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LECCIÓN IX.

EL NOMBRE CIVIL *

Todos estos seudónimos y cambios de nombre en el pasaporte y en la correspondencia revelan algo de


su complejidad anímica. Digiérase que para situarse mejor ante el espectáculo del mundo necesita una
nueva personalidad.
PICÓN SALAS, Mariano: Francisco de Miranda. 1945.

SUMARIO: Introducción 9.1. El nombre civil 9.1.1. El nombre civil como derecho de la
personalidad 9.1.2. Caracteres del nombre civil 9.1.3. Elementos 9.1.3.1. El nombre propio
9.1.3.1.1. Determinación del nombre propio 9.1.3.1.2. La modificación del nombre
propio 9.1.3.2. Los apellidos 9.1.3.2.1. Determinación de los apellidos 9.1.3.2.2. El
apellido de la mujer casada 9.1.4. Protección del nombre civil 9.2. Otras figuras que
identifican 9.2.1. El seudónimo 9.2.2. El sobrenombre 9.2.3. Los generales de ley 9.3. Los
documentos de identidad y la prueba del nombre civil 9.3.1. El certificado médico de
nacimiento 9.3.2. La partida de nacimiento 9.3.3. La cédula de identidad 9.3.4. El pasaporte
Conclusión

Introducción
En la última década la institución del nombre civil ha recibido una atención privilegiada que inicia con
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela al regular de forma expresa al nombre como
un derecho fundamental, pasando por textos legales como la Ley Orgánica para la Protección de Niños,
Niñas y Adolescentes y más recientemente la Ley Orgánica de Registro Civil, lo anterior ha obligado a
la doctrina a ponderar los cambios devenidos y valorarlos en su justo mérito.

Básicamente se pretende comentar las innovaciones instauradas con la Ley Orgánica de Registro Civil,
para ello se ha pensado oportuno iniciar con los aspectos asociados a la «teoría general del nombre
civil», es decir, su definición, caracteres y elementos, diferenciando entre el nombre propio y los
apellidos, haciendo especial énfasis en la determinación del nombre civil, aspecto en el cual la Ley
Orgánica de Registro Civil introduce reformas significativas, así como las reglas que disciplinan la
modificación del nombre propio. Finaliza el estudio explorando sutilmente otras figuras identificatorias,
así como los documentos de identidad.

9.1. El nombre civil


La identidad de una persona está conformada por diversas representaciones que en conjunto permiten
destacar al evocado de forma única1, entre ellas descuella el nombre, su relevancia se intuye, por una


* Esta Lección es una revisión del opúsculo: «El nombre civil y la Ley Orgánica de Registro Civil». En: Revista de
Derecho. N° 33. TSJ. Caracas, 2010, pp. 249 y ss.
1 Vid. Ley Orgánica de Identificación (Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 6155 extraordinario,

de 19-11-14), en la cual se establece: «Se entiende por identificación, el conjunto de datos básicos que individualiza
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parte, en ser una institución de largo abolengo y, por otra, en la circunstancia de surgir con la privativa
finalidad de servir de medio básico de individualización de las personas.

Lo indicado, contrasta con su escasa regulación, no obstante, es menester subrayarlo, ello no obedece
únicamente a un desinterés o decidía del legislador, sino en sazón de su carácter consuetudinario, lo que
en palabras más precisas permite afirmar que siempre ha existido una práctica normativa que ha fijado
los contornos del nombre como instituto jurídico, desprendiéndose de la costumbre jurídica su
naturaleza, elementos, formas de determinación y otros detalles de gran relieve para la hermenéutica2.

Ahora bien, definir al nombre a secas o nombre civil parece sencillo, ya que todos poseen uno –que
sirve de etiqueta desde el nacimiento–, de allí que se intuya fácilmente que el mismo representa un
derecho de la personalidad, pero más allá de lo indicado, el asunto exige alta precisión para poder
expresar las distinciones existentes entre el nombre civil y otras figuras que coadyuvan a la
identificación de las personas –aunque no son tan completas y relevantes como el nombre–, tales serían
al caso del seudónimo, apodo u otras representaciones que se comentaran infra.

Así las cosas, los autores se han paseado por diferentes delimitaciones conceptúales, concretamente
indica AGUILAR GORRONDONA que el mismos es el apelativo, oral o gráfico, que conforme al
Derecho, corresponde utilizar para designar a las personas naturales3.

DOMÍNGUEZ GUILLÉN apunta: «nombre civil puede ser definido como el conjunto de palabras
asignadas a cada persona a fin de distinguirla jurídicamente de las demás. Es el atributo diferenciador
por excelencia, porque se presenta como el calificativo personal que mejor representa la individualidad
del sujeto»4. Así también, LUCES GIL en un intento de definición, señala que el nombre representa:

… el conjunto de vocablos, integrado por un apelativo individual y dos apellidos, que se


emplea como signo estable y compendioso para la designación de las personas en la generalidad
de sus relaciones jurídicas y sociales, de obligada constatación registral, tanto en su asignación


y diferencian a una persona con respecto a otros individuos y que sirven de fuente de información para su
reconocimiento» (artículo 2).
2 En palabras más autorizadas como las de LUCES GIL, Francisco: El nombre civil de las personas naturales en el

ordenamiento jurídico español. Editorial Bosch. Barcelona, 1978, p. 6, «El nombre nace como una exigencia natural del
lenguaje. El fenómeno del nombre civil ha surgido y se ha desarrollado en la vida social de una forma espontánea,
como las hierbas que nadie planta ni cultiva. Sin contar para nada con el permiso del legislador y sin que la Ley le
hubiera otorgado el ser y naturaleza jurídica. Y así ha vivido y funcionado eficazmente durante milenios, al margen
de toda regulación legislativa».
3 AGUILAR GORRONDONA: ob. cit. (Derecho civil personas), p. 143.
4 DOMÍNGUEZ GUILLÉN, María Candelaria: «El nombre civil». En: Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y

Políticas. N° 118. UCV. Caracas, 2000, p. 202.

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

inicial como en los limitados supuestos en los que se permite la alteración legal del mismo, al
que el Derecho otorga la adecuada protección por razón del interés público y privado de la
individualización de las personas5.

Con las acotaciones anteriores se podría resumir indicando que el nombre civil es una facultad que
permite tutelar una protección sobre aquel conjunto de voces –nombre propio y apellidos– con la cual
se individualiza de forma lacónica, general y necesaria al sujeto titular, su función es la de evocar a la
persona a través de palabras que de manera sintética y estable lo distingan de las demás dentro de una
gran gama de relaciones jurídicas.

9.1.1. El nombre civil como derecho de la personalidad


La posición que más ha calado en la doctrina nacional y foránea es la de conceptualizar al nombre civil
como un derecho de la personalidad6, así se ha advertido que estos derechos representan una cadena de
facultades que tutelan los aspectos corporales y espirituales más cardinales del hombre y por tal razón
emergen a la par del reconocimiento de la personalidad, de allí que acompañen al sujeto durante toda su
existencia terrenal, sean oponibles a todo agente perturbador y sobre los mismos no se pueda establecer
una cuantía monetaria.

Ahora bien, los derechos de la personalidad representan un variado repertorio de facultades, es decir,
que implican la titularidad de derechos concretos que le pertenecen al individuo y que obviamente
pueden ser reivindicadas ante entes públicos como privados que los lesionen. Igualmente, se destaca
que para la precisión de dicha serie de derechos se atiene a la finalidad que persigue la facultad, la cual
es simplemente proteger el fuero personal de sujeto, esto es, su aspecto corporal y espiritual, básico y
directo. Así pues, lo antes mencionado, tiene un sustrato en el ser humano como categoría, lo que en
palabras más adecuadas permitiría afirmar que los derechos de la personalidad se cimientan en el
hombre como ser dotado de dignidad, libertad y existencia, que no puede desconocerse sin negar su
condición de ser humano.


5LUCES GIL: ob. cit. (El nombre civil…), p. 57.
6Cfr., DÍAZ FRAILE, Juan María: «Régimen de los apellidos en el Derecho español y comunitario a la luz del nuevo
Convenio de la Comisión Internacional del Estado Civil». En: Boletín de Información del Ministerio de Justicia. N° 1989.
Madrid, 2005, p. 6, quien señala: «en la actualidad está claramente asentada en la doctrina la consideración del
nombre y apellidos como un derecho subjetivo de carácter privado vinculado a toda persona», añadiendo que
«dentro de la categoría de los derechos subjetivos, hoy es pacífica la tesis que califica tal derecho como un derecho
de la personalidad». En palabras no menos preclaras indica PUIG PEÑA: ob. cit. (Introducción al Derecho…), p. 354,
«Parece ser que la opinión dominante ve en el nombre una emanación de la personalidad humana, y por ende el
derecho al mismo es un derecho de los que las modernas tendencias llamaban de la personalidad». En contra
DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit. (Ensayos sobre capacidad…), p. 544, quien prefiere adherirse a la posición que
sostiene que el nombre civil es un atributo de la personalidad.

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Luego, es cristalino apreciar que el nombre civil disfruta de la misma esencia que se ha indicado como
propia de los derechos de la personalidad y por ello es adecuado ubicarlo dentro de esta especie.
Entonces, es conteste la dogmática en afirmar que dentro de los derechos de la personalidad se ubica el
derecho a la identidad e internamente a éste, el derecho a la protección del nombre civil.

Distintos textos normativos dan soporte a las anteriores afirmaciones, donde resalta la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela (artículo 56, que se ha glosado en otras oportunidades7), se suma
la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 18), el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos (artículo 24), la Convención sobre los Derechos del Niño (artículo 7), Ley Orgánica
para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (artículo 16), Ley Orgánica de Registro Civil
(artículo 2) y su «Reglamento» (artículos 2 y 10).

9.1.2. Caracteres del nombre civil


Según lo expuesto al ser el nombre civil un derecho de la personalidad resulta obvio que comparta las
mismas cualidades de dicha gama de derechos, es decir, serían facultades innatas, vitalicias, erga omnes y
extrapatrimoniales, ello en palabras generales ya que en determinados puntos se observaran matices
fundados en la especificación. Empero, aunado a tales cualidades conviene precisar algunos caracteres
propios del nombre que buscan distanciarlo de figuras similares que identifican a las personas en
determinado aspecto social. Los caracteres son a saber: generalidad, obligatoriedad, estabilidad y su
cualidad de sintético.

Es el caso que cuando se indica que el nombre es «general», se quiere subrayar que su uso abarca todos
los escenarios relevantes del sujeto, es decir, el nombre prima como elemento identificador en todas las
relaciones jurídicas, aunado al mismo se pueden hacer valer otros datos que particularizan, pero el de
usanza frecuente, ordinaria y universal siempre será el nombre civil. De allí que también se exponga que
el mismo es «obligatorio», ello en el sentido que al determinarse jurídicamente los vocablos que
conforman el nombre, el mismo acompañará a la persona como algo inseparable, y aunque se es
conteste en que el nombre representa un derecho, tal circunstancia, no relaja el hecho que al mismo


7 Cfr., VARELA CÁCERES: ob. cit. (La modificación…), pp. 37 y ss. VARELA CÁCERES: art. cit. («La identidad
biológica…»), pp. 224 y ss. Comenta REDONDO GARCÍA, Ana María: «El derecho constitucional al nombre». En:
Revista Jurídica de Castilla y León. Nº 7. Castilla y León, 2005, p. 65, «La Constitución española, a diferencia de otros
textos constitucionales, no reconoce expresamente el derecho al nombre entre los derechos fundamentales. No
obstante, el Tribunal Constitucional enumera, entre los derechos personalísimos, ‘la imagen, la voz, el nombre y
otras cualidades definitorias del ser propio y atribuidas como posesión inherente e irreductible’, reconociendo que
el nombre forma parte de los derechos incorporados en el artículo 18 por su conexión con el derecho a la propia
imagen, a la intimidad y, en fin, a la dignidad del individuo».

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tiempo exista una carga para el titular de usar el nombre atribuido legalmente a los efectos de probar la
titularidad de los derechos que se asocian a tal individualidad8.

También, es fundamental comprender que el nombre civil es «sintético», es decir, representa unos
vocablos que resumidamente sirven para evocar al mencionado, esta cualidad es la que permite sostener
que el nombre debe tener límites en cuanto a la cifra de términos que lo componen, tanto en el
prenombre como en los apellidos. Al respecto sostienen DOMÍNGUEZ GUILLÉN:

Si pretendiéramos referirnos a una persona determinada, sin utilizar su nombre, nos veríamos
obligados a hacer una minuciosa descripción de rasgos físicos y morales más característicos, a
indicar (…) una especie de reseña biográfica del mismo. Con la simple mención de su nombre
es suficiente por lo general, para individualizar y designar ilustrativamente a la persona. Ello va
ligado a que el nombre es un signo sintético (…) El nombre es un signo verbal idóneo para
compendiar en forma unitaria y resumida toda referencia a la persona del sujeto designado (…)
En efecto, la designación del nombre ha de responder a pocas palabras, de forma tal que
realmente se configure como una expresión sintética y abreviada9.

Por último, una cualidad esencial del nombre es su «fijeza», es decir, aunque en palabras simples se
puede afirmar que el nombre civil está expuesto a sufrir modificaciones en sus dos elementos, ello no
pasa de ser una excepción que opera en casos puntuales determinados por la Ley. Así pues, para que el
nombre cumpla su finalidad es indispensable que las voces que lo componen no sean mutadas de forma
caprichosa. Coadyuvando a este fin la ineludible verificación documental según los medios de
identificación.

9.1.3. Elementos
El nombre civil es una figura compuesta por dos elementos, perfectamente delineados, cada uno con su
objetivo peculiar, que en conjunto permiten particularizar a la persona natural en el mundo jurídico.
Tales elementos presentan especificaciones en cuanto a su determinación, protección y modificación,
que se procederán a examinar a continuación, no sin antes resaltar que es la propia Constitución
(artículo 56) la que ha establecido la diferencia entre «nombre propio» y «apellido» y ha determinado su
contenido exacto, lo cual tiene una finalidad práctica, el que no se pueda a través de una interpretación
restringida de la acepción «nombre» limitar indebidamente el derecho que se posee tanto sobre el
nombre de pila como sobre el patronímico.

