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Empero, aun cuando este sistema dominante a su conveniencia incluye a las mujeres
en el campo artístico musical en el que sin querer refuerzan la cultura del machismo, sigue
prevaleciendo la presencia del hombre en la interpretación de la música, tal es el caso que
nos ocupa, precisamente en los géneros como el reggaetón, la bachata, el bolero y la
rancheras, siendo específicamente en estos dos últimos donde el contenido generalmente se
presenta como positivo, mostrando un problema o denunciando casos, a lo que pudiera
llamarse muy sublimes, y otros de aspecto negativo, proyectando estereotipos que sitúan al
hombre y a la mujer en posiciones sociales distintas llegando inclusive a justificar la
aparición de violencia contra la mujer, sin menospreciar la influencia del reggaetón y la
bachata que potencia el contenido sexual negativo, es decir, muestra a la mujer como un
objeto meramente de complacencia sexual.
Así las cosas, en contravención a los excesos del sistema, si bien, la intención no es
satanizar ningún género musical, ningún artista o alguna costumbre en particular, es
imperante la implementación de propuestas que aborden desde los mecanismos de cómo
identificar la conducta agresora en los distintos contextos de la vida hasta erradicarla de la
sociedad o aproximarse a ser visibilizada y respetada, siendo necesario desaprender,
aprender y reeducarse en nuevos valores cimentados en la igualdad, el respeto y el amor
con la prestancia debida al género femenino sin olvidar en el proceso a los hombres que
desde su nacimiento han asumido la conducta de maltrato como correcta, aceptada,
legitimada, toda vez que hasta la lucha histórica por los derechos de las mujeres resulta para
el patriarcado una actitud contraria merecedora de severas consecuencias, por lo tanto, ha
de sensibilizarse frecuentemente a un grueso del colectivo.
Ahora bien, volviendo al tema de estudio, se desprende que aun cuando las mujeres
han alcanzado significativos avances en pro de los derechos por la igualdad, la inclusión y
en el tratamiento para la eliminación de toda forma de violencia, no podemos subestimar
los tentáculos del sistema dominador por excelencia que precisamente en la nueva era de la
música, de manera disfrazada lanza al mercando el producto “supermujer” en donde ésta
aparenta mantener el control y el poder sobre el sexo opuestos, pero que además, usa como
herramienta la tecnología para conquistar el sentido de la vista e influir con mayor ahínco
en la memoria cuyo resultado ha sido el efecto impactante en los y las receptoras, que da
una sensación de nuevos tiempos, donde las mujeres ya no necesitan de políticas públicas
que las defiendan, ni leyes que aseguren sus derechos, ni campañas para prevenir la
violencia de género.