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El sistema capitalista atraviesa desde la década de los setenta del siglo pasado, por un
escenario global de crisis periódicas que fueron afectando severamente el régimen de
acumulación iniciado en la posguerra. Reaparecieron en el capitalismo el lento progreso
técnico, la caída de la rentabilidad, el débil ritmo de acumulación y el desempleo
estructural. Durante el transcurso de este ciclo, se ejecutaron programas económicos y
sociales que respondiendo al paradigma del orden neoliberal, consolidaron el poder de
clase de la burguesías más concentradas, cuya máxima expresión se configuró en los
ochenta, durante la era Reagan–Thatcher.
Se afianzó de este modo la doctrina del neoliberalismo clásico, que implicó el desarrollo de
un mercado libre y global de los capitales. Se acentuaron las brechas sociales, cuyo
resultado fue una mayor polarización entre las clases, que en esencia significó el aumento
de la pobreza y la exclusión social, como parte de una fuerte ofensiva mundial del capital
contra la clase trabajadora.
Ya en 1973, se había fracturado la paridad fija entre el dólar y el oro y la flotación de las
tasas de cambio, que llevaron a la extinción de los acuerdos firmados en Breton Woods,
por las potencias occidentales triunfantes en la Segunda Guerra Mundial. Estos
acontecimientos demostraron que esta crisis es un fenómeno sistémico y persistente, cuyos
primeros signos se habían manifestado en los EE.UU, a mediados de los años sesenta.
El estallido de la crisis ocurrió en los EE.UU en febrero de 2007 para expandirse hacia la
Eurozona en 2010, mientras Japón atravesaba una situación similar desde el derrumbe de
la bolsa en 1989. Este desenlace se fue dilatando porque los países centrales utilizaron una
serie de mecanismos anticíclicos, como el incremento de los gastos militares, la enorme
movilidad de los capitales, los conflictos de baja intensidad, el importante endeudamiento
de las familias y el estancamiento o caída de los salarios.
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El predominio de las finanzas
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El desplazamiento fabril, más el lento progreso técnico, produjeron en el centro un fuerte
aumento de la desocupación, la subocupación y el trabajo temporario, originando la
reconstrucción del ejército industrial de reserva. Se acentuó la desindicalización, la
precarización del trabajo, la caída de los salarios y el recorte de los beneficios sociales, que
permitieron formas de contratación flexibles y la presencia de bolsones de empleo de baja
calidad. Estos cambios, ocasionaron fuertes modificaciones en las relaciones existentes
entre las distintas fracciones del capital y en el interior de los mercados laborales.
Surgieron de esta forma, una multiplicidad de sectores del trabajo con una débil
articulación interna y un común denominador: la subocupación, la caída de los ingresos y
la fragmentación laboral. La tradicional alianza entre la burocracia sindical y el Estado se
convirtió en el eslabón principal que permitió desmovilizar a los trabajadores e imponer la
política económica neoliberal en beneficio del capital más concentrado. Ya en 2012, 124
[5]. millones de personas, el 24.8% de la población de la UE, estaba en riesgo de pobreza o
exclusión social. Gran parte eran mujeres y niños. Según Chesnais:
“[…] la propagación internacional de la crisis de un país hacia otro…se produce vía los flujos
financieros y la interdependencia de las Bolsas y con mayor fuerza aún por el canal de los
flujos de mercancías. El contagio internacional es hoy más fuerte porque los sistemas
financieros están interconectados estrechamente y las economías son muy interdependientes
debido a la liberalización de los intercambios y las inversiones extranjeras” (Chesnais, 2009).
Precisamente, la ampliación a todas las regiones del globo de las relaciones capitalistas de
producción, tuvo como finalidad incrementar las fuentes de riqueza y el desarrollo de las
vías comerciales, que si bien no se trató de un fenómeno original, contribuyó
paradójicamente a dificultar la salida de la crisis. Esta situación potenció el impedimento
para volver a un período de crecimiento, porque la fase expansiva del capitalismo había
llegado a su fin, adquiriendo un carácter planetario. Resultó muy dificultoso para el
capital descargar la crisis de una región sobre otra, dado que la correlación existente entre
los sectores monopólicos de los países centrales y las firmas subsidiarias en la periferia, se
integraron en una participación activa y simbiótica en las cadenas de valor. Este tipo de
relaciones se caracteriza por un intenso intercambio de bienes finales e intermedios
representando entre el 2000 y el 2010 del 50% al 55% de las exportaciones mundiales
anuales. (OMC, 2013). Simultáneamente, considerando que la globalización parece ser la
última etapa del sistema, este ha ido abarcando el mercado de capitales del conjunto de las
regiones del mundo. Por eso, el marco de la crisis actual, lo constituye el mercado mundial
que ya no se reduce solamente, como señaló Marx “a la noción misma del capital y su
movimiento”, sino que se ha extendido esencialmente al ámbito de las finanzas y las
transacciones financieras.
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los instrumentos que hicieron posible la implantación de las políticas neoliberales.
