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LAS COSTURERAS DE LIMA (1883-1900)

Juan José Pacheco Ibarra*


Lima - Perú

La guerra del Pacifico dejó como secuela un país destruido moral y


materialmente. Las mujeres fueron quizás las más afectadas por esta situación de
crisis, al quedarse en la viudez y el desamparo.
El país se hizo responsable de una gran deuda moral. Era su deber apoyar a las
familias de los héroes civiles que cayeron en la defensa de la patria. El
problema era: ¿Cómo ayudar a las viudas y huérfanos de la guerra?
En el presente estudio se enfoca la historia de las costureras de Lima, su
situación y percepción por la sociedad, la explotación e incomprensión que
sufrieron estas mujeres. El oficio de la costura es importante dentro de este
contexto porque es la primera actividad que le es socialmente permitida a la
mujer en una época donde el trabajo femenino aún era visto bajo diversos
prejuicios.
El propósito de esta investigación es mostrar la realidad de las mujeres que se
dedicaron al noble oficio de la costura en el contexto en que se fomentó esta
actividad económica. El estudio se ubica entre los años inmediatamente
posteriores a la guerra (1883-1900), en que comienza la industrialización de las
manufacturas textiles.
En primer lugar debemos aclarar que este estudio se centra en las mujeres que
tuvieron que dedicarse a la costura como una forma obligada de subsistencia.
En Lima, ya existía un gran número de mujeres dedicada a este oficio.
LAS COSTURERAS DE LIMA. ALGUNAS CIFRAS
Bajo las condiciones laborales en que se desarrolló esta actividad económica y
los prejuicios sociales de la época es difícil tener cifras exactas de las mujeres
que ejercían este oficio en Lima.

*
Licenciado en Historia de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.- Miembro
colaborador del Instituto Riva-Agüero.
513
Según los datos que he podido recoger figuran los siguientes: Augusto Ruiz
Zevallos, ha tratado de manera incidental y ha reconstruido algunas estadísticas
del universo laboral limeño de la época.
COSTURERAS EN LIMA1
1876 (Lima) 1,461
1876 (Toda la provincia) 1,611
1908 7,021
1920 9,538
En otros datos, tomados por Alicia del Águila se señala los siguientes:
“En 1850, según el informe de Letellier, había unas siete modistas. En cuanto a costureras,
según el mismo autor, no había encontrado más de 32 (Pérez-Mallaina, 1980: 25). Un dato
que entra en contradicción con el número de costureras que, según Fuentes (1858: 622),
existían en Lima, a fines de esa misma década: 2,040. Suponemos que entre estas trabajadoras
pueden estar contabilizadas personas no solo que confeccionaban ropa, si no que la
adaptaban y zurcieron.2
Las diferencias entre una modista y una costurera eran claras, en el caso de la
modista, que gozaba de prestigio por traer las últimas modas de Europa, muchas
de ellas anunciaban sus casas de modas en los diarios de Lima. Alicia del Águila
ha señalado la diferencia entre modistas y costureras.
“Las modistas o madamas eran las personas que confeccionaban siguiendo con habilidad las
ultimas pautas de las modas (que llegaban por barco, vía folletines, junto con las prendas,
accesorios y telas”.3
Las estadísticas llaman fuertemente la atención, pues veremos que después de la
guerra del Pacifico, la cantidad de costureras en Lima aumentó. ¿Tuvo que ver
este incremento con la política de fomento de la costura como actividad
económica digna para ocupar a las viudas de la guerra del Pacifico?
VALORACION SOCIAL
La mujer que trabajaba en labores manuales era mal vista, en la época existió
una dicotomía sobre el trabajo femenino. Era preferible ser una humilde
costurera, que una prostituta. Parker ha señalado en sus investigaciones sobre la
clase media peruana que “…hasta en el mejor de los casos, el trabajo femenino fue visto por
la elite como una vergüenza triste y si alguien de “buena familia” tenía que hacerlo era decente
era la costura a domicilio, un trabajo que ofrecía la ventaja de la clandestinidad. La mujer que
confeccionaba ropa en casa típicamente dependía de una red de contactos personales, familias
conocidas que “le pasaban trabajo” sin divulgar –más allá de un círculo íntimo de amigos- su
penoso secreto. 4
En esta época como explica Parker, “La mujer decente no trabajaba, o si trabajaba era
por capricho, no por necesidad”5 Ruiz Zevallos también incide en la característica de este oficio
femenino “…las modistas tenían una valoración bastante distinta a la de costureras.

