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1. Es importante porque Jesús enseñó acerca del infierno más que todos los otros
autores bíblicos juntos. Jesús habla de “fuego eterno y castigo” como la morada final
de los ángeles y los seres humanos que han rechazado a Dios (Mt. 25:41,46). Él dice
que los que ceden ante el pecado estarán en peligro del “fuego del infierno” (Mt.
5:22; 18:8-9). La palabra que Jesús usa para ‘“infierno” es Gehena, un valle en el que
montones de basura eran quemados diariamente, así como los cadáveres de los que
no tenían familias que los enterraran. En Marcos 9:43 Jesús habla de una persona que
va al “infierno [gehena], donde el gusano de ellos no muere y el fuego nunca se
apaga”. Jesús se refiere a los gusanos que viven en los cadáveres en el montón de
basura. Cuando se consume toda la carne, los gusanos mueren. Jesús está diciendo,
sin embargo, que la descomposición espiritual del infierno nunca termina y es por eso
que “el gusano de ellos no muere”.
En Mateo 10:28, Jesús dice: “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma; más bien teman a Aquél que puede hacer perecer tanto el alma
como el cuerpo en el infierno”. Él está hablando a los discípulos, algunos quienes
eventualmente serían torturados, aserrados por la mitad, desollados y quemados
vivos. Sin embargo, dice que todo eso es un día de campo en comparación con el
infierno. Es evidente que para Jesús el infierno era un lugar real, ya que dice que
después del día del juicio, las personas lo experimentarían en sus cuerpos. El infierno es
un lugar no solo de miseria física, sino también espiritual.
El pecado nos aleja de ese aspecto de su poder que nos sostiene y apoya. Es por ello
que, para Pablo, el fuego y la destrucción del infierno eterno es estar “excluidos de la
presencia del Señor” (2 Tesalonicenses 1:9). La separación de Dios y sus bendiciones
para siempre es la realidad a la que apuntan todos los símbolos. Por ejemplo, cuando
Jesús habla de ser “destruido” en el infierno, la palabra usada es apollumi, que no
significa ser aniquilados por completo, sino ser 'destrozado' y arruinado hasta ser inútil
en cuanto al propósito por el cual fuimos creado.
Entonces, ¿qué es un alma humana “destrozada”? No deja de existir, sino que llega a
ser totalmente incapaz de hacer todo aquello para lo que fue creada: razonar, sentir,
elegir, dar o recibir amor o alegría. ¿Por qué? Porque el alma humana fue construida
para adorar y disfrutar del verdadero Dios, y toda vida verdaderamente humana se
deriva de esto. En este mundo, toda la humanidad, incluso aquellos que se han
alejado de Dios, es sostenida por 'benevolentes providencias' o 'gracia común' (Hch.
14:16-17; Sal 104:10-30; Stg. 1:17) que nos mantiene capaces de sabiduría, amor,
alegría y bondad. Pero cuando perdemos la presencia solidaria de Dios por
completo, el resultado es el infierno.
Bastante a menudo me encuentro con gente que dice: “Yo tengo una relación
personal con un Dios de amor, y sin embargo, yo no creo en Jesucristo en absoluto”.
Les pregunto “¿Por qué?”. Ellos responden, “Mi Dios es demasiado amoroso como
para derramar infinito sufrimiento sobre alguien a causa del pecado”. Sin embargo,
esto demuestra un profundo desconocimiento de Dios y de la cruz. En la cruz, Dios
mismo, encarnado como Jesús, tomó el castigo. No castigó a un tercer voluntario.