Professional Documents
Culture Documents
Ahora intenta clarificar lo que podría ser un grave mal entendimiento. Si nuestra
esperanza se basa en la gracia de Dios, que abunda aún más que nuestro
pecado, ¿cuenta para algo nuestra conducta? Si la gracia de Dios limpia todos
nuestros pecados, ¿importa si pecamos poco o mucho? ¿Es posible que hasta le
hagamos a Dios un servicio al pecar? ¿Debemos pecar para que Dios pueda
manifestar la profundidad y extensión de su gracia?
La manera en que Pablo trata este tema es haciendo una pregunta retórica – un
método que utiliza a menudo en esta epístola (2:21; 3:1, 8-9; 4:1, etcétera).
“¿Debemos continuar en pecado?” Es probable que le hayan hecho esta pregunta
directamente – o, por lo menos, que se haya encontrado con esta actitud.
“En ninguna manera. Porque los que somos muertos al pecado, ¿cómo
viviremos aún en él?” (v. 2). La respuesta de Pablo para esta pregunta retórica
continúa a lo largo de capítulo 6, pero comienza con este fuerte rechazo – “¡En
ninguna manera!” Entonces, Pablo procede a la fundación teológica de este
argumento, que se basa en nuestra nueva identidad. Como cristianos, ya no
vivimos bajo el dominio del pecado, sino que nos hemos mudado al reino de Dios.
“Previamente estábamos muertosen pecado (Efesios 2:1); ahora estamos
muertos al pecado” (Morris, 245 – itálico añadido).
Morimos al pecado, entonces, ¿cómo podemos continuar viviendo en él? Es como
preguntarle a un preso que acaba de salir de la cárcel por qué querría seguir
viviendo en una celda – o como preguntarle a un esclavo liberado por qué querría
seguir trabajando bajo un amo abusivo – o preguntarle a uno que gana la lotería
por qué querría seguir viviendo en una chabola. Una vez que una persona ha sido
liberada de una situación infeliz, no tiene ningún sentido que permanezca bajo
esas condiciones. Hemos sido liberados del pecado – hemos “muerto al pecado” –
por lo tanto, no tiene sentido que continuemos viviendo en él.
“¿O no sabéis que todos los que somos bautizados en Cristo Jesús, somos
bautizados en su muerte?” (v. 3). “Claro que la palabra clave aquí es ‘en’:
bautizado en el Mesías, y también bautizado en su muerte. Como el Rey David en
las escrituras, se puede pensar del Mesías como uno ‘en quien’ se encontraban
aquéllos que le pertenecían. ‘Tenemos en el rey diez partes’ decía el pueblo de
Israel, ‘y en el mismo David más que vosotros’ (2 Samuel 19:43)” (Wright, 537).
En v. 2 Pablo dice que somos “muertos al pecado.” Ahora, liga esta extraña
expresión con el bautizo. Pablo sugiere que el bautizo tiene poder de trascender
un mero simbolismo, y que incluye más que una limpieza de pecado. El bautizo en
la época de Pablo se hacía seguramente sumergiendo de creyentes ya adultos
(Craddock, 335; Barclay, 83-84; Morris, 246; Wright, 538; Hunsinger, 52;
Harrington, 51). Cuando somos sumergidos en agua bautismal, esto nos une a
Cristo en su muerte y entierro (v. 5). El pecado ya no tiene fuerza sobre una
persona muerta – las tentaciones de siempre ya no aplican – por eso, no tiene
sentido que le demos al pecado dominio sobre nosotros después de morir con
Cristo y de ser liberados del pecado.
Antes, Pablo dijo que Jesús “fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para
nuestra justificación” (4:25). Ahora nos dice que, en nuestro bautizo, compartimos
la muerte y resurrección de Jesús – que nosotros, de manera personal,
experimentamos la muerte y resurrección. Hay una diferencia, claro. Jesús murió y
resucitó físicamente, pero nuestra muerte y resurrección no son físicas. Sin
embargo, por la gracia de Dios logramos el beneficio liberador de la muerte y
resurrección – logramos ser libres de pecado.
Nuestra liberación del pecado, sin embargo, es menos que completa. Aún caemos
bajo tentación y aún pecamos, pero nos hemos hecho nuevas criaturas para que
“andemos en novedad de vida” (v. 4). Ése es el propósito de nuestra muerte y
resurrección – que “andemos en novedad de vida” – que nos podamos convertir
en gente santa, digna de vivir en el reino de Dios. Esta “novedad” comenzó con
nuestro bautizo, pero el proceso de renovación continúa a lo largo de la vida y solo
se puede realizar por completo con la resurrección general al final del tiempo. No
obstante, el hecho de que hemos comenzado esta “novedad” con nuestro bautizo
y que tenemos la intención de movernos hacia una “novedad” aún más completa,
hace inconcebible que queramos “perseverar en pecado” (v. 1) – que
voluntariamente concedamos al pecado dominio sobre nuestras vidas – que
vivamos con un tranquilo desinterés de la voluntad de Dios.
“Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él” (v. 8). En
el Evangelio de Juan, Jesús le dijo a Nicodemo, “el que no naciere otra
vez (griego: anoten), no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Anothen puede
significar “de lo alto” o “de nuevo,” y está claro que en ese contexto significa
ambos. De ese versículo es de donde viene nuestra frase de cristianos “nacidos
de nuevo,” una frase acompañada de connotaciones negativas para mucha gente
hoy a causa del pensamiento fundamentalista de los que a menudo se identifican
como cristianos “nacidos de nuevo.” Debemos tener cuidado, sin embargo, de no
echar al bebé con el agua del baño, porque Jesús dijo “el que no
naciere anothen, no puede ver el reino de Dios.” Obviamente pretende que
todos sus discípulos “nazcan anothen” – que nazcan de nuevo y de lo alto.
En Romanos 6:8, Pablo nos dice como ocurre esto. En el bautizo, morimos con
Cristo – nuestra vieja persona muere, para que podamos vivir la vida de
resurrección con Cristo. “Morimos (tiempo aoristo) para que también viviremos
(tiempo futuro) con él.” Vivimos a medias y en el medio – habiendo muerto y
resucitado con Cristo en el bautizo, pero esperando la plena experiencia de la vida
en la resurrección cuando llegue la resurrección general.
Pero también le fue posible pasar a través de una puerta cerrada (Juan 20:19) y
desaparecer de la vista (Lucas 24:31) y ascender al cielo (Lucas 24:51; Hechos
1:6-11). Hemos de concluir que el cuerpo resucitado de Jesús era como los
nuestros en ciertas maneras pero no en otras. Pablo nos asegura que, no como
otros que fueron resucitados de la muerte, Jesús “ya no muere” (v. 9). “La muerte
no se enseñoreará más de él” (v. 9), porque su resurrección venció sobre la
muerte.
“Así también vosotros, pensad (logizesthe) que de cierto estáis muertos al
pecado, mas vivos á Dios en Cristo Jesús Señor nuestro” (v. 11). Esta
palabra, logizesthe, es término de contador. Aunque aún estamos dispuestos a las
fragilidades humanas, Dios ha hecho una nota en los libros eternos que nos rinde
“muertos al pecado, mas vivos á Dios en Cristo Jesús Señor nuestro” (v. 11).
Según nuestra fragilidad humana, a veces es difícil aceptar que somos,
efectivamente, “muertos al pecado, mas vivos á Dios,” pero Pablo nos clama
siempre mantener esa realidad frente nosotros – aceptar que Dios nos ha rendido,
efectivamente, “muertos al pecado, más vivos a Dios.”
Es la obra de Dios, no la nuestra, que nos rinde “muertos al pecado, más vivos a
Dios.” Si fuera nuestra obra, la podríamos aceptar más fácilmente – podríamos
estar orgullosos de nuestros logros – pero no puede ser nuestra obra. No tenemos
dentro lo que solo Cristo puede cumplir por nosotros. Por lo tanto, hasta cierto
punto se convierte en una obra de voluntad para que
nosotros logizesthe (consideremos o contemos) que somos “muertos al pecado,
más vivos a Dios en Cristo Jesús.” Pablo clama que hagamos eso mismo –
aceptar que Dios ha “manipulado los libros” en nuestro favor – aceptar la realidad
en que nos encontramos ahora, por la gracia de Dios, “muertos al pecado, más
vivos a Dios en Cristo Jesús Señor nuestro.”
BIBLIOGRAPHY:
Barclay, William, The Daily Study Bible: The Letter to the Romanos (Edinburgh:
The Saint Andrew Press, 1975)
Craddock, Fred B.; Hayes, John H.; Holladay, Carl R.; and Tucker, Gene
M., Preaching Through the Christian Year, A (Valley Forge: Trinity Press
International, 1992)
Dunn, James D. G., Word Biblical Commentary: Romanos 1-8, Vol. 38A (Dallas:
Word Books, 1988)
Hunsinger, George, in Van Harn, Roger E. (ed.), The Lectionary Commentary: The
Second Readings: Acts and the Epistles (Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Company, 2001)
Morris, Leon, The Epistle to the Romanos (Grand Rapids, Michigan: William B.
Eerdman’s Publishing Co, 1988)
www.sermonwriter.com
www.lectionary.org