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ARTHUR RIMBAUD

OBRA COMPLETA BILINGÜE


EDICIÓN A CARGO DE
MAURO ARMIÑO

ATA L A N TA
1 Preliminares Rimbaud_9_Memoria Mundi 15/6/16 0:08 Página I
1 Preliminares Rimbaud_9_Memoria Mundi 15/6/16 0:08 Página II
1 Preliminares Rimbaud_9_Memoria Mundi 15/6/16 0:08 Página III

MEMORIA MUNDI

ATA L A N TA

100
1 Preliminares Rimbaud_9_Memoria Mundi 15/6/16 0:08 Página IV
1 Preliminares Rimbaud_9_Memoria Mundi 15/6/16 0:08 Página V

ARTHUR RIMBAUD
OBRA COMPLETA BILINGÜE

EDICIÓN A CARGO DE
MAURO ARMIÑO

A TA L A N TA
2016
En cubierta: retrato de Rimbaud en 1871, a los dieciséis años.
Fotografía de Étienne Carjat. Museo Rimbaud,
Charleville-Mézières.
En guardas: Un Coin de table. Óleo de Fantin-Latour, 1872. Museo
de Orsay, París.

Dirección y diseño: Jacobo Siruela.

«Esta obra ha recibido una ayuda a la edición


del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte»

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Todos los derechos reservados.

Título original: Œuvres complètes


© De la traducción y edición: Mauro Armiño
© EDICIONES ATALANTA, S. L.
Mas Pou. Vilaür 17483. Girona. España
Teléfono: 972 79 58 05 Fax: 972 79 58 34
atalantaweb.com

ISBN: 978-84-945231-0-6
Depósito Legal: Gi. 965-2016
1 Preliminares Rimbaud_9_Memoria Mundi 11/7/16 12:22 Página VII

ÍNDICE

Prólogo
IX

Cronología
LIII

Diccionario Rimbaud
LXIX

Bibliografía selecta
XCIII

Nota de edición
CIII

Obra poética 1870-1873


1

Une saison en enfer


Una temporada en el infierno
467

Illuminations
Iluminaciones
539

Correspondencia 1870-1891
659

Ilustraciones y fotografías
Entre las páginas 726-727
1 Preliminares Rimbaud_9_Memoria Mundi 15/6/16 0:08 Página VIII

Apéndice

De un cuaderno escolar (1864-1865)


1125
Composiciones en latín (1868-1870)
1145
Charles d’Orléans a Luis XI
1183
Borradores de Una temporada en el infierno
1187
Documentos
1197
Correspondencia entre Rimbaud y Verlaine
1207
El affaire de Bruselas
1227

Notas

Notas a la «Obra poética 1870-1873»


1259
Notas a Una temporada en el infierno
1393
Notas a Iluminaciones
1413
Notas a «De un cuaderno escolar (1864-1865)»
1461
Notas a las «Composiciones en latín (1868-1870)»
1469
Notas a «Charles d’Orléans a Luis XI»
1479
Notas a los «Borradores de Una temporada en el infierno»
1483

Índices

Índice de títulos y primeros versos en francés y en latín


1487
Índice de títulos y primeros versos en español
1493
Índice general
1499
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página IX

Prólogo
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página X
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XI

El fugaz paso de Arthur Rimbaud por la poesía fran-


cesa fue calificado en vida del propio poeta de «meteoro»;
la idea se convirtió en un tópico que aún se mantiene vivo
porque hay pocas cosas más ciertas en el caso del joven
poeta de Charleville, que llega a París en septiembre de
1871 y en año y medio, hasta mayo de 1873, reduce a ce-
nizas la poesía parnasiana, para luego, tras el episodio de
Bruselas y la entrega del manuscrito de su único libro pu-
blicado, Una temporada en el infierno (septiembre de
1873), hundirse en un silencio inexplicable e inexplicado
que acosa a la mayoría de los críticos como si ese mutismo
absoluto fuera una clave interpretativa. En ese año y
medio su conducta devino en piedra de escándalo cons-
tante, incluso entre el círculo de poetas bohemios: por sus
extravagancias –fumaba con la cazoleta de la pipa boca
abajo–, por su afición a la bebida, por su apariencia sucia,
desharrapada y salvaje, por su carácter agresivo, hasta el
punto de propinar una puñalada con un bastón-estoque al
fotógrafo Carjat, o por exhibir sin demasiados tapujos su

XI
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XII

homosexualidad en compañía de Verlaine.1 A todo esto se


añadía la insumisión en su obra poética a todos los órde-
nes de la sociedad: a la escuela, a la Iglesia, al orden polí-
tico impuesto por Napoleón III, a la familia, al trabajo;
en resumen, a los valores que la burguesía de la época em-
pezaba a ponderar como una posibilidad de avance social.
Rimbaud rechazaba así la idea madre de la incipiente re-
volución industrial y política, el difundido lema de que el
progreso abriría, en alas de la ciencia, un futuro de es-
pléndido y justo orden social. Despreciaba además la Be-
lleza consagrada, según el diseño que de ella habían hecho
neoclásicos y románticos, hasta el extremo de convertir
un mito griego, la divinidad de Venus, en la imagen esca-
tológica de una prostituta de arrabal: «Horriblemente
bella por una úlcera en el ano» («Venus Anadiomena»,
poema firmado el 27 de julio de 1870, cuando Rimbaud
aún no ha cumplido dieciséis años). El escándalo lo vol-
verá definitivo ese silencio final de un poeta que había
destrozado, para la evolución de la poesía, la escritura de
la vanguardia del momento, los parnasianos, y había pre-
tendido llevar la lírica más allá de sus formas, más allá del
libro, más allá del arte y de las propuestas políticas, in-
cluso «cambiar la vida» con ella.
Llegó a París con la buena nueva de una poética dis-
tinta, desbaratando el castillo de naipes que, tras la reciente
muerte de Baudelaire en 1867, construían los parnasianos
como escalón previo hacia el simbolismo. El muchacho de
dieciséis años que les leyó su «Barco ebrio» no admitía
magisterios de nadie, ni siquiera de los grandes: ni de Vic-

1. He recogido en un «Diccionario Rimbaud» (pág. LXIX) los datos


de la relación que con Rimbaud mantuvieron las principales figuras de
su entorno, tanto familiar como poético, y, en menor grado, varios
de los personajes clave de su experiencia africana.

XII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XIII

tor Hugo, cuya retórica aprovechaba, si no parodiaba, en


sus primeros poemas; ni de Baudelaire, al que admiraba
pero al que acusaba de sentimentalismo por las rebabas
que el romanticismo había dejado en sus versos, así como
de exhibir un lirismo blando y un exceso de efusiones per-
sonales que carecían de cualquier utilidad para la «poesía
objetiva» que el adolescente estaba buscando, la cual debía
eliminar al individuo para dar la palabra únicamente a la
parte del ser que se lanza en busca de lo desconocido. Aun
así, sin transición alguna, al hacer balance de ese año y
medio con París y Londres al fondo, escribe a su amigo
Ernest Delahaye para cuestionar su propia poética ante-
rior, la búsqueda de la «poesía objetiva».
En ese balance escrito en mayo de 1873,2 ¿qué quedaba
de las pretensiones con que había abandonado su pueblo
natal? Cierto que, para esa fecha, han ocurrido episodios
vividos a velocidad de vértigo, y todavía no se ha produ-
cido el más melodramático y decisivo; pero queda bien
poco: el sueño libertario de la Comuna de 1871 –Rimbaud
tal vez estuvo en París entre el 17 de abril y el 13 de mayo
de ese año alistado en un cuerpo de francotiradores– no
había cambiado nada, ni siquiera entre los poetas parisi-
nos, que, tras unos cuantos ripios de exaltación rebelde,
habían regresado a su rutina de burgueses bien o mal es-
tablecidos. ¿Y Verlaine? La amistad entre ambos, su com-
pagnonnage iniciado a su llegada a París, había terminado
en la más brutal de las decepciones. Después de provocar
a los parnasianos con su comportamiento nada ejemplar,
lo que le vale ser rechazado y expulsado del grupo, Rim-
baud trabaja por convertirse en «vidente», único camino
para encontrar lo desconocido de su poesía «objetiva»:

2. Véanse las págs. 733-736.

XIII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XIV

«Me habitué a la alucinación simple: veía con toda niti-


dez una mezquita en el sitio de una fábrica, una escuela de
tambores formada por ángeles, calesas por las rutas del
cielo, un salón en el fondo de un lago; los monstruos, los
misterios; un título de vodevil alzaba espantos ante mí»,
dirá en «Alquimia del verbo» (Una temporada en el in-
fierno).

Cuando Verlaine lo incluye en su antología Los poetas


malditos al lado de Tristan Corbière y de Stéphane Ma-
llarmé en su primera edición (1884), hace una década que
Rimbaud ha abandonado la literatura y sólo se interesa por
la compra y venta de café, marfil, pieles, armas, etcétera,
como empleado de una agencia francesa de importación y
exportación, un peón más del colonialismo europeo en
África. Salvo media docena de amigos y de parnasianos
que en su mayor parte ya lo habían repudiado, nadie co-
noce en ese momento su obra, porque los poemas decla-
mados en el círculo de los Vilains Bonshommes o de los
zutistas se los había llevado el viento entre el humo de las
cenas donde se recitaban, y los ejemplares del único libro
publicado, Una temporada en el infierno, estaban cu-
briéndose de polvo en un rincón de la imprenta belga a la
que se lo había encargado. Rimbaud vivirá todavía siete
años desde esa fecha, pero en su correspondencia no hay
la menor alusión a que haya llegado a sus oídos noticia del
libro verlainiano. Tampoco supo que Verlaine había dado
el primer paso para la construcción del mito Rimbaud, que
durante el siglo XX alcanzará la mayor altura conseguida
por un mito en la literatura europea. Para su compañero de
amores, poesía y peleas, Rimbaud se había «maldecido a
sí mismo» fraguando desde el inicio un destino que unía li-

XIV
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XV

teratura y vida, incluso aunque, tras abandonar la primera,


la segunda, la del «hombre de las suelas al viento» que, ol-
vidándolo todo, se pierde en viajes a lo desconocido desde
finales de 1878, se convirtiese en un apéndice que certifi-
caba su situación de condenado, de réprobo.
Rimbaud labra su propio destino de mito al hilo de su
biografía, desde el ambiente en que nace, una familia des-
estructurada, con un padre capitán del ejército que, duran-
te siete años, desde su matrimonio (1853) hasta el naci-
miento de su última hija (1860), sólo pasa por el domicilio
conyugal cuando se lo permite su destino en distintas
guarniciones. Vitalie Cuif, la madre, prefiere declararse
viuda antes que abandonada y, amargada, se concentra con
rigor y dureza en la educación de los hijos del capitán, po-
niendo en Arthur Rimbaud todas sus esperanzas. Un texto
escrito a los diez años como deber escolar,3 pero que in-
cluye elementos autobiográficos, imagina un hogar ideal,
con un apuesto oficial por padre y una madre dulce y tran-
quila; cinco años más tarde, en 1870, su primer poema pu-
blicado, «Los aguinaldos de los huérfanos», ofrece una
visión más verista, y también lúgubre, de un interior pre-
sidido por la orfandad absoluta, con una madre que en la
imaginación ha muerto y un padre lejano.4 Pero, desde los
bancos de la escuela, el niño confirma las esperanzas ma-
ternas con sus premios en historia y geografía, gramática
y ortografía francesa, tema y versión latina y griega, retó-
rica, e incluso conducta y enseñanza religiosa. Durante el
Segundo Imperio, la enseñanza reglada de secundaria im-
ponía, ya desde los liceos y colegios, el estudio de los clá-

3. El titulado «prólogo» («El sol aún calentaba…»), que figura en


«De un cuaderno escolar (1864-1865)», pág. 1.137. Algunos editores lo
presentan como el primer texto en prosa original de Rimbaud.
4. Véanse las págs. 2-9.

