You are on page 1of 122

Enfermedad mental y personalidad

Paidós Studio

Últimos títulos publicados:

111. M. Douglas - La aceptabilidad del riesgo en las ciencias sociales


112. H.-G. Gadamer - El inicio de la filosofía occidental
113. E. W. Said- Representaciones del intelectual
114. E. A. Havelock- La musa aprende a escribir
115. C. F. Heredero y A. Santamarina- El cine negro
116. B. Waldenfels- De Husserl a Derrida
117. H. Putnam- La herencia del pragmatismo
118. T. Maldonado- ¿Qué es un intelectual?
119. E. Roudinesco y otros- Pensar la locura
120. G. Marramao- Cielo y Tierra
121. G. Vattimo - Creer que se cree
122. J. Derrida - Aporías
123. N. Luhmann- Observaciones de la modernidad
124. A. Quintana- El cine italiano. 1942-1961
125. P. L. Berger y T. Luckmann-Modernidad, pluralismo y crisis de sentido
126. H.-G. Gadamer- Mito y razón
127. H.-G. Gadamer- Arte y verdad de la palabra
128. F. J. Bruno- Diccionario de términos psicológicos fundamentales
129. M. Maffesoli - Elogio de la razón sensible
130. C. Jamme- Introducción a la filosofía del mito
131. R. Espósito- El origen de la política
132. E. Riambau- El cine francés, 1958-1998
133. R. Aron - Introducción a la filosofía política
134. A. Elena - Los cines periféricos
135. T. Eagleton- La función de la crítica
136. A. Kenny - La metafísica de la mente
137. A. Viola (comp.)- Antropología del desarrollo
138. C. Cavell- La mente psicoanalítica
139. P. Barker (comp.)- Vivir como iguales
140. S. Shapin- La revolución científica
141. J. Searle- El m1sterio de la conciencia
142. R. Malina y D. Ranz- La idea del cosmos
143. U. Beck - La democracia y sus enemigos
144. R. Freixas y J. Bassa - El sexo en el cine y el cine de sexo
145. M. Horkheimer- Autoridad y familia y otros escritos
146. A. Beltrán- Ciencia y religión
147. H.-G. Gadamer- El inicio de la sabiduría
148. R. A. Spitz- No y si
149. J. Gémez y R. Flecha- Teoría sociológica contemporánea
150. G. Baumann - El enigma multicultural
151. E. Morin- Los siete saberes necesarios para la educación del futuro
152. O. Marquard, Filosofía de la compensación
153. C. Geertz- Reflexiones antropológicas sobre temas filosóficos
154. Z. Bauman- La cultura como praxis
155. M. Canto-Sperber- La inqwetud moral y la vida humana
Michel Foucault

Enfermedad mental
y personalidad
Título or�gínal. Malad1e menta/e et personnai!Té

Publicado en francés por Presses Un1verstta1rcs ele h <JrlU? Pmís

Traducción de Emma Kestclbo11n

Cubierta de Mar1o Eskenazr y Pablo Martín

Quedan r¡guros;o¡rnerllc oroh101da�; lit''' ,)¡;


s�wc1ores es�ah,euc_:bs er", las
o procecJ,�nerto cnr'IOCAnrj""'s
l.OJemolares ele Al la

© by Presses Universrtarres de France. París


© 1984 de todas las ed1ciones en castellano.
Ed1crones Pa1dós lbérrca , S. A . .
Mar�ano Cubí, 92- 08021 Barcelona
y Edrtorral Pardós SAICF
Defensa. 599 - Buenos Arres
http //www.pa1dos corn

ISBN 84-7509-306-X
Depósrto legal B 19 � 16/2002

Impreso en ErJ1m, S.C.C L


Bada¡oz. 145 - OSO 18 Barcelona

Impreso en Espana- Pr1nted rn Sparn


1 N D 1 CE

Introducción, 9

l. Medicina mental y medicina orgánica, 11


La abstracción, 20
Lo normál y lo patológico, 21
El enfermo y el medio, 23

Primera parte
LAS DIMENSIONES PSICOLOGICAS
DE LA ENFERMEDAD

11. La enfermedad y la evolución, 29


111. La enfermedad y la historia individual, 46
IV. La enfermedad y la existencia, 63

Segunda parte
LAS CONDICIONES DE LA ENFERMEDAD

Introducción, 83
V. El sentido histórico de la alienación mental, 88
VI. La psicología del conflicto, 103
Los núcleos patológicos, 106
La inercia patológica, 107
Los fenómenos paradojales, 108
Las reacciones de defensa, 111
Conclusión, 115

Alienación histórica y
alienación psicológica, 115
Lo normal y lo patológico, 1 17
Lo orgánico y lo psicológico, 118
La terapéutica, 120

Algunos datos de la historia de la psiquiatría, 123


INTRODUCCION

La patología mental se plantea dos problemas: ¿en


qué condiciones podemos hablar de enfermedad en el
campo psicológico? ¿Qué relaciones podemos estable­
cer entre los hechos de la patología mental y los de la
patología orgánica? Todas laslpsicopatologías¡se atienen
a estos dos problemas: las psicologías de la heteroge­
neidad se niegan como Blondel, a entender en términos
de psicología normal las estructuras de la conciencia
mórbida; y por el contrario, las psicologías analíticas
o fenomenológicas tratan de comprender la inteligi­
bilidad de toda conducta, hasta de la demente, en sus
significaciones previas a la distinción de lo normal y lo
patológico. En el gran debate de la psicogénesis y de
la organogénesis se produce una división �málaga: ¿bús­
queda de la etiología orgánica después del descubri­
miento de la parálisis general, con su etiología sifilí­
tica? ¿o análisis de la causalidád psicológica a partir
de perturbaciones sin fundamento orgánico, definidas
a fines del siglo XIX como síndrome histérico?
Estos problemas tantas veces encarados, en la ac­
tualidad fastidian, y no es útil hacer resurgir los de­
bates que han provocado. Pero podemos preguntarnos
si acaso la dificultad proviene del hecho de que damos
el mismo sentido a las nociones de enfermedad, sín-
10

toma y etiología en patología mental y en patología


orgán1ca. Si definir la e n ferm ed ad y la salud psicoló­
gicas resulta tan difícil, ¿ n o será porque nos esforza­
mos en vano en aplicarles masivamente los conceptos
dest i nados a la medicina somática? La dificultad de
encontrar la unidad de las perturbaciones orgá nicas
-
y de l as alteraci ones de la personalidad, ¿no proven drá
de que les atribuimos una causalidad del mismo tipo?
Por enci ma de la patol ogía mental y de la patolog ía
orgán ica hay u na patolog ía general y abstracta que do­
mina a las d os y les i mpone com o elemen tos prev i os
l os m ismos conceptos, y l es i n d ica l os m i smos métodos
como postu lad os. Queremos demostrar q u e la ra íz
de la pato l og ía mental no debe estar en una espec u l a­
ción sobre cierta "metapato l ogía", sino só l o en una
reflex i ón sobre el h ombre m i sm o.
De todos modos, es necesario un ráp ido balance
para recordar cómo se han constituido todas l as psico­
patolog ías trad ici onales o recientes, y para dem ostrar
cuáles son l os p ostu lad os de l os que d ebe liberarse la me­
dicina menta l para llegar a ser rigu rosamen te cient ífica.
CAPITULO 1

MEDICINA MENTAL Y MEDICINA


ORGANICA

La patolog ía general de la cual acabamos de hab l a r


se h a desa rroll ad o en dos etapas p r i n c i pales.
La med i c i na menta l , del m ismo modo que la med i­
c i na orgán ica, ha intentado p r i m eramente desci fra r la
esencia de la en fermedad l ogrando u n ag rupa m i ento
coherente de l os signos que la hacen ev id ente. Se creó
u na sin tomatologla en la que se destacan las corre­
laciones constantes, o so lamente frecuentes, entre tal
t i po de en fermedad y tal man i festación 111nrb ida: la a l u ­
ci nac i ón auditiva, sintoma de tal estructura dP-Iirante:
la con fusiÓ n menta l , Signo de tal forma demenc ial.
Creó tam b ién u na nosografla en la que son ana l izadas
las formas m ismas de la enfermedad; desc r i be las tases
de su evol ución y las variantes QUe se pueden presen­
tar : tendremos enfermedades agudas o crón1cas, des­
cri b i remos las man i festac iones ep isód icas, las alternan­
c ias de l os sínto mas y su evol ución en el cu rso de la
en fermedad.
Puede resultar de u t i l idad esq u ematizar estas des­
cripc i ones c l ási cas no sólo a t ítu l o de eje m p l o , sino
para fijar el sentido originario de térm i n os cl ásicamen­
te empleados. To maremos de l os trabajos del com ien­
zo de este siglo algu nas desc r i pc iones cuyo arca ísmo n o
debe hacernos olvidar que han s i d o p u ntos de partida .
12 MICHEL FOUCAULT

Oupré definía fa histeria de este modo: "Estado


er el cual el poder de la imaginación y de la sugestibi­
fidad, unido a una especial sinergra del cuerpo y del
espíritu que he denominado psicoplasticidad, lleva a
la simulación más o menos voluntaria de síndromes
patológicos, a la organización mitoplástica de pertur­
baciones funcionales imposibles de distinguir de las de
los simuladores" 1 Esta definición clásica designa, por
o

lo tanto, como los mayores síntomas de la histeria,


la sugestibilidad y IQ aparición ဠpertu.!bac.íones tales
como la parálisis, la anestesia, la anorexia, que en este­
caso no tienen fundamento runcional sino un origen
exclusivamente psicológicoo
La psicastenia fue caracterizada en los trabajos de
Janet como el agotamiento nervioso con estigmas or­
gánicos (astenia muscular. perturbaciones gastrointes­
tinales, cefaleas); una astenia mental (fatigabilidad.
impotencia ante el esfuerzo, angustia ante el obstáculo,
rlifícil mserción en la realidad y el presente: es lo que
Janet !rain aba "pérdida de la función de lo real"); y
finalmente perturbaciones de la emotividad (tristeza,
inquietud; ansiedad paroxística).
Las obsesiones: ''sobre un estado mental habitual
de indecisión, de duda y de inquietud, aparecen en
forma de accesos paroxísticos intermitentes distintas
obsesiones-impulsos" 2 La fobia, caracterizada por cri­
o

sis de angustia paroxística frente a determinados objetos


(en la agorafobia en los espacios vacíos), se distingue de
la neurosis obsesiva en la que son notorias, sobre todo,

1 Dupré, La constitution émotive ( 1 91 1 ).


2 Del mas, La pratique psychiatrique ( 1929) o
MEDICINA MENTAL Y MEDICINA ORGANICA 13

las defensas que el enfermo erige contra su dngustia (pre­


cauciones rituales, gestos propiciatorios).
Manía y depresión: Magnan denominó "locura inter­
mitente" a esta forma patológica en la cual alternan en
intervalos más o menos largos dos síndromes opuestos:
el síndrome maníaco y el depresivo. El primero compor­
ta la agitación motora, un humor eufórico o colérico.,
-
una exattación psíquica caracterlzada por raverb_orragia ..

Tá. rapme las asociaci m;s y _la fuga de las ideas. La


depresión, por el contrario, se presenta como una iner­
cia motriz sobre un humDL.t!is.te y u�n retardQ ps(g!.JiW.
L�@Í.a-'i--l.a....!ie�jón se__p��sen_��n_ r veces. aisladas,
pero más f�entemente están ligadas por urt sisteffia-·
�ema¡Jgas regular o:irr.eg.ular de! g_yg Gi�rt_::_Ballet
señaló diferentes perWes 3.
La paranoia: sobre una base de exaltación apasionada
(orgullo, celos) y de h iperactividad psicológica se desarro- ,
lla un delirio sistematizado, coherente, sin alucinaciones,
que cristaliza en una unidad pseudológica de temas de
grandeza, de persecución y de reivindicación.
La psicosis alucinatoria crónica es también una psico­
sis delirante; pero este delirio está mal sistematizado, a
menudo es incoherente; los temas de grandeza terminan
por absorber a los demás en una exaltación pueril del
personaje; finalmente, está sostenido sobre todo por
alucinaciones.
La hebefrenia o psicosis de la adolescencia se define
clásicamente como una excitación intelectual y motriz
(parloteo, neologismos, juegos de palabras, amaneramien-

3 G. Ballet, "La psychose périodique". Journal de Psychologíe, 1909-1910.


14 M I C H E L FOUCAULT

to e impulsos), alucinaciones y un delirio desordenado


cuyo polimorfismo se empobrece poco a poco.
La catatonía se reconoce por el negativismo del su­
jeto (mutismo, rechazo del alimento, fenómenos llama­
dos por Kraepelin "obstáculos de la voluntad"), la suges­
tibilidad (pasividad muscular, conservación de las acti­
tudes impuestas, respuestas en eco) y por las reacciones
estereotipadas y los paroxismos impulsivos (descargas mo­
toras brutales,que parecen desbordar todas las defensas
creadas por la enfermedad).
Kraepelin observó que estas tres últimas formas patoló­
gicas, que intervienen muy tempranamente en el desarro­
llo, tienden a la demencia, es decir, a la total desorgani­
zación de la vida psicológica (el delirio se desmor.ona,
las alucinaciones dejan su sitio a un onirismo desorde­
nadg:ia-pefsñn-alidadSe hunde en la incoherencia), y
eor ello-Tas a!;frupó oa·o la común denominación de e­
tlJ.!!.ncia precoz 4. Es la misma en 1 a nosográfica que
Bleuler 5 retomó ampliándola hasta ciertas formas de
la paranoia, dándole al conjunto del nombre de-1'ésqui­
zofrenia: de un modo general la caracteriza una pertur­
bación de la normal coherencia de las asociaciones -co­
mo una f@9mentación (Spaltung) de la corriente del
pensamiento- y por una ruptura delcOntacto afec1ivo
cq_n el medio ambiente por una imposibilidad de_entrar
en com¡micación....espontánea con la vida afectiva de los
..
d�ás (autismo).
· ·

-rstos análisis tienen la misma estructura conceptual


que los de la patología orgánica: en ambos existen los

4 Kraepe l in, Lehrbuch der Psychiatrie ( 1889).


E. Bleuler, Dementia .praecox oder Gruppe der Schizophrenien, 1911.
M E D I C I NA M E N T A L Y M E D I C I NA O R G AN I CA 15

mismos métodos para redistribuir los síntomas en los


grupos patológicos y para definir las grandes entidades
mórbidas. Detrás de este método único encontramos dos
postulados que conciernen (ambos) a la naturaleza de
la enfermedad.
En primer lugar se postula que la enfermedad es una
esencia, una entidad específica señalable por los sínto­
mas que la evidencian, pero anterior a ellos, y en cierta
medida independiente de ellos; se describe una base es­
_guizofrénica oculta bajo síntomas absesiy�; se habla de
elirios disimulados; detrás de una crisis maníaca o un
episo 10 epresivo se supone la entidad de 1ma lomHa
maníaco-depresbl.a.
Junto a este prejuicio de esencia, y como para com­
pensar la abstracción que implica, hay un postulado na­
turalista que erige la enfermedad en una especie natural;
la unidad que se atribuye a cada grupo nosográfico de­
trás del polimorfismo de los síntomas sería como la uni­
dad de una especie definida por sus caracteres permanen­
tes y diversificada en subgrupos: la demencia precoz es
como una especie caracterizada por las formas últimas
de su evolución natural, y que puede presentar las varian­
tes hebefrénicas, catatóni<;:as o paranoicas.
Si ha habido, pues, paralelismo entre la patología
mental y la patología orgánica no es sólo en función de
cierta idea de la unidad humana y del paralelismo psico­
fisiológico, sino también por la presencia en ambas de
esos dos postulados concernientes a la naturaleza de la
enfermedad. Si definimos la enfermedad mental con los
mismos métodos conceptuales que la enfer �OFg á ­
Qica, si aisla��s __y�� � rE3l!!11rno�J5A_s 11TfürñaS psicológicgs
del mismo modo que los síniomas fisiológicos, es ante to-
16 MICHE L FOUCAULT

do porque consideramos la enfermedad mental u orgá­


rl)ca como una esencia natural manifestada en síntomes
específicos. Entre estas dos formas de patología no hay,
pues, unidad real, sino sólo un paralelismo abstracto lo­
grado por intermedio de esos dos postulados. Por l o tan­
to, el problema de la unidad humana y de la totalidad psi­
cosomática permanece completamente abierto.
La importancia de este problema hizo derivar fa pato­
logía hacia nuevos métodos y conceptos. La noción de la
totalidad orgánica y psicológica hace tabla rasa con los
postulados que erigen la enfermedad en entidad especí­
fica. La enfermedad como realidad independiente tiende
a borrarse, y se ha renunciado a otorgarle un papel de
una especie natural respecto de los síntomas, así como
tampoco el papel de cuerpo extraño respecto del orga­
nismo. Por el contrario, se da importancia a las reaccio­
nes globales del individuo; la enfermedad ya no se inter­
pone como una realidad autónoma entre el proceso mór-
J�_[g__o y el funcionamiento general del o_r::g a ñ!Sñl9;�
se · e como un corte abstracto sobre el devenir
�-
En el dominio de la patología orgánica, recordemos
el papel que tienen en la actualidad fas regulaciones hor­
monales y sus perturbaciones, la importaneia reconoci­
da a los centro!_vegetativos1 como la región del ter��r ven­
trículo, que gobierna esas regulaciones. Lé'riche ha insis­
tido sobre el carácter global de los proceSos=i>atofQgicDs
y sobre la necesidad de srrstit!Jir una patología celular
por una patofo í . Por su parte Sefye, al describir
·

as enfermedades de la adaptación" demostró que l a


esencia del fenómeno patológico debía ser buscada en
el conjunto de las reacc:i.Q.nes nerviosas y vegetativas
� ---- ---- -===::.--...-
MEDICINA MENTAL Y MEDICINA ORGANICA 17

que son como la respuesta global del organismo al ata­


que, al "stress" provocado por el mundo exterior.
En patología mental acordamos el mismo privilegio
a la noción de totalidad psicológica; fa enfermedad sería
la alteración intrínseca de l a personalidad, desorganiza­
ción interna de sus estructuras, progresiva desviación de
su devenir; sólo tiene sentido y realidad en el interior
de una personal idad mórbida. Los esfuerzos se dirigie­
ron entonces en el sentido de definir las en fermedades
mentales �n la amplitud de l as perturbaciones de l a
�onalidad, y se llegó a dividir l as perturbaciones ps_í- .··

guicas--en-aos grandes categorías: neurosis y psicosis. ·

1 } Las psicosis, perturbaciones de la personalidad glo­


bal, implican: una alteración del pensamiento (pensa­
miento maníaco que huye, se evade, -resbala sobre aso­
ciaciones de sonidos o juegos de palabras; pensamiento
esquizofrénico, que salta, rebota por encima de los inter­
medios y procede a- saltos o por contrnSfés); l,lDa altera:_
dón general de l a vida afectiva y_ del humor (ru¡::>tura del
_ ntacto afectivo en la esquizofrenia, coloraci On; emo­
co
cionales masivas en la manía o l a depre;ión); una pertur­
bación del control de la concteñéia dLié3not>�rvaclón
en perspectiva de los distintos puntos de vistp, f9r�
_alterada§... del sentido crítico (creencias del irantes en l a
paranoia: e l sistema de interpretaciones se anticipa a l as
pruebas de su exactitud y permanece impermeable a toda
discusión; indiferencia del paranoico a la singularidad de
su experiencia alucinatoria que tiene para él valor de
evidencia).
18 MICHE L FO UCAULT

2) En las neurosis, por el contrario, es sólo u n sector


de la personal i dad el q u e está e n fermo : ritual ismo de l os
obsesivos respecto de c iertos objetos, angustias provoca­
das por determinada situación en la neu rosi s fób ica . Pe­
ro el cu rso del pensam ie nto se conserva i ntacto en su es­
tructura, a u n en los casos en que es más lento en los psi­
castén i cos; el contacto afectivo subsiste y puede estar
au mentad o hasta la suscepti b i l i dad en l os h i stér icos; fi­
n a l mente, aunque el neurótico presenta obl iteraci ones
de conciencia como el h istér ico o i m pu lsos i ncoerc i b les
como el obsesivo, conserva la l u c idez cr ítica respecto
de sus fenómenos m Órb idos.
En genera l , se clasi fi can en las psicosis la paranoia y
todo e l gru p o esq u izofrén ico con sus s índ romes paranoi­
des, hebefrén i cos y catatón icos; y entre las neu rosis, la
psicasten ia, la histeria, la obsesión , la neurosis de angus­
tia y la neu rosis fóbica.
La personal idad se conv ierte as í en el elemento en el
cual se desarrolla la enfermedad y el criteri o q ue perm i te
j uzgarla; es la reali d ad y la med ida de la e n fermedad a
la vez.
En esta preem i nencia de la n oc i ón de tota l idad se p ue­
de ver u n retorno a la pato l og ía concreta y la p osi b i l idad
de determi nar com o u n d om i n i o ún ico el cam p o de la
pato l og ía mental y el de la orgán ica . En efecto, ¿acaso
n o se refieren ambas, p or vías diferentes, al mismo ind i ­
v i d u o h u ma n o e n s u real idad ? Graci as a esta n oc ión d e
l a totalidad , ¿ n o convergen p o r la identidad d e sus méto­
d os y la u n id ad de su objeto ?
La obra de Go ldste i n p odr ía test i m o n iar l o . Estud ian­
do en l os 1 í m ites de la med i c i na mental y de la medicina
o rgán i ca un s índrome neu rológico como la afasia, recha-
M E D I C I N A MENTAL Y M E D I C I N A ORGANICA lCJ

za tanto l as ex p licaciones orgánicas por una lesión local


como las interp retaciones psicol ógicas por un déficit
global de la inteligencia . Demuestra que uno .l esión cor­
tical postraumática puede modificar el estilo de l as res­
puestas del individuo a su m edio; una en fermedad funcio­
nal restringe las posibilidades de adaptación del organis­
mo y sustrae. al com_Q_Qrtamjento l.a_p..usibjJidad.l:l.fL.ci.er..
-
tas actituCieS. Cuañdo un afásico no puede nomb rar un
objeto que se le muestra pero en cambio puede pedirlo
cuando lo necesita, no pod r ía mos describirlo como una
realidad en sí a causa d e un déficit (supresión orgánica
o psico l ógica); el individuo ya no es capaz de cierta ac­
titud frente al mundo, de una perspectiva de denomina­
ción , y en l ugar de acercarse al objeto para tomarlo (grei­
fen) se coloca a distancia para most rarlo y seña l arlo
(zeigen)6.
Estas p rimeras designaciones pueden ser psico l ógicas
u orgánicas: en todo caso, l a en fermedad atañe a la si­
tuación global del individuo en el mundo : en l ugar de
ser una esencia fisiol ógica o psico l ógica es una reacción
general del i n dividuo tomado en su totalidad psicoló­
gica y fisiol ógica. En todas estas recientes formas de aná­
lisis médico podemos reconocer una significación única :
cuanto más encaramos como un todo l a unidad del ser
humano, más se disipa l a realidad de una en fermedad que
sería una u n i d ad específica, y más se im pone también
la d escripción del individuo reaccionando a su situación
de modo pa.t ol ógico en l ugar del análisis de las f-ermas na­
turales de l a en fermedad .
Por la unidad que asegura, y los p roblemas que supri-

6 Goldstei n, Journal de Psychologie, 1933.


20 M I C H E L F O UCAU LT

me, esta n oción de total idad es adecuada para aportar a


la patol og ía u n cl ima de euforia conceptu a l , del que han
ap rovechado q u ienes, de cerca o de lejos, se han i nsp i rado
en Goldste i n . Pero l amentabl mente la euforia y el rigor
c ient ífico no t ransitan el m i smo cam ino.
Nosotros q u eremos dem ostar, por el contrario, que la
patolog ía mental ex ige métodos de anál isis d i fe rentes de
los de l a patolog ía orgán ica, y que só l o med iante u n arti­
ficio del lenguaje podemos p restarle la m isma signi fica­
ción a l as "enfermedades del c¡¡er.po" y a l as "enfllli]lec!a­
pes del espíritu". Una patolog ía u n itaria queJ:!!ll_l�_ELélillL
1]1ismos métodos y l os m ismos COf1QW_1QS_f2()�1 dom i n io
psico lógicQ._Y_�D.J�Lfis_i pJggi_c;o_ er:2tr:a actual ment e e-n hi�a­
tegoría del m i to, si bien la u n idad del cuerpo· y del espí-
� --- --------·

ritu está d entro de l o rea l .

1 ) La abstracción. - E n la patol ogía orgán ica, el tema


de u n retorno a l enfermo más a l lá de l a enfermedad , n o
excl uye u n rigu roso estud i o en perspectiva que per m i te
aislar en l os fenómenos patol ógicos l as cond iciones y l os
efectos, l os p rocesos masivos y l as reacc iones singu l a res.
La anatom ía y la fisiolog ía p roponen justamente a la me­
d icina un aná l isis que autoriza l as abstracc iones valederas
sobre la base de la tota l i dad orgán ica. Efectivamente, l a
patología d e Selye insiste m á s que cualqu ier otra sobre
la sol idarid ad de cada fen ómeno segmen taría con l a
total id ad del organ ism o ; pero no tiene como objeto ha­
cerlos desaparecer en su i n d ividual idad n i d en u nciar en
e l l os u n a abstracc ión arb itraria, sino perm i t i r que l os fe­
nómenos si ngu lares se ordenen en u n a coherencia g l oba l .
Qu iere demostrar, por ejem p l o , cómo l esiones i ntest i na­
les análogas a l as de la t i foidea se u b ican en u n conju nto
M EDICINA M ENTAl Y M EDICINA ORGANICA 21

de pert u rbaciones h ormonales, u n o de cuyos elementos


esenciales es u na pertu rbac ión del funcionam iento cor­
ticosuprarrenal. La i m portancia q u e se at ribuye a la n o�
c i ón de totalidad en patolog ía orgán ica no excluye n i la
abst racc ión de elementos aislados, n i el análisis causa l :
p o r el con trario, perm i te u n a abstracc ión m á s valedera y
la determ i n ación de una causalidad más real.
Pues b ien, la psicolog ía no ha pod ido ofrecer jamás a
la psiqu iatría l o q u e la fisio l og ía brinda a l a med icin a:
el i nstru men to de análisis q u e al deli m itar la pertu rbaci ó n
perm i te encarar l a rel ación funcional en tre l a enfermedad
y el conju nto de la personalidad . En efecto, la coherencia
de la vida psicológi ca parece asegu rada de un m od o d is­
ti nto de la cohesión de un o rganismo; la i n tegrac ión de
sus partes t iende a u na u n idad q ue perm i te q u e cada u n a
d e ellas sea posible, pero q u e se resu me y se concent ra e n
cada u n a : es l o q ue los psicólogos llaman ( e n s u vocabu ­
la rio tomado d e l a fenomenolog ía) l a u n idad sign ificati­
va de l as conductas, q ue i n c l u ye en cada elemento -sue­
ño, actos fall idos, gestos grat u i tos, asoc iac i ón libre- el
est ilo, el m odo genera l , toda la anterioridad h i stórica y
las eventuales im plicaciones de u n a existencia. Por lo
tanto la abstracc ión no puede hacerse del m ismo m od o
e n psicología y en fisiolog ía; y la deli m i tac ión de u na
pertu rbac ión patológica exige en patolog ía mental mé­
todos d isti n tos que en pato l og ía orgá n ica.