8 En el texto se ha usado el término «carga» como lo define FALCÓN Y TELLA, María José: «Capacidad jurídica y

derechos humanos». En: Anuario de Derechos Humanos. N° 5 (nueva época). Universidad Complutense. Madrid,
2004, p. 224, «El deber en que consiste la carga es un comportamiento al cual el sujeto está constreñido para
realiza un interés propio, es una necesidad para realizar un derecho suyo. Aunque nadie está obligado en principio
a ejercitar un derecho, si quiere hacerlo, entonces sí debe cumplir la carga: por eso, se es libre de cumplirla, pero
se necesita hacerlo para dar efectividad al derecho».
9 DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit. (Ensayos sobre capacidad…), pp. 551-557 y ss.

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En síntesis, al ser diferentes los elementos del nombre civil estos producen determinados efectos y su
regulación en cada caso es específica, aunque como conjunto garanticen en gran medida la
identificación cabal de las personas naturales. A mayor abundamiento, tanto el nombre propio como el
apellido considerados aisladamente son derechos de la personalidad, ya que es inherente a todo ser
humano el ser reconocido tanto como una individualidad única, así como también una individualidad
que pertenece a una determinada familia, en este último caso por medio del apellido.

La trascendencia de que los elementos del nombre civil se eleven a rango constitucional es significativa
para la hermenéutica, ya que no solamente origina implícitamente que sean desarrollados a posteriori por
normas legales y sublegales, sino además exige que su tratamiento se efectué de acuerdo con el nuevo
sistema jurídico-político representado por el texto constitucional. Ello sin marginar, que la norma
constitucional expresamente califica a estos elementos como verdaderos derechos que posee toda
persona, y según su ubicación representan «derechos civiles», lo cual en definitiva ratifica la posición
que sostiene que el nombre civil –y sus componentes– son derechos de la personalidad. En este
contexto, la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, tipifica el derecho al
nombre en su artículo 16, desenvolviéndolo en algunos aspectos a través de normas especiales10.

9.1.3.1. El nombre propio


Al igual que el género al que pertenece, son los vocablos, que corresponde utilizar para designar a las
personas naturales, con la particularidad que dichas voces tienen como misión individualizar a la
persona en relación con otras que poseen homónimo apellido, es decir, que permite distinguir entre
sujetos que conforman una misma familia y por tal razón tienen similar apellido11.

El nombre propio –individual, de pila o prenombre, como igualmente se le conoce–, representa


vocablos que con amplia libertad generalmente los padres asignan a sus hijos para individualizarlos en el
entorno, a tales efectos al momento de levantar el acta de nacimiento se indica la palabra o conjunto de
palabras que se han fijado como término individualizador del neonato. En voz más autorizada, LUCES
GIL sostiene: «El nombre individual está formado por uno o dos vocablos de elección arbitraria, dentro
de los que resulten idóneos para este objeto y, ordinariamente, revela el sexo de la persona designada»12.

10 Vale aclarar que la Ley especial en referencia no hace distinción manifiesta entre nombre propio y apellido, ello
obedece en parte por ser su origen pre-constitucional (la Ley se promulgo en 1998, con una vacatio legis hasta el
primero de abril del 2000 y luego fue reformada en dos ocasiones: 2007 y 2015, sin verse modificado el artículo in
commento), sin embargo, se encuentran en sus disposiciones aspectos asociados a la determinación inicial de la
identidad –nombre propio– y mecanismos de estímulo para el establecimiento de la filiación –apellidos–.
11 Cfr., VARELA CÁCERES: ob. cit. (La modificación…), p. 21.
12 LUCES GIL: ob. cit. (El nombre civil…), pp. 60 y 123, agrega si bien «es un vocablo de libre elección por parte de

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

De lo apuntado se desprende claramente la dificultad ínsita de delimitar con precisión el contenido


exacto que puede tener el nombre individual, ya que en el asunto influyen aspectos culturales e
ideológicos, que el legislador ha tenido aprensión de zanjar y simplemente los ha sorteado con
manifiesta indiferencia, al preferir relegar el tema a la costumbre jurídica. Sin embargo, aunque se han
elaborados proyectos loables que persiguen darle precisión a la cuestión, la realidad actualmente
existente es que corresponde al intérprete llenar los vacíos e imperfecciones de nuestro sistema13.

Así la cuestión, toca aclarar en un primer intento que palabras de nuestro rico vocabulario pueden
utilizarse para designar a las personas naturales, al respecto se asoma como premisa fundamental que si
bien el nombre de pila puede estar formado por vocablos ya empleados para designar a otros sujetos o
creadas de forma originaria, lo indicado debe tener un límite racional, de allí que se reclame establecer
un coto a la libertad designativa, la lógica revela que no toda voz puede emplearse como epígrafe
individual, así, para que un término logre adquirir la cualidad de nombre propio se requiere que el
mismo cumpla con puntuales condiciones de fondo y de forma. Las cuales, en todo caso, se
desprenden de la correcta hermenéutica y otras son aportes de la sana doctrina.

En tal sentido, una primera regla sería que la libertad en la escogencia de los nombres propios tiene
como frontera insoslayable «el respeto a la dignidad de la propia persona». Así pues, aunque en un
primer momento el sujeto a que le corresponde indicar el nombre individual ostenta la prerrogativa de
señalar cualquier expresión oral o gráfica, esta no puede atentar contra la dignidad del ser humano, de
allí que el funcionario del Registro del Estado Civil deba oponerse a la inscripción de un pronombre
indigno y sugerir la designación de un término afín al decoro como valor de todo el sistema jurídico. De
lo dicho se deduce que se prohíben «nombres propios ignominiosos», ya sean por extravagantes, por
representar voces vulgares, ridículas o infamantes al titular, verbi gratia: «Sandalia María», «Marciana del


las personas a quien corresponde esta facultad, los ordenamientos jurídicos establecen, con criterios más o menos
rigurosos, ciertas limitaciones a la libre elección de nombre, tendientes a procurar que los vocablos utilizados sean
idóneos para la adecuada designación e individualización de la persona humana y a evitar las extravagancias que
podrían derivarse de la fantasía incontrolada de los particulares». Cfr., ALLETON, Viviane: «El nombre propio en
China entre la escritura y oralidad». En: El nombre propio. Su escritura y significado a través de la historia en diferentes
culturas. Editorial Gedisa. Anne-Merie CHRISTIN, comp. Barcelona, 2001, p. 73, refiriéndose a la cultura oriental
expone: «Los nombres personales no se eligen en un catálogo y no se trasmiten; se los crea en cada ocasión. El
que pone el nombre, casi siempre el padre, está en una situación comparable a la del novelista: tiene el poder de
inventar».
13 Diferente es el caso de la legislación española que en el artículo 51 de la Ley 20/2011 del Registro Civil

disciplina: «El nombre propio será elegido libremente y solo quedará sujeto a las siguientes limitaciones, que se
interpretarán restrictivamente: 1. No podrán consignarse más de dos nombres simples o uno compuesto. 2. No
podrán imponerse nombres que sean contrarios a la dignidad de la persona ni los que hagan confusa la
identificación. 3. No podrá imponerse al nacido nombre que ostente uno de sus hermanos con idénticos apellidos,
a no ser que hubiera fallecido».

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

Carmen», «Efrofriendlyns Jhesvergreen Mc’Namara» o «Bela Kiss»; o por estar asociadas a patrones
religiosos, culturales o políticos que resulten hostiles u ofensivos, en este último supuesto se puede
indicar como inadecuados: «Dios» o «Nazi».

Otra regla fundamental consistiría en que el prenombre «sea adecuado para la designación de las
personas», es decir, el nombre civil representa una progresión de vocablos que de manera sintética y
clara permiten individualizar, si las palabras escogidas requieren explicación en situaciones normales,
tales expresiones resultarán improcedentes. Surgirían de esta máxima las siguientes prohibiciones en la
escogencia:

i. Términos que generen confusión entre su pronunciación y ortografía, tal sería el caso de «Jr»,
que al escucharlo no se sabría si escribirlo «Jotaerre» o «J-R», se incluirían aquí nombres
extranjeros que resulten exóticos.
ii. Palabras que inducen al error en el sexo del evocado, verbi gratia: el nombre «Haydan» que es
de origen teutón y masculino, o «Ledhys José», que corresponde a una mujer. Según la Ley
Orgánica de Registro Civil se vedarían los nombres de pila que no se correspondan con el
género del titular (artículo 146).
iii. Voces que en su significado ordinario son empleados para designar géneros o especies de
animales, cosas, sentimientos o lugares, tales como: «Venezuela», «Amor», «Poesía», «Poema»,
«Verso» o «Don».
iv. Vocablos que son usados como apellidos y se apetezca convertirlos en nombres o que
combinados con los apellidos generen confusión, exempli gratia: «Enrique Henríquez», «Pietro
Pietantonio», el primer vocablo es el nombre propio y el según el apellido paterno.

Por otra parte, no existen limitaciones en cuanto a que el nombre sea exclusivamente castellano, así se
admite comúnmente nombres propios como: «Jean», «Piter», «Michel», más aun expresamente se
consiente el uso de nombres de origen indígena, tal es el caso de la Ley Orgánica de Identificación14, en
conexión con la Ley Orgánica de Registro Civil, señalando esta última:

Artículo 80.- Los asientos en general se harán en idioma castellano. En aquellos casos de
comunidades o pueblos indígenas, las Oficinas o Unidades de Registro Civil llevarán los
asientos de forma bilingüe, preservando en todo momento los nombres, apellidos ancestrales y
tradicionales, sin calificar la filiación o parentesco, conforme a sus usos y costumbres15.


14 La disposición en referencia indica: «Artículo 11.- Se expedirá la cédula de identidad en el idioma castellano y en
el idioma del pueblo o comunidad a la cual corresponda, así como cualquier otro documento de identificación y
de viaje de las personas pertenecientes a los pueblos y comunidades indígenas, respetando los nombres y apellidos
propios de sus idiomas…» Vid. el Reglamento Parcial de la Ley Orgánica de Identificación para la Identificación
de los Indígenas (Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 37817, de 13-11-03), que establece en su
artículo 7, lo siguiente: «En el asentamiento de actas de registro civil de niños, niñas y adolescentes indígenas las
autoridades competentes de conformidad con la ley, deberán respetar los nombres, apellidos y toponimias
indígenas, y en ningún caso podrán modificarlos, alterarlos o cambiarlos…».
15 En concordancia con el artículo 3 N° 10 y el artículo 14 eiusdem. Vid. artículo 9 de la Constitución.

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

En lo relativo al número de palabras que integran al nombre propio se puede deducir de la Ley
Orgánica de Registro civil, que deben ser varios, así el artículo 93 N° 4, revela entre los elementos que
componen el acta de nacimiento, la mención de los «Nombres y apellidos del presentado»16. En general,
la práctica ha determinado que sean dos las palabras que integren el nombre individual, no existiendo
obstáculo para añadir un artículo en casos como «María del Carmen», por lo demás lo anterior
encuentra justificativo en el artículo 91 de la Ley en examen, que para los supuestos de niños
abandonados exige que el funcionario del Registro del Estado Civil asigne «dos nombres y dos
apellidos», de allí que se deduzca que este es el número adecuado para conformar el nombre propio17.
Sin embargo, no existe una prohibición expresa para designar a la persona con un único nombre o con
varios, siendo lo importante a destacar que el nombre escogido debe permitir identificar con claridad al
sujeto y enunciar a través de su composición el sexo del titular. Luego, puede recordarse que más de
tres palabras como nombres de pila, atentaría contra el carácter sintético que subyace en todo
prenombre. En fin, AGUILAR GORRONDONA, sostiene que aunque toda persona tiene que poseer al
menos un nombre propio, puede perfectamente disfrutar de varios, claro está que todos los que exhiba
deben estar señalado en el acta de nacimiento y que su uso debe ser en el orden en que aparecen en el
asiento del Registro18.

Para finalizar, no se limita la escogencia de nombres iguales entre hermanos, como en legislaciones
foráneas donde para evitar homonimia familiar se prohíbe «… la imposición al nacido del nombre de
un hermano…», tal sería el caso del Derecho español19.

9.1.3.1.1. Determinación del nombre propio


Una de las principales características del nombre propio que lo diferencia del apellido, es la
determinación, mientras este último está directamente relacionado con la filiación y el establecimiento
del nexo filial fija el apellido ya sea paterno o materno en la mayoría de los supuestos; en el caso del


16 En conexión con el artículo 4 de la Ley Orgánica de Identificación, que al hacer alusión a los elementos básicos
de identificación: «… sus nombres, apellidos…».
17 La norma del Código Civil que regulaba la inscripción de niños abandonados (artículo 469), indicaba al respecto

«… Se extenderá acta circunstanciada de la presentación, expresándose en ella (…) el nombre y los apellidos que
se le hayan dado…», como se aprecia la disposición del Código –derogada por la Ley Orgánica de Registro Civil–,
hacía referencia al nombre en singular, redacción que ha variado como se explicó.
18 AGUILAR GORRONDONA: ob. cit. (Derecho civil personas), p. 144. Por su parte, LUCES GIL: ob. cit. (El nombre

civil…), p. 142, indica que en el Derecho ibérico, existe una limitación en cuanto al número de nombres
imponibles, siendo que se trata de «poner coto a la facundia de algunos padres en su manía de dar a sus hijos una
retahíla de nombres, que después el interesado no llega a usar de un modo habitual, y que solo sirven para crear
complicaciones». DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit. (Ensayos sobre capacidad…), pp. 560-565, se pronuncia a favor de
no limitar el número a nivel jurídico, aunque subraya como adecuado la imposición de dos nombres de pila, de allí
que concluye indicando: «el funcionario bien podría limitar el número de palabras utilizadas como nombre de pila
si objetivamente, tal atribución excedente el ámbito de lo razonable».
19 Vid. artículo 51 Nº 3 de la Ley 20/2011 del Registro Civil.