XV
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XVI

sicos grecolatinos y franceses: Homero, Virgilio, Racine,


Corneille, Boileau, Voltaire, Rousseau; los mismos con los
que, ocho años mayor, se había adiestrado Isidore Du-
casse, que comparte la palma del malditismo del siglo con
el poeta de Charleville.5 Los premiados ejercicios latinos
de Rimbaud empiezan a publicarse, a sus catorce años, en
el boletín oficial de la enseñanza de la provincia; se le exi-
gía trabajar sobre esos modelos, discurrir en hexámetros
dactílicos con sus sílabas largas y breves, calcar las estruc-
turas sintácticas, dominar la retórica para ser capaz de con-
trolar el manejo de la lengua y sus secretos, así como crear
un estilo. La asimilación de esos textos le convierte, por
los premios que recibe, en un alumno excelente que
pronto encuentra en su profesor Georges Izambard una
especie de mentor poético y un amigo.
Esa vida escolar dejará una muestra de la mezcla de
ironía y realismo que va a marcar su poesía: en el verano
de 1870 confía a Izambard, junto a sus siete poemas ini-
ciales, una novela breve en prosa cuyo encabezamiento
parodia «Un corazón bajo una piedra», que ha leído en
Los miserables de Hugo. Con el subtítulo de «Intimidades
de un seminarista», Un corazón bajo una sotana6 le pare-

5. Disfrazado de Conde de Lautréamont, Ducasse aprovecha el es-


tudio de esos clásicos y los parodia en Los cantos de Maldoror, para
luego insurgirse en sus Poesías contra todos los grandes nombres que
un docto profesor de lenguas clásicas le ha descubierto, aunque repri-
miendo y rechazando la opulencia del lenguaje que el joven estudiante
aplica. Véase en mi prólogo a Los cantos de Maldoror (Valdemar, Ma-
drid, 2016, págs. 16-17) los comentarios de un condiscípulo de Ducasse
sobre los reproches del profesor Hinstin a sus trabajos de composición
francesa.
6. Véase en las Notas a la «Obra poética 1870-1873» la presenta-
ción de Un corazón bajo una sotana (pág. 1.264), donde se precisan
tanto las referencias cronológicas de la escritura como las tres princi-
pales interpretaciones actuales. Por otro lado, he incluido los dos úni-

XVI
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XVII

ció a Izambard, como más tarde a Verlaine, un texto poco


digno de Rimbaud, y fue dejado de lado hasta 1924,
cuando los surrealistas avalaron su autenticidad. En cual-
quier caso, fue adscrito en las ediciones de las Œuvres
como uno más de los textos «juveniles», al que no se en-
contraba mucho sentido y que se consideraba una mera
«travesura de chiquillo». No fue hasta 1971 cuando em-
pezaron a percibirse distintas capas de lectura que se
superponen a ciertos datos biográficos, en medio de refe-
rencias a otros autores y con un lenguaje que multiplica
términos con dobles sentidos, a menudo un argot de con-
notaciones sexuales. Las lecturas más recientes convier-
ten el relato en un texto en parte autobiográfico que
liquida, ya en 1869, un pasado estudiantil: Rimbaud se
centra en los escolares de un seminario para sacar a la luz
unas emociones juveniles aplastadas por la hipocresía y
los abusos sexuales de los profesores. 7 La caricatura del
imaginario personaje de Léonard es un pastiche de una
realidad brutal que Rimbaud conocía de primera mano,
porque al seminario de Charleville acudían, para algunas
clases, y como externos, alumnos del colegio de la ciudad.

Gracias a Izambard, que le presta libros «modernos»


(los románticos, con Lamartine, Musset y Victor Hugo

cos textos de Rimbaud escritos en prosa, éste y «El sueño de Bismarck»,


bajo el epígrafe de «Obra poética 1870-1873» para seguir el orden cro-
nológico de la obra rimbaldiana, cuya evolución temática ambas ex-
cepciones ayudan a comprender, incorporándose además al contexto
de forma útil para la interpretación de sus inicios poéticos.
7. La desaparición, en las últimas décadas del siglo XX, de la cen-
sura mediática sobre la pederastia en la Iglesia permitió que, en Fran-
cia, Un corazón bajo una sotana pasase a los escenarios; tras la primera
adaptación teatral en 1977, se cuentan, hasta 2010, cinco más.

XVII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XVIII

como representantes mayores del movimiento), Rimbaud


se refugia en un mundo distinto, dominado por la imagi-
nación, ajeno al ámbito doméstico, al «triste agujero»8 en
que le tiene metido una «Mother» que exige la lectura «del
libro del deber». «En un granero donde fui encerrado a
los doce años conocí el mundo, ilustré la comedia hu-
mana. En una bodega aprendí la historia.»9 Prácticamente
desde su primer poema, trata de huir, de ir lejos, «muy
lejos, lo mismo que un bohemio, / por la Naturaleza».10
Sin embargo, ese agujero terminará siendo un lugar de re-
cogimiento tras sus correrías parisinas o londinenses, y de
cobijo en los malos momentos, cuando no tenga adónde
ir o Verlaine haya disparado contra él. Ahí alimentan su
imaginación las Odas y baladas, las Orientales, Les Châ-
timents, La Légende des siècles de Hugo, así como nove-
las del autor de Los miserables (Izambard le presta Nuestra
Señora de París para ayudarle a dar color local a un tra-
bajo de composición en francés sobre el poeta medieval
François Villon, la carta de «Charles d’Orléans a Luis
XI»).11 En la obra de Hugo, «todo un archipiélago», podía
encontrar una panoplia poética de temas y tonos, y reco-
ger desde los acentos delicados de las odas hasta la furia
del poeta condenado al exilio o el frenesí iracundo del po-
lítico que se subleva contra Napoleón III.
Con ese bagaje, Rimbaud inicia la «carrera» poética
con la manifiesta pretensión de darse a conocer desde su

8. Del magnífico edificio, propiedad de los Cuif, donde se escribió


Una temporada en el infierno apenas quedan escombros: durante la
ocupación alemana de la Primera Guerra Mundial fue convertido en
sede de la Kommandantur, y posteriormente se dinamitó cuando las
tropas alemanas lo abandonaron.
9. «Vidas III», Iluminaciones, pág. 565.
10. «Sensación», vv. 7-8, pág. 11.
11. Se traduce en el Apéndice, pág. 1.183.

XVIII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XIX

preámbulo: a los quince años publica en una revista «Los


aguinaldos de los huérfanos», poema al que sigue «Tres
besos» unos meses más tarde. Esas ansias por publicar le
llevan a enviar una carta, la segunda conocida, a Théodore
de Banville,12 poeta en vías de consagración que prepara la
segunda entrega de la revista Le Parnasse contemporain.
Quizá de forma interesada, aunque en ese momento ad-
mire al autor de las Odas funambulescas, Rimbaud se dice
parnasiano y «enamorado de la belleza ideal», para ter-
minar pidiendo un hueco en la revista para uno de los tres
poemas que le adjunta, «Credo in unam...». Declara más
edad de la que tiene, «casi diecisiete años», cuando en rea-
lidad acaba de cumplir quince años y siete meses. En ese
período de efervescencia poética, la necesidad de ser joven
o su contrario, la madurez impostada en la edad, parece
acosar a varios poetas: Banville publica con diecinueve
años su primer poemario, tres años después de haberlo es-
crito; Isidore Ducasse, que ha cumplido los veinte cuando
escribe la novena estrofa del canto primero de Maldoror,
se adjudica «treinta años de experiencia de vida».
Rimbaud no tardará en endilgar al «maestro» una es-
pecie de arte poética, «Lo que se dice al poeta a propósito
de flores», en la que, todavía con menos de dieciséis años,
le alecciona sobre los defectos parnasianos, con tanta iro-
nía como admiración y respeto hacia Banville. Tampoco
tarda mucho en distanciarse del resto de parnasianos,
entre los que sólo salva a dos «videntes»: Verlaine y Mé-
rat; los demás se han empecinado en cantar temas vacuos,
agotados y muertos con formas viejas. Ni siquiera Bau-
delaire se libra: «Inspeccionar lo invisible y oír lo inau-
dito es distinto de recuperar el espíritu de las cosas

12. Carta a Théodore de Banville del 24 de mayo de 1870, pág. 662.

XIX
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XX

muertas, Baudelaire es el primer vidente, rey de los poe-


tas, un verdadero Dios. Aunque vivió en un medio dema-
siado artístico; y la forma, tan alabada en él, es mezquina:
las invenciones de lo desconocido exigen formas nue-
vas».13 Cuando escribe esa carta a Demeny, Rimbaud aún
no se ha desembarazado de la influencia baudelairiana,
como se aprecia claramente en sus poemas primeros,
tanto en el empleo del cuarteto épico («Baile de los ahor-
cados» o «El barco ebrio») como en el del soneto («Venus
Anadiomena» o «Vocales»), y en las lecciones derivadas
de los poemas en prosa del Spleen de París, que, a pesar de
desplazar la perspectiva, Rimbaud secunda; aprovecha
además la aportación sustancial de Baudelaire: haber in-
troducido temas modernos e intentado la búsqueda de
formas originales.
También reniega de Théophile Gautier, cuyos poemas,
según una leyenda, el escolar Rimbaud declamaba a voz
en grito por los bosques de las Ardenas. Sin embargo, la
exaltación de la libertad poética promovida por el autor
de Esmaltes y camafeos, el colorido de sus versos, «la bru-
jería evocadora» que Baudelaire percibía en él, tienen un
defecto para Rimbaud: el «poeta impecable» de los par-
nasianos «retoma el espíritu de las cosas muertas». Pese a
estas reservas, Gautier deja su huella en Rimbaud, que se
sirve de rimas de su danza macabra (funèbres/vertèbres
de «Hogueras y tumbas» reaparece en el «Baile de los
ahorcados»), recuerda al joven «coronado de adormide-
ras» del poema «Al sueño» en Una temporada en el in-
fierno, o repite sustancialmente en la advertencia de «Los
desiertos del amor» el prólogo de Albertus o El alma y el
pecado (1833), leyenda teológica en verso: «El autor del

13. Carta a Paul Demeny del 15 de mayo de 1871, pág. 695.

XX
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXI

presente libro es un joven friolento y enfermizo que pasa


su vida en familia con dos o tres amigos y casi otros tan-
tos gatos. […] No ha visto más mundo que el que se ve
por la ventana, y no ha tenido ganas de ver más».14 En todo
caso, Rimbaud apenas expone reticencias hacia Gautier,
poeta que en esos años era blanco de todas las críticas por
su afinidad con el régimen imperial y el bonapartismo.
No son muchas más las influencias y admiraciones que
con quince años, en el inicio de su vida poética, siente
Rimbaud. Un poeta menor y marginal como Albert Gla-
tigny (1839-1873), bohemio romántico de vida nómada,
aficionado también a las fugas y enemigo del confor-
mismo burgués, proyecta sus enérgicas imágenes en los
primeros poemas de Rimbaud, que conoció sus libros Les
Vignes folles y Les Flèches d’or a través de Izambard. En
cuanto al descubrimiento que había hecho de la belleza
según las normas del Parnasse contemporain, pronto se
sacude esa ascendencia inicial. Es una belleza tradicional,
antigua, la que hereda de Banville o de Leconte de Lisle,
y una pagana la que ha aprendido en Lucrecio. Sin em-
bargo, una vez escritos «Credo in unam...» y «Sol y
carne», cumplidos los deberes escolares, Rimbaud parte
hacia la búsqueda y construcción de otro tipo de belleza,
negativo, tanto en la descripción del símbolo griego de la
belleza («Venus Anadiomena») como en la visión política
de los sucesos que le asaltan apenas salido de Charleville
(ese verano de 1870 Napoleón III declara la guerra a Pru-
sia). El sueño de correr por los campos con la cabellera al
viento («Sensación») y la experiencia de vivir en plena li-
bertad («Mi bohemia»), con una moza de taberna sola-
zando el descanso del vagabundo, acaba enseguida: su

14. «Los desiertos del amor», pág. 359.

