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ADRIENNE VON SPEYR

TEOLOGÍA
DE LOS SEXOS

FUNDACIÓN SAN JUAN | EDICIONES SAN JUAN


ADRIENNE VON SPEYR

TEOLOGÍA
DE LOS SEXOS
EDITADO POR
HANS URS VON BALTHASAR

FUNDACIÓN SAN JUAN | EDICIONES SAN JUAN

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CONTENIDO

Prólogo del editor 7


Traducido por
Ricardo Aldana y Juan M. Sara A modo de introducción 11

Asesor de la lengua alemana


Anton N. Schmid I. SEXO, IGLESIA, DIOS
* Fundamento trinitario 25
Dirigir y ser dirigido 43
De camino al matrimonio 66
Acerca del varón 79
Acerca de la mujer 97
Sexo y Espíritu 121
Sexo y oración 139
Sexo y sacramento 159
Sexo como papel ante Dios 175

II. ENTRE EVA Y MARÍA


Paraíso y caída 187
Virgen y Madre 206
Embarazo 238
Dolores de parto 259
Dar a luz en el dolor 274
Leche y sangre 290
Hacia la familia 305

A modo de despedida 314

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PRÓLOGO DEL EDITOR

E n el presente volumen póstumo de Adrienne von Speyr


han sido reunidas piezas grandes y pequeñas que, con
pocas excepciones, fueron dictadas entre el 8 de diciembre
de 1946 y mediados de enero de 1947. Las meditaciones fue-
ron desencadenadas por una experiencia espiritual que tuvo
lugar ese ocho de diciembre, Fiesta de la Inmaculada Con-
cepción de María, y que será tratada más detalladamente
en los Diarios [Tierra y Cielo, Obras póstumas VIII-X, en-
tonces aún no editados].* Si bien esta experiencia descu-
brió la abundancia de perspectivas que se manifiestan en
esta obra, la misma, sin embargo, se anudó a otras experien-
cias y reflexiones precedentes que Adrienne von Speyr ya
había adquirido y atesorado en su vida y en su profesión de
médico; esto es testimoniado por las notas para un libro
sobre el médico y el paciente anteriores al dictado del pre-
sente libro, el cual también contiene muchas huellas de
esas notas. La novedad estaba en la mirada de conjunto:
una percepción que une lo sexual y lo teológico en todas las
dimensiones de esto último, desde lo trinitario a lo encar-
natorio hasta lo eclesiológico. De este modo, por un lado,
lo teológico recibió una corporeización del todo nueva;
por otro, lo sexual –quizá como nunca hasta entonces– un
acceso franco a los contenidos reales de la teología.
Los aspectos que emergen son tan ricos y se entrecruzan
tan variadamente que las piezas se han resistido tenazmente
a una ordenación sistemática. Sólo era posible un engarce

*
N. del T. Las notas o palabras entre […] son de los traductores.

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ligeramente ordenado, para que las unidades ofrecidas en vergüenza, sobre el cubrirse con pieles de animales y –des-
cada dictado no se desarticulasen por completo y los frag- pués de la expulsión del Paraíso– sobre la reproducción
mentos debieran ser compuestos de nuevo. Pero esto no era según el modo actualmente conocido.
justo que ocurriese: el hilo argumental de cada pieza par- Los argumentos de los Padres de la Iglesia sobre este
ticular debía permanecer intacto. De tal modo, hay que tema han sido tildados a la ligera de «platónicos» o, incluso,
aceptar múltiples intersecciones, las cuales, sin embargo, de «maniqueos». Sin embargo, precisamente la valoración
también proporcionan puntos de vista siempre nuevos en positiva –sin par en la historia de la literatura espiritual–
todo el territorio. Algunas pequeñas piezas fueron reunidas de la sexualidad en Adrienne von Speyr, a partir de los con-
bajo un concepto amplio y común, pero no deben ser com- textos teológicos de la encarnación de Dios y de la relación
prendidas sino como variaciones aforísticas de un tema entre Cristo y la Iglesia, no permite una tal desvaloriza-
general que las comprende. ción. Lo «diferente» del Paraíso, o sea, del punto de partida
Las declaracionesa sobre el tema de la sexualidad en el ideal de la sexualidad polar-dual del ser humano sigue que-
Paraíso son particularmente fragmentarias y en ellas resue- dando para nosotros fuera del alcance de la mirada. Por el
nan diferencias que parecen contradictorias. Uno puede de contrario, la relación –en cualquier caso también dialéctica–
antemano dejar de lado estas referencias con una sonrisa entre la sexualidad y el orden de la salvación de Dios se
de superioridad. No obstante, quien conozca la tradición vuelve más concreta de lo que ha sido hasta ahora, pues la
patrística (y, por otra parte, los avisos de Freud) al menos fundamentación teológica del matrimonio, no sólo global-
escuchará con atención, porque aquí parece ser acogido de mente como sacramento sino hasta en sus consumaciones
nuevo el antiguo tema de la diferencia entre el sentido y particulares, está en un perfecto equilibrio con la posición
estado de la sexualidad antes y después de la «caída del preeminente de la virginidad neotestamentaria fundada en
primer hombre», del «pecado original»; por más que se la tradición católica y en las Escrituras. Por tanto, el motivo
quiera atribuir a estos dos conceptos un sentido moderno y mariano emergerá con fuerza: María, como Cristo, está
desmitologizado. Si se juntan las alusiones fragmentarias por encima de los estados de vida, es Virgen y Madre, pero
y difícilmente unibles entre sí, a partir de ellas tan sólo por la virginidad (como disponibilidad a Dios de toda la
podrá decirse que la saga del Paraíso indica coherencias condición corporal) recibe una participación mucho más
misteriosas, remite a realidades que nosotros ya no podemos profunda en los misterios de lo sexual que lo que la teología
poner en claro sobre la condición de la desnudez e inocencia en general ha querido reconocer hasta ahora.
original, pero también sobre la fecundidad de la corporei- Quien quiera aprovechar las siguientes páginas, teórica
dad en su conjunto, sobre la relación entre el pecaminoso y prácticamente, ha de verlas y, también, dejarlas así como
volverse conocedores y el surgimiento del sentimiento de son en toda su rica diversidad. Y si destaca alguna línea

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particular, no lo haga sin considerar al mismo tiempo el A MODO DE INTRODUCCIÓN
entero contexto en el que se encuentra entrelazada. Sólo
considerando todos los matices –que uno debe recoger
Sexo y cura de almas
desde las distintas partes del libro mediante una cuidadosa
lectura–, las ideas aportadas podrán ser fecundas para la
Iglesia de hoy.
Muchas cosas son sólo aludidas, quedan inconclusas.
V er las cosas de frente, no huir de lo sexual. Si el con-
fesor tiene una relación justa y abierta hacia lo corpo-
ral, podrá ayudar mucho mejor en el confesionario. En el
Algunas denotarán una mirada profunda que no ha alcan- fondo, todo sacerdote debería haber asistido alguna vez a
zado la plena expresión en palabras. El editor ha declinado el un parto; humanamente esto sería aceptable sin dificultad.
intento de llevar hasta el final las líneas que se interrumpen, También los estudiantes de medicina están presentes en el
o de allanar dificultades ocasionales. Las declaraciones sobre primer semestre de clínica, antes de que practiquen.
el modo de dar a luz de María suscitarán en muchos una Así el sacerdote puede recibir luz sobre el problema de la
sonrisa, les parecerán, al menos, infundadas y atrevidas. sexualidad desde la perspectiva del embarazo, al menos
No han sido suprimidas, porque no son producto de una parcialmente. Si él ve lo que las mujeres pagan por su
«especulación» propia sino de una «experiencia», como la donación –hasta el punto de que su entrega al marido se
entienden los volúmenes póstumos V y VI [ambos bajo convierte en un símbolo de la entrega real en el parto–,
el título: «La palabra y la mística. I. Mística subjetiva, toda la esfera de la sexualidad se le presentará bajo una luz
II. Mística objetiva»]. En todo caso, ellas tienen el mérito completamente diferente. El acto se vuelve una especie de
de unir la virginitas in partu con el dolor de parto que corres- preludio, el peso cualitativo pasa al niño. A partir del parto
ponde a la Madre del Salvador. Las observaciones médicas se hace comprensible lo que significa el acto sexual, aun
han sido dejadas tal cual, aunque a veces den la impresión cuando su sentido no concuerde simplemente con el niño.
de estar condicionadas por la época. Son el marco [de ese El que no tiene una imagen de lo que son los dolores de
tiempo] en torno a una imagen que en su simplicidad y parto, no puede tener una imagen auténtica y libre de
fuerza luminosa se explica a sí misma. prejuicios de lo sexual.
Tampoco quien profesa un voto de virginidad puede
Hans Urs von Balthasar huir de la esfera de la sexualidad. Hay un orgullo de la vir-
ginidad que debe ser humillado. Y, además, con frecuencia
este orgullo se venga haciendo que lo erótico vuelva a
irrumpir en la esfera espiritual o mística. Esto se evitará si la
relación con toda esta esfera es sana y está en orden también

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para el que renuncia [para el que corresponde a la esfera en día ningún misterio corporal los unos ante los otros.
sexual sacrificándola]. Esto es sabido y se cubre la falta de vergüenza con un falso
pudor. No se va a fondo del fenómeno del pudor. Clara-
Todo el ámbito de lo sexual es sensiblemente bloqueado mente, no debe imperar la desvergüenza; más bien, el ma-
por puntos de vista inflexibles, recetas, presuntos conoci- rido debe seguir en el evento del descubrirse la ley según la
mientos médicos. Pero estos impedimentos se esfuman si cual él ha de conducir a su mujer y exigir de ella, pero la
se va un poco más en profundidad. mujer ha de superar el pudor sólo mediante un amor y una
Muchas cosas en este libro irán contra la psicología entrega más grandes.
corriente. Pretende afirmarse en el hecho de que Dios ha
creado los sexos, en el hecho de que el Espíritu de Dios El Señor estuvo desnudo en la cruz. El cubrirlo fue el inicio
inspira inmediatamente todo lo corpóreo. del no-querer-ver de la Iglesia. Al menos se debería saber
que es la Iglesia la que cubre la desnudez. Ella puede tener
Todo el cuerpo es creado por Dios, también en su intimi- sus buenos motivos para hacerlo. Pero ha olvidado dema-
dad más honda, también en lo que tiene de humillante. La siado que la desnudez del Señor existe.
Iglesia de los últimos siglos ha tenido siempre la tendencia
a simplemente no hablar del cuerpo en su parte inferior y La Iglesia debería poder devenir [llegar a ser, surgir, hacer-
dejar a Freud los complejos que de allí surgen. Ella aún no se], en realidad, a partir de cada cuerpo singular, poder
ha llegado a ninguna solución digna de su eclesialidad, ha alcanzar la universalidad, su catolicidad, generalizando a
emprendido siempre de nuevo la huida. Por eso es impor- partir de una comprensión interior de lo corporal. Esto,
tante que hoy sean abordadas las cuestiones en su conjunto evidentemente, no significa «sublimación» de lo erótico en
sin miedo y abiertamente, y esto sin aislar la esfera sexual, el mal sentido en que suele usarse.
con lo que las cuestiones serían insolubles, sino integrán- Todo cuerpo es o masculino o femenino. Y ambas for-
dola en la totalidad de lo humano, de lo cristiano, de lo mas del cuerpo deben llegar a ser Iglesia: el cuerpo mas-
eclesial, de lo cristológico y de lo trinitario. culino mediante el femenino y el femenino mediante el
masculino. Pero esto no de modo simplemente paralelo,
La Iglesia tiene la inclinación a comprender mal la fecun- sino de modo que el varón, actuando corporalmente en la
didad corporal y a ver la fecundidad sólo en el espíritu. Pero, mujer, llegue a ser en sí mismo cuerpo de la Iglesia de una
sólo si la Iglesia supera toda falsa vergüenza podrá oponer manera no corporal. Él tiene un ministerio, una condición
en nuestros días un dique a la decadencia de las costum- espiritual ante la mujer. Paga con una moneda distinta
bres. La mayor parte de los chicos y chicas ya no tienen hoy que la mujer. Mientras el varón se hace un tal cuerpo [de la

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Iglesia] de un modo espiritual, la mujer ha de entregar su También el sacerdote que se confiesa de tales faltas debe
espíritu en lo físico: ella ha de consentir en ser un solo permanecer muy sobrio y objetivo, para no poner a su propio
cuerpo con el varón. En este consentimiento en ser un confesor en dificultades innecesarias. Los seminarios que
cuerpo desnudo para él, ella debe ser introducida por el preparan a los sacerdotes para estos temas tienen una res-
espíritu del varón con respeto y cuidado, de un modo ponsabilidad muy grande. Mucho de lo se dice a los candi-
semejante a como la Iglesia es introducida por el Señor en datos al sacerdocio ya no es adecuado al mundo de hoy. Se
la desnudez. los previene de peligros que no son los que ellos en realidad
encuentran. Los sacerdotes seculares jóvenes, después de
Las mujeres que se sienten incomprendidas e infelices están una primera etapa de práctica de cura de almas, deberían
inclinadas a hacerse las interesantes con el médico o con el ser convocados de nuevo para una profunda reflexión e
sacerdote. Ellas quieren «ofrecer algo», y si el sacerdote da instrucción, porque ahora las cosas se presentan de un
cabida a esto todo puede ir por un camino falso. Puede modo diverso a como se vieron en el seminario.
comenzar muy inofensivamente, pero pronto llevará a una Sea como fuere, no basta con advertirles sobre las mujeres
confesión falaz, porque el límite entre una acusación obje- como peligro de seducción y equiparlos frente a ellas con
tiva de los pecados y el querer mostrarse se pierde de vista. una sabiduría altiva, rígida. No es éste un verdadero camino;
Los pecados son bellamente ordenados y presentados como más bien, es el inicio del fin. No tienen que cubrirse con una
en una cesta de regalos; y el sacerdote no quiere ya ayudar coraza artificial, sino con objetividad y sobriedad cristianas.
simplemente en el marco del sacramento por medio de la En las explicaciones sobre la sexualidad dadas a los candida-
exhortación y la absolución, sino que comienza a participar tos al sacerdocio se debería ir lo más adelante posible; ellos
en el destino de ella como pecadora, como mujer que sufre. deben conocer y, al mismo tiempo, aprender a mirar la be-
Aquí se debe tener cuidado; el sacerdote puede olvidar que, lleza y los peligros, las situaciones trágicas y las fatalidades
en el fondo, él tiene que olvidar la confesión recibida. Y si de toda esta esfera. Deberían adquirir la sobria templanza y
se trata de delitos que lo conturban, como confesor tendría el amor pastoral desinteresado propio del cura de almas y,
que entregar a otro el resto del cuidado pastoral que la ante todo, siempre tener a la vista el inaudito don del Señor
situación requiere. Especialmente si él no está seguro de sí que significa el poder pertenecerle en cuerpo y alma.
mismo, si emerge la culpa de un tercero en la confesión, si
se trata de pecados sexuales. Hoy un gran número de muje-
Diferencia espiritual de los sexos y su pérdida actual
res jóvenes se ha propuesto engañar al sacerdote. En la
mayor parte de los casos de sacerdotes caídos ha habido El varón que se acerca a la mujer es distinto del que es en lo
seducción por parte de mujeres jóvenes. cotidiano, en el trabajo. Él tiene dos imágenes de sí mismo

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y esta tensión en él constituye algo de la fecundidad varonil, quieren quedarse atrás de sus iguales. Y si las primeras
en todo caso contribuye mucho a ella. Con esto se relaciona experiencias, que la mayor parte de las veces tienen lugar
también que el hombre descansa entre cada acto sexual, fuera del matrimonio, han ocurrido en este plano, poste-
con lo cual de nuevo puede llegar a ser «el otro». La mujer, riormente es muy difícil elevarlas a una dimensión supe-
cuando el varón se le aproxima, es mucho más ella misma. rior. Y el juego espiritual que debería tener lugar entre los
Puede haber en ella vacilaciones, pero son más débiles. Si sexos nunca llega a desarrollarse.
el varón necesita esta tensión en sí, la mujer, a lo más, Para los cristianos lo sexual reside en lo sacramental,
conoce una acentuación distinta de sí misma: ella tiende a enraizado no en último lugar en lo eucarístico. Jesús tomó
la unidad, el varón a la dualidad. El varón puede llegar por el pan, dio gracias al Padre, lo bendijo, lo partió y lo distri-
la relación sexual a mil pensamientos nuevos, la mujer en buyó con estas palabras: «Esto es mi cuerpo». Nosotros nos
el abrazo es confirmada en su ser. Para el hombre, por precipitamos hacia el pan porque tenemos hambre, y olvi-
decirlo así, el espíritu se despliega en lo erótico en sus siete damos dar gracias a Dios, la bendición, el romper y el dis-
dones, para la mujer se recoge en la unidad. La distinción tribuir. Cada uno toma para sí lo que le place.
de los sexos se manifestará tanto más claramente cuanto
más diferenciada sea la pareja en sus personalidades. Una
El verdadero punto de partida para la virginidad
mujer que se distrajera cuando su marido se le acerca daría
prueba de no tener espíritu. Dios ha dotado a los hombres no sólo de la diferencia sexual
Al poner en acción su virilidad, al varón se le abren que actúa en todo el ser corporal y espiritual del varón y de
muchos puntos de partida que pueden llegar a ser fecun- la mujer, sino que allí también ha puesto muchos puntos
dos. La mujer sigue únicamente su línea y en esto reside de partida para animar al espíritu humano por medio del
también su fecundidad. A lo más, posteriormente se mani- Espíritu divino. El hombre es capaz, gracias a sus atributos
festará una nueva fecundidad de su espíritu, si ella es lo y capacidades de armonización instintivas y espirituales,
suficientemente diferenciada. de tonalidades muy diferentes, como un instrumento musi-
Por cierto, tal como el mundo hoy regula las relaciones cal. Pero ya no atendemos a esta variedad; nos enorgullece
de los sexos y las deforma siempre más, pierde de vista tam- trabajar mentalmente muchas horas al día, cuando nos
bién de modo creciente el carácter de complementariedad resulta bien, y descansar el resto del tiempo según alguna
espiritual de las relaciones. El acto sexual es desvalorizado pauta; hemos convenido, como animales gregarios, en una
como algo puramente fisiológico. Los jóvenes tienen rela- tonalidad cualquiera continua y hemos renunciado a tocar
ciones para dar salida a sus tensiones o también simplemente toda la escala de nuestras posibilidades. Trasponemos todo
para mostrar patentemente su capacidad. Y las jóvenes no a la modalidad tonal única de la seguridad neutral; leemos

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en el periódico con la misma tranquilidad de ánimo acerca Él debe ofrecer y devolver a Dios lo sexual tal como es. Debe
de un cadáver que se corrompe, de un drama de amor, de llamar a las cosas por su nombre, conocer el lugar propio de
una subida de precios o de las terribles crueldades de una ellas en la naturaleza humana, afirmar su valor y, precisa-
guerra. Nosotros mismos nos hemos hecho eunucos. Esto mente porque son muy valiosas, renunciar a ellas con ojos
es lo opuesto de la virginidad cristiana. El eunuco es com- bien abiertos. Esto debe hacerlo ya el joven seminarista que
pletamente infecundo, el hombre cristianamente virgen es inicia el camino hacia el sacerdocio. No debe renunciar des-
fecundo en el más alto grado. de una idea vaga, sino con la plena conciencia de lo que posee
Para entender esto se tiene que partir de la variedad del humanamente y podría ejercitar, pero que entrega por causa
instrumento corpóreo-espiritual que es el hombre, precisa- de un bien mayor. Él mismo debe realizar la renuncia; de otro
mente como instrumento en las manos del Espíritu divino. modo, más tarde acusará a otros de haberlo engañado y en-
El que es virgen pone todas sus posibilidades sólo a disposi- gatusado. Debe comprometerse con su vida tan consciente-
ción de Dios. Renuncia al uso de sí mismo para que Dios mente como un novio se compromete con esta determinada
tenga el beneficio. ¡Qué ha hecho Dios Padre de la renuncia mujer para un matrimonio único. Se pondrá en las manos
de su Hijo: la altísima fecundidad de su Cuerpo en la de Dios como un instrumento exquisitamente versátil, y
Eucaristía! ¡Qué ha hecho el Espíritu de María: la altísima no lo hará ni deseará hacerlo para ser una esencia asexuada
fecundidad de su maternidad corporal y de su esponsalidad apagada. Puede ser que la no realización de la función
espiritual! El que es virgen entrega a Dios sus energías sexual le lleve con el tiempo a una cierta tranquilidad; esto
sexuales, no para que se atrofien y extingan y él pueda vivir puede dejarlo al cuidado de Dios. Ni tiene que alegrarse par-
ticularmente de ello ni actuar conscientemente contra ello;
en paz, sino porque sabe de la fecundidad de la renuncia.
también a este respecto ha de dejarse determinar por Dios.
No pretende ninguna «sublimación» que viene a ser lo
mismo que una volatilización, tampoco una huida ni una
aversión que cierra los ojos ante la realidad corporal y se Pureza y perfección del amor sexual
retrae en un mundo «sobrenatural». Una tal huida se ven- Podría ser indiferente que en el Paraíso la reproducción
gará ya por el hecho de que lo sexual no dominado real- hubiera podido tener lugar de un modo sexual o de otro
mente se hace sentir de nuevo y el que huye muestra su modo. Ambas cosas podrían haber sido igualmente puras,
incapacidad de llevarlo a cabo de un modo sano. Verá sus igualmente cercanas a Dios.
dificultades más grandes de lo que son en realidad, o inten- En el amor sexual, el varón tiene la posibilidad de formar
tará vivir al mismo tiempo en dos esferas contrapuestas, o a la mujer de tal modo que esta formación no sea sentida
dará otro sentido a su sexualidad y les procurará deshago como obediencia. Hay, por tanto, una obediencia que –al
en otros ámbitos de la vida: soluciones claramente falsas. menos en ciertas horas– ya no se experimentará como tal.

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Se tiene la certeza de que todo es como debe ser, no existe la de algún fracaso en la contemplación. Así, en el matrimonio
inquietud ni cabe duda alguna. Y es el amor auténtico y que vive en la pureza, el hombre hace dócil a la mujer hasta
recto el que le da a uno la sensación de que todo es justo y el punto en el que él se hace cargo del acto sexual. Sería
correcto, todo es como debe ser. Ya no se quiere analizar falso si la mujer, reflexionando, quisiera hacerse el reproche
este «ser justo», todo está bien de un modo inmediato. En de que, cuando el marido estaba con ella, no ha amado
la pureza del amor esto es posible: por amor existe el bien suficientemente a Dios. Ella ha entregado al hombre el ir
por antonomasia, el bien absoluto, y no uno relativizable. más allá. Y también el hombre, al fin y al cabo, sólo tiene
«La cabeza de la mujer es el varón, la cabeza del varón es que entregarse, y Dios determina lo que surgirá de su
Cristo». Esto es casi directamente experimentable. En un entrega. Determina si él tendrá la fuerza de dar totalmente
amor que puede estar saturado de cansancio y debilidad, tal su semen, si este semen será o no fecundo. Si Dios regala
vez, la mujer sólo logre ponerse en manos del marido, pero todo y todo es recibido de la mano de Dios, entonces todo
en su estado de ser-donada sabe que el marido no es la última está bien así como Dios lo da. Son momentos santos.
meta de su entrega. El varón emprende el esfuerzo de Si los jóvenes fuesen claramente educados desde el prin-
reflexionar y buscar también para ella. Él es responsable. cipio en vista de esta realidad santa, se les llevaría más fácil-
Esto no necesita ser dicho de un modo explícito. Aquí está mente a abandonarse incondicionalmente a Dios. Mediante
también la diferencia entre la fuerza del hombre y la debi- la educación justa y esclarecedora se puede excluir mucha de
lidad de la mujer. Donde no se exige de la mujer que aún la curiosidad que está en el fundamento de la concupiscencia.
deba poder, allí su no-poder-más está puesto a salvo en el Los varones tienen, con frecuencia, la sensación de que
varón. Él es como un límite que es puesto a la mujer, pero ellos deberían imponerse a su mujer desde el principio, desde
este límite no contiene nada negativo. Todo procede de la primera noche. Se llega con esto a un training egoísta. Y
Dios y por eso todo es justo tal como es. en todo el proceso ellos son para sí mismos objeto y sujeto.
Se trata aquí de la perfección de la relación conyugal. Ya no se comprenden como un milagro maravilloso en las
Queda superado todo sentimiento personal de que en algún manos de Dios, sino como administradores de una potencia
lugar no se dé pleno contento, de que no se va lo suficien- que ellos conocen y dominan con precisión. En el matri-
temente lejos. Esto queda atrás. La paz en la perfección del monio puro, «paradisíaco», el disponer del hombre retrocede
amor conyugal se parece a la paz en una contemplación claramente detrás del disponer de Dios: hombre y mujer
perfecta. Cuando Dios lleva a un hombre a la contempla- descansan juntos en la alegría de Dios o de Cristo, y esta
ción y lo hace dócil y toma todo en sus manos y ya nada alegría es mucho más elevada que un sentimiento triunfal
exige sino la disponibilidad modelada por Él mismo, enton- pervertido del varón de haber llevado a cabo su propósito
ces sería sumamente farisaico si el hombre quisiera acusarse en la medida de su deseo.

20 21
I
SEXO, IGLESIA, DIOS

22 23
FUNDAMENTO TRINITARIO

De la Trinidad a la Comunión de los Santos

E l Padre engendra sólo una vez y para siempre: al Hijo.


Ni el Espíritu Santo ni la creación son «engendrados».
Y Cristo no engendra sino a la Iglesia, donándose eucarísti-
camente a ella una vez para siempre, en todo lo que Él es y
tiene. La creación del Padre acontece sin que las creaturas
sean preguntadas. La Eucaristía del Hijo, sin embargo, pue-
de recibirla sólo el que cree y consiente. La Eucaristía se
procura a sí misma una respuesta. El Señor quiere recibir
en el sacramento su propio sí confirmado. Ciertamente, la
Iglesia es creada originariamente por el Hijo sin ser pregun-
tada, pero, tan pronto existe, ella debe decir sí a su relación
con el Señor. Y muy cerca del sí de la Iglesia a la entrega del
Señor a ella, está la vida de los consejos evangélicos: como
entrega libre y voluntaria al Señor que se entrega.
El Hijo, que eternamente deviene a partir del Padre, no
es «preguntado» en el origen paterno si quiere ser engen-
drado. Pero como Hijo engendrado Él es desde la eternidad
también el que responde al Padre. En su sí y en las conse-
cuencias infinitas de este sí se sigue generando el eterno
generar del Padre. Y puesto que el Hijo dice sí eternamente
a la voluntad del Padre y eternamente está en obediencia al
Padre, por eso mismo el Padre le pregunta acerca de las
manifestaciones venideras de la generación eterna. El
Espíritu Santo es que el ocasiona esta pregunta; puesto que
Él es el testigo eterno debe también, por lo mismo, poder
dar testimonio del eterno acuerdo del Padre y del Hijo.

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En esta «pregunta» reside el testimonio claro de que el Padre mujer decir dónde están los puntos culminantes. Para el
y el Hijo tienen una sola voluntad. varón, está en la eyaculación. Para la mujer, ya el momento
Mientras que el Hijo es engendrado por el Padre, el Espí- de la penetración del hombre puede ser un punto climático,
ritu procede de ambos. No posteriormente. Así como en un pero también otros momentos. La mujer tiene una mayor
acto de amor conyugal puro no sólo surge un niño, sino que, extensión y continuidad que el hombre. Si el amor del
más allá de ello, surge algo espiritual para la familia, para la hombre por la mujer es cierto, casi puede ser indistinto
Iglesia, quizá conversiones, vocaciones, etc. En la procesión para ella si él quiere acercarse a ella hoy o sólo mañana.
del Espíritu se demuestra la fecundidad divina por antono- En esto puede verse una imagen de las cosas en Dios. El
masia. La fecundidad espiritual de un matrimonio puro en Padre sería femenino en tanto que Él ama continuamente
el seno de la Iglesia tiene lugar en el plano de la Trinidad de de la misma forma, sería masculino en tanto que engendra
Dios: en el amor auténtico el ser dos siempre es hecho ex- precisamente ahora al Hijo y precisamente ahora junto con
plotar hacia el amor «sin más». También la desnudez de uno el Hijo hace proceder al Espíritu.
en favor del otro de los cónyuges descubre su amor mutuo El Hijo (al que se atribuye el «conocimiento») en el acto
a toda la Comunión de los Santos en el cielo: ante el amor «sin de la generación es tan poco activo que Él puede reposar
más» ellos no tienen nada que esconder, el misterio de su amor completamente en la contemplación femenina del Padre,
mutuo entra en el misterio del amor absoluto. El amor con- dejándole toda la acción generativa al Padre. El Hijo deviene
yugal debería tender hacia el encuentro de esta pureza, la masculino ante el Padre cuando activamente porta el mundo
cual participa del sí de la Iglesia y del sí de los votos. de regreso al seno del Padre. En el ser engendrado, por el
Ciertamente, a los esposos (o a los amigos), siendo dos, contrario, el Hijo contempla el Tú del Padre sin reflejarse
puede sobrevenirles una verdadera alegría y, considerada a sí mismo en Él. En esta actitud de contemplación, el Hijo
humanamente, esta dicha puede tener un cierto carácter es obediencia absoluta: en el dejar que el Padre sea supra-
exclusivo. Pero en Dios ellos no son meramente dos mitades potente en Él, más aun, en un retraer-se para dejar que el
que se complementan y se redondean recíprocamente. Ellos Padre sea todo en Él.
constituyen juntos un espacio en el que Dios se vierte. Su
amor humano queda expuesto al amor de Dios, abierto a Él.
Polaridad trinitaria y sexual
El sometimiento del Hijo al Padre es la justificación trini-
Trinidad y generación
taria del sometimiento de la mujer al hombre. El Hijo no
La expectativa puede coincidir con el cumplimiento. En el podría ser tan impotente y entregado en la cruz si el Padre
acto sexual puede ser más fácil para el varón que para la no fuese tan potente y exigente. Si existe una entrega tan

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grande como la del Hijo y la de la mujer, ambas remiten, de obediencia. Por ejemplo, el regalo de un libro por parte
como un receptáculo, a la medida excesiva de lo que puede de un amigo puede expresar muchas cosas: la común orien-
llenarlos. Pero el Espíritu es el que produce el intercambio tación de sus gustos, el deseo de que el otro encuentre el
en Dios, y también en el sexo. Cuando la mujer recibe el libro tan hermoso como él lo ha encontrado, etc. Así, el
semen masculino, este semen queda en ella como testigo acto corporal es una concentración de muchas cosas espi-
de la vitalidad del padre, hasta que el semen y el óvulo se rituales. Todas éstas, para ser fecundas, deben ser puestas
unan (quizás en un par de horas). A partir de entonces el bajo el denominador de la común obediencia matrimonial.
niño que empieza a existir deviene el testimonio de la vita- Pues, entre cristianos, la fecundidad del acto radica mucho
lidad de ambos progenitores. Los rasgos del padre en el más en la obediencia que en el niño engendrado. Si un
niño ya no se han de separar de los rasgos de la madre. marido durante el acto no quiere ningún hijo y a pesar
Correspondientemente, la obra de la salvación de Dios en de ello, casualmente, surge uno, visto cristianamente él
el mundo es el fruto común de la potencia del Padre y de la mismo esteriliza así su acto. No es ningún acto de obe-
pura donación del Hijo (hasta la impotencia de la cruz), y diencia. Le disgusta su acto, porque ha sido fecundo con-
la unidad indisoluble de los rasgos de ambos es producida tra su voluntad. La unidad del espíritu en la que esto
por el Espíritu Santo. La unidad efectiva es posible precisa- ocurre cristianamente no estaba presente, al menos no
mente por el hecho de que los dos participantes (el Padre y existía esa obediencia fundamental que marca toda la vida
el Hijo, el varón y la mujer) se relacionan en el amor del matrimonial; a lo más ha habido un efímero «cuando a mí
modo más polar posible, no del modo más semejante posible; me plazca».
en la polaridad se garantiza la igualdad de dignidad del Por eso el acto sexual, cristianamente, no debería ser
amor (en Dios, la de la Esencia). realizado simplemente porque ahora se tenga el deseo de
En el acto sexual, la unidad de espíritu en el hombre y la hacerlo o se quiera tener un niño. Este modo de ver es muy
mujer. En el varón, la unidad en sí con la mujer y el niño; en corto. Así el niño sería el producto del antojo de los padres.
la mujer, la unidad con el hombre y el niño. Esto es imagen Lo mismo si la mujer quisiera sólo al niño, sin estar en
de la unidad del Espíritu Santo entre el Padre y el Hijo. unidad con el espíritu del marido; este querer sería algo
De este modo, al inicio de su matrimonio los esposos aislado, mero cálculo. Por eso no se deberían separar los
cristianos quieren en el Espíritu lo que Dios requiere de «fines del matrimonio», como lo hacen recientes decretos
ellos. Quieren ser fecundos del modo que Dios lo entiende. eclesiales. [Sobre el tema cf. los decretos del Santo Oficio
Quieren en la unidad de su espíritu lo que el único Espíritu de marzo de 1944 (DZ 3838) y también la doctrina del
requiere. Y cuando los cuerpos se encuentran, entonces Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes 50 que ha evitado la
tendrá lugar igualmente un encuentro de su común espíritu separación de los fines]. De un modo correspondiente, la

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consecuencia será que la Iglesia misma será articulada en acción de Él. Por ejemplo, no ha de preconcebir: «Ya veo,
párrafos y enunciados, y su verdadera unidad –en el Es- ahora Él quiere hacer una ventana gótica», y entonces
píritu con el Señor– no surgirá por ninguna parte. obstinarse de antemano en construir un arco ojival. En la
Iglesia el convertido quisiera integrar, e integrar la Iglesia
en Cristo. Para esto el convertido debe arrojarse al centro
Iglesia – Cristo
de la Iglesia, no puede quedarse suspendido en los márgenes
Gustate quam suavis est Dominus [Gustad qué bueno es el problemáticos; y un buen sacerdote intentará, al impartir
Señor]. La Iglesia debería gustar el sabor del Señor, como la instrucción a los catecúmenos, familiarizarlos de inme-
la mujer debe percibir el gusto de su marido con sus senti- diato con el centro, lanzarlos en el núcleo ardiente, que
dos. Esto no sólo significa pensar como el Señor, sino luego los márgenes aparecerán por sí mismos. Y la Iglesia
adquirir los sentidos del Señor, ser marcada por estos senti- misma no debe tener otro centro que el Señor.
dos. Ella sabe, por ejemplo, que el Señor consideraría tal La Iglesia debe también mantener el paso del Señor,
cosa así y asá: ella misma no se siente capaz de ello, no se como la mujer debe tener cada vez una nueva disponibilidad
atreve, pero debería renunciar a sus propios sentidos e para su marido. Como éste, también el Señor puede tener en
intentar sentir siempre más con el Señor. Hay aquí un mis- mente hoy algo nuevo, frente a Él no se puede ser conser-
terio profundamente corporal que tiene su imagen en el vador. Lo que el Señor siembra, debe madurar en la Iglesia.
ser-una-sola-carne. En el acto sexual realizado en el amor, Y si ella lo deja realmente madurar, entonces le muestra su
el cónyuge tampoco sabe ya dónde él termina y dónde confianza y esto le permite al Señor seguir adelante con ella.
empieza el otro; el sentir-se-a-sí-mismo y el sentir al otro
se compenetran. Entre la expectativa y el cumplimiento no tiene por qué
haber una oposición. La verdadera expectativa de la Iglesia
La Iglesia puede experimentar el sabor de Cristo y trasmi- es paz perfecta en el Señor (como la de la mujer en el marido).
tirlo si ella es indiferencia encarnada, si evita formarse opi- La expectativa de la Iglesia puede ser como tal ya un fruto.
niones propias que concibe sin que provengan de Cristo, si En el marido, el cumplimiento reside sólo en la realización
se comporta como cera en sus manos. Como un convertido de su propósito. En el Señor, por el contrario, la expectativa
se esfuerza con todas sus fuerzas en acoger en sí mismo el puede ser tal que tenga en sí el cumplimiento, como la gracia
sentir y gustar de la Iglesia; no se forma primero una opi- tiene en sí la felicidad eterna. Y basta que la Iglesia corres-
nión personal y luego observa cómo podría armonizarla ponda a la expectativa del Señor, para que todo lo que ahora
con la opinión de la Iglesia. De este modo, la Iglesia debe debe ser sea cumplido y, sin embargo, la esperanza hacia un
perseverar en la «paciencia de Cristo» y no anticipar la cumplimiento infinito permanezca abierta.

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Los sacramentos son fuentes de la fuerza originaria de utilizada en un sentido definitivo, que algo de su donación
Dios, y ciertamente del Dios hecho hombre en Cristo, es recogido por la mano de Dios, por tanto algo desborda el
fuerza que afluye a la Iglesia. Si se ha celebrado el matri- yo-tú humano y así encuentra una utilidad en favor de los
monio sacramental, el abrazo sexual queda unido a la vida demás, del mundo y del Reino de Dios. Es lo exactamente
sacramental entre Cristo y la Iglesia. Los sacramentos se opuesto a un darse calculador, a una «administración de
convierten en la regla y la medida de lo sexual, mejor: de recursos apostólicos». Es la simple entrega con la conciencia
toda la vida corporal de los cristianos. Ciertamente, los de que algo es tomado por Dios. La presencia corporal en el
sacramentos son moldeados por Dios para el hombre cor- acto sexual deviene la prueba de que el amor está siempre
poral, pero finalmente ellos constituyen la forma primor- presente también de otros modos, un amor con cuerpo y
dial según la cual esta vida corporal se ha de configurar. alma. Así como la recepción de la comunión es una prueba
con los hechos de que Cristo estaba, está y estará siempre
presente con Cuerpo y Alma.
Vida sexual y eclesial
La repetición del acto sexual y de su intimidad llega a ser Uno no puede configurar la comunión por sí mismo. Uno
para los casados una confirmación y un cumplimiento de es configurado por ella. Cada comunión es siempre dife-
algo del todo normal, de algo que parece haber estado en rente. Así como cada encuentro corporal es siempre dife-
vigor desde siempre, que casi no presenta ningún límite en rente. Una vez dura más, otra menos tiempo; tampoco el
el espacio y en el tiempo. Para una mujer que es católica se varón puede dar forma a todo por sí mismo. Ni debe querer
puede borrar el límite entre su pertenencia al marido y al disponer arbitrariamente y según un poder propio, sino
Señor eucarístico. Y puesto que el Señor en la Eucaristía es que ha de saber que Dios le dona el semen para trasmitirlo.
signo y garante de una existencia en el cielo, las leyes del En el momento del derramamiento ha de sentirse profunda-
amor corpóreo devienen garantía de las leyes del amor mente obsequiado. La mujer recibe algo del hombre, el
celestial. La alegría profunda de poder pertenecer a un tú hombre recibe de la mujer sólo el amoroso estar donada.
humano no se puede separar tajantemente de la alegría pro- Como el creyente recibe del Señor Su forma eucarística,
funda de pertenecer por Cristo a Dios. A la primera alegría pero el Señor recibe del creyente sólo su voluntad de ser
no se adhiere nada que sea exclusivamente terrenal. Y si la donado. Y para esto ha venido: para donarse a nosotros, que
primera alegría en la entrega es del todo concreta, junto queremos ser donados a Él. Donándose, Él configura la en-
con ella se hace viva y presente la alegría del estar entregado trega del que se le entrega. Hay una especie de anéantissement
a Dios. Se da siempre el punto en el que la mujer se pierde [anularse] de la mujer semejante a la del que comulga, para
en la profundidad del hombre, y en esto ella sabe que es que el marido, respectivamente el Señor, pueda imprimir

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su forma. Es casi un borrarse de la personalidad en la dona- conocer, deben ser entregadas a Dios, que entonces regala
ción, sin reflexión, con total simplicidad. lo que Él considera bueno, como y cuando Él quiere.
En la primera comunión no se sabe qué es lo que pasa Cuanto más cerca está de Dios la pareja, en la paz y la feli-
con uno; se está completamente sorprendido. Luego uno cidad y la alegría sencilla, tanto más Dios les descubre lo
vive hasta la próxima ocasión, de algún modo, con una que propiamente Él pretende.
especie de «cuidado atento» en que todo siga en orden,
aunque realmente no se comprende nada. Ahora uno ha de Sujeción del espíritu al cerebro, a la fisiología, también,
permanecer en comunión con la comunión, sin poder ver finalmente, al semen. En consecuencia la mujer recibe,
en su totalidad cómo esto sucede. Más tarde desaparece junto con el semen del marido, siempre también algo de su
esta especie de «cuidado atento» –casi «desasosiego»–; la espíritu; lo cual –por cierto– tiene lugar plenamente sólo
comunión misma tiene efectos tales que uno persevera en en la fe. En la mujer reside la tarea de dejarse configurar
ella y en su campo de fuerza. Uno aprende a adaptarse a por la voluntad del varón; y si la voluntad del varón es la de
ella. Mientras que al inicio se pensaba que había que hacer hacer la voluntad de Dios, entonces su voluntad es configu-
algo para no alejarse, más tarde sucede más bien que uno rada por la voluntad de Dios. Así se encuentran en Dios la
tendría que hacer algo intencionalmente para alejarse. entrega del marido y la de la mujer. Si el marido tiene una fe
Algo parecido se da en el campo sexual. Pasa a ser lo más viva, no hará nada que contradiga la voluntad de Dios, sino
sencillamente natural y evidente, sin que esto signifique que expresará esta voluntad; y así puede la mujer experi-
de ningún modo que se caiga en una rutina (¡de la que tan- mentar la voluntad de Dios en la recepción de la voluntad
tos se lamentan!). En la mujer esto se da sin que ella planee del varón: las tres voluntades alcanzan un punto de coinci-
nada por anticipado, por lo que tampoco quiere «conseguir» dencia. Si la voluntad de la mujer es la de no oponer ningún
nada; si ella planease y quisiera conseguir algo, el sexo lle- obstáculo a la voluntad del marido, consiguientemente
garía a ser una aspiración delimitada, un deporte, que muy ella tendrá en sí misma la marca de la voluntad del varón.
pronto hastiaría. Pero también en el marido, a pesar de su Si se consideran las cosas de modo puramente fisiológico,
papel activo, se dan las cosas de modo semejante. Su «plan» la marca en la mujer coincide con la primera relación sexual
es superado por el simple estar juntos, que siempre trae como desfloración. Esta primera vez estaría provista, por
nuevas sorpresas, por supuesto, sólo si están juntos en el tanto, de un signo mucho más fuerte de transformación
amor siempre más grande de Dios, si se abandona todo cál- que las siguientes. Pero si el acto sexual reposa en Dios y
culo y control, si se ponen en las manos y viven en la infi- fluye de Su voluntad, tiene parte de algún modo en la supra-
nitud del amor. Para los creyentes este modo de vida sólo es temporalidad de Dios; la segunda o la centésima vez el acto
posible en Dios. También las leyes del varón, que él cree poseerá una fuerza capaz de dejar una marca igualmente

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diferenciada. Si no tuviese esta fuerza no tendría ya nin- el que siempre tiene más para dar; pero Él no pone este más
guna propiedad divina, todo lo esencial se habría agotado en nuestras manos sino que lo conserva en las suyas. Él no
con la primera vez. Como si después de su décima comu- es más grande porque nosotros necesitemos y requiramos lo
nión uno dijera «ahora sé de lo que se trata, ya sé lo que más grande, Él es en sí mismo más grande. Su «más» es lo
pasa, no tengo ya necesidad de acudir». que Él nos da, no lo que nosotros requerimos de Él en
El marido creyente muestra en el acto sexual su voluntad nuestra insaciabilidad. Eso sería un «más» condicionado
de obedecer a Dios. Esta voluntad es su espíritu; y su acto por el yo, no el de su Ser-siempre-más-grande. (También
es exponente de su espíritu; de ninguna manera es privado hay místicos que toman el control de sus estados en cuanto
de este espíritu puesto que el acto tiene lugar en el espíritu. conmensuran a sus propios estados lo que Dios les da).
Por eso, lo que el varón da de sí mismo es portador de su Así, también la entrega subsiguiente, si acontece en
espíritu. Como las especies eucarísticas son portadoras del Dios, es preparada y configurada en Dios a partir de la
Señor. No tendría sentido comer la carne de Cristo si la entrega precedente, por medio del espíritu de fe del marido
hostia no fuese portadora de su Espíritu, si no fueran acti- –también en la medida en que el varón es el que da forma–.
vos como Carne y Sangre por su Espíritu. «La carne y la
sangre» eucarísticas aparentemente son destruidas en mí, A partir de esto se pueden entender muchas otras relativas
como el semen del hombre parece ser destruido en la mujer. a la oración. Si un orante exige de Dios un estado de ora-
Y, sin embargo, permanecen y actúan porque son portado- ción, se parece a una mujer que quiere prescribir al marido
ras del espíritu. A esta realidad espiritual del hombre su entrega varonil. Le amputa a Dios su eficacia divina. Si
corresponde en la mujer lo espiritual del olvido de sí en su Dios ha escuchado y acogido mi oración, Él me regala
entrega. Si la entrega de la mujer fuese concupiscente en algo por ella, algo que es suyo. Y me despide con lo suyo
lugar de desinteresada, ella presionaría para repetir lo más en mí –después de la comunión o después de cualquier
pronto posible el acto, para llegar a tener las sensaciones otra oración– y deja a mi libertad el recibirlo como Él lo ha
correspondientes. Pero estas sensaciones se agotan en sí pensado. En este punto tiene lugar una extraña inter-
mismas, no sobreviven al acto. Surgen al encontrarse jun- ferencia entre mi sujeción al cuerpo y mi libertad espiritual.
tos los cuerpos y suscitan un afán de repetición e intensifi- Estos dos aspectos profundamente diferentes llegan a re-
cación. Y si el acto tiene como consecuencia un cierto unirse también en el acto sexual. El semen con el que el
cansancio, este cansancio cede inmediatamente ante un marido deja a su mujer actuará en ella según las leyes del
nuevo requerimiento. Por el contrario, el acto sexual que cuerpo, pero el espíritu de ella es libre para acogerlo en liber-
es puesto y realizado en Dios no exige más, sino que deja tad. Todo encuentro conyugal cuya eficacia no continúe
darse el «más» por Dios. Dios es el Siempre-más-grande, espiritualmente deviene inmediatamente prostitución: la

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mujer recibe ciertamente al marido corporalmente, pero se creado tan poderosamente. Así como el Hijo en la Eucaristía
niega a acogerlo espiritualmente. Porque la recepción del muestra al Padre, no a Él mismo. Ya el hombre no creyente
espíritu del marido no puede quedar limitada al acto mismo, no se muestra sólo a sí mismo, sino que al menos muestra
sino que necesita esencialmente del efecto anterior y pos- en general lo propio del varón; en ese momento se compara
terior. El espíritu es inmortal. Un espíritu limitado al acto en cierto modo con todos los varones. Lo que ellos tienen
no sería espíritu en verdad. Como una comunión limitada de propio para mostrar no es nada admirable, aun cuando
a la recepción actual no es una verdadera comunión. gustosamente alardean de ello. A las mujeres se les ha aho-
Esto arroja luz también sobre el tesoro de oración de la rrado esta tentación, hablan poco de sí mismas porque en
Iglesia: la oración de los santos desde los tiempos más remo- el acto sexual ellas propiamente no producen; por el con-
tos, de la que nosotros hoy aún nos alimentamos. Teresita trario, hablan con gusto de lo que sus maridos han realizado
me ayuda hoy, actualmente, porque ella entonces puso un y se jactan de ello.
fundamento de algo que correspondía a su santidad. Es
semejante al hecho de que hoy el Señor parte el pan en la Misa «La cabeza del varón es Cristo, la cabeza de la mujer es el
porque Él lo partió en la Última Cena. Es el mismo partir: el varón, la cabeza de Cristo es Dios. Todo varón que ora o
de entonces para el futuro, el de hoy por obra del pasado. profetiza con la cabeza cubierta deshonra su cabeza. Toda
Así también los santos. Y, análogamente, el acto sexual mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta des-
realizado en Dios: porque ha sido realizado en el Espíritu honra su cabeza» (1 Cor 11, 3-5). El varón manifiesta par-
de Dios, sigue actuando y no pierde nada de su actualidad. ticularmente a Cristo y, a través de Cristo, a Dios. En su
semen, señala hacia el Hijo; en su poder, en su potencia y
El varón trabaja con su espíritu: investiga, inventa, crea. en su disponibilidad, hacia el Padre. El varón no tiene que
Quiere absolutamente también mostrarlo, y así quiere ser ocultar su cabeza. La mujer, al contrario, tiene necesidad
eficaz y conducir. Al mostrar lo que puede, se muestra él de un pudor que el hombre no necesita tener. No es cosa
mismo, muestra su espíritu. Pero un creyente no quiere suya presionar al hombre para que se descubra, porque es
mostrar su propia potencia; en su creatividad y en su propio de lo femenino querer la unión dentro de la voluntad
engendrar cumple una tarea divina, obedece cuando pro- del varón. La mujer está como doblemente velada: ella
duce. Su acto sexual tiene la misma estructura. Cuando él conserva su misterio para el hombre que la desnuda y, por
se desnuda, se muestra; pero como creyente muestra en otro lado, su cabeza permanece cubierta para no ver con
verdad a Dios, el Creador, que debe hacerse visible en su curiosidad más de lo que es mostrado. Así el velo es ca-
belleza. Cuando pone de manifiesto su potencia no señala racterístico de la espera de la mujer; el hombre decide la
hacia su fuerza, sino a la de Dios, el Creador, que lo ha medida del desnudarse.

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El hombre posee su potencia de parte de Dios; realiza Existe el madurar del semen hacia su plenitud y exube-
actos que Dios le ha dado realizar, y –ciertamente– en una rancia en el varón, con inevitables erecciones, a veces
autonomía que le es otorgada por Dios junto con el mismo ligeramente dolorosas, en las que su vida sexual adquiere
actuar. Pero él posee la eficacia de su acto en la mujer; una especie de autonomía, que en algo es comparable a
logrando el desencadenarse de la potencia del varón, ella los movimientos del niño durante el embarazo. Su espíritu
da recibo, por decirlo así, de esa potencia; sin ella él no es afectado por este hecho, también en el sueño. Necesita
sabría de qué es capaz. Cuando el hombre realiza su acto, se algo de la paciencia de la mujer durante el embarazo para
vuelve, por decirlo así, a Dios y a la mujer: a Dios le pro- no disponer él mismo de todo esto, algo de la paciencia de
porciona la prueba de que Dios es potente, no porque Dios José, algo de la superioridad del hombre espiritual, que
necesitase esa demostración, sino porque hacer esto está en tiene bajo su dominio también a su función generativa
la esencia del varón. A la mujer se vuelve con la esperanza como una de sus funciones, pues no quiere mostrarse a su
de ser acogido, de recibir la prueba de que su potencia real- mujer como una máquina de engendrar, sino donarse
mente sirve. Se confronta con el origen y con la meta de su como el varón que conduce, que primero debe tener domi-
potencia, posee esta potencia sólo como medio, como nio sobre sí mismo si quiere guiar a otros. El semen que
mediador, para que por medio de él la mujer llegue a cono- pierde en el sueño o de algún otro modo involuntario, o
cer algo del poder de Dios. el que pierde un varón virgen por amor a Dios, no es infe-
«Por eso la mujer debe llevar un signo de sujeción sobre cundo, sino que Dios lo recibe del varón que tiene domi-
su cabeza, a causa de los ángeles» (1 Cor 11, 10): de los nio de sí y lo emplea en sentido de una fecundidad
ángeles que estaban presentes en la creación del hombre y invisible. Los consagrados y los sacerdotes no tienen que
la mujer, que han de tomar nota de la obra y de la intención quedar eximidos de experimentar los principios vitales
de Dios, que han cuidar la ley de la creación y vigilar su que originan la fecundidad corporal, para que comprendan
cumplimiento, así como el ángel custodio ha de vigilar el siempre de nuevo cuál es la esfera en la que voluntaria e
cumplimiento de la voluntad de Dios en cada hombre intencionadamente no entran, porque han consagrado a
singular y ha de promoverlo con todos los medios a su Dios su fecundidad.
disposición. Los que renuncian conocen con precisión, como Adán y
Tampoco Adán habría tenido sin Eva ninguna posibi- Eva, el árbol prohibido y no lo tocan. Pero ellos no están
lidad de dar a Dios un testimonio de su ser varonil. Como solos. En la Nueva Alianza tienen al nuevo Adán y a la
quiera que estuviese previsto el acto sexual en el Paraíso: nueva Eva que han cumplido la renuncia perfectamente,
Adán necesitaba de Eva para mostrarse como varón. en favor de todos los que entran en el seguimiento y a los
que comunican Su fuerza de abnegación [«pura y limpia»].

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Quien hace penitencia por la Iglesia –como el Cura de DIRIGIR Y SER DIRIGIDO
Ars, que lucha contra el demonio por su comunidad y sus
penitentes, o como el que flagela su carne– en él es fecundo
Variaciones de la tensión fundamental
no sólo lo «espiritual» en su penitencia, sino precisamente
también lo corporal como tal. Tanto en la alegría de la entre-
ga conyugal como en la renuncia del celibato el cuerpo parti-
cipa del modo más profundo en la fecundidad espiritual.
C risto ama a todos los hombres, pero los apóstoles son sus
prójimos, porque son elegidos y capacitados para aco-
ger su amor incondicionada e inmediatamente. El «tú,
sígueme» implica dos cosas: el derecho de Cristo de reque-
rir el seguimiento y la obligación del llamado de aceptar el
seguimiento; ambas cosas son expresión de Su amor per-
fecto. Él deviene la cabeza, ellos los miembros. En esta
relación reside la posibilidad de experimentar un amor per-
fecto. No es una relación en la que el amor «que dirige»,
humanamente visto, fuese más grande que el amor «que es
dirigido»: más bien, ambos son amor puro.
Así se comprende que el amor originario (en el Paraíso)
previsto para el hombre y la mujer habría debido ser un
amor por ambas partes puro e igualmente perfecto, aun
cuando al varón fuese donada una forma directiva del amor
y a la mujer una forma de amor como seguimiento. Esta
perfección prevista en el origen es creada de nuevo por el
Señor en su relación con los discípulos: es nueva en el hecho
de que ahora Él es el que ordena, y desde el inicio es reque-
rida del varón y de la mujer la sumisión a Él. Sólo a partir de
esto es recuperada para el hombre la conducción y para la
mujer el seguimiento. Puesto que originariamente la mujer
es la que corresponde, la que responde, ahora todos, hom-
bres y mujeres, como Iglesia poseen un sentido femenino
frente al Señor. Esta obediencia es exigida porque es rega-
lada, y como respuesta de la Iglesia tiene incontables formas

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posibles de correspondencia, en las que logran tener efecto punto pertenece a Dios. Comprenderá que, por tanto, todo
todas las formas de fantasía y capacidad inventiva femenina, el juego amoroso –también en su forma de dirección y de
tanto como la intervención conformadora por parte de los seguimiento, también como fecundidad que no es mera-
varones. No es más difícil seguir que exigir, si cada exigen- mente corporal sino también espiritual– desemboca en el
cia y cada respuesta es emanación de un amor puro. amor y la fecundidad que es propia de la forma de Dios. El
La esfera corporal puede llegar a constituir el campo de amor entre varón y mujer no es algo ajeno a Dios, sino
expresión de esta multiplicidad infinita, porque el cuerpo siendo imagen de la vida divina es algo creado por Dios,
tiene posibilidades incalculables de expresividad, posibili- más aun, algo que le pertenece a Dios.
dades que justamente usadas devienen irradiaciones de lo
espiritual, con lo cual consiguen que la vida terrena pueda El creyente que está ante el amor trinitario y trata de
ser un preludio de la vida celestial. contemplarlo está ante algo infinito en lo que siempre des-
Existe, pues, la relación entre varón y mujer conformada cubre nuevos aspectos. No hay en esto una forma funda-
por el amor de Cristo y, en ella, la relación particular entre mental que sea reconocible como la forma «apropiada» en
el varón y Cristo, en la que el varón, o bien Cristo, asume torno a la cual pudieran ser ordenadas las otras. Cada for-
la función conformadora. Existe, finalmente, la relación ma es siempre sólo un acceso que lleva más allá. Así tam-
del Hijo con el Padre que en la tierra es configurada por el bién las formas del amor aparecen como accesos, accesos al
Espíritu Santo, el cual comunica la voluntad del Padre al amor humano o también al amor divino, tal como éste se
Hijo obediente: y este Espíritu es el mismo tanto en el Padre hace reconocible a los hombres: son una entrada en algo
como en el Hijo, y el amor del que obedece no es, por tanto, más grande que, por lo mismo, de momento parece adqui-
menos perfecto que el amor del que ordena. rir una forma pero en seguida se vuelve a escapar, porque
Entonces el ser humano que ama –ya sea que dirija o el acceso no era –según su esencia– sino una introduc-
que siga– comprende que ha sido concebido según el más ción. Como una puerta que se abre: tan pronto uno está
alto arquetipo y que le ocurre lo más elevado que le podría en su umbral, ella, su estilo y su belleza ya no pueden ser
ocurrir: queda integrado en el «sistema» de la Trinidad que contempladas desde fuera, porque si ella es usada correcta-
introduce el mundo en sí. mente con todas sus cualidades ella sólo abre el espacio al
Si el amor entre varón y mujer es como debe ser, no sólo que introduce.
tendrá lugar simplemente en la continua presencia de Dios Y cuando se ama a seres humanos y se intenta entregarse
–por tanto no se avergonzará ante Dios, sino que también a ellos tal como ellos lo esperan, uno se da cuenta de que no
en lo corporal estará abierto a Él tal como Él lo quiere–, puede otorgar a esta entrega una forma última ni una
sino que, todavía más, comprenderá de repente hasta qué expresión permanente esencial, porque el amado siempre

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le debe una respuesta adecuada al que lo interpela, y el que del amor humano determinado, mantenido continuamente
es dirigido al que lo dirige. Pero si el amado va al encuentro abierto y entregado en sacrificio por Dios.
del amante con intenciones y formas de amor fijas, le pone
delante sólo el espejo de su propia finitud y así le quita el Se está inclinado a aceptar una autonomía también para el
impulso y la inspiración a su acto de dirigir. dirigido en el amor. Pero ésta no puede salirse del campo
Si el amado dice: «Mi amado aprecia en mí más que nada del que dirige. Cristo puede exigir que su Iglesia use la
esta forma determinada del amor», entonces lo coarta. Esta razón y saque conclusiones. Pero nunca de modo que ella
forma quizás fue actual alguna vez; pero, al convertirla en sustente la conciencia de ser independiente de Él. Aun en
norma, el amado se opone al crecimiento del amor. Quizá los actos más pequeños debe hacerse perceptible su ser-
el amante le ha arrojado al amado esa forma por un momento dirigida por el Señor, de otro modo desaparecería el límite
como un ancla en el que se pueda tener, pero para que ose entre ellos.
un nuevo salto, deje nacer de ahí algo distinto que el amante El varón dispone en el campo sexual de modo semejante
en cada caso determina. Cuando el amado fija el amor en al de un superior eclesiástico. Los dos deben disponer sólo
formas, se atreve a determinar algo que no le toca determi- en el amor de Cristo. Los dos deben tender a una perfec-
nar. Y ya que su destino es ser determinado, en ese momento ción que en cada uno de sus actos, al menos para ellos mis-
de su atrevimiento se sustrae en realidad a la determina- mos, deje aparecer el amor cristiano. El que es dirigido, sin
ción del amor. Por consiguiente, no puede amar nunca una embargo, debe acoger el amor que guía también cuando
sola forma del amor sin ver más allá de ella; él puede única- no lo percibe. Fácilmente uno queda fuera de esta relación
mente amar el amor. Lo que recibe vez por vez de la infini- por acostumbrarse a ella. El superior dispone en bloque e
tud del amor, a ello debe dejarle el sello de lo infinito; indiscriminadamente, una vez para siempre. El subordinado,
entonces, el amor divino se muestra allí como en un reflejo análogamente, se toma su libertad de generalizar, de infe-
que nunca se ha de fijar. Sólo la totalidad del amor es impor- rir de un caso a otro. Pero el amor en la Iglesia y en el estado
tante y sólo ella debe ser aferrada; cada una de sus manifes- de los consejos evangélicos debe siempre conservar su
taciones siempre vuelve a señalar hacia la totalidad. actualidad. Y algo semejante vale para el matrimonio.
Por eso, también sabemos que en el amor del Hijo a los No mezclar lo que es claro con lo que no lo es. Lo claro
hombres, en su sacrificio de amor en la cruz por el que ha es la obediencia a un mandamiento que expresa el amor; al
salvado a todos los hombres amados existe siempre la indi- inicio, el contenido del mandamiento no es claro. En caso
cación hacia la totalidad del amor trinitario. Y a partir de necesario lo no claro ha de ser aclarado según lo que sí lo es.
aquí comprendemos de nuevo que toda forma de amor La llamada del Señor al seguimiento no aclara en nada su
auténtico entre dos seres humanos señala hacia la totalidad contenido: por cuánto tiempo, por qué camino, sobre la

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base de qué intención debe ser seguida la llamada. Sólo su lejana analogía de esto en el Señor: respecto de la Iglesia Él
intención es expresada claramente: Él desea el seguimiento. se atiene a lo ya fijado en ella, así como Él se atiene a las
El seguimiento lleva a aspectos más altos del amor, pero disposiciones del Padre. Hay flujo y reflujo en la historia
todos están incluidos en la dirección del Señor, quien asi- del amor; no todo es válido del mismo modo en todo tiempo.
mismo es dirigido por el Padre. No me compete, como diri- Todas las palabras de la Escritura, de los profetas, de los
gido, una selección propia, como tampoco el Hijo escoge libros sapienciales y del Señor tienen su sentido siempre en
de la voluntad del Padre lo que aparentemente se adapta a el interior del amor de Dios que todo lo abarca: el amor
Él. El Padre solo determina: «Nadie conoce la hora, tam- puede conceder actualidad a cada una de estas palabras en
poco el Hijo». Nosotros pecadores tenemos una continua cualquier momento. Pero precisamente esta libertad del
necesidad de instalación. Es muy importante que precisa- amor hace también que no todas las palabras posean al
mente el tiempo permanezca en suspenso. El Hijo ha amado mismo tiempo la misma actualidad. El que se deja dirigir
tanto al Padre que le ha dejado en sus manos la entera por el amor experimenta en cada caso qué aspecto del amor
determinación del tiempo. es ahora actual para él.