2) Lo normal y lo patológico. - La 1 ínea de separación


entre l os h echos patológicos y los normales se ha ido des­
d ibujando para la med ic i n a; o más b ien podemos deci r
q ue ésta ha com p rendido m ás claramente q ue los cuad ros
el ín icos no eran u na colecc i ón de hechos anormales, de
22 MICHE L F O U CA U LT

"monstru os" f i s i o l óg i cos, sino q u e estaban constitu i d os


en parte por l os mecan ismos n o rma les y las reacc i ones
adaptativas de un organ ismo q u e func iona según su nor­
ma. La h i percalc i uria consecutiva a u na fractu ra del fé­
mur es u na respuesta orgán ica situada, como d ice Leri­
che, "en la línea de l as p osi b i l idades t i su l ares" 7: es el or­
gan ismo q ue reacc i ona de u n m od o ordenad o al ataq ue
patológico, y para repararlo. Pero n o debemos olv idar
que estas considerac i ones reposan sobre u na p l a n i f i ca­
c i ón coherente de las posi b il idades f i s i ológ icas del orga­
nism o ; y el análisis de l os mecanismos norma les de la en­
fermedad permite en real i dad d iscernir mejor cuál es el
im pacto de l a afecc ión m orbosa, y su pos i bilidad de cu­
ra grac ias a l as v i rtual idades n o rmales del organ i s m o : la
enfermedad está i nscri pta en el i nterior de las v i rtua l i ­
dades fisio l ó g i cas normales, y la p osib i l idad de cu rac i ó n
está del i neada en e l i nter i o r del p roceso m orboso .
Por el contrarío, en psiqu iatría la noc ión d e persona­
lidad hace s i n gu larmente d if íc i l la d isti nc i ó n entre l o
n ormal y l o pato l óg ico . B l eu l er, p o r eje m p l o , había pues­
to com o l os d os p o l os de la patología mental, el grupo de
las esq u izofren ias con la ruptu ra del contacto con la rea­
lidad , y el grupo de las l ocu ras man íaco-depresivas o psi­
cos is cíc l i cas, con la exagerac ión de las reaccc i ones a fec­
t i vas . Este a n á l isis parec ía defi n i r tanto l as personal ida­
des n ormales como las patol ógicas, y d entro de este l i­
nea m i ento Kretsch mer construyó u na caracte rol ogía
b i po l ar: la esq u izot i m ia y la c i c l ot i m ia , cuya acentuac i ón
patológ ica se p resentaría como esq u i zofren ia y "cicl ofre­
n ia" . Pero, por lo p ronto, el paso de l as reacci ones n orma-

7 Leriche. Philosophie de la Chirurgie.


M EDICINA M ENTA L Y M EDICINA O R GANICA 23

l es a las formas m órbidas no d ispensa de un análisis pre­


ciso de l os p rocesos : sólo perm i te u na ap rec iac ión cua l i ­
tativa q u e autoriza todas las confusiones.
La idea d e la tota l idad y sol idarid ad orgán ica perm i te
d istinguir y relaciona r afecc ión morb osa y respuesta adap­
tada; en cambio, en pato l og ía men tal, el examen de l a
personal id ad evi ta semejan tes anál isis.

3 ) El enfermo y el medio. - F i na l men te, u n a tercera


d i ferencia i m p id e q u e tratemos la total idad orgán ica y
la personal idad psicológica con l os m i sm os métodos y
las ana l icemos con l os m ismos conceptos. S i n d uda, n i n ­
guna en fermedad p u ed e ser separada d e l os métodos de
d i agnóst ico, d e l os p roced i m i entos de aisl a m i ento, de
l os i nstru men tos terapéu ticos de l os que l a rodea la p rác­
tica méd i ca. Pero la n oción de total idad orgán ica hace re­
sa l tar, i ndepen d i en temente de esas p ráct icas, la i n d i v i ­
dual idad del sujeto en fermo; perm i te aisl arlo en s u o r i ­
ginal idad m órb ida y determ i nar el carácter prop io de su s
reacc i ones patológicas.
En el cam p o de la pato logía mental la realidad ®Lerl ­
fermo no perm i te semejante abst racc i ó n , y cad á i n d ivi­
dual i dad mórbida debe ser aten d i d a a través de las act i ­
tudes d e l med i o a s u respecto. E n F rancia, l a tutela i m ­
pu esta a l a l i en ad o p or l a ley d e 1838, su total d ependen­
cia de la decisión méd ica, contri buyeron sin d uda a fijar,
a fi nes del siglo pasado· , el personaje h istérico. Despose ído
de sus derechos por el tutor y el consejo de fam i l i a , p rác­
ticamente de n uevo en un estado de m i n o r ía ju r íd i ca y
moral , p rivad o de su l i bertad por la om n i p otencia del
méd ico, el enfermo se convert ía en e l centro de todas l as
sugesti ones soc i ales; y en el punto de convergencia de
24 MICH E L FOUCAULT

estas p rácticas se estab lec ía la sugesti bil idad como el s ín ­


d rome mayor de la histeria. Bab inski i mpon ía a s u enfer­
ma desde fuera la i nfluencia de la sugesti ón y la cond uc ía
a u n punto tal de a l ien ac i ón, que anu lada, sin voz ni mo­
vimien to, estaba p ronta a aceptar la eficacia de la pala­
b ra milagrosa: "Levántate y anda". Y el méd ico encon­
traba el signo de la sim u l ación en el tri u n fo de su pará­
frasis evangé l ica, puesto q ue la enferma, sigu iendo la p res­
cripción i rónicamente p rofética, real mente se levantaba
y real m ente cam i naba. Pues. b ien, lo que el méd ico de­
nu nciaba como u na i l usión era en verdad un resu l tado
de su p ráctica méd ica : esta sugestib ilidad era la conse­
cuencia de todas las sugestiones, de todas las dependen­
c i as a las que estaba somet ido el en fermo. Si l as obser­
vaciones actuales no ofrecen semejantes m i lagros, el l o
no inva l i d a la rea l idad de los éx itos de Bab ins k i , pero
prueba que la figura del histéri co tiende a desd ibujarse
a med ida que se atenúan l as p rácticas de la sugestión q ue
antañ o const i tu ían el med io ambiente del enfermo.
La d ialéctica de l as relaciones del i nd ivid u o con su me­
d i o no se real iza del m i sm o m odo en fisiolog ía patol ó­
gica que en psicolog ía pato lógica .
Por l o tanto, no podemos ad m it i r de l l eno ni un para­
l e l i smo abstracto ni u na unidad masiva entre l os fenó­
menos de la pato l og ía mental y l os de la orgán ica; y es
i m pos i b l e transportar de una a l a otra l os esq uemas de
abstracc i ones, l os criterios de n ormal idad o la definición
del ind ividuo en fermo. La patolog ía mental debe li berar­
se de todos l os postu lados abstractos de u n a "metapato­
log ía"; la unidad q ue asegura entre las d iversas formas
de la enfermedad es siempre art i ficia l ; es el homb re real
q u ien sustenta su u n idad de hecho.
M E D I CINA MENTAL Y M EDICINA ORGAN I CA 25

Es necesario, p ues, dar créd ito al h ombre m ismo y n o


a las abstracc iones sob re l a en fe rmedad ; anal izar la espe­
cificidad de la enfe rmedad menta l , encontra r l as formas
concretas que puede tomar en la vida psico l óg ica de un
i nd ividuo y l u ego determinar l as condiciones q ue han he­
cho posibles esos d iversos aspectos y rest i tui r el conjun­
to del sistema causal que los h a fu ndamentad o.
Las dos partes de este 1 i b ro tratan de responder a es­
tas dos series de p roblemas :

1) l as d i mension es psicológicas de l a enfermedad ;


2) l as condiciones reales de la enfermedad .
Pri mera parte

LAS DIMENSIONES PS/COLOG/CAS


DE LA ENFERMEDAD
CAPITULO 11

LAENFERMEDAD V LAEVOLUCION

E n presen cia de u n enfermo prof u ndame n te afectad o ,


n u estra p r i mera i m p resión e s de u n d é f i c i t g l obal y masi­
v o , sin n i nguna compensac ión : la i ncapac idad de un su­
jet o que d i f íc i l mente p uede u b icarse en el t iempo y e n el
espac i o , las ruptu ras de con t i n u idad q u e se prod ucen s i n
cesar e n s u cond ucta, la i m posi b i l idad de sobrepasar e l
i n stante e n el cual q u edó f ijad o para conectarse c o n e l
u n i verso d e los d em ás o para volverse hac ia e l pasad o y
e l p orven i r, tod os estos fenómen os i nv i tan a desc ri b i r
su e n fermedad e n térm i n os de funciones ab o l i das : la con­
c iencia del enfer m o confuso está oscurec ida, em peq ue­
ñecida, fragmentada. Pero este vac ío funci onal está a l
m ism o t i e m p o l l eno de u n torbel l i n o de reacc i ones e l e­
m e n ta l es que parecen exageradas, como s i la desapari ­
c i ó n de las otras conductas las h ic ieran m á s v i olentas :
todos l os automatismos de repetición están acentuados
( e l en fermo responde en eco a las pregu ntas q ue se le
h acen; si se desencadena u n gesto , entra en el mecan ismo
y se rei tera i ndefi n idamente ) , el l e n guaje i n terior invade
tod o el campo de la ex presión del sujeto, q u e prosigue
a med ia voz un monólogo desh i l vanado sin d irig i rse ja-
30 MICH E L FO UCAULT

más a otra persona ; fin a l mente, de a ratos surgen reacci o­


nes emoci onales i n tensas.
Por lo tan to, no debemos comprender la patol ogía
mental en el sign i f i cad o demasiad o simple de l as funcio­
nes abolidas: la enfermedad n o es só l o pérd ida de la con­
ciencia, ad ormec i m iento de tal función, obnub i l ac i ó n
de tal facul tad . L a psico l ogía del siglo XIX c o n sus re­
cortes abstractos, i n v i taba a esta descripción puramen te
negat iva de la enfermedad y la s2m i ol ogía de cada una
era muy senci l la : se l im i taba a descr i b i r las apti tudes anu­
ladas, a enumerar l os recuerdos olv idados en las amne­
s ias, a deta l lar las sín tesis que se tornan i m p osib les en
los desdob lam ientos de la personal idad. En real idad, la
enfermedad b orra pero subraya; anula por una parte, pe­
ro por otra exalta; la esencia de la enfermedad n o reside
sól o en e l vac ío que provoca, s i n o tamb ién en la p l e n i­
tud posit iva de las act ividades de reemplaz o que v ienen
a l lenar l o .
¿Qué d ialécti ca dará cuenta a l a vez de estos hech os
.
posi t i vos y de l os fenómenos negativ os de desaparición ?
Desde el primer m omento podemos notar que las
func i on es d esaparecidas y l as funci ones exaltadas no son
del m i sm o n ivel: lo que ha desapareci d o son las coor­
d i nac i ones comp l ejas, la conciencia con sus comun ica­
c i ones i nten c i onales, el sen tido de la or ien tac ión en el
tiempo y e l espac i o , l a tensión voluntaria que contro l a
y ordena l os automat ismos. Las conductas conservadas
y acentuadas son a la inversa , segmen tarías y simp les:
se trata de el ementos d i sociados que se l iberan en una
forma de absoluta incoherenc ia. El monólogo fragmen­
tar i o susti tuye a la s í n tesis comp leja del d iá l og o ; la s i n ­
tax is a t ravés d e la cual s e l ogra u n a sign i ficación está
LA E N F ER MEDAD Y LA EVO L UCION 31

anulada y no subsisten más que elementos verbales de


los que se desprende un sentido ambigu o, pol i morfo y
láb i l ; la coheren cia espaci o-temporal que se adecua al
aq u í y ahora se ha arruinado y no subsiste más q ue u n
caos de ahoras sucesivos y de i n stantes i nsu l ares. Los fe­
nómenos posit ivos de la enfermedad se oponen a l o nega­
tivo como lo simple a l o complej o .
Pero ta mb ién como l o estab l e a lo i nestable. Las s ín­
tesis espac i o-tem porales, l as conductas i n tersubjet ivas,
la i n tenciona l i dad vol u n taria, están cont i n uamente com­
p rometidas por fen ómenos tan frecuen tes como el sueño,
tan d i fusos como la sugest i ó n , tan hab itua les como el
soñar. Las conductas acentuadas por la enfermedad tie­
nen u n a sol id ez psicol ógica q u e no poseen l as estructu­
ras abo l i d as. El p roceso patológ ico exagera l os fenóme­
nos más estab les y sólo su p r i m e l os más lábi l es.
F i na l mente, l as fu n c i ones patológ icamente acentua­
das son las más i nvo l u n tari as; el enfermo ha perd ido toda
i n ic iativa , hasta el p u n to en q ue le es i m p os i b le hasta dar
la respuesta i n ducida p or u n a p regu n ta: sól o puede re­
pet i r las ú l t i mas palab ras de su i n terl ocu tor; cuand o
logra hacer u n gesto, la i n i c i a t iva es i n med i atamente
ahogada por u n automat ism o de repetición que la det i e­
ne y la a n i q u i l a . D iga m os, pues, en resu men , que la en­
fermedad su prime las funciones com plejas, inestables y
vol u n tarias, y exalta l as fu nci ones si m p l es estables y
au tomát i cas.
Ahora b ien, esta d i feren cia en el n i vel est ructu ral va
acom pañada p or u na d i ferencia en el n ivel evol u t ivo. La
preem i nencia de las reacc i ones automáti cas, la sucesi ón
con t i n u amente q ueb rada y desord enada d e las conduc­
tas, la forma explosiva de las reacc i ones em ocionales
32 M ICHEL FOUCAULT

son caracter ísticas de u n n ivel arcaico en l a evo l u ción


del ind ivid u o . Son l as conductas típ icas de l as reacc i o­
nes i n fanti l es : ausenc ia de l as conductas del d iá l ogo,
ampl itud de l os monól ogos s i n i n terl ocu tores, repeti­
ciones en eco por i ncomp rensión de la d ialéctica p re­
gunta-resp uesta; p l u ra l i d ad de coordenadas espac i o-tem­
porales, lo cual perm i te la conducta a i sl ad a en l a que l os
espac ios están fragmentados y los momen tos son inde­
pend ientes. Todos estos fenómenos q ue son comunes
a las estructu ras patológicas y a l os estad ios p r i m i t ivos
de la evolución señ a l an en la enfermedad un p roceso
regresivo.
Si la enfermedad hace su rgir con un sol o mov i m ien­
to signos p ositivos y sign os negativos, si sup r i m e y exal­
ta a l a vez, es posi ble q ue, e n l a med ida en q ue volviendo
a fases anteriores de l a evol ución hace d esaparecer adq u i ­
sici ones recientes, redescubra l as formas d e conducta
normal mente sobrepasadas. La enfermedad es el p roce­
so a lo l argo del cual se d eshace la trama de la evol u ­
ción , sup r i m iendo pri mero y e n sus formas más ben i g­
nas, l as estructu ras más recientes, y afectando fuego , en
su cu l m i n ación y en el p u nto máx i m o de l a gravedad,
los n iveles más p r i m itivos. Por l o tanto, la en fermedad n o
es u n déficit q ue ataca ciegamente u na fac u l tad u otra;
en su absu rd o hay u na l ógica que es necesar i o compren­
der : es fa l ógica m isma d e l a evolución norm a l . La enfer­
medad no es u na esencia contra · n at u ra, es la natu ra l e­
za m isma, pero en u n p roceso i nverso ; fa historia natural
de l a enfermedad n o tiene más que retomar la corriente
d e la historia n atura l del organ ismo sano. Pero dentro de
esta l ógica ú n ica, cada en fermedad conservará su perf i l
singu lar; cada entidad n osográfica ercontrará s u fugar, y
LA ENFERMEDAD Y LA EVOLUCION 33

su contenido será definido por el punto en que se detiene


el trabajo de la disociación; a las diferencias de esencia
entre las enfermedades, debemos preferir el análisis según
el grado de profundidad de la deterioración, y el sentido
de una enfermedad podrá ser definido por el estadio en
el que estabiliza el proceso de regresión.
"En toda locura, decía Jackson, existe un ataque mór­
bido a un número más o menos grande de centros cere­
brales superiores, o lo que es lo mismo, de un nivel de
evolución más elevado de la infraestructura cerebral, o
lo que también es lo mismo, del ;;ubstrato anatómico de
la base física de la conciencia... En toda locura una gran
parte de los centros cerebrales superiores está fuera de
funcionamiento en forma temporaria o permanente, por
algún proceso patológico" 1 . Toda la obra de Jackson
tendía a dar derecho de ciudadanía al evolu�ionismo en
neuro y en psicopatología. Desde las Croonian tectures
(1 874), ya no es posible omitir los aspectos regresivos
de la enfermedad; la evolución es, desde ent.:>nces, una de
las dimensiones por las cuales se tiene acceso a: hecho
patológico.
Toda una parte de la obra de Freud es P-1 comentario
de las formas evolutivas de la neurosis. La :,istoria de la
libido, de su desarrollo, de su fijaciones sucesivas es como
la recopilación de las posibilidades patológicas del indi­
viduo: cada tipo de neurosis es el retorno a un estad¡o de
la evolución libidinal. Y el psicoanálisis creyó poder des­
cribir una psicología del niño al hacer una patología
del adulto.
1) Los primeros objetos que el niño busca son los ali­
mentos, y el primer instrumento de placer, la boca: fa-
t F«tWn dtl ,. fol;., Sefected Papers, f f. pág. 411.
34 MICHEL FOUCAUL T

se de erotismo o ra l d u rante la cual l as frustraciones a l i­


mentarias pueden fijar los complejos del destete; fase
de relación casi b iológica con la mad re, en la q u e todo
abandono puede provocar l os déficit fisiológicos a na l i ­
zados p o r Sp itz 2 , o las neu rosis descri tas p o r l a Sra.
Guex como espec íficas neu rosis de abandono 3 . La Sra.
Séchehaye l legó a analizar a u n a joven esq u i zofrénica
en la cu a l u na fijación en esos estad i os muy p r i m i t ivos
d e l desarro l l o hab ía provocado , en el momento de la
ad olescencia, un estado de estupor hebefrén ico en el
que la joven viv ía anu lada, con la conciencia ansiosa­
mente d ifusa d e su cuerpo hamb riento .
2) C o n l a d en tición y el d esarrol l o d e l a m uscu l at u ra ,
e l n i ñ o o rgan iza tod o u n sistema d e d efensa agresiva q ue
señ a l a l os primeros momentos de su i n dependencia. Pe­
ro es también el m omento en que se i mponen al n i ñ o
l as d isc i p l i nas -y especial mente la d isc i p l i n a esfi nteria­
na- haciéndole p resente l a i n stancia parental bajo su as­
pecto represivo. Se i nsta la l a amb ivalencia como u n a d i­
m ensión natu ral de la afectividad : amb iva lencia del a l i­
mento q u e sól o satisface en la med ida en q ue se lo des­
truye agresivamente, mord iendo; amb ivalencia del p l acer
de la excreción tanto como de l a introyección ; amb iva­
lencia de las sat isfacc i ones de p ronto perm iti das y val o­
r i z ad as, de p ronto p rohibidas y castigadas. En esta fase
se p roduce l a incorporac i ón de l os que Melan ie K l e i n l l a­
m a l os "objetos buenos" y l os "objetos malos"; pero la
a m b i güed ad l atente de unos y otros no se d om i nan aú n ,
y l a fijación a este per íodo descr ito por F reud com o "es­
tad i o sád ico anal " cristal iza l os s ín d romes obsesivos:
:z Spitz, L 'hospitalisme.
3 G. Guex, Les névroses d'abandon (P.U.F.)
LA E N F E R M E DAD Y LA E V O L U CION 35

s índrome contrad ictor i o de duda, de i nterrogac ión, de


atracción i m p u l siva con t i n uamen te compensada por la
fuerza de la proh i b ic ión , de l as precauci ones contra s í
m ismo, siem pre recomenzad o; d i a l éctica d e l r igor y d e
la complacencia, de la com p l i c id ad y del rechazo, en l a
q u e puede l eerse l a amb iva lencia rad ical d e l objeto
deseado.
3) Ligad a a las primeras act i v id ades eróticas, el afi na­
m iento de las reaccion es de eq u i l i br i o y el reconocim ien­
to de sí m ismo en el espejo , se const i tuye u na ex perien­
cia del "pro p i o cuerpo". La afectiv idad desarro l l a enton­
ces como su tema pri n c i pal la a firmac ión o l a re i v i nd ica­
ción de la i ntegri dad corpora l ; el n arc isismo se conv ierte
en u na estru ctura d e la sex ual i d ad , y el pro p i o cuerpo u n
objeto sex ual privi legiado. Toda ruptura e n este c ircu i to
n arc i s ístico perturba u n eq u i l i b r i o de por sí d i f íc i l , como
l o atestigua l a angust i a de l os n iñ os a n te l as fantasías
castradoras de las amenazas paternas. E l s índrome h is­
térico se prec i p ita en este desorden ansi oso de las expe­
r ienc ias corpora les: desdob lam iento del cuerpo y const i ­
tución de u n alter ego en el q u e el su jeto l ee como en u n
espejo sus pensam ientos, sus deseos y sus gestos, d e l os
q u e ese demon íaco doble l o despoja de antemano; frag­
m en tac ión h istérica que sustrae a la experiencia g l obal
del cuerpo los elemen tos anestesiad os o para l i zad os; an­
gustia fób i ca ante l os objetos cuyas amenazas fan tasi o­
sas apunta n , p ara el enferm o , a la i n tegridad de su cuer­
po ( Freud ana l i zó la fob ia de un n iñ o de 4 años en
quien el tem or a l os cabal l os d isfrazaba el m iedo a l a
castrac ión )4.

4 Freud, Cinq psychanalyses (pág. 11 1 )


36 MICHEL FOUCAULT

4) Finalmente se realiza la "elección objeta!", al tér­


mino de la primera infancia: elección que debe implicar
una fijación heterosexual y al mismo tiempo una identifi­
cación con el padre del mismo sexo. Pero la actitud de
los padres y la ambivalencia de la afectividad infantil se
oponen a esta diferenciación y a la asunción de una
;;exualidad normal: en efecto, en esta época la afectivi·
dad del n1ño está fijada en forma de celos mezclados con
erotismo y agresividad, a una madre que se niega o al
menos se reparte; y se descompone en ansiedad ante un
padre cuya rivalidad triunfante resucita el odio y al mis­
mo tiempo el amoroso deseo de identificación. Es el fa­
moso complejo de Edipo, en el que Freud creía leer el
enigma del hombre y la llave de su destino, en el que de­
bemos sin duda encontrar el análisis más comprensivo
de los conflictos vividos por el niño en sus relaciones con
su padres, y el punto de fijación de muchas neurosis.
En resumen, todo estadio libidinal es una virtual es­
tructura patológica. La neurosis es una arqueología es·
pontánea de la libido.
Janet también retoma el tema jacksoniano pero en un
horizonte sociológico. La caída de la energía psicológica
que caracteriza a la enfermedad hace imposibles las con­
ductas complejas adquiridas en el curso de la evolución
social, y deja en descubierto, como una madre que se
retira, comportamientos sociales primitivos y hasta reac·
ciones presociales.
Un psicasténico no consigue creer en la realidad que
lo rodea; para él es una conducta "demasiado dificil".
¿Qué es una conducta difícil? Esencialmente, una con­
ducta en la cual un análisis vertical muestra la superpo­
sición de diversas .conductas simultáneas. Matar una píe-
LA E N F E RMEDAD Y LA EVO L UC ION 37

za de caza es u n a conducta; relatar d espués q ue se ha ma­


tado u n a p i eza, es otra conducta. Pero en el m omento
en q ue se está a l acecho, e n que se mata, relatarse a sí
m ismo que uno está acechando, persigu iendo, matando,
para p oder luego relatar a l os otros la epopeya ; tener
si m u l táneamente la conducta real de la caza y la conduc­
ta v i rtual del relato es una operac i ó n d ob le mucho más
comp l i cad a que cada u na de l as otras d os, y que sól o en
apariencia es la más s i m p l e : es l a conducta d el p rese n te,
ge rmen d e todas las conductas tem pora les en la q ue se
superponen y se i m b rican e l gesto actual y l a conciencia
de que este gesto tendrá un porve n i r, es d ec i r , que m ás
tarde se p od rá referi r l o como u n h echo pasad o. Po r l o
tan to se p uede m ed i r la d i ficu l tad de u n a acc ión p o r e l
n ú mero de conductas elemen tales q ue i m p l i ca l a u n idad
de su desa r ro l l o.
To memos ahora esta conducta del "relato a l os de­
más", cuya v i rt u a l idad forma parte de l as cond uctas d e l
presente. Re latar, o más s i m p l emente h ab l ar, o de u n m o­
d o m ás elemental a ú n , dar u n a orden , no es a lgo s i m p l e ;
pri meramente e s referirse a u n aco ntecimiento o a u n
orden d e cosas o a u n m u n d o al c u a l yo m i s m o n o tengo
acceso pero al cual l os otros sí p u eden tenerlo en l ugar
de mí; por tanto debo reconocer el p u nto d e vi sta de
l os otros e i n tegra r l o al mío; debo h acer acompañar m i
propia acción ( l a orden d ad a). d e u n a conducta virtual
( la de l os otros, que deben ejecu ta rla). Más a ú n : dar u na
orden supone siem p re el o íd o q ue l a o i rá, la i n te l i gencia
que la com p renderá, e l cuerpo que l a ejecu ta rá; en l a ac ­
ción de ordenar está i mp l i cada la v i rtual idad de ser obe­
dec i d o. Es d ec ir , que cond uctas aparentemente tan s i m ­
p l es como son l a atenc i ó n en el p resente, el rel ato, l a
38 M I C H E L F O U CA U L T

palabra, i m p l i can todas u na cierta d u a l idad , q u e en el


fondo es la d u a l idad de todas l as conductas soc i a l es. S i
el psicastén ico encuen t ra t a n d i f íc i l l a atención a l p resen­
te es por las consecuencias sociales q u e oscu ramente en­
ci erra l a situac i ó n ; para él son d i f íc i l es todas estas acci o­
nes que tienen u n reverso ( m i rar-ser m i rad o , en la p resen­
cia; hab l a r-ser hab lado, en el l en gu aje; c reer-ser c re ído,
en el relato) porq u e son conductas que se desp l i ega n
en un horizon te soc i a l . Fue necesaria toda una evo l u ­
ción para que el d i á l ogo fuera u n m odo de re l ac ión i n ­
terh u mano; só l o f u e posi b l e por e l pasaje de una soc iedad
i n móv i l en su jerarq u ía momentánea, que no autoriza
sino el santo y seña, a una sociedad en l a cual l a igualdad
de l as rel aciones perm i te y garantiza el i n terca m b i o v i r­
tual, la fidel idad al pasad o, el compro m i so del futu ro,
la rec i p roc idad de l os p u n tos de v ista . El enfermo i n capaz
de d ia l ogar vuelve at rás en toda esta evo l u c i ón soc i a l .
Según s u gravedad , cada en fermedad a n u l a una u otra
de estas condu ctas que l a soc iedad en su evolución hab ía
hecho posib l es, y l as subst i tuye por l as formas p r i m i t i ­
vas d e com porta m i ento:
1 ) E l d iá l ogo, como forma su p rema de l a evol u c i ó n
del lenguaje, deja l u gar a u n a espec ie de monólogo e n
el c u a l el sujeto se re l ata a s í m ismo l o q ue h ace, o b ien
rea l i za un d i á l ogo con u n i n terl ocutor i magi n a r i o , d iá l ogo
que ser ía i n capaz de l l evar a cabo con un compañero
rea l , como aq uel p rofesor psicastén ico que só l o p od ía
dar su con feren cia delante del espejo. Para el enfermo se
h ac e demasiado "d i f íc i l " actuar bajo l a m i rada de l os de­
más: es por e l l o q ue tan tos i n d i v i d u os obsesivos o psi cas­
tén icos p resentan fenómenos de l i berac ión emoc i o n a l co-
LA E N F ER M EDAD Y LA EVOLUCION 39

mo l os tics, m ím icas y m i ocl orrías de todo tipo cuando


se sienten observad os.
2) Al perder la a mbigua v i rtual idad del d iá l ogo , toman­
do la pal abra só l o en la faz esq uemática q ue p resenta el
sujeto hablante, e l enfermo p ierde el d om i n io de su u n i ­
verso si m bó l ico; y el conju n to de l as pal abras, de los sig­
n os, de l os ri tos, en f i n , de todo l o que hay de al usivo y
referencial en el mundo hu mano, deja de i n tegrarse en
u n sistema de eq u ivalencias sign i ficat ivas; las pal abras y
l os gestos ya n o pertenecen a l d om i n i o común en el que
se encuentran las i n tenc iones de uno y de l os otros; son
sign if i caci ones q u e ex isten por s í m ismas, con u na ex is­
tencia masiva e i n q u ietante; l a son risa ya no es l a respues­
ta banal a un sal u do cot i d iano, es un acontec im iento
enigmático que no puede ex p l icar n i nguna de las eq u i­
valen cias simbó l i cas de la cortesía ; se destaca entonces
en el h orizonte del enfermo como el s ímbo l o de algún
m isterio, como la ex p resió n de u n a i ron ía que se cal l a
y amenaza. E l u n iverso de l a persecución su rge de todas
partes.
3) Este m u n d o q ue va desde el d e l i rio h asta la aluci­
nación parece destacar una pato l og ía de la creencia como
cond ucta i n terhu mana: el c r i terio social de la verdad
( "c reer lo q ue l os otros c reen") ya no t iene valor para el
enfermo; y en ese m u ndo q ue la ausencia de l os demás ha
d ejado si n sol idez objetiva, i ntrod u ce tod o un u n iverso
de s ímbolos, de fan tasmas, de temo res; este m u ndo en el
q u e se a paga la m i rada del otro, se vuelve poroso a las
a l u c i n ac i o nes y l os del i rios. E n estos fenómenos pato l ó­
gi cos el e n fermo se retrotrae a formas arcaicas de c reen­
cia, cuando el h ombre p r i m i t ivo no encontraba el crite­
r i o de la verdad en su sol i d aridad con l os demás, cuando
40 M I C H E L F OUCAU LT

proyectaba sus d eseos y sus temores en fan tasmagorías


que formaban con la real idad , el l aberinto i n d isociab le
del sueño, de las apariciones y del m i to .
E n el h orizon te d e todos estos aná l i sis hay temas ex­
p l i cativos que se sitúan en las f ron teras del m i to : p r i me­
ro, el m ito d e u n a cierta substancia psicol ógica ( " l i bido"
en F reud , "fuerza psíq u ica" en Janet) que ser ía el mate­
rial en b r u to de la evolución, y q ue al p rogresar en el cur­
so del desarrol l o i n d iv id ual y social , su fr i r ía u n a reca ída,
y a causa de la e n fermedad volve r ía a su estado anterior;
· tamb ién e l m i to de la iden t id ad entre el enferm o , el pri­
m i t ivo y el n i ño, m ito por el cual se tranqu i l i za la con­
ciencia escandal izada ante l a enfermedad menta l , y se
afirma l a conciencia encerrada en sus p reju ic ios c u l t u rales.
De estos d os m i tos, el pri mero, p or se r cien t ífico, h a sido
abandonado (de Janet se conserva el análisis de l as con­
d uctas y n o l a interp retac ión por la fuerza psicológica;
l os psicoa na l istas rechazan cada vez más la n oción b i opsi­
cológ ica de l i b ido) ; en cam b i o el otro, por ser ético,
porq ue justi fica más q ue expl ica, se mant iene con vida.
Sin embargo n o t iene sentido instau rar u n a iden tidad
entre l a personal idad mórb id a del e n fermo y l a persona­
l id ad n ormal del n iñ o o del p r i m i tivo. En efecto , de d os
cosas debemos elegiP u n a : o sé ad m i te rigu rosamente
la i nterpretac i ón de Jackson : "Supondré que los cen tros
cerebrales están en cuatro capas : A, 8, C, D " ; la pri mera
forma de l a l ocu ra, l a más ben igna, será -A + 8 + C
+ D ; " l a total idad de l a personal idad es en real idad +
8 + C + D ; el térm ino - A se da só lo para mostrar en
q ué d i f iere la n ueva personal idad de l a anterior" 5 ; la

s C. Jack so n . F��t:tftlrs de la folie,' traducción francesa. pág. 30.