XXI
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXII

primera fuga de la casa materna, el 29 de agosto de 1870,


termina dos días más tarde en la cárcel parisina de Mazas
por haber viajado sin billete ni dinero. Durante los seis
días que permanece ahí, hasta que Izambard sale fiador
del muchacho, todavía menor de dieciséis años, se ha pro-
ducido la hecatombe francesa de Sedán, que obliga a
capitular a Napoleón III ante el ejército prusiano, y se ha
proclamado la Tercera República (4 de septiembre).

Del «Cahier de Douai» a los poemas


de la Comuna

Rimbaud interioriza la situación política y en Douai,


durante las casi tres semanas que pasa en casa de las se-
ñoritas Gindre, adonde lo ha llevado Izambard tras res-
catarlo de la cárcel, copia, en dos etapas pautadas por sus
dos fugas de agosto/septiembre y octubre, veintidós poe-
mas escritos en 1870 (no aparece «Los aguinaldos de los
huérfanos») y los envía en octubre a otro poeta que le ha
presentado Izambard, Paul Demeny. Once años mayor,
Demeny ya conoce las mieles de la edición, y Rimbaud
pone en él sus esperanzas de verse publicado. Suele titu-
larse este conjunto de poemas «Cahier de Douai», o «Re-
cueil Demeny»,15 aunque sólo la localidad en que fueron

15. Rimbaud los envía siguiendo más o menos el orden de escritura,


y con variantes respecto a las versiones que ha mandado a Banville o
confiado a Izambard: «Primera velada», «Sensación», «El herrero», «Sol
y carne», «Ofelia», «Baile de los ahorcados», «El castigo de Tartufo»,
«Venus Anadiomena», «Las réplicas de Nina», «A la música», «Los pas-
mados», «Novela», «Muertos del Noventa y dos...», «El Mal», «Rabias
de Césares», «Soñado para el invierno», «El durmiente del valle», «En
el Cabaret-Vert», «La maliciosa», «La clamorosa victoria de Sarre-
brück», «El aparador» y «Mi bohemia».

XXII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXIII

copiados o el nombre del destinatario justifican semejan-


tes rótulos. Sin pretender justificar un corte en la evolu-
ción, lo cierto es que los poemas de finales de 1870,
iniciados por «Los cuervos», y de 1871 presentan nuevos
temas y técnicas respecto a los anteriores. En primer
lugar, los manuscritos del «Cahier de Douai» están fir-
mados y datados, mientras que de los posteriores sólo te-
nemos la fecha de la copia hecha por Rimbaud a intención
de Izambard (13 de mayo de 1871), de Paul Demeny (15
de mayo y 10 de junio), de Théodore de Banville (15 de
agosto) y, por mano de Delahaye, de Verlaine.16 Se trata
de otro grupo de poemas, esta vez veintiuno, que crono-
lógicamente van de «Los cuervos» a «La estrella ha llo-
rado rosa…» 17 y que presentan unas características tan
nuevas, tan opuestas a lo anterior, que Rimbaud reco-
mienda a Demeny (carta del 10 de junio de 1871) quemar
el «Cahier de Douai».
Ese breve período de la vida de Rimbaud se ha visto
muy agitado tanto en lo personal como por el contexto
político. Ni siquiera habían pasado dos meses después de
que enviara su primera carta a Banville cuando Napoleón

16. Para Verlaine copia Delahaye en dos envíos, sin respetar el orden
cronológico, los poemas siguientes: «Los pasmados», «En cuclillas»,
«Los aduaneros», «El corazón robado», «Los sentados», «Mis peque-
ñas enamoradas», «Las primeras comuniones» y «París se repuebla»,
con los que más tarde Verlaine formará un «conjunto», añadiendo otros
poemas.
17. El difícil orden cronológico sería: «Los cuervos», «Los senta-
dos», «Los aduaneros», «El corazón del payaso» (primera versión),
«Canto de guerra parisino», «Mis pequeñas enamoradas», «En cucli-
llas», «La orgía parisina o París se repuebla», «Las manos de Jeanne-
Marie», «Las Hermanas de caridad», «El hombre justo», «Los poetas de
siete años», «Los pobres en la iglesia», «Lo que se dice al poeta a pro-
pósito de flores», «Las primeras comuniones», «El barco ebrio», «Las
despiojadoras», «Cabeza de fauno», «Oración de la tarde», «Vocales»
y «La estrella ha llorado rosa…».

XXIII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXIV

III declaraba la guerra a Prusia el 19 de julio de 1870. El


adolescente se fuga a París el 29 de agosto, con el resul-
tado ya citado del encarcelamiento y el rescate de Izam-
bard; repite la escapada, a pie, el 7 de octubre, esta vez en
dirección a Bruselas, de donde volverá a Charleville es-
coltado por gendarmes a petición de Vitalie Cuif. En el
entorno político, tras el desastre de Sedán que provoca la
rendición de Napoleón III y la proclamación de la Ter-
cera República, las tropas prusianas invaden Francia; a
Charleville llegan el 1 de enero de 1871. Ese invierno,
Rimbaud se dedica a leer y a pasear con su amigo Dela-
haye; en un periódico regional, Le Progrès des Ardennes,
aparece su artículo «El sueño de Bismarck», firmado con
el pseudónimo de Jean Baudry y recientemente recupe-
rado.
Pese a que París no ha tardado mucho en capitular tras
ser bombardeados los barrios del oeste de la ciudad por
los Versalleses, y después de ver a los prusianos desfilar
por los Campos Elíseos, Rimbaud vuelve a escaparse a la
gran ciudad para vivir en la miseria durante dos semanas.
El 10 de marzo regresa a pie a Charleville, pero ya no re-
tornaría a las aulas del colegio, que, cerrado por la guerra,
ha reabierto sus puertas. Una semana después de que
abandone París, se proclama la Comuna, que suscita en el
adolescente varios poemas de adhesión: «Canto de gue-
rra parisino», «Las manos de Jeanne-Marie», «París se re-
puebla». En mayo-junio de 1871 se pierde su rastro; según
Delahaye, habría ido a París, donde, acompañado por
Verlaine, lo sitúa una nota de la policía (cierto que tardía,
de 1873) en la que se le califica de francotirador commu-
nard. Amigos como Forain o el propio Verlaine también
lo emplazan en medio de la capital revolucionaria. El
autor de los Poèmes saturniens asegura que Rimbaud pasó

XXIV
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXV

varios días en el cuartel del Château-d’Eau como miem-


bro de un batallón de adolescentes de quince a diecisiete
años llamado los «Vengadores de Flourens».18
La Historia se ha precipitado sobre Francia, y también
sobre el escolar que se identifica con el aspecto rebelde
de la Comuna. En las cartas del 13 y el 15 mayo de 1871
enviadas a Izambard y a Demeny respectivamente, Rim-
baud propone una nueva poética con enunciados y fór-
mulas que han tenido gran éxito, pero sólo en el siglo XX,
porque, hechas de bravatas y jactancia, esas cartas no fue-
ron conocidas más que por sus destinatarios. No sor-
prendieron a los parnasianos que se reunían por lo menos
una vez al mes para cenar y recitarse unos a otros poe-
mas; su fogosa admiración inicial fue despertada por la es-
casa edad del muchacho, que, a poemas más o menos
parnasianos, aportaba inspiraciones y sugerencias distin-
tas, así como audacias extrañas: neologismos, vocablos
científicos, términos polisémicos de intención sexual
(como en «El corazón supliciado»), burlas de la burgue-
sía biempensante, de la religión y de las figuras de autori-
dad, empezando por «la madre», y una defensa de los
«horribles trabajadores», a cuya cabeza se pone el poeta.
Toda la delicadeza parnasiana quedaba borrada de un ma-
notazo. Será su recitado de «El barco ebrio» el que los
descoloque y provoque su inicial y entusiasta arrebato.
Esas dos cruciales cartas exponen el esfuerzo de Rim-
baud por volverse «vidente […]. Se trata de llegar a lo des-
conocido mediante el desarreglo de todos los sentidos»

18. Gustave Flourens (1838-1871), profesor y político, se encargó


de la defensa del París revolucionario; partidario de la desastrosa ofen-
siva de la Comuna contra los Versalleses, fue asesinado el 3 de abril de
1871, estando desarmado, por un capitán de la gendarmería. Una unidad
de la Comuna llevó en su honor el nombre de «Vengeurs de Flourens».

XXV
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXVI

(carta a Izambard del 13 de mayo de 1871). «Digo que hay


que ser vidente, hacerse vidente. El Poeta se hace vidente
mediante un largo, inmenso y razonado desarreglo de to-
dos los sentidos» (carta a Demeny del 15 de mayo de
1871). El término es siempre el mismo: vidente, no vi-
dencia. Desde luego, no era el primero en emplearlo con
una significación que va más allá de indicar conocimien-
tos sobrenaturales o dotes proféticas, y que la intención
de Rimbaud reúne en una sola. En esa dirección lo habían
utilizado ya, en el mismo siglo, Balzac, Hugo, Michelet,
Baudelaire y, sobre todo, por lo que a Rimbaud se refiere,
Gautier; pero Rimbaud parece acuñar en mármol la frase,
como acuña otra expresión de gran éxito: «Yo es otro»,
que tampoco fue el primero en manejar, y que se ha so-
breinterpretado. Cuando en su prólogo a las Obras com-
pletas del autor de Las flores del mal, que acababa de
fallecer, Gautier analiza la poesía de Baudelaire, le adju-
dica «el don de la Correspondencia, para emplear el
mismo idioma místico, es decir que sabe descubrir por
una intuición secreta las relaciones invisibles en otros y
relacionar así, por unas analogías inesperadas que sólo el
Voyant puede captar, los objetos más alejados y los más
opuestos en apariencia. Todo verdadero poeta está dotado
de esa cualidad más o menos desarrollada que es la esen-
cia de su arte». Aunque, en esa carta a Demeny, Rimbaud
reproche a Baudelaire la mezquindad de su forma, no deja
de concederle el título de «primer vidente, rey de los poe-
tas», porque ha sido capaz de «inspeccionar lo invisible y
oír lo inaudito».
En la carta a Izambard, Rimbaud se muestra arrogante,
despreciativo, llama imbéciles a sus antiguos enseñantes
y obstinado a ese profesor que le había ayudado, y cuya
poesía califica de académica, subjetiva, universitaria: «[Us-

XXVI
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXVII

ted] siempre terminará como un satisfecho que no hizo


nada, porque no quiso hacer nada. Sin contar con que su
poesía subjetiva siempre será horriblemente insulsa». Uti-
liza un neologismo, a partir de crápula, para explicarle su
plan de vida: «Ahora me encrapulo todo lo posible. ¿Por
qué? Quiero ser poeta, y trabajo por volverme vidente:
usted no comprenderá nada en absoluto, y yo apenas sa-
bría explicárselo». No iba muy lejos en ese momento el
deseo de «encrapularse»: llegar a la ebriedad mediante
el alcohol. Con Verlaine, el «encrapulamiento» adelantará
un paso repudiado socialmente. Dos días más tarde, en la
carta a Demeny, define al poeta como «ladrón de fuego»,
exhibe grandilocuencia, pretende hablar el lenguaje del
alma, que será el del futuro. «Carga con el peso de la hu-
manidad» hacia un porvenir que, asegura, será materia-
lista. De paso, Rimbaud arrumba en el estercolero a sus
padres románticos: Lamartine está «estrangulado por la
forma vieja»; Hugo es «demasiado testarudo»; Musset es
«catorce veces aborrecible», y lo conseguido por él puede
inventarlo «cualquier mozo de tienda». Sólo se salvan
Baudelaire y, entre los jóvenes, los ya citados Paul Ver-
laine, «un verdadero poeta», y Albert Mérat.

