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Materialismo Dialéctico

Categorías

Concepción del mundo y tronco esencial de la teoría marxista, su esencia


filosófica. Elaborada por Marx y Engels y desarrollada a posterioridad por
Lenin e intelectuales, filósofos y políticos marxistas que continúan hoy en
día enriqueciendo, actualizando y diversificando su pensamiento.

El Materialismo Dialéctico nace como pensamiento elaborado a mediados


del siglo XIX, fruto esto de la interconexión indisoluble entre el desarrollo y
avance adquirido por la ciencia y su imbricación en el progreso y
diversificación industrial por un lado; y por otro gracias al empuje y auge de
las luchas sociales y de los movimientos revolucionario, con el surgimiento,
como consecuencia de dicho desarrollo industrial del proletariado como
clase social trabajadora.

La gestación del Materialismo Dialéctico como doctrina elaborada de


pensamiento sacude profundamente los cimientos hasta ese momento
establecidos como dogma en la historia del pensamiento de la humanidad y
por ende en la historia de la propia filosofía, ya que éste, el materialismo
dialéctico, venía a revolucionar tesis asentadas y aceptadas por los distintos
filósofos y escuelas imperantes hasta la fecha, en tanto en cuanto éste
reelaboraba, reescribía de forma crítica, progresiva y concatenada la historia
de la humanidad, las raíces de su propia esencia, desarrollo y relaciones
partiendo desde bases socioeconómicas, y de la relación
objeto/medio/sujeto.

En el plano puramente intelectual y filosófico el materialismo dialéctico bebe


y se alimenta de dos corrientes o escuelas ya presentes; por una parte de la
filosofía materialista defendida desde los tiempos de Demócrito y los
antiguos presocráticos y encarnada en esos momentos por la figura de L.
Feuerbach; y por otra, la escuela de dialéctica del desarrollo y su concepción
dialéctica del mundo y de la naturaleza descrita por Hegel.

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Así pues, la fusión de estas dos corrientes fundamentales precedentes de la
filosofía en el Materialismo Dialéctico y enriquecidas por una nueva
orientación, da como resultado una moderna, fresca y científica Concepción
del mundo.

Aunque el proceso del pensamiento filosófico en intrínseca reciprocidad con


la ciencia y con la praxis histórica de la humanidad, sujeta a leyes objetivas,
indicaban la certeza de los planteamientos y la victoria de la concepción
materialista del mundo; las teorías materialistas hasta entonces padecían de
un defecto fundamental, su sentido metafísico y mecanicista, aunque de
justica es decir que algunas teorías poseían algunos rasgos de Dialéctica, sin
embargo, estas combinaban el materialismo en la concepción de la
naturaleza, con el idealismo en el debate de los fenómenos sociales.

Marx y Engels no copiaron miméticamente las teorías materialistas y la


dialéctica de los idealistas, de forma mecanicista resumiéndolas, o
adaptándolas en un bloque. Sino que, Apoyándose en la Ciencia Natural, en
la praxis histórica de la humanidad, definieron que el materialismo sólo
puede ser científico, si es dialéctico, a la vez que la dialéctica sólo puede ser
genuinamente científica si es materialista.

La vertebración de la sociedad industrial en clases sociales permitió que la


concepción científica del desarrollo social y las leyes que la rigen tomasen
cuerpo estructurando a partir del materialismo dialéctico la tesis más
importante que rige la filosofía y el pensamiento marxista, el Materialismo
Dialéctico. Sin esos principios y leyes, sin el materialismo dialéctico y la
explicación desigual del mundo y sus estructuras, la claudicación ante los
postulados idealistas habría quedado patente, habría sido del todo imposible
someter al idealismo en su última atalaya : una explicación plausible de la
condición de la sociedad humana.

Al margen de lo anteriormente expresado, sin un enfoque materialista de la


sociedad, sin un análisis de la práctica histórico-social y, ante todo, de la
producción social como base del ser humano, habría sido igualmente
imposible crear una concepción filosófica consecuente del mundo, explicar
las leyes del conocimiento humano. Los fundadores del marxismo
resolvieron este problema. Por esto, el Materialismo Dialéctico surgió como
grandiosa síntesis filosófica que abarcaba en una concepción única toda la
compleja red de fenómenos de la naturaleza, de la sociedad humana y del
pensar, síntesis que unía orgánicamente en sí misma el método filosófico
apto para explicar y analizar la realidad con las ideas de transformación
práctico-revolucionario del mundo. Esto último constituye uno de los rasgos

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más característicos del Materialismo Dialéctico, a diferencia de la vieja
Filosofía, la cual, en lo fundamental, se limitaba a explicar el mundo.

Con el nacimiento del Materialismo Dialéctico culmina en lo fundamental el


proceso histórico que lleva a la Filosofía a separarse y a formar una ciencia
aparte, con su objeto específico de investigación. Tal objeto está constituido
por las leyes más generales del desarrollo de la naturaleza, de la sociedad y
del pensamiento, aquellos principios generales y fundamentos del mundo
objetivo y de su reflejo en la conciencia humana que proporcionan un
acertado enfoque científico de los fenómenos y procesos, un método de
elucidación, cognición y transformación práctica de la realidad.

La piedra angular del Materialismo Dialéctico es la teoría relativa a la


naturaleza material del mundo, al hecho de que en el mundo no existe nada
al margen de la materia y las leyes de su movimiento y cambio. El
Materialismo Dialéctico es enemigo resuelto e inconciliable de todas las
representaciones acerca de esencias sobrenaturales, cualesquiera que sean
los ropajes de que las revistan las religiones y la Filosofía idealista. La
naturaleza se desarrolla y alcanza sus formas superiores, incluyendo la vida
y la materia pensante, no gracias a una fuerza del más allá, sino merced a
causas dadas en ella misma, en sus leyes.

La Teoría Dialéctica del Desarrollo (Dialéctica) elaborada por el


Materialismo Dialéctico, señala cuáles son las leyes generales gracias a las
cuales acontecen los procesos del movimiento y cambio de la materia, el
paso de sus formas inferiores a las superiores.

Las teorías físicas actuales sobre la materia, el espacio y tiempo, al reconocer


la mutabilidad de la materia cualquiera que sea su especie y la inagotable
facultad de las partículas materiales de experimentar transformaciones
cualitativas, no sólo se encuentran en perfecta concordancia con el
Materialismo Dialéctico, sino que únicamente en él pueden hallar las ideas
filosóficas y principios metodológicos necesarios. Lo mismo puede decirse
de las ciencias que investigan otros fenómenos de la naturaleza.

Sirve de confirmación de los principios del Materialismo Dialéctico la


práctica histórica de la humanidad que, dando un viraje radical, deja de lado
viejas formas de vida social, ya periclitadas, para adoptar formas de vida
nuevas. Articulando en una unidad la teoría del ser, del mundo objetivo, y la
teoría relativa al reflejo de éste último en la conciencia del hombre, el
Materialismo Dialéctico es teoría del conocimiento y lógica. El paso
fundamental dado por el Materialismo Dialéctico en este terreno y que
coloca la teoría del conocimiento sobre un sólido fundamento científico,
estriba en haber incluido la práctica en dicha teoría.
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“Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo
encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión
de esta práctica”.
Tesis sobre Feuerbach. K. Marx.

Después de aplicar la teoría dialéctica del desarrollo al conocimiento, el


Materialismo Dialéctico estableció el carácter histórico de los conceptos
humanos, reveló la interconexión de lo relativo y lo absoluto en las verdades
científicas, elaboró el problema concerniente a la lógica objetiva del
movimiento del conocimiento.

Con cada gran descubrimiento científico, con el cambio de las formas de la


vida social, los principios y tesis del Materialismo Dialéctico se concretan,
se desarrollan, asimilan los nuevos datos de la ciencia y de la experiencia
histórica de la humanidad.

El Materialismo Dialéctico constituye la base filosófica del programa, de la


estrategia y de la táctica, de toda la actividad de los partidos comunistas.

El Conocimiento es el proceso en virtud del cual la realidad se refleja y


reproduce en el pensamiento humano; dicho proceso está condicionado por
las leyes del devenir social y se halla indisolublemente unido a la actividad
práctica. El fin del conocimiento estriba en alcanzar la verdad objetiva. En
el proceso del conocimiento, el hombre adquiere saber, se asimila conceptos
acerca de los fenómenos reales, va comprendiendo el mundo circundante.
Dicho saber se utiliza en la actividad práctica para transformar el mundo,
para subordinar la naturaleza a las necesidades del ser humano. El
conocimiento y la transformación práctica de la naturaleza y de la sociedad
son dos facetas de un mismo proceso histórico, que se condicionan y se
penetran recíprocamente.

El concepto de conocimiento es ampliamente estudiado en la Teoría del


Conocimiento, que inicia su construcción en Grecia Antigua y se continúa
construyendo influenciado por el desarrollo de diferentes Corrientes del
pensamiento filosófico. Este concepto se estudia también desde diferentes
puntos de vista.

Para Platón y Aristóteles, el conocimiento se obtiene por vías directa o


indirecta, deduciendo nuevos datos de aquellos ya sabidos. Para Santo
Tomás de Aquino, máximo representante de la corriente Escolástica, el
conocimiento se produce como producto de la combinación de métodos
racionales con la fe en un sistema unificado de creencias.

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Posteriormente en el siglo XVII y hasta finales del siglo XIX, la
Epistemología enfrentó a los partidarios de la razón (Racionalismo), que
consideraban que la principal fuente y prueba final del conocimiento era el
razonamiento deductivo basado en principios evidentes o axiomas, y a los
que consideraban que la percepción era el único medio para adquirir el
conocimiento (Empirismo).

A principios del siglo XX, la Teoría del conocimiento fue discutida a fondo,
se prestó especial atención a la relación entre el acto de percibir algo, el
objeto percibido de una forma directa y la cosa que se puede decir que se
conoce como resultado de la propia percepción. El filósofo alemán Husserl
elaboró un procedimiento, la fenomenología, para enfrentarse al problema
de clarificar la relación entre el acto de conocer y el objeto conocido.

El llamado criterio de verificabilidad del significado ha sufrido cambios


como consecuencia de las discusiones entre los propios empiristas lógicos,
así como entre sus críticos, pero no ha sido descartado. Los analistas
lingüísticos se han propuesto estudiar el modo real en que se usan los
términos epistemológicos claves —términos como conocimiento,
percepción y probabilidad— y formular reglas definitivas para su uso con
objeto de evitar confusiones verbales. El filósofo británico John L. Austin
afirmó, por ejemplo, que decir que un enunciado es verdadero no añade nada
al enunciado excepto una promesa por parte del que habla o escribe. Austin
no considera la verdad como una cualidad o propiedad de los enunciados o
elocuciones.

En el campo de la Educación se desarrollan paradigmas influenciado por las


teorías que corresponden a cada una de las etapas anteriores, donde el
Conductismo (causa-efecto), Cognitivismo (fisiología del cerebro humano),
Constructivismo (construcción del conocimiento, bajo la teoría de que el
desarrollo tira del aprendizaje) y el Enfoque histórico cultural de Vigosky
(aprendizaje tirando del desarrollo), muestran en los actores del proceso
educativo roles diferentes a partir de la forma en que se obtiene o desarrolla
el conocimiento y/o aprendizaje.

El siglo XXI se define como la era de la Sociedad del conocimiento. El


conocimiento constituirá el valor agregado fundamental en todos los
procesos de producción de bienes y servicios de un país, lo que determina
que el dominio del saber sea el principal factor de su desarrollo auto
sostenido.

La definición de conocimiento ha sido trabajada por diferentes autores desde


diferentes disciplinas, como por ejemplo la Filosofía, la Psicología…

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El Diccionario filosófico de acorde al Materialismo dialéctico, define al
conocimiento como:

"«El proceso en virtud del cual la realidad se refleja y reproduce en el


pensamiento humano; dicho proceso está condicionado por las leyes del
devenir social y se halla indisolublemente unido a la actividad práctica»".
Diccionario filosófico. Rosental & Iudin

En las fuentes del conocimiento, se encuentra la acción práctica, activa, sobre


la naturaleza, la reelaboración práctica de su sustancia, el aprovechamiento
de determinadas propiedades de las cosas con vistas a la producción. Lo que
en la práctica se asimila y con ello pasa a enriquecer el saber humano, su
acervo de conceptos y teorías, no es la apariencia del objeto, sino sus
funciones –descubiertas gracias al hacer práctico– y, con ellas, la esencia
objetiva de la cosa dada.

El conocimiento –que se apoya en la experiencia, en la práctica– se inicia


con las percepciones sensoriales de las cosas que rodean al ser humano. De
ahí que en el proceso de la cognición desempeñe un gran papel la
«contemplación viva», la conexión sensorial directa del hombre con el
mundo objetivo. Fuera de las sensaciones, el hombre no puede saber nada
acerca de la realidad. La «contemplación viva» se realiza en formas como la
sensación, la percepción, la representación, el estudio de los hechos, la
observación de los fenómenos, etc.

Las sensaciones proporcionan al hombre un conocimiento de las cualidades


externas de las cosas. Diferenciando lo caliente, lo frío, los colores, los
olores, la dureza, la blandura, etc., el hombre se orienta con acierto en el
mundo de las cosas, distingue unas de las otras, adquiere diversa información
respecto a los cambios que se producen en el medio que le rodea. La
percepción de las imágenes de los objetos y el hecho de conservarlas en la
representación permiten operar libremente con los objetos, captar el nexo
entre el aspecto externo del objeto y sus funciones.

Según sea el nivel a que haya llegado el conocimiento en su desarrollo,


pueden también investigarse fenómenos cuya esencia sea ya conocida en
cierto grado. En este caso, se entra en conocimiento de las leyes principales
y más generales del objeto, cuya esencia llega a descubrirse con mayor
profundidad, y el conocimiento avanza de una esencia de primer orden, etc.

A medida que progresa el saber acerca de un objeto, se descubren del mismo


nuevas facetas, que se convierten en objeto del conocimiento. Distintas
ciencias sobre un mismo objeto poseen diferentes objetos de conocimiento
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(por ejemplo, la anatomía estudia la estructura del organismo; la fisiología,
las funciones de los órganos; la patología, las enfermedades, etc.).

El objeto del conocimiento es objetivo en sentido de que su contenido es


independiente de cada hombre y de la humanidad. En cada caso particular,
la elección que hace el hombre de los conocimientos aparentemente puede
ser arbitraria y subjetiva, más en último término dicha elección está
determinada por las necesidades y el nivel de desarrollo de la práctica social.

