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Curso de Pastoral de la Salud

Espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud

Esquema del trabajo


Introducción

La espiritualidad cristiana

Espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud

Elementos de la espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud

Mirar a Jesús en su relación con los enfermos

Dejarse guiar por el Espíritu Santo.

Estar en comunión con la Iglesia.

Vocación

Evangelio de los pobres

La fe en el Dios de la vida frente al misterio del sufrimiento.

Capacidad de escuchar

Conclusión
Curso de Pastoral de la Salud La espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud

Introducción
Estos apuntes pretenden ser una aproximación al tema de la Espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud.
No son fruto de un gran estudio. Más bien intentan ser unas reflexiones que nos ayuden a perfilar una
Espiritualidad que auxilie a los Agentes de Pastoral de la Salud en su tarea de acompañar a los enfermos.

En primer lugar veremos un poco qué entendemos por Espiritualidad. Luego si es posible hablar de una
“espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud”. En un tercer momento trataremos de profundizar en
algunos elementos que caracterizan esta espiritualidad en particular.

Esperamos que estos apuntes ayuden a los que se dedican al ministerio de acompañar a nuestros hermanos
enfermos dándoles algunos elementos que los enriquezcan en su vida espiritual.

La espiritualidad cristiana
Antes de hablar de la “Espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud” conviene aclarar algunos conceptos
básicos que es bueno saber para que podamos entendernos.

En primer lugar debemos preguntarnos qué es la Espiritualidad (en este caso queda claro que nos estamos
refiriendo a la espiritualidad cristiana, esto es basadas en Cristo, y que estamos dejando de lado otras
espiritualidades provenientes de otras culturas y religiones).

Hay distintas respuestas que se pueden dar a esta pregunta. La Espiritualidad Cristiana es la identificación con
la voluntad del Padre, la vida conducida por el Espíritu, la imitación de Cristo, etc. Todas ellas apuntan a lo
mismo: hacen referencia a la manera de vivir nuestra relación con Dios y de qué manera esta relación con Dios
influye en nuestra vida.

Un camino posible para entender qué es la espiritualidad cristiana es partir del bautismo. Allí recibimos por
primera vez al Espíritu Santo y nos hacemos hijos del Padre en Jesús. Participamos de su filiación. Los hombres
somos hijos de Dios porque Jesús el Hijo se hizo hombre.

Esta vida divina que recibimos en el bautismo es como una semilla que debe ir desplegándose a lo largo de
nuestra vida. En el Bautismo recibimos la gracia pero si no la hacemos crecer en nosotros no nos sirve para
nada. Es como una semilla que no se siembre. Lleva en sí misma la vida pero nunca la desplegará.

Cuando hablamos de Espiritualidad Cristiana nos referimos al camino que debemos recorrer para que esa Vida
Divina que recibimos en el Bautismo se despliegue y tome toda nuestra vida. A medida que se va desarrollando
nos va convirtiendo en “otros Cristos”, nos va “cristificando”.

Esta tarea no es obra de la persona sino que es el Espíritu quien va obrando en cada uno para ir configurándolo
a imagen de Cristo. Es el mismo Espíritu que resucitó a Jesús y que nos va haciendo resucitar a nosotros. Por
supuesto, este Espíritu Santo no actúa sin nosotros, es decir, necesita de nuestro consentimiento y voluntad
para ir realizando esta obra en nosotros.

Además el bautizado no recorre solo este camino sino que lo hace en un marco eclesial. La Iglesia como Cuerpo
de Cristo acompaña al cristiano en su camino de santidad.

Con todos estos elementos podemos ahora intentar una definición más completa:

La Espiritualidad Cristiana el camino que recorre el cristiano en su propia historia personal, siguiendo a Jesús,
impulsado por el Espíritu y en comunión con toda la Iglesia, hasta alcanzar la madurez en Cristo.

III. Espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud

Esto que hemos dicho vale para cualquier cristiano de cualquier lugar y de todo tiempo. Serían los elementos
comunes que no deben faltar en una espiritualidad que quiera llamarse cristiana. Pero así como los hombres
tienen una naturaleza común y una multiplicidad de variantes (temperamento, educación, historia, misión, etc.)
podemos hablar de “Espiritualidad” y “espiritualidades”. De esta manera hacemos referencia a los elementos
que especifican una espiritualidad.

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Curso de Pastoral de la Salud La espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud
Hay distintas maneras de particularizar la única espiritualidad cristiana. Por ejemplo, según un criterio
geográfico podemos hablar de espiritualidad oriental, occidental, francesa, española, etc. Según un criterio
doctrinal-dogmático podemos hablar de espiritualidad mariana, trinitaria, etc. Entre otros criterios podemos
clasificar las espiritualidades según la actividad fundamental que deriva de ella. Así nos encontramos con una
espiritualidad contemplativa, asistencial, etc. Justamente aquí podemos incluir la espiritualidad del agente de
pastoral de la salud.