En mayo de 1871, Rimbaud parece tener clara una teo-


ría poética a la que todavía no responden los poemas que
acompañan a las cartas: hay una conciencia crítica a par-
tir de la cruenta realidad causada por la invasión prusiana,
acentuada poco después por la Semana Sangrienta (21-28
de mayo), que desestabilizará la convivencia francesa.19

19. Esa semana, en la que es dudosa la participación de Rimbaud,


supuso el final de la Comuna, seguido por la feroz represión llevada a

XXVII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXVIII

Rimbaud no aplica la nueva poética a los versos que envía,


sino que arraiga su poesía en unos «salmos de actualidad»
(«Canto de guerra parisino», «El corazón supliciado») o
en lo que denomina sátiras («En cuclillas», «Mis pequeñas
enamoradas»), o bien entona el elogio de las mujeres fuer-
tes que han peleado en la Comuna («Las manos de Je-
anne-Marie»). El panorama ofrecido por el grupo de
poemas de las cartas de mayo, a los que pueden unirse los
enviados el 10 de junio al mismo Demeny, abarca la rea-
lidad mediatizada por una sensación de espanto, pues ni
los Versalleses ni el pueblo, observado como masa, se sal-
van de las sombras en medio de tantas tinieblas: la épica
de «El herrero» exponiendo la rebelión de la canalla con
altisonancia hugoliana ha desaparecido al contacto con la
realidad. Tras haberse burlado del Segundo Imperio, con
su Napoleón y su príncipe imperial, su bestia negra du-
rante el período zutista, la violencia de sus poemas carga
contra todo: la guerra, la religión, la familia; contra ese
mundo burgués y vulgar al que pertenecen los «Sen-
tados», los burócratas de dedos amorcillados, los «Adua-
neros» convertidos en perros guardianes del orden, a los
que se oponen las manos fuertes de Jeanne-Marie, la pe-
trolera. Quedan a salvo, pero sin conciencia partidaria,
unas ideas generales de emancipación social, presididas
por un intento de revuelta absoluta; no tarda Rimbaud en
dejar de lado esa intencionalidad directa y políticamente
agresiva, para volverse hacia un arte nuevo20 que debería

cabo por Thiers y los Versalleses, con ejecuciones masivas de commu-


nards, a las que se sumaron miles de condenados a trabajos forzados y
a la deportación en Nueva Caledonia.
20. El alejamiento será definitivo, como pone de manifiesto la carta
del 6 de mayo de 1883 dirigida a su familia, escrita desde el Harar, en
la que toda idea sobre política está tan apartada de su espíritu como la
literatura: «Me habláis de noticias políticas. ¡Si supieseis lo indiferente

XXVIII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXIX

ir acompañado de una vida nueva, de un tiempo nuevo.


Entre las víctimas, Victor Hugo y su postura de reconci-
liación nacional entre Comuna y Versalleses («El hombre
justo»). Incluso dos poemas que suponen propuestas po-
líticas están invadidos por el sarcasmo: en «Canto de gue-
rra parisino» y en «La orgía parisina o París se repuebla»,
el espectro de las revoluciones derrotadas acosa, con «el
clamor del maldito», a la sociedad burguesa. En la prima-
vera de 1871 Rimbaud ha podido ver en París la prolife-
ración de periódicos y panfletos de ideología republicana
que exaltan la cólera contra el poder de los conservadores
tras las elecciones de febrero de 1871: Le Père Duchêne,
dirigido por otro poeta, Eugène Vermersch, y Le Cri du
peuple, de Jules Vallès, los dos periódicos más leídos du-
rante ese período de revuelta.21 Rimbaud, que se impregna
del espíritu de subversión, piensa en la posibilidad de un
futuro abierto a todos los cambios.
El joven poeta no sólo es consciente de que liquida eta-
pas: la petición a Demeny de quemar «todos los versos que
fui lo bastante idiota para darle durante mi estancia en
Douai» supone una divisoria; es el desarreglo «razonado»

que todo eso es para mí! Desde hace más de dos años no he tocado un
periódico. Todos esos debates me resultan incomprensibles ahora.
Como los musulmanes, sólo sé que lo que ocurre, ocurre, y nada más»
(págs. 833-835). Lo cual no impide que critique el comportamiento de
las fuerzas coloniales italianas o inglesas, o la torpeza de Francia en las
regiones africanas.
21. Con Eugène Vermersch (1845-1878) se cruzarán en Londres
Verlaine y Rimbaud cuando el periodista se exilie en la capital británica
tras la Semana Sangrienta. Aunque con amigos comunes, no parece, en
cambio, que hayan conocido a Jules Vallès (1832-1885), autor de una
trilogía narrativa: El niño (1879), El bachiller (1881) y El insurgente
(1886), ampliamente autobiográfica y ambientada en ese período his-
tórico. En la carta a Demeny del 17 de abril de 1871, Rimbaud men-
ciona las «fantasías, admirables, de Vallès y de Vermersch en el Cri du
Peuple».

XXIX
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXX

de los sentidos lo que ahora pretende practicar, «barrer


esos millones de esqueletos que, desde tiempo inmemo-
rial, han acumulado los productos de su miserable inteli-
gencia, proclamándose sus autores», porque los «viejos
imbéciles» sólo han encontrado «del Yo [...] la significa-
ción falsa».22 Rimbaud quiere convertir vida y poesía en
una sola cosa, en un mismo objetivo: la revolución poética
iría a la par con la revolución que ha supuesto la Comuna;
sus poemas se convierten entonces en eco de una realidad
que roza lo escatológico, sin la menor piedad hacia los po-
bres sometidos por la religión («Los pobres en la iglesia»)
o hacia las adolescentes comulgantes que no sufren sino
de histeria («Las primeras comuniones»).

La extraña pareja

En las postrimerías de ese verano de 1871 durante el


que ha cavilado sobre el «desarreglo de todos los senti-
dos», sobre el poeta vidente y la poesía objetiva, su viaje
a París supone otra divisoria vital y poética. A finales de
septiembre, en la capital le aguardan los poetas con los
que ha trabado relación postal, sobre todo Verlaine, al que
había pedido ayuda: «Tengo el proyecto de hacer un gran
poema y no puedo trabajar en Charleville. Me veo en la
imposibilidad de ir a París por carecer de recursos. Mi
madre es viuda y extremadamente devota. No me da más
que diez céntimos los domingos para pagar mi silla en la
iglesia».23 Rimbaud seguirá desgañitándose todavía un

22. Carta a Demeny del 15 de mayo de 1871, pág. 695, en la que el


cambio de Rimbaud es espectacular y brutal por su sarcasmo y sus ata-
ques contra los románticos.
23. Carta a Verlaine de agosto de 1871, pág. 1.209.

XXX
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXXI

año más tarde en sus llamadas de socorro: «Cuando me


veas comer positivamente mierda, ¡sólo entonces no te
parecerá que soy muy caro de alimentar!...».24 Verlaine,
que no ha leído un solo verso de Rimbaud y que no había
contestado a sus primeras cartas porque se encontraba en
el norte, las lee a su vuelta, a finales de agosto, y le anima
con lenguaje de poeta y un lirismo algo pedante: «Venga
usted, querida gran alma, le llamamos, le esperamos».25
Aunque Rimbaud confiaba en Banville para introducirse
en los ambientes poéticos y, por encima de todo, conse-
guir la edición de sus poemas, Verlaine era el poeta del
círculo de jóvenes con más prestigio porque ya había pu-
blicado dos libros de poemas bien recibidos, Poemas sa-
turnianos y Fiestas galantes, y además tenía listo desde
1870, aunque no aparecerá hasta dos años más tarde, La
buena canción. Verlaine no sólo le contesta y le invita a
casa de sus suegros, en la que vive, sino que se encarga de
hacer una colecta para pagar el viaje del muchacho hasta
París. En la segunda o tercera semana de septiembre se
produce no el encuentro sino el desencuentro: Verlaine
acude a la estación parisina de Estrasburgo (la actual Gare
de l’Est) para recibirle acompañado de otro poeta, Char-
les Cros, pero no se reconocen; desorientado, Rimbaud
se dirige al domicilio de Verlaine y allí le espera.
En ese momento, Verlaine tiene veintisiete años. Como
Rimbaud, era hijo de un capitán del ejército y de una mu-
chacha de familia campesina, aunque en su caso bastante
acomodada. Élisa-Stéphanie Verlaine mimará a su hijo
único, nacido tras catorce años de matrimonio, y le per-
mitirá todos los caprichos, entre ellos abandonar la ca-

24. Carta a Verlaine de abril de 1872, pág. 1.215.


25. Fragmento de una carta de Verlaine a Rimbaud de finales de
agosto o principios de septiembre de 1871, pág. 1.211.

XXXI
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXXII

rrera de derecho y asentarse en un empleo tranquilo que


le permitía disponer de tiempo. Acababa de casarse con
una joven de diecisiete años, Mathilde Mauté, hija de una
familia culta y pudiente que vivía de rentas; la madre, «de
costumbres ligeras en el pasado», según su propia hija,
que además la califica de librepensadora y antirreligiosa,
era pianista y se decía alumna de Chopin y profesora de
piano de Debussy cuando éste era niño. La familia tenía
pretensiones aristocráticas, como queda patente, de forma
ingenua y algo patética, en las Memorias de mi vida que
Mathilde terminó por escribir en sus últimos años y
que firmó como «Ex-Madame Paul Verlaine». A pesar de
los poemas de amor que le dedica en La buena canción, se
sabía, o por lo menos los parientes de Verlaine estaban al
tanto de ello, que el poeta tenía cierta propensión al alco-
holismo y había protagonizado algunas escenas de vio-
lencia en público, como soltarle un puñetazo al final de
una cena a Alphonse Daudet, el autor de las entonces cé-
lebres Cartas desde mi molino.
Su participación como «jefe de prensa» durante la
Comuna había dejado sin empleo a Verlaine, que está
esperando un hijo. Cuando Mathilde abre la puerta al des-
conocido Rimbaud, se encuentra con un «sólido mucha-
cho de cara rojiza, un campesino»; la primera impresión
–por lo menos la referida a posteriori– fue mala, y lo aco-
gió con frialdad: «Tenía el aspecto de un colegial que ha
crecido demasiado deprisa; los ojos eran azules, bastante
hermosos, pero tenían una expresión taimada que, en
nuestra indulgencia, tomamos por timidez». En otro pá-
rrafo, le parece «una especie de pequeño colegial vicioso,
sucio, poco sociable, ante el que todo el mundo estaba en
éxtasis». También Verlaine hablará más tarde de la impre-
sión que le causó su «belleza campesina y taimada»