El objeto del conocimiento puede estar o no estar inmediatamente dado en


los sentidos. En este último caso, se estudia a través de sus manifestaciones.
En su totalidad y autodesarrollo, el objeto llega a ser conocimiento por el
movimiento del pensar, que va de lo abstracto a lo concreto. El propio
proceso de la cognición puede ser objeto del conocimiento.

El conocimiento tiene un carácter individual y social; puede ser: personal,


grupal y organizacional, ya que cada persona interpreta la información que
percibe sobre la base de su experiencia pasada, influida por los grupos a los
que perteneció y pertenece. También influyen los patrones de aceptación que
forman la cultura de su organización y los valores sociales en los que ha
transcurrido su vida. Esto determina que el conocimiento existe, tanto en el
plano del hombre como de los grupos y la organización, y que estos se
encuentran determinados por su historia y experiencia social concreta.

Las expresiones a priori (previo a) y a posteriori (posterior a), se utilizan para


distinguir entre dos tipos de conocimiento: el conocimiento a priori es aquel
que, en algún sentido importante, es independiente de la experiencia;
mientras que el conocimiento a posteriori es aquel que, en algún sentido
importante, depende de la experiencia.

Por ejemplo, el conocimiento de que «no todos los cisnes son blancos» es un
caso de conocimiento a posteriori, pues se requirió de la observación de
cisnes negros para ser establecido. En cambio, el conocimiento de que
«ningún soltero es casado» no requiere de ninguna investigación para ser
establecido como verdadero.

Tradicionalmente, el conocimiento a priori se asocia con el conocimiento de


lo universal y necesario, mientras que el conocimiento a posteriori se asocia
con lo particular y contingente. Como la experiencia sensorial en la que
generalmente se basan las justificaciones de las proposiciones a posteriori no
siempre es confiable, estas proposiciones pueden rechazarse sin caer en
contradicciones. Sin embargo, y especialmente a partir del trabajo de S.
Kripke, se debate la posibilidad del conocimiento contingente a priori y el
conocimiento necesario a posteriori.
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El conocimiento a priori es básico en algunas ramas de la epistemología
(doctrina de fundamentos y métodos científicos), especialmente en las
teorías racionalistas.

El término racionalismo, ratio, razón; en Filosofía, es el sistema de


pensamiento que actúa el papel de la razón en la adquisición del
conocimiento, en contraste con el empirismo, el cual resalta el papel de la
experiencia, sobre todo el sentido de la percepción.

En su momento esta tesis supuso una revolución, comparable a la Revolución


de Copérnico que trasladó el centro del universo de la Tierra al Sol. De la
misma forma, el conocimiento es humano, sujeto a sus condiciones
trascendentales, que no puede superar e ir más allá del campo de la
experiencia. La metafísica no es posible como ciencia.

Descartes, filósofo, científico y matemático francés, consideraba la razón


como una facultad independiente de la experiencia y defendía la existencia
de un conocimiento innato, o a priori, conocimiento de uno mismo que
expresaba mediante la célebre fórmula "Cogito, ergo sum"(pienso, luego
existo), que pasó a ser el punto de partida para sus investigaciones.

La existencia del conocimiento a priori es negada por empiristas como


Hume, filósofo, historiador y economista escocés; y Locke, pensador inglés,
según los cuales solo lo que proviene de la experiencia, lo a posteriori, puede
ser objeto de conocimiento.

En realidad, lo que Kant pretende es justificar la existencia del conocimiento


científico, consolidado ya como ciencia moderna con la Física de Newton.
¿Cómo es posible que podamos afirmar, con garantía de verdad universal y
necesaria, las leyes científicas?

Según Kant, los juicios sintéticos a priori no son posibles en la metafísica,


pero sí en las matemáticas y en la parte racional de la Física. El propio Kant
pone los siguientes ejemplos: «4 + 3 = 7», «la línea recta es la distancia más
corta entre dos puntos», «la cantidad de materia del universo se mantiene
invariable», «en todo movimiento acción y reacción son siempre iguales».
También los juicios sintéticos tienen que ver con la lógica; ejemplo: «suba
para arriba», «salga para afuera».

Los juicios a posteriori se verifican recurriendo a la experiencia, son juicios


empíricos, se refieren a hechos. Tienen una validez particular y contingente.

La existencia del conocimiento a priori ha sido importante para formular


argumentos que tratan de demostrar la existencia de Dios. Algunos filósofos

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han sostenido que negar el conocimiento a priori supone negar la posibilidad
de probar la existencia de lo sobrenatural, ya que esto no es perceptible por
los sentidos.

La existencia de verdades a priori es utilizada en ética, que es la parte de la


Filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre, porque sus
ideales básicos solo pueden ser captados mediante el uso de la razón.

Saber obtenido sin ayuda de la demostración, contemplación inmediata de la


verdad, a diferencia del saber discursivo o demostrativo, siempre
mediatizado no sólo por los datos de la experiencia, sino, además, por los
razonamientos lógicos.

En el desarrollo de la teoría del conocimiento se ha establecido la


diferenciación entre dos tipos de conocimiento directo: el sensorial y el
intelectual (intuición sensorial e intuición intelectual), que en las teorías
metafísicas se contraponen de manera tajante uno a otro. Hasta Kant, el
conocimiento directo sensorial se consideraba siempre como un saber
experimental por su fuente. Kant afirmó que aparte del conocimiento directo
de procedencia experimental, existen formas de conocimiento directo
sensorial (espacio y tiempo), anteriores a toda experiencia (apriorísticas).
Rechazó la posibilidad de la intuición intelectual para la mente humana, si
bien la consideraba posible para una mente superior a la del hombre.

El materialismo dialéctico ve la base de la unidad del saber inmediato y el


mediato en el desarrollo de la práctica material: las verdades, aprehendidas
de manera mediata por la práctica y el pensamiento por ésta condicionado,
se convierten -en virtud de una múltiple reproducción- en inmediatas y
fidedignas.

La conciencia es la forma superior, propia tan sólo del hombre, del reflejo
de la realidad objetiva constituye un conjunto de procesos psíquicos que
participan activamente en el que conduce al hombre a comprender el mundo
objetivo y su ser personal.

Es un complejo de vivencias emocionales basadas en la comprensión que el


hombre tiene de la responsabilidad moral por su conducta en la sociedad,
estimación que hace el individuo de sus propios actos y de su
comportamiento. La conciencia no es una cualidad innata, está determinada
por la posición del hombre en la sociedad, por sus condiciones de vida, su
educación, etcétera. La conciencia se halla estrechamente vinculada al deber.
El deber cumplido produce la impresión de conciencia «limpia»; la
infracción del deber va acompañada de «remordimientos» de conciencia. La
conciencia, como activa reacción del hombre en respuesta a las exigencias
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de la sociedad, constituye una poderosa fuerza interna de perfeccionamiento
moral del ser humano.

La conciencia surge en relación con el trabajo del hombre, con su actividad


en la esfera de la producción social, y se halla indisolublemente vinculada a
la aparición del lenguaje, que es tan antiguo como la conciencia. El lenguaje
ha ejercido una influencia enorme sobre el desarrollo de la conciencia, sobre
la formación del pensar lógico y abstracto.

Únicamente en el proceso del trabajo, en las relaciones sociales que los


hombres establecen entre sí, llegan éstos a hacerse cargo de las propiedades
de los objetos, a descubrirlas, a darse cuenta de su propia relación con el
medio circundante, a destacarse de este último, a organizar una acción
orientada sobre la naturaleza con el fin de subordinarla a las propias
necesidades. De ahí que la conciencia sea un producto del desarrollo social
y no exista al margen de la sociedad.

El pensamiento abstracto y lógico, vinculado al lenguaje, no sólo permite


reflejar el perfil externo, sensorial, de los objetos y fenómenos, sino, además,
comprender su alcance, sus funciones y su esencia. Sin la comprensión y sin
el saber que están unidos a la actividad histórico-social y al lenguaje humano,
no hay conciencia. Cualquier imagen sensorial del objeto, cualquier
sensación o representación, forman parte de la conciencia en la medida en
que poseen un determinado sentido en el sistema de conocimientos
adquiridos a través de la actividad social.

Los conocimientos, las significaciones y los sentidos conservados en el


lenguaje, orientan y diferencian los sentimientos del hombre, la voluntad, la
atención y otros actos psíquicos, uniéndolos en una conciencia única. Los
conocimientos acumulados por la historia, las ideas políticas y jurídicas, las
realizaciones del arte, la moral, la religión y la Psicología Social constituyen
la conciencia de la sociedad en su conjunto. Sin embargo, no cabe identificar
la conciencia tan sólo con el pensamiento abstracto y lógico.

El pensamiento no existe en lo más mínimo al margen de la actividad viva,


sensorial y volitiva de la esfera toda de lo psíquico. Si el hombre produjera
sólo operaciones lógicas, una tras otra, sin percibir, sin sentir y sin
experimentar en la práctica la correlación constante que existe entre el
significado de sus conceptos, las acciones activas y las percepciones de la
realidad, no comprendería o no aprehendería la realidad ni se comprendería
a sí mismo, es decir, no poseería conciencia de las cosas ni de sí mismo.

La conciencia, incorporándose la experiencia histórica, los conocimientos y


los métodos del pensar elaborados por la historia anterior, se asimila la
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realidad idealmente, a la vez que establece nuevos fines y objetivos, crea
proyectos de instrumentos futuros, orientando toda la actividad práctica del
hombre. La conciencia se forma en el hacer para influir, a su vez, sobre ese
hacer, determinándolo y regulándolo. Llevando a la práctica sus ideas
creadoras, el hombre transforma la naturaleza, la sociedad, y con ello se
transforma a sí mismo. En este sentido, Lenin demostró que:

“La conciencia del hombre no sólo refleja el mundo objetivo, sino que,
además, lo crea”
Materialismo y empiriocriticismo. V. I. Lenin

En todo el transcurso de la lucha ideológica sostenida en torno a la


concepción del mundo, la cuestión más aguda y fundamental ha sido y sigue
siendo la de la conciencia y su relación con la materia (Cuestión fundamental
de la Filosofía). Gracias a la Concepción Materialista de la Historia, Marx
logró resolver científicamente, por primera vez, el problema indicado y crear
con ello una Filosofía realmente científica.

La separación que hace el hombre de sí mismo respecto al mundo objetivo,


toma de conciencia de su relación con el mundo, de su propio ser como
persona, de su conducta, de sus actos, pensamientos y sentimientos, de sus
deseos e intereses forma parte de la autoconciencia.

El animal es idéntico a su actividad vital; sólo en virtud de su presencia


modifica la naturaleza, es decir, se relaciona con ella de forma inmediata. En
cambio, el hombre se relaciona con la naturaleza de manera mediata, a través
de su quehacer social y ante todo mediante el empleo de instrumentos de
trabajo. Gracias al trabajo se separa de la conexión natural: en el proceso del
trabajo relaciona sus fines y objetivos con el material de la naturaleza y tiene
en cuenta sus propias posibilidades. Al modificar la naturaleza, se modifica
a sí mismo. El hombre, al crear productos en el proceso del trabajo, en cierto
modo se desdobla y en el objeto de su actividad contempla la obra de sus
manos. Se diferencia a sí mismo como agente respecto a los objetos de su
hacer. Pero, como quiera que el trabajo siempre posee un carácter social, el
hombre empieza a adquirir conciencia de sí mismo como hombre, como
partícula, como célula del sistema histórico dado, únicamente al relacionarse
con otro hombre como con su semejante, al ver en otro al hombre.

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En la formación de la autoconciencia, desempeña un importante papel el
lenguaje, ya que éste constituye la realidad inmediata del pensamiento y
aparece en esta función para cada individuo sólo porque existe para otros. La
autoconciencia (como afianzamiento, garantía), surge al mismo tiempo que
la conciencia como derivada de ella, pero se manifiesta en un estadio
sensiblemente más elevado del desarrollo de la humanidad. En un principio,
el hombre se diferencia del objeto, adquiere conciencia del objeto de su
actividad y de sí mismo como sujeto, únicamente de manera directa, en el
proceso del hacer práctico con las cosas. Luego, la autoconciencia aparece
como gentilicia, como colectiva: el hombre aún se halla plenamente
absorbido por la gens, que se presenta como portadora y centro de la esencia
humana. Al hundirse el régimen gentilicio, al aparecer la civilización y al
separarse el individuo como tal, surge propiamente la autoconciencia de la
persona.

En la historia de la filosofía, la autoconciencia ha sido concebida como


principio agente, y con esto a menudo se agotaba la comprensión de la
actividad práctica del hombre (Fichte, Hegel, jóvenes hegelianos). No pocas
veces se entendía la autoconciencia como principio creador respecto al
mundo objetivo. En realidad, la autoconciencia, que es un principio activo,
sólo puede comprenderse como resultado y como faceta de la actividad
práctica del hombre en la esfera de la producción social, depende del reflejo
del mundo objetivo y está condicionada por este último.

Los conceptos fundamentales que reflejan las propiedades, facetas y


relaciones más generales y esenciales de los fenómenos de la realidad y de
la cognición son lo que en el materialismo dialéctico llamamos categorías.

Las categorías se han formado en el proceso de desarrollo histórico del


conocimiento sobre la base de la práctica social. Permiten al hombre llegar
a conocer profundamente el mundo que le rodea.

El proceso de la cognición de un objeto no es un simple acto mecánico


mediante el cual la realidad se refleja en la conciencia del hombre, sino un
proceso complejo en virtud del cual se pasa de los datos sensoriales a la
abstracción, de lo singular a lo general, etc. Uno de los rasgos más esenciales
del pensamiento abstracto consiste en la formación de conceptos, de
categorías.

Las fuentes de éstas, de las categorías, se remontan a tiempos lejanos.

En la elaboración de las categorías filosóficas, corresponde un gran mérito a


Aristóteles, quien enumeró diez, entre ellas las de substancia y calidad.

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Aristóteles concebía las categorías como géneros fundamentales del ser y
estimaba en alto grado su valor cognoscitivo.

En la Época Moderna, Kant desarrolló la teoría idealista de las categorías.


Las categorías, según aquél, son formas apriorísticas de la contemplación y
del entendimiento.

Por su parte el filósofo idealista alemán Hegel examinaba las categorías en


su desarrollo dialéctico, pero en su sistema éstas son esencias ideales,
peldaños en el desarrollo de la idea absoluta, creadora del mundo real.

En la Filosofía idealista moderna, ante todo en la neopositivista, las


categorías o bien se dejan aparte y no se habla de ellas, o son interpretadas
como manera puramente subjetiva y «cómoda» de ordenar la experiencia
humana. Otros idealistas refieren las categorías a las esencias trascendentes
puramente espirituales.

