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VIOLENCIA DE GÉNERO EN LA MÚSICA

“Es extraordinario lo potente que es la mala música”


Frase del actor y compositor inglés Noel Coward

La música, es un producto cultural y un fenómeno social que surge como una


herramienta de festividad, como un expresión a utilizar y un medio de comunicación que
tiene efecto estimulante o sedante dependiendo del tipo de canción y del individuo que la
escuche y puede provocar resultados inspiradores o fortalecer el pensamiento, cambios en
el pulso cardiaco y la respiración, inclusive suscitar emociones de tristeza o alegría.
Aristóteles enseña que "la música imita directamente, es decir, representa las pasiones o
estados del alma como el enojo, valor, templanza, y sus opuestos y otras cualidades, de lo
que se puede inferir que cuando se escucha música se copia cierta pasión.

En la actualidad, nuestra sociedad ha legitimado un conjunto de géneros musicales y


artistas, que a través de sus “creaciones” incentivan la utilización de la imagen de las
mujeres como objetos sexuales, a expresiones de violencia hacia ellas, otros hombres o
personas de orientación sexual distinta, paradójicamente multipremiados por sus propuestas
de antivalores denotando subliminalmente el predominante sistema patriarcal. Al respecto,
el experto en Ciencias Históricas, Dr. Julio César González Pagés, asistente de la Facultad
de Filosofía e Historia de la Universidad de la Habana y expresidente de la Comisión
Género y Paz de la ONG, Movimiento Cubano por la Paz, ha comentado lo siguiente: (…)
“los temas alrededor de la música se convirtieron en los últimos años en agentes
socializadores por excelencia de los hombres junto a los de sexualidad, hombres que
desgraciadamente asumen como modelo de masculinidad el hegemónico, basado en la
utilización de la violencia como recurso para mantener el poder, de colocar a las mujeres
como meros objetos sexuales y subordinadas (…)”.

Entre tanto, el sistema patriarcal ha concebido nuevas estrategias de supervivencia


para el mantenimiento del estatus existente durante siglos, entre ellas, una forma de
desacreditar las detracciones hacia la música que sitúa a las mujeres como objetos sexuales
y en posiciones tradicionales de subordinación, colocándolas en posiciones hegemónicas,
supuestamente esto visualizaría un “empoderamiento” o “liberación” de las mujeres del
yugo hegemónico masculino e inclinación en la balanza de la igualdad de género, nada más
inseguro y fútil.

Empero, aun cuando este sistema dominante a su conveniencia incluye a las mujeres
en el campo artístico musical en el que sin querer refuerzan la cultura del machismo, sigue
prevaleciendo la presencia del hombre en la interpretación de la música, tal es el caso que
nos ocupa, precisamente en los géneros como el reggaetón, la bachata, el bolero y la
rancheras, siendo específicamente en estos dos últimos donde el contenido generalmente se
presenta como positivo, mostrando un problema o denunciando casos, a lo que pudiera
llamarse muy sublimes, y otros de aspecto negativo, proyectando estereotipos que sitúan al
hombre y a la mujer en posiciones sociales distintas llegando inclusive a justificar la
aparición de violencia contra la mujer, sin menospreciar la influencia del reggaetón y la
bachata que potencia el contenido sexual negativo, es decir, muestra a la mujer como un
objeto meramente de complacencia sexual.

Así por ejemplo, a manera de ilustración tenemos que autores reconocidos de la


música ranchera de la talla del Sr. Alejandro Fernández, compone e interpreta temas como
“mátalas”, que incita al feminicidio en la estrofa siguiente:

“voy a darte un buen consejo


si quieres disfrutar de sus placeres
consigue una pistola si es que quieres
o cómprate una daga si prefieres
y vuélvete asesino de mujeres”.

Igualmente, en la música boleros, observamos al cantante Agustín Lara con su tema,


arráncame la vida, en cuya fragmento se lee: “Arráncala, toma mi corazón, arráncame la
vida”, de donde se puede inferir la posición de sumisión de la mujer presta y sometida a la
voluntad del hombre, vale decir, en una posición de objeto.

Sin embargo, estos temas musicales tradicionales no alcanzan la popularidad de la


onda civilizada o la onda del siglo de la modernidad, la ciencia y los avances y de la disco
donde el baile que acompaña el género musical gana espacios, llegando a considerarse
deportes dignos de competencias internacionales, vale citar, el twerking, el trap, la bachata
y el reggaetón. En el caso de la bachata, grupos musicales como “aventura”, promueven
canciones como “soy hombre”, que sin duda alguna, refuerza el machismo desde la
perspectiva de arrogancia y, el reggaetón que eleva el prototipo de mujer impuesto por el
sistema de control así como la promiscuidad, además de estimular la degradación de las
féminas y fomentar la comisión de hechos punibles y sexista como el contenido de la
canción “contra la pared” de Jiggy Drama del que textualmente se extrae: “si sigues en esa
actitud voy a violarte, hey
así que no te pongas alsadita”.

