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Las 4 crisis que cada matrimonio debe atravesar

El matrimonio es una carrera de maratón, no una de velocidad. Es un viaje muy largo, que tiene muchas
curvas y giros. Para poder llegar al final con el amor y la alegría intacta, atravesarás, casi seguramente,
por cada una de las siguientes crisis matrimoniales.
La crisis del pecado
El periodo de noviazgo se trata de ver y amar lo mejor en el otro, y así debería ser. En las primeras citas
nos enfocamos en el descubrimiento y el deleite, mientras que el matrimonio es acerca de la transparencia
y la realidad. Una vez bajo el mismo techo y bajo las mismas cobijas, no pasa demasiado tiempo para
que descubramos las imperfecciones de nuestra pareja. Puede ser devastador el proceso de aprender que
tu ser amado es un pecador.
Anota esto: Tu marido va a pecar. No va a poder estar a la altura de sus propias buenas intenciones.
Anota esto: Tu esposa pecará. Ella te amará menos de lo que debería, y amará otras cosas más de lo que
debería, y todo eso no será beneficioso ni para ella ni para tu matrimonio.
Te casaste con un pecador. Ahora debes lidiar con eso.
No dejes que el pecado que deberías saber que ahí estaría te robe tu gozo o tu compromiso.
La Biblia es muy clara cuando dice: “Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Ro.
3:23). “Todos” han pecado y están destituidos de la gloria de Dios.
Si ese versículo es cierto, y por supuesto que lo es, entonces tarde o temprano descubrirás que predice
con precisión el comportamiento de tu ser querido. Él o ella pecará. Te sentirás decepcionado. Serás
herido. Pero puedes perdonar.
Jesús dijo: “Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces
al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: ‘Me arrepiento,’ perdónalo” (Lc. 17:3-4).
Incluso antes de ser marido y mujer, ustedes son hermano y hermana en Cristo. Tu hermano pecará. Si
se arrepiente, debes perdonarlo. Si él peca contra ti siete veces en el día y viene siete veces diciendo:
“Me arrepiento”, debes perdonarlo.
Si este versículo es teóricamente difícil de obedecer cuando estás soltero, se convierte en una crisis
explosiva cuando se aplica a tu matrimonio.
El pecado vendrá. Lo enfrentarás en tu matrimonio, y para superarlo, debes aprender a perdonar.
La crisis del conflicto
Durante el noviazgo, todo es descubrir y disfrutar lo que tienen en común, y de cómo se complementan.
Amas la manera en que ella entiende tu sentido del humor; a ti te encanta lo bueno que él es con los
pequeños detalles. Y así es como debería ser, pero el matrimonio te llevará, inevitablemente, al reino del
conflicto.
No hay personas perfectas y no hay parejas perfectas; solo existen los matrimonios compuestos por dos
pecadores en diversas etapas de crecimiento y recuperación. Por lo tanto, habrá conflicto. Habrá lugares

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donde el pecado hará brotar la imperfección. Habrá momentos en que el pecado saldrá a relucir debido a
nuevos desafíos, nuevas privaciones, y nuevas responsabilidades.
No entres en pánico, y no comiencen a maltratarse.
Esto no es una prueba de que te casaste con la persona equivocada. Esto es solo una prueba de que tú no
eres una persona perfecta. Estás en desarrollo, tu pareja está en desarrollo; por lo tanto, el conflicto es
inevitable.
No dejes que el conflicto que deberías haber anticipado que existiría te robe tu fe, o amenace tu
compromiso. La Biblia dice que el conflicto puede ser algo bueno. “Mejor es la reprensión franca que el
amor encubierto. Fieles son las heridas del amigo” (Pr. 27:5-6); y “el hierro con hierro se afila, y un
hombre aguza a otro” (Pr. 27:17).
La Biblia no es reacia al conflicto. Mas bien, reconoce que el conflicto, en el contexto de una relación
amorosa comprometida, puede servir para refinar y santificar a ambas partes. El conflicto revela nuestros
ídolos ocultos. Santiago 4 dice:
“¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten
en sus miembros? Ustedes codician y no tienen, por eso cometen homicidio. Son envidiosos y no pueden
obtener, por eso combaten y hacen guerra” (vv. 1-2).
Cuando nos enojamos el uno con el otro, cuando gritamos, y cuando golpeamos el suelo con los pies,
revelamos cuáles son las cosas que amamos demasiado. Tal vez sea nuestra propia dignidad. Quizá sean
nuestras posesiones. Tal vez sea que se hagan las cosas a nuestra manera. Quizá son nuestros hijos. Tal
vez sea el sexo. Tal vez sea nuestra profesión. Quizás sea nuestra privacidad.
Una cosa es segura, si vives en un ámbito cerrado con otro ser humano por un período de tiempo,
descubrirás cuál es esa cosa que amas demasiado. Te enojarás. Te volverás irracionalmente molesto, y
perderás la compostura. Esto puede ser algo bueno. Te dice dónde están los esqueletos ocultos de tu
corazón, y te muestra dónde excavar.
Cuando el conflicto venga, y tenlo por seguro que lo hará, trabajen juntos para descubrir y derribar a sus
ídolos ocultos.
La crisis de los niños
Los niños son una bendición del Señor, pero comienzan como una carga sobre el matrimonio. No hay
forma de evitarlo, y no debería causarnos vergüenza el admitirlo.
Los niños son una carga.
