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En términos generales, los historiadores suelen

identificar algunas líneas comunes: rechazo al


marco democrático, fruto de su radical
antiliberalismo; visceral y violento
anticomunismo; exaltación de las virtudes
militares, juveniles y varoniles de la identidad
nacional; exaltación de la simbología
nacionalista sobre un discurso populista y
ligeramente subversivo; utilización de la
violencia callejera como brazo necesario de su
ascenso político; y, por encima de todo lo
anterior, la utilización de técnicas narrativas
propias del siglo XX, inexplicables fuera del
marco de la sociedad de masas.
Ramiro Ledesma Ramos[editar]
El fundador de las JONS, uno de los principales teóricos del fascismo en España, analiza
el fascismo en su libro ¿Fascismo en España?
La Patria es la categoría histórica y social más firme. Y el culto a la Patria, el impulso creador más
vigoroso.
El Estado liberal-parlamentario no es ya el Estado nacional. Las instituciones demoburguesas viven
al margen del interés de la Patria y del interés del pueblo. No representan ni interpretan ese interés.
El marxismo es la solución bestial, antinacional y antihumana que representa el clasismo proletario
para resolver los evidentes problemas e injusticias, propias del régimen capitalista. La primera
incompatibilidad de tipo irresoluble del fascismo se manifiesta frente a los marxistas. Tan irresoluble,
que sólo la violencia más implacable es una solución.
Desde el momento en que el fascismo no es un producto de los sectores más conformistas de la
sociedad, es decir, de los grupos más satisfechos y partidarios de la actual ordenación económica y
política, su régimen y su victoria implican, necesariamente, grandes transformaciones
revolucionarias.
6) El fascismo busca un nuevo sentido de la autoridad, de la disciplina y de la violencia. Respecto a
la autoridad, vinculándola en jefes verdaderos. Respecto a la disciplina, convirtiéndola en liberación,
en eficacia y en grandeza del hombre.

Griffin roger
El fascismo se define mejor como una forma revolucionaria de nacionalismo, una que pretende ser
una revolución política, social y ética, fusionando al "pueblo" en una dinámica comunidad nacional
bajo el mando de las nuevas élites infusas en valores heroicos. El mito central que inspira ese
proyecto es el de que tan solo un único movimiento populista e interclasista de purificación, un
renacimiento nacional catárquico (palingénesis), puede detener la ola de decadencia

El mito movilizador central del fascismo, que condiciona su ideología, su propaganda, su estílo
político y sus acciones, es la visión del inminente renacer de la nación desde la decadencia.

Los regímenes fascistas se caracterizaron por su talante fuertemente


dictatorial, contrario a las libertades individuales y colectivas; por su tendencia
a ilegalizar cualquier tipo de oposición política, bien fuera partidista o
espontánea; por controlar los medios de comunicación, manipular el sistema
educativo y poseer un eficaz aparato propagandista.
El fascismo instauró regímenes de partido único, donde el poder se
concentraba mayoritariamente en manos de su líder, por lo general, un caudillo
carismático de gran arraigo entre las masas. Además, proponía el centralismo
en detrimento de los localismos.

Por otro lado, eran sistemas radicalmente nacionalistas, cuyo proyecto


fundamental era la unidad y el progreso de la nación. Tenían políticas
expansionistas y militaristas de carácter imperialista. Explotaban en su favor los
sentimientos de miedo y frustración de la población para exacerbarlos a través
de la violencia, la represión o la propaganda.

El fascismo se ha caracterizado históricamente —sobre todo en la Italia de Mussolini y en


la Alemania de Hitler— por la exaltación de valores como la patria o la raza para mantener
permanentemente movilizadas a las masas, lo que ha llevado con frecuencia a la opresión
de minorías (judíos, gitanos, homosexuales…) y un fuerte militarismo.
Tal Estado es liderado por un líder fuerte—como un dictador y un gobierno marcial
compuesto por los miembros del partido fascista gobernante—para forjar la unidad
nacional y mantener una sociedad estable y ordenada. El fascismo niega que
la violencia sea automáticamente negativa en la naturaleza, y ve la violencia política, la
guerra y el imperialismo como medios para lograr una regeneración, un rejuvenecimiento
nacional.
Agrarismo, natalismo y virilidad[editar]
Es propio de los movimientos fascistas, tanto en la retórica como en ciertos programas
económicos y sociales, la identificación con la tierra y los valores campesinos frente a
la decadencia y corrupción que se denuncian en las masas urbanas desarraigadas, lo que
a veces se veía como una tensión entre modernidad y tradición. 40 Una constante es la
colonización planificada de zonas improductivas (desecación de pantanos en Italia, Plan
Badajoz en España). Incluso en la industrializada Alemania, Hitler planteó la expansión
del espacio vital (Lebensraum) hacia el este como un proyecto esencialmente de
colonización agraria que lograría la germanización de extensos territorios en la Europa
oriental poblada por la raza inferior de los eslavos (recuperando la Drang nach
Osten medieval).
Los valores familiares tradicionales eran fomentados, insistiendo en la necesidad de
mantener altas tasas de natalidad y fecundidad. Las familias numerosas eran premiadas,
siguiendo una política natalista, retóricamente conectada con la virilidad agresiva del
expansionismo militar. El papel laboral de la mujer, que había sido imprescindible en la
Primera Guerra Mundial, había fomentado un precoz feminismo que estaba consiguiendo
en muchos países la principal reivindicación sufragista: el sufragio femenino. La imagen
del ejército de parados que no encuentran trabajo mientras que algunas mujeres sí era
explotado como un factor de resentimiento social contra las opiniones progresistas. El
encuadramiento social impulsado por los regímenes fascistas ponía a cada sexo en lo que
se entendía que era su sitio: la mujer dedicada al hogar y a la crianza de la mayor cantidad
posible de hijos, y el hombre al trabajo y a la guerra, y no consentía lo que se definía
como desviación homosexual (alguna duda en ese sentido, como las presuntas orgías
internas de las SA, fueron una de las excusas utilizadas en su descabezamiento —Noche
de los cuchillos largos—).41 El lenguaje simbólico fascista es sexualmente explícito: se le
ha definido como un anti-eros que combate contra el propio cuerpo y contra todo lo que
represente disfrute y placer, en una compulsión física que asocia masculinidad con dureza,
destrucción y auto-negación. 42
La mejora de la raza no sólo implicaba la pureza racial evitando el mestizaje, sino que
también debía ser interna a ésta, incluyendo la eugenesia (en el caso de Alemania también
la eutanasia) aplicada a los discapacitados intelectuales y otros discapacitados, en un
movimiento que no era originario de los países con régimen nazi o fascista, sino del ámbito
cultural anglosajón, y que se popularizó en muchos otros (Suecia, Australia o los Estados
Unidos

Miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista,


es contra los intrusos. El Fascismo es, pues, racista por definición.
Umberto Eco

El fascismo se legitima afirmando la dependencia del individuo respecto al Estado,


liberándole de esa manera de su miedo a la libertad (expresión de Erich Fromm).

El fascismo desdeña las instituciones del Estado republicano y sustituye el voto como
expresión de la voluntad popular por las expresiones masivas de apoyo al líder. La
identificación de pueblo y estado se hace en un todo orgánico, el de un organismo cuasi-
biológico y autónomo cuyos miembros han de responder a las órdenes de
la mente directora.

Reich hace, en sus escritos, una valoración muy perspicaz del papel de la
manipulación de lo irracional en la política, y de la fuerza social del irracionalismo
expresada en el movimiento nazi: “Hitler revela la fuerza social de la fantasía”
escribe con agudeza (Dahmer, 1983, p. 280).

Esta identificación de la fuerza de lo irracional en el fascismo fundamenta, como


discutiré mas adelante, el lugar que propone para el psicoanálisis en la lucha
antifascista y explica, además, la ineficacia de la propaganda racional de los
movimientos de izquierda. La frase de Ernst Bloch citada por Dahmer lo dice todo:
“Los nazis hablaban engañosamente, pero a las personas, y los comunistas tenían
toda la razón, pero solo hablaban de cosas” (Dahmer, 1983, p.280)

En esta línea, no extraña que Reich ubique la lucha antifascista no


solo en las elecciones, los sindicatos, en la lucha por el poder político,
sino también en la familia, en la iglesia, en la sexualidad. La batalla
de Reich está en la “cotidianidad” en la “cultura”, y sobre todo, en la
“sexualidad”.

En la concepción de Reich el fascismo es producto de un ambiente


conservador, cuya “célula germinal central” es la familia patriarcal,
que el nazismo recupera como símbolo.
Identificando la “religión política” del fascismo

Destaca cómo el fascismo hace un “uso racional de lo irracional”

La “célula germinal central” del fascismo sería la familia patriarcal, en


que se reprime sexualmente a los niños y a las mujeres, y en la que
se educa en la obediencia. Esto lleva a una idealización de la madre,
asexuada, que es retomada con fuerza por el nazismo. La madre es la
patria (“La patria es la madre de la vida, no lo olvides jamás”,
sentencia Goebbels. Reich, 1981, p.92), la familia, la nación, y en la
ideología fascista, en que este elemento nacionalista juega un papel
fundamental, se elevan a rango supremo valores que tienen que ver
con el ideal de “honor” intrínseco a esta concepción idealizada de la
familia campesina.
El Führer, escribirá Reich, es el padre severo, pero también
protector, una especie de “figura paternal autoritaria”. No se trata por
lo demás, de una figura que apabulla, ante la que se busca establecer
distancia, sino todo lo contrario la identificación lleva a “sentirse-una-
misma-cosa-con-el-Führer”
En este análisis, el papel de la mujer es, por supuesto, subordinado.
Reich escribe que si se llegase a concebir a la mujer como un ser
sexual, todo el andamiaje se derrumbaría. Lo que ocurre, más bien,
es que se acentúa esa visión de la mujer asexuada, idealizada, la
mujer, precisamente de “kinder, kuche y kirche”.
Desde su perspectiva, debido a la represión sexual ejercida en la
familia patriarcal y al misticismo, el ser humano “fascistizado”' es un
ser humano carenciado, ya que no puede vivir ni expresar esa
“sexualidad natural” que forma parte esencial de la propuesta de
Reich.

¿Es Donald Trump un fascista? La pregunta es


sorprendente, pero medios como Slate no han dudado en
publicar artículos que lo afirman, en base a sus dejes
autoritarios y su abierta xenofobia. En The Week lo
argumentaban: creciente culto a la personalidad, obsesión
con la idea de la nación renacida, victimismo nacionalista,
exacerbado odio racial.

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