Posteriormente en los noventa, en un todo de acuerdo con el Consenso de Washington, la
burguesía combinó en la región un discurso democrático electoral con una política económica
neoliberal, incluyendo ajustes y privatizaciones, que dieron lugar a una importante fuga de
capitales, alta desocupación, más un elevado endeudamiento. La aplicación de las políticas
de la derecha fue encarada por Menem, Cardoso, Fujimori, Andrés Pérez y Salinas de
Gortari. Las medidas que se tomaron empobrecieron y precarizaron rápidamente a los
trabajadores, profundizaron los niveles de desigualdad, reemplazando la integración
social por la exclusión, quedando demostrada la falsa neutralidad del Estado que develó
abiertamente su carácter de clase.
El capital ficticio
Por la caída de la tasa de beneficio y la crisis económica, los sectores dominantes iniciaron
la transferencia de una parte de la masa de plusvalía, fruto de la explotación del trabajo
asalariado, desde el capital productivo al capital financiero, modificando de modo
significativo el equilibrio entre los activos financieros y los activos reales. Hilferdin señaló
en El Capital Financiero que “…los capitalistas tendrán la tendencia a retener su ganancia
en forma líquida, en forma monetaria; con lo que se paraliza la transformación en capital
productivo, esto es la acumulación real y la ampliación del proceso de reproducción”
(Íbid: 285)
Las formas que fue tomando el capital ficticio, a través de las deudas públicas y las
convenciones financieras (hedge funds y swaps), tuvieron las características del capitalismo
tardío, dado que no es capital productivo ni comercial y al no ser tampoco capital a interés
aplicado a la producción de bienes, se valoriza solamente como capital parasitario. Se
produjo asimismo una importante caída de las tasas de interés, pero por la crisis que
afronta el sistema y por la existencia a nivel mundial de importantes deudas públicas y
privadas, su reciente elevación (entre 0.25 y 0.5) redundará en una mayor desaceleración
de la actividad económica, un incremento del desempleo y en el encarecimiento del pago
de las deudas. Las vacilaciones por las que atravesó la FED, para incrementar las tasas, es
un reflejo de esta situación.
Ante el aumento del mercado de swaps y derivados, el sector financiero creó en 1985 en los
EE.UU, La Asociación Internacional de Swaps y Derivados, ISDA (The International Swaps
and Derivatives Association Inc), organización que nuclea más de 800 instituciones
miembros provenientes de 67 países, incluyendo corporaciones, gobiernos, entidades
supranacionales, compañías de seguros, estudios contables y bancos regionales e
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internacionales. Tiene como objetivo hacer más eficientes los mercados globales
financiarizados y regular la aplicación de los contratos derivados y swaps, fijando las
condiciones habituales de estos contratos y la de los créditos en default.
Si bien en los primeros momentos de la crisis, los capitalistas lograron incrementar la tasa
de plusvalía reduciendo o congelando el nivel de los salarios, no fue suficiente para que
puedan recuperar la tasa de ganancia. Recién a finales de los ochenta, por el boom de las
tecnologías de la información, la extensión a nivel mundial de las empresas
multinacionales, el aumento de la tasa de inversión y el crecimiento de la productividad,
los capitalistas pudieron revertir esta situación y la tasa de ganancia se restableció
notablemente.Estuvo apalancada por los intereses ficticios en el sentido que le da Marx en
el Tomo III, cap. XXXII, pag. 475, de El capital, cuando señaló que “Si el industrial no
puede ampliar directamente su proceso de reproducción, una parte de su capital-dinero
queda eliminado como sobrante del ciclo de reproducción y se convierte en capital-dinero
susceptible de ser prestado”. También actuaron en esta dirección las utilidades
procedentes de la periferia, por la inversión extranjera directa y por los intereses
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producidos por la renovación de las deudas. Se originó de esta forma un crecimiento
exponencial en los flujos de renta ficticia, provenientes del capital parasitario, que se
dirigieron hacia las sociedades financieras y hacia las guaridas fiscales. Estos mecanismos
financieros y monetarios mundiales, se fueron convirtiendo de este modo, en los pilares de
la globalización neoliberal.
Este incremento de la tasa de ganancia producida en los noventa, derivó, en los EE.UU, en
un crecimiento importante en la rentabilidad de las empresas más concentradas. En 1987
esos beneficios representaron 369 mil millones de dólares y en 1997 las utilidades llegaron
a los 869 mil millones de dólares. Las ganancias obtenidas por este país en el exterior
pasaron de 59 mil millones en 1987 a 159 mil millones en 1997, según datos del
Departament of Commerce Bureau of Economic Analysis. Un dato adicional que revela el
grado de concentración de la economía fue señalado por Paúl Krugman, cuando reveló
que en 2013 el 60% de estas ganancias, las acaparó el 0.1 de la cúpula empresarial. En
consecuencia desde 1980 a los 2000, la participación en los ingresos del decil más alto de la
población pasó del 30–35% al 45–50%; mientras que el 1% más rico pasó de tener el 9% del
ingreso en los setenta a aproximadamente el 20% en los años 2000. (Piketti).
En Wall Street los activos se encuentran en el nivel más alto de su cotización en toda la
historia, con un crecimiento puramente especulativo, ya que han aumentado desde 2009 y
hasta 2014 un 240%. De manera que la explosión del sistema financiero en 2008, sobrevino
durante un período de restauración de la tasa de ganancia, no durante uno de tendencia
descendente de la rentabilidad.