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nombre de pila, se observa que el mismo lo establece en términos generales el declarante en el Registro
Civil del hecho jurídico del nacimiento, manifestante que en primer lugar es el padre o la madre, pero
que por variadas circunstancias puede ser efectuada por personas distintas según lo determina la Ley.

Ciertamente, la fijación del contenido exacto del nombre depende del acta de nacimiento inscrita en el
Registro del Estado Civil20, este instrumento es el que le suministra certeza legal a los vocativos que se
utilizan para identificar a una persona. Así pues, además de dejar constancia del lugar, fecha y otras
circunstancias asociadas al nacimiento de una persona, el acta precisa dentro de su contenido los
«Nombres y apellidos del presentado». Entonces, antes de la inscripción, el neonato, no posee un
nombre propio en términos legales, aunque por razones lógicas los familiares y amigos ya se han
adelantado en el conocimiento de la designación, pero el asunto está en que tales vocativos no tienen el
carácter de prenombre. En palabras explicativas, hasta que no conste en el acta de nacimiento no será
de uso obligatorio, general y estable, de allí que en este tema juegue un papel preponderante la
declaración del nacimiento.

Por otra parte, es necesario advertir que el Reglamento de la Ley Orgánica de Registro Civil (artículo
24) 21, aspira a corregir una práctica insana, según la cual los registradores se negaban a asentar un
nombre de pila en el acta de nacimiento distinto al indicado en la constancia de nacimiento. Ello
evidentemente contradecía lo antes apuntado, además hay que aclarar que según el artículo 17 parágrafo
primero de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, no es un requisito que
se indique el nombre propio del recién nacido en el referido certificado. Por tanto, siempre ha existido
la facultad para los declarantes de indicar un nombre propio idéntico o distinto al que hipotéticamente
conste en los formularios que certifican el nacimiento en las maternidades, hospitales o centros de
salud22.

Lo anterior es en extremo grave por cuanto permite erróneamente deducir que la fijación legal del
nombre de pila se origina con el certificado de nacimiento, lo cual además de privilegiar la negligencia
de los padres en hacer la declaración de nacimiento en el Registro Civil, somete al nombre individual a


20 Sería más fiel apuntar que a tenor de la Ley Orgánica de Registro Civil la inscripción determinaría el nombre
propio cuando dicho acto sea originario, no así cuando se produzca el supuesto del artículo 84 N° 3, de
«declaraciones de personas nacidas en el extranjero», en concordancia con los artículos 89 y 31, todos de la misma
Ley.
21 Artículo tomado de la Resolución Nº 100623-0220 del Consejo Nacional Electoral (artículo 18), actualmente

derogada por la Disposición Derogatoria Única del Reglamento.


22 Empero, la norma citada del Reglamento si bien ahora permite inscribir un nombre propio distinto al indicado

en el certificado de nacimiento, mantiene una restricción contraria al espíritu de la ley, al señalar que si la
declaración la efectúan personas distinta a los progenitores únicamente se podrá inscribir un nombre propio
distinto si media autorización de estos.

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

un mecanismo que no está dotado de la adecuada seguridad jurídica, ello por cuanto según el modelo
de la Ley Orgánica de Registro Civil las actas levantadas por el registrador están constituidas con
mayores niveles de certitud, seguridad y confiabilidad que los certificado que emiten los centros
hospitalarios, lo que en palabras llanas facilita los fraudes en la identidad si se alteran el referido
certificado, que según el Reglamento son fundamento del nombre propio para el acta de nacimiento.

Recapitulando, independientemente de las ambiciones del Reglamento, es únicamente en el momento


de la inscripción ante el Registro del Estado Civil del nacimiento que a la persona natural se le decreta
jurídicamente su nombre propio23. Esto debe ser así por cuanto es el registrador el funcionario idóneo
para garantizar la adecuada designación de las personas y no los médicos que atienden el parto, de
seguirse la tesis del Reglamento se reforzaría la práctica de colocar nombres inapropiados que después
el registrador legitimara por el único hecho de estar indicados en el certificado. HARTING reproduce
cual ha sido la posición inveterada en esta materia:

De acuerdo con el ordenamiento jurídico venezolano, el nombre de pila es determinado por el


declarante o presentante, en el momento de la presentación o declaración del nacimiento, ante
el funcionario de estado. Así cuando el declarante se presenta ante el funcionario del estado
civil a fin de informarle acerca del suceso acaecido, es decir, el nacimiento de determinado
niño, en tal instante aquél debe conferir el nombre de pila al citado niño y dejar constancia de
tal hecho en la partida de nacimiento…24.

Ahora bien, en el presente es la Ley Orgánica de Registro Civil la que señala quienes están «obligados» a
realizar la declaración del nacimiento, con la advertencia que la enumeración se efectúa atendiendo a un
supuesto sistema de prelación25:


23 En palabras de LUCES GIL: ob. cit. (El nombre civil…), p. 107, «la constatación registral del nombre en la

inscripción del nacimiento tiene, en todo caso, un valor probatorio privilegiado, superior al de cualquier otro
medio de prueba, y constituye un verdadero título legitimador del derecho al nombre».
24 HARTING R.: art. cit. («Tratamiento normativo…»), p. 137. Baste añadir que el artículo 466 del Código Civil

indicaba: «La partida de nacimiento contendrá, además de lo estatuido en el artículo 448, el sexo y nombre del
recién nacido. Si el declarante no le da nombre lo hará la autoridad civil ante quien se haga la declaración…»,
actualmente derogado por la Ley Orgánica de Registro Civil.
25 En realidad no existe una jerarquía excluyente, sino la intención de destacar que por el orden natural de las

cosas son los progenitores los primeros llamados a garantizar los derechos fundamentales de sus retoños, más allá
del hecho que ante la negligencia de estos deban intervenir otros familiares o terceros que la Ley califica como
idóneos para tener constancia fidedigna del nacimiento y por ello deban realizar la respectiva declaración. En
conexión con el artículo 18 parágrafo primero de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y
Adolescentes. Sobre las consecuencias jurídicas del incumplimiento de dicho deber, la Ley Orgánica de Registro
Civil excluye expresamente tal conducta como una contravención administrativa (artículo 158 N° 1). Sin embargo,
quedan latentes las infracciones administrativas contenidas en la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas
y Adolescentes, a saber los artículos 224 y 225, así como también el tipo penal regulado en el artículo 273 eiusdem,
todos relacionados con la displicencia en la inscripción en el Registro del Estado Civil.

23/04/18 11
EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

Artículo 85.- Es obligatoria la declaración del nacimiento, en el siguiente orden: 1. El padre o la


madre 26. 2. Los parientes consanguíneos hasta el cuarto grado. 3. El médico o médica que
atendió el parto. 4. El partero o partera. 5. Cualquier persona mayor de edad, bajo cuya
representación o responsabilidad debidamente acreditada se encuentre el niño o la niña. 6. Los
Consejos de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes27. En los casos de niños o niñas en
situación de colocación familiar o entidad de atención, se requerirá la autorización previa del
Tribunal de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes. Cuando los obligados a declarar el
nacimiento no lo hicieren, los registradores o registradoras civiles podrán de oficio efectuar la
inscripción, en aquellos casos que tengan conocimiento de su ocurrencia, en razón de sus
funciones28.

Luego, es en el instante que se realiza la declaración del nacimiento cuando se debe indicar el nombre
propio que llevará el presentado, tal momento es de capital importancia, ello en razón que es allí donde
el registrador debe verificar la conformidad de la palabra –o palabras– propuesta como signo
individualizador con lo establecido en la Ley, la dificulta surgiría en precisar cuál debe ser la actuación
del funcionario ante una proposición inadecuada –según las reglas señaladas supra–.

Así pues, AGUILAR GORRONDONA apuntaba: «En casos extremos creemos que el funcionario del
estado civil puede rechazar la indicación que se le haga de una palabra como nombre de pila, alegando,
si es el caso, que dicha palabra no puede ser considerada nombre de pila, conforme al significado que
tiene esta expresión en nuestra lengua»29. A lo que añadíamos: «la realidad del asunto es más compleja
que un simple rechazo; ya que el funcionario no puede negarse a realizar el asiento sin vulnerar el
derecho del niño a estar inscrito inmediatamente en el Registro Civil, pero al efectuar la anotación
donde conste un nombre propio que atente contra la dignidad, se vulneraría igualmente un derecho
meritorio de protección, como es el derecho al nombre»30. Entonces, como conciliar tales extremos,


26 Un sector mayoritario de la doctrina, entre quien descuella DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit. (Ensayos sobre
capacidad…), p. 564, ha sostenido: «La designación la suelen hacer los padres porque aunque no exista una
indicación expresa, ello es un atributo de la patria potestad». Por su parte, MORALES L., Georgina: Temas de Derecho
del Niño (instituciones familiares en la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente). Vadell Hermanos Editores.
Caracas, 2002, p. 120, razona que esta facultad de los padres de «poner el nombre de pila al hijo», es un derecho
que escapa «propiamente al ámbito de la institución de la patria potestad, pero se desprende de la subordinación
en que se encuentra el hijo con relación a sus padres». En nuestra opinión, lo único que tienen los progenitores es
la «prioridad» en la designación y escogencia del prenombre, lo que implica que si son negligente en realizar la
manifestación del nacimiento ante el Registro del Estado Civil, la preferencia cede a favor de la persona que
efectúa la presentación, así también el declarante no está obligado a seguir los nombres que al efecto indiquen los
padres, únicamente puede verse compelido a que la escogencia sea adecuada a la dignidad y al sexo del
presentado, lo cual será supervisado por el registrador según las reglas antes anotadas.
27 Vid. el artículo 160 literal j, de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, donde se

establece la atribución de solicitar la «extensión o expedición de partidas de nacimiento» ante el Registro del
Estado Civil (en concordancia con el artículo 126 literal f, eiusdem, el artículo 87 de la Ley Orgánica de Registro
Civil y artículo 40 del Reglamento.
28 Tal sería el caso ya comentado de infantes abandonados según la disposición 91 Lex cit, o cualquier otro

supuesto donde medie clara desidia de los obligados a efectuar la manifestación del nacimiento.
29 AGUILAR GORRONDONA: ob. cit. (Derecho civil personas), p. 144.
30 VARELA CÁCERES: ob. cit. (La modificación…), p. 55.

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

ante dicho escenario en pugna, de forma tal que se cumpla el doble mandato constitucional, de tener un
nombre civil que sea afín con la dignidad y, a su vez, estar inscrito en el Registro del Estado Civil.

La respuesta pasa, en un primer momento «por superar ideas lastradas, de algunos padres que creen que
sobre los hijos se posee una especie de derecho de propiedad y, en consecuencia, les colocan a los niños
el nombre que mejor le parezca al declarante sin ningún proceso de reflexión sobre sus implicaciones
jurídicas y sociales». Evaluando lo anterior en su justo mérito y siendo que el interés tutelado es el del
infante y no el de algún progenitor ávido de connotación o creatividad, el registrador se encuentra
plenamente facultado para exhortar al presentante a modificar los vocablos irregularmente señalados,
indicándole para tal fin las deficiencias presentadas y la necesidad de escoger otros que sean adecuados
al derecho constitucional tutelado, igualmente debe expresarle que de no hacer la selección de nuevos
vocativos, corresponderá al registrador determinar el nombre propio del presentado a través de dos
palabras acordes, que patrocinen los intereses legítimos del inscrito31.

La justificación de la solución expuesta, hasta cierto punto salomónica, se encuentra en el hecho que el
registrador actualmente se encuentra facultado para tramitar los «cambios de nombre propio» (artículo
146 de la Ley Orgánica de Registro Civil), lo que implica que es el órgano competente para la
ponderación de las deficiencias en la escogencia del nombre de pila, ello en vía de reparación; con
mayor razón tendría la cualidad para aprobar o no la elección en funciones de prevención, como sería al
momento de la inscripción, de allí que se hable de las «facultades calificadoras del registrador». Así
también, como se ha indicado en el caso excepcional de niños expósitos es el funcionario del Registro
del Estado Civil el que determina los nombres propios del inscrito, lo que en palabras llanas implica que
el legislador lo ha considerado idóneo para tal elección por encima de cualquier otra persona, sin
desvirtuar que el funcionario en este último caso ratifique los que por uso se le han asignado al niño32.


31 Similar actividad deberá ejecutar el registrador en el supuesto que la declaración del nacimiento la efectúen
ambos progenitores y exista discrepancia entre los padres al momento de indicar los vocablos a asignar como
nombre propio, deberá entonces instarlos a que lleguen a un acuerdo según «interés y beneficio del hijo» (artículo
349 de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes), advirtiéndoles que de no obtener
aquiescencia en relación a una determinada propuesta, hará él la designación según los nombres manifestados,
pudiendo facultativamente tomar en consideración el que conste en el certificado de nacimiento si fuera el caso y
sea idóneo (con fundamento en el controvertido artículo 24 del Reglamento). DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit.
(Ensayos sobre capacidad…), p. 568, señala: «La inscripción en el Registro del Estado Civil, ciertamente es el
momento preciso para evitar la imposición de un nombre que afecte la dignidad de la persona; el funcionario está
facultado para rechazarlo e informarle al presentante que seleccione otro término entre la inmensa variedad
existente». La Ley 20/2011 del Registro Civil de España incorpora una solución para estas hipótesis de abstinencia
o indicación inapropiada del nombre, concretamente dispone que el encargado del Registro Civil «… impondrá,
tras haberles apercibido y transcurrido un plazo de tres días, un nombre de uso corriente cuando los obligados a
su fijación no lo señalaren» (artículo 50 Nº 3).
32 Al respecto, conviene recordar que el artículo 466 del Código Civil (derogado como se indicó), establecía: «… Si

el declarante no le da nombre lo hará la autoridad civil ante quien se haga la declaración…», ahora bien, la

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

Por último, un aspecto que requiere nuestra atención –aunque sea de pasada–, es el referido a las
personas no inscritas en el tiempo oportuno y la determinación del nombre en tales casos. Al respecto,
conviene traer a colación que algunos autores distinguen entre el derecho al nombre en abstracto y el
derecho al nombre en concreto, el primero sería la facultad que ostenta toda persona a ser
individualizado a través de un conjunto de vocablos, el segundo representaría los vocablos en sí y la
limitación a que terceros hagan un uso fraudulento33. Según lo apuntado el derecho al nombre civil se
desdoblaría en dos focos o perspectivas, una en su consideración como derecho abstracto, el cual posee
toda persona desde su nacimiento como ha quedado suficientemente claro –cristalino como agua de
manantial–, en cuando a su aspecto en concreto el nombre en su contenido requiere ser precisado de
manera legal y ello ocurre a través de la institución del Registro del Estado Civil.