Son muy demandantes. Requieren una atención constante y no pueden ser ignorados.
Si eras egoísta cuando te casaste (y casi con seguridad que sí lo eras), los niños arreglarán eso
rápidamente. Serás empujado hacia los bordes de tu mundo marital más rápido de lo que puedes decir
“pañal sucio”. Y eso se convertirá en una crisis.
Pero te recuperarás.
No significa que no deberías haber tenido niños. Simplemente significa que tienes que dejar de ser uno.

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No dejes que esos niños por los que oraste, y que anhelaste, te roben tu intimidad o tu compromiso.
Recibe a cualquier niño que el Señor traiga a tu matrimonio como un regalo y una bendición de la mano
de Dios, pero ten cuidado de que no se conviertan en tu ídolo. La Biblia dice: “Un don del Señor son los
hijos, y recompensa es el fruto del vientre” (Sal. 127:3).
Recíbelos como tales, trátalos como tales. Pero no dejes que se conviertan en un ídolo. La Biblia también
dice:
“Jesús les respondió: ‘¿No han leído que Aquél que los creó, desde el principio los hizo varón y hembra,
y dijo: «Por esta razón el hombre dejara a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán
una sola carne»? Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún
hombre lo separe”, Mateo 19:4-6.
A los niños nunca se les debería permitir amenazar la primacía de la relación de una sola carne en el
matrimonio. Los niños provienen de esa unión, pero no se les debe permitir que se interpongan entre ella.
Tampoco debes permitir que se interpongan entre tú y el Señor. Jesús fue igualmente claro acerca de eso.
Él dijo: “El que ama al hijo o a la hija más que a Mí, no es digno de Mí” (Mt 10:37).
El regalo de los niños puede crear una crisis en su matrimonio, y una crisis en su vida espiritual. Si los
recibes tal cual como te fueron dados, ellos serán una bendición; pero si les permites convertirse en
ídolos, traerán una maldición.
Trabajen juntos para mantener a sus hijos en su lugar.
La crisis de la pérdida
La mañana del día de su boda representará, probablemente, el punto mas alto en los niveles de optimismo
y esperanza —¡y así debería ser! Hay tantas cosas que se abren adelante de ti en ese día: la posibilidad
de los niños, la anticipación de un nuevo hogar, la perspectiva de la vida, la misión y el trabajo con ese
ser que amas y adoras. Deberías estar emocionado, ¡y hasta sentirte como aturdido por la esperanza y las
posibilidades! Pero debes prepararte para la pérdida y la decepción.
Porque ambas vendrán.
Jesús dijo: “En el mundo tienen tribulación…” (Jn. 16:33). Esa es una declaración categórica muy
inquietante. Tú tienes tribulación. No dice que tal vez tengas. Tu tendrás. Tendrás tribulación, pérdida,
frustración, y dificultades. A menos que Jesús vuelva antes, la pérdida, las dificultades, el sufrimiento, y
el dolor seguramente vendrán.
Y cuando lleguen, y créeme que lo harán, no significa que Dios ha dejado de bendecirte; ni tampoco
significa que Él ha dejado de amarte. Simplemente significa que vives en el planeta Tierra.
No dejes que esa pérdida y ese dolor, por los que oraste para que no vinieran, te roben la esperanza o el
compromiso.
En el Antiguo Testamento, Job enfrentó uno de los peores dolores, y una de las más grandes pérdidas
que cualquier ser humano podría imaginar. Perdió a todos sus hijos en un solo día. Sus diez hijos murieron
en un desastre natural, y cuando Job recibió la noticia, la Biblia dice:

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“Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró, y dijo:
‘Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea
el nombre del Señor’”, Job 1:20-21.
He oído a algunos padres citar este pasaje de memoria durante el funeral de su hijo adolescente. Lo he
oído entre sollozos con fe, a través de las lágrimas de un hombre y su esposa, cuyo bebé murió en la sala
de partos.
En tu matrimonio no habrá mayor pérdida ni crisis más grande que esta.
Ya sea la pérdida de un niño, o la incapacidad de tenerlos, o la muerte espiritual y apostasía de tu hijo, o
la falta de salud, o la pérdida de un trabajo, o la muerte de un sueño; tarde o temprano tendrás que
enfrentarte con la crisis de la pérdida en tu matrimonio.
Y cuando llegue, no se vuelvan el uno contra el otro. No se culpen entre ustedes ni se alejen entre sí. Mas
bien, únanse. Encuentren consuelo y refugio el uno en el otro.
¡Para eso es la amistad! ¡Para esto es el matrimonio, por sobre todas las otras cosas!
“Y si alguien puede prevalecer contra el que está solo, dos lo resistirán. Un cordel de tres hilos no se
rompe fácilmente”, Eclesiastés 4:12.
Me gusta mucho lo que dice Matthew Henry acerca de este versículo: “Dos juntos lo compara a un cordón
triple; porque donde dos están estrechamente unidos en santo amor y comunión, Cristo mediante el
Espíritu vendrá a ellos y será el tercero.” 1
Cuando la crisis visite tu matrimonio; cuando sean asaltados por el pecado, por el conflicto o por el
cambio, o por los niños o por la pérdida… ¡nunca te rindas ni entregues tus vínculos de compañerismo y
amor santo! ¡No te rindas! ¡Manténganse firmes, y esperen a que Cristo venga en el Espíritu y sea el
tercero!
Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente. Tu sufrirás. Y lograrás pasar la crisis, y le darás a Dios
la gloria, cuando por su gracia llegues al otro lado.
Aun así, ven Señor Jesús.
Antes de casarte, cuestiona tu relación
Desde mi divorcio, las personas me han preguntado una y otra vez: “¿Había algunas señales de alerta
cuando ustedes dos estaban saliendo?”. La verdad es: ninguna muy llamativa.
Sé que eso no es lo que la gente quiere escuchar. Quieren una manera de asegurar que la persona con la
que se casan no los decepcionará. No les fallará. No se transformará en alguien más. Pero cuando te
casas, como señala Elisabeth Elliot, “te casas con un pecador”. Te comprometes con una persona falible
y con un futuro incierto. Si tú también estás comprometido a caminar en obediencia y a buscar la gloria
de Dios, cuando las decepciones y las pruebas vengan al matrimonio, puedes aferrarte al Dios que nunca
falla o abandona a sus hijos.
Pero aunque ninguno de nosotros puede predecir el futuro, es sabio hacerte preguntas sobre tu relación
antes de comprometerte con el matrimonio. La forma en que tu pareja trata a la camarera que te sirve la

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cena, interactúa con la gente en la iglesia, pasa su tiempo, trata tu pureza, y usa su dinero son indicadores
del tipo de cónyuge que probablemente será.
Cuando estamos envueltos en sentimientos románticos, puede ser difícil ver con claridad. Si somos
honestos, a veces no queremos ver claramente, ya que podría significar que necesitamos terminar una
relación que disfrutamos, o decir adiós a alguien que amamos. Pero si amamos a Dios y a su Palabra,
buscaremos su sabiduría (Stg. 1:5).
Una manera de buscar su sabiduría es hacer ciertas preguntas sobre la persona con la que estás. Aquí hay
siete.
1. ¿Cómo ve a Dios?
A. W. Tozer dijo: “Lo que viene a nuestras mentes cuando pensamos en Dios es lo más importante sobre
nosotros”. Si eres un cristiano, lo que tu pareja piensa acerca de Dios debe ser lo más importante acerca
de él o ella para ti. No solo lo que cree teológicamente, sino también cómo ama a Dios devocionalmente.
El tipo de persona con la que quieres construir una vida se esforzará por amar a Dios con todo su corazón,
alma, mente, y fuerzas (Lc. 10:27).
2. ¿Cómo ve la iglesia local?
La iglesia es la novia de Cristo. Si la persona con la que estás dice que ama a Jesús, también amará a su
novia. Verá valor en asistir a la iglesia (He. 10:25). Él o ella habitualmente no contará chismes ni
calumniará a los miembros del cuerpo. Él o ella humildemente buscará compañerismo y rendición de
cuentas de creyentes mayores y piadosos. Hace unos años tuve un amigo que me dijo que no podía pensar
en una persona en su iglesia que él respetara lo suficiente como para pedirle consejo. Él prefería volar en
solitario. Si la persona con la que estás siente que no tiene nada qué aprender de u ofrecer a la iglesia,
esto revela no solo problemas con su teología, sino también falta de amor por lo que Cristo mismo valora.
3. ¿Ama la Palabra de Dios?
¿Tu pareja busca y examina las Escrituras “con todo su corazón”? (Sal. 119:2). No las cumplirá
perfectamente —ninguno de nosotros lo hace—, pero ¿está trabajando continuamente para volverse más
parecido a Cristo? Todos luchamos, como Marta, para dejar lo que estamos haciendo y sentarnos a los
pies de Jesús. Sin embargo, la cantidad de tiempo que pasamos en la Palabra afecta directamente nuestro
amor por Dios y nuestro deseo de crecer como cristianos.
4. ¿Te respeta?
¿Te respeta con sus palabras?
¿Tu pareja te edifica o te derrumba con sus palabras? Las personas pueden cambiar y lo hacen, pero nos
casamos con alguien por lo que es, no por lo que podría ser. La manera en que tu pareja te habla y habla
acerca de ti revela su respeto por ti (o falta del mismo) como portador de la imagen de Dios.
¿Te respeta con sus acciones?
Una pareja que exhibe un comportamiento violento durante el noviazgo es alguien que casi con toda
seguridad exhibirá un comportamiento violento en el matrimonio, probablemente en un grado aun mayor.
Hay perdón para todo pecado, incluyendo temperamentos irritables y arranques violentos, pero continuar

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con alguien que no está dispuesto a trabajar en cambiar esos hábitos no solo es imprudente sino también
peligroso.
Del mismo modo, una pareja que regularmente te presiona a pecar sexualmente revela lo que más desea,
y no es ni tu pureza ni la gloria de Dios. Por la forma en que algunos jóvenes cristianos hablan, es claro
que hay una idea errónea de que el matrimonio resuelve el problema de la lujuria. No lo hace. El pecado
sexual repetido, el uso de la pornografía, y la falta de dominio propio durante el noviazgo seguramente
seguirán a una persona hasta su matrimonio si no lidia con ellos y se arrepiente. Una vez más, hay perdón
por gracia de Dios. Hay nuevos comienzos. Pero la manera en que tu pareja trata tu pureza y la suya es
algo que debe ser discutido, no ignorado.
5. ¿Cómo trata a los demás?