¿Puede el varón alegrarse de que él dirija en el amor? El Se exige de aquél que ama de verdad que ame duraderamente,
Hijo ciertamente está contento de que el amor del Padre lo cual puede tener lugar tanto con la sensación de fortaleza
suceda por medio de Él. Pero también Él crea a su manera, como con la de debilidad. A este respecto ser dirigidos en el
lleva la obra del Padre a término. Él conoce la alegría de amor no significa yacer en la debilidad. Vistas las cosas desde
formar a su Iglesia y de gobernarla. Del mismo modo, el el amor, el sometimiento puede ser tan fuerte como la
varón se alegra en el acto de engendrar. Luego viene el dirección. El que está completamente agotado, incluso el
tiempo de la latencia, hasta que recibe al niño de la mujer. agonizante puede sufrir su cansancio de muerte dentro de
En este tiempo, el varón se desinteresa un poco y la mujer, su tarea, y así vivir perfectamente en el amor que él ya no
que comenzó con la entrega de sí, se somete también ulte- siente como tal, al que él, habiendo sido requisado del todo
riormente al signo del varón en ella: se convierte en servi- por su estado, ya no responde conscientemente. El estado
dora del hijo. Y porque ella ya posee al niño, asume durante mismo contiene entonces ya la respuesta.
el embarazo algo de la potencia del varón; más aun, éste Porque el amor es, por un lado, una esfera en y para sí.
debe entregarle una parte de su potencia propia: no puede Quizá el amor sea todo el mundo, seguramente es un mundo.
engendrar fecundamente en este tiempo. En el cielo, el amor es todo el mundo; en la tierra, es oprimido
Como hay una correspondencia entre el desinterés del por el pecado, pero él puede y debe también reivindicar
varón y la toma de poder de la mujer, así también hay una para sí el espacio ocupado por el pecado. Como mundo del

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amor reclama todo espacio. Y allí donde tan sólo se alcanza en cuestión su relación con el Señor, entonces también su
a ver del amor aquello que ha sido dado como tarea y lo que ser-dirigida será perfecto, pues entonces corresponderá
ha de llevarse a cumplimiento, al par que es privado de sen- plenamente a la idea que Dios tiene de ella.
tirse conscientemente, allí el amor sigue reinando y no
pierde nada de su calidad como amor perfecto. Pero, por El que ha de dirigir, un superior religioso por ejemplo, debe
otro lado, el amor es no sólo atmósfera, mundo exterior, siempre recodar que ha sido dirigido y ha pasado por un
sino que es también mundo interior, espacio en mí. Y en noviciado. Así como él nunca puede olvidarlo, tampoco el
esta propiedad puede tener su fundamento el que se con- que es guiado puede entontecerse, porque mañana podría
fisque en mí este espacio exclusivamente para la debilidad ser escogido tal vez como guía. En el tiempo de ser dirigido
y el agotamiento, hasta el punto que no se experimente ya debe aprender hasta tal punto a estar en el amor y a tener
una entrega consciente, más aun, ni siquiera se recuerde el tan presente el amor que, cuando más tarde deba dirigir,
haberse alguna vez entregado. Puede ser también que en el no lo olvide en ningún momento.
buen agotamiento uno se sienta nuevo, como recién con- En el tiempo del matrimonio la mujer es la que es dirigida,
fesado. Uno es débil en la tarea, pero tiene conciencia al si bien ella tiene en la casa, en la educación de los hijos, un
mismo tiempo de que todo está en orden ante Dios y se ámbito en el que dirige. Si su marido muriera tendría que
puede estar así. haber aprendido tanto de la dirección del varón que pudiera
Si la relación entre dirigir y ser dirigido no es completa- transponer la anterior relación en una nueva. Si durante
mente clara y neta, entonces el que es dirigido, que está su matrimonio debía llevar su ámbito de dominio (sobre la
agotado, se disculpará de no ser tan eficiente como se espera casa y los niños) en acuerdo con su ser dirigida por el marido,
de él, etc. Si, al contrario, es clara, él llevará su agotamiento ahora ha de conformar su autonomía en el espíritu del haber
en paz, porque al parecer ese agotamiento es lo que espera sido dirigida en otro tiempo.
el que dirige. Si el que está agotado luchara contra su agota- En todas estas relaciones una cosa debe quedar siempre
miento a cualquier precio, el que dirige quizá llegaría a intacta: el amor. En la correspondencia normal del matri-
estar inseguro de si él, dirigiendo, alcanzó su fin. Esto es monio de dirigir y ser dirigido puede haber períodos de
muy actual en la relación de la Iglesia con el Señor. Cuando tiempo en los que las relaciones y las proporciones tienen
el Señor ejerce su dominio poniendo a la Iglesia en estado que ser modificadas; pero deben siempre ser ejercidas en el
de debilidad, ella no debe jugar a la heroína que siempre mismo amor, deben ser caminos hacia la totalidad del amor.
puede aún más. El Señor cambiará su estado cuando lo con- La relación se parece al arco iris, cuyos colores se distinguen
sidere oportuno. Y algún día, cuando la Iglesia ya no esté uno del otro y, sin embargo, pasan de uno al otro. Uno de
situada en el tiempo sino en la eternidad y ya nada ponga los cónyuges puede tener que cambiar de color alguna vez,

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pero de modo que quede asegurado el mismo conjunto de obediencia sea cosa de tontos y el mandar cosa de listos.
colores y él esté siempre dispuesto a volver al color prece- Para cada uno se trata sólo de hacer lo que el Señor quiere.
dente. Por ejemplo, cuando la madre tiene que representar La obediencia es simple, el mandar exige múltiples
al padre, hasta que éste vuelva. miradas, la verdad del que dirige es compleja. Si se vuelve
El Espíritu Santo es en Dios intercambio de funciones. demasiado compleja, el que dirige fácilmente puede per-
Y cuando entre los hombres son intercambiadas las fun- derse en esta complejidad, en el caso de que olvide el amor.
ciones, tal cambio debe tener lugar en el Espíritu Santo. El juego de las posibilidades, que también le procuran poder,
De otro modo, se termina saliendo fuera del amor. Entre el puede deformarse en un juego por el gusto del juego. El
que preside y el subordinado está la regla, y en ella se hace que es dirigido no tiene ese acumulador de energías, vive
presente el Espíritu Santo. de lo que se le presenta ahora. Si pasa hambre o no, no es al
final objeto de su preocupación, sino del que dirige. Y por-
El Señor es la verdad y es el amor. Y verdad y amor coinci- que éste gobierna mucho, de él se exige mucho.
den. Coinciden en el Señor. El amor procede de Él. Y todos Si el que es dirigido muestra su obediencia y, al mismo
los que aman tienen parte en Él (sin que por eso puedan tiempo, su debilidad en el someterse (lo cual es evidente-
fijar su lugar ante Él). Para el hombre, al contrario, la ver- mente su fortaleza, puesto que él realiza el sometimiento),
dad no coincide simplemente con el amor, porque él asume esto no significa que sería más y más empujado a una situa-
en el ámbito de la verdad un punto determinado que es dis- ción extrema, frente a la cual el otro extremo, la dirección,
tinto en el que dirige y en el dirigido. La verdad, como yo la siempre aparecerá como más unilateral. Esto se hace claro
conozco, reside finalmente en las manos del Señor; en Él en el caso del varón y la mujer. Cuando el varón dirige, lo
coincide con el amor, y yo tengo y entiendo mi verdad por hace en servicio al Señor y también en servicio a la mujer.
medio de su amor. La verdad del dirigido es diversa de la del No es casualidad que se abata sobre él un debilitamiento
que dirige, encuentra el amor actual en un punto distinto, cuando ha cumplido su servicio de guía. A causa de tal debi-
lo cual finalmente no estropea nada, porque cada verdad litamiento tiene necesidad de retraerse después del acto
conduce a lo único, que es el amor. Los accesos y los pasajes generativo. Si su fuerza tiene este marcado límite, la dis-
son distintos para cada uno. Quizás durante un tiempo posición de la mujer no tiene, por el contrario, ningún
toda la verdad de la mujer se pueda agotar en el hecho de límite. Su disponibilidad podría seguir adelante; el hom-
saber que debe ser dirigida, que debe obedecer. La verdad bre, por su parte, está obligado a volver sobre sí a causa de
del que dirige es más variada; él debe mirar el conjunto, la interrupción de su poderío. Se le impone una impotencia
planear, prestar atención al bien común, a «que la Iglesia que está en oposición a su función, pero que lo acerca a la
siga en pie en el pueblo». Con esto no se dice que la impotencia de la mujer, de modo que él transforme lo no

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voluntario en algo voluntario y querido; él aprende la alegra no sólo del Señor, sino de que le está permitido ale-
caballerosidad que favorece y ayuda, aprende a no aprove- grarse también de sí misma y de su esencia. Porque aquí el
charse ni a exhibir su potencia. Su debilitamiento deviene Señor no sólo garantiza la distancia, sino que la transforma,
un reconocimiento de la mujer. Ella no debe sentirse sola de modo que en la fiesta –como en cada comunión– Él
ni abandonada en su actitud y posición, sino saber que el habita en nosotros, como Él siempre fue uno de nosotros.
varón es solidario con ella. Si el marido es un auténtico Él recuerda continuamente a la Iglesia Su propio estado de
cristiano, se deja educar en la humildad y el sometimiento, debilidad, de debilidad como hombre, finalmente de la
y queda agradecido de poder mostrarse a su mujer también debilidad en el tiempo de la pasión, la debilidad en la cruz y
en la debilidad. En tanto él baja y se humilla, la mujer es en la muerte. E introduce a la Iglesia con Él mismo en este
fortalecida y llevada adelante. El marido no sacrifica por tiempo. Una Iglesia que le está sujeta, que ha de hacer lo
esto su posición como varón, pero se acuerda de la fecundi- que Él hizo en su sometimiento: sufrir.
dad que reside en la entrega de la mujer, y se acuerda más Podríamos imaginarnos que Cristo hubiera querido for-
profundamente de que ambos reciben su fecundidad marse una Iglesia a la que Él se mostrara sólo desde el trono
mediante su sometimiento al Señor. celestial en su gloria, cancelado los años de humillación.
Todo esto es un juego serio del amor. El servicio del Pero precisamente esto es lo que Él no ha querido. Él mismo
amor no es melindroso. Finalmente lo que ocurre en el era en la tierra el Hijo humillado del Padre, que llevó la
cuerpo del varón es asumido por el espíritu y por él es tras- obediencia tan lejos que finalmente clamó hacia el Padre:
mitido y regalado al espíritu de la mujer. El espíritu del «¿Por qué me has abandonado?». Y al mismo tiempo anun-
varón ensancha el espíritu de la mujer, como el espíritu del cia: «El que me ve a mí, ve al Padre». En esto no se deja
varón es ensanchado por el espíritu de servicio respecto del extraviar por los hombres; se muestra a Felipe no en sub-
Señor. No es casualidad que Ignacio haya ofrecido su ser- ordinación al Padre, sino en la posición de igualdad, se
vicio de caballero al Señor y se transformó en caballero de muestra poderoso. En su impotencia humana no olvida que
la Madre del Señor. Las experiencias de su época caballe- Él tiene el dominio y que puede representar al Padre, y que
resca en el mundo le parecían buenas y ulteriormente apro- también su regreso al Padre es un acto de poder. La visión
vechables: noble grandeza de alma y magnanimidad del Apocalipsis es en gran parte una visión del poder del
existían también allí, y el Señor no renuncia con gusto a Hijo. Pero se debe decir del Padre que Él deja valer el poder
algo bueno que existe en el hombre. del Hijo, ama este poder, defiende su causa. No insiste en
tener un Hijo siempre sometido. Si el Hijo hace, en cual-
Y ahora el Señor y la Iglesia. Evidentemente, el Señor dirige quier caso, siempre la voluntad del Padre, el Padre en la
a la Iglesia. Pero existen las fiestas. En ellas, la Iglesia se exaltación del Hijo a su derecha no sólo manifiesta su

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propio poder, sino igualmente el poder del Hijo. Y el Padre, La fuerza del varón en el acto sexual y el ser dirigida de la
que eternamente está generando al Hijo, también engen- mujer son como un eco de esas relaciones eminentes: el
dra al Hijo que se sienta omnipotente a su derecha. Por eso segundo Adán es anterior al primero.
el Hijo puede tomar consigo a la Iglesia en su impotencia,
en su pasión, pero –en la fiesta, en la comunión, en la auto- El cuerpo de la mujer despierta, por decirlo así, bajo las
ridad jerárquica– la deja participar en el poder de su ser caricias del varón: una vez esta parte, luego esta otra, el
Hijo, por amor. acariciar se refiere siempre al cuerpo entero, o mejor, a la
persona entera, y así se despiertan las «partes» sólo al ser
evocado el todo: es la mujer la que despierta y vive en la
Más variaciones
llamada del varón. Y en la llamada total se despiertan «par-
La generación del Hijo por el Padre divino es un acto que tes» de ella de las que no tenía conciencia y que para ella no
se apropia completamente del Padre, lo colma, lo define en tienen ningún sentido fuera del amor a su marido. Si en lo
toda su verdad. El dejar-se-engendrar determina el ser del sucesivo cultivase para sí misma esas partes, el todo mori-
Hijo, que no quiere nada sino perseverar en este acto de ría. El varón ya no podría encontrarla porque ella se habría
generación del Padre, ser su fruto. El varón puede estar tan disuelto en una multiplicidad, y esta multiplicidad sería
absorbido en la realización del acto sexual que llega a ser infecunda. La verdadera fecundidad lleva siempre la mul-
una imagen del Padre, la mujer tan absorbida en el perfecto tiplicidad a la unidad. Lo múltiple se despierta desde lo
acoger que llega a ser imagen del Hijo. uno, y la unidad reside en el amado. Pero también la uni-
Pero también existe un obrar terreno del Hijo que se dad del varón reside más allá de sí. Su semen es incalcula-
apropia completamente de Él. El Hijo actúa con una fuerza ble, él no lo domina. Y de lo incontable deviene lo uno: el
y competencia que se demuestra buena y conveniente. hijo. Como también son necesarias incontables palabras de
Cumple una misión que tiene su lugar en el mundo, para Dios para despertar el eco en un alma.
cuya realización ha recibido la fuerza del cielo; por decirlo
así, Él está tan cargado de la visión divina que puede dirigir Cuando uno dirige en el amor, de algún modo se debe con-
toda su atención a la tierra. Tiene en sí una fuerza salvadora centrar bien para realizar activamente su papel. Cuando,
que puede separar a los pecadores de sus pecados, una fuerza por el contrario, uno es conducido y está cansado, se deja
que recibe precisamente en el momento en el que el Padre simplemente invadir por el amor. No se necesita de nin-
lo engendra. Y la Iglesia o el hombre (pecador) particular gún modo hacer planes. Uno se siente simplemente alber-
es aquí la mujer que comprende este poder y competen- gado en el amor y, en un sentido más abarcante que de
cia, y se deja realmente engendrar y purificar por Cristo. costumbre, uno es la «bella criatura» del que dirige, porque

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él emprende todo lo que haga falta. Uno puede abandonarse Siempre de nuevo está allí el velo que el hombre siempre de
al amor y dar el nombre de amor a cada respiración, si ello le nuevo quita.
da alegría. Todos los pensamientos son como entretejidos
en el hilo del amor. El amor es un cesto en el que se puede La mujer tiene su ciclo, también el varón tiene ciertos rit-
depositar todo. mos en su fecundidad, en su excitabilidad. Estos ritmos
están en gran parte condicionados subjetivamente o dife-
Ante la recepción de la comunión hemos de comportarnos renciados individualmente, también determinados por los
como la mujer en la recepción del semen. No según el prin- hábitos. El varón no debe hacer de su «regla» una ley para la
cipio: tan frecuentemente como puedas; sino: recibe en mujer, menos aún deben los dos regular sus actos conyu-
una disponibilidad simple y llana. Alguna vez esto podría gales por ningún tipo de leyes fisiológicas que queden fuera
significar: no comulgues durante un cierto tiempo, sacri- del amor. Fuera de los días del malestar de la mujer, todo
fica tu sed de comunión y deja que esta sed aumente en ti; debe permanecer en suspenso, precisamente para la mujer;
o bien: comulga cuando el Señor te lo pida y queda en com- de otro modo muy pronto se impone la «justicia» sobre el
pleta disponibilidad para lo que venga. La abstinencia puede amor. Aquí se requiere en buena medida de la mujer una
producir un crecimiento en la disponibilidad, en el amor. capacidad de espontánea renuncia: con frecuencia ella
habría querido más, con frecuencia menos. Si ella es dócil
La mujer que se compromete en matrimonio actúa con y todo el amor humano entre ellos está en orden, entonces
plena responsabilidad. Ella da una respuesta efectiva, da hay paz en su relación recíproca.
un cierto número de pasos adelante, sale al encuentro.
Cuando el matrimonio se celebra, los pasos de la mujer en En la relación del que dirige y el que es dirigido, del con-
un cierto sentido ya han sido dados. Ella ya no solicita, por- fesor y el penitente, del que obedece y el que manda se da
que la disponibilidad debe ser perfecta. Lo que todavía en la disponibilidad una situación en la que puede tener
podría hacer ya no lo quiere hacer. El día de la boda queda lugar una completa transformación para algo que también
convenido por ambas partes. Pero, después del casamiento el que dirige puede alcanzar a ver sólo en parte, mientras
la esposa no pregunta: ¿Cuándo me tomarás? Ella deja al que debe remitir a Dios la parte más grande. El acto sexual
esposo el espacio para que él disponga y requiera. El varón puede ser aquí un símbolo de lo que es realizado por el que
debe saberlo y no debe decirse: Mi mujer no me pregunta, dirige en el dirigido; esta realización es justa sólo si la
por tanto ya no quiere. Más bien: Porque ella ya no pre- perspectiva hacia Dios permanece completamente libre y
gunta, me está esperando. Y él prepara a ambos en vista abierta, y ciertamente en ambos. El que dirige sabe que
del regalo del amor mutuo, del darse y del dejarse tomar. actúa en el encargo de Dios, el dirigido también. Es un

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vínculo que al mismo tiempo tiene su disolución en y para Los límites de la erótica femenina están en el hombre. Él
la infinitud de Dios. La pequeña pieza del dibujo que se mismo debe conocer los límites de lo erótico. Él es respon-
alcanza a ver tiene sentido sólo cuando es comprendida sable de la justa realización del acto sexual (por eso la mujer
como parte de un prototipo ejemplar que se pierde de vista. queda en gran parte disculpada cuando el acto no es reali-
zado en modo justo). Si el varón está inseguro sobre la con-
El que engendra es como el recipiente de un poder que lo figuración del acto, entonces debe informarse con un
supera. Este poder se reúne en él. Durante la generación, consejero experimentado.
es privado del poder; se parece a Sansón al que se le corta la
cabellera. Pero, en el amor el seno receptivo debe hacerse Muchos varones tienen miedo de una hipotética impoten-
–antes del acto– digno de recibir el poder. No lo recibe cia, o son humillados por una potencia escasa o incompleta.
para administrarlo por sí, sino para que el que engendra Algunos confían demasiado en su propia potencia, se ocu-
–Dios, el marido– en todo momento pueda recuperarlo de pan demasiado de sí mismos y demasiado poco de su mujer.
él. El poder está depositado como un capital, y los intereses Con frecuencia la solución del problema reside en un
están en el hecho de que el seno que recibe se hace cada vez aumento de su interés por la mujer, en un olvido de sí mis-
más amante. Lo depositado trabaja en quien recibe. La mos y en un poner todo en las manos de Dios, que es el
fecundidad de la mujer es testimonio de que ella ha reci- único Todopoderoso.
bido dignamente el poder del hombre (que él tiene de
Dios). El niño es como el rédito del amor del hombre.
El sexo natural y personalmente
El varón no puede contemplar el acto sexual como una El varón siente su vida sexual mucho antes de que llegue la
acción aislada, sino que lo debe comprender y administrar mujer. La vida sexual de ella permanece en gran parte re-
en el marco de su función integral de dirigir. En la mujer, servada hasta la llegada del varón. El misterio del varón es
inicialmente, hay un cierto temor: «¿Qué es lo que está más amplio que el de la mujer, pues ella procede del varón.
tramando?» El varón debe responder a este temor no sólo El misterio del varón está también más escondido, aunque
con el acto, sino con todo su ser, su actitud total –a la que sus órganos son más manifiestos; está antes y detrás de su
no está permitido debilitarse– ha de vencer el temor. Pues manifestación. El misterio de la mujer es más patente; todos
este temor, este recato pertenece a la mujer; si ella no lo pueden ver su embarazo. La vida sexual del varón es más
tuviese, esto sería signo de que previamente fue corrom- personal: cada uno tiene sus inquietudes y toma sus pro-
pida; entonces tampoco querría dejarse dirigir, sino que pias medidas. En la mujer todo está regulado según la
elevaría una pretensión de dirigir ella misma. naturaleza.

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La hora de la concepción es desconocida para la mujer. Esto habría variantes diversas del juego a las que se podría recu-
indica una especie de deferencia con la mujer, cuya res- rrir por su orden; pero esto sería todo.
ponsabilidad por todo el semen recibido sería demasiado Pero, porque Cristo ama a su Esposa, la Iglesia, más
grande. Se da el momento, entonces, en el que la naturaleza aun, la ama manifiestamente al mostrar a todos los creyen-
le quita la responsabilidad. De todos modos, es más difícil tes su amor, y porque Él es el Dios infinito que se ha esco-
para la mujer de lo que el varón se imagina el ser dejada sola gido su Esposa para todos los tiempos, y es una persona en
inmediatamente después del acto sexual con el semen reci- la Trinidad divina, entonces no sólo quedan abiertas incal-
bido. El hombre llega y se va; la mujer permanece: ¡y qué culables posibilidades para el amor, sino también quedan
bella carga le ha quedado! Con frecuencia puede encon- incontables misterios en el amor que sólo pueden ser reve-
trarse muy abandonada, y necesita de una gran delicadeza lados parcialmente como misterios. Estos misterios se mani-
por parte del marido. fiestan un poco para que puedan ser vislumbrados, pero su
descubrimiento queda reservado para la vida eterna. De
La mujer que ha concebido en el pecado se defenderá con- este modo, el hombre nunca puede recibir suficiente amor,
tra el niño y en lo posible emprenderá todo lo que esté de su y tanto menos hartarse de él. El hombre participa de una
parte para no llegar a ser fecunda. Si ha concebido en Dios, plenitud que eternamente fluye y que para él es una fuente
abandona sus planes. Ella entrega a Dios el cuidado. Que eternamente nueva.
Él la bendiga, si así lo desea. El lapso de tiempo entre la De esta sobreabundancia puede y debe nutrirse todo
concepción y el conocimiento del embarazo es grande: un amor humano; cada uno en su posición, el que dirige como
tiempo del puro abandono. El misterio de Dios se hace vivo el dirigido, puede orientarse según la Iglesia y sus prome-
en la mujer, sin que ella experimente nada. sas de vida eterna acerca de cómo está constituido el amor,
no por una curiosidad prohibida, tampoco para adquirir un
conocimiento científico, sino en la simplicidad del amor,
Amor humano en el espacio del amor absoluto
que sabe de su derecho a ser como es. Y también sabe que
Si el amor entre varón y mujer fuera sólo sexual, y se apo- no sólo se regala al hombre el participar en la vida eterna de
yara sólo en la diferencia sexual y se expresara sólo en ella, Dios, sino que Dios quiere tener su parte en el amor mun-
y si todo el resto del mundo quedara fuera de considera- dano y humano. Y que Dios no se muestra al hombre en
ción, pronto se llegaría al punto en el que el varón ya no esta esfera para acrecentar la distancia, para acentuar los
sería otra cosas sino mero varón y la mujer nada sino una límites entre el cielo y la tierra, sino para que el hombre se
mera mujer, y esta exclusividad de marco tan estrecho sería recree en el eterno fluir del amor divino –ya sea que el
muy aburrida. Los cónyuges se conocerían uno al otro, hombre escoja algo para sí, ya sea que Dios tenga preparado

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algo para él y lo conduzca a un misterio determinado–. finalmente durante la comida ciertas funciones con total
Este mar de misterios no se puede definir como «variantes naturalidad. Uno se ha presentado para asistir a una fiesta
del amor», porque de cada punto se abren puertas hasta lo y, de repente, se le toma allí para lavar los platos, porque se
infinito, todo se transforma en dilatación y renovación del ve que es necesario para que la fiesta pueda seguir sin pro-
amor en su totalidad. Lo que siempre de nuevo es mostrado blemas… También se reconoce que las cualidades del otro
es alusión a horizontes nuevos. son propiedades del amor, son funciones del amor o han
No obstante, el camino no se pierde en lo ilimitado, la llegado a ser tales. El amor puede, por ejemplo, comunicar
forma humana del amor no desaparece en la realidad divina. sin más la fe, tal como el Señor ama a sus discípulos y así les
Es como en el acordeón: se expande y se recoge alternativa- da la fe: «¡Sígueme!». El que sigue es un invitado del amor
mente. En algunos tiempos se ha de percibir la distancia, la del Señor. Y es propio de este amor que el que sigue al Señor
diferencia, la alteridad, después de nuevo se da un habi- entienda y realice la fe, y que anhele, que espere en y hacia
tuarse en un movimiento hacia el otro que borra las dife- la esperanza cristiana. Fe y esperanza ya no son para él cosas
rencias, que aparentemente intercambia los roles y, sin abstractas, sino verdades amadas que se han demostrado
embargo, cada uno sigue siendo lo que es. Esto vale entre verdaderas por medio del amor. En el amor no existe nin-
Cristo y la Iglesia, como también entre marido y mujer. gún quedarse fuera.
Emergen nuevas cuestiones entre dirigir y ser dirigido; por
otra parte, los dos papeles han llegado a ser tan evidentes
por sí mismos que preponderantemente en el tú se experi-
menta la participación en el todo del amor. Se es parte
simplemente de los que aman, pero al mismo tiempo tam-
bién de los que son amados. Y el amor en su polaridad es
tan amplio y abarcante que se me transforma en el acceso a
todo lo demás: a la fe, que sólo se comprende mediante el
amor, a la esperanza, a toda forma de donación. Este amor
da también un tal sentimiento de pertenencia mutua (en
Dios) que capacita para emprender también las funciones
más imprevistas.
En el acto sexual y en la entera vida del amor uno se siente
como en un convite: uno fue convidado y ha venido (y en
el amor siempre se es simplemente invitado) para asumir

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DE CAMINO AL MATRIMONIO noches de la pubertad pueden ser muy difíciles. Pero son
recompensadas por la potencia madurada y la capacidad
para presentarse a la mujer y requerirla según esta poten-
Pubertad
cia. Así también el Hijo deja acontecer en pasividad, para

E n el Dios uno y trino a la espera de la encarnación existe


un intercambio de expectativas entre el Padre, el Hijo
y el Espíritu. El Hijo está en el centro, en cierto modo,
ser modelado como una «cosa». Él está entregado para que
la intención del Padre se cumpla pura en Él. No mira hacia
adelante, no intenta averiguar cómo se sentirá en el cuerpo
tocado de un modo especial por el amor del Padre y el amor que tendrá. Aprende ya desde ahora el más extremo dejar
del Espíritu, de modo que en este intercambio –que al acontecer, la pasividad de la cruz. Puesto que debe hacerse
mismo tiempo tiene lugar entre el Padre y el Espíritu– se una creatura, asume el papel femenino, aun cuando como
da como una anticipación de la encarnación del Hijo. Pues esta creatura será un varón. Él aprende a perder todo, para
el amor divino siempre aspira a producir un fruto, y esta después poder exigir todo.
vez el fruto será el Hijo. Por eso, en esta espera el Hijo es
máximamente pasivo: Él representa lo donado. Él apre-
La concupiscencia en el varón
miará cuando habrá llegado su hora. Pero ahora está en una
paciencia que deja que el fruto madure en Él. La concupiscencia se despierta, mucho antes de la madura-
De modo semejante, el joven deja que la fuerza sexual ción de la potencia, con el despertar de la esfera sexual en
actúe en él, la cual deviene en él un misterioso punto de el muchacho y en el adolescente. Primero para él es como
convergencia, una potencia que apremiará en su momento un juego que, de alguna manera, pertenece a la esfera de
hacia el acto; por ahora, él debe dejar acontecer, ni forzar las demás posibilidades de juego. Él puede ser un «preser-
ni impedir ni huir del proceso de maduración. vado», de modo que al oponer resistencia a esta posibilidad
El que se encamina hacia el sacerdocio habrá de cumplir de juego ésta queda rechazada. O puede ser llevado a dar
más tarde un acto de naturaleza diversa. En la renuncia a lo batalla y oponer activamente resistencia. Pero sería falso
sexual, él no tendrá un vacío allí donde otros tienen una negar la existencia de esta esfera; todavía más falso sería
plenitud, sino que en su renuncia incluirá tan positivamente decirle que toda esa esfera está reservada para el matrimonio.
lo corporal que no sufrirá ningún empobrecimiento, sino El resultado sería que tendría la impresión de que en el
que Dios le aceptará como un todo y lo hará fecundo. matrimonio todo esté permitido y concentrara, correspon-
El Hijo está como despojado entre el Padre y el Espíritu, dientemente, todos sus anhelos, imaginaciones, impulsos,
y deja fluir la voluntad del Padre y del Espíritu a través de hacia el matrimonio. Más bien, él debe saber desde el prin-
sí, para llegar a ser lo que Él es: obediencia encarnada. Las cipio que todo ese ámbito conservará, tanto ahora como

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más tarde, su permanente problemática. Hay soluciones transparente. Y cuando la célula escogida llega a la fecun-
para hoy y soluciones para más tarde y, en su momento, dación, se libera de todo su lastre, se desprende de la cola
para el estado de vida que una vez será elegido. Pero en toda para el movimiento hacia adelante. Ésta ha hecho su servi-
solución permanece un resto sin resolver. Porque el instinto cio y no es ya necesaria. Cuando el hombre ha escogido
apunta hacia la concupiscencia de una manera o de otra. Y definitivamente, se da también una cola de cosas acciden-
la lucha contra la concupiscencia debe ser sostenida en todas tales que ha de desaparecer.
las edades y estados de vida. El instinto como tal es neutral Cuando el óvulo ha recibido el semen, se agota su capa-
y puede ser puesto al servicio de un bien más alto. La con- cidad de respuesta. El óvulo se cierra respecto del exterior.
cupiscencia, por el contrario, es avidez y codicia y lleva al Cuando una mujer ha dicho sí a un varón, su sí queda ago-
pecado; aleja al hombre del servicio. tado; ya sólo existe el uno-para-el-otro de ambos que con-
Lo mismo vale para las jóvenes, aunque en general en tiene en sí toda la fecundidad. Muchas personas se casan a
medida notablemente menor. causa de la «cola»; pero ésta se pierde, y ellas conservan el
núcleo. Todo lo accesorio debería estar al servicio de la
fecundidad. El núcleo es la misión que tiene cada uno; sólo
Acerca del tener que elegir
ella importa. También en una misión para la vida consa-
En el esperma hay innumerables células, dotadas todas ellas grada existe una «cola»: yo he aprendido todo lo posible y
con la misma fecundidad; pero sólo una célula se unirá con tendría una gran cantidad de posibilidades de comprome-
el óvulo y producirá la fecundación. Dios elige la fecundi- terme. Pero todo esto pierde su importancia una vez que se
dad a la que quiere asociar su obra creadora. Y a la hora de ha elegido. Dios ha dotado a la célula seminal con todo lo
elegir cónyuge, incontables hombres y mujeres están dis- necesario: ésta debe poder alcanzar su meta y luego dejar
ponibles para la elección, pero sólo estos dos son reunidos atrás todo lo provisional. Así también Dios ha dotado a los
por el amor de Dios. Ellos son libres, por supuesto, de decir jóvenes con ambas cosas, pero para Él, finalmente, se trata
sí o no a la elección de Dios. Pero si ellos están en Dios sólo de nuestro haber elegido, de nuestra actitud, de nues-
harán su elección en el interior de la elección de Dios. tra fe. Todo lo demás era medio para el fin. Ciertamente,
El esperma parece amorfo y turbio, pero es máximamente medio procurado por Él. Pero no se ha de confundir con lo
polimorfo y consta de células transparentes. También el que es decisivo.
ser humano, con sus miles de posibilidades, aparece amorfo Todo hombre, considerando sus inclinaciones, tendría
y turbio antes de que haya elegido o haya sido elegido (¡las preparadas en sí mismo una gran cantidad de tareas misio-
dos cosas deberían coincidir!). La elección resalta la única nales. Podría seguir las más distintas profesiones. Existe el
posibilidad en cuestión, y entonces todo en la vida se vuelve tiempo en el que cada uno debe pasar revista, sin orgullo

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ninguno, a estas posibilidades que residen en su «líquido por alto o reprimir las preguntas de la mujer. El examen
seminal», para hacer la elección justa. La elección debe debe seguir un curso claro y sin repeticiones: ¡no volver
hacerse en unión con Dios, de modo que se deje la prece- siempre a las mismas cosas en círculo! Se requiere del varón
dencia a Dios. Pero una vez que se ha elegido, es del todo en este tiempo una objetividad casta, disciplinada, ejem-
irrelevante cualquier otra cosa que hubiera podido ser de plar también para la mujer. Él no puede sobrepasar el ámbito
nosotros. No podemos lamentar nuestras posibilidades no de sus deberes, no puede exigir de la mujer nada incon-
elegidas, pues Dios ha elegido. Ciertamente, si nuestra elec- veniente. Él pedirá tener conocimiento del pasado, de los
ción no fue en apertura a la elección de Dios, ¡ay de noso- proyectos de futuro de la mujer, le preguntará hasta qué
tros! Nunca sabremos cómo habríamos debido escoger, y punto quiere definitivamente estar con él. Y, de alguna
esto será una amargura a lo largo de toda nuestra vida. Pero manera, sólo como respuesta a ese hecho él también le pro-
el que –como los santos– sabe que ha recibido una tarea de porcionará una visión de su propia vida.
Dios, que alguna vez fue completamente transparente Si el varón en su responsabilidad como posible futuro
ante Dios y ha tomado su decisión en el ser elegido, ése no cónyuge introduce y dirige este examen recíproco, lo con-
tendrá nunca ocasión de dudar de la fecundidad de su vida. fiado uno al otro será considerado también como misterio
entre ellos, en una cierta analogía al secreto de confesión.
Algo de este examen mutuo proseguirá también después
Examen recíproco antes del matrimonio
de la celebración del matrimonio. Los cónyuges son enco-
El acto sexual, que es algo concluyente, debe ser precedido mendados uno al otro por Dios, asumen una responsabili-
por un examen recíproco entre esposo y esposa. Nada en dad el uno por el otro. Deberán advertirse mutuamente
este examen puede quedar encubierto por el ímpetu de lo cuando vean que una de las partes se sale del buen camino.
erótico, todo ha de ser considerado por ambas partes con Cuanto más grande es la apertura recíproca, tanto menos
sobriedad, puesto a la luz, conversado. Cuando uno plantea será necesaria esa advertencia.
seriamente preguntas al otro, éste no debe responder con A veces ocurre que el varón debe introducir a la mujer
un beso o una broma galante. Los dos deben mirarse espiri- en la naturaleza del acto sexual. También esto debe suceder
tualmente a los ojos. Hay cosas en la elección del cónyuge en la sobria responsabilidad espiritual, sin que la concupis-
que deben ser simplemente aclaradas antes de que se pueda cencia del varón apremie por adelantado, sin que la mujer
pasar al consentimiento mutuo. No pensar que más tarde, en un momento dado se quede atrás y se sienta extraña a
de todos modos, ya habrá lugar para ello. tales cosas, más bien de modo que ella encuentre un apoyo
El varón tiene también en este examen espiritual un total en la actitud espiritual del varón. Se ha de pensar y
cierto papel de dirigir, aunque no le está permitido pasar explicar a partir de la fecundidad del matrimonio, no en

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primer lugar a partir de los órganos sexuales. Se ha de enlazar de ellos antes de la fiesta. En el varón, por cierto, la expec-
con al amor mutuo ya existente, con la confianza, no ser tativa es mucho más precisa. Pero también él debe aportar,
puestos de repente ante una inesperada y abrupta exigencia. en una espera llena de alegría, un esfuerzo de renuncia
El acto sexual debe ser vivido por ambos como una forma total; esto sólo puede realizarlo si pone la alegría en su
más honda de unión, y ciertamente de unión también en compañera, si da al amor al tú la preponderancia sobre la
Dios. En adelante, Dios encuentra en uno siempre a los dos concupiscencia. No anunciar previamente lo que vendrá,
juntos; la superficie de ambos se ha empequeñecido, por no calcular, no practicarlo, no ejercerlo. Todo lo corporal
decirlo así, para ellos ha surgido ahora una superficie común será expresión de todo lo espiritual; esta relación es fal-
frente a Dios. Si los cónyuges son cristianos vivos, enton- seada cuando algunas partes de lo corporal son previamente
ces ya antes estaban gustosos cada uno solo con Dios. Este separadas y requeridas. El varón, de alguna manera, siem-
estar solo con Dios no es cancelado, pero ha adquirido una pre proyecta; no necesita comunicar a su esposa todo lo
forma nueva por su «estar cada uno solo estando juntos» en que se propone; pero tampoco se puede permitir imaginar
el acto sexual. Ahora, de alguna manera, uno está solo con lo que se avergonzaría de decirle. Tampoco tiene ningún
Dios junto con el amado, aun cuando los cónyuges se se- derecho a disponer de su potencia sexual, cuya medida y
paren muchas horas del día durante la vida matrimonial. dimensión radica finalmente en la mujer. A ella debe con-
fiar esa potencia y no le está permitido querer demostrár-
sela como algo acabado y concluido. Dios creó al hombre
Conocerse, comprometerse
como varón y mujer: esta «y» es de gran importancia. El
Se sienten mutuamente atraídos, la alegría reina entre ellos varón no necesita estimular el instinto –que por lo demás
y un misterio permanece, que hasta la llegada del matri- está presente en el varón normal, sobre todo en el que se ha
monio ha de ser visto como una totalidad íntegra y como un comprometido– para que parezca «más grandioso». Quizá
resto insoluble, no obstante toda la atracción recíproca. quede una inseguridad sobre poder o no poder, pero incluida
Evidentemente, uno no se puede comprometer y querer en la seguridad del amor. El amor es lo que desarrolla el
establecer un matrimonio ignorando completamente el poder; si el varón lo hace por sí mismo, quita al amor algo
instinto y el propio anhelo. Uno debe encontrarse valiente- que le compete. Esta caja de Pandora sólo se puede abrir
mente con el instinto que empuja a buscar el complemento entre dos. Cuanto más cerca está el matrimonio tanto más
mutuo, pero hasta la celebración del matrimonio ha de de- fuerte él sentirá el estímulo de la carne; hay signos íntimos
negar esta última integración no sólo a sí mismo, sino tam- para él de que se va al encuentro de esta mujer. Puede ser,
bién al otro. La joven se alegra en el varón como un todo; por también, que en este período toda mujer, toda imagen, etc.
decirlo así, no quiere abrir los regalos para ver cada uno lo estimulen con más fuerza que antes; su voluntad de

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celebrar el matrimonio, sin embargo, le pone ante el deber Para la mujer, el varón debe ser visible como un todo, en
de conquistar esta unión con una auténtica lucha inte- todas sus dimensiones, así como la mujer para el varón. El
rior. La naturaleza puede impulsarlo hacia toda mujer, la que se precipita inmediatamente hacia lo sexual es propia-
gracia quiere la concentración en la única. Al varón le mente un castrado: se priva a sí mismo de su suprema poten-
acompañará una buena dosis de desconfianza respecto de cia de amor. O es como un bebedor al que sólo interesa
sí mismo y de su concupiscencia, pero no puede aislar lo embriagarse y le da lo mismo si el vino es de calidad u ordi-
sexual en sí, que es expresión de un amor en el que uno y nario. Antes de pasar a comer y beber, se trata primero de
otro quieren compartir todo. gustar y llegar a conocer el sabor particular del amado. Pro-
bablemente, la mayoría de los hombres y de las mujeres no
Antes de la boda, los comprometidos en matrimonio deben conozca bien este sabor del otro, porque siempre se preguntan
vivir de Dios tan profundamente como puedan; no prefe- sólo por el propio sabor. O vierten en todo la misma salsa, por-
rentemente juntos, sino como en Ejercicios, en una profun- que todo lo corporal les sabe igual; quizá a pecado e infierno.
dización personal de la propia relación con Dios, para que
en el matrimonio puedan llevar y donar uno al otro a Dios Advertencias
y no meramente su yo finito. Han de querer disponer y
Muchas mujeres cristianas descubren en el inicio de las rela-
abrir su lecho conyugal en el centro de la Iglesia: el camino
ción sexuales que ellas, en realidad, no han sido hechas para
lleva del espíritu a la carne y de la carne de nuevo al espíritu.
el matrimonio. Habrían debido ir a un convento. Salvo raras
Sólo así la carne llega a ser portadora de la alegría perfecta.
excepciones, ya es demasiado tarde, y el matrimonio como
Los novios que después de un tiempo de probada renun-
tal seguirá siendo hasta el final una carga y un sacrificio.
cia entran en el matrimonio tienen una gran ventaja para la
configuración de su amor mutuo. Saben por experiencia que La esterilidad es un índice terrible del estado caído del
el amor es más que lo erótico. En muchísimos matrimonios mundo, y no raramente es un índice de una elección de
el hombre será obligado a contenerse por tiempos más breves estado falsa; evidentemente, no siempre lo es, pero la pre-
o más largos. Si con antelación ha aprendido a amar a su mujer gunta surge ante el hecho. Vista desde la cruz, la esterilidad
por sí misma y no como receptáculo de sus necesidades eró- indica a una fecundidad espiritual en la penitencia, y puede
ticas, vivirá la abstinencia obligada mucho más fácilmente. que la cuestión del estado deba ser planteada una vez más (la
Dios hace a los esposos un don maravilloso cuando los vida consagrada, si los dos cónyuges están de acuerdo).
entrega el uno al otro. Pero ellos deberían ante todo apren-
der a ver el don en su integridad, en lugar de precipitarse Cada vez son más las mujeres, y también los hombres,
con avidez como niños sobre los paquetes que hay que abrir. que quieren ser examinados médicamente antes del matri-

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monio, que quieren tener certificados médicos para casarse. interés en lo carnal. La mujer le cubriría al varón la vista
¡Cuidado con eso! Es un grave error que el médico entre en hacia el amor de Dios. Hay que distinguir entre instinto y
las esferas que están reservadas a los cónyuges. Tiene que concupiscencia. El instinto puede acrecentarse, la concu-
haber un cierto riesgo en el casarse y en el primer encuentro piscencia debe disminuir siempre más. Uno puede alegrarse
sexual, y uno no debe procurarse falsas seguridades. Esto en vista del acto, prepararse a él también mentalmente.
vale evidentemente para casos en los que no se presentan Pero el acto sexual que se aproxima no es el fin del mundo.
síntomas patológicos (como ausencia o fuerte irregularidad Y la orientación fundamental debe siempre ir hacia el tú:
de la menstruación). dar alegría al otro es más importante que la propia sensa-
ción de placer.
En el mundo posterior a la caída de Adán y Eva, lo sexual Supongamos que alguien se ha propuesto dedicar un
está marcado de diversas maneras por el pecado original y buen rato de tiempo a la oración en una iglesia. Y entonces
por su superación victoriosa por la cruz y por el sufrimiento se viste de modo agradable, come bien para que el hambre
de los cristianos. Hay mucho de doloroso, angustioso, en no lo distraiga, termina sus asuntos para que no le sobre-
este campo. Muchas cosas tienen que ser conquistadas por vengan distracciones, se procura una buena ventilación,
medio de renuncia y superación, muchas llevan el signo de etc. Así, finalmente, habría hecho de su oración un asunto
una gracia donada desde la cruz. El que precisamente hom- de su propia comodidad. Quien quiera rezar, ante todo
bres puros y creyentes tengan frecuentemente muchas intente ir y llegar al Tú de Dios. Se ocupará de conocer la
dificultades iniciales sería –sin duda– un hecho extraño, voluntad de Dios, de hacerse interiormente disponible
si no fuera aclarado de ese modo. Otros, que ya antes del para ser entregado a Dios y para llegar a ser recibido por Él.
matrimonio han pecado sin preocuparse, se sienten en Algo semejante vale para el acto conyugal. En ningún caso
orden. Pero la cuestión es si ellos encuentran por medio se debe esperar de la propia aportación «lo mayor y lo mejor».
de lo sexual esa donación total que está inscrita y querida Por otra parte, tampoco se puede esperar simplemente todo
en lo sexual y que es regalada en la fe. Quizá los buenos del tú (la mujer me debe animar, estimular, excitar), puesto
cristianos paguen por las faltas de los otros. que uno quiere desde el principio regalar algo al cónyuge.
No obstante, siempre se ha de ver el misterio más grande
en el cónyuge más que en uno mismo. En la esfera del mis-
En el matrimonio
terio residen los mejores medios de defensa contra la con-
Ante todo, el hombre pertenece a Dios. A Él debe reservarle cupiscencia. El varón espera de su mujer el bien. Para
en su vida el tiempo y el lugar que le corresponde. Este poder esperar realmente el bien, uno mismo tiene que estar
primado sería olvidado si los casados concentraran todo su en una buena expectativa. Quizá, hasta un cierto grado,

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deba sentirse indigno de poseer precisamente a esta mujer, ACERCA DEL VARÓN
precisamente a este varón. Por otro lado, purificando la
actitud interior, se ha de intentar no acrecentar aún más
El varón y el acto sexual
esta indignidad –de un modo semejante como ante la
santa comunión–.
Recursos afrodisíacos son admisibles en la medida en
que sin ellos el cónyuge no llegue a una completa satis-
L o que hay que decir acerca del requerimiento se dice más
rápidamente que lo que hay que decir sobre la entrega.
Por eso acerca del varón no hace falta hablar muy extensa-
facción. No en atención al yo. Tocante al crecimiento del mente. Y porque el requerimiento, la exigencia, se ha repre-
placer: la mayoría de las veces ceden las represiones inicial- sentado en Dios Padre y la entrega, la donación, en el Hijo,
mente presentes o las sensaciones de insuficiencia, y en por eso la vida del Hijo es para nosotros el acceso verdadero
lugar de ello surge seguridad, amenidad, soltura. Pero [a la entrega]. En Él debemos permanecer, su vida nos es
también aquí la mirada debe permanecer siempre dirigida expuesta en la Escritura desde todos los ángulos. Pero pre-
al tú. Si uno de los cónyuges pierde el deseo del acto sexual cisamente la entrega también revela lo que estaba contenido
frecuente, mientras que el otro busca aumentarlo, enton- en el requerimiento. En la entrega se encarna y concretiza
ces se debe encontrar un equilibrio, presumiblemente en el requerimiento, recibe en cierto modo su interpretación.
algún punto intermedio. El activo, por causa del otro, En el varón una parte de la potencia física está mucho
buscará aumentar el placer en el acto, pero mejor desde lo más fuertemente contenida en el espíritu de lo que lo está
espiritual que desde lo puramente corporal. Él lo hace para en la mujer. De modo que en su espíritu su potencia (tam-
que el matrimonio siga siendo para los dos algo total y her- bién la sexual) llega a ser mucho más manifiesta que en la
moso. Pueden abrirse grandes ámbitos de alegría; en esto mujer. Por tanto, el espontáneo desnudarse del varón pro-
el placer es sólo un momento subordinado; una llave que mueve la entrega de la mujer, mientras que el descubri-
abre, no más. miento de la mujer promueve el requerir del varón. El
Ambos cónyuges, especialmente el marido, deben exa- varón comprende mejor su requerimiento delante de la
minarse siempre de nuevo acerca de su posición funda- mujer desnuda.
mental: si la orientación hacia el tú ha permanecido Sobre la erección. La disponibilidad de la mujer es latente,
intacta. Para algunos maridos la mujer se convierte en un el requerimiento del varón penetrante, acuciante. Tam-
objeto más del precioso inventario de su vida placentera, bién espiritualmente. La erección manifiesta la concentra-
junto al buen sueldo, la hermosa casa, la buena comida. ción de las energías del varón; él necesita también de esta
Todo, también el instinto sexual, lo ha «normado»; y el dureza para penetrar dando forma en la suavidad de la
amor verdadero se ha extinguido. mujer; en vista de su acción, necesita ser dotado con algo

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que pueda actuar dando forma. Apenas el semen es depo- más que lo que puede donar (como ser humano), deviene
sitado, el miembro se relaja; lo cual significa que en el mediador del amor divino salvador. Se trata de la misma
momento de la plena donación termina el requerir del vuelta repentina [del requerir al estar entregado] que sucede
varón. Esto es importante: apenas ha llevado a cabo el en el acto sexual: mientras que el sacerdote administra el
requerimiento en la donación por medio del pleno poder acto sacramental, el ministerio tiene el control, tiene el
con el que fue agraciado, él ya no es uno que exige, sino mando. Allí donde su acto es más penetrante, él está en el
uno que se ha donado. Por tanto, no queda todo concluido punto en el que ha de ceder, es dominado por algo más
con el hecho de que él ha llevado hasta el final el requeri- grande que el ministerio, es verdaderamente tomado por
miento, más bien debe experimentar el último sentido de sorpresa por el sentido último del ministerio. Él pudo haber
su requerir en la misma actitud de la mujer. planeado por anticipado tantas cosas, pero en el momento
Esto no quiere decir que su tener que exigir sea algo decisivo todo plan queda excluido, él tan sólo trasmite.
secundario respecto de la entrega. Más bien, esto pertenece Un hombre joven se deja conducir a la Iglesia, declara
a su ministerio, a su ser-cabeza. Por eso se regenera su su voluntad de entrega. El que lo dirige señala hacia el
energía también en seguida para de nuevo poder requerir. monasterio. Tan pronto él está allí, la «voluntad» de entre-
Sin embargo, hay que añadir que el proceso exterior de gase desaparece y en adelante queda sólo la entrega misma
erección y relajación pertenece a la sexualidad fuera del que encierra en sí su propia exigencia, es decir, ser simple-
Paraíso. De modo semejante a la acentuada oposición entre mente donado.
voluptuosidad y desgana, o dicho con más fuerza, entre También Cristo en su vida ha requerido de la Iglesia la
avidez y hastío. entrega, el seguimiento. Pero, en el momento decisivo, en
la cruz, Él ya sólo es entrega pura, ya sólo es un haberse-
El varón se entrega a su obra en el acto sexual, pero más vaciado (como testimonia Juan). La Iglesia, como mujer,
allá de esto él es entregado a la mujer. Como actuante efec- no tiene exigencias para con el Señor. Ella puede, a lo
tivo, él requiere; como entregado, ya no lo hace. Debe exi- más, asumir en su entrega requerimientos del Señor (el
gir la entrega de la mujer desde un principio, para que su ministerio mismo, y también asumirlos por medio del
propia entrega llegue a ser posible: así su entrega permanece ministerio), para darlos a conocer a los hombres. No tiene
siempre respuesta a la entrega femenina. Inicialmente, requerimientos propios.
frente a la entrega femenina estaba sólo su requerimiento.
El ministerio eclesial exige al pecador la confesión. El El varón que siente algún placer corporal no sexual, por
penitente lo hace, se entrega y recibe del ministerio la ejemplo, cuando se da un baño de sol y se distiende con
absolución: esto es la donación del que exige. Éste dona deleite, tiene una tendencia a dar a su bienestar un centro

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en el órgano sexual. No posee en la mitad superior del cuerpo Por consiguiente, el espíritu debe triunfar por medio del
ningún órgano en el que pudiera concentrar su placer. Es varón sobre la pura naturaleza también en el acto sexual
distinto con la mujer, que tiene sus pechos. Por eso Eva, (en ambos cónyuges), y con ello debe ser comunicado lo
aun cuando ella ha extraviado al varón, conserva ante él espiritual a la mujer.
una especie de inocencia de la que él carece. Él es el cono- Esto no quiere decir de ningún modo que el varón en el
cedor, el que cumple el pecado, en el que tiene lugar el des- acto sexual permanece simplemente dominante. Él debe
pertar de la mitad inferior del cuerpo. A él no le queda en la entrar por la puerta oscura y depositar su semen en una
superior ninguna fecundidad. Por sus pechos, la mujer oscuridad que él no puede iluminar. Al hacerlo, es separado
permanece una especie de puente hacia el Paraíso. de su propio destino, pues su semen es su destino: vida de
El varón tiene más bajo su control el perder el control de su vida, y significaría muerte si la mujer entregada no lo
sí, él despierta sexualmente antes. Si la joven ha crecido en recibiese junto con su destino.
la inocencia, no despierta por sí misma. El varón se descubre
antes que la mujer, aunque sexualmente madure más tarde. La boca y el sexo del varón son para la mujer como palabra
Ya cuando orina tiene trato con su órgano, cuya visibilidad y sacramento. En el beso de la boca se da como el intercam-
lo mantiene atento como una pregunta constante. Una bio de las palabras, del espíritu, del mundo ideal, de la tarea
muchacha puede ser violentada sin estar presente con su bilateral; en el sexo, lo escondido, lo físico.
espíritu. El varón, por el contrario, no puede abrazar sexual-
mente sin estar comprometido en el espíritu. Si un joven y
Varón-ministerio y mujer
una muchacha que han crecido en modo semejante se casan,
ella piensa de uno modo semejante: Ya veremos, él se debe El varón es siempre uno con su tarea, con su ministerio.
ocupar de las cosas y hacer los planes. O si un varón y una Cuando deviene esposo, no puede separar su ministerio
mujer escriben un libro, el varón pone en ello su potencia, (por ejemplo su vida profesional) de su persona (como vida
que está marcada fuertemente precisamente por su espíritu. privada en familia); es indivisible y se entrega indiviso a su
La mujer nunca diría que ella pone en ello su potencia. Ella esposa, tanto espiritual como físicamente. Por eso la mujer
escribe el libro como teje y hace punto. En el varón las tampoco representa después del acto sexual sólo lo corpo-
capacidades corporales y las de su espíritu van juntas. Él ral del varón, sino al varón íntegramente. En esta totalidad
debe estar en paz de algún modo también con su cuerpo, si se apoya el matrimonio y particularmente también la fide-
quiere trabajar intelectualmente de modo equilibrado, de lidad del varón a su mujer. En esto se reconoce que es la
lo contrario su falta de armonía corpórea se reflejará de monogamia lo que Dios requiere.
alguna manera en su trabajo intelectual.

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Cuando Pablo dice que el obispo debe ser casado sólo una la prueba él espera lo definitivo. La mujer ha de permanecer
vez, muestra esto mismo en un caso particular: si la mujer como es: los cambios que se refieren a ella los emprende el
como esposa es co-recibida en el ministerio (eclesial), su varón. Ella es imagen del varón.
relación con este hombre, que tiene un ministerio indivi- Dios es libre respecto de la creación del mundo. Pero, en
sible, permanece única. Ella puede ayudar a su marido a el interior de su plan para con el mundo, la creación se
conformar su ministerio, y el ministerio no puede –si la vuelve necesaria. Y Él mismo se involucra. También el
mujer muere, por ejemplo– ser arrancado de la unidad que varón es libre mientras sólo hace planes. No existe ningún
ella ha formado junto con él. Pero donde los sacerdotes son motivo que le obligue a que sea precisamente ahora. Pero
vírgenes, este ejemplo puede ser tomado más como un sím- cuando ha comenzado a actuar, ya no es libre. Y él realiza
bolo del hecho de que cuando dos vírgenes reciben mutua- hasta que la obra lo supere, a él, que es el que actúa. De
mente su forma del otro (como, por ejemplo, Francisco de modo semejante al hecho de que Dios da la libertad al hom-
Sales y Juana de Chantal) estás configuraciones son absolu- bre. En el crear de Dios hay un atrever-se. También en la
tamente únicas, irrepetibles e insustituibles. aportación del varón: él se atreve y confía, se confía a la
mujer y se cree capaz de ella, se cree capaz y se confía al
tercero que está surgiendo.
El varón entre Dios creador y Cristo
Luego, el pasaje de lo creatural a lo cristiano: varón y
En el primer abrazo conyugal el varón debe proyectar, mujer devienen imagen del Padre y el Hijo, de Cristo y la
conducir, realizar. Dios lo ha producido acabado, hasta el Iglesia. La disponibilidad de la mujer es coloreada por la
punto de que el varón mismo debe actuar por sí mismo. A obediencia del Hijo al Padre. No es menos absoluta la
lo largo de toda su juventud él ha sentido que algo maduraba disponibilidad de someterse a la voluntad del varón (a la
y se acercaba, y que él tenía que «dejarlo ser» pacientemente. voluntad del Padre), sin embargo luego acontece un cam-
Y ahora, cuando llega el momento de «usarlo», él recurre bio, una peripecia: el Padre «muestra al Hijo todo lo que Él
a la mujer como el instrumento sin el cual su trabajo no hace», el varón toma a la mujer, la interioriza en su volun-
podría ser realizado. Pero planear es cosa suya. Varón y tad, como Cristo lo hace con la Iglesia. En Cristo se da
mujer pueden concebir juntos planes para el futuro de muy como un pasaje: primero Él está junto con el Padre, para
diverso tipo, pero la conquista de la mujer sigue siendo después estar junto con su Iglesia. Él está primero (como
cosa del varón solo. En esto, él sólo puede recurrir a Dios joven) totalmente escondido en la voluntad del Padre, para
Creador, para hacer las cosas junto con Él. El varón tiene después (como varón adulto) emerger en su propia aporta-
parte en la fuerza del Creador. Sabe que una parte de esta ción y allí engendrar a la Iglesia y ser junto con ella «una
fuerza reside en él y que aún no la ha puesto a prueba. De sola carne». Pero, precisamente así la Mujer-Iglesia es

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co-introducida en la actividad del Hijo: ella recibe su semen del amor corporal, si este amor corporal forma una unidad
que debe llevar a maduración, su Palabra que ella debe trans- con el amor de Dios. La prueba producida por el varón es
mitir, mientras que el Hijo se retira (en la Ascensión) a una más que contundente comparada con la debilidad de las
especie de pasividad. «Como el Padre me ha enviado, así Yo opiniones y de las dudas y del no saber qué hacer. Es como
os envío a vosotros». También Cristo en su misma donación un rayo de luz que regula en ella desde dentro todo lo más
a la Iglesia y al mundo se ha superado a sí mismo. No sólo interior, que le presta a ella la energía masculina que reúne
se ha entregado sino que (en la Eucaristía) se ha «vendido», en torno a sí todo lo disperso. Entonces, ahora la mujer
a la Iglesia, a las manos de los pecadores, de modo que tam- puede de nuevo ordenar por sí misma y coordinar la varie-
poco retornando al Padre puede ya retirarse del mundo. La dad de sus tareas.
Iglesia se vuelve activa desde el momento en que ella es Lo anterior a este orden era como una imagen del caos;
hecha Iglesia por el acto de Cristo. El ministerio es, enton- el acto creador de Dios separa y así trae orden: lo que es del
ces, de algún modo lo que ha nacido de la Iglesia, lo que agua, va con el agua, lo que pertenece a la tierra va con la
tiene la capacidad de volver a conducir a Cristo, así como tierra; lo que pertenece a la noche va con la noche, lo que
Cristo regresa al Padre. va con el día es del día. Los elementos no son disminuidos
ni aumentados, sino que son ordenados por medio de su
Lo que en el acto sexual es sentido no es la fecundidad. Los separación. Entonces el agua no es ya algo mixto, sino
órganos que se sienten son sólo mediadores. Finalmente los agua pura, clara… Así es con todo lo que es separado por
testículos y los ovarios nunca se tocan, y tampoco el epidí- Dios: todo es puro y sin mezcla. Y Dios ha trasmitido a la
dimo y la matriz. De modo que lo corporal también en esto sexualidad un poder semejante de decisión.
es símbolo de la fecundidad espiritual; lo más importante Puesto que los elementos son separados y, así, clarificados,
en ésta viene de Dios y va a Dios. La mujer se da completa- ellos nos ponen la exigencia de que también nosotros seamos
mente, el varón da su requerimiento, pero la raíz de su ante Dios totalmente transparentes. No debemos obligar a
requerimiento permanece en Dios. Y en lo que él mismo no Dios a iluminar en nuestra falta de claridad, sino permitirle
muestra, porque Dios lo requiere y se lo ha apropiado, reside a su amor que cree claridad en nosotros. Esto es obediencia
aquello a lo que, en última instancia, la mujer se entrega. ante Dios, y en ella no hay ni el más mínimo fatalismo. No
hay que decir: «Dios me debe tomar como soy»; sino: «He de
dejar hacer, para no ser [simplemente el que soy], sino llegar
Fuerza unificadora del acto sexual
a ser [el que Él quiere]». Para la mujer esta obediencia y este
Se da en la mujer un cansancio y una dispersión del espíritu, estado de devenir se concretiza en la energía del marido, en
que puede ser puesto completamente en orden por medio tanto esta obediencia y estado se realiza en el amor.