Es necesario mencionar que por el restringido mundo en el que se desenvuelven los hedge
funds y las empresas bancarias de capital privado, es muy difícil poder evaluar con
precisión los beneficios originados en el capital ficticio, como parte integrante de las
ganancias globales. Pero teniendo en cuenta que también manejan gran parte del mercado
cambiario y las tasas de interés de corto plazo, es plausible suponer que su participación
en las utilidades es muy significativa.
La dicotomía entre estos dos tipos de capitales es manifiesta, dado que el capital ficticio es
un capital que no se reproduce en el sector productivo, como si lo hace el capital a interés.
Este cumple una función decisiva en la circulación del capital productivo y está
subordinado a la lógica de este capital, mientras que el capital ficticio se reproduce a si
mismo siendo invariablemente capital parasitario, no participando en el proceso
productivo. Ante esto, los países centrales siguen repitiendo los viejos esquemas asentados
en la especulación, el desempleo masivo, la superexplotación laboral, el deterioro del
medio ambiente y la agresión militar, todas acciones que no han permitido superar la
crisis.
El crecimiento de las ganancias ficticias, en todo este período, dio lugar a la formación de
enormes montos de capital ficticio. Este capital participó en la contención del deterioro de
la economía capitalista, durante los primeros años del nuevo siglo, especialmente en los
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EE.UU, a través de la inversión en tecnologías de la información y en la robótica. Pero
estas inversiones, más el aumento de la explotación de los asalariados y la intervención de
las ganancias ficticias, fueron estrategias insuficientes para sustentar el crecimiento del
sistema capitalista, provocando una inestabilidad creciente y una importante agitación
financiera.
De forma tal, que el volumen alcanzado por las transacciones del capital ficticio, ha
superado ampliamente las inversiones destinadas al capital productivo, cambiando el
carácter dominante que en el capitalismo sin crisis, tiene el capital industrial sobre el
capital especulativo parasitario. De manera que el crecimiento del capital ficticio no
contribuye, en forma alguna, a incrementar la producción ni la circulación de las
mercancías, porque no financia al capital productivo ni al comercial, otorgando al capital
un carácter monetario que se reproduce como capital ficticio.
Por otra parte, el capital ficticio que devenga interés, aparece como una formación
autónoma de valorización, pero entendido esto como una forma independiente del capital
industrial. Dicha fuente se presenta según Marx de forma mistificada, toda vez que el
interés circula por fuera de la obtención de la plusvalía que produce el trabajo. Su
existencia inicia su proceso en el capitalismo en crisis, partiendo de la plusvalía obtenida
en el sector productivo, para posteriormente expandirse ficticiamente con un cierto grado
de autonomía.
De este modo, las inversiones en el capital ficticio han ido alcanzado un predominio
decisivo por sobre las inversiones dirigidas hacia el capital productivo, mientras las
ganancias generadas por la especulación, engrosan masivamente el volumen del capital
parasitario. Es importante señalar que los capitalistas deciden en cada momento su
inversión en el sector productivo o en el financiero, teniendo en cuenta los rendimientos
esperados, además de considerar las situaciones predominantes en el contexto social y
político, como la oferta de mano de obra capacitada, la resistencia de los trabajadores a
percibir bajos salarios, el nivel de la presión impositiva y la injerencia estatal en el mundo
de la producción privada.
Fue así que a través del desarrollo de los mercados accionarios, obligaciones, divisas,
activos respaldados por títulos, derivados, la inversión extranjera directa (cuya
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contrapartida es la fuga de capitales), más el endeudamiento internacional (también
señalado como capital ficticio por Marx), se fue transformando una parte importante de la
propiedad capitalista en títulos de rendimiento a interés [4]. Esta proliferación de capital
ficticio permitió, durante un tiempo, recuperar la demanda de bienes (originando en
algunos casos las burbujas especulativas), pero al no reactivarse el sector productivo, la
crisis global continúa persistiendo. Pero, si bien el capital ficticio se plasmó como uno de
los mecanismos que permitió contrarrestar la caída de la tasa de ganancia y superar la
discontinuidad en el proceso de acumulación, no ha podido constituirse en el sostén a
largo plazo de la continuidad del capitalismo. Según señalaba Hilferding, “[…] en el
mercado mundial reina la competencia y, por de pronto, no queda más remedio que
sustituir una clase de competencia por otra menos peligrosa. En lugar de la competencia
en el mercado de mercancías, donde únicamente decide el precio de estas, entra en acción
la competencia en el mercado de capitales, en la oferta de capital a préstamo, cuya
concesión está ya unida a la condición de una absorción posterior de las mercancías”
(Hilferding, 1985: 14).
En la misma conferencia, Duménil expresó que por las maniobras monetarias realizadas
por la FED y el avance en el proteccionismo industrial, los EE.UU estaban sosteniendo un
crecimiento lento pero sostenido, mientras que en Francia donde se aplican los planes de
austeridad recomendados por la UE, no se han conseguido resultados económicos
positivos. Pero, según Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal, existe en los EE.UU
un aumento de la vulnerabilidad social, que es un reflejo del salto producido en la
concentración del ingreso y la riqueza, confirmando el planteo de Marx que sostuvo que
en el capitalismo opera una tendencia a la polarización de la riqueza y los ingresos.