1
RUIZ ZEVALLOS, p. 68
2
RUIZ ZEVALLOS, p. 81
3
AGUILA, Alicia del, p. 91
4
PARKER, p. 175
5
PARKER, p. 176
514
Aquellas extranjeras las más reconocidas, estaban consideradas artesanas, según el listado de
las personas afectas a la matrícula de patentes de 1859”6
Al parecer, fue la crisis peruana después de la guerra del Pacifico la aceleró
en parte una comprensión del oficio de costurera, como una labor noble y
decente que podía ser desempeñada por las mujeres.
Este cambio de percepción se originó a partir de la contradicción ocurrida
durante uno de los periodos de crisis extrema. Fue en este contexto donde
Mercedes Cabello escribiría su polémica novela “Blanca Sol” (1889), donde la
vida de un personaje literario busca criticar al prejuicio y la hipocresía social en
la cual había caído la mujer limeña, que la hacía económicamente dependiente
de su marido. Pues frente a la crisis y la ruina económica y la ausencia de éste,
era licito dedicarse a labores manuales o a la prostitución para poder sobrevivir,
pues, en el fondo el matrimonio era una institución irreal realizada por
conveniencia. Una forma de fingimiento y hasta “prostitución legalizada” que
podía ser pasada por alto en la búsqueda de sobrevivir la crisis. Cómo afirma
Ana Peluffo: “Blanca Sol se prostituye no por amor al sexo o por degeneración genética, sino
porque una vez que pierde todos sus bienes materiales ya no le queda nada que vender o
empeñar, y porque en las propias palabras de la (anti)heroína, “la virtud no es un potaje que
puedo poner en la mesa para mis hijos”. 7
CRISIS DE LAS MUJERES DE LIMA
La guerra del Pacifico dejó una crisis profunda en nuestro país, dentro de este
contexto, las más afectadas fueron las mujeres, muchas quedaron viudas y
desamparadas durante el conflicto bélico. En esta época el hombre era el que
sostenía el hogar, la mujer sólo se dedicaba a criar a los hijos y mantener la casa
en orden.
Sin embargo, éste era un drama que se vivía en lo profundo de la sociedad. He
podido encontrar pocas noticias sobre la crisis de los hogares limeños. Muy
pocos viajeros se ocuparon de este tema. Sin embargo, puedo mostrar una
crónica aparecida en El Comercio, de 1885, que constituye uno de los pocos
testimonios recogidos por la prensa.
“Ya no es una viuda, que más parece un espectro, pálida, demacrada, casi harapienta, cuyo
esposo se hizo matar en Tarapacá ó en Miraflores, pero que, antes de tal calaverada, había
adornado su hogar con media docena de retoños; tres de estas niñas ya maltoncitos, que se
queman las pestañas, y hasta el cerquillo, cosiendo para ganar un pan, tan escaso como
amargo, y que no salen á la calle, porque hace siete meses que los zapatos se han destruido y las
mantas están estudiando en alguna casa de misericordia, vulgo de préstamo, cuyas niñas de
pimpollos que fueron rubias y sonrosadas, hanse convertidas en algo, así como las espigas secas
de que nos habla la Biblia; amén de tres muchachos que no van a la escuela, porque hace tres
meses que el zapatero declaró solemnemente, que el calzado, después del último remiendo que
se le echó, ya no quedaría servible, sino cambiándole suelas, cuero y hasta el forro.
Lo que más pena me dá, nos decía la atribulada señora, es que, mis hijas no pueden asistir los
sábados a Santo Domingo a rezarle a San Jacinto, que el único que, Dios mediante, puede
sacarnos de miserias: proporcionando a mis niñas un novio apropiado a las circunstancias;

