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INTRODUCCIÓN
En su filosofía, Platón hace una distinción importante entre dos mundos muy diferentes: el
mundo sensible que comprende todo lo relacionado con la sensibilidad humana, es decir, se
trata de aquel conocimiento adquirido de lo que podemos percibir a través de nuestros
sentidos, ya sea las sombras/reflejos de los objetos o su forma material; un conocimiento
basado puramente en las experiencias. Por otra parte, se encuentra el mundo inteligible,
también conocido como “mundo de las ideas”, es un plano superior donde habita lo divino y
del cual provienen todas las ideas (esencia de los objetos), incluyendo al hombre mismo que
era una idea antes de pasar al mundo físico y obtener un cuerpo. Sostiene que el conocimiento
se obtiene a través de estudios científicos, matemáticos y comprobables que se rigen por la
razón pura.
De este modo, el conocimiento empírico de la opinión (Doxa) dada por artistas sin ningún
fundamento científico, más que de la experiencia de lo que se percibe, son solo conjeturas
(Eukasia) y creencias (Pistis) en la filosofía platónica y para muchos otros filósofos de ese
tiempo; es decir, que el conocimiento basado en la sensibilidad y en el arte no merecía ser
llamado como tal.
Platón concibió el arte como un mero oficio practicado por artistas/artesanos y cuyo único
propósito era imitar fielmente lo que se ve en la naturaleza y las cosas, lo cual podemos
evidenciar en su obra La República compuesta por diez libros con diálogos entre Sócrates y
otros personajes de la Grecia antigua. En el libro 10, La Imitación, se dice que hay tres grados
en el objeto: la idea en si del objeto, su forma material creada por el ebanista (poniendo como
ejemplo una mesa) y la representación que hace el pintor. La imitación es solo una copia de
lo natural; por tanto, el pintor representa lo que ve en la naturaleza y los objetos creados por
el hombre, tal como son o lo que parecen, pero sin tener opinión ni conocimiento real de lo
que pinta. Sucede algo muy parecido en la poesía imitativa que se canta, la voz imita la
experiencia y se basa en los sonidos de la naturaleza. Lo que se preste a la imitación es de
carácter insensible y los artistas con sus obras despiertan la parte emocional del alma que,
para Platón, es perjudicial para la parte racional y nada tiene que ver con su ideal del bien (la
razón).
También es importante destacar que, en base a todo lo que Platón había percibido del arte y
de la naturaleza en general, expuso sus propias concepciones acerca de lo bello y la belleza
a través de sus tres diálogos principales: Hipias mayor, El Fedro y El Banquete, explicando
que lo bello se encuentra en la naturaleza, es decir, lo que ya existe antes que los objetos
creados por el hombre y que lo bello también es la manifestación del bien y del amor.
En Hipias Mayor, cuyos personajes son Sócrates y Hipias de Élide, se explica que lo bello
reside en que lo adecuado para una cosa la hace bella, también en la utilidad y finalidad de
un objeto; o bien, en el placer y satisfacción producida de lo que percibimos solo a través del
oído de la vista, descartando otros placeres como la comida, la bebida y otros. Mientras que,
en el Fedro, diálogo entre Sócrates y Fedro, se menciona el origen del hombre en el mundo
de las ideas o plano superior divino, cuya alma es inmortal y que recuperará sus alas una vez
que se consagre con la sabiduría. De hecho, se plantea una jerarquía del destino de las almas
en donde los filósofos aparecen en el primer lugar, mientras que los poetas, artistas y
artesanos están mucho más abajo lo que es evidencia de la superioridad del conocimiento
filosófico-racional por encima del empírico (al menos para Platón).
Para llegar a tal grado de conocimiento y la esencia de la belleza, el hombre se guía del amor
por las cosas bellas. En este diálogo se concibe el amor como algo bueno, un delirio inspirado
por los dioses que ayuda al hombre fortalecer su carácter, a luchar contra los impulsos
irracionales (pasiones sensuales, violencia, agresividad) que tratan de desviarlo de su camino
y enseñar a sus seres amados a obrar de la misma forma (bien) con el objetivo llegar a esa
belleza ideal, perfecta, y volver al plano divino o mundo de las ideas que abandonó hace
mucho tiempo.
Ya en su último diálogo, El Banquete, Platón continúa hablando acerca del amor como un
camino hacía el conocimiento y también hacía la perfección, la belleza ideal, que el hombre
tanto anhela conseguir. No he leído este diálogo como tal, pero si algunas cosas que se dicen
sobre el mismo: se explica que el hombre debe escalar diferentes niveles de belleza o amor,
pasando antes por la belleza física (amor de los cuerpos y las formas) y luego por la belleza
espiritual (amor de las acciones, la virtud y el intelecto) antes de llegar a la belleza ideal o
esencia.
De allí surge su teoría del “amor platónico” que actualmente se concibe como un amor no
correspondido, pero quien haya leído los diálogos de Platón sabrá lo que verdaderamente
significa ese término. El filósofo trató varios temas como lo bello, la belleza, el bien, la
espiritualidad y el conocimiento con relación al amor desde su perspectiva, no únicamente el
amor pasional entre amantes o la amistad; es mucho más complejo que eso. Y aunque las
teorías estéticas de la actualidad sean muy diferentes a lo que Platón propuso, lo cierto es que
su pensamiento nos abrió las puertas hacía muchas áreas del conocimiento y el pensar
racional para entender el mundo que nos rodea. La investigación empírica, que tanto eludía
el filósofo por obvias razones, también juega un papel importante hoy en día para fortalecer
ese conocimiento (sobre todo en las artes). Tanto la razón como la sensibilidad (teoría-praxis)
son necesarias en ese proceso, ninguna es más prescindible que la otra.
BIBLIOGRAFIA
-González Silva, Pedro (S.f)- De la Mimesis al Realismo y más allá- [Documento en Línea]-
Caracas, Venezuela. Consultado el 18 de octubre de 2018. Disponible en:
https://drive.google.com/open?id=0B6_H3MqM5neGd1kzWXJ0eUQxRTQ