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En la doble separación de los elementos en la creación salvación. En el Viernes Santo, en el Sábado Santo, en el
estaba ya prefigurada la cruz; pero el Hijo, clavado en la día de Pascua y en todos los siguientes días del mundo, que
cruz, ha hecho surgir de nuevo los cuatro ámbitos en su son los días de nuestra vida cotidiana.
carácter absoluto. Él lleva y carga el pecado del mundo,
nuestro pecado, y este pecado es lo que se inmiscuye tanto Después del acto sexual, que era un perfecto recogimiento,
en los cuatro ámbitos que todo adquiere un carácter de el tiempo sigue adelante; marido y mujer pueden seguir
mezcla, de compromiso indigno, de impureza. Por el sufri- sus caminos, pero bajo el signo del acto. Y lo que podría
miento de la cruz les es devuelta su pureza a los elementos parecer una nueva dispersión, el nacimiento del niño, ha
del mundo, pero de tal modo que las superficies de contacto de perseverar en el signo de la unidad. También la soledad
de los ámbitos ahora han sido determinadas por la cruz del de la mujer durante el embarazo pertenece al recogimiento
Hijo. El Hijo se extiende, por decirlo así, sobre el cuadrado de ser-una-sola-carne. En el nacimiento, una nueva vida
que es el mundo y así atrae hacia sí todo lo que es impuro, se hace autónoma, pero brotando de una vida de unidad. El
y al mismo tiempo irradia todo lo que restablece la pureza, Hijo de Dios es también uno con el Padre y con el Espíritu
de modo que este cuadrado, del que antes de la cruz sólo era en la soledad de la cruz. Y en todo actuar de Dios, en
visible el contorno exterior, por la pasión recobra su claridad Pentecostés por ejemplo, actúan los tres unidos.
interior, que poseía cuando la creación.
Del requerimiento a la entrega
Desde este punto brilla una luz nueva sobre el misterio del
Sábado Santo. El Hijo ha muerto al haber tomado y quitado El varón conoce en el acto el momento en el que es «dema-
toda impureza; Él va con ella al infierno, que en el cuadrado siado tarde», en el que ya no puede detener el semen. Es un
original de la creación no estaba previsto y que el Creador demasiado tarde que se relaciona tanto con la creación
tuvo que establecer, guardando el paso y adaptándose a como con la generación. Cuando Dios se hizo Creador, se
nuestra producción de inmundicia. Con el morir del Hijo entregó a una acción en la que ya no hubo ninguna deten-
de ningún modo se termina todo. Su muerte es entrada en ción hasta que todo fue acabado. Los seis días de la crea-
el inframundo. Esto es también un signo de que Él ha ción son un único proceso. Luego, en el séptimo, vio que
asumido tanto nuestro tiempo que después del día de su todo era muy bueno, y este juicio no se refería sólo a las
muerte vuelve a surgir un día. No sólo el día de Pascua, cosas creadas, sino también a su propia acción. Consideró
sino antes el Sábado Santo. Y también después de Pascua bueno precisamente el modo como Él creó. Así Dios Padre
existen de nuevo días. Y por eso a nosotros nos está permi- ha puesto en el varón, que es su imagen inmediata, tam-
tido seguir al Hijo dondequiera que vaya en los días de la bién un crear a imagen suya: el varón crea engendrando.

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Al hacerlo, entra en un proceso que no puede ya detener. Así, en el varón se da una experiencia del acto sexual
Y su sustancia es entregada así como el hombre fue donado que precede al primer acto sexual. Una experiencia que
por Dios en el mundo, sin por eso ser «arrojado y expuesto». radica en la decisión misma de entregarse. Es cierto que el
La mujer simboliza aquí la esencia del mundo paradisíaco Hijo decide en el Padre entregarse, pero cuando llegue su
receptivo que recibió a Adán. Así, en medio del poder del «hora» de donarse no necesita recurrir a ningún plan ideal
crear divino y del engendrar varonil, se da una especie de para cumplirlo, sino que recurre al ser soltado por el Padre,
impotencia. Dejando plena libertad a Adán, Dios renuncia desasimiento que está en el origen de su ser hombre.
a algo. Él no lo retiene consigo, no hace valer inmedia- En el momento del «demasiado tarde», cuando el semen
tamente su fuerza incondicionada. Así también el varón no puede ya ser retenido, para el varón el acto sexual está
deja salir su semen para que en la mujer se una al óvulo y cumplido, aun cuando físicamente aun no haya terminado.
se desarrolle. Él mirará este devenir de modo paternal e El varón se vuelve «contemplativo»; la contemplación es
impotente. inmanente al acto sexual. De un modo semejante, también
Pero es más que un mirar. En el atrevimiento de la dona- en la encarnación del Hijo hay una unidad de soltar y de
ción el varón entero está comprendido, sacrificado. Como haber-sido soltado. El paso a la contemplación es un acto
el Hijo divino, en el momento cuando el Espíritu se hace de obediencia; sería desobediencia en este punto, por ejem-
portador de la semilla, es puesto en un papel que inexora- plo, una retirada en el último momento, coitus interruptus.
blemente va adelante y a cuya ley se somete. En vista de Esto es negación de la contemplación, la cual no está en el
este ser entregado, Él ha hecho todos los preparativos; pero poder de disposición del varón, sino que entra en el inte-
una vez que ha comenzado, no puede detenerse. Respecto rior de la mujer y de Dios.
de su semen, el varón es imagen del Padre, respecto de sí En el momento en el que el semen fluye, la mujer tam-
mismo es imagen del Hijo. En el primer aspecto es más bién está perdida completamente en el varón. El varón se
creador, en el segundo es más engendrado. El acto del Padre abre y se pierde de tal modo en su ser-donado, que él llega
es el dejar-ir al Hijo, dejar-ir que sin embargo deviene el a ser para la mujer simplemente espacio libre en y para
acto de auto-donación del Hijo, porque ambos son uno en Dios. El varón no da en absoluto «algo», sino todo. No da
la donación. Y el Espíritu, que procede de ellos, es la reali- «limosna», sino todo su haber. Lo que de alguna manera
zación de la donación misma. El Hijo es ante todo aquél a aparece como medible, la sustancia, demuestra ser incon-
quien el Padre ha soltado, ha dejado ir –al torbellino que mensurable, porque incluye todo en sí. Por otro lado, la
conduce a la cruz y al infierno–. Él tiene en el Padre su mujer no puede determinar el lugar del vacío en el varón,
experiencia de haber sido soltado, para recibirla por el Padre porque el vacío se vuelve a llenar. El semen se parece a la
como experiencia propia. gracia; el varón siente su salida, como el Señor siente la

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fuerza que ha salido de Él en el contacto decisivo por parte tengo esa forma de juventud, esos talentos o inteligencia.
de la mujer creyente. Pero la mujer no lo habría tocado, si Todo ha sido traspuesto a otra tonalidad, ha pasado a un
Él no hubiese venido. nuevo conglomerado. Mientras soy libre, puedo tener muy
bien una visión delimitada de mí mismo. Tengo la impre-
En el momento del «demasiado tarde» el varón está «per- sión de saber «lo que va con mi carácter», lo que se acomoda
dido». Ya no puede volver a mirar lo que queda atrás, a la armónicamente a mi modo de ser, etc. Pero si la entrega
preparación. Él ha actuado tanto la «providencia», el papel tiene lugar, entonces la opinión que yo tenga de mí mismo
del providente, hasta que entró en lo imprevisto, en lo in- se pierde. Y lo que yo hubiera declarado antes sobre mí
esperado. Antes él ha sentido algo de la fuerza que se libera mismo, ya no tiene espacio en el que encuadre.
(en la excitación); pero ahora es despojado de más de lo que Cuando en el varón el semen se suelta, él es como uno que
se había dispuesto a dar por sí mismo. Le parecía como si es arrojado al agua desde una gran altura: en el primer ins-
estuviera concentrando su fuerza en un determinado lugar tante no puede nadar. Primero se tiene que reencontrar. Ya
del cuerpo; pero cuando ésta se va de él, nota que en el fondo será salvado, pero por el momento no sabe cómo ocurrirá.
su fuerza estaba por todas partes. Mientras la fuerza aún está Podría tal vez olvidarse de respirar, si la respiración fuese
en su poder pero como tal es ya sensible (ella comienza a un evento regulado conscientemente, si no «se» respirase en
reunirse), puede ser retenida; pero el varón no siente en esta él. Tan perceptible es la pérdida que arroja al hombre fuera
reunión ninguna disminución en el resto del cuerpo. Al del camino y de lo que ha sido hasta ahora. En lo que se
contrario, cuando la fuerza es liberada es perceptible la dis- refiere al autocontrol, es como una muerte. Una sustancia
minución de fuerza, la cual en parte fue generada (no sólo hasta ahora necesaria es sustraída; la distribución de fuerzas
reunida) durante la preparación. Dicho de otro modo, la y de savia vital ha cambiado en su totalidad. Entre tanto, hay
fuerza generada demuestra en el perderse ser más grande algo así como una suspensión, que corresponde a la suspen-
que lo que fue preparado. Si el varón la retiene, entonces sión del Hijo en el ser-semen-del-Padre (ahora ya no enten-
puede hacerse de algún modo una imagen reducida de su dido como crear y engendrar, sino como ser). Después El
fuerza. Así, un hombre que se sabe llamado por Dios y a la varón se vuelve a encontrar, vuelve a sentir la atracción.
vez se niega a seguirle puede hacer una especie de balance Pero antes de este restablecimiento, se da una suspensión; y
de lo que él es capaz de entregarle: su juventud, sus talentos, ésta pertenece a la esencia de la entrega. El varón puede ver
etc. Pero si es tomado por Dios, ya no dispone de ningún algo de esta entrega que lo lleva más allá de todo disponer
balance; todo es completamente distinto, más grande y más en la donación del Hijo a la voluntad del Padre: justamente
simple. Desde el momento en el que ya no hay vuelta atrás, en su primer momento, cuando el Hijo es soltado y dejado
lo que yo tenía para ofrecer ya no se puede mostrar. Ya no ir, ya no puede defenderse y como hombre aún no es nada.

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La mujer, sin embargo, en este momento es llevada por con la tierra en un vínculo semejante como ahora lo hace
el varón al papel de María. María está en medio de un acon- con la mujer. Perdura no sólo como persona singular en la
tecer que la sobrepasa, que la vacía, pero que la vacía como eternidad de Dios, sino que, en virtud de su potencia, tam-
participación en el ser-vaciado del varón, que en ella bién en el futuro de la tierra.
deviene el Hijo. Ahora el sí de María oscila en la misma sus- Cuando en el acto sexual el varón se concentra, se recoge
pensión abierta: así como el Hijo está «en camino», ya no en sí, viene luego el momento en el que su máxima con-
está en el cielo y aún no es hombre, sino sacrificado en la centración coincide con su dispersión. El punto hacia el
voluntad del Padre hacia algo aún no definible. cual se concentra es el mismo a partir del cual se deshace.
La entera Antigua Alianza fue la preparación para este Él se parte [de alegría]: una línea va hacia abajo, él pierde
«soltar», la cual como profecía entra en el acto del cumpli- su sustancia. La otra línea va hacia arriba: la densidad de su
miento. Y este acto es goce. La Encarnación y su símbolo, ser se fluidifica. Se concentra en su punto central para
el acto sexual, es inmensa alegría y gratitud en Dios. El «gozar» con todo su ser; y en el momento en el que esto
cuerpo revela en este momento todas sus posibilidades aparentemente se logra, él es hecho estallar: los dos tiem-
espirituales. Es función del espíritu, sin reservas. El gozo pos que él une en sí, el terreno y el eterno, se separan y cada
supera con mucho la esfera de lo corporal y orgánico. Dios uno se vuelve claro para sí. Y cuando el varón luego se
ha regalado Eva a Adán, para que él vea en el cuerpo de ella reencuentra, debería, si vive en Dios, ser más grande de lo
una concreción de Su Espíritu divino. Para que, gracias a que era. Más maduro en su deber, más comprometido.
esta nueva copia terrena, el trato con Dios reciba nuevos Vuelve a recibir, renovadas, tanto su tarea eterna como su
principios para desarrollar. En la preparación, el placer es tarea terrena.
aún limitado, localizable en los órganos, y en esto es pro- Hay aquí una analogía con el sacerdote y el penitente:
mesa de una alegría absoluta y ya no localizable, que final- el sacerdote intenta concentrar de modo nuevo al peni-
mente ya no puede ser experimentada mirándome «a mí tente en un punto central, recoger su vida temporal y su
mismo», sino que ahora el goce me tiene a mí. vida eterna, para desde ahí realizar una nueva entrega total
en la que tanto la tarea celestial como la terrena emerjan de
La potencia del varón es un poder que atrae a la mujer y, al modo nuevo.
mismo tiempo, entra junto con ella en un futuro abierto. Si el abrazo conyugal sirve al varón sólo para procurarse
Precisamente este poder le da al varón el sentimiento de un placer y estimular su fantasía, entonces se queda en lo
estar-sacrificado y, al mismo tiempo, de un estar vinculado animal. En verdad, el acto sexual es un don de Dios; pero
con el tiempo que viene, cuando ya no será este hombre esto se hace evidente sólo cuando se lo comprende como
terreno. Pero mediante aquello que deja, su progenie, entra tarea, cuando no se evita la tarea que reside en el acto

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mismo. El acto no es una tarea que Dios encargue in- ACERCA DE LA MUJER
mediatamente, sino un encargo participado por Él en el
medium de la esencia humana.
La mujer como respuesta en la gracia y en la naturaleza
La necesidades naturales, como la de saciar el hambre o
vaciar la vejiga, quedan terminadas con su realización. Lo
que fisiológicamente ocurre después no es espiritualmente
interesante. El acto sexual realizado, por el contrario, debe
D ios creó primero a Adán, luego creó a Eva a partir de la
costilla de Adán. Por consiguiente, el devenir de la mu-
jer dependió del ser del varón, desde el principio ella recibió
hacer recordar encarecidamente la tarea permanente. Y el parte en la esencia de él. Pero no sólo recibió parte porque
hecho de que en el acto sexual siempre se dan las cosas ella ha llegado a ser a partir de él, sino también porque ella
diversamente de como estaban planeadas, recuerda parti- misma permanecía en una relación hacia él que representaba
cularmente «al más allá» propio de la providencia y del des- siempre de nuevo con claridad esta participación. En modo
tino. Se hace en lo pequeño la experiencia de lo que debería semejante a como María por medio de su pre-redención por
ser experimentado siempre de nuevo en lo grande: no sólo obra del Hijo, es decir, por medio de su concepción in-
«que ocurren las cosas de otro modo», sino que éstas nos maculada, muestra permanentemente que participa en la
tocan en nuestra sustancia real. De ahí que deba haber pre- vida de su Hijo; esta participación suya revela el amor del
paración, disposición, puesto que sin éstas no llega a haber Hijo a ella, porque toda la relación del Hijo con ella se fun-
acto sexual; existe el acto espiritual del querer entregarse, damenta en este amor y la Madre persevera en la respuesta a
el cual ciertamente no coincide con el acto de ser tomado, este amor. Así, cada mujer tiene parte en su marido, cada
pero es requerido para que el acto mismo sea logrado. esposa en su esposo; ella llega a ser a partir del amor del
Disposición significa que ya en la preparación se dé una marido y permanece en su estado respondiendo al amor de
cierta medida de prudente discernimiento. Coitus reservatus su marido. Ella no debe ser la que pregunta sino la que res-
[Karezza] es en realidad onanismo. Yo no conozco la ponde. Ella responde al amor, al requerimiento, a todo el
hora de mi muerte, por eso tampoco puedo acometer la ser del hombre. Puesto que ella depende del marido, ha de
conformación de mi vida en vista de una muerte conocida escuchar atentamente a su palabra y a su pregunta, así como
y calculada. la Iglesia Esposa continuamente ha de prestar atención a la
palabra y a la pregunta de Cristo Esposo. Un descuido en esta
atención, una voluntad de soltarse e ir por un camino propio
significa alejamiento en el amor, camino hacia el pecado.
Puede ser que la exigencia del esposo a la esposa no
corresponda a la razón o a lo habitual, o simplemente a la

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expectativa de ella. Pero si reina el amor auténtico, la res- sublime en el amor dominante. Pues le permite al amor
puesta de ella ya está siendo dada antes de que ella haya dominante ser lo que quiere ser: amor. El que conduce en
comprendido, su sí al marido ya es perceptible antes de que el amor no quiere de ningún modo remarcar su posición,
él formule cualquier requerimiento. Su prontitud a corres- sino manifestar el amor del modo como él puede ejercerlo.
ponder supera todo titubeo. La confianza y la fe pertene- Nosotros hablamos siempre claramente de distancia entre
cen por principio de tal modo al amor, que la razón, la Dios y el hombre. Pero tememos hablar de distancia entre el
reflexión, el conmensurar están completamente bajo su Padre y el Hijo en Dios –¡ellos son coeternos!– porque el amor
dominio. El hecho originario es: él pregunta, ella responde. supera continuamente el ser-otro. El orden de procesión
Y así está bien. Qué tan bien está en cada detalle particular, en Dios, que podría sugerir un escalonamiento, es asimilado
en qué consiste el requerimiento concreto y cómo hay que por el amor, de modo que toda distancia es superada. Y si
responderle, puede verse después. Anterior a toda conside- los hombres no hubieran pecado, nunca se les habría ocu-
ración y delimitación es el sí, la donación, la entrega, el no rrido hablar de una «distancia» en su encuentro con Dios.
calcular. Si la esposa antepone reflexiones a la respuesta, Sólo el ser-otro habría sido siempre visible. Pero el hombre
ha desplazado el amor a un segundo lugar. Su respuesta no habría sido sencillamente tal como Dios lo había querido.
es ya la del amor, sino la de su razón examinadora. Pero el Así, también la relación del varón con la mujer, como
esposo depende de las respuestas de amor para que su pro- relación del que conduce con el que es conducido, es una
pio amor pueda cumplirse plenamente. Si él ama, quiere relación perfectamente en orden cuando los dos están en
hacer real un amor dirigente que no se vale de reprimendas. la gracia y en el amor; no necesita de ningún análisis, por-
Él conoce su vigor, pero no quisiera manifestarlo como que su ser-otro, su comportarse diversamente, tiene senti-
reprensión, reclamos o insistencia. Ya que Cristo presta al do sólo como expresión de su amor y entrega mutuos.
Padre una obediencia incondicional e intercede represen- Si el varón vive en Dios, entonces está donado a Dios y
tando vicariamente al Padre en favor de la humanidad des- aprende en la oración la obediencia del amor y el promover
obediente, para que el Padre vea en Él a la Iglesia y a la ínsito en esta obediencia. Si luego él exige de su mujer dona-
humanidad, por eso no puede entrar en la relación entre ción y obediencia, no lo hace para reafirmar y dar énfasis a sus
Cristo y la Iglesia ninguna ruptura. El Hijo no quiere que órdenes, sino para promover la donación de la mujer, porque
el Padre vea la fatiga que le cuesta poner el mundo en orden. él mismo ha experimentado en la oración que la donación
Él quisiera que el Padre tenga el don de ver en su obedien- promueve y anima. Él no necesita describir su oración a la
cia el reflejo de la obediencia del mundo. Donde el estar mujer, sino que en su entera actitud dejará aparecer con evi-
sujeto acontece en la alegría, sin pérdida de tiempo ni de dencia la sustancia de su oración, de modo que la mujer pue-
preguntas ociosas, el amor sumiso participa del modo más da atenerse a él, para por él experimentar el volverse a Dios.

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Formación en el amor Dios. Ella tiene la certeza de que esta alegre expectativa
no puede terminar en desilusión: es imposible que no sea
El esposo suscita el amor total de la esposa ya la primera vez superada. (Por el contrario, hay niños que esperan las fiestas
que le quita sus velos, en el primer desnudo de ella, y la pri- con alegría y siempre quedan desilusionados: saben que la
mera vez que él mismo se desnuda. Él la «educe» de la poten- alegría es más grande que el cumplimiento).
cia al acto. Ahora ella no ama ya una idea que se ha hecho
de él, sino a él mismo tal como es, espiritual y físicamente.
Curiosidad y vergüenza
Y este primer haber-sido-despertados-y-actualizados es de
ahora en adelante una propiedad que ya no la abandonará. Curiosidad y vergüenza van juntas. Donde hay vergüenza,
Cuando en el futuro el marido requiera de ella el acto, lo puede anidar la curiosidad. Así es después del pecado origi-
hará dentro del amor suscitado y despertado en ella. Y no nal. La vergüenza no debe ser superada por la desvergüenza,
importa lo que él exija (en el amor, por supuesto), encontra- sino por el amor, evidentemente sólo dentro de la relación
rá la respuesta del amor en la mujer. Pero este amor es en su conyugal. Cuando la condición pudorosa de la mujer no
actualidad un amor generado por el amor del varón. La res- quiere dejarse vencer por el amor justamente responsable
puesta del amor de la mujer, por tanto, es siempre una criatura del marido, entonces a ella le falta amor; en algún punto es
del requerimiento del marido, de su primer requerimiento en orgullosa. Rechaza el amor y, especialmente, el ser llevada
un sentido incondicionado, y del siguiente requerimiento, por su marido; le falta humildad. (En la Iglesia protestante
si es que la segunda respuesta surge de la primera. Y así se se da esa actitud respondona ante el Señor. Ella protesta en
entiende cómo la Iglesia ha sido creada originariamente lugar de dejarse llevar con sencillez).
por Cristo –a partir de su propio amor–, para luego dar El tiempo del compromiso esponsal es la ocasión para la
siempre su respuesta de amor –propia y actual– a Su amor. mujer de poner a prueba al hombre que ella escoge. Hoy
muy pocas mujeres ponen a prueba al hombre antes de ca-
También la mujer puede invitar con un deseo profundo, sarse. Ella ha de asegurarse de que él es capaz de un amor
que es plenamente ordenado cuando viene de Dios. Ella se auténtico, de una fe auténtica, por tanto de que ella podrá
parece a un convertido que anhela ser introducido en la conocer en la voluntad de él la voluntad de Dios. Pero ella
doctrina eclesial, que quisiera en cada momento penetrar no puede venir después con la pretensión de querer amarlo
más a fondo. Así ella conoce una expectativa sin rostro. según una receta propia.
Simplemente espera con alegría la fiesta. Se alegra por Dios, El mismo demonio que sedujo a Eva también seduce a
por el hombre que ama. Por lo indeterminado. Y en el amado muchas mujeres hacia el matrimonio: la curiosidad. En el
existe lo indeterminado de la misma manera que existe en pueblo sencillo la mujer se casa con frecuencia con un

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hombre cualquiera al que no conoce particularmente, sólo En la verdadera desnudez no puede haber ninguna mentira.
porque es varón y ella quisiera ver alguna vez de qué es La mentira cubre o descubre sólo lo que ella considera
capaz y qué hace de ella. Las amigas le han contado tantas bueno. Si la esposa es desnudada por el esposo, ella no debe
cosas y a toda costa una quisiera poder hablar también. afectar modestia, descubrir esta parte mejor que aquella,
Y porque predomina la curiosidad y, después del acto, la sino que ha de ser y estar ahí toda entera para él, así como la
concupiscencia, con facilidad una se dirige a otro hombre; Iglesia no quiere ocultar nada al Señor. Desnudez y con-
ciertos días determinados el marido está de viaje, y para esos fesión están emparentados; la desnudez corporal recibe su
tiempos tiene un amigo: ¡Él tiene una manera tán arre- ley más profunda de la confesión.
batadora de tomarla! El matrimonio, exteriormente, sigue
estando a salvo, pero entre las amigas hay que hablar de
modo innecesario de las nuevas experiencias. Si se buscara Angustias y temores de la mujer
el último fundamento de por qué se casan las mujeres, uno Cuanto más intacta llega la mujer al matrimonio, tanto más
podría sorprenderse de que sólo el sesenta por ciento de los profundamente se sobrecoge en su primer acto sexual. De
matrimonios vayan mal. improviso ella pasa a ser el objeto. El varón la ha cortejado
hasta poseerla. Y en el momento en que la posee se olvida
La vergüenza pudorosa es la custodia del misterio hacia de ella. Si él es desinteresado y ella solícita, en el siguien-
fuera, respecto de lo ajeno y de aquello de lo que no se puede te momento él la recupera: ella se deja recuperar y com-
disponer. En esto ella está plenamente justificada y debe ser prende el olvido del varón en el amor de él y en el de ella
custodiada. En cambio, sería insensato querer conservarla misma. En el acto sexual, si todo va bien, el marido va con
hacia dentro, como algo que a ningún precio puede dejarse ella activamente hasta el clímax de la mujer, luego en cier-
de lado. El sentimiento que muchos tienen de que todo lo to modo se ahoga en su placer. En el primer acto sexual, el
que supere la vergüenza es desvergüenza, es falso. Viene del clímax del hombre la mayor parte de las veces acontece más
hecho de que el amor es abusado tan comúnmente que casi tarde que en la mujer (si bien con frecuencia se dice lo con-
se cuenta con ello como con una regla. Pero la cuestión es trario). Si están acostumbrados uno al otro, el clímax de la
siempre a quién puede ser entregado un misterio y bajo qué mujer puede venir más tarde. Entonces, en el momento en
circunstancias hay que hacerlo. El Señor se retira con sus el que el marido se pierde, la mujer se queda atrás como un
discípulos y les expone lo que Él no ha explicado al pueblo. envoltorio y no comprende. Y si el varón la ama de un
Si se hace de la vergüenza un bien máximo, se llega automá- modo egoísta, cuando la vuelve a buscar, de alguna manera,
ticamente (como frecuentemente pasa entre los clérigos) a es demasiado tarde. Se da una tristitia del varón después de
explicar todo el ámbito de la sexualidad como pecaminoso. la eyaculación del semen; si él se deja llevar por esta tristeza,

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la mujer queda aislada, abandonada, sospecha un repudio alcohol y está más desinhibido que de costumbre. Se siente
del varón y no comprende su agotamiento. Ella no está como un conquistador. Las fiestas de las bodas producen
agotada; inicialmente ella se da, la mayor parte de las veces, malas premisas para la primera unión. Se está demasiado can-
no movida en primer lugar por lo erótico; sólo en el curso sado, tal vez incluso de mal humor. La celebración sacra-
del habituarse comienza ella a entregarse eróticamente, y mental ha terminado hace buen rato, la fiesta ha durado
entonces también se agota. quizás todo el día, y por la noche esl marido se desata. Y así
La mujer experimenta una doble angustia. Ante la «bru- lo más hermoso se profana. Por otra parte, los maridos son
talidad» del acto sexual como tal, que ella nunca lo espera con frecuencia de la opinión de que en cualquier caso ten-
así, aun cuando teóricamente haya sabido lo suficiente drían que hacer uso de la primera noche para el encuentro
sobre él. Y la angustia por el alejamiento después del acto. sexual, pues de otro modo la mujer los despreciaría. Pero
El hombre agotado está físicamente como sin relación con ellas no piensan así. Tal vez sería suficiente que el marido
ella. La mujer, en el primer acto sexual, ha experimentado se acercara. ¡Tantas cosas dependen de la primera noche!
en sí el desgarramiento, pero no llega a conocer el poder del
amor. Apenas una de diez mujeres llega la primera vez a Temores y angustias de la mujer. Durante el noviazgo, el
una auténtica satisfacción. El motivo no es frigidez, sino miedo de no ser tal como una mujer debe ser. Si ella está
miedo. Y esto no exclusivamente por razones fisiológicas, intacta y no se ha tocado a sí misma, con frecuencia se da
sino también por razones humanas. Ella no ha experimen- una cierta angustia de tener alguna anormalidad sexual. Es
tado suficiente entrega, suficiente donación. Ella sabe lo comparable al miedo de un muchacho de no llegar a ser
que ha ocurrido fisiológicamente, pero no sabe mucho más. sexualmente maduro y potente. En la mujer esto se refleja
Para el varón es claro lo que pasa con él, y se sitúa en ello; como temor a no corresponder plenamente a nivel corpo-
pero no se sitúa respecto del hecho de que la mujer no lo ral. Luego, después del acto sexual en el que ella ha sido
sabe de la misma manera. desgarrada, miedo de tener alguna enfermedad, de si la rup-
De ahí que sea absolutamente necesario instruir al varón. tura no habrá sido demasiado profunda, de si el marido no
Él ha de llevar adelante el acto sexual en la fe y el amor la habrá herido internamente. Y puesto que se habla poco
desinteresado, y de tal modo que la mujer pueda acompañar del dolor de la desfloración, las mujeres en general saben
y no se sienta sencillamente como un objeto usado. Tam- poco de ello y piensan que en ellas se da algo anormal. En la
bién la mujer, al menos en las últimas semanas antes del primera eyaculación de semen del marido ella puede ate-
matrimonio, debe ser preparada sin mojigatería. morizarse profundamente. Se había hecho la idea de que se
En las bodas actuales el varón con mucha frecuencia está trataba de algo insignificante, y ahora se siente como abu-
ligeramente bebido –ha sido obligado a beber–, huele a sada; como si fuera un recipiente, en sentido humillante.

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Y cuando el acto ha terminado y los dos reposan, el varón capaz de todo, sin ponerse suficientemente en la posición
está aún alejado hasta que se recupere y la mujer se siente de su mujer.
físicamente lastimada, entonces puede venirle el pensa- El miedo «anatómico» de la mujer se repite en el parto. La
miento de que su matrimonio se haya roto precisamente en mayoría de las mujeres, cuando el niño ya está allí, no pre-
ese momento. Puede sobrevenirle la idea del divorcio. guntan cuál es su sexo, sino si es normal, si tiene todos los
Todo parece sin esperanzas, sin armonía. Tal vez ella sangre miembros. Y cuanto más amorosas y simples son las muje-
un poco, crea necesitar alguna ayuda, no pueda controlarse res, tanto más preguntan por estas cosas. Porque tienen
a sí misma. Ahora mismo no puede esperarse ninguna ayuda miedo de que no hayan llevado el embarazo como debe ser.
del marido. Se siente rechazada. «Él ha querido ponerme en Al tener el sentimiento de haber sido abandonada después
esta situación de humillación y abandono por algún motivo del primer acto sexual, no es raro que la mujer reaccione
incomprensible». Si los dos son inexpertos es muy difícil deseando no haber quedado embarazada. La sensación de
cambiar algo, porque los dos están sobrecogidos. soledad puede ser tan grande que preferiría retraerse al
Puede ser providencial si al inicio el acto sexual no se tiempo en el que aún era virgen. El apego a un niño no es
logra del todo. Así habría lugar para una introducción de deseado ni oportuno. Cuando después de algunos días se
ambos, para que el marido se ocupe ante todo de la unidad vuelve al orden, surge una nueva pregunta: «¿Soy capaz de
espiritual-corporal con su mujer. Más tarde las dificulta- concebir?». Este miedo es fisiológicamente aumentado
des iniciales son superadas: por ejemplo, que el miembro ante la regla. Antes de la primera regla en el matrimonio su
viril no esté suficientemente rígido para penetrar, o lan- deseo de un niño es grande. Ella tiene esperanza. También
guidezca de nuevo demasiado pronto. O que se presente un contempla a su marido con otros ojos. Piensa que él la pone
calambre, que la erección sea dolorosa, excesiva, y la eya- seriamente ante la pregunta: «¿Acogerás lo que yo te di?».
culación no tenga lugar. Se da el vaginismo de la mujer, un A todo esto, el hombre normalmente piensa mucho más en
reflejo de resistencia al primer contacto, con frecuencia la mujer que en el niño. Ciertamente, si la mujer dijera
condicionado psíquicamente. O siente pánico, por ejemplo, «espero que tengamos un hijo», él estaría de acuerdo, pero
ante la vista del tamaño del miembro viril, o cierra sus secundariamente. En cambio, la mujer se imagina que el
muslos, etc. Estos últimos casos son raros. deseo del marido por el niño es tan fuerte como en ella, así
Si en los comienzos sólo se consiguen aproximaciones que tiene miedo ante la regla. Siente con antelación una
incompletas, esto significa una especie de tiempo de pro- ligera inflamación de la matriz que hasta entonces habi-
tección para la mujer. Estos acercamientos son con frecuen- tualmente no notaba. Ahora, cuando espera un embarazo,
cia omitidos por parte del marido; sobre todo, no raramente ella exagera esta sensación. De modo que no es raro que
él ha tenido trato sexual antes del matrimonio y se cree durante el viaje de bodas se dé una interrupción de la regla:

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el deseo de la mujer de tener un hijo es tan grande que conexiones ya no son reconocibles. En el sí es entregada la
adquiere poder sobre su período. O el período se retarda, en totalidad, que en adelante vive en el amado y recibe así un
ciertos casos cesa por completo en mujeres que de lo con- nuevo sentido determinado por el sí, una ruta, una secuela,
trario tienen un ciclo normal de 28 días. En las que no un desarrollo. El orden ha comenzado con la pregunta:
desean un hijo no tiene lugar la amenorrea [falta de mens- «¿Quieres?».
truación]. Por el contrario, en relaciones extra matri- Y cuando la virgen dice sí y se alegra, lo hace respecto de
moniales se da a menudo una amenorrea o dismenorrea algo desconocido para ella, que en el amado es lo conocido.
[alguna disfunción, menstruación dolorosa] de la angustia. Él actuará, determinará, tomará. Hay un gran misterio en
La muchacha o la mujer tienen un miedo terrible de que el hecho de que el hombre determine el tiempo. En el fondo
después del abrazo sexual vendrá un niño, y la naturaleza es falso que los dos juntos fijen simplemente una fecha: en
fortalece este miedo. Pero si ella está regularmente casada y tal fecha celebramos la boda. El hombre debería llevar el sí
no desea un niño, entonces el miedo es mucho menos activo. de la mujer consigo, hasta que haya madurado, y entonces
tomarla como esposa. Si durante meses todo es arreglado
anticipadamente, se le priva de su derecho de libre deter-
Abierta desde el interior
minación. Y el sí de la esposa se debilita. Recibe un perfil
La angustia de la esposa en vista del acto sexual, en medio finito que no debería tener.
de la alegría del poder-dar-se. A la alegría pertenece el hecho En medio de la alegría hay angustia. Angustia de si corres-
de que ella es simplemente tomada después de dar el con- ponderá al amado, de no ser tal vez la adecuada. Angustia,
sentimiento, y ha renunciado a determinar el cuándo y el también, de pensar en sí misma en lugar de pensar en él.
cómo. Y aun cuando se sepan muchas cosas, no se hace una Y cuando el esposo le dará su misterio que ha de seguir
idea de ello. Si el consentimiento es dado, el sí de la mujer viviendo en ella: angustia de no poder custodiarlo como él
vive en el hombre, ya no tiene nada que ver con ella, por lo espera. Y su misterio tendría que ser llevado tal como es
decirlo así. Pertenece a él, y él le dará forma. Por obra de él dado, no transformado por ninguna debilidad propia.
ese sí será un sí vivo, será acto, será fecundo, tendrá futuro,
se multiplicará: todo porque ha sido dado. Un sí parece algo La esposa no se hace imágenes del acto sexual. Aún no
de poca apariencia, pero abraza poderosamente toda la exis- conoce al esposo. Si lleva bien las cosas, ella intentará, más
tencia; todo lo que era y no era es recogido por el sí como espiritual que corporalmente, ser la que él desea. Si antes
en un hato. Todo lo hasta ahora vivido es como una cadena de la noche de bodas estuviera en pecado en su alma y tam-
de cosas sueltas, casi desordenadas; ahora ya no pueden bién manchada en el cuerpo y tuviera tiempo sólo para una
ser consideradas una a una; la sucesión está borrosa, las cosa, debería preferir confesarse que darse un baño.

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En el acto sexual, el placer no se refleja a sí mismo. Cierta- sale del Señor y pone la salud en el interior del enfermo.
mente, hay un demorarse de la mujer en el momento en Y no hay que perder de vista lo que pasa con la mujer, en
que es totalmente abierta y es puro recipiente para el semen cuyo interior vive ahora la fuerza del Señor. La mujer ya
de su marido. Pero ella lo recibe como la expresión de todo antes ha creído, de otro modo no habría tocado al Señor; a su
lo que él es. Y puesto que es Dios quien quiere tener en este manera se había ya entregado. Pero es curada por el influjo
estado al marido, los dos reciben juntos lo que es regalado de una fuerza ajena, la del Señor, que ha «salido de Él». No se
por Dios. Sólo que el varón tiene una precedencia. En él puede decir que ahora el Señor es débil –también en el
el semen, como también la decisión, ha llegado a su punto hombre se regenera la fuerza, si bien necesita tiempo–, pero
de madurez. algo de su vigor ya no está Él, sino en la mujer, en la Iglesia.
Hay una pequeña angustia física en el momento de la Precisamente porque en la esposa se da una angustia, el
explosión [interior extática]. Esta angustia es superada por varón debe ser muy considerado y delicado. No ha de caer
la conciencia de que el varón ha penetrado, se ha abierto sobre ella, sino acostumbrarla lentamente al ser desnudada
camino hasta el centro más íntimo. Y en el interior él por él y al estar desnuda frente a él. Como también el que
deposita su don. Sólo desde el punto central más íntimo da los Ejercicios no puede asaltar a los ejercitantes, sino que
puede ser abierta toda la protección de la mujer. Cuando se debe tratar con cuidado, respetar, educar, introducir, acos-
abre un molusco, se tiene que penetrar con el instrumento tumbrar. Sólo debe ir adelante si el dirigido acompaña.
hasta el interior. El camino y su dolor es olvidado, ya sólo
queda el interior. Desde ahí todo se abre. También el semen También María ha sido abierta desde el centro; ella no
viene del interior profundo del hombre. ha notado un camino. Dios ha tomado y recibido su sí, en
(Como en los Ejercicios de San Ignacio: el pequeño libro Él está logrado y cumplido. En esto es la esposa perfecta:
es la expectativa; la realización efectiva parece muy dis- ella no examina su sí, ella no «puede», «es podida». «El entrar
tinta, y en algún lugar en el medio del evento viene el del hombre» en su interior es como el regreso a casa desde
cumplimiento, que es mucho más enérgico que todo lo que una búsqueda inquieta de sí misma.
podría esperarse, inesperadamente da en el centro, después Es también la experiencia de toda fe recta. El creyente
de que el camino ha sido recorrido dolorosamente, y la vive desde su interior, que es ocupado por la palabra de
palabra de Cristo se deposita en lo más íntimo, de Su cen- Dios. No vivo yo, Él vive en mí. Él debe crecer, yo debo
tro a nuestro centro). disminuir. Y en adelante, Dios debe permanecer en este
El abrirse paso conserva aún algo de superficial. Luego, centro interior. Al creyente no le está permitido ocupar de
de repente, todo es central. Y la fuerza sale del varón. nuevo ese lugar. Ya no puede ser propiamente activo, sino
Como la fuerza de todos los milagros, en los que una fuerza que debe perseverar en la posición del que responde y dejar

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que el punto más íntimo se despliegue en una superficie, El dolor de la apertura de la mujer debe recordar que algo
hasta que todo el espacio sea llenado por esa realidad [es de la cruz de Cristo está inscrito en toda alegría cristiana.
decir, que Dios es su centro]. El creyente se pone –ecce Para la mujer cristiana este dolor tiene algo completamente
ancilla– a disposición del crecimiento de la fe. particular: le da la sensación de que todo ocurre cristiana-
mente, de que ella es tomada cristianamente en serio, por-
que hay una pertenencia muy íntima del dolor a la alegría
Apertura como símbolo de los caminos de Dios
cristiana. Ella no querrá renegar del mismo; ese dolor la
En el primer acto sexual, el que abre a la mujer virgen, el introduce más profundamente en la alegría cristiana. El
varón parece elegirse con una cierta libertad un acceso, y varón tiene una cierta participación en ello. Le duele tener
apuntar precisamente hacia donde la puerta está cerrada: que causar dolor. Si él no es brutal, se da cuenta de que hace
él rasga, se abre un acceso por sí mismo, para llevar a cum- daño, aun cuando no pueda calcular cuánto duele.
plimiento. Es como una superación física de un egoísmo
físico, el cual, sin embargo, no significa necesariamente El varón se abre un camino que, como camino de la vida,
una resistencia espiritual, ni que se haya erigido un obstá- contiene a la vez dolor y alegría. No puede realmente tener
culo. De todas maneras, en la espera reside lo inesperado, en parte en esta especie de mezcla; porque si la tuviera, él no
la disponibilidad –por abierta que sea– la pequeña sobre- haría lo que debe hacer: abrir el camino. Si la mujer, que
exigencia. En la alegría, un dolor. Pero: «Era maravilloso percibe la mezcla de placer y dolor, dispusiera de sí misma,
que doliera un poco». Este leve acto de forzar es expresión podría exclamar: ¡Alto, ahora me haces daño, no sigas!; o:
de que ella ha sido llevada en el amor más allá de sí misma. ¡Ahora me haces bien, sigue así! Pero es el varón el que dis-
Dios actúa siempre de nuevo de esta manera. Él debe rom- pone, el que establece el camino en una especie de indivisi-
per, dolorosamente, para que el hombre se abra completa- bilidad. Con frecuencia, la primera vez el asunto resulta un
mente. Y hay algo que da una profunda felicidad en el hecho poco mal para el varón. Pero él tiene que permanecer simple-
de que Dios haya prevalecido y que uno mismo haya sido mente realista, debe llevar hasta el final lo que se ha pro-
quebrantado. Precisamente en el momento del «rasgar», el puesto. Y la mujer se debe atener a esta voluntad realista del
tú tiene toda la preponderancia. El tú elige soberanamente. varón y permanecer en la entrega donada, tanto si es agrada-
También el semen ha recorrido un camino único, que ble como si no lo es, tanto si al varón le sale bien o menos bien.
ha llegado a ser camino únicamente por obra de la apertura. El varón dirige. Él no sabe qué tanta alegría y sufri-
No hay ningún acceso «general» hacia allá. También Dios miento experimentará más tarde junto con su mujer. Esto
recorre siempre un camino particular, que llega a ser tal es por ahora completamente indiferente; él tiene que
gracias a que Dios lo recorre. abrir el camino.

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Hay una humillación del varón en el primer abrazo sexual. La primera noche, cristianamente
Él abre los nuevos caminos y, al mismo tiempo, debe estar
totalmente marcado por su insuficiencia para hacerlo. Él Hay para la mujer una manera de pasar la primera noche
está precisamente allí donde el cristiano debe decir: Por mí sin shock y sin quebranto espiritual: la plena y obediente
mismo no soy capaz, pero en Dios llegaré a ser útil para la donación al marido y la confianza en él, pues «él sabe lo que
obra. Y Dios responde: Esta obra tú has de hacerla de una hace». Si el amor de los esposos es también eclesial y en el
vez. El varón se siente un poco abandonado, pero precisa- marido aparece algo del ministerio, la mujer sabe, aunque
mente este sentimiento es igual de fecundo que la angustia, no entienda del todo, que lo personal está co-incluido en la
más fuerte o más débil, de la mujer virgen ante el primer entrega, pero que se cumple de modo eclesial en el otro.
abrazo conyugal. Ella, tal vez, no sepa del todo lo que el hombre hace; el
También algunos maridos, que antes del matrimonio marido sabe mucho mejor en qué consiste su acción. Él sabe
han tenido con frecuencia trato sexual sin tener ninguna también que no abusa de la mujer aun cuando le cause dolor
dificultad, a menudo son humillados en la noche de bodas. y penetre en ella con fuerza física. Debe hacerlo con mira-
Dios pone una marca. Ellos deben saber que la potencia miento, aun cuando allí tenga que aparecer duro e incon-
conyugal es algo distinto del disponer de sí mismo en siderado. Como cristiano apela a la fe de la mujer; ella debe
pecado. Puede haber también algo de expiación en esta poder depositar tanto en él y en su protección, hasta que
humillación. ella deja acontecer lo que él dispone. Quizás en la mujer
Para la esposa puede ser doloroso el que no todo vaya cristiana casada estará siempre presente un momento de
como sería deseable. Ella se ve introducida en la confusión fe, también más tarde (en el sentido de que la fe supera el
de su marido, que debe poseerla y no puede hacerlo con entendimiento). Pero este no-entender-totalmente hace
superioridad. «No se entra en la Iglesia con banderas des- más completa su entrega. Si se siente humillada por ello,
plegadas». A veces los no católicos han pensado que el varón debe entregarse tanto más en humildad. En ese momento
tiene el deber ante la mujer de llegar al matrimonio con ella no quiere imponerse ni mostrar su superioridad, sino
conocimientos previos, para no humillarla demasiado. Ha que quisiera ser aún más abierta, precisamente porque no
habido «iniciadoras» (que no gozaban necesariamente de llega a serlo del todo.
una mala reputación) para que los jóvenes no necesitaran La prostituta, que se entrega por egoísmo, entiende las
recurrir a prostitutas; los padres daban a los hijos la grata cosas. Para ella está tan en primer plano el llevar el paso del
dirección. Pero, con tales cosas, se pasa por alto un misterio varón, el estar en todo, el quedar satisfecha, que daña su
profundamente cristiano. donación. Ella está entregada a sus fines en lugar de serlo a
los fines del varón.

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En la tensión entre el no-comprender de la mujer y el que ir despertando, por así decirlo, todo el cuerpo de la
comprender del marido hay algo cristiano, una apertura a mujer, miembro a miembro, para que ella llegue realmente
Dios. «El varón es cabeza de la mujer» (1 Cor 11, 3), mientras a responder. No es una respuesta ya hecha y acabada, tiene
que el varón con su disponer sirve a Dios, tiene a Dios como que llegar a ser respuesta perfecta. ¿Cómo podrían los ojos
cabeza por encima de sí. La sensibilidad de la mujer para de un creyente ver lo que es santo, si nunca les fuera mos-
confiarse a la acción del marido, de abandonarse a él, está trado nada santo? Los sentidos cristianos deben ser educa-
muy cerca de la experiencia de la fe cristiana, cuando esta dos paso a paso por parte de su objeto propio para el
fe es auténtica, es decir, cuando significa auto-donación. ejercicio de sus funciones. Como uno, que hasta ahora
sólo ha percibido ruidos, necesita que se le ejecute varias
piezas hasta que pueda descubrir qué es música, y tanto
Cristo despierta el Cuerpo de la Iglesia
más, qué es buena música.
Puesto que Cristo es Dios, quizás nos habría podido salvar Así el Señor debe despertar primero a la Iglesia para que
de otra manera: por ejemplo, habría podido darnos después perciba Su realidad y sienta con Él, y a partir de la Iglesia
de su muerte, en virtud de su gracia y de nuestra penitencia, despertar también a los creyentes particulares, sean casa-
cuerpos transfigurados. Pero Él quiso dejar que su gracia dos, sacerdotes o consagrados. Pero estos creyentes pueden
actuara eficazmente en nuestra corporeidad ya en esta vida siempre tomar y nutrirse de la experiencia de la Iglesia con
mortal, quiso comenzar con su cuerpo allí donde nosotros el Señor, sin tener que hacer un rodeo pasando por la expe-
comenzamos con nuestros cuerpos. Por eso quiso atenerse riencia sexual entre varón y mujer.
a las leyes de nuestra corporeidad también por lo que se
refiere a la transmisión de su nueva santidad. Y la trans-
Cristo forma y «abusa» de la Iglesia
misión de nueva vida en nuestro mundo tiene lugar en la
donación mutua de los cuerpos. Cristo debe formar de su propia sustancia el rostro de la
Cuando Cristo recibió su cuerpo, éste fue, desde el prin- Iglesia, de la Iglesia en su totalidad y de cada miembro en
cipio y en adelante, el receptáculo perfecto para toda la ella. «Una fuerza ha salido de mí»: por tanto, Él ha perdido
gracia y santidad divinas. Y si en María también tuvo una algo de lo suyo y en seguida siente la pérdida. La Iglesia ha
Madre y Esposa perfecta por la gracia, en la gran Iglesia no llegado a ser, gracias a esto, tal como Él quería tenerla. Sin
quiso infundir su santidad toda de golpe, sino que, como embargo, Él tiene que preguntar: «¿Quién me ha tocado?»
un esposo a su esposa, quiso despertarla poco a poco para el (Mt 5, 30) dice Jesús cuando es tocado por la mujer que
amor pleno y decidido. El varón va al encuentro de la mujer padecía un flujo de sangre. Pues el querer de ella procedía
con toda su potencia, pero en vista del acto sexual tiene de su fe, y esta fe procedía de Él. Cristo conoce ciertamente

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a la mujer que lo ha tocado. Pero puesto que ella le perte- formular una acusación: ¿cómo debo hacerlo?» Usted res-
nece, la descubre. La expone más allá de los límites de la ponderá: «Seguramente usted no ha rezado como hubiera
decencia: desde hace milenios todos saben que esta mujer debido». Yo sólo podré responderle: «Ciertamente no». Y si
había sufrido un flujo de sangre. En la intimidad, ella ha yo me esforzara durante años para hacerlo mejor, siempre
tocado al Señor en un acto de confianza, en un acto ecle- de nuevo tendría que decir: «Ciertamente no». Y si quisié-
sial. Y, después, el Señor la expone, curada, formada, como ramos decir una vez por todas: «Yo no adoro a Dios como
objeto de demostración. Él lo merece; pero quiero esforzarme todo lo posible», con
El Señor forma a la Iglesia a partir de su propia sustancia, esto quedaría descubierta mi insuficiencia sólo en una línea.
y para esto debe entregar su substancia. La Iglesia consiste Usted me podría mostrar una línea muy distinta y descu-
en una comunidad de personas, pero su formación debe brirme y humillarme también allí. Y podría hacerlo sin nin-
tener lugar más por obra del Señor que por obra de la co- gún miramiento. Los confesores podrían y deberían poner
munidad. La comunidad vive en virtud de la formación delante de los penitentes estas exigencias y descubrimientos
dada por el Señor. inesperados mucho más frecuentemente. Arrancarle al
El abandono, el exponerla puede ir hasta los límites del penitente todas sus costumbres inveteradas, desapropiarlo
arrojar, del echar fuera. El Señor da a la Iglesia (como totalmente. Pero ellos temen ofender a los creyentes en sus
comunidad de los creyentes) la Iglesia (en la forma de aqué- sentimientos y son indulgentes donde deberían ejercer el
llos que Él ha configurado, de los santos). La Iglesia de los juicio del Señor, que es el que verdaderamente forma.
santos es la Iglesia usada como demostración, la Iglesia En la clínica es normal que algunos pacientes sean usados
«abusada», la que ha llegado a ser puro instrumento del como demostración, que sean desapropiados. Esto puede
Señor. Donde la Iglesia es tomada por el Señor, ella adquiere ocurrir con frecuencia de modo innecesariamente áspero e
su rostro propio; donde ella es enviada por el Señor, su rostro inhumano. En el evento de la confesión es distinto: allí se
se borra ante el de Él. De alguna manera, Él la toma como da la sobre-exigencia vinculada a la obediencia sacramental;
ella quiere, pero la «arroja y rechaza» como Él quiere. y ésta es mucho más seria que un demostración corporal.
Cuando llegó a Él, ella era inutilizable; cuando ha sido Los cristianos inventan mil motivos por los que no pueden
utilizada por Él, Él puede gastarla como Él quiera. actuar de otro modo ni dar más de lo que dan; estos límites
En lo aparentemente brutal de la entrega que expone hay que ellos establecen resultan ser un movimiento defensivo
para nosotros un crecimiento y una explosión perceptibles donde en realidad está en juego el amor perfectamente obe-
de las medidas humanas. Supongamos que yo no hubiera diente. El Señor no puede ser siempre indulgente cuando
pecado pero que quisiera confesar. Yo le [a su confesor y se trata de su amor en la Iglesia-Esposa. Los que guían almas
editor, Hans Urs von Balthasar] digo: «Es difícil para mí deben saberlo. El continuo ceder ante la exigencia última

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lleva más gente al manicomio que la «chifladura» que SEXO Y ESPÍRITU
supuestamente sufren por obedecer y que, en caso de que
tuvieran la fe verdadera, nunca experimentarían como tal.
El Espíritu Santo como amor y mediación del amor
La Iglesia debe dejar que el Señor forme su rostro y lo
modele como conviene. Ella debe ser contemplativa frente
a Su acción eficaz eucarística. No es casualidad que el
hombre no vea su propio rostro. La Iglesia no tiene que
S i el Espíritu Santo ante el Padre y el Hijo tiene la función
del amor –del amor como tarea y misión–, entonces
sus características más marcadas desaparecen cada vez en el
contemplarse en ningún espejo, su único espejo es el Señor, amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, como si, a pesar
que se refleja en ella, que imprime Su rostro en ella. Cómo de ser tres, de repente, fueran dos los que se aman: el Padre
lo hace, es algo que a ella no le concierne, ella sólo debe que conduce, el Hijo que es conducido, y así la función del
dejar que suceda en el amor. Ella puede desentenderse de Espíritu está cumplida en uno y en otro. Frente al Padre y
su aspecto, siempre que su aspecto sólo sea el que Él quiere. al Hijo el Espíritu ha siempre cumplido lo que era la tarea
De nuevo, el dar forma del varón en el acto se transforma divina de uno y otro. Él ha entrado tanto en el Padre y en el
en un símbolo. Hijo que parece desaparecer, olvidarse en el amor recíproco
de ambos. El Espíritu no es con esto humillado ni poster-
gado; su tarea no es secundaria o pequeña, es tarea plena-
mente divina que Él ha realizado plenamente. Él es de tal
modo el amor en Dios, que se hace uno en el Hijo y uno
en el Padre, y más allá de esto nunca pierde su ser-uno. La
tercera persona no es suprimida ni superada en las otras
dos, sino que las tres cumplen perfectamente por el amor
del Espíritu la esencia del amor divino. El Espíritu es en el
Padre y en el Hijo; pero igualmente se puede decir que el
Padre y el Hijo son en el Espíritu: en el amor. Ellos no son
el amor solamente por medio del Espíritu, pero cumplen el
amor que ellos son por su ser en el Espíritu. Porque ellos
mismos son el amor, son el amor también en el Espíritu.
Desde aquí se puede mirar a la relación del Hijo encar-
nado con el Padre. El Espíritu del amor es en el Hijo y en el
Padre y, allí donde es necesario, se hace visible también

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como Espíritu a los que viven en la tierra. Él, que en sí Un artista que pinta un cuadro intenta poner todo lo que
podría permanecer invisible, se manifiesta como confir- tiene de sensibilidad y experiencia. La imagen surge como
mación de la tarea del Hijo. En la relación entre Cristo y un tercero. Ésta muestra el objeto y al mismo tiempo mues-
la Iglesia, ciertamente Cristo es representable como el tra cómo el pintor ha sentido este objeto. De la imagen se
Dios-Hombre que guía y la Iglesia como la Esposa que es dice al mismo tiempo: «Esto es un paisaje de la Ile de Fran-
guiada, pero el amor que reina entre ellos sólo se puede ce», y «esto es un Corot». Pero el amor no es ninguna obra
describir en su relación recíproca. Y puesto que este amor de arte objetivamente puesta ahí, el amor es siempre reci-
es realidad, debe ser también representado para que se bido de modo que irradia en el que lo muestra y en el que lo
haga visible la relación de Esposo y Esposa. No es posible percibe. Sería un falso ascetismo querer representar el amor
hacerse una imagen del Señor ni de su Iglesia sin pensar desunido, desligado. Las palabras y las cartas de amor pue-
al mismo tiempo en este amor real y existente. Así, en den ser muy conmovedoras, pero no son el fruto propio del
Pentecostés el Espíritu es visiblemente concedido a la amor. Este fruto está en los mismos amantes. De modo sen-
Iglesia. Esta visibilidad única, sin embargo, es sólo el signo sible está en el semen del varón y en la fecundidad de la
de que el Señor posee el Espíritu del amor y lo envía siem- mujer, pero también en todas las formas del mutuo desper-
pre de nuevo a su Iglesia. El amor como Espíritu no se tarse. Si éstas pueden ser de incontables maneras, en cual-
puede representar en lo «absoluto», planeando libremente quier caso quedan ligadas a las personas que se aman, como
sobre la realidad, sino como el amor que se quiere prodi- el Espíritu en Dios permanece siempre Espíritu del Padre y
gar a alguien, que se ofrece, por decirlo así, como amor en del Hijo y, en la encarnación, siempre Espíritu de Cristo y
busca de un compañero. Es amor ligado a personas, como de la Iglesia. Los sujetos y su relación de conducir y ser
el Espíritu en Dios está ligado al Padre y al Hijo. No irra- conducidos no son intercambiables. Si la tarea significa
dia desde la nada, no es una potencia que exista para sí conducir y dejar-se-conducir, entonces la perfección de la
misma. Y dentro de la Iglesia existe de nuevo como amor tarea cumplida se muestra siempre en el otro.
de los ministros a su ministerio, de los miembros entre sí,
de cada miembro a la Cabeza de la Iglesia, pero también Padre-Hijo-Espíritu: cabeza-pecho-pubis (uterus). Por un
como amor cristiano entre varón y mujer: cada matri- lado, lo cumplido por el Espíritu como generación y naci-
monio se convierte en una visibilización de la relación miento. Por otro, su función de santificarnos, de hacernos
esponsal entre Cristo y la Iglesia. Finalmente, como amor salir del pecado y volver a la vida, pecado que por lo que
de los consagrados a la regla, por la cual ellos son prodiga- respecta al cuerpo de algún modo se localiza más intensa-
dos en y para la Iglesia, y con lo cual demuestra ser del mente en lo sexual. La unión y compenetración Espíritu-
Espíritu. María: en ella Él llena totalmente la carne, la espiritualiza;