6
RUIZ ZEVALLOS. p. 91
7
PELUFFO, p. 180
515
un novio que no piense vivir y mantener á su mujer y a los hijos, que es lo primero que lleve
después del matrimonio con amor y nada más que amor. Porque no quiero novios militares,
ni de esos que no saben más que esperar un destino del gobierno, que siempre es una ración
de hambre, más inestable que una veleta o que una pirámide parada por la cúspide, ni
tampoco quiero novios que aguardan para ir al altar, que caiga este o aquel gobierno, o aquel
ministro o jefe de oficina, para que, dejando cesantes a los empleados actuales, coloque a
otros nuevos, entre los que se colará el susodicho aspirante, si Dios quiere: quién durará en el
puesto lo que el pan en la boca del can: porque señor prefiero casarlas aunque sea con un
gringo judío.
Como veinte veces han principiado mis pobres niñas a rezar los rosarios de 15 misterios, que,
sin interrupción, y solita cada una le decía á la Virgen del Rosario por 15 sábados
consecutivos para conseguir lo que más falta hace y que en mi casa son esposos para mis
aniquiladas hijas.
Y no han podido todavía concluir una serie, pues a lo mejor no hay zapatos. Y todos estos
contratiempos ¿Por qué? Porque no nos dan, siquiera cada tres meses, una cuarta parte del
montepío que nos legó mi marido, que Dios goce; y con lo que hará provisión de calzado para
seis meses; porque eso sí, mis hijas son guardosas, económicas como pocas y no se ponen
zapatos nuevos, sino cuando repican gordo, y saben desarmar un vestido veinte veces y
ponérselo de arriba para abajo y lo del revés al derecho.
Y concluye nuestra verbosa interlocutora, con la muletilla de que digamos algo, a ver si
consigue que se le pague un montepío siquiera, pues todavía no ha podido reintegrarse ni del
papel sellado que compró para seguir el expediente de viudedad.8
Este testimonio nos muestra lo que sucedió con muchas viudas después de la
guerra del Pacífico. Muchos hijos crecieron sin sus padres, sin estudiar, sin
oportunidades y en medio de la más extrema pobreza. Muchas familias se
volvieron pobres, el poco patrimonio que tenían tuvo que ser vendido o fue a
parar a las casas de préstamo, que proliferaron en la época (hubieron tantas que
el Concejo Municipal de Lima tuvo que reglamentar su funcionamiento).
Otra escena de pobreza se observaba en las largas colas que estas viudas
protagonizaban en las oficinas de las entidades estatales para tratar de cobrar su
montepío.
“Hemos observado en estos días multitud de señoras en cuya vestidura se nota la acción
destructiva del tiempo y en cuyos semblantes demacrados se adivinaría por el menos perspicaz
huellas profundas del dolor y de hambre, comprando papel sellado administrativo y entregando
un amoneda de plata, la última tal vez que poseía, en cambio de ese indispensable objeto en
que se escriben memoriales, mientras que gruesas lagrimas se deslizan de sus ojos. A fuer
curiosos hemos sabido que esas infortunadas, invertían sus postreros recursos, a fin de
aparejar el expediente respectivo con el propósito de que la junta creada al efecto, liquide y
señale lo que se les adeuda por pensiones dejadas de percibir por ellas o por sus deudos,
durante los seis o siete últimos años.”9
Estos cuadros se repetían constantemente, durante los años más difíciles, en que
la crisis económica llegó a extremos que no hubo dinero para pagarles a las
viudas de la guerra, el Gobierno se hacía deudor con estas mujeres.