LA E N F E R M E DAD Y LA E V O L U C I O N 41

regres ión patológica n o es en tonces más q u e u na opera­


ción sustractiva ; pero lo q u e se sustrae en esta aritmética
es j u stamen te el ú l ti m o té rm i n o , que eleva y acaba la
persona l i dad , es dec i r , q u e "el resto" no será una perso­
nal id ad anterior sino u n a personalidad abol ida. ¿ cómo
podemos iden t i ficar entonces, por ese h echo, al su jeto
enfermo con las persona l idad es "anteriores" del p r i m i t i ­
v o o del n i ñ o ?
-0 b i e n se a m p l ía el jac kson ismo ad m i t iendo u na re­
organ izac i ón de la personal idad ; la regresión no se l i m i ta
a supri m i r y l i berar s i n o q ue ordena y u b ica ; como dec ían
Mona kow y Mou rgue respecto de l a d i sol uc i ón neu roló­
g i ca : " La des i n tegrac ión no es la exacta ' i nversión de la
in teg rac ión . : . Ser ía absu rdo dec i r que l a hem i p l ej ía es
el reto rno a u n estad io p r i m i t i vo del aprendi zaje de ls
, l ocomoción ... Aq u í i n terv i ene la au torregu l ac i ón , de m o­
do q u e la n oc i ón de des i n tegrac ión p u ra no ex iste . Ese
proceso id ea l está enmascarado por la tendencia creadora
del organ ismo, cont i n u amente en acc i ó n , a restab l ecer e l
eq u i l i b r io pertu rbad o" 6 . P o r l o tanto n o se trata de per­
sona l i dades arcai cas : h ay q u e ad m i t i r la especi ficidad de
la person al idad mó rb i d a ; la estru ctu ra patológica del psi­
q u ismo no es ori g i n a r i a : es rigu rosamen te origina l .
N o se t rata de i nva l idar l os anál isis de l a regres ión pato­
lógica , cuando só l o es necesa r i o l i bera r l os de l os m i tos
de l os q u e n i Janet n i F reud su p ieron separa rlos. S i n d u ­
d a , se r ía vano dec i r e n u n a perspectiva expl icativa q ue e l
hombre , al enfermar, vuelve a ser n i ñ o ; pero desde u n
p u n t o de v ista desc r i p tivo es ex acto dec i r q u e e l en fermo
man i f iesta en su perso n a l i d ad m ó rb ida conductas segmen -

6 Monakow y Mourgue. ln troduction biologique a la neurologie . pág. 1 7 8 .


42 M I C H E L FOUCAUL T

ta rias, anál ogas a l as de una edad anterior o de otras cul­


tu ras; l a enfermedad d escu b re y jerarq u iza cond uctas nor­
mal men te i n tegradas. La regresión só lo debe ser tomada
en tonces como uno de los aspectos descriptivos de la
enfermedad .
U na d escripción est ructu ral de la enfermedad d eber ía
anal izar en cada s í n d rome l os signos positivos y l os sig­
n os negat ivos, es d ec i r, deta l l a r l as estructu ras abol id as
y l as estructu ras l i beradas. Esto n o ser ía exp l i car las for­
mas patol ógicas, s i n o só l o c o l ocar l as en u na perspectiva
que hace coherentes y com p rensi b l es l os hechos de l a
·
regresión ind ividual o soci a ! señ alados por F reud y Ja­
net. Podemos resu m i r los grandes l i neamien tos en u n a
descripción c o m o l a q ue si gue :
1 ) E l deseq u i l i b r i o y las n eu rosis n o son más . q ue el
p ri mer grad o de d isolución de las fu nci ones ps íqu icas;
la afecc ión pesa sob re el eq u i l i b ri o general d e l a perso­
n a l idad psicológica, y esta ruptura , a menudo momen tá­
nea, só l o l ibera los com p l ej os afectivos, l os esq uemas
emocionales i nconsc ientes, const i tu id os en el cu rso de l a
evo luc ión i n d iv i d ua l ;
2) E n l a paranoia l a pert u rbac ión general del h u m o r
l i bera una estruct u ra pasional q u e no es más q ue l a exa­
geración de l os comportam ien tos habituales de la perso­
nal idad ; pero no están lesi onad os ni la lucidez , n i el or­
den , ni la cohesión mental ;
3) Pero en l os estados on íri cos alcanzamos u n n ivel
en el cual l as est ructu ras de la conciencia ya están d iso­
c i adas; el control perceptivo y la coherencia del razona­
m iento han desapa recido; y en este d esmembra m iento
d e l a esfera conscien te vemos i n f i l t rarse l as estructu ras
del sueñ o q u e ord inariamente sólo se l iberan cuando el
LA E N F E RMEDAD Y LA EVO LUCION 43

sujeto d u erme. I l usi ones, a l u c i naci ones y falsos recono­


c i m i en tos man i fi estan en el estado de vig i l ia la desi n h i b i ­
ción de l as form as de l a conciencia on írica;
4 ) E n l os estados man íacos o melancól icos la d isocia­
ción l lega a 1� esfera i nsti ntivo-afectiva; la pueri l i dad emo­
cional del man íaco, y en el melancól ico, l a pérd ida de l a
. concien c i a de su cuerpo y d e las conductas d e conserva­
ción, rep resen tan el lad o negativo. E n cuanto a l as formas
positivas de l a enfermedad , aparecen en l os parox ismos
de agitac i ón motriz o de ex p l osiones emocionales en l os
q u e el melancó l ico afi rma su d esesperac ión y el man íaco
su ag i tación eufórica ;
5) F i nal men te, en l os estados confusionales y esq u i zo­
frén icos, la dete r i o ración adq u iere el aspecto de un dé­
ficit de capacidad ; en u n h or i z on te en el cual l as señ ales
espac ial es y tempora les se han vuelto demasiad o i m p rec i ­
sas para perm i t i r l a ori en tac i ó n , e l pensam i ento desh i lva­
nad o p rocede por fragmentos aislad os, compone un m u n ­
do vac ío y negro d e "s íncopes p s í q u icos", o se encierra
en el si lencio de u n cuerpo cuya m otricidad está aherro­
j ad a por la cataton ía. Sólo cont i nu a rá n emerg iendo como
s ignos pos i t ivos las estereot i p ias, las a l u c i n ac i ones, l os
esq uemas verbales c rista l izados en s í labas i ncoherentes, y
b ruscas i r ru pci ones afectivas q u e atravi esan como meteo­
ros la i n ercia d emencia l ;
6 ) E n l a d emencia se c ierra el c i c l o de esta d isol u ción
patológ i ca : l a demencia, en l a que p ro l i feran todos l os
si gnos nega t i vos del déficit y en l a cual la d isol ución es
tan p rofu nda q ue ya no t iene n i ng u n a i nstancia para des­
i n h i b i r ; ya n o hay u na personal i d ad s i n o u n ser v ivo.
Pero un anál isis de este t i p o no pued e agotar el con-
44 M I CH E L F O U CA U L T

ju nto del h echo pato l óg ico 7 . Es i n su ficien te bajo d os


aspectos :
a) Descu ida l a organ izac i ón de las personal idades mór­
b i d as en l as q u e aparecen l as estructu ras regresivas; por
más p rofunda q ue sea l a d i solución (dejando de lado
sól o e l caso de l a demencia) , l a persona l idad n unca
p uede desaparecer comp letamen te . Lo que l a regresión
encuen t ra n o son elemen tos d ispersos, pvesto q u e n u nca
lo han sido, n i personal idades más arca icas, puesto q u e
n o h ay cam i no de retorno e n el desarro llo de fa persona­
l id ad , si n o só l o en la sucesión de l as cónd uctas. Por más
si m p l es e i n feri ores q u e sean l as conductas, no deben
o m i t i rse l as organ izac i ones med iante las cua les un esq u i­
zofrén i d o estructu ra su u n iverso : el m u nd o fragmentario
que desc r i be corresponde a su conc iencia d i spersa ; el
t i e m po sin porven i r ni pasado en el q u e v ive es el reflejo
de su i ncapacidad para p royectarse en el fu tu ro y para re­
conocerse en u n pasad o ; pero este caos encuentra u n
p u n to d e coherencia e n l a est ructu ra personal del en fe r­
m o q u e asegu ra l a u n idad v ivenciad a de su conducta y
de su h o r i z onte. Por más en fermo q u e esté u n sujeto,
este p u nto de coherencia n o puede fal tar. La ciencia
d e l a patolog ía mental só lo puede ser l a ciencia d e la per­
sonal i d ad enferma;
b ) Por otra parte, e l a n á l isis regresivo desc r i be l a orien­
tac ión de l a enfermed ad sin ex p l icar su ori gen . S i n o fue­
ra más que regresión, l a en fermedad ser ía como una v i r­
tual idad depositada en cada i n d ivid u o por e l m ov i m ien-

7 E l error del "neo-jac k so n i smo" a la manera de M. H. Ey consiste en ha­


cer de la regresión el "principio" de la enferm edad, es d ec i r , abarcar así
su totalidad y encontrar a l l í su causa.
LA E N F E R M E DAD Y LA EVOLUC ION

to m ismo de su evo l u c i ón ; la l ocu ra no ser ía más q ue u n a


even tual idad , la con tribución siem p re ex igible d e l desa­
rrol l o h u mano. Pero la noc i ón abstracta de regresión no
puede expl i car q ue u na persona esté enferma en este mo­
mento y de esta en fermedad , que l as obsesiones tengan
un tema determ i n ad o , que un del i r i o i m p l ique ciertas
reivind icac i ones, o que las a l u c inac i ones se p rod uzcan
en un u n iverso de c iertas formas v isu a l es. En la perspec­
t iva evol u c i on ista, la enfermedad no t iene más ley que l a
d e l a v i rtual idad genera l . L a casu a l idad q u e l a hace nece­
saria no se conoce a ú n , como tampoco la que da su espe­
c i a l colorac ión a cada cuad ro el ínico. Esta necesidad y
sus formas i nd ividuales n o d ebemos referi rlas a una evo­
l u c i ó n siem p re espec ífi ca s i n o a l a h i storia personal del
enfermo.
Por lo tan to debem os l levar el aná l isis mucho más le­
j os, y comp letar la d i mensión evo l u tiva, v i rtual y estruc­
t u ra l de l a en fermedad con e l aná l isis de esta d i mensión
q u e l a h ace necesaria, sign i ficat iva e h istórica.
CAPITU LO 1 1 1

LA E N F E RM EDAD Y LA HISTORIA
INDIVIDUAL

La evolución psicológica i ntegra el pasado en el p re­


sente en u na u n id ad sin confl ictos; en esta ordenada u n i­
dad que se def i n e como u na jera rq u ía de estructu ras;
en esta só l id a u n idad q ue sól o u n a regresión patológica
pued e comp rometer. Por el conta r i o , la h isto ria psicoló­
gica ignora esta acu m u lación de l o anterior y de l o actua l :
l os sitúa a u n o en re lación al otro estab leciendo entre
e l l os u n a d i stancia q u e n orma l mente autoriza la tensión,
el confl icto y l a contrad icción. E n la evol u ción el pasad o
p romueve el p resente y lo hace posi b l e ; en l a h istoria e l
p resente se destaca d e l pasado y l e confiere u n sentido,
l o hace i ntel i g i b le. El deven i r psicológico es evol ución e
h istoria a la vez ; el t i empo del psi q u ismo debe anal i zar­
se segú n lo anterior y l o actual -es deci r, en térm i n os
evo l u tivos- y tam b ién segú n l o pasado y lo p resente
-es dec i r , en térm i n os h istóricos-. Cuando a f i nes del
siglo X I X, d espués de Darw i n y Spencer, l os estud i osos
se marav i l laron al desc u b r i r en su deven i r de ser v ivo l a
rea l i d ad d e l hombre, creyeron q u e era posi ble escr i b i r
l a h i storia e n térm i nos d e evol ución , y hasta confu n d i r
u n a con l a otra a favor d e l a segu n d a : podemos encontrar
este m ismo sofisma en l a soc i o l og ía de la m i sma época.
E l error originario del psicoaná l isis, y de la mayor ía de
las psicolog ías genéticas, es s i n d ud a no haber comp ren-
LA E N F E RM EDAD Y LA H I STOR I A I N D IV I DUAL 47

d id o estas d os d i mensiones i rreductib l es : l a _evolución


y la h istoria, en la u n idad del d even i r psicológico 1 . Pe­
ro el gen io de F reud supo sob repasar muy p ronto este
horizonte evolucion ista def i n i d o por la noción de 1 i­
bido para l l egar a l a d i mensión h istórica del psiqu ism o
h u mano.
E n rea l idad , en l a psicolog ía anal ítica siemp re es po­
sible h acer l a d ivisión entre l o que corresponde a u na
psicolog ía de la evo lu ción (como l os Tres ensayos sobre
la sexualidad ) y l o q ue pertenece a u n a psicología d e l a
h istoria i nd ividual ( como l os Cinco psicoanálisis y l os
tex tos q u e se relac ionan con éste) . Ya h emos hab l ad o d e
l a evolución d e l as estructu ras afectivas t a l com o e s des­
cripta por la t rad ición psicoanal ítica . Tomare m os ahora
de la otra vertiente del psicoanál isis l os elementos con
l os q ue podemos d ef i n i r la en fermedad mental cuand o
se l a encara en la perspectiva de la h istoria i n d ividual 2 .

Tomemos u n a observación q ue F reud c i ta en l a Intro­


ducción al psicoanálisis 3 : u n a mujer de u n os c i ncuenta
años sospecha que su marido l a engaña con la m uchacha
q ue t rabaja con él como secreta ria. Situ ación y sen t i m ien­
tos de extrema banal idad. Sin embargo estos celos tienen
resonancias si n gu lares : fueron susc itad os por una carta
anón ima, cuyo autor conoce, y q u e no actúa más q u e por
venganza; además alegó hechos i n ex actos. La m ujer sa ­
be tod o esto, reconoce l a i njusticia d e l os reproches que
le h ace a su marido, y habla espontánea mente del amor

1 En Ma vie et la psychanalyse, F reud cita la influencia de Darwin sobre la


primera orientación de su pensamiento.
2 H¡¡blaremos aqu í brevemente sólo de la teoría psicoanal ítica.
3 lntroduction a la psychanalyse . pág. 270.
48 M I CH E L FOUCAULT

que él ha ten 1do siem p re p or e l l a . Y sin embargo, sus ce­


l os no se d isipan ; sus sospechas au mentan en la m ed ida
que l os hechos p rocla m an la fidel idad de su marido; sus
celos han crista l izado parad ojal mente en torno a la cer­
teza de no ser engañada. M ien tras l os celos m orbosos en
su forma c l ásica de paranoia conforman u n a convicción
i mpenetrab le q ue busca su justi ficac ión en l as formas más
ex tremas dél razonam iento, en esta observac ión de F reu d ,
tenemos el ejem plo de celos i m p u l sivos que i mpugnan
con t i n u amen te su razón de ser , q ue tratan a cada i nstan te
de negarse y son vivenciados en forma de rem ord i m ien­
tos. Este es un caso muy cu rioso (y relativamente raro)
de cel os obsesivos.
En el aná l isis se evidencia q ue esta m ujer está enamo­
rada de su yerno; pero se sien te tan c u l pab le q ue n o p ue­
de soportar ese deseo y transf iere a su marido el pecad o
de amar a u na persona mucho más joven . U n estud io más
profu ndo dem uestra por otra parte, que este amor por
el yerno es amb ivalente, y que ocu l ta u na h ost i l i d ad ce­
l osa, en l a cual el objeto de l a rival idad es la h ija de l a
enferma. E n e l cen tro d e l fenó meno morboso se encuen­
tra u na fi jac i ón h omosexual a la h ija.
Metamorfosis, simbol i smos, transformac ión de un sen­
t i m iento en su contrario, desfigu rac ión de personajes,
transferenc i a de la cu l pab i l idad , conversión de un remor­
d i m iento en acusación : todo un con j u n to de p rocesos que
se denuncian como los rasgos de la fabu l ac i ón i n fan t i l .
Fác i l mente pod r íamos rel acionar esta p royecc ión celosa
a la p royecc ión descrita por Wa l l on en l os Orígenes del
carácter 4 : cita el ejemp l o de E l sa Kohler, de u n a n i ñ i -

4 Les origines du car11ctere chez l'enfant, pag. 2 1 7


LA E N FERM EDAD Y LA H ISTO R I A I N D I V I D UAL 49

ta de 3 a ñ os q ue pega a su am igu ita, y corre hacia su ins­


titu triz deshecha en lág r i mas para que l a consuele de ha­
ber sido go l peada . En esta n iñ a encont ramos las m ismas
estructu ras de conducta que en la obsesiva de la que ha­
b l ábamos : la i n d iferenciación de la conciencia de s í
m ismo i m p ide l a d ist i nción entre e l actuar y el padecer
( pegar-ser pegada; engañar-ser engañada} ; por otra parte,
la a m b iva lencia de los se n t i m ien tos perm i te una especie
de reversi b i l idad entre l a agresión y l a cu l p ab i l i d ad . Tanto
en un caso como en el otro, encontramos l os m i sm os ras­
gos de p r i m i t ivismo psico l ógico : flu idez de las conductas
afectivas, l ab i l idad de la est ructu ra personal en la oposi­
ción yo-el otro. Pero no se t rata de con fi rmar nuevamente
el aspecto regresivo de la enfermed ad .
Lo i m p orta n te aq u ( es q ue esta regresión de l a enfer­
ma de F reud t i ene un sen tido b ien del i m i tad o : e l l a t rata
de escapar a un sent i m ien to de culpab i l idad ; escapa a
su rem o rd i m iento de q uerer demasiado a su h ija obl i gán­
dose a amar a su yern o ; y escapa a la cu l pa que siente
por este nuevo sen tim iento volcando sob re su marido,
gracias a una p royecc ión en espejo , u n amor paralelo al
su yo . Por lo tanto, los p roced i m ien tos i n fan t i l es de meta­
morfosis de la real idad tienen u na u t i l idad : const i tuyen
una h u ida, u n a forma económ i ca de actuar sobre la rea­
l id ad , una m ít ica transfo rmación de sí m isma y de l os
demás. La regresión no es u n a ca ída natu ral en el pasa­
d o ; es u n a h u ida intencional para escapar del p resente.
Es más b ien un recu rso que un retorn o. Pero só l o pode­
mos escapar al p resente pon iendo algo en su s i t i o ; y el pa­
sado q u e afl ora en las cond uctas patológicas no es el sue­
lo orig i na r i o al cual se vuelve como a u n a patria perd id a :
es el pasado ficticio e i mag i n a r i o de l a s subst i tuciones.
50 MICHEL FOUCAU LT

-A veces es u n a substitución de formas de comporta­


m iento : l as conductas ad u l tas, desarrol l ad as y adaptadas,
son sup l a n tadas por conductas i n fanti les, simples e i n a­
daptadas. Como en la famosa enferma de Janet : ante la
idea de que su padre pueda caer enfermo, manifiesta
l as formas parox ísticas de la emoción i n fa n t i l ( gri tos, ex­
plosión motriz, ca ída) porq ue rechaza l a conducta adap­
tada, que ser ía ap restarse a cu idarl o, p rever los med ios
de u na lenta cu rac ión , o rgan izar para s í m isma u n a exis­
tencia de en fermera;
-A veces es u na subst i tución de los objetos m ismos:
el sujeto sust i tuye l as formas vivas de la rea l i d ad por l os
temas i magi narios de sus p r i meras fantas ías; el m.u ndo pa­
rece abri rse a l os objetos p r i m i t ivos y l os personajes rea­
les se desd ibujan ante los fantasmas parentales; como en
l os fób icos, que al i n iciar toda conducta chocan con l os
m i smos terrores amenazantes; la i magen m u t i l adora
del pad re, o la mad re absorbente se perfilan bajo la i ma­
gen estereoti pada del a n i ma l aterrorizador, en el fondo d i ­
fuso de la conciencia ahogada por l a angust i a .
Todo este juego d e transformaci ones y de repet icio­
nes dem uestra en los enfermos q ue el pasado sólo es evo­
cado para su bst i tu i r una situación actua l , y que se prod u ­
c e sol amente e n l a med ida en q u e trata d e p o rrar e l
p resente.

lPero qué beneficio puede representar la repetición


de u na crisis de angustia? l Oué sentido t iene reencontrar
los fantasmas terror íficos de la vida i n fanti l , sustitu i r l as
formas actuales de actividad por l as pertu rbaciones ma­
yores de una afectividad aún mal encauzada? l Po r qué
LA E N F E RMEDAD Y LA H ISTO R I A INDIVIDUAL 51

escapar del presente, si con ello se buscan las formas de


comportamiento i nadaptadas?
¿ J n ercia patológi ca de las conductas? ¿ Man ifestaci ón
de un pr i ncipi o de repetición que Freud extrap.ola en la
reali dad b i ológica con un parad oja! "insti nto de muerte"
que tiende a la i nmovilidad, a lo monótono, a lo i norgá­
nico, así como el instinto de vida tiende al movimiento
si empre renovado de las jerarqu ías orgánicas? Esto es,
sin duda, dar a los hechos un nombre que los relaciona y
recusa al m i smo tiempo toda forma de explicación . Pero
en los trabajos de Freud y en el psicoanálisis existen ele­
mentos con los que se puede expl icar esta n egación del
presente de un modo distinto que ia repetici ón simple y
pura del pasado.
Freud mismo tuvo la ocasión de analizar un s íntoma
en formació n . Se trataba de un niño de 4 años, Juan ito 5
que ten ía un miedo fóbico a los caballos. Temor ambi­
guo, puesto que buscaba las ocasiones en que podía ver­
los y corr ía a la ventana apenas escuchaba el paso de un
carruaje; pero lanzaba gritos de espanto apenas distingu ía
el caballo que había ido a ver. Miedo paradoja!, además,
puesto que tem ía que el caballo lo mordiera, y también
que el animal se matara al caerse. ¿ Deseaba ver caballos,
o no? ¿ Estaba temeroso por s í mismo o por ellos? Sin du­
da, ambas cosas a la vez. El análisis muestra al niño en el
punto central de todas las situaciones ed ípicas : su padre
se ha propuesto voluntariamente evitarle una fijac i"ón
demasiado grande a la madre; pero no por eso el senti­
miento hacia la madre fue menos violento, y además,
exasperado por el nacimiento de una hermana menor.

