You are on page 1of 5

El peor de la Fórmula Uno

Por Juan Pablo Meneses

Fabiana, la encargada de prensa del equipo Minardi, queda muda unos segundos. Hablando
en lenguaje de chat, su cara se transforma en ese emoticón con la boca llena de curvas.
Cuando sale de la sorpresa me devuelve la pregunta:

-¿Quieres entrevistar a Robert Doornbos?

Aunque en realidad, por su forma de preguntarlo, la traducción más exacta sería: ¿De verdad
quieres entrevistar al perdedor de Robert Doornbos?

Hoy es viernes en los suburbios de São Paulo. Dentro del Autódromo José Carlos Pace, en
honor del expiloto brasileño y conocido popularmente con su antiguo nombre de Interlagos,
es el día de pruebas para la carrera del domingo. Por la zona de paddock, donde se pasean
mecánicos y periodistas y modelos y gerentes de las empresas auspiciantes, hay tensión.
Fernando Alonso pasa corriendo, arrancando de los micrófonos que lo esperan a la salida del
baño. Juan Pablo Montoya camina inflando el pecho y negándose a dar entrevistas. Michael
Schumacher, pese a la mala campaña, recibe una lluvia de flashes cada vez que se le ocurre
caminar desde el garage de Ferrari a su camarín. Kimi Raikkonen habla de la puesta a punto
mientras su mánager le cuelga la gorra de la McLaren. Niki Lauda despacha sus comentarios
en directo para Alemania. En ese entorno, triunfalista y competitivo como pocos, hay
corredores que se mueven sin recibir casi ninguna atención. Y hay un piloto, el holandés
Robert Doornbos, el peor corredor de la temporada, al que le hacen tan pocas entrevistas
que su propia encargada de prensa te pregunta si es cierto que quieres hablar con él.

-Bueno, si quieres vuelve en media hora -dice Fabiana, y la frase la balbucea en un italiano-
español que saca a flote al enterarse de que la entrevista es para SoHo, para Colombia.

Dentro de la zona restringida del autódromo lo único que se habla es que Fernando Alonso
puede salir campeón pasado mañana, aunque todo depende del accionar de los pilotos
McLaren. El escenario, el autódromo de Interlagos, tampoco es un circuito cualquiera: aquí
se corrió el primer Gran Premio de Brasil, que ganó Emerson Fittipaldi en 1973. Luego han
triunfado en esta pista emblemas de la categoría, como Niki Lauda, Alain Prost, Ayrton Senna
y Michael Schumacher. El año pasado fue Juan Pablo Montoya. La de este año será la primera
carrera de Doornbos en Brasil.

A la media hora vuelvo al box de Minardi, una escudería chica que debutó hace exactamente
20 años aquí mismo, en Brasil, y que este año corre su última temporada: hace unos meses,
Paul Stoddart, director de la italiana Minardi, anunció que la escudería desaparecerá el
próximo año tras ser vendida en casi 100 millones de dólares a Red Bull Racing.
-Hola, soy Juan Pablo Meneses, estoy escribiendo un reportaje para Colombia y quería
entrevistarte.

Doornbos sonríe. Casi siempre está riendo, mucho más que Alonso y Montoya y Kimi y
Schumacher, todos juntos. El piloto de la Minardi es flaco y sorprendentemente alto para
una categoría donde, al igual que en las carreras de caballos, el peso y la destreza es
fundamental. Un piloto de carreras muy alto es tan raro como encontrar un tenista
profesional obeso. Doornbos es flaco y tiene cuerpo de tenista. Doornbos fue tenista.

-Hice toda la carrera de junior como tenista y fui jugador semiprofesional en Holanda.
Competí en varios torneos europeos. Tenía puntos en el ATP y auspiciadores. Iba camino a
ser tenista, cuando se me cruzaron los autos- suelta casi de entrada, sin dejar de sonreír.

Desorientado. Nadie que llegue a ser el peor en algo tuvo siempre las cosas claras. Mientras
Alonso, Montoya y Schumacher estaban a los 6 años arriba del karting, amarrados al asiento
por sus propios padres, Doornbos durmió toda su adolescencia soñando ganar un Grand
Slam. Cientos de noches imaginándote la bolea ganadora en la final de Wimbledon,
irremediablemente te convertirán en un mal piloto de carreras.

-Hasta que un día, a los 17 años, me invitaron del equipo Williams a ver el Grand Prix de
Bélgica. Acepté, porque siempre me habían gustado los autos. Después de ese fin de semana
llamé a Jacques Villeneuve, que era piloto de Williams, y le dije que quería ser piloto de autos.