Ahora estamos en condiciones de entender mejor a qué nos referimos cuando hablamos de “espiritualidad del
agente de pastoral de la Salud”. Estamos tratando de descubrir cuáles son los elementos propios del camino
que lleva a una persona que trabaja en el área de la salud, especialmente visitando enfermos, a configurarse
cada vez más con Cristo.

Elementos de la espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud


Vamos ahora a ir describiendo cómo nos parece que debiera ser la espiritualidad del Agente de Pastoral de la
Salud. Enumerando las diferentes características tendremos al final una imagen aproximada de cómo debiera
ser esta espiritualidad.

Tal vez sea necesario aclarar que esta disección es un tanto artificial. Todos estos elementos se dan juntos y se
interrelacionan unos con otros. De todas maneras nos puede ayudar a comprender mejor dividirlos y
particularizarlos.

Mirar a Jesús en su relación con los enfermos


Veíamos antes que toda espiritualidad cristiana es un camino de seguimiento de Jesús para tratar de ir
desarrollando en nosotros esa vida de gracia que hemos recibido en el bautismo. Podríamos decir que toda
espiritualidad busca que la persona tenga los mismos sentimientos que Cristo Jesús (Flp 2, 5).

Cuando hablamos en concreto de la espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud tenemos que mirar a
Jesús en su relación con los enfermos. Es en Jesús y en su relación con el mundo del dolor donde vamos a
encontrar la primera fuente de espiritualidad.

¿Dónde podemos mirar a Jesús? Fundamentalmente en la Palabra de Dios. Allí nos encontramos con infinidad
de encuentros entre Jesús y los enfermos. Mirando atentamente podemos ir descubriendo algunas actitudes de
Jesús que no pueden faltar en un cristiano que quiera dedicarse a visitar enfermos.

Podemos mencionar algunas de estas actitudes sin pretender agotar el tema, ya que la figura de Jesús es
suficientemente profunda como para que cada uno vaya encontrando en el Evangelio la riqueza de mirar a
Jesús. Veamos algunos ejemplos:

Mc 1, 29-32. Jesús toca a los enfermos. Lo vemos aquí con la suegra de Pedro. La toma de la mano y la levanta,
devolviéndole la salud. Muchas veces en el encuentro con los enfermos las palabras están de más. Muchas
veces uno siente que tiene que callar. Allí es donde se ponen en juego otras formas de comunicarse y el tacto es
una de ellas. Una caricia, tomar de la mano, un beso son gestos que expresan mucho más que las palabras.
Comunican cercanía, ternura, apoyo. Es muy bueno mirar a Jesús y aprender a comunicarnos con los demás
más allá de nuestras palabras.

Mc 1, 40-45. Jesús sana a un leproso y lo envía a purificarse según manda la ley. Sabemos que los leprosos eran
obligados a vivir lejos de la ciudad y a llevar una campana para anunciar su presencia. No solo cargaban con el
peso de su enfermedad sino también con el castigo de la exclusión. Jesús le devuelve no solo la salud corporal
sino que lo reintegra a la sociedad devolviéndole su dignidad. También hoy sucede esto con muchos enfermos.
Hay enfermedades como el Sida que no solo duelen en el cuerpo sino que cargan el alma con el juicio de los
demás. También nosotros como Jesús podemos devolverles a ellos su dignidad con nuestro trato, presencia y
cercanía. Aquí también vale todo el acompañamiento que pueda hacerse con los familiares del enfermo para
que no sean ellos los primeros que lo condenen o lo juzguen.

Mc 2, 1-12. Jesús sana a un paralítico que es bajado en camilla desde el techo, pero además le perdona los
pecados. Más de una vez surge del enfermo la pregunta: ¿Habré hecho algo malo? ¿Qué hice para que Dios me
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castigue así? Allí es donde puede aparecer con toda su fuerza el poder curativo del Agente de Pastoral de la
Salud. Sabemos que Dios no castiga y que el sufrimiento, lejos de alejarnos de Dios nos acerca a él más que
cualquier otra cosa. Poder liberar a un enfermo de estas dudas y angustias ayudándole a descubrir la presencia
de Dios a su lado es un consuelo muy grande. Además el Agente de Pastoral de la Salud puede ser el nexo entre
el enfermo y el Sacerdote quien puede darle además la tranquilidad del sacramento de la reconciliación o de la
unción.

Mc 3, 1-6. Jesús cura a un hombre que tiene la mano paralizada un sábado. Sabemos que en el día sábado
estaba prohibido todo trabajo. Los fariseos espiaban a Jesús para ver qué hacía. Jesús no tiene problema en
quebrantar la ley en favor del hombre enfermo. Jesús nos enseña que un hombre vale mucho más que
cualquier ley o precepto. También nosotros debiéramos tener esto en cuenta. Lamentablemente mucha gente
debido a una mala insistencia de la Iglesia en este sentido, se siente mal por no poder cumplir algunas prácticas
religiosas por cuidar enfermos o por estar ellos mismos enfermos. No es raro que muchos se sientan culpables
de no ir a Misa, por ejemplo, porque han tenido que quedarse cuidando a alguien. Justamente este Evangelio
nos muestra cuál debe ser nuestra escala de valores. Si nuestras prácticas religiosas las vivimos como leyes que
debemos cumplir, entonces ciertamente están por debajo del cuidado de un enfermo donde Jesús se halla
especialmente presente.

