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INSTITUTO UNIVERSITARIO

POLITECNICO
SANTIAGO MARIÑO
EXTENSION – MERIDA
PROF. ARQ. VERONA
SANTIAGO
HISTORIA DE LA
ARQUITECTURA III

1
# 41 *ANDREA VANESSA
MORA ROJAS
C.I: 18.125.874
ÍNDICE

I. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………3
II. CAPITULO 1 (EUROPA DEL SIGLO XVIII)………………………… 4
• LA BURGUESÍA………………………………………………………….4
• EL CAPITALISMO INDUSTRIAL……………………………………….4
• PRIMERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL……………………………...6
• SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL……………………………...7
III. CAPITULO 2 (LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA
ARQUITECTURA)……………………………………..7
IV. CAPITULO 3 (LA ARQUITECTURA DEL HIERRO)…………………8
V. CAPITULO 4 (TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS DE LA
ARQUITECTURA DEL HIERRO)…………………….11
VI. CONCLUSIÓN……………………………………………………………13
VII. BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………..13

INDICE FOTOGRAFICO

 Figura 1. Crystal Palace………………………………………………...10


Fuente: http://historia.mforos.com.
 Figura 2. Construcción del Crystal Palace……………………………..10
Fuente: Arquitectura e historia - Volumen 1.
 Figura 3. Ejemplo de la topología básica
expuesta por Navier (taller de Masson, 1783) ……………..11
Fuente: Arquitectura e historia – Volumen 1.

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I. Introducción

En la Europa del siglo XVIII, hubo una transición sorprendente al mundo


industrial y capitalista, donde la economía política y sociedad cambiaron,
aunque no de manera equitativa, ya no se hablaba de artesanos, ni de
campesinos laborando en sus granjas, el nuevo lenguaje económico y social se
centraba en la industria, y la explotación que la burguesía realizaba a sus
trabajadores.
La revolución industrial impulso los principales cambios que sufrió la
arquitectura en la segunda mitad del Siglo XIX. Trajo consigo los nuevos
materiales de construcción, como el hierro, el acero laminado, el hormigón
armado o el vidrio. Con éstos se construyeron lugares funcionales surgidos de
las necesidades de la nueva sociedad capitalista e industrial, lugares donde se
necesitaban grandes espacios diáfanos, invernaderos, mercados, naves,
fábricas, puentes, bibliotecas, etc.

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II. CAPITULO 1. EUROPA DEL SIGLO XVIII

En Inglaterra antiguamente se vivía de la agricultura y el comercio, pero


la forma de producción fue modificada notablemente entre fines del siglo XVIII y
mediados del XIX, cambió de artesanal a manufacturera (industria), las
condiciones que se dieron transformo la nación en industrial; lo que permitió
impulsar la inventiva y se aplico a la producción y a los transportes. Surgieron
entonces los telares mecánicos, que multiplicaron notablemente la cantidad y la
calidad de los productos, y los ferrocarriles y barcos de vapor que trasladaron
los productos a otros países.
También a lo largo del siglo XVIII fue cambiando el modo de explotación
de la tierra, rotación de cultivos, se uso algunos fertilizantes, hubo mejoras en el
instrumental de labranza y reducción del personal al mínimo imprescindible.
En los lugares que se aplicaron estos cambios, fue en las tierras de las
personas más adineradas, que se sugirió a aumentar la producción y a bajar los
precios. Al mismo tiempo, los campos fueron cercados y los grandes
propietarios, estaban conscientes de los beneficios que les brindaba el nuevo
sistema, se adueñaron de las tierras de los campesinos, que de esta manera, se
quedaron sin nada. Esto provocó que muchos comenzaran a trasladarse hacia
los centros urbanos en busca de trabajo. En las ciudades que comenzaron a
llenarse de centros industriales, las familias numerosas se veían en dificultades,
porque la cantidad de puestos de trabajo era menor que la masa de obreros sin
empleo. Los campesinos no paraban de llegar a las ciudades y esto empeoraba
las cosas, ante tanta oferta de mano de obra, los propietarios bajaban los
sueldos y despedían a sus empleados, para tomar niños y pagarles menos.
LA BURGUESÍA, era una clase social surgida a partir del siglo XII,
llamados "Burgos". Estuvo en sus inicios dedicada al comercio y se formo, en
un grupo poderoso que llegó a disputarles el poder a los señores feudales.
Pusieron el sistema capitalista, basado en la moneda y el trabajo asalariado. La
riqueza ya no será sólo la inmueble (las tierras), ahora también habrá una
riqueza mueble (el dinero y las mercancías, propiedades de la burguesía).
En el siglo XVIII, durante la Revolución Industrial, la burguesía propietaria de
industrias se llamó burguesía industrial.
Los propietarios sacaban provecho de la situación difícil de la época, alargaron
las horas laborales hasta 15 y 17 diarias, en fábricas que no reunían ni las
mínimas condiciones de seguridad e higiene y pagando salarios miserables.
En los siguientes años, la situación provoco una lenta estrategia de
nucleamiento de los trabajadores, en distintas agrupaciones de diferente tenor
ideológico, pero todas confluyendo en la intención de reclamar por sus
derechos.