Dejó la raqueta colgada y, de la noche a la mañana, se largó en su aventura de ser corredor


de autos. Aprendió que las curvas las debes tomar abiertas, que en el centro de la curva
debes ir lo más cerca posible del pianito, que en las rectas debes buscar la parte del asfalto
más limpia para agarrar más velocidad, que ojalá siempre vayas con el acelerador a fondo,
que le metas, que le metas con todo salvo en contadas ocasiones donde debes bajar la
velocidad. Y se largó.

Arrojo. El que no arriesga jamás llega a ser el peor de todos. Sin su ambición desmedida, Ed
Wood jamás podría haber llegado a ser quien fue. Si eres cobarde, nunca serás el peor.

***

Hoy es sábado, el día de las clasificaciones. En el equipo de Minardi no logran entender que
quiero hablar con Doornbos los tres días de carrera. Cuando me ve aparecer en los boxes,
Fabiana, la encargada de prensa, me mira cómo se mira a los groupies psicópatas. Cada vez
que me cruzo con Alejandro Burger, el periodista que transmite la Fórmula Uno en
Venezuela, y le digo que sigo tras los pasos del piloto de la Minardi, otra vez me hacen sentir
ese fanático obsesivo que se hace pasar por reportero para estar cerca de su ídolo. Como si
nadie normal, en una actividad donde la competencia se mide hasta en microcentésimas de
segundo y el ganador destapa una botella frente a tres mil millones de habitantes del planeta,
pudiera seguir todo un fin de semana al peor.
-Doornbos no hizo karting de niño, y eso se nota mucho en la Fórmula Uno. Pasa que su
familia es una de las más ricas de Holanda, y aquí eso influye mucho. El dinero. Pero como
piloto, es bastante deficiente-, me dice Burger, antes de salir disparado tratando de
entrevistar a Alonso.

Fabiana me dice que media hora después de las clasificaciones finales podré hablar con
Robert.

Dentro de la pista no hay sorpresas. Alonso se queda con la Pole, segundo Montoya, último
Doornbos.

El peor de la Fórmula Uno llega a la entrevista junto a su novia, Kim, una holandesa de melena
rubia y anteojos de sol y escote juvenil. Los dos se ríen. No logro saber si están contentos por
estar juntos, por estar dentro de la Fórmula Uno o porque alguien los esté entrevistando.
Pero su alegría me contagia y, por un segundo, me doy cuenta de que en ese paddock
nervioso, hipertecnologizado, con los millones de dólares paseando en las camisetas de
mecánicos y pilotos, solo hay tres personas que sonríen: Doornbos, Kim y yo.

-¿Qué pasó en las clasificaciones de hoy, Robert?

-El auto no anda del todo bien, aunque anduvimos dentro del tiempo esperado. Recuerda
que esto es Minardi, y no podemos competir con los equipos de avanzada. Nuestra realidad
es otra.

Y la realidad de los números, fría pero certera, dice que en los 30 años de competencia la
Minardi nunca obtuvo un gran premio. No solo eso, en tres décadas ni siquiera consiguieron
un solo podio. Robert sí. En 1999, compitiendo en la Fórmula Opel de Inglaterra tuvo cuatro
victorias. En el 2000, en la Fórmula Ford europea obtuvo un segundo lugar. En el 2002 estuvo
en la Fórmula 3 alemana, donde tuvo cuatro podios. El 2003 en la Fórmula 3 europea logró
siete podios. Y el 2004 corriendo en la Fórmula 3000, logró cuatro podios y pasó a ser piloto
de pruebas de la Jordan. De ahí, hasta julio de este año, donde debutó como piloto de
Fórmula Uno en el Gran Premio de Alemania. Ha largado en todas las carreras, aunque ha
abandonado en dos de seis.

-Muy diferente el circuito del tenis al de la Fórmula Uno.

-En algunas cosas se parecen, como que hay muchos viajes y que te vuelves a encontrar
siempre con la misma gente. Pero hay cosas muy diferentes. En los viajes del tenis yo andaba
solo, en cambio acá estoy con 40 personas que forman el equipo. Dependo de los mecánicos,
de los ingenieros, somos todos un gran equipo.

-¿Y en dinero?
-En dinero, se gana mucho más que en el tenis. Yo no, claro. Pero los pilotos de más arriba
ganan mucho más que los tensitas. A mí, de todas formas, no me motiva eso.