Así pues, no se puede desconocer que existen hipótesis –cada vez menos frecuentes–, donde sujetos
por distintas razones no se encuentran debidamente inscritos en el Registro del Estado Civil y por ello
su nombre civil no ha sido legalmente determinado, la particularidad del asunto viene a relucir ante la
interrogante sobre qué papel encarnan los nombres utilizados por tales personas en sus distintas
relaciones jurídicas y sociales, hasta la regularización de la situación ocurrida con el registro del
nacimiento. La respuesta surge de manera diáfana, si se recuerda que el nombre civil como institución
jurídica tiene una finalidad neurálgica que condiciona la exégesis de su regulación, la cual es servir de
instrumento de individualización de los seres humanos34. Si lo indicado es verdad –y damos fe de ello–,
la solución se antoja similar a los supuestos de posesión de estado, es decir, aunque antes de la
inscripción no se tenga un nombre en concreto –desde una visión formal– los hechos han permitido
que la persona detente un nombre de facto que lo individualiza y le permite interactuar en el mundo de


doctrina ha indicado que cuando las palabras a utilizar como nombre propio son manifiestamente ilegales por
infamantes, extravagantes, etcétera, debe interpretarse como carentes de cualidad individualizadora y por tanto
como una abstención a la designación del nombre propio, de allí que la regla indicada en el Código Civil podría
aplicarse para este caso, sin embargo, la norma actualmente no está vigente y la Ley especial no establece
disposición equivalente, mas se mantienen las mismas razones.
33 En el primer supuesto es uniforme la doctrina en sostener el carácter innato u originario, no así en el segundo,

en opinión del autor DE CUPIS «no surge de un modo automático por el simple hecho del nacimiento, sino en
virtud de unos presupuestos ulteriores», citado en LUCES GIL: ob. cit. (El nombre civil…), p. 71. A nuestro parecer
la distinción puede resultar útil en algunos supuestos –caso del nombre propio– pero es artificial ya que todo
dependería del sistema de Registro Civil de cada país, siendo que hoy en día se persigue mayor sincronía entre el
hecho del nacimiento y la determinación en concreto del nombre civil. En el Derecho español la Ley 20/2011 del
Registro Civil señala: «Artículo 50.- Derecho al nombre. 1. Toda persona tiene derecho a un nombre desde su
nacimiento…».
34 De allí que LUCES GIL: ob. cit. (El nombre civil…), p. 77, sostenga que la verdadera naturaleza jurídica del

nombre civil sea ser «un instrumento necesario para la adecuada individualización de las personas como unidades
del grupo social, un medio imprescindible para identificar y distinguir a los sujetos protagonistas de las relaciones
jurídicas».

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

las relaciones humanas35, vocativo que será ratificado posteriormente cuando se efectúe la inscripción
del nacimiento en el Registro del Estado Civil, salvo que el nombre usado no cumpla los requisitos de
fondo reseñados en el acápite anterior36.

9.1.3.1.2. La modificación del nombre propio


En su momento existió a lo largo de nuestra historia una discusión académica sobre si el nombre
propio podía ser objeto de un cambio en los vocablos que lo componen, la posición tradicional era que
tales modificaciones exigían de un texto legal que de forma clara autorizará dichas alteraciones –verbi
gratia en el supuesto de adopción–, otros indicaban que a partir de la regulación constitucional del
nombre, existían suficientes argumentos para justificar la procedencia de los cambios de nombre
individual, siempre que se tratará de casos extremos que lesionaran el derecho y exigieran como
reacción una tutela privilegiada a través del cambio en cuestión. Todas aquellas querellas quedaron atrás
cuando la Ley Orgánica de Registro Civil se atrevió a disciplinar el asunto de manera específica en el
artículo 146, que señala a texto expreso:

Artículo 146.- Toda persona podrá cambiar su nombre propio, por una sola vez, ante el
registrador o registradora civil cuando este sea infamante, la someta al escarnio público, atente
contra su integridad moral, honor y reputación, o no se corresponda con su género, afectando
así el libre desenvolvimiento de su personalidad.
Si se tratare de niño o niña, el cambio se efectuará mediante solicitud del padre, madre o
representante; si es adolescente mayor de 14 años podrá solicitar personalmente el cambio de
nombre propio; una vez alcanzada la mayoría de edad podrá volver a solicitar el cambio de
nombre por una sola vez.
En los casos de colocación familiar de niños, niñas y adolescentes, no se permitirá el cambio de
nombre propio sin autorización judicial previa.
El registrador o registradora civil procederá a la tramitación del cambio de nombre propio,
mediante el procedimiento de rectificación en sede administrativa.


35 LUCES GIL: ob. cit. (El nombre civil…), p. 148, considera que si bien la constatación registral constituye «un
verdadero título de legitimación» del nombre, que «está amparado por una presunción juris et de jure de que
pertenece al titular a todos los efectos legales». Es igualmente necesario reconocer que el nombre individual se
determina en el concierto social desde el momento en que la persona facultada para imponerlo lo exterioriza de
un modo indubitable o desde el instante en que tal nombre es utilizado de hecho como medio de designación de
la persona, lo cual no debe olvidarse a la hora se resolver problemas como el arriba comentado.
36 El tema de las personas no inscrita en tiempo oportuno en el Registro del Estado Civil, ha sido una constante

en nuestra realidad, distintos textos normativos han tratado de darle una solución a la cuestión, más allá que la
Constitución indique que la inscripción en el Registro Civil debe ser «después del nacimiento» (artículo 56), o la
Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes que ordena a efectuarse «inmediatamente
después del nacimiento» (artículo 18), la verdad del asunto es que a la par de dichos mandatos categóricos, se
establecen «procedimientos especiales de inscripción en el registro civil» para personas que no se encuentran
registradas, tal es el caso de la Disposición Transitoria de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del
Adolescente de 1998 (artículo 681), el artículo 88 de la Ley Orgánica de Registro Civil y los artículos 43, 44, 45, 47
y 47 del Reglamento.

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

Como se extrae de la disposición transcrita los cambios proceden sobre el elemento «nombre propio»
esto por ser el mismo de libre elección –aunque con ciertas limitaciones–37. Otro aspecto a destacar es
que los cambios no son caprichosos, sino que deben surgir como paliativos ante una escogencia
inadecuada que se quiere resarcir. Ahora bien, según la Ley sería procedente ante cualquier nombre
propio que perturbe el «libre desenvolvimiento de su personalidad»38 o, en general, el mismo no se
corresponda con el correlativo «género»39.

Sobre este último aspecto, no resuelve la Ley de manera expresa el tema –por demás polémico–, de las
modificaciones de nombre propio del transexual40, se refiere en propiedad a la hipótesis del sujeto con
un determinado sexo –sin discusión–, donde el prenombre no se corresponde con el mismo. Sin
embargo, de admitirse que el tratamiento de reasignación de género no es contrario a derecho y una vez
establecidos los requisitos y aspectos relevantes que deben condicionar tal proceso se es de la opinión
que lo más lógico sería adecuar la identidad legal al nuevo aspecto exterior de la persona y ello ocurriría
a través de un cambio de nombre propio, en los términos del artículo en exégesis, además de la
adecuación de la indicación del sexo en el acta de nacimiento41.


37 Según se indicó en otra oportunidad para que la pretensión configure una modificación del nombre propio se
deben satisfacer los siguientes postulados condicionantes: i. El cambio debe recaer sobre el acta de nacimiento; ii.
la pretensión debe consistir en solicitar cambiar el nombre de pila del sujeto denominado «parte» del acta de
nacimiento; iii. que el cambio gravite en suprimir o agregar palabras o letras a las ya indicadas como nombre
propio en el acta a alterar, y iv. que medie procedimiento –administrativo o judicial– para la obtención de la
modificación propuesta. Cfr., VARELA CÁCERES: ob. cit. (La modificación…), p. 67.
38 El autor hubiera preferido que la referencia destacara el valor dignidad como fundamento, ya sea porque se

reaccionara ante un apelativo infamante que someta a su titular el escarnio.


39 El «Instructivo relativo a los criterios únicos de rectificación de actas o cambios de nombres en sede

administrativa» emitido por el Consejo Nacional Electoral (Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela Nº
40178, de 30-05-13), señala claramente en su disposición 25 que los cambios solamente proceden según los
supuestos del artículo 146 de la Ley Orgánica de Registro Civil. Empero, indica en su disposición 12, al regular los
casos de procedencia de las rectificaciones por errores materiales, que tal procedimiento es compatible: «…
cuando se solicite modificar el orden de una letra en el nombre que aparece en el acta o se requiera la supresión o
adhesión de letras. En este caso, el o la solicitante deberá consignar la constancia o certificado médico de
nacimiento, así como cualquier otro documento que demuestre el error en la escritura del nombre» y añade «No
procederá la solicitud cuando la petición consista en un cambio que altere el pronunciamiento del nombre
contenido en el acta; modifique sustancialmente su escritura original; se solicite la traducción del nombre que
aparece asentado; o la supresión de uno de los nombres que componen el nombre propio». Lamentablemente,
yerra el Consejo Nacional Electoral por cuanto los nombres propios no tienen reglas ortográficas –más allá de las
costumbres locales, la racionalidad y la necesidad de que los nombres de pila sean de fácil identificación de la
persona y no requieran explicaciones, lo cual debe garantizar el registrador al momento de la inscripción–. Por lo
anterior, no existe en estos casos un motivo de rectificación sino «cambio de nombre propio» y según los
extremos del artículo 146 eiusdem. Igualmente, no es el certificado médico de nacimiento el instrumento que
determina el nombre propio, sino el acta de nacimiento. No se entiende cual es la finalidad del «Instructivo» al
forzar la letra de la ley y desdibujar la institución que el legislador perfilo con claridad en este punto.
40 DÍEZ-PICAZO y GULLÓN: ob. cit. (Instituciones de Derecho Civil), p. 143, expresa: «el síndrome transexual se

caracteriza esencialmente por el deseo obsesivo de cambiar de sexo como consecuencia de un sentimiento íntimo
y auténtico de pertenecía al sexo opuesto y de un verdadero disgusto hacia sus órganos genitales».
41 Vid. VARELA CÁCERES: ob. cit. (Los principios sectoriales…), pp. 125 y ss. DOMÍNGUEZ GUILLÉN, María

Candelaria: «Algunas sentencias que declaran el cambio de sexo». En: Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

El texto parte de la premisa de que solo procede la modificación «por una sola vez», sin embargo ello
sería únicamente para cuando el solicitante sea un adulto, ya que en el supuesto de un menor de 18 años
de edad se permite que si ha ocurrido un cambio en la minoridad una vez alcanzada la mayoridad pueda
solicitar un nuevo cambio.

En realidad la excepción indicada no se juzga afortunada, ya que en teoría con las nuevas facultades que
detenta el registrador y al ser él quien controla el trámite de la modificación, no se entiende cómo va
permitir dicho funcionario que se cambie un nombre propio que es, por ejemplo, ignominioso, por otro
que no se corresponda con el sexo del titular o que afecte su integridad moral, que después en su
adultez requiera una nueva mutación. Se cree, en honor a la verdad, que aquí privó desconocimiento o
desconfianza en el rol que le corresponde desempeñar al registrador civil con el nuevo modelo y, por
tanto, no tiene justificación. Para ser más exacto, la Ley cae en una suerte de perogrullada, al señalar en
un inicio que únicamente se puede modificar el prenombre en una oportunidad, aunque de seguida
añade que sí la solicitud corresponde a un menor de edad, este una vez alcanzada la adultez puede
nuevamente requerir un cambio de nombre propio en este caso sí «por una sola vez»42.

Pero las complicaciones en la hermenéutica no quedan a este nivel, ya que la norma en comentario
además –como si fuera poco lo descrito– se refiere a una distinción entre grupos etarios en extremo
acomodaticia. Es de recordar que según la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y
Adolescentes, texto especial que regula la materia, se diferencia entre «niños» que son aquellos sujetos


Políticas. N° 130. Universidad Central de Venezuela. Caracas, 2007, pp. 53 y ss. y ESPÍN CÁNOVAS, Diego: «Los
derechos fundamentales de igualdad e identidad en la familia y la identidad del transexual». En: Revista de la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. N° 126. UCV. Caracas, 2006, pp. 139 y ss. Sobre el particular conviene
parafrasear la posición de la profesora Tamara ADRIÁN, según la cual la palabra sexo no es sinónima de género, lo
que en su opinión, ocasiona que el término «género» abra un cauce a favor de la adecuación legal del nombre
propio de las personas transexuales. No obstante, sostiene la profesora Edilia DE FREITAS, que aunque el
legislador uso impropiamente el vocablo género cuando debió indicar «sexo», a secas, el asunto es que el trámite
en examen únicamente permite cambiar el nombre propio y no la indicación del sexo en la partida que en el caso
de transexualismo seguiría siendo el sexo genético el dominante, de allí que una regulación en este aspecto debe
realizarse de forma clara y no se puede desprender de una palabra empleada, si se quiere, de manera incorrecta.
Por último, DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit. (Ensayos sobre capacidad…), p. 601, afirma: «Si bien el nuevo artículo
146 de la Ley Orgánica de Registro Civil al señalar dentro de las hipótesis de cambio de nombre que ‘no se
corresponda con su género’ ello no permite incluir el supuesto de transexualidad, pues éste supone un cambio de
fondo, que puede afectar intereses de terceros, por lo que debería ser resuelto con las debidas garantías del
respectivo procedimiento judicial». Finalmente, en la monografía arriba citada fijamos posición por la procedencia
del cambio de nombre propio y de sexo del transexual a través de la aplicación analógica del procedimiento
administrativo de modificación de nombre propio y para ello efectuamos diversos argumentos.
42 La Ley cae en una suerte de perogrullada ya que aunque hace referencia a «una sola vez», se podría dar en casos

extremos hasta tres modificaciones una como consecuencia de una adopción, otra en minoridad y una última en la
adultez.