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y, a partir de ella, comienza a hacerlo en todos los cristianos existencia entera del Hijo en la tierra se puede realizar sólo
y en todos los hombres. en el intercambio. Cada palabra del Hijo en la tierra es ora-
El Hijo como corazón y pecho, las dos cosas al mismo ción en y para el Padre, pero igualmente semilla en y para
tiempo: primera relación de amor y relación de nutrición. la Iglesia; cada palabra debe ser acogida por el campo como
El notable papel del arco de las costillas. Adán. La herida lo que es: Palabra que viene de Dios.
del costado. Esto mismo es aplicable a toda auténtica relación yo-tú:
El Padre como cabeza, de la que todo parte y hacia la que siempre se encarna la palabra del tú en el yo, y con la pala-
todo regresa. bra algo de la sustancia del que habla. Tal vez éste olvide de
nuevo rápidamente lo que ha dicho, pero lo dicho vive en
adelante en el tú que acoge, y permanece allí salvaguardado
El tú en el yo
junto con el que habla. Cuando éste es reencontrado, el
En la entrega recíproca desaparecen los límites de tuyo y interpelado piensa: éste es el que lo ha dicho, el que piensa
mío; el yo, sin darse cuenta, es introducido en el tú. En la así, el que tiene ésta o aquélla preferencia. De ahí la res-
sexualidad no se trata sólo de intercambio de palabras, sino ponsabilidad del hablar cristiano, del hablar humano en
de algo que, más allá de las palabras, queda dicho y deposi- general. Encarnación es lo contrario de olvido; María con-
tado en el tú; se trata de palabras y de pensamientos no serva todas las palabras de su Hijo en su corazón y allí las
nacidos en el yo, de todo eso que del yo reposa aún en Dios deja madurar, como dejó madurar en sí al Hijo mismo. Es la
y debe tomar forma alguna vez, pero no en el yo sino en el misma cosa.
tú. O más bien, se vuelve indiferente si recibe forma en el Ella ha concebido primero al Hijo en la carne, para en
yo o en el tú, porque han caído las marcas de los límites. adelante poder concebirlo en el espíritu. Pero ella ha con-
Así también entre el Señor y la Iglesia. Se vuelve de poca cebido también al Hijo carnal mediante el Espíritu Santo.
importancia si alguna cosa es dicha por el Señor o por la Y al concebir el fruto de Dios, ella misma deviene Su
Iglesia; en el mismo Espíritu Santo el Evangelio puede ser fruto. El varón que ha fecundado a la mujer, al llegar el
la palabra de uno como del otro. En el beso de los esposos el nacimiento puede decir no sólo «mira, qué fruto me ha
sabor de uno pasa al otro, de un modo semejante la palabra dado ella», sino «qué fruto ha llegado a ser ella». La Iglesia
de la Iglesia puede tener el sabor de la palabra del Señor. es como totalidad fruto del Señor, aun cuando ella como
Y la Iglesia es «plenitud de Cristo», con lo que se ha de Madre de los cristianos le devuelva al Señor Sus frutos. No
entender que Él no puede ser sin ella. Que Él ha debido sería correcto decir que María ha llegado a ser fruto sólo
fundar la Una Sancta con la primera palabra que pronunció por el Niño. Ella ha cumplido su misión no sólo por el hecho
en la tierra. Ya la Sagrada Familia era Iglesia, porque la de que ha sido el recipiente para el Hijo. Habiendo recibido

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la semilla, ella misma ha llegado a ser fruto. Y una parte de continua «inspiración del cuerpo» que recibe del Padre.
su ser fruto ha estado en el hecho de que devino Madre del Del Padre recibe en su cuerpo una fuerza que capacita a su
Señor. Otra parte está en el hecho de que ella ha devenido cuerpo para vivir en una armonía alegre y satisfecha con su
Iglesia, es decir, Esposa de Cristo, lo cual no coincide sim- Espíritu, y al mismo tiempo lo capacita para sufrir del
plemente con el primer concepto. Esta posibilidad estaba modo querido por Dios, de nuevo en perfecta intimidad
ya en el primer descenso de la sombra del Espíritu sobre con su Espíritu. No es un cuerpo ajeno y extraño el que
ella. El fruto, el Hijo, no puede alejarse de la Madre como aquí sufre, sino su cuerpo integrado perfectamente en su
un fruto que cae del árbol; el Hijo debe poder volver a mirar Espíritu divino-humano.
continuamente a la Madre, apoyarse en ella, encontrar ali- Si la intimidad entre esposos es vivida rectamente, sus
mento en ella, como un hombre lo hace tomando un fruto cuerpos también deberían haber llegado a ser capaces, por
de un árbol. Entre maternidad y esponsalidad existe una medio de la alegría sentida, de fecundar sus almas, de procu-
circularidad que remite a la siempre nueva suspensión de rarles ciertos impulsos que las lleven adelante. Dios regala
los límites entre yo y tú: uno da fruto en el otro. esta «inspiración» no tanto a partir de la creación sino de la
obra del Hijo, que en su continua contemplación del Padre
introdujo este estado de inspiración en el cuerpo humano.
Inspiración del cuerpo
Un acto sexual concluido entre varón y mujer no es
Para el Hijo hecho hombre existe una visión del Padre que meramente algo cerrado que puede olvidarse. Ellos quedan
da al Hijo algo muy humano, algo que el varón necesita marcados por la unión corporalmente, pero también espi-
como criatura de Dios para dar desde sí lo que no saca sólo ritualmente. Perder de vista esto sería ingratitud e injusti-
de sí, sino que surge por el contacto. Y porque el Hijo es cia. No se entiende aquí una delectatio morosa [entretenerse
completamente hombre, saca lo que debe dar al mundo de egoístamente en el placer], sino más bien que lo fecundo
su visión del Padre. Y en un cierta distancia de ello, tam- del acto sexual ha de seguir actuando como principio de
bién de su vida con la Madre, de su amistad con Juan, de la vida. Se puede una vez considerar el modo en que el Señor
Iglesia naciente, que nace de Él y de la Madre. ha preparado una predicación dirigida al pueblo expectante.
Y en esta dirección, el varón necesita todavía algo que la Pues, por ser hombre debe también prepararse, y por ser
mujer le puede comunicar. Cristo es Dios, se ha hecho Dios su preparación está siempre en la disponibilidad: en
hombre a partir de la semilla de Dios y necesita el milagro su comunión permanente con el Padre. Así, Él mira contem-
de la encarnación para que Él, que es Espíritu divino, pueda plativamente al Padre para encontrar la palabra adecuada. Y
disponerse en un cuerpo humano. Pero, más allá de esto, el Padre le da también con esto algo físico; de esto forman
Él, que una vez se ha hecho cuerpo, recibe una especie de parte las numerosas ocasiones en que toma distancia del

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pueblo y de los discípulos, para estar solo con el Padre (es La transparencia hacia el Espíritu puede actuar como un
verdad que con frecuencia no le dejan retirarse y entonces extrañamiento: yo no sé ya quién soy, tú no sabes ya quién
tiene que dejar en Dios la necesidad de orar a solas, superar eres, pero juntos somos algo que pertenece a la alegría de
el cansancio corporal, y tiene que contentarse con una Dios. Esta alegría no tiene nada peligroso, nada arrogante,
rápida mirada al Padre, como hacemos nosotros una jacu- es regalada por Dios y formada por Él.
latoria cuando tenemos que realizar un trabajo que no Hay obras magníficas donde muchísimas personas tra-
admite demora: y esta oración domina no sólo el espíritu, bajan juntas según un plan. Cada uno tiene alegría en su
sino también el cuerpo). trabajo, pero esta alegría es superada por la conciencia de
Aplicado ahora a los hombres: ellos sacan fuerza del que lo que yo produzco es una pequeña parte de una tota-
amor y del hacerse felices recíprocos, del recíproco haber- lidad sorprendente que no alcanzo a ver por completo. Y si
se-conocido (en el acto sexual, pero también aparte de él), la obra parcial es ya bella, qué bello será el todo. Así, el acto
de la disponibilidad de los demás que confirman la propia sexual puede ser sólo una indicación momentánea de otra
disponibilidad. Y esto, muy humanamente, de modo que cosa, algo que permanece y que ahora no se ve ni se entien-
los cuerpos no hacen otra cosa que las almas. de. Se debe llevar y cuidar, para que siga madurando. Otro
día se trabaja en otra pieza, que tampoco ofrece la vista del
todo y, sin embargo, también pertenece al todo. Uno ha
Transparencia hacia el Espíritu
planeado el todo y tiene la visión total. Los esposos son
En el matrimonio cristiano se da una integración del cuerpo introducidos en un orden de fecundidad que los supera, sus
en el espíritu. El espíritu usa instrumentalmente al cuerpo, propios conceptos de fecundidad son demasiado estrechos.
sin perder por ello su condición de espíritu. Entonces el Son como personas que apenas chapurrean una lengua,
varón puede ejercer el papel del cielo que se abre, la mujer pero no tienen idea del genio total de ella. Y con el tiempo
el papel de la tierra que se abre al cielo. El acto sexual puede tal vez se aprenda algo más.
hacerse transparente hacia la encarnación de Dios, que
viene para suscitar la alegría, para encender el amor que
Frutos del amor
Él quiere retomar consigo al cielo. Para extender un velo
desde arriba que no sólo cubra lo impuro del mundo, sino En el amor sexual se da una suspensión del tiempo. Los
que lo descubra purificándolo, que lleve a cumplimiento la esposos saben en el amor que la unión les es permitida en
entera obra de la confesión y, al hacerlo, pase inmediata- cualquier momento y que puede tener lugar en cualquier
mente a la comunión, capacite para entrar en la presencia tiempo. Y el acto sexual es sólo el caso extremo de un en-
de la verdad de Dios. cuentro y un testimonio siempre posibles. Esto da al amor

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de los esposos su vitalidad particular, más aún, algo que se Padre que está en el cielo, el Hijo hecho hombre no puede
parece a la circulación supratemporal de la vida divina. El preguntarse en ningún momento si ellos no tendrían razón
Padre siempre se alegra en el Hijo y el Hijo en el Padre; en algún punto. O cuando los hombres rechazan y maldi-
siempre están unidos en la misma esencia divina y, sin cen al Hijo, el Padre no puede hacerse la pregunta de si el
embargo, como personas divinas diversas se reúnen siem- Hijo no habría debido actuar de otro modo. Una ofensa a
pre de nuevo. Esta circulación suspende el tiempo. Así Dios es vista por ambos como prueba de cuánta razón han
también los esposos existen en un amor continuo que no tenido en su plan común.
necesita calcular cuándo debe tener lugar la unión. No Todos los frutos del amor sirven al amor en toda cir-
viene más amor en el acto. Pero el acto viene, y su «estar- cunstancia, aun cuando entre los hombres no todos los
por-venir» ya contiene todo. frutos sean perfectos.
El amor es alegre, conoce la risa, la sorpresa, siempre está
abierto a lo nuevo. No conoce ningún desgaste, ningún
Imagen del amor consumado
eterno rumiar lo mismo. Si los creyentes se aman mutua-
mente y rezan en Dios, entonces es como si Dios mismo les En todo amor auténtico, no sólo en el erótico, el espacio ha
regalase el amor siempre de nuevo. Él ciertamente lo hace, de estar libre para un pre-domino del otro. Este estar-libre
y de continuo, de modo que el amor los anima e incluye en no toma su ley simplemente del mandamiento del amor de
esta animación todos los estímulos de la vida. Así este amor Cristo, sino que está ya predelineado en el acto sexual aca-
produce siempre frutos: ya desde la semilla, luego en el bado; el estar abierto con toda naturalidad simboliza en el
capullo, en las hojas, en todo. Uno sabe que debe haber cuerpo la perfecta apertura espiritual recíproca en el amor
una paciencia del madurar, pero en el amor esta paciencia del Señor.
se hace llevadera, porque al que es paciente Dios le regala Si dos se aman en el pecado o al menos con una restric-
continuamente nuevas revelaciones del amor que suscitan ción egoísta, siguen existiendo una multitud de límites de
nueva admiración: «¿Qué es esto, ahora, de nuevo? ¡Ah, la concupiscencia que privan a su amor recíproco de su
es el amor de Dios que esta vez se presenta así!». carácter de infinitud. Si el amor es puro, los límites caen,
Los dos, varón y mujer, tienen que dejar madurar en el amor recibe también un presentimiento de lo que es la
paciencia. Pero de antemano pueden estar seguros de que corporeidad cristiana después de la cruz en la resurrección.
todos los frutos del amor siempre sirven al amor. Un amor Si nosotros vivimos completamente en los límites de la
meramente humano podría ser dividido por un tercero; el temporalidad, en la adoración del Señor siempre tendre-
amor divino y cristiano no se puede dividir. Si algunos mos una especie de mala conciencia: lo hemos puesto en la
hombres presentaran todo tipo de imprecaciones contra el cruz y realmente nunca hemos dejado de hacerlo. Pero si

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vivimos como amantes con Él en el cielo, solamente senti- más apreciada que antes, cuando no se la consideraba un
mos la gratitud infinita de poder estar con Él donde Él don). Como hombres topamos por todos lados con nuestros
quiera. De la obra de la salvación queda sólo lo positivo, lo límites. Pero en la generación el límite es retirado: el que
alegre, lo festivo, lo elevado. Y si Cristo reina en el amado engendra participa sin pena ni queja alguna en el «siempre-
y a éste le está concedido reinar en Cristo, entonces puede más». (Se parece al caminante que ha calculado para sí
reinar también perfectamente en el amante. cuántos quilómetros puede andar diariamente en un viaje
El acto sexual es un primer símbolo de esto. Reside en él de varios días, y de repente es llevado por un coche).
algo de la infinitud de la donación que no pone límites ni
término alguno. Si el acto sexual es realizado fuera del En el amor auténtico cada expresión puede contener la
amor puro, entonces conserva el suplicio de la concupis- misma infinitud. Casi es indiferente el modo en que el
cencia, el ansia de crecer poderosamente hasta la cima del amor se exprese. El varón puede tomar a la mujer, o ambos
placer. Y después del punto final sigue quedando el mismo pueden sólo mirarse, ella puede acariciar la mano de él, los
suplicio, que estimula otra vez a la avidez para buscar dos pueden reposar con los ojos cerrados uno junto al otro.
ansiosamente una nueva satisfacción: un ir y venir sin fin. Todo es el mismo amor. Con frecuencia son las circuns-
En el amor puro cristiano no hace falta descender de nuevo tancias externas que dan ocasión a esta manifestación en
de la plenitud, porque el amor no da lugar a ninguna con- lugar de aquélla; con frecuencia, a la circunstancia exte-
cupiscencia, no necesita agotarse para nacer de nuevo. El rior corresponde alguna inspiración interior que viene de
cumplimiento es de alguna manera suspendido, conservado Dios. Hoy el amante trae flores a la amada, mañana un
en el amor mismo o, más precisamente, en el Señor que lo libro, pasado mañana un beso. ¿De nuevo hoy flores? Está
ha regalado y en quien el amor puede ser depositado sin bien así. El amor que tenía que expresarse ha encontrado
sensación de peder nada. precisamente esta expresión. Habría podido también esco-
ger otra, ciertamente. Pero así como ahora es está bien.
Don infinito
Siempre nueva entrega
El varón quisiera darle todo a la mujer. Pero parece haber
una discrepancia entre lo que él quisiera dar y lo poco que En el amor sólo el cumplimiento da a la expectativa su per-
puede dar. Y, sin embargo, puede dar más de lo que quiere fil verdadero. Uno no sabía bien qué se esperaba; si el cum-
(aun cuando quiera dar todo), porque su semen es portador plimiento se da, sea cual sea su figura, trae entonces lo que
de algo excesivo. (Así, un médico puede dar más que el fue deseado. Es verdad que en el evento muchas cosas están
mero quitar la enfermedad: por ejemplo, una salud ahora fijadas y predeterminadas. Los esposos saben que son creados

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el uno para el otro, que tienen todo para realizar el inter- para todo. Pero el Espíritu de la misión debería estimular
cambio; como cristianos, saben que los dos deben entre- al enviado a una comprensión mucho más amplia. Y el
garse a Dios. A pesar de esto, en cada encuentro corporal se enviado debe ser siempre llevado más allá de sí mismo (como
da lo imprevisto. Son tocadas otras cuerdas, que pueden ocurre también en lo sexual) hacia la profundidad de Dios.
estar en los cónyuges y también en su reciprocidad. Dios es La juventud es por naturaleza capaz de entusiasmo; más
infinito y quiere revelar a los amantes siempre nuevos ras- tarde, el hombre se seca si su entusiasmo no está a salvo en
gos de Su amor. Las cosas corporales parecen de alguna Dios. Y Dios está abierto hacia nosotros, para que noso-
manera repetirse y hacerse familiares, pero son sólo instru- tros nos pongamos a salvo en Él.
mentos de una entrega mucho más comprensiva. Y, visto
cristianamente, nunca se ha de separar nítidamente la
Superación del tiempo
entrega del hombre de la entrega de Dios: Trinidad,
Encarnación, Eucaristía, Iglesia. El semen madura mientras está en el varón, y se da un pro-
Dos amantes podrían decidirse a celebrar una hora de ceso en la paciencia del varón. Si él regala su sustancia a la
alegría al día. Una vez leen un libro, o ven pinturas, o van mujer, entonces ella madura en la sustancia de él: el madu-
a un concierto, o simplemente están sentados uno junto al rar del varón y el de la mujer están ligados a esa sustancia.
otro. Siempre se da una forma nueva de alegría. Y siempre ¿Y qué significa madurar? Propiamente: salir de uno mismo
es el mismo espíritu de ambos el que la percibe de un modo en y para la fecundidad. Y con esto: salir del pecado. Cuan-
nuevo. Algo semejante puede valer también para la repeti- do no dejamos madurar, somos pecadores: onanismo del
ción del acto sexual. Si el amor de los esposos quedase limi- varón, aborto del fruto en la mujer.
tado enteramente a lo humano, fácilmente se presenta el El Hijo de Dios se ha hecho hombre: carne, sustancia
hastío y el aburrimiento. Pero si el amor está abierto a Dios, humana. Él regala esta sustancia suya a todos los creyentes
entonces permite de una manera inaudita un desarrollo y en la Eucaristía. Una sustancia que nos dona unidad para
una multiplicación siempre más ricos. Y en el ejemplo de madurar en y para la fe, en y para la vida eterna. La sustan-
lo sexual se ilumina que todas las tareas de Dios, aun cuando cia del varón es tal que nos hace madurar en el tiempo. En
humanamente parezcan monótonas, siempre son infinita- cierto modo ella es recibida, es conservada por obra de la
mente variadas. Las tareas en la Iglesia, las misiones teológi- sustancia de Dios, que nos hace madurar para la eternidad.
cas o apostólicas deberían irradiar siempre esta plenitud. Si Así, con la sustancia que el Señor nos da, Él ha infundido
no lo hacen, es a consecuencia del pecado. Y también una la vida eterna en nuestro tiempo, y por medio de esta vida
falsa especialización actúa contra esta plenitud. Evidente- eterna nos ha concedido la paciencia de aguardar nuestro
mente, el tiempo y las dotes de los individuos no alcanzan tiempo, de devenir pacientes con nuestro tiempo.

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En la creación, Dios ha puesto frente a su infinitud algo todas las consecuencias que actúan en estas fuerzas. Como
finito. Luego nosotros nos hundimos en el pecado y perdi- la mujer asume todas las consecuencias del acto sexual: el
mos el sentido de estar puestos frente a Su infinitud. Como niño, tal como será.
respuesta, el Hijo hecho hombre puso en el mundo su vida
infinita frente a nuestra vida finita. Antes no podíamos
Unión y velación
apreciar el tiempo porque estábamos atados a los pocos
años de nuestra existencia. A lo más podíamos situar en los El acto sexual es como un manantial purificador. Eleva a
nietos y en los bisnietos la continuación de nuestra vida. los cónyuges a una esfera más alta, en tanto aporta deci-
Pero el tiempo de los descendientes no es de una calidad sión. No sólo porque le pone a la mujer el sello del varón,
distinta del nuestro. Sólo Cristo nos regala el verdadero sino porque en un matrimonio cristiano confirma lo sacra-
sentido del tiempo, en tanto infunde en el tiempo su mental y quita todo lo ambiguo, devuelve a la relación
sustancia eterna y con esto lo saca y lo eleva del mero trans- yo-tú su más profundo sentido en Dios, limpia todo el
currir: por su Sobre-durar y -vivir, nosotros experimenta- polvo acumulado. Un abrazo conyugal entre santos cris-
mos qué es durar y vivir en el tiempo. tianos sería semejante a una confesión. La mayor parte de
las veces no se sospecha cuánta impureza se ha acumulado
La renuncia del varón a su sustancia induce la renuncia de de una confesión a otra; tampoco se lo sabe en el matrimo-
la mujer a sí misma. El varón entrega renunciando, la nio. El rayo de luz del amor purifica ambas impurezas en
mujer acoge renunciando. El varón renuncia a lo que es ambos lados. Se es liberado. El varón de todos modos, pero
suyo, para devenir aquello que la sustancia de la mujer en el mismo movimiento también la mujer.
hará de él; pero la mujer deviene servidora de la sustancia Un velo permanece, y ciertamente también en el futuro,
del varón. Esta renuncia se encuentra de nuevo en la Euca- un velo que por adelantado envuelve todo en sí, deja que
ristía. Nosotros renunciamos a lo que somos, para llegar a todo sea y hace que todo sea bueno, es acompañamiento y
ser lo que la sustancia del Señor hará de nosotros. Para el ayuda.
Señor la Eucaristía es la pura renuncia a sí mismo, para El misterio de este velo lleva a los esposos muy cerca del
llegar a ser lo que el Padre quiere hacer de Él: alimento para misterio de María. Tienen la gracia de saber que están pro-
el mundo. Los esposos renuncian para ser transformados tegidos bajo el velo de la Madre. Hay cosas que, por moti-
en el futuro temporal, nosotros renunciamos en la Euca- vos determinados, deben quedar ocultas. En esto reside
ristía para ser transformados en la vida eterna. El Señor una renuncia, un desprenderse del yo. El velo es antipsico-
también da a los demás sacramentos algo de esta fuerza lógico: deja ser, en un sentido bello y bueno. Yo no puedo
transformadora; y quien recibe uno de ellos, debe asumir pedirle a la Madre que me tome bajo su manto y, al mismo

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tiempo, analizarme a mí mismo. Sé bien que he faltado, tal SEXO Y ORACIÓN
vez no he pecado directamente, pero sí he cedido a algún
estímulo, a alguna inclinación. Si pido a la Madre que me
Acto sexual y oración
ponga bajo su manto, esto significa: «Así está bien, déjalo
ser. Sé que soy deudor como cualquier otro y podría caer en
muchos pecados. Pero, así está bien, déjalo ser». Lo que en
mi es turbio o peligroso, no es interesante. La protección
L o que Dios regala, lo regala del todo. Cuando el semen
del hombre fluye, fluye sin detenerse hasta que ya no
queda nada. Evidentemente, nunca se puede decir de Dios
de la Madre es interesante. Comprenderla a ella, no a mí, es que «ya no queda nada». Pero tampoco se puede decir que
importante. Y cada velo que se pone en el sentido del amor Dios no me ponga en mis manos plenamente una gracia.
abre hacia algo más grande. Lo importante no es lo velado, En mí, esa gracia puede venir a menos, o ser mal aprove-
sino lo que vela, la grandeza del don. chada, pero lo que Dios da es indivisible, aun cuando sea
El manto de la Madre que vela y cubre tiene un signifi- incalculable.
cado incalculable para el que renuncia al matrimonio, por- El varón se «repone» en vista de un nuevo acto, su poten-
que pone un fin al in-mediato estar solo con uno mismo, cia está «ligada al acto». Algo semejante vale respecto de
simplemente lo cancela. Dios: Él se dirige siempre a un hombre, a un orante, hacia
También para todos los desasosegados, onanistas, per- éste «acontece» su gracia. Y el hombre orientado a Dios nota
vertidos, etc. es ciertamente un gran consuelo saber que algo de ese acontecimiento; no darse cuenta de nada signifi-
existe este manto que se extiende también sobre ellos. caría apartarse de Dios en el momento en que Él se le dona.
Lo avasallador de cada vez. El vértigo. La alegría de la
espera, pero que no puede ser alegría en vista de una viven-
cia propia, sino del advenir del tú. Los esposos deben ejerci-
tarse en este sentido: para que en el diálogo emerja siempre
más la comunidad de espíritu. Y el orante ha de ejercitarse
en este sentido: para que se trate siempre menos de una
vivencia y siempre más de Dios mismo.

En el acto sexual, la mujer tiene al hombre por su miem-


bro, y por medio de éste ella recibe la entera donación de él.
En la oración se capta cada vez sólo algo de Dios, pero en
este algo se recibe toda la gracia divina. Y así como se debe

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perseverar en el acto para llegar al vaciamiento, así tam- el acontecer del acto, surge de la misma obediencia que
bién en la oración para alcanzar el ser escuchados por Dios. éste. Y, sin embargo, la oración no es colmada por medio
El vaciamiento es sentido, no es visto, pero sentido con una del acto; por eso, durante la oración los esposos no han de
evidencia avasalladora que quita el aliento. El cumpli- dejarse colmar de antemano por el acto. Todo a su tiempo.
miento del amor no se deja verificar sobriamente. Es pare- La oración no es degradada si se realiza en vista del acto que
cido a cuando un alma percibe de repente la acción de Dios: vendrá, y tanto menos el acto sexual cuando tiene lugar
la hace caer de rodillas. Pero se sabe: es palabra de Dios, su entre oraciones.
semilla, que quiere encontrar su terreno y debe germinar.
Y uno mismo sólo está en lo profundo del evento invisible
Disponibilidad en el acto y en la oración
y silencioso, uno mismo es el campo arado. Cuando un
sacerdote se esfuerza con un alma y al hacerlo «cuenta» con La mujer es formada en el acto por la marca del varón; al
la gracia de Dios, y si luego la gracia viene realmente, terminar, ella es la misma y, sin embargo, es otra: ha pasado
entonces también él queda avasallado ante el milagro. por la entera y perfecta donación. En la oración, en la con-
Envolviendo el miembro, la mujer aferra lo conocido del templación, en los Ejercicios y en los días de recogimiento,
hombre. También de Dios se puede realmente aprehender se da algo semejante: un total estar-a-disposición para Dios
algo. Uno puede aferrarse al nombre del Hijo, para alcan- y la Iglesia, una disponibilidad que no excluye nada, que
zar al Padre invisible. Y, por cierto, la oración se pone en también a un hombre que vivía en orden lo envía e intro-
movimiento hacia el Dios total, si bien, más verdadera- duce en un nuevo orden. Particularmente en la oración
mente, es Dios el que se mueve (como el varón). Dios entra debe el orante dejarse desarticular por completo, para
en el alma, se hace cargo de todo el evento; el hombre deja después ser confirmado de alguna manera. Un tal dejar-
acontecer. Pero la preparación para el vaciamiento se com- se-remodelar es comparable a un descanso: uno toma vaca-
porta respecto de éste como la acción respecto de la con- ciones para después hacer nuevamente lo que siempre ha
templación. hecho. Recreado a fondo y con nuevas fuerzas, que son la
Todo el interior de la mujer es irrigado: así actúa tam- confirmación de las antiguas.
bién la gracia en el alma en vista de la fecundidad. Y si el (Algo de esto se ve en san Ignacio, cuando hacía decir
alma puede abrirse a Dios en la plena contemplación, todo muchas Misas por una intención determinada. Él se ponía
lo que ella recibe de Dios es sustancia pura y fecunda. en cada caso completamente a disposición de su intención.
Si se quisiera representar esto gráficamente, se podría
Se puede orar antes del acto sexual, tal vez los dos esposos decir: hasta la vigésima Misa no ocurre nada, en la vigésimo
juntos. Y de alguna manera esta oración es introducida en quinta se da un salto, luego de nuevo nada. Visto desde

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Dios ya la primera Misa era importante, sólo que esta sino en un sentido de plenitud y totalidad). Tú me aferras
importancia aún no había llegado hasta Ignacio. Pues el de un lugar, para darme la plenitud que tú tienes. Pero de
hombre no conoce el lugar exacto de la confirmación. Si este modo produces un consentimiento infinito en mí».
cree percibir que «ahora algo decisivo ha cambiado en mí», El varón proyecta, la mujer espera. Y si ella ama, espera
tal vez esto decisivo se ha realizado ya un año antes, o ten- lo que el hombre quiere. Su amor es perfecto si ella ya no
drá lugar sólo dentro de un año). reflexiona sobre sí misma. Si el amor de una virgen antes
Lo sexual puede llegar a ser un signo en este sentido. Mi del primer acto sexual no es del todo puro, ella se concen-
espíritu no podría entender lo que Dios quiere, si no exis- tra de alguna manera en el acto, siente miedo de la desnu-
tiera la concreción de lo corporal que lo aclara. Cuanto más dez, del dolor. El amor pleno transforma todo esto en una
interior es una oración, tanto más incondicionalmente se espera que se concentra totalmente en el esposo. Las per-
pone a disposición para ser trabajada por Dios, y este trabajo plejidades del hombre en el acto y los miedos de la mujer se
de Dios también puede consistir en que Él le deja a uno pueden superar por medio del amor auténtico, lo que no
plantado. Lo único seguro es que Él cumple su voluntad. debe significar que el hombre no tenga que ser muy cuida-
doso con su mujer, ni que ella no tenga que ser una ayuda
compasiva y bondadosa. Pero si los dos aman, se da un
Superarse más allá de sí mismo
hacerse cargo siempre más grande por parte del hombre.
Sentir la piel. Dondequiera que la piel de uno de los cón- El semen viene de lo más interior del varón y se vierte
yuges toque a la del otro, el primero limitaría al segundo en la mujer, para buscar su camino en lo más interior de
en el caso de que éste no lo amase. Pero, en el amor, el sen- ella. Esto es un misterio grande, comparable a la comu-
tir la piel del otro significa el terminar de lo propio. El yo nión. Nuestro cuerpo sirve para recibir la comunión, para
toca el inicio del tú, experimenta su apertura hacia el tú. Y que ella despliegue su acción íntima en el alma. Y cuanto
el tú es todo lo que el yo no es: el amor, la perfección, tal más el hombre se pone a disposición, tanto más interior y
como son donados por Dios. Tal era el sentido original del más totalmente puede actuar en él el Señor eucarístico.
amor en la creación: que Dios da todo a uno en el otro. También en el acto sexual debe tener lugar la apertura
Que la limitación del yo no es ningún fin, sino un inicio. perfecta para que el tú puro se desenvuelva en mí. «Yo
Ninguna conclusión, sino una apertura. Es participación misma», dice la mujer «no quiero observar ni acompañar
en el otro, porque el yo encuentra en el tú un nuevo inicio. ese despliegue con ninguna reflexión. Mi felicidad está
«En el contacto», dice la mujer, «tú me traes tu mundo; y en que tú seas feliz; mi cuerpo existe para abrir el camino a
tu mundo es el mundo entero, porque tú traes el amor. tu amor». La felicidad de la mujer está extrapolada en el
(Mundo entendido no en un sentido inmanente mundano, «más allá» del varón, lo cual incluye una renuncia: a fijar el

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ahora y el yo, pero en un tal primado del tú que la renuncia La relación entre Dios Padre y Dios Espíritu deviene más
no se hace sentir como tal. Pequeñas renuncias que se viva, porque el Espíritu se ha hecho portador de la semilla
ofrecen al Señor son también abrazadas por el hecho más del Padre, porque el camino terreno del Hijo desde el Padre
grande de participar en el Señor, y transformadas en una y hacia el Padre ha sido hecho posible por obra del Espíritu
felicidad que absorbe en sí el peso del sacrificio. En cada en servicio al Padre.
acto sexual hay una cierta renuncia de la mujer: renunciar Los religiosos y los que son vírgenes son incorporados
a un ser como ha sido hasta ahora en favor de un ser nuevo establemente en esa circulación intradivina y abierta al mun-
que el varón otorga. En el caso de la que es virgen, es la do, porque se dejan insertar en la acción del Espíritu ilimita-
renuncia a seguir intacta en favor del ser mujer establecido damente como portadores de la semilla de Dios en el mundo.
por el varón. Pero la renuncia es absorbida, se desvanece en La mujer que se entrega al varón en completa alegría de
la donación. Si el egoísmo no fuera superado, el prójimo alguna manera le deja poner a él los acentos de la alegría.
seguiría siendo sólo el reflejo de mi yo; cada cónyuge En el amor, ella está por anticipado dispuesta a encontrar
querría salvar su yo, y el otro serviría para esto. En el bueno lo que el hombre tiene por bueno. Si la donación
amor, cada uno quiere donarse, y el otro no es límite, sino acontecer en el amor cristiano, marido y mujer están deseo-
espacio abierto. sos, sin particulares reflexiones, de abrir su alegría hacia
Dios. En la relación de la mujer con el varón, entonces, hay
algo de la relación del consagrado frente a su superior. Sólo
Apertura a la Trinidad
que el peso de esta obediencia se hace bien ligero en el amor
El varón siente acercarse la eyaculación, la mujer siente conyugal. Sin embargo, siendo una obediencia en el amor,
más tarde el semen que fluye y entra, los dos se sienten ella es un modelo para la obediencia consagrada. Como en
incluidos en un movimiento circular sobrecogedor. La el matrimonio los dos cónyuges hacen lo que el amor natu-
mujer: tu Dios ha llegado a ser mi Dios, tu Dios, que está ral les indica, así en la obediencia religiosa superior y subor-
detrás de ti y te ha regalado el semen; en tu semen yo he dinado hacen lo que el amor cristiano y eclesial les indica.
recibido Su semilla. Y yo debo volver a dar esta semilla a mi En las dos relaciones lo realizado es correcto sólo si el amor
Dios, que la vuelve a dar a tu Dios. «Tu» Dios es más el y la voluntad de servicio están presentes en ambos actores.
Dios espiritual, y en este acontecer «mi» Dios es más el Si en el matrimonio el varón es creyente pero la mujer se
Dios hecho carne junto con su Madre. Y cuando Dios nos resiste a la fe, lo más esencial en el amor quedaría pertur-
engloba a los dos, nosotros le servimos. El intercambio bado: el movimiento circular trinitario interrumpido.
entre «mi» Dios y «tu» Dios se convierte en la garantía de Cuando algunos matrimonios, en los que una parte es cre-
que Él nos ha confiado Su fecundidad. yente y la otra no, afirman que son completamente felices

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en sus relaciones, hay en esta afirmación algo forzado. signifique –en lo más mínimo– introducir un momento
Después de concluido el acto sexual, cuando los esposos erótico en la obediencia. El cuerpo de la mujer clama:
distendidos están todavía juntos, si son creyentes, descan- «Tómame». Así también tiende la obediencia del creyente
san completamente en Dios. hacia la Iglesia, hacia el ministerio, hacia el superior, con
Ser en el movimiento circular: tal es la ley para ambos cuerpo y alma. Disponibilidad para toda tarea. Del modo
estados de vida, para la obediencia conyugal y para la con- más evidente se da en el caso de los mártires. Pero también
sagrada. El proceso siempre va de Dios a Dios. «Mi Dios», en todos los demás casos: ser cera en las manos del Señor.
el Hijo; «tu Dios», el Espíritu. Pero, luego, el mismo Dios En el acto sexual, Dios puede revelar su ser-siempre-
puede ser considerado por cada cónyuge también «mascu- más-grande. Los esposos se pertenecen indudablemente
lino» o «femenino». Este aspecto subjetivo se encuentra uno al otro en Dios: por el sacramento. Y este ser se hace
finalmente de nuevo con el objetivo, en la medida en que a patente en el acto: la mujer sabe que pertenece a su marido
la diferenciación según los sexos en el lado humano corres- en Dios, y en el amor del marido se manifiesta detrás de él
ponde en el lado divino una diferenciación según las per- el Dios al que el marido obedece. Y, viceversa, para el
sonas. El varón y la mujer sienten el mismo misterio divino marido detrás de la mujer se manifiesta Dios, y por eso los
de un modo distinto; esta tensión remite a las oposiciones dos esposos se manifiestan –recíprocamente– uno al otro
en Dios –tal vez aún más que a las personas divinas mis- como más grandes. Y, sin embargo, al mismo tiempo el
mas– y, ciertamente, a toda la variedad de oposiciones. contorno del tú es como difuminado en y hacia Dios: ellos
Para desplegar esta multiplicidad son necesarias las relacio- aman a Dios cada uno en el otro, y quieren obedecer a Dios
nes de ambos estados eclesiales.
perteneciendo uno al otro.
En las oposiciones en el interior de los estados siempre
En el tiempo del noviazgo, el pensamiento de hacer lo
existe una fecundidad divina. Por eso no puede haber nin-
que Dios quiere ocupa un lugar destacado para los cristia-
gún «tercer estado», porque éste no se adapta al movimiento
nos. En la primera etapa del matrimonio, predomina la
circular del amor trinitario, y por eso, como tal, queda
relación yo-tú. Luego, poco a poco, al habituarse uno al
estéril (los que se quedan solteros, y todos los que están en
otro en el abrazo conyugal, reaparece la posibilidad de
una situación semejante, deberían al menos tomar una
abrirse más profundamente a Dios. El tú es más transpa-
decisión interior por una de las dos formas de vida).
rente, de modo que obediencia y donación en acto remiten
con más fuerza hacia Dios.
Cuerpo y obediencia También es posible por medio del acto sexual infundir
Debería darse una semejanza entre la obediencia eclesial en la carne un anhelo de Dios. De este modo, sobre todo en
y el ardiente tender del cuerpo de la mujer, sin que esto el caso de la mujer, por el acto es posible promover la

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voluntad de donación; ella quiere entregarse siempre más Pero el sacramento del matrimonio es en primer lugar
ilimitadamente y allí da con Dios. Pero el hombre sabe que algo sobrenatural, y lo corporal queda incluido en esto
su mujer ama a Dios y quiere servirlo, sabe también que sobrenatural. La fecundidad espiritual del sacramento es
ella tiene un creciente amor por él (en las mujeres enamo- primordial y permanece más grande que la corporal, en caso
radas se da una etapa en que desearían tener siempre al que el sacramento sea realmente entendido y vivido. El
marido). En esta situación, el marido debería explicar a la varón debe conocer el mundo de la gracia (la apertura a
mujer que Dios quiere servicio, que Dios también existe Dios, la fe) para poder corresponder a la gracia corporal-
cuando el acto sexual no tiene lugar, como el marido la mente de modo justo.
ama también cuando no la toma. Puede explicárselo muy En el acto sexual el varón se entrega visiblemente.
bondadosamente, sin ningún apasionamiento ni tono Pero, ¿qué es su entrega? Es la visibilidad de una donación
solemne. No se puede estar eternamente en luna de miel, invisible, que está detrás y no se ha de indagar. Como la
el marido tiene que introducir orden en el conjunto y pro- gracia de Dios se hace visible en Cristo, pero sólo como
curar que ella comprenda. representación de lo invisible. Detrás del varón se abre el
Se da también el caso en el que el hombre en su entrega misterio de Dios. La mujer puede decir: «El varón es más
debe elevar de alguna manera a la mujer; ella quizás sea un grande…», pero no puede decir más grande de qué (por
alma débil que necesita atenciones especiales, y en el acto y ejemplo, no puede decir más grande que ella misma). No
también fuera del mismo él le enseña a crecer hacia Dios más es posible ninguna comparación, porque Dios está detrás
allá de sí misma y de él. El varón cumple de alguna manera del varón. Cuanto más íntima es la relación corporal, tanto
un servicio de buen samaritano con ella. En esto actúa de más profunda es la atención ante lo inaferrable, lo in-
«cabeza de la mujer» de un modo cristiano y humano. concebible. Y si la concupiscencia es superada, los cónyu-
También la alegría corporal debe ser introducida en la ges son introducidos en la inconmensurabilidad de la
obediencia a Dios. Sería contra esta obediencia que los es- alegría divina.
posos quisieran comportarse distante y fríamente, por una Y aun si la mujer no fuese excitada eróticamente y
piedad falsamente entendida. Ellos deben tener, sentir cumpliera su obligación por pura caridad, podría tomar
alegría el uno en el otro, alegría también por la alegría que de esta alegría divina y devolver a Dios la alegría que ella
Dios les concede en su carne. En esto hay un reconoci- recibe del marido. No tienen que darse necesariamente
miento de Dios. Dios ha dado a cada cuerpo un sabor parti- las cuatro alegrías [erótica, caritativa, divina, marital],
cular, como cada flor tiene su aroma. «Ce goût que j’ai», tres son suficientes.
dice Prouhèze [«Ese sabor que yo tengo», dice la heroína de María ha experimentado una alegría inmediatamente en
El zapato de raso de Paul Claudel]. Dios que no atañía a su marido. Ella ha conocido al varón

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por medio del Niño. El Hijo estuvo en ella, creció, la embarazo sigue siendo un tiempo en el que no se sabe, en el
abandonó, la llevó consigo a la cruz: tal fue su experiencia que los dos perseveran en el estado de un amor donado que
del varón. Con su experiencia, ella puede poner armonía no pide cuentas. Pueden esperar que el fruto aparecerá,
en muchas cosas por medio de su gracia, también en matri- pueden confiar a Dios todo el misterio y alegrarse perso-
monios en los que las tres alegrías no llegan fácilmente a nalmente, como varón y como mujer, de que ser partícipes
ser cuatro. de un misterio impenetrable que exige un tiempo de espera
y perseverancia. Y porque el misterio reside en lo oculto
del cuerpo, pueden asociar a éste también lo más oculto del
Oración después del acto sexual
alma, es decir, orar en una cierta carencia de objeto. Las
El Hijo es encomendado al mundo en la encarnación. almas del hombre y la mujer deben abrirse ante Dios en un
Durante años no es visible nada sino este haber sido enco- consciente abandono de sí mismos, en el que también
mendado: confirmado por los pastores y los Reyes Magos y depositan en Él su misterio.
confirmado por su permanencia en el seno de la familia. El Si una madre reza por su hijo, al que siente en su seno o
mundo en lo escondido ha llegado a ser otro, pero no sabe nada al que contempla después de nacido, del que ya ha tenido
de ello; de momento, el cumplimiento de las promesas y la alguna experiencia vital, entonces ella ata las palabras que
tarea del Niño se desplazan a la Madre, puesto que ella se hace confía a Dios: quedan, por decirlo así, vinculadas, para
cargo del cuidado del Niño y así protege también Su misión. quedar al servicio del niño: sí, esas palabras pueden gene-
También el varón confía y encomienda su semen a la rar raíces de oración en el niño mismo; imperceptible e
mujer. Ni la fecundidad de la mujer ni las propiedades del inconscientemente el niño también ora por medio de su
semen son, en principio, el tema, sino el acto de amor, que vinculación con la madre. Es distinto en el tiempo inme-
es al mismo tiempo un acto de entrega confiada y de espera. diato del embarazo después del acto sexual. Varón y mujer
Esta espera puede asumir las más variadas formas, pero se no piden en su oración a Dios que Él dé forma al fruto
basa siempre en algo visible, en el acto que ha tenido lugar según el sentido de ellos (incluso si es el sentido cristiano),
en la donación del varón. En esta entrega se ha expresado sino ser libres para toda posible donación que Él requiera
el buen amor entre marido y mujer, pero al mismo tiempo (también para la ausencia de fruto corporal). Esto ha de
también su carácter misterioso, velado, porque el varón ha ocurrir en una esfera del espíritu que, en el fondo, no tiene
entregado su misterio a la mujer como misterio. Cierta- un conocimiento de sí. Que se abre para ofrecerse y entre-
mente, el misterio del marido ha llegado a ser el misterio de garse, y en este abrirse libre se parece a la apertura de la
la mujer, pero el marido no se lo ha entregado abierto, sino mujer al varón para que él dé lo que quiera o pueda –y en
velado. Una expresión de esto es que el tiempo inicial del esto da según la naturaleza–. Existe en el acto sexual una

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salud del cuerpo, tanto en el dar y recibir por disposición amor. A partir de esto se pueden comprender mejor las visio-
propia, como también en la renuncia a sí mismo, porque nes en la Iglesia. Si a alguien se le concede ver a la Madre de
el varón no se acerca a la mujer en cualquier momento. Dios, esto significa un hacerse especialmente concreto del
Así considerado, el acto es preparación para la acogida de amor de la Madre. Por cierto, él de algún modo ya lo cono-
misterios más profundos del Dios siempre-más-grande. cía, pero por el descubrimiento de la Madre recibe un senso-
La voluntad del varón es introducida en la voluntad de la rium completamente nuevo de su amor, en representación
mujer y allí aprende a someterse a la voluntad de Dios. En vicaria para toda la Iglesia.
ambos esposos esta apertura es un signo de la fecundidad Basta en este caso que alguien la haya visto: el Señor mis-
en Dios, si se realiza en un amor que es uno con el Espíritu mo en la tierra, o Juan o uno posterior al que ella se ha apa-
Santo infundido por Dios en las almas. recido. Ella es realmente visible, y esto es suficiente para mí.
La mística tiene en la Iglesia una función «encarnatoria».
Los amantes se donan mutuamente de un modo total
Acto y contemplación
con cada parte de su cuerpo. Así, el cielo se da también
En el tiempo principal de la contemplación se da un estar-a- siempre de modo total en cada aparición de cada uno de sus
disposición que no siempre es actualmente diferenciado. habitantes. Si María se muestra, no deja detrás de sí el cielo
En la contemplación es Dios el que conduce; que uno esté en clausura. Aun si se muestra ella sola, se atisba en ella lo
dispuesto para Él, se entiende de por sí, y en esta disponibi- que es el cielo entero. En la visión puede ser exigida la
lidad habitual retrocede un poco el acto de poner-se-a-dis- renuncia (como en el caso de la virginidad) a poseer todo
posición para emerger de nuevo expresamente después de inmediatamente, sin embargo, nada queda en reserva; por
la contemplación o también en medio de ella o en la ora- el contrario, todo está incluido en la disponibilidad de do-
ción vocal. El momento del derrame del semen en el acto nación, también lo que no aparece. En correspondencia,
sexual tiene una función análoga a ese hacerse explícito nunca se ha de querer reservar para sí mismo lo que se hace
de la disponibilidad. Y, ciertamente, esta función es asu- visible en una visión, siempre se lo debe soltar y dejar libre
mida por el semen mismo. Éste se abre paso en medio de la para la totalidad católica, precisamente porque en el parti-
disponibilidad habitual de la mujer y hace recordar la res- cular es aludido y mostrado el todo. Sólo puede recibir
ponsabilidad. Pero es el semen el que toma en responsabili- visiones quien esté dispuesto a realizar renuncias en medio
dad, aún antes de que la mujer lo note. de ellas. «No me retengas…» ( Jn 20,17).

Cuando los amantes se desnudan uno ante el otro no quie- El yo del místico se comporta ante Dios en modo esencial-
ren mostrar en primer lugar sus cuerpos, sino sobre todo su mente femenino. (La gran Teresa era ante Dios demasiado

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viril, se acercaba con exigencias). Como el varón sólo puede por ellos en comunidad, en lugar de confrontarlo cada uno
llega a ser realmente él mismo cuando la mujer es perfecta- de un modo individualista.
mente entregada, así Dios puede anunciarse en el místico Si contemplamos la vida del Señor, descubrimos en ella
sólo si no topa con ninguna resistencia. Si durante la unión lugares abiertos en los que también los que son débiles en
el varón pregunta a la mujer: «¿Qué es lo que más quisie- la fe encuentran acceso, y por otra parte también otros en
ras?», su respuesta correcta sería: «Lo que yo más quiero es los que Él está solo con el Padre. Pero tampoco en estos
lo que a ti más alegría te dé». últimos el Señor se encierra: nos está permitido entrar en
éstos y tener parte en todos sus misterios. Es una señal
extrema de su apertura el que nosotros sepamos que Él está
Desnudez y oración eclesial
en retiro con el Padre. A pesar de nuestra indignidad, Él no
La esposa que espera desnuda al esposo, si ella realmente se retira de modo que nosotros quedemos excluidos de su
ama, no se siente inhibida. Para ella no ocurrirá sino lo que intimidad con Dios; por el contrario, en su retiro solitario
el amado quiera en su amor. Los vestidos espirituales que Él se abre para que nosotros sepamos que ese momento
con frecuencia nos ponemos frente a otros hombres –espe- existe y tengamos parte en él.
cialmente frente a aquellos que no están en la gracia– son La desnudez de la cruz en el Viernes Santo no quiere
a menudo una auto-protección que no es digna de un cre- decir que nosotros dejemos solo al Hijo con el Padre, sino
yente. Con mayor razón, en la oración los cristianos no que nos es concedida la gracia de entrar en el misterio de su
pueden estar cubiertos los unos frente a los otros. No es abandono. Y si en el Evangelio Él se retira para orar solo, o
ninguna indiscreción, ninguna falta de delicadeza si se va junto con los discípulos a un lugar solitario para des-
deja entrar en el interior de la propia oración a todo el que cansar: en todo caso Él está allí para los discípulos, para el
quiere rezar contigo. La oración de la Iglesia debería siem- mundo que hay que salvar. En nosotros hay marea baja y
pre tener lugar de tal manera que todos los orantes estén alta, en Él todo tiempo es marea alta.
desnudos el uno para el otro en Espíritu. Pero, ¡qué pocas Existe también la plenitud del año litúrgico: en el Vier-
veces ocurre realmente! Somos diez mujeres que vamos nes Santo podemos saber ya de la Pascua, en Navidad
juntas a la iglesia; todas rezamos el mismo Rosario, pro- podemos pensar en la Ascensión, en cada misterio de la
nunciamos las mismas frases pero estamos muy atentas a vida del Señor podemos incluir siempre la plenitud de todos
orar en y con nosotras mismas, sin que las demás tengan los demás. Y como, finalmente, sólo podemos comprender
acceso ni participación. los misterios particulares a partir de la plenitud, también
Un comunicado del ministerio papal debería encontrar a deberíamos entender siempre cada oración de los cristianos
los creyentes desnudos, sin velo alguno, debería ser recibido sólo desde la plenitud de la oración de la Iglesia (en la que

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Cristo ora). Siempre deberíamos acordarnos de esto al co- cuanto más se entrega la mujer, tanto más grande aparece
menzar la oración. Cuando entramos en una iglesia, ore- la potencia del varón. A pesar de esto existe el momento en
mos primero por los hombres presentes en ella, luego que el varón doblega su potencia y la entrega a la mujer.
–sumergidos con ellos en la oración común– intentemos Ahora no se alude al ser humillado del varón en la pérdida
dejar que surja un orar universal común en Dios. de semen con lo que su requerimiento termina, sino una
Algunos entran en una iglesia porque soportan un des- especie de renuncia inmanente a la potencia ya antes del
tino personal difícil y buscan ayuda de Dios. En realidad, acto: cuando el varón experimenta que la donación y la
siempre debería haber allí un segundo orante, uno que expectativa de la mujer son más grandes y más abiertas que
tome esta oración solitaria y deje que se transforme en una lo preciso que él tiene para dar. Tal vez ella esté a su lado
plenamente católica, lo cual tal vez de momento es imposi- cansada y no espere especialmente el trato sexual, más
ble para el que sufre en soledad. Para Dios estamos siempre bien su compañía, su presencia total, y el esposo renuncia
desnudos aunque llevemos puestos nuestros vestidos. Un a requerirla para ser ahora sólo ternura. Luego, según se
hombre entre todos los hombres. desarrolle este amor más amplio visto a partir de Dios, el
Del mismo modo, también el acto entre esposos cristia- acto sexual se consuma o no.
nos pertenece a la Comunión de los Santos, por más que
sea intercambio en la intimidad. La doble donación debe En el vencimiento de la mujer en el primer acto sexual, el
hacerse fecunda para todos. La desnudez corporal, que el espíritu triunfa por medio del varón. Pero, en seguida, la
acto sexual requiere, debe remitir al hecho de que sólo un mujer es justificada como copartícipe. La mujer, inicial-
alma desnuda puede ser fecunda. mente, es frente al varón aquella que lo extravía, que le
presenta la manzana. Pero esta inferioridad, condicionada
por el pecado, es superada por el acto sexual. Porque la
Del acto sexual al espíritu
mujer se ha humillado, dejándose tomar. Ya el ser mirada
Entre los sexos, la potencia del varón no tolera ninguna por parte del hombre la humilla de modo semejante al acto
equidad simétrica, a no ser que la mujer haya querido bien mismo. Si el varón quisiera realizar el acto en la oscuridad,
y soportado tanto que la potencia del varón equilibre y no conocería completamente a su mujer. Y en esto habría
corresponda. Hay un equilibrio entre palabra y palabra, un ultraje a la mujer. El placer de la mujer no es esencial-
beso y beso, etc. que se entiende como intercambio justo. mente elevado por el hecho de ser vista, pero este hecho es
Pero la potencia del varón no tolera en el acto sexual un parte del todo. Evidentemente, el varón no puede tener la
justo equilibrio como ése. El evento es ciertamente recípro- intención de humillar a su mujer tan profundamente como
co, pero los dos no son iguales, como peso y contrapeso: sea posible. Pero debe contemplar a su mujer. Quizás

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renuncie sin mucho pesar a esta contemplación, quizás SEXO Y SACRAMENTO
para él sea más importante ser visto que ver. Su fuerza, su
misterio le parecen más grandes si la mujer lo ha mirado. Y
Sobre el matrimonio como sacramento
él quiere ser visto también en su potencia. En la mujer no
hay que notar nada extraordinario en su cuerpo; es parte Ya naturalmente la mujer recibe del hombre mucho más
de la humillación del varón que él no perciba otra cosa en que lo estrictamente necesario: una única célula sería
ella sino la puerta por la que él debe entrar, por la que debe suficiente para la fecundación, pero son incontables las
devenir humilde. Él debe devenir «espíritu» y, con ello, que fluyen dentro de ella. Ahora bien, no es que el resto «se
debe justificar y espiritualizar a la mujer. pierda», normalmente una gran parte del semen se queda
En el abrazo entre varón y mujer se da una libertad que, en la vagina de la mujer y es reabsorbida por ella. Cuál sea
particularmente por lo que se refiere al varón, no se tiene la función fisiológica de este evento, es un tema que queda
que sentir ligada demasiado estrechamente a lo fisiológi- abierto: espiritualmente nos dice que la sustancia mascu-
co. Puede haber motivos espirituales para omitir el acto lina entra en la vida de la mujer. Es como si el hombre
sexual durante un tiempo (no sólo cuando la mujer no es devolviera a la mujer algo de lo que él ha recibo de ella en la
capaz de ello), y durante ese tiempo el varón puede sufrir forma de leche materna.
una pérdida de semen. Ante Dios esto no es una pérdida. También el creyente que recibe al Señor en la comu-
En las pausas intercaladas puede haber una obediencia nión, recibe mucho más de lo que puede asimilar. No recibe
espiritual a Dios, y las pérdidas que entonces ocurran no meramente su «salvación desnuda», sino una plenitud
tienen especial importancia. celestial que, sin que sepa cómo, entra en él.
De esto resulta un acceso más amplio a la comprensión
del sacramento del matrimonio. Si el acto sexual tiene lugar
en el sacramento, en la bendición y en la obediencia a la
Iglesia, entonces en el plano sacramental ocurre una parti-
cular transformación de la sustancia. Como antes el que
comulgaba no podía decir con precisión qué y cuánto ha re-
cibido, así tampoco la mujer casada puede decir lo que recibe
de su marido. Aun cuando la realización del acto sexual sea
necesaria para que el sacramento sea completo, la plenitud
que el sacramento confiere al acto va mucho más allá de su
plenitud natural. El acto sexual, como materia, es sobre-

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configurado por la gracia sacramental. Por eso el acto debe Si la noche de bodas tiene para los esposos vírgenes casi
ser querido por ambos cónyuges; si uno se negara por anti- siempre sus defectos, para la mujer es dolorosa y deja con-
cipado a la relación sexual, el otro podría hacer declarar el fuso al varón, a pesar de todo es consummatio sacramenti,
matrimonio como no cumplido. Si la mujer se dejara domi- un opus operatum, en el que lo objetivamente realizado es lo
nar meramente contra su voluntad, entonces en la recep- que define las cosas y no los factores subjetivos.
ción del sacramento habría una mentira interior, que
ciertamente desde fuera apenas podría ser constatada, pero En el sacramento los esposos dan testimonio uno al otro,
que haría igualmente inválido el sacramento como lo es ante la Iglesia, de que ellos dos quieren lo que Dios quiere.
una confesión hecha sin arrepentimiento. También en el Dentro de esta voluntad común y de igual condición, la
acto sexual los cónyuges deben querer ser obedientes al mujer quiere lo que el hombre quiere. Por tanto, ella no
sentido del sacramento, así como toda recepción sacramen- necesita preguntarle una y otra vez nerviosamente qué es
tal supone una buena voluntad respecto de la gracia dada lo que quiere; a partir del sacramento ella sabe que él quiere
en cada sacramento de un modo siempre determinado. lo que Dios quiere.
Pero el sacramento tiene efectos no sólo en el acto
sexual sino duraderamente, ni más ni menos como la Dios da el semen al varón, como le da la vida: como prés-
Eucaristía, con la que el sacramento del matrimonio tiene tamo. Su vida puede ser fecunda sólo en Dios y su semen
tantos puntos de comparación. Un acto conyugal es tan sólo en la Iglesia. La gracia del «don de la vida» tiene su sen-
bueno como verdadera sea la entrega cumplida en él, una tido sólo por y en Dios. Si uno quisiera marcharse con este
comunión es tan buena como dócil se haga el hombre al regalo y vivir su vida para sí mismo, así desmentiría su
Señor; se vuelve comunión indigna en proporción al grado carácter de gracia. Para ser gracia, el don de la vida debe ser
en que niega la docilidad. Si los esposos sólo realizan el acto llevado continuamente a Dios para recibir de nuevo el sello
con prisa, superficialmente y por mero hábito, sin querer divino. Igualmente, el semen tiene sentido sólo si se vuelve
interiormente recibirlo, tal cosa no manifiesta ninguna vital en la Iglesia. El semen es como una imagen de que
disposición digna del sacramento. debe haber sacrificio para que pueda surgir algo fecundo.
El sacramento después del primer acto sexual queda En el semen reside objetivamente una gran medida de
cumplido (consummatum), ya por el hecho de que la virgi- renuncia y sacrificio. Es como un signo de la carne del Hijo
nidad ha quedado suprimida. También el niño que comulga que debe ser entregada para ser fecunda. Es un símbolo de
por primera vez recibe algo definitivo, algo que determina la Eucaristía.
la totalidad de su vida, lo cual evidentemente no debilita Los hijos se relacionan respecto del semen como el ser
los efectos de sus comuniones posteriores. respecto del devenir. La vida tiene semen, y el semen se

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hace vida. Pero las dos cosas son fecundas siendo derro- sonalización, renuncia a la propia voluntad. Y el coincidir
chadas. Y la fecundidad de una vida prodigada no sería de las dos voluntades en el acto (justamente ahora los dos
–quizá– considerada y respetada, si no se tuviera ante la están dispuestos a ello) no es una casualidad, sino que es, si los
mirada como imagen y germen la fecundidad del semen dos viven en la fe viva, un encuentro en Dios de la mujer
prodigado. con el proyectar del esposo, y por eso tendrá forma eclesial.

En la medida en que el hombre conduce y da forma, tiene


Matrimonio en Cristo-Iglesia
derecho a requerir de la mujer el acto sexual. Pero este de-
(Despersonalización del acto sexual en y para la Iglesia). El recho, si ella se ha entregado, se transforma y aflora en el
acto sexual en la Antigua Alianza contenía en sí la espera amor: la entrega de la mujer era amor, y el dar forma por
del Mesías, aún no el cumplimiento de su venida. Pero en parte del hombre fue más allá de él mismo transformándose
la Nueva Alianza, cuando el cumplimiento en la encarna- en amor. Y si, a pesar de todo, él conserva un «derecho»,
ción de Cristo nos es regalado, el acto, más aún, la sexuali- nunca puede recaer desde la Nueva Alianza a la Antigua,
dad entera y la vida corporal en general deberían explicitar para insistir en un derecho unilateralmente varonil. Como
siempre de nuevo este cumplimiento. Y ciertamente de él siempre puede requerir más amor, así también debe so-
manera que, mientras el acto sexual natural es ante todo meterse también a sí mismo siempre más profundamente a
expresión de una relación yo-tú entre dos partners que han la ley del amor. Sólo así él permanece en la verdad sacra-
decidido llevar su vida el uno con el otro, el acto sexual mental, tal como reina en la Nueva Alianza entre Cristo y
entre cristianos los despersonaliza en y para la Iglesia, en la la Iglesia.
medida en que se transforma en parte de la relación entre la Cristo quiere ser un solo cuerpo con su Iglesia. Y Él
Iglesia y Cristo. No hay una línea estricta de demarcación puede realizar esta unidad como Él quiere. No es asunto de
entre la «gracia sacramental» y la «vivencia personal» en la la Iglesia determinar cómo deba ocurrir. Asunto de ella es
relación sexual; siempre algo de la donación de los espo- estar a disposición y permanecer vigilante, para percibir y
sos, lo mismo que algo de su oración, pertenece a la Iglesia recibir todo estímulo del Señor y frente a Él nunca insta-
y al Señor; por decirlo así, son siempre deudores de una larse de antemano en nada. Porque la Iglesia nunca es del
contribución para el tesoro de oración de la Iglesia también todo consciente de sus propias posibilidades. La esposa está
en lo sexual. Esto está incluido ya en la fe de los cónyuges, ante el esposo de modo que éste siempre tenga una visión
si es una fe viva. Los dos quieren en la fe lo que la Iglesia de conjunto. Y el Señor pone siempre su plena fecundidad
quiere. Y cuando el uno quiere lo que el cónyuge quiere en cada forma de su donación, en cada principio. La Iglesia
como creyente, entonces también en ello existe ya desper- no ha de pensar que la fecundidad de Cristo se demuestre

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limitada porque una vez actúe así y otra vez asá. Su dona- Acto y sacramentos
ción es completa en todos sus actos.
Se quisiera asumir que la entrega de la esposa es perfecta Las gracias de Dios llevan su explicación en sí mismas. Yo
cuando ella ya no se resiste. Cuando ella quiere lo que el no puedo exigir de Dios, que me ha concedido una gracia:
esposo quiere. Sin embargo, esto no basta. La Iglesia debe ¡Te suplico, explícame ahora esta gracia! La gracia lleva en
también alegrarse de lo que el Señor quiere. El Señor, por su sí su inspiración y su tarea.
parte, transforma y acrecienta esta alegría tomando y reci- Una mujer que ha recibido el semen de su marido no
biendo a su Esposa. Y sólo así su entrega como Esposa llega a puede pedir a éste posteriormente: Ahora dame algo de
ser verdaderamente perfecta. En el acto sexual hay un pre- tu espíritu. Esto sería como si un profeta preguntara des-
alegría y una alegría acrecentada: como cuando el catecú- pués de recibir la inspiración: ¿Qué me tienes que decir
meno se alegra por adelantado y en la recepción del bautismo ahora? Entre el acto sexual y el espíritu hay una profunda
su alegría de nuevo se transforma completamente. unidad, y se ha de vivir de esta unidad. Que el semen reci-
La Iglesia propiamente es «persona» sólo en la medida en bido en la mujer llegue a ser un fruto corporal, es por ahora
que es respuesta a la persona del Señor. Ser todo Iglesia sig- algo incierto y no depende de su voluntad. Pero ella ha
nificaría estar tan despersonalizado que uno como un todo concebido y en el espíritu de lo recibido se ha de formar
sólo fuera espera del Señor, disponibilidad para el Señor. su respuesta.
La palabra dada por el Señor es la misión, y la respuesta del El semen reposa por un tiempo en el varón, que de alguna
enviado a ella es la «persona». manera puede determinar el momento de la comunica-
Tanto la acción sacramental cuanto el abrazo conyugal ción. Puede ser también que mientras tanto lo pierda. Así
deberían ser representación y recuerdo de la relación descansan en Dios las inspiraciones y Él determina el tiem-
fundamental Cristo-Iglesia. «Recuerdo» sensible de algo po en que quiere comunicarlas a un hombre. Pero para
que ya está hecho y es sabido en el Espíritu y en la fe. La Dios ninguna inspiración puede perderse; a lo más puede
exigencia del confesor al penitente de que desnude su ocurrir que el hombre, en el momento que Dios ha de-
alma, es parte de esto: en la exigencia, en la exhortación, terminado para la comunicación, se niegue; como una
en la absolución, el confesor es activo, directa y verdade- mujer puede rechazar el semen de su marido. La libertad
ramente él engendra en Cristo. Así también la desnudez del ser humano es tan grande que en cada caso puede deci-
corporal y espiritual de la mujer es confiada al hombre: él dir si quiere comportarse ante Dios de modo fecundo o
exige transparencia y vista franca. Pero debe cuidar el don estéril. Dios no deja que ningún semen se pierda; se ata y
como un misterio, en analogía al secreto de confesión. apega a un hombre elegido y enviado como un marido fiel
a su mujer.