El Materialismo dialéctico concede gran importancia a las categorías como


formas en que se refleja el ser y como puntos de apoyo del conocimiento.

Las categorías fundamentales del Materialismo dialéctico son:

 materia;
 Movimiento;
 Tiempo y Espacio;
 Calidad y Cantidad;
 contradicción;
 Causalidad;
 Necesidad y Libertad;
 Forma y Contenido;
 Posibilidad y Realidad;
 Esencia y fenómeno.

Estas categorías se encuentran en determinada conexión entre sí y forman un


sistema en el que no se hallan simplemente dispuestas de manera arbitraria
una tras otra, sino que una se infiere de otra en consonancia con las leyes
objetivas de la realidad y del desarrollo del conocimiento.

Principio básico

El principio básico a partir del cual se estructura el sistema de categorías es


el de la unidad entre lo histórico y lo lógico, el proceso de la cognición, que
va del fenómeno a la esencia, de lo exterior a lo interior, de lo abstracto a lo
concreto, de lo simple a lo complejo.

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Las categorías de la Filosofía marxista, como las de otra ciencia cualquiera,
no forman un sistema cerrado e invariable. A la vez que la realidad objetiva
evoluciona y el conocimiento objetivo progresa, el número y contenido de
las categorías científicas se enriquecen, su sistema se aproxima cada vez más
al reflejo pleno y multifacético del mundo objetivo. Como expresión de los
nexos esenciales de la realidad en su desarrollo, las categorías han de ser tan
móviles y flexibles como los fenómenos de que son reflejo.

Materia. Categoría filosófica para designar la realidad objetiva, que


existe con independencia de la conciencia y en ésta se refleja. Materia
es la multiplicidad infinita de todos los fenómenos, objetos y sistemas
existentes, es el substrato de todas las diversas propiedades,
relaciones, interacciones y formas del movimiento. La materia no
existe más que en la infinita multiplicidad de formas concretas de
organización estructural, cada una de las cuales posee diferentes
propiedades e interacciones, una estructura compleja, y constituye un
elemento de un sistema más general. Sería, por tanto, erróneo buscar
«la materia como tal», una Substancia primaria invariable, fuera de
sus formas concretas. La esencia interna de la materia se revela a
través de sus diversas propiedades e interacciones, cuyo conocimiento
significa, precisamente, el conocimiento de la materia misma. Cuanto
más compleja es la materia, tanto más distintas y diferenciadas son sus
interconexiones y propiedades.

En el nivel más alto de la complejidad -al que corresponde la aparición de


los seres racionales-, algunas de las propiedades de la materia, como por
ejemplo, la Conciencia, parecen tan insólitas, tan distintas de la materia, que
a primera vista se ofrecen como algo totalmente desligado de ella. El elevar
esta idea a la condición de algo absoluto, la incapacidad de descubrir el nexo
entre la conciencia y la materia siempre ha dado lugar a que surgieran
diversas Teorías idealistas y dualistas.

Materialismo dialéctico

Desde el punto de vista del Materialismo Dialéctico, la oposición entre


materia y conciencia es relativa y condicional. Sólo tiene sentido en lo que
respecta al planteamiento y a la resolución de la Cuestión fundamental de la
Filosofía; más allá de esta esfera, pierde su sentido absoluto, pues la
conciencia, las ideas sociales, etc., pueden presentarse respecto a los objetos
materiales, cualesquiera que sean, como determinantes, y en este sentido son
lo primario.

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La acción transformadora de la sociedad hace que en el mundo circundante,
determinado grupo de objetos materiales -instrumentos y medios de
producción, edificios, productos de la síntesis química, objetos de consumo,
etc.- por su origen y por la organización de la materia que los compone en
cierta medida dependen de la conciencia del hombre, pues en ellos se encarna
la idea humana.

A medida que la ciencia y la técnica avancen, irá aumentando el número de


objetos materiales cuyas propiedades, forma de organización e incluso
origen dependerán de la actividad transformadora consciente del ser humano,
que utilizará, al hacerlo, los materiales de la naturaleza.

La concepción filosófica de la materia como realidad objetiva se concreta y


completa mediante las ideas científicas sobre la estructura y propiedades de
la materia misma.

Sería erróneo identificar la materia como categoría filosófica con tales o


cuales concepciones sobre su estructura, dado que éstas cambian en
dependencia de los nuevos descubrimientos de la ciencia, mientras que la
definición filosófica de la materia permanece invariable.

También sería erróneo identificar la materia como categoría filosófica con


alguno de sus aspectos concretos, por ejemplo con la substancia, con el
campo o con alguna de sus propiedades, verbigracia la masa, la energía, etc.

La concepción materialista dialéctica de la materia se diferencia de la


Metafísica por el hecho de ver la materia no sólo como existiendo
objetivamente, con independencia del espíritu del hombre, sino, además,
como ligada de manera indisoluble al movimiento, al espacio y al tiempo,
capaz de autodesarrollo, infinita en las relaciones cualitativa y cuantitativa
en todas las dimensiones de su existencia.

Tipos básicos de movimiento e interacción de los objetos materiales. En la


clasificación científica de las formas del movimiento, es necesario tener en
cuenta:

1. lo específico de los objetos materiales, portadores del movimiento;


2. la existencia de leyes generales para la forma dada de movimiento;
3. las leyes del desarrollo histórico de la materia y del movimiento desde
las formas más simples hasta las más complejas.

En concordancia con estas exigencias y datos de la ciencia moderna, se


establecen tres grupos principales de formas del movimiento de la materia:

15
1. naturaleza inorgánica;
2. naturaleza viva;
3. sociedad.

En cada uno de los grupos, se da una multiplicidad de formas de movimiento


de la materia, lo cual se debe a que ésta es inagotable. Pertenecen a las formas
del movimiento de la materia en la naturaleza inorgánica el desplazamiento
espacial de los cuerpos; el movimiento de las partículas «elementales» y de
los campos electromagnéticos, las interacciones nucleares, los procesos de
transmutación de las partículas «elementales» y otros; el movimiento y la
transformación de átomos y moléculas, que comprende la forma química del
movimiento de la materia; los cambios de estructura de los cuerpos
microscópicos –procesos térmicos, cambio de estados de agregación,
oscilaciones sonoras, etc.; el cambio de sistemas cósmicos de distintos
órdenes– de planetas, estrellas, galaxias, etc.

En la naturaleza viva las formas del movimiento de la materia son las


múltiples manifestaciones de la vida: metabolismo, conexiones funcionales
en los organismos, procesos de reflejo de las condiciones exteriores,
relaciones en el interior de las especies y entre ellas, interacción de toda la
biosfera con la naturaleza inorgánica en la Tierra. En la naturaleza viva,
existen sistemas íntegros de diversa complejidad: virus y bacterias,
organismos unicelulares y pluricelulares, múltiples especies vegetales y
animales, y, finalmente, toda la biosfera.

En el marco de las manifestaciones generales de la vida, a cada grupo le son


inherentes formas específicas del movimiento de la materia, cuyas leyes
están determinadas por la estructura y el funcionamiento de los sistemas. Las
formas sociales del movimiento de la materia incluyen las diversas
manifestaciones de la actividad del hombre: el desarrollo de las fuerzas
productivas y de las relaciones de producción, de clase, estatales, nacionales
y de otro tipo; el proceso de la cognición del mundo, etc.

Las formas superiores del movimiento de la materia surgen, históricamente,


a partir de las formas relativamente inferiores y las contienen, transformadas,
en consonancia con la estructura y con las leyes de desarrollo del sistema
más complejo. Entre ellas existe unidad e influencia recíproca. Pero las
formas superiores del movimiento de la materia son cualitativamente
distintas de las inferiores y no pueden reducirse a éstas. El descubrimiento
de la correlación entre las formas del movimiento de la materia es de
importancia inmensa para comprender el desarrollo de la naturaleza, para
llegar a conocer la esencia de los fenómenos complejos y para dirigirlos
prácticamente.

16
Movimiento. Fenómeno físico que se define como todo cambio de
posición que experimentan los cuerpos en el espacio, con respecto al
tiempo y a un punto de referencia, variando la distancia de dicho
cuerpo con respecto a ese punto o sistema de referencia, describiendo
una trayectoria. Todo se mueve, un automóvil que viaja hacia la costa;
una hoja que, batida por el viento, cae de un árbol; una pelota que es
pateada por un futbolista; un atleta que corre tras una meta; un electrón
que vibra en su entorno; la Tierra alrededor del Sol por lo que se define
el movimiento como un cambio de posición de un cuerpo con respecto
a otro cuerpo (donde se sitúa un observador), durante un espacio de
tiempo.

Leyes del movimiento

 Leyes de Newton.- También conocidas como Leyes del movimiento


de Newton, son tres principios a partir de los cuales se explican la
mayor parte de los problemas planteados por la dinámica,
particularmente aquellos relativos al movimiento de los cuerpos.
Revolucionaron los conceptos básicos de la física y el movimiento de
los cuerpos en el universo.

Los estudios que él realizó se pueden definir con las siguientes tres leyes que
postuló:

 Primera ley de Newton o Ley de la inercia: La primera ley del


movimiento rebate la idea aristotélica de que un cuerpo sólo puede
mantenerse en movimiento si se le aplica una fuerza. Newton expone
que: Todo cuerpo permanece en su estado inicial de reposo o
movimiento uniforme rectilíneo a menos que sobre él se ejerza una
fuerza exterior no equilibrada. El ser la primera de las tres leyes de
Newton suele inducir a un error muy común atribuyendo el
descubrimiento de esta propiedad al propio Newton cuando, en
realidad, fue Galileo Galilei en el siglo XVI el primero en observar,
estudiar y formalizar dicha propiedad y posteriormente, ya en el siglo
XVII, fue tomada por Newton. Esta ley postula, por tanto, que un
cuerpo no puede cambiar por sí solo su estado inicial, ya sea en
reposo o en movimiento rectilíneo uniforme, a menos que se aplique
una fuerza o una serie de fuerzas cuyo resultante no sea nulo sobre él.
Newton toma en cuenta, así, el que los cuerpos en movimiento están
sometidos constantemente a fuerzas de roce o fricción, que los frena
17
de forma progresiva, algo novedoso respecto de concepciones
anteriores que entendían que el movimiento o la detención de un
cuerpo se debía exclusivamente a si se ejercía sobre ellos una fuerza,
pero nunca entendiendo como ésta a la fricción. En consecuencia, un
cuerpo con movimiento rectilíneo uniforme implica que no existe
ninguna fuerza externa neta o, dicho de otra forma, un objeto en
movimiento no se detiene de forma natural si no se aplica una fuerza
sobre él. En el caso de los cuerpos en reposo, se entiende que su
velocidad es cero, por lo que si esta cambia es porque sobre ese
cuerpo se ha ejercido una fuerza neta.

18
 Segunda ley de Newton o Ley de fuerza: La segunda ley del
movimiento de Newton dice: El cambio de movimiento es
proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a
lo largo de la cual aquella fuerza se imprime. Esta ley explica qué
ocurre si sobre un cuerpo en movimiento (cuya masa no tiene por qué
ser constante) actúa una fuerza neta: la fuerza modificará el estado de
movimiento, cambiando la velocidad en módulo o dirección. En
concreto, los cambios experimentados en la cantidad de movimiento
de un cuerpo son proporcionales a la fuerza motriz y se desarrollan en
la dirección de esta; esto es, las fuerzas son causas que producen
aceleraciones en los cuerpos. Consecuentemente, hay relación entre la
causa y el efecto, esto es, la fuerza y la aceleración están relacionadas.
Dicho sintéticamente, la fuerza se define simplemente en función del
momento en que se aplica a un objeto, con lo que dos fuerzas serán
iguales si causan la misma tasa de cambio en el momento del objeto.
 Tercera Ley de Newton o Ley de acción y reacción: afirma con toda
acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: o sea, las
acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en
sentido opuesto. La tercera ley es completamente original de Newton
(pues las dos primeras ya habían sido propuestas de otras maneras por
Galileo, Hooke y Huygens) y hace de las leyes de la mecánica un
conjunto lógico y completo. Expone que por cada fuerza que actúa
sobre un cuerpo, este realiza una fuerza de igual intensidad y
dirección, pero de sentido contrario sobre el cuerpo que la produjo.
Dicho de otra forma, las fuerzas, situadas sobre la misma recta,
siempre se presentan en pares de igual magnitud y opuestas en sentido.
Es importante observar que este principio de acción y reacción
relaciona dos fuerzas que no están aplicadas al mismo cuerpo,
produciendo en ellos aceleraciones diferentes, según sean sus masas.
Por lo demás, cada una de esas fuerzas obedece por separado a la
segunda ley. Junto con las anteriores leyes, ésta permite enunciar los
principios de conservación del momento lineal y del momento
angular.

Espacio y tiempo. Ningún objeto material puede existir solamente en


el espacio y no ser en el tiempo, o ser en el tiempo y no encontrarse
en el espacio. Siempre y en todas partes, cualquier cuerpo existe en el
espacio y en el tiempo. Esto significa que el espacio y el tiempo están
vinculados orgánicamente. Ni la naturaleza ni la sociedad conocen un
19
estado de inmovilidad absoluta, de reposo en el que nada cambia. El
mundo se encuentra en un perpetuo movimiento y cambio. El
movimiento, el cambio, el desarrollo constituye una propiedad eterna
e imprescriptible de la materia. "El movimiento es la forma de ser de
la materia –dice Engels-. Nunca ni en ningún sitio hubo ni puede haber
materia sin movimiento." Todo cuerpo material, cada una de las
partículas que integran la sustancia material -moléculas, átomos y sus
elementos integrantes- están dotados, por su propia naturaleza interna,
de la facultad de moverse y de experimentar cambios. El movimiento,
filosóficamente, no es sólo el desplazamiento de un cuerpo en el
espacio. El movimiento, comprendido como forma de existencia de la
materia, abarca a todos los procesos y cambios que se operan en el
Universo. Entre esos cambios corresponde un papel excepcional a los
procesos que significan el desarrollo de la materia, el paso de ésta de
unos estados a otros superiores, con nuevas propiedades y
características. En el mundo no hay cosas petrificadas, dadas de una
vez para siempre; lo que hay son cosas que cambian, procesos. Esto
significa que en ningún sitio impera un reposo absoluto que excluya
por completo el movimiento. Únicamente existe el reposo relativo. Un
cuerpo cualquiera de la Tierra puede encontrarse en estado de reposo
sólo respecto de un determinado punto de la superficie terrestre. Pero
ese cuerpo participa en el movimiento de la Tierra y en el del sistema
solar. Además, se encuentran en movimiento las moléculas y los
átomos que integran el cuerpo en cuestión; dentro de él se producen
complejos procesos. Así que todo reposo es relativo y lo único que es
absoluto y no conoce excepción alguna es el movimiento. Todo objeto
tiene extensión, volumen, tal o cual forma externa. Cada forma de
movimiento de la materia está vinculada necesariamente a la
traslación de los cuerpos. En todo ello se manifiesta el hecho de que
los cuerpos y los objetos existen en el espacio, de que el espacio es
uno de los atributos más importantes de la materia. El espacio es una
forma real objetiva de existencia de la materia en movimiento. El
concepto de espacio expresa la coexistencia de las cosas y la distancia
entre ellas, su extensión y el orden en que están situadas unas respecto
de otras. Los procesos materiales transcurren con cierta sucesión (uno
antes o después que otro), se distinguen por su duración y tienen fases
o etapas que se diferencian entre sí. Esto significa que los cuerpos
existen en el tiempo. El movimiento de la materia es imposible fuera
del tiempo. El tiempo es una forma real objetiva de existencia de la
materia en movimiento. Caracteriza la sucesión del desenvolvimiento
de los procesos materiales, la distancia entre las distintas fases de estos
procesos, su duración y su desarrollo.