XXXII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXXIII

cuando por fin llegó a casa. Rimbaud se hospedará con la


familia, bastante sorprendida por su aspecto, su carencia
de ropa, su mutismo y cierta falta de educación que con-
trastaba con el ambiente burgués de los Mauté. A partir
del día siguiente, Verlaine se encarga de pasear al mucha-
cho por la ciudad y de presentarlo en el círculo de poetas,
pintores y escultores, hasta una treintena. Nada más lle-
gar, durante una cena del círculo parnasiano y bohemio de
los Vilains Bonshommes, Rimbaud lee «El barco ebrio».
Este poema, que su autor ha preparado cuidadosamente
para presentarse en París, despierta un entusiasmo indes-
criptible, atestiguado por la correspondencia de algunos
de los asistentes, pasmados ante el adolescente que aún no
ha cumplido diecisiete años. Llaman la atención el len-
guaje extraño del poema, los cambios de decorado cada
pocos versos, las imágenes vívidas («¡He soñado la noche
verde de nieves deslumbradas [...]!»), cierto sentido na-
rrativo y un desarreglo controlado. «El barco ebrio» no
contiene de hecho ningún elemento parnasiano, y las es-
cenas marinas son descritas con un ritmo encabalgado y
proceden de lecturas, porque Rimbaud nunca había visto
el mar; gracias al naufragio del barco, el poeta alcanza lo
Desconocido, un mundo edénico lleno de contrasentidos,
para terminar viendo «¡[...] archipiélagos siderales!, e islas
/ cuyos delirantes cielos se abren al que boga».
Disponemos de las impresiones que dejó la lectura de
«El barco ebrio» en algunos de los presentes; por ejem-
plo, en Léon Valade: «Se ha perdido usted», escribe a un
colega, «asistir a la última cena de los horribles Bons-
hommes… Allí se ha exhibido, bajo los auspicios de Ver-
laine, un espantoso poeta de menos de dieciocho años que
se llama Arthur Rimbaud. Grandes manos, grandes pies,
rostro absolutamente infantil y que podría convenir a un

XXXIII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXXIV

niño de trece años, ojos azules profundos, carácter más


salvaje que tímido, así es ese crío cuya imaginación, llena
de energía y de corrupciones inauditas, ha fascinado o ate-
rrorizado a nuestros amigos. “Qué hermoso tema para un
predicador”, ha exclamado [Jules] Soury. D’Hervilly ha
dicho: “Jesús en medio de los doctores”. “¡Es el diablo!”,
me ha declarado [Edmond] Maître, lo que me ha llevado
a esta fórmula nueva y mejor: ¡el Diablo en medio de los
doctores!».26
Ese carácter hosco y salvaje no tardó en tener conse-
cuencias: a las tres semanas, la familia Mauté le rogó que
se buscase otro alojamiento. A Verlaine se le ocurrió en-
tonces la idea de organizar, entre los amigos que habían
colaborado en la colecta para traerlo a París, una especie
de «hospitalidad circular» y acoger medio mes cada uno
a un Rimbaud que había llegado vestido sólo con sus poe-
mas. Empezó la rotación, pero no parece que el joven
guardase las conveniencias mínimas de la correcta convi-
vencia, y hasta su adorado Banville le pidió que abando-
nase su hogar antes del plazo fijado.
Verlaine, su patrocinador, se encarga de él, lo acom-
paña, lo presenta a un círculo nuevo, aunque buena parte
de sus miembros pertenecían también al anterior: el círcu-
lo zutista (en francés, la exclamación zut expresa despe-
cho, cólera, y es un eufemismo por «mierda»). Se reunían
en el Hôtel des Étrangers, donde uno de ellos, Ernest Ca-
baner, trabajaba como barman y tocaba el piano, y que
terminó alojando a Rimbaud durante dos meses, octubre
y noviembre de 1871. El círculo reunía a una veintena de
artistas que, en sus cenas, se divertían parodiando a poe-

26. Carta de Léon Valade a Émile Blémont del 5 de octubre de 1871,


págs. 1.203-1.205.

XXXIV
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXXV

tas más o menos consagrados, incluidos ellos mismos,


pero sobre todo a François Coppée, poeta sentimental y
popular que describía el mundo cotidiano de los humildes
con terminología simple y abundante prosaísmo, pero
que, tras el enorme éxito teatral de Le Passant (1869),
había dado un giro a su realismo preciosista y, ya en 1869,
atacaba a los obreros en huelga y elogiaba el poder impe-
rial. Ése era el único programa poético de los zutistas:
burlarse de los parnasianos, en cuyas filas habían militado
varios de ellos. El grupo no duró mucho, pero dejó un
Album zutique que recogió el grueso de sus composicio-
nes burlescas y en el que colaboró Rimbaud con veintiún
poemas. Escritos en algún caso a cuatro manos con Ver-
laine, no son fáciles de leer, y menos de traducir, por la
utilización de una jerga escatológica y de unos referentes
sólo comprensibles para el grupo y hoy en buena parte
sin significado.27
Como es de suponer, la expulsión de Rimbaud de casa
de los Mauté había sido secuela de las agrias discusio-
nes de los dos poetas entre sí y con la familia y la esposa
de Verlaine, que el 30 de octubre de 1871 daba a luz a su
hijo Georges. Ese mismo día, el autor de La buena can-
ción y de Sensatez llegó a su casa a medianoche en estado
etílico, y cuatro más tarde lo hacía a las dos de la mañana
completamente borracho. Cumplía con la imagen que
acababa de crearse en París, la de los bohemios: embria-
guez constante y desprecio de los mínimos deberes fami-

27. La investigación más exhaustiva y reciente sigue dejando huecos


en la interpretación de los poemas rimbaldianos incluidos en el Album
zutique: Bernard Teyssèdre, en Arthur Rimbaud et le foutoir zutique
(Éditions Léo Scheer, 2011), dedica 458 de sus 776 páginas al análisis de
la colaboración zutista de Rimbaud (veintiún poemas que, sin contar la
traducción, abarcan 14 páginas en nuestra generosa maquetación).

XXXV
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXXVI

liares, de las conveniencias, etcétera. Tuvo además algu-


nos comportamientos violentos con Mathilde. Lo cierto
es que Rimbaud, que desde un principio había fascinado
a Verlaine, lo arrastraba a su mundo mientras al resto de
los poetas que lo habían ayudado empezaba a parecerles
una personalidad insufrible, protagonista de episodios in-
tolerables. Alojado por el escultor Henry Cros, rompió
de un martillazo, en ausencia de éste, uno de sus bustos.
En otra ocasión, Rimbaud, que según varios testimonios
soportaba mal la bebida, hirió con un bastón-estoque al
fotógrafo Étienne Carjat (a quien precisamente debemos
las hermosas fotografías del joven Rimbaud de pelo re-
vuelto y ojos azules); todo quedó en un rasguño, y por
suerte la venganza del fotógrafo resultó bastante incom-
pleta: aunque rompió todos los clichés que poseía de
Rimbaud, ocho de ellos no estaban en sus manos y se han
conservado. Como escribe Edmond de Goncourt en su
diario, Rimbaud había traído a París el «genio de la per-
versidad». El incidente con Carjat provocó la expulsión
del joven poeta, considerado ya como peligroso, excén-
trico y arrogante, de las reuniones del grupo parnasiano.
Albert Mérat, a quien no hacía mucho Rimbaud salvaba
como verdadero poeta junto con Verlaine, incluso se negó
a posar para un cuadro donde también iba a figurar la pa-
reja Verlaine-Rimbaud, de ahí que en el famoso retrato
Un Coin de table que Fantin-Latour pretendía hacer de
los poetas del grupo, el hueco dejado para él fuera final-
mente rellenado con un jarrón de flores.
Fue también Verlaine el que, en los primeros días de
enero de 1872, alquiló para Rimbaud, expulsado de todas
partes, una buhardilla en un edificio habitado casi exclu-
sivamente por cocheros. No se sabe cuándo iniciaron Ver-
laine y Rimbaud su relación amorosa, pero pronto hubo

XXXVI
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXXVII

consecuencias. Así, el hogar conyugal de Verlaine y su es-


posa se convirtió en una pesadilla, con episodios atroces:
el 13 de enero, al volver a casa, un Verlaine bastante bo-
rracho se enzarza en una pelea con Mathilde y acaba lan-
zando contra la pared al niño nacido en octubre; frenaron
el impacto las mantillas, y por fortuna cayó sobre la cama
marital. Verlaine huyó ante los gritos de la mujer y la lle-
gada del suegro, que al día siguiente sacaban un certificado
médico de los golpes y las heridas. Mathilde abandonó
París, trasladándose a las tierras familiares de Périgueux,
pero en marzo ya había vuelto para reanudar la vida en
común con su marido, a condición de que éste rompiese
toda relación con Rimbaud. Sin apoyo ni recursos, el ado-
lescente, furioso y considerándose traicionado, hubo de
regresar al lugar que más odiaba en el mundo y al que
había jurado no volver: el agujero familiar de Charleville.
Tampoco dura mucho la situación, pues Rimbaud, que
mantiene con Verlaine una correspondencia continuada,
retorna discretamente a París a primeros de mayo; es en
esa primavera de 1872 cuando escribe el grupo de poemas
que se conoce como Versos nuevos.
Verlaine, a quien, perdonado, la familia Mauté ha bus-
cado un empleo, cree que todo ha vuelto a la normalidad
doméstica, pero pronto recae en la violencia y las borra-
cheras. El 15 de junio se produce en el hogar otra escena
horrenda, que impulsa a Verlaine y a Rimbaud a huir de
París y refugiarse en Bruselas. Hasta allí los persiguen
Mathilde y su madre, que llegan doce días más tarde y lo-
gran convencer al marido para que regrese con ellas. La
escena siguiente parece sacada de una ópera bufa: sin de-
jarse ver, Rimbaud toma el mismo tren que Verlaine, Ma-
thilde y su madre; en la frontera, donde los viajeros deben
apearse para cumplir con los trámites aduaneros, Verlaine

XXXVII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXXVIII

desaparece tras ser persuadido por Rimbaud para subirse


al tren de vuelta a Bruselas; entretanto, las mujeres, con la
desesperación en el alma, siguen viaje a París. «Desde en-
tonces no he vuelto a verle», confiesa en sus Memorias
Mathilde, que pidió acto seguido el divorcio. De esa es-
tancia en Bruselas hay algunos rastros, más elusivos que
concretos, en el libro Romanzas sin palabras, que Verlaine
publicará dos años más tarde, en 1874, y que contiene re-
cuerdos de las excursiones que hicieron, de los lugares
que visitaron; lo mismo ocurre en varios poemas de Rim-
baud llenos de entusiasmo, como «Hambre» o «Canción
desde la torre más alta», que pasarán a integrarse en Una
temporada en el infierno.
Rimbaud y Verlaine necesitan poner distancia entre
ellos y sus perseguidores, a los que se ha unido la terrible
Mother, según el borrador de la carta que el 6 de agosto de
1872 un comisario jefe de la policía de Bruselas envía a
sus superiores: «Tengo el honor de enviarle la carta de un
tal señor Rimbaud de Charleville, que solicita que se
mande buscar a su hijo Arthur, que dejó la casa paterna
en compañía de un tal Verlaine Paul».28 Y enseguida, el 7
de septiembre, embarcan con destino a Inglaterra, donde
en noviembre se repetirá una situación que ambos cono-
cen, aunque ahora es la madre de Rimbaud la que se pre-
senta y convence a su hijo para que abandone al otro y
regrese a las Ardenas. El joven obedece y vuelve a la
granja de Roche, donde sólo aguanta un mes. Desde Lon-
dres, un Verlaine que se pretende enfermo pide ayuda y es
la propia madre del autor de los Poemas saturnianos la
que envía dinero al adolescente para que viaje a Inglaterra.
Ahí, durante el invierno de 1872-1873, la extraña pareja