5 Cinq PIYChiiiiiii Y•I, pág. 1 1 1.


52 M I C H E L FOUCAULT

De modo q u e para Juan ito su padre fue siempre u n obs­


tácu l o en t re su mad re y é l . En este momento su rge el s t n­
d rome. E l si mbol i sm o más elemental del material on í r t co
;:>erm ite ad ivmar en l a i magen del cab a l l o u n sustit uto d e
la " i mago" paterna; y e n la amb igüedad de l os terro­
res del n i ñ o , es fác i l recon ocer el deseo de muerte del
pad re. El s íntoma mórbido es la satisfacción de u n de­
seo crim i n a! .
Pero este simbolismo no es el punto más i mportante :
es sól o la exp resi ó n fantaseada f igu rada de l a real idad .
Tiene además u n papel funcional e n rel ac i ón con esa rea­
-
l id ad . E l temor de ser mord id o por u n cabal l o es u na ex­
p resi ón del m i ed o a la castrac ión : simboliza la proh i b i­
ción paterna de todas l as actividad es sexuales. Pero este
tem o r de ser mord id o va acompañado del temor a que
el cab a l l o se caiga, se h iera y m uera : como si el n iñ o se
defendiera de su m iedo con el deseo de que su pad re
m uera, y desaparezca as í el obstác u l o que l o separa de
su m ad re. Ahora b ien , este deseo cri m i nal no aparece
i n med iatamente as í en el fan tasma fóbico: no está
p resente más q ue en la forma enmascarada de u n m iedo ;
el n i ñ o teme tanto l a m uerte del cabal l o como s u prop i a
herida. D e esta manera, se defiende d e s u deseo d e
muerte y reprime su culpa, exper i mentándola como
u n m iedo equ ivalente al m ied o que é l m ismo siente ;
teme por su padre l o m i sm o que teme para s í, pero
su pad re no debe temer más q ue lo que él teme desear
en contra suyo . Por l o tanto, vemos que el valor expre­
sivo del s ín d rome no es i nmed iato s i n o q ue se consti­
tuye a través de u n a serie de mecan ismos de defensa. E n
este caso d e fob i a h a n i n tervenido d os d e estos mecan is­
mos: e l p r imero ha transformado el temor en 1deseo asesi-
LA E N F E R M E DA D Y LA H ISTOR I A I N D I V I D U A L 53

n o contra el que susc ita ese m ie d o ; por otra parte el


segundo h a transfo rmado este deseo en tem or a su
sat isfacción.
A part i r d e este eje m p l o podemos d ec i r que e l bene­
ficio q ue el enfermo encuentra en nega r su presente re­
fugiándose en la en fermedad reside en su necesidad de
defenderse de este p resente. La enfermedad engl oba el
conj u n to d e l as reacci ones de h u ida y de defensa med ian­
te l as cuales el enfermo responde a la si tuación en l a que
se encuentra. Debemos com p render y otorgar sentido a
l as regresi ones evo l u t ivas que aparecen en l as conductas
patológ icas a part i r de este p resente, de la situac i ón ac­
tua l ; la regresión no es sól o u na v i rtual i d ad de la evo l u ­
c i ón , es u na consecuenc i a d e l a h istoria .
Esta n oción de d efensa psico lógica es p r i m o rd ia l . To­
do el psicoaná l i sis ha g i rado en torno de e l l a . D u rante mu­
cho tiempo n o fue más q ue i nvest igac ión del i nconsc ien­
te, búsq ueda de l os trau mat ismos i n fan t i l es, 1 i berac ión de
una l i b id o q ue se supone detrás de todos l os fen ómenos
de l a vida afect iva, c reac ión de p u l siones rn íticas como e l
i n st i n to de m uerte ; pero tiende cada vez más a d i ri g i r
s u anál isis a l os mecan ismos de defensa , y a ad m i t i r f i ­
n a l m ente q ue e l sujeto sól o rep roduce s u h istoria porq ue
responde a una situación p resente . Anna F reud h iz o el
i nven tario de estos mecan ismos d e defensa 6 : además de
l a su b l i mación , considerada como una conducta n orma l ,
e l l a encuentra nueve p roced i m ie n tos med iante l os cua­
l es e l enfermo se defiende, y que al combinarse, deter­
m i nan l os d i fe ren tes t i p os de neu rosis : la rep resión, l a
regresión, l a formac ión reactiva, e l a islam iento, l a a n u -

6 Anna Freud. Le moi et les mécanismes de défense, pág. 39 .


54 MICHE L FOUCAULT

l ac i ón retroactiva, la p royecc i ó n , la i n troyecc i ó n , la vuel­


ta contra sí m ismo, la conversión en l o contrario.
- E l h i stérico uti iiza sobre tod o la represi ón : sustrae
a la conciencia todas las rep resentaciones sex u a les; como
med ida de p rotecc ión rompe la conti n u idad psicológica,
y en sus "síncopes psíqu icos" aparecen la inconsciencia,
e l olvido, la i n d i fe rencia, que constituyen l a aparente
desp reocu pac ión del h istérico; q u ieb ra tamb ién l a u n idad
del cuerpo para borra r de él todos los s ím bolos y todos
l os sust i tu tos, de la sex ua l i d ad : así aparecen l as a n estesias
y l as parál isis h istéricas .
-Por el contra r i o , el obsesivo se defiende sobre todo
med iante el "aislam iento " : separa l a emoción con fl ic­
tual d e su contexto y le d a s ímbolos y ex p resiones sin
re l ac i ón aparen te con su conte n i d o rea l ; l as fuerz as en
confl icto h acen su rgi r b ruscamente conductas i m pu l ­
s ivas, r ígidas y absu rdas e n med io de u n comp o rtam ien­
to adap tad o. Como por ejem p l o , la enferma d e F reud 7 ,
q ue s i n saber por q ué, s i n q u e e l l a m i sma p u d iera j ust i ­
f icarse p o r n i ngún sen t i m iento d e p recaución o d e avari­
c i a , n o pod r ía dejar d e observar l a n u merac ión d e cada
b i l lete d e banco que pasaba por su mano. Esta conducta,
absu rda en su aislam iento, ten ía sentido si se la reu b ica­
ba en su contexto afectivo : ex p resaba el d eseo q ue la en­
ferma hab ía · sent i d o : asegu rarse el a m o r d e un h o m b re
confiándole como p renda de amor u n a m oned a ; pero to­
d as l as m onedas se parecen ... ; si a l menos h u b iera pod i d o
d a r l e u n b i l lete q ue se p ueda reconocer p o r s u n ú mero . . .
E l la se hab ía n egad o a este amor q u e j u zgaba cu l pab le,
a islando l a cond ucta de sus j u st i ficac i ones sen t i mentales.

7 lntroductíon a la psychanalyse, pág. 286.


LA E N FE R M E DAD Y LA H I STOR I A I N D I V I D UA L 55

- E l paranoico se caracteriza sobre todo por l os meca­


n ismos de p royecc ión , i n t royecc ión y es del i rante, per­
segu ido y persegu idor a la vez ; reconoce en el corazón
de l os demás sus p ropios Jeseos y sus p ropios od ios, ama
lo que q u iere dest ru i r, se iden t ifica con los q ue od i a .
F reud fue el p r i mero 8 que demostró en l os celos paranoi­
cos el con j u nto de estos p rocesos. Cuando el paranoico
reprocha a su pareja que lo está engañando, cuando sis­
tematiza en torno a esta i n fidel idad todo u n cuerpo de
i n terp retac i ones, no h ace más q u e reprochar a otro lo
q u e se rep rocha a s í m ism o ; si acusa a su amante de enga­
ñarlo con u.n am igo, es porq u e él m ismo sien te p recisa­
mente ese d eseo ; y se defiende contra ese d eseo h om o­
sex ua l p royectándolo sobre su compañera bajo la forma
d e un reproche de i n fidel idad . Pero med iante una p ro­
yecc ión si métrica q u e tamb ién tiene el sentid o de u n a
justificación y de u na catarsis, acusará de deseos h om o­
sex uales a l a m igo a q u ien él m i smo desea, y por u na t rans­
formac ión en el contrario del afecto se jacta de un od io
m ítico, j ust ificad o a sus ojos por l a asidu idades de su ri­
va l . N o soy yo q u ien te engaña, e res tú q u ien me t raicio­
n a ; no soy yo q u ien l o ama, es él q u ien me desea y mE
persigue; yo n o siento amor por él, s i n o so lamente od i o ;
éstos son l os mecan ism os med i an te l os cua les u n paranoi­
co se defiende de su h omosex u a l idad const i tuyendo u n
del i r i o d e ce l os.
Por l o tanto, l a i te ración patológica d el pasad o tiene
ah ora u n sen t i d o : n o la i m pone l a fuerza de u n "i nst i n ­
t o de m u erte " ; l a reg resión forma parte de los mecan is­
m os de defensa o más b ien es el recu rso a l as formas de

s Cinq psychanalyses . " E l presidente Schreber" , pág. 301 .


56 M I C H E L FOUCAULT

p rotecc ión ya estab lecid as. La forma i te rativa d e lo


pato lógico es secu ndaria en re lación a su sign ifi cac i ón
defensiva.

El p roblema cen tral sigue en p i e : ¿contra q u é se d e­


fiende el en fermo cuando n i ñ o , i nsta u rando formas de
p rotecc ión que volverán a aparecer en las repet ici ones
neu róti cas de su v i d a ad u l ta? ¿cuál es ese pel igro perma­
nente q ue apa rece en la au rora de su vida psicológ i ca y
se perf i l a rá constan temente sob re su u n iverso , como l a
amenaza que p resen ta m i l rostros de u n pel igro q u e es
siem p re el m ismo?
Aq u í tamb ién puede serv i rn os de gu ía e l anál isis d e u n
s í n toma. U n a n iñ a d e u n os d iez años comete u n h u rto 9 :
se ap rop ia de u n bastón de chocol ate bajo l a m i rada d e
la vended ora, que l a rep rime y amenaza c o n contar l o
suced i d o a l a mad re de l a criatu ra. Es u n robo cuya for­
ma i m pu lsiva e i n ad ap tada l o d en u ncia c l a ramen te como
neurótico. La h istoria del su jeto demuest ra que este sín­
toma está en el p u n to de convergencia de d os conductas :
el d eseo de tener el afecto m atern al , q u e se ie n iega y
cuyo s ímbolo es aq u í como muy a men udo el objeto
a l i menticio; y por otra parte el con j u n to de reacc i ones
de c u l p a q u e siguen al esfuerzo agresivo para consegu i r
este afecto. E l s í n toma aparece como u n comp rom i so
entre estas d os conductas : la n i ñ a d a rá l i b re cu rso a sus
necesidades de afecto cometiendo el rob o , pero 1 i berará
sus tendencias a la c u l pa comet i é n d o l o de tal modo que
la vea n . E l comportam iento del robo torpe es u na h ab i l i -

9 Anna F reud . Le traitemen t psychanalytíque des enfants.


LA E N F E RM EDAD Y LA H ISTOR I A I N D I V I DUAL 57

dad de su cond ucta ; su groser ía es u n a astucia ; u na forma


de dom i nar un confl i cto es el comprom iso entre d os ten­
denc ias contrad ictorias. El mecan ismo pato lógico es por
l o tanto la p rotecc ión contra un confl icto, l a d efensa
ante la contrad icc ión q ue él susc i ta.
Pero ho tod o confl icto p rovoca u na reacción mórbida,
y l a tensión q ue h ace su rg i r n o es necesariamente patoló­
giéa ; hasta es muy p robab lemen te la trama de toda l a
v 1 d J psicológica. E l confl icto q u e reve la el compromiso
neu rót ico h o es si m p l emente l a con trad i cc i ón externa
en la si tuación objet iva, sino u na con trad i cción i n manen­
te en l a q ue l os térm i n os se mezclan de tal modo que el
compro m i so , l ejos d e se r u na so l u c i ón , es en ú l t i ma i ns­
tancia u ha p rofu nd izac ión del confl icto. Cuando u n n i ñ o
roba para rec uperar u n afecto perd ido y calma sus escrú­
p u los dejánd ose sorprender, es ev idente q u e e l resu l tado
de su acto, a l prod uc i r el cast igo desead o , l o alejará más
aún del afecto que aA ora, au mentará en é l l os deseos de
apropiac i ón q u e simboliza su robo; y a l satisfacerse por
un i n stante au mentarán en consecuencia l os sen tim ien tos
de c u l pa. La experiencia de frustrac ión y la reacc ión de
c u l pa están l i gadas, n o como d os formas de conducta
d i vergen tes q u e se repa rten el comportam iento s i n o como
l a u n id ad contrad ictoria q ue defi ne la d oble polaridad
de una sola y ú n i ca conducta . La contrad icción patoló­
g i ca no es el confl ic to n ormal : éste desgarra desde el ex­
terior l a v i d a afectiva del sujeto ; susc ita en él conductas
opuestas, lo hace v ac i l ar, p rovoca reacci ones, hace nacer
remord i m ien tos; puede exaltar la contrad icción hasta l a
i ncoheren c i a . Pero la i ncoherencia normal e s d ist i n ta d e
l a absu rd idad pato l óg ica. Esta su rge d e l i n terior como
con trad icc i ó n ; la coherenc ia del cel oso para acusa r a su
58 M I C H E L FOUCAU LT

m ujer de infide l i d ad es perfecta; perfecta también l a co­


herencia del obsesivo en l as p recauciones que toma . Pero
esta coherencia es absu rda p orq ue al desarro l l a rse p rofu n­
d iza l a contrad icción que trata de su perar. Cuando u n a
enferma de F reud a leja de s u hab i tac ión con p reocupa­
ción obsesiva todos l os relojes cuyo t ic-tac pod r ía tu rbar
su sueñ o, se defiende de sus deseos sex uales y a l m ismo
tiempo l os satisface en l a fantas ía : a leja de s í todos los
s ímbol os de l a sex ual idad , pero tam b ién de la regu lari­
dad fisi ológ ica q u e pod r ía a lterar l a matern idad q u e e l l a
desea. Al m ismo tiempo que sati sface sus deseos de m od o
mágico au menta real men te s u s sent i m ien tos d e cu l pa 1 0 .
Al l í d onde el i n d iv i d u o normal hace l a experiencia de l a
contrad icci ó n , el enfermo hace u n a experiencia contra­
d ictoria; l a experiencia del p r i mero se abre sob re l a con­
trad icción , m ientras que la del segu ndo se c ierra sobre
e l l a . En otros tér m i n os : confl icto n orm al es amb igüedad
de la situac i ón ; confl icto patológico es amb ivalen cia de
la experienc i a 1 1 .
As í como el m i ed o es la reacción al pel igro exterior,
la angust i a es la d imensión afectiva de esta contrad icc ión
i nterna : desorgan izac ión tota l de la vida afectiva, es la
mayor expresión de la a m b ivalencia, l a forma en la que
se perfecci ona, pues es la experiencia vertigin osa de la
contrad icc ión s i m u l tánea, l a v ivencia de u n m ismo deseo
de vida y de muerte, de amor y de od io, la apoteosis sen­
si b le de la contrad icción psicológica. Angust i a de la cria­
tu ra al desc u b r i r , cuando muerde, que el erot ismo de l a
absorción está ca rgado de agresivi dad destructiva ; an gus-
1o lntroduction a la psychanalyse ' pág. 287.
1 1 E sta u n idad contradictoria de la conducta y de la vida afectiva se l lama,
desde B leuler, " " amb ivalencia".
LA E N F E R M EDAD Y LA H I STOR IA I N D I V I D UAL 59

tia del melancó l ico que para a rran ca r a la m uerte el ob­


jeto amad o se iden t i f i ca con él, se convierte en l o que el
otro ha sido, pero term ina por sen t i rse a sí m ismo en la
muerte del otro y no puede retenerl o en su p rop ia vida,
más que u n iéndose a él en la m u erte . La angust ia está
en el nudo de l as sign ificac i ones pato l ógicas. Se revel a
baj o todos l os mecan ismos d e p rotecc ión q u e si ngu lari­
zan a la en fermedad , y cada una def i n e un modo espec í­
f ico de reacc ionar ante la angust i a : el h i stér i co la rep r i me
y la obst ruye enca rnándola en u n s íntoma corpora l ; el
obsesivo c rea u n r i to en torno a un s ímbol o : son conduc­
tas q ue le perm i ten sat isfacer l os d os aspectos de su am­
b ivalenc i a . E n cuanto al paranoico, se j ust i f ica atribuyen­
do a los o t ros, med iante la p royecc i ó n , sen t i m ientos q u e
l levan en s í s u p rop ia contrad icción ; d istribuye en l os de­
más l os e l emen tos de su amb ivalen cia y en mascara su an­
gustia bajo las fo rmas de su agresi v i d ad . La angust ia, co­
mo ex periencia psi cológica de la contrad i cc i ón i n terior
s i rve de común denom i nador y otorga una sign i f i cac ión
ú n ica a l deven i r psicológico d e u n i n d iv i d u o : fue ex peri­
mentada por prim era vez en las con trad i cci ones de la vida
i n fan t i l y en l a amb ivalencia que el las susc i tan ; y bajo su
empuje l atente se erigen los mecan ismos de defensa,
que rep i ten a lo largo de u na vida sus ri tos, su s precau­
ci ones, su s r íg i das man iobras en cuanto la angust i a ame­
naza con reapa recer .
En c ierto sen t i d o podemos dec i r q u e la angust i a trans­
forma la evo l u c i ón ps icológ i ca en h i storia i n d ividu a l ; en
efecto, al u n i r el pasado y el presente, la angust ia l os si­
túa a u n o en relac ión al otro y les c o n fiere u n a c om u n i­
dad de sen t i d o . La cond ucta patol ógica nos hab ía pare­
cido poseer , oarad ojal mente , u n conten i d o arcaico y
60 M ICHEL FOUCAULT

una inserción significativa en el presente : es que el pre­


sente, en el momento de suscitar la ambivalencia y la a n ­
g u stia p rovoca la aparición de la protección neu rótica ;
pero esta angustia amenazante y los mecanismos que la
alejan han sido fijados desde tiempo atrás en la h istoria
del sujeto . La enfermedad se desarrolla entonces en forma
de un círculo vicioso : al enfermo se protege mediante sus
actuales mecanismos de defensa contra u n pasado cuya
secreta presencia hace su rgir la angustia ; pero por otra
parte el sujeto se protege contra la eventualidad de una
ang ustia actual acudiendo a las protecciones que utilizó
a ntaño en situaciones análogas. ¿ El enfermo se defiende
de su pasado con su presente, o se protege de su presente
con la ayuda de una historia ya vivida ? Es necesario re­
calcar que la esencia de las conductas patológicas reside
en este círculo vicioso : el enfermo está enfermo en la me­
dida en que la relación del presente con el pasado no se
produce en forma de u na integración prog resiva . Efecti­
vamente , todo individuo ha sentido angustia y c reó me­
canismos de defensa; pero el enfermo vive su ang ustia y
sus defensas en un ciclo que hace que se defienda de la
ang ustia mediante los mecanismos a los que está ligado
históricamente y que por este hecho aumentan la angustia
y constantemente amenazan con que aparezca . Por oposi­
ción a la h istoria del individuo normal, esta monotonía
circu lar es el rasgo característico de la historia patológica .
La psicología de la evol ució n , que describe los sínto­
mas como conductas primitivas, debe ser completada por
lo tanto con una psicología de la génesis que describe en
una historia el sentido actual de estas regresiones. Es ne­
cesario encontrar una coherencia psicológica que autori­
ce la comprensión de los fenómenos mórbidos sin tomar
LA ENFERMEDAD Y LA H I STORIA I N DIVIDUAL 61

por rnodeio de referencia los estadios descritos corno fa­


ses biológicas . Es necesario encontrar el centro de l as sig­
n ificaciones psicológicas a partir del c u a l se orden a n h is­
tórica m ente las con d u ctas patológica s .
Ahora bien , ese pu nto h a c i a el c u a l convergen l a s sig­
n ificaciones es, como acabamos de verl o , l a ang ustia . La
h istoria psicológica del enfermo se constituye como u n
conju nto de conductas sign ificativas q u e crean mecan is­
mos de defensa contra l a a mbivalencia de las contradic­
cion es afectivas . Pero e n la h istoria psi cológica l a consti­
tución de la a ngustia es a m b ig u a : se la encuentra bajo
la tram a de todos los e pisodios patológicos de un sujeto;
los produce si n cesa r; pero esto sucede p orque ella esta­
ba allí, y esos episod ios se su cedieron como tentativas
de escapar de ella : si la angustia l os a co m p a ñ a , es porque
los h a precedido . ¿ Por qué un i n dividuo no encuentra ,
en determinada situación , m ás que u n conflicto supera­
ble, y otro e n cambio , u n a co ntradicción en l a cual se
encierra e n form a patológ ica? ¿ Por qué l a misma a m b i ­
güedad edípica e s su perada p o r u n o , m i entras q u e en e l
otro desencadena la larga secuencia d e m ecan ismos pato­
lógicos? Esta es una forma de necesidad que la h istoria
individual revela como un problema pero q u e no logra
justificar . Para que u na contra d icción sea vivida en la
forma a nsiosa de a mbivalencia , para que frente a un con­
flicto el sujeto se encierre en el c iclo de l os m ecan ismos
patológicos de defensa , era n ecesario que la angustia es­
tuviera ya presente transformando la a mbigüedad de u n a
situación en l a a mbivalencia de l a s reacciones . S i l a angus­
tia está p resente en la h istoria d e un individuo, es porque
ella es su principio y su f u n d a mento; desde el comienzo
defin e un cierto estilo de experiencias que señala l os tra u -
62 MICHE L FO UCA U LT

mat ismos y l os mecan i smos psicológi cos q ue desencade­


nan las formas repet i t ivas que afectan en el cu rso de l os
ep isod i os patol ógicos: la angust ia es como un a priori de
la ex istencia.
E l aná l i sis de l a evol ución situaba a l a enfermedad co­
mo u na v i rt u a l i d ad ; la h i storia i n d ividual perm ite enca­
rarla como un hecho del d even i r psicológico. Pero ahora
debemos comp renderla en su necesidad e x i stencia l .
C AP I T U LO IV

LA E N F E RMEDAD Y LA E XISTENCIA

E l anál isis de l os mecan ismos de la enfermedad nos de­


ja en p resencia de u na rea l i d ad q ue l os sob repasa, y que
l os const i tu ye en su nat u raleza patológica ; el anál isis p ro­
fundo i nv i ta. a ver en l a angust i a e l ú l ti m o elemento mór­
b id o : el nudo de la enfermed ad . Para com p renderla se
i mpone u n nuevo t i po de anál isis: l a angustia es u n a for­
ma de experiencia que desb ord a sus p ropias manifesta­
ciones y no pued e nu nca dejarse red u c i r por u n anál isis
de t ipo natu ral ista; ancl ad a en el corazón de la h istoria
ind iv id u a l , le otorga, abarcando todas sus peri pecias, u n a
sign ificación ú n i ca ; tam p oco pued e ser agotada p o r u n
anál isis de t i p o h i stórico. S i n embargo la h istoria y la
natu raleza del hombre só l o pueden ser compren d i d as
con referencia a e l la.
Es necesar i o ah ora que n os u b iq uemos en el cen tro de
esta exper ienc i a : sól o com p ren d iéndola d esde el i n te­
rior será posib le orden ar en el u n iverso mórbido las es­
tructu ras natu rales const i t u idas por la evo l u c i ón y l os me­
can ismos i n d iv i d u ales cristal izad os por la h isto r i a psi­
cológ ica. Es un método que no d ebe tomar nada a l as
' ' Natu rwissenschaften", a sus aná l isis d iscu rsivos, a su
cau sa l i d ad mecan icista ; q u e no deberá i ncl i n arse tampo­
co a la h istoria b i ográfica, con su d escripción de l os en­
cadenam ientos sucesivos y su determ i n ismo en ser ies.
64 M I C H E L FO UCAU L T

Por el con t rario, es u n métod o q u e debe captar l os con­


j u n tos como tota l id ad es cu yos elemen tos n o pueden es­
tar d isoc iad os, por más d ispersos que estén en su h i s­
toria. Ya no basta d ec i r q u e el temor del n i ñ o es fa cau­
sa de las fob ias del adolescente, sino q u e es necesa r i o
encontra r bajo este temor ori g i nario y b a j o todos esos
s ín tomas pato lóg icos el m i smo tipo de angustia que l es
d a su u n i dad sign i f icat iva. La l ógica d iscu rsiva no t iene
n ad a que hacer aq u í : se p ierde en l os laberi ntos del de­
l i r i o , y se agota al segu i r los raz onam ientos del paranoico.
La i n tu i c i ón va mucho m ás ráp ido y mucho más lej os,
cuando consigue rest i t u i r la experiencia fu ndamental que
gobie rna todos los procesos pato l óg icos ( por ejem p l o ,
en e l caso d e la paranoia, l a rad i cal al terac i ón d e l a rela­
c i ó n v iva con los demás) . Al m ismo tiempo que desp l ie"
ga de u n a sola m i rada las tota l i d ad es esenciales, la i ntu i­
c i ó n red uce, hasta a n u l arla, l a d istancia q u e i m p l i ca todo
conoc i m iento objet ivo : el anál isis natural ista encara al
e n fe r m o con el d istanciam ien to p ropio de un objeto na­
t u ra l ; la reflex ión h istórica lo mantiene en una exterio­
r i d ad q ue perm i te expl icarlo, pero d i f íc i l mente com p ren­
derlo. La i n tu ición, sa l tando al i n ter i o r de l a concienc ia
m órb ida, t rata de ver el m u n d o pato l óg ico con l os ojos
del enfermo m ismo : la verdad q u e busca no corresponde
a l orden de la objet iv id ad , sino de la i n tersubjet ividad .
E n l a med ida en q ue comprender qu iere dec i r reu n i r,
captar y penet rar a l m ismo tiempo, esta n ueva reflex ión
sob re l a en fermedad es, ante todo, "co m p rensi ón" : és­
te es e l m étod o en e l cual se ha ejerc i tado l a psi colog ía
fenomen o l ógica.
Pero, ¿ es posi b l e com p renderlo todo? Lo caracter íst ico
de l a en fermedad menta l , por opdsición a l comporta m ien-
LA E N F E R MEDAD Y LA EX ISTENCIA 65

to normal, l n o es acaso que p uede ser expl icada, pero


que resiste a toda comprensió n ? Los cel os, l n o son acaso
normales cuando comp rendemos hasta sus exagerac i ones,
y patol óg icos, cuando "ya no com p rendemos m ás" n i
sus reacc iones más elementales? Corresponde a Jaspers 1
el haber demostrado q u e la comprensión puede exten ­
derse mucho más al lá de las fronteras de l o normal , y q ue
la comprensión i ntersu bjet iva puede alcanzar al mundo
patol ógico en su esencia.
I ndudablemente, hay formas mórb idas que aún son y
se mantend rán oscu ras a la comp rensión fen omenoló­
gica. Son l os d erivados d i rectos de l os p rocesos cuyo mo­
v i m i en to m ism o es desconocido a la conciencia norma l ,
como l as i rrupc iones d e i mágenes e n la conciencia p rovo­
cadas por i ntox icaciones, como esos "meteoros psíq u i ­
cos" q ue só l o pueden ex p l i ca rse por u n a ru p tu ra del
tiempo de la concien cia, por lo que J aspers l l ama una
"atax ia ps íq u ica" ; son esas i m p res iones que parecen to­
madas de u n a materia sensible tota l mente ex traña a
nuestra esfera : senti m i ento de u na i n fluencia que penetra
hasta el i nter i o r del pensam iento, i m p resi ón de ser atra­
vesado por campos de fuerzas materiales y m isteriosa­
mente i nvisib les a la vez , experiencia de u na t ransforma­
ción aberrante del cuerpo .
Pero dentro o hasta esos 1 í m i tes lejanos de la com p ren ­
sión, a part i r de los cua les se abre el m u ndo ex traño y
muerto para n osotros, del i nsan o , el u n iverso mórbido es
aún penetrable. E l objet ivo es rest i tu i r med iante esta
com p rensión la experiencia q u e el enfermo tiene de su
enfermed ad ( l a forma en que se v ivencia como i n d iv id u o

1 K. Jaspers, Psychopathologie générale.


66 M ICHEL FOUCAU LT

enfermo, o anormal, o pac iente) , y el u n iverso patoló­


g i co sob re el cual se ab re esta conciencia de la enferme­
dad , el m u nd o q u e el la observa, y q u e al m ismo tiem po
la const i tuye. Comprensión de la conciencia enferma, y
reconst i tu c i ón de su u n iverso patológico: éstas son l as
dos tareas de una fenomen olog ía de la enfermedad
mental .