8
“¡Que mal andan los tiempos!” El Comercio, Lima, marzo 31, 1885
9
El Comercio, Lima, abril 21, 1886
516
LA AYUDA DEL GOBIERNO Y DE LA SOCIEDAD LIMEÑA
La ayuda para las viudas de la guerra comenzó desde el momento mismo del
conflicto, pues una vez muerto el cónyuge los gastos de manutención y del
hogar no podían esperar.
Tres actividades concretas llevaron los gobiernos desde 1883 para ayudar a las
viudas. La pensión de montepío, la subvención y regalo de máquinas de coser y
la creación del taller de costura. En esta ponencia me ocuparé de las dos
últimas.
A. La subvención y regalo de máquinas de coser.-
El gran problema de las viudas de la guerra fue ¿Cómo ganarse la vida y poder
mantener a su familia a través de un oficio decente?
Ya hemos visto que el oficio manual era mal percibido en la época, pero la
crisis pudo más. Muchas de las orgullosas limeñas tuvieron que dejar su
vanidad de lado y aceptar su ruinosa condición económica.
Las autoridades municipales emprendieron una campaña para ayudar a darles un
oficio digno a las viudas de Lima. Según informa el alcalde de Lima, Luis Roca
y Boloña en sus memorias municipales:
“En el curso de este mismo año hemos repartido 200 máquinas á las madres, hijos, viudas y
hermanas de los que sucumbieron en las batallas de la última guerra y dado, además, 109
10
premios de á veinte soles de plata cada uno á los que no fueron favorecidos por aquellas” .
Además se organizaron conciertos a favor de las viudas y huérfanos de la
guerra, actividades de caridad y rifas pro-fondos. Uno de estos conciertos logró
acumular la suma de S/ 11,106 05 billetes fiscales y S/. 1,279.30 en plata; y,
además en oro, una onza, tres soles y media libra esterlina. Este dinero fue
destinado a la compra de ciento cincuenta máquinas de coser.11
El 18 de agosto de 1884 se publicó la primera relación de viudas favorecidas
con máquinas de coser, el sorteo se realizó en el Concejo Municipal de Lima.
Este primer donativo de máquinas de coser tuvo un episodio significativo, pues
la lista fue publicada varios días por la prensa de Lima 12 y muchas amas de casa
aún no habían ido a recoger sus máquinas.
La entrega de máquinas de coser fue continuada por el gobierno de Andrés A.
Cáceres que hizo nuevos donativos. El 28 de marzo de 1885 fueron sorteadas
160 máquinas de coser traídas de Estados Unidos para las viudas de Lima. 13
Estas fueron distribuidas el 2 de mayo de 1885, día en que se reunieron en la
sala de sesiones de la casa consistorial 200 señoras.

10
Memoria que presenta Don Luis Roca y Boloña. Alcalde Municipal de Lima, a los
regidores de la municipalidad que cesó el 29 de octubre de 1884. Lima, Imprenta
Liberal de F. Masias y Cía. 1885. p. 39-40.
11
Ibid.
12
El Comercio, Lima, agosto 18, 1884
13
El Comercio, Lima, marzo 28, 1885
517
A esta labor de caridad también prestó su apoyo la primera dama, esposa de
Cáceres, quién en febrero de 1887 hizo una significativa donación de estos
equipos.14
Este reparto de máquinas de coser estuvo dirigido a proveer de herramientas de
trabajo a las viudas de la guerra en sus hogares. Sin embargo, pronto surgió otra
iniciativa para ayudar a estas mujeres.
B. El Taller de Costura (¿1886?)
No he localizado la fecha exacta de la creación del taller de costura, pero hay
información de sus actividades a partir de 1886. En ese año el Gobierno celebró
un contrato con este establecimiento para confeccionar 600 vestuarios militares.
Este pedido fue entregado, pero la situación de estrechez económica hizo que
“Por desgracia, las malas condiciones del erario ha sido causa sin duda de que hasta el
presente se adeude por ese trabajo 900 soles”15
Sin embargo, el taller de costura recibió el apoyo de la comunidad, como
comenta El Comercio.
“Hoy mismo no obstante la escasez de obras, hay cincuenta personas apuntadas para recibir de
preferencia el trabajo y á quienes se proporciona ropa dos veces al año y se les auxilia de su
enfermedades. También hay una sala de asilo para los hijos pequeños de las personas que
trabajaban en el taller”.16
Hubo varias propuestas para que el Estado favoreciera a este taller dándole en
concesión todos los trabajos de costura que necesitaran.
Esto no era muy conveniente a las casas de costura de Lima y sastres, pues las
costureras constituían una competencia que podía ser favorecida por la
sociedad, y por los precios más cómodos que éstas cobraban por su trabajo. En
1889, el encargado del taller de costura informaba lo siguiente:
“El Supremo Gobierno me ha concedido, aceptando mi propuesta. Como la más favorable al
fisco, no ha sido a mí como particular, sino como representante y administrador del taller de
costuras, para lo que he encontrado las facilidades exigibles y la mejor buena voluntad, tanto
como en S. E. el Presidente, como en el señor ministro de guerra, á quienes me es satisfactorio
tributarles mis agradecimientos por especial encargo del directorio. Debido a este acto de
justicia y filantropía han comenzado a concurrir muchas señoras que ya no tenían trabajo
Y continuarán aumentado más cada día”17
El Taller de Costura se fue implementando, para facilitar la labor a las mujeres
con hijo se instaló en este local una cuna y una escuela para los niños. Para
llevar a cabo esta obra se pidió la ayuda de la municipalidad.
“Hoy se ha pedido a la H. Municipalidad se digne proporcionar bancas y algunos útiles para la
escuela gratuita que desde la fecha vuelve a abrirse en el mismo taller para los hijos de los
operarios, que concurrirán a dicha escuela desde la edad de dos años para que puedan las
madres contraerse con tranquilidad a sus labores: y aún se les permite atender personalmente a
los niños de menos edad; a fin de hacer menos dura su penosa situación”. 18