A menudo se ha dicho que la manera en que un hombre trata a su madre y a su hermana revela cómo
tratará eventualmente a su esposa. De la misma manera, la manera en que tu pareja trata a los extraños,
como el cajero en la tienda de comestibles o el camarero en el restaurante, habla de la manera en que ve
a las personas en general; su estima, valor, y dignidad. Esto da una idea de cómo tratará a las personas a
las que quiere ministrar, a tus amigos y familiares, y arroja luz sobre cómo podría tratarte en el
matrimonio una vez que haya terminado la “etapa de luna de miel”.
6. ¿Cómo usa su tiempo y sus recursos?
¿Tiene la persona con la que estás un carácter “sin avaricia” (Heb. 13:5)? ¿Gana, da, y gasta sus recursos
de una manera que refleja un amor que prioriza a Dios y a las personas? Una vez más, se necesita tiempo
para desarrollar estos hábitos. Pero es prudente pensar en la manera en que ambos abordan sus recursos,
ya que gran parte de la vida y el matrimonio involucra decisiones financieras y de mayordomía.
La forma en que pasa su tiempo también revela quién es. ¿Sirve a otros, trabaja duro en su trabajo, y sabe
cómo relajarse? ¿O adora el trabajo como un ídolo? ¿Descuida sus responsabilidades para poder ver
Netflix? El equilibrio entre trabajo y descanso es difícil. Es importante observar estos hábitos en ti mismo
y en tu pareja y discutir cómo buscarán un equilibrio que honre a Dios juntos.
7. ¿Cómo responde a las decepciones y pruebas?
Después de ver a mi marido dejar la fe y nuestro matrimonio, esta pregunta se ha vuelto aún más
importante para mí. Aunque no es un defecto tener un pasado sin pruebas, me gustaría observar cómo mi
pareja potencial lidia con la pérdida y el dolor. ¿Ha pasado por el fuego y ha salido al otro lado aún
aferrándose a Cristo?
La vida está llena de pequeñas frustraciones y decepciones. Incluye llamadas telefónicas devastadoras y
pérdidas inesperadas. ¿Cómo responde tu pareja cuando no consigue lo que quiere? ¿Cómo te trata
cuando está frustrado? ¿Se aleja cuando los tiempos se ponen difíciles? La manera en que responde a las
pruebas habla de su paciencia, y también revela la firmeza de su fe.
Busca la sabiduría, no la perfección
Antes de evaluar a la persona sentada frente a ti, un autoexamen es necesario. ¿Eres el tipo de persona
con quién tu pareja ideal querría estar? ¿Le pides regularmente a Dios que se encargue de pulir tus propios
bordes ásperos? Si no, leer una lista como esta podría producir orgullo en lugar de sabiduría.

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Hacer estas preguntas no se trata de asegurar la felicidad matrimonial, ni tampoco de adquirir una
perfección que solo puede ser encontrada en Jesús. Se trata de honrar a Dios y caminar en sabiduría.
Ignorar los problemas no los hace desaparecer, y negarlos no fortalecerá tu relación. Hablar sobre tus
preocupaciones puede ser difícil e incómodo, incluso podría resultar en una ruptura, pero si amas y
confías en Dios, no tienes qué temer enfrentar estas preguntas de antemano.
5 razones para practicar el cuidado mutuo en el matrimonio
Nunca he conocido a alguien que diga “allá va mi ex-mamá”, o “él es mi ex-primo”. Pero muchas veces
he escuchado a alguien decir, “allí está mi ex-cónyuge”.
De todas las relaciones que podemos desarrollar, la relación matrimonial es la que demanda más cuidado,
puesto que corre el riesgo de perderse. El matrimonio es una de las relaciones más preciosas, pero no es
barata. Necesitamos ser orientados sobre la importancia de invertir en ella.
CUIDÁNDONOS A NOSOTROS MISMOS.
El apóstol Pablo escribió a Timoteo, y por tanto a nosotros, “Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza.
Persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los
que te escuchan” (1 Tim. 4:16).
Allí, el apóstol habla sobre la importancia de cuidar lo que creemos. Pero eso no es lo único que señala.
Con la misma intensidad con que dice “cuida la enseñanza”, también dice “cuídate a ti mismo”.
La doctrina es buena, pero no es todo lo que debemos cuidar. Es un error cuidar solo lo que creemos y
no cómo vivimos.
Por eso, cuando hablamos de cuidarnos en el matrimonio, hablamos de permitir a alguien hacernos
preguntas penetrantes para desafiarnos a crecer.
Dios nos ha hecho un llamado y nos ha dado dones. Lo mejor que podemos hacer es usar esos dones para
el propósito para el cual Dios nos creó. Y cuidarnos mutuamente es ayudarnos a cumplir con ese
propósito; es permitir que alguien nos ayude en el deber de cuidar nuestra propia alma.
El cuidado mutuo se trata de abrir paso a una comunión especial para compartir la fe; se trata de trabajar
juntos para ser acercados a Dios. Cuidarnos es apoyarnos en responder al poder de la fe. Como dice
Filemón 1:6, “Ruego que la comunión de tu fe llegue a ser eficaz por el conocimiento de todo lo bueno
que hay en ustedes mediante Cristo”. Eso es lo que buscamos. El mejor cuidado mutuo es ayudarnos a
que la participación de nuestra fe sea eficaz y produzca frutos en nuestras vidas.
Aquí hay cinco razones para cuidarnos así en el matrimonio.
