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Entrevista a Jorge Antonio

REVISTA EXTRA - AÑO IV - Nº 35 - JUNIO 1968


¿JORGE ANTONIO PIENSA COMO PERON?

Acusado, jamás justificado, amarrado a la impiadosa etiqueta de la


“inmoralidad económica”, criticado denodadamente aun “por los que
recibieron favores de su mano”, Jorge Antonio sigue transformado en el
“PRIMER HOMBRE DE PERON”. Pero ¿piensa como Perón? Son dos
mentalidades distintas, dos edades diferentes, dos actitudes. Unidos sí,
entrañablemente en una serie de razones, de ideas, de afectos. Desunidos
acaso, en los procedimientos, en la elección de hombres, sin que esto
afecte la propiedad privada de una amistad inalterable. Atrapado por la
vida en Madrid, admitió Jorge Antonio entregarse al diálogo con EXTRA. A
ratos, agresivo. Esto resultó:

Extra: ¿Qué le falta para ser feliz?

Jorge Antonio: Vivir en mi país.

Extra: ¿Cuál es o ha sido su peor enemigo?

Antonio: Lo ha sido y lo es, todo aquel que por cualquier causa haya
cooperado a la entrega y estancamiento de mi país en lo político, en lo
económico o en lo social.

Extra: ¿Cuál ha sido o es su mejor amigo?

Antonio: Señalar a uno sería injusto para con los demás.

Extra: ¿De qué está Ud. arrepentido en su vida?

Antonio: De nada. Ni siquiera de haber desoído a los que me aconsejaban


invertir en el exterior o a los que me anticipaban lo que sucedería al
presentarme espontáneamente a la justicia. Unos y otros acertaron en sus
previsiones, pero no puedo estar arrepentido puesto que de repetirse las
situaciones volvería a obrar de la misma manera. Un hombre puede tener
algo más que sentido práctico.

Extra: ¿Qué fue lo que quiso ser y no pudo? ¿O lo que quiso hacer y no
pudo?

Antonio: Quise ser médico y no pude. Esta es mi ambición hasta mis 24 y


25 años. Quise contribuir a la verdadera independencia de mi país y ésta
aún no se ha logrado.

Extra: ¿Cuál fue el momento de su mayor tristeza o depresión?

Antonio: El día en que nos detuvieron en Río de Janeiro, al intentar llegar


a la Argentina con el general Perón. Entonces comprobé una vez más la
intervención extranjera en los asuntos internos de mi país, y la falta de
grandeza de los gobernantes de ese momento.

Extra: ¿Y el de su mayor alegría?


Antonio: Al dejar a mis espaldas las prisiones de Ushuaia y Río Gallegos.
Para mí supuso el triunfo de la verdad sobre la injusticia impuesta y
mantenida sólo por los que no me entendieron o no les convino
entenderme. Pretendíamos hacer un país nuevo, grande, libre y parece
que eso aún está prohibido.

Extra: ¿Qué piensa hoy de Perón?

Antonio: Que la grandeza de su permanente actuación se ha visto


verificada con el paso del tiempo, aunque en la Casa Rosada no se
encuentre su busto, Perón es historia.

Extra: En una palabra califíqueme si puede “el exilio”.

Antonio: Es como estar enterrado vivo.

Extra: ¿Por qué teniendo 4 hijos Ud. adoptó 7 más?

Antonio: Tuve la ocasión de hacerlo y pude así conseguir para ellos lo que
por una u otra razón el destino les había negado.

Extra: ¿Se siente Mecenas?

Antonio: No. Me siento humano.

Extra: ¿Cómo son los argentinos que viajan?

Antonio: Inquietos. Con ciertos complejos que tratan de esconder tras una
apariencia de gente de mundo. Con cierto temor de hacer el ridículo.
Todo ello debe considerarse más en su valor que en contra.

Extra: ¿Cree Ud. en la frase "la vida por Perón"?

Antonio: He visto a más de uno hacerla efectiva, pero creo que esos
nuncala pronunciaron. Los que la proclaman ruidosamente es como "perro
que ladra..."

Extra: ¿Qué le diría a los peronistas jóvenes que no conocieron el sistema?