28. Véase la carta completa en las págs. 1.231-1.232.

XXXVIII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XXXIX

malvive en la miseria y las penurias más extremas, en los


ambientes más sórdidos de una ciudad donde la «moder-
nidad» que le prestaba su desarrollo industrial sobrena-
daba en una antigüedad casi medieval, de la que nos han
quedado denuncias literarias –las novelas de Dickens– y
pictóricas: en 1872, Gustave Doré ilustra un libro del pe-
riodista Blanchard Jerrold, London, a Pilgrimage, con pu-
trefactos tugurios en callejas plagadas de mendigos, las
mismas en las que Rimbaud y Verlaine sobrevivirán como
turistas de la pobreza intentando dar clases de francés, es-
tudiando inglés y buscando algún posible trabajo. Sus re-
laciones con los ambientes de los exiliados communards
son frecuentes, pero sobre todo callejean, se emborra-
chan, acuden a los teatros para ver operetas y óperas bufas
de compañías francesas, y se maravillan ante la arquitec-
tura nueva de una ciudad que a Verlaine le parece bíblica
por su semejanza con Sodoma y Gomorra.
En abril de 1873 ambos regresan al continente por se-
parado. De vuelta en su agujero de Roche, en la carta de
«mayo del 73» Rimbaud anuncia a Delahaye: «Trabajo sin
embargo de manera bastante regular; hago pequeñas his-
torias en prosa, título general: Libro pagano, o Libro
negro. Es tonto e inocente. ¡Oh inocencia, inocencia!;
inocencia, inoc..., ¡qué peste! […] Mi suerte depende de
ese libro del que todavía me queda por inventar media do-
cena de historias atroces». Y en la misma carta habla de
algunos «fragamentos [sic] en prosa míos o suyos [de Ver-
laine]», que el autor de Fiestas galantes debe entregar a
Delahaye, y en los que algunos comentaristas han visto
prosas de Iluminaciones.
Poco después, Rimbaud y Verlaine viajan de nuevo a
Londres, donde el 29 de mayo se instalan en el número 8
de Great College Street, en Camden Town, siempre entre

XXXIX
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XL

peleas y discusiones que no tardan en condenarlos a una


nueva separación. El clima de violencia persiste y, entre
los días 3 y 10 de julio, se precipitan unos episodios dig-
nos de cualquier folletín: tras una pelea, Verlaine embarca
rumbo a Bélgica y, desde el barco, escribe a Rimbaud, a su
madre, a Mathilde Mauté, a otros amigos, con la amenaza
de suicidarse si no recupera a su mujer, temeroso de las
consecuencias judiciales que para él podían suponer los
procesos con que Mathilde le perseguía. El día 7, Verlaine
pide a Rimbaud que se reúna con él y le propone viajar a
España para enrolarse en las tropas carlistas. El 8, Rim-
baud deja Londres y llega a Bruselas, y al día siguiente
anuncia a Verlaine que quiere volver solo a París. El 10,
Verlaine compra un revólver y a mediodía vuelve borra-
cho al hotel donde se aloja con su madre y con Rimbaud;
hacia las dos, dispara contra éste, que resulta herido en el
antebrazo izquierdo. Después de una leve cura inicial,
Rimbaud se dirige a la estación acompañado por Verlaine
y su madre, pero, desconfiando de la actitud del poeta sa-
turniano, y temiendo otro ataque, se lanza hacia un poli-
cía y lo denuncia; Verlaine es detenido y encarcelado.
Entretanto Rimbaud ingresa en el hospital Saint-Jean para
que le extraigan la bala alojada en el antebrazo izquierdo,
después de haber retirado la denuncia. Sin embargo, Ver-
laine será juzgado y condenado a dos años de cárcel en
agosto, cuando Rimbaud ya está en la granja familiar de
Roche terminando de escribir Una temporada en el in-
fierno, cuyo manuscrito entrega en septiembre a un editor
de Bruselas.
De ese episodio de Bruselas y de la relación con Ver-
laine saldrán en cierto modo Una temporada en el in-
fierno por parte de Rimbaud y un gran poema, «Crimen
amoris», por la de Verlaine, que lo escribe en la cárcel.

XL
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XLI

Rimbaud busca al hombre nuevo, y para los brujos, los


forzados, los vagabundos, los negros, para la sociedad
marginada, el vidente carece de sentido: son irrecupera-
bles. Y, como irrecuperable, Rimbaud se limitará entre
maldiciones y denuestos a afirmar esa singularidad: sólo
de ella nacerá el hombre que ha de regenerar la sociedad,
la poesía. Mientras anota en su cuaderno de condenado la
liquidación de su amistad con Verlaine, Rimbaud recuerda
la inocencia de la infancia, interpela a la civilización, pero
su pasión se centra en las palabras, en el desorden del es-
píritu que le permite saludar a la Belleza, a otra Belleza.
Todo lo anterior son antiguallas poéticas. En Verlaine, por
su parte, apenas hay confesión personal sobre esos amo-
res, aunque «Crimen amoris» sea su poema más explícito:
dividido entre Mathilde y Rimbaud, tan pronto dedica
encendidos y apasionados versos a su joven esposa como
se arrepiente de su pasión por Rimbaud.
La suerte estaba echada para ambos. En el caso de Rim-
baud, esos casi dos años de amistad con Verlaine habían
sido un infierno en el que hasta el «querido Satán» tenía
la pupila demasiado irritada; la consigna para «cambiar la
vida» consiste en volver a la sangre de la que procede, a
sus antepasados galos, quemadores de bestias, idólatras:
«De ellos tengo: la idolatría y el amor por el sacrilegio; —
¡oh!, todos los vicios, cólera, lujuria, — magnífica, la lu-
juria; — mentira y pereza sobre todo. Me horrorizan
todos los oficios. Amos y obreros, todos campesinos, in-
nobles» («Mala sangre», Una temporada en el infierno).
Verlaine carece de esa virulencia, se limita a arrepen-
tirse: en la cárcel se reconvierte a la religión y sus poemas
respiran por todas partes suspiros a Dios, a Cristo, a la
Virgen, provocando la burla de Rimbaud, que en 1875 lo
llamará «Loyola», en alusión al fundador de la Compañía

XLI
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XLII

de Jesús, o lo describirá con «un rosario en las zarpas»


cuando, tras salir de la cárcel, Verlaine se empeñe en visi-
tarle en Stuttgart; «tres horas después habíamos renegado
de su dios». Este último encuentro acabará mal: durante
tres horas pasean a orillas del Neckar, el río cantado por
Hölderlin, beben, discuten, y Rimbaud propina a Verlaine
un golpe que lo deja sin conocimiento; al amanecer, unos
aldeanos lo recogerán tirado en la cuneta. Verlaine se di-
rige inmediatamente a la estación, pero ya no volverán a
verse. En los años posteriores, mientras Rimbaud va y
viene de acá para allá (Londres, Marsella, Chipre, Sumatra,
África…), sin dejar el menor testimonio de interesarse por
Verlaine, éste sigue, a través del puñado de amigos que le
quedan, las andanzas del autor de Iluminaciones. Pero
antes de la pelea Rimbaud ha confiado a Verlaine la mi-
sión de entregar a su amigo Germain Nouveau, para que
se impriman, los poemas en prosa que ha ido escribiendo
durante sus etapas de Londres y de Roche al mismo
tiempo que Una temporada en el infierno. Son las Ilumi-
naciones, parcialmente publicadas en 1886, junto a un
grupo de versos anteriores, con prólogo de Verlaine, e ín-
tegras nueve años más tarde; ninguna de estas dos edicio-
nes parece haber llegado a manos de Rimbaud, que había
roto definitivamente amarras. Sin embargo, de Verlaine y
de la historia personal de ambos no queda prácticamente
nada en Iluminaciones, cuyo sentido el propio Verlai-
ne no comprendió: «Una idea principal no tiene, o al
menos no se la hemos encontrado». Esa perplejidad sigue
dominando la interpretación de este libro, cuyo denomi-
nador común nada parece revelar: el resultado es descon-
certante, insólito y difuso, y para muchos explica el rum-
bo que Rimbaud tomaría hacia el silencio absoluto.

XLII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XLIII

Hacia Una temporada en el infierno

En la primavera de 1872, cuando Rimbaud vuelve a


romper con su poesía anterior, encuentra en el grupo de
poemas que suelen titularse como Versos nuevos la expre-
sión que entonces cree idónea para sus búsquedas. Re-
conciliados Mathilde y Verlaine, acude a la llamada de éste
y ambos se encanallan a conciencia. Rimbaud se aloja en
hoteluchos, en medio de la soledad que la ciudad le ofre-
ce, y se limita a verse con su amigo, a emborracharse por
las mañanas, a dormir durante el día y a buscar hasta «la
hora indecible, primera de la mañana» el camino del vi-
dente.
Es en ese momento –lo sabemos por sus cartas– cuan-
do se forja el sustrato inicial de Una temporada en el in-
fierno, en medio de una complicidad poética con Verlaine
que iba mucho más allá de la unión carnal. Con todas las
diferencias que se elijan, hay entre los Versos nuevos que
Rimbaud está escribiendo y las Romanzas sin palabras de
Verlaine una especie de diálogo en que inquietudes y bús-
quedas se contradicen o se contestan: hay términos de la
poesía de Verlaine que se convierten en eco en Rimbaud.
No es que el joven de diecisiete años hubiera logrado em-
barcar al maduro parnasiano en su barco de ebriedad alu-
cinatoria y vidente; puede pensarse, incluso, que esos ecos
verlainianos son la burla compasiva y cruel –también ca-
riñosa– de quien, dispuesto a dejarse arrastrar por la co-
rriente hasta el naufragio, ve la duda en los ojos de un
Verlaine que, atado a sus viejos valores sociales y profeta
de un destino trágico, terminará disparando un revólver
contra su amigo. Verlaine no estaba preparado para en-
tender el sueño de libertad infinita de Rimbaud, que exi-
gía buscar un lenguaje nuevo y, además, «cambiar la vida».

XLIII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XLIV

¿Cómo podía el parnasiano hacer el intento de regresar


definitivamente al «estado primitivo de hijo del Sol» que
juntos vivieron en el verano de 1872, cuando de forma re-
pentina Verlaine dejó esposa e hijo y se fugó a Bruselas
con el joven que sólo llamaba a su puerta para despedirse?
La primavera y el verano de 1872 resultan poética-
mente productivos; buena parte de los Versos nuevos
están datados, y es mayo el mes en el que Rimbaud es-
cribe varios poemas que pasarán a integrarse en «Delirios
II» (Una temporada en el infierno), desde «Lágrima» a
«Banderas de mayo», «La Eternidad» y una de las versio-
nes de la «Canción desde la torre más alta». Al período
que va de junio a agosto deben de corresponder los res-
tantes poemas, aunque haya seis no datados: «Oh esta-
ciones, oh castillos...», «Memoria», «Michel y Christine»,
«¡Oye cómo brama…», «Vergüenza» y «¿Qué son para
nosotros, Corazón…». Por su parte, «El Niño que reco-
gió las balas, el Púber...» tiene fecha y lugar; lo escribió
Rimbaud en el álbum de un amigo de Verlaine, el dibu-
jante y caricaturista Félix Régamey, cuyo taller londinense
visitaron ambos el 10 de septiembre de 1872: «Un cama-
rada mudo le acompaña, que tampoco brilla por la ele-
gancia. Es Rimbaud». Pero ese poema está emparentado
con los pastiches de estilo zutista y tiene poco que ver con
los del período. No todos derivan del mismo impulso:
si los primeros responden a un momento de liberación de
formas donde parece detonar una exaltación poética llena
de alegría y felicidad (la serie que va de «Lágrima» y los
poemas intercalados en «Delirios II» a «¿Es almea?…» y
«Oh estaciones, oh castillos...»), poemas como «¡Oye
cómo brama...», «Vergüenza», «¿Qué son para nosotros,
Corazón...», «Memoria» y «Michel y Christine», sobre
todo, dan sin embargo la impresión, debido a su menor