1. SOMOS LLAMADOS A SER HACEDORES DE LA PALABRA.
En Santiago 1:21-22, leemos: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, reciban
ustedes con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas. Sean hacedores de
la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos”.
No todo en la vida cristiana es desechar la malicia y recibir la Palabra. Necesitamos ser hacedores de la
Palabra, y por eso importa cuidarnos. El conocimiento separado de la obediencia puede ser engañoso.

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A veces nos llenamos de conocimiento y lo que se genera es un monstruo: la cabeza grande, pero el
corazón pequeño. Por tanto, debemos hacer una prioridad de la práctica de la verdad.
Entonces, ¿por qué cuidarnos? Porque no queremos quedarnos solo con conocer la Palabra, sino que
queremos obedecerla.
2. SI NOS NEGAMOS A SUPERVISAR NUESTRAS VIDAS, HABRÁ CONSECUENCIAS.
Si nos negamos a cumplir el mandato de 1 Timoteo 4:16, vendrán consecuencias negativas sobre nosotros
y nuestras familias.
Por eso, la Palabra enseña: “El camino del necio es recto a sus propios ojos, Pero el que escucha consejos
es sabio” (Prov. 12:15). Muchas veces creemos que estamos bien en nuestro andar espiritual, cuando en
realidad no es así.
El carácter de un creyente debe ser maduro. Estamos en un proceso de crecer en santidad. Dios nos recibe
tal y como somos, pero nos ama demasiado para dejarnos así. Es vital que supervisemos nuestras vidas,
y el matrimonio es un excelente contexto para esto.
3. LA GUERRA ENTRE LA CARNE Y EL ESPÍRITU NUNCA TERMINA.
Algunas personas dicen que todos sus problemas se resolvieron cuando llegaron a Jesús. Pero si en verdad
llegaron a la fe, si bien el problema principal está resuelto (nuestra condición de pecadores delante de
Dios), ahora vendrá una nueva serie de problemas que nunca imaginamos.
Cuando crees en Jesús, empiezan muchos problemas para ti. Antes hacías lo que querías y no tenías
ninguna lucha al respecto, pero ahora tienes el Espíritu. Entonces, cuando haces algo que no agrada a
Dios, hay una pelea en tu interior.
Como leemos en Gálatas 5:16-17, “Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne.
Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen
el uno al otro, de manera que ustedes no pueden hacer lo que deseen”.
Necesitamos cuidarnos porque hay una guerra en la que necesitamos avanzar.
4. NO PODEMOS PELEAR ESTA GUERRA SOLOS.
La vida cristiana no es para Rambo o para el llanero solitario. La santidad es un proyecto de comunidad.
Hebreos 3:12-13 nos enseña: “Tengan cuidado, hermanos, no sea que en alguno de ustedes haya un
corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes, exhórtense los unos a los otros cada
día, mientras todavía se dice: ‘Hoy;’ no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del
pecado”.
Necesitamos de otras personas si queremos avanzar en nuestro crecimiento. Y si esto es verdad, entonces
el siguiente punto es evidente.
5. NUESTRO CÓNYUGE EN NUESTRO MEJOR SOCIO EN ESTA META.
No hay nadie en el mundo más adecuado que tu esposo o esposa para ayudarte en tu caminar espiritual.
Dios nos ha dado, en nuestro cónyuge, a alguien lo suficientemente cercano para ayudarnos.
Eclesiastés 4:9-11 es palpable de manera especial en el matrimonio:
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“Más valen dos que uno solo,
Pues tienen mejor pago por su trabajo.
Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero;
Pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!
Además, si dos se acuestan juntos se mantienen calientes,
Pero uno solo ¿cómo se calentará?”.
Anteriormente he enseñado que el fundamento del matrimonio cristiano es experimentar la unidad
especial que Dios crea por medio de su Espiŕ itu, donde los cónyuges desarrollan una relación espiritual
que incluye crecimiento espiritual e intimidad espiritual.
La intimidad espiritual es el sentimiento de cercanía que se percibe entre los cónyuges cuando comparten
su crecimiento espiritual; cuando comparten lo que Dios ha hecho y hace en sus vidas. Y ese es el mayor
regalo que cada parte de la relación puede dar a su pareja. Necesitamos eso en nuestros matrimonios si
queremos avanzar hacia la meta que el Señor tiene para nosotros. Por eso buscamos practicar el cuidado
mutuo en la vida matrimonial.
10 razones comunes pero ilegítimas para divorciarse
Está claro en la Biblia que la intención de Dios para el matrimonio es que permanezca en efecto hasta la
muerte de un cónyuge. Creo que también es muy claro que Dios ha proporcionado un conjunto limitado
de circunstancias en las que un matrimonio puede legítimamente ser cortado. Sin embargo, muchas
personas, incluso cristianos, ofrecen razones para divorciarse que no son sancionadas por Dios. Jim
Newheiser útilmente describe una serie de éstas en su libro Matrimonio, divorcio y nuevo matrimonio:
Preguntas y respuestas críticas (Marriage, Divorce, and Remarriage: Critical Questions and Answers).
Aquí hay 10 razones comunes pero ilegítimas para divorciarse.
1. “Mi cónyuge no es cristiano”, o “Yo no era cristiano cuando me casé con mi cónyuge”. En
ninguna parte de la Biblia se ve esto como fundamento para el divorcio. En 1 Corintios 7:12-13 Pablo
claramente exhorta a hombres y mujeres en tales situaciones a no divorciarse de su cónyuge incrédulo.