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

comprendidos desde su nacimiento hasta la edad de 12 años de vida y los «adolescentes» que
corresponde a los que tengan 12 años cumplidos hasta los 18 (artículo 2).

Ahora bien, las palpables carencias de técnica legislativa, surgen cuando la disposición de la Ley
Orgánica de Registro Civil apunta que para los «niños» son los padres o representantes los que pueden
realizar la solicitud y en el caso de «adolescente mayor de 14 años», además de los representantes
legales, puede el joven personalmente requerir la modificación de su apelativo individual, la curiosidad
surge al plantearse qué ocurre con los adolescentes con 12 o 13 años de edad, es decir, que regla les
sería aplicable, la respuesta no se apetece tan clara, siendo que en un inicio se puede afirmar que para
tales sujetos de derecho los padres o representantes estarían facultados para realizar la petición de
forma exclusiva, algunos más extremistas pueden sugerir que del texto se deduce una exclusión o
sustracción y en tales edades el legislador consideró que por la transición en el desarrollo del joven no
era aconsejable realizar tales trámites que podrían afectar la personalidad del sujeto, una última posición
induciría a pensar que en atención al «ejercicio progresivo de los derechos y garantías» (artículo 13 de la
Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes) y las potestades reguladas en los
artículos 85 de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, referidas al ejercicio
directo del derecho a petición capacidad para realizar solicitudes a órganos administrativos, podría
incluirse dentro de los legitimados a los adolescente aunque tengan 12 o 13 años que demuestren
entender las implicaciones de la petición del cambio propuesto, quedando en conclusión facultados
para realizar por sí la reclamación de modificación en cuestión43.

No obstante las anteriores especulaciones y la resolución a que se llegue según el método hermenéutico
empleado, cabe rememorar que la facultad de los padres de representar a los hijos menores de edad no
emancipados surge no del artículo 146 de la Ley Orgánica de Registro Civil, sino de la patria potestad,
la cual, se encuentra compuesta –entre varios atributos–, por la representación, ello según tenor expreso
de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (artículo 348), que incluye en
términos amplios todos aquellos aspectos relevante que no sean de carácter personalísimos, de allí que
se pueda afirmar sin temor que al ser las modificaciones de nombre un aspecto delicado pero no intuitu
personae –en este último caso lo serían el acto de testar o el matrimonio, por citar los supuestos más
emblemáticos– puede entenderse legitimados a los padres para solicitar el cambio en examen.


43Estos adolescentes podrían ser asistidos por un defensor público si no cuentan con abogado de su confianza
(artículo 170-B literal b, de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes). Pudiendo
notificarse del procedimiento administrativo al Ministerio Público a los efectos que sea un veedor de la legalidad
(artículo 170 literal d, eiusdem). Sobre este asunto la legislación española en la ya comentada Ley 20/2011 del
Registro Civil, señala: «Artículo 57.- Reglas comunes al cambio de nombre y apellidos (…) 3. Los cambios
señalados en los párrafos anteriores podrán ser solicitados por el propio interesado si es mayor de 16 años».

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

Pues bien, ante las anteriores dudas parece que el Consejo Nacional Electoral se hizo eco y en el
Reglamento de la Ley Orgánica de Registro Civil incorporo una disposición específica que regla la
«Facultad para solicitar cambio de nombre propio», a saber:

Artículo 91.- Podrá solicitar cambio de nombre propio: 1. El interesado cuando sea mayor de
edad o adolescente mayor de 14 años. 2. El padre, la madre o representante, en los casos de
niños, niñas o adolescentes menores de 14 años. 3. El mandatario mediante poder autentico; en
los casos en que el interesado se encuentre en el extranjero. En este caso el poder debe estar
apostillado o legalizado (…) En ningún caso procederá el cambio de nombre de persona
fallecida.

De la norma reproducida se deduce que el Reglamento interpreto que la Ley erro en la fijación de los
tipos etarios y por ello distingue entre menores de 14 años y de dicha edad en adelante a los efectos de
los legitimados para solicitar el cambio del nombre propio. Empero, se debe indicar que resulta
inapropiado el condicionar el uso de la representación voluntaria únicamente para personas que se
encuentran fuera del país, ya que tal restricción limita indebidamente el ejercicio de un derecho de la
personalidad de forma irracional y revive las ya evidenciadas desconfianzas a los funcionarios
registrales.

En lo tocante a la petición de modificación, cuando el niño o adolescente en cuestión se encuentre


protegido por una medida de colocación familiar, se restringió la solicitud a que medie como requisito
previo autorización judicial, emitida por el tribunal de protección 44 , ello por considerarse que la
situación podría presentarse a fraudes a la institución familiar que es temporal y persigue reintegrar el
niño o adolescente a su familia biológica o a una familia adoptiva (artículos 396 y 397-D de la Ley
Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes)45.

Por último, el trámite es en sede administrativa y según el procedimiento diseñado para las
rectificaciones por «errores materiales»46. Concretamente, el artículo 147 de la Ley Orgánica de Registro

44 Competencia establecida conforme al artículo 177 parágrafo segundo literal l, de la Ley Orgánica para la

Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, en concordancia con el artículo 156 de la Ley Orgánica de Registro
Civil.
45 Léase el artículo 85 de la Ley Orgánica de Registro Civil, donde se restringe igualmente en la hipótesis de la

colocación familiar la posibilidad de regularizar la inscripción del nacimiento a que medie autorización del
tribunal. Sin embargo, debe recordarse que esta medida de protección es dictada por el tribunal (artículos 128, 129
y 394 de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes) y él ejerce un control sobre la misma
(artículos 131 y 401-B eiusdem), por ello se juzga demasiado receloso el legislador al establecer dichas trabas. Vid.
VARELA CÁCERES, Edison Lucio: «La colocación familiar como medida de protección de los niños y
adolescentes». En: Revista de Derecho de la Defensa Pública. N° 2. Caracas, 2016, pp. 303 y ss.
46 Sobre las rectificaciones por yerros materiales, conviene indicar que las mismas en el caso de niños y

adolescentes se habían atribuido a los Consejos de Protección (artículo 516 de la Ley Orgánica para la Protección

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

Civil indica los requerimientos que debe contener la solicitud y el artículo 148 señala el decurso
administrativo con los lapsos y recursos relacionados al proceso, aspectos interesantes pero que se
analizaran en otra oportunidad al referirnos a las rectificaciones de las actas del Registro del Estado
Civil47.

Por lo demás, conviene recordar que ya la legislación permitía los cambios de nombre propio en
materia de adopción, ello desde la Ley sobre Adopción de 1972 (artículo 55), así se autorizaba bajo
ciertas condiciones que el juez de la causa acordará conjuntamente con la adopción la «modificación del
nombre propio del adoptado». Actualmente la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y
Adolescentes ha establecido lo siguiente:

Artículo 494.- Contenido de la solicitud. En la solicitud de adopción se debe expresar: (…) c)


Identificación de cada uno de los niños, niñas o adolescentes por adoptar y señalamiento de sus
respectivas fechas de nacimiento, nacionalidad y residencia habitual; si se solicita la
modificación del nombre propio de uno o más de estos niños, niñas o adolescentes, se indicará
el o los nombres que sustituirán a los anteriores…
Artículo 500.- Decisión. De no haber oposición a la adopción o de declararse improcedente la
misma, el juez o jueza debe proceder, de inmediato, a oír la opinión del niño o niña o el
consentimiento del adolescente, tanto con respecto a la adopción, como a la modificación de su
nombre propio, si es el caso…
Artículo 501.- Decreto de adopción. El decreto que acuerde la adopción debe expresar si la
misma es individual o conjunta, nacional o internacional. El adoptado o adoptada debe
conservar su nombre propio, a menos que se haya solicitado oportunamente la modificación
del mismo y el juez o jueza la autorice.

Sobre este supuesto específico de modificación de nombre individual, indicábamos que existen diversos
argumentos que justifican que el legislador haya reglamentado de forma concreta esta posibilidad de
cambio de nombre en caso de adopción; razonamientos que se pueden visualizar desde dos
perspectivas: por un lado el naciente nombre civil generado con la adopción, permite una adaptación
más sencilla del adoptado a su nuevo entorno familiar y social. Lo descrito garantizaría en el supuesto
que el nombre anterior sea inadecuado a los convencionalismos sociales imperantes en el medio donde
se desarrollará el infante, que el mismo no se convierta en un óbice para su desarrollo integral y en
síntesis lo libraría de una lesión en su dignidad. Pero lo expuesto no es absoluto; es decir, a toda


de Niños, Niñas y Adolescentes), no con la mejor técnica deseable, sin embargo el legislador oportunamente
enmendó el capote y derogo tal sinsentido (Disposición Derogatoria Quinta de la Ley Orgánica de Registro Civil).
Vid. VARELA CÁCERES, Edison: «La rectificación de las actas del Registro del Estado Civil por errores materiales,
regulada en la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes». En: Revista de la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Políticas. N° 135. UCV. Caracas, pp. 339 y ss.
47 Una panorámica sobre el procedimiento de rectificación, puede obtenerse en DOMÍNGUEZ GUILLÉN, María

Candelaria: «La rectificación de partidas: Referencia sustantiva y algunas notas procedimentales». En: Revista de la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. N° 135. UCV. Caracas, pp. 245 y ss. y VARELA CÁCERES: art. cit. («Visión
jurisprudencial…»), pp. 371 y ss.

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

solicitud no debe responderse afirmativamente admitiendo el cambio requerido, ya que cada caso se
debe analizar prudentemente, con la intención de no lesionar la personalidad del adoptado con un
cambio no consentido o no querido. Por ello es indispensable que el juez valore apropiadamente la
opinión del adoptado en el transcurso del procedimiento en relación a la modificación de su nombre de
pila48. Por otra parte, desde una perspectiva práctica la modificación en estos casos se justificaría por no
afectar los principios que rigen el Registro del Estado Civil. En efecto, una de las derivaciones jurídicas
que genera la adopción, es «que se levante una nueva partida de nacimiento en los libros
correspondientes», según el artículo 504 de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y
Adolescentes y que se proceda a la «invalidación de la partida original de nacimiento», artículo 505
eiusdem; lo descrito permite claramente que en el acta de nacimiento que se elabora de acuerdo al
decreto de adopción se modifique el nombre del adoptado y así igualmente se indique los apellidos que
corresponderán al adoptado según la nueva filiación establecida, borrándose «los vínculos del adoptado
con sus padres consanguíneos».

En fin, se puede subrayar que las modificaciones de nombre propio procede según nuestro sistema
actual, bajo criterios excepcionales, a saber, por vía autónoma según un trámite administrativo para
aquellas hipótesis donde se evidencie que el contenido del nombre es lesivo a la dignidad del titular del
derecho, sea ello por ser ignominioso, extravagante o ininteligible en su composición o contradictorio
con el sexo legal del evocado con tal apelativo. Procede el cambio por vía de consecuencia, en aquellos
supuestos donde se solicite dentro de un procedimiento judicial de adopción y siempre que tal petición
se encuentre justificada a juicio de tribunal. Para todos aquellos casos que no puedan ser encasillados en
los parámetros antes examinados con detalle, verbi gratia: uso reiterado, cambios caprichosos o atinentes
a apellidos, entre otros, la mutación resulta improcedente, ello en el entendido que si bien el nombre
civil no es inalterable, si es estable o constante en el tiempo y esa persistencia viene dada porque su
contenido no se ve expuesto a transformaciones sin justificativo constitucional o legal.

9.1.3.2. Los apellidos


En cuanto a los apellidos –patronímico o nombre de familia, términos equivalentes–, resulta oportuno
apuntar que los mismos consisten en vocablos que individualizan a la persona según su pertenencia ha
determinado núcleo familiar, ellos además de coadyuvar a formar el nombre civil y en tal sentido


48 Se reitera, es fundamental que en todo cambio de apelativo referido a un menor de edad, ya sea dentro del
trámite de adopción –judicial– o según lo establecido en el artículo 146 de la Ley Orgánica de Registro Civil –
administrativo–, que el adolescente exprese su consentimiento en relación al cambio solicitado o en el supuesto
que el cambio recaiga en un niño que sea oída su opinión al respecto, para que el mismo sea procedente ello por
estar al frente de un derecho de la personalidad y exigirlo el artículo 80 parágrafo primero de la Ley Orgánica para
la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes.

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

cumplir funciones identificatorías, ponen en descubierto en la mayoría de los casos la filiación del sujeto
o al menos señala un dato relevante para asociar cuáles son los progenitores de una determinada
persona.

Los apellidos tienen ciertas cualidades que lo diferencian claramente del nombre propio 49 , así el
patronímico viene determinado por una transmisión paternal, es decir, los apellidos de los progenitores
forman el de los hijos, circunstancia que evidencia que tales vocablos no son libremente escogidos por
persona alguna –salvo el caso particular de los niños abandonados–, al contrario, son precisados según
la filiación que ostente el sujeto titular del derecho al nombre civil. Por demás, los apellidos están
asociados a una larga tradición que va delineando sus contornos y de allí que las palabras usadas como
nombre familiar se correspondan a términos que en su significado ordinario, representan cualidades,
objetos, lugares, entre otros, además de vocativos que únicamente son de usanza para designar a las
personas50.

