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Para Matti Kummu, investigador del Water & Development Research Group de la
Universidad de Aalto de Finlandia, en un artículo publicado el 2012, el problema del
desperdicio de alimentos es tal, que en la actualidad la reducción de las pérdidas es
considerada como una de las soluciones más promisorias para mejorar la
seguridad alimentaria en el futuro. “En la medida que aumenta el consumo, aumenta
la explotación de recursos naturales como el agua, que explica el 70 por ciento de la
utilización de agua limpia en la agricultura”, señala.
Esta situación manifestada a nivel global que lleva, por lo tanto, a una pérdida de
recursos útiles, sumado a la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria a futuro, ha
sido advertida por el gobierno australiano, quien a través de su Departamento de
Sustentabilidad, Medioambiente, Agua, Población y Comunidades, llevan a cabo la
Política Nacional de Desperdicio: Menos gasto, Más Recursos, que a través del
programa Haz algo por el desperdicio de alimentos se orienta a la ciudadanía con el fin
de reducir la pérdida de comida, pero también a las compañías productoras para que
sean consciente de su impacto en el medioambiente.
De igual manera, el documento señala que las personas cometen un error al momento
de botar comida que se cree mala, antes de la fecha de vencimiento. A este error se
suma la compra de comida rápida en vez de cocinar la existente en casa. Esto último
explicaría que los consumidores entre 18 y 24 son el segmento de la población que más
comida pierde, alcanzando los 100 mil dólares al año.
La realidad del desperdicio de alimentos en nuestro país no se distancia del resto del
mundo. A diferencia de las economías desarrolladas, la cantidad de personas con mala
alimentación y falta de acceso a productos saludables es mayor, pese a que Chile es un
país agroalimentario y agroexportador.
En este contexto social consumista –que ocurre, en mayor o menor medida, también en
los países desarrollados o en camino al desarrollo económico- la oferta disponible en
supermercados y otros lugares de comercialización puede, en algunos casos, alcanzar
un volumen muy superior a la demanda efectiva por el producto, dentro del tiempo
acotado en que está “fresco”. La consecuencia de ello es el desperdicio de grandes
volúmenes de productos desde los establecimientos comerciales, incluso que aún no
alcanzaban su fecha de vencimiento”, señala el informe.
La iniciativa fue presentada por un grupo de parlamentarios entre los que está la
diputada Marcela Hernando, quien viene estudiando el fenómeno del despilfarro de
comida desde el 2014. “He hecho algunos oficios y consultas aquí en la Cámara, porque
no solo a nivel de Congreso, sino a nivel país desperdiciamos alimentos. Desde esa
época me he informado y una de las razones es que muchas veces existe la voluntad de
donar alimentos, pero hay impedimentos de tipo sanitario. He tenido conversaciones
con autoridades de la salud y en efecto el vencimiento de los productos es una
limitante”, señaló.
20 de abril de 2018, Berlín – La bioeconomía puede ser de gran ayuda en los esfuerzos frente a
problemas mundiales apremiantes como el hambre, la pobreza y el cambio climático “si se
hace bien y sobre todo con y para los agricultores familiares” aseguró hoy la Directora General
Adjunta de la FAO para Clima y Recursos Naturales, Maria Helena Semedo, al intervenir en la
Cumbre Mundial de Bioeconomía que se celebra en Berlín.
Una bioeconomía sostenible, según Semedo, “se basa ante todo en la naturaleza y las
personas que cuidan y producen biomasa”. Esto significa los agricultores familiares, los
habitantes de los bosques y los pescadores, que a la vez son “poseedores de valiosos
conocimientos sobre cómo gestionar los recursos naturales de manera sostenible”.
“Debemos fomentar los esfuerzos coordinados a nivel internacional y garantizar la
participación de las múltiples partes interesadas a nivel local, nacional y mundial”, añadió,
señalando que esto requiere objetivos cuantificables, medios para cumplirlos y formas de
medir el progreso que resulten rentables.
La bioeconomía alude a una economía que usa biomasa en lugar de recursos fósiles para
producir alimentos y bienes no alimentarios, como bioplásticos y productos biofarmacéuticos.
Semedo explicó que la innovación desempeña un papel clave en estos sectores “bio”, por lo
que debemos asegurarnos de que todo el conocimiento -tradicional y nuevo-, se comparte y
respalda por igual,
Los estudios más recientes muestran que alrededor de 815 millones de personas en el mundo
todavía padecen subalimentacion crónica, pero produciéndose suficientes alimentos para las
necesidades del planeta, el problema suele ser la falta de acceso. “La bioeconomía puede
mejorar el acceso a los alimentos, por ejemplo, mediante los ingresos adicionales derivados de
la venta de productos biológicos”, indicó Semedo.
La FAO y la bioeconomía
La Directora General Adjunta recordó que la FAO cuenta con una larga y amplia experiencia en
el apoyo a los agricultores familiares y otros pequeños productores y empresas de biomasa.
Semedo, quien se reunió con ocasión de la Cumbre con la nueva ministra alemana de
Alimentación y Agricultura, Julia Kloeckner, explicó cómo con el apoyo de Alemania, la FAO, -
junto con un grupo de trabajo multisectorial internacional sobre bioeconomía sostenible- se
encuentra desarrollando actualmente directrices para una bioeconomía sostenible.