Antonio: Que estudien, que se informen, que apliquen los principios de la


lógica y de la razón, basados en la realidad y no en las anécdotas. De la
comparación obtendrán conocimientos de cómo se quiere, se defiende y
se vive por la Patria.

Extra: ¿Qué siente Ud. cuando alguno comenta que "Antonio se llevó la
plata de la Argentina”?

Antonio: Simplemente desprecio. Los más que hacen este tipo de


comentarios cuidan bien que sus capitales estén bien seguros en el
exterior, a costa de mermar a la Argentina sus recursos productivos.

Extra: ¿Le gustaría ser presidente de la Argentina?

Antonio: No

Extra: Nombre 10 figuras mundiales que son sus amigos o sus fuertes
conocidos.

Antonio: El nombrarlos sería una falsa jactancia.


Extra: ¿Ud. no es jactancioso...?

Antonio: Yo no. ¿Y Ud.?

Extra: Dígame, ¿de qué vive hoy...?

Antonio: Como siempre, de mi trabajo.

Extra: ¿Los argentinos que pasan por Madrid le vienen a pedir cosas?

Antonio: Algunos sí. La mayoría no.

Extra: ¿Cuáles fueron los tres errores esenciales del peronismo?

Antonio: Hay que considerar al peronismo como doctrina y como sistema.


Si se refiere a los tres errores por los que el sistema no continúa en el
poder, la falta de ideólogos y doctrinarios en las tareas de gobierno, haber
ignorado a los enemigos del país que realizaban sus turbios manejos en el
exterior ayudados por sus servidores en el interior y haber pensado que
bastaba gobernar con el pueblo y para el pueblo para mantener el
sistema.

Extra: ¿Le tiene miedo a la muerte?

Antonio: De ninguna manera. No es más que una etapa de la vida.

Extra: Si tuviera el poder en la Argentina, ¿a quién castigaría?

Antonio: A aquellos que de una u otra forma pusieron en peligro la


integridad de la Patria. Sin embargo, yo soy más partidario del premio que
del castigo, y premiaría a todo argentino que se destacara en actividades
de tipo científico, técnico o artístico, contribuyendo de esa manera al
engrandecimiento de la Argentina.

Extra: Deme sus juicios de valor sobre las siguientes personas: Frondizi,
Frigerio.

Antonio: Mi opinión coincide con la del resto del país.

Extra: Illia.

Antonio: Un hombre sin ninguna grandeza al que el azar colocó en la


presidencia. Declaraciones en el extranjero, como recientemente en
EE.UU., lo demuestran.

Extra: Onganía.

Antonio: Un militar correcto, bien intencionado, mal asesorado. No se


puede gobernar sin doctrina, sin planificación, sin el pueblo. En una
palabra, lo que no debe hacer un gobernante es improvisar.

Extra: General López.

Antonio: Un correcto subalterno del general Onganía, y creo que el único


que ha cumplido con él al pie de la letra todas sus instrucciones al menos
hasta el presente.

Extra: Alvaro Alsogaray.

Antonio: Dios ha dado a nuestro país grandes y virtuosos hombres. El


General San Martín, Moreno, Belgrano, el General Mosconi, Roca, Perón,
dos premio Nobel; no debemos quejarnos de que nos castigue con algo.

Extra: Krieger.

Antonio: Es el artífice de la enagenación de nuestra Patria. ¿Cuál cree que


puede ser mi opinión?

Extra: ¿Espera algo más de la vida?

Antonio: Poder darle a mi país todo lo productivo de ella. Esa es la forma


de quedar conforme conmigo mismo.

Extra: El peronismo puede ser reivindicado política e históricamente. Pero


el juicio sobre Ud. sigue incambiable. Duro. Terminante. ¿Por qué cree
que es objeto de tanta reprobación ilevantable?