EL CAPITALISMO INDUSTRIAL

El maquinismo exigió en aquel tiempo, una importante inversión de


capitales. Hasta ese momento la burguesía los destinaba a los bancos y al
comercio, pero notaron el importante negocio que significo producir a más bajo
costo y en grandes cantidades. Así nació la burguesía industrial, la integraron

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los dueños de las grandes fábricas, que pusieron fin a los pequeños talleres
artesanales. Frente a esto, los artesanos que trabajaban por su cuenta, tenían
una sola opción, trabajar para esas fábricas y cerrar sus talleres.
A este sistema se le llamó capitalismo industrial, porque la industria comenzó el
nuevo centro de producción del capital al que estaban asociados la banca,
financiando la producción, las ventas y el comercio.
Las grandes ganancias que fueron generadas por la actividad industrial
no serían reinvertidas en totalidad, en ese sector. Los dueños de las fábricas
advirtieron la conveniencia de diversificar sus inversiones y destinar parte de su
capital a la creación de bancos, entidades financieras y compañías de comercio
que distribuían la mercadería que producían sus fábricas.
La Revolución Industrial determinó la aparición de dos nuevas clases
sociales, la burguesía industrial que eran los dueños de las fábricas y el
proletariado industrial que eran los trabajadores. Se les llamaba proletarios
porque su única propiedad era la prole, sus hijos, que a partir de los cinco años,
se incorporaban al trabajo.
La Revolución Industrial le permitió a Inglaterra transformarse
rápidamente en una gran potencia. El invento del ferrocarril agilizó el traslado de
la mercadería y abarató los productos; a la vez mejoro la circulación y las
comunicaciones, acercó las distintas regiones. En ese contexto, para el resto
de los países era muy difícil competir con los productos ingleses. Por ejemplo,
en 1810, después de la Revolución de Mayo, Buenos Aires se abrió al comercio
libre con Inglaterra, un artículo inglés costaba 10 veces menos que uno
producido en telares artesanales de Catamarca confeccionado en un tiempo
mayor. La apertura comercial perjudicó muy seriamente a las artesanías y
pequeñas industrias del interior hasta casi eliminarlas. Pero Gran Bretaña no
sólo exportaba productos textiles, sino también maquinarias, capitales y
técnicos para la construcción de ferrocarriles. Los países que establecían
contratos con estas compañías debían tomar créditos con bancos ingleses la
mayor parte de las veces estaban vinculados a las compañías para financiar las
obras. Estos países quedaban de por vida dependiendo de Inglaterra, por las
deudas contraídas, por las necesidades técnicas y repuestos que solo proveían
las empresas constructoras inglesas.
Con la Revolución Industrial también crecieron los conflictos sociales. A
muchos capitalistas no les importaba que sus trabajadores, laboraran 12 ó 14
horas por día en condiciones insalubres, con graves riesgos físicos. Su única
preocupación era aumentar la producción al menor costo posible, es decir,
pagando el salario más bajo que se pudiera, aprovechándose de la gran
cantidad de desempleados que había. Esta situación de injusticia llevó a la
creación de los primeros sindicatos de trabajadores y huelgas para aumentos de
sueldo y mejoras en las condiciones del trabajo. La unión de los trabajadores
posibilitó la sanción de las primeras leyes protectoras de sus derechos y el
mejoramiento progresivo de su calidad de vida.
El avance de la burguesía industrial implicó un proceso de cambios en la
vida de muchas personas, sobre todo, en aquellos que se incorporaron en
condición de obreros, en el trabajo fabril. Algunos provenían del campo: eran
antiguos labradores que habían sido expulsados de sus parcelas para criar
ovejas y producir lana destinada a la naciente industria textil. Otros eran
artesanos que al no poder competir con la industria, se vieron obligados a
ingresar a talleres, antes producían en sus Parcelas o talleres, para satisfacer