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En la recepción del semen, la mujer siente en todo su cuerpo Señor no está aislado frente a la Iglesia como lo activo frente
una felicidad indecible. Recibe como una respuesta total a a lo pasivo, sino que la Iglesia y el Señor envían y reciben
todo lo que había en ella de disponibilidad. Esta respuesta juntos. Por tanto, no hay que temer ver al Señor en su
no se la da a sí misma. El marido se la da, de modo semejan- unidad con la Iglesia, tampoco en una unidad doliente, en
te a como la gracia de Dios puede ser respuesta a la disponi- la unidad con una Iglesia imperfecta.
bilidad total de un alma. La disponibilidad de la mujer no
ha de conocer ninguna limitación. Ella siente, de algún
Eucaristía
modo, que si en un lugar no estuviera disponible, encon-
traría la respuesta del hombre precisamente en ese lugar En la Eucaristía el Señor que se entrega corporalmente a su
como una señal admonitoria, dolorosa. Y el dolor sería tan Iglesia ha albergado y elevado consigo a un plano superior
grande que acallaría toda felicidad recíproca. Por otro lado, algo de la entrega del varón a la mujer. Pero, aquí, el cuerpo
el semen tiene en sí una fuerza tan activa que también puede entero deviene el órgano de una fecundidad espiritual, y la
despertar una disponibilidad latente y transfórmala en una donación tiene lugar, proporcionadamente, hacia el Padre
activa. En esto tiene el semen, en el plano de la naturaleza, y hacia los hombres. En el Paraíso, la entrega corporal ha-
una fuerza análoga a la de la Eucaristía en el plano de la bría sido posible sólo en simultaneidad con la entrega a
gracia. Con un pecado grave uno no puede comulgar, pero Dios (aunque evidentemente no habría sido comparable
la santa comunión lava las faltas leves. con la Eucaristía). La Eucaristía es, ante todo, una dona-
ción espiritual que Cristo ha realizado tan enteramente
El acto exige una concordancia plena de ambas partes; sólo que junto con ella también dona lo corporal, para volver a
así es asegurado el pleno intercambio. En el caso de que el conducir nuestra existencia corporal al Espíritu y a Dios.
marido se acercara con una disponibilidad incompleta, la El Señor habría podido asegurarnos también sólo su pre-
plena disponibilidad de la esposa podría ayudarle en su sencia espiritual. Pero quiso estar presente para nosotros
propia disponibilidad. El amor de uno toma al otro en la continuamente como encarnado, para santificar también
profundidad del amor común. nuestra carne y mostrarnos que, tal como el Padre nos ha
creado, como seres corpóreo-espirituales, hemos de alcan-
En el varón confluyen siempre dos misiones en una (dos zar la salvación eterna.
conductos del semen se unen en un mismo flujo): ante la En lo sexual, la aportación física al niño del varón (por
mujer él representa tanto al Señor como a la Iglesia. Y las ejemplo, tres gramos de semen) y de la mujer (por ejemplo,
dos misiones se reúnen, si todo está en orden, en una única seis libras de sustancia) se puede pesar. Lo que el Señor da es
inspiración, que también debe ser asumida como única. El imponderable y no conoce ninguna medida. Él se da siempre

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totalmente al hombre entero. Cada uno recibe en la hostia al para que la transformación eucarística pueda realizarse en
Señor completo. Como ya en la encarnación del Hijo todo él. Ciertamente, lo donado ha de ser a su vez posterior-
el Dios trinitario se ha hecho concreto para nosotros, así mente trasmitido. Pero, primero, debe haber penetrado en
en la Eucaristía somos tomados interiormente por la huma- uno, para saber lo que hay que trasmitir. Como se relee un
nidad concreta de Cristo y restituidos al Dios trinitario. texto recién escrito para convencerse de que está bien;
bien no sólo para mí, sino en sí mismo.
El Señor realiza en la Eucaristía la donación más perfecta
que le es posible. Él la saca de su ser más íntimo, de una En la Eucaristía el Señor nos dona su sustancia de modo que
profundidad que está escondida y es misteriosa para Él Él transubstancia el pan en su carne por su palabra. Él lo hace
mismo, que reside en su unidad divina con el Padre y el en un acto de amor, poniéndose de un modo nuevo en una
Espíritu Santo: tan escondida como para el varón su semen. forma que no es la suya. En analogía con el acto sexual, en
Esta fuerza de la entrega del Hijo viene de una profundi- el que la mujer sería el pan al que el hombre infunde su
dad semejante a la fuerza que sale de Él al hacer milagros. semen y lo hace devenir carne; o, también, en el que el
Uno puede preguntarse si todos los milagros que tienen semen mismo sería el pan que se hace carne en la mujer como
lugar después de la institución de la Eucaristía no reciben alimento entregado. Pero en el plano sexual todo es mucho
su fuerza de ella. Y como en el varón se regenera la fuerza, menos claro que en el milagro de la Eucaristía. Entre varón
así correlativamente en el Señor. Él siempre puede liberar y mujer puede surgir siempre sólo un niño; pero de la fuerza
nuevas fuerzas: en la Eucaristía y en los milagros. Pero para de la Eucaristía surge en los creyentes vida divina, ya que
su servicio. Como también engendrar hijos es un servicio. la carne y la sangre donadas son las de Dios.

La acción de gracias después de la comunión se puede com-


Espíritu, semen *, Iglesia
parar con el reposo después del acto. El creyente debe mos-
trar que ha recibido, que está colmado, que se da el momento Nadie puede demostrar en sí mismo la propia misión. El
en que uno ya sólo se detiene en agradecimiento antes que hombre lleva en sí la semilla, pero necesita un terreno para
la vida continúe. Uno agradece, pero también sabe que ha esparcirla. Dios Padre ha enviado el Hijo al mundo como
sido tomado. El detenerse interior corresponde a la concien- semilla de Dios, y para mostrar la fecundidad del Hijo le
cia de ser desbordado completamente por el don recibido. ha dado por compañera a la Iglesia. «Por sus frutos los
En el reposo se deja actuar en sí la fuerza de lo recibido. *
[En este apartado será útil recordar que, en alemán, la palabra Same
Como en la Misa el pan presentado se ha transformado en significa tanto semilla como semen. La autora se refiere a las dos
el Cuerpo de Cristo, así el que recibe debe ahora detenerse, cosas, pero según una analogía muy próxima].

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conoceréis». Ciertamente, también la Iglesia puede negarse pertenecer de nuevo otra vez a la mujer. El semen, por el
a acoger la semilla del Señor, entonces esta semilla vuelve contrario, madura como hijo y pertenece a todos; llevará su
de un modo misterioso al Padre. La Iglesia puede cosechar propia vida.
sólo lo que el Señor ha sembrado en ella. Pero nunca podrá El Señor se dona a la Iglesia en la Eucaristía; Él puede
afirmar de sí misma que alguna vez carezca de la sustancia repetir ilimitadamente el acto en el que se dona así a la
del Señor. Siempre tiene suficiente, debe sólo reconocer lo Iglesia. La carne y la sangre entregadas, sin embargo, ya no
que le ha sido donado. Ella aparece infecunda sólo donde se las puede recuperar, pertenecen a todos. Y tampoco la pre-
niega. Se puede incluso decir que en la Iglesia no hay ningún sencia oculta del Señor en el sagrario es ningún recogerse,
lugar infecundo. Ningún párroco puede decir: «Con esta sino una espera hasta que lo entregado como sacrificio
comunidad ya no hay nada que hacer». La prueba en con- vuelva a ser consumido y disfrutado. El sagrario es, a lo
trario es el Cura de Ars. La semilla de Dios le es confiada a sumo, el seno de la Iglesia: no es regreso al ser celestial del
él, por eso no puede señalar a la comunidad como infecunda. Señor, sino la custodia en la Iglesia para un nuevo ser dis-
Una cosa es la semilla y su efusión, otra la recepción por tribuido a todos.
parte del que recibe. Inequívocamente, el Hijo es enviado En el semen reside la potencia respecto de todo lo que
al mundo como semilla de Dios, pero luego viene como un vendrá: varones y mujeres. La Eucaristía es también poten-
minuto de titubeo: ¿Encontrará un recipiente que lo acoja? cia para todo: no se divide por el número de hostias, sino
(«Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. Pero a los que es en sí fecundidad absoluta, multiplicable sin debilita-
que lo recibieron…»). El Espíritu reside en la palabra- miento hasta el infinito. En cada partícula reside todo el
semilla, pero como difuso, Él sólo puede clarificarse cuando Cuerpo del Señor, como en el flujo del semen cada célula
la Iglesia reciba al Espíritu de la misión y así se vuelva presenta toda la potencia del varón.
receptiva para la semilla de Dios. Fecundando un alma, el Señor la hace virgen. Esto signi-
También en un matrimonio cristiano el sí al espíritu fica: la hace incondicionalmente disponible para realizar lo
precede al sí a la carne; el sentido último del acto físico es el que Él exige de ella y pone –como un acto– su voluntad en
consentimiento en el espíritu. Pero el sí en el espíritu quiere el interior de ella. El alma es entonces fecunda por Su
decir el sí a la carne: como la disponibilidad de María para fecundidad. Y ella es virgen, porque la fecundidad de Él y
el sí por medio del Espíritu quiere decir sí a la encarnación, la de su Madre es virginal, más precisamente: porque Su
al cubrimiento de la sombra del Espíritu. fecundidad procede de la Madre y se vierte de nuevo en la
Madre (como Iglesia), y así torna al Dios trinitario.
El semen que el varón ha depositado en la mujer no puede Por tanto, la obediencia de un alma al Señor fluye final-
ser ya recuperado. Él puede recogerse en sí mismo para mente hacia la Madre: María es involucrada en algún punto

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cuando el Señor está de camino con un alma hacia el Dios en la vida de ellos. En un pequeño rincón del mundo Él
trinitario; por decirlo así, Él tiene que pasar con el alma inicia y trasmite la gran alegría divina católica.
por el nivel de la Madre para estar seguro de que la obedien- Esto es paradigmático para el acto sexual cristianamente
cia sea perfecta, corporal y espiritualmente. La Madre se consumado: es limitado, pero confiere una participación
convierte casi en una prueba para el alma; como Esposa en lo ilimitado del amor. El varón aporta lo que tiene para
del Hijo se declara pronta para acoger a las «esposas» del dar alegría; se vacía de lo suyo, no privándose de una cosa,
Hijo, para junto con ellas ejercer la plena obediencia al sino regalando y comunicando su propia alegría, aun si allí
Hijo, para sostener la prueba de la plena disponibilidad, pierde fuerzas, como el Señor cuando el milagro. La alegría
para ver si están dispuestas a coincidir con la disponibili- es lo que envuelve todo, ella crea una afinidad entre los
dad de la Iglesia entera. Sólo entonces están listas para la esposos que se parece a la afinidad de los hermanos, y las
semilla del Señor, que no es otra que la semilla de todo el dos afinidades proceden de la alegría de Dios y de Cristo,
Dios trinitario. por eso los esposos en su comunión corporal participan en
la alegría indivisa y católica.
Después del acto sexual, los esposos descansan. Pero la
Lo ilimitado en lo limitado
mujer sabe que en ella vive algo que debe custodiar, un
El acto sexual se realiza en un lugar de los cuerpos muy misterio confiado a ella, que pertenece al esposo. Tiene
limitado; sin embargo, los dos cónyuges se entregan total todo el derecho de alegrarse, pero aquí también existe una
e ilimitadamente. Esto se asemeja a la vida del Señor: siem- gran responsabilidad: ha sido conducida de nuevo por su
pre se trata de la gran totalidad, pero el punto en el que el marido a la oración. También él, por su parte, asume una
cielo toca justo ahora la tierra parece de poca importancia responsabilidad por lo que ha depositado en su mujer; él
y de segundo orden. Una mujer enferma toca la orla del debe confiarlo a Dios, y así también el esposo, como de
manto de Jesús y una fuerza sale de Él. Una multitud tiene modo natural, se encuentra entregado a la oración. El tema
hambre y Él la sacia milagrosa y maravillosamente con pan de ambos está unido al tema Dios, y sin embargo no deja de
y pescado para que no desfallezca en el desierto o, simple- ser propio de ellos. Algo que, por un lado, no es comunica-
mente, para que ellos tengan energías para escuchar y ble y pertenece al seno de la familia, pero, por otro, debe ser
acoger sus palabras. Y, sin embargo, en este hecho menor incondicionalmente comunicado, debe redundar en prove-
se manifiesta al mismo tiempo la grandeza de su poder. cho de la Iglesia como totalidad.
Hay muchos encuentros aparentemente casuales con la En esto tiene una semejanza intensa con la confesión,
gente que atrapan algo de Él –una curación, una palabra que es al mismo tiempo lo más íntimo y lo más público.
de perdón– y, por su intermedio, la verdad de Dios entra Uno que no se confiesa puede saber por mi intermedio lo

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grande que es para mí la confesión. Sin embargo, yo no SEXO COMO PAPEL ANTE DIOS
puedo ser indiscreto en esta explicación. En todas las cosas
cristianas se dan los dos aspectos: el personal y el universal.
Plena donación y plena discreción. Aprender las dos cosas
es parte de la educación cristiana. E l varón, en su entrega, asume la pérdida, la muerte de su
semen. Para él, esta pérdida sería irremisiblemente muer-
te, si la mujer no lo recogiera para hacerlo resucitar. Pero
sería mero atrevimiento ridículo si afirmara que ella es capaz
de tal resurrección. Sólo Dios puede hacer que nazca un niño.
Él es el que acepta y se hace cargo de los dos elementos, el
óvulo y el semen, los toma en sus manos y de este «poquito
de barro» crea al niño a partir del hombre y la mujer. El con-
crear de los padres se agota en el hecho de que entregan (lo
suyo) para ser barro y polvo en las manos de Dios. De ahí la
actitud de donación de ambos en el acto sexual. Y los dos cae-
rían en el ridículo si actuaran como si la ley de la generación
hubiera sido inventada por ellos, como si esta ley fuera un
misterio propio de ellos, como si obedecieran a su propia ley.
Los dos son humillados en el hecho de que sólo son trán-
sito para que Dios sea glorificado. Y no sólo el acto mismo
de amor, sino cada relación de amor entre varón y mujer
debe ser tránsito para la glorificación de Dios. La mano que
el esposo acaricia le es dada a ella por Dios y le es ofrecida a
él como regalo. Todo testimonio de amor tiene esta especie
de humillación en sí: desempeña un papel que el amante
mismo no ha compuesto y que él debe representar ante
Dios tan bien como pueda. El varón debe conquistar, debe
asumir el riesgo del rechazo, debe «actuar seguro» cuando,
en realidad, tal vez esté inseguro. De un modo diverso,
también todo testimonio de amor espontáneo de la mujer,
que no sea mera respuesta al varón, está caracterizado por

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su inseguridad: ella se atreve más allá del ámbito de su pro- inquietud. En el acto físico existe intranquilidad, un de
pio conocimiento y tantea en un saber que no posee. aquí para allá; sin embargo, es siempre de nuevo el propio
yo que quiere expresarse. Los esposos deben saber que existe
Transformación del acto sexual en la historia de la salvación un amor encarnado que está más allá de toda esta intran-
quilidad: en el amor de Dios, de Cristo, de la Madre de
Antes de la encarnación, el acto sexual era para la mujer
Dios, en el amor de la obediencia sencilla. Aprender del
una humillación. Ya no lo es, porque María en la encarna-
amor más grande lo que es alegría pura. Desde ahí, apren-
ción ha sido hasta tal punto humilde que ha atraído a sí
der el «detenerse» (tan importante para Ignacio), que es lo
toda la humillación de la concepción. Por María, el acto
contrario de la prisa egoísta (que con frecuencia predomina
sexual ha perdido su carácter de humillación y el seno
en el acto sexual) por pescarse algún placer. Aprender de
femenino fue profundamente rehabilitado por la semilla
Cristo y de la Iglesia el detenerse, el permanecer, como se
de Dios depositada en su seno. Como el Hijo en la cruz se
manifiesta en la plena y libre despreocupación del misterio
hace «pecado» y atrae hacia sí todos los pecados del mundo,
eucarístico.
así María en la concepción se hace «humillación».
Y por su circuncisión, que fue de nuevo una humilla-
ción, el Señor ha dado al acto del varón algo de su propia Acto y gracia
humillación como Salvador.
(Comentando 2 Pe 1,4). Al ser nosotros «partícipes de la
Así, en la Nueva Alianza la distancia entre humillación
naturaleza divina», nuestra naturaleza es elevada, sus lími-
masculina y femenina en el acto sexual se ha hecho más
tes son derribados, pero no hacia el vacío, sino en y hacia
pequeña que en la Antigua Alianza. María ha quitado algo
Dios. Por ejemplo, en el acto sexual el varón por medio del
a la mujer y Cristo ha impuesto algo al varón. Así, la Nueva
reconocimiento de la mujer adquiere un conocimiento más
Alianza ha creado en la sociedad conyugal un cierto equi-
grande de sí mismo; su naturaleza es, por decirlo así, expan-
librio. La mujer ya no tiene motivo para sentirse inferior,
dida, alargada. La mujer, al contrario, experimenta en el
manchada o pecadora en la humillación del acto sexual. El
acto propiamente más del varón que de sí misma. El varón
varón la invita a lo suyo, porque él mismo por la circun-
no se deja delimitar por la mujer, sino que sus límites son
cisión del Señor ha participado en la humillación.
alargados en y hacia la mujer; ella es para él un espejo. Él
experimenta más intensamente su propio ser en la pose-
Acto e Iglesia
sión de la mujer. La mujer, por el contrario, donándose
El simple reposar del Señor y de su Iglesia uno junto al otro. participa en la naturaleza del varón. En un punto determi-
El ser uno para el otro y uno en el otro por encima de toda nado, para la mujer lo que ocurre en este momento en el

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varón es más importante que lo que está pasando en ella. Del amor corporal al trinitario
Ella se olvida de sí en el varón.
En la actitud femenina reside una analogía respecto de la Después de esfuerzos grandes (por ejemplo, de una excur-
participación de la naturaleza humana en la naturaleza divi- sión de montaña), se da un cierto bienestar corporal que no
na. El ser humano se olvida de sí en lo divino y, al hacerlo, se tendría si no hubiera precedido el esfuerzo. Si, por ejem-
experimenta lo divino. La actitud varonil, por su parte, plo, uno hubiera sido llevado en avión a la cima, este mo-
sería aquí más bien imagen de lo divino: el acto iniciado mento determinado del bienestar faltaría. Ahora bien,
por la fuerza viril da a la mujer la posibilidad de conocer hace poco yo he experimentado una sensación semejante
mejor esta fuerza y, por lo mismo, conocer mejor al varón. en la esfera del alma; sin bien toda esta experiencia era im-
portante sólo en referencia al Señor. La propia alegría (que
no tenía objeto) constituía una especie de ventana por la
Acto y Trinidad
que yo podía mirar en el interior de la alegría del Señor.
En su forma más perfecta el acto sexual se ha comprender Percibía cómo Él adora al Padre y cómo la alegría divina de
trinitariamente: el varón caracteriza al Padre, la mujer al esta adoración llena cada punto de su ser. Era una alegría
Hijo y el niño al Espíritu. Desde el momento en que los tal que me hizo comprender que toda alegría humana de-
esposos, después de la recepción del sacramento, pueden y bería entenderse como una preparación pura y simple para
deben realizar el acto sexual, Dios no deja que este acto ver esta alegría más grande del Hijo y participar en ella.
oscile en lo incierto: Él lo introduce en su vida trinitaria. También creí haber comprendido cómo debería ser la figura
Por tanto, por designio divino este acto debe ser signado de una oración plenamente cumplida. A saber, que todo en
también trinitariamente. mi ser contribuya a orar. Y la encarnación del Hijo parecía
Eva, en su condición masivamente concreta, de algún ser un puente por el que podemos hacer pasar nuestro ser-
modo está cerca del pecado y necesita del contrapeso de hombre a su ser-Dios, para participar en la alegría perfecta
María para moverse más allá de esos límites: María ha con- de la adoración divina. Puesto que Él es sin pecado, no hay
cebido al Hijo por obra del Espíritu como semilla del Padre, nada en Él que impida la adoración, ni en su alma ni en su
y esto se hace visible en ella sin acción de varón ni concu- cuerpo: el cuerpo es como una expresión perceptible de su
piscencia: es un acto divino cuya firma trinitaria es com- adoración al Padre. Muchas relaciones en el amor se expre-
pletamente evidente. Desde María se vuelve la mirada hacia san con comparaciones corporales; y si estamos libres de
Eva y se descubren allí las huellas de la analogía, tanto más pecado, tampoco tenemos que temer tales comparaciones.
que el acto sexual habitual, realizado en la actitud espiri- Del Padre no vi nada; pero esto no era necesario; se veía
tual de María, se aleja del pecado. el crecimiento de la humanidad del Hijo en su ser Dios.

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Para los amantes que se aman realmente, no sólo sensi- insuperable, si bien ambos aspectos [superación – insupera-
blemente, el contacto corporal no es «mejor» que estar jun- ble] nunca son un como-si. Como si las nupcias consumadas
tos espiritualmente. Si se han tocado corporalmente, este fueran, al mismo tiempo, una promesa o compromiso matri-
contacto sigue viviendo en los cuerpos, también en los monial que, como tal, nunca llegara al «haber-arribado» del
momentos en que están separados. Por otro lado, su con- acto: así el Hijo encuentra siempre de nuevo algo digno de
tacto corporal, también el acto sexual, será expresión de adoración en el Padre, algo que nunca le permite llegar al
toda la vida espiritual de los amantes. De este modo lo uno «relajamiento». Y, sin embargo, en esta tensión la felicidad
reside en lo otro: el estar juntos y el tender uno al otro. del Hijo es perfecta, no cerrada en sí misma, sino en la
Y de un modo semejante sucede entre el Señor y su Padre: voluntad del Padre que se complace en esto. El placer del
el Hijo se ofrece al Padre y, al mismo tiempo, es uno ofrecido Hijo en el Padre es lo que el Padre le entrega de sí para
al Padre por el Padre mismo. Así también la mujer que ama gozar. Por eso, el Hijo nunca considerará su gozar como
se ofrece al varón y desearía ser tomada, y al mismo tiempo propio, siempre como lo que el Padre le puso a disposición.
no, porque ella no obliga al varón a que la tome; más bien,
es él el que la va a buscar, el que se ofrece a ella, sabiendo que Así, por nuestra experiencia corporal en el amor se da una
la mujer le está ofrecida; pero determinando él el momento ascensión hacia el inasible misterio de la Trinidad. Ya en
de la entrega, da al ofrecimiento de la mujer el sello de su la experiencia humana del amor hay un crecimiento, una
propio ser masculino. En la adoración del Hijo se da una subida hacia lo incomprensible: cuando los amantes se aca-
simultaneidad de ofrecerse y de ser ofrecido, y dentro de rician, todo se les presenta de algún modo perceptible, cada
esta simultaneidad una tensión producida por el soplo del uno sabe del otro, cada uno experimenta a partir del otro.
Espíritu Santo. Hay como una «prueba» para el Hijo en esta Cuando llega el acto sexual, se hace presente lo opuesto:
adoración: el Padre lo pone a prueba. Dos buenos jugado- ¿qué sabe la mujer del hombre, cuando su semen se reúne y
res pueden pasarse incansablemente la pelota: siempre sale fluye? ¿Qué sabe el hombre acerca de cómo la mujer recibe
bien. La pelota es aquí imagen de la reciprocidad, del placer este semen? En el punto más elevado de la entrega y la aco-
completo sin ningún cansancio, de la belleza cumplida del gida hay una renuncia perfecta al conocimiento del otro, y
amor, porque ofrecimiento y acogida del ofrecimiento precisamente esta renuncia constituye el puente hasta el
coinciden, pero en su divinidad son tan grandes y tan puros otro, el evento propiamente dicho. Esto es una imagen del
que no puede entrar allí ninguna fatiga ni aburrimiento. perseverar «renunciante» del Hijo en la adoración del Padre,
Es siempre un evento, y en su duración hay una especie de y del «renunciante» tener-a-distancia al Hijo que realiza el
«prueba» para el Hijo: en la superación –aparentemente Padre. El estar una frente a otra de las divinas personas en
prometida– de la distancia, que en la adoración permanece la Trinidad es presupuesto del evento permanente del amor

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entre ellas. La tensión entre las personas, en la que cada una sensación de bienestar no presupone ningún esfuerzo. En
es inalcanzable para las otras, es alimento del amor en la el Paraíso, como también en la Vida intradivina, el regalar
más plena consumación del amor. Porque esta tensión se basa en un bienestar y bien-ser incondicional y absoluto.
muestra a las personas las posibilidades ilimitadas de su
mutua donación y acogimiento, que por obra de la alteri-
dad de cada persona son inagotables para toda la eternidad.
Los que aman pueden exponer y arriesgar todo, abrazarse
tan larga y frecuentemente como sea posible. Pero aun
cuando ellos alcancen una cima, el misterio permanece.
Así permanece también en Dios lo inconcebible: que el Tú
permanezca eternamente Tú en la unidad más íntima de la
esencia. El Hijo nunca ensayará para llegar a ser Padre,
porque para Él el amor tiene sentido sólo si el Padre per-
manece eternamente Padre.
Si los amantes se aman en modo meramente humano,
pronto chocarán con sus límites. Sólo la semilla del amor
divino puede conservar vivo el amor interhumano más allá
de estos límites. Dios es eternamente vital, porque Él es el
amor. No sólo es capaz de vivificar nuestra transitoriedad
por su Vida eterna, ante todo Él se recibe a sí mismo incan-
sablemente en la alegría de su Ser-yo y Ser-tú. Por tanto,
en la alegría común. Si tú me das alegría sólo a mí, sin al
mismo tiempo sentir tú mismo alegría, entonces también
para mí la alegría termina muy pronto. En Dios el amor no
es ninguna limosna, ninguna beneficencia; es amor sólo
como alegría común. Limosnas unilaterales se basan de
algún manera en relaciones del pecado original. En el
Paraíso no existe pobreza.
De este modo, la imagen con la que hemos iniciado
[Del amor corporal al trinitario] es superada: en el Paraíso la

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II
ENTRE EVA Y MARÍA

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PARAÍSO Y CAÍDA

Adán, Eva, Dios

D esde la infinitud el Hijo de Dios se hace hombre. Se


hace forma finita, corpórea. El hombre desnudo y
finito es un ser formado para el amor. Y en el coito su finitud
recibe de nuevo un rasgo infinito. Va más allá de sí mismo.
En esto hay una imagen y semejanza del camino de Cristo
que desde lo terreno finito vuelve a llevar al Padre. Tam-
bién desde la belleza. Porque Dios ha creado bello al hom-
bre en la limitación de su forma, a la cual ha infundido algo
de vida infinita: la fecundidad humana. La forma finita
lleva en sí una potencia infinita, así como ella también
desde la «infinitud» de las células seminales sólo poco a
poco se consolida en su figura finita.
El hombre es deslumbrado por la belleza de la forma en
el sexo opuesto: ésta tiene como tarea revelarle a Dios.
Porque la forma no es cerrada en sí, viene de lo «infinito» y
en el encuentro pasa de nuevo a lo «infinito». Pero se da el
punto medio finito y conformado, como doble indicación
que remite hacia hacia atrás y hacia adelante.
El varón ve a Dios detrás de la mujer, viendo al mismo
tiempo detrás de ella a la tierra. Dios ha confiado al varón
Adán la tierra para cultivarla y todos los animales, de modo
que él domine sobre todo. La mujer Eva es como un con-
centrado esencial del mundo que le fue entregado. Eviden-
temente, para él ella es de igual condición y dignidad como
persona, por existir inmediatamente para Dios. Sin embar-
go, como mujer es también terreno del varón, que él debe

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formar y labrar y fecundar. Y este servicio a la tierra debe actos. El amor no se habría dejado localizar ni en tiempos
llevar al varón a Dios, y él debe reconocerse en esta tierra ni en actos, tampoco el número habría tenido ninguna
(de la que él es tomado) como en su imagen refleja. importancia: no habríamos querido determinar por noso-
En este sentido, la mujer es como reduplicada: como tros mismos el número de niños, sino acogerlos. Quien ama
tierra, abajo, como reflejo, arriba. Y en esto ella es un trán- ayuda a uno que va en busca de ayuda muchas veces ya
sito. Porque ella no es ni varón ni Dios, sino una media- mediante su amor desnudo. Esta disponibilidad del amor
ción entre el varón y Dios. En la mujer el varón reconoce habría coincidido con el acto de amor.
lo que Dios se proponía con él, y ve también que él debe
volver a Dios. Y en la medida en que la intención de Dios Desde el principio varón y mujer poseían los órganos
se realiza, el varón es reconducido al plan de Dios. sexuales (con la correspondencia descrita del cuello del
útero que sobresale y del glande*); las características dife-
renciadoras eran visibles en la desnudez en el varón, en la
Sexo en el Paraíso
mujer quedaban ocultas, con lo cual la mujer llevaba la
Dios Padre y Dios Hijo no necesitan proponerse espirar el imagen del varón oculta en ella misma. Pero respecto a los
Espíritu Santo. Basta que ellos se amen para que el Espíritu órganos sexuales ellos estaban como no implicados; esos
este allí y sea. Esto es una imagen para la fecundidad en el órganos pertenecían al fruto que no se debía comer. Era un
Paraíso. Aquí se cumple del todo también la palabra: «La misterio velado al conocimiento. El varón no necesitaba
gloria del varón es la mujer». conocerse en la mujer, porque el fruto del conocimiento
estaba dejado en depósito. El conocer previsto no estaba en
El hombre en el Paraíso, varón y mujer, es creado en pri- la humillación de la mujer por medio del varón.
mer lugar cada uno para sí mismo, estando uno junto al Previsto era una «relación sexual virginal». Otro modo
otro: esto es una semejanza de la relación entre Dios y el de contacto y de acercamiento. Pero la virginidad es cono-
hombre. Acto seguido, el centro de gravedad del hombre cida sólo después de la caída. Antes de ésta, el concepto
debe ser encontrado en la mujer y el de la mujer en el hom- no existe.
bre, los sexos deben entrelazarse, encadenarse entre sí.
Entre Dios y el hombre este encadenarse acontece en el En el Paraíso, la mujer fue el primer fruto del varón. Ésta
Hijo, y se difunde en la Eucaristía (comentando Is 65,7). es la primera fase, suficiente mientras no sea cometido un
pecado ni se haga presente el egoísmo. Y esta fase se dife-
¿Relaciones sexuales en el Paraíso? Quizá sin que lo car-
nal se haga consciente. Habrían sido más bien estados que *
Cf. el apartado sobre el modo de dar a luz de María, p. 279.

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rencia de una segunda fase en la cual son engendrados hijos, de Eva que le restituya la fecundidad que él le había dado con
y esta nueva fase sólo puede abrirse por una intervención su costilla. Y para esto ha esperado la indicación de Dios.
divina. Porque en el pecado como tal, que es egoísmo, no Si puede hablarse de un apetito de Adán, este apetito era
podría ser deseado ningún hijo. Para la nueva manera de primariamente el de hacer la voluntad de Dios, también
reproducción que Dios concede, Él regala también un cuando Dios hubiera exigido de él la fecundidad (mediante
amor nuevo por la descendencia. Cada vez que, después del Eva). El objeto principal de su apetito no habría sido, por
pecado original, el niño es expresamente excluido, allí se tanto, la mujer, sino corresponder a Dios. Y Dios habría
actúa contra la intención y el don de Dios. podido colocar a Adán en el estado que era necesario para
tener relación sexual con la mujer. Esta idea, ¿lleva a alguna
Relación sexual y período de la mujer: las dos cosas sólo parte? ¿No es más bien una idea límite que puede ser captada a
existen después del Paraíso. La relación sexual es también partir del orden posterior a la caída? Entonces sería, en ver-
signo de vivir bajo las condiciones del pecado original, pero dad, el caso límite al que habría que tender en cada matri-
no es pecaminosa en sí misma. Todavía hay mucho de para- monio posterior a la caída: la voluntad del varón de tener
disíaco en la relación sexual. Eva ha surgido de Adán en el relación sexual, de engendrar un hijo, coincidiendo per-
Paradiso y Adán ha reconocido en ella su imagen, y por su fectamente con su voluntad de cumplir la pura voluntad
relación en el Paraíso ambos han sido introducidos antici- de Dios.
padamente en la relación de los sexos. Y Dios bendice tam- En lo que se llama concupiscencia hay muchos elemen-
bién la fecundidad post-paradisíaca dando al niño el alma tos buenos, que en la obediencia a Dios pueden ser condu-
inmortal. Dios no los abandona simplemente a su destino, cidos a un orden justo. Así, un varón virgen que tiene
y ellos no caen uno sobre el otro como animales. También relaciones sexuales por primera vez puede estar lleno de la
lo originalmente no previsto es bendecido posteriormente solicitud de corresponder a Dios y a su orden creacional del
por Dios. Así como no está previsto que una joven tenga mejor modo posible. Se pregunta: Actuando de este modo,
un hijo fuera del matrimonio, pero si ella lo tiene es acogido ¿elevo una exigencia frente a la cual más tarde podré mos-
sin impedimento en la Iglesia. trarme como digno y a la altura de ella? El varón tiene que
esforzarse, como un alumno aplicado, en corresponder a la
tarea. Realiza un servicio. La mujer lo mismo. Ella se pre-
Concupiscencia y pecado original
gunta si estará a la altura del asunto, del requerimiento del
No es necesario preguntarse si Adán pudo haber tenido rela- varón, si él encontrará en ella lo que busca. Y la respuesta
ciones sexuales sin concupiscencia: él no las tuvo. Pero en ella la recibe del varón (y no, por ejemplo, de una interro-
nombre de Dios él ha requerido (o hubiera podido hacerlo) gación prenupcial que le diera seguridades por anticipado).

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En la Iglesia, el único camino cristiano es confirmado y mujer eran una perfecta unidad el uno con el otro. La
por el ministerio eclesial, que es administrado por el varón. intimidad no era concupiscencia, no era indiscreción, estaba
También en las órdenes femeninas no se ha de excluir el hecha de unidad. Y la unidad humana estaba motivada y
ministerio que confirma (el del confesor y del director era condicionada por el hecho de que ellos eran uno en
espiritual); no hay que querer sustituirlo simplemente por Dios. Ellos no habían inventado esta unidad, más bien
la posición de la superiora. fueron creados en la unidad y permanecieron en ella. No
habían creado un nuevo estado para ser uno, sino que se
Después del pecado original, Adán y Eva deben aceptar las habían valido de la unidad de Dios para ser una sola cosa el
leyes de sus cuerpos, no tienen elección. Desde que han uno con el otro.
tenido que cubrirse con hojas de parra deben adquirir una Ahora, cuando ya no son uno en Dios, tampoco pueden
nueva relación respecto de su desnudez. Dios no los deja ser ya uno el uno con el otro en la creación decaída. Lo
solos. Tan pronto como despiertan de la impotencia del segundo se sigue de lo primero. El descubrimiento de su
pecado, Dios infunde en ellos algo de su potencia celestial desnudez es ante todo el descubrimiento de que han perdido
para que puedan seguir viviendo. la unidad. Las pieles con que se visten son un signo de su
haber caído y de su ser dos.
El nuevo desvestirse de las pieles y el acto sexual son
Desnudez en el Paraíso. Las pieles de animales
intentos de restituir la unidad. Y la gracia de Dios puede
Cuando dejaron de ser uno en el amor de Dios, Adán y Eva regalar de nuevo la unidad perdida. Pero la condición de la
vieron que estaban desnudos. Y luego, para ser dos que clara- verdadera desnudez debe ser reconquistada, por decirlo así,
mente se distinguen y se distancian, se vistieron con pieles mediante un «mérito». Por sí misma no se vuelve a estable-
de animales. Necesitaron animales, descendieron hasta cer. Las hojas de parra, las pieles, los vestidos, que acentúan
ellos para ser dos: degradados, embrutecidos.* la diferenciación sexual, pertenecen a la penitencia y tie-
Habiendo Dios creado a ambos el uno para el otro, los nen que ser usados como tal. Y sólo en el reconocimiento
creó en y por amor, les dio la unidad. Su desnudez y su amor del pecado, en la confesión, como gracia del Señor y como
eran una sola cosa, estaban desnudos ante Dios, como la desnudez ante Dios, se puede recuperar la desnudez del
creatura ha de estar siempre desnuda ante el Creador. Paraíso. La concupiscencia debe ser transformada de nuevo
Como no tenían que cubrirse ante Él, tampoco tenían que en amor puro.
cubrirse el uno ante el otro. En esta desnudez, como varón Con frecuencia, cuando el acto sexual es realizado en
la pura concupiscencia, los dos ni siquiera se desvisten.
*
Escrito a mano en francés. El resto dictado. El varón tiene prisa, sólo exige algo, no quiere a la mujer

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como un todo. No desea a la mujer, sino sólo la satisfacción Paraíso, pecado, redención
de una necesidad. Evidentemente, se da también la desnu-
dez en pura concupiscencia erótica; todo puede ser abusado. Adán y Eva viven en el Paraíso en un estado de plenitud.
Sin embargo, cuando Eva fue creada ella correspondía a un
Ahora hay que entrar en esas pieles, en las que uno de nin- anhelo de Adán. Pues Adán era, de un modo indefinible,
guna manera se siente bien. Son desagradables. No sientan consabidor de Dios [estaba iniciado en el saber de Dios].
bien. Son demasiado estrechas o se resbalan. No obstante, No en virtud de su propio conocimiento, sino porque sur-
uno debe vestirlas. Y finalmente uno se resigna a vivir en gió puro de las manos de Dios. Por tanto, era bueno su
tales camisas de fuerza. Las incomodidades de la vida son anhelo de la mujer, su esperanza, y esto se le hace plena-
más grandes que nuestra habilidad para vencerlas. mente consciente en el momento en que se presenta el
Luego hay que buscarse lugares para vivir, procurarse cumplimiento. Adán reconoce en la mujer el don divino
herramientas. Uno se da un golpe, se hace una herida, san- que corresponde a lo que ha anhelado; pues está en una
gra. Ya no se tiene ninguna medida, ningún parámetro; el relación con Dios tan ingenua y no necesitada de reflexión
mundo se ha convertido en un obstáculo que no cede. Se que él corresponde al querer e intenciones divinas en una
debe calcular, evaluar continuamente: la propia fuerza, las obediencia primaria, y por eso algo en él, que no necesita
fuerzas contrarias. Y uno se equivoca, se engaña, y luego ser consciente, aprueba todo lo que hace Dios. Se alegra de
se ven las abolladuras. un modo tan simple en la obra de Dios, que para él ésta
Vienen los dolores, para los que no hay medida ni cálculo significa un cumplimiento desinteresado. Así como una
alguno. Sufrimiento y malestar interiores, cuyas causas no mujer que ama recibe todo regalo del amado como lo más
se conocen y no pueden remediarse. precioso para ella.
Hay que renunciar en todos los frentes. Primero, por Una vez que el hombre ha pecado, traza límites entre sí
lo de las pieles: por razón de un bien mayor, uno debe mismo y Dios, no los límites del ser-otro, sino los del aleja-
renunciar a la libertad corporal, al bienestar. Luego, hay miento. Y desaparece el ingenuo y espontáneo co-saber
que tomar el trabajo y la inseguridad de la existencia tal con Dios. Pero desde siempre Dios planea recuperar al
como son, ya que sólo se trata de vivir. Y cuanto más uno hombre y darle un nuevo co-saber en Él.
se esfuerza, más ilimitados se muestran la incomodidad y Entretanto, varón y mujer están frente a frente de un
el dolor de la existencia. modo nuevo: de alguna manera, envueltos en una atmós-
Todo esto obliga, de un modo siempre nuevo, a pensar fera de pecado y concupiscencia que les es propia. Es una
en Dios. Todo minus en lo humano hace visible un plus atmósfera de oscurecimiento, como si la noche ya no fuera
de Dios. bien separada del día. Y no sólo el hombre busca encender

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luces en esta noche para ver algo, Dios mismo crea para el de la revelación de Cristo, y la comunidad de todos los
hombre salidas de este pecaminoso estar cerrados, aislados, creyentes, la Comunión de los Santos, realiza esta contem-
limitados. plación. La Palabra, que es acción, es entregada para ser
A partir de esta situación se puede iluminar la relación fecunda en el mundo. La Palabra, que desde el principio
varón-mujer. Primeramente, esta relación es confiada al era Hijo de Dios, demuestra que es acción por el hecho de
varón. Él se crea en la mujer un misterio que pertenece a que el Hijo se hace hombre.
los dos. Hasta ahora el sexo tanto en el varón como en la Toda la relación sexual en el tiempo que va de la expul-
mujer había permanecido como en una especie de latencia. sión del Paraíso a la salvación en Cristo es una relación en
Ahora el varón se abre un camino en la mujer para lo suyo, vista de esta salvación. Los varones fecundan a las mujeres
se procura en el tú no sólo una imagen de sí mismo, sino para que finalmente la Palabra se haga carne y la Iglesia
que allí pone algo nuevo, al confiarle aquello con lo que nazca de la Palabra hecha carne. Así, desde Cristo como
en sí mismo no avanza, no prospera, y que necesita de la meta se ilumina no sólo la Antigua Alianza, que con cada
fecundidad femenina. Casi como si el varón se hubiera profecía lanzaba una luz hacia adelante, sino también la
negado en el pecado a ser fecundo y ahora, en una nueva creación: se puede ver cuán seriamente Dios se ha tomado
responsabilidad, tuviera que trasladar su fruto a la mujer la creación de los sexos. Tanto el estado paradisíaco como
para proseguir en ella la germinación de su propio misterio. el post-paradisíaco de los sexos adquiere su pleno sentido
Es una comunión corporal, en la que el varón comunica por la venida de Cristo.
a la mujer lo que constituye su misterio y que ahora llega a
desarrollarse en ella. Él le trasmite la fecundidad y, con Si un niño experimenta sólo bondad en la casa paterna y en
ello, una parte de su responsabilidad, la responsabilidad el mundo que lo circunda, su existencia permanece por un
por y para la que es varón. tiempo sin cuestionamientos. No se sorprende cuando se
Cristo se apoyará en esta relación para su relación con la le da de comer o cuando se le lleva a pasear. Todo está bien
Iglesia. Él le trasmite su semilla, la palabra, para que ger- como está. Sólo más tarde, cuando vuelva la mirada a su
mine en ella. Y así hace a la Iglesia, como Esposa suya, infancia, reconocerá con qué naturalidad se sometía a las
corresponsable de su propia acción de Esposo. La Iglesia, a su decisiones de sus padres; él estaba de acuerdo, de una
vez, distribuye el misterio a todos lo que le pertenecen y de manera que no podía fijar con claridad. Vivir y correspon-
este modo crea la Comunión de los Santos. En ésta germina der eran lo mismo. Así pasaba con Adán en el Paraíso.
la semilla de la Palabra como gracia del Señor para todos. Cuando el niño se hace mayor, comete faltas y es castigado,
Y como la mujer asume contemplativamente la acción el acuerdo debe ser nuevamente conquistado por medio
del varón, así la Iglesia asume contemplativamente la acción de la reflexión. Sólo la doctrina cristiana vuelve a dar al

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pecador la posibilidad del acuerdo y, al mismo tiempo, le la Trinidad de Dios. Si el Hijo de Dios es desencarnado,
abre en retrospectiva la comprensión de lo que Dios ha luego necesariamente se disuelve en el alma del pecador
hecho desde Adán y la Antigua Alianza para preparar y también todo el orden intradivino, que es comprensible
hacer posible la salvación por Cristo. para nosotros sólo gracias a la encarnación del Hijo. Del
orden divino deviene un caos divino. Por tanto, el lujurioso
destruye no sólo el orden del mundo, que tiene un foco
Lujuria y desencarnación
especial en el orden entre varón y mujer, y de él hace un
El espíritu de la lujuria contra el Espíritu Santo. La lujuria caos mundano; también destruye, en la medida en que
reúne todo lo bajo, lo instintivo en el hombre, para hacer tenga éxito, el orden intradivino y obliga a su Dios caótico
de ello una sustancia espiritual [venenosa] propia, que se a entrar en su caos humano. Tal vez reconoce todavía de
resiste al Espíritu de Dios y a Su voluntad de encarnación. alguna manera que hay «un» Dios. Pero un Dios hecho caos
La lujuria no sólo arroja al hombre del Paraíso, sino que ya no inquieta al hombre. En la medida en que el lujurioso
busca impedir la encarnación de Dios. La lujuria reniega entrega su propia potencia al mal, no tiene ningún interés
de la pureza del cuerpo, y un cuerpo impuro no se puede en mirar a la potencia de Dios; y si llega al término de su
ofrecer a Dios. Uno deja que su cuerpo se corrompa en el propia potencia (finalmente en la hora de la muerte), siem-
propio espíritu y se echa fuera a Dios de la esfera de lo cor- pre puede reconciliarse todavía con un Dios impotente,
poral, rechazándolo hacia su cielo: ya que Dios es Señor, reconocerle de alguna manera su potencia, que tal vez
entonces al menos tiene que estar en su lugar. Que Él venga podría infundirle algún nuevo poder, un poco más de vida,
a nosotros acentúa nuestro poder de desterrarlo. precisamente donde él ha perdido toda potencia para el
Se da también la posibilidad de exaltar la potencia sen- mal. Por eso también el lujurioso se aferra secretamente a
sual y sexual hasta la locura, para destruir por medio de su Dios caótico; porque si Dios después de todo ha creado
ella. Al fin y al cabo, toda fe puede ser destruida por medio el mundo a partir del caos: ¡quién sabe qué es lo que yo
del poder de lo sexual; uno se puede persuadir de que sólo puedo hacer en un momento dado del Dios caótico!
vive en tanto goza, y trasladar todo placer a lo corporal; ¡Y, además, todo el semen desperdiciado! Yo no quiero
pero todos los placeres corporales sustentan sólo a ese único dejarlo vivir, porque finalmente me interesa sólo esa vida
[sensual, sexual], mientras dure; y si el hombre es dema- humana que se pliega a mis intereses. No necesito hijos.
siado viejo, los demás placeres le sirven como sucedáneo, Para que de alguna manera mis hijos sean útiles para mi
pero están completamente al servicio de ese único. satisfacción, se necesitan años. La prole está muy distante
Todo el que es seducido es amenazado en su fe en la del placer actual. Yo me conformo, para no tener dificul-
encarnación de Dios y, con la misma hondura, en su fe en tades, con el placer de a dos. En caso de emergencia, con el

198 199
onanismo. Quien sea el compañero de una satisfacción ellas piensan que esto es bueno, pero olvidan que existe
egoísta, varón o mujer, en cierto modo es secundario. una ley que está por encima de la satisfacción del esposo: la
Toda acción desencarnatoria es para el Señor un dolor de la inviolabilidad del matrimonio. La mujer debe donarse a
infinito. De la plenitud de la vida Él es reprimido, empujado su marido tal como ella es, sin entrenarse fuera del matri-
a lo sin vida, y contra esto debe hacer valer y poner en juego monio en vista de esta entrega.
todo su dolor, para recuperar en su Vida lo decadente que
se deshace. En la relación originalmente prevista, el varón viene a la
mujer como un mensajero de Dios. Si la mujer no está en
disposición de recibir a Dios en él, ella no corresponde a
Prostitutas
la mujer que Dios ha pensado para el varón. El varón lo
Hay dos clases de prostitutas. Algunas lo son como por ins- sentirá y perderá el temor reverente ante la mujer, en ella
tinto; la relación sexual, el cambiar de pareja les ha propor- verá tan sólo a ésa que ha llegado a ser al apartarse de
cionado un estado continuo de excitación sexual; todo lo Dios. Cuanto más bajo esté la mujer, tanto más hacia abajo
que hacen ocurre en vista del acto sexual. Si se arreglan, si será llevado el varón en el modo de su donación: los mari-
comen, duermen o salen: hacen todo por amor del abrazo dos se permiten con prostitutas mucho más que con sus
sexual. Si un compañero les ha procurado una gran satis- propias mujeres.
facción, quieren aún más intensidad, ponen atención a los
detalles que actúan ese aumento. Pero estos casos son más
Sexo y confesión
bien raros.
La otra clase es la de las perezosas y bondadosas. No hace En el Paraíso, Adán y Eva eran transparentes a Dios y entre
falta esforzarse de ningún modo, piensan. Esta prostituta ellos. Pero Adán aventajaba en algo a Eva, porque había
con gusto da una alegría. «En mí se cumplen todas tus ex- hablado con Dios ya antes de que ella existiera. De ahí
pectativas», piensan. A menudo, son mujeres de ambientes poseía una especie de responsabilidad ante Dios Padre, una
modestos, también casadas. Así una puede ganarse un dinero especie de ministerialidad que lo situaba en una posición
para las vacaciones, o permitirse una mujer de limpieza, etc. de mediación entre Dios y Eva. Ciertas decisiones habían
También existe la prostituta mala, la que humilla al de ser tomadas por él, y podía hablarle a Dios en nombre de
varón, la que goza el acto sexual porque el varón, en el los dos. Podía también hablar con Eva en nombre de Dios y
momento de su triunfo, siempre es también humillado. en nombre propio: estar alguna vez con Eva ante Dios,
Luego existen mujeres que se prostituyen para mejorar luego estar con Dios ante Eva. En la distancia respecto de
en el encuentro con su propio marido. Con frecuencia, Dios que también poseía como hombre sin pecado tenía

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que preguntar, tenía que explicar siempre de nuevo muchas La igualdad de ambos en el ser imagen viva de Dios podría
cosas concernientes a la voluntad y al designio de Dios. ser mostrada en la relación de los sexos: Adán-Padre, Eva-
Cuando el Señor más tarde instituye la confesión, se Hijo y el Espíritu estaría en la relación y mediación siem-
pueden encontrar muchas cosas de la posición mediadora pre nueva.
de Adán en la ministerialidad del sacerdote. El sacerdote, Al «tomar mujer», el varón la conoce. Algo de esto lo sabe
por un lado, es un pecador que también debe confesarse todavía hoy el marido; pero en el origen estaba previsto un
(y en esto está del lado de Eva); por otro lado, es uno que conocimiento de lo esencial mucho más profundo. En el
«ha hablado con Dios» y puede ofrecer el juicio de Dios en ofrecimiento del cuerpo existía no sólo algo conmovedor,
su propio juicio. Además, existe lo corporal. Adán y Eva sino una visión inteligente, porque en el ofrecerse estaban
estaban desnudos y se poseían uno al otro en la desnudez. expuestos cuerpo y espíritu, el hombre entero. Fuera ya
Ellos se poseían uno al otro de modo semejante a como se del Paraíso, lo sexual se sale de esta totalidad y se transforma
poseen Dios Padre y Dios Hijo. En la intimidad perfecta en imagen de la totalidad que originalmente estaba presente.
que no suprime a las personas. En una unidad que incluye El pecado nos impide comprender esta totalidad del amor,
en sí toda la multiplicidad del amor. Fueron creados para antes depositada por todas partes en el hombre, desde el
alegrarse continuamente entre sí. Su corporeidad era el espíritu hasta el cuerpo: totalidad del amor como amor del
instrumento perfecto que expresaba la unión de sus perso- hombre a Dios y de los hombres entre sí. En el sexo residía
nas. El varón, sin embargo, existía antes, y la mujer se ale- sólo la particular forma de expresión del amor total, el sexo
gra de esta precedencia del varón, así como el Hijo se alegra ofrecía el punto de partida para testimoniar el amor en el
de la precedencia del Padre en la igualdad esencial de la otro, para expandirlo, hacerlo crecer. El conocimiento
única naturaleza divina. Y como el Hijo hace la voluntad estaba allí donde el acto de amor era puesto en el otro.
del Padre, así la mujer habría hecho la voluntad del varón
en libertad, y no habría conocido alegría más grande que Ante el confesor, varón y mujer se encuentran en un papel
complacerle. Ella habría sabido que no se trataba sólo de la femenino. El varón nunca es tan varonil como en el sacerdo-
voluntad de Adán, sino que en ésta se imprime y expresa la cio. El que renuncia al sacerdocio, renuncia a la suprema
voluntad de Dios de una forma más diferenciada que en su expresión de virilidad ante Dios. Y la apertura de la mujer
propia voluntad, porque su personalidad varonil había ante el varón se traduce en la confesión, cristianamente,
sido enriquecida con un momento quasi-ministerial. No en humillación y penitencia –y con esto también en una
habría habido en esto una riqueza que el hombre retuviera fecundidad completamente nueva y total–, para que el
frente a ella, al contrario, tampoco él habría conocido varón, como representante de Dios, «conozca» todo y puri-
alegría mayor que la de compartir con ella esta riqueza. ficándolo lo vuelva a llevar a Dios.