La conciencia q u e el enfermo· tiene de su enfermedad


es rigu rosamente o r i g i n a l . S i n l u gar a d udas, nada es más
falso que el m i to de la locu ra como enfermedad q u e se
ign ora; la d istancia q u e separa a la conciencia del méd ico
de l a del enfermo n o es equ iparab l e a l a q u e separa a l co­
noc i m i ento de la enfermedad de la ignorancia. El méd ico
no está del l ad o de la sa l ud que detenta todo el saber de
la en fermedad ; y el enfermo n o está del lado de la en fer­
medad , q u e ign ora todo sobre s í m i sma, h asta su p rop i a
ex istencia. E l enfermo reconoce s u anomal ía y l e otor­
ga, al men os, el sent i d o de una i rred ucti b le d i ferencia q u e
l o separa de la conciencia y del u n iverso de l os otros. Pe­
ro por m ás l úc i d o q u e sea el en fermo, no posee la pers­
pectiva del méd ico respecto de su mal : no toma ja más la
d istancia espec u lativa q ue l e perm i t i r ía captar la en fe rme­
dad como un p roceso objet ivo que se desarro l l a en é l , pe­
ro sin él ; la conciencia de la enfe rmedad está prisi onera en
el interior de la en fermedad : está anclada en el l a y en el
momento en q ue la perc i be, la expresa. La forma en que
u n sujeto acepta o n iega su enfermedad , la forma en q u e
la i nterpreta y p resta sign i f i cac ión a s u s aspectos más ab­
su rdos, todo esto consti tuye u na de las d i mensi ones esen­
c iales de la en fermedad . N i ru i na i n conscien te en el i nte-
LA E N F E R M E DAD Y LA E X ISTENCIA 67

rior del p roceso mórb id o , n i conciencia l úcida, desin tere­


sada y objet iva del p roceso, sino reconoc i m iento a l usivo,
percepc ión d ifusa de un decorado mórb id o sobre el fon ­
d o del cual se destacan l os temas patol ógicos : ésta es
la m odal idad de conciencia amb igua cuyas variaci ones 2
debe anal izar l a reflex ión fen omeno l ógica .
1 ) L a enfermedad puede ser perc i b ida con u n t i p o de
objet ividad que la u b ica a u na d istancia máx ima de la
conciencia enferma. E n su esfuerzo por contenerla y no
reconocerse en e l l a , el enfermo le confiere el sentido de
u n p roceso accidental y orgán ico. Mantiene su enferme­
dad en l os 1 í m i tes de su cuerpo : o m i te o n iega toda al te­
rac ión de la ex periencia psicológica, no da i m po rtancia
y final mente no perc i be y no nombra más que l os conte­
n id os orgán icos de su experiencia. Lejos de ocu l ta r su en­
fermedad , la exh i be, pero só lo en sus formas fisiológicas;
y en la objet ividad que el enfermo confiere a sus s ínto­
mas, el méd ico p uede ver la man i festac ión de l as pertu r­
bac i ones su bjetivas. Esta preem inencia de l os p rocesos
orgánicos en el campo de la conciencia del enfermo y en
la forma y el m od o en que capta su en fe rmedad , const i ­
tuye la gama d e l os signos h istéricos ( parál isis o aneste­
sias psi cógen as) , s ín tomas psicosomát icos, o p reocu pacio­
nes h i pocondr íacas que se encuentran tan frecuentemen­
te en la psicasten ia o en ciertas formas de esqu iz ofren ia.
Estas formas orgán icas o pseud o-orgán icas son para el
en fermo tanto e l emen tos de la en fermedad , como formas
de ap rehensi ón de la m isma.
2) En la mayo r ía de las pertu rbac.iones obsesivas, en
muchas paranoias y en c iertas esq u izofren ias, el enfermo
2 Wyrsch h a estud i ad o la esq u izofren i a con esta perspectiva ( Die Person des
Schizophrenen ) .
68 M I C H E L FOUCAU LT

reconoce que el p roceso pato l óg ico entronca con su per­


sona l i d ad . Pero en u na forma paradoja ! : encuentra en su
h istor i a , en sus confl i ctos con su med i o , en las contrad i c­
ci ones de su si tuac i ón actua l , l as p rem i sas de su en ferme­
dad ; desc r i be su génesis, pero al m ismo tiempo ve en el
com ienzo de su en fermedad la ex p l os i ón de u n a nueva
ex istencia q ue a l tera p rofundamen te e l sentido de su v i ­
da c o n r iesgo de amen azarla. Como esos cel osos que jus­
t i fican su desconfianza, sus i nterpretac iones, sus siste­
matizaci ones del i ran tes, con u n a m i n u c i osa génesis de
sus sospechas y q ue parecen d i l u i r sus s ín tomas a lo l a r­
go de toda su ex istencia; pero reconocen que después
de tal aven t u ra o de tal otro au men to de su pasión , su
ex istencia se transformó por com p l eto, su vida se envene­
nó y ya no la pued en soportar más. Reconocen en sus
celos m o rbosos la verdad más p rofu n d a de su ex i stencia
y a l m ismo tiempo l a más rad ica l desgrac ia. Tratan de
normal iz a rl os refi rién d o l os a toda su v id a a n ter i o r, pero
se d esl i gan de e l l os al a i s l a rl os como un t rastorn o b ru ta l .
Com p renden s u enfermed ad como u n dest i n o ; dan f i n
a s u v i d a q ueb rándola.
3) E sta u n i d ad paradoja! n o se p u ede mantener siem­
p re : l os elemen tos m orbosos se desl i ga n entonces de su
con tex to normal y const ituyen u n m u n d o autónomo en ­
terrándose en s í m i smos. Es u n m u nd o q ue para el en­
fe rmo tiene m uchos s i g l os de objet i v i d ad : es movido y
acosado por fuerzas exteriores cuyo m isterio hace que es­
capen a toda i nvest igac ión ; se i m pone a l a ev idencia, re­
siste al esfuerzo. Las a l u c i nac i ones frecuentes le b r i ndan
la riqueza sensi b l e de l o rea l ; el del i ri o que u ne esos ele­
men tos le asegu ra u na coherencia cas i rac iona l . Pero l a
conc iencia d e l a en fermedad no se borra e n esta casi -ob -
LA E N F E R M E DAD Y LA E X ISTENCIA 69

jet iv idad ; permanece p resen te, al menos de u n modo mar­


gi nal : este m u ndo de elemen tos aluci nados y de del i rios
cr istal izados sól o se yux tapone al m u ndo rea l . E l enfer­
mo no confunde jamás la voz de su méd ico y las voces
a l uc i nadas de sus perseguidores, au n cuando para él su
méd ico no es más q ue u n persecutor. E l del i rio más con­
sistente le parece al enfermo, a lo su mo, tan real como
el m ismo mundo rea l ; y en este juego de l as dos real ida­
des, en esta ambigüedad teatral , la conciencia de · la en­
fermedad se revela como conc iencia de otra rea l idad .
E l enfermo acepta reconocer esta oposición al m u ndo
real , o más b ien l a i rreductible yuxtaposición de estos dos
m u ndos reales; u n alucinad o p regu n ta a su interlocutor
si no escucha, as í como él, l as voces q ue lo persiguen ; l o
i n tima a que se ri nda a esta ev idencia sensible; pero si
se le oponen una negac i ón o una ignorancia masiva de
l os hechos q ue i nvoca, lo acepta y declara que, en esas
cond ici ones, es el ú n ico en _ escucharlas. Esta si ngu lari­
dad de l a ex periencia no i nva l ida para él l a certi d u m b re
que lo acompaña; pero reconoce, acepta y hasta fi rma
el carácter extraño y dol orosamente si ngu l ar de su m u n ­
d o ; ad m i te l os dos mundos, se adapta tanto al p ri mero
como al segu ndo, man ifiesta en el fondo de su conducta
u na conciencia espec ífica de su enfermed ad .
4 ) E n l as ú l ti m as formas d e l a esq u i zofren ia y e n l os
estados de demencia, el enfermo está su merg ido en el
m u ndo de su enfermedad . Sin embargo capta el u n iverso
que ha abandonado como u na rea l id ad lejana y vel ada. E n
este paisaje crepuscular, e n el q ue l as ex periencias más
reales - l os acontec i m ientos, l as palab ras o ídas, el med i o
amb iente- adoptan u n carácter fantasmagó rico, parece
que el enfermo conserva aún u n sent i m iento oceán ico de
70 M I C H E L FOUCA U LT

su en fermedad . Está su merg i d o en el u n iverso morboso,


y t i ene conciencia de esta r l o , por lo q ue se puede su poner
por el rel ato de pac i e n tes cu rados, e n la conciencia d e l
sujeto se conserva siem p re p resente la i m p resión de q u e la
rea l i dad sólo l a capta d isfrazada, caricatu rizada y m eta­
m orfoseada, e n el sent i d o est r i cto del térm i n o , e n el est i ­
l o del sueñ o . L a Sra. Séchehaye, que cu ró a u n a joven es­
q u iz ofrén ica, recog ió l as i m p resiones que su pac iente h a­
b ía experimentado en e l cu rso de su episod i o patol óg ico :
" Se d i r ía, re lata, q ue m i percepción del m u nd o me ha­
c ía sen t i r de u n modo m ás agudo la rareza de l as cosas.
Cad a objeto se recortaba como con u n cuch i l l o del si len­
cio y la i n mensidad , destacánd ose en € 1 vac ío, en l o i l i­
m i tad o, separado de l os otros objetos. A fuerza d e estar
sol o , sin relac i ón con su al reded or, comenzaba a exist i r . . .
Y o me sen t ía ech ad a d e l m u ndo, fu era d e la v i d a , especta­
dora de u n f i l m caótico q u e se desp legaba sin cesar ante
m i vista y en el q u e yo no l ograba partici par . " Y u n p o­
co más abajo agrega : " La gen te se me apa rece como en
un sueñ o ; ya no consigo d ist i n gu i r su carácter part icu­
lar. " 3 La conciencia de la entermedad no es entonces
más q u e u n i n menso su fri m iento m oral f re n te a u n m u n­
do reconoc i d o com o ta l p or referencia i m p l íc i ta a u n a
real i d ad q ue se h a vuelto i n accesi b l e .
L a enfermed ad mental ( cu a lesq u iera que sean s u s for­
mas y grados de obn u b i l ac i ó n q u e com porta) i m p i i ca
siem p re u na concien cia de en fe rmed ad ; el u n iverso m or­
boso no es u n abso l u to en el q ue se a n u l a n las referen­
c ias a lo n orm a l ; por el contrario, la concien cia en ferma
se desarrol la siempre con una d ob l e referencia para sí m is-

3 Séchehaye, Journal d'une schizophrene, págs. 50 y 56.


LA E N F E R ME DAD Y LA E X ISTE N C I A 71

ma : l o normal y l o pato l óg ico , o lo fam i l i a r y l o extraño,


o l o singu lar y lo u n iversa l , o b ien la v ig i l ia y el oni rismo.
Pero esta conciencia enferma n o se resu me en l a con­
ciencia que tiene de su enfermed ad ; se d i rige tamb ién a
un m u nd o pato lógico cuyas estructu ras debemos estu­
diar a h ora, para comp l etar e l anál isis n oético con el aná­
l isis n oemático.
1 ) M i n kowski ha estudiad o l as pertu rbaci ones en l us
formas temporales del m u ndo patológico . Paít icu l a rmen­
te a n a l i z ó un caso de d e l i rio paranoide en el cual el enfer­
mo se siente a menazado por catástrofes que n i nguna p re­
caución puede conj u ra r : la i n m i nencia se renueva a cada
instante, y el h echo de q u e la desgraci a tem ida no se h aya
p roducido j amás no puede p robar que no se p roduci rá
d u rante l os i n stantes sigu ientes. Ah ora b ien , la catástrofe
que l o amenaza es m o r i r aplastado por todo l o q ue es
residuos, cadáver, detritus, desperd icios. Es fáci 1 ver u na
relac i ón sign ificativa entre este contenido del del i r i o y
el tema ansi oso de l a i n m i nencia catastrófica : el temor a
l os " restos" man i fiesta en el sujeto u n a i ncapacidad para
conceb i r cómo u na cosa puede desaparecer, cómo lo que
ya n o es más n o puede estar aún. La acu mu l ación del pa­
sad o ya no puede l iq u idarse para é l ; y correlat ivamente, el
pasad o y e l p resente n o l ogran anticiparse a l porven i r :
n i nguna segu ridad adq u i rida p uede garantizar con tra las
amen az as q u e contiene; en el fu turo tod o es absurdamen­
te p osi b le. Estos dos temas reve lan en su en trelazam i en to
deli ran te u n a gran pertu rbación en la temporal idad ; el
tiempo no se p royecta ni t ranscu rre ; el pasado se amon­
tona ; y el ú n i co porven i r q ue se abre n o puede contener
como p romesas, más q ue el ap lastam iento del p resente
72 M I C H E L FOUCAU LT

por la m asa cont i n u amente agrandada d e l p asad o 4


Cada pertu rbac ión i m p l i ca ta mb ién u n a a l terac ión es­
pec ífica del tiempo vivido. B i nswanger, por ejem p l o , h a
def i n id o c o m o ldeenflucht l a pertu rbac i ó n tem pora l de
la ex isten cia man (aca : por fragmentac i ó n , el tiempo se
hace m omentáneo y sin abertu ra sobre e l pasad o, y e l
fu tu ro g i ra sob re s í m ismo p roced iendo a veces de a sa l ­
tos y a veces por repeticiones. Sobre este fondo la temp o­
ra l id ad as í pertu rbad a, d ebem os com p render l a "fuga de
id eas", con su a l ternancia caracter íst ica d e repetici ones
temáticas y de asoc i ac iones i rregu l a res e i l ógicas. E l t iem­
po del esq u izofrén ico tam b ién es en trecortad o, q ueb rado
por l a i n m i nencia de lo Sú b i to y de lo Aterrad or, a l que el
en fermo só lo escap a gracias al m ito de una eternidad
vac ía ; la tem pora l idad del esq u izofrénico se d istribuye
entre e l t iempo fracc ionado d e la angustia y l a etern idad
s i n forma n i conten i d o d e l d e l i ri o 5 .
2) E l espac io, como estructu ra del m u n d o v ivenciado,
p uede p restarse a l os m ismos a n á l isis.
A veces las d istancias d esaparecen , como para esos d e­
l i ra ntes q u e reconocen aqu í personas q u e están en otra
parte, o l os a l u c i n ad os q u e escuchan sus voces n o en el
espac io objetivo en e l q u e se si túan l as fuentes sonoras,
s i n o en un espac i o m ít i co, en u na espec i e d e cuasi -espa­
c i o en el q u e l os ejes de referencia son fl u id os y m óv i l es :
escuchan cerca de e l l os, a l reded or de el l os, e n el l os, l as
voces de los persegu idores q ue, a l m ism o tiempo, s i ­
t ú a n del otro l a d o de l os mu ros, m uch o m ás a l l á d e l a

4 M i n kowsk i , Le temps vécu.

s B i n swanger, " Der Fall J u rg Zund " , Schweizer Archiv f. Neurol., 1 946.
LA E N F E R M E DAD Y LA E X ISTENCIA 73

ciu dad y sus fronteras. Susti tuye el espac io transparente


en el que cad a objeto t iene su l u gar geográfico y l as pers­
pectivas se a rt icu lan por u n espacio opaco en el que l os
objetos se mezclan, se acercan y se alejan con u na movi­
l idad i n med i ata, se desplazan s i n mov i m iento y final men­
te se fusionan en un horizon te sin perspectiva. Como d ice
M i n k owsk i , "el espaci o l ím p id o " se esfuma en el "espa­
cio osc u ro", el del m iedo y de la noche, o más b i en se
mezcl a n en el u n iverso- morboso en l ugar de d ivid i rse,
como en el m u ndo normal
En otros casos, el espac io se h ace i nsu lar y r ígido. Los
objetos p ierden su índ ice de i n serción , q u e señala tam­
b ién la posi b i l idad de u t i l izarlos ; se ofrecen en una p l e­
n it u d si ngu l a r q ue l os d esl iga de su contexto, y se afi rman
en su aislamiento, sin lazo rea l n i vi rtual con l os otros ob­
jetos ; l as relaciones i nstru men tales han desaparecido.
Roland K u h n ha estud iado l os del i rios de "1 im i tes" en
ciertos esq u iz ofrén icos : la i m portancia dada a los 1 í m i ­
tes, fronteras, m u ros, a t o d o l o q ue cerca, encierra y pro­
tege es fu nción de la ausencia de u n idad i n terna en l a
d isposic íón de l a s cosas; e n l a med ida en q u e éstas n o
"conservan" su u n id ad , e s necesario p rotegerlas d e l ex­
ter i o r y mantenerlas en una u n idad q ue n o es l a nat u ra l .
Los objetos h a n perd ido s u cohesión , y el espaci o , su co­
herencia. Como por eje m p l o , en ese enfermo que d ib uja­
ba sin cesar e l p lano d e una c i udad fantástica cuyas i n fi­
n i tas fortificaci ones no p roteg ían más q u e u n conglome­
rad o de ed ificios sin sign i f i cac ión . El sent i d o de la " u ten­
si l idad " desaparece del espac i o ; el m u nd o de l os "Zuhan-

6 M i n kowsk i , Le temps vécu.


74 M I CH E L FOUCAU LT

.Jenen " , com o d i r ía He1 degger, es para el enfermo n ad a


más q u e u n m u n d o de l os " Vorhandenen " . *
-- ·3) N o só lo el med i o espac i o-tempora l , e l " U mwelt"
está pertu rbad o en su s estructu ras ex istenciales por la en­
fermed ad , sino ta mb ién e l " M i twel t " , el u n iverso soc i a l
y c u l tu ra l . E l "otro" deja d e ser, para el enfermo, el com­
pañero de un d i á l ogo y el cooperad or en u na tarea; ya no
se l e p resenta sobre el fond o d e l as i m p l icaciones socia­
l es, p ierde su rea l idad de "soci us" y se conv ierte, en ese
u n iverso despoblado, en el E xtrañ o. E l s índrome tan
frecuente de la "anu lación simból ica de l os demás" se
refiere a esta a l teración rad ica l : sen t i m iento de ex trañe­
za a nte el lengu aje, el sistema de e x p resi ón, el cuerpo de
l os demás ; d if i cu l tad de l legar a la certi d u m b re de la exis­
tencia del otro; pesadez y a lejam iento de u n u n iverso i n ­
terhu mano e n el que las cosas ex presadas coagu lan, en
e! que !as significaciones tienen !a indiferencia maciza de
l as cosas, y en el q u e l os s ím bolos adq u ieren la gravedad
de l os en igmas : es el m u ndo r ígido del psicastén ico y de
l a m ay o r parte de l os esq u izofrén i cos. La enferma de l a
Sra. Séchehaye describe u no de sus pri meros sent i m ientos
de i rrea l id ad del sigu iente m od o : "Estaba en el Patrona­
to : súb i tamente la sa la se volvió i n mensa, como i l u m i na­
d a por u n a terrible claridad ... Las a l u m nas y las maes­
t ras parec ían marionetas q ue se m ov ían sin sentido, s i n
f i n a l idad . . . Escuchaba l a s conversaciones pero no com­
p rend ía las palabras. Las voces me parec ían metál icas,
s i n tono y sin cal idez. De . tiempo en tiempo, u n a pala-

* Zuhanden en: En alemán " los entes al cu idado de"; Vorhandenen: "las
cosas o entes"'; Mitwe/t: "ser-con"; Umwe/t: "ser-en " ; Eigenwe/t: " mun­
do propio". (T.)
LA ENFERMEDAD Y LA E X ISTENC IA 75

b ra se destacaba del conj u n to. Se repet ía en m i cerebro


como cortada con un cuch i l l o, absu rda. " La n i ña t iene
m ied o, la celad o ra interviene, l a tranq u i l iza: "Me son­
r íe amab lemente . . . Pero su son risa, en vez de tranqu i ­
l i zarme aumenta aún más m i angustia y m i con fusión,
porq ue vi sus d ientes, q ue eran b la ncos y regulares. Esos
d ientes b r i l l aban a la l u z de la l ám para y enseguida, aun­
q ue segu ían pareciénd ose a s í m ismos, ocu paron toda m i
visión como s i toda l a sala n o fuera más que d ientes,
bajo una claridad i m p lacab le" 7 .
Y en el otro polo de la patol og ía está el m u nd o i n fi­
n i tamente f l u i d o del del i rio aluci natori o : el tu m u l to
siem pre renovado de l os pseudorreconoc i m ientos, en el
que cada uno de l os otros no es otro, sino el Otro i m por­
tante, constantemente enfrentad o, constantemente ahu­
yentado y vuelto a encontrar; p resencia ú n ica de m i l
rostros : del hombre od iado q ue engaña y que mata, de
la m ujer devorad ora q ue trama la gran conj u ración de la
m uerte. Cada rostro, ex trañ o o fam i l iar, es só l o una
máscara ; cada conversac ión, clara u oscu ra , no ocu l ta
más que un sent i d o : la máscara del perseguidor y el sen­
tido de la persecución.
Máscaras de la psicasten ia, máscaras del del i r i o a l u c i­
nato r i o : en l a monoton ía de las pri meras com ienza a
perderse la variedad de l os rostros h u manos; bajo l os in­
n ú meros perf i les de las segu ndas se encuentra, ú n ica ,
estable y cargada de u n sentido i m p l acab le, la experien­
cia del i rante del a l uc i nad o .
4 ) F i nal mente, la en fermedad p u ed e atacar al h om b re
en la esfera i n d iv i d ual en la q ue se desarro l l a la experien-

7 Journal d'une schizophrene , págs. 6 y 7.


76 M I CH E L FOUCAU LT

cía de su p ropio cuerpo. E ntonces el cuerpo deja de ser


el centro de referencia al reded or del cual l os cam i nos del
mundo ab ren sus posi b i l idades. Se altera l a p resencia del
cuerpo en el h orizonte de la conciencia. A veces ésta se
espesa hasta adq u i r i r la pesadez y la i n mov i l idad de una
cosa ; se incl ina a una objet ividad en la cual l a conciencia
ya no puede reconocer su cuerpo; el sujeto se siente como
un cadáver o como u n a máq u ina i nerte, y todas sus p u l ­
sac iones emanan d e una exterioridad m isteriosa. U n a en­
ferma observada por M i n kowski decl araba : " D ía por me­
d i o mi cuerpo es d u ro como la madera. Hoy mi cuerpo
es denso como ese mu ro; ayer ten ía todo el tiempo l a i m ­
p resión de q u e era agua negra, más negra que esta ch ime­
nea . . . Todo es negro en m í, de u n negro mohoso , como
sucio . . . M is d ien tes son del espesor de la pared de un ca­
jón . . . Se d i r ía que mi cuerpo es denso, fijo y resbalad izo
como ese parq uet" 8 .
A veces, la conciencia toda del cuerpo, con su espac i a l i ­
dad y esa densidad en la q ue se insertan las experiencias
p ropioceptivas acaba por exten uarse hasta no ser más
que conciencia de u na vida i ncorpórea y del i rante creen­
cia en una ex istencia i n m ortal ; el mu ndo del p rop io cuer­
po, el " E igenwelt", parece vac iad o de su conten ido, y es­
ta vida, q ue es sólo concien cia de i nmortal idad , se agota
en u na lenta m uerte q ue el la m i sma p repara med iante el
rechazo a todo al i mento, a todo cu idado personal, a
toda p reocu pación material. B i n swanger observó a u na
enfe rma, E l len West, en q u ien podemos encontra r esta
pertu rbac i ón del " E igenwel t " , y en q u ien vemos al m ismo
tiempo desl igarse las formas de i nserción en el m u ndo. Ya

8 Ajuriaguerra y Hécaen. Les hsllucinstions corporel/es.


LA E N F E R M E DAD Y LA E X ISTENCIA 77

no recon oce este modo de e x i stencia, que se orienta y


se mueve en el m u ndo, segú n l os cam i n os v i rtuales que es­
tán trazados en el espac i o ; ya n o sabe estar "parada so­
bre tierra " ; está aprisi onada entre el deseo de volar, de
planear en un j ú b i l o etéreo, y el temor de ser cautiva de
una tierra fangosa que l a oprime y la para l iza. E ntre la
mov i l id ad alegremente momentánea y la angustia que
h u nde, el espac i o sól i d o y fi rme del m ov i m ien to corporal ·
ha desapareci d o : el m u nd o se ha vuelto "si lenci oso, gla­
cial y muerto " ; la enferma i mag ina su cuerpo como u na
flu idez grác i l y etérea, cuya i n consistencia l a l ibera de to·
da materi a l i dad . Sobre este fondo se m a n i fiesta l a psicosis
y se destacan l os s ín to mas (tem or de engordar, anorex ia;
i n d i ferencia afectiva) q u e la l l evarán a t ravés de u n a evo­
l u ción patol ógica de m ás de trece años h asta el su icid i o 9 •

Podr íamos estar tentados de red u c i r estos anál isis a


aná l i sis h istóricos, y a p regu n tarnos si l o q u e l lamamos
u n iverso del enfermo n o es só lo u n arb it rario corte de su
h istoria, o al menos, el estado ú l t i m o en q u e cu l m ina su
devenir. E n rea l idad , si R ud o l f, u n enfermo de R oland
K u h n , se q uedó durante largas horas al lad o del cadáver
de su mad re cuando era u n n i ñ o peq ueño e ignoraba la
sign ificación de la muerte, no fue esto l a causa de su en­
fermedad : sus largos contactos con un cadáver han pod i­
do entrar en u na com u n idad de sen tido con u na necrofi­
l ia u l terior y fi nal mente con u n a tentativa de asesi nato só­
lo en la med ida en q ue se const i tuyó u n m u ndo en el que
la m uerte, e l cadáver, el cuerp o r ígido y frío, la m i rada

9 B i nswanger, "Der Fall E l len West " , Archiv. Schw. f. Neurol., 1 945.
78 M I C H E L F O U CA U LT

gl auca ten ían u na ley y u n sen t i d o ; fue necesario q ue este


m u ndo de la m uerte y de la n oche tuviera u n sitio p rivi le­
giado frente al mu ndo del d ía y de la vida, y que el pa­
so de uno al otro, que anteriormente h ab ía p rovocado en
él tantos asomb ros y tan tas angusti as, lo fascine aún hasta
el pu nto q ue q u i ere forzarlo med ian te el contacto con ca­
dáveres y el asesinato de una mujer 1 0 . E l m u ndo patoló­
gico no se e x p l ica por la causal idad h istórica ( q u iero de­
c i r la de la h istoria psicológica ) ; ésta só lo es posible por­
q u e ese m u ndo ex iste, y posib i l i ta l a relación entre el
"
efecto y l a causa, l o anterior y l o u l terior.
Pero deber íamos p regu n ta rn os acerca de esta n oc i ón
de " m u nd o patológico" y l o que l o d isti ngue del u n iver­
so constitu i d o por el h om b re norma l . Sin d uda, el aná­
l isis fenomen ológ ico rechaza una d isti n ción a priori de
lo n ormal y lo pato l ógico: " La val idez de las descrip c io­
nes fenomen o l ógicas no es l i m itada por un j u icio sobre l o
n ormal y la anormal . " 1 1 Pero l o m orb oso se man i fies­
ta en el cu rso de la i nvestigaci ón como u n carácter fu nda­
mental de este u n iverso. E n efecto es u n m u ndo cuyas
formas i m ag i n arias, hasta on íricas, su opacidad a todas l as
perspectivas de la i n tersubjetiv idad , den uncian como u n
" m u ndo p rivad o", como u n '!c tov ,...6cr[J.ov ; y B i nswanger
recu erda, para la l ocu ra, las palabras d e Herác l i to acerca
del sueñ o : " Los q ue están desp iertos tienen u n m u ndo
ú n ico y común ( €wz :x.cx1 M t v o v Y. Ócr iJ.ov ) ; el que d uerme se
i n cl ina hacia su p rop io m u ndo (s1 � '13 t o v 5: -:: oa-r;:e:y2 J O :.d ) " 1 2 .