Antonio: Es necesario ubicarme en el contexto. Desde 1946 a 1955 la


Argentina se empeño en romper su estructura colonial basada en la
especialización internacional del trabajo, para encarar una
industrialización acelerada. Se partía prácticamente de cero, pues no
existían ni los capitales empresariales disponibles para la aventura del
desarrollo, ni menos aún los empresarios. Pero las condiciones propicias
creadas por el gobierno peronista -créditos industriales, cambios
diferenciales y decidido proteccionismo- permitieron improvisar empresas
y empresarios en vasta escala. Unos crearon una pequeña industria y se
limitaron a conservarla. Otros, a disfrutar de los ingresos. Más de uno, a
adquirir la extensión del campo exigida por la promoción social. Pero hubo
en cambio quienes advirtieron que se podía ir más allá, que las
condiciones propicias para las pequeñas empresas lo eran también para las
grandes. Los primeros eran aspirantes a rentistas disfrazados de
empresarios, los otros, verdaderos empresarios dispuestos a continuar
trabajando quince horas por día, reinvirtieron las ganancias y asumiendo
cada vez riesgos mayores. ¿Jugadores? ¿Visionarios? Como se les quiera
llamar. Pueden perder todo o ganar mucho. Yo no me atrevo a afirmar que
trabajando quince horas diarias haya sido el que más trabajó, ni que
jugando siempre todo a un ambicioso proyecto, haya sido el más audaz, ni
que el resultado haya dependido menos de la suerte que de la inteligencia
empleada. Pero objetivamente, en ese proceso de transformación de las
estructuras coloniales, concluí desempeñando un rol de protagonista
principal. ¿Qué si conté con ayuda oficial? Por supuesto. ¿Pero cómo se
podía negar aliento a quien proponía la instalación de la más moderna
fábrica de camiones o de tractores o de motores o de material ferroviario,
como empresas auténticamente nacionales y no como sucursales foráneas?
Si se prestaba el apoyo oficial a la más insignificante manufactura, si se
brindaba crédito, cambios preferenciales y protección absoluta a la
fabricación de inodoros, ¿cómo no se iba a alentar la promoción de
industrias básicas para el desarrollo nacional?

Extra: Con eso no contesta el fondo...

Antonio: Ya va... Los restos de las viejas estructuras se desquitaron en


1955. Y no fueron blandos, por que los viejos países practican los buenos
modales en el interior, pero no son sentimentales cuando se trata de
defender sus posiciones coloniales. Castigan duramente, no tanto para
hacer daño, como para escarmentar al resto. De ahí los fusilamientos.
Vivo, por la simple razón de que tenían reservado algo peor: la lenta
podredumbre en la fría y húmeda ratonera de Ushuaia. Sería el ejemplo
viviente para la reeducación de los argentinos. En contraste con ese buen
ejemplo de los sumisos sirvientes del extranjero, que en lugar de crear
empresas nacionales ayudan a transferir las ya existentes, nuevos
arquetipos de la argentinidad laureados con los elogios de los banqueros
de Wall Street, con la confianza de los patrones de la City, con el visto
bueno de esos funcionarios de gruesas asentaderas que regentean los
organismos internacionales dominados por las grandes potencias. ¿Qué
prefieren los jóvenes argentinos? Un camino va hacia Ushuaia, el otro lleva
al ministerio de Economía.

Extra: Así parece recitar Ud. una lección de anti-imperialismo...

Antonio: Puede ser. Agréguele el buen caldo de cultivo de una burguesía


propensa al resentimiento. En Estados Unidos los grandes nombres
coinciden con grandes fortunas hechas "desde abajo". El honor está en
haber partido de la nada, en contar con ese antecedente de "chico de los
mandados" que recuerda con orgullo más de un protagonista del colosal
desarrollo económico norteamericano. En la Argentina todavía no ha sido
superada una sociedad que tiene bien el parasitismo del rico heredero,
que desprecia al que ha partido de nada y que llegado el caso disimula,
como una lacra, un modesto origen. No era sin duda la que podía
entristecerse por la persecución de que fui objeto.

Extra: Busquemos un culpable...

Antonio: La razón de ser de nuestro subdesarrollo está allí, en la


mentalidad de una burguesía que se enriqueció sin esfuerzo y que impuso
sus pautas a toda la sociedad. A ella debemos la frustración de ese destino
de potencia mundial que se nos asignaba a fines del siglo pasado, tan en
contraste con la triste condición colonial de hoy. Son los que en la
educación de sus hijos ponen hoy todo el énfasis en el perfecto inglés. La
niña podrá conchavarse como secretaria del último patán que una
empresa internacional destinará a la más lejana de sus sucursales. El hijo
aspirará a la asesoría, desde donde apuntará al ministerio de Economía,
que es el cargo más alto que hoy puede dispensar la gran empresa
internacional a sus dóciles servidores.

