Professional Documents
Culture Documents
net)
Inicio > TEORÍA ECONÓMICA COMPRENSIVA ECONOMÍA SOLIDARIA - DESARROLLO SUSTENTABLE> PDF para impresora
Texto de la Video-conferencia, ofrecida en la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fé, República
Argentina, en el marco del V COLOQUIO LOCAL, III COLOQUIO REGIONAL OSC-UNIVERSIDAD -II FORO DE
ECONOMÍA SOCIAL 2010, Santa Fe, 4 y 5 de noviembre de 2010.
Buenos días a todas y todos, un saludo muy cordial desde Santiago de Chile.
El tema que fijamos para esta presentación resulta en verdad muy exigente a la hora de
exponerlo, porque los desafíos que tiene y los proyectos que se plantea la economía solidaria,
son múltiples, complejos, grandes y también ambiciosos. Trataré de resumir mis ideas al
respecto, integrando los desafíos y los proyectos en una sola perspectiva, por cuanto el
enfrentamiento de cada desafío implica la realización de un proyecto, y la realización de cada
proyecto constituye el desafío que debe ser enfrentado.
Un primer gran desafío que se presenta hoy ante la economía solidaria ?que es también
un primer gran proyecto- podemos identificarlo con la palabra IDENTIDAD
. Se trata de configurar una identidad de la economía solidaria, a partir de su extraordinaria
diversidad de formas y modos de organización. Podemos indicar también, que el desafío y el
proyecto de la economía solidaria que identificamos con el término Identidad, consiste en su
conformación como un gran movimiento social.
Pongamos en primer lugar a las cooperativas y las empresas autogestionadas, que son las
formas más difundidas de búsqueda y construcción explícita y consciente de modos
alternativos de organización económica, y que se han desarrollado en el ámbito de la
producción, de los servicios, de la distribución y el consumo, del ahorro y el financiamiento, de
la vivienda, la comercialización, el ahorro y el crédito.
Relacionado con estas organizaciones, podemos considerar también al menos una parte de
la más amplia "economía popular", constituida a menudo de manera informal, por personas,
familias y grupos que buscan su subsistencia y progreso organizando actividades
productivas, comeciales y de servicios al margen de las empresas y del mercado oficial.
Muchos de ellos a menudo alcanzan viabilidad y espacios de desarrollo organizándose en
sindicatos (por ejemplo de trabajadores independientes, de vendedores ambulantes, de
cartoneros, etc.), en asociaciones gremiales, en ferias libres que han conquistado espacios
públicos para el ejercicio de sus actividades comerciales.
Asociado con este fenómeno social de dimensiones inmensas en cada país de América
Latina, podemos considerar también una parte de la realidad conocida como microempresas
integración de funciones económicas (por ejemplo, al comercializar en conjunto, al participar en
cooperativas de ahorro y crédito, al constituir asociaciones gremiales que operan como
instancias coordinadoras de actividades conjuntas), y en todo ello pone de manifiesto
también importantes relaciones y valores de solidaridad y cooperación.
Por cierto, en el mundo campesino existe en toda la región latinoamericana una extendida
realidad de economía fundada en el trabajo, la solidaridad y la cooperación. La llamada
"economía campesina", con sus unidades de base familiar extendida, sus articulaciones a
nivel territorial y comunal, sus tradicionales formas de reciprocidad para hacer frente a los
requerimientos variables y temporales de fuerza de trabajo, tecnologías, medios de producción
y financiamiento, son sin duda constituyentes de nuestra economía solidaria.
Podemos decir que la preocupación ecológica y la protección del medio ambiente están
originando una incipiente búsqueda de una economía ecológica, que encuentra en las formas
económicas fundadas en la solidaridad y el trabajo su expresión más coherente y natural.
Debe considerarse, también, una parte al menos del vasto mundo de las ONGs, u
organizaciones no-gubernamentales de servicio y/o de desarrollo, que se organizan de
maneras autogestionadas conforme a diversas alternativas jurídicas, y que se distinguen
como formas institucionales o empresas "sin fines de lucro", o con explícitos fines de beneficio
social. Muchas de ellas operan como instancias de apoyo a las formas económicas
mencionadas anteriormente, y juegan un importante papel como organizaciones de
financiamiento que gestionan fondos rotatorios, de comercialización, de asesoría
organizacional, apoyo a la gestión, asistencia técnica y capacitación; otras tienen fines
específicos acotados a necesidades sociales determinadas, y buscan mejorar la calidad de
vida de sus beneficiados. Cabe en este sentido considerar a las numerosas fundaciones,
corporaciones, asociaciones profesionales, organizaciones de voluntariado, asociaciones
culturales, etc. que canalizan recursos y servicios de varios tipos, incluidos los de estudio e
investigación, que contribuyen de manera significativa a darle identidad y presencia social,
política y cultural a las expresiones económicas surgidas de la llamada "sociedad civil".