20
“En el universo —decía Lenin— no hay más que materia en movimiento, y
la materia en movimiento no puede moverse de otro modo que en el espacio
y en el tiempo.” Ningún objeto material puede existir solamente en el espacio
y no ser en el tiempo, o ser en el tiempo y no encontrarse en el espacio.
Siempre y en todas partes, cualquier cuerpo existe en el espacio y en el
tiempo. Esto significa que el espacio y el tiempo están vinculados
orgánicamente.

Los filósofos idealistas niegan la realidad objetiva del espacio y del tiempo.
Opinan que son algo que existe en la conciencia humana o gracias a la
conciencia, engendrado por el espíritu. Kant, por ejemplo, considera el
espacio y el tiempo como formas apriorísticas de la contemplación sensorial,
condicionadas por la propia naturaleza de nuestra conciencia. En la filosofía
de Hegel, el espacio y el tiempo son productos de la idea absoluta y surgen
en un determinado grado de desarrollo de ésta, apareciendo primero el
espacio y sólo después el tiempo. Toda la experiencia de la vida humana y
el progreso de la ciencia refutan las nociones idealistas del espacio y del
tiempo. ¿Puede, acaso, aceptarse que el espacio y el tiempo son productos
de la conciencia, del espíritu, de la idea, o que existen sólo en la conciencia,
cuando, como prueban las ciencias naturales, la Tierra existía en el espacio
y se desarrollaba en el tiempo muchos millones de años antes de que
apareciera el hombre, con su conciencia, su espíritu y sus ideas? Lenin adujo
este hecho para demostrar la insolvencia de las opiniones idealistas sobre el
espacio y el tiempo. “La existencia de la naturaleza en el tiempo, medido en
millones de años, en épocas anteriores a la aparición del hombre y de la
experiencia humana, demuestra lo absurdo de esa teoría idealista.”

El espacio y el tiempo, como formas reales de existencia de la materia, se


caracterizan por una serie de peculiaridades. Primero, son objetivos, existen
fuera e independientemente de la conciencia. Segundo, son eternos, por
cuanto la materia existe eternamente. Tercero, el espacio y el tiempo son
ilimitados e infinitos. La ilimitación del espacio significa que cualesquiera
que sean la dirección en que nos movamos y la distancia a que nos alejemos
del punto inicial, jamás ni en parte alguna habrá un límite que sea imposible
rebasar. La ilimitación y la infinitud son características diferentes del
espacio. El espacio del Universo es no sólo ilimitado, sino infinito. Por
mucho tiempo que transcurra hasta un momento determinado, el tiempo
seguirá prolongándose sin alcanzar jamás un límite tras el que no haya
ninguna duración, ningún número infinito de procesos que se sucedan y
formen, en conjunto, la duración infinita no limitada por nada. De la misma
manera, cualquier acontecimiento, por mucho tiempo que haya transcurrido
desde que se produjo, fue precedido de una cantidad innumerable de otros
acontecimientos que poseen en conjunto una duración infinita. A la vez, el

21
tiempo es irreversible, no vuelve a sí mismo, no se repite, sino que pasa por
nuevos y nuevos instantes.

El espacio y el tiempo son formas de existencia de la materia. Pero son


formas diferentes. Aun poseyendo propiedades comunes, se distinguen
considerablemente. Como señalaba Engels, ser en el espacio significa existir
“en la forma de situación de una cosa al lado de otra”, mientras que ser en el
tiempo significa existir “en la forma de sucesión de una cosa después de
otra”. Una peculiaridad importante del espacio consiste en que tiene tres
dimensiones. En efecto, si en cualquier punto del espacio se trazan dos rectas
en la dirección que se quiera, siempre se podrá trazar una tercera línea
perpendicular a ambas, y esta tercera recta será única. La tridimensionalidad
del espacio se manifiesta asimismo en que la posición de cualquier punto en
él puede ser determinada señalando la distancia existente entre dicho punto
y tres planos coordinados, cualesquiera que sean, elegidos como sistema de
cálculo. Todo cuerpo material, por cuanto posee un volumen determinado,
es obligatoriamente tridimensional. El espacio se caracteriza asimismo por
las propiedades de la simetría. Objetos materiales iguales —partículas, por
ejemplo— pueden ser situados en el espacio de tal modo que una mitad del
espacio que ocupan sea como la imagen de la otra mitad reflejada en un
espejo; pueden ser situadas también de tal modo que una parte del espacio
que ocupan parezca el resultado de un viraje de la otra mitad a un ángulo
determinado. Esto significa que las partículas tienen cierta simetría. La
ciencia ha demostrado que existe una multitud de variadísimos grupos
espaciales de simetría. La propiedad de la simetría es tan esencial para el
espacio como la existencia en él de tres dimensiones. En las matemáticas y
en la física teórica se introduce con frecuencia la noción de los llamados
“espacios pluridimensionales”, cuyo número de dimensiones es muy grande
e incluso infinito. ¿No contradice esta noción la tesis de la tridimensionalidad
del espacio? No, no la contradice. El espacio real, objetivo, en que existen
todos los cuerpos es el espacio con tres dimensiones. En cambio, el «espacio
pluridimensional» es una abstracción, utilizada por la ciencia, que ayuda a
abarcar mentalmente el conjunto de un número mayor o menor de
magnitudes que no caracterizan de modo obligatorio sólo la dimensión, sino
también otras propiedades de los objetos estudiados. Estos conjuntos
(multitudes) de magnitudes son denominados «espacios» porque entre ellos
existen relaciones que recuerdan por la forma las que tienen lugar entre los
elementos del espacio tridimensional real: dicho con otras palabras, son
«semejantes al espacio». Y esto permite extender a ellos muchos postulados
de la geometría y estudiarlos más a fondo. Algunos idealistas aprovechan la
introducción en la ciencia de la noción de los "espacios pluridimensionales"
para tratar de “demostrar” que los cuerpos pueden existir fuera del espacio.
Según su punto de vista, en tanto que los seres humanos y todos los cuerpos

22
corrientes se encuentran en tres dimensiones. “Los seres espirituales”,
incorpóreos, “los espíritus”, se sitúan en magnitudes del espacio inaccesibles
a los seres comunes. De ahí deducen que «los espíritus» pueden influir en
los procesos materiales y dirigirlos, permaneciendo fuera de nuestras
percepciones. Pero el intento de especular con la noción de los «espacios
pluridimensionales» para refutar el materialismo carece de toda base. A
diferencia del espacio, el tiempo es unidimensional. Esto significa que
cualquier momento del tiempo es determinado por un número, que expresa
el período de tiempo transcurrido hasta ese momento desde otro tomado
como comienzo del cálculo. Todos los acontecimientos siguen una sola
dirección: de lo pasado a lo presente y de lo presente a lo futuro. Esta
dirección de los procesos es objetiva, no depende de la conciencia de los
hombres que los perciben. En el espacio se puede trasladar los cuerpos de la
derecha a la izquierda y de la izquierda a la derecha, de arriba abajo y de
abajo arriba. Pero es imposible volver en el tiempo procesos ligados por
nexos causales, obligarles a ir de lo futuro a lo pasado. El tiempo es
irreversible. En eso se diferencia sustancialmente del espacio Nuestras
representaciones del espacio y del tiempo no son inmutables. La ciencia
penetra cada día más profundamente en la estructura espacial-temporal del
mundo y descubre nuevas y nuevas propiedades espaciales y temporales de
las cosas. Pero el cambio de nuestras nociones del espacio y del tiempo no
pueden confundirse, como subraya Lenin, “con la inmutabilidad del hecho
de que el hombre y la naturaleza sólo existen en el tiempo y en el espacio;
los seres fuera del tiempo y del espacio, creados por los curas y admitidos
por la imaginación de las masas ignorantes y oprimidas de la humanidad, son
productos de una fantasía enfermiza, tretas del idealismo filosófico, fruto
inservible de un régimen social malo.” La tesis de que el espacio y el tiempo
son formas de la existencia de la materia no sólo define su carácter objetivo,
real: significa también su nexo indisoluble con la materia en movimiento. De
la misma manera que no hay materia fuera del espacio y del tiempo, no hay
ni puede haber espacio y tiempo sin materia. El espacio y el tiempo existen
sólo en las cosas materiales, sólo gracias a ellas. “Por supuesto —señalaba
Engels—, estas dos formas de existencia de la materia sin materia no son
nada, son vanas representaciones, abstracciones, existentes sólo en nuestra
cabeza.” Quienes separan el espacio y el tiempo de la materia y porfían que
ambos existen aisladamente de la materia, atribuyen una vida autónoma,
independiente, a algo que no es material y que sólo se halla en la conciencia.
Mas eso significa precisamente adoptar las posiciones del idealismo, según
el cual los productos de nuestra actividad mental son esencias
independientes. De ahí que Lenin dijera: “El tiempo fuera de las cosas
temporales = Dios.”

23
El materialismo dialéctico se distingue sustancialmente del materialismo
metafísico por el postulado que proclama el nexo indisoluble del espacio y
el tiempo con la materia. El materialismo metafísico, aun admitiendo la
realidad objetiva del espacio y el tiempo, los considera, no obstante, como
esencias autónomas, como recipientes vacíos independientes de la materia,
destinados a guardar cuerpos y procesos materiales. Para Isaac Newton,
fundador de la mecánica clásica. Para él, el espacio y el tiempo eran
objetivos, pero existían independientemente de la materia en movimiento,
eran inmutables por completo y no estaban vinculados entre sí. Los
denominó “absolutos”. Las ideas de Newton acerca del “espacio absoluto” y
del “tiempo absoluto” predominaron en la ciencia hasta comienzos del siglo
XX, cuando, al crearse la teoría de la relatividad, los naturalistas vieron claro,
por fin, que era erróneo desvincular entre sí el espacio y el tiempo y
separarlos de la materia en movimiento. El matemático ruso N. Lobachevski
hizo un gran aporte a la elaboración de las nociones científicas referentes al
nexo del espacio y del tiempo con la materia en movimiento. Lobachevski
demostró que las propiedades del espacio no son inmutables, iguales siempre
y en todas partes, sino que cambian en dependencia de las propiedades de la
materia y de los procesos físicos que tienen lugar en los cuerpos materiales.
Al cambiar las condiciones materiales, se modifican las formas espaciales,
la dimensión de los objetos y el carácter de las leyes geométricas. N.
Lobachevski creó una geometría completamente nueva, diferente de la
creada por Euclides en la Grecia antigua. Una peculiaridad de esta geometría
consiste en que, en ella, la suma de los ángulos de un triángulo no es
constante e igual a 180º, sino que cambia al modificarse la longitud de sus
lados y es siempre inferior a 180º. Más tarde, Riemann creó otra geometría
no euclidiana, en la que la suma de los ángulos de un triángulo es superior a
180º. La creación de la geometría no euclidiana, que descubrió el nexo
profundo del espacio con la materia y la condicionalidad de las propiedades
del primero por las propiedades de la segunda, asestó un golpe a las
concepciones idealistas del espacio. Basándose en que la geometría de
Euclides había sido inmutable durante muchos siglos, Kant declaró que el
espacio era una forma apriorística de contemplación, inherente a nuestra
conciencia, en la que el sujeto cognoscente “ordena” la disposición de los
fenómenos. La geometría es inmutable, suponía Kant, precisamente porque
el espacio pertenece a la conciencia del sujeto y no a los fenómenos variables
fuera de él. Pero resultó que la geometría de Euclides no era única, que en
dependencia de las condiciones materiales en el espacio actuaban leyes de
geometrías completamente diferentes. La física moderna profundizó más aún
y desarrolló las ideas de Lobachevski.