En 1 Pedro 3:1-2 las mujeres casadas con incrédulos son llamadas a “estar sujetas a sus maridos, de modo
que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la
conducta de sus mujeres”. En lugar de buscar una oportunidad para salir de la relación, a los cristianos
se les dice que busquen oportunidades para compartir su fe con su cónyuge incrédulo.
2. “No nos casamos en una iglesia”. Mateo 19:6 convierte esto en una excusa ilegítima cuando dice:
“Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe”. El matrimonio es aprobado por Dios y no
depende del contexto en el que los votos se hicieron. Independientemente de dónde se casó, o quién se
casó con usted, si ha hecho un pacto de matrimonio, el Señor espera que lo guarde.
3. “Necesito salir de este matrimonio por el bien de mis hijos”. Esta es, por supuesto, una
preocupación justificable, y una que Pablo no descuida. En 1 Corintios 7:14 dice: “Porque el marido que
no es creyente es santificado por medio de su mujer; y la mujer que no es creyente es santificada por
medio de su marido creyente. De otra manera sus hijos serían inmundos, pero ahora son santos”. Según
Pablo, aquí hay otra oportunidad para soportar por el evangelio, para que sus hijos, también, puedan ver

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su ejemplo piadoso de fe. Sin embargo, en el caso de que su cónyuge represente una amenaza de peligro,
ya sea emocional o abuso físico, la seguridad de sus hijos es una prioridad.
4. “Mi cónyuge es una gran decepción”. “Es un perdedor (mal proveedor)”. “Ella no se ha cuidado
físicamente”. “Nunca me habría casado con esa persona si hubiera sabido en qué me estaba metiendo”.
“Merezco algo mejor”. Incluso el mejor de los matrimonios puede entrar en interludios donde
pensamientos como estos prevalecen por períodos de tiempo. El matrimonio puede ser difícil. Su
cónyuge puede afligirle o decepcionarle en gran medida. Sin embargo, esto no es una excusa legítima
para salir corriendo, sino una oportunidad para derramar amor sobre él o ella (Ro. 12:10), para crecer en
confianza en el Dios que ordenó su matrimonio (Pr. 3:5-6), y para reflejar la fidelidad de Dios hasta el
fin (Mt. 25:23).
5. “Ya no estamos enamorados”. Si Dios nos manda amar a nuestros enemigos (Mt. 5:44), podemos
amar a nuestro cónyuge, aunque no podamos reunir los sentimientos románticos que una vez definieron
las fases del noviazgo o la luna de miel. El pacto matrimonial es vinculante hasta la muerte, no hasta que
uno o ambos se desenamore. Dietrich Bonhoeffer dijo: “Ya no es tu amor el que sostiene el matrimonio,
sino de ahora en adelante, el matrimonio el que sustenta tu amor”. Cuando amas a tu esposo por
obediencia a Cristo, confía en que Dios puede ayudar a que crezca desde el corazón y restaure el romance
que se ha perdido.
6. “Me casé con la persona equivocada”, o “Éramos demasiado jóvenes”. Quizá construiste tu
matrimonio sobre una base de arena. Tal vez tu cónyuge no cumple con tus criterios actuales para un
marido o esposa piadosa. Eso no significa que tu alma gemela todavía esté por ahí esperándote. La idea
de un alma gemela no está enraizada en nada bíblico. La persona que Dios quiso para ti es la persona con
la que estás ahora. Si estás luchando con estos pensamientos, harías bien en confesar cualquier pecado
de desobediencia o necedad ante Dios (1 Jn. 1:8), recibir el perdón de Dios, y continuar en la seguridad
de que Dios trabaja todas las cosas para nuestro bien (Ro. 8:28).
7. “Me debo a mí mismo el ser feliz. Dios no querría que yo fuera infeliz”. Hay una diferencia
crucial entre la felicidad mundana y la felicidad piadosa. La primera depende de la circunstancia, la
última prevalece a pesar de las circunstancias. El Catecismo menor de Westminster afirma: “El propósito
principal del hombre es glorificar a Dios y disfrutarle por siempre”. ¡Dios se preocupa profundamente
por nuestra felicidad eterna! Las temporadas más oscuras del matrimonio pueden tentarle a la
desesperación mientras a su alrededor los matrimonios más felices y saludables brillan más
resplandecientes, pero la verdadera felicidad en Dios empuja a través de esas temporadas para dar gracias
a Dios por cualquier sufrimiento que usted pueda enfrentar para su gloria (1 P. 2:21).
8. “Mi matrimonio es una lucha constante”. En cualquiera de los casos anteriores, los creyentes
pueden ser fieles a los votos que hicieron aunque su matrimonio sea una lucha. Si crees que puedes ser
más feliz fuera de la voluntad de Dios, entonces estás cautivo de una mentira hecha por Satanás. ¿De
verdad quieres enfrentarte a la soberanía y sabiduría de Dios? Gálatas 6:7 dice: “No se dejen engañar, de
Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará”. Es mejor luchar a través
del matrimonio que desafiar a Dios al romper el pacto matrimonial.
9. “Todos mis amigos dicen que debo dejarlo(a)”. Incluso los amigos con las mejores intenciones
pueden desviarte. Esta es la razón por la cual es importante comprometerse con el consejo completo de
Dios en su Palabra, permitiendo que se convierta en tu consejero definitivo, no importa qué opiniones
diferentes escuches en otra parte. Por eso es tan importante escoger sabiamente a los amigos y mantenerse
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alejado de malas compañías (Sal.1:1, 1 Co. 15:33). Rodéate de personas cuya sabiduría está basada en la
verdad bíblica.