Mc 5, 21-43. Jesús resucita a la hija de Jairo, jefe de la sinagoga, y por el camino sana a una mujer enferma
desde doce años atrás que ya había perdido toda expectativa. En ambos casos Jesús se enfrenta a la dura
realidad de la pérdida total de esperanza. En el caso de la mujer, ya había consultado muchos médicos y
ninguno había acertado con la cura; en el otro caso, ya sabemos lo que significa la muerte. Sin embargo Jesús
muestra que él es el Señor de la vida y que es capaz de dar vida donde ya no la hay. El encuentro con Jesús nos
devuelve la esperanza y el futuro que sentíamos haber perdido para siempre. Por eso es importante que el
Agente de Pastoral de la Salud sea también una persona de profunda fe para poder poner al enfermo y a los
familiares frente a este Jesús señor de la Vida. Ser testigo de que ni la muerte puede separarnos de su amor.

Mc 7, 31-37. Jesús cura a un sordomudo metiéndole sus dedos en los oídos y tocando su lengua con saliva.
Aquí se ve claramente la creatividad de Jesús. Frente al hombre sordo no tenían sentido las palabras y Jesús se
vale, como tantas veces, de sus manos y de todo su cuerpo para transmitir la salud. Este gesto de Jesús nos
invita a nosotros a ser creativos a la hora de acercarnos a los enfermos y a tener en cuenta su realidad.
Debemos ser muy atentos a la situación del enfermo para poder llegar hasta él usando sus mismos códigos y
posibilidades.

Mc 8, 22-26. Jesús cura a un ciego pero no instantáneamente sino que lo hace poco a poco. Respeta los tiempos
del ciego. Es necesario que nosotros también seamos conscientes de que nuestros tiempos no son los de los
demás y mucho menos coinciden con los de una persona enferma. Apurar o pretender que el enfermo entienda
todo de golpe sería un grave error. Muchas veces hay que tener paciencia para ir acompañando al enfermo en
su propio camino. También en este caso es primordial el trabajo con quienes conviven con él. De esta manera el
enfermo se sentirá comprendido y acompañado.

Mt 15, 29-31. La gente le lleva a Jesús muchos enfermos y el los sana. Jesús no se apura. Tiene paciencia y no
se molesta por la cantidad de gente que acude a él. Esta situación puede ser análoga al trabajo que se puede
hacer hoy día en un hospital. Es importante que el Agente de Pastoral de la Salud sepa transmitir la
misericordia y la paciencia de Jesús para atender a cada uno de los enfermos que se lo soliciten.

Mt 8, 5-13. Un capitán romano se acerca a Jesús para pedirle por su criado enfermo. No hace falta que Jesús se
acerque porque “una palabra bastará para sanarlo”. Jesús se asombra de la fe de este hombre especialmente
por la confianza que demuestra. Si Jesús puede mandar a la vida como un militar lo hace con un subordinado,
entonces Jesús es Dios, Señor de la vida. Esta confesión de fe y de confianza conmueven a Jesús y nos hablan de
una entrega total por parte del centurión. Es la misma entrega que nosotros debemos suscitar en nuestros
hermanos enfermos. La misma confianza que nosotros debemos tener en Jesús para poder transmitirla a los
demás.

Mt 9, 27-31. Jesús devuelve la vista a dos ciegos que lo confiesan como Mesías al llamarlo “Hijo de David”.
Paradójicamente estos ciegos ven más que sus compatriotas a quienes les costaba creer en Jesús. Es nuestra

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tarea, en este mundo donde el dolor y el sufrimiento son absolutamente despreciados hacer entender a los
enfermos que ellos ven más que los demás, que su experiencia de dolor los hace más sabios que mucha gente
sana, que ellos son capaces de valorar las verdaderas cosas de la vida, que desde su enfermedad tienen una
situación privilegiada para encontrarse con Jesús.

Lc 13, 10-13. Había en la sinagoga una mujer encorvada. No hace falta que ella se acerque a Jesús. Él la llama y
la cura. En este caso, al contrario de muchos otros, es Jesús quien toma la iniciativa. Una actitud que debe
inspirarnos a nosotros a la hora de decidirnos a ser Agentes de Pastoral de la Salud. También es esta actitud la
que debe ponerse de manifiesto sobretodo en el trabajo en los hospitales. Allí encontramos muchos enfermos
que tal vez no se animen a llamarnos. Siempre con cuidado y con respeto, invitando y no imponiendo, podemos
hacer presente a este Jesús dispuesto a ayudar sin que se lo pidan.

Lc 17, 11-19. Jesús cura a diez leprosos pero sólo uno vuelve a agradecer. No parece que Jesús se enoje. Más
bien se lo nota dolido por la ingratitud de los otros nueve. Tal vez también a nosotros nos toque enfrentarnos a
la ingratitud de algún enfermo o familiar. Nuestra actitud no debe ser de defensa de Dios, que es lo
suficientemente grande para defenderse solo, sino de profundo dolor por este hermano que no ha sabido
reconocer la mano misericordiosa de Dios en su vida.