9.1.3.2.1. Determinación de los apellidos


Sobre este tema el legislador se ha preocupado un poco en establecer las reglas básicas que rigen el
establecimiento de los apellidos de las personas, con la clara intención de que el asunto no se maneje de
manera discrecional por los particulares, así pues al igual que el nombre propio los apellidos quedan
indicados en el acta de nacimiento, tal como se infiere del artículo 93 N° 4 de la Ley Orgánica de
Registro Civil, sin embargo a diferencia del prenombre, los apellidos, en principio, se establecen de
acuerdo a la filiación que ha quedado precisada con la declaración del nacimiento. Concretamente de
los artículos 235 al 239 del Código Civil se desprenden las pautas atinentes a este asunto, a saber:

i. El primer apellido del padre y el primer apellido de la madre forman, en ese orden, los apellidos de los
hijos (artículo 235). En caso de adopción se aplica la misma regla (artículo 502 de la Ley Orgánica para
la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes). En otras legislaciones se permite alterar el orden de los
apellidos, no obstante, nuestros tribunales han calificado que tal opción es incompatible al
ordenamiento jurídico patrio51. Así también es oportuno aclarar que la legislación venezolana no admite
la unión de los apellidos de un determinado progenitor con un guión, para usarlos como unidad, dicha


49 LÓPEZ SÁNCHEZ: ob. cit. («Los derechos de las personas…»), pp. 279-280, «La diferencia entre ambos se

evidencia especialmente en la esfera de la autonomía de la voluntad, pues así como el primero es de libre elección
por las personas legitimadas legalmente para su imposición –con algunas limitaciones–, el segundo, en cambio,
viene determinado preceptivamente por la filiación».
50 En nuestro caso de herencia española, tal y como se visualiza en el uso de dos apellidos, sistema de tradición

ibérica que se remonta al siglo XVI. Cfr., LUCES GIL: ob. cit. (El nombre civil…), p. 25.
51 Cfr., TSJ/SCS, sent. N° 014, de 20-01-04. Véase los argumentos que en contra de la tesis judicial fijamos en

VARELA CÁCERES: ob. cit. (Los principios sectoriales…), pp. 125 y ss.

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

práctica que es de origen español y más específicamente de algunas comunidades autonómicas, queda
claramente al margen del artículo aquí comentado, de allí que no debe el registrador consentir su uso.

ii. Es necesario para poseer los apellidos de los progenitores que se encuentre legalmente probada la
filiación, con indiferencia de las formas con que quede precisada –reconocimiento, presunción pater is
quem nuptiae demonstrant, etcétera–52.

iii. Si con la inscripción del acta de nacimiento en el Registro del Estado Civil, constan los vínculos de
filiación respectivos, tal acta indicará los mismos y serán de uso obligatorio por el presentado.

iv. En el supuesto que la filiación establecida para el momento de elaborar el acta de nacimiento sea la
de solamente un progenitor el hijo tendrá derecho a llevar los dos apellidos de tal padre, siendo tal uso
facultativo y si éste nada más tuviera un apellido podrá optar en repetir dicho patronímico (artículo 238
del Código Civil)53. En materia de adopción se puede señalar que la Ley Orgánica para la Protección de
Niños, Niñas y Adolescentes, altera la regla anterior, ya que el artículo 502 expone de forma diáfana:
«… En caso de adopción individual, el adoptado o adoptada debe llevar los apellidos del o de la
adoptante», es decir, se expresa en términos categóricos.

52 Sobre este aspecto actualmente han surgido cierta «innovaciones» nada afables al sistema que origina

distorsiones inadecuadas, tal es el caso de la Ley para Protección de las Familias, la Maternidad y la Paternidad
(artículos 21 y ss.), la TSJ/SC, sent. N° 1443, de 14-08-08, o el Reglamento de la Ley Orgánica de Registro Civil
(artículos 26 y ss.). Los primeros dos instrumento han sido comentados oportunamente por la doctrina, Cfr.
DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit. (Manual de Derecho de Familia), p. 331, VARELA CÁCERES: art. cit. («La identidad
biológica…»), pp. 237 y ss. y VARELA CÁCERES: art. cit. («El principio de unidad…»), passim. Concretamente del
Reglamento conviene comentar el artículo 26 que establece: «… el registrador o registradora civil, hará la
inscripción del niño o niña conforme a los datos indicados por la madre, incluyendo la identificación de quien
haya sido señalado como padre y elaborará inmediatamente el Acta de Nacimiento, con el apellido del presunto
padre y de la madre…»; y el artículo 34 disciplina: «Cuando la declaración del nacimiento de niño o niña o
adolescente sea realizada por el padre, y la madre se encuentre unida en vínculo matrimonial con persona distinta
a quien está haciendo la presentación, el Registrador o Registradora Civil hará la inscripción con los datos
indicados por los presentantes, quienes se atribuyen la calidad de progenitores…» En fin, no corresponde en este
espacio desarrollar los inconvenientes teóricos y prácticos de tal originalidad, únicamente se menciona que en el
primer caso el procedimiento sugiere el levantamiento de dos actas de nacimiento una al momento de la
declaración y otra cuando el vínculo filial se ha confirmado, originando un clima de inseguridad jurídica nada
acorde con los principios que informar el Registro del Estado Civil y para el segundo se pretende dejar sin valor
parcialmente la presunción legal establecida en el artículo 201 del Código Civil a través de una norma sublegal,
cuando lo correcto sería resolver el problema desde la raíz, es decir, reformar el modelo del divorcio haciéndolo
más expeditos y libre, vid. VARELA CÁCERES, Edison Lucio: «La última sentencia de divorcio de la Sala
Constitucional (comentarios a la sentencia N° 693 de fecha 2 de junio de 2015)». En: Revista Venezolana de
Legislación y Jurisprudencia. N° 6. Caracas, 2016, pp. 145 y ss.
53 Es diáfano que la intención de la norma glosada es que la asignación de un apellido no se convierta en un

elemento revelador de la filiación y con ello de discriminación social, sin embargo, la formula no es muy
afortunada ya que cualquiera que conozca las reglas al respecto puede intuir que un sujeto que tenga iguales
apellidos que su progenitor es en la definición hoy anacrónica un «hijo natural». Otros modelos autorizan la
inversión de los apellidos del progenitor y así ocultar con mayor propiedad el origen familiar. Siendo el origen un
aspecto personalísimo y reservado, tal y como lo evidencia el artículo 60 de la Ley Orgánica de Registro Civil al
declarar: «… la información referidas a la filiación (de los niños y adolescentes) tendrán carácter confidencial…».

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

Sobre este particular DOMÍNGUEZ GUILLÉN indica que la disposición «se materializa de derecho o
automáticamente al precisarse la individualización o ante el Servicio Nacional de Identificación»54. Vale
aclarar que en el modelo diseñado por el Código Civil generalmente la partida de nacimiento se reducía
a indicar los nombres de pila del presentado y la identificación de los progenitores y con dichos datos se
deducía que los apellidos allí indicados correspondían el hijo según las reglas comentadas supra 55 ,
entonces era al momento de emitirse la cédula de identidad o el pasaporte donde se ejercía la facultad
de llevar ambos apellidos del progenitor con que se ha establecido la filiación o el de repetir el único
que esté último posea. Recuérdese que lo que se decide es el «uso», no el «derecho» que se tiene a los
apellidos y mucho menos la filiación que se deduce de ellos.

v. En los casos donde después de levantada el acta de nacimiento se determine la filiación con el otro
progenitor, el hijo podrá seguir usando sus anteriores apellidos o los que correspondan según el nuevo
nexo filial establecido. En este último caso, deberá notificarlo al Ente encargado de emitir el documento
de identidad –cédula o pasaporte–, presentando el comprobante que acredite la filiación –acta del
Registro del Estado Civil, sentencia u otro instrumento establecido en la Ley para probar el respectivo
nexo–. De ser la persona menor de 18 años de edad no emancipado los progenitores podrán formalizar
el cambio indicado, previa autorización del tribunal de protección quien deberá en todo momento oír al
niño o adolescente (artículos 236 y 237 del Código Civil).

Sobre la anterior regla, no se puede dejar de señalar que en la praxis se observa que todo depende de sí
al momento de solicitar la emisión del documento de identidad: «cédula», «pasaporte» o su renovación,
en el acta de nacimiento señala la filiación con un progenitor o el correspondiente a ambos padres, sea
esto por fijarlo originalmente o constar en nota marginal respectiva, si ese fuere el caso los funcionarios,
sin mediar argumento que valga, proceden a rotular los apellidos que del documento se infieren, lo que
origina que dicha facultad sea un simple deseo.

Ahora bien, conviene agregar que en otras legislaciones como la española ocurre que por regla general
toda alteración de apellidos, ya sea de los progenitores por rectificación o por establecimiento de
filiación ocasiona «automáticamente» una adecuación de los apellidos de la persona, eso sí siempre que
este último se encuentre en minoridad y bajo patria potestad. Esta última tendencia foránea, podría
resultar beneficiosa en nuestro nuevo Sistema de Registro que al ser electrónico y sistematizado según


54DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit. (Ensayos sobre capacidad…), p. 578.
55Vid. los modelos establecidos con el Decreto del primero de enero de 1873, cuando se secularizo el Registro
Civil, reproducidos en SANOJO: ob. cit. (Instituciones de Derecho Civil…), t. I, pp. 333 y ss.

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

un «expediente civil único», permitiría mantener uniformidad en los datos relativos a los apellidos y los
documentos probatorios que lo acreditan56.

vi. Las personas que no tengan ningún nexo de filiación legalmente establecido, verbi gratia por haber
sido abandonados, el registrador les asignará dos apellidos «… quien cuidará de no lesionar intereses
legítimos del niño recién nacido ni de terceros…», (artículo 91 de la Ley Orgánica de Registro Civil y
artículo 239 del Código Civil). De establecerse posteriormente la filiación, señala la Ley Orgánica «se
procederá a invalidar el acta de nacimiento originalmente extendida y se asentará el acta de nacimiento
con los datos de los padres biológicos».

Por último, se debe indicar que en lo tocante al cambio de apellidos ellos ocurren por vía de
consecuencia, es decir, son producto de la alteración de la filiación y no requiere de procedimiento
especial, la inscripción de la nota marginal que haga referencia al documento donde conste el nuevo
nexo de filiación en el Registro del Estado Civil es suficiente para que opere la adecuación de los
recientes apellidos y con ello los documentos de identidad, contrario a lo que acontece con el nombre
propio que admite excepcionalmente su modificación por vía directa, como se señaló supra.

Empero, del examen de la institución se cree posible la admisión extraordinaria del cambio de apellido
por vía principal, ello sería únicamente en la hipótesis antes descrita regulada en el artículo 91 de la Ley
Orgánica de Registro Civil y para los casos donde si bien el registrador asignó dos apellidos al
presentado, los mismos «lesionan sus intereses legítimos», ponderados objetivamente, siendo que sobre
los apellidos se goza igualmente de un derecho a tutela57 y que los determinados en dicho supuesto no
proceden a causa de tradición alguna o vínculo de filiación, por ser provisionales, entonces resultaría
justificado admitir un cambio cuando los mismos lesionan los legítimos derechos del titular, verbi gratia
términos como «Huérfano», «Expósito» o «Plaza Bolívar», aludiendo a las circunstancias del
abandono58.


56 Tal parece que es el criterio que se deduce de la Ley Orgánica de Registro Civil, la cual en el artículo 98 señala

que toda decisión que modifique la filiación debe participarse al órgano competente en materia de identificación,
función que solamente se justificaría si se pretende adecuar los datos de los documentos de identidad por ellos
expedidos al estado filial establecido, igual notificación debe realizarse por los tribunales al Registro del Estado
Civil según el artículo 152 eiusdem, en concordancia con el artículo 41 del Reglamento. En todo caso, se reitera que
el modelo del Código señala que es facultativo el cambio en los apellidos como consecuencia de alteración en la
filiación.
57 Recuérdese el artículo 56 de la Constitución y el artículo 18 de la Convención Americana de Derechos

Humanos.
58 En el Derecho español a que se ha realizado reiteradas confrontaciones se admite expresamente los cambios de

apellidos por vía principal, véase los artículos 53 y ss. de la Ley 20 /2011 del Registro Civil, donde se regulan
diversos supuestos.

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

Considérese que la intención con la asignación del nombre civil por el registrador no persigue
únicamente garantizar la correcta identificación del sujeto abandonado, sino que a su vez se debe tutelar
su intimidad y así prevenir que trascienda su origen desconocido. Por ello los apellidos no pueden en
ningún momento avizorar sobre tal aspecto. Ahora bien, sobre el trámite del referido cambio se puede
pensar en acudir al procedimiento para rectificación, en aplicación a un decurso similar, no obstante
resulta afín el curioso procedimiento de «nulidad de las actas», por contenido «contrario en la ley», ya
que justamente la Ley permite anular está cuando se logra la identificación de los progenitores, en la
hipótesis aquí planteada aunque no se establezca la filiación se puede resarcir el daño que causa un
apellido determinado ilegalmente a través del trámite administrativo desarrollado ante la Oficina
Nacional de Registro Civil (artículo 150 N° 1, eiusdem)59.

9.1.3.2.2. El apellido de la mujer casada


El único caso donde procede la adición de apellido, distinto a lo determinado por la filiación es el de la
mujer que al contraer nupcias incorpora a su apellido el del marido60, ello como una práctica social que
el ordenamiento ha elevado a la categoría de derecho, así el Código Civil al regular los derechos de
carácter personal derivados del matrimonio determina lo siguiente:

Artículo 137.- (…) La mujer casada podrá usar el apellido del marido. Este derecho subsiste
aún después de la disolución del matrimonio por causa de muerte, mientras no contraiga
nuevas nupcias. La negativa de la mujer casada a usar el apellido del marido no se considerará,
en ningún caso, como falta a los deberes que la Ley impone por efecto del matrimonio.

Del artículo citado se desprende que no es obligatorio, sino facultativo el que la mujer casada use el
apellido del marido. Igualmente, el derecho a conservar el apellido adicionado únicamente procede por
viudez y no en caso de divorcio61. La referencia a la negativa en la norma está vinculada con la tesis
anterior a la reforma del Código Civil, que consideraba que si la mujer no adicionaba el apellido cometía
contra el marido injuria grave, capaz de constituir causal de divorcio, salvo motivos justificados.