XLIV
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XLV

audacia formal, de estar tocados por el tono de «Alquimia


del verbo». Verlaine, a quien cuesta entender el giro formal
que Rimbaud ha dado a su poesía en esa primavera, los ta-
chará de «demasiado infantiles casi» y los censurará por
apartarse en exceso de la versificación romántica o parna-
siana; para él, fueron los últimos versos de «un poeta
muerto joven, a los dieciocho años, dado que, nacido en
Charleville el 20 de octubre de 1854, no tenemos versos
suyos posteriores a 1872». Los recuerdos y datos que Ver-
laine ofrece en sus escritos sobre su amigo no son en oca-
siones, por ejemplo en ésta, exactos, pero la frase aporta
una opinión verlainiana: en esa etapa, a Rimbaud se le ocu-
rrieron «asonancias, ritmos que él llamaba nadas [néants]
e incluso tenía la idea de un volumen: Études néantes,
que no escribió que yo sepa». Rimbaud se ha distanciado
mucho, en sus nuevos poemas y en las prosas que forma-
rán Iluminaciones y que Verlaine conoce parcialmente, de
la anterior concepción poética rimbaldiana. El autor de
Los poetas malditos no la comprende y calificará de obras
maestras, por su versificación impecable, únicamente los
poemas anteriores («Los pasmados», «Los sentados», «El
corazón robado», «Vocales», «El barco ebrio», etcétera);
los de 1872 no le parecen demasiado «correctos», porque
Rimbaud ha abandonado las normas para escribir «versos
muy libres» con una estructura métrica irregular.
Pero mientras Rimbaud exclama en una hoja bruse-
lense: «¡Es demasiado hermoso! ¡Demasiado hermoso!
Mantengamos nuestro silencio», 29 Verlaine no tarda en

29. Poema sin título, con una variante sorprendente en este pasaje:
«¡Es demasiado hermoso! ¡Es demasiado hermoso! Pero es necesario».
A estos versos parece responder la nostalgia de Verlaine en el poema
«Læti et errabundi» (Parallèlement, 1889): «Escandaloso sin saber por
qué. / (Acaso porque era demasiado hermoso)».

XLV
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XLVI

rendirse a las presiones de Mathilde y en interpretar el fo-


lletín de la estación fronteriza de Quiévrain, cuando los
dos amigos se apean, se reúnen y juntos emprenden el re-
greso a Bruselas en el tren de vuelta, dejando que la mujer
de Verlaine y su madre sigan viaje a París. Viene luego el
invierno de 1872-1873 en Londres y, tras las idas y veni-
das de la primavera siguiente, el episodio de Bruselas, que
pone fin en julio a la angustia de una existencia presidida
por el escándalo, la bohemia y la poesía.
Si Una temporada en el infierno refleja la ruptura con
un mundo y, a continuación, el hundimiento en una cri-
sis, se antoja lógico deducir que este «cuaderno de conde-
nado» deriva en parte de los hechos brutales y melo-
dramáticos de la convivencia en Londres y Bruselas de
Verlaine y Rimbaud. Si ya estaba en marcha el Libro pa-
gano, o Libro negro, con tres «historias atroces» ya escri-
tas y media docena por escribir, los sucesos de Bruselas
iban a alterar el eje de su contenido. Si, como parece, el
Libro pagano había de terminar formando parte de Una
temporada en el infierno, donde podemos ver el paganis-
mo y la lucha entre Cristo y Satán –el segundo poema,
«Mala sangre», es una historia atroz en la que el antiguo
hombre primitivo y pagano anota en su cuaderno de con-
denado la liquidación de su amistad con Verlaine–, tam-
bién queda patente en el libro la ruptura con la poética
que Rimbaud estaba buscando en primavera: el análisis y
la burla de su propia poesía inmediata, Versos nuevos, su-
ponen su rechazo.
Desde principios del siglo XX, nada más «publicarse»
Una temporada en el infierno, el tamiz de las ideologías y
las modas ha pasado por este libro cargando a su autor
y al contenido con sus gangas y orientando la lectura por
caminos estrechos de una sola dirección: quienes veían en

XLVI
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XLVII

la confesión del comunero la búsqueda de una aurora


–término que aparece en el último poema– y un futuro, y
quienes leían un anticlericalismo frenético. Tanto los unos
como los otros deshojaban el libro alcanzando en algu-
nos casos soluciones ridículas: desde Paul Claudel, para
quien este poema significaría la lucha del alma tentada por
Satán y ayudada por la gracia, haciendo una caricatura de
la rebeldía santificada, hasta André Breton, que en 1930
no querrá perdonar a Rimbaud haber dado pie a inter-
pretaciones católicas.30
Cierto que, además de la estricta educación religiosa
de la época, Rimbaud recibió de su madre una amplia cul-
tura cristiana, que refrendan los varios diplomas en ins-
trucción religiosa que obtuvo en la Institution Rossat, en
uno de cuyos bancos apareció la inscripción «Mierda a
Dios», atribuida al poeta adolescente. Pero antes de aban-
donar el colegio ya frecuentó a profesores que, como
Izambard, le facilitaron la lectura de los filósofos del siglo
XVIII , de Helvecio sobre todo, y le orientarán hacia los
poemas anticlericales y blasfematorios, antes de llegar al
satanismo de Una temporada en el infierno. Junto a la re-
belión contra los viejos moldes poéticos, Rimbaud ins-
cribe la revuelta espiritual que le lleva a buscar el poder de
las Palabras para sustituir el Verbo inicial por el que en la
Biblia se crea el mundo. Revuelta luciferina, que induce al
poeta a disputar a Dios, por medio de las palabras, su ca-
pacidad creadora. En el poema «Crimen amoris», versión
verlainiana de los infiernos de la convivencia con su ami-

30. En el Segundo manifiesto del surrealismo: «Inútil seguir discu-


tiendo sobre Rimbaud. Ante nosotros es culpable de haber permitido,
de no haber hecho totalmente imposibles ciertas interpretaciones infa-
mantes de su pensamiento, tipo Claudel».

XLVII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XLVIII

go, Verlaine pone en boca de Rimbaud: «¡Oh! ¡Yo seré


aquel que creará a Dios!».31
Verlaine posee lucidez suficiente para ver al iluminado
satánico, que no tardará en abandonar la batalla empeñada
a los dieciséis años contra el cristianismo vestido de ángel
rebelde. Aun así, Rimbaud no dejará de lado las cuestio-
nes religiosas: en Abisinia adoptó las costumbres, formas
de vida y religión de los nativos, y pidió que le enviasen
un Corán, aunque como medio de integración en aquella
sociedad tan ajena a los usos occidentales.

Iluminaciones

No es fácil discernir la fecha de escritura de Ilumina-


ciones, pero se admite que antes del otoño de 1873 Rim-
baud ya había escrito algunos «fragamentos [sic] en
prosa», que en 1874, durante su estancia en Londres con
Germain Nouveau, pasó a limpio con ayuda de éste, mo-
mento en que pudo organizar el libro. En marzo de 1875,
durante el último encuentro de Rimbaud con Verlaine, en
Stuttgart, se las entregó para que las remitiese a Nouveau
con vistas a su publicación. Las hojas manuscritas, des-
pués de pasar por dos manos más, llegan a las del director

31. En una carta, Verlaine califica este poema –incluido en Jadis et


Naguère– de «completamente malvado y mal cristiano». Escrito en la
cárcel de los Petits-Carmes en agosto de 1873, presenta concomitan-
cias con las búsquedas formales que Rimbaud realizaba con el endeca-
sílabo en poemas como «Lágrima», «El río de cassis», «¿Es almea?...»
o «Michel y Christine». La terminología también muestra esa compli-
cidad: «Para mí el infierno cuyo antro está aquí / se sacrifica al amor
universal». El poema comienza de este modo: «En un palacio, seda y
oro, en Ecbatana, / dos bellos demonios, satanes adolescentes, / al son
de una música mahometana, / desprecian los Siete Pecados de sus cinco
sentidos».

XLVIII
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página XLIX

de la revista La Vogue, que las saca a la luz parcialmente


en mayo-junio de 1886. Tanto el título como la coloca-
ción original de los poemas nos son desconocidos: para el
primero, sólo tenemos la palabra de Verlaine; la segunda
se debe a Félix Fénéon, encargado de editar en La Vogue
los poemas en prosa, de ahí que, salvo las hojas manus-
critas que están numeradas, no siempre aparezcan en el
mismo orden.32 Cabe deducir que algunos de estos poe-
mas en prosa se escribieron antes, durante y después de la
escritura de Una temporada en el infierno, hecho que
priva a este libro de la condición de testamento poético
tan propiciada por algunos comentaristas iniciales, sobre
todo Isabelle Rimbaud, su marido, Paterne Berrichon, y
Paul Claudel, que pretendían que fuese el acta de conver-
sión religiosa del vidente revolucionario que se había creí-
do dios.
Hay que seguir confiando en Verlaine –en su prólogo
a la primera edición– para interpretar el título de Ilumi-
naciones, que, a su juicio, quiere decir: «Grabados colo-
reados — coloured plates: es éste incluso el subtítulo que
el señor Rimbaud había dado a su manuscrito»; esa inter-
pretación parece en la actualidad poco expresiva, nada re-
levante. Dado que el término illumination es igual en
francés que en inglés, se considera más rimbaldiana la sig-
nificación francesa, pues ésta avanza un paso más en la
marcha y camino del vidente, 33 que se convertiría en un
demiurgo capaz, como Yahvé en el Génesis, de crear la
luz. Por eso Fénéon sitúa como encabezamiento del libro

32. Véase en la presentación de las Notas a Iluminaciones el por-


menor de la aventura editorial del libro (pág. 1.413).
33. Según el diccionario francés, illumination significa: «En teolo-
gía, luz extraordinaria que Dios difunde en el alma del hombre. // Ins-
piración súbita, luz repentina que se hace en el espíritu».

XLIX
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página L

el texto «Después del Diluvio», separado tipográficamente


con una raya del resto de los poemas: tras el mundo aso-
lado, una nueva creación, un nuevo génesis; una música
nueva, un mundo que renace en el caos polar («Bárbaro»)
al lado de sus contrarios. Aunque Rimbaud no albergue
la menor esperanza sobre la felicidad del futuro de ese
mundo nuevo, se esfuerza por reinventar un lenguaje, por
jalear experiencias que lleven a la ebriedad y a la expansión
vital de la imaginación: la nueva mitología creada para las
espléndidas ciudades de la nueva arquitectura mezcla con-
trarios como un fabuloso Oriente y la utopía; el ilumi-
nismo social había puesto en la democracia su aurora, un
«paisaje inmundo» al que se aplicará una «filosofía feroz»,
con el fin de que «reviente el mundo que avanza» («De-
mocracia»). La nueva creación no deja de ser enardece-
dora y alarmante, estimulante y amenazadora.
Delahaye recordaba que Rimbaud los llamaba en 1872
Poemas en prosa. En poco más de un año, Rimbaud ha
roto no sólo con la poesía anterior sino con su poética más
reciente (primavera de 1873); los Versos nuevos querían ser
el pacto entre la poesía subjetiva y la poesía objetiva fir-
mado por un vidente que había dado con la clave de la sín-
tesis. Una temporada en el infierno era la constatación de
esa ruptura. Iluminaciones va a ser un paso más en el ca-
mino hacia la nueva armonía después de atravesar las «es-
pléndidas ciudades» anunciadas al final de Una temporada
en el infierno, aprovechando un «género» al que Baude-
laire, si no lo había creado (Aloysius Bertrand los había
utilizado con pintoresquismo en Gaspard de la nuit, 1842),
al menos sí le había dado carta de naturaleza con su Spleen
de París. Pequeños poemas en prosa (1869), con la preten-
sión de adaptar su forma «a los movimientos del alma, a las
ondulaciones de la ensoñación, a los sobresaltos de la con-

L
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página LI

ciencia». Pero la narratividad de estas composiciones va a


convertirse en Rimbaud en una significación encriptada.
Es conocida la frase de Suzanne Bernard en su edición de
las Œuvres de 1960: «Aquí entramos en pleno enigma»; y,
aunque no tantos como en esa época, sigue habiendo enig-
mas en la interpretación de las «iluminaciones», que jue-
gan con algunos datos autobiográficos, pero tan ocultados
que difuminarían su importancia en una primera lectura. Si
en Una temporada en el infierno esos datos eran concre-
tos, aquí el onirismo los diluye y desvanece al mezclarlos
con una existencia fruto de la imaginación, de la fabula-
ción más que de la fábula. La re-creación del mundo, el
esfuerzo poético para cambiar lo real y construir un uni-
verso nuevo, se percibe en títulos como «Roderas» o
«Mística», hasta llegar a la más absoluta de las propuestas,
«Genio», donde el futuro lo trascenderá todo, religiones,
clases, sexos, en busca de la salvación y del nuevo amor.
Las fulgurantes imágenes creadas para este nuevo
mundo, para esta nueva armonía y para este nuevo caos,
convierten los poemas de Iluminaciones en enigmas: los
retazos de realidad descritos por una imaginación onírica
conducen a una significación incierta que presenta difi-
cultades interpretativas todavía no aclaradas en muchos
casos, porque Rimbaud superpone sentidos ocultando sus
puentes con una realidad que el onirismo se encarga de
que deslumbre hasta cegar.

