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María del Pilar Cuellar Escobar

Psicóloga - Especialista en Neuropsicología Infantil


Pontificia Universidad Javeriana

Agresividad infantil
1.
Déficit de atención con hiperactividad: tratamiento farmacológico

Junto a la desobediencia, la agresividad infantil es uno de los problemas de los que más se
quejan los padres y educadores; muchas veces aparecen unidos ambos tipos de problemas,
pero ¿qué es la agresividad?, es el hecho de provocar daño a una persona o cosa (animada o
inanimada), es decir, son conductas intencionales que pueden causar daño físico y/o
psicológico (pegar a otros, burlarse de ellos, ofenderlos, tener rabietas, usar palabras
inadecuadas para llamar a los demás...)

La mayoría de veces en que aparece una conducta agresiva es debida es una reacción a una
situación conflictiva, que puede resultar de:
1. Problemas de relación social con otros niños o mayores (Pedro quiere el juguete de Juan y éste no se lo
da; o quiere que su madre le compre un helado y ésta no lo hace...).

2. Problemas con los adultos por no querer cumplir sus órdenes (no querer ir a la cama, o recoger
los juguetes, o lavarse las manos en el momento adecuado...).

3. Problemas con los adultos cuando les castigan por haberse comportado mal, o con otro niño cuando éste
le agrede...

Sea lo que sea, el conflicto provoca en el niño un sentimiento de frustración o cualquier otra
emoción negativa a la que responderá.

Observando las reacciones de muchos niños, de multitud de niños, vemos que:


 algunos realizan conductas de retirada y resignación;

 otros se hacen dependientes y buscan ayuda;

 otros se esfuerzan por superar constructivamente el obstáculo;

 y otros responden agresivamente.

Su reacción dependerá de cómo ha aprendido a reaccionar, ¿pero cómo aprende a reaccionar


agresivamente en lugar de constructivamente?, hay que distinguir entre 2 momentos:
 la adquisición de la conducta agresiva

 el mantenimiento de la misma.

El niño puede aprender a comportarse agresivamente mediante el MODELAMIENTO que los


padres, otros adultos, hermanos o compañeros les ofrecen. Al castigar al niño
mediante violencia verbal o física, se convierten en MODELOS de conductas agresivas. El

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niño, se da cuenta de que con esta actitud, el padre consigue sus propósitos, al menos
momentáneamente, y puede imitarlo en otras situaciones que le surjan (tener en cuenta
también otros modelos agresivos como TV, cine, videojuegos, etc.).

El niño tiende a imitar los modelos de conducta que se le presentan. Si vive rodeado de
modelos agresivos irá adquiriendo un repertorio conductual caracterizado por una tendencia
a responder agresivamente a las situaciones conflictivas.

Imaginemos que siempre hemos bebido agua, sólo agua, y de repente un día nos dicen que
expliquemos cómo sabe la cocacola... Es imposible si antes no la hemos probado ¿no?, pues
es lo mismo, los niños aprenderán a comportarse de acuerdo a los patrones que les
presentemos, según los modelos que tengan oportunidad de observar y según las
consecuencias de las conductas que observan. Si no les mostramos ejemplos adecuados no
podrán aprenderlos. No esperemos que por castigarles o regañarles sepan automáticamente
cómo deben actuar.

Hasta ahora hemos hablado de la adquisición de conductas agresivas, ahora vamos a ver un
poco el MANTENIMIENTO de las mismas una vez se adquieren. Sabemos que cuando el niño
se encuentra en una situación conflictiva e imita lo que ha observado en otros, y obtiene un
reforzador, la próxima vez tenderá a repetir el mismo tipo de comportamiento. Si vuelve a
repetir el mismo proceso (conducta + reforzador), esta conducta se consolidará asentando las
bases para que se mantenga. Así, el responsable del mantenimiento de la conducta agresiva,
es otra vez el reforzamiento:

"Un niño está en el supermercado con la madre dándole patadas porque ella no quiere
comprarle una bolsa de caramelos. Al rato vemos que la madre le compra los caramelos. Ya
sabemos que la madre ha reforzado el comportamiento del niño ya que éste se ha salido con
la suya. Si esta clase deinteracción entre la madre y el hijo se repite con frecuencia es de
esperar que el niño se vuelva cada vez más dominante y utilice más veces la agresión para
lograr lo que quiere."