10 R. Kuhn, "Mordversuch eínes depresiven Fetichister", Monatschrift für


Psychiatrie, 1 948.
1 1 R. K u h n , ibíd.
1 2 B i n swanger, "Traum u nd E x isten z " . Neue Schweizer Rundschau, 1 930.
LA E N F E R ME DAD Y LA E X I STENCIA 79

Pero esta ex istencia patológica está señalada, al m ismo


tiempo, por u na forma muy especial de abandono del
m u n d o : al perder las significac iones del u n iverso, al per­
der su tempora l idad fu ndamental, el sujeto al iena esta
ex istencia en e l mundo en el que esta l l a su 1 ibertad ; no
puede comprender el sentido y se abandona a l os aconte­
cim ientos; en ese tiempo fragmentado y sin porven i r , en
ese espacio sin coherencia vemos la señal de u n derru mbe
que abandona a l sujeto al mu ndo como a u n desti n o ex­
terior. El p roceso patológico es, como d ice B i n swanger,
u na "Verweltl ichu ng". En esta u n idad contrad ictoria
de u n mundo p rivado y de u n abandono a la i nautentici­
dad del mundo, se encuen t ra el n udo de la enfermedad .
O, para emplea r otro vocab u l a r i o , la enfermedad es a la
vez ret i ro a l a peor de l as subjetividades y ca ída en la peor
de las objetividades.
Pero aqu í l l egamos a u na de las paradojas de la enfer­
medad mental q ue nos ob l iga a nuevas formas de aná­
l isis: si esta su bjetividad del insano es al m ismo tiempo
vocación y abandono del mundo, lno es acaso a l m u ndo
m ismo a q u ien debemos interrogar acerca del secreto d e
esta subjetividad en igmática? Después de h aber expl ora­
do las d i mensiones i n teri ores, l n o hemos sido ob l igato­
r iamen te l l evad os a considerar sus con d i c i ol)es exteri ores
y objetivas?
Segu nda parte

LAS CONDICIONES DE LA ENFERMEDA D


INTRODUCCION

Los anál isis p recedentes han determ inado las coorde­


nadas por l as cuales podemos situar lo patol óg ico en e l
i n terior de la personal idad . Pero si b ien nos han mostra­
do las formas de aparición de la en fermedad , no han po­
d ido demost rar sus cond ici ones de apari ción. Ser ía u n
error c reer que l a evo luc ión orgán ica, la h istoria psicoló­
gica o la situación del hombre en el m u ndo pueda revelar
esas cond ici ones. Sin duda, la en fermedad se man i fi esta
en el las; sus modal i dades, sus formas de ex p resi ón , su es­
ti lo, se depl iegan en e l l as. Pero el h echo pato lógico t iene
sus ra íces en otra parte.
Boutroux dec ía en su term i n o l og ía , q ue las l eyes psico­
l ógicas, h asta las más generales, son relat ivas a una " fase
de la h u man idad". Desde h ace tiempo, u n hecho es l u gar
común en la socio log ía y la patolog ía mental : la enferme­
dad no tiene rea l idad y val or de enfe rmedad más que en
una cu l t u ra q u e la reconoce como ta l . La enferma de Ja­
net, que ten ía visi ones y que p resentaba est igmas, hab r ía
sido, bajo otros c i e l os, una m ística visionaria y tau matu r­
ga. E l obsesivo que se mueve en el u n iverso contagi oso
de las s i m pat ías parece reencontrar en sus gestos p ropi­
ci atorios l as p rácti cas del h ech icero p r i m i tivo: l os ri tos
med iante l os que rodea al objeto de su obsesión adqu ie­
ren para n osotros u n sen tido morb oso por la c reencia en
84 M IC H E L FOUCAULT

el tabú , en el que el p r i m i t ivo conc i l ia normal mente l as


fuerzas eq u ívocas y se asegu ra l a com p l icid ad pel igrosa­
mente favorable.
S i n embargo, esta relativ idad del hecho morboso no
es i n med iatamente cl ara. Du rkheim pensaba ex p l icarla
med iante una concepc ión evo l ucion ista y estad íst ica a la
vez : en una sociedad , se considera r ían patol óg icos los fe­
nómenos que a l alejarse de la med ia, señ alan l as etapas
superadas de u n a evolución anterior, o anu ncian l as fa­
ses p ró x i mas de un acontec i m iento que se p repara apenas.
"Si conven i m os en l lamar tipo m ed io al ser esq uemático
que se const i tu i r ía reu n iendo en un m ismo tod o, en u n a
espec ie de u n iversa l id ad abstracta, l os caracteres más
frecuen tes de la especie . . . , p od remos deci r q u e todo aleja­
m iento de este ex ponente de l a sa l u d es u n fenómeno pa­
tológ ico"; y comp leta este pu nto de v ista estad íst ico agre­
gand o : " U n hecho soc ial no puede ser l l amado normal
por una sociedad determ i nada más que en relación a una
fase igu a l mente determi nada de su desarro l l o " (Reglas
del método sociológico ) .
A pesar d e sus con ten idos antropológicos muy d isti n­
tos, la concepción de l os psicól ogos americanos no está
muy d istante de la perspect iva d u rkheim iana. Segú n R u th
Bened ict, 1 cada cu l tu ra P. l i ge a l gu nas de l as v i rtual idades
que forman la conste l ac i ón antropol ógica del h om b re :
u n a c u l t u ra, como por ejemp l o l a d e l os kwa k i u t l , el ige
la exal tac i ón del yo i nd iv i d u a l , m ien tras que la de l os z u ñ i
l o excl uye tota l mente; l a agresión es u n a conducta pri­
v i ley i ad a en l os dobus, y rep r i m ida en t re l os pueb l o.

1 Echantil/ons de civilisation.
I N T R ODUCCION 85

En tonces, cada cu l t u ra se hace u na imagen de la enfer­


medad , cuyo perf i l se d i buja grac ias al conju nto de las
v i rtual idades antropológicas que ella desp rec ia o rep ri­
me. Lowie, al estud ia r a l os i n d ios crow, cita a u n o que
poseía u n conoc i m iento excepc i onal de las formas cu l ­
tu ra les de s u tribu ; pero era i n capaz de afrontar u n pel i­
gro f ísico, y en esta forma de c u l t u ra que no ofrece po­
sib i l idades y no da va lor más que a las conductas agresi­
vas, sus vi rtudes i n telectuales lo hac ían tomar por u n
i rresponsable, u n i ncompetente y final mente, u n enfer­
mo. "As í como se ven favorecidos, d ice Bened i ct, aque­
l l os .cuyos reflejos natu rales son muy cercanos al compor­
tam iento q u e caracteriza a su sociedad , l os que poseen re­
flejos natu rales que caen dentro de u n tipo de comporta­
m iento que no ex iste en su civ i l ización , se encuentran de­
sorientad os . " La concepción de Du rkheim y la de l os psi­
có l ogos american os t ienen como rasgo com ú n que enca­
ran la enfermedad bajo u n aspecto negativo y v i rtual a l
m ismo tiempo. Negativo, porque la enfermedad e s defi­
nida en relac ión a una med ia, a u na norma, a un "pat­
tern", que en ese alejam iento reside toda la esencia de
lo patol ógico: la enfermedad ser ía marg i nal por natu rale­
za, y rel at iva a u n a cu l tu ra en la sola med ida en que es
u n a conducta q u e no se integra a e l l a . V i rtual, porqu e el
conten ido de la enfermedad es defi n id o por las posib i l i­
dades, en s í m ismas no morbosas, q u e se manifiestan
en ella : para Du rkheim es la v i rtua l id ad estad ística de
un alejam ien to de la med ia; para Bened ict, es la v i rtua­
l idad antropológ i ca de l a esencia h u mana; en l os d os aná­
l isis, la enfermedad está ub icada entre las v i rtual idades
que sirven de margen a la rea l idad c u l tu ral de u n grupo
social .
86 M I C H E L F O U CA U LT

I ndudab lemente, esto es dejar de lado l o que hay de


positivo y real en l a enfermedad , tal cual se p resenta en
una soci ed ad . Hay, en efecto, enfermed ades que son re­
conocidas como ta les y que t ienen en el interior del gru­
po status y función : en ese caso l o patológico ya n o es
más u n a simple desv iac ión respecto del tipo c u l t u ra l ,
es u n o de l os elementos y u n a de l as m a n i festac iones d e
ese m i smo t i p o cu l tu ral . Dejemos de lado el caso céle­
bre de l os berdaches, entre l os i nd ios da kota de Amér ica
del N orte : esos h om osex u ales tienen u n status rel i g i oso
de sacerdotes y hech iceros, una función económ i ca de
artesanos y maestros 1 i gada a l a particu laridad de su con­
ducta sex u a l . Pero nada parece i nd icar q ue haya en el
grupo y respecto de el los una c l a ra conciencia de enfer­
medad . Por el cont ra r i o , encontram os esta conciencia
l igad a a i nsti tuci ones sociales b ien def i n idas . Segú n Ca l l a­
way , éste es el m od o en q u e u n o se conv ierte en chamán
entre los z u l úes : "al p r i n c i p i o " el que está por converti r­
se en chamán "es de apariencia robusta, pero con el tiem­
po se h ace cada vez más del icado ... ; n o deja de quejarse
de que se siente mal . . . Sueña tod o t i p o de cosas y su
cuerpo está barroso . . . Tiene convu lsi ones q ue se detienen
por u n tiempo cuando se l o sa lp ica con agua. A l a p ri me­
ra fa l ta de considerac ión suelta u nas l ágrimas, y l u ego l l o­
ra ru idosamente. U n h om b re a p u n to de converti rse en
ad ivino es una i mportante causa de p reocu pac i ones . "
Por l o tanto, ser ía fa lso dec i r q ue l as conductas caracte­
r ísticas del chamán son v i rtu a l id ades reconocidas y vá l i ­
das entre los z u lúes, y p o r el contrario ca l ificadas d e h i­
pocond r ía o h isteria entre l os eu ropeos. N o sólo l a con­
ciencia de la enfermed ad n o es ex clusiva del rol soc i a l ,
sino que l é'l req u iere . E l g r u p o que denuncia y reconoce
I N T R O D UC C I O N 87

a la enfermedad como ta l , le confiere un status. Pod r ía­


mos encontrar otros ejemp l os en el rol q ue desempeña­
ban n o h ace m uch o tiempo, en nuestra sociedad , el id io­
ta del p ueb l o y los epi lépticos.
Du rkhei m y los psicól ogos americanos han hecho de
l a desviación y del alejamiento de la med ia, l a natu rale­
za m isma de la en fermedad por efecto de u n a i l usión
cu l tu ral q ue les es comú n : n uestra sociedad n o q u iere
reconocerse en ese enfermo q ue e l l a encierra y aparta o
encierra ; en el m ismo momento en que d iagnostica la
enfermedad , excl u ye al enfermo . Los análisis de nuestros
psicó logos y de n uestros soc i ó logos, q ue hacen del enfer­
mo un desviado y que buscan el o rigen de lo morboso en
lo anormal son , ante tod o, u na p royecc ión de temas. c u l ­
tu rales. E n real idad , una sociedad s e expresa posi tivamen­
te en las enfermed ades mentales q ue manifiestan sus
m iembros; cualq u iera sea el status q u e otorga a sus for­
mas patológ i cas: ya sea q ue las u b i q ue en el centro de su
vida rel ig i osa, como sucede a menudo entre l os p ri m i­
tivos, o q ue t rate de expatriarlos · si tuánd olos en el ex­
terior de l a vida social, como l o hace n uestra cu l tu ra.
Ahora se p l a n tean dos p roblemas: lcómo h a l legad o
n uestra cu ltu ra a dar a la enfe rmedad el sentido de la des­
v iación, y al enfermo un status q u e lo excl u ye? ¿y có­
mo, a pesar de eso, nuestra sociedad se ex p resa en estas
formas patológ icas, o se n iega a recon ocerse?
C APITU LO V

E L SENTIDO H ISTOR I CO DE LA
ALIENACION M ENTAL

Sin duda, debemos buscar la forma prim it iva de la


al ienación en esa posesión en la que se h a visto, desde
la ant igüedad , el signo mayor de la locura, la transforma­
ción del h ombre en "otro" d isti n to; el energoumenos de
l os griegos, o el mente captus de l os lati n os es aq uel en
q u ien actúa o se debate u n a fuerza ven ida de no se sabe
d ónde. Este m ismo "energú meno" es recogido por la
trad ición c ristiana para denu nciar al demon io q ue lo habi­
ta y ah uyentar med iante la Pa labra el esp íritu i m p u ro des­
encadenad o en él . A part i r de entonces lo demon íaco,
desde siem p re signo visible de lo ocu lto, se transforma
en el m u n do crist i ano, en test igo del Verbo y de la Luz :
el gada reno q ue viv ía noche y d ía en l os sepulcros, gri­
tand o y mart i rizándose con p i ed ras; por orden de Jesús
l os demon ios escaparon, "se vio al demon íaco sentado,
vest ido y en su sano j u icio . . . Vete a tu casa, le d ijo Je­
sús, ve con l os tuyos, y cuéntales lo que el Señ or te ha
hecho y cómo se ap iadó de ti" ( Ma rcos V, 5-1 6) . D u ran­
te siglos el pose ído forma parte del u n iverso cristiano.
Es la p resencia encarnada del demon io, y a l m ismo t iem­
po el instrumento de l a gl oria de D ios, el signo de su po­
der. D i os perm i te las posesiones, d ice San Buenaventu ra,
"con el f i n de man ifestar su g loria, ya sea por l a p u n ición
del pecado, la correcc i ón del pecad or o para n uestra i ns-
E L SENTIDO H ISTO R ICO DE LA A L I E NAC ION M ENTAL 89

trucción " . El endemon iado i l u stra un combate eterno,


y el pensam iento cristiano reconoce en él el d rama del
hombre aprisionado entre lo d iv i n o y lo satá n i co .
Es u n d rama conceb ido d iversamente según l as formas
del pensam iento cristiano. Para San to Tomás, la l ibe rtad
es anterior a su a l ienac ión por el demon io posesor, y e l l a
permanece i rreductible, i m penetrab le para siempre ; só­
lo en el cuerpo se.. desl izan l os ánge les malos: nostris cor­
poribus il/abuntur ; " i m p resionan a l as facu ltades l igadas
a nuestros órganos, pero la i m p resión no l l ega hasta la
vol u n tad porq u e ésta no depende, n i en su eje rcicio n i
en su objeto , d e u n órgano corporal " . De este modo se
salva la l i bertad del pose ído. Pero su cuerpo está condena­
do; y si el ángel posesor está aferrado sól o a la carne, si
só lo ag i ta , atormenta y revoluciona a la ex istencia animal,
matar esta v ida best ial y q uemar ese cuerpo n o es más que
devolver a l alma la p u reza de su q u erer, l i berarle del ins­
trumento pervertido de su l i bertad ; el fuego l ibera rá al
esp íritu de su cuerpo pose ído, se q uemará al insano
por su salvación . Después del Renac i m iento, la posesión
adq u iere un nuevo sentido en el pensam iento cristiano.
Ya n o es más perversión del cuerpo que dej a i n tacta
la l i bertad del al ma, sino posesión del esp íritu por el
esp íritu , abol ición de la l ibertad , m ien tras q u e la natu ra­
leza, obra d iv i na , permanece ind i ferente al t u m u l to del
corazón . La l i bertad no está ah ora resguardada más al lá
de l a p osesión si n o la armon ía de la natu raleza q ue se
conserva a pesar de l a l ocu ra; el o rden de l as cosas resiste
con toda su d isposición a l os maléficos embates de l os
esp í r i tus. " La esencia de la poses i ó n , escribe el pad re
Surin a med iados del siglo X V I I , consiste en u na u n ión
del d iablo con el alma, g racias a l a cual tiene derech o .
90 M IC H E L FOUCAULT

a actuar como si fuera el alma de la persona a q u ien


posee. Pero l a natu raleza h u mana l i m i ta su acción, de­
tiene su fu ria, su rab ia y su maldad . As í como el rayo
de sol es atenu ado por el cristal y por el med i o q ue de­
tiene su fuerza, sin i m ped i r su actuación". Ahora ya no
se trata de destru i r el cuerpo, s i n o de ev i ta r que sea el
i nstru mento sin fuerza de u n esp íritu insano. En esta d i­
recc ión se desarro l l an en el siglo X V I I las nuevas p rácticas
h osp italari as, en las que el "rég i men de fuerza" no t iene
el sen t i d o del castigo sino de la salvaguard ia.
Lo i m portante es q ue el cristian ismo despoja a l a en­
fermedad mental de su sentido h u manb y l a u b ica en el
i n terior de su un iverso; la posesión a rranca a l hombre
de l a h u man idad para l iberarlo a lo demon íaco , pero l o
mantiene e n un mundo crist iano, e n e l q u e cada h ombre
p uede reconocer su desti no. La obra de l os siglos X V I I I
y X I X es i nversa : restituye a l a enfermedad mental su
sen tido h u mano, pero aleja a l enfe rmo mental del mun­
d o de l os hombres.

El siglo X V I I I aporta u n a idea cap i ta l : q ue la locu ra


n o es u n a su perposición de u n mundo sobrenatu ra l al
o rden de l o natu ral , u n añad ido demon íaco a l a ob ra de
D i os, sino sólo la desaparición de las facu l tades más al­
tas del h omb re : " La locura no es más que p rivación"
d i ce la Enciclopedia ; las a l uc i naci ones y l os d e l i rios son
l os efectos natu rales de la i lusión, del error, de la i ncapa­
c idad de reconocer lo verdadero; hay l ocos q u e i gnoran
la "verdad f ísica" (la verdad de las sensac i ones) : son l os
q u e oyen "conc iertos de ángeles" ; hay l ocos q u e ignoran
la "verdad moral " : en e l l os encontramos todos " l os de-
E L S E N T I DO H I STO R ICO DE LA A L I E N A C I O N M E N T A L 91

fectus del esp íritu , todas las i l usiones d e l a m o r p ropio


y todas las pasi ones" ( a rt ícu l o " Locu ra" , de la Enciclope­
dia ) . La ceguera se h a convert ido en el rasgo p rincipal
de l a l ocura; el i nsano ya no es un pose íd o; en todo ca­
so, es un despose ído.
Desde entonces la l ocu ra forma parte de todas las de­
b i l idades h u manas y la demencia es sólo una variación
sobre el tema de l os errores de l os h ombres. E n 1793
P i nel l ibera a l os encadenados de B i cetre, y l os deja
vivir como a h om b res. Cabanis, pensando que l os errores
del esp lritu pueden i l u m inar su cam i n o hacia la verdad ,
ex ige el estud i o de las en fermedades mentales en la Fa­
cu l tad : " La h isto ria y el trata m iento de la l ocu ra es u ne.
hermosa parte de la med icina; hechos b ien elegidos de
esta materia i l u m i narán singularmente el estud io del h om­
b re" (Informe sobre las Escuelas de Medicina, añ o V I l ) .
F i nal mente Esq u i rol p ide justicia para aq uel l os de q u 1 enes
D i derot dec ía que "no eran tal vez d i ferentes del resto
de l os hombres" : " Ex ijo para l os m i emb ros más intere­
san tes de la sociedad , v íctimas casi siemp re de l os p rej u i ­
cios, d e l a inj usticia, de la i n gratitud de sus semejantes.
Son pad res de fam i l ia , esposas fieles, comerc iantes ín­
tegros, hábi les artistas, guerreros val i osos para su patria,
sab i os d isti n gu idos : son al mas ard ien tes, org u l l osas y
sensi bles . " Y agrega : " lOu ién puede asegu rar q u e no se­
rá tocado por u n a enfermedad q u e hace v íctimas en todas
las edades, en todos l os rangos, en todas las cond ici ones?"
Y sin embargo, de esta concepción h u man ista su rgi rá
u na práctica q u e excl uye al enfermo de la sociedad de
l os hombres. Se ha abandonad o la concepción demo­
n íaca de la posesión , pero para l legar a u na p ráctica i n­
h u mana de l a al ienación.
92 M I C H E L FOUCAU LT

Si el demente no es más q u e u n despose ído, ¿cuál es


la facul tad que perd ió? El siglo X I X responde d icien d o
que e s una de las más a l tas facul tades del hombre, l a fa­
cu l tad por la cual define la human idad del hombre: la
l i bertad , cuyas formas civi les y j u r íd icas son reconoc í - ·
das a l os h om b res por la Declaración de l os Derechos; e l
enfermo men tal e n el s i g l o X I X e s el q u e ha perd ido e l
uso de las l i bertades q u e l e h ? con ferido l a revolución
bu rguesa.
La demanda de i n terd icci ón de la marq u esa de Espart
es muy sign ificat iva al respecto. El marqués, d ice el tex ­
to, se ha vuelto i ncapaz de ad m i n istrar sus b i enes y d e
ed ucar a sus h ij os, "la anu lac i ón de s u vol u n tad " ha d e­
jado, en cierto mod o, s i n titular esos d erechos de todo
ci udadano, de todo pad re de fam i l ia, q u e son ga rantiza­
dos al homb re. Además, l a desfal leciente vol u ntad del
enfermo es sustituida por la voluntad abusiva de un ter­
cero q ue u t i l iza sus derechos en su s sitios y p l azas; u na
mujer ejerce sobre el esp íritu deb i l itad o del marq ués u n
i m perio q u e " n ingu na razón puede just i ficar, n i a u n aq ue­
l l as que la mora l y la ley reprueban ". El marqués está
"al ien ado" puesto q u e otro en l u ga r suyo puede ejercer
sus derechos, gozar de sus b ienes, u sa r de sus p rivi legios;
puesto q ue, en una palabra, otro lo h a sust i t u id o com o
sujeto de derecho. Para ev itar esta a l i en ación de hecho el
Cód igo Penal ha p revisto la I nterd icc i ón : el enfermo está
somet ido a la j u risprudencia de p rotecc ión de l os incapa­
ces; es dec i r, q u e "en el i nterés de su persona, de su for­
tuna, de sus h ijos", su capacidad j u r íd icó se t ransm ite a
otros, consejo de fami l ia y ecónomo. Para evi ta r u na al ie­
n ac i ón de hech o se la sustituye por una al ienación de de­
recho, que t ransm ite a otro lega l mente designado l os dere-
E L SENTIDO H ISTOR ICO DE LA A L I ENACION MENTAL 93

ch os q u e el en fermo ya n o p uede ejercer y de l os q ue otro


pod r ía abusivamente a p ropiarse.
Esta t ransferencia de la personal idad soc ial se vuelve a
encontrar en u na p ráctica j u r íd ica más tard ía, la de la
internac i ón volu ntaria. Hasta 1 838 se i n ternaba de ofi­
cio a todos l os " i n fort u n ados" q ue corr ían el riesgo de
"pertu rbar la tranq u i 1 idad p ú b l ica" (de Essarts, Diccio­
nario de policía ) . Pero el caso de l os al ien ad os q ue n o
al teraban e l o rden no estaba reglamentad o . Para l i b ra r
de e l l os a sus fam i l ias s e creó u n a " i n ternac i ón vol u n ta­
ria" i ndepend iente de l a vol u n tad ex p l ícita del en fermo,
pero depend iente de l a de l a fam i l ia, considerada como
su rep resentante cuando es confi rmada por el d iagnós­
tico del méd ico. Es dec i r, q ue se sust ituye la voluntad
del sujeto por la volu n tad , considerada como su eq u iva­
lente, de su fam i l ia : se t ransfiere a otros los estrictos
derechos de la l ibertad i nd iv id u a l .
E n otros térm inos, el siglo X V I I I rest ituyó al enfermo
mental su natu raleza h u mana, pero el siglo X I X l o p rivó
de l os derechos y del eje rcicio de los derechos derivados
de esta nat u raleza. Ha h echo de él un "enajenado" pues­
to q ue transm i te a otros el conju n to de capac id ades q ue
la soc iedad reconoce y confiere a todo c i udadano; lo h a
cercenado de la comu n id ad de l os homb res e n el momen­
to m ismo en que en teo r ía le reconoc ía l a p l e n i tud de
su n atu ra leza h u mana. Lo ha u b icado en u na h u man idad
abstracta desp id iéndolo de la soc iedad concreta : esta
"abstracción" se real iza en la i n te rnac i ón .
E l dest i n o del en fermo está fij ado desde entonces por
más d e un sigl o : está enajenado . Y esta al ienación señala
todas sus relaci ones socia les, todas sus ex periencias, todas
las cond i ciones de su ex i sten c i a ; ya no p uede reconocer-
94 M I C H E L FO UCAU LT

se en su p ro p i a vo l u n tad puesto q ue se le supone u na q ue


é l n o conoce : no encuent ra en l os otros m ás q u e extra n ­
jeros, puesto q ue él m ismo es para el l os u n extranjero;
su l ibertad se ha convert ido en e l n u d o d e l as coacc i ones
q u e su f re . Por lo tanto, la al ienación es para el enfermo
m ucho m ás que un statu s j u r íd ico: u na ex periencia real ,
q u e se i n scribe necesari amente en el hecho patológico.
La a n t igua n oc i ón de poses i ón hab ía const i t u i d o s i n
d ud a u n a parte de l os del i rios demon íacos. Las p rác­
ticas q u e c ristal izan en torno a la n oc i ón de a l ienación
q u i zás han desarrol lad o a su vez esas formas s i n tomá­
t i cas en las que el sujeto den u n c ia l a confiscaci ón d e su
volu n tad y de su pensa m iento, la i n fl uencia ejerc ida so­
b re é l , l os sen t i m ientos de ex t rañeza q u e a l ejan de él en
u n m u ndo frío y absu rd o, las sig n i ficac i ones h u manas.
Desde el sen t i m i en to de i rrea l idad h asta las reacc i ones
de i n d i ferencia, pasando por l a "an u l ac i ó n " de l os demás,
h ay toda una serie de fen ómen os patol óg icos cuyo ori ­
gen p od r ía ser denu nciado en la situac i ón de al ienación
en la q ue se encuen t ra todo enfermo menta l . Es b i en
conocida la extensión que abarca el cuad ro de la esq u i ­
z ofren ia, y la faci 1 idad con la cual se recon ocen e n l a
actu a l i d ad signos esq u iz ofrén icos e n l a s psicosis y hasta
en las n e u rosi s : ruptu ra del contacto afectivo con la rea­
l idad , i n capacidad del enfermo para u n a consonancia con
el m ed i o , i n d i ferencia afectiva de l as reacc iones, ru ptu ra
de lazos v ivos con el m u ndo y ret i rad a en u n autismo q u e
absorbe t oda l a v i d a psicol ógica. Esta i nvasi ón de l a es­
q u izofren ia en todos los cuad ros el í n i cos no es tal vez
sólo u na m oda de l a psiq u i at r ía q u e se rem o n ta a B l e u l er,
s i n o el efecto cad a vez más acentuado de u n a al ienación
q u e m a rca al enfermo con todos los tabúes socia les; al
E L SENTIDO H I STOR ICO DE LA A L I ENACION M ENTAL 95

ponerlo entre paréntesis la soc iedad signa al enfermo con


estigmas en los q ue el psiqu iatra lee rá l os signos de la
esq u izofren ia. E n fin , al comenzar hemos demostrado
que la enfermedad mental , en med ida mucho mayor que
la en fermedad orgán ica i nvol ucra la tota l idad del i n d ivi­
d u o ; pero si parece embro l l a r de tal mod o la personal i­
dad toda, l n o es en la med ida en que la experiencia de
la enfermedad está l igada a la ex periencia de u na al iena­
ción en la q u e el hombre pierde lo q ue h ay de más hu­
mano en él ? lNo es porque la en fermedad mental l o des­
l iga de esta com u n idad h u mana sin la cual no se r ía u n
hombre, p orq u e hace de é l u n extranjero, q u e la en fer­
medad parece destru i r en su desastre las estructu ras más
sól idas de la personal idad ? Podemos suponer q ue el d ía
en q u e el enfermo no su fra más el sino de a l i enac i ó n , se­
rá más posi b le encarar la d ialéctica de la enfermedad en
una personal idad que sigue siendo h u mana.
As í es más o menos cómo l legó nuestra sociedad a
dar al enfermo u n status de excl usión . Ahora debemos
responder a la segunda p regu n ta q ue plan teábamos : ¿có­
mo se expresa esta soc iedad , a pesa r de tod o , en el en fer­
mo q ue e l l a denu ncia como u n ex tranjero? Aq u í reside
justamente la paradoja que ha e n redado tan frecuente­
mente l os aná l isis de la en fermedad : la sociedad no se
reconoce en la enfermedad ; el enfermo se siente a s í
m ismo como u n extra ñ o , y s i n embargo n o e s posib le
darse cuenta d e la ex periencia pato lóg ica sin referirla a
estructu ras soc i ales, n i expl i ca r l as d i mensi ones psicoló­
gicas de la enfe rmedad de las que h ab lamos en la p ri mera
parte, sin ver en el med i o . h u mano del enfermo su cond i­
ción rea l .
96 M IC H E L FOUCA U LT