202 203
La estructura sexual de los cuerpos es limitada, el acto siendo una relación casual, en el caso límite también super-
sexual es prescrito por la naturaleza. Pero la estructura de flua, en todo caso meramente «socrática». Si el paciente
la confesión es ilimitada, todo en el penitente debe estar en fuera suficientemente experto, debería poder analizarse a
la disponibilidad para abrirse, todo puede convertirse en sí mismo. En la relación varón-mujer, el varón «absorbe» el
acceso a la palabra de Dios que, mediante el sacerdote, pre- espíritu de la mujer, por decirlo así, para darle el espíritu en
gunta, juzga y, finalmente, absuelve. cuya fuerza ella puede levantarse fortalecida después de la
humillación del acto sexual. Y en la confesión el penitente
Confesión como voluntad de estar desnudo ante Dios. es humillado en su entrega, pero para recibir en la absolu-
Con mucha frecuencia aparece de nuevo ese falso pudor, ción por medio del sacerdote el Espíritu de Cristo que le
esa angustia de que el confesor pudiera haber «visto un dice: «Levántate, toma tu camilla y camina». Sólo en esta
poco demasiado», ese instinto de cubrirse. El dejar caer los apertura humilde del penitente llega a ser fecunda la fuerza
velos no tiene nada que ver con exhibicionismo o nudismo. de la absolución, como también el varón puede engendrar
Es un signo puro de la obediencia en el amor, es el segui- sólo en y para la donación de la mujer.
miento de María ante el Espíritu, el seguimiento de la Igle-
sia ante el Señor. El secreto de confesión: porque el evento
participa en el misterio entre Cristo y la Iglesia, que no es
predicable hacia fuera en meras palabras. No sólo el con-
fesor está estrictamente obligado al secreto, también el
penitente debería estarlo. No procede un ulterior desnu-
darse ante los demás como ante Dios.
Si la Iglesia devuelve al Señor todo lo que le impide estar
desnuda ante Él, ella no es desposeída, sino transformada
por Su Espíritu, sellada por Él. Así el penitente no quiere
«hacer las cuentas con sus experiencias» –contra Freud–,
sino entregarse tal como es al Señor, para a partir del
Espíritu del Señor llegar a ser un ser nuevo.
En la relación varón-mujer y en la relación confesor-
penitente reina en cada caso una relación yo-tú auténtica-
mente polar que tiene un sentido constitutivo, mientras que
el yo-tú de médico y paciente en el análisis freudiano sigue

204 205
VIRGEN Y MADRE ser cuerpo, concibiendo y dando a luz a Cristo, llevándolo
para el mundo y al mundo. De otro modo, la Iglesia no es la
María Esposa de Cristo, que ella sólo puede serlo en el seguimiento
de la Madre de Cristo, en su fecundidad virginal. La Euca-
M aría ha sido consciente de sacrificar su intimidad más
profunda al Espíritu Santo. Ella estaba ante Él también
en una desnudez física. Se ha preparado con toda su persona
ristía debería transformarse siempre de nuevo en un acto
que fecunda, en un acto que en el amor al Señor es llevado
para Él, y Él le ha quitado los velos. Para ella lo exigido era y repartido hasta el final.
sobre-exigencia: un «casi-no-poder». Era también una com-
pleta desapropiación de su virginidad en el seno de la Iglesia. El cuerpo de María y el de los cristianos vírgenes
La semilla de Dios es depositada en María para que a partir Quien aún no ha pronunciado un sí definitivo en la vida,
de ella llegue a existir el Esposo de la Iglesia. Algo que era no puede tener una relación cristiana respecto de su cuerpo.
Dios se hace carne en María. Y ella debe poner a disposición Porque uno sabe de su cuerpo seriamente sólo cuando lo
de la encarnación todo el exterior y el interior de su cuerpo entrega. Si uno hasta el momento no ha dicho sí nada más
para que este acontecimiento pueda realizarse. Algo de su que a sí mismo, en su cuerpo no puede habitar ningún
carne es en cierto modo co-encarnado y en esta medida espíritu, en el mejor de los casos tiene lo que el instinto le
re-encarnado: llevando en sí al Niño, el cuerpo de María se hace imaginar. Sólo después de que el otro, el tú, ha llegado
transforma. Y esto, esencialmente, porque ella renuncia al a ser real, uno sabe para qué tiene un cuerpo, al que se puede
varón y permanece virgen. Por el Hijo, ella participa miste- amar también por amor al tú. Por amor de sí mismo uno no
riosamente en una eterna juventud de la carne y recibe una puede amar su cuerpo.
inocencia infantil que siempre le será inherente. En el matrimonio, el varón despierta a la mujer para el
Cuanto más crece el Hijo, el Esposo, tanto más crece amor. Cuando ella en lo sucesivo se encuentra con su pro-
María en el papel de Esposa: se transforma en imagen ori- pio cuerpo, entonces lo hace como el recipiente que perte-
ginaria de la Iglesia. Frente a Él, lo materno se repliega, por nece a su marido; y, por cierto, en ese momento ella no
así decirlo, para que aparezca lo nupcial, lo cual a su vez piensa en alguno de sus miembros, todo su cuerpo perte-
sólo es posible en la virginidad. Pero esto no impide la nece a su marido.
fecundidad de María, más bien la promueve en grado María, por decirlo así, es despertada a su corporeidad
sumo, también según el cuerpo. por la aparición del ángel. Pues ella es interpelada por el
Hoy la Iglesia se vuelto tan «espiritual» que ya no fecunda ángel como totalidad de alma y cuerpo, y en la palabra del
al cuerpo del mundo. Sin embargo, de por sí la Iglesia debe ángel ella se encuentra con la interpelación de todo el Dios

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trinitario. Estando ante esta interpelación, ella se sabe total- de esta pertenencia lo que quiera. Y Dios hará uso de esta
mente –también corporalmente– apropiada por Dios. segunda experiencia para su Iglesia, tanto para los casados
Pero, en primer lugar, este Dios que se anuncia mediante como para los vírgenes en la Iglesia.
el ángel visible es el Invisible, el Siempre-más-grande: En la primera fase, cuando María ha pronunciado con
María no se puede imaginar ni al Padre ni al Hijo ni al cuerpo y alma su sí al Espíritu [1], lo hace para todos los
Espíritu. Y sin embargo, ella ha percibido en el ángel la vírgenes por causa de la Iglesia y con esto funda la fecundi-
atmósfera divina; acontece en ella un verdadero conoci- dad de la virginidad cristiana. Gracias a esto, los vírgenes
miento de Dios, aunque Dios es infinitamente más grande pueden obtener la seguridad de que su donación a Dios y a
que lo que aparece en el ángel. (Así también la mujer que la Iglesia es fecunda en todo su ser humano (y no sólo de
ve por primera vez a su marido sabe que él es más y más un modo espiritual). Pero esto bajo la condición de que
oculto que lo que se manifiesta en su corporeidad). ellos acompañen a María también en su camino posterior,
Y entonces tiene lugar, como en dos pasos, la respuesta en la experiencia del cuerpo que corresponde a la encarna-
de María. Primero, ella reconoce que es requerida por Dios ción del Hijo [2] y a la devolución a Dios de esta experien-
con cuerpo y alma, que debe estar preparada para la obra cia del cuerpo [3]. Lo primero se hace en la Iglesia ya desde
del amor divino. Con esto, ella es colocada en la comunión hace tiempo: uno pone su cuerpo a disposición del Espíritu
de todos los que aman a Dios y le ponen su existencia a Santo. Pero lo segundo y lo tercero con frecuencia es des-
disposición. De todos los que dicen sí a Dios y se deciden cuidado en una especie de huida de la concreción corporal.
por Él. El espíritu de María dice sí a Dios y se recoge e
incluye por completo, también su cuerpo, en ese sí. Así su
Dios – Espíritu
cuerpo es compenetrado por su espíritu, espiritualizado. Es
un sí en y para la eternidad, que en sentido propio es pro- 1 3
Sí Encarnación
nunciado en el cielo ante el Dios uno y trino. Este sí espi-
de María 2 de Cristo
ritual es lo que pone el fundamento.
Luego viene el segundo paso: el Espíritu hace que el
Hijo se haga carne en ella. Y este hacerse carne crece con- El Hijo en el cielo es Espíritu; en su encarnación recibe
tinuamente en importancia, se vuelve siempre más impor- la experiencia de lo que es la corporeidad, también de lo que
tante también para María, cuanto más crece el Hijo en ella es la «carne después del pecado original», porque Él asume
y su cuerpo espiritualizado se va encarnando creciente- el mismo cuerpo que nosotros. Para alcanzar una experien-
mente junto con el de Él. Y ella devuelve a Dios también cia corporal necesita la comunión con otro cuerpo, el de
esta nueva experiencia. Ella le pertenece, Él puede hacer su Madre. Ningún cuerpo puede existir sin comunión y

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comunidad. Para los casados, la comunión originaria es la de Los vírgenes deben suplicar al Espíritu Santo que deje
esposo y esposa, para los vírgenes es primariamente la comu- acontecer la encarnación del Hijo en su disponibilidad,
nión de madre e hijo; a partir de esta experiencia de comu- que los guíe por el camino del Hijo encarnado a través de
nión, el virgen en la Iglesia puede también poner su cuerpo toda Su experiencia corporal, para regresar junto con Él al
a disposición del Hijo y de su obra, para reconocer con Él lo Padre. Esto sólo pueden vivirlo en la compañía de María,
que es cuerpo, lo que es pecado, para actuar y expiar con Él. que devuelve su Hijo (y así también a sí misma y a todo su
La Iglesia puede acoger esta entrega y administrarla en el cuerpo) al Padre desde el mismo momento en que lo ha
sentido del Hijo, y de algún modo con esto ella se hace cargo concebido y en todos los estadios de su acompañamiento.
también del papel de madre corporal (lo que quizá para el
neo-sacerdote se puede concretar en la «esposa espiritual»).
Fundación de la virginidad cristiana
El Hijo se hace carne verdadera para reconducir el mundo
al Padre. En la resurrección vuelve al Padre, el primero con La virginidad cristiana está fundada en Cristo, que entregó
carne redimida. Si los que son vírgenes o célibes niegan sin reservas su cuerpo tanto como su alma por la salvación
su propia carne o la consideran como insignificante, se del mundo, para volver a recibirlo del Padre como cuerpo
oponen a la intención del Hijo. El camino hacia la cruz se resucitado eterno. Y entre el cuerpo crucificado y el cuerpo
recorre en la carne. En ningún caso la cruz es una expe- resucitado está el cuerpo eucarístico, cuya existencia el
riencia meramente espiritual. El Espíritu, que ha hecho Padre ha permitido: como entrega de toda la carne y la san-
que el Hijo asuma la carne, conduce al Hijo corporalmente gre de Cristo, corporalmente, como salvación y alimento
a la cruz, para hacerlo resucitar corporalmente. Y la Madre de todos los que quieran recibirlo en la fe. Y puesto que
acompaña corporalmente al Hijo a la cruz, y en su Asun- Cristo se entregó corporalmente como totalidad a los hom-
ción corporal en el cielo lo acompaña también en su tercer bres, Él también es recibido por los hombres corporalmente:
paso: la vuelta al Padre. De modo que el camino definitivo primero por María, la Virgen, luego por la Iglesia, que es
que María recorre –y que junto con ella deben recorrer los también un cuerpo virgen marcado por la virginidad de
vírgenes en la Iglesia– es el camino del Hijo mismo: Cristo y preformado en la virginidad de María, para recibir
también corporalmente la donación corporal de Dios en
Dios – Espíritu Cristo con la dignidad que merece esta entrega.
Con esto, la entrega corporal de varón y mujer tal como
1 3 Resurrección la conocemos es repetida en un plano que ellos mismos no
Encarnación
Cruz habrían podido alcanzar; porque el varón no puede dar a la
en María 2
mujer nada más que su semen, comunicado mediante un

210 211
miembro particular; en ningún caso puede dar todo su estar siempre desnuda (esto tiene lugar para cada uno clara-
cuerpo y con éste toda su alma, todo su espíritu. En la mente en el sacramento de la confesión), y de modo que el
dimensión de la relación Cristo-Esposo e Iglesia-Esposa, la Señor en todo lo que comunica de sí a su Iglesia nunca le
fecundidad particular de varón y mujer se transforma en retiene nada de su amor: en todos sus dones Él mismo se
una fecundidad universal, y por esto mismo en una que entrega sin reservas a la Iglesia. Puesto que la relación entre
incluye lo corporal en su integridad total. Cristo y la Iglesia es única y nadie puede adquirir desde
Esta fecundidad se distingue de la paradisíaca –cuya ley fuera y sin permiso una mirada a su intimidad, no necesita
exacta nunca conoceremos– por el hecho de que no es una reinar entre ambos ningún tipo de vergüenza (que quisiera
fecundidad puramente humana, sino humano-divina, que cubrir algo), más bien únicamente la relación del perfecto
supera por tanto la del primer Adán por algo infinito: lo de-velamiento. Que este estar descubiertos sea para la Igle-
divino. Y, además, también por el hecho de que es una sia –formada por pecadores– siempre difícil y doloroso es
fecundidad caracterizada por la renuncia absoluta de la cruz, comprensible, pues el Esposo se ha «merecido» a su Esposa
una que incluye y tiene como presupuesto no sólo felici- la Iglesia por medio de la cruz. Al exigir de ella esta desnu-
dad sino también dolor, y en Cristo, ciertamente, el máximo dez –en la confesión, pero también en otras formas de
dolor. El cuerpo de Cristo nunca es tan fecundo como en renuncia– Él recorre el único camino posible y adecuado
la donación de la cruz; sólo ésta le permite donarse euca- para formar a su Esposa a Su hechura.
rísticamente –«Tomad la carne que es entregada por voso- Por eso, la virginidad o el celibato de un cristiano parti-
tros»–, sólo ella lleva a que el Padre lo resucite de entre los cular no tienen nada de antinatural, sino que es la dona-
muertos y así inaugure la resurrección universal de los ción de toda la fecundidad espiritual y corporal de una
cuerpos humanos muertos. existencia en y para la fecundidad entre Cristo y la Iglesia,
La relación corporal de Cristo y su Iglesia (como se hace la cual no es una fecundidad cerrada en sí misma, sino
visible en la Eucaristía, como ocurre también en los demás dirigida a la salvación del mundo entero. El celibato del
sacramentos y, más aún, en todas relaciones mutuas entre sacerdote puede en esto ser comprendido más como un
ellos) está completamente libre de todo lo que una y otra vez seguimiento de la virginidad de Cristo en favor de su Igle-
caracteriza al eros marcado por el pecado original: curiosi- sia; la virginidad de los religiosos, más como seguimiento
dad y deseo de posesión. Por tanto, su relación puede reali- de la virginidad de María y de la Iglesia en la entrega a
zarse en una «desnudez» de algún modo paradisíaca; no Cristo. El celibato es asumido para otorgar al ministerio
como si a la Iglesia le fuera concedida una visión de todo el eclesial la fecundidad de una vida donada en bien de la
misterio de Cristo, porque Él sigue siendo el Señor y el Iglesia y la comunidad, así como detrás del ministerio de
Maestro, pero sí de modo que la Iglesia ante el Señor ha de Cristo como Cabeza de la Iglesia está su donación de sí en

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la cruz y en la eucaristía y la resurrección. La virginidad de estado religioso. (Algo más. Hay que examinar en cada caso
los religiosos es abrazada para que la entrega fecunda de la el ser marcada espiritualmente de una mujer que ha tenido
Esposa al Esposo alcance plena concreción en lugares siem- relaciones sexuales: hasta qué punto ella ha logrado tomar
pre nuevos, como sucedió por primera vez en la entrega de distancia y elevarse por encima de tal experiencia).
María al Espíritu Santo, portador de la semilla. Que esta
renuncia al uso de la sexualidad pueda llegar a ser un sacri-
Sobre la historia cristiana de la corporalidad
ficio costoso para el cristiano debe asumirlo también como
expiación y penitencia por la concupiscencia que viene del En la creación, Adán recibe de Dios su cuerpo, y en este
pecado original y que siempre adviene de un modo u otro cuerpo no hay ningún obstáculo respecto de Dios. Su carne
en el estado matrimonial. El que renuncia conoce todos los no es opaca a Dios, no hay en ella tampoco ninguna adver-
valores que residen en las relaciones corporales, no los des- tencia de precaución. Adán no se sentirá estrechado ni
precia, pero en la fe sabe de un ideal que él no se adjudica coartado por su ser hombre. Está provisto con todo lo que
orgullosamente, sino que es vivido ya desde siempre por le permite conocer a Dios en el modo que Dios quiere ser
Cristo y la verdadera Esposa-Iglesia. conocido por el hombre. Un cuerpo que no es un obstáculo,
tampoco un problema, es algo completamente simple, como
El varón que se decide a ser virgen tiene muy presente la don íntegro del Padre creador. Mirando hacia atrás, Adán
relación Cristo-Iglesia como un ideal espiritual que ha de se ve desde siempre sostenido por Dios, y también mirando
expresarse corporalmente. Él renuncia en el espíritu a toda hacia adelante su espíritu busca a Dios como un centinela,
concupiscencia y quiere dejar vivir su cuerpo en este estado comprendiéndolo tal como Él se le revela. Está con su
no concupiscente. Pudo haber faltado en su juventud; desde cuerpo en una línea que va de Dios a Dios. Corporalidad y
el momento en que elige el estado religioso o el celibato percepción de Dios están en mutua armonía.
–en el caso de que se atenga a la ley propia de este estado– Con la caída en el pecado, los primeros hombres adquie-
él es virgen. (El varón no queda marcado corporalmente, ren una conciencia reflexiva de sus cuerpos; pero mientras
como la mujer, por la relación sexual). Cristo lo recibe Dios no se ha expresado, ellos aún no son expulsados de
incondicionalmente, no hace diferencias. Y la penitencia su proximidad; el ocultarse es acción suya, que se hace
para lo anterior reside en la renuncia a partir de ahora. Par- consciente en el cubrirse los cuerpos. Ellos escuchan muy
tiendo de esto, se podrá decir que –aunque el caso de la bien la voz de Dios cuando Él se pasea en el jardín. Sin
mujer no es el mismo, porque ella queda corporalmente embargo, han hecho de su cuerpo un obstáculo, ven en él
marcada– no deberían tomarse criterios definitivos de lo algo que tienen necesidad de ocultar uno al otro y a Dios;
puramente físico en favor o en contra de la admisión en el pero al principio no tenían, tampoco en su desobediencia,

214 215
la capacidad de separarse del Dios que se les acercaba. El algo determinado, al Hijo le muestra todo. Tanto en el caso de
acto de ocultarse significa que huyen del Dios que viene, Adán como en el de Cristo, el cuerpo no es de ninguna ma-
que ya no quieren escuchar al Dios que perciben. Y al cubrir nera un obstáculo respecto de Dios. Cristo, como segundo
su cuerpo, quieren ocultar su acción. Su cuerpo se ha vuelto Adán, puede ver a Dios con su cuerpo humano tal como
un problema para ellos. Por eso lo cubren. Y, al mismo place a Dios. Cristo no conoce ningún obstáculo por parte
tiempo, esto se vuelve la ocasión para ocultarse también de del pecado original o del pecado en general. El Padre ha
Dios. El órgano que ahora ocultan hasta entonces no estaba vuelto a crear para Él este estado, para que el Hijo le muestre
necesitado de ningún trato particular; los primeros hombres que se puede vivir con el cuerpo creado por el Padre. Y con
estaban abiertos a Dios en la totalidad de cuerpo y alma; este cuerpo muere en la cruz por todos los pecadores, con
todo era una síntesis que no necesitaba análisis ninguno, este cuerpo carga todos los pecados. No para actuar nuestro
ninguna diferenciación de funciones y posibilidades. final, sino para comunicarnos la vida: en la resurrección de
Los descendientes de Adán intentan cubrir aún más la su cuerpo está incluida desde siempre nuestra resurrección.
problemática surgida, disociando completamente lo cor- Por la resurrección de Cristo se nos adjudica una corpo-
poral de lo espiritual, diferenciando siempre más finamente reidad que es distinta de la de Adán, distinta también de la
las relaciones entre ambos elementos: un querer llegar a primera corporeidad de Cristo o de nuestro cuerpo peca-
Dios y, al mismo tiempo, un huir mejor de Él. (De este modo dor: una corporeidad a la que el pecado ya no tiene ningún
uno puede pecar en el cuerpo, mientras que en el espíritu acceso. Una corporeidad a partir de la esfera de la eternidad
tiende a Dios; o puede llevar una vida pura y con esto negar de Dios, y por ende incorruptible. Ciertamente, rige un
que tenga el más mínimo trato espiritual con Dios, etc.). parentesco con la corporeidad paradisíaca, pero Adán fue
Luego viene Cristo, nacido de María Virgen. Él recibe expulsado del Paraíso, mientras que nosotros, por el con-
mediante este nacimiento un cuerpo que es engendrado por trario, gracias a la muerte corporal de Cristo hemos sido
el Padre por obra del Espíritu Santo, pero no se distingue hechos capaces de esa corporeidad a la que el pecado ya no
en nada en su humanidad de los demás cuerpos humanos. tiene ningún acceso. Aquí Cristo no asume ya nuestro
Y, sin embargo, es un cuerpo que está en perfecta armonía cuerpo, sino nosotros el suyo. Su cruz nos ha procurado
con la actitud integral del Hijo hecho hombre ante el Padre esta posibilidad. Y la Eucaristía es la garantía, que siempre
y que participa en la obediencia del Hijo en la visión del de nuevo nos es dada, de que hemos recibido la capacidad
Padre. Esta visión, que es propia sólo del Hijo –«nadie sino de ser configurados según su corporeidad resucitada. El
el Unigénito ha visto a Dios»–, es en un punto idéntica con primer regalo del Padre, desestimado por el pecado, desem-
la visión que tenía Adán de Dios: Cristo ve del Padre lo que boca en el definitivo ser-cuerpo en Dios por medio del don
le es mostrado por el Padre. Pero si Dios mostraba a Adán de la pasión del Hijo que ha cargado nuestros pecados.

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Según la decisión trinitaria, el Hijo se hace hombre acompañar otros, recibir de parte del Padre la respuesta de
obediente al Padre y es conducido por el Espíritu. Pero los los hombres –por ejemplo el sí de María–, se han conver-
habitantes del cielo de Dios no se quedan como simples tido en ángeles custodios no sólo por la creación, sino en
espectadores en todo esto. Cristo fue acompañado toda su un sentido nuevo a partir de Cristo. La primera que recibe
vida por ángeles. Y en el cuerpo de la resurrección y en sus un ángel de la guarda es María cuando su fiat. Ciertamente,
propiedades, Él es de algún modo conformado a lo que se los ángeles eran ya partícipes en la creación, tuvieron que
puede llamar la corporeidad de los ángeles. Se puede dis- cumplir encargos en la Antigua Alianza, pudieron mani-
cutir si una disminución de la densidad corporal sea una festar misterios del cielo, pero siempre para un cumpli-
expresión de una espiritualidad acrecentada. Seguramente miento finito en la tierra. Desde María, en cambio, los
el cuerpo de la resurrección es menos «denso» y «pesado» ángeles reciben funciones en la obra de la misma salvación:
que el terreno, sin por esto tener la misma forma espiritual reciben la gracia de llevar a los hombres –más allá de sí
de los ángeles. Así, el Resucitado se muestra a los discípulos mismos– hacia el ser redimidos en Cristo. Y porque María
en una consistencia que no es la de los ángeles. Los ángeles, es pre-redimida, a partir de ella se deja explicar del modo
sin embargo, que han acompañado al Señor en su corporei- más luminoso la nueva función de los ángeles.
dad terrena están emparentados o asociados a su corporeidad El cristiano recibe por obra del Señor resucitado una
de resurrección, porque el cuerpo de la resurrección perte- nueva relación con su cuerpo: puede ponerlo bajo el signo
nece a una esfera que es celestial y angélica. El cielo es la de la renuncia. El cumplimiento de los consejos evangélicos
patria de los ángeles. Esta patria se abre a la tierra con la tiene lugar originariamente en el seguimiento del Hijo
encarnación: el Hijo toma de los ángeles algo, pero tam- hecho hombre, pero ahora, más precisamente, en el segui-
bién les lleva algo de vuelta; Él los ha requerido y emplea- miento del Resucitado. El cuerpo del Resucitado anuncia,
do para su misión terrena; un ángel apareció a María. Pero por una parte, la renuncia completa, pero la expone de
ésta y otras apariciones no suceden casual y esporádica- modo nuevo. La no problematicidad y transparencia adá-
mente, sino que todos los ángeles están a disposición del micas de la corporeidad de Cristo se nos hace patente sólo
Hijo y su compañía se manifiesta en momentos decisivos. en la cruz –porque su cuerpo se demuestra capaz de llevar
En la resurrección tiene lugar una especie de testimonio de el pecado del mundo–, pero nos es confirmada por el hecho
gratitud a los ángeles; ellos han experimentado mediante de que el Resucitado nuevamente nos manifiesta su cor-
la encarnación un alargamiento de su esfera, han partici- poreidad. Él la muestra descubierta a quienes da la capaci-
pado más profundamente en la obra del Padre, su existencia dad de comprender la renuncia a lo corporal. Su cuerpo
de nuevo se ha mostrado llena de sentido; ellos han podido resucitado deviene para los creyentes la exigencia de renun-
aparecer, conducir, anunciar algunos acontecimientos y ciar a la autoposesión, al autodominio de su corporeidad.

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Esta exigencia ya no es dada a todos, tampoco a los que no es de ninguna manera sólo el cuerpo el que libera el semen;
pueden escucharla, sino a los creyentes que son solicitados éste es expresión de toda su persona varonil. Así, todo el
de modo particular. Hasta la muerte de Cristo se puede juego de amor entre marido y mujer empieza ciertamente
decir: la exigencia del martirio existe para todos, si las cir- en ellos, pero luego las olas, que pasan de uno al otro, baten
cunstancias lo exigen. A partir de la resurrección, los con- por encima de ellos y los sumergen bajo ellas, vienen de
sejos reciben una plenitud y un esplendor que irradia desde mucho más atrás y van mucho más adelante.
el cuerpo del Resucitado. El tiempo de los cuarenta días es Así también al abrirse a un orante, de repente, Dios Padre
una «instrucción para proficientes». o Dios Hijo es más que siempre-sólo-una persona: es el
Dios uno y trino. El orante llega a conocer de un modo
nuevo la esencia de Dios. El desbordamiento de los esposos
Sexo, Trinidad, virginidad
durante el acto sexual no es sólo la experiencia de la sexua-
El acto sexual es corporeización, encarnación del amor con- lidad total del ser humano, tampoco sólo la trascendencia
yugal. Entre una relación sexual y otra, el trato puede ser hacia el hijo que puede venir o no; hay cosas en esta plétora
espiritual por un buen tiempo. Trabajan juntos, dialogan, que no tienen que ver con el hijo, que propiamente sólo se
etc. Luego viene el momento en el que se hacen «un solo pueden iluminar por medio de la Trinidad de Dios; no es
cuerpo». Los dos elementos pertenecen perfectamente a la que el hombre pudiera dejarse ampliar hasta las dimensio-
tarea conyugal, y entre ambos hay gradaciones y transiciones. nes de Dios; pero sí que él, en su creaturalidad, participa
Tanto el ser Dios como el ser hombre del Hijo están en muy realmente en el Ser-siempre-más de Dios.
la misma misión, pero con desplazamientos del centro de Esta experiencia del Ser-siempre-más de Dios no está,
gravedad. Si se contempla al hombre Jesús, por ejemplo, evidentemente, reservada al acto sexual; puede ser regalada
cuando come lo que su Madre le ha preparado, se comprende en cada auténtica oración, en cada acción de gracias des-
repentinamente que Él come para poder ejercer su misión, pués de la comunión. Precisamente la comunión demues-
y su misión es infinita, todo el Dios uno y trino se hace tra ser una especie de sobre-cumplimiento del acto sexual:
presente en ella. De la más pequeña situación en la vida del por el Cuerpo entregado del Señor nosotros recibimos parte
Hijo se abre siempre de nuevo esta visión hacia la totalidad en su divinidad, en todo el Dios trinitario. Y aquí lo sexual
que domina desde arriba. desemboca en la virginidad. En ésta la corporeidad cristiana
También el varón es subyugado en el punto climático está en la línea entre encarnación y eucaristía.
del acto sexual. Se sabe parte de algo más grande. Se con- La eucaristía está pre-contenida en la encarnación. La
mociona de poder dar más de lo que él es y tiene. De modo encarnación es acción del Padre y dejar-hacer del Hijo.
semejante a un sacerdote en la absolución. En el varón no La eucaristía es acción del Hijo y dejar-hacer del Padre.

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Pero, porque la voluntad del Hijo reside en la voluntad del que se cruzan encarnación y eucaristía. Junto con Dios el
Padre, se encuentran la voluntad de la encarnación y la sacerdote pone la fecundidad de Dios en el interior de los
voluntad de la eucaristía. También en el plano humano hombres, a los cuales comunica el Cuerpo virgen de Cristo.
existe este punto de intersección: entre el dejar-hacer de la
mujer y la acción del hombre. Pero aquí todo queda limi-
Celibato y estado de vida consagrada
tado, ligado a lo sexual, aun cuando se realice dentro de la
voluntad de Dios. Esta limitación es superada en la euca- El hombre virgen que aún no ha elegido no tiene una rela-
ristía (como acto entre Cristo-Esposo e Iglesia-Esposa): el ción corporal con un hijo. Éste no juega ningún papel en
Hijo encarnado, como Palabra y como Cuerpo, se da como su mundo de pensamientos. Le puede alegrar pensar en un
el semen de Dios en el seno de la Iglesia, a la que Él forma de niño: «Yo también quisiera un hijo como éste», o «quisiera
este modo. La Iglesia que se concentra en este acto formador alguna vez hablar esto con un hijo mío». Pero todo esto sin
es en sí virginal, y la virginidad de un creyente particular compromiso alguno. El niño a veces toca tangencialmente
es encarnación de este ser eclesial. Para el que es virgen, la su mundo imaginativo, sin que él se decida seriamente por él.
experiencia de la comunión es, en realidad y de derecho, el Cuando uno que se ha mantenido virgen escoge el estado
absoluto ser subyugado, porque el tú que se entrega es del matrimonio, adquiere una representación corporal
Dios mismo. mucho más marcada del niño. Él se ve a sí y a su novia en el
El sacerdote que distribuye la comunión está, por causa niño. Puede, tal vez (aunque raramente), reconocer muy
de su ministerio, del lado de Dios Padre; él comunica bien a su novia en la imagen que se hace del niño, puede
instrumentalmente el Hijo a la Iglesia; pero él mismo imaginarse (más frecuentemente) a la mujer que ama como
comulga en cuanto que es Iglesia y en esto pertenece al madre de sus hijos, puede quizá adelantar la boda por el
Cuerpo del Hijo. Como instrumento del Padre, sin embar- deseo de los hijos que espera tener. La imagen de la familia
go, él hace que el Hijo se encarne en las formas de pan y determina su relación con la mujer.
vino; esto puede hacerlo sólo porque él ofrece el sacrificio Para el que permanece virgen –el sacerdote y el reli-
del Hijo al Padre, como el Hijo en su encarnación se ha gioso–, el hijo queda más apartado de la mujer. El religioso
ofrecido en sacrificio Él mismo al Padre. A este acto del mira al Niño Jesús y a su Madre virgen; los demás niños
Hijo debe recurrir el sacerdote. Después de que el Hijo es pueden ser para él como imágenes atenuadas del Señor, las
sacrificado, el sacerdote es puesto del lado del Padre, para demás madres, imágenes –ya no vírgenes ni inmaculadas–
que junto con Él distribuya el Hijo a la Iglesia. que hacen presente a María. De algún modo capta el alfa y
De aquí se ve con claridad que la virginidad es justa y la omega, el resto del alfabeto queda para él potencialmente
necesaria: ella es requerida precisamente en el punto en incluido en los dos extremos. En esto el religioso tiene la

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idea más elevada de la virginidad, ya que para él virginidad de comprensión del director espiritual, o por el no querer ser
no es en primer lugar renuncia, como lo es para el sacerdote conducida de la mujer o por la sabiondez de ambos. Puede
secular, sino ante todo una donación positiva a Dios. también suceder que Dios deje de ser consultado; uno se ha
Correspondientemente, la relación entre el religioso y hecho para sí una receta, ya no necesita rezar ni dejarse guiar.
María es delicada e íntima: él dona porque ella ha donado. La vida consagrada permanece imagen de la Iglesia, por
El sacerdote está ante todo vuelto hacia el Señor, vive en eso en ella se impone la relación de Esposo y Esposa. Piénsese
una especie de soledad personal con Él, mientras que el en las relaciones entre la Compañía de Jesús y el Carmelo.
religioso participa más marcadamente en la comunión entre Con frecuencia puede ser una relación oculta, incluso per-
Cristo y María, tiene parte en los votos de la Madre. Esta manentemente oculta. La religiosa lleva en su oración con-
concreción de la virginidad repercute en su relación con el templativa la acción del varón. Por eso estas relaciones son
niño: para el religioso, el Niño Jesús está circundado por la más comunes en los religiosos activos que en los contem-
virginidad de la Madre. Y por esta relación, para él tam- plativos. A menudo es un decir superficial cuando el reli-
bién el niño más abandonado conserva algo glorioso; no es gioso pide a la religiosa: «Rece por mis intenciones». Pero
sólo una imagen rebajada del Niño Jesús, sino que es parte hay en esto una verdad profunda. Ella le dona su fuerza
del misterio maternal de alguna madre. femenina de oración para su acción y oración masculinas.
En el religioso la relación con la mujer también está más También como religiosa la mujer conserva la fuerza de
marcada por María. Por medio de los votos recibe una donación al varón. A un varón que, quizá, nunca ha visto.
marcada posibilidad de contemplar a la mujer fuera de la Ella ha de dejar madurar y dar a luz frutos. Aquí hay tareas
concupiscencia. El sacerdote la considera más acentuada- para la Iglesia del porvenir: los vírgenes no pueden per-
mente a través de la confesión, como una mujer que él debe mitirse huir ante la relación de los sexos, ni el varón ni la
conducir al amor cristiano. Relaciones como la de Francisco mujer, sino que deben superarla conservando la integridad
y Clara, etc., se pueden dar en el estado religioso, pero no de la virginidad. Evidentemente, no debe encenderse nada
en el estado sacerdotal, porque son imágenes espirituales erótico. Y tanto menos se trata de «sublimación», pues
de la realidad esposo-esposa entre Cristo y María-Iglesia. entonces es encendido y luego se impone en otra dimensión.
Para casos extraordinarios de dirección espiritual de almas Debería reinar una trascendencia en la que los dos sepan cuál
de mujeres se requieren religiosos que por sus votos poseen es el lugar de lo erótico y lo delimiten claramente, así como
una percepción de la relación Esposa-Esposo en el Cuerpo cuando se conoce el contenido de una caja que no se abre.
místico. A ningún religioso que lo pida en oración le es Este dejar-estar no es una huida, sino obediencia. La obe-
negada una comprensión de este misterio. Pero, con fre- diencia juega en este ámbito el papel más importante.
cuencia, una relación prevista por Dios se rompe por la falta Juega un papel también y precisamente en la contemplación

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mística, pues sólo ella puede impedir que las «esposas místi- Fruto en el estado del matrimonio y en el estado de los consejos
cas» proyecten sus instintos y sueños eróticos en la relación
con el Señor. Aquí tiene su lugar la «aplicación de sentidos» En el acto sexual se realiza un intercambio de amor recí-
de los Ejercicios espirituales: Ignacio ata la sensibilidad proco entre hombre y mujer que lleva a una nueva expec-
erótica liberando los otros sentidos. No huye de las sensa- tativa. Esta expectativa radica, por un lado, en la relación
ciones de los sentidos. Es curioso que él, que ha hecho la de los sexos, por otra parte señala hacia el futuro a un amor
experiencia caballeresca de la realidad eros y que durante nuevo: el niño. Con esta expectativa, con este confiado
su enfermedad ha luchado y se ha abierto paso a capa y dejar-acontecer-más-allá de lo ha acontecido, Dios ha hecho
espada, más tarde no dé instrucción alguna sobre esto. al hombre un regalo enorme. Un regalo de la eternidad en
Quizá por el hecho de que permaneció solo. En todo caso, una forma que es adecuada a la corporalidad; a una corpo-
la obediencia sigue siendo principio y criterio en todas las ralidad que es expresión del Espíritu y a la que le es propio
cosas del cuerpo. En ella se aclara lo único decisivo: por qué encarnar más vivamente el amor a Dios en el Espíritu. Un
yo no puedo permitirme esto o por qué debo hacerlo. Otras amor que no procede del hombre, sino que es donado por
cosas son contenidas, retenidas y no son experimentadas. Dios. Ahora el acto sexual y su fecundidad corporal devie-
Existe un «poder» del que conduce en obediencia también nen imagen abierta de la fecundidad divina; y a partir de
sobre la esfera sexual del dirigido. Pero el que conduce aquí también la vida exclusiva para Dios, la vida consa-
debe saber responsablemente hasta dónde da libertad y hasta grada, adquiere un nuevo rostro: se transforma en la ex-
dónde retiene. pectativa del fruto: [en el movimiento] desde el amor a Dios
en y hacia ese amor.
La mujer piensa mucho menos en su cuerpo que el varón. El nacimiento del hijo llega a ser el cumplimiento de la
Si profesa los votos, en ella la cuestión queda concluida expectativa de los padres. Y si los padres aman a su hijo y lo
mucho mas rápido. Ésta apenas aparece, o a lo sumo emerge acompañan, perciben cómo este cumplimiento crece cons-
el deseo de tener hijos, o un hombre, en cuanto éste signi- tantemente. Pero si un cristiano sigue la llamada del Señor
fica una vida distinta de la vida en el convento. Si ella es vir- y pone en sus manos toda su expectativa, tiene entonces la
gen, entonces sus deseos instintivos de algún modo no son certeza de que Dios lo toma, lo cuida y se hace cargo de él
claros; no desea inmediatamente el acto sexual, sino algo de una forma semejante, pero desbordante. Dios no deja
que no le ofrece la vida de los votos, pero que no se puede que él vea el fruto de su propia donación, porque Él se ale-
describir más de cerca. El varón virgen desea con mucha gra de poseerlo en primer lugar y de administrarlo en su
mayor precisión el acto sexual, mientras que en la vida reli- cielo. Lo que de ello pueda llegar a ser visible en la tierra es
giosa para él retrocede el deseo de un hijo y de una familia. sólo un símbolo del verdadero fruto. Un sacerdote que ha

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instruido a un catecúmeno y lo puede bautizar, sabe que el sexualidad; la mujer, mucho menos. Ella conoce también
fruto no está en proporción alguna con su esfuerzo, que en un deseo instintivo, pero si es pura y creyente, este deseo
el mejor de los casos le fue concedido ser un instrumento se traduce de muchos modos, pues es un deseo de donación
de Dios, aunque no pueda delimitar su participación. como tal, sin una concreción marcadamente corporal. Pero
Tampoco marido y mujer pueden determinar su parte en el también la mujer debe tener bien presente que en este deseo
niño; los dos han debido colaborar. Pero la colaboración indeterminado está integrado algo corporal, en el cual reside
entre el sacerdote y Dios, el religioso y Dios está aun mucho al menos un momento de nostalgia natural por el varón y
más sustraída al control, a la visión de conjunto, porque el que este deseo natural está en orden cuando lleva a una
peso principal del fruto permanece en el cielo. También en decisión clara: donarse al varón o renunciar a esta entrega
el apostolado activo es así, de modo que todo lo que puede para pertenecer a Dios.
ser terrenalmente fijado siempre es sólo imagen del verda- Por eso, vistas las cosas cristianamente, no puede darse
dero y mucho más grande fruto que está en el cielo. Con un «tercer estado» en el sentido de que uno tome su deci-
esto Dios demuestra su confianza al creyente: Él se sirve sión de vida excluyendo de ella el cuerpo. Daría así a Dios
de la vida del creyente para utilizarla instrumentalmente una respuesta incompleta, quedaría con una parte de sí
con su consentimiento y, así, proseguir la obra divina en la mismo a la expectativa y, por tanto, a decir verdad no habría
tierra, pero en y hacia el cielo. elegido. Él ve, sin duda, una alternativa, pero su cuerpo se
queda indeciso en medio de las posibilidades como algo
reservado. La no decisión está condicionada por el reser-
Inexistencia de un «tercer estado» cristiano
varse el cuerpo. No es ninguna virginidad decidida, sino
En obediencia de fe ante Dios el cristiano elige su estado de una virginidad «hasta nuevo aviso», «ya veremos». Hasta
vida: matrimonio o virginidad (celibato). El hecho de que que llegue el varón, o no. En la verdadera elección uno es
para él sólo se den estas posibilidades viene de que su obe- «raptado», por Dios o por el hombre. Si no se elige, es por
diencia, donde concierne a toda su persona, no puede ser miedo a este robo. Se conserva el derecho de (libre) disposi-
meramente espiritual, sino que incluye precisamente a toda ción de sí mismo.
su persona, también a su cuerpo. Nadie puede decir sí al Este reservarse la última donación hace infecunda la
estado matrimonial o al estado de vida consagrada (inclu- integridad corporal. El cuerpo sólo llega a ser fecundo si es
yendo en ésta el estado sacerdotal) ignorando las conse- tomado en la decisión plena. En el sentido del cristianismo,
cuencias que este sí tiene para su cuerpo. Esto puede ser el ser humano es fecundo siempre y sólo como totalidad.
más evidente en el hombre que en la mujer, porque el hom- La «solterona» suele poner el sentimiento de vergüenza
bre por naturaleza siempre se acuerda explícitamente de su («shocking») por encima del amor y de la entrega, para

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justificar su indecisión. Pero el sentimiento de vergüenza y lo incierto. (¿Por qué la obra de Abel es agradable a Dios y
pudor no es un valor supremo, sino que está al servicio del la de Caín no?). Pero María es desapropiada por el Espíritu
amor perfecto sólo como protección. La mujer en el matri- Santo en su cuerpo: ella no sacrifica, ella es tomada por Dios.
monio se desnuda perfectamente ante el marido, y no sólo La «solterona», que considera su cuerpo como una propie-
ante el marido, sino también ante extraños cuando tiene que dad intocable, afecta modestia y adopta modales afectados,
dar a luz. Y si ama realmente a su marido, el descubrir su no pertenece a la Nueva Alianza. Quizá haga sacrificios,
cuerpo no se transforma para ella en un problema serio. pero sin el Espíritu que transforma el sacrificio en certeza,
experiencia y alegría.
La «solterona» es, en el fondo, veterotestamentaria. Cuando Lo neotestamentario es la plena disponibilidad del cuer-
la creación primera de Adán del barro de la tierra, cuando po al espíritu-Espíritu. El espíritu da el consentimiento
Dios creó el cuerpo a partir de esta «casi-nada» y le insufló (al hombre o a Dios), y todo el cuerpo consiente en este sí.
el alma, no perdió nada por este acto de insuflar: Él siguió Esto puede ser duro, pero el espíritu de buena voluntad
siendo el mismo y puso frente a sí un hombre viviente. (para el que decir sí es una fiesta) puede llevar también a
Pero cuando el Padre envía el Hijo al mundo, deja al la carne a la misma docilidad, de modo que lo duro, pesado
Espíritu Santo la obra de la encarnación. Y el Espíritu y sacrificado es sentido como algo festivo. Y aun cuando lo
comienza en el seno de la Virgen la obra la encarnación de corporal según la naturaleza fuera a veces sentido como
Dios que el Hijo completará y concluirá en la cruz. Así el humillación, esto no sería ningún estorbo para el carácter
Espíritu emerge de la latencia en la que había permanecido festivo de la realidad corporal-espiritual. El cuerpo debería
durante la Antigua Alianza en la ley del Padre y en la voz dejarse afinar y tocar por el espíritu-Espíritu como un
del Hijo. Él era partícipe de ambas cosas, pero ocultamente. instrumento musical.
Los hombres en la Antigua Alianza estaban sujetos a la ley
como a una regla que no permitía una relación inmediata También el varón puede, evidentemente, ser un solterón,
con el Espíritu. Aún no estaban maduros para el Espíritu; cuando hace de su corporeidad continuamente un proble-
la madurez sólo se hace visible cuando el Espíritu deposita ma, cuando se angustia de un modo afectado; esto es un
la semilla de Dios en el seno de María. signo de que no está seriamente a disposición del espíritu-
Ahora el cuerpo adámico se abre a Dios y deviene fecun- Espíritu. El cuerpo se convierte para él en el bienvenido
do. Al haber tocado el Espíritu el cuerpo de María, Él ha pretexto para erigir objeciones contra el espíritu. Mientras
tocado en principio a todos los cuerpos. Antes podía haber que el cuerpo lo ate, no es libre para el Espíritu. Sólo se
sacrificio corporal, ascesis, ayuno, etc., pero como obras puede recibir el Espíritu si se es natural, sencillo; la pre-
cerradas en sí mismas, cuyo valor por lo demás quedaba en ocupación inútil en torno a los problemas del cuerpo

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hace todo innatural y complicado. Si el Espíritu me requiere Mucho en nuestro cuerpo pone resistencias naturales con-
y me quiere necesitar, entonces me tomará tal como soy y tra el sacrificio. El cuerpo de algún modo está cómodo en sus
hará de mí lo que quiera. funciones y no quiere ser disturbado. Pero no es cosa del
El hombre solterón hace reservas: no entregará a Dios, cuerpo fijar los límites de su aplicación como instrumento.
por ejemplo, penosas y desagradables molestias corporales. Las exigencias puestas al cuerpo del cristiano no son con-
Intentará curarlas él mismo, no puede ver en ellas nada cretas siempre en la misma medida. Pueden estar latentes en
fecundo. El Espíritu quita al hombre ese rezongar; desde el Dios durante tiempos determinados, para luego, de repente,
cubrimiento de María por su sombra, Él es también Señor concretarse por medio de la Iglesia o de las tareas inmediata-
de todo estado y misterio corporal. Si estamos entregados mente dadas. El cuerpo debería estar siempre serenamente
al Espíritu, entonces debemos dejarle gobernar espiritual- preparado para esos momentos, mantenerse en una cierta
mente sobre nuestra carne y no figurarnos que nos entre- ejercitación y capacidad de maniobra en vista de ellos.
gamos espiritualmente mientras ponemos mil limitaciones El cuerpo del cristiano debe ser, como el cuerpo de Cristo,
y cláusulas en lo referente a nuestra corporeidad. el instrumento de una obediencia fundamentalmente ili-
Se da aquí un paralelo entre cuerpo y tiempo. Uno mitada. En el cielo, en la Comunión de los Santos, los lími-
quiere poner todo su tiempo a disposición de Dios. «Pero, tes creados ya no se hacen notar, ya no obstaculizan en el
se entiende en ello que yo tengo que dormir lo suficiente, interior de la inmensidad del amor divino y de la mutua dona-
dar un paseo después de comer, por la tarde poder leer el ción. En la encarnación, el Hijo trae algo de este estado
periódico…». Uno da presuntamente todo, pero se queda celestial al mundo terreno por su obediencia de cruz.
en posesión de una parte. Cuando el Espíritu cubre con su Tampoco en esta obediencia quiere representarse a mismo,
sombra a la Madre, entonces asume las garantías por toda sino al amor del Padre y del Espíritu. Y su extrema capaci-
la persona de María, alma y cuerpo. La preocupación teme- dad humana de diferenciación quiere ser sólo expresión
rosa por el cuerpo choca contra la obediencia de fe. para la infinita capacidad de diferenciación del Ser divino.
En todas sus palabras y acciones, en todas sus maneras de
Cristo ha recibido su cuerpo en vista de la cruz. Todas las darse a los hombres, Él es siempre sólo representación del
funciones de este cuerpo están orientadas hacia su muerte. Padre infinito. El cristiano debe reflexionar continua-
Y esto, en virtud de la voluntad del Padre. El cuerpo del mente sobre esto. Sería del todo ocioso imitar al Hijo en su
Hijo es el instrumento de su armonía perfecta. Hay cosas humanidad, si no se viese en Él la representación de Dios.
en nuestro cuerpo que nos parecen incomprensibles o sin Por eso el cristiano como un todo, también con su cuerpo,
sentido, y que adquieren sentido en la obediencia de fe, y ha de intentar hacerse una representación de los senti-
–ciertamente– el sentido que Dios se complace en darles. mientos de Cristo: de su obediencia y de su donación.

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El cristiano virgen que ha consagrado su cuerpo a Dios debe El penitente se parece a uno que debe poder suscribir una
estar muy atento a no caer imperceptiblemente en las fal- fianza: se le hace ver cuán inverosímil sería el caso de que
tas de la «solterona». Podría estar demasiado seguro de sus tuviese que responder de la deuda. Así se puede uno instalar
cosas. Podría mirar su voto de virginidad como un baluarte en el voto. El día de la profesión está entusiasmado porque
tras el cual puede parapetarse, también contra Dios. Ha en adelante será lo que uno ha esperado. Y propiamente
amueblado ya su casa de una vez para siempre y ni siquiera uno ya se ha instalado a partir de la misma profesión de los
Dios puede mover ninguno de sus muebles. Se ha llegado a votos, porque no se cuenta con ninguna clase de eventua-
lo contrario de lo que propiamente se intentaba: disponi- lidades gravosas. Las fuerzas que se poseen se usan para
bilidad permanente para todo lo que Dios quiera. Lo con- completar su instalación, para construirla al detalle, para
trario dice así: «Aquí al menos estoy seguro». afianzarla desde dentro, de modo que la libertad de movi-
Con esto, la capacidad de acoger el dolor queda dismi- mientos se hace siempre más pequeña. Quizá, al principio,
nuida. En el mejor de los casos, uno soporta el dolor como las paredes del voto eran aún finas y se podía escuchar a
un infortunio o una catástrofe. Y después se deforma lo través de ellas lo que pasaba fuera. Luego se volvieron
padecido cavilando sobre cada aspecto, o se lo reprime de la siempre más sólidas.
memoria, o se mira allí al espejo, se habla del tema, etc. Todo Frecuentemente la solución es una especie de atajo. Se
esto es contrario a la plena disponibilidad de acoger la dice al penitente: si tú pronuncias el voto, no tendrás ya
voluntad de Dios con el cuerpo tanto como con el espíritu. que enfrentarte con ciertos problemas –por ejemplo, la
elección de una profesión laboral–. Se presentan ventajas
Algunos que quieren hacer un solitario voto privado de inmediatas, entonces se obedece a la instrucción y se engaña
virginidad se informan de antemano con toda precisión de un poco al confesor con su obediencia. Más tarde, precisa-
lo que podría ser requerido de ellos. Siguen en su estado, en mente en virtud del voto, uno puede organizar su vida,
su casa, con su trabajo, en su entorno; sólo deben dar cuenta obteniendo permisos del médico y del confesor, casi exac-
sobre ciertas cosas y recibir algunas pocas instrucciones. tamente como era su deseo. Los votos privados fuera de
Nada más. Entrar en una orden y estar completamente a una orden [instituto de vida consagrada] pueden fácil-
disposición, esto no lo quieren. Sería demasiado riesgoso. mente aumentar el egoísmo.
Ellos se aseguran antes de perder parcialmente seguridades. Ciertamente, uno puede también instalarse en el con-
Con mucha frecuencia aquí la culpa es del confesor. Éste vento. Pero por lo menos una vez se corrió todo el riesgo.
fija, desde un principio, límites protectores, de modo que La mayoría de las veces, cuando uno profesa los votos reli-
el penitente pasa de los límites del yo a otro recinto que giosos, la posibilidad de instalación no entra de inmediato
le da seguridad. La amarga píldora es envuelta en dulce. en las cuentas. En los votos privados, por el contrario,

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donde nada esencial de la vida cambia y, en el mejor de los que se le pueda ocurrir la idea de sacudir los límites que me
casos, se tiene además el sentimiento elevado de ser una he marcado. Mantener el status quo a cualquier precio.
«persona consagrada a Dios», el requerido desarraigo total
nunca llega. En Italia, a Adrienne le llama la atención lo decidida que es
la gente. Qué religiosos son los religiosos, qué maternales
La verdadera solterona. En el fondo, alguna vez habría son las madres, qué paternales los padres. Quizá los años de
querido casarse. Ha conocido deseos instintivos. Ha sido la guerra hayan contribuido a formar una actitud tan deci-
duro para ella que no tuvieran satisfacción por no elegirla dida. Un padre paternal es entre nosotros casi una rareza;
ninguno; pero ella se justifica al considerar lo otro, lo la mayoría de las veces le molesta tener que ocuparse de un
sexual, como algo aún peor. Particularmente en los demás. niño pequeño o de llevarlo a pasear. Nuestra mediocridad
Y con el tiempo así lo manifiesta: es bueno, después de depende, en gran parte, de que no queremos decidirnos por
todo, no tener marido. No tener que ocuparse continua- nada. Todos preferiríamos pertenecer al tercer estado. Las
mente de él, y en cambio poder conservar sus pequeñas y enfermeras [solteras por lo general en ese tiempo] se casa-
sumamente apreciadas costumbres: el desayuno en la rían, si encontraran a alguien; todo queda en lo provisional.
cama, etc. El cuerpo queda siempre más encubierto, ya no Virginidad sin decisión es, en el fondo, peor que prostitu-
tiene derecho a hacer preguntas, sólo debe seguir siendo ción. Somos incluidos en la Iglesia, porque se olvida de absol-
como es. Ella se topa con él casi como con un enemigo. Hace vernos. Como esos casados separados que vuelven a casarse
todo para no ir en la dirección de los deseos del cuerpo. De y son tan buenos y formales que, en secreto, son admitidos
lo contrario, quizá, después de todo todavía se vería obli- a los sacramentos. Por todos lados se intenta redondear lo
gada a lamentar su soltería. «a medias» indeciso y, así, también por todos lados se impide
Pero es parte de mi propio ocultamiento el que otros que se realice la totalidad íntegra. Se es solamente indul-
queden menos a cubierto que yo y el que yo, desde mi gente, como si uno tuviera ante sí puros octogenarios. En
escondite, pueda observar a los demás. Lo principal es que lugar de recordar que Dios vomita a los tibios.
yo mismo permanezca escondido. Y en esto me pongo un
límite: ver el erotismo ajeno me puede excitar sólo hasta el
punto en que no esté en peligro de dejarme arrebatar. Es un
marcar límites parecido al que hacen las demi-vierges:
«¡Todo lo demás, pero eso no!».
No dejar notar, por cierto, que se está defendiendo una
posición. No ponerse a discutir con el sacerdote, de tal modo

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EMBARAZO del varón, que físicamente la ha hecho madre, la responsa-
bilidad paterna.
Lo espiritual pronto vuelve a dar lugar al evento físico.
Dialéctica del embarazo. Matrimonio, Iglesia, María
La mujer se ha descubierto para el varón en el acto sexual,

L a potencia pasiva de la mujer respecto del hijo es activada


por el semen del varón, y deviene potencia activa en el
embarazo y el nacimiento. En el embarazo hay un equili-
y los dos se han alegrado y complacido recíprocamente.
Ahora, cuando está embarazada, ella se descubre no sólo a
sí misma, sino también a su hijo. Y él sabe cuando la toma
brio en el hecho de que la potencia activa del varón se activa que al mismo tiempo está abrazando a su hijo. Él reúne a
en la mujer. En el nacimiento, toda la actividad reside en la ambos en su abrazo, y esto cambia completamente también
mujer. Ella tiene la fuerza y la capacidad de poner fuera al su sensación corporal respecto de la mujer. Sin embargo,
niño. Sin embargo, también esta potencia activa está con- esto no durará mucho tiempo, porque el varón comprende
dicionada a su vez por una potencia pasiva (porque no puede un día que la mujer ya está llena, que él no puede darle ya
extraer activamente al niño), por las contracciones del nada físico, sino que ahora ha de situarse ante ella espiri-
parto, que son independientes de la acción de la mujer en tualmente como esposo y padre. La mujer, tal vez, conti-
el tiempo de la apertura: ella es preparada. nuará a desnudarse ante él, pero ya no para él, sino como
La potencia sexual tiene un lado corporal y un lado ligado servicio al hijo; el varón ya no deseará su cuerpo, sino que
a la voluntad. También en el varón existen los dos aspec- lo servirá: mediante gestos concretos de ayuda, preparán-
tos en el acto sexual. Entre potencia para el acto sexual y dole un baño, o sosteniéndola durante los dolores de parto,
potencia para dar a luz existen grandes semejanzas. Si se etc. Primero, el marido se ha servido de la mujer para poner
prescinde de las posibilidades de interrumpir el acto o de el fundamento de una familia; ahora, la mujer se sirve del
afectarlo de alguna manera: una vez que el acto está en varón mientras ella misma está al servicio del hijo en su
marcha, se desarrolla hasta el final. Y cuando la mujer está cuerpo, y de este modo da a entender al varón que él ha de
en el período de dilatación [del canal del parto], el evento estar al servicio de ambos.
del nacimiento va adelante. La petición del varón a la mujer de quedar embarazada
La potencia espiritual de la mujer hace madurar al varón. ha tenido algo de severidad y, sin embargo, ha sido querida.
Mientras éste no sabe del embarazo de la mujer, para él Él no quería una convivencia infecunda con la mujer, sino
este hecho no tiene importancia. Pero cuando llega a una familia. Tal vez sólo después del acto tuvo que desa-
saberlo, cambia toda su conducta respecto de la mujer. rrollar plenamente en la mujer su sensibilidad de comuni-
Ella se le ha manifestado con toda la responsabilidad espi- dad. De entrada, quizá ella se sintiera minusvalorada, y él
ritual que tiene respecto del hijo. Y con esto, ella exige tuvo que estar junto a ella de modo que pudiera llegar a

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comprender hasta qué punto el acto sexual crea comunión. También María ha dicho sí a Dios y hubo de renunciar a
Después, el varón es progresivamente introducido en las todo lo propio en perfecta obediencia, aunque Dios era aún
duras consecuencias del embarazo y del nacimiento. Él no tan distinto. En ella está perfectamente representada la
puede dar marcha atrás. Aun cuando la mujer esté cansada adaptación de la esposa a la potencia activa del varón. Ella
y el embarazo sea tedioso y quizá no quisiera continuarlo: no conoce ninguna objeción por causa de su creaturalidad,
él debe hacerlo prevalecer, no tanto por su propio querer de su condición de mujer. Por su sí María ha recibido toda
cuanto por la responsabilidad objetiva que ha asumido. En su forma. Y su potencia es suscitada al ser cubierta por el
este imponer-se espiritualmente penetrante del varón hay descenso del Espíritu Santo (en lo cual hay una reciproci-
algo que se parece a su penetración física. Hay mujeres que dad: el sí suscita que el Espíritu la cubra con su sombra,
gozan, sin duda, del juego erótico previo al acto sexual pero él mismo es suscitado por la pre-redención obrada por
pero no del acto mismo, rechazan la penetración completa el Hijo, por su previo habitar en ella). Su potencia activa pro-
del miembro viril con el pretexto de que les causa dolor. El duce su efecto no respecto del varón, porque Él es Dios,
varón ocasionalmente cede. Pero él debería llevar a cabo la sino respecto de la Iglesia, a la que ella comunica su potencia
totalidad del evento. De un modo semejante a como debe de maternidad, descubriéndola, mostrándola, regalándola.
llevar a cabo toda la dureza del embarazo, inexorablemente. Ella tiene a su Hijo no para sí misma, porque ella pone con-
En la relación Cristo-Iglesia se da algo análogo. La Igle- tinuamente a disposición de la Iglesia todo el misterio de su
sia, que está formada por pecadores, nunca va con gusto virginidad, concepción, embarazo y nacimiento. En verdad,
hasta el final. Tiende a escoger lo que le gusta. Pero el ella está ante la Iglesia (ante el ministerio) tan desnuda como
Esposo Cristo no puede permitirlo. Y, ciertamente, por la mujer ante el marido. Y también esto como servicio al
amor a la alianza establecida: el Señor ha tomado a la Iglesia Niño. A la Iglesia le está permitido descubrir cada uno de
para fundar la familia de la Iglesia. Él exige todo de su Igle- los misterios de María, para en ellos aprender a conocer
sia, pero la acompaña íntimamente también en todo, nunca mejor al Hijo. En ninguna parte la Madre hace un gesto de
limita la fecundidad de ella a un cierto número. Y mantiene encubrimiento de sí auto-protector. Y en este abandono
su pretensión aun cuando la Iglesia quede tan rezagada en de sí, la Iglesia es agraciada con la más profunda verdad.
su cumplimiento. Y también la dialéctica entre potencia
activa y pasiva se juega en la relación Cristo-Iglesia. Él es
Interrupción de las relaciones
predominantemente activo, ella, si se entrega completa-
mente, es dotada con fuerzas activas: ella puede hacerse Sobre la fisiología. Si la mujer en la preparación del acto sexual
cargo de los hijos del Señor y darlos a luz, siempre con la tiene un verdadero deseo del varón, sus glándulas empiezan
fuerza de Él, pero no sin la colaboración de ella. a funcionar, lo cual facilita la entrada del miembro viril.

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Para esto se requiere la excitación de la mujer. En la relación varón. El acto sexual en este tiempo sería, en el mejor de
sexual misma, la secreción de ella se mezcla con la del varón. los casos, un símbolo, pero un símbolo no hace falta cuando
Ella no notará que algo ha salido de ella; por el contrario, si la realidad lo llena todo.
se excita sin el varón –mediante pensamientos o acciones–, El varón está en ella. En el día a día debe acompañarla,
percibe la ligera emanación. Las mismas glándulas entran en afianzarla, como futuro padre poner su mano sobre el
funcionamiento en los últimos días antes del nacimiento.* cuerpo de la mujer, para hacerle más fácil su actual reserva.
Que el varón en las últimas seis semanas** del embarazo Cuando el niño con su salida ponga fin a esta reserva, la
no deba ya tener relaciones sexuales con su mujer, es algo nueva apertura del amor será más amplia, menos condicio-
que se ha dicho desde siempre. Antes era la simple sabiduría nada por lo estrictamente sexual que hasta entonces. El
de la vida. Puesto que no se quería imponer al varón dema- embarazo ha transformado el simple enamoramiento entre
siada continencia, se estableció como mínimo las seis varón y mujer en un amor probado, lo ha purificado; esto
semanas antes y dos semanas después del nacimiento. Las tendrá sus efectos en las posteriores relaciones sexuales.
seis semanas se fundamentaban a veces en que la mujer es Como si el amor carnal hubiera sido llevado a una especie
menos accesible durante ese tiempo; se intentaban posi- de punto culminante y de este modo también más allá de sí
ciones que pudieran hacerle más fácil las cosas. Hoy se sabe por el embarazo completado: a ser algo espiritual que, sin
que hay motivos bacteriológicos: el varón ya no ha de embargo, sólo se puede realizar corporalmente. El varón
infectar los órganos internos de la mujer. vive también en la situación de reserva de la mujer –como
Esta visión de las cosas nos remite a la simple sabiduría padre del niño– de un modo carnal en ella. Él vive en ella
antigua que sabía de un orden en la relación de varón y como en nueva morada protectora; el tercero, el niño,
mujer basado en que la mujer (¡al menos!) en las seis últi- aún no está allí. Por otro lado, la mujer vive en el varón,
mas semanas está tan llena del niño por causa del varón, hasta tal punto que ella ya no lo tiene que buscar; él de-
que ella vive de algún modo en una continua recepción del manda todo el espacio de ella, en virtud de lo que él le ha
dado de sí mismo. Ella no es ya el instrumento de su coito,
*
ella es el regalo que ella misma le hace. Y puesto que esto es
Adrienne, que sobre estas cosas no tiene una opinión científica,
piensa que esto ocurre en vista del paso del niño por el canal del una forma totalmente nueva de donación, ahora la antigua
parto. Menciona otra opinión: esta secreción glandular estimula ya no es necesaria. Por el momento está superada. La mujer
ciertas secreciones ováricas que luego activarían el mecanismo de las se dona ahora al marido continuamente, puesto que ella for-
contracciones.
**
Seis semanas son un mínimo, las relaciones sexuales propiamente
ma al niño para dárselo. Por eso no necesita transformarse
deberían cesar cuando en la mujer el embarazo se convierte en lo continuamente en su mujer, sino que puede simplemente
primario. permanecer siendo tal. O dicho de otro modo, si el varón se

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ha transformado en su hijo, ella no necesita dar a luz a este también algo así como una «reserva» de María frente a José
hijo siempre de nuevo, sino que puede simplemente seguir durante este tiempo, que lo expresa en su silencio.
siendo la madre: del niño, pero en ello también del varón. El embarazo se parece a un tiempo de ejercicios: es
Ella es esposa y, por tanto, ya no necesita devenirlo. tiempo de gracia contemplativa, de dejar orar en mí. La
Cuando más tarde los cónyuges vuelvan a las relaciones, palabra de Dios debe poder actuar en el alma. Este actuar no
su abrazo sexual tendrá algo de simbólico; dentro de lo se traduce en una acción única –como el nacimiento–,
permanente, se ponen algunos acentos. En ello hay menos sino que continúa actuando a lo largo de la vida, y siempre
un acto acentuado de voluntad que la entrega espontánea de nuevo es posible volver a la experiencia de los ejercicios.
por ambas partes. Si no hubieran tenido juntos al niño, el Gracias a su continencia, el varón recibe un papel mucho
abrazo habría conservado para ambos su carácter cognitivo, más hermoso. Su esfera espiritual puede ser con-formada,
interesado; ante todo habrían deseado la satisfacción recí- justamente durante el tiempo en que para la mujer lo carnal
proca o al menos la supresión de una insatisfacción: simple- prevalece con tanta fuerza de un modo pasivo [por la presen-
mente uno «calma» al otro. cia del niño]. Al varón se le concede un tiempo en el que
Se puede trazar un paralelismo con la relación entre acción puede devenir otro, para sí y para su mujer. Las dos cosas al
y contemplación. La acción sería el acto; la contemplación, mismo tiempo, en favor de la unidad de los cónyuges. Esto
el embarazo. Y la siguiente acción vive de la contemplación vale sin menoscabo del hecho de que, en ese tiempo, él
experimentada. Y es bueno que el varón conozca la contem- aparece siempre un poco ridículo comparado con el aporte
plación. Es demasiado poco decirle: guarda continencia que hace la mujer; no obstante esto, él crece interiormente
durante un tiempo, sé considerado, tu mujer tiene dolores, acompañándola amorosamente y humillándose durante el
etc. Él debe comprender, más allá de esto, el sentido cris- tiempo de su no-poder. El varón, en el fondo, está orgulloso
tiano y humano, el profundo valor de esta continencia. de que ha dejado embarazada a una mujer, pero por lo mismo
El varón es puesto también, de alguna manera, en el es hecho retroceder a un no-poder. Él debe soportar esta impo-
papel de José durante el embarazo de María. Ella misma tencia y reconocerla en su continencia. La monogamia es, sin
lleva en sí al Hijo del Padre celestial, ha recibido del Padre duda, un abajamiento enorme de la potencia varonil: en ella
lo paterno para todo el tiempo de su vida. Y, sin embargo, el varón ya no puede poner cada año un niño en el mundo.
José debe representar a este Padre en la tierra y en la vida
concreta diaria. José se transforma en el testigo en lugar El sacramento ata los esposos al niño. El tiempo del emba-
del Padre; ha de asumir los cuidados de las cosas exterio- razo se parece a una profesión de los votos por un tiempo.
res; hará por el cuerpo de María en el Espíritu del Padre, lo Después del nacimiento del niño, se transforman en votos
que el Padre en el cielo hace por el espíritu de ella. Hay perpetuos. La mujer, que ha concebido del marido, perma-

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nece ligada por el tiempo de su embarazo al sí que ha dado se puede y debe expresar en el abrazo sexual. Sin embargo,
al varón en el acto de la entrega. Propiamente, por un año: primero se da una tensión entre lo espiritual y lo corporal:
nueve meses de embarazo y tres meses de lactancia. Luego arriba existe la permanente e indisoluble unión espiritual,
comienza una relación nueva que está determinada por la abajo se realiza el acto puntual y de breve duración. Ahora
existencia del varón, la mujer y el niño. Y esto permanece bien, en el embarazo también lo corporal adquiere duración.
sin cambios a lo largo de la vida. El niño, que en su ser autó- Antes se daba un esfuerzo para hacer coincidir lo físico con
nomo da testimonio de que los cónyuges han sido uno, da lo espiritual. Tal vez la mujer tome prevalentemente de lo
a la relación de ambos un sello que ya no cambia. También espiritual para la primera entrega. Luego lo sexual adquiere
la muerte prematura de uno de los tres sería accidental, no práctica y llega a funcionar bien, pero siempre queda en lo
cambiaría nada de la relación fundamental. sexual un buscar, un cierto explorar recíproco.
Después, avanzado el embarazo, viene la necesidad de la
Si en el tiempo del embarazo se suspenden las relaciones renuncia por ambas partes. La mujer renuncia alguna vez
sexuales, el amor debería continuar de modo que la emba- por causa del marido desde el punto de vista meramente
razada no se sienta extraña, excluida. Lo que lleva al acto corporal, porque ya no puede con el peso del varón; luego,
sexual debe interrumpirse, pero si los esposos se aman real- más espiritualmente, renuncia a su propia sensualidad por-
mente, encontrarán nuevas formas de testimoniar su alegría que el marido ha de renunciar por causa de ella. Por tanto,
en la corporeidad. Para esto, ciertamente, se necesitaría se trata de una renuncia recíproca, de una cuaresma en
que ellos hubieran hecho un progreso en el desinterés, en común o, mejor, de un tiempo de adviento.
olvido del yo y en la superación de la concupiscencia egoísta. El adviento es para la Iglesia una especie de cuaresma;
Si el amor es regalado por Dios, entonces este regalo tam- alguna cosa le es negada para que llegue a estar más vacía y
bién contiene, con toda seguridad, la necesidad y el deseo más desnuda para recibir al Señor.
de una pureza perfecta y de una trasparencia mutua. Esto En la mujer embarazada, la libido es aproximadamente
reside en la gracia sacramental, y la confesión actualiza la misma que en la que no está embarazada (con posibles
precisamente este aspecto de la gracia del matrimonio. oscilaciones hacia ambos lados: crecida frigidez y crecido
deseo de placer). En el varón, por lo general, la libido
aumenta por tener que renunciar. Las dos cosas son pura-
Embarazo y renuncia
mente fisiológicas. Si uno se rigiera sólo por lo fisiológico,
Un embarazo bien llevado da también a la vida del varón una entonces en este tiempo se renunciaría a la fecundidad de
nueva forma. A partir del sacramento recibido, la relación lo espiritual. Pero el embarazo es el punto definitivo de la
marido y mujer es una relación espiritual y en la fe, la cual inserción de lo espiritual en el matrimonio.

