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El poder organizativo se transforma cada vez más en un atractivo esencial para un tipo de personas con un terrible
potencial de producir daño: los psicópatas. A diferencia de los psicópatas que estamos acostumbrados a ver en
películas de terror, estos individuos son depredadores psicológicos y sociales de “guante blanco”, que rara vez se
manifiestan como criminales sangrientos, pero que extienden continuamente el mal y el sufrimiento en las
organizaciones.
Los psicópatas organizativos son tipos generalmente encantadores y seductores, con una imagen inmejorable ante
los demás y una capacidad notable de llevar tanto a las personas como a las organizaciones al sufrimiento y al
desastre. El presente libro describe su modo de funcionamiento, sus métodos, estrategias, motivaciones y cómo
escalan el poder hasta alcanzarlo mediante todo tipo de manipulaciones, mentiras, coacciones, amenazas y
chantajes.
En el siglo XXI, el mundo ideal para un psicópata ha dejado de ser el ámbito reducido de la esfera familiar y privada.
Su naturaleza parasitaria ha encontrado en las empresas actuales un entorno privilegiado para explotar a los demás
y aprovechar a su favor cuantas oportunidades le ofrece un ambiente turbulento y mudable. Su sangre fría y su
ausencia patológica de miedo lo ayudan decisivamente a prosperar en un entorno organizativo que parece
especialmente diseñado para él.
Las características más típicas de los psicópatas suelen camuflarse bajo la apariencia de capacidades directivas
positivas. Ello, junto a su insaciable ambición de poder, los convierte pronto en inmejorables candidatos a la
promoción al mando y a las posiciones directivas. Presentándose como individuos implacables, astutos y
manipuladores, los psicópatas confunden y seducen a aquellos que tienen la responsabilidad de promocionar a los
directivos clave, y consiguen muy pronto los niveles máximos de poder.
Transformarse en uno de estos individuos o en un psicópata funcional no requiere tanto presentar una personalidad
perversa, genéticamente determinada, como el haber tenido que mirar hacia otro lado o haber tenido que
participar en desmanes y actos injustos o violentos de manera repetitiva sin reaccionar moralmente ante ellos y
permaneciendo en la indiferencia.
Los individuos que conforman las organizaciones acaban produciendo el mal por el efecto de estas actitudes. La
solución no pasa por recurrir ingenuamente a la moral o a la ética individual del directivo para eludir estos efectos,
sino por un rediseño organizativo inteligente de raíz.
El libro aboga por resolver el actual tono de discrecionalidad y relativismo moral que infecta a la mayoría de los
directivos y que procede de la enorme importancia que se da a los resultados y al éxito profesional, sin que existan
exigencias paralelas en cuanto a la licitud de los medios empleados, la protección de la comunidad social y el capital
humano de las organizaciones a todos los niveles, desde los empleados hasta todos y cada uno de los stakeholders.
Cómo identificar a un psicópata en una organización. Lo que permite identificar a un psicópata no es la imagen
positiva e impecable que pretende proyectar, sino el análisis detallado y concienzudo de sus actuaciones reales y
concretas.
La capacidad superficial de encanto. Si observamos atentamente, podemos advertir fácilmente que la narración de
sus logros, méritos, éxitos profesionales o desempeños prodigiosos falla lógicamente y no se tiene en pie. La falta
de lógica es el talón de Aquiles de sus narraciones fantásticas y descabelladas. Para lograr convencer a los incautos,
suelen desplegar una retahíla de tópicos, frases hechas, generalidades, cuestiones vagas y abstractas. Su dominio
del arte de la impostura y del fingimiento puede hacerles pasar fácilmente por personas éticas, religiosas,
observantes o cívicas. Suelen fingir la apropiación de una característica o virtud que les puede franquear la apertura
o la confianza de los demás, así como el escalamiento profesional y social.
El arte de vivir del trabajo de los demás: un estilo de vida parasitario. Ante la asignación de proyectos o trabajos,
no saben literalmente por dónde comenzar. Esa enorme impotencia los lleva a la parasitación de otros
profesionales. Por ello terminan viviendo personal y profesionalmente de los demás, haciendo que otros hagan
siempre el trabajo duro y sucio que les correspondería hacer a ellos.
Para eso requieren de asistentes y colaboradores que funcionan en la organización como sus esclavos. Los
instrumentalizan llegando a vivir durante años de su trabajo. Estos esclavos son los que hacen el verdadero trabajo,
que posteriormente el psicópata se anota a su favor ante la opinión pública. Los mantiene mediante el chantaje, la
promesa o la coacción.
La capacidad de conectar con el poder. Busca relacionarse con personas de alto estatus o con un nombre
importante en la organización (directores generales, presidentes, gerentes, etc.). Desde las fases iniciales de su
escalada al poder simula ante los demás que tiene una relación especial con las personas poderosas en la empresa.
La conexión con los poderosos suele materializarse en sistemas de apadrinamiento que terminan protegiéndole
ante sus detractores.
La excelencia en el mentir. En el arte de mentir e improvisar nuevas mentiras sobre la marcha, el psicópata alcanza
niveles de máxima excelencia. Suele desplegar sistemas de fraude contable, en los números, las ventas o las
realizaciones de cualquier tipo, con el objetivo de permitirle mantener externamente la imagen de un buen gestor
o directivo.
La capacidad de ser implacable o la incapacidad de tener remordimientos o de sentirse responsable o culpable. Al
ser incapaz de sentir remordimientos, arrepentimiento, culpabilidad o responsabilidad por el daño que causa, el
psicópata es un candidato perfecto para las posiciones directivas que a menudo demandan perfiles de “ejecutivos”
implacables, con alta capacidad de resolución y eficacia a toda costa.
En su inteligencia social práctica, el psicópata es a veces consciente de lo apropiado que puede resultar manifestar
sentimientos en determinadas ocasiones propicias, aunque sea incapaz de sentirlos o expresarlos. Solamente los
emula e intenta clonar la emoción correspondiente.
La frialdad emocional de ánimo y la incapacidad de empatía. El psicópata organizacional es, a todos los niveles, un
auténtico analfabeto emocional, incapaz de sentir o expresar genuinamente emociones tan básicas como el amor
o el miedo, por lo que de él no cabe esperar comprensión o compasión hacia los demás.
Al no ser capaces de sintonizar emocionalmente con los sentimientos de las personas que los rodean, los psicópatas
son pésimos gestores de los equipos humanos que dirigen. Son incapaces de manejar los desacuerdos, los conflictos
y los problemas de relación que aquejan a los departamentos o unidades que dirigen. Su incapacidad de gestionar,
mediar e intermediar profesionalmente en los equipos de personas hace que su estilo de gestión sea tóxico.
Los individuos que culminan estos siete grados están ya preparados para ser cada vez más activos en el linchamiento
ulterior de otros y en la colaboración activa con el mal. Han terminado formando parte de la estructura del mal que
aqueja a sus grupos de pertenencia. Han pasado a formar parte del estatus de poder y de dominio que requiere
para su funcionamiento el sacrificio periódico de nuevas víctimas en su entorno y en su propio seno. El poder los
ha terminado convirtiendo en personas malvadas, sin que se hayan dado cuenta de ello. Son, a todos los efectos,
nuevos psicópatas organizacionales.