Y hay otro tipo de reforzador, que muchas veces pasa desapercibido para los adultos, y
es LA ATENCIÓN PRESTADA AL NIÑO tras la emisión de la conducta agresiva. Incluso
cuando nuestra intención sea la de castigar, podemos estar reforzando la conducta agresiva,
porque la atención es uno de los reforzadores sociales más potentes, y la atención de los
padres es el mejor reforzador de conductas, tanto positivas como negativas.

Podemos prestar atención a alguien positivamente, al reconocer algo que ha hecho bien, etc.,
pero también podemos prestar atención con propósitos negativos cuando regañamos,
gritamos, miramos enfadados, etc. Además, ocurre que cuando el niño se comporta
adecuadamente no le decimos nada porque está haciendo "lo que debe hacer", nos deja

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tranquilos, etc. y sin embargo nos relacionamos con él muy intensamente cuando
hace algo mal. En estos casos nuestros intentos de castigo refuerzan dicha conducta y
mucho más si lo hacemos gritando o hablando exageradamente, porque es una forma
llamativa de prestarle atención, una atención que el niño necesita, y que si no aprende a
conseguirla de forma positiva no le importará mucho hacerlo de forma negativa, aunque le
regañen, le griten, le castiguen... porque la atención del adulto (y más la de los padres) es una
necesidad para ellos, y aprenderán la forma de conseguirla de un modo u otro.

Uno de los principales problemas presentados por la agresividad infantil es su gran


correlación con trastornos equivalentes en los adultos especialmente todos los relacionados
con la conducta antisocial. Así, el comportamiento agresivo en la infancia predice la
manifestación de agresividad durante la adolescencia y la edad adulta, una
mayor probabilidad de fracaso académico y otras patologías psicológicas en la edad adulta,
debido a las dificultades que estos niños encuentran para socializarse y adaptarse a su
propio ambiente.

El comportamiento agresivo es muy común en los niños. Es mucho más frecuente en los
primeros años, y luego va disminuyendo. El nivel máximo se da sobre los 2 años, a partir de
los cuales disminuye hasta alcanzar niveles más moderados en la edad escolar. Así, cuando
decimos que un niño mayor es agresivo, decimos que tiene la misma frecuencia de conductas
que el de 2 o 3 años.

Se puede decir que la agresividad es relativamente deseable en el proceso de socialización,


entendida como cierta dosis de combatividad, gracias a la cual se pueden ir consiguiendo
pequeños logros. Pero esa dosis no debe pasar los límites aceptables para que se considere
como adaptativa. No es bueno que el niño tenga miedo a ejercer sus derechos, pero tampoco
lo es dejar rienda suelta a la agresividad.

El niño agresivo no se encuentra a gusto ni con los demás ni consigo mismo. Los ataques
agresivos fomentan respuestas agresivas por lo que es normal descubrir que estos niños no
son populares. El comportamiento agresivo dificulta las relaciones sociales y la
correcta integración en cualquier ambiente.

Igualmente hay que tener en cuenta que algunas manifestaciones de agresividad son
admisibles en una etapa de la vida pero no lo son en otras. Es normal que un niño en sus
primeros años de desarrollo llore, patalee, golpee..., pero en etapas posteriores estas
conductas no son aceptables. Después de los 6 años estas conductas suelen convertirse en
insultos verbales, acusaciones... Si estas conductas llegan a consolidarse, independientemente
de la edad que tenga el niño, es muy probable que tenga problemas en el futuro.

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Muchos padres piensan que estos problemas de los niños son hereditarios y por ello no se les
puede ayudar.... bueno, toda conducta humana es afectada por la herencia pero en mayor
medida por el ambiente. La herencia no se puede cambiar, pero el entorno sí. Así, hay que
saber que el problema puede resolverse. Entre los niños hay diferencias a la hora de aprender,
pero todos pueden cambiar su comportamiento. La mayoría de fracasos a la hora de resolver
problemas de conducta en los niños no se deben a que el niño no sea capaz de aprender, sino
a la ignorancia de los adultos sobre cómo puede modificarse el comportamiento humano.

