto, sino que ha
devenido interno vía la introyección y, que también, existe en el mundo, como
algo real.
Meltzer (1990) dice sobre la mente y su ligamen con la belleza: <<…la mente
es la función generadora de metáforas que utiliza la gran computadora para
escribir su poesía y pintar sus cuadros de un mundo resplandeciente de
significados. Y el significado es, en primer lugar, la manifestación
fundamental de las pasiones que tienen relación con la belleza del mundo>>
(1).
La dimensión clínica
Desde el comienzo del análisis e historizando su vida, había surgido que del
vínculo con su madre, de característica depresiva, ella experimentaba un
ligamen de una relación confusa, difícil y desestructurante. Mientras que con
el padre, la experiencia fue distinta, dado que este había intentado conducir el
grupo familiar, asumiendo un lugar omnipotente queriendo sostener tanto el
aspecto materno como paterno.
Isabel reconocía que su padre le había legado el amor por el arte plástico, al
comprar dos cuadros de un pintor desconocido. Estos cuadros fueron
expuestos, en una de las paredes de su casa de la infancia.
En Isabel, podemos detectar lo que Meltzer, continuando con las ideas de Bion
desarrolló, sobre los espacios psicóticos y neuróticos, las transformaciones
mentales que se producen desde lo grupal a lo individual que permiten inferir
las dimensiones de los contenidos y la especificidad del continente que
contiene estas dimensiones corporales y mentales en todo sujeto humano.
Estas dimensiones se llevan adelante en un proceso de análisis, dónde la
transferencia que establece el paciente con su analista, le otorga una una
historia natural que es específica a ese vínculo, que conlleva a la integración
en el paciente de los diferentes períodos de su vida.
Bibliografia
BERENSTEIN, I., PUGET, J. (1997), Lo vincular. Clínica y Técnica
Psicoanalítica. Editorial Paidós. Buenos Aires. Argentina, 1999.
Email: oaelvira@hotmail.com