Dec íamos q ue la enfermedad se sitúa en la evolución


como u na pertu rbac ión en su curso ; por su aspecto regre­
sivo, h ace aparecer cond uctas i n fanti les o formas p ri m i­
t ivas de la personal idad . Pero el evol ucionismo está eq u i ­
vocado cuando ve e n esas regresiones la esencia m i sma de
l o patol óg ico y su origen rea l . Si b ien en las neu rosis se
man ifiesta la regresión a la i n fancia, esto no es más q ue
un efecto. Para que la conducta i n fantil sea considerada
como u n hech o patológico i rreductib le, es necesario que
l a sociedad instau re entre el p resente y e l pasado del in­
d ividuo u n u mb ral q u e n o se puede ni se debe atravesa r;
es necesario· que l a cu l t u ra sólo i ntegre el pasado ob l igán­
dolo a desaparecer. Y nuestra cu l tu ra t iene esta caracte­
r ística. Cuando el siglo · X V I I I , con Rousseau y Pestal o­
zz i , se p reocupó por const i tu i r para el n i ñ o u n mundo a
su med ida, con reglas pedagógicas q ue sigan su desarro­
l l o, perm i t i ó que se formara en torno a l os n i ñ os un me­
d i o ad u l to. Toda la evol uci ón de la pedagogía contempo­
ránea, con el fin i rreproch ab le de p reservar al n i ñ o de l os
con f l i ctos ad u l tos, acentúa la d istancia que separa , para
un hombre, su vida de n i ñ o de su vida de hombre ya he­
cho. Es dec i r , que para ahorrarle confl ictos al n i ñ o , l o
ex pone a u n con fl icto mayor, a l a contrad icción entre
su vida de n iñ o y su vida real 1 . Si agregamos q u e u na
sociedad no p royecta d i rectamente su real idad , con sus
confl ictos y sus contrad icci ones, en sus i nsti tuciones pe­
dagógicas, sino q ue la refleja i n d i rectamente a través
de l os m i tos q ue la excusa n , la just i fican y la idea l i zan

1 La ra íz de ese fenómeno descrito por Freud como fase de laten c i a , l i ­


gada a u n a m ítica retracc ión d e l a l ib id o , se encuentra t a l vez e n esta
heterogeneidad y en el margen que separa esas dos formas de v ida.
E L SENTIDO H ISTO R I CO DE LA A L I ENACION M ENTA L 97

en u na q u imérica coherencia; si agregamos que u n a socie­


dad i magi n a su edad de oro en su pedagog ía ( pensar en
las de P l atón , de R ousseau , en la institución repu b l ica­
na de D u rkhei m , en el natu ral ismo pedagógico de l a
Rep ú b l ica de Weimar) . se comp rende q ue l a s fijaci ones
o las regresiones patológicas sól o son posib les en c ierta
cu l tu ra ; q u e se m u l ti p l i can a m ed ida q ue l as formas so­
ciales no perm iten l iq u idar el pasado y asi m i larlo al con­
ten ido actua l de la ex perien cia. Las neu rosis de regresión
no man i f i estan la natu ra l eza neu rótica de la i n fancia, pe­
ro denu ncian el carácter p r i m i t ivo de las instituciones
pedagógicas. Lo que se encuentra en la base de esas for­
mas patológicas es el confl icto en el seno de u n a soc iedad ,
·e ntre las formas de edu cac ión del n i ño en las q ue e l l a
ocu l ta su s sueñ os, y las con d iciones q u e b rinda a l os adu l ­
tos, d onde se encu en tran , por el contrario, su p resente
rea l , su s m i serias. Pod r íamos dec i r otro tanto de la evo­
l ución socia l : l os del i ri os re l igiosos con sus sistemas de
groseras aseveraciones y el mágico horizonte que siem­
pre i m p l ica n , se ofrecen como regresiones ind ivid uales
en rel ac i ó n a l a evolución social . La rel i g i ón no es por na­
tu ral eza del i rante, ni el i n d ividuo reencu entra , más a l l á
de la re l ig i ón actual , sus or ígenes psicológicos más d udo­
sos. Pero e l del i ri o rel ig i oso aparece en fu nción de l a lai­
cización de la cu l tu ra : l a re l ig i ón p uede ser objeto de una
fe del i rante en la med ida en que l a c u l t u ra de un grupo
no perm i te asi m i lar l as creencias rel ig iosas o m ísticas
al conten ido actu al de la experiencia. Este confl icto y l a
ex igencia de su perarlo p roducen l os del i rios mesiánicos,
la experiencia aluci natoria de l as aparici ones y l as evi ­
dencias del l lamad o fu l m i nante q u e restau ran e n el u n i ­
verso d e la l ocu ra, l a u n idad desgarrada e n e l mundo
98 M I C H E L FOUCA U LT

rea l . El verdadero fu ndamento de las reg resi ones psicoló­


gicas es por lo tanto un con flicto de l as estructuras so­
ciales, señaladas con u n índ ice cron ológico q u é denun­
cia sus d iversos or ígenes h istóricos.
La h istoria i n d iv id u al , con sus traumatismos y sus me­
can ismos de defensa, sob re todo con la angustia q u e l a
acosa, n os h ab ía parecido q ue formaba otra de l as d i men­
siones psico lógicas de la enfermedad . El psicoanál isis
ha u b icad o en el origen de esos confl ictos u n debate "me­
tapsicológico", en las fronteras de la m itolog ía ( " los
i nst i n tos son nuestros m i tos" dec ía F reud m ismo) , en­
tre el i nsti nto de v i d a y el i nsti nto de m uerte , entre el
placer y la repet ición , en tre E ros y Thánatos. Pero esto
es eri g i r en p ri n c i p i o de so lución los datos m ismos del
p roblema. Si la enfermedad encuentra una forma p rivi­
legiada de expresión en este en t relazam ien to de conduc­
tas contrad ictorias, n o es porq ue l os elemen tos de la con­
trad icc ión se yuxtaponen como una natu raleza parado­
ja! en el i n consciente h u mano, sino porq ue el h ombre h a­
ce u na experiencia contrad ictoria del hombre. Las rel a­
ci ones sociales q ue determ i na la econ om ía actual baj o
las formas de la com petencia, de la ex p l otac i ón , de gue­
rras i m peria l istas y de luch as de clases ofrecen al h om­
b re u na experiencia de su med io h u mano acosada sin ce­
sar por la contrad icción . La explotac ión , q ue lo al iena en
u n objeto econ ómico, l o l i ga a l os otros pero med iante
los lazos negativos de la dependencia ; las leyes socia les
q ue lo u nen a sus semejantes en un m ismo dest ino, lo
oponen a el los en u na lucha q ue, paradoja l mente, no es
más que la forma d ialéctica de esas leyes; la u n iversa l i­
dad de l as estructu ras económ icas le perm i ten reconocer
en el mundo u na patria, y captar u na sign ificac ión común
El SEN T I DO H ISTO R I CO DE LA A L I E NACION M ENTAL 99

en la m i rada de todo h ombre, pero esta sign ificac ión pue­


de ser la de la h ost i l idad , y esta patria puede denunciarlo
como extranjero. El hombre se ha convert ido para el
hombre, tanto en el rostro de su prop ia verdad como en
l a even tual idad de su m uerte. No p uede encontrar de
p ronto el status fraternal en el que sus re laciones soc iales
encontrarán estab i l idad y coherencia: l os demás se ofre­
cen siem p re en una ex perien cia q ue la d ialéctica de la vida
y de l a m uerte hace p recaria y pel igrosa. El complejo de
Ed i po, n u d o de l as amb ivalencias fam i l iares, es como la
versión red ucida de esta contrad icción : el n i ño no trae
este od io amoroso q u e lo l iga a sus pad res como un eq u í­
voco de sus inst i n tos : lo encuen tra en el u n iverso adu l to,
especificado por l a actitud de l os pad res que descubren
i m p l ícitamente en su p ropia conducta el tema hegel iano
{la vida de l os h ij os es l a m uerte de l os p ad res ) . N o es por
azar que Freu d , reflex ionando sobre l as neu rosis de gue­
rra, descu brió como compañero del i nst i n to de vida, en
el q ue se exp resaba el viejo opti m ismo burgués del si­
g l o X 1 X , u n i nsti n to de muerte q ue introd ujo por pri­
mera vez en l a psicolog ía la fuerza de l o negativo. F reud
q uer ía expl i car la guerra ; pero es la guerra la q ue ex p l i­
ca este g i ro del pensa m iento freudiano. E n esa época
el cap i ta l ismo hac ía de u n modo bastante cl aro para s í
m ismo, l a ex periencia de sus prop ias contrad icc iones :
hab ía q ue ren unciar a l v iejo tema de la sol idaridad y
ad m it i r q ue el hombre p od ía y deb ía h acer del h ombre
una experiencia negativa, vivida en forma de od io y de
agresión . Los psicól ogos han dado a esta ex periencia el
nombre de ambivalencia y h an visto a l l í un confl icto
de i nst i ntos. En rea l i d ad , su origen está en la contrad ic­
ción de l as relaci ones sociales.
1 00 M IC H E L FOUCAU LT

F i nal men te , los fenómenos patológicos nos parecie­


ron designar en su convergencia u na estructura singu l a r
d e l m u ndo p atológico : y e se mu ndo ofrece r ía al examen
del fen omenól ogo la paradoja de ser a la vez el "mundo
privado" , el " '1 � t o � �. 6 :¡J.oc; " en el q ue el enfermo se ret i ra
para u na ex istencia arb i traria de fantas ía y de del i rio
Y. al m ismo t iempo, el un iverso de sujeción al que se
consagra en forma d e abandono; en esta p royecci ón con­
t rad ictoria estaría l a esencia de la enfermedad . Pero esta
p a rad oj a patológica es só lo secu ndaria en relación a
l a contrad icción real q u e la su scita. E l determ i n ismo q u e
l a sustenta n o e s la causa l idad mág ica d e u na conciencia
fasci nad a por su m u ndo, sino la causal idad efectiva de
un u n iverso que no puede por sí m ismo ofrecer u na so­
l u c i ó n a las con trad icc iones que ha hecho nacer. Si el
m u n d o p royectad o en la fantas ía de un del i r i o aprisiona
l a conciencia q ue lo p royecta, no es q u e ella se engl u te
a s í m isma, no es que se despoje de sus posi b i l idades
de ser ; es só lo q ue el m u ndo, al a l ienarle su l i bertad , l a
hab ía consagrado a l a l ocu ra. Al abri rse a u n mundo de­
l i rante, la conciencia morbosa no se re laciona med iante
u n a sujeción i mag i naria, pero al su frir la opresión real se
escapa a u n mundo mórbido en el q ue reencuentra pero
s i n reconocerla, la misma opresión rea l : porq ue l a rea­
l id ad no se supera escapando de e l l a . E l ejem p l o de la es­
q u i zofren ia es p robator i o : se habla mucho de la esq u i­
zofren ia contem poránea relacionada con el u n iverso de
l a máq u ina y con el desd i bujam iento de las relaciones
afectivas d i rectas entre l os hombres. Esta rel ación no es
fa l sa s i n duda, y no es casu al q ue el mundo patológico
tome tan a menudo en l a actual idad l a forma de u n m un­
d o en el q ue la rac i ona l i d ad meca n icista excl uye la es-
E L SENT I DO H ISTO R ICO DE LA A L I ENACION M ENTAL 101

pontaneidad gozosa y con t i n ua de l a v id a afectiva . Pe­


ro ser ía absu rd o dec i r q u e el h o m b re conte m poráneo
m ecan iza su u n iverso porq u e p royecta un u n iverso es­
q u izofrén ico en el q u e se p ierde; es falso tam b ién p re­
tender que es esq u izofré n ico porque ése es para él el
ú n ico med io de escapar a la opresión de su m un d o re­
a l . En real'idad , cuando el h o m b re permanece ex traño a
su p ropia técn ica , cuando no puede reconocer sign i f i ­
caci ó n h u mana y v iva en las p rod u cciones de su activi­
dad , cuando l as determ i n ac i ones econ ó m i cas y soc i ales
lo opri men sin q u e pued a encontrar su patria en ese
m u nd o , entonces v ive u n confl i cto q u e h ace posi b l e
el s í n d rome esq u izofrén i co ; extranjero en el m u n d o re­
a l , es relegado a u n " m u ndo p rivado" q u e ya n o p uede
garan t i zar n in g u n a objet i v id ad ; somet i d o , sin em bargo,
a la opresi ón de ese m un d o real , experi menta ese u n iver­
so del cual escapa, como u n d est i n o. E l m u n d o contem­
poráneo hace posi b l e l a esq u iz ofren ia n o p orq ue sus téc­
n i cas l o hacen i n h u m a n o y abst racto, sino porq u e ül
h o m b re u t i l iza esas técn icas de tal m odo que el h om b r e
m ismo y a n o s e p u ede reconocer. S ó l o el con fl icto real
de las cond iciones de ex istencia puede dar cuenta de l a
estructu ra paradoja! d e l m u ndo esq u izofrén ico.
En resu men, p odemos dec i r que l as d i mensiones psico­
l óg icas de la en fermedad no pueden ser encaradas como
autó n om as sin la ayuda de a l g u n os sofismas. Es verdad
q u e podem os u b i car la en fermed ad mental en rel aci ó n
a l a evolución h u mana, e n relación a las formas d e e x i s­
tencia. Pero n o d ebem os confu nd i r estos d iversos aspec­
tos de la en fermed ad con sus o r ígenes reales salvo q u e
q uera m os recu rr i r a ex p l icac iones m íticas, como l a evo­
l u c i ó n de las estru ctu ras psico lógicas o la teor ía de l os
1 02 M I CH E L FOUCAU LT

inst i n tos, o u n a antropolog ía ex istencial. E n rea l idad ,


só lo e n la h istoria podemos descubrir las condici ones d e
posi b i l idades d e las estructu ras psicológicas; y para es­
q uematizar todo lo q u e acabamos de decir, podemos ad ­
m i t i r q ue la enfermedad i m p l ica en las cond iciones ac­
tuales, aspectos regresivos, porq ue n uestra sociedad ya
no sabe reconocerse en su p ropio pasado. aspectos de
amb ivalencia con fl ictu a l , porq ue no se puede reconocer
en su presente; que i m p l ica. final mente, la ecl osión de
los mundos patológicos, p orq ue aún no puede reconocer
el sentido de su actividad y de su porven i r .
CAPITULO VI

LA PSICOLOG IA D E L CON F L ICTO

La contrad icc i ón en la exP,eriencia que el i n d ividuo


hace de su med i o no agota la rea l id ad de l a en fermedad
menta l . Primero, por la razón evidente q u e ho todo in­
d ividuo q u e vive esas contrad icciones está enfermo; y
que e l l as pueden estar en el n ivel de l as est ructu ras socia­
les, sin tomar real idad en la vida psicológ ica del sujeto.
En segu ndo l u ga r, aun cuando esas contrad icci ones en­
cuentran statu s en l a vida psicol ógica de\ individ u o , es­
te status no es obl igadamen te el de la enfermedad ; por
e l con t rari o , l a toma de concienc ia de una contrad ic­
ción la h ace penetrar en la vida psicológica, pero p re­
v i n iend o las i m p l icac i ones patol ógicas ; p rueba de esto
es sin duda el hech o de que l os enfermos mentales nun­
ca son menos frecuentes (al menos en l as formas que re­
q u ieren i n te rn ación o i n tervención méd i ca ) que d u rante
l os per íodos de gu erra 1 . Por l o tan to, la enfermedad se
sitúa espec íficamente entre l a contrad icción en l as es­
truct u ras de la experiencia . soci a l y l a conciencia l úcida
de esta contrad icción : se inserta en esta zona en la que

1 El nú mero de internaciones en los asilos del Sena d ism inuyó en un 40


por ciento durante la ú l tima guerra : en los años siguientes alcanzó y
superó el nivel anterior.
1 04 M I C H E L F O U CAU L T

la cont rad icción no es aún v iv i da consc i en temente s i n o


só l o e n l as fo rmas d e l confl icto.
Por lo tanto , la en fermedad ex ige d os t i p os de con d i ­
ci ones: las con d i c i o nes soc ia les e h istóri cas q ue funda­
men tan l os confl ictos psicológicos en las contrad iccio­
nes reales del med i o; y las cond ici ones psicológi cas q u e
transforman el con ten ido con fl ictual de la experiencia
en forma de con fl i cto de la reacc ión . Lo q ue ahora de­
bemos estud iar es este pasaje de la contrad icción h i s­
tór ica a la contrad icción patológica.
La fisio log ía de Pav l ov const i tuye, en gran parte, u n
estu d i o ex peri mental del confl i cto.
La reflex olog ía ha dem ostrado que toda act iv idad
del sistema nervioso i m p l ica a la vez la u n idad y l a opo­
sición de dos procesos : la exc i tación y la i n h i b ición . E n
u n a n i ma l se puede p rovocar, p o r ejem p l o , u na reacción
sa l ival, a l u n i r a l ex citante abso l u to (el a l i m en to) , una
ex citac i ón en u n p u n to deter m i nad o del cuerpo. Ah ora
b i en , en ese momento podemos obtener el m i sm o resu l ta­
do apl icand o el excitante sob re un punto relat ivamente
alejad o del p recedente ; h ay entonces toda u na reg ión del
cuerpo q ue es reflexógen a; el p roceso de con d i c i onam ien­
to se d i fu nd ió sob re. todo un secto r del o rgan ism o , de
sus est ructu ras nerv i osas y de la co rteza que las gob ierna.
Pero si volvemos a colocar el exc i tante sobre el p u n to
i n i cial , la zona reflex ógena decrece, d ismi n u ye y se es­
tab i l iza f i na l mente en la zona i n med iatamen te p róx i m a
a l p u nto excitad o. H a y más aú n : las reg iones q u e en u n
m omento dad o fueron alcan zadas p o r la d i fusión de l a
excitac i ó n se vuelven refractarias al con d i c i onam i ento .
E n el borde de la zona de excitac ión hay u na reg i ón de
i n h ib ición q u e la l i m i ta y que rechaza p rogresivamen te
LA PSICO LOG IA D E L CON F L I CTO 1 05

l a d i fusión . E l conju nto espac i a l de l as estructu ras nervio­


sas es, por lo tanto, un complejo conju n to de zonas de ex­
citac ión y de zonas de i n h ibición , l igadas y opuestas l as
u nas a las otras. Sucede l o m ismo para su conju nto tem­
pora l : si no se apoya un exci tante cond ici onal, como
la l u z , con el excitante abso l u to ( el a l i mento) en el
reflejo de la sa l ivación , la relación desaparece y el re­
flejo se extingue; si q ueremos en tonces i nsta u ra r en esa
m isma región u n reflejo del m ismo t i po, encontramos a
esta zona refractaria al con d i c i onam ien to ; al per íodo de
excitac i ó n sucede u na fase de i n h i b ición q ue es como
su 1 í m i te tem pora l .
P o r l o tanto, el s istema n erv i oso se p resen ta· e n s u to­
tal id ad como u n a u n idad en la q u e se eq u i l i b ran l os p ro­
cesos i n versos de exc i tac ión y de in h ib ición ; cada n úcleo
de excitación está dete r m i n ad o y mante n ido por una
franja d e i n h i b ic ión ; cada fase d e excitac i ón está l i m i tada
por u n a fase de i n h i b ic ió n q ue la sucede . Las formas de
la act ividad del sistema nervi oso constituyen conj u n tos
que se i n d ividual izan en su est ructu ra espacial y en su
desarro l l o temporal ; la d ia lécti ca i nterna de la excita­
ción y d e l a i n h i b ic ión l es b ri nda una cohesión que per­
m i te a na l i za rlas aisladamente como est ructu ras coheren­
tes de activ i d ad , sin destru i r jamás la u n idad fu ncional
del orga n ism o . Pavlov l lama estereoti p ias d inám icas a
l as más a m p l i as y estab les de esas estructu ras, l as que
dete rm i nan l a actividad gl obal del i n d ividuo.
Pero l o más n otab le es la relación i n terna q ue u ne a
la excitac ión con la i n h i b ic i ó n . No se t rata de d os proce­
sos opuestos el u n o al otro, y q u e u n a exte rioridad
total har ía i rreductibles; el u no sólo ex iste en función
del otro, y l a reci p rocidad de su acción es com p l eta : su
1 06 M I C H E L F O U CAU L T

l oca l i 1 ación espac i a l , su determ i n ación tempora l , l a i nten ­


sidad de su d i nam ismo n o deben anal i zarse ai sladamente ;
tenemos q u e hacer una i n terp retación ú n ica de e l l os,
como de d os térm i n os l igad os por su oposic ión. La u n i­
d ad de este p roceso, que Pavlov l lamaba la i n d ucc ión
rec íproca, es rigu rosamente d ial éctica.

Ahora bien : esos princip i os del funcionam iento n or­


m a l del sistema nerv i oso se encuentran igual mente en
el orige n de l as formas patol ógicas de su act iv id ad , de
cuatro m a neras d isti n tas.

1) Los núcleos patológicos. - Su ponga m os u n a fuerte


excitac i ó n de un centro del sistema nervioso superior;
por la " i n du cción rec íproca" necesariamente va acompa­
ñ ad a de la i n h i b ición de l as regi on es que l o rodea n . De
un modo más p rec iso, si l os centros reguladores d e l a
v i d a vegetativa y emocional ( l os centros su bcort icales)
son somet i d os a violentas excitaci ones, l os cen tros cor­
tica l es de la actividad volu ntaria y representativa serán
sometid os, a causa de la rec i p roci dad , a u n a gran i n h i­
b ic i ó n . Se p roduce entonces u n b l oq ueo y u n refuerzo
corre l at ivo de la i n h ib ición y de la excitación , q u e en l u ­
gar d e atenuarse ·..¡ l iq u idarse p rogresivamen te, s e mantie­
n en y por un p roceso c i rcular const i tuyen núcl eos de
act i v i d ad permanente. Esto es l o q ue se p roduce e n todos
l os s í n d romes psiq u i átricos, en los que l as actividad es
conscientes están obstru idas y obnub i lad as , m ien tras
d o m i n an l os t i p os de reacción emocional (crisis de h is­
ter i a , ep isod ios o n íricos, confusión menta l ) . Por el con­
tra r i o , l as z onas cort icales y espec i a l mente las áreas p re-
LA PSI CO LOGIA D E L CON F LI CTO 1 01

fronta les p ueden ser excitadas de tal modo q u e los cen­


tros subcort icales estén somet idos a u na i n h i b ición refor­
zada; entonces se d ibujan los s índ romes comu nes a la
psicasten ia, a la neu rosis obsesiva y a ciertas formas de
esq u izofren i a : p reem i nencia de l os núcleos rep resentati­
vos ( i deas fijas, temas del i rantes) y desarro l l o de conduc­
tas simból icas y verbales ( ri tos obsesivos, monólogos y
rum iar de l os psicastén icos, construcc i ón de u n vocab u l a­
rio y de u n a si n ta x i s q ue encierran al esq u iz ofrén ico en
u n mundo verbal i n accesi b l e ) .
Po r l o tanto, puede haber enfermedad por l a ex i sten­
cia de núcl eos patológicos; es dec i r , por el aislam iento
de zonas q u e se mantienen las u nas en estad o de h iper­
actividad y las otras en estado de sueño y de si lencio.

2) La inercia patológica. - E l aislam iento espac ial de


l os núcleos patológicos está l igado a la rig idez temporal
de las estructu ras. Los p rocesos de excitac ión y de i n h i ­
b ición h a n perd ido su plasticidad ; se d istrib uyen e n re­
gi ones d i ferentes y por lo m ismo, l a i nducción q ue l os re­
fuerza rec íp rocamente excl u ye la p osi b i l idad de qU e se
reempl acen o se sucedan . Se b l oq uean u n o contra el otro
y las zonas en las q ue están así fijad os permanecen i ner­
tes y r ígidas. De d onde se expl ican l as persistencias seg­
mentarías que caracterizan tan frecuentemente las con­
d uctas patológ icas. Hay pruebas ex peri menta les de esta
inercia patológ ica : Dol i ne y Zvorobska i"a p rovocan en
u n an imal un estad o feb r i l med iante la inyecc ión de d i­
n i trofen o l ; en otro , u n estad o cata léptico por i nyección
de b u l bocapn i na. Después de un cierto n ú mero de repeti­
ci ones se alterna; pero el resu l tad o permanece i na l terad o :
la bu lbocap n i n a p rovoca e n el p ri mero u na temperatu ra
1 08 M I C H E L FOUCA U LT

osc i l an te ; y en el segundo el d i n i trofenol p roduce u n es­


tad o cata l éptico con flex ib i l idad cérea, caracter ísti ca
de las i n tox icac iones con b u l bocap n i n a . E n cad a a n i m a l
s e ha instau rad o u n estereotipo de respuesta orgá n i ca
que se desencadena en forma r ígida e i n m u tab le, cua l ­
q u iera q ue sea l a natu ra leza del excita n te abso l u to.
Esta particu l aridad funcional ex p l i ca el conj u nto de
esos fenómenos que se presentan como repeti c i ones pa­
tológicas : arrebatos m otores que su rca n , por i n tervalos,
la cond ucta del h istérico ; i terac i ones emocionales de l a
neu rosis d e angust ia, en las q ue e l enfermo revive u n trau­
matismo con su contexto ansi oso y su d ecorad o i magina­
r i o ; r i g i dez de l a cond ucta obsesiva y paranoica, con l a
valorac ión estereoti pada de c iertos conj u n tos rep resenta­
tivos q ue const i tuyen el tem or fundamental del obsesi­
vo o el n ú cleo del i rante del paranoico.
La i nercia pato l ógica está l i gada f u ncional mente al
aisl a m i ento de l os núcleos patógenos : cuanto más fuerte
es l a exc i tac i ón en un p u n to determ i n ad o de l a corteza,
la i n h i b i c i ón que l a l oca l i za es más p rofu nda, y m ás r íg i ­
da l a f i gu ra estru ctu ra l de l a activ idad nerviosa . Y l a s va­
ri adas formas de esta r i g idez deben relac ionarse con la
d ivers i d ad de l as z onas de excitac i ó n y de i n h i b ic i ón : si
l a repet ición angustiada del trau matismo corresponde al
raptu s, a l a v i olencia, y l a rig i dez o bsesiva a l a duda y a l
escrú p u l o, es porq u e l a zona d e exc i tac i ón es subcort i ­
c a l en e l caso de l a n eu rosis de angust i a , y cort i ca l , e n
cam b i o , en l a obsesi ón .