Las conductas agresivas se aprenden por imitación u observación de la conducta


de modelos agresivos, es decir, el niño tiende a imitar los modelos de conducta que se le
presentan La reacción de cada niño depende de cómo haya aprendido a reaccionar ante las
situaciones conflictivas. Si vive rodeado de modelos agresivos, irá adquiriendo un repertorio
conductual caracterizado por una tendencia a responder agresivamente a las situaciones
conflictivas.

El niño no es adivino, no nace sabiendo, ni aprende solo; no puede saber cómo debe
comportarse si no es viendo cómo lo hacen los demás. Los niños aprenderán a comportarse
de acuerdo a los patrones de conducta que les presentemos, según los modelos que tengan
oportunidad de observar y según las consecuencias de las conductas que observan.

PREVENCIÓN DE PROBLEMAS DE AGRESIVIDAD EN


NIÑOS:
Para prevenir el comportamiento agresivo la mejor estrategia es disponer el
ambiente para que el niño no aprenda a comportarse agresivamente, y para que aprenda
conductas alternativas a la agresión. ¿Cómo disponer el ambiente?... Modelando (haciendo
de modelo), instruyendo (enseñando) y reforzando (recompensando) conductas adecuadas y
no reforzando las agresivas. Así mismo hay que modelar comportamientos asertivos para
defender los propios derechos.

Cuando nos encontremos con situaciones conflictivas (con la pareja, con el hijo, con los
vecinos...) hay que modelar la calma. La calma se puede modelar mediante la expresión
facial, la postura, los gestos, lo que se dice y el tono, y la velocidad y volumen con que se dicen
las cosas. Hay que ser un modelo que intenta enseñar un comportamiento alternativo a la
agresión. Una persona calmada muestra:
 Frente sin arrugas

 Cejas ni caídas ni juntas

 Ojos abiertos normalmente, sin mirada fija, sin abrirlos exageradamente mostrando sorpresa...

 Nariz no arrugada ni con sus aletas dilatadas

 Labios en posición normal, ni presionados ni hacia atrás como cuando se gruñe.

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 Es probable que esté sentada que de pie.

 Brazos a los lados, no cruzados

 Manos abiertas, no en puño.

 Movimientos lentos y fluidos, no rápidos y a trompicones.

 Cabeza, cuello y hombros relajados, no tensos ni rígidos.

 Voz uniforme más que nerviosa

 Voz suave y moderada más que alta

 Voz lenta o de ritmo moderado más que rápida

 Evitar gritar, la brusquedad o el nerviosismo considerable

 El discurso contiene pausas.

Nunca dejar que el niño, desde pequeño, consiga lo que quiere cuando patalea, grita,
empuja... Hay que esperar a dárselo cuando lo pida de forma calmada. Hay que dar
instrucciones al niño de cómo hacerlo si aún no sabe (el niño no es adivino) y reforzarle con
una sonrisa, con un abrazo, con un "así me gusta", con muestras de alegría por su conducta,
etc.

Hay que reforzar cualquier intento del niño de comportarse adecuadamente en situaciones
conflictivas, por muy pequeño que sea. Tenemos que trabajar paso a paso, nada se consigue
de golpe. Esto será fácil cuando nos acostumbremos a prestar atención a lo positivo, a lo
adecuado, y no tanto a lo negativo.

En cuanto al tratamiento del comportamiento agresivo no hay solamente que eliminarlo o


reducirlo, sino que hay que fortalecer también comportamientos alternativos a la agresión, es
decir, hay que conseguir 2 objetivos:
1. Debilitar las respuestas agresivas.

2. Reforzar respuestas alternativas deseables.

Las conductas incompatibles con la agresión se pueden reforzar con cualquier reforzador
material, social, o de actividad. Por otra parte, el uso combinado de MODELADO y
REFUERZO es el método más eficaz para transmitir y mantener conductas sociales y también
para incrementar o disminuir la tendencia a comportarse de una manera concreta. Y por
supuesto hay que realizar entrenamiento en habilidades sociales, en resolución de problemas,
en procedimientos de autocontrol y en relajación.