En 2013, en los EE.UU, el ingreso de las familias pertenecientes al 5% más rico fue más de
9 veces el ingreso del 20% más pobre, la brecha más grande desde que se elaboran estas
estadísticas (1967) y en junio de 2014 los beneficios de las corporaciones, ajustados por
inflación, fueron 94% superiores a los de junio de 2009. De este modo el ingreso promedio
del 5% más rico creció 38% entre 1989 y 2013, mientras que el ingreso del 95% restante lo
hizo sólo en algo menos del 10%.
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Asimismo en Europa por el lento progreso técnico, la caída de la inversión y el ritmo lento
de acumulación es altísimo el nivel de desocupación. El estancamiento del consumo
privado y la deflación, esencialmente en países como España, Grecia, Italia, Irlanda y
Portugal, reflejan la persistencia de la crisis y las consecuencias del irracional proyecto de
la creación de la UE que llevó a desequilibrios políticos y sociales insostenibles, con el
debilitamiento de los estados nacionales y de sus capacidades soberanas.
Duménil también hizo referencia al rol de la clase gerencial, en un todo de acuerdo con lo
que Marx señaló como “la separación de la propiedad y el control”. Este sector adquirió
una importancia creciente porque una de las características del capital financiero, es la
centralidad de los ingresos en el sector concentrado de la economía y en los elevados
salarios a nivel gerencial. Además, hizo hincapié en lo que denominó “la red de la
gerencia”, que es definida como red, porque sus integrantes pueden tener puestos claves
en los Consejos de Administración de varias empresas simultáneamente.
Es decir, que particularmente en los EE.UU y en Gran Bretaña, donde la familia financiera
ha alcanzado una enorme importancia, el capitalismo gerencial logró que la gestión sea
ejercida de manera relativamente autónoma por un conjunto de cuadros asalariados que
reciben altísimos honorarios y que incluso llegan a ser propietarios de importantes
paquetes accionarios, obtenidos por la distribución de dividendos. De este modo, se
separa la conducción real de los asuntos y decisiones de la propiedad del capital, hasta el
límite que es posible alcanzar en el capitalismo. La división entre ejecutivos y empleados
adoptó un carácter de clase y tuvo su paralelo en el sector público. Reflejan en definitiva
las divisiones de las clases dominantes, ya que una fracción domina en cada etapa,
realizando alianzas alternativamente con otras fracciones de clase, perpetuando la
continuación de las relaciones de producción capitalistas.
El capital bancario
Marx señaló asimismo, en el capítulo XXIX del Tomo III de El capital, que existen diversos
mecanismos que se relacionan con el manejo de los sectores financieros y el capital ficticio.
Explicó cómo se forma la masa de capitales en títulos y otros instrumentos que operan de
manera independiente del valor del patrimonio de las empresas, ya que pueden crecer por
encima de la producción de riqueza y del excedente y no tienen como contraparte un
activo real físico. En la actualidad coexisten formas más avanzadas y complejas de
formación de capital ficticio que en la época de Marx, ya que los mecanismos financieros
alcanzaron niveles de sofisticación y expansión sin precedentes. Pero Marx ya había
advertido que la mayor parte del capital que se encuentra depositado en los bancos,
formado por el dinero, las letras de cambio y los títulos, es puramente capital ficticio. Pero
no todo el crecimiento del crédito bancario se convierte en un incremento del capital
ficticio, ya que una parte es aplicada al capital productivo, que se valoriza a través de la
explotación del trabajo y la consiguiente apropiación de plusvalía.
Advirtió también Marx, que “al desarrollarse el capital a interés y el sistema de crédito,
parece duplicarse y a veces triplicarse todo el capital por el diverso modo a como el mismo
capital o simplemente el mismo título de deuda aparece en distintas manos bajo diversas
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formas. La mayor parte de este “capital dinero” es puramente ficticio. Todos los depósitos,
con excepción del fondo de reserva, no son más que saldos en poder del banquero, pero no
existen nunca en depósito” Ibid – Pag. 443. Como resultado de la mundialización del
capital, este se ha extendido también como capital ficticio a las transacciones inmobiliarias
entre países, donde el capital financiero se encuentra comprometido en estas operaciones.
Es interesante el accionar de China, que recicla una parte de su superávit comercial
adquiriendo cada vez más activos en todos los continentes. Amplía aceleradamente su
área de influencia, consolidando inversiones en el sector inmobiliario y en la producción y
comercialización de bienes primarios, realizados por empresas estatales o por sociedades
cuyo principal accionista es el Estado.
Actúan incluso en la actividad agrícola, donde una de las partes se compromete a realizar
en el futuro un pago a un precio prefijado. Los principales operadores de los derivados en
los productos agrícolas son los integrantes de los conglomerados financieros que dominan
este negocio y los servicios conexos. Estas instituciones, entre las que se encuentra J.P.
Morgan, Citigroup, Goldman Sachs, entre otras, han logrado que aumente la
interdependencia entre las materias primas agrícolas y los mercados financieros, que han
ido adquiriendo un peso creciente sobre las variaciones de los precios de estos productos
básicos. De esta forma, el comercio internacional de commodities ha ido progresivamente
sometiéndose a la financiarización, con un incremento de los flujos de inversión financiera
provenientes de los mercados de derivados.