La teoría de la relatividad, creada por Alberto Einstein, descubrió formas


nuevas, más generales, de conexión del espacio y del tiempo con la materia

24
en movimiento y entre sí, expresando estos nexos matemáticamente, en leyes
concretas. Una manifestación del nexo del espacio y del tiempo con la
materia en movimiento es el hecho, señalado por vez primera en la teoría de
la relatividad, de que la simultaneidad de los acontecimientos no es absoluta,
sino relativa. Acontecimientos simultáneos con relación a un sistema
material, o sea, en unas condiciones del movimiento, no son simultáneos con
relación a otro sistema material, es decir, en otras condiciones del
movimiento. A este hecho fundamental están vinculadas otras tesis
importantes. Resulta que la distancia entre los cuerpos no es igual en los
distintos sistemas materiales en movimiento: al crecer la velocidad del
movimiento, se reduce la distancia (longitud). De la misma manera, el
intervalo de tiempo entre los sucesos, cualesquiera que sean, es diferente en
los distintos sistemas materiales en movimiento: al aumentar la velocidad,
dicho intervalo disminuye. Los mencionados cambios de las dimensiones
espaciales (longitudes) y de los intervalos de tiempo dependencia de la
voluntad del movimiento se producen en rigurosa correspondencia mutua.
En ello se manifiesta el nexo interno entre el espacio y el tiempo. El estudio
del campo gravitacional en la teoría general de la relatividad condujo a un
descubrimiento más profundo aún de la dependencia del espacio y del tiempo
respecto de la materia en movimiento. Se estableció que cuanto mayor es la
masa de los cuerpos que se encuentran en el espacio y cuanto mayor es, por
consiguiente, el campo gravitacional, tanto más se apartan las propiedades
reales del espacio de las propiedades expresadas en la geometría de Euclides.
Este apartamiento es denominado en física «torcedura» (o “curvatura”) del
espacio. La curvatura del espacio está determinada, pues, por la magnitud, la
distribución y el movimiento de las masas materiales, por la tensión del
campo de gravitación. Al cambiar el campo gravitacional se modifican las
propiedades tanto del espacio como del tiempo. El campo de gravitación
cambia el correr del tiempo, su ritmo. Cuanto mayores son las masas
materiales y cuanto más fuerte es el campo gravitacional, tanto más lento es
el transcurso del tiempo. Además, el espacio y el tiempo no cambian
independientemente el uno del otro, sino en estrecha conexión de acuerdo
con una ley plenamente definida. El nexo orgánico del espacio y del tiempo
con la materia y con el movimiento de ésta, descubierto por la teoría de la
relatividad, ofrece una prueba científico-natural de la realidad objetiva del
espacio y del tiempo, de su independencia respecto de la conciencia, del
sujeto cognoscente. El postulado que proclama la conexión del espacio y del
tiempo entre sí y con la materia ha pasado a ser una idea directriz de la
ciencia moderna. Sin tomar en consideración el nexo del espacio y del
tiempo entre sí y con la materia en movimiento es imposible comprender los
procesos físicos que se producen con velocidades próximas a la de la luz ni
los relacionados con grandes valores de energía. La dependencia de las
propiedades del tiempo y del espacio respecto de la materia se ve confirmada

25
no sólo por los datos de la física, sino por los de otras ciencias, en particular,
de la biología. Por ejemplo, el estudio de las formas espaciales de la materia
viva muestra que a ésta le son inherentes tipos propios, especiales, de
simetría que no poseen los cuerpos de la naturaleza inorgánica. Como
sabemos, la materia, al desarrollarse, engendra nuevas y nuevas formas, a las
que son inherentes regularidades particulares. Y de conformidad con ello,
surgen nuevas relaciones de espacio y tiempo. Por consiguiente, el espacio y
el tiempo, como la materia misma, están subordinados a la gran ley universal
del ser: la ley del desarrollo.

Calidad y Cantidad. Categorías de la Filosofía que reflejan


importantes aspectos de la realidad objetiva. El mundo no consta de
cosas preparadas y acabadas, sino que constituye un conjunto de
procesos en los cuales las cosas se modifican constantemente, surgen
y se destruyen. Pero de esto no se sigue que las cosas carezcan de
determinada forma de existencia, que sean absolutamente inestables e
indiferenciables entre sí. Por más que cambie un objeto, hasta cierto
tiempo sigue siendo precisamente este objeto, cualitativamente
determinado, y no otro. La determinación cualitativa de los objetos y
fenómenos es lo que los hace estables, lo que los delimita y lo que crea
la diversidad infinita del mundo. La calidad es la determinación
esencial del objeto, gracias a la cual el objeto es el objeto dado y no
otro, se distingue de otros objetos. La calidad del objeto no se reduce
a sus propiedades singulares. Se halla vinculada al objeto como un
todo, lo abarca plenamente y es inseparable de él. Esta es la razón de
que el concepto de calidad se enlace con el ser del objeto. El objeto,
sin dejar de ser lo que es, no puede perder su calidad. Mas, cada objeto
se halla unido por miles de hilos a otros objetos, se encuentra con ellos
en polifacéticas relaciones, constituye la unidad de lo singular, de lo
particular y de lo universal. Aparte de determinación cualitativa, todos
los objetos poseen también determinación cuantitativa: magnitud,
número, extensión, ritmo en que los procesos transcurren, grado de
desarrollo de las propiedades, etc. La cantidad es una determinación
de la cosa gracias a la cual ésta puede dividirse (real o mentalmente),
en partes homogéneas, y las partes se pueden reunir en una unidad. La
homogeneidad (semejanza, parecido), de las partes u objetos
constituye un rasgo distintivo de la cantidad.

Las diferencias entre objetos no semejantes unos a otros tienen un carácter


cualitativo; las diferencias entre objetos análogos, poseen un carácter
cuantitativo. A diferencia de la calidad, la cantidad no se halla tan

26
estrechamente ligada al ser del objeto. Las transformaciones cuantitativas no
llevan de golpe al aniquilamiento o a la modificación esencial del objeto.
Únicamente después de haber alcanzado un límite específico para cada
objeto, los cambios cuantitativos dan origen a cambios cualitativos. En este
sentido, las relaciones cuantitativas, a diferencia de las cualitativas, se
caracterizan por la relación externa respecto a la naturaleza de los objetos.
De ahí que en el proceso de la cognición (por ejemplo, en matemáticas), tales
relaciones puedan ser separadas de su contenido como de algo indiferente
para el caso.

La calidad no puede ser reducida a la cantidad, como intentan hacer los


metafísicos. No existe un solo objeto que sólo posea un aspecto o cualitativo
o cuantitativo. Cada objeto representa una unidad de determinada calidad y
cantidad. El quebrantamiento de la medida provoca el cambio del objeto o
del fenómeno dado, lo transforma en otro objeto o fenómeno.

Contradicción. Categoría que expresa en dialéctica la fuente interna


de todo movimiento, la raíz de la vitalidad, el principio del desarrollo.
Es precisamente el reconocimiento de la contradicción en las cosas y
en los fenómenos del mundo objetivo lo que distingue la dialéctica de
la metafísica. “...La dialéctica es el estudio de la contradicción en la
esencia misma de los objetos...” Las contradicciones dialécticas que
se reflejan en el pensar, en los conceptos y en las teorías, han de
distinguirse de las denominadas contradicciones «lógicas» que
expresan la confusión del pensamiento y su falta de consecuencia.

La división del trabajo y, en particular, la separación del trabajo intelectual


respecto al trabajo físico, constituye en la sociedad esclavista y desde aquel
entonces un fenómeno progresivo, ya que el dejar libres del penoso trabajo
físico a una parte de los individuos, permitía que éstos se ocupasen del
cultivo de la ciencia, del desarrollo de la cultura

En las formaciones económico-sociales de carácter antagónico, la separación


indicada adquiere la forma de antagonismo social, de clase: ocuparse del
trabajo intelectual se convierte en privilegio de las clases dominantes,
mientras que el trabajo físico queda como destino de las clases explotadas.
Tal contradicción alcanza singular gravedad en la sociedad burguesa.

Bajo el capitalismo, las clases explotadoras ejercen su dominio sobre las


personas dedicadas al trabajo físico valiéndose de la intelectualidad y no
directamente. La intelectualidad se encuentra enfrentada al proletariado y a
la vez unida al mismo por intereses comunes de lucha contra el yugo de los
27
monopolios y el peligro de la guerra. Aunque el avance de la técnica y de la
ciencia, bajo el capitalismo, hacen posible reducir la jornada de trabajo y
aumentar el tiempo dedicado al desarrollo espiritual de las masas
trabajadoras, tal posibilidad no puede convertirse en realidad. Al contrario,
bajo el capitalismo, el progreso de la técnica y del rendimiento del trabajo
no hacen sino ahondar las contradicciones entre el trabajo intelectual y el
trabajo físico.

En la sociedad socialista, esta contradicción desaparece. Al acabar con la


explotación del hombre por el hombre, el proceso socialista, convierte cada
vez más el trabajo en una obra creadora aproximando el hacer físico y el
hacer intelectual, todo ello, junto con otras condiciones de la vida humana,
superará la vieja oposición entre el trabajo físico y el trabajo intelectual.
Desaparece asimismo la hostilidad entre las personas dedicadas al trabajo
físico y los intelectuales; la intelectualidad misma, surgida de las capas
trabajadoras, cambia su esencia y naturaleza social.

En el proceso de la edificación del socialismo, se irán borrando gradualmente


las diferencias entre el trabajo intelectual y el físico. La condición decisiva
de que así sea, radicará en la creación de la base material y técnica de las
teorías marxistas, y en la transformación del carácter mismo del trabajo, lo
cual redundará en una mejora de los trabajadores, en una mayor y mejor
formación y cualificación técnica, así como una elevación de los
conocimientos culturales y especiales de éstos.

La reducción de la jornada de trabajo deja tiempo libre para el desarrollo


polifacético, físico e intelectual, del ser humano. Desaparecerá la vieja
división del trabajo que encadenaba a las personas a una rigurosa
especialidad; habiendo recibido una elevada preparación, la persona elegirá
libremente su trabajo y podrá pasar de una profesión a otra. La
intelectualidad, en tanto que capa de la población, especializada en el trabajo
intelectual, desaparecerá. Todo ello significará que el trabajo físico y el
trabajo intelectual se habrán fusionado por completo.

En la base de las contradicciones antagónicas, específicas de todas las


relaciones sociales en la sociedad basada en la explotación, se encuentran
intereses irreconciliables de clases, grupos y fuerzas sociales enemigos entre
sí. Las contradicciones de este género se resuelven por medio de la lucha de
clases revolucionaria y de la revolución social que transforma el régimen
social dado.

El rasgo característico de las contradicciones antagónicas estriba en que en


el proceso de su desarrollo, se agudizan, se hacen más hondas y la lucha entre
ellas llega hasta el conflicto agudo. No obstante, las formas en que el
28
conflicto se resuelve son determinadas por las condiciones históricas
concretas de la lucha.

Son un ejemplo claro de estas contradicciones las que existen entre la


burguesía y el proletariado en la sociedad capitalista, así como aquellas que
se dan entre estados imperialistas; las últimas arrancan de la lucha existente
entre los países capitalistas por los mercados y esferas de influencia, o sea
de la competencia.

Y aunque las contradicciones mencionadas en último término no son de clase


y resultan, por ende, menos fuertes y agudas que el antagonismo entre
proletariado y burguesía, llevan a la lucha violenta entre los imperialistas de
países diferentes.

En tales contradicciones se encuentran las causas de las guerras imperialistas


por un nuevo reparto del mundo, por los mercados de venta, las
contradicciones no antagónicas expresan las que se dan no entre clases
enemigas, sino entre clases y grupos sociales que poseen, además de
contradicciones entre sí, una comunidad de intereses esenciales.

El rasgo característico de tales contradicciones estriba en que, en su


desarrollo, no se transforman forzosamente en una oposición hostil y la lucha
entre ellas no llega hasta el conflicto.

Las contradicciones no antagónicas no se superan mediante una encarnizada


lucha de clases, sino a través de la transformación gradual y planificada de
las condiciones económicas y de otra índole que las originan. Estas
contradicciones, como las demás, cualesquiera que sean, también se superan
por medio de la lucha de lo nuevo contra lo viejo, de lo progresivo contra lo
atrasado, de lo revolucionario contra lo conservador.

Con el cambio del carácter, del contenido de las contradicciones, cambian


sólo las formas de su superación. Pero la contradicción como ley del
desarrollo no desaparece bajo el socialismo. «Antagonismo y contradicción
no son de ningún modo una misma cosa. El primero desaparece bajo el
socialismo; la contradicción persiste».

Causalidad. Categoría que denota la conexión necesaria de los


fenómenos, uno de los cuales (denominado causa) condiciona a otro
(denominado efecto). Se distingue la causa absoluta y la causa
específica. La causa absoluta es el conjunto de todas las circunstancias
cuya presencia determina necesariamente el efecto. La causa

29
específica es el conjunto de circunstancias cuya aparición (ante
muchas otras circunstancias que existen ya en la situación dada antes
de que se produzca el efecto y que forman las condiciones para que la
causa actúe), lleva a la aparición del efecto.

Establecer la causa absoluta sólo resulta posible en casos relativamente


sencillos; por lo común, la investigación científica se orienta hacia el
descubrimiento de las causas específicas de un fenómeno dado. Esto también
ocurre, además, porque en la causa específica se unen las componentes de la
causa absoluta más esenciales en la situación dada, y los componentes que
quedan aparecen sólo como condiciones de la acción de dicha causa
específica. El problema de la causalidad es campo de una enconada lucha
entre materialismo e idealismo.

El materialismo defiende la tesis de que la causalidad posee un carácter


objetivo y universal, considera los nexos causales como nexos de las mismas
cosas, los cuales existen fuera de la conciencia e independientemente de ella.

El idealismo subjetivo o bien niega en general la causalidad reduciéndola a


una mera sucesión de sensaciones habitual para el hombre (David Hume), o
bien, reconociendo que la causalidad constituye un nexo necesario, estima
que el sujeto cognoscente la aporta al mundo de los fenómenos (carácter
apriorístico de la causalidad, Kant).

El idealismo objetivo puede reconocer la existencia de la causalidad


independiente del sujeto cognoscente, pero ve sus raíces en el espíritu, en la
idea, en el concepto, a los que considera independientes del sujeto.

El Materialismo Dialéctico no sólo reconoce el carácter objetivo y universal


de la causalidad, sino que además rechaza la visión simplista de la misma,
en particular la contraposición –característica de la metafísica- de causa a
efecto y viceversa, a los que considera como momentos de una interacción
en la cual el efecto, determinado por la causa, desempeña a su vez un papel
activo, ejerciendo una acción inversa sobre la causa. Las conexiones causales
poseen un carácter multiforme y no es posible reducirlas a un solo tipo, como
hacía el materialismo metafísico (por ejemplo, el determinismo de Laplace,
que asignaba un valor absoluto a la causalidad mecánica).

Existen distintas concepciones filosóficas contradictorias relativas al lugar


que ocupa y al papel que desempeña la causalidad.

El determinismo afirma la condicionabilidad causal y universal de todos los


fenómenos. El determinismo consecuente sostiene que la causalidad posee
un carácter objetivo, y esto lo distingue de las concepciones seudo

30
deterministas, que reconocen de palabra el carácter universal de la
causalidad, pero que en realidad la limitan negando su carácter objetivo
(Kant). El indeterminismo, en cambio, niega el carácter universal de la
causalidad (en su forma extrema, niega la causalidad en general).

Las ideas deterministas aparecen ya en la filosofía clásica griega, alcanzando


su expresión más brillante en el atomismo. El determinismo alcanza un
ulterior desarrollo y una fundamentación más amplia en la ciencia natural y
en la filosofía materialista de la época moderna. (Bacon, Galileo, Descartes,
Newton, Lomonósov, Laplace, Spinoza y materialistas franceses del siglo
XVIII). En consonancia con el nivel en que se encontraba la ciencia natural,
el determinismo de dicho período posee un carácter mecanicista y abstracto.
De ahí que se asigne un valor absoluto a la forma de la causalidad; ésta se
describe según las leyes rigurosamente dinámicas de la mecánica, lo cual
conduce a identificar la causalidad con la necesidad y a negar el carácter
objetivo de la casualidad.