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sus necesidades, ahora, comenzaban a producir para el dueño de la fábrica que
aspiraba a vender mercancías y enriquecerse.
Para esas nuevas formas de producción, “el tiempo es oro” y la burguesía
necesitó intensificar los ritmos de producción, para lograr este fin fue la máquina
que obligó al obrero a seguir el ritmo que ella le imponía, y también las multas a
todo obrero que hubiese estado fumando, cantando, rezando o realizando
cualquier acción que pudiera perturbar la labor marcada por el cronómetro,
ahora dueño del tiempo en la fábrica.
En ese clima de obligaciones y de ritmo tan exigentes, la taberna era el
único lugar de libertad para los trabajadores, y en ellas comenzaron a buscar la
forma de organizarse para resistir. Al comienzo dichas resistencias se
expresaron en revueltas callejeras contra el alza de precio del pan o en
peticiones al Parlamento. Pero al crecer los reclamos, se prohibieron las
asociaciones obreras en 1799. Entonces, los obreros recurrieron a la acción
directa: comenzaron a atacar las casas y talleres de sus patrones para exigir
mejoras.
En 1824 se legalizaron las asociaciones obreras y los trabajadores
comenzaron nuevas búsquedas para mejorar su situación, con la creación de
cooperativas obreras de producción y luego, la "Carta al Pueblo", de la
Asociación de Trabajadores en 1837. Para ello plantearon, el sufragio universal
y secreto, suprimir la obligación de ser propietario para ser parlamentario y que
la labor legislativa fuese remunerada. Estos últimos pedidos eran claros, los
trabajadores son ciudadanos, aunque no tengan riquezas, y deben participar en
la toma de decisiones.
Durante la primera mitad del siglo XIX, la Iglesia católica comenzó a
manifestar su preocupación frente a la presencia de un proletariado
empobrecido y en constante aumento. La Iglesia, adopta soluciones que
pasaban por la caridad. En Francia, por ejemplo, fue creada la Sociedad de
Moral Cristiana, de la que surgieron numerosas instituciones, cajas de ahorro y
sociedades de socorros mutuos. La Sociedad tenía un comité para el
perfeccionamiento moral de los presos y otro para la ubicación de éstos.

LA PRIMERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Hasta mediados del siglo XIX, la mayoría de la población europea


estaba formada por campesinos. En los Estados Unidos, la agricultura
predomina hasta el triunfo del norte industrialista sobre el sur agrario y
esclavista, en la guerra civil.
Numerosos inventos marcaron este periodo, George Stephenson
inventó la locomotora en 1814 y, luego de años de pruebas, se realizó en
1825 el primer viaje en un tren de pasajeros. El parlamento inglés comenzó a
aprobar la instalación de vías férreas. El tren revolucionó la circulación de
mercaderías. Mientras que un carro tirado por caballos o mulas podía llevar
hasta una tonelada de mercadería, los trenes podían trasladar más de mil. Esto
abarató los costos y amplió los mercados.
Se duplicó la capacidad de los barcos para transportar cargas y se
redujo notablemente el tiempo necesario para cruzar el Atlántico.
El telégrafo hacia fines del siglo XVIII. Este invento tubo grandes
limitaciones de alcance y visibilidad. Los problemas fueron superados en 1837,
cuando Samuel Morse ideó un código que lleva su nombre, y que permitió,
transmitir textos completos a través de un sistema de circuitos eléctricos.

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En 1876, Alexander Graham inventó el teléfono, revolucionando el mundo de
las comunicaciones.
En 1895, dos hermanos franceses, inventaron una cámara especial
que registraba imágenes y que servía como proyector. Habían inventado el
cine.
Estos adelantos mejoraron paulatinamente la calidad de vida de una
población que fue creciendo al ritmo de estos cambios. Aumentó la natalidad y
disminuyeron los índices de mortalidad.

LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

A partir de 1870, comenzaron a producirse una serie de cambios


importantes en la industria, que la mayoría de los historiadores hablan de una
segunda revolución industrial. A diferencia de la primera, esta segunda
revolución fue el resultado de la unión entre la ciencia, la técnica y el capital
financiero. Así como en la primera, el elemento determinante fue el vapor; en la
segunda, una serie de inventos marcaron su desarrollo. La electricidad,
empleada desde mediados de siglo en el telégrafo, pudo ser usada en la
producción. En 1867, Werner Siemens aplicó el dínamo un aparato que
permitía producir electricidad a la industria.
En 1879, Thomas Alva Edison fabrica la primera lámpara eléctrica y la
transformó en un producto industrial de su propia fábrica, Edison Company,
conocida después como General Electric Company, la primera empresa mundial
de electricidad.
El petróleo y sus derivados fueron los combustibles de esta Segunda
Revolución Industrial y el hierro, la materia prima. Un ejemplo del auge del
hierro fue la construcción en París del edificio más alto de la época: la torre
Eiffel. Las industrias siderurgias y de hierro demandaban todo tipo de metales,
lo que dinamizó la minería.

III. CAPITULO 2. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA ARQUITECTURA

El gran impacto ocasionado por la revolución industrial, se hizo sentir de


manera especial en la arquitectura, donde no solo cambiaron los procedimientos
constructivos y técnicos, sino que se alteraron también las demandas
arquitectónicas, donde en aquel entonces se extendieron los problemas urbanos
y las transformaciones del paisaje.
Acarreó numerosos cambios en todas las culturas del mundo. El
incremento de la capacidad productiva y la invención de nuevos procesos
industriales trajeron consigo la creación de nuevos materiales de construcción,
como el hierro colado, el acero laminado o el vidrio plano en grandes
dimensiones, y con ellos la posibilidad de construir nuevas composiciones ni
siquiera soñadas.
En el llamado siglo de la industria y progreso, la aplicación técnica de
los progresos científicos origino nuevas aplicaciones y nuevos inventos
fundamentales que ayudo al mismo desarrollo, como los antes mencionados,
que permitieron abastecer al mundo en la era del hierro.
Europa inauguro la segunda mitad del siglo XIX despertándose a la vida
moderna. Comenzaron a suceder apetencias más materialistas. El progreso

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deja de vincularse a los derechos y las libertades, y se cifra en canales de
ferrocarriles, planes urbanísticos, alumbrado etc.
El ferrocarril revoluciono los sistemas de comunicaciones urbanos e
interurbanos, permitió niveles de intercambio antes imposibles de imaginar,
definió las nuevas puertas de la ciudad y obligaron a reordenar el tráfico de
esta; y como consecuencia, altero directa o indirectamente las necesidades y
los modos de la vida urbana y de su arquitectura.
El alumbrado urbano permitió la iluminación de calles y plazas, y con
el, la vida nocturna de las ciudades, que a su vez ese alumbrado se incorporo a
los interiores, revolucionando la vida domestica.
Casi al mismo tiempo, siemens construyo el primer ascensor eléctrico,
que permitió la edificación en altura e hizo posible la aparición de nuevas
topologías edificatorias (industriales, comerciales y residenciales), y finalmente
los grandes rascacielos elevados por arquitectos, replanteando nítidamente la
polémica entre ingeniería y arquitectura, así como las relaciones reciprocas
entre el eclecticismo y la industrialización.
Pero el impacto de la revolución industrial no se limito a estos progresos
técnicos, sino que tuvo como principales planteamientos los nuevos materiales y
la industrialización de la construcción. El material siempre había sido un dato de
proyecto, y su inmediatez había dominado la arquitectura del ladrillo o la piedra.
Los progresos técnicos determinaron la aparición de nuevos materiales y
nuevos sistemas constructivos, siendo la aportación más expresiva del siglo XIX
la arquitectura del hierro.

(Introducción a la historia de la Arquitectura - José Ramón Alonso Pereira –


editorial reverté - Pág. 201, 202).

La arquitectura industrial está conformada por dos factores fundamentales:


• la funcionalidad, que se concreta en la organización interior y exterior del
edificio de forma que favorezca lo más posible la eficacia del proceso productivo.
• el control de los trabajadores que se trata de explotar los nuevos
instrumentos que ofrece la nueva tecnología y la fuerza de trabajo obrera. Como ejemplo la fábrica de
tabacos de Sevilla con su excelente arquitectura y sus monumentales fachadas, ocultaba tras sus
muros un sistema de control prácticamente carcelario que garantizaba la producción y el orden social
constituido.
Una de las consecuencias de la revolución industrial fue el incremento
rapidísimo de la población por la disminución de la mortalidad catastrófica. La
población demando nuevos servicios: escuelas, mercados, hospitales etc.

