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POR
MARCOS J I M É N E Z DE LA ESPADA
BRUSELAS
IMPRENTA DE AD. MERTENS
(1) C a b u r i l » , C»,: mor. del Orde de S. .I iiy, en el Pira; lili. II, cap.
II, § (i.
(?) 1*. 1'. [,07.¡ino, Historia de la Computo ¡a 4<: Jcxns de la prorinein del
Paraguay, 1755; lili. [, cnp. XX.
6 EL HOMBRE BLANCO Y LA CRUZ EN EL P E R Ú .
(1) L . c . g x x i .
8 EL HOMBRE BLANCO Y LA CRUZ EN EL P E R Ú .
(1) Asi en la cilicio ilo 1 (le 100¿ y en la 'le Barcia; sin iluda por
Quine.
EL HOMBRE BLANCO Y LA CRUZ EN EL PERÚ. 9
principales, que tienen por certísimo, por tradición derivada
de padres á hijos, que el glorioso Santo Tilomas Apóstol
vino á sus tierras de ázia el Mar del Brasil, y atravesando
el rio de la Tibaxiva (asiento antiguo de sus pasados y de
ellos), que entonces estaba cuaxado de Indios, fue por esos
Indios del Campo al rio de Huybay, y de ai atravesó hasta
el rio del Piquiri, de donde no saben á donde fue. Al prin-
cipio de este rio dicen los Indios que están las pisadas del
glorioso santo impresas en una peña, y que el camino por
donde atravesó estos campos esta todavía abierto sin ha-
berse cerrado jamas ni haber crecido la yerba de él, con
estar en medio del Campo y ser camino nunca cursado ni
hollado de los Indios; y las peñas por donde viene este
camino, dicen, están abiertas, haciendo por medio de ellas
un sendero igual al mismo suelo, y esto afirman que ellos
mismos lo han visto » (I).
Con estos antecedentes, no le fue diflcil al P . Ruiz de
Montoya tropezar con el camino del Apóstol, cuando entró
á tierras de Tayatí de la provincia del Guayrá doce años
después, en 1624; y en efecto, lo descubrió con sus mismos
ojos á 200 leguas de la costa brasilera, tierra adentro, merced
á lo cual pudo describirlo con más pormenores que el P . Ca-
taldüio : « tiene ocho palmos, — dice, — de ancho, y en este
espacio nace una muy menudayerua, y á los dos lados deste
camino crece hasta casi media vara, y aunque, agostada la
paja, se quemen aquelles campos, siempre nace la yerua á
este modo. (2) » El buen jesuita ignoraba donde tenia la
portentosa senda su principio, pero habiéndole certificado
algunos portugueses que corria muy seguida des le el Brasil,
y que comunmente le llamaban el camino de Santo Tomé, y
sabiendo él, ademas, por fama constante entre portugue-
ses ó indigenas, « que el Santo Apóstol habia comenzado á
(1) L. c.
(2) « lil P . Ruiz de Montoya... viniendo á esta Corte, trajo un mapa de
sodas ellas [las reducciones jesuíticas] bien delineado, señalando en él este
notable camino. Después, en el libro que sacó á luz, explicó mejor esta tradi-
ción. » Antonio Rodrigue/, de León Pinelo. El l'arayso en el Nuevo
Mundo. Ms. — 1656; lib. II, cap. 12» : Hombres en el Nueco Mundo
anteriores al Diluvio.
(3) P. Lozano, 1. c , lib. I, cap. X X .
EL HOMBRE BLANCO Y LA CRUZ EN EL P E R Ú . 11
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tinlij, <in ;i, soiu de l;i raviver de temps ;'i alllre. »
(l¡ l > \ i i - n i a parle de la colecciini de Mala Linares, conservada en la
lieal Academia, de la Historia ; t. 00. — Faltan los dibujos.
El. HOMBRE BLANCO Y LA CRUZ EN EL PERÚ. 15
pareció sobre ellas en un concurso de gentiles, al tiempo de
los primeros conquistadores. Saqué dibujo de ellas con
cámara obscura del mismo modo que se nota en la lámina...
Al rededor de ellas hay mucha maleza. Tienen de altura
10 varas castellanas medidas por mí (í) ».
« También se dice que en otras piedras casi iguales, en los
exidos del O. N. O. de la misma plaza, sobre ellas están
impresas huellas, donde una tradición vaga y sin fundamento
mantiene que pareció vivo sobre ellas, en tiempo de la
predicación de los Apostóles, Sto. Tomas, predicando á los
mismos Indios, profetizándoles la venida, en los siglos futuros,
de algunos cristianos que les habían de sacar de sus idola-
trías y convertir al cristianismo,y otras muchas ociosidades
inventadas por los expulsos, que las fabricaban para ser
exaltados á medida de su ambición y de sus crédulos devotos.
En el dia estas piedras están derribadas y en poco tiempo se
verán enterradas en este propio lugar bajío. »
« Otras tales piedras dicen haber en este mismo rio al
norte, que se reconocen en tiempo de seca, cuando están
bajas las aguas del rio, que también pintan haber pasado
por allí el mismo santo y haber dejado las huellas señaladas
en ellas. No las he Aisto por falta de ocasión que solicité. »
De la capilla del Apóstol trata mas extensamente en estos
términos: .
« El 25 de agosto de 1748, salí de esta ciudad para las
Cordilleras á unas 14 leguas de distancia, y en la chácara
del Dr. 1). Antonio Peña, arcediano de esta Sta. Iglesia, me
mantuve 18 dias,procurando con el sosiego que me prometió
la campaña, dedicarme al conocimiento de algunos árboles
de particulares y raros frutos aunque silvestres, por que los
más se comen en conserva, etc. »
« Tanto me fue ponderada por distintas y graves perso-
nas, con prevención, desde Buenos-Ayres, una cueva intitu-
l l ) J). Félix ele Azara marca (ambien estas piedras en su plano de la
ciudad de la Asumpcion,
16 EL HOMBRE BLANCO Y LA CRUZ EN EL PERÚ.
(1) P. Lozano, Hist. deja Conq. del Paraguay, etc., lili. I, cap. III.
Por 110 apartarme de la seriedad que conviene á estos asuntos de profe-
cías, quiero poner fuera del texto, como nota y para que se vea lo que
valen vaticinios indianos, este que consigna el año de 1583, en su Memo-
rial de méritos y servicios, Sancho de la Cueva, clérigo que fué cou Pedro
de Lagasca al Perú. Dice que Labia doctrinado en varias provincias en
tiempo del virey D . Francisco de Toledo, en cuya época fueron los ingleses
(de Drake) al estrecLo de M a g a l l a n e s : y que los indios le decían que sus
ídolos les pronosticaban "que habían de venir otras gentes de guerra á
conquistarlos, y que no habían de tener sacerdotes, sino que habían
de vivir con los ritos de sits antepasados, y que creían que estas gen-
tes serian los ingleses. (Archivo de Indias.)