Desinteresados. Nadie que quiera llegar a ser el peor puede pensar en el dinero como meta,
ni siquiera como gran logro. El objetivo monetario es algo demasiado popular y masivo y
aceptado, como para que te permitan ser el peor de todos.

Robert Doornbos nació el 23 de septiembre de 1981 en Rotterdam, Holanda, aunque ahora


vive en Mónaco. En su vida diaria en las calles de Montecarlo maneja un Audi y suele jugar
Fórmula Uno en la PlayStation.

-¿Cómo te sientes al quedar último en la largada?

-Bien, muy bien. Es parte de lo que esperaba. Tengo que pensar en hacer una buena carrera
mañana, ya no puedo seguir pensando en mi clasificación. Además, logramos clasificar. Eso
ya es un avance.

Optimismo. nunca olvidar que para el puesto del peor hay una sola vacante. Y que si te
hechas a morir, puede irse de tus manos esa posibilidad. Ningún pesimista llega a ser
completamente el peor.

***

El día final el autódromo está a tope. Varios espectadores llevan el casco más emblemático
que ha tenido la Fórmula Uno, el “verde-amarelo” de Ayrton Senna: el más grande ídolo
deportivo automovilístico de Brasil que tras perder el control de su Williams en la curva de
Tamburello, en el autródromo de Imola, murió al estrellarse contra un muro de cemento el
10 de mayo de 1994.

Los momentos previos a la carrera los pilotos se pasean nerviosos por el paddock,
seguramente pensando en mejorar sus tiempos, en lograr una buena ubicación y, es posible,
sabiendo que cualquier mala maniobra por sobre los 250 kilómetros por hora les puede
costar la vida.

-Nunca pienso en la muerte -me dice Robert Doornbos, minutos antes de salir.

Un periodista de Tele5 de Madrid, que lleva en directo para todo España la carrera, transmite
las últimas declaraciones de Fernando Alonso antes de la largada: “No solo quiero ganar el
campeonato, sino que también quiero ganar la carrera de hoy”. Al momento de la largada el
ruido de los motores te aturde los tímpanos. Medio São Paulo, la ciudad de los 20 millones
de habitantes y los cuatro mil rascacielos y los 600 helicópteros privados que van de un lado
a otro, está atenta a lo que sucede.
Juan Pablo Montoya gana la carrera seguido de Kimi Raikkonen. Gracias a su tercer lugar,
sale campeón de la temporada 2005 el español Fernando Alonso. Es el piloto más joven de
la historia en conseguir el título. Robert Doornbos, el peor piloto de la temporada quema el
motor faltando 32 vueltas. Las imágenes muestran su box con humo, y Robert adentro
recibiendo el gas de extintores. Y seguramente sonriendo.

Por la noche, en la discoteca Lotus del Word Trade Center de São Paulo, donde está el Hilton,
hay una fiesta privada para celebrar el título. Los mecánicos son los que más celebran, y
Fernando Alonso bromea y sonríe y se toma fotos con todos y la música va subiendo de
volumen y al rato todos están en la pista, pero en la pista de baile. Afuera media São Paulo
duerme, porque mañana es lunes. Algunos fotógrafos esperan afuera de la fiesta, a ver si
consiguen alguna imagen. ¡Viva Alonso! Gritan en mal castellano los alemanes, los franceses,
los ingleses, los brasileños. Primera vez que un campeón viene de España.

-¿Cuál es tu sueño en la Fórmula Uno?- le pregunté a Robert tras la carrera, mientras en las
pantallas del paddock mostraban a Montoya y la bandera colombiana flameando al compás
de su himno.

-Llegar a ser campeón. Alonso también partió en Minardi. Yo creo que, si tuviera un buen
auto, podría estar mucho más arriba y pelear el título. Esperemos que el próximo año, ahora
que se acaba Minardi, pueda fichar por un buen equipo.

Soñador. Sin sueños, nunca serás el peor. Y para llegar a ser el peor de la Fórmula, Doornbos
primero cumplió su sueño de ser piloto. En la fiesta final, donde Alonso abraza a sus
mecánicos, y los mecánicos a unas promotoras, Robert Doornbos no se aparece. Y nadie lo
extraña. Seguramente el holandés está con Kim, celebrando que ha vuelto a correr una
carrera. O que sigue vivo. O tal vez, lo más seguro, planificando su segundo sueño: ser el
mejor.

You might also like