59 DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit. (Ensayos sobre capacidad…), p. 602, además indica «el cambio de apellido pudiese
tener lugar en el caso venezolano por vía excepcional al igual que el prenombre o nombre de pila, en aquellos
supuestos en que el apellido afecte la dignidad de la persona», agregando «Dicho cambio de apellido precisaría a
falta de previsión de la Ley Orgánica de Registro Civil del procedimiento de rectificación previsto en los artículo
768 y ss. del Código de Procedimiento Civil».
60 Como comenta LÓPEZ HERRERA, Francisco: Derecho de Familia. Tomo I. 2ª, UCAB. Caracas, 2006, p. 82, la

antigua Corte Suprema de Justicia en Sala Plena, estableció «… en Venezuela el marido no tiene el derecho de
usar el apellido de su esposa». Vid. Jurisprudencia venezolana Ramírez & Garay. Tomo CXLIII. Caracas, 1997, p. 822.
61 DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit. (Ensayos sobre capacidad…), p. 592, destaca que tampoco puede conservar el

apellido del excónyuge en el caso que el matrimonio sea anulado, así medie buena fe de la mujer.

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

En cuanto a la manera de hacer la adición, la ley vigente no lo regula expresamente, sin embrago la
extinta Ley Electoral de 1959 indicaba en su artículo 50 Nº 2, que la forma consistía en añadir al
apellido de soltera el del marido anteponiéndole la preposición «de», lo cual en todo caso representa una
costumbre jurídica arraigada en nuestro medio62.

Por último, a título ilustrativo, la Sala Constitucional ante un recurso de interpretación del artículo 77 de
la Constitución, en concordancia con el artículo 137 del Código Civil, determinó con carácter
vinculante, lo siguiente:

A juicio de esta Sala, la utilización de apellidos distintos al propio, como sería para la mujer el
del marido, es un derecho que le nace solamente del acto matrimonial, que se ve sostenido por
el acta de matrimonio que refleja un nuevo estado civil (…) el uso del apellido del marido por
la mujer, a juicio de la Sala, no puede ser utilizado por quien no ha contraído matrimonio63.

9.1.4. Protección del nombre civil


En nuestro ordenamiento jurídico no existen normas específicas que diseñen mecanismos de
protección de los derechos de la personalidad y menos aún del nombre, de allí que en términos
generales se aplican las garantías equivalentes que tutelan a todos los derechos fundamentales, tales
como el amparo constitucional, la responsabilidad civil por hecho ilícito o por abuso de derecho64, o las
pretensiones de restitución o cese de amenazas contra derechos guarecidos.

Entonces, se tiene una gran imprecisión en este tema, sin dejar de lado que en materia penal existen
algunos tipos que castigan las conductas que de forma directa a través de la ocultación de la identidad
generan un daño a un bien jurídico penal protegido, tal sería el caso del tipo estafa y otros fraudes y más
indirectamente la alteración de documentos públicos, donde cabría la falsificación de documentos de
identidad.


62 DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit. (Ensayos sobre capacidad…), pp. 549-588, apunta que el organismo público

encargado de emitir la cédula de identidad para la hipótesis de las mujeres casadas que deseen usar el apellido del
cónyuge, una vez acreditado el nexo a través de la partida de matrimonio suelen conservar en el documento la
indicación del primer apellido añadiendo el primero del esposo precedido de la partícula «de», y agrega que esa es
la forma más acabada ya que ello permite «denotar que se trata del estado de casada», pues el prescindir de la
indicada preposición «crea confusión en torno al verdadero estado de la mujer, que se pudiera entender como
indicativo del estado familiar –filiación– y no de esposa».
63 TSJ/SC, sent. N° 1682, de 15-07-05, jurisprudencia que sienta las bases para la interpretación de la institución

de las uniones estables de hecho, léase variados comentarios de dicha doctrina en: VARELA CÁCERES: art. cit. («El
Derecho de Familia…»), pp. 69 y ss. DOMÍNGUEZ GUILLÉN: ob. cit. (Manual de Derecho de Familia), pp. 478 y ss.
Vid. Revista de Derecho. N° 27. TSJ. Caracas, 2008, passim.
64 Cfr., DOMÍNGUEZ GUILLÉN, María Candelaria y VARELA CÁCERES, Edison Lucio: «El abuso del derecho. Un

estudio tres autores». En: Revista Venezolana de Legislación y Jurisprudencia. N° 8. Caracas, 2017, pp. 515 y ss.

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

En definitiva, pereciera que la protección del nombre en el aspecto civil, gira entorno a la tutela
registral, es decir, a su protección a través de mecanismos administrativos y judiciales que resguardan
los asientos del Registro del Estado Civil y entre ellos los que tengan que ver con el nombre civil.

9.2. Otras figuras que identifican


Como se dejó perfectamente ilustrado al inicio el nombre civil representa un signo de identificación –
para ser más exacto el principal término verbal de individualización– pero la dinámica social ha exigido
que se establezcan otras figuras que coadyuvan en la función de fijar al hombre como único e
irrepetible, eso sí con carácter secundario. Así, destacan como institutos complementarios el
seudónimo, el apodo65 y otros más variados englobados con la denominación de «generales de ley», los
cuales se comentan brevemente de seguida:

9.2.1. El seudónimo
Este vocativo verbal de identificación representa un conjunto de palabras que la persona se auto asigna
con la finalidad de ser precisada a través de tales términos dentro de un concreto campo social y no
según su nombre civil que queda reservado para los actos estrictamente jurídicos. Así pues, se puede
indicar que existe aquiescencia en la doctrina en ponderar al seudónimo como una manifestación que
surge de manera abierta, directa y espontánea para quien lo usa, con el objetivo principal de destacarse
con una denominación más acorde al ámbito en el cual se desenvuelve profesional o artísticamente,
pero con la plena conciencia que dicho apelativo libremente escogido de forma unilateral, no representa
su nombre civil66.

En fin, como señala DOMÍNGUEZ GUILLÉN, lo que distingue al nombre civil del seudónimo es la
forma de determinación, el nombre es dado por un tercero y el seudónimo es «libremente escogido por
el sujeto»67. En lo que respecta a sus efectos jurídicos nuestro ordenamiento jurídico no regula esta


65 TSJ/SC, sent. N° 1020, de 11-08-00, ha calificado que el seudónimo y el sobrenombre «son signos distintivos

de la persona», aunque «no tienen la misma entidad que el nombre civil como elemento de identidad».
66 Así ZOTTO, Rodolfo: El seudónimo. Astrea. 2003, p. 4, señala: «El seudónimo es una designación voluntaria –

autoconstrucción– que la persona se da a sí misma para ser identificado por los demás», www.astrea.com.ar.
BATLLE, citado en LUCES GIL: ob. cit. (El nombre civil…), p. 29, lo conceptualiza como una designación
«convencional, ficticia y libremente elegido por el individuo para disfrazar su personalidad en un sector
determinado de su actividad». A su vez, agrega LUCES GIL que este signo verbal sirve: «para realzar de un modo
más expresivo y eufónico la personalidad del que lo adopta», de allí su estructura o composición «suele ser más
abreviada y compendiosa que la del nombre civil» y al ser su adopción «siempre voluntaria y contingente (…)
puede ser libremente cambiado o abandonado» (pp. 30-31).
67 DOMÍNGUEZ GUILLÉN: art. cit. («El nombre civil»), p. 255.

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

figura68, salvo la referencia en la Ley sobre Derechos de Autor que disciplina que el autor de una obras
es la persona de cuyo nombre se expresa como creador o la persona que ha empleado un seudónimo,
siempre que «no deje lugar a dudas sobre la identidad de la persona que se presenta como autor de la
obra» (artículo 7).

9.2.2. El sobrenombre
El sobrenombre –apodo, alias o mote– es un signo verbal de usanza familiar o coloquial, el mismo es
atribuido dentro de un grupo social y toma en consideración algunas características físicas, de carácter o
familiar del sujeto para su precisión. Tal vocativo, que generalmente está compuesto por una palabra –
pudiendo incluir un artículo– no tiene repercusiones legales y por su composición generalmente es de
contenido negativo o despreciativo, lo que implica en muchos casos una lesión en la dignidad de la
persona que es identificada a través del mismo69. No obstante, en el ámbito criminal puede ser de
interés en el contexto que los delincuentes suelen usarlos como medio para ocultar su verdadera
identidad, de allí que en materia penal se pondere el apodo a manera de complemento de la identidad
legal del autor del delito.

9.2.3. Los generales de ley


Por su parte, los generales de ley o «menciones de identidad» no son signos verbales, corresponde más
bien a características particulares del sujeto que de alguna forma facilitan su precisión e
individualización, ellos son el número único de identidad70, el estado civil, el sexo, el domicilio, entre
otros71. Es obvio que muchos de estos elementos son de gran utilidad para inquirir si la persona que se
identifica a través de ellos puede detentar determinados derechos. Así pues, el estado civil de casado
permite deducir en la hipótesis de la venta de un inmueble que el mismo se presume dentro de la
comunidad de gananciales y para que tal enajenación sea perfecta debe el otro cónyuge manifestar su
aquiescencia sobre el negocio; otro ejemplo puede ser la edad que facilita saber si se posee determinada


68 Como sí ocurre en el Derecho argentino donde el Código Civil y Comercial de la Nación de 2015, establece
«Artículo 72. Seudónimo El seudónimo notorio goza de la tutela del nombre», lo mismo indicaba la Ley N° 18248
de 1969.
69 DOMÍNGUEZ GUILLÉN: art. cit. («El nombre civil»), p. 261, parafraseando al autor PLINER, indica: «el apodo o

mote es una manera irregular de nombrar a las personas, de ordinario con sentido peyorativo», agregando «La
importancia jurídica del sobrenombre es escasa».
70 Sobre la asignación de un número inmutable de identidad, ha señalado LUCES GIL: ob. cit. (El nombre civil…), p.

19, el mismo «puede ser de gran utilidad en la esfera administrativa oficial. Pero la individualización humana a
través de un número, por eficaz y útil que sea, no deja de parecernos masificadora y poco grata. El número
personal de identidad tan solo es tolerable como instrumento complementario de individualización, pero no
puede sustituir al nombre», vid. VARELA CÁCERES: ob. cit. (Los principios sectoriales…), pp. 148 y ss.
71 LUCES GIL: ob. cit. (El nombre civil…), p. 47, expresa la obligatoriedad de «estas menciones individualizadora ha

sido también establecida en numerosas disposiciones legales» y entre ellas destaca: «la filiación, la edad o fecha de
nacimiento, el estado civil, la naturaleza, los títulos, profesiones u oficios, el domicilio o residencia, la nacionalidad
y el número del documento nacional de identidad, o del pasaporte, en su caso».

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

capacidad, como por ejemplo, en el caso del testamento se requiere que como mínimo el testador tenga
una edad de 16 años, así sucesivamente los elementos señalados cumple una función mucho más amplia
que la de fungir de meros complementos para identificar a la persona.

En fin, se puede señalar que para las diferentes actuaciones ante los órganos del Estado se exige indicar
además del nombre civil del sujeto que realiza determinada diligencia, los generales de ley, tal sería el
caso de los actos registrables, actuaciones judiciales y administrativas en general72.

9.3. Los documentos de identidad y la prueba del nombre civil


El nombre civil es un medio que garantiza, en la mayoría de los casos, individualizar a las personas
naturales, sin embargo, en determinados actos se requiere probar la identificación para disfrutar de
ciertos derechos, es decir, demostrar que la persona de que se trata es verdaderamente tal y no otra, es a
través del nombre civil y demás generales de ley que el sujeto puede evidenciar su cualidad particular y
con ello la titularidad de las facultades en las que tiene interés. Así pues, el nombre se manifiesta por
medio de instrumentos que el ordenamiento jurídico ha creado con la finalidad de permitir la correcta
identificación de todo ser humano en todo momento.

Entonces, se hace referencia a los documentos públicos destinados a la identificación jurídica de una
persona, y a la prueba de ella; tanto la Ley Orgánica de Identificación (artículo 6), como la Ley Orgánica
para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (artículo 22), regulan el derecho a poseer
documentos públicos de identidad, a objeto de demostrar la identificación.

Ahora bien, los documentos a que alude la Ley Orgánica de Identificación, son los siguientes: «el acta
de nacimiento (…) y la cédula de identidad» (artículo 3), habría que añadir el pasaporte que según la
Exposición de motivo y artículo 8, es un medio de identificación.

Examínese con detalle cada uno de los medios de identificación, agregando un aparte para el
«certificado médico de nacimiento», por las implicaciones que el mismo tiene en la individualización de
los niños y adolescentes y el levantamiento del acta de nacimiento.

9.3.1. El certificado médico de nacimiento


Esta certificación, tarjeta o ficha médica de nacimiento no representa en propiedad un documento de
identidad, pero cumple una función capital en la identificación de los sujetos ya que por una parte

72 Vid. para el supuesto de documentos registrados (artículo 1913 del Código Civil); testigo al evacuar la prueba

(artículo 486 del Código de Procedimiento Civil).

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

facilita corroborar que cierto niño ha nacido de determinada mujer y con ello deviene el establecimiento
del nexo filiatorio materno, según el artículo 197 del Código Civil. La Ley Orgánica para la Protección
de Niños, Niñas y Adolescentes lo regula en el artículo 17, indicando concretamente:

Artículo 17.- Derecho a la identificación. Todos los niños y niñas tienen el derecho a ser
identificados o identificadas, inmediatamente después de su nacimiento. A tal efecto, el Estado
debe garantizar que los recién nacidos y las recién nacidas sean identificados o identificadas
obligatoria y oportunamente, estableciendo el vínculo filial con la madre.
Parágrafo Primero. Las instituciones, centros y servicios de salud, públicos y privados, deben
llevar un registro de los casos de nacimientos que se produzcan en los mismos, por medio de
fichas médicas individuales, en las cuales constará, además de los datos médicos pertinentes, la
identificación del recién nacido o recién nacida mediante el registro de su impresión dactilar y
plantar, y la impresión dactilar, nombre y la edad de la madre, así como la fecha y hora del
nacimiento del niño, sin perjuicio de otros métodos de identificación.
Parágrafo Segundo. Las declaraciones formuladas a la máxima autoridad de la institución
pública de salud donde nace el niño o niña, constituyen prueba de la filiación, en los mismos
términos que las declaraciones hechas ante los funcionarios del Registro del Estado Civil.