14
El Comercio, Lima, febrero 1, 1887
15
El Comercio, Lima, agosto 25, 1888
16
Ibid.
17
El Comercio, Lima, enero 16, 1889
18
Ibid.
518
Además de esto se fomentó la enseñanza de la costura entre las más jóvenes.
Para esto se creó la escuela taller Santa Rosa de Lima. En las memorias del
Alcalde de Lima, César Canevaro, se puede ver los propósitos iniciales de esta
institución.
“Educar en la escuela de la virtud asegurando el porvenir por el trabajo, es el medio más eficaz
de conseguir que la mujer no vaya a perderse en el lodazal inmundo, donde con frecuencia la
19
conduce el hombre”
La escuela recibió ayuda de la sociedad limeña. Se organizaron rifas y bailes de
caridad para reunir fondos, con este dinero se implementaron nuevos talleres en
la escuela y se pudo comprar mobiliarios para la enseñanza de la costura. Sin
embargo, la crisis que se trataba de combatir a través de esta obra era a su vez
un obstáculo para poder llevar a cabo la instrucción de las jóvenes limeñas.
“En el tiempo que la escuela lleva establecida se ha notado ya muchos vacíos que es necesario
reparar. La asistencia de las alumnas no se hace con la regularidad conveniente, el local es
preciso adaptarlo mejor á las necesidades que la experiencia han hecho observar, y hay que
buscar el medio de que las educandas no se retiren de la escuela, sin haber adquirido
prácticamente el oficio que allí fueron a aprender”20
Sin embargo, esta situación fue mejorando con los años. Y en otras memorias se
verá que las actividades fueron haciéndose regulares.
LA EXPLOTACIÓN LABORAL
Grandes dificultades tuvieron las mujeres para iniciarse en el negocio de la
costura, al inicio mucho no sabían siquiera utilizar las máquinas de coser
donadas por el gobierno. Ya en Lima existían varias costureras, pero el factor
social influyó mucho en el ocultamiento de este oficio.
Según Miller: “Distinta era la situación para la inmensa cantidad de costureras que
no lograban el ingreso a un taller la poca habilidad requerida y el escaso
instrumental que se necesitaba hacia factible el ejercicio de la profesión en el propio
domicilio.”21
La explotación de las costureras era una situación triste que se hizo más notoria
durante la etapa de la Reconstrucción Nacional donde se denunció.
“Es muy cierto que al empresario de una fábrica industrial no pueden exigirle sus operarios éste
ó aquel jornal: de manera que la persona me acepta un empleo en ellas tiene que conformarse
con la remuneración que se le da. Sin embargo, sabemos que hay fábricas en que solo casi se
ocupan mujeres á los que por su trabajo de mano, de todo el día, se les da únicamente 25
centavos; suma que creemos sumamente exigua, y que conceptuamos podrá aumentarse sin
menoscabo notable para la empresa, siquiera a treinta centavos”.22
Esta explotación laboral se vio en las costureras de oficio que trabajaban
directamente con las casas de moda y los grandes talleres de costura. En el caso