Septiembre de 2008 no solo marcó la agudización de la crisis en los EE.UU, sino también el
ingreso a la crisis del capitalismo global, en un mundo sujeto a la globalización neoliberal.
Pero ya en 1997, se había producido la crisis del Sudeste Asiático, en países como
Tailandia, Filipinas e Indonesia, que repercutió en Corea, Hong Kong y Taiwán, por lo que
se la considera la primera gran crisis de la globalización. Las consecuencias de esa crisis
impactaron duramente sobre la población por el aumento de la desocupación y la miseria,
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originando un elevado encarecimiento de los alimentos básicos y un aumento de la
delincuencia y la criminalidad. Posteriormente, entre 2000 y 2002 se produjo la crisis de las
compañías de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, cuando
cayeron importantes empresas como las Puntocom y otras como Enron y Worldcom.
Pero la estructura capitalista fue duramente golpeada a partir de 2008, coincidiendo con
una crisis de liquidez en el mercado interbancario que obligó a una intervención intensa
de la FED otorgando grandes prestamos hacia los bancos con problemas, quienes habían
basado sus créditos en las hipotecas subprime. Estas hipotecas fueron contraídas por
segmentos de ingresos medios de los EE.UU, permitiendo la inclusión de una masa de
prestatarios hipotecarios que no cumplían con los requisitos tradicionales,
incluyendo grupos de familias que ya tenían dificultades en sus pagos. Existía en esos
momentos, en los hogares norteamericanos, un incremento ficticio de la riqueza
determinado por la aparición de la burbuja en los precios de las viviendas. Las deudas de
los hogares llegaban en 2008 al 140% de sus ingresos, duplicando el nivel de comienzos de
los noventa, absorbiendo el pago de esa deuda un 20% de sus ingresos (Arceo 2011).
El fácil acceso a los préstamos en los EE.UU, impulsó el alza de los precios de los bienes
inmobiliarios, apoyados por los seguros de incumplimiento. También fuera de los EE.UU,
diversas entidades financieras sufrieron pérdidas importantes durante la crisis, debido a la
elevada posesión de títulos norteamericanos. Si bien no existe una medida clara de este
fenómeno, se puede estimar que el 50% de los bonos emitidos por el sector financiero de
los EE.UU, durante la década previa al estallido, fueron comercializados en el exterior.
En marzo de 2008, el banco de inversiones Bear Sterns sufrió una importante falta de
liquidez y fue transferido al J.P.Morgan. En mayo, el Countrywide Financial, el más
grande prestamista norteamericano fue absorbido por el Bank Of América. En agosto de
2008, el gobierno interviene Fannie Mae y Freddie Mac y el 15 de septiembre, Lehman
Brothers se declaró en quiebra. El mismo día 15, Merril Lynch es absorbido por el Bank Of
América. Finalmente en 2009, la Ley Graham–Leach–Biley, permitió a los bancos
comerciales ofrecer productos financieros, bajo el Programa “Compra de Capital”,
alcanzando esta operatoria más de us$ 200.000 millones a través de 500 bancos,
eliminando así las barreras “ineficientes, costosas e inestables” (Arceo, 2011).
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otorgó al Citigroup, us$ 25.000 millones, complementados posteriormente con otros us$
20.000 millones. En España la crisis de Bankia, un gran banco español con sede operativa
en Madrid, obligó al gobierno español a su nacionalización con una inyección de 22.424
millones de euros y al procesamiento de sus directivos. La crisis financiera fue tomando
de este modo proporciones globales que llevó a la implementación de políticas dirigidas a
financiar, por intermedio de los bancos centrales, a las entidades con severos problemas de
liquidez, reflejando la impronta que esta dinámica tecnocrática ejerce sobre los mercados.
Pero estas acciones, no han podido coordinar las políticas fiscales y presupuestarias de los
estados, que vayan más allá del simple control del déficit fiscal. El incremento de la
rentabilidad determinado por el accionar del capital especulativo, la explotación creciente
de los trabajadores, más el amplio predominio de los sectores concentrados, modificaron
regresivamente la estructura económica y política de la sociedad global.
Si bien el proyecto neoliberal monopolizado por los sectores más concentrados, fue muy
afectado por la crisis de 2008, este no se ha replegado, e incluso ha consolidado el poder de
clase de la burguesía más concentrada, especialmente en los EE.UU, donde la economía
financiera tiene un volumen cincuenta veces superior al de la economía real. El comercio
de divisas ha crecido al triple desde el año en que estalló la crisis, hasta alcanzar un
accionar de más de cinco billones de dólares diarios. De este modo, el bloque de poder
dominante ha reconfigurando el modo actual de acumulación y reafirmado su hegemonía.
La monopolización planetaria se convirtió en una inmensa ruptura económica, política,
cultural y ecológica con relación a la situación existente antes de la iniciación de la crisis,
donde también se ha hecho presente un gran endeudamiento público. Francois Chesnais,
reseña la relación entre la globalización financiera y las deudas públicas señalando que
“los mercados de títulos de la deuda pública (los mercados de obligaciones públicas)
establecidos por los principales países beneficiarios de la globalización financiera y luego
impuestos a otros países […] son según dice el propio FMI, la piedra angular de la
globalización financiera. Traducido a un lenguaje más claro, es exactamente el mecanismo
más sólido puesto en marcha por la liberalización financiera, de transferencia de riqueza
de algunas clases y sectores sociales y de algunos países hacia otros” (Tobin or Not Tobin,
1998).