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Lo corporal retrocede, deviene instrumento de la peni- sido conquistado; para procurar alimento a su superioridad
tencia. Para las fiestas uno debe prepararse mediante peni- se comporta más y más como el que dispone del acto y se le
tencia. El varón debe contenerse, y así es preparado para la hace más difícil renunciar al mismo hacia el final del
madurez que requiere la paternidad. También su relación embarazo. Pero sólo así conquista la justa actitud respecto
hacia la mujer es formada de nuevo dentro de esta paterni- de su mujer y después respecto del niño. En el primer acto
dad que madura. sexual, él era el que introdujo a la mujer (aun cuando los
Con el embarazo que avanza, la mujer tiene la sensación dos hayan llegado vírgenes al matrimonio). Y ahora, en la
de ser sofocada por el varón: el semen, que era casi nada y tal renuncia, él es introducido por la mujer.
vez fue recibido como una humillación de su carne, ahora De un modo oculto, ahora reina el niño. En él se mez-
reclama en ella todo el espacio. Por otro lado, ella tiene la clan el elemento masculino y el femenino, él da testimonio
conciencia de ser tomada en serio. Respecto de su fruto del acto sexual realizado. Ante un testigo visiblemente
está como un enviado respecto de su misión, que él acepta y presente no se realiza el acto sexual. El niño todavía oculto
que entonces adquiere la preponderancia sobre lo personal. actúa ahora como ese testigo visible: él hace que se suspen-
Si el amor de los cónyuges es incompleto, su egoísmo dan las relaciones sexuales. Él impone la continencia y con
busca tomar un poco de aire durante el embarazo. Sobre todo ello esta nueva forma de ser uno de varón y mujer. Así, el
la mujer echará la culpa al varón de su estado y ocultará su ser-uno en el acto carnal era propiamente sólo un símbolo
propia participación. El varón se disculpará de alguna y un preludio para el ser-uno en el niño.
manera. Con frecuencia, los esposos que visitan al médico Creador del niño es Dios, los esposos sólo pudieron pre-
para liberarse del niño se culpan mutuamente. Cada parte senciar su acto creador. Dios se infunde creativamente en
afirma –con un cierto orgullo del propio sexo– haberse nuestro hijo y nos permite, a nosotros esposos, que el
comportado correctamente. El varón dice, por ejemplo, sacramento espiritual y la mutua pertenencia corporal se
que él se ha retirado algunos lapsos de tiempo o, de no ser transformen en una nueva unidad: la unidad en el sacra-
así, que además ha tomado las precauciones debidas. El mento es cumplida y regalada de nuevo finalmente por la
varón, a quien complace presentarse como el que dispone, presencia de Dios en el niño. Después del nacimiento del
niega con más frecuencia su culpa; pero a veces la mujer niño, varón y mujer se pertenecen de modo nuevo en la
también lo hace. En todo esto se hace visible que los dos «fuerza sacramental del niño». Por medio del niño Dios
piensan que pueden disponer del acto sexual y, de acuerdo hace que la lejana altura del sacramento descienda a noso-
con esta idea, que han dispuesto correctamente de él. tros: a la mujer, que se convierte en madre, y por ella tam-
En la primera relación sexual, el varón se presentó como bién al varón.
conquistador. Más tarde esto cesa. El cuerpo de la mujer ha

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Simbolismo de un acto sexual al inicio del embarazo espera de algo más grande de lo que ya conoce. Si el Señor
confirmara simplemente lo que ya hay en la Iglesia, sería
El semen del varón puede ser no sólo semen para la genera- muy dudoso que Él realmente la hubiera visitado. De
ción, también puede ser semen para la maduración. Una momento ya no la visita en figura humana visible; pero en
tal relación sexual encarna el trato entre creyentes en el su lugar podría una vez enviar un gran santo. Si éste fuera
que cada uno comunica siempre de nuevo al otro lo que él incapaz de vivificar a la Iglesia en el sentido del Señor,
puede necesitar. Cuando uno ora por el otro y su oración entonces se podría dudar si él en verdad es un gran santo.
finalmente se compone de su propia sustancia dirigida a Cuando la Iglesia reconoce a un santo –uno enviado
Dios, entonces le da lo mejor, lo más diferenciado que tiene. expresamente por el Señor– e incluso lo acepta, entonces
También Cristo regala siempre de nuevo su sustancia en el también tiene el deber de prestar atención a lo que él ha de
seno de la Iglesia, la cual ya posee esta sustancia en la medida decirle de fecundo de parte del Señor.
que es Iglesia viva, fecunda, «embarazada». Ella necesita (Reside aquí lo cuestionable acerca de la conveniencia
absolutamente de la entrega permanente del Señor para ser de algunas canonizaciones de los tiempos modernos: con
fecunda. Sin Él, ella no puede dar a luz a Sus hijos –porque frecuencia se tiene la sensación de que la Iglesia se está ha-
todos los creyentes no son en última instancia hijos de la ciendo una colección de imágenes. Pero, ¿también con-
Iglesia, sino de Cristo y de Dios–. Y si no parece existir en templa esas imágenes, las considera?¿Es que necesita
la fisiología del matrimonio ningún paralelismo respecto imágenes y no más bien una nueva fecundación? ¿No se
de esto, tal paralelismo surge –al menos– en el caso del parece a una esposa que exige de su esposo una nueva joya,
matrimonio sacramental. pero se niega a él? ¿Teme, tal vez, la desfiguración del
El acto sexual que origina una vida nueva está más cerca embarazo? Y, además, los santos, precisamente cuando
de Dios Padre, porque Él es el Creador; el acto sexual son grandes santos, deben ser acompañados por la Iglesia,
durante el embarazo incipiente tiene una referencia más ella no los pueden contemplar como una mercancía termi-
próxima al Hijo, puesto que Él, respecto de la Iglesia, se nada y entregada).
comporta continuamente en modo generativo. Hay mujeres que cuidan y miman mucho a sus maridos,
La Iglesia, por su parte, debería recibir el Espíritu del mientras él haga lo que ella quiere. Si no les da resultado,
Señor como su semen, con tanto amor y felicidad como la miran entorno buscándose otro. Pero la Iglesia debería ser
esposa recibe el semen del esposo. Y esto en una disponibi- reconocible en el hecho de que ella se somete sin reservas al
lidad que no quiere saber por anticipado nada y que en gran Señor. Tan pronto como Juan se da cuenta y dice «¡Es el
parte es creada y formada por la misma venida del Esposo. Señor!», Pedro se lanza al agua. Evidentemente, la Iglesia
La Iglesia debe estar siempre en espera, y –por cierto– en debe examinar si se trata del Señor, así como la esposa mira

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si es el esposo el que entra por la puerta, y, si lo es, ella está Dios. Nunca como en el embarazo se percibe con tanta cla-
allí sin reservas para él. ridad cuánta razón tiene Pablo en 1 Cor 7 [Sobre el matri-
De muchos mensajes decisivos que el Señor ha enviado monio y la virginidad].
a la Iglesia por medio de grandes santos, una pequeña parte
fue aceptado, el interesado (por ejemplo, Ignacio o Vianney) La mujer mediante el abrazo sexual con el varón se ha acer-
fue canonizado, y el resto del mensaje olvidado. Se está cado a él no sólo físicamente, sino espiritualmente; si el
contento cuando los santos guardan silencio. Sin embargo, matrimonio es llevado correctamente en la fe, ella lo conoce
habría que escuchar atentamente al decisivo «más» que también en su intimidad espiritual, y este conocimiento es
ellos tienen para decir. recíproco. Con esto, ella entiende también la santidad de la
La mujer que no deja mandar al marido no puede decir tarea que el varón ha cumplido al darle un hijo: Dios es el
de él: Es así. Sino, tan sólo: Así me lo imagino. Si ella desde verdadero donador; Él proporciona el alma inmortal, pero
siempre hace e impone reservas, nunca sabrá quién es él en el varón estaba ligado íntimamente también en el espíritu
realidad, porque él nunca ha recibido el espacio para pre- con este acto creador. Desde aquí se abre para la mujer
sentarse. Pero olvida, quizás muy pronto, que ella misma embarazada una nueva comprensión de la fecundidad del
lo ha limitado poniendo condiciones negociadas. sacerdote. Por medio del ministerio que Dios le ha conferido
definitivamente en la ordenación sacerdotal, él queda ín-
timamente vinculado a la acción de la gracia de Dios. El
La mujer embarazada y el sacerdote
acto sexual dura sólo pocos minutos. El acto del sacerdote
La mujer, que hasta ahora ha visto en el sacerdote al minis- llena su vida. Un cristiano normal reza durante tiempos
terio eclesial, ahora como embarazada tiene la sensación determinados y delimitados, un santo ora continuamente.
ante él: «Yo soy fecunda, tú no lo eres». Una reacción cor- Y puesto que se puede establecer una comparación entre
poral primaria. Cuando reflexiona más profundamente las oración y fecundidad: el ministerio del sacerdote posee
cosas, comprende que ella ha sido fecunda en servicio a una fecundidad potencialmente continua, como también
Dios, y que el sacerdote es ante todo un servidor de Dios la oración del santo es fecundidad continuamente actual.
que ha renunciado a la fecundidad corporal para dar fruto
de un modo más profundo, depositando toda su fecundi-
Regla y renuncia
dad en Dios que quiere multiplicarla mediante la renuncia
humana. Y así, la mirada al sacerdote estimula de nuevo a La mujer está sometida en primer lugar a la regla del marido:
la mujer a no administrar ella misma su fecundidad, sino a él hace planes y determina, y ella se rige según esto. Pero
ponerla en manos de su marido y mediante él en las de luego esta regla del marido queda también bajo la influencia

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de la «regla» (período) de la mujer: él tiene que renunciar El médico debe tener muy claro lo que debe hacer con-
durante este tiempo. La mujer, por su parte es formada, forme a su tarea médica; no puede quedarse atrás, por otro
sintonizada con la renuncia –y esto de un modo doble–, lado tampoco debe emprender ni siquiera lo más mínimo
porque por su estado impone una renuncia al marido. Ade- que esté fuera de su tarea médica.
más, precisamente durante el tiempo de la regla desea aún El dolor del examen es, la mayor parte de las veces, más
más fuertemente la relación sexual. Sus tejidos interiores fuerte de lo que se piensa. El médico debería saberlo y evi-
están más irrigados que de costumbre, y esto le hace poner una tar toda intervención brusca en el cuerpo del paciente. Y
atención más intensa en sus órganos. Mientras ella quisiera, éste debe poder tener conciencia de que el médico, en su
no puede; mientras él podría, (habitualmente) no quisiera quehacer profesional, se ha entregado a Dios como él
(hacerlo). Esto da por resultado una nueva relación de inter- mismo se pone en manos del médico. Y si los hombres año
cambio de los sexos, pero de modo que allí la mujer deviene tras año van cada vez menos con el sacerdote y más con el
sumisa al marido, si le fuera posible, por partida doble. médico, entonces, en conformidad con esto, él debería asu-
mir siempre más un ethos eclesial, más aun, un ethos sacer-
dotal. En el deseo de la gente de consultarlo como a una
Médico y mujer
especie de «pastor de almas», él puede reconocer una volun-
Los médicos deberían comprender que las mujeres se ponen tad y una exigencia de parte de Dios.
en sus manos en un doble aspecto: por un lado, respecto Un médico cristiano sólo puede ser ambas cosas a la vez
del diagnóstico (su proceder ulterior depende del acierto de en su práctica profesional: cristiano y médico. Nunca puede
la diagnosis), y luego también corporalmente: ellas no aislar la esfera médica de la humana y, por tanto, de la cris-
pueden tomar medidas de protección y no saben qué tan tiana. Evidentemente, no debe poner tanto énfasis en el
lejos irá el médico. Por eso éste ha de ser lo más delicado y aspecto médico que lo humano quede oculto. Pero aún
atento posible. Dolor y humillación deben estar en propor- menos debe presumir tanto de simpatía, compasión e inte-
ción a lo que se busca con el examen. Todo examen íntimo rés que el paciente reciba una impresión molesta. El amor
causa en el paciente un trauma que sólo puede compensar- humano del médico debe ser un amor ministerial, y evitar
se mediante una acogida personal y reverente del paciente. todo lo que podría percibirse como excesiva familiaridad o,
No se le puede tratar como mero objeto de examen, como incluso, como vulgaridad.
ocurre con frecuencia en los hospitales, con lo cual la mujer El médico mismo debe reflexionar cómo quisiera expe-
o la joven frecuentemente tienen la sensación de que el rimentar a su médico, qué discreción quisiera encontrar en
dolor y la humillación que se les inflige deje al médico el caso en que él mismo fuera paciente. Quizás los médicos
totalmente indiferente y sin cuidado. estén demasiados habituados a asumir como caso normal

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la destrucción de la esfera privada del paciente, como con visible. Por otro lado, precisamente ahora es doblegada la
frecuencia ocurre en los hospitales, y a tener ese hecho resistencia de la mujer. Para la alimentación del niño hay
como modelo en sus horas de consulta. durante el embarazo más sangre en el abdomen y en las
El médico debe examinar a fondo, pero con suavidad y partes sexuales que en otras ocasiones, y mientras que de
sin lastimar. Donde no hace falta usar la fuerza, no debe ordinario el canal vaginal y el cuello del útero oponen
aplicarla. Hay médicos que emprenden las examinaciones resistencia al varón, ahora están relajados por la irrigación
ginecológicas como si se tratara de forzar puertas cerradas. sanguínea. De modo que el varón tiene la sensación de una
Es reprensible que se deban hacer nuevas examinaciones entrega más plena de la mujer – si le gusta «conquistar»,
porque en las primeras no se puso la suficiente atención. esto puede mermar su alegría, en caso contrario puede
¡Esto es lo mínimo que se le requiere! Las instrucciones aumentarla–. En todo caso, le parece que la donación de
para el médico respecto de esto son muy semejantes a las la mujer ha crecido. Pero en esto hay un equívoco, una
instrucciones para el confesor. ilusión. Porque ahora la mujer está entregada al niño, al
marido tan sólo dada en préstamo.
Así que los esposos deben estar en guardia. ¡Nos encon-
Problemas del embarazo
tramos en el orden de la creación decaída, no en el Paraíso!
La mujer sabe que después del acto sexual ella debería pres-
tar el servicio que otras mujeres prestan. Pero, con fre- En el momento en que el marido comienza a renunciar a
cuencia, el shock del acto, la sensación de haber sido las relaciones sexuales con su mujer embarazada, ella lo
interiormente transformada le hace creer que ella es un vuelve a encontrar de un modo total. Porque le parece
caso especial. Se siente encinta y de algún modo busca un que él haya depositado su virilidad en la esencia de ella y
acompañamiento correspondiente por parte del marido. en la del niño, que él ya no necesite aportar ninguna
Pero éste, de algún modo, se ha vuelto intangible, imper- prueba de su potencia, que haya puesto a disposición de
ceptible, queda como depositado en el niño. El desarrollo ella el sacrificio de su renuncia, y en este sacrifico ella lo
que se quisiera ver en él queda oculto –y lo oculto es preci- recibe de nuevo. La carga que ella lleva y la renuncia de él
samente el niño–. Así, es normal que la mujer embarazada se encuentran en correspondencia mutua. Y esto ayuda a
busque ahora al marido en el niño. los dos: ellos aprenden, el uno por el otro, a comprender el
Se da el tiempo en que el marido todavía tiene relaciones servicio conyugal y a llevar juntos el peso total. Algo de la
sexuales con su mujer embarazada. Ella misma se encuen- ley de la representación vicaria se destaca aquí: uno puede
tra fisiológicamente bajo la fuerte impresión de su espera; gracias al otro.
pero el varón la toma como si no pasara nada. Y nada es aún

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La mujer no queda embarazada en el primer ciclo menstural. DOLORES DE PARTO
Se necesita un primer ciclo como ejercitación fisiológica en
vista del segundo. No todo es concedido inmediatamente.
Mujer, niño y marido en las postrimerías del embarazo
A menudo sólo en el segundo nacimiento el varón y la
mujer están acostumbrados uno al otro y fucionan mejor
en todos los aspectos, y entonces mediante una renuncia
abnegada se pertenecen completamente uno al otro.
L a mujer que ama a su marido quisiera que su hijo se
parezca a él y no tanto a ella. Y ya ahora, cada vez que
el niño se mueve en ella, le recuerda a su marido.
En los últimos días antes del nacimiento el niño está más
quieto. Se recoge en sí –las manos sobre el pecho, las rodillas
en el estómago–, asume una forma de huevo para lograr
salir lo más fácil posible. Para la sensibilidad de la mujer, el
niño se ha vuelto más ensimismado, o parece muerto. Con
el pensamiento de una posible muerte surge la gran angustia
de decepcionar al varón. Y puesto que el niño debe parecér-
sele, surge la angustia de desilusionarlo mediante la imagen
de su propia muerte. Luego, de repente, de nuevo siente que
el niño vive. Pareciera que quiere o considera algo. Y así se
manifiesta a la vez como un ser espiritual. La madre com-
prende que no lo lleva sólo corporalmente, sino que también
deberá ser madre para su alma. Y pensando en su marido,
comprende que ella lleva tanto al hijo del espíritu como al
hijo del cuerpo de su marido. Ante los ojos de la mujer está
la vida espiritual del varón: sus intenciones, su acogerse a
la Providencia divina. El marido tiene una figura corporal,
porque Dios la necesita para cumplir Sus intenciones espi-
rituales para con él. Y si los dos esposos son creyentes, casi
no existe distancia desde aquí hasta la vida de fe: entre lo
más alto y lo corporal ya no se abre ninguna brecha.
También la relación de la mujer con el niño se vuelve cada
vez más indestructible en su unidad espiritual y corporal.

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Y ella es lanzada de un polo al otro; una patada del niño le pero luego la cosa queda en silencio, espera a su término
produce el deseo de vomitar… al mismo tiempo está pre- para así alcanzar su validez. La humillación del inicio se
sente ante los ojos de la madre el destino de la vida. En todo consuma en la humillación del nacimiento. De un modo
esto también puede darse un sentimiento de incapacidad semejante, hay un requisito, una exigencia de humillarse en
para apreciar bien su propias capacidades: dar a luz al niño, el hecho de recibir la fe, ésta es la fecundación realizada por
darle la adecuada educación, la fe, formarlo tal como el Dios; luego, en algún momento, el fruto ya está maduro y
marido lo desea. Los límites de su potencia permanecen el creyente es humillado de un modo actual.
poco claros, pasan continuamente a la potencia del otro:
de la mujer al varón, de la mujer al niño.
El último estado de angustia y de alejamiento
Y la madre y el niño se tienen que poner de nuevo en las
manos del padre: acomodarse al servicio del padre a Dios. Bien al final del embarazo se da en la mujer, una vez más,
Y porque madre e hijo se confían a él durante el embarazo, un distanciamiento: un no querer decir algo. Alguna vez
sólo por eso él crece realmente de marido a padre. Él ha ele- ha pensado: puesto que el varón me ha llenado corporal-
gido a la mujer porque la ha amado, pero durante el emba- mente, yo me he cerrado corporalmente a él; el niño reclama
razo ella ha llegado a ser otra, una desconocida para él, y todo el espacio. Durante el embarazo, el varón sigue for-
ésta junto con su fruto es puesta bajo su cuidado. La cele- mando a su mujer: por su voluntad de que ella sea madre,
bración del matrimonio fue un acto espiritual que llevó al de que sea al mismo tiempo las dos cosas, su mujer y la
ejercicio de una potencia corporal; por el embarazo, lo madre de su hijo. Y de este modo ahora ella es, en un sen-
espiritual es nuevamente estimulado a desarrollarse a partir tido, llenada espiritualmente por él.
del evento corporal. Y, ciertamente, gracias a la mediación Y a estas horas ella está harta de este embarazo: el cuerpo
de la mujer: ella ha concebido corporalmente, pero con ello siente el final, quiere ser finalmente liberado. Y puesto
es despertada su potencia espiritual no sólo para llegar a ser que la mujer junto con el niño también pone fuera al varón,
madre del niño, sino también para educar al marido como en su orientación hacia el nacimiento se da esto mismo de
padre. Por estos motivos el varón debe participar en el estado modo espiritual, como un deseo poco claro de dejar fuera al
de su mujer mediante su comprensión, porque deberá ir varón también espiritualmente. En el primer nacimiento,
creciendo hasta las dimensiones de un verdadero padre. ella aún no sabe nada de la conducta de su cuerpo al dar a
luz, éste aún no es una realidad. No conoce la hora de la
Entre el acto sexual y el nacimiento, para la mujer la humi- expulsión ni cómo tendrá lugar. Tiene una fuerte expe-
llación permanece in suspenso. Había en el acto sexual algo riencia de la existencia del niño, pero ninguna sobre su ser:
humillante para la mujer (en el primero especialmente), cuál es su apariencia, su sexo, etc. En esta inseguridad

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múltiple y en este tedio del cuerpo puede crecer en ella una continuamente y por adelantado en el acto sexual, sino
amargura: mi marido ha pretendido demasiado de mí, y que más bien deja todo con amor en las manos de su futuro
ahora todavía pretende que yo experimente este tedio; él marido, tampoco la esposa cristiana pensará continua-
mismo se queda fuera, no se le puede hacer partícipe inte- mente en el parto que se le acerca: depositará también esto
riormente de nada. ¡Pues, que se quede fuera entonces! La en su marido. A pesar de todo, la inquietud que su niño
mujer ya no desea en absoluto ser comprendida por él, su grava sobre ella puede ser siempre de nuevo pacificada
no hacerse partícipe le resulta completamente incompren- por su marido. Aquí se dejan ver las huellas del pecado
sible. ¡Qué no se acerque a su cuerpo, ya no soporta escu- original. La mujer debe conocer la angustia, aunque su
char de él palabras de consuelo! «Sólo déjame, que esto ya posición fundamental cristiana sea la confianza. También
pasará». Pero, interiormente, dice: «No irá bien, porque no se da un misterio de la participación: aunque en el propio
tengo fuerzas, no conozco a este niño y, sobre todo, tengo embarazo todo discurra normalmente, la mujer es llevada
miedo de no corresponder a tu expectativa. Pero tú no pue- a experimentar algo del desasosiego de las que tienen
des tomar mi angustia. Prefiero que estés de verdad decep- motivos para el miedo por el hecho de que en el parto la
cionado y lo digas, a que me entretengas con palabras de madre o el niño correrán peligro. Existe una solidaridad de
consuelo, para así decepcionarme aún más crudamente…». todas las mujeres.
De este modo la mujer decide ocultarse en el silencio. Y su La aplicación a la Iglesia no es difícil. También ella,
silencio, ligado a su angustia, da testimonio de un estado cuando llega su hora de actuar, la hora del apostolado o
insoportable. Todas las imágenes que tiene de partos difí- de dar testimonio, de alguna manera se siente metida en
ciles, de partos de niños deformes, de maridos que escapan, dificultades por el Esposo y abandonada por Él, que ha
todas esas representaciones ahora se apiñan en su alma. De vuelto al cielo. ¿Conoce Él realmente la situación en la
algún modo, su marido es frente a ella demasiado normal, que ella hoy se encuentra? Él la ha puesto en esta situa-
demasiado ajeno como para que ella quiera tener en él un ción, y ella, por sí misma y activamente, debe arreglárselas.
apoyo firme. El marido y el médico disponen, pero: «¿Qué También en la Iglesia, llena de pecadores, puede crecer una
pasa conmigo? ¿dónde estoy?» ¿De qué sirve todo ese amargura. ¿No le ha puesto el Esposo las cosas demasiado
disponer espiritual si ahora todo el problema se concentra difíciles para ella, y demasiado fáciles para sí mismo? Ella
en su cuerpo? tiene que volver sobre sí y hacer memoria de que es gracia
Por otro lado, en este estado de desvalimiento de la mu- pura el que pueda llevar el fruto de Dios al mundo, de que
jer también se da un rasgo infantil: siempre de nuevo se su Esposo la acompañe en todo momento, y tiene que
deja persuadir por el marido y volver a llevar a su amor. Así volverse de nuevo hacia Él en espíritu de infancia y de
como una novia cristiana no pasa el noviazgo pensando confianza.

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Y ahora el problema del marido durante el embarazo. ¿Hasta y señorial autonomía, pues en adelante ya no puede dispo-
qué punto se siente partícipe? Puede tener una mala con- ner solo. Ahora es miembro de una familia: aquello a lo que
ciencia, pues la causa de todo esto está en él. Puede sentir ha educado a su mujer debe educarlo a él mismo.
un cierto ahogo: quisiera que el parto ya hubiera pasado. El ministerio sacerdotal en la Iglesia tiene aquí un
Es oprimente esta inquietud constante por si la hora ha parentesco con el ministerio del padre de familia en más de
llegado, por si todo todo está listo. Sin palabras dice a su un aspecto. El sacerdote debe mirar a la responsabilidad del
mujer: «Mira lo que has hecho conmigo; has despertado mi padre y puede aprender mucho de ello: cómo el marido
disponibilidad, la has usado y te has aprovechado de ella, quita a su mujer la integridad, la disposición de sí misma,
me has obligado a llegar hasta aquí». De algún modo, el la belleza, etc., por decirlo así, sin quererlo. Y por otro lado,
marido debe estremecerse al percibir la magnitud de su puesto que los religiosos están dispensados de muchas car-
responsabilidad. Y él, el que guía, tiene que someterse a gas del matrimonio, siempre de nuevo deberían dejarse
los términos de Dios. Acusándose a sí mismo por todas avergonzar por los casados, que no raramente toman más
sus ligerezas y descuidos, asumiendo más seriamente la en serio sus vínculos que los religiosos los suyos. En una
responsabilidad, él deberá cumplir ante Dios con todas las familia rige a lo largo de la vida una estructura similar a la
consecuencias del matrimonio. de la vida consagrada: no se puede cambiar de lugar, no se
puede cambiar a los superiores, etc. Por esto mismo los
En la formación recíproca de los esposos, los dos son edu- superiores también han de exigir mucho, para que la res-
cados para la verdadera entrega de sí, para el verdadero ponsabilidad y el ethos de los casados no sobrepase, cuando
«Tomad, Señor, y recibid». A la mujer se le debe enseñar a menos uno lo espera, a los del estado consagrado cuyo lugar
contemplar toda su vida a la luz de este «Tomad y recibid», estable está en la cruz del Señor.
ella debe donar todo a Dios, y porque esto tiene lugar en el
estado matrimonial, al mismo tiempo al marido. A Dios le
La mujer antes del parto
entrega lo oculto de su cuerpo, y por amor a su marido deja
que eso oculto se haga de algún modo manifiesto. Todo lo Antes del parto la mujer pone todo en las manos del mari-
que ocurre en ella es ofrecido. Y el marido debe enseñarle a do, y en esta entrega reside más profundamente una entre-
ofrecer, junto con lo corporal, toda su persona. Ella no puede ga a Dios. Ella sabe, por cierto, que el marido no puede
más tarde maravillarse si la expoliación se realiza en serio. ahorrarle nada decisivo; él ha hecho lo suyo al hacerla
La virginidad le ha sido ya tomada, pero el embarazo puede fecunda, la ha acompañado a su modo durante el emba-
privarla también de una parte de su belleza, de su salud. Sin razo y en el parto podrá ayudar poco o casi nada. Ella no
embargo, también el varón es despojado: de su tan reputada lo toma a mal. Pone el todo en las manos de su marido con

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el pensamiento de querer hacer todo tal como él lo espera. estado de ocultamiento, el niño es el signo de que Dios
Se siente en obediencia a él y, puesto que al engendrar él bendice este servicio. «Ahora somos bendecidos, los dos».
ha servido a Dios creador, se siente en obediencia a Dios
mediante el marido. La confianza que la mujer siente El concepto de castidad y de vergüenza se transforma. El
ahora respecto de su esposo no tiene nada que ver con el descubrirse de la mujer para el varón en el acto sexual era
hecho del nacimiento, es una confianza estable. Si los una ocasión completamente privada. Pero según su sentido
esposos son cristianos, este estado de confianza adquiere más profundo, esto privado ya estaba desapropiado en y para
un color marcadamente cristiano: «Nosotros dos hemos una comunidad: en y para la familia, y más que la familia.
empezado un servicio que no podemos ya dominar juntos; En el parto todo es distinto: ahora la mujer se desnuda ante
algo de todo esto fue puesto en nuestras manos, pero ahora extraños, en vista de una hora y en un lugar que ella no
lo que nos fue confiado crece más allá de nosotros. Enton- determina, y no lo hace en primer lugar por causa del niño,
ces, los dos tenemos que confiarnos a Dios, yo conducida que de momento está como en el trasfondo, apartado detrás
por ti, porque ahora soy demasiado débil para hacer planes de los dolores de la madre, madre que ahora ya sólo es una
por mí misma. Dios, que crea y se hace responsable de lo realidad corporal que deja acontecer sin mucha reflexión.
más grande, debe regalarnos precisamente esa realidad La castidad de la madre consiste ahora precisamente en el
más grande». La donación antes del parto es muy contem- hecho de que ella está entregada, en que ni se busca a sí
plativa, puro dejar-acontecer. misma ni se defiende. Ahora ha de ceder toda intimidad, y
toda sabiondez.
El marido ha, tal vez, escogido el médico y la clínica des- Las mujeres prefieren sacrificar sus pensamientos más
pués de la mejor ponderación. La mujer se aviene. El gine- que sus cuerpos; los varones prefieren sacrificar sus cuerpos
cólogo pregunta: «¿A dónde va usted para el parto?» La más que sus pensamientos y planes. De ahí la humillación
mujer responde: «Mi marido dice que…». El ginecólogo de la mujer. Ella es arrojada a la humildad; para ninguna
sonríe (y piensa: «¡Cómo si el marido entendiera algo!»); mujer es fácil desnudarse, tampoco en el parto. Y el varón
sin embargo, la cosa está en orden. es humillado por el hecho de que se desnuda a su mujer de
esa forma. Su orgullo de propietario es doblegado. Se le ha
En el parto inminente, el niño es el servicio encarnado de dicho, desde hace semanas, que ya no debe acercarse a su
ambos esposos. Estando la mujer profundamente de acuerdo mujer; ahora debe experimentar cómo otros –el médico, la
con su marido, le ofrece el fruto común de ambos. En este partera, etc.– se ocupan de ella.
tiempo sereno el niño es simplemente: «Lo que tú me has El acto del parto es algo que tiene que ocurrir. Sin
dado y has pensado como nuestro servicio común». En su embargo, la mujer sabe que obedece dejando que las cosas

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acontezcan. Y que las exigencias de esta obediencia son Por este inicio de los dolores se siente unida a todas las
más castas que su propia castidad. parturientas. Dos cosas van juntas: el sentimiento de «yo
Todo el movimiento de cubrirse procede, por lo demás, del podré» y la conciencia de una comunión. Se tiene un cierto
pecado; en el Paraíso no se daba. Los niños pequeños no tie- orgullo, un orgullo de la experiencia, que se parece, lo que
nen vergüenza en sentido propio. Algo de esto es connatural, es algo notable, al orgullo del varón después del primer
pero mucho adquirido por la vida en comunidad. El período acto sexual: ahora hay un testimonio de su potencia.
de la mujer y la humillación que conlleva hacen crecer Luego el dolor aumenta, su función y sentido espiritual
–ciertamente– la vergüenza y la necesidad de cubrirse. Todo se desdibuja, se hace puramente corporal, toma completa
lo sexual está atravesado por un momento de humillación. posesión de la mujer. Y cuando las contracciones alcanzan
una cierta intensidad, entonces el dolor es siempre más
El marido entrega su mujer a extraños en el parto, y con ello, fuerte de lo que se esperaba. Aún es localizable, pero va
al mismo tiempo, su propia potencia, que está en la fuente tomando posesión de todo el cuerpo. Y el niño se vuelve
de todo el evento: en el parto también es hecho público el una realidad ajena, parece tiránico, mientras que el cuerpo
acto sexual. El acto parecía finito y privado, pero estaba con- de la mujer es humillado. La sensación de humillación y de
tenido en el sacramento y ya por eso adquirió un momento soledad es lo único que se irradia en el espíritu.
de infinitud y publicidad respecto de la humanidad entera, Y desde cierto punto de vista, el niño se fusiona con el
respecto del Cuerpo místico de Cristo. Entonces se trataba marido: como si la mujer tuviera que echar fuera al niño y
de la transmisión escondida de pequeñas células invisibles; al marido al mismo tiempo. Pues, ahora, el poder corporal
ahora, de ello ha surgido un niño con peso propio. Entonces dominador que el varón tenía en el acto sexual parece encar-
era cosa de un momento, ahora de ello ha surgido un vínculo narse en el niño. Así es ahora en el período de dilatación,
con el niño para toda la vida. Entonces se trataba de un reca- cuando la mujer es pasivamente ensanchada para ser capaz
tado poseer a la mujer, ahora de ello ha surgido un brutal tener de empujar activamente. Durante el acto sexual el varón,
que entregar a la misma mujer a un evento casi impersonal. para poder penetrar en la mujer, se encontraba en pleno
Esta ley del hacer público, de la desapropiación da forma vigor de tensión y potencia; la mujer ha más sospechado
a la entera vida del cristiano en la Iglesia y en el mundo. que experimentado la fuerza de esta tensión. Ahora la
experimenta, cuando debe hacer salir al niño.
No es fácil llevar todo esto a un común denominador
Las contracciones del parto. Eva y María
cristiano, porque en algún punto es como si la mujer origi-
Las primeras verdaderas contracciones del parto son bas- naria opusiera resistencia al varón originario: se está cerca
tante soportables. Una se siente aliviada: «Si sólo es esto…». de Eva y Adán. Quizás nunca Eva es tan «costilla» de Adán

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como en este momento. El centro de gravedad reside en lo experiencial. ¿Cómo podría ser de otro modo la Consola-
físico, no domina ni el amor ni el odio, sino un evento dora de los afligidos en toda pena? No lo es sólo participando
corporal. Como si ahora el varón fuera «conocido» por la en la obra del Hijo, lo es por su propia experiencia de mujer.
mujer con un conocimiento corporal que nace de todo su No en vano es la segunda Eva.
organismo femenino. En el matrimonio, por sacramental o En sus dolores de parto ella es, a su modo, abandonada
cristianamente que sea vivido, en el momento del acto por el Padre. Es una idiotez afirmar que María no ha sentido
sexual se da algo así como un zambullirse y olvidarse total- ninguna clase de dolor de parto, porque entonces ella no
mente corporal, más expresamente en el varón que en la habría aportado su tarea propia y peculiar a la salvación del
mujer. En el punto más alto de la donación ya no se da mundo. Más bien, está dicho que la mujer dará a luz con
reflexión alguna. Y ahora ocurre la contrapartida en la dolores, desde el principio su castigo conlleva un momento
mujer. Su espíritu y su alma son ahora sumergidos en el de expiación. Y no se puede lanzar al mundo un niño y
dolor y en el olvido; ella es completamente cuerpo. La decirle: «Tú sufrirás, pero yo no sufriré contigo».
irrisoria no-participación de su marido antes y durante el En los dolores de parto crece el sí. Tanto el sí de María
parto, su no saber qué hacer y qué pensar, es imagen refleja como el sí de la mujer a su marido en el sacramento. La
de la conducta femenina en el acto sexual. mujer ha dicho sí sin querer poner reserva alguna, con la
Esta incongruencia de alguna manera es un castigo. El intención de llevar lo que el matrimonio traerá; en esto
varón tiene su clímax en el placer, la mujer en el dolor; quedaba ya incluido el niño, y con él también los dolores y
pero en esto hay también una sustitución vicaria de la el parto. Ella tomará partido por estos dolores, no se dejará
mujer en favor del varón. Así también María toma por anti- narcotizar para distanciarse de las consecuencias y desoli-
cipado una parte de la cruz al sufrir los dolores de parto. darizarse de las demás mujeres que sufren, precisamente en
Y cuando el Hijo en la cruz da a luz la salvación del mundo, el estado de aislamiento y abandono de todas ellas. Y cuando
percibe en el abandono de Dios algo del abandono de la ella toma partido por los dolores femeninos, precisamente
mujer en el parto. En el momento de lo ineludible, la mujer entonces pertenece íntegramente también a su marido. Si
cae fuera de la comunión, queda aislada. Esto es un aspecto al inicio parecía que en los dolores de parto ella intentaba
del abandono del Hijo en la cruz y allí, en ese momento, también «expulsar» al marido, ahora sus dolores aparecen
está María en el seguimiento del Hijo dándolo a luz. Y como la perfecta imagen especular del varón en el acto:
cuando dice al ángel: «No conozco varón», ella toma sobre ella es completamente cuerpo por amor a él, así como el
sí su parte en la carga del pecado del mundo. Comprende la varón era totalmente cuerpo por amor a ella.
relación entre el castigo de Eva y su «conocer varón», y esto De esta manera, los dolores son, al mismo tiempo, defensa
mismo que sabe Eva también lo conocerá María de un modo y consentimiento. El primer sí era voluntario, ahora el sí se

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realiza con fuerza propia en la mujer hasta alcanzar el También esto habla en favor de la continencia durante el
cumplimiento, más allá de todo querer y no querer subjeti- embarazo. Si durante su ocupación con el fruto, en el que
vos. El sí es exclamado, por decirlo así, con el cuerpo, de lo deja madurar en ella, la mujer tuviera tiempo para el
un modo elementalmente natural. Y si bien todo el orga- marido, entonces no estaría totalmente en las cosas de él,
nismo parece gritar «no», en la parturienta su marido escu- no habría producido la unidad entre esposo e hijo, estaría
cha el sí incondicional. «dividida».
Aplicación a la relación Iglesia-Esposa y Cristo-Esposo.
La Iglesia como Esposa puede ofrecer al mundo sólo el fruto
Entrega del niño
del Esposo. Si ella comunica Su palabra, Sus sacramentos o
Expulsando al marido junto con el niño, la mujer le dirige a alguna otra cosa, es siempre lo de Él. Y mediante cada don
su marido, al mismo tiempo, una invitación. Toda mujer que distribuye, de nuevo queda libre y disponible para Él.
que entra con pureza en el matrimonio es subyugada por el Pero, porque lo dona a la humanidad pecadora y ella misma
marido en el acto sexual. Este avasallamiento se explicita está llena de pecadores, y porque Cristo ha asumido la forma
una vez más en la expulsión del niño; y porque la mujer ha de la carne de pecado, su acción tiene lugar esencialmente
sido ensanchada en estos eventos, recibe un nuevo conoci- en el dolor y en la humillación. Si la humanidad no hubiera
miento acerca de cómo es su marido. En ello reside la reno- caído, el Señor no habría tenido que venir como Salvador
vada invitación dirigida a él. La mujer como recipiente ha para formarse una Iglesia adescuada a Él. Ahora bien, el
recibido el contenido del varón sin calcular las proporciones Señor ha constituido su Iglesia y en ella sus sacramentos
que adquirirá este contenido. De entrada no sabe hasta qué como canales de su gracia para la humanidad, semejante a
punto ella tendrá que dilatarse según las medidas varoniles. la mujer encinta que canaliza el semen de su marido y lo
«Si uno te da una bofetada, pon la otra mejilla». Un cristiano lleva a su plena fecundidad. Todo en la relación Cristo-
que en la confesión recibe un penitencia impuesta (y el Iglesia está marcado por la humillación; sólo en el cielo
embarazo es penitencia, en el sentido de la Antigua Alianza), será distinto.
deberá expiarla por completo hasta el final, y sólo entonces
podrá empezar con la expiación voluntaria.
Si una mujer quisiera retener en sí al niño, estaría dicien-
do al marido algo así: «Está bien, por esta vez yo acojo tu
don, pero no empecemos de nuevo». Pero en cuanto le
entrega su hijo, de nuevo queda libre para él, mientras
que en el embarazo estaba ocupada con él y con su don.

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DAR A LUZ EN EL DOLOR misión y, sin embargo, no pueden situarse frente a ella.
Quisieran dudar, pero saben que no se lo pueden permitir.
Así también María: ella ha visto al ángel y ha recibido al
María en el Adviento
Espíritu. Pero esto es tan único que ella no puede hacer

M aría sabe que el Espíritu ve todo en ella; que ante Él


ella estuvo completamente abierta y que en esta
apertura debía decir: «No conozco varón». Y habiendo
coincidir su tarea con ella misma. Ciertamente, ella no
reflexiona sobre sí misma; pero una cosa es segura: este
Niño necesita una madre perfectamente pura. Y cuando el
dicho esto, se entrega íntegramente. Si no lo hubiese dicho, Niño crece en ella, el criterio con que ella evalúa su tarea
muchas cosas habrían quedado poco claras; pero ahora ella no reside en ella, sino en lo que el Niño requiere.
sabe que el Espíritu ha confirmado su virginidad. Él lo
hace no sólo porque sabe todo como Dios, sino también Relación entre los dolores de parto de la Madre y la pasión
porque ella se ha abierto a Él sin reservas dando su sí. Y en del Hijo en la cruz. Sufriendo, Él da a luz; dando a luz, ella
este punto se inserta la fecundidad. sufre. Los sufrimientos de ella están incluidos en los de Él.
Pero ella ni abarca con su mirada ni domina esa fecundi- «La hora ha llegado»: esto lo dice Él para sí mismo y para la
dad. Existe una inquietud: ¿Qué ha concebido? ¿Qué dará Madre. Como la hora que viene para Él y la hora de la Madre
a luz? En el descenso de la sombra del Espíritu algunas son una misma, así la hora en Él y la hora en la Iglesia for-
cosas quedan oscuras y veladas. Viene un pensamiento que man una unidad: la Iglesia experimenta su hora que viene
la inquieta: ¿Acaso ella ha considerado su virginidad –«no como nacimiento del Señor, ya que ella es Cuerpo y Esposa
conozco varón»– más importante que la tarea que Dios le de Cristo; Él experimenta su hora como pasión. La mujer,
dio? Sólo en segundo lugar ha dicho esto otro: «Hágase en dotada de vida espiritual, dando a luz corporalmente expe-
mí según tu palabra». La negación en la primera expresión, rimenta el sufrimiento espiritual del varón, el cual, desde
¿podría tener una consecuencia de algún modo paralizante el peso excesivo y preponderante del sufrir espiritual,
para su Niño? comprehende el sufrir corporal: en la cruz lo corporal es
Su angustia es un signo de que humanamente es sobre- tan insoportablemente pesado sólo en virtud de lo espiri-
exigida. Máxime que ella posee un entendimiento humano tual. Incontables hombres han sido crucificados, pero nin-
completamente sano y sabe lo que es un embarazo normal. guna muerte en cruz es comparable a la de Cristo, porque
Ahora se ha transformado con cuerpo y alma en un recipiente ningún otro hombre poseía la capacidad, ni siquiera en
de Dios, y no puede tener una visón total de lo que le ocurre. modo aproximado, de sufrir espiritualmente como Él. Así,
Casi todos los santos llegan alguna vez a la proximidad tampoco ninguna mujer ha sufrido tanto por el parto como
de esta situación: poseen un saber absoluto acerca de su María, porque ninguna era tan intacta como ella. El parto

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virginal de la Madre está en relación con la pasión del Hijo La mayor parte de las veces, el primer hijo es más difícil de
virginal. En Él, el centro de gravedad reside en la virginidad dar a luz que los siguientes. Como si Dios hubiera impuesto
de espíritu; en ella, en la del cuerpo: para poder llegar a ser el castigo por el pecado original a la mujer, pero luego,
madre, ella es virgen. El Hijo se reparte eucarísticamente, puesto que ella co-expía en el primer parto, la indultara
porque su Espíritu es donación pura, virginal. parcialmente para los futuros, sobre todo cuando ve en la
mujer la voluntad de tomar sobre sí lo que vendrá.
Sobre el dolor del parto Pero a esta afirmación se opone otra (como es frecuente
en medicina): por un lado, si el canal del parto ya está abierto,
Desde Eva la mujer debe dar a luz en el dolor. Su vientre es el segundo niño lo tiene más fácil; pero, por otro, la aper-
muy sensible en diversos puntos, que en conjunto forman tura es una herida y es más doloroso cuando una herida se
como una red, de modo que un dolor puede llamar a otro.
abre por segunda vez.
En la aceptación de sus dolores, las mujeres que dan a luz
Si dar a luz ha de ser un dolor (como castigo y expiación al
entran en una unidad más íntima con la Iglesia. Tiene
mismo tiempo), no habría que intentar cambiar este hecho.
mucho sentido que ellas pongan sus dolores a disposición
No es bueno que las mujeres se dejen adormecer con nar-
de la Iglesia, que igualmente da a luz en el dolor. Así, en el
cóticos para el parto. Ya fisiológicamente la mujer adormi-
parto aprenden a conocer mejor la esencia de la Iglesia, sin
lada no puede aportar su contribución, y el trabajo para el
poder llegar a igualarse a la Iglesia ni tampoco a María,
médico se hace más difícil. Éste puede hablar con la mujer
porque su dolor siempre está ligado a Eva.
despierta, le puede dar las instrucciones necesarias. Pero,
El dolor de la madre cuando el niño abre bruscamente los ante todo, humana y cristianamente: con un niño que la
genitales externos: a decir verdad, la madre no puede loca- mujer ha dado a luz dormida nunca podrá encontrar la
lizarlo. Ella se siente desgarrada por el niño, pero no puede misma relación maternal como con uno que ha traído al
decir dónde se sitúa el dolor: éste pasa a través; comienza mundo en el dolor de un modo consciente y gracias a su
en algún lugar debajo del pecho, y no se sabe hasta dónde propia colaboración.
llega. Es para la madre también como un dolor de separación,
comparable al dolor en el corazón de dos seres que se aman
Una visión
y tienen que separarse uno de otro; y este dolor no es pura-
mente espiritual, sino que tiene su lado corporal. Adrienne está con María bajo la cruz. María tiene que pedir
También María ha conocido un dolor semejante, cuando al Hijo agonizante la bendición para su propio embarazo y,
su Hijo se separó de ella; un dolor que propiamente tenía con ello, para Su nacer y devenir. Ella debe hacerlo: Él y
su centro en el punto en que tuvo lugar la concepción. ella juntos tienen necesidad de esta bendición retrospectiva

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para poder recorrer sus caminos. El Niño y la Madre nece- En la medida en que pertenezco a Eva, experimento las
sitan la irradiación de la cruz para poder llevar la cruz. Y uno angustias y los dolores del primer parto, llevo el castigo
mismo [Adrienne] está ahí acompañando, porque tal vez lo impuesto por mi pecado, pero también expío en cierto
que vive en uno –y algo vive– de algún modo es utilizado modo por lo ocurrido. Y en la medida en que doy a luz con
y tiene su lugar en esta bendición. Uno acompaña no por María, en inocencia y virginidad, esto sucede participando
propia elección ni porque comprenda, sino por una necesi- en el castigo de los demás, pues recibo del Crucificado algo
dad. La necesidad no se hace visible en la cruz ni es ilumi- del carácter expiatorio universal del parto y, al mismo tiem-
nada en los detalles; no se entiende después más que antes. po, se lo dono a Él. Antes este carácter era sólo sospechado,
Y termina abruptamente, sin que se sienta la eficacia de la ahora es evidente.
bendición y sin que se la haya recibido conscientemente.*
Luego Adrienne mira hacia la cruz. Quizás han pasado
El modo del parto de María, la Navidad y la Misa
siglos, quizás no ha pasado ni un momento, todo se ha vuel-
to intemporal. La cruz es sólo el madero vertical, y éste de María ha puesto a disposición del Espíritu Santo su «reci-
alguna manera es tanto el pecado que grita hacia Dios piente», su matriz, mientras que el canal uterino (al que
cuanto Dios que juzga el pecado. Su juicio alcanza verti- pertenece ya el orificio externo) ha permanecido virginal,
calmente al cuerpo, y es impuesto el castigo del embarazo intacto. Y, ciertamente, no sólo en la concepción, sino tam-
con tantas molestias. Ahora no estamos ya en el caso de bién en el parto. Su llevar al Niño se detiene en el orificio
María, sino en el de Eva, en la angustia de Eva que sabe que externo del cuello del útero.
debe dar a luz en el dolor, y sabe también que sus hijos, En el parto, el cuello se dilata hasta la amplitud del útero
ineludiblemente, deben ser llevados con un dolor que es a y la vagina (que, cuando el niño va a salir, es unas cuatro
la vez castigo y expiación. Quizá el carácter de castigo se veces más amplia arriba que abajo). Pero el orificio del útero
entienda mejor cuando se ha dado a luz. Pues ahora se com- permanece cerrado (en una mujer virgen, que nunca ha dado
pleta la cruz, que ya no es sólo el madero vertical, sino que a luz, la abertura externa del orificio del útero es aproxi-
también recibe el horizontal del amor al prójimo. Y éste madamente del tamaño de una cabeza de alfiler). Visto desde
suaviza el vertical. Como si por sus manos extendidas en la la vagina, el cuello del útero se agranda durante el embarazo
cruz Cristo diera a la obra entera el carácter expiatorio que porque está muy irrigado con sangre, el cuello está total-
quedaba ya insinuado desde lejos en el peso de llevar el mente extendido, «ha desaparecido». Normalmente la aber-
embarazo y de dar a luz y de haber nacido de mujer. tura comienza a alargarse para dar espacio a la cabeza del
niño que sale. Esto no ocurre en María, no hay apertura. El
*
Para dar luz a este pasaje, cf. los Diarios del 20 de diciembre de 1946. canal uterino no es utilizado. Ella tiene los dolores hasta

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esa perfecta extensión de la abertura, hasta que el recipiente acto sexual está tan tieso que alcanza la dureza del cuello.
está perfectamente preparado. Entonces los dolores cesan. Esta correspondencia intimísima de los órganos es querida
Después del parto, el útero involuciona, pero el cuello por el Creador. (No se debe siempre acentuar de modo
queda como desflorado, y esto por el niño, no por el marido. minimalista que el derrame de semen de un miembro intro-
Transcurren aproximadamente catorce días hasta la recu- ducido sólo a medias sea suficiente para la fecundación).
peración, exceptuado el cambio mencionado. En María En su órgano interior de concepción la mujer es imagen del
permanece intacta también la virginidad interior. La varón, así como el varón es «imagen de Dios».
mujer es abierta por el proceso normal de la relación sexual En María, el Espíritu, que ha puesto en su seno la semilla
y por el del parto, desde fuera por el marido, desde dentro para el nacimiento del Hijo, no utiliza seguramente las viae
por el niño. Es parte de la humillación del parto que la naturales. Él ha dejado intacto lo que «es del varón». Él ha
mujer también sea consumida, absorbida desde dentro. Se llevado, ciertamente, la «semilla del Padre», pero no ha
piensa demasiado poco en esto. Puesto que en el parto el penetrado por un orificio corporal, sino que ha depositado
marido es expulsado junto con el niño, éste continúa des- una semilla corporal en el seno de la Virgen. Y así la semilla
de dentro el evento de la desfloración que el marido había ha sufrido una transformación al penetrar, si bien la semilla
comenzado. Y cuando una mujer ha dado a luz, no tiene puesta por el Padre era semilla, es decir, palabra, ya fuera
seguramente ya ningún resto de himen, porque el niño de María. Algo análogo, sólo que invertido, tiene lugar
destruye lo que tal vez quedaba desde la relación sexual. El cuando el niño aparece: de nuevo se trata de una transfor-
varón alcanza con su miembro hasta el orificio externo del mación, que no carece de semejanza con la transubstancia-
útero, éste es el punto en el que marido y mujer se encuen- ción de la Misa. Como si el niño que habita todavía en el
tran. En el caso ideal, el orificio viril se encontró precisa- seno materno correspondiera al pan; el niño está de un
mente con el femenino, aunque esto en la práctica ocurre modo tan real en la madre como el pan lo está en el altar. El
muy raramente, lo que es parte también del carácter niño nacido, en cambio, corresponde a la realidad Carne y
aproximativo del acto sexual. Sangre que está en el altar después de la transubstancia-
Se considera demasiado poco esta correspondencia de los ción. Entre nacimiento y transubstanciación se da en cada
órganos. Sólo se constata que el miembro viril se adapta a caso el acontecimiento del pasaje [pascha].
la vagina, pero no se considera el encuentro de ambos ori- En la Plegaria eucarística o canon de la Misa, una reali-
ficios. Sin embargo, el orificio exterior del útero forma con dad sostenida, oscilante, comienza a elevarse [Levantemos
el cuello la contrapartida exacta al glande del pene: los dos el corazón…]. Una decisión cae, baja, es tomada [Bendice y
se comportan el uno ante el otro como imágenes especula- santifica, oh Padre, esta ofrenda…]. Hasta entonces todo era
res. El cuello es algo más duro; pero también el glande en el preparación. Ahora en la transubstanciación, el pan y el

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vino se convierte en el Cuerpo y la Sangre del Señor, lo todos entenderían lo que pasa en la Santa Misa. Todos re-
Espiritual del Señor adquiere tal poder que se hace corpo- cibirían al Señor con una fecundidad que redundaría en
ral. Con el canon comienza a tomar realidad el Misterio. provecho de toda la Iglesia. Cada uno sería fecundo para
La Misa es algo así como un ser dado a luz del Hijo. Pero los demás. Y también la jerarquía estaría de más. Si los pri-
ella inicia [la consagración] allí donde María ya ha dado a meros hombres no hubieran caído, todo creyente habría
luz al «Espíritu-Hijo»: precisamente en el pasaje realizado poseído la fecundidad completa, y ésta no tendría que ser
de la carne en la Madre a la carne fuera de ella. El nacimiento delimitada a determinados órganos y actos. Así como los
es una imagen que refleja la transubstanciación, ya que en sacramentos, como concentrados de fecundidad eclesial, lle-
ambos casos lo que deviene ya era desde el principio: en el garon a ser necesarios sólo por el pecado, así después del
nacimiento, el Niño corporal que era desde el principio en pecado fue necesaria la concentración de la fecundidad
el seno materno deviene el Niño corporal fuera de ella. En corporal en actos particulares de generación, etc.
la transubstanciación, al principio existe la experiencia El Espíritu Santo debe obrar la transubstanciación en la
cristiana, es decir, la unidad de la fe (como realidad en el Iglesia porque Él ha obrado el nacimiento del Hijo, y esto,
creyente) y de la realidad de Cristo resucitado en el cielo, y a su vez, porque Él previamente ha obrado la concepción.
al final está allí la Carne y Sangre del Señor sobre el altar. La concepción del Hijo se corresponde con el parto, y éste
María representa a la Iglesia. Ella ha recibido la semilla de nuevo tiene su correspondencia en la transubstancia-
de Dios, como la Iglesia recibe la doctrina por medio del ción. El sacerdote, como instrumento del Espíritu Santo,
Espíritu Santo. Y María debe dar su seno para esto (y el seno ministerialmente actúa junto con Él la transubstancia-
de la Iglesia es el altar), de modo que el Hijo adquiera forma ción. Frente a esto, María, en unidad con la Iglesia, es
en ella por obra del Espíritu Santo. La semilla de la doctrina aquello de lo que se nace. Aquí el sacerdote está en el minis-
se debe desarrollar en la Iglesia, no sólo mediante un pro- terio frente a la Iglesia como el varón respecto de la mujer,
greso del conocimiento, sino por medio de cada acto de separado, pero para pertenecerle tanto más a ella.
transubstanciación. Si nosotros fuéramos puros, como lo La transubstanciación –como correspondencia al hecho
era María, recibiríamos en cada Misa la Palabra de Dios de que Jesús nació de María–, siendo la transformación del
como doctrina y dejaríamos que la Palabra se hiciera carne Cristo «espiritual» en el corporal, es en cierto modo un
no sólo en el altar, sino en nosotros mismos (como Iglesia). asunto muy varonil. Pertenece a la administración de la
En ese caso, la fecundidad de la Palabra de Dios, de la Palabra tal como es confiada particularmente al ministerio.
doctrina católica sería dada en verdad a toda la Iglesia. Todo Y esta Palabra sobrenatural es también supra-sexual. De
creyente que no tuviera pecado no podría sino exponerla aquí la ausencia de lo femenino en el evento de la Santa
correctamente. La muchacha de servicio, el barrendero, Misa. Dios Padre en el cielo envía al Hijo al altar, y el

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sacerdote hace de mediador. La mujer es visible sólo como El hijo recuperado
comunidad que participa en la celebración, está como reti- La mujer nunca está tan alejada del niño como cuando lo
rada en el trasfondo. está dando a luz. A menudo, su fe y su esperanza están
Lo femenino reside en la virginidad oculta. Ésta es propia totalmente veladas. Sólo cuando ha dado a luz al niño, lo
de la mujer. La virginidad del varón procede finalmente de recibe de nuevo, y con él también a su marido. El niño es
la mujer. La Misa en su visibilidad es acción del varón; en tanto el regalo del esposo a ella como su aportación a él.
el trasfondo, invisiblemente, está la virginidad de la Madre En el proceso del parto hay un punto firme en el que la
del Señor. (Evidentemente, no se debe aquí seguir pregun- mujer puede sostenerse: su amor a su marido. Mirándole,
tando infinitamente que es primero, el huevo o la gallina). ella puede tranquilizarse y resistir. Debe demostrarle que
«Varonilmente» en este contexto no significa un asunto él no tiene que hacerse ningún reproche. Pues, si ella diera
entre varones, sino entre Dios y el varón, o sea, participa- alaridos por el dolor, cómo estaría él allí: casi como si fuera
ción del varón en la potencia de Dios en la gracia: permi- un asesino, al menos como el más malicioso de los inopor-
tirLe, dejar que Él se haga hombre en el altar. En esto queda tunos. El autodominio de la mujer en el parto corresponde
incluida la renuncia del varón a esa potencia que se dirige al autodominio del varón durante el embarazo. Así, siem-
hacia la mujer: la potencia sexual es siempre algo que se ha pre todo se complementa entre los sexos, siempre de nuevo
concentrado con fuerza, algo que va en una dirección. El se originan pregunta y respuesta, imagen y contra-imagen,
sacerdote no puede ayudar al Hijo del Hombre a hacerse y –por cierto– en un continuo desplazamiento de fases.
presente corporalmente en su Iglesia y, además, engendrar
otros hombres. Como tampoco María, que da a luz al Hijo,
puede dar a luz a otros hijos. El hijo muerto
Detrás del evento de la Santa Misa hay una relación Si el hijo muere, la humillación se convierte en un estado
oculta entre Cristo y María, por un lado, y entre el sacer- duradero. Y, en verdad, para ambos esposos. El varón estaba
dote y la Iglesia, por otro (e Iglesia aquí a veces puede ser seguro de lo suyo cuando la generación, pero ahora su apor-
concretizada por una «esposa espiritual»). Y las dos relacio- tación se ha malogrado; por ende, es humillado en su poten-
nes tienen por obra de Dios su fecundidad sólo en la plena cia corporal. Por otro lado, también ha sido descubierta la falta
virginidad. ¡La relación queda oculta! Porque, a decir ver- de potencia de la mujer: no ha sido suficiente, en cierto modo
dad, en la Misa no es visible que María tenga algo que ver ella ha transformado la potencia del hombre en impotencia.
con todo esto. Y sin embargo, el Hijo no puede hacerse La Iglesia puede humillar a su Señor cuando no admi-
hombre sin que la Madre esté ahí. En su sí a la encarnación nistra bien lo que Él le ha confiado; puede volver a ponerlo
ella ha dado inclusivamente el sí a la transubstanciación. en una situación de cruz. Si el semen del varón era fecundo

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–y la semilla de Cristo lo es siempre–, entonces, y si el acto que ella significa para su marido. Por tanto, ella descubre
sexual fue realizado correctamente, el varón no es culpable en el niño la imagen de ambos cónyuges y de su encuentro;
si el niño viene sin vida al mundo; en ese caso es responsable aprende a entender el matrimonio. El niño llega a ser el
siempre la mujer (en la mujer puede ser por motivos pura- punto focal que reúne lo disperso.
mente fisiológicos, pero éste no es el caso de la Iglesia). La mujer, la mayor parte de las veces, tampoco tiene un
criterio acertado para sus dolores. Cuando ha tenido un
contratiempo corporal, su primera reacción ha sido la de
El primer hijo: oportunidad y peligro
tratarla como bagatela. Su segunda reacción es más bien la
La esposa tiene una idea de su esposo. Pero, en el acto de exagerar la cosa: «¡En el fondo eso era horrible!». Si ha
sexual, él parece distinto de lo que ella se lo había imagi- dado a luz, muchas veces se olvida inmediatamente de los
nado. Ella no conocía su pasión, etc. Y tiene que hacer dolores de parto y está emocionada por haberlo logrado. Y
un esfuerzo para hacer coincidir al hombre amoroso y aten- también permanece así, si tiene una buena relación con su
to de antes con el que ahora se jacta de aparentemente des- marido. Si no la tiene, el péndulo puede de nuevo llevar al
considerado. Falta el pasaje de uno a otro. ¿Cuál de las dos otro extremo: «¡Todo ha sido terrible!». Y de todo esto se
imágenes es, pues, la verdadera? Más tarde, cuando los es- construye un bastión contra su marido. «¡Es peligroso tener
posos se hayan habituado uno al otro, es distinto: las dos relaciones con él!», piensa. Junto con el niño de sus dolo-
imágenes se encuentran en algún punto medio, sin que los res ella forma un partido contra él. Y cuando contempla a
extremos sean totalmente superados. su hijo y de éste le viene reflejada la imagen de su esposo,
Cuando la madre tiene por primera vez a su niño en los entonces desfigura intencionalmente esta imagen.
brazos, que es tanto el fruto del acto varonil como de su
propio acto de dar a luz, ve representado algo en el niño Mientras que el varón está conquistando a la joven y no
que en el acto había quedado invisible del varón. De alguna está seguro de conseguirla, él despliega sus mejores facetas
manera el niño le muestra un tercer varón, que ella ya no y capacidades. Se vuelve ingenuo, confiado en la imagen
buscó (con su imagen que unifica en el punto medio), y que se ha hecho de ella, actúa como si sus últimos años no
que tal vez sea el varón más verdadero. Y ella ve también, existieran y espera de la mujer que él desea para sí («codi-
como a través de un velo, lo que ella misma es en su entrega. cia» sonaría ya demasiado duro) la bondad que él mismo
Pues de otro modo la mujer nunca sabe hasta qué punto carece, pero que, lo sabe bien, podría desarrollarse en él. Y
está realmente entregada. La entrega no se puede medir por si la mujer acoge su petición, pero no tiene la bondad que
la felicidad, etc. Tampoco es necesario que ella se evalúe él espera de ella, si ella no se da cuenta de la inquietud que
en su entrega. Pero ella puede comprender en el niño lo existe en él por estar a la altura de ella, si entiende mal o no

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comprende el deseo profundo que él tiene de ser formado niño recibirá su cuidado, pero los dos se interesan por él de
por ella en el buen sentido, entonces, de esa actitud inge- modo no muy distinto a como los animales lo hacen con
nua, de esa suavidad y calor del varón surge algo completa- sus crías. Por el contrario, un niño de padres creyentes es,
mente falso. En el tiempo de la boda él era flexible. Si la en lo más hondo, un hijo de su fe. El niño recibe su lugar
mujer no presta atención a esto, con mucha rapidez se en la fe de ambos esposos y a su vez crea una nueva conti-
desarrollan los lados malos del varón. Los matrimonios nuidad y superficie de contacto de su reciprocidad en la fe.
vulgares que uno puede observar por todas partes, también
por su conducta exterior, con frecuencia han adquirido su La mujer que ha dado a luz es «impura», todo su aparato
vulgaridad a causa de una actitud de rechazo de la mujer. genital se comporta como durante la regla: la expulsión de
El varón se vuelve áspero porque se siente decepcionado, la placenta corresponde a la expulsión de la mucosa durante
porque la mujer no quiso proteger el bien que él posee y el período. La «impureza» dura unas dos semanas, ella está
que podría donar. El hijo resulta entonces una molestia; herida, sangra todavía durante aproximadamente una
los padres no encuentran en él ninguna respuesta al ver- semana. El marido se contiene porque podría infectarla.
dadero problema. Y después del primer niño se llega con Ella es capaz de concebir, según una razonable regla de la
frecuencia a todas las perversiones posibles como conse- medicina, seis semanas después del parto. Hasta entonces
cuencia de que el niño es percibido como un estorbo. la relación sexual no debería tener lugar.