19
Memoria de la administración municipal de Lima presentada al honorable Concejo
provincial por su Alcalde Gral. D. César Canevaro (enero de 1889 a noviembre de
1890). Lima: Imprenta Torres Aguirre, 1890. p. 64-65.
20
Ibid. p. 64
21
MILLER, 1987: 104
22
“Costureras”. El Comercio, Lima, mayo 30, 1888
519
de las amas de casa que tenían su propia máquina de coser para dedicarse de
forma independiente, la situación fue distinta. Trabajar en casa era una ventaja
que tuvieron, guardando de esta manera en secreto su “penoso oficio” frente a
las convenciones sociales. Además esto les permitía estar cerca de su hogar. Sin
embargo, este tipo de costurera también sufrió la explotación laboral
sistemática, como señala el informe de la Unión Católica.
“Algo semejante pasa con las costureras que se hacen en casas particulares, pues como ellas se
encargan con las mayores exigencias, minuciosas y prolijos detalles sin convenir previamente en
el precio que ha de costar la obra concluida ésta, ésta ha de contentarse la obrera con el
estipendio que fija la persona á quién ha servido, estipendio que desgraciadamente no está en
relación por lo general con el trabajo”23
Al referirnos a la Unión Católica, ésta no sólo se limitó a sus actividades
religiosas y de caridad. La sección más importante de la Unión Católica del
Perú estuvo conformada por la “Unión Católica de Señoras”. Fue la que tuvo
una vida social más intensa, entre algunas de sus preocupaciones estuvo
proteger y ayudar a las viudas y mujeres. Por eso intervinieron algunas veces
en la triste situación de las costureras, fundaron escuela dominicales para
educar a la mujer en las labores de la costura y ayudaron a sostener el taller de
costura y la escuela taller Santa Rosa. Por esto es importante la crítica que
formularon frente a la explotación laboral de las costureras de Lima.
“Si el Gobierno quiere obtener una ventaja pro medio de estos talleres fabricando en ellos con
la mayor economía posible el vestuario del ejército, no por eso debe colocarse en igual
categoría que el empresario que no ve visiones para sacar de su negocio todo el partido
posible. En Lima la mujer no tiene otra ocupación para ganarse la vida que la costura, y este
trabajo rudo unido á las privaciones, vigilias y desvelos acaban con su existencia. Los días en
que se hace el reparto de la ropa en los talleres del Estado, es de verse la aglomeración de
tanta mujer débil y raquítica que se arrebata la costura de las manos. Pues bien, esas infelices
por el trabajo de un terno completo no gana sino noventa centavos. Cualquier sastre á quien se
encomendara una obra semejante cobraría muchísimo más. Con noventa centavos cada dos
o tres días no tienen ni para satisfacer medianamente sus necesidades”.24
La Unión Católica a través de una representante buscó mejorar las condiciones
laborales y salariales de las costureras. En el informe de Elena Opisso de
Revoredo delegada de la Unión Católica de Señoras escribió:
“He estado personalmente entre otros talleres nacionales, en las camiserías de los señores
García hermanos, esquina de Espaderos y en la del señor Stefano Varese, así como en las
fábricas de cartón y de corbatas del señor Casagrande: habiendo sido en esta última, en donde
se ha logrado mejor salario para las obreras, sesenta centavos diarios.
“Sensible es, que en los talleres del Estado, que por su organización especial, podría dar
trabajo en condiciones favorables a muchísimas personas, se remunere tan mal el que se hace,
lo que resulta aún más extraño, dada la ruda tarea á que han de consagrar sus esfuerzos,
quienes aceptan costuras: pues haciéndose éstas de la clase llamada de munición, se halagará a
las obreras con la posibilidad de hacer gran cantidad de obra, con la que se pretende
compensar su poca remuneración, pero el exceso de trabajo, en personas de su situación mal