La propagación de la crisis 2008 afectó finalmente también a China, dado que el aumento
del PBI anual pasó del 9.5% en 2008 a un 7.3% en 2014, con una importante baja en las
exportaciones y un recorte en las importaciones, mientras que la deuda total China,
incluyendo la pública y a privada, pasó del 130% del PBI al 210%, a mediados de 2013.
(Financial Times). La aparición de la crisis en China, está conmoviendo profundamente el
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comercio mundial, provocando caídas de importancia en las bolsas, en los bonos de los
países centrales y en las exportaciones de la periferia hacia ese país.
La enorme masa de los flujos financieros que operan en este período, dominado por el
capital ficticio, son negociados en gran parte entre las mismas instituciones financieras
Estas incluyen a las agencias, que son en realidad empresas privadas integradas por
grandes grupos financieros, que venden sus servicios aceptados por la comunidad
financiera. Sus actividades no pasan por las instituciones registradas legalmente pero
interactúan con el capital financiero formal, engrosan sensiblemente sus utilidades.
Representan una forma extrema de ruptura de los mecanismos económicos básicos del
sistema capitalista., donde han proliferado los escándalos por la falsificación de los estados
contables, como pasó en Grecia, en Gran Bretaña y ahora en Japón. Pero también las
empresas han cometido estos desajustes como es el caso de Toshiba, donde debieron
dimitir el presidente de la compañía y otros altos directivos. Se produjo de este modo, una
sustitución parcial de los segmentos tradicionales donde operaba el sistema financiero, por
otros que no se encuentran regulados por los bancos centrales, demostrando que las
condiciones que impone actualmente la banca mundial, hacia el conjunto del sistema
capitalista en crisis, resultan ser instrumentos de dominación y corrupción mucho más
eficaces que los empleados en el pasado. 5
Latinoamérica
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77.8% de todos los flujos. (Global Financial Integrity). De esta forma, logran maximizar la
tasa de ganancia reduciendo la base imponible en los países con mayor carga tributaria,
aumentando sus utilidades en países de baja o nula tributación. La mundialización de los
comportamientos empresariales, apoyados por los medios de comunicación monopólicos,
han agudizado las tensiones sistémicas de un capitalismo impulsado por mercados
financieros que actúan sin restricciones en el mercado mundial.
Según OXFAM, el 99% de las principales empresas europeas tienen, al menos, una filial en
un paraíso fiscal. El 50% del comercio mundial, tanto de productos industriales como de
commodities pasa por alguna sociedad ubicada en uno de ellos. A su vez, el 40% de los
activos en esos paraísos se encuentra en manos de grandes fortunas individuales, unos us$
18.4 billones Estas cifras permitirían recaudar impuestos para acabar dos veces con la
pobreza extrema en el mundo.
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El auge económico que protagonizaron algunos de los países suramericanos, en el inicio
del nuevo siglo, provino inicialmente del aumento de los precios de las commodities
exportables, por la renacionalización de antiguas empresas estatales y por el incremento
de la protección arancelaria dirigida básicamente a los sectores industriales. Pero, por la
especialización en una estructura productiva con reducidas capacidades tecnológicas y la
limitación de la canasta exportadora, este ciclo parece haber concluido. En la actualidad,
unas ciento sesenta y siete millones de personas en la región, viven en situación de
pobreza y alrededor de setenta y un millones son indigentes (CEPAL).
El boom permitió una mejora en la distribución del ingreso para los trabajadores y la
obtención de derechos laborales que se encontraban bloqueados por las políticas
neoliberales. A pesar de lo cual, en América Latina y el Caribe el 1% más rico posee el 41%
de la riqueza. Si se mantiene esta tendencia, en solo ocho años este 1% acaparará más
riqueza que el 99% restante. (OXFAM). Estos países no han llegado a transformar las
estructuras productivas, mientras que las exportaciones, como las de toda la periférica,
dependen de los precios formados en mercados que los países de la región no están en
condiciones de controlar y estos precios se suelen deprimir cíclicamente, como sucede en
la actualidad. Los paliativos como el comercio intrarregional, o el apoyo financiero de
China o Rusia ya resultan insuficientes por la persistencia de la crisis global.
Es decir, el sur de América Latina revive el viejo ciclo de stop and go, pasando del
crecimiento en base a la exportación de recursos naturales a la caída de la actividad
económica por la baja de los precios y la trampa financiera, transitando un período de
ingreso a la salida de los capitales. La crisis capitalista redujo la demanda de materias
primas desde Europa y China y produjo la abrupta caída de los precios y los excedentes
disponibles, no permitiendo combinar las políticas distributivas con el mantenimiento de
políticas que no cuestionaron la renta minera, el poder de los bancos extranjeros y la renta
agraria
El capitalismo fue ampliando desde el inicio de esta crisis un sistema de saqueo, donde la
reproducción de las fuerzas productivas ha quedado subordinada a la lógica del
parasitismo especulativo. Los activos financieros y los instrumentos derivados, aparecen
dotados de una enorme capacidad de multiplicación y diversificación con un potencial
económico enorme que supera las posibilidades de invertir en la producción, el transporte
o en la comercialización de bienes y servicios. Estos activos financieros continúan
operando desde los países centrales, pero sus actividades se refugian subsidiariamente en
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los paraísos fiscales, (Islas Caimán, Bahamas, Panamá, Mónaco, Islas Vírgenes, Suiza, entre
otros etcéteras) por la seguridad y confiabilidad que brindan estos destinos ante los
vaivenes de la economía mundial. Precisamente, desde los noventa, los movimientos de
capital habían recobrado un grado de libertad similar al existente durante los años veinte.