Quien formula con mayor relieve este punto de vista es Pierre de Laplace (de
ahí que el determinismo mecánico se conozca también con el nombre de
determinismo de Laplace). Según él, los valores de las coordenadas y de los
impulsos de todas las partículas del universo, en un momento dado del
tiempo, determinan su estado de manera absolutamente igual al de cualquier
otro momento pasado o futuro. El determinismo así concebido lleva al
fatalismo, adquiere un carácter místico y, en realidad, coincide con la fe en
la predeterminación divina. El avance de la ciencia ha refutado el
determinismo de Laplace no sólo en lo que respecta a la naturaleza orgánica
y a la vida social, sino, además, en la esfera de la física. El establecimiento
del principio de indeterminación en la mecánica cuántica puso de manifiesto
la inconsistencia de tal determinismo, más por otra parte dio pie a que la
filosofía idealista lo interpretara en un sentido indeterminista (conclusiones
acerca del «libre albedrío» del electrón, ausencia de causalidad en los
microprocesos, etc.).

El materialismo dialéctico supera la limitación del determinismo mecanicista


y, reconociendo el carácter objetivo y universal de la causalidad, no la
identifica con la necesidad, no reduce su manifestación al tipo
exclusivamente dinámico de las leyes. La lucha entre el determinismo y el
indeterminismo, siempre viva, se ha agudizado sensiblemente, tanto en la
ciencia natural como ante todo en lo tocante al estudio de los fenómenos
sociales.

La filosofía burguesa contemporánea hace amplia propaganda del


indeterminismo en sociología presentándolo bajo la forma de voluntarismo
y también contraponiendo las ciencias sociales como si fueran sólo aptas
31
para describir los fenómenos individuales (ciencias ideográficas), a las
ciencias naturales que establecen leyes (ciencias nomotéticas), a la
sociología empírica en la cual el empirismo se presenta como tendencia a
«no hacer el menor caso de toda generalización» etc. Por el contrario, en los
casos en que los sociólogos burgueses no rechazan el determinismo como
tal, lo conciben según formas toscamente vulgares (teorías biológicas del
desarrollo social, tecnicismo vulgar, etc.).

Tan sólo el materialismo histórico estableció, por primera vez, el auténtico


determinismo en las investigaciones sociales. Ofrece un brillante ejemplo de
cómo se enfocan con sentido determinista los procesos sociales.

El progreso de la ciencia moderna, que no admite se atribuya valor absoluto


a las formas de conexión de causa y efecto antes conocidas, descubre el
carácter polifacético de tales relaciones, confirma, ahonda y enriquece la
concepción materialista dialéctica de la causalidad. La categoría de
causalidad constituye una de las categorías de la investigación científica que,
en última instancia, siempre se orienta hacia el descubrimiento de las
principales dependencias causales. Ahí donde el conocimiento alcanza un
estadio en el cual resulta posible el riguroso análisis cuantitativo de los
fenómenos estudiados, los nexos causales reciben expresión en forma de
dependencias funcionales, lo cual, sin embargo, no hace superflua la
categoría de causalidad.

Necesidad y libertad. La necesidad se desprende de la esencia interna


de los fenómenos, designa la ley, el orden y la estructura de los
mismos. La necesidad es lo que ha de ocurrir obligatoriamente en unas
condiciones dadas, mientras que la libertad es el deseo consiente que
lleva al hombre a realizar determinadas acciones, con la facultad de
tomar una resolución con conocimiento de causa. El estudio de los
fundamentos del marxismo-leninismo requiere un trabajo serio y
profundo; exige, por tanto, esfuerzo y tiempo. ¿Qué es lo que
proporciona al hombre esta doctrina? Resumidamente, se podría
responder así: el estudio de los fundamentos del marxismo-leninismo
permite adquirir una concepción completa del mundo, que es la más
avanzada de cuantas existen en nuestra época. Esta concepción agrupa
en un sistema armónico las partes principales de la gran doctrina de
Marx y Lenin.

Las concepciones del mundo son muy diversas: las hay progresivas y las hay
reaccionarias. Entre estas últimas hay algunas que se basan en viejas
creencias y que imponen la necesidad de mantenerse en dependencia ciega
32
de un imaginario ser sobrenatural, de sus vicarios en la tierra y los ungidos
por el Señor. Hay también concepciones cuyos partidarios, sin hablar de Dios
y aun jurando fidelidad a la ciencia, recurren a argumentos sutiles, pero
falsos, para destruir la convicción del hombre moderno en la existencia real
del mundo material que nos rodea. Así es como proceden los adeptos de las
corrientes más en boga del idealismo moderno. Muchos de ellos no creen en
la existencia de fuerzas sobrenaturales, pero, sometidos como están a la
influencia de los convencionalismos y prejuicios tradicionales de la sociedad
burguesa, no quieren cerrar todas las puertas a la fe en esas fuerzas
sobrenaturales. Por eso, esgrimiendo y deformando los últimos datos de la
ciencia, siembran la duda en la materialidad de la naturaleza. A su vez,
teólogos y eclesiásticos: los aplauden, esperando que el hombre que cree en
la inmaterialidad del mundo puede llegar a creer todo lo que se quiera.

Quiere decirse que no es ciencia todo lo que imita a la ciencia, que no es oro
todo lo que reluce. Precisamente en nuestro tiempo, muchas variedades del
idealismo filosófico se adornan de buen grado con el plumaje de pavo real
de las ciencias exactas, tratando de encubrir la esencia anticientífica de sus
doctrinas. Pero en realidad temen los más importantes descubrimientos de la
ciencia, los pasan por alto o los deforman. El marxismo-leninismo se
diferencia muy ventajosamente de todos los demás sistemas en cuanto a su
concepción del mundo. No admite la existencia de fuerzas sobrenaturales ni
de creador alguno. Pisa fuerte en el suelo de la realidad, en el suelo del
mundo en que vive. El marxismo-leninismo emancipa definitivamente a la
humanidad de las supersticiones y de la secular dependencia espiritual.
Llama al hombre a ser independiente, libre y consecuente en su modo de
pensar. El marxismo-leninismo toma al mundo tal cual es, sin identificarlo
con un infierno ni con un paraíso. Su punto de partida es que toda la
naturaleza, sin exceptuar al hombre, se compone de materia con sus distintas
propiedades. La naturaleza, lo mismo que cada uno de sus fenómenos, se
halla en constante desarrollo. Las leyes de este desarrollo no han sido
establecidas por Dios ni dependen de la voluntad de los hombres; son propias
de la naturaleza misma y el hombre es plenamente capaz de conocerlas. En
el mundo no hay cosas incognoscibles de por sí; de hecho sólo hay cosas que
todavía no han sido conocidas, pero que lo serán con ayuda de la ciencia y
de la práctica. La concepción marxista-leninista del mundo tiene su origen
en la ciencia y confía en ella en cuanto no se aparta de la realidad y de la
práctica. Progresa y se enriquece a medida que la ciencia avanza.

El marxismo-leninismo enseña que el desarrollo no sólo de la naturaleza,


sino también de la sociedad humana, se produce con arreglo a leyes
objetivas, que son independientes de la voluntad de los hombres. Al revelar
cuáles son las leyes fundamentales que rigen el desarrollo de la sociedad, el

33
marxismo convirtió la historia de los hombres en una ciencia verdadera,
capaz de explicar tanto el carácter de cualquier régimen social como el
progreso que lleva a la sociedad a pasar de un régimen a otro. Esto fue un
triunfo formidable del pensamiento científico. Nadie de quienes con un
espíritu burgués cultivan las ciencias sociales (sociología, economía política,
historia) ha podido refutar la comprensión materialista de la historia; nadie
ha podido oponerle otra teoría que fuese aceptada, al menos, por la mayoría
de los hombres de ciencia burgueses. Y a pesar de todo, son muchos los que,
con tozudez desesperada, se apartan del materialismo histórico. ¿Por qué?
Porque esta doctrina echa por tierra la fe en el carácter "eterno" del régimen
capitalista. Si admitimos que el paso de la sociedad de un régimen a otro es
un fenómeno sujeto a leyes, sería imposible negar que el régimen capitalista
está condenado a ceder su puesto a otro régimen social más progresivo.
Admitirlo así les resulta difícil y doloroso no sólo a los propios capitalistas,
sino también a los científicos que se encuentran bajo su dependencia material
o espiritual. Jamás, en la historia de las sociedades de clase, ninguna de las
clases dominantes pensó que su régimen estaba condenado a la muerte y
desaparición. Los esclavistas creían que su régimen era eterno y que había
sido establecido por Dios.

Los señores feudales que vinieron a reemplazarlos estaban también


convencidos de que su régimen –el feudalismo- había sido establecido de
una vez para siempre por la voluntad divina. Pero hubieron de ceder su
puesto a la burguesía. Ahora es ésta la que se hace ilusiones imaginándose
que su régimen –el capitalismo- presenta un carácter "eterno" e "inmutable".
Y muchos eruditos sociólogos e historiadores, que no desean romper con el
capitalismo, echan mano a toda clase de recursos para quebrantar los hechos,
cuando éstos nos dicen que los sistemas sociales evolucionan y cambian
según leyes que les son propias y que no dependen dela voluntad de las clases
dominantes y de sus ideólogos.

Quiere decirse que si los ideólogos burgueses combaten la concepción


marxista de la historia no es porque ésta sea errónea, sino, precisamente,
porque es cierta. La ciencia verdadera, que estudia las leyes a que se hallan
sujetos la acción y el desarrollo de las fuerzas de la naturaleza o de la
sociedad, siempre prevé lo nuevo. La ciencia marxista, que se refiere a las
leyes del desarrollo social, permite orientarse en la compleja situación de las
contradicciones sociales; y, lo que es más valioso, ayuda a prever cómo se
desenvolverán los acontecimientos, la dirección del proceso histórico y las
etapas futuras del desarrollo social. Por lo tanto, el marxismo-leninismo pone
en nuestras manos un instrumento con ayuda del cual es posible asomarse al
futuro y ver los perfiles de los próximos virajes de la historia. Es a modo de
un "telescopio del tiempo" que descubriese las grandiosas perspectivas de la

34
humanidad en el futuro, emancipada del yugo del capital como último
régimen de explotación.

Pero cuando la ciencia avanzada invita a los sabios burgueses (que afirman
que "no se puede prever nada") a mirar por el "telescopio del tiempo"
marxista, cierran los ojos: les asusta asomarse al futuro...Los marxistas no
temieron nunca mirar adelante. Representantes como son de la clase a la cual
pertenece el porvenir, no tienen interés alguno en conservar vanas ilusiones
que se hacen añicos al chocar con los hechos, con la ciencia. Los marxistas
rusos, dirigidos por Lenin, previeron la revolución socialista en su país como
tarea históricamente madura, llamaron a la clase obrera a la lucha decisiva,
organizaron el asalto delas fortalezas del régimen de explotación y
alcanzaron un completo triunfo. La verdad de la comprensión marxista-
leninista de la historia se ha visto plenamente confirmada en la práctica .La
teoría marxista-leninista no es un dogma, sino una guía para la acción.

De lo que se trata es de aprender a aplicarla con un acertado criterio. Esta


teoría alumbra el camino a seguir. Sin ella, hasta los hombres progresistas
habrían de caminar a ciegas, sin una comprensión real y profunda de lo que
ocurre a su alrededor. La teoría marxista-leninista proporciona una base
científica a la política revolucionaria. Quien en política se guía por sus
deseos subjetivos, jamás será otra cosa que un mero soñador, o bien correrá
el riesgo de ser arrojado al vertedero de la historia, pues ésta no se ajusta a
los deseos de los hombres si estos deseos no se acomodan a las leyes de la
misma. Por eso subraya Lenin la necesidad de analizar con verdadera
sensatez científica la situación objetiva delas cosas y la marcha objetiva de
la evolución, cuando se trata de marcar la línea política del Partido, y luego
aplicar esa línea con toda la energía revolucionaria. Y Marx decía: "Hay que
tomar las cosas como son, es decir, defender la causa de la revolución en la
forma que corresponda al cambio sufrido por las circunstancias." La teoría
marxista, fruto de la experiencia y del pensamiento revolucionario de todos
los países, corresponde a la misión histórica de la clase obrera, que está
llamada a cumplir el papel de destacamento de vanguardia y dirigente del
gran movimiento deliberación de todos los oprimidos y explotados. La
concepción marxista tiene en el proletariado a su instrumento material, lo
mismo que el proletariado tiene en la concepción marxista su arma espiritual.

Por ello el marxismo-leninismo es una preciosa fuente de energía vital para


todos los trabajadores, para cualquier hombre progresista deseoso de
comprender acertadamente el mundo que le rodea, de no vivir a merced del
azar y de aportar conscientemente su contribución a los acontecimientos que
se desenvuelven en el mundo. Estos hombres suman ya millones, y su
número aumenta sin cesar. Se ponen en movimiento masas cada vez más

35
amplias de seres anónimos que no quieren que su vida transcurra en vano y
aspiran a ser elementos conscientes y activos del progreso histórico.

Para esas masas el marxismo significa una ayuda inestimable. Esto se refiere
singularmente a los jóvenes, a quienes la concepción marxista-leninista del
mundo acorta extraordinariamente el camino dela madurez política, les da
experiencia y les ayuda a encaminar su fogosa energía por una ruta cierta, en
bien de la humanidad entera. La concepción marxista-leninista puede servir
de punto fiel de orientación en la creación científica, y no sólo cuando se
trata de las ciencias sociales, sino también en las ciencias de la naturaleza.
¿Acaso no ayuda en sus investigaciones a los naturalistas una acertada visión
del mundo, la comprensión de sus leyes generales, concatenaciones y
procesos? Tal visión y tal comprensión las proporciona la teoría marxista-
leninista. No puede atribuirse a un azar que, actualmente, muchos sabios
ilustres, movidos a ello por la experiencia reunida en su labor científica,
adopten íntegramente la doctrina marxista o acepten tácitamente unos u otros
aspectos de su teoría, impulsados por el deseo de ahondar más en los
misterios de la naturaleza y de servir mejor a sus semejantes. Más aún. La
asimilación de la concepción marxista-leninista del mundo abre perspectivas
maravillosas a cuantos cultivan el arte y la literatura, al orientar su obra hacia
una representación profunda y rica en ideas de la realidad por medio de
imágenes artísticas. Sin la beneficiosa influencia de una concepción
claramente progresiva, la obra del escritor o del artista moderno, en el mejor
de los casos, siempre será una producción anémica. Y en nuestro tiempo, la
concepción más clara y precisa del mundo es la que proporciona el
marxismo-leninismo. Mientras que en la literatura burguesa se generaliza
cada vez más la desesperanza, el pesimismo sin salida, la obra de los
escritores y poetas progresistas se ve inspirada por un fecundo optimismo.
Es una obra que cree en el futuro, que ama el futuro y que llama a un futuro
feliz. En un momento en que la ideología burguesa de Occidente pone de
relieve una desesperada crisis de fe en el hombre, de fe en los destinos de la
civilización, la concepción marxista-leninista despierta en las gentes el deseo
de incorporarse a la noble lucha que defiende los más altos ideales sociales.
Quien de veras llegue a comprender esta concepción del mundo, adquirirá la
convicción profunda no sólo de la razón que asiste a la causa obrera, sino de
la necesidad histórica del triunfo del socialismo en el mundo entero. Armado
con la concepción marxista-leninista del mundo, aun el débil se convertirá
en un hombre fuerte, políticamente firme y fiel a los principios. Adquirirá
una convicción tan robusta que eso le permitirá resistir toda clase de pruebas.