Así las cosas, en contravención a los excesos del sistema, si bien, la intención no es
satanizar ningún género musical, ningún artista o alguna costumbre en particular, es
imperante la implementación de propuestas que aborden desde los mecanismos de cómo
identificar la conducta agresora en los distintos contextos de la vida hasta erradicarla de la
sociedad o aproximarse a ser visibilizada y respetada, siendo necesario desaprender,
aprender y reeducarse en nuevos valores cimentados en la igualdad, el respeto y el amor
con la prestancia debida al género femenino sin olvidar en el proceso a los hombres que
desde su nacimiento han asumido la conducta de maltrato como correcta, aceptada,
legitimada, toda vez que hasta la lucha histórica por los derechos de las mujeres resulta para
el patriarcado una actitud contraria merecedora de severas consecuencias, por lo tanto, ha
de sensibilizarse frecuentemente a un grueso del colectivo.

En este orden de ideas, una vez descubierta la violencia reproducida directa o


indirectamente en los géneros musicales que durante siglos han formado parte de nuestra
existencia, como canciones, bailes y estrofas que sin percatarnos han incidido en el
comportamiento de la humanidad, es propicia la ocasión para presentar como propuestas, la
promoción de una cultura de paz e igualdad de género que implica la construcción de
una cultura que fomente los derechos de las humanas y la no discriminación, así como la
solidaridad con una importante función pedagógica, de sensibilización y de propuesta; un
instrumento legal que vete el contenido de violencia de género en la música, ya que el
pueblo legislador desde sus bases organizadas o el mismo poder legislativo tiene la facultad
de sancionar normas legales para restringir la carga artística que vulnere a las féminas;
supervisión constante de los adultos hacia los niños, niñas y adolescentes en relación a
los que escuchan o ven, toda vez, que la familia no es solo la base de la sociedad sino
corresponsable del desarrollo y crecimiento económico de un país y constituye un bien
tutelado por el Estado venezolano y, la articulación del Tribunal Supremo de Justicia y
el Ministerio del Poder Popular para la Educación en la prevención y radicación de la
violencia a través de la implementación de talleres, jornadas y conversatorios, puesto
que el futuro depende de los niños, niñas y adolescentes que preparemos y en este momento
son altamente contaminados por los vicios de la modernidad, entre los que se destacan la
música, el internet y otros; sin embargo, para el éxito de las propuestas a desarrollar en otro
momento, es sine qua non el control y seguimiento de las políticas públicas que implica la
participación activa del pueblo ya que hasta ahora no hay protagonismo alguno en lo que
respecta a las bases. Cabe destacar que éstas tributan con la constitución patria, las leyes del
poder popular y por supuesto en el articulado de la Ley del Derecho de las Mujeres a Una
Vida Libre de Violencia, y no menos importante con el Plan de la Patria 2013 – 2019.

Ahora bien, volviendo al tema de estudio, se desprende que aun cuando las mujeres
han alcanzado significativos avances en pro de los derechos por la igualdad, la inclusión y
en el tratamiento para la eliminación de toda forma de violencia, no podemos subestimar
los tentáculos del sistema dominador por excelencia que precisamente en la nueva era de la
música, de manera disfrazada lanza al mercando el producto “supermujer” en donde ésta
aparenta mantener el control y el poder sobre el sexo opuestos, pero que además, usa como
herramienta la tecnología para conquistar el sentido de la vista e influir con mayor ahínco
en la memoria cuyo resultado ha sido el efecto impactante en los y las receptoras, que da
una sensación de nuevos tiempos, donde las mujeres ya no necesitan de políticas públicas
que las defiendan, ni leyes que aseguren sus derechos, ni campañas para prevenir la
violencia de género.

El corolario, la música trasciende a un simple compuesto artístico ya que al


escucharla se tendrá una percepción en base a los patrones culturales repetidos que nos
marca nuestra estructura social en cada momento. La repetición de un ritmo o temática es
algo esperado por nuestro oído musical cuando le exponemos a las canciones, ya que ahí se
pretende conseguir un sentimiento de identidad entre el tipo de sociedad de la que trata el
intérprete en su obra y el público que finalmente la recibe. Finalmente, el carácter poético
de las interpretaciones permite que en la experiencia cotidiana puedan ser usadas como
guías de orientación para las relaciones interpersonales y sociales, configurando
mecanismos de educación muy efectivos o facilitando la creación de estereotipos, es así
como, la música y agente de socialización, tiene el poder para la construcción social de
identidades y estilos culturales e individuales, por eso, no podemos dejar pasar por alto que
al escuchar y repetir canciones que vulneran los derechos de las mujeres conllevamos a
prolongar su erradicación, siendo necesario aprender a identificar las distintas formas de
violencia, reflexionar, analizar, interiorizar y mantenerse activas en la difusión de los
derechos y definitivamente ser pioneras desde nuestros espacios, en la lucha por los
derechos alcanzados y por alcanzar.

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