En el nacimiento del hijo, la mujer le regala al marido no


Regreso al varón
sólo el niño, sino también, de nuevo, a sí misma. El hijo
La madre natural queda libre con el alumbramiento y la pone el fundamento de una forma nueva de ser esposos
posterior distancia y separación del hijo (y del esposo) para como crecimiento, no como mera repetición. La mujer ha
una nueva concepción. Corporalmente, esto es una espe- recibido por medio del hijo un conocimiento nuevo del
cie de libertad para cualquier varón. En la madre cristiana, varón, ha sido dilatada para y hacia él. Y aunque la mujer
la experiencia del parto está tan fuertemente ligada a la fe adquiere en los dolores una nueva experiencia del marido
que en su libertad corporal no se sale del ámbito del sacra- en el hijo, no tiene ninguna visión de conjunto sobre el
mento e inmediatamente queda libre para el varón al que evento del parto; más bien, el marido sabe lo que ocurre en
ella sacramentalmente ha sido confiada. ella, aunque él mismo no lo viva. Él tiene la teoría de lo que
La mujer no creyente que ha recibido un hijo de un varón ella soporta de un modo práctico y para nada teórico.
no creyente (entendiendo aquí falta de fe como pecado) y
lo ha dado a luz, en cierto modo queda en tablas con él. El

288 289
LECHE Y SANGRE puede), así la mujer se supera a sí misma en el acto de
amamantar: no sólo alimenta al niño, sino en el niño al
marido, a la Iglesia. Ella amamanta en Dios, hacia Dios, y
Misterios de la leche materna
el niño es la concreción.

E n la recepción de la leche materna se da para el niño una


especie de comunión. El amamantar después del pecado
original ha perdido en condición espiritual, ha llegado a ser
El varón conoce en el acto sexual el momento en que es
como arrebatado por su vigor y de alguna manera pierde a
la mujer de su campo visual. Él experimenta el ir «más
prevalentemente un modo de alimentar. Originalmente allá-de sí». En virtud de esto, el marido debería hacer notar
(en el Paraíso), la leche de la mujer habría debido dar tam- a la mujer que su leche no ha de favorecer sólo al niño. Ella
bién la fuerza de permanecer en pureza ante Dios. Lo que está en un estado de fecundidad que va más allá. También
estaba previsto para Eva, se cumple en María. Ella y su Hijo el sacerdote en el ministerio ha de enseñar al creyente a
son perfectamente puros; y mediante el amamantar de la remitir su piedad más allá de sí mismo.
Madre la Iglesia entera, no sólo este Niño, debería recibir
algo de la gracia de la pureza materna. Nada de lo que el El semen del varón es una imagen del bautismo: agua
Hijo recibe corporalmente en la tierra está destinado poderosa que irriga fecundamente a la mujer. La leche de
exclusivamente a Él. El ser amamantado por María es una la mujer es una imagen de la Eucaristía, representa la carne
forma previa de la posterior comunión. y la sangre. En el sacramento del matrimonio los dos eventos
se abren hacia la Iglesia, si bien evidentemente no hay que
La fecundidad de la mujer se encuentra entre la entrega del forzar este pensamiento. Pero los esposos deberían saber que
semen por parte del varón y el acto de dar el pecho de ella: según su sentido intrínseco ambos son líquidos santifica-
el semen hace que esta fecundidad se actualice, la leche le dos. Esto se olvida completamente en nuestros días.
da su continuidad. La donación del semen y la de la leche
materna están emparentadas como pérdida de sustancia. Los pezones son cuerpos cavernosos. En el acto sexual,
Dos líquidos formados por células son entregados: el pri- cuando la mujer desea al varón, se vuelven rígidos. Tam-
mero, para que el niño se forme en la mujer; el segundo, en bién se endurecen cuando la madre amamanta al niño, y
vista de la devolución del niño al marido. Y cuando la ciertamente no sólo por medio de la estimulación del niño,
mujer, en la fuerza de María, dando el pecho comunica al sino ya antes –en la medida en que ella es una buena madre–,
niño la fuerza de la pureza, esta fuerza vuelve y prospera como preparación para alimentarlo.
también en el marido. Como éste en el acto de engendrar se Existe en el pueblo la costumbre asentada por la cual el
supera a sí mismo (él produce, en Dios, más de lo que él varón estimula los pechos de la mujer para prepararla al

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acto sexual. Puesto que en el acto sexual los pezones se El varón en el acto sexual llega a ser propiamente dona-
hinchan, la madre recuerda el acto cuando da el pecho al ción total sólo en el momento en que se olvida de sí; antes,
niño; ella está al mismo tiempo con el niño y con el marido. él es exigencia. El Hijo en su herida del costado es pura
donación. En la cruz cesa toda exigencia del Señor. Los tres
El varón contempla a su mujer mientras da el pecho, y sabe años de vida pública eran exigencia, ciertamente donán-
que él está en el origen de este evento. Desde el pecado ori- dose. Pero, en la cruz, el Hijo es tan sólo donación, y la
ginal tiene que trabajar para alimentar a la mujer y al niño. última gota que sale de Él es ya donación anónima a la Igle-
Pero, ahora, la mujer trabaja para dar de comer y para esto sia: Él está muerto.
da de su propia sustancia. Ella descarga a su marido, es Aqua lateris Christi, lava me. Un baño de leche que puri-
como una sustitución vicaria. Y en esta sustitución vica- fica y santifica al alimentar. El niño recibe la leche materna
ria él conoce de un modo nuevo a su mujer, a sí mismo y sólo como alimento; pero si la madre es la Iglesia, su sus-
también al niño. tancia es de nuevo ambas cosas, lavado y alimento: la comu-
La leche era lo primero y elemental (en el Paraíso). El nión como plenitud no sólo del bautismo, sino también de
semen vino como réplica a la leche devaluada. Sin embargo, la confesión que lava y quita los pecados.
ya entonces era el varón el que le puso a la mujer bajo la
costilla lo que debía constituir la fecundidad de ella [ella La herida del costado del Señor y la costilla de Adán. La
fue hecha fecunda por el varón]. primera Eva permanece para siempre el símbolo de la Igle-
De la herida del costado del Señor surge una forma de sia falible. En lugar de haberse convertido en madre de
agua bautismal. Y en este hecho es superado y conservado todos los pecadores, Eva habría debido convertirse en
el poder del semen. La fecundidad viene de nuevo en cierto madre de todos los creyentes. Y la Iglesia no puede desoli-
modo del arco costal (en oposición a la cintura pélvica que darizarse de Eva; debe llevar la deshonra de reunir en sí a
entra en esta función después del pecado). Pero esta agua todos los pecadores. Así surge la relación entre el sueño de
no da a luz niños sensiblemente visibles, sino hijos de la Adán y la muerte del Señor: Eva es formada de la costilla
Iglesia, que llegan a ser tales por medio del bautismo. del Adán que descansa, mientras que la Iglesia se forma del
Sin embargo, la leche materna existía antes de la herida costado del Señor que se prodiga hasta el extremo. Sólo
del costado, aunque la herida del costado del Hijo ya estaba porque el Señor muere por completo, puede la Iglesia
incluida en la leche materna. Pero esta oposición se equili- alcanzar la vida; y para despertarla a esta vida se necesitó
bra porque desde los dos puntos se va hacia la salvación y la efusión de la sustancia vital.
hacia la Iglesia. María dio lo suyo al Hijo y a la Iglesia, y el La leche de la Iglesia es la doctrina de Cristo. La leche es lo
Hijo dio lo suyo a la Iglesia y, en ella, a la Madre. más concreto que existe, en ella se reúnen fisiológicamente

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carne y sangre. La doctrina parece algo abstracto, y sólo María es solidaria con todos los hijos de Eva; ella co-expía
puede ser caracterizada como leche si llega a ser algo con- llevando también lo que avergüenza. Si el pecado fuera
creto. El clero secular ha dejado que la doctrina de la fe se algo puramente personal y no también un pecado heredi-
vuelva cada vez más abstracta y ha limitado lo concreto a tario, por un lado existirían los hombres caídos y por otro
cosas que ya le parecían concretas, como lo sexual. Sobre los inocentes. En tal caso, la Iglesia habría podido bautizar
esto se dan «instrucciones prácticas». Pero, también a eso a los pecadores con agua, a los inocentes con leche, y con
presuntamente abstracto debería permitírsele llegar a ser sangre a aquellos que tuvieran que ser fecundos mediante
completamente concreto, pues es lo más concreto en [la] la muerte. Y si se hubiera sabido por anticipado quién sería
verdad, en donde está incluido todo lo sensiblemente con- mártir (siempre en el supuesto de que no hubiera pecado
creto, todo lo humano en general. hereditario), así la Iglesia habría podido consagrar a los
futuros mártires con antelación. En un tal orden también
habría sido posible decir a cada uno si era elegido para el
Sangre y leche
matrimonio o para la virginidad. Como para la muerte, se
Sangre y leche son «fluidos santos», el agua debe ser primero habría dado un pronóstico para la vida. Los bautizados con
bendecida para obrar «santificando». Como si en la célula leche se encontrarían entre los destinados al matrimonio,
originaria de la Iglesia (María y su Hijo) el agua todavía no los bautizados con sangre entre los llamados a la virgini-
hubiera sido incluida, sino sólo la sangre y la leche. Y, cier- dad. Y esto se habría extendido transversalmente mediante
tamente, en primer lugar la leche, luego la sangre. Tam- una división en fecundidad de vida (leche) y fecundidad de
bién Eva habría amamantado a sus hijos en el Paraíso (el muerte (sangre).
arco costal estaba en funcionamiento), sólo después de la Esto es ciertamente irreal. Pero tiene un significado en
caída se añadió la sangre (del bajo arco pélvico). Ella paga la medida en que la Iglesia siempre de nuevo olvida que
con sangre el poder seguir amamantando. El cristiano paga existen vida y muerte, estado matrimonial y estado de los
con la confesión el poder comulgar. consejos. Las iglesias en su totalidad, las comunidades en
El agua viene posteriormente. En el Paraíso habría bas- su totalidad deberían fortalecerse en esta visión. Y la mirada
tado que Eva hubiera amamantado a sus hijos para que de Vianney en la profundidad de las almas debería ser dada
ellos hubieran sido «bautizados», santificados. Y el varón de nuevo a la Iglesia: la imagen de Dios, la voluntad de
tiene parte en esta leche: la Eva que amamanta procede del Dios visibles en cada uno. Si un sacerdote bautizara para el
costado del varón. martirio, habría conocido la elección de Dios para el bauti-
También en María la sangre se añade a la leche. La cos- zando en cuestión y la habría co-elegido.
tilla no puede hacer como si no existiera la pelvis. Porque

294 295
Papel de la sangre herejías, decadencias, etc., por otro lado existen los mártires
que son una donación de sangre al Señor, una contribu-
Juan el Bautista allana el camino del Señor. Y el Señor ción a la sangre de la cruz.
necesita la sangre del Bautista para su misión y fecundi-
dad varoniles. En esto el Señor posee el papel del varón y El Hijo de María, que no es dado a luz per vias naturales, no
del ministerio, y Juan representa de alguna manera el papel viene al mundo haciendo sangrar. La vinculación con
de la mujer y del sometimiento eclesial. La única sangre María en la sangre viene posteriormente.
de la que un varón puede disponer fluye en sus venas, puede
disponer de ella como sangre de la decapitación, por ejem- En el primer acto sexual normal, la mujer sangra por la
plo. Es sangre varonil, pero sacrificada en nombre de la ruptura del himen; se puede decir que esto es signo de que,
Iglesia, y en esto es una imagen de la sangre fluyente de la en la medida en que ella es fecundada, cesa la metrorragia.
mujer. Y el Señor se sirve de esta sangre para aumentar su El miembro del varón que se retira es ligeramente marcado
propia fecundidad, como si no fuera sólo testigo, sino cau- por la sangre de la mujer, un signo de su pertenencia a la
sante responsable de esta muerte del Bautista. Es sangre de mujer. En el nacimiento, el niño rompe la virginidad inte-
la Antigua Alianza, pero que, al necesitarla el Señor, se rior y aparece, en consecuencia, marcado con sangre, la san-
convierte en sangre neotestamentaria y está a la cabeza de gre de la virginidad interior.
la sangre cristiana de los mártires. María no conoce estos dos sangrados, los causados por el
El Hijo, que entregará toda su sangre por la Iglesia, no varón y por el niño. Conoce sólo el sangrado de su disponi-
alcanza su meta sin la sangre de la Iglesia. Él la necesita, bilidad interior a la donación («regla»). Su sangre pertenece
no puede prescindir de ella. Como los cristianos deben de tal modo a la Iglesia que ni el Padre del Niño ni el Niño
tener una fe activa («méritos») para poder experimentar y mismo son marcados por ella. La sangre de la circuncisión
concebir profundamente la gracia en sus vidas, así también del Hijo es parte ya de su sacrificio, que es ofrecido al Padre.
el Señor necesita nuestras obras para dar a su obra la com- El Niño de María no es marcado por su sangre, porque
pleta plenitud. ella es virgen. Pero es marcado por el espíritu de la Madre,
El que la mujer sangre cuando tiene la regla es parte de porque el Espíritu Santo, que está en ella y al mismo tiempo
su ser abierta, de su donación. Le recuerda que su cuerpo fue el portador de la semilla del Padre, es el que marca. El
ha de ser fecundo, y esto es un recuerdo que puede asumir portador de la semilla pone la marca a su manera, y la Madre
un carácter casi de advertencia. También la Iglesia debe responde de un modo adecuado, espiritual.
normalmente sangrar de tiempo en tiempo, en intervalos La Iglesia debería comprender este marcar con sangre y
ritmados. Por un lado existe la «pérdida de sangre» de las sus relaciones, entonces sería capaz de reducir la concupis-

296 297
cencia del pecado original a una medida que corresponda a Sobre la circuncisión de Cristo
la voluntad divina.
Hay un paralelismo entre el prepucio y el himen: ambos
envuelven y protegen*; ambos esconden una sustancia
Loquios
semejante. Pero el prepucio no es transformado por el acto
Los loquios (derrame puerperal) llevan mucha sangre en el sexual; el hombre todavía virgen no se puede distinguir del
primer día, luego siempre menos. María también los ha que no lo es; en el varón, por lo mismo, hay que atenerse a
conocido; fluyen de la vagina, pero por su origen son lo que declare. En la mujer, la comprobación de lo que
secreciones del útero. Así María ha de tener los loquios, declara es siempre posible. Ella permanece testigo irre-
porque ella ha puesto a disposición todo el recipiente y futable del acto sexual, lleva en su intimidad el sello del
como virgen ha tenido los malestares como todas las demás varón, pero el varón no lleva el sello de la mujer.
mujeres. Son también un signo de que ella está pronta para La circuncisión del varón es una contra-imagen de la
toda nueva disposición divina. Ciertamente, Dios tiene desfloración de la mujer, sin que exista una relación de la
sólo un Hijo. Pero María, que lo ha dado a luz y ha perma- circuncisión con el acto sexual. En sí, el varón se abre como
necido virgen, persevera en el estado de un ser humano al la mujer se cierra; el varón descubre y entrega su órgano, la
que puede serle exigido un siempre nuevo e impredecible mujer no lo hace. Si el miembro varonil es símbolo del vigor
sí. Y, de este modo, no toca a ella decir que ha tenido sufi- masculino, el prepucio es lo más externo de este vigor. Este
ciente con un embarazo. El derrame es el signo de que su elemento exterior es entregado a Dios. La entrega tiene
útero regresa al estado originario de la disponibilidad. lugar en el momento en que el varón, aún como niño
En el caso de María, la intacta virginidad interior (la del pequeño, es visto en su debilidad total, que ya no tendrá en
cuello del útero) no es una objeción contra los loquios, la adolescencia. Su vigor es desnudado ante la Iglesia (la
porque estos no tienen ningún efecto de ruptura. Esto y Sinagoga), que en nombre de Dios toma posesión de él. Ella
la regla normal han sido parte de su auténtico ser y perma- se muestra, en esta «desfloración» del varón, como «cabeza
necer un ser humano. Y ella también permanece un ser del varón», así como más tarde el varón se mostrará como
humano en todas sus experiencias corporales, porque abre «cabeza de la mujer». Todo esto está en un contexto de
el camino a las mujeres santas de la cristiandad. Dios no
suprime para sus santos todas sus leyes. Así Él puede difi- *
Ambos pueden mostrar anomalías semejantes: se dan, por ejemplo,
cultarles la tarea y, al reservarse Él mismo algunas inte- estrechamientos del prepucio que obstaculizan la relación sexual,
rrupciones de estas leyes, les quita todo juicio acerca de como hay estrechamientos del himen que dificultan o hacen impo-
su propio ser. sible al varón la penetración. Entonces lo indicado es la cirugía.

298 299
pureza e inocencia; la circuncisión tiene un sentido análogo aportado una donación permaneciendo virgen, que ha co-
al bautismo: es una ceremonia de purificación. rrespondido a la exigencia del Hijo. Y, finalmente, a partir
María asiste a la circuncisión de su Hijo: ella es virgen de estas dos situaciones virginales sabe de la virginidad del
para el varón que es su Hijo. Esto muestra que en la Iglesia Hijo. Cuando el Padre del cielo se ha servido del Espíritu
no hay ninguna virginidad privada. También la virgen, para hacerla concebir al Hijo y para poner al Hijo virginal en
en la que ningún varón ha generado, sigue siendo no obs- el mundo, el Hijo queda circundado de virginidad. Todo el
tante testigo para el varón. La mujer (virginal) pertenece servicio al Hijo debe estar caracterizado por este hecho. Y
igualmente al varón. Ser virgen en la Iglesia nunca signi- si el Hijo necesita este servicio virginal, Él mismo no puede
fica rechazo del varón, más bien significa acogerlo en el sino ser virgen. Por tanto, también el rito de la circuncisión
modo determinado por la Iglesia. Especialmente en su debe ser efectuado en Él, rito que en última instancia quiere
ministerialidad. significar pertenencia a Dios, exclusividad para Dios de
alma y cuerpo. El Señor no es circuncidado simplemente
María entre el nacimiento y la circuncisión. El que el Niño porque ha nacido en una familia judía, sino fundamental-
sea circuncidado según el rito de la religión de la Madre, es mente por razón de la virginidad. Él entrega su ser-varón a
para ella algo completamente obvio. Sin embargo, aquí la obra del Padre, la salvación del mundo.
surge una gran cuestión. Para María, como mujer, es Ahora también se ha hecho patentemente visible que Él
natural que ella exteriormente no introduzca nada nuevo. es de sexo masculino. La Madre debe ocultarse más pro-
Pero, objetivamente, cabe la pregunta: ¿puede ella, como fundamente para que Él pueda ser mostrado públicamente.
Madre de Cristo y de la Iglesia, dejar que circunciden al El siempre mayor ocultamiento de ella está en relación con
Niño? Ella sabe quién es Él; y a pesar de eso debe dejar que el siempre mayor de-velamiento de Él. Sin embargo, cuando
tenga lugar la circuncisión, para que también en Su carne entrega al Hijo para ser circuncidado, esto no es para la
quede marcada la unión entre la Antigua y la Nueva Alian- Madre sólo un mantener-se-oculta, sino también un
za. Ella comprende también que la circuncisión debe tener entregar-se. Pues, objetivamente, con Su virginidad tam-
lugar como respuesta a su virginidad. bién es entregada la de ella. Ambas cosas, aparentemente
Para ella es algo cierto el haber concebido virginalmente opuestas, tienen lugar simultáneamente: ella oculta su
y también el haber dado a luz virginalmente. Las dos cosas virginidad para mostrar más claramente la esencia del Hijo,
no tienen para ella una relación necesaria, están como una y ella muestra su virginidad presentando el Hijo al mundo.
junto a la otra. Ella no deduce la segunda de la primera. Ella sabe acerca del carácter mesiánico de su Hijo, pero
Pero sabe que las dos cosas han sido fecundas en el sentido ella deja hacer, deja acontecer, deja que Él sea herido y que
de Dios y han ocurrido en vista del Hijo, sabe que ella ha sangre. Ella acoge ya ahora un sacrificio del Hijo del

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Hombre, más aún, incluso lo obliga a ello a modo de prueba. La donación de la Madre después de la circuncisión. Ella
Y también el no sangrar (externamente) de la Madre en el debe cuidar la herida, ocuparse con entrega maternal de
parto de alguna manera es recuperado por la sangre del Niño. este órgano del Niño, en perfecta humildad. Es la única
El Niño deja confluir en esta poca sangre suya toda la vez que ella ha de cuidar una herida del Niño. Y se siente
sangre de la Antigua Alianza, pero al mismo tiempo abre ligada a esta herida, sí, ella la ha ocasionado. El Niño no se
la perspectiva hacia la cruz y los martirios cristianos. La siente muy bien; y ella intenta consolarlo dándole el pecho,
Madre, por su parte, consagra al Niño al sufrimiento. Ella resarcirlo con una consolación.
confirma la pasión venidera.
En la circuncisión, la Madre confía al Hijo a su auto-
Sangre de pecado-sangre de redención *
afirmación. Él deberá acreditarse. La mujer puede ser
examinada, el varón no. Él tendrá que obtener fuerzas En la sexualidad dual del hombre se da una doble relación
mediante sus propias declaraciones. Es como una confir- entre sangre y muerte. Cuando el ser humano varón debe
mación de la imposibilidad de examinar al Hijo. En ella, la sangrar a causa del pecado, vierte una sangre que señala
fe ya está confirmada por su virginidad. Esto queda atrás hacia la muerte. Toda herida, si fuera grave, tendría como
para la Madre, mientras que la confirmación del Hijo toda- consecuencia la muerte del varón. En la mujer, por el con-
vía tendrá que llegar. Él deberá exigir la fe en nombre de trario, el sangrar es signo de la muerte de la generación
sus propias declaraciones, de sus propias afirmaciones. (Y siguiente. Después de la caída del pecado, ella sangra siem-
los signos de la verdad y la autenticidad en toda exigencia pre de nuevo para no tener que dar a luz. Si ella estuviera
cristiana finalmente sólo se dejan examinar en la fe. De completamente en la ley del varón y el varón plenamente
otro modo no se llega a ninguna conclusión: no se ve ni en la ley de Dios, la mujer sangraría mucho menos. Su san-
se comprende nada). gre después del pecado original es sangre del no querer-dar-
La donación del Hijo en la circuncisión está ligada a un a-luz, sangre del aborto, sangre de relaciones sexuales
enorme desamparo. El Niño es puesto allí desnudo, ofre- pervertidas. Ella muere del todo secundariamente a conse-
cido, Él sólo puede dejar acontecer. Al dolerle, grita. El cuencia de este sangrar; primariamente muere el hijo del
grito del Salvador tiene algo de indeciblemente conmove- varón y por eso el de ella. Cuando el varón sangra, muere
dor. En verdad, los niños pequeños no comprenden por qué primariamente él, y su hijo sólo secundariamente, puesto
se les hace daño. Sin embargo, cuando los padres lo hacen, que como muerto él ya no engendra hijos. Y toda esta
los niños perciben el amor y sienten gratitud. Esto es en el sangre del pecado es sangre de aniquilación, sangre que se
fondo incomprensible; y lo más hermoso en los niños es
precisamente lo que no comprenden. *
Dictado en «estado de infierno».

302 303
va juntando en arroyos y corrientes y mares, y el varón y la HACIA LA FAMILIA
mujer no pueden ofrecer razonablemente su sangre para
luchar contra esta sangre del pecado. Ellos pueden tal cosa
María aprende en el Niño a conocer al Padre
sólo en unión con la sangre del Señor, que administra toda
la sangre, que en la cruz vierte, al mismo tiempo, la sangre
del pecado que lo ha crucificado y la sangre de la redención,
porque Él la entrega libremente. A partir del Señor, toda
A partir de la Antigua Alianza, María sabe quién es el Dios
en el que cree. Sabe también que ella aguarda al Mesías
y tiene el presentimiento de que será Hijo de Dios. Es un
sangre que se vierte en su nombre, la sangre que Él exige y saber de la fe, pero la expectativa del Hijo no le trasmite
hace fluir, puede ser dotada con Su fuerza redentora. No ninguna imagen más precisa del Padre. Después de la con-
es sangre infecunda, sino sangre de la fecundidad cumplida. cepción, el Niño está oculto en ella, como un gran miste-
La sangre del pecado es sangre que se coagula. Que se rio para ella; y desde las sensaciones corporales que tiene
estanca y se pudre. Pero la sangre viva de la salvación per- no puede hacerse ninguna representación del Padre. María
manece líquida, corre continuamente, y si viene junto con sabe que Él es el Todopoderoso, que su servicio femenino y
la sangre del pecado tiene el poder de hacer fluir igualmente virginal ha sido requerido; en sus cambios físicos reconoce
a esa sangre y de usarla para sus fines. Y haciéndose líquida, cuán verdadero y grande es todo, y que Él toma en serio su
esa sangre corre y fluye en la sangre redentora y la acre- sí y que el Niño se alimenta de él. Es el sí de una obediencia
cienta. La sangre de los pecados huele a cadáveres en des- que no ha pensado propiamente en el cuerpo, y ahora las
composición; la sangre de la redención tiene el aroma de la cosas corporales se acumulan; el servicio de su cuerpo es
redención en la cruz. Para el que lo conoce, existe un aroma requerido y utilizado, el Padre actúa corporalmente en
muy característico de la cruz, que se percibe dondequiera ella, y esto es lo más extraño para ella. María constata que
se sufra verdaderamente por encargo del Señor. así el Padre quebranta sus propias leyes dadas a la crea-
El pecado puede parir pecado. Pero si la verdadera reden- ción y que, en el acto de romperlas, las salvaguarda y las
ción, la fe viva y el amor fecundo son introducidos en el cumple de otro modo. Ella no puede inferir de un síntoma
engendrar del pecado, cesa este engendrar y parir. Lo peca- al siguiente, como las demás mujeres, porque Dios tam-
minoso se vuelve infecundo, sí, la fecundidad de la reden- bién en el cumplir sus leyes puede cambiarlas en cualquier
ción lo contagia en el interior mismo de su esterilidad; no momento: en la concepción y de nuevo en el nacimiento.
sólo es contrapesado por la gracia de la redención, sino Y ella, que sabe quién es, sin embargo no se conoce, por-
incluido en la fecundidad de la cruz. que está bajo leyes no escritas, bajo estas leyes excepcio-
nales de Dios. Desde la concepción sabe que Dios puede
cambiar en cualquier momento. Y al ver y entender de

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modo creciente que Dios no está atado a sus leyes, ella El Niño hace saber su deseo, pero lo hace en el servicio
alcanza un conocimiento de Dios más profundo; en esto al Padre. Y el Niño y el Padre juntos reciben de ella una
mismo reconoce que la semilla divina, el Hijo, la trasforma respuesta que es tan total como sólo ella puede darla. El
espiritualmente. Comprende que las transformaciones Niño todavía no sería capaz de hacer frente a ninguna de-
corporales están relacionadas del modo más estrecho con cepción, por eso es confiado a ella, la que da el sí perfecto.
las espirituales. Cuerpo y alma son comprendidos en una
transformación que depende únicamente de Dios. Y hay
Surgimiento de la familia
cosas que maduran en ella sobre las que no puede hablar
con nadie. El niño nacido es entregado al padre, y en cierto modo por
Ahora ha dado a luz al Niño, lo tiene en los brazos y medio del niño la madre es restituida al marido y padre. El
experimenta en realidad mucho de lo que hasta entonces Niño que ha nacido de la Mujer del Apocalipsis –María, la
sólo presentía. Sus representaciones indistintas del Padre Iglesia– vuelve inmediatamente al Padre. Y apenas divisa
se hacen cuerpo y toman forma en el Niño, y toman forma al Niño, María busca en la tierra de inmediato al Espíritu,
también en ella. Ahora ella ve en el Hijo al Padre. El Niño que ahora se ha hecho visible en su don, y el Espíritu la
tiene hambre igual que los demás niños, y ella le da el pecho. conduce al Padre, que le dona el Niño. La aportación física
Ella misma es para su entorno igual que las demás madres. del parto es transformada inmediatamente en la aportación
Pero el Niño es Dios y ella es virgen, y por tanto a partir del espiritual llamada «familia». El padre pone a los hijos entre
nacimiento ella, en todas sus experiencias, participa en la la madre y él mismo. En el niño encuentra a su mujer espi-
visión del Padre por medio del Hijo. Ella no ve al Padre ritual, así como el hijo ahora presente les regaló de nuevo a
como el Niño lo ve, pero lo divisa por medio del Niño, no ambos padres el espíritu de ellos y les trasmitió una nueva
con los ojos, sino abrazando al Hijo con todo su ser, como conciencia de su relación. Por medio del hijo, marido y
una madre abraza a su niño. Y en el deseo profundo del mujer reciben el nombre que en adelante los define: padre
Niño hacia ella, ella reconoce el deseo del Padre. y madre.
Cuando por primera vez toma al Niño en su pecho para Hasta ahora el marido quizás haya reflexionado para sí
saciar su hambre, sabe que regala su propia sustancia a mismo sobre la evolución de su mujer: la había tomado
Dios. Ella no sólo da su leche corporal al Niño corporal, siendo una joven, luego ella se ha transformado por el
sino que responde con todo su ser a un deseo divino. Su embarazo; ya no era la misma, era la mujer sobrecargada
tarea, por tanto, no ha terminado con el nacimiento, al por él y transformada por el niño. Y ahora los dos, marido
contrario, ahora se hace más real; ahora todos los presenti- y niño, han hecho de ella lo que seguirá siendo: madre, con
mientos asumen contornos concretos. todo lo que humana y cristianamente queda incluido en

306 307
esta palabra. No han dejado intacta en ella ninguna fibra, habituarse a estos saltos, a esta hendidura. Pertenece a la
sino que han llevado todo a su realización. Cuando la boda, mujer tomar más sobre sí, dejar que le carguen más peso.
ella actuaba ciertamente con voluntad libre, sin ser forzada. Algo de esto está también en la relación entre penitente y
Pronunció entonces un sí al marido y, en cierto modo, un confesor: pertenece al ministerio eclesial sobre-exigir un
sí al niño. Pero no sabía que decía sí a sí misma, a ese yo poco al cristiano dirigido señalando siempre de nuevo hacia
que ellos dos harían que se desarrollara. Ella no sospechaba la cruz del Señor.
que tendría que experimentar, por la marca del varón, una
tal transformación. El tiempo del puerperio conlleva para la mujer una involu-
Ella estaba de acuerdo con la pérdida de la virginidad y ción del útero y, en compensación, una evolución de los
no sabía, sin embargo, que el niño la tendría que privar pechos. Se deshincha en su parte inferior, se hincha en la
otra vez desde dentro de la virginidad (desde el punto de superior. Lo que antes daba al niño hacia dentro, ahora
vista físico, el varón, que abraza sexualmente a una mujer debe darlo hacia fuera. Al niño, que siempre representa tam-
que ha ya ha dado a luz, puede penetrar en ella más profun- bién al marido. En otros tiempos había la costumbre en
damente, porque el cuello del útero ya está abierto, a tra- algunos lugares de que la mujer daba al marido el exceso de
vés del cual el niño se ha abierto un camino desde dentro. su leche; todavía hay pueblos que lo hacen. Esto tiene su
El varón encuentra de repente las huellas del niño. En otro sentido. El marido se puede humillar recibiendo de la mujer
ámbito: no es posible ninguna dirección espiritual si un el mismo alimento que el niño. Precisamente para nuestro
penitente no hace ante el confesor una confesión general, tiempo este simbolismo podría tener nuevos significados.
si le mantiene ocultas algunas faltas decisivas de su pasado.
Un verdadero director espiritual debería casi instintiva-
Matrimonio con un solo hijo
mente poder sentir lo que se mantiene oculto).
La desfloración causada por el varón era para la mujer Mediante el primer nacimiento, la mujer está pronta para
una exigencia excesiva, más grande de lo que ella esperaba. el marido de una nueva manera. En un matrimonio cristia-
E igualmente el quedar abierta de la vulva, su hendimiento, no, ella lo recibe de un modo muy distinto que antes. Des-
es una exigencia exagerada, porque finalmente expropia a de el momento en que la mujer desea estar nuevamente
la mujer; lo que una vez ha sido abierto de tal modo, puede con el marido, para que él participe en la nueva existencia
ser abierto de nuevo en cualquier momento. En estas rup- de ella y comprenda que él la ha causado, él debe saber que
turas se manifiesta el modo de la misión femenina, del que la mujer se entrega ahora tanto corporal como espiri-
forma parte ser siempre un poco sobre-exigida por el varón. tualmente. En el hijo ella encuentra a su marido de un
Si alguna vez algo ha sido hecho en la misión, uno debe modo nuevo.

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Si la mujer se niega a esta nueva acogida, el marido que- está presente, con frecuencia el matrimonio con hijo único
da aislado, como es el caso en incontables matrimonios de es peor que el matrimonio sin hijos. Porque cuando los espo-
un solo hijo. La mujer ya no desea estar con él, se deja to- sos han soportado juntos el tiempo del embarazo y el parto,
mar sólo a medias, y el pensamiento más importante para después son más conocedores, y su posterior egoísmo tiene
los dos es: «¡Sólo ningún niño más!». Marido y mujer tan más peso que si nada hubiera pasado. Los que alguna vez
sólo juegan el uno con el otro, ya no hay entrega real, lo estuvieron en el noviciado y luego lo dejaron, con frecuen-
espiritual ha desaparecido de la relación sexual. Surgen cia habría sido mejor que no hubieran entrado. «Si yo no os
dos partidos: por una parte, la mujer con el niño (y el niño hubiera hablado, no tendrían ningún pecado» ( Jn 15,22).
es animal, puesto que ya no trasmite ningún espíritu, es
meramente carne de su carne, ya no espíritu de su espíritu) Un caso completamente distinto se da cuando existe una
y, por otra, el marido. Éste está solo a lo largo del día, mien- imposibilidad física o moral de tener más hijos. Entonces
tras que la mujer se ocupa del niño, al anochecer el niño el momento espiritual de la relación sexual debe ocupar
recibe su cuidado y atención, luego la mujer pertenece al un gran espacio. Y esto será posible tanto más fácilmente,
marido de algún modo a medias, y los esposos se fabrican si desde el principio han sido propensos a dejar que el
con el acto sexual una imagen ilusoria de una vida en co- momento espiritual se desarrolle en el acto. Si este paso se
mún que en verdad ya no existe en absoluto. descuida al inicio es difícil recuperarlo, y la relación sexual
La mujer se concentra en el niño, pero lo abraza sólo cor- devine entonces una autosatisfacción recíproca. Si lo espi-
poralmente; en este egoísmo familiar el marido se vuelve casi ritual entra en juego, el varón es llevado a que su responsa-
un mal necesario. Es preciso contar con él, por eso es tole- bilidad por la mujer y el niño tenga más peso que su
rado. Si la mujer no ratifica la nueva apertura y donación al necesidad personal de placer. Puede también ocurrir que la
varón, éste queda en adelante en un posición humillante. El ternura humana total entre los esposos deje atrás el acto
acto sexual llega a ser signo de esta humillación, de alguna sexual. Cristianamente, el vínculo matrimonial puede
manera él está sujeto, impedido, de modo que no surja ningún llegar a ser tan firme como una oración que es totalmente
niño más. Por doquier se hacen reservas que atentan contra determinada por Dios y, en ciertos casos límites, puede
la esencia del amor, todo es tan sólo una parodia de la entre- transformarse en un matrimonio como el de San José.
ga. Amor con reservas no es en absoluto amor, sino puro
egoísmo. La prueba es la relación con Dios: el que hace
Familia
reservas frente a Dios, no sabe nada de fe, amor y esperanza.
Evidentemente, no se ha de concluir que todo matrimo- En la vida de la familia se despliega en el tiempo mucho de
nio con un solo hijo cae en el egoísmo. Pero donde el egoísmo lo que estaba comprimido temporalmente en la preparación

310 311
del acto sexual y de nuevo en el embarazo. El varón debía Agradezco a mis padres por la armonía que me han dado y
tener la paciencia de dejar madurar en sí el semen, y tanto me acompaña: una fuerza de la que vivo». El niño bendice
más debía tenerla la mujer para llevar la carga del niño hasta ulteriormente a sus padres por su generación. Cuando sabe
el final. La familia vive completamente de la paciencia del que fue deseado y bienvenido, da entonces su consenti-
devenir. La familia de Nazaret, en el fondo, ha esperado miento, no sólo a su existencia en general, sino a haber sido
treinta años simplemente en paciencia, hasta que estuvo engendrado por este padre y por esta madre. El niño no se
maduro el momento de la vida pública. Mientras una fami- imaginará el acto sexual de los padres. Pero se sabe albergado
lia no trace ninguna línea impaciente, sino que permanezca en sus padres.
en el estado de dejar-devenir y madurar, ella está viva. Y esto Esto es extremadamente importante para el niño. Llegar
no significa tan sólo una espera pasiva, sino una perma- a saber que no era deseado, puede dañarlo gravemente. El
nente disponibilidad activa. La madre está siempre allí niño debe poder ver y reconocer su lugar entre sus padres
para los hijos, en principio está siempre lista para recibir al como algo justo y adecuado. Entonces, la atmósfera en la
marido, aun cuando él vuelva del trabajo más pronto o más familia es clara y transparente.
tarde de lo previsto. Esta disponibilidad es el verdadero fer-
mento de la vida de familia.
La paciencia del permanecer en la disponibilidad enseña
también a los esposos mayores a comprender el acto sexual
de un modo nuevo. Siendo así, ellos aprenden a apresurarse
y a engolosinarse siempre menos, a gustar y gozar por esa
actitud paciente y perseverante de lo que se les concede, y
sólo así llegar al conocimiento verdadero del cónyuge. «Por-
que no el mucho saber harta y satisface el alma, sino más el
sentir y gustar de las cosas internamente» (San Ignacio de
Loyola, Ejercicios, nº 2).

Retrospectiva hacia el origen


El niño puede mirar hacia su origen, hacia su generación y
su nacimiento: «Si mis padres se han amado uno al otro y
vivían en la fe, entonces sé que yo soy un fruto del amor.

312 313
A MODO DE DESPEDIDA espiritual, ni un acto consciente de obediencia guía la
entrega de la mujer; alma y cuerpo se funden en un solo
acto de entrega).
Corporeidad resucitada y celestial
Tampoco en el cielo el alma está sin corporeidad.* En la

E l nacimiento del Hijo ex Maria está en estrecha relación


con su asunción corporal al cielo. El Niño ha vivido
real y verdaderamente en su seno, después del nacimiento
resurrección, el cuerpo muerto se adaptará a esa corporei-
dad ya existente [del alma en el cielo]. Adrienne dice: Si
estoy en el cielo y allí tuviera mi cuerpo terreno, que toda-
vive real y verdaderamente en sus brazos, y entre ambos vía pertenece a este mundo caído, yo no podría ser total-
momentos acontece como una doble transubstanciación: mente celestial con los habitantes del cielo; el mundo debe
del cuerpo al Espíritu, del Espíritu de nuevo al cuerpo. Y en ser salvado como totalidad, antes de que yo pueda llevar
el momento de la muerte de la Madre, su espíritu abandona conmigo mi cuerpo terreno al cielo. De otro modo, algo
su cuerpo, para entrar inmediatamente de nuevo en este que está en conexión con el pecado general del mundo sería
mismo cuerpo; éste no pasa por nada decisivo en todo esto llevado también al cielo. María, por el contrario, podía lle-
porque antes de la muerte era tan sin pecado como después. var consigo igualmente todo lo que era terreno. La corpo-
Nuestro cuerpo, por el contrario, tiene que ser transfor- reidad que ahora ya se tiene en el cielo no es en manera
mado porque somos pecadores; de otro modo no podemos alguna una corporeidad prestada, sino la propia, porque
llegar a la resurrección. En el caso de María, la muerte es todo lo que nosotros recibimos en el cielo es ya eterno; sólo
algo así como un símbolo; puesto que ella ha vivido nues- que se nos concederá aún más cuando volvamos a recibir
tra vida, debe también morir nuestra muerte; pero ella era también nuestro cuerpo terreno en el acontecer de la sal-
sin pecado, por eso el espíritu puede retomar consigo vación universal del mundo.
inmediatamente el cuerpo depuesto. El mundo estaría perdido si el Hijo no hubiera asumido
En el purgatorio, la corporeidad terrena de alguna manera la carne. Él se reviste de nuestra carne, se hace hijo de hom-
es co-introducida en el alma. Mi mano, con la que en la bre, Dios y criatura al mismo tiempo. En un movimiento
tierra golpeé a mi prójimo, debe hacer penitencia en mí, inverso, cuando la obra del Hijo haya sido completada en
está representada substitutivamente en mi alma, al menos la tierra, nosotros volveremos a asumir lo creatural de
está presente según un modo de integración o de involu- nuestro cuerpo, para en el cielo poder mostrar al Padre,
ción (en correspondencia a como en la tierra el alma es junto con el Hijo, que su creación era buena; también los
perceptible, encarnada en el cuerpo: en el acto sexual la
entrega puede ser tan unificada, las almas entregarse tanto *
Adrienne no ha notado nunca en sus visiones una diferencia entre
en el cuerpo, que en el varón ya no rige un acto de voluntad la corporeidad de María y la de los demás santos.

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cuerpos creados por Él eran buenos. Es como un redondeo
de la obra de salvación del Hijo. Asumimos de nuevo nues-
tros cuerpos, en un acto de consentimiento a la voluntad
del Hijo que redime la creación del Padre. Esto es posible
sólo en el día del Juicio final, cuando la creación sea entera-
mente salvada.
La existencia en el cuerpo mortal da al alma muchas
posibilidades respecto del pecado. Por eso, el cuerpo debe
ser castigado con la muerte. Y el alma separada del cuerpo
recibe una especie de habituación a no pecar, antes de
adquirir de nuevo su cuerpo terreno; su corporeidad celes-
tial nunca la conducirá al pecado. Si nosotros, después de
la muerte, fuéramos inmediatamente unidos de nuevo a
nuestro cuerpo, tendríamos que recordar continuamente
con pesar todo aquello en lo que hemos usado mal y abu-
sado nuestro cuerpo contra la ley de Dios. Pero si lo recibi-
mos sólo en el último día es porque, por un lado, el amor
celestial habrá llegado a ser nuestro hábito y, por otro, la
tierra será completamente salvada, de modo que podremos
llevar lo terreno, sin pesar ni peligro, hacia nuestro estado
en el cielo.

Una secuencia de imágenes


Adrienne ora ante el dibujo de Miguel Ángel en el que
María da el pecho al Niño Jesús. ¿Cómo sería si todos los
santos se alimentaran del pecho de la Madre? ¿Si todos Michelangelo Buonarroti
recibieran tan inmediatamente, tan íntimamente, tan des- Madonna y Niño (ca. 1525)
nudamente la leche de la Madre? Esta leche existiría para Florencia, Casa Buonarroti
todos en su universalidad y, sin embargo, de modo distinto (dibujo en lápiz y tiza roja sobre papel)

316 317
para cada uno. El acto de donación que la distribuye podría Primero, ve a Pedro en el patio del Sumo Sacerdote.
ser mucho más diversificado de lo que uno se imagina. Todo en este patio es activo; en algún lugar una mujer está
Únicamente el Hijo se ha nutrido del pecho desnudo de la desplumando una gallina. Pedro está allí y hace con la ca-
Madre, pero en Él de algún modo lo han hecho todos. beza un movimiento de negación. En ese momento la ima-
Todos los que participan en la santidad del Hijo. Todos gen se vuelve viva, todo deviene carne y sangre, madera,
los que no han conocido el pecado, y todos los que lo han metal, son visibles partes de columnas, la cabeza de Pedro se
conocido y lo han superado por el acto de donación infini- mueve de izquierda a derecha. Y, en ese mismo momento,
tamente eficaz de la Madre. Quizá puedan recordar alguna toda la historia de la Iglesia queda insertada en esta nega-
vez su pecado, pero corporalmente ya no lo conocen. ción. Luego la imagen palidece; Pedro parece de nuevo una
Todos los que se convierten, aunque quizá no necesiten estatua en una iglesia. Entonces pasan episodios espiritua-
ser designados como santos. Pero sí han recuperado la pu- les de la historia de la Iglesia, y en cada caso deviene claro
reza esencial. que el «no» de Pedro está incluido en todo, tiene parte en
En este momento la imagen se volvió viva. El Niño toda prevaricación. Es muy vejatorio ver esto; el «no» es
mamaba realmente. La imagen adquirió primero contornos algo tan terriblemente vivo y nunca se llega a superarlo del
más claros, una realidad pálida, que luego pasó a los colores todo. Y detrás emergen Eva y la serpiente. Y tampoco nunca
de la carne. Y así llegó la comprensión de cuán carnal-real es se logra superar bien esta situación. Pero, después, se percibe
el evento de esta lactación, entonces como hoy, y cuánta es a Pedro con el Señor: «¿Me amas más que éstos?». Pedro
su capacidad de mostrarse siempre de nuevo como realidad está consternado, confundido. – Luego, Pedro en la plena
viva y bondadosa. Este evento fue como una conclusión, seguridad de su predicación y de sus cartas, y cómo él así
una confirmación. entiende que su propia debilidad es un símbolo de la inextir-
pable debilidad humana de la Iglesia, más aún, que él quizá
A continuación Adrienne ve una especie de secuencia de no habría podido en absoluto asumir el ministerio si no
imágenes; ella hojea un libro de imágenes que no existe hubiera negado tres veces. Uno ha cometido un pecado en
en la tierra, que le recuerda a los libros de su infancia. En sí imperdonable, pero después se ha convertido y ha llegado
Waldau [hospital psiquiátrico cercano a Berna, cuyo direc- a ser otro. Pedro ve la relación entre su negación y el minis-
tor fue el tío de Adrienne, Wilhelm von Speyr, donde ella terio. Se aterra de cada negación de la Iglesia, reconoce en
pasó muchas de sus vacaciones] había libros semejantes ello su propio no y, a pesar de todo, tiene en sí mismo la
con escenas bíblicas e imágenes de santos que alguien seguridad de que puede administrar su ministerio. Ahora,
alguna vez había recortado, pegado y hecho decoraciones en el ministerio, ya no puede permitirse aferrarse a su nega-
en torno a ellas. ción de entonces. Debe dedicarse a su tarea.

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Luego otra imagen: la Última Cena. La disposición parece leche espiritual-corporal; donde, en el Señor el Espíritu
la de Leonardo, pero hay una mesa de piedra desnuda. Y el hace el cuerpo del pan, mientras que en la Madre el cuerpo
pan sobre ella es redondo, como el que nosotros conoce- hace el espíritu de la leche. Aquí se da la oposición de varón
mos. De nuevo la imagen se vuelve viva. No el Señor en y mujer: el varón desea compartir su espíritu, antes aún de
primer lugar, sino los apóstoles; por lo pronto el Señor está entregar el cuerpo, también en el amor auténtico: su cuerpo
sólo como en boceto, aún debe ser llevado a cabo. El primero debe ser expresión de su espíritu. La mujer quiere, al con-
que se hace visible es Judas: sabe que traicionará y, de algún trario, entregar el espíritu en el cuerpo. Ella no puede dar
modo, aún espera en algún lugar que no llegará a hacerlo. en primer lugar el espíritu, porque espera recibir el espíritu
Esperar es una palabra demasiado hermosa para esto; él del varón. La generación es más espiritual, la concepción
piensa, reflexiona: podría existir la posibilidad de no es más corporal. Existe, pues, una correspondencia entre
hacerlo. Él tiene como una doble mirada: ve una vez al Eucaristía y leche materna.
Señor como los demás, con una cierta admiración, con una Lo dicho quizá muestre por qué es más difícil para el
inclinación hacia Él; pero vuelve siempre la otra imagen: varón ser monógamo que para la mujer. Hasta que el varón
¡Tú no me tendrás, yo soy el que te tendré! Y algo amena- dirige su espíritu, sus pensamientos, que podrían ser recibi-
zante brilla en sus ojos. dos por muchas, sólo a una única mujer, se necesita un vín-
Luego se hace visible Juan. Él se sienta erguido y mira al culo fuerte. El volverse del varón hacia muchas no tiene un
Señor: con un amor infinito, una donación casi femenina. origen altruista; podría también aprovechar de muchas en
Él está tan perfectamente a disposición que apenas puede el intercambio con muchas; podría, fecundando a muchas,
decirse que esto sea varonil, porque en el varón siempre se ser también fecundado por muchas. En la mujer no es así;
conserva como una última seguridad para que la personali- la desnudez corporal en ella precede de alguna manera a la
dad no estalle. En Juan no hay ninguna preocupación por espiritual, y esto exige el vínculo corporal al único.
su propia integridad o por sus dotes, él deja que suenen En su donación al Señor Juan se vuelve vivo. En esto es
sólo las tonalidades de la personalidad del Señor, y siempre como ambivalente, varonil y femenino. Y también el Señor
resuena un acorde porque el Señor no sólo pulsa lo que ya es ambivalente: ¿No recibe Juan la leche de Su pecho?
se encuentra en Juan, sino también lo que siempre de nuevo Juan recibe algo corporal del Señor. Esta ambivalencia se
deposita en él. Juan es tal como el Señor lo quiere tener y lo vuelve después monovalente, cuando el Señor a partir de
hace. Es amor puro, dócil. Y entonces él inclina su cabeza la cruz lo deja ir junto con la Madre. Pero tanto la Madre
sobre el pecho del Señor. En este momento, el Señor deviene como Juan (los dos representan a la Iglesia) están más allá
real, está presente. Y ahora también se ve su amor: como de los sexos. La virginidad aparece como potencia de todo lo
Él alcanza el pan espiritual-corporal y como la Madre su sexual. Y la relación entre ellos no ofrece ocasión alguna

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para volver a analizar además la relación de los sexos –por condenamos al Señor a seguir siendo una sombra vaga. Él
decirlo así– en un plano más elevado. No se puede decir tam- necesita nuestra vida para poder vivir, como ha necesitado
poco lo que el Señor siente cuando Juan está en su pecho. la vida de los hombres para hacerse hombre y recuperar la
Juan y María son juntos simplemente cuerpo encarnado de humanidad. Necesita nuestra vida física, natural, para lle-
Cristo; lugar donde el amor divino y el amor humano se gar a ser hombre y para poder poner en nosotros un inicio
encuentran. de vida sobrenatural, para poder comunicarnos la fe plena.
El amor de Juan por el Señor es totalmente concreto.
Él desea hasta tal punto este amor que éste debe hacerse Luego Pablo en camino hacia Damasco. Pablo sólo como
concreto y dar respuesta. La institución de la Eucaristía es imagen, en un camino que lo aleja de Dios. A la imagen
también una respuesta del Señor a la súplica de la Iglesia: también pertenece la voz. Ésta es como un símbolo; se ve
¡Quédate con nosotros! ¡Está con nosotros! Juan desea huir a Pablo. Luego, la voz se hace viva y en el mismo
apoyar su cabeza en el pecho del Señor. Es lo más sublime momento Pablo se convierte; él ya no es imagen, sino rea-
que puede imaginarse como contacto. Y el Señor responde lidad. Él no vive ya de la vida que tenía antes en la imagen,
al amor de Juan con la intimidad aún más grande de la sino de la voz que se ha hecho vida en él, voz que ha captu-
Eucaristía. rado y fecundado plenamente su carne y su espíritu. Ahora
él ha llegado a ser tan fuerte que puede interrumpir su
Luego una nueva imagen: Tomás que pone su dedo en la huida y dirigirse a Dios más rápido de lo que antes huía. Se
llaga del Señor. Primero también sólo como imagen; se ve experimenta en Pablo un milagro de encarnación: como si
allí claramente cómo los dedos desaparecen a medias en la la carne existente y disponible de Pablo deviniera el reci-
llaga que está realmente abierta. En este momento la carne piente en el que el Espíritu se hace hombre.
se hace viva, el Señor entero se hace vivo, luego Tomás En el mismo momento se percibe como Ignacio [de
entero. Tomás puede sólo llegar a hacerse vivo porque el Loyola] (que se encontraba en camino hacia Dios y al que se
Señor ya ha llegado a serlo. Y el Señor puede llegar a hacerse le había encargado llevar consigo a sí mismo, arrastrar con-
vivo sólo cuando Tomás ha entregado sus dudas y ha sigo en cierto modo su carne junto con sus recuerdos del
comenzado a creer. Como si la vitalidad del Señor depen- pecado) es repentinamente liberado por Dios: de su viejo
diera de la fe de Tomás, y como si por el hacerse vivo del yo, de sus escrúpulos, y por medio de esta toma de su yo
Señor la fe de Tomás se fortaleciera hasta hacerse plena- experimenta igualmente una encarnación. En este punto
mente viva. En nosotros siempre hay ya una gracia que de sus vidas Pablo e Ignacio parecen emparentados. Tal vez
hace posible que lleguemos a la fe, pero sólo la fe nos hace el amor de Ignacio por Pablo se apoye en esta experiencia de
partícipes de la gracia en sentido pleno. Mientras dudemos, liberación. ¢

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D erechos en la lengua original ©Johannes Verlag Einsiedeln ¢
Adrienne von Speyr: Theologie der Geschlechter. Nachlassband
XII, 1969 ¢ Imagen de la cubierta: Mark Rothko – Light, Earth
and Blue (1954), óleo sobre lienzo ¢ Derechos para la edición en
español ©Ediciones San Juan (España) / Fundación San Juan
(Argentina), 2018 £ www.edicionessanjuan.es ¢ Texto traducido
por Ricardo Aldana y Juan Manuel Sara ¢

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