En sintonía con lo anterior, la Ley Orgánica de Registro Civil determina en la disposición 92, que: «El
certificado médico de nacimiento, es el instrumento requerido para efectuar la declaración y promover
la inscripción en el Registro Civil de los nacimientos ocurridos en los establecimientos de salud. Las
personas debidamente autorizadas para asistir los nacimientos están obligadas a emitir este certificado»,
en concordancia con el artículo 22 Nº 1 del Reglamento.

Este documento no establece legalmente el nombre civil del recién nacido e incluso no es necesario que
se indique en su contenido, como se comentó73. Su finalidad es determinar con precisión el vínculo
materno y servir como elemento probatorio del hecho jurídico del nacimiento para proceder a la
inscripción de tal hecho en el Registro del Estado Civil. También, cumple una función estadística para
el sistema de salud pública, mediante el cual se recoge información relevante para determinar la
mortalidad y natalidad infantil74.


73 No obstante, en la práctica forense los formatos de certificado médico señalan un espacio donde se indica el
nombre propio del neonato, lo anterior, como se indicó, ha generado complicaciones al momento de la
inscripción del nacimiento en el Registro del Estado Civil, ya que algunos registradores en atención a la
designación preliminar prohíben la indicación de un apelativo distinto al que consta en la mencionada tarjeta de
nacimiento, lo cual, es claramente un yerro en la apreciación de los conceptos básicos que rigen la institución, ya
que tal dato viene precisado legalmente con el acta de nacimiento y el certificado solamente corrobora que ocurrió
el hecho jurídico del alumbramiento que se desea anotar en el Registro y no cuál es el nombre civil del niño.
74 Por otra parte, el artículo 9 de la Ley para Protección de las Familias, la Maternidad y la Paternidad, le otorga

poder probatorio al «certificado de nacimiento del niño o niña, expedido por un centro de salud público o
privado, en el cual conste su carácter de progenitor», a los efectos que el padre trabajador disfrute de los
permisos, licencias o beneficios asociados a la paternidad por nacimiento. Sobre este aspecto, se es de la opinión
que dicho carácter puede implicar algunas dificultades prácticas, si bien es cierto que el artículo 17 parágrafo
segundo de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes indica que las declaraciones
formuladas ante la autoridad que emite el certificado en cuestión pueden entenderse como un reconocimiento de

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

9.3.2. La partida de nacimiento


El primer documento de identidad al cual tiene derecho toda persona natural, lo representa el acta de
nacimiento levantada por el funcionario competente e inscrita en el Registro del Estado Civil,
conceptualizada como un documento físico y digital que recoge la información relevante en relación al
nacimiento de una persona en específico, sirviendo de prueba y de información, primordialmente del
hecho del nacimiento, además de corroborar otros datos de interés como el número único de identidad,
el nombre civil, la filiación, edad, sexo y lugar de nacimiento.

La Ley Orgánica de Identificación en su artículo 6, establece que la individualización de los venezolanos


menores de nueve años se hará mediante la presentación de su partida de nacimiento y que una vez
cumplida dicha edad se les expedirá la respectiva cédula de identidad. Lo anterior implica atribuirle a la
partida de nacimiento el carácter de medio de identificación. Ciertamente, del acta de nacimiento se
efectúa por el Registro del Estado Civil reproducciones o copias fieles denominadas «partidas» y ellas
sirven para demostrar el nombre civil de una persona determinada75. El acta es indestructible una vez
realizada76, pero su contenido se puede alterar por medio de un procedimiento administrativo o judicial
de rectificación y otros cambios permitidos por la Ley, el cual a través de un sistema de notas
marginales permite salvar los errores o modificaciones hechas sobre los datos indicados en el
documento.

La importancia de este instrumento de identidad en relación al nombre es capital, ya que como se


indicó, el acta de nacimiento es el elemento formal que determina el contenido del nombre de pila y
reproduce los apellidos. En otras palabras, antes del acta de nacimiento inscrita en el Registro del
Estado Civil no se posee legalmente un nombre propio en específico, así también cualquier documento
posterior debe necesariamente coincidir, en lo que respecta al nombre de pila, con lo expresado en el
acta para que tenga valor legal. Por lo anterior, el nombre propio se delimita en el instante de inscribir el
nacimiento en el Registro y según el acta elaborada al respecto y no varía por el simple hecho que antes


la filiación ello debe quedar reflejado de forma patente en el documento, cosa que actualmente no ocurre al ser el
formato utilizado muy escueto en este punto, lo cual en definitiva podría contradecir el espíritu de la Ley
Orgánica que para promocionar el reconocimiento de los hijos, limita que los trabajadores obtengan beneficios o
prestaciones de cualquier naturaleza por concepto de nacimiento o de existencia de hijos, sin la correspondiente
prueba de «la filiación legalmente establecida de éstos» (artículo 24).
75 Vid. artículo 155 de la Ley Orgánica de Registro Civil, en concordancia con los artículos 118 y ss. del

Reglamento.
76 Excepcionalmente la legislación regula supuestos donde un acta es «invalidada» y sustituida por otra. Vid. el

artículo 91 de la Ley Orgánica de Registro Civil y el artículo 27 de la Ley para Protección de las Familias, la
Maternidad y la Paternidad. Igualmente, el Reglamento incorpora varios supuestos –a nuestro juicio
desafortunados– donde se permite invalidar un acta ya levantada (artículos 30, 31 y 40).

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

o después se utilice en diferentes documentos un nombre distinto, salvo los supuestos de cambio de
nombre propio señalados supra.

9.3.3. La cédula de identidad


La cédula de identidad es un documento público expedido por el organismo competente del Estado,
que tiene como finalidad principal y exclusiva probar la identidad de su titular en sus diferentes
actuaciones jurídicas. Por su parte, LUCES GIL parafraseando al ordenamiento español, indica que el
documento de identidad: «es un documento público, de carácter personalísimo y obligatorio, que
constituye el medio ordinario y fehaciente de acreditar la identidad», adicionando que el mismo se
constituye en «el medio de prueba ordinario de la identidad de la persona, que hace fe, salvo
demostración en contrario, de los datos personales en él consignados»77.

PÉREZ LUCIANI, expresa: «la expedición de la cédula de identidad es indudablemente un acto jurídico
cuyo efecto principal es la seguridad o certidumbre respecto de la identidad de una persona (…) De
modo que el efecto jurídico de la cédula de identidad, más importante, consiste en la legitimación de los
ciudadanos para cumplir actos de Derecho»78. Concretamente, la Ley Orgánica de Identificación en su
artículo 13, señala las funciones de este medio de individualización:

Artículo 13.- La cédula de identidad constituye el documento principal de identificación para


los actos civiles, mercantiles, administrativos, judiciales y para todos aquellos casos en los cuales
su presentación sea exigida por la ley. Su expedición será de carácter gratuito y de uso personal
e intransferible.

Por su parte, el artículo 16 de la Ley citada, determina las especificaciones que contendrá este
documento, entre los que se destacan: apellidos y nombres, fecha de nacimiento, número único de
identidad, estado civil, fotografía a color, firma e impresión dactilar, firma del funcionario autorizado y
nacionalidad.


77 LUCES GIL: ob. cit. (El nombre civil…), pp. 15-52. NÚÑEZ MAROTO, Herminio: «El Decreto 196/1976, regulador
de Documento Nacional de Identidad: su incidencia en el procedimiento administrativo». En: Documentación
Administración. N° 170. INAP. Madrid, 1976, pp. 157-159, lo define como un documento público «que hace fe de
los datos personales que en él se consigna y que constituye el único y exclusivo justificante completo de la
identificación de la persona», añadiendo: «Por ser documento, hay que distinguir en él (…) una base física o
soporte, un corpus tal que reúna las condiciones básicas suficientes para garantizar su calidad, inalterabilidad e
imposibilidad de falsificación, a la vez que ha de ser (…) ligero y resistente, puesto que es obligatorio llevarlo
siempre consigo», siendo «su fuerza probatoria depende mucho más de los documentos que para su expedición ha
de aportar el particular».
78 PÉREZ LUCIANI, Gonzalo: «Vigencia temporal de la ‘cédula de identidad’». En: Revista de Derecho. N° 2. TSJ.

Caracas, 2002, p. 170.

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EDISON LUCIO VARELA CÁCERES

En lo que respecta al otorgamiento de la cédula, esta procede «con la sola presentación de la partida de
nacimiento» para los venezolanos por nacimiento 79 . Entonces los datos que integran la cédula de
identidad, y en especial el nombre civil son extraídos principalmente del instrumento que deja
constancia de la inscripción del nacimiento en el Registro del Estado Civil del respectivo titular,
generando que en ambos documentos exista necesaria coincidencia. Ahora bien, se reitera que la cédula
es expedida según los datos contenidos en la partida de nacimiento del titular, agregándose como
nuevos elementos: la foto, la firma autógrafa, la huella dactilar y la especificación del estado civil del
titular del documento80. Entonces, el nombre civil indicado en la cédula debe ser exacto al señalado en
la partida de nacimiento presentada como requerimiento de expedición.

9.3.4. El pasaporte
Es un documento de identidad personal expedido por la autoridad competente y que permite el libre
paso o tránsito de un país a otro, se libra a favor de los nacionales que deseen trasladarse al extranjero y
en el mismo además de constar los datos de identidad del titular se reseña el objeto del viaje y el
momento de entrada y de salida o visado81. La Ley Orgánica de Identificación señala en su artículo 8:
«Los extranjeros se identificarán mediante su pasaporte…» Entonces, de acuerdo con lo dicho, este
instrumento además de servir de medio de identificación, cumple unas funciones de control sobre el
traslado de personas entre las distintas naciones y permite corroborar la identidad de aquellos sujetos
que ingrese a un determinado Estado en cualidad de extranjero.

Conclusión
Como colofón, se puede indicar que se ambicionó plasmar breves pinceladas sobre una institución de
largo abolengo pero que en la actualidad ha tenido un especial desarrollo legislativo y doctrinario.
Básicamente se explicó los contenidos capitales asociados al nombre civil y se reseñó los puntos
concretos donde se han observado modificaciones recientes, ello fundamentalmente a través de la Ley
Orgánica de Registro Civil y su Reglamento.

79 A tenor del artículo 17 de la Ley Orgánica de Identificación. Cfr., FEBRES CORDERO, Eloy: El Registro del Estado
Civil comentarios y jurisprudencia. ULA. Mérida, 1969, p. 33, quien aclara: «La partida de nacimiento, es documento
básico para la identificación personal, y sin ella, los funcionarios competentes, no pueden extender las cédulas de
identidad». PITA MERCÉ, Rodrigo: «La figura del encargado del Registro Civil en su aspecto de jurista». En: Boletín
del Ministerio de Justicia. Nº 543. Madrid, 1963, p. 9, «El documento nacional de identidad debe tener por su base en
el folio de nacimiento (…) ya que ahora son frecuentes discordancias entre el contenido registral y el del
documento nacional de identidad, que habría que evitar».
80 En lo que respecta al «número único de identidad», el mismo viene ahora determinado con la inscripción en el

Registro del Estado Civil, ya sea por anotación del nacimiento, nacionalidad o residencia, en este último caso para
extranjeros (artículo 55 de la Ley Orgánica de Registro Civil). Así pues, el artículo 57 eiusdem, señala: «A toda
persona inscrita en el Registro Civil se le asignará un código individual denominado número único de identidad.
Todos los medios de identificación reconocidos por el Estado venezolano adecuarán y contendrán el número
único de identidad”, vid. VARELA CÁCERES: ob. cit. (Los principios sectoriales…), pp. 148 y ss.
81 Cfr., CABANELLAS y ALCALÁ-ZAMORA Y CASTILLO: ob. cit. (Diccionario enciclopédico…), t. V, p. 135.

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LECCIONES DE DERECHO CIVIL I PERSONAS

Así, uno de los ángulos que resultó de mayor provecho para la compresión del instituto, es lo referido a
la determinación tanto del nombre propio como del apellido, desde su perspectiva legal, en el caso del
nombre de pila la Ley precisa los obligados a establecerlo, todo ello muy ligado a la inscripción del
nacimiento en el Registro del Estado Civil. Lamentablemente el legislador se abstiene de profundizar en
cuanto a las limitaciones del contenido del derecho, es decir, en lo tocante al tipo de palabras que
pueden usarse como vocablos identificatorios, así como el número de palabras a señalar como
prenombre. No obstante, es allí donde cobra importancia cardinal el tener preclaras ideas sobre los
caracteres del nombre civil, que como se apuntó es: general, obligatorio, estable y sintético, siendo por
naturaleza un derecho de la personalidad.

Entonces, es a través de la hermenéutica de los anteriores caracteres y los principios que se puede
determinar con cierta fidelidad las pautas que fungen como restricciones racionales a la hora de la
fijación del nombre de pila, primordialmente se apela a ponderar el lozano rol que desempeña el
registrador dentro del trámite de elaboración del acta de nacimiento ya que es en dicho momento
donde se debe corregir los defectos de fondo que puedan tener los nombres preliminarmente asignados
al neonato. Pues bien, como se recordara la principal guía que detenta el registrador es valorar que el
nombre propio es un derecho de la personalidad y como tal se encuentra impregnado de estimaciones
esenciales entre la que descuella la dignidad como parámetro delimitador de la libertad designativa. Por
ello se concluye, que toda selección de nombre propio que atente contra la dignidad del titular del
derecho debe repelerse inmediatamente y principalmente por el funcionario del Registro, ello es
fundamental si se quiere cambiar el panorama sombrío de personas con nombres lesivos que los afecta
moralmente en la infancia, que incluso no llegan a superar en la adultez.

Por otra parte, un asunto que ha cosechado especial interés es lo referente a la modificación del nombre
propio, dicho tema estuvo envuelto en tinieblas por prolongada época, escena que ahora queda disipada
al establecerse con mediana claridad la posibilidad de tal opción, así como los supuestos que la hacen
admisibles y el procedimiento. En resumidas cuentas, se puede rememorar que ahora el nombre propio
puede ser objeto de cambio, si el mismo es infamante, lacera la integridad moral, el honor o reputación,
es decir, si los vocablos que lo compone lesionan la dignidad, así como también si el mismo no
corresponde con el sexo del titular. Siendo el decurso mediante el cual se sustancia la alteración del
nombre propio de carácter administrativo.

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