Un claro ejemplo de lo manifestado, es la política de dinero barato y prácticamente sin
intereses que llevan adelante los bancos centrales de los EE.UU, Europa y Japón, para los
préstamos que se otorgan entre estos países, con tasas entre el 0% y el 0.25%. Estas
instituciones no encuentran mejores alternativas de inversión que impulsar las tasas de
ganancias ficticias, incrementando los flujos de dinero a través de los intermediarios o
facilitadores y promover la multiplicación de las guaridas fiscales que son amparadas por
los intermediarios, los asesores legales y por los propios bancos.
De manera que los EE.UU continúan abasteciendo de dólares sin respaldo al mundo, lo
que ha permitido frenar en parte la recesión y apuntalar su sistema bancario, si bien fue
necesario que la FED inyectaron dinero, durante los primeros años posteriores a la crisis, a
través de la compra de bonos y acciones a razón de us$ 85000 millones mensuales, que
implicó un 10% del PBI. Esta situación fue alertada por quienes suponían, que esta enorme
emisión monetaria puede llevar a la creación de una nueva burbuja con las acciones de las
empresas de tecnología de punta, llamado el efecto riqueza en el mercado bursátil.
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deuda como capital–dinero, a pesar de su declinante hegemonía, mientras el crédito
continúa ampliándose y las deudas se incrementan sin fin.
Los EE.UU, a través de diversas acciones como los conflictos de baja intensidad, las altas
tasas de interés aplicadas a la periferia y la concentración creciente de los capitales, tratan
de mantener las ventajas derivadas de su posición hegemónica. Pero esta se encuentra
amenazada por el lento y selectivo progreso técnico, la erosión de la productividad, el
limitado crecimiento y el avance de algunas potencias asiáticas, donde la presencia de
China en los mercados mundiales, actúan como fuerza de reserva del capitalismo,
expandiendo la zona de explotación del capital internacional a través de la proletarización
masiva de su abundante mano de obra disciplinada y de bajo costo.
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población. La banca española ha desahuciado a más de 500.000 familias trabajadoras,
desde 2008, según la denuncia de Amnistía Internacional.
De manera que con el discurso dominante actual, se asiste a un enfrentamiento cada vez
más intenso entre los distintos sectores monopólicos, que se inclinan por gestionar o
contener la crisis sin resolverla. La profundización de la globalización ha significado el fin
del orden internacional de la posguerra. Se desestabilizó la economía mundial y se
implementaron políticas que representan una forma de ruptura de los mecanismos
económicos básicos. Las políticas de ajuste no se encuentran centradas en la búsqueda de
soluciones que permitan recomponer la tasa de crecimiento, absorber la mano de obra
excedente, evitar la desintegración de los estados nacionales y recuperar sus capacidades
soberanas.
En las últimas elecciones y por primera vez en la historia de la UE, un nítido arco gris hizo
su aparición en el Parlamento europeo a través de la irrupción de movimientos de extrema
derecha, eurofóbicos, euroescépticos o populistas. En suma, las extremas derechas del
viejo continente ganaron una enorme legitimidad, especialmente en el este de Europa,
donde la abstención electoral alcanzó porcentajes contundentes. Sumada esta situación a
los varios fracasos en la Ronda de Doha, hizo que la UE diera marcha atrás con el
multiletarismo, comenzando a elaborar una red de amplios acuerdos bilaterales y
regionales. Estos acuerdos son dirigidos hacia los países periféricos y también hacia países
industrializados como Japón, Canadá y los EE.UU. Su política comercial ha pasado así, a
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ser un instrumento de ofensiva que le permitiría exportar sus productos a un enorme
mercado transatlántico.
De cualquier forma, por el sesgo recesivo que caracteriza el actual contexto económico
internacional, que impide que tanto el comercio internacional como la producción
recuperen el dinamismo que exhibían previamente al estallido de la crisis de 2008 y 2009,
los países centrales tratan de imponer estos acuerdos comerciales que redundarán
exclusivamente en su propio beneficio.
La fase expansiva del capitalismo mundial parece estar extinguida y la crisis expresa la
contradicción fundamental del capitalismo en el período de la globalización, con la
propagación sin precedentes del capital financiero bajo la débil hegemonía de los EE.UU.
La preeminencia económica de los EE.UU, está disminuyendo a una velocidad
considerable por el endeudamiento creciente, una financierización salvaje y la
competencia mundial de China. Pero la economía China se encuentra afectada también
por una desaceleración del mercado inmobiliario y el colapso del mercado accionario,
donde la Bolsa de Shanghai perdió casi un tercio de su valor en unas pocas semanas.