Millones de seres de todo el mundo han bebido en el abundante manantial


del marxismo-leninismo los grandes ideales de su movimiento y la
inagotable energía necesaria para dar vida a esos ideales. ¿Es siquiera digno

36
del hombre culto de nuestros días vivir sin una concepción progresista del
mundo? Y aún peor es alimentarse con sucedáneos de baja especie, propios
sólo para los pobres de espíritu. Es mil veces preferible trabajar debidamente
para asimilar los fundamentos de la concepción marxista-leninista del
mundo, que nos hará espiritualmente ricos y nos colocará en condiciones
ventajosas en la lucha contra las fuerzas negras de los imperialistas enemigos
del género humano.

“La doctrina de Marx es todopoderosa porque es cierta”.


Lenin.

Necesidad y libertad. En el proceso de formación del conocimiento,


se forman los conceptos que son las ideas más acabadas de las cosas,
los fenómenos o procesos, que reflejan las cuestiones esenciales de
ellos. Por ejemplo, un número es un concepto de cantidad, no importa
que cosa, es una abstracción que representa un aspecto esencial de las
cosas, su cantidad, es decir su unidad como cosa y su diferencia y su
similitud con otras. Los conceptos filosóficos, son las llamadas
categorías filosóficas, estas son conceptos generales que reflejan los
aspectos más esenciales de las cosas, fenómenos y procesos, de los
que se ocupa el saber humano, y que son generales porque traspasan
las barreras de las ciencias particulares y abarcan a todos los campos
del saber. Hay que señalar que, las ciencias particulares tienen también
sus propias categorías particulares, como categorías de la medicina,
por ejemplo "paciente", de la física "fusión", que son propias de ellas
y fuera de su contexto cambian de significado. Las categorías de la
filosofía, en cambio son generales como, materia, contenido,
movimiento, etc., que serán válidas, conservando su significado
esencial en cualquier ciencia, sin considerar por supuesto, las
connotaciones singulares que suelen dar los grupos sociales al
lenguaje.

El hombre interpreta el mundo a partir de conceptos y categorías lo que no


implica de ningún modo que el mundo esté determinado por la subjetividad
o por la idea, ya que es erróneo pensar que el mundo es un algo sin forma,
sin estructura, es decir, un montón de materiales predispuestos caóticamente,
por el contrario, se trata de una existencia regida por leyes e independiente
de nuestra conciencia. Según Kant existe un conocimiento distinto del saber
instrumental que se propone la ciencia empírico-matemática ya que el

37
conocimiento ya que el conocimiento de la realidad no se reduce meramente
a lo que subyace al concepto de naturaleza, o al reino de lo necesario; sino
que existe un conocimiento basado en la esfera de la razón el que está
constituido por el concepto de libertad, porque la libertad es la categoría
racional por excelencia, es decir, que un discurso sobre la libertad es posible
en tanto éste no tenga pretensiones de científico, en otras palabras, existe un
ámbito en el cual las causas y los efectos, la ley de causalidad, deja de
relacionarse necesariamente, cuyo ámbito es: el reino de la libertad. La
libertad y la necesidad se nos presentan como una dualidad, como
contradicción y antagonismo. Reino de la necesidad se nos presenta como el
reino de la miseria, de la insatisfacción, de la desdicha; mientras la libertad
se nos aparece como la superación de la necesidad, como el reino de la
felicidad del hombre. En esta óptica se ubica la tradición marxista. Hacia
1878 Engels decía: "Hegel ha sido el primero en exponer rectamente la
relación entre libertad y necesidad. Para él, la libertad es la comprensión de
la necesidad. ‘La necesidad es ciega sólo en la medida en que no está
sometida al concepto’. La libertad no consiste en una soñada independencia
respecto de las leyes naturales, sino en el reconocimiento de esas leyes y en
la posibilidad, así dada, de hacerlas obrar según un plan para determinados
fines. Esto vale tanto respecto de las leyes de la naturaleza externa cuanto
respecto de aquellas que regulan el ser somático y espiritual del hombre
mismo: dos clases de leyes que podemos separar a lo sumo en la
representación, no en la realidad". Libertad y Necesidad, es una de las
Categorías filosóficas de la Dialéctica de Hegel., que expresan la relación
entre la actividad del hombre y de las leyes objetivas de la naturaleza y de la
humanidad. La explicación de la libertad y de la necesidad se fundamenta en
el reconocimiento de su interconexión dialéctica. La primera tentativa de
aclaración de dicha interconexión pertenece a Spinoza, quien definió la
libertad como la necesidad de la que se ha tomado conciencia Hegel
fundamenta las mutuas relaciones entre la “necesidad y la libertad”, sentando
la tesis de que ambas se hallan mutuamente vinculadas, de que pueden
transformarse la una en la otra y de que la necesidad se manifiesta a través
de la libertad, es decir el reconocimiento de la voluntad y conciencia del
hombre como lo primario y de la necesidad objetiva como lo secundario en
el sentido de la Teoría del Conocimiento. La necesidad existe en la
naturaleza y en la sociedad en forma de leyes objetivas. Las leyes no
conocidas se manifiestan como necesidad “ciega”. Pero, como se ha visto,
existe también una diferencia esencial. En la naturaleza, la necesidad no
presupone la actividad de los hombres. En la vida social, en cambio, la
actividad de los hombres figura entre las condiciones indispensables para
que la necesidad se manifieste y realice

38
Pero para Marx como para Engels la libertad no será ya aquello que entendía
Hegel, será una concepción nueva y distinta la que establecerá el marxismo.
La necesidad no debe ser ciega como la furia de la naturaleza, debe ser
racionalizada, es decir, el hombre debe descubrir las leyes que rigen la
necesidad para poner a su servicio dichas leyes, porque no es que el hombre
"destruya" las leyes naturales, sino que las comprende para controlarlas y
adaptarlas a sus necesidades. El ser humano supera a partir del conocimiento
de las leyes naturales la ciega necesidad natural puesto que el hombre se ha
humanizado o se ha separado de la naturaleza, pero como ser social sigue
siendo parte de ella. Por otro lado, la escisión que se ha establecido en la
ciencia tal vez no responda más que a una interiorización de la división del
trabajo, porque tal división hace que la ciencia esté constituida por
disciplinas unilaterales, desposeídas de toda visión dialéctica o de
interacción compleja, además de ser absurdo el concebir el mundo
circundante natural como algo ajeno al espíritu y, todavía peor, querer
fundamentar las ciencias sociales sobre las ciencias naturales para asignarles
una pretendida exactitud del orden científico referido a la naturaleza. La
libertad, en este terreno, sólo puede consistir en que el hombre socializado,
los productores asociados, regulen racionalmente este intercambio de
materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse
dominar por él como por un poder ciego, y lo lleven con el menor gasto
posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su
naturaleza humana. Pero, con todo ello, siempre seguirá siendo éste un reino
de la necesidad. Al otro lado de sus fronteras comienza el despliegue de las
fuerzas humanas que se considera como fin en sí, el verdadero reino de la
libertad, que sin embargo sólo puede florecer tomando como base aquel reino
de la necesidad. La condición fundamental para ello es la reducción de la
jornada de trabajo". Pero en el reino de la libertad las necesidades no se
estancan y tampoco desaparecen ya que el devenir social en sentido humano
y cualitativo está motivado por la necesidad, es decir, por las contradicciones
naturales y sociales que mueven al hombre a superar el reino de la necesidad
en general en pro de la comunidad humana, puesto que en la medida en que
surgen necesidades al mismo tiempo se hace más sofisticado el desarrollo
tecnológico que permite superar no sólo las necesidades naturales sino
también las necesidades humanas producidas por el hombre mismo. La
necesidad humana y no humana no condicionará ni determinará la existencia
del hombre, sino que será éste quien conscientemente rija su destino histórico
al superar el reduccionismo económico y cuantitativo de la sociedad
redificada. La libertad real está basada en la necesidad pero, la necesidad no
determina el reino de la libertad. En el reino de la libertad se producirá una
interrelación entre la necesidad humanamente constituida y el hombre, lo que
permitirá a éste trascender el mundo de lo económico y objetual y

39
desdoblarse en la esfera de la armonía de la sociedad desmitificada: La
Felicidad.

La necesidad se desprende de la esencia interna de los fenómenos, designa


la ley, el orden y la estructura de los mismos. La necesidad es lo que ha de
ocurrir obligatoriamente en unas condiciones dadas, mientras que la libertad
es el deseo consiente que lleva al hombre a realizar determinadas acciones,
con la facultad de tomar una resolución con conocimiento de causa.

El gran valor que la filosofía marxista encierra está en que proporciona a los
trabajadores el conocimiento de las leyes de desarrollo del mundo objetivo y
de la transformación del mismo. Es un instrumento poderoso en la lucha por
la emancipación de los trabajadores de toda forma de opresión, por la
creación de una vida nueva y libre. Ahora bien, ¿es posible la libertad del
hombre? ¿Es éste capaz de convertirse en el dueño de su propio destino?
Hace mucho que las gentes se hicieron estas preguntas, aunque nadie pudo
dar una respuesta que les convenciese. Al examinar el problema de la
libertad, los filósofos llegaban a conclusiones diversas, pero igualmente
erróneos. Unos caían en el fatalismo y negaban la libertad, al admitir que
todas las acciones del hombre vienen predeterminadas desde un principio. El
fatalismo religioso (musulmanes, calvinistas) afirma que la voluntad del
hombre ha sido predeterminada por Dios. Los materialistas metafísicos
(Holbach, por ejemplo) hablaban de la necesidad natural de la naturaleza,
que ata por completo al hombre y no deja lugar para la libertad de sus
acciones. Muchas tendencias idealistas, al contrario, niegan la necesidad
natural, por cuanto deducen el mundo entero de la conciencia o de la
voluntad del hombre. Admiten la libertad completa y llegan a afirmar la
arbitrariedad absoluta. Tales teorías filosóficas se hallan presididas por el
indeterminismo; un ejemplo de ellas puede ser la "filosofía de la existencia",
que anteriormente hemos examinado. Entre los filósofos anteriores a Marx,
el que dio una solución más profunda al problema de la libertad y la
necesidad fue Hegel, aunque lo desarrolló, como toda su doctrina, sobre una
base idealista. Hegel trataba de relacionar la libertad y la necesidad,
definiendo la primera como necesidad comprendida. Pero por necesidad
entendía el desarrollo necesario de la idea absoluta, y la libertad, según su
doctrina, se ejercía exclusivamente en la esfera del espíritu. El vicio radical
de las doctrinas de Hegel y de todos los idealistas reside en que la libertad la
entienden como algo que incumbe únicamente al espíritu, a la conciencia,
sin preocuparse lo más mínimo de las condiciones reales en que el hombre
vive. Además, se refieren siempre a la libertad del individuo, pasando por
alto el problema de la liberación de las masas. El materialismo dialéctico
proporciona una solución científica del problema de las relaciones entre
libertad y necesidad. La dialéctica marxista toma la necesidad como base y,

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al mismo tiempo, admite la posibilidad de que el hombre sea libre. La
libertad real no hay que buscarla en la imaginaria independencia del hombre
respecto de las leyes naturales y sociales (independencia que no puede
darse), sino en el conocimiento de esas leyes y en las acciones a que tal
conocimiento nos mueve. Los hombres no son seres sobrenaturales; no
pueden rebasar los límites de las leyes de la naturaleza, de la misma manera
que no pueden por menos de respirar. Además, viven en sociedad y no
pueden rehuir la acción de las leyes de la vida social. Dentro de su arbitrio
no les es dado ni suprimir las leyes existentes del desarrollo social ni
implantar otras nuevas. Pero los hombres pueden conocer las leyes de la
naturaleza y de la sociedad y, sabiendo el carácter y la orientación de sus
acciones, valerse de ellas en interés propio, es decir, colocarlas a su servicio.
Prueba de que es posible utilizar las leyes de la naturaleza y ponerlas al
servicio del hombre es toda la técnica de nuestros días, que se basa en el
aprovechamiento dirigido de esas leyes, y no en la ignorancia de las mismas.
El problema es infinitamente más difícil cuando se trata de las leyes de la
vida social, que durante miles de años imperaron sobre el hombre como una
fuerza extraña y enemiga. El trabajador se veía esclavizado por las leyes
elementales de la vida económica y por el poder de las clases explotadoras.
La emancipación del hombre de la esclavitud social y de clase, la conquista
de la libertad representa un largo y penoso proceso histórico. Sólo en nuestra
época se ha acelerado ese proceso, abarcando a masas de millones y millones
de hombres a quienes la doctrina del marxismo-leninismo inspira y alienta a
la lucha por el comunismo. La creación de la sociedad comunista significará
un salto del reino de la necesidad al reino de la libertad. En el curso del
milenario desarrollo de la sociedad, subordinados como se encuentran a la
necesidad objetiva, que no depende de sus propias voluntades, los hombres
avanzan en su empresa de reducir las fuerzas elementales de la naturaleza y
de crear las premisas para su emancipación social. Este proceso histórico
obedece a leyes sociales específicas, que no tienen nada que ver con las leyes
de la naturaleza. Del estudio de esas leyes que dirigen el desarrollo de la
sociedad humana se ocupa otra parte de la filosofía marxista-leninista, el
materialismo histórico.