Y también, las organizaciones del llamado comercio justo, o comercio justo y solidario,
que comercializan en los países más desarrollados una gama de productos originados por
pequeños productores y comunidades en los países más pobres, eliminando intermediarios
y favoreciendo el consumo de productos ecológicos y producidos en condiciones de trabajo
digno. También el movimiento de las finanzas éticas, o bancos éticos, que captan recursos
de personas que desean que sus ahorros se empleen exclusivamente en unidades
económicas comprometidas con ciertos valores de justicia, sustentabilidad ambiental,
asociatividad, etc., estando dispuestos a sacrificar en parte los intereses que podrían obtener
si colocaran tales ahorros en el sistema financiero y especulativo capitalista.
Y los movimientos del consumo responsable, del buen consumo, y otros que se
comprometen a preferir la compra y el consumo de bienes y servicios producidos en
condiciones justas, no contaminantes, sustentables, respetuosos del medio ambiente, etc.
Ahora bien, para que todas estas diversas manifestaciones de la economía solidaria
constituyan un movimiento social, es necesario que se conozcan unas a otras, que se
encuentren y que se reconozcan como similares, orientadas por objetivos compartidos, por
calores comunes: los valores de la justicia, la libertad, la solidaridad, el trabajo, la participación.
Una explicación de esto es que a lo largo de toda la época moderna, cuando pensamos
en la economía pensamos en el capitalismo, pensamos que lo económico es algo ligado a
intereses individuales, a la búsqueda del lucro y la ganancia, como si fuera algo ilegítimo.
Como si hablar de economía implicara contaminarse de capitalismo, o participar en algo no
coherente con los principios de una búsqueda idealista y ética.
Yo pienso que, avasallado por las teorías económicas neo-clásicas, por un lado, y por
otro lado atemorizado por la crítica tan radical que se ha realizado desde cierta izquierda, que
ha criticado no sólo el capitalismo sino a la economía misma, que ha cuestionado no sólo el
capitalismo sino también el mercado, la empresa, las ganancias, el dinero, e incluso el
concepto de eficiencia, las experiencias económicas solidarias se atrincheraron en una
formulación ética, doctrinaria o ideológica, inhibiéndose de construir verdadero pensamiento
económico.
Pero esto terminó ya, con el surgimiento del concepto de economía solidaria. En el mismo
enunciado Economía Solidaria no solamente está la legitimación de lo económico sino también,
y es lo más importante, el descubrimiento de una racionalidad económica especial, que es
específicamente económica pero que no tiene nada de capitalista. El pensar las experiencias
cooperativas, autogestionarias y de economía solidaria en general, como genuinas y
auténticas iniciativas económicas, abre a un descubrimiento fundamental: que la economía es
mucho más que lo que la economía capitalista y las teorías asociadas a ella reconocen como
económico.
No hay actividad humana que no tenga contenido económico, que no utilice recursos
necesidades, aspiraciones o deseos humanos, que no implique la utilización de recursos.
Y lo económico es, en el fondo, organizar todo eso de manera más eficiente
, de modo que los objetivos que las personas se propongan se alcancen en forma más
plena. Y no significa necesariamente estar motivado por ambiciones egoístas, por intereses
particulares, ni ponerse a competir con otros, porque se puede hacer economía, o sea vivir,
reproducir la vida y ampliarla, cooperando con otros, compartiendo objetivos, distribuyendo
solidariamente los beneficios, utilizando recursos que están disponibles para todos y que no
necesariamente implican una apropiación privada individual que excluya a los demás.
Porque, junto con descubrir que la economía es mucho más amplia de lo que
normalmente entendemos por economía cuando la pensamos con las categorías que el
capitalismo ha elaborado; y que el concepto de eficiencia en la economía solidaria es distinto
que el de la economía convencional, al mismo tiempo descubrimos que se puede hacer
economía de distintas maneras, que hay racionalidades económicas muy distintas, que la
racionalidad económica capitalista no esla
racionalidad económica, sino que es una de las lógicas posibles, que hay otras que pueden ser
aún más eficientes.
Alcanzar la autonomía, pensar con la propia cabeza, decidir por sí mismos, recuperar el
control de nuestras condiciones de vida, es mucho más difícil de lo que tal vez imaginamos.