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DÉFICIT DE ATENCIÓN CON HIPERACTIVIDAD:


TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO
Son muchos los niños diagnosticados con TDAH (Trastorno de Atención con Hiperactividad),
quizás demasiados... Este desorden produce un comportamiento agresivo, una gran
impulsividad e incapacidad para concentrarse. Pero cuidado, porque no todos los niños que
tienen una actividad motora excesiva son hiperactivos, ni tampoco todos los niños con
problemas de conducta o con déficits de atención. Téngase en cuenta que un niño normal es
puro movimiento y actividad, que tiene que aprender a comportarse adecuadamente (lo que
depende sobre todo de sus padres) y que tiene igualmente que ir aprendiendo a prestar
atención. En el diagnóstico de la posible hiperactividad debe tenerse en cuenta al niño, a los
padres, a los profesores y al médico.

Para identificar al niño hiperactivo y diferenciarlo de otros con otros tipos de problemas, se
utilizan los siguientes criterios, aunque las investigaciones han demostrado que estos niños
no constituyen un grupo heterogéneo, por lo que no en todos los casos ni permanentemente
están presentes todos los rasgos y síntomas: ante todo el niño no debe reunir los criterios
para el diagnóstico de trastorno generalizado del desarrollo (que presenta síntomas
parecidos), la alteración debe haber comenzado antes de los siete años de edad, durar un
mínimo de seis meses de evolución y contar con la presencia de por lo menos ocho de estos
catorce síntomas:

1. Inquietud frecuente (en adolescentes sensaciones subjetivas de impaciencia e inquietud).

2. Dificultad para permanecer sentado cuando la situación lo requiere.

3. Fácil distracción por estímulos ajenos a la situación.

4. Dificultad para guardar turnos en juegos o situaciones de grupo.

5. Impulsividad por responder precipitadamente antes de que se acaben de formular las


preguntas.

6. Dificultad para seguir instrucciones de los demás, finalizar las tareas que se les
encomiendan, etc. (no debida a negativismo o error de comprensión).

7. Dificultad para mantener la atención en actividades lúdicas o juegos.

8. Frecuentes cambios de una actividad incompleta a otra.

9. Dificultad para jugar con tranquilidad.

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10. Frecuente verborrea (palabrería o hablar excesivamente).

11. Frecuentes interrupciones o implicaciones en actividades de otros niños (interrumpiendo


juegos ya comenzados, etc....).

12. No escuchar lo que se le dice.

13. Pérdida de cosas necesarias para una tarea o actividad escolar (juguetes, lápices, libros,
deberes...).

14. Realización de actividades físicas peligrosas sin evaluar los posibles riesgos (no con el
propósito de buscar emociones fuertes), como cruzar la calle sin mirar, utilizar utensilios
peligrosos sin cuidado, etc.

El niño hiperactivo muestra una actividad motora (movimiento) excesiva, a pesar de la cual,
hay también falta de flexibilidad y rigidez en sus movimientos, lo que les hace tener
frecuentes accidentes y caídas. Debido a su falta de atención, no suelen acabar las tareas y se
distraen muy fácilmente, sobre todo cuando las tareas son complejas y exigen manejar
conceptos abstractos, inconcretos o indefinidos. Debido a su impulsividad tienen dificultades
para inhibir o frenar las conductas que conllevan satisfacción inmediata. Son los típicos niños
que prefieren un caramelo ahora que tres más tarde. Tienen además escasa tolerancia a la
frustración, tendiendo a abandonar lo que les resulta difícil o prefiriendo terminarlo rápido,
aunque mal. En situaciones de examen, evaluación o pruebas, suelen cometer más errores
que los otros niños porque se muestran impacientes y dan respuestas precipitadas. Suelen
utilizar la estrategia de terminar cuanto antes como protección contra la ansiedad que le
causan ciertas tareas. Como síntomas asociados los niños hiperactivos suelen presentar
problemas de conducta con dificultades en la escuela por molestar a compañeros, hablar sin
permiso del profesor, emitir sonidos desagradables, etc., y en casa suelen ser desobedientes.
Presentan también dificultades de aprendizaje porque les cuesta captar
la información sensorial, organizarla, procesarla cognitivamente y luego expresarla.

En las relaciones sociales también aparecen problemas consecuencia de las alteraciones del
comportamiento (lo que muchas veces causa rechazo y aislamiento) y a causa de la
impulsividad y la falta de atención (que les impide respetar las normas, como por ejemplo en
juegos cooperativos, etc.). Un problema añadido es el bajo nivel de autoestima que llegan a
presentar estos chicos, consecuencia de los conflictos sociales y de sus experiencias de
fracaso. Las relaciones con los adultos y con sus iguales les llevan a tener un
pésimo concepto de sí mismos porque suelen ser objeto de quejas y críticas continuas sin
entender muy bien por qué, lo que les hace pensar que no gustan a los demás. De todo ello se
derivan también alteraciones emocionales.