IV. CAPITULO 3. LA ARQUITECTURA DEL HIERRO

Estilo de arquitectura y construcción del Siglo XIX, originado por la


disponibilidad de nuevos materiales que se produjeron durante la Revolución
Industrial.
Los efectos de la revolución industrial se hicieron sentir en todos los
ámbitos de la vida contemporánea. El progreso tecnológico fue el verdadero
responsable. La arquitectura, disciplina muy afectada por la tecnología, sintió de
forma muy superior a las de las otras artes plásticas, los avances que desde
mediados del siglo XVIII, vinieron sucediendo específicamente en los materiales
factibles para ser aplicados a la construcción. La incorporación de nuevos

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materiales implico un cambio radical de la apariencia de la arquitectura, lo que
hizo necesario ampliar el concepto de arquitectura.
La utilización del hierro en la arquitectura no se puede considerar una
novedad del siglo XIX, ya que desde antes se habían utilizado, aunque de
manera ocasional o como complemento, eran piezas muy limitadas que
difícilmente alcanzaban medidas excesivamente grandes.
La primera obra en hierro, fue la fábrica de hilaturas de algodón de Philip and
Lee, construida en Manchester, en el año 1801, ella presentaba por primera vez
una estructura íntegramente de hierro fundido, los muros eran de ladrillo y tenía
7 plantas. Fábrica que se convirtió en una topología de esta arquitectura.
En compañía del hierro figura como novedad el vidrio, que experimento
grandes progresos técnicos, y que a comienzos del siglo XIX se lograron
fabricar piezas de dimensiones insospechadas hasta el momento. Se
investigaron todas las posibilidades de este material y se descubrió la buena
obra de la combinación hierro y cristal.

Indudablemente el nuevo material resultaba atractivo por las ventajas que


podía ofrecer, espacios interiores diáfanos, mayor garantía en siniestros,
bastante frecuentes con los materiales tradicionales, sobre todo la madera,
posibilidades mucho mayores de agilizar la construcción al realizarse con piezas
hechas en serie y de producción abundante y rápida etc.
Muchos arquitectos seguían utilizando los materiales tradicionales, ya que
no aceptaban que los nuevos materiales entraran a formar parte de la
arquitectura. Surge así la polémica y el debate entre arquitectos e ingenieros
que a los cuales en principio no se les consideró dignos para la edificación
arquitectónica. Pero en el último cuarto de siglo confluyen una serie de
situaciones, los pensamientos de los arquitectos para con las nuevas técnicas
fueron cediendo al incorporarse una gran mayoría a la nueva disciplina. De
todos modos, las ventajas que ofrecía el hierro no fueron explotadas en
totalidad, a causa de que la novedad del sistema no se correspondía a una
novedad en el lenguaje, se mantenían los viejos esquemas constructivos y
cuando comenzaron a fabricarse piezas para la construcción se revestían con
los viejos órdenes que usaban los antiguos.
La arquitectura oficial y la doméstica no permitieron la alteración del
concepto tradicional del edificio, y mientras se pensara así, el hierro con su
nuevo lenguaje nunca sería aceptado, sólo cuando se produjo la construcción
de obras donde la estética se vio superada por la necesidad funcional, el nuevo
material pudo expresarse con mayor sinceridad, por la necesidad de un espacio
más despejado, por cuestiones de visibilidad.
Ante el avance de la arquitectura del hierro se alzaron las voces de
algunos arquitectos que preocupados se cuestionaron si el arte no estaría
dando paso a la técnica, puesto que en cierto tipo de obras los principios
estéticos quedaban subordinados al pragmatismo de unas necesidades.
Esta fue una de las razones que llevó a defender las posiciones de los
más claros defensores de ambas posturas, los ingenieros y los arquitectos, por
lo que ambas profesiones intentan ampliar al máximo sus atribuciones, aunque
fuera a costa de los otros. Era un asunto complejo, dos formas de ver la
construcción y, por otra parte, el freno a una tradición de cuatro siglos en los
cuales el arquitecto había detentado el poder de la determinación y la iniciativa.
Cuando el siglo estaba por terminar, nadie duda de la utilidad del hierro.