23
El Comercio, Lima, abril 16, 1898
24
El Comercio, Lima, abril 28, 1898
520
alimentadas, cuando pueden llevarlo a cabo, tiene que ser, como lo es en efecto profundamente
desastrosa y ocasionando a la tisis, anemia y otras dolencias no menos graves que aquejan a la
numerosa clase menesterosa de nuestra sociedad”25
Los avances tecnológicos fueron mejorando, a partir de 1890 llegan mejores
máquinas de coser, la introducción masiva de estas máquinas por el Estado creó
un mercado para la costura en Lima.
En 1890 llegaron las máquinas de coser “Domestic” y en 1900 llegan a Lima las
“Singer”. Otras mucho más modernas arribaron ese año promocionándose como
máquinas de coser higiénicas, que cuidaban la salud de las usuarias, además
eran más licenciosas, algo muy deseado por las costureras que no querían que
todo el barrio supiera de su ocupación.
Los grandes almacenes de Lima trajeron estas máquinas y dieron facilidad de
pago para su compra. En 1902, se creó la Cooperativa de máquinas de coser
“Singer” que permitía obtener una máquina en cómodas cuotas.
Esta es sólo una parte de la historia de las viudas y mujeres desamparadas por la
guerra que tuvieron que dedicarse al noble y honrado oficio de la costura. Falta
por investigar más sobre la marcha del taller de costura, la escuela taller Santa
Rosa y otras instituciones que prestaron auxilio a la mujer desamparada.
El estudio de las costureras de Lima, no es un tema de exquisitez histórica o
curiosidad erudita. Es muy importante, este estudio completamente olvidado por
la historiografía peruana. Pues la costura constituye la primera forma de trabajo
socialmente permitida a la mujer a fines del siglo XIX.
Para los Gobiernos a partir de 1883, esta fue una forma de contener el problema
social ocasionado por la guerra del Pacífico. Es importante recalcar también la
participación de la sociedad limeña, que apoyó de diversas formas a estas
mujeres. Para concluir podemos ir aclarando cuatro puntos en la investigación:
1. Hay que diferenciar entre las costureras que ya existían en Lima antes de
1879 y las mujeres viudas y huérfanas que se volvieron costureras. Esto se
puede ver reflejado en las estadísticas que hemos recogido donde es notable el
crecimiento del oficio en esta ciudad después de la guerra del Pacífico.
2. El factor social. El trabajo femenino aún era una idea de las feministas, la
sociedad finisecular conservaba muchos prejuicios y no veía con buenos ojos
que una mujer trabajara. Sin embargo, el caso de la costura fue un factor que
aceleró la comprensión del trabajo femenino.
3. La política de fomento de la costura llevaba a cabo por el gobierno, las
autoridades ediles, las sociedades de caridad y las personas privadas se
mantuvieron dentro de un esquema conservador, pues no promovieron la
participación laboral de la mujer en otras actividades económicas productivas.
4. A pesar que esta investigación llega hasta 1900, he encontrado testimonios y
otras informaciones que nos dan una idea de la situación de las viudas de la
guerra. Al parecer su situación no mejoraría nunca, la costura sólo fue un oficio
que les permitió sobrevivir, pero no progresar. Urge una verdadera historia de
25
El Comercio, Lima, abril 16, 1898
521
los efectos de la guerra del Pacífico en la sociedad peruana. Pues toda la
historiografía se sigue centrando en temas que ya todos conocemos hasta la
saciedad: ¿Por qué perdimos la guerra? ¿Cómo se desarrolló el conflicto bélico?

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AGUILA PERALTA, Alicia del


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