La huida final: el silencio

No conocemos ningún texto de Rimbaud posterior a


1875, si es que escribió alguno, salvo cartas comerciales o
familiares. Ni la menor referencia a la poesía o a su ante-

LI
1.2 Prologo_Rimbaud 20/6/16 19:19 Página LII

rior etapa de poeta, y los únicos libros que pide desde el


Harar, en Abisinia, son manuales de cristalero, de fundi-
dor de metales, de cerrajero. El hombre de las suelas al
viento viaja en busca de la supervivencia, y toda su vida y
lo que de ella sabemos se resume en sus cartas –familiares,
de negocios– y en los datos que ofrece la cronología: se
enrola en el ejército colonial holandés, y con éste llega a
Sumatra y a Batavia, para luego desertar; recorre a pie los
Vosgos, Suiza y el San Gotardo, y en Alejandría trabaja
como director de explotación de una cantera; termina en
África, contratado por una firma de importación y ex-
portación; realiza por todo el cuerno de África expedi-
ciones para conseguir marfil, pieles, algunas a parajes
apenas conocidos por los occidentales, como Ogadén, en
el extremo oriental del desierto de Somalia; se dedica a
vender armas a los reyezuelos de la zona, llega hasta
Addis Abeba, gestiona una factoría comercial. Así desde
1875 hasta 1891, momento en el que empieza a sentir un
horrible dolor en la rodilla. Repatriado y hospitalizado, el
cáncer se generaliza, han de amputarle la pierna; ésta se
gangrenará. Como último deseo, el 9 de noviembre pide
a su hermana que lo lleven a bordo del próximo barco que
salga rumbo a Adén. Morirá al día siguiente, a los treinta
y siete años de edad, dejando la incógnita de su silencio,
que podría ser un hecho menor y anecdótico, y el miste-
rio creado por la poesía del meteoro llamado Rimbaud,
cuyo sentido en buena medida todavía se sigue buscando.

Mauro Armiño

LII
1.2 Prologo_Rimbaud 15/6/16 0:13 Página CIII

Nota de edición

Si se deja a un lado Una temporada en el infierno, pu-


blicada por el autor, y algún poema aparecido en revista, la
totalidad de la poesía y la prosa de Rimbaud, correspon-
dencia incluida, fue apareciendo lentamente a partir de los
manuscritos originales o de copias hechas por mano ajena
(la de Verlaine sobre todo). Las hojas o cuadernos en que
figuran han dado lugar a ediciones distintas: la puntuación
de los documentos es más que deficiente y descuidada, lo
cual ha obligado a los editores de sus Œuvres a intervenir
para facilitar la lectura o la interpretación. La transcrip-
ción diplomática de los textos poéticos debida a Steve
Murphy (Œuvres complètes, Champion, 1999-2007, en
curso de publicación) permite apreciar esos descuidos, la
escritura a veces vaga del autor, su desprecio por los signos
ortográficos, la utilización en ocasiones no justificada de
mayúsculas, etcétera; pormenores todos que he respetado
en la medida de lo recomendable en una edición española,
tanto en el texto francés como en la traducción. He inter-
venido en la puntuación normalizándola, aunque en algún
caso implica interpretación, hecho que se aprecia mejor en

CIII
1.2 Prologo_Rimbaud 15/6/16 0:13 Página CIV

la puntuación española; he dejado sin puntuar, siguiendo


el original, alguna de las versiones cuando un poema tiene
varias, como ejemplo de la escritura de Rimbaud. En Un
corazón bajo una sotana respeto los numerosos puntos
suspensivos (cuatro, cinco o más) que el autor pone, pero
en la obra poética, donde también aparecen, si bien en
menor número, los he regularizado en los tres habituales
de la ortografía española.
La tendencia inaugurada por Jean-Luc Steinmetz en
1989 de editar la obra poética seguida por las cartas ha lle-
vado desde entonces a varios editores a mantener el crite-
rio de mezclar obra y vida, disponiendo cartas y poemas
de acuerdo con su datación, o dividiendo capítulos de vida
y capítulos de poesía. Ante esta tradición crono-biográ-
fica, que no deja de tener interés para las ediciones críticas,
he preferido, siguiendo a André Guyaux, la división entre
la poesía y los testimonios que las cartas ofrecen, tanto
de la vida como de la evolución de la poética rimbaldiana,
sobre todo en las cartas de 1870 a 1873, de interés esencial
para apreciar ese desarrollo; sin embargo, incrusto crono-
lógicamente los dos únicos textos en prosa no poética y de
la etapa inicial, el relato Un corazón bajo una sotana y el
artículo «El sueño de Bismarck», porque, de ser remitidos
a un apéndice o anexo, habrían esclarecido menos el pro-
ceso de ideas que figuran en los poemas de la época (sexua-
lidad, sátira política).
El mayor cambio producido en las actuales ediciones
críticas atañe al orden; pero sólo es significativo en los tex-
tos de Iluminaciones, dado que, a pesar de la dificultad que
entraña la datación de muchos poemas, hay un consenso
más o menos unánime. En Iluminaciones, los manuscritos
sólo están numerados de la hoja 1 a la 24 (¿por Rimbaud,
por Germain Nouveau?), hasta el poema «Bárbaro»; a par-

CIV
1.2 Prologo_Rimbaud 15/6/16 0:13 Página CV

tir de ahí, el orden seguido habitualmente es el que les dio


su primer editor, Félix Fénéon, ya que no se ha podido es-
tablecer ninguna cronología sobre estas prosas. Frente a
esta tradición editorial de finalizar Iluminaciones con el
poema «Saldo», estudiosos como Pierre Brunel y, espe-
cialmente, André Guyaux han ordenado los poemas a par-
tir de «Bárbaro» en busca de la coherencia interna del
libro, y lo cierran con ese himno final al «Genio». Aun-
que no son inconciliables, he adoptado el orden de Gu-
yaux (Gallimard, Pléiade, 2009).
Tras el prólogo, una cronología de Rimbaud detalla
sobre todo los hechos clave de la adolescencia, la bohemia
parisina y la aventura verlainiana; en el apartado biblio-
gráfico, reflejo los trabajos interpretativos más recientes
que me han servido para la elaboración de las notas.
Incluyo en el Apéndice los trabajos iniciales de Rim-
baud, desde un «cuaderno escolar» hasta los ejercicios
de poemas en latín o de composición francesa (la carta de
«Charles d’Orléans a Luis XI»), para iniciar la obra con el
primer poema publicado, «Los aguinaldos de los huérfa-
nos». A esos anexos he incorporado documentos, frag-
mentos de cartas perdidas de Rimbaud transcritos por
otros y seis epístolas conservadas de Verlaine a Rimbaud,
que me parecen de interés primordial; por desgracia, de la
abundante correspondencia que el autor de Romanzas sin
palabras mantuvo con Rimbaud, sólo han pervivido esas
seis.
En el capítulo de Notas, al final del volumen, presento
brevemente los poemas, los grupos de poemas (Álbum zu-
tista, Los Stupra, Los desiertos del amor, Prosas evangéli-
cas, etcétera) y los libros (Una temporada en el infierno e
Iluminaciones) situándolos en su contexto biográfico, li-
terario o histórico. Las aclaraciones de índole interpreta-

CV
1.2 Prologo_Rimbaud 15/6/16 0:13 Página CVI

tiva van seguidas, a menudo simplemente entre paréntesis,


del nombre del estudioso o crítico del que proceden, ofre-
ciendo la cita entrecomillada o, a veces, resumida; las obras
de todos ellos figuran en la bibliografía. He pretendido re-
flejar en esas notas la diversidad de los análisis, en ocasio-
nes tan opuestos que subrayan la ininteligibilidad racional
de muchos pasajes rimbaldianos. Me he limitado a propo-
ner la variedad y la disparidad de esas interpretaciones sin
tomar partido por ninguna salvo en muy pocos casos con-
cretos, para que el lector sea libre de elegir entre la com-
plejidad de las propuestas.

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c-Rimbaud Pliego imagenes_160516_9_Rimbaud 26/6/16 23:25 Página 8

Carta de Rimbaud a Delahaye, Stuttgart, 5 de febrero de 1875


Memori a mundi

La obra completa de Arthur Rimbaud se había publicado hasta ahora


en España de forma poco cuidadosa; por ejemplo, su correspondencia
sólo estaba disponible en breves antologías temáticas. Su poesía ha me-
recido más atención, pero aunque en la portada de alguna edición figure
el título de «Obra poética completa», las mejores versiones, a cargo de
excelentes poetas, dejan de lado los veintidós poemas que conforman el
llamado Album zutique, cuyo contenido escatológico o las dificultades
que plantea su complejo argot parecen haber inducido a los traductores
a descartarlos.
Esta Obra completa bilingüe de Rimbaud lo es de verdad. Reúne desde
sus creaciones escolares en latín hasta sus poemarios finales, Una tem-
porada en el infierno e Iluminaciones; sus textos en prosa, incluido el re-
lato Un corazón bajo una sotana, fundamental para entender buena parte
de su obra; y la correspondencia íntegra, que revela su relación con su
familia y con Paul Verlaine, y su experiencia en África. La poesía sigue el
orden cronológico de redacción (aproximada cuando los manuscritos no
tienen fecha), y su anotación aclara el contexto en el que fue escrita, las
dificultades textuales que plantea y el oscuro sentido de ciertos poemas,
especialmente los recogidos en Iluminaciones.
El volumen contiene asimismo una biografía ilustrada, una cronología,
un diccionario de personajes, la bibliografía más reciente y, en el prólogo,
una semblanza de la figura de Rimbaud y un análisis de su poesía y de la
influencia que ha ejercido sobre la visión poética del siglo XX.

Mauro Armiño (1944) ha desempeñado el periodismo y la crítica lite-


raria y teatral en diversos medios de comunicación. Algunas de sus tra-
ducciones y versiones teatrales han sido llevadas a los escenarios. Su
labor de traductor se ha centrado sobre todo en la cultura francesa: dra-
maturgos como Corneille, Molière o Camus; filósofos como Rousseau o
Voltaire; y escritores como Casanova, Maupassant, Balzac o Proust. Re-
cibió el Premio Nacional de Traducción en 1979 por la
Poesía de Rosalía de Castro y en 2010 por la Historia de
mi vida de Giacomo Casanova, publicada en Atalanta.

www.atalantaweb.com

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