Lc 22, 50-51; Jn 18, 10-11. Jesús cura a Malco, uno de los que vienen a arrestar a Jesús y recibe de parte de
Pedro una herida en la oreja. Es notable que Jesús no le pide a este hombre que tenga fe, más aún, si viene a
arrestar a Jesús lo más probable es que no la tenga. Sin embargo Jesús no duda, en su misericordia, de darle a
él también los beneficios de sus milagros. Sería bueno que nosotros como Agentes de Pastoral de la Salud
sepamos transmitir también la misericordia de Dios a tantos hermanos que no creen.

Estos son algunos ejemplos de cómo la lectura atenta del Evangelio nos puede ayudar en este camino de ir
configurando nuestra vida al estilo de Jesús. La lectura atenta de la Palabra de Dios nos irá dando un corazón
con los mismos sentimientos de Jesús.

Pero el Evangelio nos aporta todavía un dato más. Hasta ahora, en todos los textos hemos visto a Jesús
acercándose a los enfermos y hemos tratado de descubrir sus actitudes para ir haciéndolas crecer en nosotros.
Sin embargo hay un texto más que no podemos dejar pasar:

Mt 25, 31-40. Allí Jesús se identifica con los mismos enfermos: “¿Cuándo te vimos enfermo y fuimos a verte?
-En verdad les digo que cuanto hicieron con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicieron.” De esta
manera Jesús nos aporta un dato muy importante. Cuando vamos a ver a un enfermo no representamos a Jesús
que visita enfermos sino que vamos como peregrinos al encuentro de Jesús que está en el enfermo. Y Jesús que
está en el enfermo irá despertando en nosotros sus mismos sentimientos.

De esta manera el contacto cotidiano con Jesús ya sea en los Evangelios o en los mismos enfermos irá
haciéndonos crecer día a día en nuestra configuración con Cristo. Sus actitudes irán siendo las nuestras y
entonces seremos transparentes a la acción del Espíritu en nosotros.

Dejarse guiar por el Espíritu Santo.


Cuando definíamos qué es la Espiritualidad Cristiana hablábamos de un elemento esencial: el cristiano que
sigue a Jesús debe dejarse guiar por el Espíritu Santo.

Desde el bautismo el Espíritu Santo obra en nosotros queriéndonos llevar hacia una identificación mayor con
Jesús. A medida que nos vamos dejando guiar por el Espíritu, nos vamos configurando cada vez más con Cristo.

Este Espíritu actúa en nosotros de dos maneras. Por un lado nos muestra el camino que debemos seguir y por
otro nos da fuerza para seguirlo. Es decir que no sólo nos ayuda a descubrir cuál es la voluntad del Padre sino
que también nos fortalece para que podamos vivirla.

Podríamos preguntarnos cómo hacer para dejar que el Espíritu vaya obrando en nosotros. En realidad es muy
difícil dar un método. No hay recetas y mucho menos caminos fáciles. Comprendamos que estamos hablando
de lo esencial de la vida cristiana. Si fuera fácil dejarse guiar por el Espíritu Santo todos seríamos santos. Sin
embargo podemos tener algunas orientaciones.

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En primer lugar, para estar atentos a la voz del Espíritu Santo debemos escuchar en nuestro interior. Debemos
encontrarnos con este Espíritu que habita dentro de nosotros. Para esto es necesario el silencio y la oración. Sin
una vida de oración fuerte y activa, es imposible que descubramos la voz del Espíritu hablando a nuestro
corazón.

En concreto esto significa dedicar momentos del día o la semana a tener largos ratos de silencio en oración. Así
como dedicamos tiempo a otras cosas, debemos también dedicarle un tiempo especial al encuentro con Jesús.
En el caso de los Agentes de Pastoral de la Salud, podemos decir que es tan importante visitar a un enfermo
como dedicar un tiempo de nuestro día al encuentro con Jesús. De nada serviría pasar horas visitando
enfermos si no pasamos también un buen rato en oración.

Hay distintos tipos de oración. La oración vocal, la lectura de la Palabra de Dios, la meditación, etc. ¿Qué tipo de
oración es necesario para dejarse guiar por el Espíritu? Podríamos decir que cualquier tipo de oración es bueno
para descubrir la voz del Espíritu siempre que se dedique un tiempo al silencio y a la escucha.

El Catecismo de la Iglesia Católica habla de tres tipos de oración: la vocal, la meditación y la contemplación.

La oración vocal es la primera y más sencilla forma de oración. Cuando Jesús enseñó a rezar, lo hizo a través de
una oración vocal: el Padrenuestro. Este tipo de oración tiene la virtud de incorporar el cuerpo a la oración. No
es una actividad puramente del alma sino que todo el cuerpo está involucrado. Rezamos con nuestro espíritu
expresándonos a través de nuestra voz. No por sencilla, este tipo de oración deja de ser importante. Podríamos
decir que si la oración no llega a ser en algún momento verbalizada, no es verdadera oración.

