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COLOSENSES 3

Vv. 1-4. Puesto que los cristianos están libres de la ley ceremonial deben andar más cerca de Dios en la obediencia del
evangelio. Como el cielo y la tierra son opuestos entre sí, no pueden seguirse al mismo tiempo; y el afecto por uno debilitará
y abatirá el afecto por el otro. Los que han nacido de nuevo están muertos al pecado, porque su dominio está roto, su poder
paulatinamente vencido por la operación de la gracia, y a la larga, será extinguido por la perfección de la gloria. Entonces,
estar muertos significa esto: que quienes tienen el Espíritu Santo, que mortifica en ellos las concupiscencias de la carne, son
capaces de despreciar las cosas terrenales y desear las celestiales. En el presente, Cristo es alguien a quien no hemos visto,
pero nuestro consuelo es que nuestra vida está a salvo en Él. Las corrientes de esta agua viva fluyen al alma por la influencia
del Espíritu Santo por la fe. Cristo vive en el creyente por su Espíritu, y el creyente vive para Él en todo lo que hace. En la
segunda venida de Cristo habrá una reunión general de todos los redimidos; y aquellos cuya vida está ahora escondida con
Cristo, se manifestarán con Él en su gloria. Esperamos esa dicha, ¿no deberíamos poner nuestros afectos en aquel mundo y
vivir por encima de éste?

Vv. 5-11. Es nuestro deber mortificar nuestros miembros que se inclinan a las cosas de este mundo. Mortificarlos, matarlos,
suprimirlos, como malezas o gusanos que se desparraman y destruyen todo a su alrededor. Debemos oponernos
continuamente a todas las obras corruptas sin hacer provisión para los placeres carnales. Debemos evitar las ocasiones de
pecar: la concupiscencia de la carne, y el amor al mundo; y la codicia que es idolatría; el amor del bien actual y los placeres
externos. Es necesario mortificar los pecados porque si no los matamos, ellos nos matarán a nosotros. El evangelio cambia
las facultades superiores e inferiores del alma, y sostiene la regla de la recta razón y de la conciencia por sobre el apetito y la
pasión. Ahora no hay diferencia de país, de condición o de circunstancia de vida. Es deber de cada uno ser santo, porque
Cristo es el Todo del cristiano, su único Señor y Salvador, y toda su esperanza y felicidad.

Vv. 12-17.No sólo no debemos dañar a nadie; debemos hacer todo el bien que podamos a todos. Los que son escogidos de
Dios, santos y amados, deben ser humildes y compasivos con todos. Mientras estemos en este mundo, donde hay tanta
corrupción en nuestros corazones, a veces surgirán contiendas, pero nuestro deber es perdonarnos unos a otros imitando el
perdón por cual somos salvados. Que la paz de Dios reine en vuestros corazones; es su obra en todos los que le pertenecen.
La acción de gracias a Dios ayuda a hacernos agradables ante todos los hombres. El evangelio es la palabra de Cristo. Muchos
tienen la palabra, pero habita pobremente en ellos; no tiene poder sobre ellos. El alma prospera cuando estamos llenos de
las Escrituras y de la gracia de Cristo. Cuando cantamos salmos debemos ser afectados por lo que cantamos. Hagamos todo
en el nombre del Señor Jesús, y dependiendo con fe en Él, sea lo que sea en que estemos ocupados. A los que hacen todo en
el nombre de Cristo nunca les faltará tema para dar gracias a Dios, al Padre.

Vv. 18-25.Las epístolas que se preocupan más en exhibir la gloria de la gracia divina y a magnificar al Señor Jesús, son las más
detalladas al enfatizar los deberes de la vida cristiana. Nunca debemos separar los privilegios de los deberes del evangelio.
La sumisión es el deber de las esposas, pero no es someterse a un tirano austero o a un adusto señor, sino a su marido que
está comprometido al deber afectuoso. Los maridos deben amar a sus esposas con afecto fiel y tierno. Los hijos dóciles son
los que más probablemente prosperen, como asimismo los hijos obedientes. Los siervos tienen que cumplir su deber y
obedecer las órdenes de sus amos en todas las cosas que corresponden al deber con Dios, su Amo celestial. Deben ser justos
y diligentes, sin intenciones egoístas, hipocresías ni disfraces. Los que temen a Dios serán justos y fieles cuando estén fuera
de la vista de sus amos, porque saben que están bajo el ojo de Dios. Hagan todo con diligencia, no con ocio ni pereza;
alegremente, no descontentos con la providencia de Dios que los puso en esa relación. Y para estímulo de los siervos, sepan
que sirven a Cristo cuando sirven a sus amos conforme al mandamiento de Cristo, y que al final, Él les dará una recompensa
gloriosa. Por otro lado, el que hace el mal recibirá el mal que haya hecho. Dios castigará al siervo injusto y premiará al siervo
justo; lo mismo si los amos hacen el mal a sus siervos. Porque el Juez justo de la tierra tratará con justicia a amo y siervo.
Ambos estarán al mismo nivel en su tribunal. ¡Qué feliz haría al mundo la religión verdadera si prevaleciera por doquier
influyendo en todo estado de cosas y toda relación de vida! Pero la profesión de las personas que descuidan los deberes, y
que dan causa justa de quejas a quienes se relacionan con ellas, se engañan a sí mismas y también acarrea reproches para el
evangelio.

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