Pues, en efecto, muchas personas creen ser autónomas, pues sienten en su interior que
tienen sus vidas bajo control; pero en los hechos se comportan como les indica su grupo de
pertenencia; sus aspiraciones no difieren de las que tiene la mayoría; adhieren a la mayor
parte de las ideas que les ofrecen los medios; consumen lo que les recomienda la publicidad;
siguen las modas al vestirse y proveerse de diferentes mercancías; desean tener sus
viviendas en los lugares que todos creen que son los más prestigiosos; intentan estudiar en
los centros educacionales que aparecen en los rankings
como los mejores; mantienen sus cuentas bancarias y se endeudan en los bancos del
sistema; se divierten en los centros de diversión donde encontrarán buenas afluencias de
público; vacacionan donde los publicistas les aseguran que tendrán adecuadas
entretenciones; en síntesis, consumen conforme a las pautas de consumo que les ha
establecido el modelo capitalista.
Por de pronto, quien mantenga altas deudas o créditos en el sistema financiero, es señal
inequívoca de que está muy lejos de la autonomía, al menos tan lejos como el tiempo que
necesitará para quedar libre de todo endeudamiento en que haya incurrido siguiendo las
pautas de consumo y gasto que el ?sistema? quiere que siga, y que lo obligan a perseguir
como objetivo permanente los ingresos indispensables para cubrir las cuotas que vencen
mensualmente: objetivo que sin duda le han fijado los acreedores, o sea, los mismos que lo
indujeron a endeudarse adoptando las pautas de consumo y el modo de vida predominantes.
Alcanzar la autonomía parece demasiado difícil, casi inalcanzable. Pero nadie ha dicho que
iniciar la creación de una nueva economía sea algo fácil. Además, evidentemente, nadie
podrá lograrlo por sí solo. De ahí la importancia de que quienes se propongan como objetivo
construir una economía solidaria autónoma, quienes aspiran a la autonomía, se relacionen, se
asocien, dialoguen, se critiquen recíprocamente, colaboren en el proceso de acceder a dicho
punto de vista autónomo. El avance hacia la autonomía es también, simultáneamente, un
camino de creciente solidaridad.
Los límites de tales análisis críticos son, a mi parecer, dos fundamentales: por un lado,
permanecer al interior de una concepción marxista o neo-marxista, que piensa que la
superación del capitalismo ocurriría como resultado de una lucha contra
el sistema, y que por consiguiente requiere la existencia de sujetos políticos antisistémicos,
antagonistas, revolucionarios; y por otro lado, no comprender las potencialidades de la
autonomía intelectual y moral que pueden alcanzar individuos y grupos auto-organizados, y
que en base a dicha autonomía lograda, sin necesidad de primero destruir al capitalismo y al
estatismo, pueden iniciar la creación de una nueva y superior economía.
Al respecto, aprovecharemos una idea de Antonio Gramsci, que señala que para alcanzar la
autonomía, un movimiento cultural, social, económico o político debe superar dos momentos o
fases primitivas e insuficientes.
Estos dos momentos o fases, o mejor, los movimientos que tengan estos niveles de
conciencia y de propuesta, no son autónomos, porque se definen en función de lo que critican, y
en consecuencia permanecen subordinados a ello. La oposición, la crítica, el antagonismo, la
lucha contra, constituyen actitudes que permanecen en el nivel de la negación de lo viejo, no
de la afirmación de lo nuevo superior, que no alcanzan siquiera a concebir ni a proyectar,
porque en esa fase la consciencia permanece al interior de la realidad existente en función de
la cual los sujetos se definen contrarios, enemigos y combatientes.
Pero más importante aún, es el hecho que los movimientos antagonistas se niegan a crear
la nueva realidad, o no se proponen comenzarla en el presente, porque creen que primero y
antes de crearse lo nuevo debe suprimirse lo viejo, debe derrumbarse el sistema establecido.
Y como éste no se derrumba, pasan los años, las décadas y los siglos en una lucha
interminable, y siempre con la esperanza del derrumbe que no acaba de llegar. Y siempre se
posterga el inicio de la creación de lo nuevo.
Llegar a ser autónomos, esto es, superar los momentos de la separación o ruptura y del
antagonismo, y entonces elevarse a un punto de vista superior, comprensivo, es condición
para desarrollar una economía con identidad propia, eficiente, coherente, autónoma. Su creación
y desarrollo no debe esperar el derrumbe de la economía establecida para abrirse camino y
comenzar a desplegar sus propias potencialidades.
Así, una vez más, dejamos abierto un gran tema, para la reflexión y el trabajo de todos.
Muchas gracias.
Luis Razeto Migliaro.