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Se demostraron sus ventajas y se reconoció el papel que estaba destinado a
ejercer en el futuro porque junto al hierro se habían producido otras novedades,
sobre todo una nueva concepción espacial.
El primer edificio construido enteramente con hierro y vidrio fue el Crystal
Palace (1850-1851; reconstruido entre 1852 y 1854) en Londres, una gran nave
que se preparo para acoger la primera Exposición Universal de Londres de
1851, que fue proyectada por Joseph Paxton, quien había aprendido el empleo
de estos materiales en la construcción de invernaderos. Este edificio fue el
precursor de la arquitectura prefabricada, y con él se demostró la posibilidad de
hacer edificios bellos en hierro. (Ver figura 1 - 2).

Figura 1. Crystal Palace – fuente: http://historia.mforos.com

Figura 2. Construcción del Crystal Palace – fuente: Arquitectura e historia -


Volumen 1

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El Crystal Palace se convirtió en prototipo para ésta o similares fórmulas
de muestras. El binomio interior-exterior dejo de ser antagónico para
convertirse en una proyección continua. Abundantes fueron las nuevas
tipologías, unas conocidas desde antes pero transformadas por el nuevo
material, como los mercados y los puentes. Otras renovaron la arquitectura con
formas inexistentes hasta ese momento: estaciones de ferrocarril, pasajes
cubiertos, pabellones de exposiciones. El hierro articulaba las estructuras,
formaban un esqueleto en el que el único material que le servirá de
complemento será el vidrio.
Entre los escasos ejemplos de uso del hierro en la arquitectura del siglo
XIX destaca un edificio de Henri Labrouste, la biblioteca de Santa Genoveva
(1843-1850) en París, un edificio de estilo neoclásico en su exterior pero que en
su interior dejaba ver la estructura metálica. Los edificios de hierro más
impresionantes del siglo se construyeron para la Exposición Universal de París
de 1889: la nave de Maquinaria y la célebre Torre Eiffel (1887) del ingeniero
Alexandre Gustave Eiffel.
El hierro también dio la apertura de diseños de rascacielos. Los primeros
fueron construidos en Estados Unidos solo para uso comercial. Las
posibilidades arquitectónicas del hierro acotaron el nacimiento del racionalismo,
que fue el estilo arquitectónico optado en el siglo XX.
El hierro, además de sustituir a la columna de piedra o madera, era de
gran eficacia para formar parte de los grandes armazones de las bóvedas y
cúpulas. También en espacios como galerías, pasajes o patios interiores, que
fueron cubiertos por el hierro, en compañía del vidrio, que permitió el paso de la
luz. En todas las obras, el hierro modificaba la fisionomía de la arquitectura
tradicional.

V. CAPITULO 4. TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS DE LA ARQUITECTURA


DEL HIERRO

Las técnicas constructivas progresaban, se estableció una ciencia de la


construcción; Navier, profesor de la escuela politécnica de Paris, en 1816,
recopilo todos los estudios sobre estática, tensión y flexión de materiales y
formas constructivas producidas desde Galileo.
A finales del siglo XVIII cristalizo la topología básica de la fábrica en
paralelepípedo de seis pisos, que se repetía para el almacén portuario y el
edificio de oficinas; estas clases de edificios industriales y de administración se
caracterizaron por el uso del hierro en sus estructuras desde tempranas
fachadas, como mencionamos con anterioridad. (Ver figura 3).

Figura 3. Ejemplo de la topología básica expuesta por Navier (taller de Masson,


1783) fuente: Arquitectura e historia - Volumen 1

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En las nuevas edificaciones, una mayor proximidad al centro de las
ciudades implicaba un mayor recubrimiento de sus desnudas estructuras
metálicas con fachadas historicistas, en razón de su localización y
representatividad. Las grandes naves cubiertas con bóvedas metálicas y
transparentes de las estaciones de ferrocarril, como puertas de entrada a la
ciudad, se ocultaban tras parámetros góticos, romanos o griegos.
Un gran pionero de la arquitectura moderna fue, Joseph Paxton,
constructor de invernaderos y maestro del acondicionamiento ambiental
(Conservative wall, 1846), el uso del vidrio permitió el paso de luz al interior y
cerraba la salida de calor; y en el “Victoria Regia” lograba que las plantas
crecieran en un espacio interno mediante el trabajo conjunto de paneles de
vidrio y elaborados sistemas de calefacción.
El proyecto oferta de Paxton era un edificio de 555m de largo y 21,5 m de
ancho (mas de 70.000m2); utilizaba un modulo único de 7.30m que permitió
coordinar la multitud de laminas de vidrio, columnas y vigas de hierro, mensuras
y bastidores de madera. Una nueva forma de construir fraguaba en el edificio de
Paxton, conformaba un sistema de prefabricación total, rapidez de montaje y
desmontaje, recuperación total, flexibilidad, aumento o disminución de tamaño,
incorporación de árboles, modulación de piezas que se repiten, instalaciones a
través del sistema estructural, techos inclinados y elevación del piso.