10. “Dios me perdonará”. El apóstol Pablo se dirige directamente a esto en Romanos 6:1-2: “¿Qué
diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¡De ningún modo! Nosotros,
que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”. Nuestro Dios está lleno de gracia, pero eso
no debe llevarnos a aprovecharnos de esto al estar atados al pecado. En cambio, debería llevarnos a vivir
en la libertad de su voluntad, deseosos de guardar sus mandamientos. Cristo murió para que ya no
fuéramos esclavos del pecado sino esclavos de la justicia. Jesús dijo: “Si ustedes me aman, guardarán
mis mandamientos” (Jn. 14:15). Si realmente amas a Cristo, no separarás “lo que Dios ha unido” (Mr.
10:9).
La intimidad espiritual en el matrimonio
Recuerdo que en una ocasión, cuando estaba oficializando la boda de una pareja, el novio se salió del
libreto durante la ceremonia.
Parece que se emocionó y le dijo a la novia, delante de una iglesia llena de gente, “Desde este día en
adelante, tú serás segunda en mi vida”. Y se armó un lío. Se escuchó el murmullo de la gente, y entonces
él añadió: “Es que Dios siempre será primero”.
No sé si el novio lo explicó bien en ese momento, pero tenía razón.
En el matrimonio, cada cónyuge debe buscar su crecimiento espiritual a solas con Dios. Cuando están
enfocados en eso, se encuentran listos para el próximo nivel de intimidad en la relación, un nivel al que
he llamado intimidad espiritual.
UNA DEFINICIÓN DE INTIMIDAD ESPIRITUAL
La intimidad espiritual es el sentimiento de cercanía que se percibe entre los cónyuges cuando comparten
su crecimiento espiritual; cuando comparten lo que Dios ha hecho y hace en sus vidas.
En Cristo, como cónyuges, tenemos que entender que somos socios en el matrimonio. Así como en los
negocios los socios deben aportar algo para formar una sociedad, en el matrimonio cada cónyuge debe
aportar lo que está aprendiendo en su caminar con el Señor para que la relación pueda ser refrescada
continuamente.
No podemos dar lo que no tenemos. Antes de tener intimidad espiritual en el matrimonio, debemos
experimentar personalmente el crecimiento espiritual. No se trata de tener el mismo nivel de crecimiento
espiritual que nuestra esposa o esposo, sino de tener algo para compartir de lo que Dios nos ha enseñado.
La paciencia, humildad, actitud, y servicio —que refleja a Cristo y evidencia crecimiento espiritual—
serán necesarias para que la relación matrimonial pueda crecer. Si reflejamos a Cristo de manera
individual, vamos a experimentar bien la intimidad espiritual en el matrimonio.
CARACTERÍSTICAS DE LA INTIMIDAD ESPIRITUAL
Hay mucho que pudiéramos decir al respecto, pero me enfocaré en solo tres características de la intimidad
que surge en el matrimonio cuando compartimos nuestro crecimiento espiritual:
1. Es una unidad que genera fortaleza y estímulo.

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En la unión hay fortaleza, y eso ocurre en el matrimonio. Como dice Eclesiastés 4:9-12:
“Más valen dos que uno solo,
Pues tienen mejor pago por su trabajo.
Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero;
Pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!
Además, si dos se acuestan juntos se mantienen calientes,
Pero uno solo ¿cómo se calentará?
Y si alguien puede prevalecer contra el que está solo,
Dos lo resistirán.
Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente”.
En el matrimonio, cada cónyuge necesita sumar y no restar. Tenemos suficientes problemas en el mundo
como para también tener problemas adentro, en casa. Por eso necesitamos caminar hacia la misma
dirección.
Necesitamos ser un brazo de apoyo en el matrimonio, y cumplimos eso cuando compartimos lo que Dios
nos enseña.
2. Es una unidad que promueve un interés genuino en el otro.
Esto tiene que ver con dedicación. Como dice Filipenses 2:3-4:
“No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes
considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino
más bien los intereses de los demás”.
Debemos traer al matrimonio la actitud humilde que Dios está moldeando en nosotros, y así considerar
a nuestro cónyuge como más importante.
Dios nos ha llamado a amar a nuestros cónyuges desarrollando una actitud de consideración y disfrute
matrimonial.
3. Es una unidad que promueve un disfrute especial como amigos y amantes.
La intimidad espiritual se trata de una relación que alcanza satisfacción.
Aquí aplican las palabras de Romanos 12:10: “Sean afectuosos unos con otros con amor fraternal; con
honra, dándose preferencia unos a otros”.
En el matrimonio, el mayor disfrute se alcanza no por lo que recibimos, sino por lo que damos. La
intimidad espiritual se trata de disfrutar el ayudar, el entender al otro, el caminar juntos.
Así podemos hablar como Cantares 4:9: “Has cautivado mi corazón, hermana mía, esposa mía; Has
cautivado mi corazón con una sola mirada de tus ojos, Con una sola hebra de tu collar”.
Llegando a la intimidad
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Entonces, ¿qué puede hacer que nuestra relación llegue a este nivel de intimidad?
