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UNIVERSIDAD SEÑOR DE SIPÁN

ESCUELA DE POST GRADO


DOCTORADO EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

Asignatura:

GESTIÓN PEDAGÓGICA EN EL PROCESO DOCENTE


EDUCATIVO

Profesor:

Dra. Elizabeth Rafael Sánchez

Ensayo:
NECESIDADES DEL ESTUDIANTE DEL SIGLO XXI

Doctorando:
POLO BURGA MATILDE MEDALIT

CHICLAYO, OCTUBRE 2018


NECESIDADES DEL ESTUDIANTE DEL SIGLO XXI

Por Matilde Medalit Polo Burga

Hoy, en plena era de la información, el conocimiento y la tecnología


(plataforma sustancial de conocimientos), una educación desligada del
contexto, de necesidades y situaciones reales; basada en la transmisión verbal
y en la reproducción de lo aprendido en exámenes, no ayuda de ninguna
manera a forjar las características de las que urge empoderarse el niño y
joven, para afrontar los desafío del hoy y del mañana.

Los cambios que en la actualidad se vienen dando en lo social, político,


económico y lo ambiental, han hecho impostergable dar un giro a la educación
que se brinda en las escuelas y centros de educación superior: para atender
las necesidades de aprendizaje de los estudiantes. Pero ¿Qué necesita el
estudiante de hoy, en pleno siglo XXI? Y si educar tiene un propósito ¿Cuál
debe ser este?

Se necesita, algo que no se encuentra simplemente leyendo, memorizando o


reproduciendo: se debe buscar el potenciar y sacar fuera aquello que ya posee
el estudiante y que necesita ser forjado y desarrollado: competencias y con
ellas habilidades y capacidades; dar agencia al estudiante para ser gestor de
su propio aprendizaje como forma de vida; el docente cumple una función
crucial en este desafío, y el concepto de aprendizaje varía.

Zabala y Arnau (2010) refieren, en relación al papel de la educación, que lo que


se enseñe y se aprenda en un contexto escolar deba ser utilizado en su día, en
la realidad, en el momento en que estos conocimientos, habilidades o actitudes
aprendidas se hagan necesarias”. Es así que el reconocimiento de la realidad,
necesidades e intereses del educando debe ser el punto de partida y principio
en el proceso de enseñanza-aprendizaje, como refiere Paulo Freire en la
Pedagogía de la Esperanza, generar un aprendizaje liberador. Gervilla (2004)
plantea, al respecto, el cuestionarnos de “Si el saber académico actual es un
saber deseado, por dar respuesta adecuada a los temas vitales de la persona
en su ser y en su hacer; o por el contrario, es un saber en buena parte estéril,
insípido e impositivo”.

El estudiante de hoy por ende necesita (exigencias del mundo actual) aprender
“a «leer» situaciones cercanas a la realidad desde su complejidad y, por lo
tanto, aprender a saber interpretar en la complejidad” (Zabala y Arnau, 2010), y
actuar con pertinencia. Por ello desarrollar la criticidad, la capacidad de
colaboración, habilidades comunicativas, y la capacidad creativa; el desarrollar
una fuerte visión moral de la vida, se traducen en un imperativo a lograr, desde
la pedagogía. En pleno siglo XXI el estudiante necesita desarrollar
competencias, entendidas estás como “procesos complejos de desempeño con
idoneidad en un determinado contexto, con responsabilidad” (Tobón, 2005).

Uno de los conceptos que estructura la presente visión de educación es el


“cambio”. Cambiar para mejorar. Entonces en este momento histórico
emergente, el papel de profesor debe cambiar, el conocimiento es un producto
y está al alcance de un clip, y ser un mero transmisor, no tiene sentido ni valía.
Al respecto Wagner (2015) afirma “ya no es lo que enseña ni cómo lo enseña
sino quién es en el aula” el profesor. Gervilla (2004) refiere que “El saber
parece haber perdido su buen sabor, y tal divorcio genera problemas de
disciplina en las aulas, apatía, desinterés, y hasta violencias…” El mismo autor
manifiesta que “hoy, para buena parte de los estudiantes, el saber institucional,
al perder su sabor, se ha convertido en un alimento desabrido, que es
necesario comer, no por el placer y el sabor del mismo, sino por razones
ajenas y externas al mismo”. El profesor tiene un papel importante, indiscutible,
para cambiar, la preocupante situación antes mencionada.