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En resumen su conducta característica suele ser caótica, inquieta, no focalizada en objetivos o


finalidades concretas y carente de persistencia. Se trata de niños desordenados, descuidados,
que no prestan atención en clase, que cambian continuamente de tarea sin preocuparse de
haber terminado la anterior, que presentan una actividad o movimiento permanente e
incontrolado sin que vaya dirigido a un fin determinado, que tienen dificultades para
permanecer quietos o sentados, que responden precipitadamente a las preguntas, se
muestran impacientes, que no son capaces de esperar su turno, que interrumpen las
actividades de los compañeros y familiares, que son desobedientes, que parecen no oír las
órdenes por lo que no las cumplen, que tienen dificultad para participar en juegos
cooperativos y ajustarse a las normas o reglas, por lo que también suelen tener problemas con
sus compañeros y que pueden sufrir accidentes fácilmente, ya que sus conductas no suelen
coincidir con la conciencia del peligro.

No es de extrañar que ante tal panorama los padres se rindan a la idea de que pueden
encontrar la solución a sus problemas medicando al niño. Muchos médicos (un 64% de los
médicos) proponen proporcionar ayudas farmacológicas durante un tiempo para facilitar la
adquisición de habilidades curriculares, sociales y de autonomía personal que le permitan
adaptarse adecuadamente al medio. Sin embargo hay que saber que las solucionesmágicas no
existen y que la medicación debe darse sólo en los casos que realmente se demuestre
necesaria (estamos hablando de niños) y que por supuesto es sólo una ayuda que siempre
debe complementarse con otros métodos cognitivo-conductuales, de lo contrario no se
soluciona nada. Y no hay que olvidar que como toda droga o medicamento tiene efectos
colaterales.

El tratamiento de la hiperactividad consiste básicamente en la administración de fármacos y


en la aplicación de métodos conductuales y cognitivos.

Los fármacos administrados suelen ser estimulantes (Ritalin/Rubifen, Dexedrina, Cylert,


Concerta…), o tranquilizantes y antidepresivos (especialmente imipramina…). Los
tranquilizantes son menos utilizados porque, aunque disminuyen la inquietud, la movilidad
excesiva y la agresividad, no influyen en la atención y rendimiento de los niños, mientras que
los niños tratados con estimulantes mejoran su atención e impulsividad.

No es necesario ni conveniente utilizar medicación en todos los casos. La opinión más


compartida es la de utilizar medicación cuando los métodos psicológicos no son suficientes.
La medicación es más apropiada cuanto más hiperactivo es el niño, es decir, cuando está
seriamente afectado (hiperactividad permanente), sin embargo no está indicada si el niño
hiperactivo ha sufrido tics nerviosos, alteraciones del pensamiento, ansiedad y trastornos
psicosomáticos. Tampoco se aconsejan en problemas de conducta en preescolares, ante
comportamientos desafiantes, indisciplina, etc. y en la adolescencia no se aconsejan por los
posibles riesgos de adicción.

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Los fármacos tienen efectos sobre las conductas del niño hiperactivo pero igualmente, como
cualquier droga tienen limitaciones y efectos no deseados, tanto físicos (dolor de cabeza,
insomnio, disminución del apetito...), como psicológicos que afectan al niño, padres y
profesor (sobreprotección: el niño deja de tener un problema para pasar a ser un enfermo,
efectos negativos sobre la autoestima, ya que pueden sentirse diferentes y que si
tienen éxito es por los fármacos no por ellos mismos, dependencia….). En todos los casos
debe ser el médico especialista quien decida si dar la medicación, las dosis, durante cuánto
tiempo, etc.