Extra: ¡Por favor...! Vamos a los hechos...

Antonio: ¿Por qué no iban a consentir lo que consintieron? Creo que


estoy autorizado a referirme a las "interdicciones". En principio, debían
caer sobre todas las grandes y medianas empresas creadas a partir de
1946, puesto que se trataba de demoler lo construido. Las pocas que eran
extranjeras fueron salvadas por la intervención de embajadores y
cónsules. Yo no contaba con embajador ni cónsul. Tuve propuestas de
grandes abogados extranjeros, capaces de movilizar embajadores y
cónsules y las rechacé. De la historia, lo que interesa es el resultado.
Todas las empresas que había creado y en las que el extranjero sólo
participaba minoritariamente y con aportes de capital definitivos, son
ahora extranjeras. Los autores de esa traición al país se denominan
"libertadores" y el procedimiento "recuperación patrimonial de la Nación".
Es un hecho objetivo que cada argentino está en condiciones de juzgar. Si
me hubiera limitado a ser comisionista de empresas extranjeras, nada
hubiera sucedido ni a aquéllas ni a mí.

Extra: ¿Cuál es su posición frente al actual gobierno?

Antonio: No son los hombres, sino sus actos, los que interesa juzgar. Ni
siquiera las intenciones, que aun siendo buenas pueden empedrar el
camino de la desintegración nacional. Desde 1955 el país se ha estancado
y los únicos progresos se anotan en el haber de un extranjero que ya
comienza a actuar como dueño del país. Trece años de programas
llamados de estabilización, basados en la asfixia financiera interna y en la
devaluación externa, han servido para destruir el capital industrial
auténticamente nacional y para forzar la transferencia de las empresas,
en condiciones ruinosas, a favor del extranjero. Todo esto, acompañado
de una letanía sobre la grandeza nacional permanentemente contradicha
por los actos efectivos.

Extra: ¿Ud. es anticapital extranjero?

Antonio: No albergo xenofobia ni me opongo a toda inversión extranjera.


Es una cuestión de límites, de dosificación, lo que convierte a un remedio
en un veneno. Permítame una imagen. No es reprochable que un padre
pretenda casar a su hija con un buen partido. Pero no es lo mismo
obligarle a alquilarse por horas al mejor postor, con el pretexto de que al
fin de cuentas se trata de la misma cosa. Esto es prostituir y la política de
colonización a que ha sido sometido el país no es sino lo mismo. Admitir la
útil cooperación extranjera no es brindarle el dominio de la economía
nacional, ni competir a nuestras empresas tras el castigo de la asfixia
financiera, de la contracción del mercado y de la devaluación a entregarse
por nada al postor extranjero. Hay tratante de países, como hay tratantes
de blancas. La única diferencia es que los primeros aspiran además a los
honores públicos y a la gratitud nacional.

Extra: Si Ud. tuviera el poder, ¿qué haría?

Antonio: He entregado a la imprenta un libro en el que pretendo


diferenciar lo que va de una política económica nacional, a una política de
desnacionalización económica. Sé que tampoco se me perdonará esa
insolencia, como no se me perdonó la del empresario afortunado. No me
he licenciado ni en Cambridge ni en Oxford, ningún colegio
norteamericano me ha brindado un título de master en economía, no he
prestado servicios ni en CEPAL ni en el Banco Mundial, no he sido
representante de ninguna gran empresa internacional. Carezco pues de
cualquiera de los títulos que permiten actualmente alcanzar el prestigio
de economista y la jerarquía de ministro del ramo. Pero es muy difícil
programar, dar vida y dirigir una docena de grandes empresas sin aprender
algo de desarrollo económico y sin advertir qué es lo que sirve a la
grandeza nacional y qué a su vasallaje. Allí encontrará mi respuesta a su
última pregunta. La de un simple argentino que creyó, en serio, en el gran
destino nacional.

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