Asimismo, la debilidad de la demanda interna y externa, ha dejado a este país con su peor
desempeño económico en los últimos veinticinco años.
En este sentido las políticas de los sectores neoliberales, tanto en los EE.UU como en
Europa, convergen en un llamado a la competitividad, que incluye un intento de reducir
aún más el costo del trabajo. Estas derechas continuarán actuando en estrecha
colaboración, atravesada por rivalidades, sin que surja un nuevo modelo de acumulación
que permita a las clases dominantes superar este largo período de crisis.
Este período está marcado además, por el formidable endeudamiento, el alto desempleo
en los países europeos, el desmantelamiento de la protección social, por el llamado
mercado laboral flexible, los flujos migratorios, la preeminencia del capital ficticio y la fuga
de capitales hacia los paraísos fiscales. Las actividades ilícitas, como la corrupción, el
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lavado de dinero, la violencia ciudadana, el comercio ilegal de drogas y órganos humanos
y el deterioro del medio ambiente, completan este panorama.
La corrupción como eje central del sistema, tiene una clara manifestación cuando los
mismos políticos que legislan y gobiernan defendiendo los intereses de los grandes
capitalistas, una vez finalizados sus mandatos, pasan a ejercer un rol de asesores al servicio
de esas corporaciones. Estos traslados son el símbolo de las llamadas puertas giratorias y
resulta completamente ilusorio pretender controlarlos con nuevas regulaciones, como
proponen algunos sectores de la socialdemocracia europea. La corrupción es un problema
antiguo y universal, si bien ha crecido exponencialmente durante este período de crisis. El
proceso de degradación del sistema tuvo su eje inicialmente en los países centrales, para
expandirse con posterioridad a nivel mundial. Como consecuencia de la crisis, se agravó la
euforia especulativa que dio lugar al crecimiento de las deudas públicas, la aparición de
los instrumentos derivados, la liberalización de los mercados y la transferencia de ingresos
públicos hacia los grandes agentes económicos También se hicieron presente el incremento
de los gastos militares, la manipulación política de los organismos internacionales de
crédito, la caída o el estancamiento de los salarios y la ofensiva desestabilizante hacia la
periferia. Asimismo, la globalización neoliberal eliminó las barreras que regulaban los
movimientos de capitales. Estas barreras habían sido consideradas previamente, como los
requisitos básicos para el manejo de las políticas macroeconómicas. Pero con el marco de
la crisis actual, se desarrolló un mercado mundial con una gran acumulación de capital
ficticio y la consiguiente hipertrofia de los intercambios financieros, que fue más allá de la
eliminación de las barreras regulatorias.
Las contradicciones no resueltas del sistema capitalista, que no logra desarrollar nuevos
patrones de acumulación, se reflejan en la crisis planetaria de larga duración que amenaza
seriamente la supervivencia de la humanidad. En tanto los sectores subalternos no
cuestionen las relaciones de explotación capitalista, la crisis no solo perdurará sino que
estará destinada a repetirse, siempre en perjuicio de los trabajadores. Según la OIT, hay
más de 1200 millones de desocupados en el mundo y más del 50% de la población
económicamente activa se encuentra subempleada o trabaja precariamente realizando
además multiplicidad de tareas.
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cooperación y la cultura, permitiendo enfrentar, sin caer en un maximalismo abstracto, la
opresión política que existe con el marco de la democracia formal, la contaminación visual,
el clientelismo, la enajenación mediático–cultural y la irrelevancia decisoria del voto
ciudadano, al que Engels denominó “instrumento de dominación de la burguesía” pero
que sin embargo, debe seguir siendo parte de la acción de los partidos políticos que
representan los intereses de los trabajadores.
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dueño de su propia política y el dueño de su proyecto político. De esta forma, “podrá
organizar para el nuevo régimen económico a todas las masas trabajadoras y explotadas”
(Lenin). En este sentido, es fundamental que los trabajadores logren desarrollar su
conciencia crítica, creando las condiciones para luchar por el poder. Esta posibilidad
dependerá también de su capacidad para actuar políticamente, componiendo espacios
formativos dentro de un amplio abanico de actividades, que permitan la sistematización
de los métodos de organización de base.
Con el desarrollo de la conciencia crítica de los asalariados, se podrá sostener una lucha
estratégica con un contenido clasista y antiimperialista. Si bien esta lucha no tiene un final
anunciado, ya que como decía Gramsci, solo se puede prever la lucha y no sus resultados,
es imprescindible que la creatividad de las masas pueda acometer su propia emancipación
con los pueblos gobernando y decidiendo sobre su destino. En definitiva, el futuro de la
humanidad dependerá de las luchas que lleven adelante los sectores subalternos para
lograr su liberación, más allá del capitalismo.
Notas
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[5] Tax Justice Network estimó que hay entre 21 y 32 mil millones de dólares depositados
en los paraísos fiscales. En realidad, los derivados no son utilizados para la inversión
en la economía reproductiva o en la formación de capital, sino que son instrumentos
creados para la cobertura de riesgos de negocios o para especular con las variaciones de
las cotizaciones de los precios de otros referentes económicos.
[6] Mézáros Itsván. La Teoría Económica y la Política más allá del Capital.
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Fuente: http://www.herramienta.com.ar/herramienta-web-18/la-crisis-mundial-
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