La oración de meditación se hace con ayuda de algún texto o imagen, preferentemente la Palabra de Dios e
imágenes de Jesús, la Virgen o los santos. En la meditación interviene el pensamiento, la imaginación, la
emoción, el deseo. Intenta ir profundizando en los misterios de Cristo y de la propia vida para ir descubriendo
la voluntad de Dios.

Finalmente se encuentra la oración de contemplación. El grado más alto de oración. Según Santa Teresa es estar
a solas con quien sabemos que nos ama. Es mirar y ser mirado. Es amar y ser amado. En este tipo de oración
sobran las palabras. La comunicación se establece en un grado más profundo. Si tuviéramos que buscar una
comparación humana para este tipo de oración tal vez los mejores ejemplos serían una madre con su bebé
mientras lo mira dormir, o dos enamorados que se miran sin hablar. Este tipo de oración es un regalo de Dios. Si
bien uno puede disponerse a través de la oración vocal y la meditación, uno no es dueño de alcanzar la
contemplación sino que siempre se recibe como don de Dios.

Un Agente de Pastoral de la Salud debe ser un hombre de oración. De esta manera se va llenando de Cristo y el
Espíritu va actuando en él. Así estará seguro de que cuando visite a un enfermo no se llevará a él mismo sino
que será instrumento en manos de Dios.

Estar en comunión con la Iglesia.


Otro de los elementos propios de toda espiritualidad cristiana es la comunión con la Iglesia. No puede ser de
otra manera. Si el cristiano es una persona que se deja guiar por el Espíritu para ir configurándose con Jesús no
puede estar al margen de la Iglesia que el mismo Jesús fundó y que el Espíritu anima.

Esta comunión con la Iglesia se manifiesta de múltiples maneras. En primer lugar el Agente de Pastoral de la
Salud no es un francotirador, es decir, una persona que por su cuenta decide salir a visitar enfermos. Su primera
relación con la Iglesia se evidencia en su pertenencia a una comunidad. Esta comunidad es la que lo envía a
visitar a los enfermos. No va en nombre propio sino que lo hace en nombre de Jesús que lo ha enviado a través
de la comunidad.

En segundo lugar es necesario que en toda comunidad donde se organice la Pastoral de la Salud, haya
reuniones periódicas de todos los Agentes de Pastoral de la Salud para que puedan rezar en común y compartir
sus experiencias. Poder compartir lo que uno va viviendo y experimentando en las visitas es necesario para uno
mismo y también para enriquecerse unos a otros. De esta manera uno se va apoyando en los demás y se va
enriqueciendo mutuamente.

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También la comunión con la Iglesia se manifiesta en el trabajo coordinado con otras áreas de la Parroquia. Los
mensajeros o misioneros, los grupos de oración, caritas, catequesis, etc. Es bueno que cada uno descubra su
lugar y su propia vocación sin intentar abarcar todas las cosas. Un Agente de Pastoral de la Salud puede pedir
colaboración a los misioneros para que le avisen si hay enfermos que puedan ser visitados, puede pedir a los
grupos de oración que recen por determinados enfermos o pedir en las intenciones de las misas por ellos;
puede avisar a la gente que trabaja en Caritas cuando detecta una necesidad que debe ser atendida; etc.

Por esta razón, el Agente de Pastoral de la Salud debe conocer su comunidad y todo lo que sucede en ella. No
puede estar al margen de la vida de la comunidad y debe participar de las distintas actividades comunitarias
que se realicen: asambleas, encuentros, momentos de oración, peregrinaciones, etc.

Esto también es muy importante para poder integrar al enfermo a la comunidad y que éste no se sienta aislado.
Es muy bueno mantener informado al enfermo de lo que va sucediendo en la Parroquia. Se puede tal vez
acercarle la revista o el boletín si es que existe. Hay comunidades que incluso cuentan con una radio. Este es un
medio excelente para mantener a los enfermos en comunión con la vida de la comunidad.

Otro elemento importante es pedir a los enfermos que recen por determinados acontecimientos: comuniones,
confirmaciones, encuentros, etc. Sabemos que la oración de los que sufren es especialmente escuchada por
Dios y además puede ser muy bueno para quien está sufriendo saber que su dolor ofrecido tiene algún sentido.

Finalmente hay un momento vital en la vida de toda comunidad cristiana donde se pone de manifiesto de
manera singular la comunión con la Iglesia. Es el momento de la Misa. Allí se reúne toda la comunidad delante
del único Pastor. Allí escuchan todos la Palabra de Dios, celebran juntos la fe, y comen todos del único Pan que
es Cristo. Sería impensable un Agente de Pastoral de la Salud que no concurriera a Misa para alimentarse de
Cristo y para estar en comunión con sus hermanos de comunidad.

Algo análogo se puede decir de la celebración de otros sacramentos, en especial del sacramento de la
Reconciliación, necesario no sólo para estar en comunión con Jesús y con la Iglesia sino también para
reconocerse necesitado de la misericordia de Dios. La confesión frecuente ayuda a crecer en la humildad y en la
pobreza, virtudes necesarias para todo aquel que quiera entrar en el mundo del dolor con una actitud
compasiva y no de superioridad.