Ese nivel no se alcanza por los viajes que realicemos, ni por las posesiones que tengamos. Todo comienza
cuando se colabora, se dedica, y cuando se celebra en el matrimonio, compartiendo los frutos de nuestro
crecimiento espiritual.
Para esto dependemos por completo de Dios. Él nos ha llamado a una unión que Él hizo y creó. ¿Estamos
buscando su rostro? Nuestro problema no es que pedimos mucho a Dios, sino que pedimos poco. Muchos
matrimonios se han conformado con lo que tienen hasta ahora, pero Dios quiere algo mejor para nosotros.
7 recursos recomendados para esposas
Toda esposa tiene el llamado de ser una ayuda idónea para su esposo (Gen. 1:28), al mismo tiempo que
tiene diversas responsabilidades para las cuales necesita al Señor.
Entendiendo eso, ¿cómo podemos ser mejores esposas? ¿Cómo podemos vivir conforme a la Biblia en
nuestras relaciones con nuestros esposos?
Pensando en esa clase de preguntas, aquí tienes algunos recursos que pueden ser de ayuda especial para
ti y hermanas en la fe que quieran honrar al Señor en el matrimonio.
EL EVANGELIO PARA LA ESPOSA SANTURRONA, POR PATRICIA SALADÍN, CATHERINE
SCHERALDI DE NÚÑEZ, Y LILIANA LLAMBÉS.
“El matrimonio es un medio para crecer en gracia. Como mujeres, hay muchas expectativas que traemos
al matrimonio. Pero a la medida que avanzamos, nos damos cuenta que las cosas no suceden como
nosotros quisiéramos y hasta a veces se ponen peor. ¿Qué pasa en el corazón de la mujer en el
matrimonio? ¿Cómo crecer en gracia y santidad en nuestro matrimonio?”
CUANDO NO SIENTO AMOR POR MI ESPOSO, POR PATRICIA NAMNÚN.
“Cada matrimonio tiene diferentes temporadas, y en algunos matrimonios pueden haber momentos donde
la esposa ya no sienta amor por su marido, ya no tenga deseos de respetarlo o de servirle, y puede que
tenga un corazón seco hacia el hombre que Dios le dio. En este video quiero hablarte de esto: De qué
cosas debemos examinar en nuestras vidas si estamos viviendo una etapa así en nuestro matrimonio, qué
podemos hacer frente a esta falta de amor, y algunas cosas que necesitamos recordar”.
NUESTRO ROL COMO ESPOSAS, POR PILAR HERRERA.
“A diferencia de lo que muchos piensan la prioridad de la mujer casada después del Señor es su marido,
y no sus hijos. Dios ha hecho del matrimonio como la relación que más une: “Por tanto, dejará el hombre
a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”, Génesis 2:24. Dios hizo a la mujer
con el propósito de ser “ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). La Biblia deja claro que este propósito
divino en la creación de la mujer en ninguna manera la hace a ella un ser inferior. La mujer cristiana debe
ser una ayuda a su marido físicamente, emocionalmente, mentalmente y espiritualmente. Ella es el
complemento del hombre. Ella debe ser su ánimo y aquella que le conforta”.
MUJERES QUE AMAN LA PALABRA, POR GABRIELA DE MORALES, PATRICIA DE
NAMNÚN Y CATHERINE DE NÚÑEZ.

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“Toda la Escritura es inspirada por Dios, desde el libro de Génesis hasta el libro de Apocalipsis, y la
verdad es que si yo quiero ser una mejor mamá, una mejor esposa, una mejor hija, una mejor empleada,
una mejor hermana, cualquier contexto en el que yo me encuentre, es la Escritura de manera completa
que me va a transformar, es la Escritura completa que tiene el poder para hacerme una mejor creyente,
porque antes de ser una mujer yo soy una creyente”.
CUANDO MI ESPOSO NO MUESTRA LIDERAZGO EN EL HOGAR, POR LILIANA LLAMBÉS.
“Las Escrituras nos muestran que Dios ha diseñado al hombre para ser cabeza y a la mujer para ser ayuda
idónea y esto nos lleva a complementarnos el uno con el otro. Ahora bien, dada la realidad de que vivimos
en un mundo caído, no siempre cada miembro de la relación vive conforme a su diseño. En ocasiones
son las esposas que no cumplen con su rol de ayuda idónea, pero en este caso quisiera hablar de qué
hacer cuando los esposos no ejercen su papel de líder en el hogar”.
6 SUGERENCIAS PARA CRECER EN INTIMIDAD ESPIRITUAL EN EL MATRIMONIO, POR
LUIS MENDEZ.
“Una de las maneras más difíciles de mantener una relación fresca en el matrimonio es cuidando nuestras
palabras. A veces, cuando hablamos, demolemos, herimos, o decepcionamos a nuestro cónyuge. Otras
veces, nuestra esposa o esposo es inspirado a obedecer a Dios, retado con entusiasmo a esperar en Él.
¿Estás cuidando lo que dices?”.
¿CÓMO SE VE LA SUMISIÓN EN MI VIDA DIARIA?, POR JEANNINY MARTÍNEZ,
CATHERINE NÚÑEZ, Y PATRICIA SALADÍN.
“La sumisión no es un resultado de la Caída, sino parte del orden establecido por Dios en la creación.
Sin embargo, el pecado dificulta el llamado de la esposa a someterse a su esposo. ¿Cómo lidiar con
esto?”.
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