Pero ¿por qué se está popularizando tanto este tipo de tratamiento?, ¿qué hace que los padres
decidan tan alegremente administrar estas drogas, similares a las anfetaminas, a sus hijos
aún pequeños? Generalmente cuando se les informa sobre el tratamiento sólo se les ofrece
una "verdad incompleta". No se les suele decir que el TDAH no es una enfermedad sino un
síndrome o conjunto de síntomas, por lo que la medicación no está tan justificada como
parece, no se les informa de que aún no existen estudios sobre los efectos a largo plazo de
tales productos, no se les informa de que el TDHA se ha convertido en un enorme negocio
para algunas multinacionales farmacéuticas, y por supuesto no se les informa de que el
compuesto activo de tales pastillitas es "metilfenidato", considerado como una de las
drogas más adictivas que existen hoy en día, produciendo efectos tan parecidos a lacocaína y
las anfetaminas que ni los animales ni los humanos encuentran diferencia entre las tres
drogas cuando se les administran en iguales dosis.

La acción química de los estimulantes como el Rubifen, Ritalín, Concerta… es muy similar, a
veces idéntica, a la de las anfetaminas (estimulantes psicomotores). Las anfetaminas, antes
de ser ilegalizadas se encontraban en medicamentos que se recetaban para tratar el asma,
para quitar el hambre o para dar energía. Fueron muy utilizadas por deportistas, camioneros,
militares, etc. En la década de los 60, rebautizada con el nombre de Spit alcanzó gran
popularidad entre los jóvenes. Y ya en los 80 se convirtieron en drogas ilegales. A diferencia
de la anfetamina normal, los productos para el tratamiento de la hiperactividad prescritos
para niños, actúan más lentamente y durante más tiempo, de este modo no producen euforia,
sino una más elevada capacidad de concentración. Sin embargo cabe preguntarse por el
futuro de estos niños que usan estimulantes.

Se están haciendo estudios sobre si los niños, dada la vulnerabilidad de su cerebro aún en
desarrollo, pueden volverse adictos a las drogas estimulantes psicomotoras con datos aún
contradictorios. Pero no podemos olvidar que hay quien opina que en el futuro se arriesgan a
desarrollar una apetencia especial por las drogas. Hay que tener en cuenta que dentro del
cerebro estos medicamentos mantienen una tasa elevada de dopamina al bloquear su
reasimilación, produciendo una forma de adicción comparable a la de la cocaína. Pero esto no
es lo único preocupante. El metilfenidato es un estimulante del sistema nervioso central que
modifica la cantidad de ciertas sustancias naturales en el cerebro. Todavía no se ha explicado

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cómo funcionan exactamente, pero lo que sí se ha demostrado es que esos medicamentos


aumentan la presión arterial y aceleran el ritmo cardíaco, por lo que además de la posibilidad
de desarrollar una adicción, habría que considerar el riesgo de arritmias e infartos tanto en
niños como adultos.

El número de pacientes que reciben tratamiento contra la hiperactividad es considerable. En


EEUU más de 5.000.000 de niños escolarizados siguen este tipo de tratamiento y en Europa,
siguiendo sus pasos, el número crece muy rápidamente. Muchas empresas farmacéuticas,
como no podía ser de otro modo, ya que el negocio para ellos es impresionante, así como
numerosos psiquiatras y psicólogos afirman que los posibles efectos cardiovasculares no
están probados, pero no es menos cierto que otros estudios apuntan hacia riesgos de
accidente cerebrovascular y arritmia, es decir, que pueden producir alteraciones cardiacas
graves e incluso la muerte. Recordemos que hace unos años la Agencia del Medicamento de
EEUU, tras la muerte repentina de 25 pacientes medicados con estos productos para la
hiperactividad, encargó a un grupo de expertos que empezaran a pensar modos para
investigar los posibles riesgos cardíacos de estos fármacos.

Estos expertos acabaron aconsejando a la citada agencia que se pusiera en los paquetes un
aviso sobre los riesgos, concretamente recomendaron incluir en los mismos una "caja negra",
la más seria señal de advertencia en EEUU y por supuesto la más odiada por las empresas
farmacéuticas. Naturalmente esta simple recomendación no obligaba a nada a la Agencia, sin
embargo nos pone en alerta. Realmente, para un padre, el simple hecho de que no existan
pruebas suficientes (porque aún no se han realizado investigaciones a largo plazo) debería
bastar para no medicar a su hijo con este tipo de droga. Recordemos que hace unos años la
cocaína, las anfetaminas y otras drogas similares eran legales y muy utilizadas en medicina y
que hasta que se realizaron suficientes investigaciones, mucha gente sufrió daños
irreversibles.

