HERENCIA MEDIEVAL EN MEXICOEl diablo y otros espiritus medievales
en la literatura tradicional de México
Mercedes Zavala Gémez del Campo
Centro de Estudios del Estado de Morelos
La idea del poder real de la palabra cstaba artaigada cn la mentalidad de la
Edad Media; la palabra crea una visién del universo. La palabra en la Edad
Media, dice Paul Zumthor, “es verticalidad luminosa que surge de las tinie-
blas internas, ensambladas con paganismos arcaicos, marcada todavia por
aquellas profundas buellas, la palabra proferida por la Voz. crea lo que dice”
(Zumthor, La letra y la vos, 89). El autor distingue una “palabra-fuerza” dis-
tinta a la “ordinaria, banal y superficial ¢ inconsistente”, se trata de una
palabra mas dererminada, entiquecida con su propio fondo, “archivo sonoro
de masas que en su inmensa mayoria, ignoran la escritura y mentalmente no
son todavia aptos para participar en otros sistemas de comunicacién que el
verbal, ineptos por eso mismo- para racionalizar sus modalidades de
accién” (89). La palabra-fuerza tiene sus portadores privilegiados: viejos,
predicadores, los jefes, los santos y, de manera apenas diferente, los poetas.
Tiene sus lugares privilegiados: la corte, la sala de las damas, la plaza de la
ciudad, el brocal del pozo, la iglesia (Zumthor, La letra y la voz, 90). Ese
poder de la voz, perdura en la tradicién oral de las distintas comunidades,
donde ni portadores ni lugares han cambiado tanto, Matizada o disminuida
en unos aspectos y enriquecida en otros, esta palabra-fuerza mantiene el
oido atento del auditorio, el porencial imaginativo, creador y recreador
del piblico, y el deleite y poder del transmisor o portadores privilegiados.352 MERCEDES ZAVALA GOMEZ DEL CAMPO
En estas paginas rastreo algunos elementos relacionados con el diablo,
duendes y brujas, seres que por lo que sabemos abundaban en la Edad Me-
dia y que hallamos en relatos de la tradicién oral moderna de México. No
pretendo claborar un tratado de demonologfa ni dar cuenta de todo el pro-
ceso de permanencia y transformacién (viaje a través del tiempo y del espa-
cio) del diablo medieval al diablo mexicano. Simplemente subrayar ese
poder de la voz que ha permitido que un campesino de Veracruz. cuente, en
una leyenda, una cena con brujas de manera muy similar al relato-confesién
que hace Catalina Delore (bruja tolosana del siglo xiv) de un banquete con
el sabbaty otros singulares comensales.
Doy por conocido el mundo medieval, esa coexistencia de dos vertientes
religiosas: la culta, limitada a los escasos letrados y algunos miembros de la
Iglesia, y la popular, ese cristianismo lleno de supervivencias animistas pré-
ximo a la brujeria y a la supersticién (también de tradicién oral) del que a
veces era dificil distinguirlo. Ese conjunto de creencias religiosas populares y
supersticiones a las que ~no pocas veces~ la Iglesia recurria para, mediante
exemplay sermones, propagar la fe y tratar de explicar el mundo.
Al valor de la palabra en el medioevo, se une -para muchos~ la importan-
cia de la imagen. En el medioevo, la imagen es creadora, propicia la descrip-
cién y en el mismo nivel que el lenguaje (Ia palabra), la imagen crea
interpreta la realidad (Kappler, Monseres demons, 67). El hombre medieval
estaba familiarizado con el diablo, demonios y otros seres sobrenaturales no
sblo mediante las narraciones orales sino mediante la expresién plistica de
estos seres. En el arte gético y, también en el roménico, aparece el diablo
acompafiado, ayudado en sus labores por muiltiples demonios menores 0 ge-
nios secundarios de origen greco-latino tales como las harpias y sirenas, los
centauros, los gigantes monstruosos y los endriagos y sierpes.
El diablo y un enorme séquito de personajes relacionados con él (demo-
nios menores, duendes, brujas, monstruos, etc.) aparecen continuamente en
la vida cotidiana de los hombres y, especialmente, en la de Jas mujeres (Caro
Baroja, Las brujas, 95-101). De esta interaccién en el mundo medieval dan
cuenta documentos eclesidsticos, confesiones a la Inquisicién, innumerables