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LOS EXPRESIDENTES SON INSACIABLES

Joel Vargas.
Todos los expresidentes mexicanos que aún están vivos para desgracia de México, son
muy ricos pero también muy fastidiosos. Todos llegaron al máximo poder sin antecedentes
de empresarios millonarios o de políticos muy ricos. Salieron de la alta burocracia, cuyos
salarios correspondían a un secretario de estado. Sufrían, pues, limitaciones económicas.
Terminando sus respectivos sexenios eran dueños de miles de millones de pesos y de
bienes también cuantificados en millonarias cantidades que no podían ser comparadas
con los medidos ingresos salariales.

Y pudiera pensarse que como buenos mexicanos, generosos con la patria que les brindó
la oportunidad de enriquecimiento a ellos y a sus familiares, se retirarían a la vida privada,
empresarial o turística, etc. y permitir que el país avanzara al encuentro de su necesario
desarrollo; pues no, los expresidentes viven una incesante ebullición política, están en
efervescencia remando a sus propios intereses que no son los de la patria que requiere de
paz social, institucional y política.

Si política es el arte de bien gobernar, ninguno de los expresidentes obtendría una


evaluación de excelencia, más bien estarían reprobados. Están confundidos, no ven más
allá de su negro escenario donde no se aquilatan los sentimientos del pueblo. Nadie se
atreve a decirles que son despreciados, que no hay gratitud a su favor, que son odiados.
Que no gobernaron bien. Que la política la utilizaron para enriquecerse. Que fueron
detentadores de un poder espurio. Varias de las grandes desgracias de este país la han
provocado los expresidentes y siguen topeteando la ubre.

La política en su alto nivel, encabezada por Peña Nieto, da la impresión de estar integrada
por un grupo de esotéricos donde solamente unos poquitos saben a fondo como se
encuentran las entrañas de la patria y hacia dónde la quieren arrastrar. El pueblo ignora
todo. Está en tinieblas. No entiende tantas acciones en la lucha a muerte por el poder. Los
tres poderes están enfermos y lamentablemente sometidos. Los ricos expresidentes
deben irse muy lejos de México una larga temporada en tanto el país se enfila a su cabal
desarrollo. No es así, ellos quieren más poder y más dinero.
Adolfo Suárez fue elegido presidente de España después de cuarenta años de dictadura
franquista que interrumpió la monarquía española. Su gran trabajo, su inconmensurable
valía histórica fue unificar todas las corrientes políticas de su país, incluyendo el partido
comunista para entrar a una socialdemocracia al amparo de la monarquía. Y se retiró a su
casa, sin robarse nada ni andar empujando a su mujer a la farándula política. Nunca más
se colocó frente a los reflectores, supo a tiempo que su misión patriótica había terminado.
Hoy existe una España ordenada y pujante.

Acá estamos de la chingada. Todos los expresidentes disponen por ley de setenta militares
para cuidar su seguridad, de veinte secretarias administrativas, mas choferes, cocineros,
jardineros, afanadoras para la limpieza. Se les otorgan, cinco millones de pesos
mensualmente a cada uno, no obstante que son muy ricos. Echeverría posee grandes
inversiones en el caribe mexicano, en el ramo turístico. Salinas, el chaparrín o el salinillas,
como lo ironizó Fox, es petrolero con refinerías en Texas, mimetizado con prestanombres.

Zedillo posee grandes negocios en México y Estados Unidos, donde está de empleado con
las mismas compañías ferrocarrileras a quienes vendió Ferrocarriles Nacionales de México.
Fox es riquísimo, posee inversiones en el ramo petrolero. Es dueño del Centro Fox, algo
así como la octava maravilla del mudo. Calderón es multimillonario, ingresa a su hogar por
salarios y demás rampiñadas más de diez millones de pesos cada mes, pero le falta otra
pensión vitalicia para su esposa.

La podredumbre es extensa. Sería bueno leer el libro El Amasiato y Fox, el petrolero.

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