Algunos efectos negativos del metilfenidato son por ejemplo el que los niños desarrollen
obsesión y compulsión, propensión al llanto, que se vuelvan atontados, adormilados,
cansados, deprimidos, con falta de interés, tristes, irritables…, que aparezcan
comportamientos violentos, manías…, que aparezca insomnio, agitación, desaparición de
conductas espontáneas, etc.

Por supuesto hay casos más graves de niños hiperactivos que seguramente necesitarán la
ayuda de sustancias similares para mejorar, pero sin duda son mucho menos de los que
actualmente las consumen, porque se está diagnosticando como niños hiperactivos a muchos
niños que realmente no lo son y que realmente no presentan todos los síntomas. Los padres
deben tener muy presente que existen muchísimas patologías que presentan idénticos
síntomas que el TDHA, por lo que simplemente tienen que asegurarse buscando diferentes
opiniones de expertos. Algunas de estas patologías pueden ser la hipoglucemia, desórdenes

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metabólicos, desórdenes del sueño, problemas de vista y oído, alergias, exceso de


algunas vitaminas, déficit en hierro y en vitaminas del grupo B, anemias, mala metabolización
de los hidratos de carbono y de lácteos, problemas emocionales, problemas de aprendizaje,
falta de capacidad para la comunicación, niños indisciplinados o con falta de
adecuada disciplina, etc. Todos estos problemas y otros muchos, pueden presentar los
mismos síntomas. Lo mejor es asegurar un adecuado y completo diagnóstico.

Por otra parte no debemos olvidar que existen otras opciones que se demuestran muy útiles.
El tratamiento conductual-cognitivo con técnicasoperantes y técnicas cognitivo-conductuales.
El modelo operante da mucha importancia a las consecuencias que siguen a un
comportamiento cuando aparece. Las conductas se emiten y se mantienen por los efectos que
provocan en el ambiente. Así, al disponer el ambiente familiar y social según las indicaciones
de un profesional sobre reforzamiento, extinción y castigo, las conductas alteradas cambiarán
favorablemente y se fomentarán comportamientos adaptados. Las técnicas cognitivas son
procedimientos basados en la utilización del pensamiento y el lenguaje que se pueden
concretar en conductas como pensar, razonar o solucionar problemas. Entre ellas destacan: el
entrenamiento en autoinstrucciones, método que enseña a los niños
hiperactivos estrategias cognitivas que les permiten afrontar con éxito tareas escolares y otras
situacionales en las que se les exija control de los comportamientos y que básicamente
consiste en modificar las verbalizaciones internas que el sujeto utiliza cuando realiza
cualquier tarea y sustituirlas por otras verbalizaciones apropiadas para lograr el éxito. Otro
método es el de resolución de problemas, partiendo de que la forma más adecuada de
enfrentar problemas, dificultades, fracasos, situaciones difíciles también se aprende, y por
tanto se puede modificar por ejemplo si el aprendizaje ha sido incorrecto o si incluso no se ha
producido. El entrenamiento en solución de problemas interpersonales, que se aplica a niños
impulsivos para reducir sus dificultades de adaptación social con el aprendizaje de estrategias
cognitivas que permitan analizar los problemas interpersonales, buscar soluciones eficaces y
aplicarlas en el marco de las interacciones sociales. La relajación, técnicas basadas en la
imaginación, el entrenamiento en habilidades sociales, etc.

Por último comentar que el modo más eficaz de ayudar a niños hiperactivos es mejorar
el clima familiar, y las habilidades de los padres para controlar comportamientos anómalos y
eliminar las interacciones negativas entre niños y adultos (para evitar las comunes
experiencias de fracaso y rechazo que sufren estos niños). A veces resulta difícil tolerar a los
hijos y se suele perder el control. En estos casos, el enfadarse e irritarse, más que resolver el
problema suele agravarlo. Hay que controlar las propias emociones y asumir que estos niños
requieren mayores dosis de calma, paciencia y flexibilidad que los normales. Pero esto no
basta. Además hay que adoptar normas apropiadas de actuación que incluyan tanto
establecer reglas explícitas, como administrar castigos cortos pero eficaces.

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María del Pilar Cuellar Escobar
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Gloria Martí Cholbi

(Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación)

Consultoría Pedagógica "Escuela de Padres y Madres"

Avda. Marquesado, 3, 2º A

03700 Dénia (Alicante)

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