Vocación
Después de haber visto los elementos esenciales de toda espiritualidad, vamos a profundizar en algunos
aspectos que son más propios de esta espiritualidad. El primero de ellos es la vocación.

Estamos en un tiempo donde se ha exaltado el placer y donde se identifica la felicidad con la ausencia de dolor.
Esto lo podemos ver en innumerables ejemplos. La mayoría de las propagandas nos invitan a imaginar lugares y
situaciones paradisíacas. O nos hablan del éxito y de lo maravilloso de superar cualquier dificultad. Las familias
son perfectas y si usamos tal o cual producto, entonces ya no tendremos problemas de ningún tipo.

En esta sociedad capitalista donde se privilegia la eficiencia y la productividad por encima de todo, no hay lugar
para quienes no pueden producir. Quedan de lado los ancianos y se busca extender la edad activa cada vez
más.

En este contexto es lógico que la enfermedad no sea para nada bien considerada. De hecho, ya nos hemos
acostumbrado a usar la palabra “enfermo” como un insulto.

Es verdad que la enfermedad no es buena y que debemos luchar contra ella. Es verdad que Jesús curó a
muchos enfermos. Pero también es verdad que la actitud de Jesús estaba muy lejos de considerar la
enfermedad como el peor de los males contra el cual había que luchar hasta dar la vida. Más bien Jesús veía la
enfermedad como una ocasión para que se manifieste el poder de Dios (Jn 11).

Esta visión de la enfermedad y el sufrimiento como algo absolutamente negativo hace que no nos sea natural
ingresar a este mundo. Más bien sentimos un natural rechazo de toda situación de dolor cuando no una
curiosidad morbosa. De todas maneras, pocos experimentan la necesidad de acercarse compasivamente al
hermano enfermo.

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Curso de Pastoral de la Salud La espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud
Por todo esto se hace evidente que aquella persona que se acerca a la pastoral de la salud debe hacerlo movida
por un llamado de Dios. Esto es lo que comúnmente llamamos vocación. Jesús elige a algunos para que
especialmente lo hagan presente en el mundo del dolor.

Descubrirse llamado por Dios es necesario para que la persona que se decide a visitar enfermos encuentre en
este llamado la fuerza necesaria para sobrepasar las dificultades que sin duda encontrará en el camino.
Dificultades que surgirán de sí mismo: el rechazo interior, la impresión, el sentirse demasiado afectado por el
sufrimiento del hermano, etc.; y dificultades que le vendrán de afuera: familiares que se oponen,
cuestionamientos de parte del mismo enfermo, llamados inoportunos ante una urgencia, situaciones
inesperadas, etc.

Frente a todas estas dificultades sólo quien se siente llamado por Dios tendrá el suficiente valor y la confianza
necesaria para seguir llevando a cabo su misión.

Evangelio de los pobres


Quien se acerque al mundo del dolor debe haber descubierto el Evangelio de los Pobres. Qué queremos decir
con esto.

Por la educación que hemos recibido y por la sociedad en la que nos encontramos estamos muy propensos a
pensar que nosotros debemos ganarnos el cielo. Dicho en otras palabras, creemos que debemos hacer obras
buenas para ser queridos por Dios. En más de una oportunidad me ha sucedido que consultando a la gente
sobre cuál sería el pensamiento que para ellos resume toda la Biblia me contestan con frases de este estilo:
“Amar a Dios sobre todas las cosas”, “Amar al prójimo como a sí mismo”, “Ser buenos” o “Ser perfectos como es
perfecto el Padre que está en los cielos”. Es curioso que todas las frases hagan referencia a cosas que nosotros
tenemos que hacer y no a algo que haya hecho Dios por nosotros. Todas estas frases son verdad pero sólo si
son respuesta a un amor de Dios que es primero (Cfr. 1 Jn 4, 10). Es decir que la buena Noticia no es algo que
nosotros debemos hacer sino algo que ha hecho Dios por nosotros y a lo cual tenemos que responder.

Si miramos con atención el Evangelio nos vamos a encontrar con palabras de Jesús que confirman esta idea:
“Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece” (Lc 6, 20), “Yo no he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores, para que se conviertan” (Lc 5, 32), “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños”. Cuando Jesús
se encuentra por última vez con Pedro no le pregunta si está seguro de que nunca más lo va a negar. A Jesús
sólo le interesa una cosa: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” (Jn 21, 17).

Nos cuesta descubrir que el amor de Dios es gratuito, es decir, que no debemos hacer nada para que Dios nos
ame. Justamente la esencia del amor es que sea gratuito. Si debemos dar algo para ser amados no recibimos
amor sino la paga de algo que nosotros hemos dado. Esto es prostituir el amor.

