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Asignatura:

Comunicación escrita y procesos de lectores

NRC: 8082

Actividad 12:
HIPERTEXTO

Presenta:
Miguel Ángel Solano Vargas

Docente:

Luis Fernando Gaspar Salazar


LA EMANCIPACIÓN AMERICANA, LA IMAGINACIÓN, EL TEMOR, IDENTIDAD,
SOCIEDAD ACTUAL

Ya sea que se trate de relatos hechos a medida del estatus, de relatos populares o de relatos
críticos, la historia y las repercusiones posteriores de las relaciones entre identidad e
independencia en los pueblos latinoamericanos exhiben complejas interacciones entre sus
dimensiones fácticas, ideológicas e imaginarias. Salvo en los primeros relatos mencionados,
y sin olvidar el reconocimiento de ciertos logros, casi siempre se ha señalado que la identidad
siguió siendo un problema y que la independencia persiste como un proyecto inacabado. Así,
hoy asistimos a la actualidad de dos ideas clave que estaban presentes ya dos siglos atrás, y
que emergen con fuerzas renovadas como desafíos colectivos frente a las modalidades
neoliberales de la dependencia actual: la necesidad de la autoafirmación del nosotros
latinoamericano y la necesidad de una segunda independencia, o de una emancipación
completa de este nosotros.
A fin de mostrar en qué sentido la memoria que hace falta para enfrentar este doble desafío
actual debe ser también una memoria alternativa, pero también con respecto a la dimensión
imaginaria de lo mítico y de lo utópico en la memoria colectiva, teniendo en cuenta ciertos
signos de la autoestima.
Por otra parte, inmediatamente los criollos comenzaron a poner en cuestión la identidad del
nosotros de la independencia, a hacer de este nosotros una cuestión. En divergencia con lo
que parecía seguro a los indígenas, comenzaron a preguntarse: ¿Quiénes somos? El
paradigma de esta cuestión fue dado, se sabe, por ciertas páginas célebres de Simón Bolívar.
Pero por el momento retengamos esta paradoja, en contraste con el problema de los
indígenas, aquél de cómo preservar sus propias identidades en la unidad fraternal de todos
los latinoamericanos, el problema de los criollos fue muy diferente: cómo crear su identidad;
cuestión que se convirtió sin demora en la siguiente: cómo crear el ciudadano
latinoamericano. Cada nosotros, así como su emancipación, se definen y se redefinen por
relación a lo otro. Pero a diferencia del caso del sujeto individual, en lo que se refiere a un
sujeto colectivo es más claro que no se trata solamente de otro opuesto: hay también una
alteridad hacia el interior del sujeto. En este sentido, la alteridad entraña así al menos dos
direcciones. Más específicamente en una lucha por la libertad, hay tres alteridades del
nosotros: están los que se oponen (es decir, los enemigos), los que están incluidos o
Reconocidos en cuanto semejantes, y aquellos otros que quedan excluidos o marginados del
nosotros en cuanto diferentes, pero que por la razón misma de coexistir con el nosotros,
podrían llegar a ser parte del nosotros.
Las memorias colectivas conservan siempre un potencial propio, especialmente en los planos
de la sensibilidad y de la imaginación, donde se ponen en juego la autoestima de un pueblo
en una estrecha relación con su poder de autoafirmación y emancipación.
Ellos sabían que para garantizar la identidad y la emancipación del pueblo sudamericano
había que descubrir, articular y consolidar eficazmente las claves constitutivas de la patria y
de la nación
Podemos observar entonces que la emancipación implica independencia, pero que no ocurre
lo contrario: ser independiente no garantiza estar suficientemente emancipado, al punto de
que la independencia puede ser muy coyuntural, o bien una ocasión para emanciparse, pero
al punto de que en la medida en que naufraga la emancipación, en esa misma medida, tarde
o temprano, naufraga también la independencia. Si la emancipación es decisiva, es
justamente porque se trata de ejercer y de consolidad actos libres de autoafirmación, y porque
un nosotros puede afirmarse sólo en la medida en que está seguro de su identidad, sabiendo
de dónde viene y adónde va, según la fuerza de sus mitos y de sus utopías
Latinoamérica es tan amplia como diversa, y en diversos niveles incluye comunidades o
nosotros cuyas identidades se nutren de una articulación dinámica de sus mitos y sus utopías.
Hay que destacar también que hubo y hay incontables luchas por la emancipación, tal como
lo demuestra la historiografía alternativa o crítica. Por otra parte, no ignoramos que hay
muchos factores materiales que fragmentan o condicionan las posibilidades y la eficacia de
estas luchas. Sin embargo, si nos situamos al nivel de Latinoamérica como un todo y
pensamos en las condiciones simbólicas pero no menos determinantes de la emancipación
del nosotros latinoamericano, vale concluir que la memoria colectiva latinoamericana no
puede alcanzar un grado decisivo de memoria alternativa, en el sentido que hemos indicado,
sin una decidida recuperación de su dimensión mítica.
El miedo es una reacción de protección por parte del organismo que depende del desarrollo
filogenético y también de la situación concreta en la que se produzca, Hemos pasado de
reaccionar ante miedos que implicaban la lucha por la supervivencia a reaccionar por miedos
cotidianos no determinantes para la vida del sujeto , Hemos pasado de reacciones agudas a
reacciones crónicas, de sufrir estrés agudo a sufrir estrés crónico, de tener miedos concretos
a tener miedos difusos, incluso hemos cambiado el miedo a los depredadores o a los
cataclismos por el miedo a nuestros semejantes, Nuestras vidas se mueven entre dos polos:
claustrofobia y agorafobia.
Vivimos una época caracterizada por la inseguridad humana. La confianza y las certezas -
buenas o malas- de otros tiempos la inseguridad, ya se sabe, es incompatible con el
bienestar.
Hoy en día la inseguridad se ha tornado ya en temor, en miedo. Mucha gente teme perder
su empleo en un entorno en el que las empresas pueden cerrar sus puertas de un día para
otro y decidir trasladarse a otro lugar; otros tienen miedo a perder sus ahorros, como
consecuencia de una operación fallida del fondo de pensiones en el que depositaron su
confianza; muchos temen una subida de los tipos de interés que convierta el pago de su
hipoteca en una misión imposible; tenemos miedo al sida, así como al cambio climático; y,
por supuesto, a la violencia, a que entren en nuestra casa por la fuerza o nos atraquen en la
calle. Vivimos tiempos de globalización, de inestabilidad, en el que el riesgo asoma en
cualquier esquina, mientras se debilitan las instituciones que deberían defender a las
personas.
El miedo es, sin duda, algo relativo, aunque tengo para mí que, en general, se trata de un
fenómeno que se manifiesta de forma inversamente proporcional a la existencia de un
peligro real. Es decir, que suelen ser más temerosos quienes menos conviven con el peligro.

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