3) Los fenómenos paradoja/es. - La i n erc i a caracter i ­


za a l a activ idad de l a s zonas patol ógi camente excitadas.
Por otra parte, ¿ q u é p asa en l os sectores en l os q ue la ac-
LA PSICO LOG I A D E L CON F L I CTO 1 09

tiv idad está i n h i b ida? Tomemos e l caso 1 í m i te de u n a i n ­


h i b ic ión general i zada. Podemos p rovocarla ex peri mental­
mente en u n an i mal med iante una serie de estim u l ac i ones
contrad ictorias: después de haber d i ferenciado d os r i t­
mos vec i n os de exc itac ión cu tánea, u n o como excitante
del reflejo sa l ival y el otro como i n h i b idor, se l os apl ica
a l ternativamente en una sucesión muy ráp ida. 2 Se ins­
tala entonces u n estado patológico cuyo s índrome mayor
es la desaparición o el deb i l itam iento de todos l os refle­
jos con d i c i onados posi tivos. En el per íodo q l'e sigue a
esta desaparición podemos d ist ingu i r varias fases que mar­
can l as etapas sucesivas de la cu rac i ó n . E n un p ri mer es­
tad io l os excitantes posit ivos tienen u n efecto inh i b id or,
y l os ex citantes negativos susc i tan reacci ones posi tivas :
esta i nversión rad ical del sistema de exci tación - i n h i b i c ión
fue l l amado por Pavl ov l a fase "u l t raparad oja l ". En el pe­
r íod o sigu iente, contrariamente al p r i n c ip i o de la p ro­
porc i onal idad cu antitat iva, en el estado normal, en t re l a
respuesta y e l est í m u l o , l os est í m u l os déb i l es p rovocan
efectos considerab les y l as est i mu l ac iones fuertes, efectos
casi i nsensib les : es la fase parad oj a ! , q ue pertu rba no ya
la n atu raleza de la rel ación est ímu l o- respuesta, sino la i n­
tensidad de esta relac ión . F i nal mente, el ú l t i m o estad i o
de este estad o patológico que p recede i n med iatamente
al retorno al estado norm a l , es el estad i o "de equ i l i b r i o "
en el q ue todas l a s excitaciones p rovocan u na reacción
igua l , comparab le a l a de un exci tan te enérg ico en el es­
tado n orma l .
E n e l conju nto de estos fenómenos "paradojales" po­
demos encontrar el p ri n c i p i o fu n c i onal que ex pl ica m u -

2 Experiencia d e Razenkov.
1 10 M I CH E l F O UCAU LT

chos comportamien tos patol ógicos. U n o de l os datos


de la ex periencia el ín ica consiste en la i m penetrab i l idad
de la enfermedad , en el sentido de q ue el enfermo es i n ­
sensi b le a las experiencias q ue contrad icen s u del i ri o ,
q ue fu t i l i zan su tem o r obsesivo, o dejan sin contenido
a su ansiedad de melancól ico; y tam b ién en el sen tido
de q ue el conju nto de esas conductas patológicas reve­
la una monoton ía comú n (a pesar de todas sus d i feren­
cias) a l d ep ri m ido y a l m an íaco, al esq u izofrén i co pob re
y estereot i pado y al paranoico ex uberante q ue t iene u n
del i r i o pol i m orfo ; cu a l q u iera q ue sea l a si tuación e n q ue
se encuentre, el tipo de respuestas del enferm o es el m i s­
mo; el tono de sus reacc i ones se mantiene -al to en el m a­
n íaco, bajo en el dep ri m id o- en las ci rcu nstancias más fa­
m i l iares o en las más ex traord i narias o u rgentes; el sen tido
de l as respuestas es i ndepend iente de l as situac iones q ue
las han m ot ivado. Y la i m p resión q ue da el enfermo, de
estar encerrado en su enfermedad , de ser " i n corregible"
como d i cen l os alemanes a p ropósito de l os del i ri os, se
debe s i n d uda a la i n d i ferencia de l as respuestas, que se
mant ienen extrañas a l as determ i nac iones del med io. Este
es un efecto de la i n d i ferencia fu ncional, q ue caracteri­
za la fase "de eq u i l i b ri o " observable en l as i n h i b iciones
ex peri m en tales.
Del m ismo modo, encontraremos en la fase "parado­
ja! " el p ri nc i p i o de expl icación fu ncional que da cuenta
de las formas contrad ictorias de la conducta patológica.
U n o de l os aspectos de la i n adaptaci ón mórbida reside
en l a i nversión de l os val o res cualitativos d e la simulac i ó n :
es la d iscordancia esq u izofrén ica, con su i ron ía a destiem­
po, sus respuestas a l margen , sus neqativismos q ue se des-
LA PSICO LOG IA D E L CON F LI CTO 111

cri ben como la ru ptu ra de u n m ítico "contacto con l a


realidad " ; e n el obsesivo, es el ritualismo, l a prioridad d e
l o m i núscu l o sobre l o esencial, l a p reocu pación excesiva
por la forma; en el del i rante, es la fu l m inante evidencia
que lo i lu m ina a través de l os signos n ormal mente muy
dudosos, oscu ros y equ ívocos. E n resu men , esa ex istencia
que nos parece " i nsensata" porque su sentido es como el
negativo del n u estro, ¿ no designa acaso u n a perturbación
funcional cuya man isfestac i ón más suc i nta se encuentra
en l a fase "paradoja! " q u e en el a n i mal de experiencia i n­
vierte la relación cual i tativa del est ím u l o y la respuesta?
F i nal mente, los mecan ismos de la fase u l traparadojal
pueden serv i r de p r i n c i p i o de expl icación para esos fenó­
menos centrales de la en fermedad mental q ue son la am­
b ivalencia y la i nvers i ón patol ógica. El paranoico, en u n
solo movim iento d e s u pasión , ama y detesta, desea po­
seer y matar; el psicastén ico se siente visto, observado,
esp iad o , atravesado por la m i rada de l os demás en el m i s­
mo m omento en que q u iere escapar a l a i nfluencia de
los otros, en que q u iere crear conductas secretas y sentar
su i ndependencia; el esq u izofrén ico vive en u na amb iva­
lencia cuya con trad icci ón desafía el lenguaje, y lo ob l iga
a m odos de ex presión que le son absolutamente espec í­
ficos ( neologismos, palab ras contam i nadas, m ím icas des­
'
cri tas como el "amaneram iento' esq u izofrén ico) . La yux­
taposi c i ón de conductas contradictorias en respuesta
a una m isma situación puede sin d uda expl icarse por
la rad ical i nversión de las estereotip ias funcionales : el es­
t ím u l o excitante se convierte en i n h i b ido y viceversa ;
y la puesta en marcha de l os segmentos funcionales está
en completa contrad i cción con la situación que la provo­
ca. Esta es la caracte r ística de la fase u l traparadojal .
112 M I C H E L F O UCAU LT

4) Las reacciones de defensa. -Oueda en p ie u n p ro b l e­


m a : có m o y por q u é se ha insta lado este estad o de i n h i ­
b ición sobre cuya base aparecen l os fenómenos pat o l ó­
gicos como l a l oca l izac i ó n de focos, l a i nerc i a d e l as res­
puestas y l as reacc i on es parad oj a l es. U n h echo conoc i d o
en l a pato l og ía clás i ca acl a ra e l papel de l a i n h i b ición :
hay esq u izofrén icos q u e evo l u ci onan poco a p oco hac ia
u n estado catatón ico q u e se caracteriza p o r l a casi i n mo­
v i l idad del sujeto, u na i n sensi b i l idad casi tota l a l as so l í ­
c i tac i ones del med i o , u na i nerc i a m uscu l a r q ue mantiene
e l cuerp o en l as act i tu des en que se lo col oca, y en l a ma·
yor ía de l os casos u n fondo psíqu i co cercan o al o n i ris­
m o . Ah ora b ien : l a cataton ía es u n buen pronóstico e n
l a evo l u c i ó n de la esq u i zofre n i a , y a veces s e ven e n fer­
m os que al cabo de var i os años sa len de su estad o cata­
tón ico consid erab lemente mejorados. La cataton ía es
u n o de l os más man i fiestos ejem p l os de i n h i b ición gene­
ral i z ada, y el p ronósti co favorab l e q u e i m p l i ca m uestra
la sign i f i cac i ón de la i n h i b i c ió n : es esencial mente un me­
can ismo de defensa y de recuperac i ó n ; segú n Pavlov co­
rresp onde al p roceso de asi m i lación de la cél u l a nerv i o­
sa, m ientras q u e la excitac i ón corresponde al gasto y a
l a desasi m i l ac i ón .
Podem os dec i r en conclusi ón , que en e l m omento e n
q u e l as con d i c i ones d e l m ed i o ya n o perm i ten l a activi­
dad normal del sistema nerv i oso , y q u e l as contrad i c i o­
nes a l as q u e está sometido e l i n d ividuo ya n o perm i ten
l a d i aléctica normal de l a excitac i ón y de la i n h i b ic i ó n ,
se i nsta l a u na i n h i b ición de defensa . Esta i n h i b i c i ó n de
defensa expl i ca l os meca n i sm os de l a en fermedad : porq ue
l a i n h i b i c i ó n se encuen tra as í refo rzada , se l oca l izan
l os p u n tos d e excitac i ón c reando l os núcleos patol ógicos ;
LA PSICO LOG IA D E L CON F L I CTO 1 13

porq u e su d i namismo está acentuad o , l as reacci ones posi­


tivas están fijadas en u na rig idez q ue excl uye toda plast i ­
cidad y toda adaptac ión ; final mente, porque s u exten­
sión se general iza sin cesar, constituye un fond.o de i nhi­
b ición d ifusa en la superficie del cual se p roducen los fe­
nómenos paradojales.
La enfermedad es por lo tan to u na de las formas de
la defensa. Pero, ¿en q ué cond iciones se p roduce y qué
mecan ism os especifican esta defensa como u na enfe rme­
dad ? En efecto , no toda situac ió n de confl icto suscita l a
defensa patológica. Podemos cond icionar a u n an i mal a
u n exci tante sonoro con cierto ritmo por ejem p l o ; se
y u x tapone u n ritmo vec i n o q u e no está n unca reforzad o
por el exci tante absol u to ; el a n i mal com ienza a confu n ­
d i r l os ritmos, y responde negativamente o poSitivamente
a u n o tanto como al otro : está en u n a situ ac i ón de con­
fl icto. Pero d i ferencia p rogresivamente l os d os excitantes
segú n sus r i tmos; u n o toma defin itivamen te el valor po­
si tivo y el otro el negativo y se conv ierte en i n h ib idor.
Por la d i fe renc iación , es dec i r , por un j u ego más fino de
la i n h i b ición y la exc i tación , l as condici ones de la res­
puesta adaptada se han p recisad o y cesa el confl icto. Del
m ism o m od o , cuando se transforma un agente excitante
en agente i n h i b id or, se i nstala u na situ ac ión de confl icto
que h ace aparecer i n d i fe rentemente l as respuestas posit i ­
vas y negativas. Pero poco a p oco todas l as respuestas
posit ivas son i n h ibidas y por u na d iferenciación temporal
el exci tante positivo toma el valor de est i m u l ac ión nega­
'
tiva. Hay, por lo tanto, una respuesta adaptada al con­
fl icto cuando u na d i ferenciac ió n funcional perm i te u n a
reacción ind ividual izada a cada térm i n o o a c ad a fase de
1 14 M IC H E L FOUCAUL T

la si tuación confl ictual ; o en otros térm i n os, cuando la


d ialéctica del organ ismo puede constitui rse en función
de . l a d ialéctica de sus con d ici ones de ex istencia, y reco­
n ocerse en ella.
Cuando, por el contrario, el confl icto se p resenta con
un carácter de con trad icción tan absoluta, o cuando l as
posi b i l idades del ind ividuo están tan restringidas que l a
d i ferenciación n o se puede efectuar, e l i nd ividuo no pue­
de defenderse más que colocándose fuera de c i rc u i to,
resp ond iendo con u na i n h i b ición genera l izada.
Hay enfermedad cuando el conflicto , en vez de l l evar
a u na d iferenc i ación en la respuesta p rovoca u na reacción
d ifusa de defensa; en otros térm i n os, cuando el i n d ividuo
n o puede gobernar, a n ivel de sus reacci ones, las con­
tradicciones de su med io; cuando la d ialéctica psicoló­
gica del i nd ividuo n o puede encontrarse en la d ialéctica
de sus cond i ciones de ex istencia.
Es dec i r, en otros térm i n os, que está a l ienado; ya no
en el sentido clásico (que es extraño a la n atu raleza h u ­
mana, como dec ían l os médicos y juristas d e l siglo X I X ) ,
sino en e l sen tido de que el enfermo ya no puede recono­
cerse en tan to que hombre en las condiciones de ex i s­
tencia q ue el homb re m ismo ha i nsti tuido. Con este nue­
vo conten ido la al ienación ya no es u n a aberración psi­
cológica s i n o que se define por un momento h i stórico :
sól o en él se ha hecho posible.
CONC LUSION

La patolog ía clásica adm i te de buen grado que el


primer hecho está en el anormal en estad o puro; que el
anormal cristal iza en torno a sí l as conductas patológi­
cas cuyo conj u nto forma l a enfermedad, y la a l terac ión
de la personal idad que resu l ta de e l l o consti tuye la al ie­
nación. Si lo que acabamos de ex poner en el cap ítu l o
precedente e s exacto, h ab r ía q ue i nvert i r e l orden d e l os
térm i n os, y part i r de la al ienac ión como situación origi­
naria para descu b r i r luego la enfermedad y def i n i r en
ú l t i m o térm i n o al an orma l .

1 ) A lienación histórica y alienación psicológica. - Por


lo tan to, no se está al ienado porq ue se está enfe rmo,
sino que en la med ida en q ue se está al ienad o, se está
enfermo. De todos modos, leste no es contradec i r
lo q ue dec íamos sobre la h istoria d e la al ienac ión? l la
al ienación n o su rgió acaso como u na n oción abstracta
de l as p rácticas j u r íd icas y méd icas que conciernen al
enfermo desde el siglo X I X ? l la al ienac i ón n o es como
una su perestructu ra en relac i ón con la enfermedad ? E n
real idad , p orq ue l a al ienación h istórica es l a condición
pri mera de la enfermedad , se ha hecho de la a l i enac ión
psicológica y j u r íd ica la sanción de la enfe rmedad . E n
u na sociedad como la n u estra el demente se m uestra,
1 16 M I CH E L F O U CA U LT

en efecto, como u na contrad icción viva , y con toda la


v i o lencia de u n i nsu l to. La revolución b u rguesa ha defi­
n id o la h u ma n idad del h om b re por u n a l i bertad teórica
y u n a igualdad abstracta. Y el enfermo mental se erige
en sujeto de escánda l o : es l a dem ostraci ón de que el
h o m b re concreto no es enteramente defi n id o por el sis­
tem a d e derechos abstractos que le son reconoc i d os teó­
r icamen te , puesto que ese sistema n o da cab ida a esta
even t u a l i d ad h u mana que es la enfermed ad , y que para
l os enfermos mentales la l ibertad es vana y la iguald ad
n o tiene sign i ficado; por otra parte, es l a prueba de que
en su v i d a real de h omb re l i b re, de c i u d adano igual a to­
d os l os otros, el h omb re puede encontrar cond iciones que
su p r i man efectivamente esta l i bertad y esta igu aldad ; que
p uede encontrarse en situaci ones que aten su 1 i bertad
y q u e l o a íslen para siempre de la com u n idad de los hom ­
b res. Demuestra que l a sociedad bu rguesa, por l os m ismos
confl i ctos q ue han hecho posible su enfermed ad , no está
hecha a l a med i d a del hombre real ; que es abstracta en
rel aci ó n a l h om b re concreto y a sus condici ones de ex i s­
ten c i a ; q ue con t i n uamente pone en confl icto l a idea u n i­
taria q u e se h ace del homb re y el status contrad ictorio
q u e le otorga. El enfermo mental es l a apoteosis de este
confl icto. Y si p o r el m i to de la al ienación menta l , se l o
ex p u l sa a l os 1 í m i tes ex ter i ores d e l a c iu d ad , es para n o
ver e n é l l a escandalosa ex p resión d e sus con trad icciones,
q u e h a n h echo posib l e su enfermed ad , y q u e constituyen
la real id ad m i sma de la a l ienación soc i a l . Si se ha hech o
de l a a l i en ac ión psicol ógica l a consecuenci a ú lt i ma de
l a e n fe rmedad , es para n o ver la enfermedad en lo q u e
rea l m en te es : l a consecuencia d e l as contrad icc i ones so­
ciales en las q u e el h ombre está h i stóricamen te a l i en ad o .
CON C LU SI O N 1 17

2) Lo normal y lo patológico. - Al h acer de la ,a l i ena­


ción soci al la cond i c ión de la enfermedad , d isipamos de
un so lo golpe el m ito de la al ienac i ón psicológica que
h a r ía del enfermo u n ex tranjero en su p rop io pa ís ; es­
capamos tamb ién a los temas cl ásicos de u na persona l i­
dad a l terad a, de u n a menta l idad heterogénea y de meca­
n ismos espec íf icamente patológ icos. El aná l isis funcio­
nal q ue p ropone la fisi olog ía pavl ov iana perm i te, en efec­
to, defi n i r l os procesos de la enfermedad en l os m ismos
térm i n os que la adaptac ión n orma l : l os mecan ismos de
l a excitación y de l a i n h i b ic i ó n , de la i nducción rec íp ro­
ca, de la reacc ión de defensa son comunes a todos l os
anál isis de la cond ucta normal y patológica . Los p roce­
sos mórb idos están en el m ismo p l a n o q ue l as reacciones
n o rmales; " Es im pos i b le exam i n a r los p rocesos patol ó­
gicos separadamente de l os p rocesos n ormales, cuyos
mecan ismos básicos son l os m ismos" 1 .
La enfermedad está const i tu id a por la m isma t rama
fu ncional q ue la adaptac i ón normal ; por l o tanto , no
podemos def i n irla a part i r de l o anorm a l , como l o hace
la patolog ía clásica ; por el contrario, la enfermedad h ace
posible lo anormal y lo fu ndamenta : l as reacci ones "pa­
radojales" y la i nversión del valor positivo de la exc i ta­
c i ón en va lor negativo de l a reacción son efectivamente,
en u n sen tido, fenómenos anorma les; pero no se ofre­
cen jamás si no es sob re u na base de i n h i b ición que re­
p resenta l a reacción de defensa, y la forma p r imaria de
l a enfermedad . Lo a n orma l , lejos de ser el n úcleo elemen­
tal , es u n a consecuencia de lo patol ógico. Por l o tanto,
tratar de defi n i r la en fermedad a part i r de u na d istin-

1 Bykov, Sesión de /s Academia de Madicins de is URSS.


1 18 M I CH E L F O U CAU LT

ción de lo normal y l o anormal es i nverti r l os térm i n os


del p rob lema: es h acer u n a cond ición de u n a conse­
cuencia, con l a f i n al idad , s i n duda i m p l ícita , de ocu ltar
l a a l i enación como verdadem cond ición de l a enfermed ad .

3 ) L o orgánico y lo psicológico. ·-AI com ienzo hemos


demostrado cómo la noción de personal idad parec ía h a­
cer esta l l a r l os cuad ros de l a patolog ía cl ásica y cómo
el la exige u n t i po de aná l i sis d i st i n to de l os anál isis or·
gán i cos. Pero la def i n ición de la enfermedad mental a
part i r de sus cond i c iones reales -h istó ricas y h u manas­
n os l l eva a u n a concepción u n itaria de lo patológico. E l
anál isis pav l oviano del confl i cto demuestra, en efecto,
que es necesario dejar de lado la ant ítesis de la psicogé­
nesis y l a organ ogénesis. Las en fermedades mentales
l o son de la persona l idad tod a ; en esta med ida, tienen
su origen en l as con d i c i ones reales de desarro l l o y de ex i s­
tencia de esta personal idad ; y t ienen su pu nto de partida
en l as contrad icc i ones de ese med i o . Pero el confl i cto
no se transforma de golpe y por u n a s i m p l e transposi ción
psicol óg ica en enfermedad menta l ; se convierte en enfer­
medad cuando l a con trad icc ión de las cond i c i ones de
ex istencia se convierten en contrad icc ión fu ncional de
las reacci ones. La patolog ía mental encuentra su u n idad
con la patología orgán ica en esta n oción de pertu rbaci ón
fu ncional .
E l materia l ismo debe ev i ta r d os errores e n psicopato­
l og ía : el que consist i r ía en i den tificar el confl icto psico­
lóg ico y morb oso con las contrad icc i ones h istór icas del
med i o, y confu nd i r as í la a l ienación soc i a l y la a l ienac i ón
menta l ; y por otra parte, el que consist i r ía en querer re­
d u c i r toda enfermedad a u na pertu rbac ión del funciona-
CONCLUSION 1 19

m iento nerv i oso, cuyos mecan ism os aú n desconocidos


pod r ían ser ana l i zados con todo d erecho d esde un punto
de vista pu ramente fisiológico.
Contra el primer error debemos recordar constante­
mente q u e la en fermedad no com ienza con sus cond icio­
nes de posib i l id ad , que sól o emp ieza con l as pertu rbacio­
nes funci onales, y q ue si la a l ienación soc i a l es l a cond i ­
ción de l a enfermedad y l a a l ienación mental s u conse­
cuenc i a m ítica , entre ambas, la en fermedad debe conser­
var su p rop i a rea l idad y sus d i mensi ones espec íficas. Con­
tra e l segundo escol lo debemos tener p resente que l as per­
tu rbaci ones fu ncionales no podrán agotar el conju nto de
los hechos patológicos y sus cond iciones en tanto todas
las formas pos i bles del confl icto n o hayan desaparecido
de l as cond iciones de l a ex istencia h u mana. Sólo cuando
sea pos i b l e camb iar esas cond iciones, f a enfermedad desa­
parecerá como pertu rbación fu ncional resu l tante de las
contrad icc i ones del med i o . La reducción de toda patolo­
g ía men ta l a u n a patolog ía funcional de la actividad ner­
v iosa no depende esencial men te del p rogreso del conoci­
m iento fisiológ ico, sino de la t ransformación de f as cond i ­
ciones de ex istencia, y de l a desaparición d e l as formas de
al ien ac i ón en l as que el h ombre p ie rde e l sen tido h u mano
de sus actos. Este es tal vez e l sentido que debemos
darle al texto de Pav l ov : " Estoy convencido de q u e se
aprox i m a u n a etapa i mportante del pensam iento h u mano,
en l a que l o fisiológico y lo psicológico, l o objetivo y l o
subjetivo se' fusionarán real mente; e n l a q u e l a contrad ic­
c ión pen osa, la oposición de m i conciencia y mi cuerpo
será resuelta" 2 . En otros térm i nos, cuando se rela-

2 Comunicación al Congreso de Roma.


1 20 M IC H E L FOUCAU L T

ciona la en fermedad con sus cond iciones h istóricas


y sociales de aparic i ó n , nos p reparamos para encontrar
l os componen tes o rgán icos, y hacemos un anál isis real ­
mente material ista.

4) La terapéutica. - No es nuestra i n tención abordar


en estas pág i nas, ded icadas so l o a l a natu raleza de lo mor­
boso en patol og ía menta l , el problema de l as med icacio­
nes psicológicas, sino ind icar sól o cóm o se rel ac i onan
con l as concepciones generales de l a en fermedad . E l sen ­
tido de l a a l ienación se encuentra en l as p rácticas méd icas
clásicas. E n efecto, si ad m i t i m os q ue la personal idad del
enfermo está a l terada, y que por l a enfermedad se con­
vierte en extraña a s í m isma, l a terap i a debe instau rarse
fuera de e l l a . Se da vueltas a l rededor de la enfermedad y
del enfermo ; med iante e l shock se mod i fican las regula­
c i ones del h u mor, med iante l a lobotom ía se 1 i beran l as
adaptaci ones orgá n i cas de sus sobrecargas afectivas; en
todos l os casos el cam i n o de la cu ración· no penetra ja­
más en l os mecan ismos i n ternos de l a enfermedad ; o
si l o hace, como el psicoanál isis, es recu rriendo al i ncons­
ciente q ue, más a l lá de la persona l i dad del enfermo y de ·.

su s i tuación actu a l , acude a los a rd ides del i n st i n to y a


la latencia del pasado. Ad m i tamos, por el contra r i o , es­
tas dos proposiciones que nos proponemos demostrar :
q u e debemos encontrar l a cond ición pri mera d e l a en fer­
medad en u n confl i cto del med i o h u mano, y q ue lo pro­
p i o de la enfermedad es ser u na reacci ón de defensa ge­
nera l izada ante ese confl icto; entonces, l a terapia debe
tener otro carácter.
Puesto q u e la enfermedad es en sí m isma defensa, el
p roceso terapéutico debe estar en la 1 ínea de l os meca-
CONCLUSION 1 21

n ism os pato lógicos; se trata de basarse en la en fermedad


m ism a para superarla. En este sentido actúa la cu ra por
el sueñ o : refuerza l as i n h ibici ones patol ógicas creando un
estad o de i n h i b ición genera l izad a ; y en v i rtud del
p r i n c i p i o por el q ue l a i n h ibición corresponde a un p ro­
ceso de asi m i l ación de la cél u l a nerviosa, el sueñ o p ro l on­
gado perm ite recuperaci o nes funcionales q ue h acen desa­
parecer Jas inh ib iciones de defensa, l os núcleos de exci­
tac ión y l a i nerc i a patol ógica.
Y por otra parte, p uesto que la en fermedad se refiere
siemp re a una d ia léctica con fl ictual de una situación,
l a tera p ia sól o puede tener sentido y ser eficaz en esta si­
tuac ión . Podemos dec i r que el psicoanál isis es una psi­
coterap ia abstracta en l a med ida en que consti tuye en­
tre el enfermo y el méd i co un med i o artificial, i n tencio­
nal men te recortad o de l as formas n ormales y soc i a l mente
i n tegradas de l as rel ac i ones i n terh u manas; tamb ién en l a
med id a e n q ue t rata d e d ar a l os conflictos reales d e l en�
termo el sen t i d o de confl ictos psicológicos, y a l as formas
actuales de la enfermedad , la sign i ficación de traumat is­
mos anteriores; final mente, en la med ida en q ue elude l as
soluci ones reales, p ropon iendo como susti tu tos l a l i bera­
ción de l os inst i n tos q ue i m ag i n a su m itolog ía, o la toma
de conciencia de pu lsi ones en l as que su ideal ismo cree
recon ocer el origen de l os confl ictos objetivos. E l psico­
anál isis pstcologiza lo real , para i-real izarl o : obl iga a l suje­
to a reconocer en sus confl ictos la desordenada ley de
su corazón para evitarle l eer en e l l os las contrad icciones
del orden del mu ndo. Debemos p referi r a esto l as tera­
p i as que ofrecen al enfermo l os med i os concretos de su­
perar su situac i ón de confl icto, de mod ificar su med i o
1 22 M ICHEL FOUCAU LT

o de responder de u n m odo d iferenciado, es dec i r , adap ­


tad o, a las contrad icc i ones de sus cond ici ones de existen­
cia. No h ay cu ración p osib l e cuando se i rreal izan las rela­
c i ones del i nd ividuo y su med io; sólo es c u raci ón l a q ue
p roduce n uevas rel aciones con el med i o 3 .
Es el m ismo error q u erer agotar la esencia de la enfer­
medad en sus man i festaci ones psicol ógicas y encontrar
en la ex p l icación psicológica el cam i n o de la c u rac ión .
Querer desl igar a l enfermo de sus con d i ciones de ex isten­
cia, y q uere r separar la enfermedad de su cond ici ones de
aparición, es encerrarse en la m isma abstracc ión ; es i m ­
p l i ca r la teor ía psicol ógica y la p ráctica social de la i n te r­
nac ión en la m isma compl icidad : es q ue rer mantener a l
enfermo e n s u ex istencia de al ienad o. L a verdadera psi­
colog ía debe l iberarse de esas abstracci ones que oscu re­
cen la verdad de la enfermedad y a l ienan la real idad del
enfermo; p ues cuando se trata del hombre , la abstracc ión
no es s i m p lemente un e rror i n telectual ; la verdadera psi­
col og ía debe desembarazarse de ese psicologismo, si es
verdad que, como toda ciencia del hombre, debe tener
por final idad desal ienarlo.

3 Las consecuencias prácticas de estas ideas deben buscarse en una reforma


,
de la estructura de la asistencia méd ica y de los hospitales psiqu iátricos.
Algunos méd icos que han expuesto sus ideas en un notable número de
Esprit dedicado a la psiquiatría en d iciembre de 1 952. reclaman y prepa­
ran una reforma de este tipo.
A LGUNOS DATOS DE LA HISTORIA
DE LA PSIOUIATRIA

1 793 : P i nel es nombrado méd ico jefe del Hospital de Bicétre.

1 82 2 : Tesis d e Bayle, Investigaciones sobre las en fermedades mentales

(definición de la parálisis general ) .

1 83 8 : L e y sobre l o s a l i enados.

1 84 3 : B a i l larger funda los Anales medicopsicológicos.

1 88 4 : Jack so n , Cronian Lecturas.

1 889 : K raepe l i n , Lecciones de Psiquiatría.

1 89 0: Magnan, La locura intermitente.

1 893 : Breuer y F reud , Estudios sobre la histeria.


1 894 : Janet , El automatismo psico lógico.

1 909 : F reud, Análisis de una fobia en un niño de 5 años.

1 91 1 : Freud, Consideraciones psicoanalíticas sobre la autobiografía de

un caso de paranoia.

191 1 : B leuler, La demencia precoz o el grupo de las esquizofrenias.

1913: Jaspers, Psicopatología general.

1 92 1 : F reud, Más allá del principio del placer.

1 926 : Pavlov, L ecciones sobre la actividad de la corteza cerei.Jral.

1 92 8 : Monakow y M o u rgu e , /n troducción biológica a la neurología y a la

psicopatología.

1 933 : L . B i n swanger, ldeen flucht.

1 936 : Egas Moniz practjca las primeras lobotomlas.

1 93 8 : C er l ett i comienza a pract icar el electroshoc k .

You might also like