Y es precisamente en los momentos de mayor debilidad cuando nos hacemos capaces de comprender esto con
toda su fuerza. Cuando ya no tenemos nada para ofrecer a Dios, cuando sólo nos queda nuestra pobreza,
cuando podemos decirle a Dios: “o me salvás vos o me muero”, entonces allí descubrimos el Evangelio de los
pobres. Allí descubrimos que el Evangelio es para nosotros. Allí nos identificamos con los pobres y necesitados.

Cuando creemos que no necesitamos nada, entonces somos ricos y Jesús fue muy claro: “Qué difícil será para
los ricos entrar en el Reino de Dios” (Mc 10, 23). En cambio, cuando nos sentimos sin fuerzas entonces estamos
en condiciones de recibir la Buena Noticia con los brazos abiertos.

Un Agente de Pastoral de la Salud tiene que ser una persona que viva de esta experiencia para poder transmitir
este Evangelio a sus hermanos enfermos. Si no es así, puede caer en la tentación de querer llevar al enfermo a
negar su dolor. No es negando los sufrimientos como se logra la paz sino asumiéndolos como camino de
salvación. Esto no significa que Dios los quiera ni mucho menos. Dios vino a salvarnos pero no lo hace negando
el dolor sino atravesándolo. Jesús no da marcha atrás en su pasión sino que llega hasta el final y termina
muriendo en la cruz. Será el Padre quien lo resucite. De la misma manera nosotros estamos invitados a
ponernos en manos del Padre y confiar en su promesa de Vida atravesando nuestros sufrimientos, llegando
hasta el final del camino donde nos espera la Vida y la Resurrección.

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Curso de Pastoral de la Salud La espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud
Vivir el dolor y la enfermedad como lo vivió Jesús nos permite encontrar en el enfermo la presencia de Dios y
convierte la visita en una experiencia de oración.

La fe en el Dios de la vida frente al misterio del sufrimiento.


Si bien la fe es un elemento que obviamente se encuentra presente en toda espiritualidad cristiana, en el caso
del Agente de Pastoral de la Salud conviene poner de relieve este punto.

El Agente de Pastoral de la Salud debe enfrentarse cotidianamente a una realidad que es muy difícil de explicar:
el sufrimiento del hombre. Desde siempre ha sido el argumento más fuerte contra la existencia de Dios. ¿Si
existe Dios y es todopoderoso, porque permite que nosotros suframos? Planteada en estos términos la
pregunta nos lleva a un callejón sin salida si queremos encontrar una respuesta razonable. Sobre todo porque
quien cree que es capaz de responder seguramente no esté sufriendo en ese momento.

El sufrimiento se nos impone como un sin sentido muy grande que es muy difícil de abarcar con nuestra
inteligencia. Por otro lado, cuantas más palabras pongamos para responder, más nos alejamos del misterio.

En la película “Tierra de sombras”, que relata la vida de C. S. Lewis, escritor inglés, encontramos un buen
ejemplo de cómo reaccionar frente a dolor. Este hombre había dedicado parte de su vida a hablar sobre el
sufrimiento, y cómo buen inglés, intentaba una aproximación desde la razón. Le iba bastante bien, sus
conferencias se llenaban de gente y se retiraba aplaudido. Hasta que el sufrimiento llegó a su vida. La mujer
que amaba enfermó de cáncer. Finalmente murió. Lewis fue a buscar consuelo con sus amigos quienes
intentaron acompañarlo con las clásicas frases hechas que se dicen en ocasiones como esas: “Es mejor así”,
“Fue la voluntad de Dios”, etc. Lewis sintió muy profundamente que sus amigos estaban muy lejos de él.
Ninguno lo entendía. No había explicación posible para ese dolor.

Desconsolado corrió hasta donde estaba el hijo de su esposa, un muchacho de unos trece años, fruto de un
matrimonio anterior. El chico se encontraba sentado en su cama. Cuando lo ve venir a Lewis rompe a llorar y
alcanza a decir “la extraño”. Lewis no dice nada, se sienta a su lado y también llora amargamente. Finalmente
dice: “Yo también la extraño”.

Dios mismo no ha querido poner palabras frente al sufrimiento. Es muy común preguntar a Dios “¿por qué?”.
Dios no va a contestar esta pregunta. Simplemente nos va a mostrar a su hijo entregado por nosotros. Dios no
ha querido elaborar grandes teorías acerca del dolor, sino que se ha sentado junto a nosotros a llorar y sufrir él
también.

Por todo esto la fe en Dios es lo único que nos sostiene en el momento de dolor. Descubrirlo a nuestro lado
acompañándonos es el mejor consuelo.

El Agente de Pastoral de la Salud debe ser una persona de fe firme que no se deje intimidar por estos
cuestionamientos. Mucho menos debe intentar dar respuesta a estas preguntas, porque no la tienen y Dios
mismo se ha negado a darlas. Más bien debe intentar poner al enfermo frente a Jesús para que sea el mismo
Dios quien consuele al que sufre con su presencia.

Es la fe inquebrantable en el Dios de la Vida que es fiel a sus promesas. La fe en el Dios creador que puede
sacar vida de donde no la hay. Es la fe en Dios Padre que ha resucitado a su Hijo Jesús venciendo
definitivamente a la muerte. Es la fe que mantuvo de pie a la Virgen mientras veía morir a su hijo en la cruz. Es
la fe que nos mantiene de pie cuando todo lo demás cae.

