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El cuarto poema del libro poemas de amor (1986) de Darío Jaramillo Agudelo trata el tema de la

imposibilidad del hablante para representar el amor a través de la escritura. Trabajando al modo
del conocido cuadro de René Magritte Ceci n'est pas une pipe, el poeta colombiano escribe un
poema de amor que es, a la vez, la promesa del poema amoroso total fiel y exacto aún no escrito:
“Algún día te escribiré un poema…”. Este rizo de la representación provoca reflexiones que se
instalan en el seno mismo del proceso de su comprensión.

El desarrollo del texto de hecho se ocupa de tres ejes de construcción poética: las palabras de la
poesía, los recursos literarios y el ritmo. Estos tópicos permiten su segmentación en tres partes:

Algún día te escribiré un poema que no mencione el aire ni la noche;

Un poema que omita el nombre de las flores, que no tenga jazmines ni magnolias.

Algún día te escribiré un poema sin pájaros ni fuentes,

Un poema que eluda el mar

Y que no mire a las estrellas.

***

Algún día te escribiré un poema que se limite a pasar

Los dedos por tu piel

Y que convierta en palabras tu mirada.

Sin comparaciones, sin metáforas, algún día escribiré

Un poema que huela a ti,

***

Un poema con el ritmo de tus pulsaciones, con la

Intensidad estrujada de tu abrazo.

Algún día escribiré un poema, el canto de mi dicha.

La parte inicial, del primero al quinto verso, menciona la necesidad de obviar las palabras
convencionales de la poesía para nombrar el amor, dentro de cierta tradición poética que ha
hecho uso y, en cierta forma, ha abusado de estos términos, hasta convertirlos en tópicos
gastados: aire, noche, flores, pájaros, fuentes, mar y estrellas.

La segunda, del sexto al décimo primer verso, propone otro problema de la representación
poética: la posibilidad de traducir la realidad al lenguaje de los recursos literarios; de allí la
necesidad de un poema sin comparaciones ni metáforas, ambas, figuras fundamentales para la
construcción del lenguaje figurado, connotativo, del discurso poético.

La tercera parte, del décimo segundo verso al último, toca el asunto del ritmo, cimiento de la
construcción poética, la música de las palabras, además de aludir a la actividad fundamental del
poeta: el canto.

Este desarrollo en tres unidades de contenido da forma a una interrogante esencial para la poesía:
¿es posible la representación mediante las palabras? El poema de Jaramillo Agudelo da como
respuesta la búsqueda, sin renunciar a decir. El poema futuro, aún no escrito, elevará las palabras
a la realidad tangible del amor, al tiempo que el poema al que nos enfrentamos testimonia ese
amor que todavía no ha sido dicho con justeza. En todo caso, y cualquiera sea nuestra elección en
cuanto el sentido del texto (amor expresado, amor inefable), lo cierto es que el poema postula la
indecible felicidad de la expresión, induciendo la lectura hacia un segundo nivel crítico sobre las
posibilidades del lenguaje poético, y con todo ello, dirige nuestra mirada a la posibilidad de que la
única forma de nombrar una realidad trascendente (como el amor), a través del lenguaje, acaso
sea nombrarlo con las viejas palabras que una vasta tradición ha hecho circular: otra vez la noche,
el mar, las estrellas; en fin, las palabras dl amor y la poesía.

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