Frente a la propuesta del desarrollo de competencias, se requiere la inclusión


de una serie de condiciones que no son habituales en los modelos de
enseñanza tradicionales. Como Zabala y Arnau (2010) sostienen “Una
tradición basada en la transmisión verbal y en la reproducción más o menos
literal de lo aprendido en exámenes convencionales no ayuda de ninguna
manera a proceder bajo criterios en los que las características diferenciales de
cada uno de los alumnos y alumnas son las piezas clave para el aprendizaje de
las competencias”. Un buen profesor del siglo XXI, entonces, debe entender el
mundo de donde vienen los estudiantes y el mundo para el que debe
prepararlos, debe provocar el deseo de saber y de aprender, acompañar y
“significar” el proceso enseñanza-aprendizaje. La lógica conlleva a plantear,
que en las políticas educativas, se debe considerar el motivar y preparar al
docente que se necesita para generar el cambio.

Y, ¿Qué significado adquiere el término aprendizaje? “La educación tradicional


se ha ocupado principalmente de la transmisión de normas y valores, de
proporcionar a los educandos modelos de conducta que imitar y conocimientos
para almacenar”, es en este sentido que “La educación evoluciona poniendo el
acento en el educando, que debe ser el protagonista de su propia formación
integral, para desarrollar plenamente todas sus potencialidades” (Cruz, 2010).
Como refieren Zabala y Arnau (2010), «Sabemos» el principio de Arquímedes,
pero nos cuesta relacionarlo con lo que sucede cuando nos sumergimos en
una piscina. «Sabemos» qué es un sintagma nominal, pero no sabemos
utilizarlo para mejorar una frase escrita. «Sabemos» resolver una ecuación de
segundo grado sin saber qué es lo que representa. En fin, “sabemos” mucho y
se es incapaz de utilizar ese saber para resolver situaciones problemáticas.
Siguiendo con la línea que se viene trazando, el aprendizaje se convierte, hoy
en día en sinónimo de desempeño pertinente y eficaz.

¿Qué necesita el estudiante de hoy, en pleno siglo XXI? Y ¿Cuál debe ser el
propósito de educar desde la pedagogía? Necesita un saber que le permita
intervenir crítica e innovadoramente en la resolución de problemas que se le
presenten, un saber que le faculte alcanzar sus propósitos y metas, le otorgue
autonomía; necesita de un docente capaz de despertar en él la pasión por el
aprender, y lo agencie de todo lo que necesite para evidenciar desempeños
exitosos. La educación debe ir a la par, forjar y brindar las condiciones
pertinentes para que el acto educativo trascienda.
BIBLIOGRAFÍA

Cruz, J (2010). Una Pedagogía Centrada en el Alumno. Recuperado de:


https://www.youtube.com/watch?v=s3n2h12zAQI&feature=PlayList&p=71B442
24F895F28D&playnext_from=PL&index=0&playnext=1

Gervilla, E (2004). El «sabor del saber» y el saber académico actual


Revista de Educación, pp. 1039-1063.Recuperado en:
http://www.revistaeducacion.mec.es/re340/re340_38.pdf

López, E., Cacheiro,M., Camilli C. y Fuentes,L (2016). Didáctica general


y formación del profesorado. Recuperado en: www.unir.net/wp-
content/uploads/2016/07/DIDACTICA_GENERAL_baja.pdf

Tobón, S (2005).Formación Basada en Competencias. Pensamiento complejo.


Diseño Curricular y Didáctica. Bogotá: Eco.

Wagner, T (2009). ¿Cómo debe cambiar la educación de tu hijo para afrontar


los retos del futuro? Recuperado de:
https://www.youtube.com/watch?v=wGMqGnWqO8k

Zabala, A y Arnao, L (2010). La enseñanza de las competencias. Revista Aula


de Innovación Educativa. Año 2007, N° 161, pp.40-46. Recuperado
de:http://srvcnpbs.xtec.cat/inslle/docs/2008_Competencias_Zabala.pdf

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