Contenido y forma. Forma es la estructura u organización del


contenido. La forma no es un agregado externo que se relacione con
el contenido. Si no es algo propio e inherente al mismo. En los
fenómenos sociales también están presente el contenido y la forma.
Por ejemplo las fuerzas productivas constituyen el contenido y las

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relaciones de producción constituyen la forma. Las categorías de la
dialéctica tienen gran importancia a la hora de analizar la realidad con
el fin de conocerla y son el reflejo de su existencia viva y dinámica,
son los conceptos formados a partir del conocimiento de la materia en
movimiento. Categorías filosóficas que sirven para poner de
manifiesto las fuentes internas de la unidad, de la integridad y del
desarrollo de los objetos materiales. El contenido es el conjunto de los
elementos y procesos que constituyen la base de los objetos y
condicionan la existencia, el desarrollo y la sustitución de sus formas.
La categoría de forma expresa el nexo interno y el modo de
organización, de interacción de los elementos y procesos del
fenómeno tanto entre sí como con las condiciones externas. El
desarrollo de la forma y del contenido es el de dos aspectos del mismo
fenómeno, es el desdoblamiento de lo uno, desdoblamiento que da
origen a contradicciones y conflictos que llevan a desechar la forma y
a modificar el contenido. La relación entre contenido y forma es
dialéctica, por cuanto el contenido determina la forma, es decir lo que
constituye a las cosas determina la manera como ésta se exprese; y la
disposición formal de las cosas favorece que el contenido se desarrolle
o se destruya.

La unidad de forma y contenido es relativa, transitoria y se altera a raíz de


los cambios, de los conflictos y de la lucha entre una y otro. La fuente de las
contradicciones entre forma y contenido radica en la diferencia de sus
funciones en el desarrollo: el contenido es la base del desarrollo, la forma es
el modo de existencia de la cosa; el contenido posee movimiento propio, la
forma depende de él; el contenido encierra en sí posibilidades de desarrollo
sin fin, la forma lo limita; el contenido es el elemento rector del desarrollo,
la forma posee una independencia relativa, puede facilitar u obstaculizar el
desarrollo. El cambio de forma tiene lugar como resultado de un cambio en
el contenido mismo, lo cual condiciona su función rectora en el desarrollo.
La forma nunca permanece invariable. Pero, el cambio de la forma, su
eliminación, no siempre se produce de golpe; lo frecuente es que tenga lugar
como resultado de una acentuación gradual de las contradicciones entre
forma y contenido. Además, sobre los cambios de forma ejercen también
determinada influencia condiciones exteriores, factores y nexos que no
conciernen directamente al contenido.

La forma posee una independencia relativa que se intensifica tanto más


cuanto mayor es la historia de la forma dada. La estabilidad de la forma es
un factor que garantiza el desarrollo progresivo del contenido. Pero esa
misma estabilidad que en las primeras etapas estimula el desarrollo, se
transforma con el tiempo en fuente de conservadurismo. Las contradicciones

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entre forma y contenido no lo son de una parte pasiva y otra activa. El
proceso real acontece como resultado de su acción recíproca en cuanto
contrarios que influyen activamente en el desarrollo. La falta de
correspondencia entre la forma y el contenido, debida al retraso de la primera
respecto al segundo, aunque es de gran importancia para el desarrollo,
caracteriza tan sólo una de las contradicciones de este último. La solución de
las contradicciones entre forma y contenido depende del carácter que
aquéllas tengan, de su grado de desarrollo y de las condiciones en que se
produzcan. La solución puede ocurrir mediante el cambio de la forma en
consonancia con los cambios del contenido, mediante el cambio del
contenido en consonancia con la nueva forma, mediante el rechazo de la
forma, la subordinación de la vieja forma al nuevo contenido. Al pasar de un
estado cualitativo a otro, o bien se liquida la vieja forma o bien se transforma,
con la particularidad de que la vieja forma no puede liquidarse antes de que
en ella misma se hayan preparado las premisas y los elementos para pasar a
una forma más perfecta. Éste es el proceso dialéctico de la “superación”, en
la cual la vieja forma raras veces se desecha por completo y de manera
absoluta; la nueva forma no siempre se convierte, de golpe, en dominante,
sino que empieza a prevalecer gradualmente; las viejas formas aseguran el
desarrollo en menor medida que las nuevas y por este motivo la nueva forma,
con el tiempo, ocupa un lugar cada vez más importante. Semejante carácter
de la «superación» de la vieja forma hace también posible un desarrollo
regresivo, la restauración de las viejas formas. La dialéctica del contenido y
de la forma se manifiesta brillantemente en el proceso de constante
renovación y progreso de la sociedad.

Posibilidad y realidad. Categorías en que se reflejan el desarrollo


dialéctico del mundo objetivo, los diversos estadios y etapas por los
cuales pasan los objetos en su aparición y evolución. La posibilidad
expresa la tendencia objetiva del desarrollo contenida en los
fenómenos existentes, la presencia de condiciones para que surja el
objeto (cosa, fenómeno), o por lo menos, la ausencia de circunstancias
que excluyan la aparición del mismo. Se llama realidad cualquier
objeto (cosa, estado, situación), que ya exista como resultado de la
realización de cierta posibilidad. En el proceso de formación del
conocimiento, se forman los conceptos que son las ideas más acabadas
de las cosas, los fenómenos o procesos, que reflejan las cuestiones
esenciales de ellos. Un número es un concepto de cantidad, no importa
que cosa, es una abstracción que representa un aspecto esencial de las

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cosas, su cantidad, es decir su unidad como cosa y su diferencia y su
similitud con otras.

En más de una ocasión habrán tenido, sin duda, que resolver el problema de
si es posible convertir en realidad uno u otro pensamiento, objetivo o sueño.
Saben, por ello, que de ordinario denominamos posible lo que puede
realizarse, hacerse, cumplirse.

La posibilidad, es una categoría filosófica que sirve para expresar la


propiedad de la materia en constante movimiento, de adquirir diversas
formas, de expresar su desarrollo de maneras diferentes; expresa el nexo con
lo necesario del desarrollo. Representa los distintos caminos por los cuales
puede fluir el desarrollo los cuales dependerán de las circunstancias en que
este se realice.

La realidad es la categoría con la que se designa a aquello que existe, y


representa la materialización de la posibilidad.

Posibilidad es lo que no se ha realizado todavía, lo que no existe aún, pero


tiene todos los fundamentos para hacerse real. Realidad es lo que se ha
realizado ya, lo que tiene existencia verdadera, lo que es real y ha sido
originado por las leyes objetivas, por la necesidad natural.

Una posibilidad puede concretarse en realidades distintas, bajo la influencia


de las condiciones en que se realice. Lo opuesto a lo posible es lo imposible,
y es aquello que bajo determinadas condiciones no puede ocurrir.

Las posibilidades, las realidades e imposibilidades, dependen de las


condiciones concretas del desarrollo. Las condiciones concretas del
desarrollo, deben tenerse en cuenta siempre, al momento de analizar lo que
es o no posible de llevar a la realidad; es un error común desconocer estas
condiciones, lo que nos lleva o al voluntarismo de pensar que podemos
realizar aquello para lo cual no existen condiciones; o, al derrotismo al
desconocer las posibilidades de realizarlo.

La posibilidad y la realidad son dos contrarios. Ahora bien ¿existe algún


nexo entre ellos? Los metafísicos niegan todo nexo entre la posibilidad y la
realidad, las separan. Unos dicen: las posibilidades no existen en general. Si
un fenómeno no se ha producido todavía, quiere decirse que no hay tampoco
ningún fundamento, ninguna condición, para que surja. Si el fenómeno se ha
producido, ello significa que sólo en ese momento han surgido las
condiciones que lo engendran. Y las posibilidades antes existentes no tienen
nada que ver con eso.

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Lo que puede ser y lo que no puede ser no está determinado por los deseos
de las personas, sino por las leyes, condiciones y causas que existan en la
vida.

En la sociedad capitalista existen causas, fundamentos y leyes que conducen


a que los ricos sean cada día más ricos y los pobres vivan cada vez peor. Por
eso, los trabajadores no tienen ninguna posibilidad de "abrirse paso en la
sociedad".

Corresponde a las leyes de la naturaleza y de la sociedad. La realidad


corresponde también a esas leyes. Una y otra categoría son objetivas, pues
reflejan las propiedades de las cosas y de los fenómenos que existen fuera de
nuestra conciencia e independientemente de ella.

La posibilidad desvinculada de las condiciones concretas necesarias para su


realización se llama posibilidad abstracta o formal.
La posibilidad vinculada indisolublemente a las condiciones concretas,
gracias a lo cual dispone de todo lo necesario para su realización, se llama
posibilidad real.

En la actividad práctica hay que guiarse por las posibilidades reales. Las
posibilidades formales tienen valor únicamente cuando contribuyen a que se
manifiesten las posibilidades reales.

Las posibilidades reales y formales se transforman unas en otras de acuerdo


a la evolución de la realidad y con ello de las condiciones concretas para su
realización; por ello es importante conocer las condiciones concretas para
poder actuar sobre ellas, y lograr así influir sobre la realidad.

La realización de las posibilidades a su vez, modifican las condiciones de la


realidad, afectando a las condiciones que actúan sobre las posibilidades;
desarrollándose nuevas condiciones, las posibilidades, una vez formales, o
incluso imposibilidades, pueden transformarse en posibilidades reales y en
realidades; de la misma forma que, posibilidades reales pueden
transformarse en posibilidades formales o imposibilidades.

A primera vista, existe una similitud entre lo necesario y lo casual; y, lo


posible y lo real; pero son dos aspectos distintos de la realidad, por ejemplo,
el agua acumulada en las nubes necesariamente caerá, la forma en que ésta
caiga será casual y dependerá de las condiciones del momento y del lugar; la
posibilidad de que llueva en un determinado lugar y momento, será una
posibilidad real o formal de acuerdo a las condiciones concretas que existan
para ese lugar y momento, o una imposibilidad según sean las mismas. El

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hombre sin embargo ha aprendido a influir sobre estas condiciones dentro de
ciertos límites, lo que le permite "producir" lluvia si actúa sobre condiciones
mínimas, transformando así posibilidades formales en reales.

Para transformar la posibilidad en realidad en el desarrollo social son


necesarias, primero, condiciones objetivas y, segundo, la actividad de los
hombres, que crean las correspondientes condiciones subjetivas. Esta
actividad es el factor subjetivo, al que los partidos comunistas han concedido
siempre magna importancia.

Cuando están en sazón las condiciones para acciones necesarias y decididas


hay que hacer todos los esfuerzos a fin de transformar la posibilidad en
realidad.

Lenin enseñaba que no basta con lanzar consignas justas y plantear bien las
tareas; hace falta, además, que las masas estén dispuestas a luchar por el
cumplimiento de esas tareas, hace falta organizarías para la labor práctica
orientada a convertirlas en realidad. Esto significa precisamente crear las
condiciones tanto objetivas como subjetivas para realizar los planes, para
aprovechar las posibilidades.

El factor subjetivo puede ser aprovechado plenamente para realizar las


posibilidades sólo en el caso de que se enfoque la cuestión de una manera
científica. Los profundos conocimientos que proporciona la teoría marxista-
leninista ayudan a los cuadros a determinar correctamente las posibilidades
y las vías para convertirlas en realidad con la mayor eficacia. Si la actividad
de los hombres carece de una base científica, las posibilidades objetivas no
se manifestarán, seguirán ocultas. Y esto causa siempre gran daño.

El factor subjetivo tiene importancia también en el sentido siguiente. En la


vida social, las posibilidades pueden tener carácter progresista y
reaccionario. Por ejemplo, la posibilidad progresista de conjurar las guerras
en la época contemporánea tiene frente a sí la posibilidad reaccionaria de su
desencadenamiento por las fuerzas de la reacción.

Esencia y fenómeno. Categorías filosóficas que reflejan facetas


necesariamente inherentes a cada objeto de la realidad. La esencia
constituye el conjunto de las propiedades y relaciones del objeto más
profundas y estables, determinante de su origen, carácter y dirección
del desarrollo. El fenómeno constituye un conjunto de propiedades y

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relaciones del objeto diversas, externas, móviles, inmediatamente
accesibles a los sentidos y representa el modo como la esencia se
manifiesta, se revela. Los idealistas interpretan torcidamente estas
categorías, suponiendo o bien que la esencia es ideal («ideas», de
Platón; «idea absoluta» de Hegel), o bien que el fenómeno es subjetivo
y la esencia objetiva e incognoscible (Kant, Agnosticismo); o declaran
subjetiva la diferenciación misma de esencia y fenómeno en el objeto
(Dewey, Lewis), o bien, finalmente, niegan por completo la esencia e
identifican el fenómeno con la sensación (Mach, Fenomenalismo).

Esencia y fenómeno constituyen una unidad: así como no puede haber


esencias «puras», que no aparezcan, tampoco hay fenómenos carentes de
esencia; “La esencia aparece. El fenómeno es esencial”

La unidad de esencia y fenómeno se revela, asimismo, en el hecho de que se


transforman una en otro y recíprocamente. Lo que en cierto tiempo (o
relación) es esencia, en otro tiempo (o relación) puede convertirse en
fenómeno, y viceversa. Sin embargo, la unidad de esencia y fenómeno es
internamente contradictoria, ellos mismos son aspectos de una
contradicción. La esencia aparece como lo determinante; el fenómeno, como
lo determinado; el fenómeno se da de manera inmediata; en cambio, la
esencia se halla oculta; en cuanto a los rasgos, el fenómeno es más rico que
la esencia, pero ésta es más profunda que el fenómeno; la esencia en un
objeto es siempre una, aunque se manifiesta en una multiplicidad de
fenómenos; el fenómeno es más móvil que la esencia; un mismo fenómeno
puede ser manifestación de esencias variadas e incluso contrarias; el
fenómeno puede expresar la esencia tergiversada, de manera inadecuada.

Sin embargo, la contradicción existe no sólo entre esencia y fenómeno, sino,


además, dentro de la esencia misma, y estas contradicciones son las
fundamentales del objeto, cuyo desarrollo global determinan.

En oposición a la metafísica, el materialismo dialéctico reconoce la


mutabilidad de la esencia. La contradicción entre esencia y fenómeno
condiciona el carácter complejo y contradictorio del proceso del
conocimiento, “... si la forma de manifestarse y la esencia de las cosas
coincidieran directamente, toda ciencia sería superflua”.

Profundizar sin límites desde el fenómeno hacia la esencia, descubrir la


esencia de las cosas tras los fenómenos externos, hallar el fundamento de por
qué la esencia se manifiesta de una manera y no de otra, tal es el fin del
conocimiento. Por medio de la contemplación inmediata, el hombre entra en
conocimiento de las cosas que figuran en la superficie, entra en conocimiento
de los fenómenos. El conocimiento de la esencia se logra gracias al
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pensamiento abstracto. En la ciencia, el tránsito del conocimiento del
fenómeno al conocimiento de la esencia adquiere el aspecto específico de
paso del experimento (la observación) a la explicación a través de la
descripción.

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