(Arquitectura e historia - Volumen 1 Escrito por Manuel Antonio López Villa -


Pág. 24, 27)

Por otra parte aprovechándose de los avances técnicos, los puentes de fábrica
se hicieron más estilizados, adelgazando sus pilares, rebajando sus bóvedas o
elevando su altura. Se suprimieron los elementos decorativos, resaltándose la
estructura, de cuidadoso acabado.
El cálculo y la resistencia de los materiales permitieron cumplir los deseos
de lograr luces mayores y una mayor ejecución más económica, perseguidos
desde siempre. Con el hierro se incrementarán las variantes tipologías. El
puente de arcos había sido el que había dominado en la Historia.
Con el hierro surgió el puente de vigas, formado por un tablero horizontal
sostenido por vigas perpendiculares. Finalmente el puente colgante ,
suspendido por cables, que fue muy utilizado durante la primera mitad de siglo
pero que presentaba muchos problemas por la excesiva flexibilidad del tablero,
su tipología era bien sencilla, consistía en una plataforma constituida por
tablones de madera suspendidos por cables de hierro que al mismo tiempo se
sujetaban en cuatro soportes de hierro fundido. Los puentes atirantados
suponieron un paso más en la evolución tecnológica.
El desarrollo de los puentes de hierro no obstante, estuvo ligado de forma
mayoritaria al ferrocarril. Cuando la infraestructura ferroviaria comenzó a
extenderse, preciso de numerosos puentes y viaductos para salvar la irregular y
accidentada orografía peninsular. Una tipología predomino por encima de todas:
la del puente de vigas, generalmente de celosías y en menor proporción de
alma llena o maciza. Los pilares son de fábrica, metálicos o mixtos, o sea,
combinando el hierro con la base de piedra y hormigón. El puente de hierro
integral compuesto por vigas y pilas metálicas ofrecía inmejorables condiciones
para su adaptación a espacios de grandes dimensiones, tanto longitudinales
como de luz, sus esbeltas pilas se hundirán en los profundos tajos sosteniendo
vigas perpendiculares, dando una gran sensación de ligereza. A pesar de ello

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se consideró que su resistencia era menor que la de los pilares de fábrica, y por
eso estos últimos son los que casi siempre ocupan lugar.
Las estaciones ofrecían la posibilidad de desplegar en ellas todos los recursos
que la evolución tecnológica permitía. Con el reto de inventar una tipología para
estas estaciones ya que los puentes existían, pero las estaciones no.
Inicialmente consistieron en tinglados de poca monta, que poco a poco fueron
sustituidos por obras de mayor envergadura.
El modelo de los mercados procedía de París, donde las Halles (1854-1866) se
erigieron como prototipo europeo.

VI. CONCLUSIÓN

La industria del siglo XIX al fabricar mercancía o productos en serie, formulo el


problema de la imitación, se redujo la calidad disimulándolo bajo pretextos
estético; las nuevas edificaciones ya no son capital a fondo perdido; sino
viéndolo desde el punto de vista de inversiones, permitiendo la diferenciación
entre terreno y edificio como valores económicos de cada quien, dándose así
ventas de terreno y propiedad inmobiliaria.
El valor que tuvo el palacio de cristal hizo de lo provisional y lo transformable
algo permanente. El estilo clásico no quedo para siempre sino dio paso a esta
mega construcción que impuso una nueva forma constructiva.

BIBLIOGRAFÍA

 ARQUITECTURA E HISTORIA - VOLUMEN 1 ESCRITO POR MANUEL


ANTONIO LÓPEZ VILLA - PÁG. 24, 27
 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA - JOSÉ
RAMÓN ALONSO PEREIRA – EDITORIAL REVERTÉ - PÁG. 201, 202
 HTTP://HISTORIA.MFOROS.COM
 HTTP://ES.WIKIPEDIA.ORG
 WWW.ARTEESPANA.COM

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