Capacidad de escuchar
Otro elemento importante en la espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud es la capacidad para escuchar.
Con esto no nos referimos sólo al hecho de sentarse y poner la oreja frente al enfermo sino a una actitud más
amplia y de fondo que implica también escuchar lo que el enfermo tenga para decirnos pero que incluye el
estar abiertos, receptivos, a toda la realidad del enfermo.

No se escucha sólo con los oídos sino con todo el cuerpo. Saber escuchar es también saber mirar. Es estar
atento a lo que el enfermo me dice pero también saber captar lo que no se dice. Muchas veces, con sólo mirar

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Curso de Pastoral de la Salud La espiritualidad del Agente de Pastoral de la Salud
el entorno del enfermo, ya es suficiente para tener una idea de cómo está. Si está atendido o no, si tiene fe, si
está desesperanzado. También se puede escuchar con las manos. Estar atento a la necesidad de una caricia, de
un apretón de manos, de un beso.

Saber escuchar es poder olvidarse de uno mismo y que por un instante el otro sea más importante que yo.
Cuando uno escucha de verdad entonces el yo desaparece y uno es tomado totalmente por la realidad del otro.
Es como si todo el tiempo le estuviera diciendo al que tengo enfrente: “vos sos importante, es bueno que vos
existas, yo estoy con vos, me interesa lo que te pasa”. Esto es altamente necesario y sanante para un enfermo
que muchas veces siente que es un estorbo y una molestia para los demás.

La escucha implica dejarme conmover por la realidad de quien tengo enfrente. Si sé escuchar no me iré nunca
indiferente. Saber escuchar es bajar las defensas que habitualmente ponemos para dejar que el otro ingrese en
mí. Es la forma de entrar en contacto con el enfermo y poder ponerlo a él en contacto con su parte sana.
Recordemos lo que insiste continuamente Mateo Bautista. No debemos encontrarnos con el enfermo desde
nuestra herida ni desde nuestra parte sana, sino que el encuentro tiene que ser desde la unión de las dos
partes sanas y heridas de ambos. Esto sólo es posible si dejamos que el otro ingrese en nuestro mundo interior.

Y aunque parezca obvio, tal vez valga la pena decirlo. Escuchar significa hacer silencio. Esto no quiere decir que
el Agente de Pastoral de la Salud debe permanecer mudo sino que debe aprender a permanecer en silencio
para dejar que el otro se exprese.

Hay que vencer algunas tentaciones. Por ejemplo la de ir pensando que respuesta le voy a dar. Dejemos que
sea el Espíritu Santo quien nos ilumine. Otra tentación es la de predicar, sobre todo cuando el enfermo
cuestiona o vemos que necesita crecer en la fe. Tampoco tenemos que contestar todas las preguntas. Muchas
veces son preguntas que no esperan respuesta porque el enfermo sabe que no existen o porque el mismo debe
ir contestándolas. Sobre todo las preguntas sobre el sentido del sufrimiento. Otra tentación muy común es la de
interrumpir. En el afán de responder, muchas veces no dejamos que el otro termine de expresarse o
descargarse. Debemos aguantar las ganas hasta que sea el momento de hablar.

Vale la pena aclarar que saber escuchar significa también saber hablar. La visita no es un monólogo del enfermo
sino que intenta ser un diálogo. Por eso, quien ha sabido escuchar también sabrá responder. No con recetas o
frases aprendidas de memoria, sino de lo que va surgiendo en el corazón.

Justamente comenzamos esta charla definiendo la espiritualidad como una forma de ir teniendo los mismos
sentimientos de Cristo Jesús. Si vamos avanzando en este camino, debemos ir confiando en los sentimientos
que vayan brotando del corazón. Por supuesto que hay que ir discerniendo, pero también hay que dejar que el
Espíritu vaya obrando en nuestro corazón.

Conclusión
A lo largo de este trabajo hemos tratado de profundizar algunos de los elementos que hacen a la espiritualidad
del Agente de Pastoral de la Salud. Como vimos, algunos son comunes a toda espiritualidad cristiana, aunque
los hemos visto particularizados, mientras que otros son más propios de esta tarea.

Creo que ha quedado claro que al hablar de Espiritualidad no hacemos referencia sólo a la manera de rezar
como podría pensarse a simple vista sino que una verdadera Espiritualidad se manifiesta sobre todo en el
obrar. En toda tarea pastoral, es el mismo actuar el que va marcando nuestra manera de dejar que Cristo crezca
en nosotros.

Somos conscientes de que estos apuntes son pobres y limitados ya que no son fruto de un estudio exhaustivo.
De todas maneras espero que sirvan como motivación para seguir profundizando. Es muy bueno que esta
espiritualidad vaya impregnando toda la tarea pastoral en esta Área, no sólo en la visita a los enfermos que es
una parte sino en todo el trabajo con los profesionales de la salud y las estructuras de la salud.

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