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La mente se-
rena ve, como ve el ojo el Sol, abiertamente; la mente serena ful-
mina con su visión, penetra el objeto, se abre hacia la inmensidad;
la mente serena captura la esencia en un solo golpe, se adentra en
sus raíces. Las ideas de valor no se premeditan, surgen solas, por
sí mismas, brotan por su propia fuerza sobre la tierra fértil de la
pereza. ¡Pero no! Nadie quiere ya poetas ni filósofos, ni seres go-
zosos arrastrados por la plenitud sin objeto; prefieren profesores
de pupitre, del reposo continuo de la mente. La mente serena ve,
como ve el ojo el Sol, abiertamente; la mente serena fulmina con
su visión, penetra el objeto, se abre hacia la inmensidad; la mente
serena captura la esencia en un solo golpe, se adentra en sus raí-
ces. Las ideas de valor no se premeditan, surgen solas, por sí mis-
mas, brotan por su propia fuerza sobre la tierra fértil de la pereza.
¡Pero no! Nadie quiere ya poetas ni filósofos, ni seres gozosos
arrastrados por la plenitud sin objeto; prefieren profesores de pu-
pitre, del reposo continuo de la mente. La mente serena ve, como
ve el ojo el Sol, abiertamente; la mente serena fulmina con su vi-
sión, penetra el objeto, se abre hacia la inmensidad; la mente se-
rena captura la esencia en un solo golpe, se adentra en sus raíces.
Las ideas de valor no se premeditan, surgen solas, por sí mismas,
brotan por su propia fuerza sobre la tierra fértil de la pereza. ¡Pero
no! Nadie quiere ya poetas ni filósofos, ni seres gozosos arrastra-
dos por la plenitud sin objeto; prefieren profesores de pupitre, del
reposo continuo de la mente. La mente serena ve, como ve el ojo
el Sol, abiertamente; la mente serena fulmina con su visión, pe-
netra el objeto, se abre hacia la inmensidad; la mente serena cap-
tura la esencia en un solo golpe, se adentra en sus raíces. Las ideas
de valor no se premeditan, surgen solas, por sí mismas, brotan por
su propia fuerza sobre la tierra fértil de la pereza. ¡Pero no! Nadie
quiere ya poetas ni filósofos, ni seres gozosos arrastrados por la
plenitud sin objeto; prefieren profesores de pupitre, del reposo
continuo de la mente. La mente serena ve, como ve el ojo el Sol,
abiertamente; la mente serena fulmina con su visión, penetra el
objeto, se abre hacia la inmensidad; la mente serena captura la
esencia en un solo golpe, se adentra en sus raíces. Las ideas de
valor no se premeditan, surgen solas, por sí mismas, brotan por su
propia fuerza ados por la plenitud sin objeto; prefieren profesores
de pupitre, del reposo continuo de la mente. La mente serena ve,
como ve el ojo el Sol, abiertamente; la mente serena fulmina con
su visión, penetra el objeto, se abre hacia la inmensidad; la mente
serena captura la esencia en un solo golpe, se adentra en sus raí-
ces. Las ideas de valor no se premeditan, surgen solas, por sí mis-
mas, brotan por su propia fuerza sobre la tierra fértil de la pereza.
¡Pero no! Nadie quiere ya poetas ni filósofos, ni seres gozoados
por la plenitud sin objeto; prefieren profesores de pupitre, del re-
poso continuo de la mente. La mente serena ve, como ve el ojo el
Sol, abiertamente; la mente serena fulmina con su visión, penetra
el objeto, se abre hacia la inmensidad; la mente serena captura la
esencia en un solo golpe, se adentra en sus raíces. Las ideas de
valor no se premeditan, surgen solas, por sí mismas, brotan por su
propia fuerza sobre la tierra fértil de la pereza. ¡Pero no! Nadie
quiere ya poetas ni filósofos, ni seres gozoados por la plenitud sin
objeto; prefieren profesores de pupitre, del reposo continuo de la
mente. La mente serena ve, como ve el ojo el Sol, abiertamente;
la mente serena fulmina con su visión, penetra el objeto, se abre
hacia la inmensidad; la mente serena captura la esencia en un solo
golpe, se adentra en sus raíces. Las ideas de valor no se premedi-
tan, surgen solas, por sí mismas, brotan por su propia fuerza sobre
la tierra fértil de la pereza. ¡Pero no! Nadie quiere ya poetas ni
filósofos, ni seres gozoados por la plenitud sin objeto; prefieren
profesores de pupitre, del reposo continuo de la mente. La mente
serena ve, como ve el ojo el Sol, abiertamente; la mente serena
fulmina con su visión, penetra el objeto, se abre hacia la inmensi-
dad; la mente serena captura la esencia en un solo golpe, se aden-
tra en sus raíces. Las ideas de valor no se premeditan, surgen so-
las, por sí mismas, brotan por su propia fuerza sobre la tierra fértil
de la pereza. ¡Pero no! Nadie quiere ya poetas ni filósofos, ni seres
gozoados por la plenitud sin objeto; prefieren profesores de pupi-
tre, del reposo continuo de la mente. La mente serena ve, como
ve el ojo el Sol, abiertamente; la mente serena fulmina con su vi-
sión, penetra el objeto, se abre hacia la inmensidad; la mente se-
rena captura la esencia en un solo golpe, se adentra en sus raíces.
Las ideas de valor no se premeditan, surgen solas, por sí mismas,
brotan por su propia fuerza sobre la tierra fértil de la pereza. ¡Pero
no! Nadie quiere ya poetas ni filósofos, ni seres gozosobre la tie-
rra fértil de la pereza. ¡Pero no! Nadie quiere ya poetas ni filóso-
fos, ni seres gozosos arrastrados por la plenitud sin objeto; prefie-
ren profesores de pupitre, del reposo continuo de la mente. La
mente serena ve, como ve el ojo el Sol, abiertamente; la mente
serena fulmina con su visión, penetra el objeto, se abre hacia la
inmensidad; la mente serena captura la esencia en un solo golpe,
se adentra en sus raíces. Las ideas de valor no se premeditan, sur-
gen solas, por sí mismas, brotan por su propia fuerza sobre la tie-
rra fértil de la pereza. ¡Pero no! Nadie quiere ya poetas ni filóso-
fos, ni seres gozosos arrastrados por la plenitud sin objeto; prefie-
ren profesores de pupitre, ás que oficio, oficinismo, es lo que hace
del arte y la filosofía, actividades que por su naturaleza exigen
nacer del ocio y del jolgorio, el negocio de la universidad. ¡No se
engañen, asiduos amantes del trabajo y la esclavitud, negociantes,
cicateros de centavos! Con prisa y ajetreo obrero no surgen las
grandes ideas, sino que brotan de la lentitud, de asideros más an-
chos y profundos, del reposo continuo de la mente. La mente se-
rena ve, como ve el ojo el Sol, abiertamente; la mente serena ful-
mina con su visión, penetra el objeto, se abre hacia la inmensidad;
la mente serena captura la esencia en un solo golpe, se adentra en
sus raíces. Las ideas de valor no se premeditan, surgen solas, por
sí mismas, brotan por su propia fuerza sobre la tierra fértil de la
pereza. ¡Pero no! Nadie quiere ya poetas ni filósofos, ni seres go-
zosos arrastrados por la plenitud sin objeto; prefieren profesores
de pupitre, críticos de ojos agrios, escritores de periódico,
fabricantes, traficantes de ideas. ¡Los filósofos se han vuelto ofi-
cinistas! ¿En qué momento filosofan? Sólo citan a otros autores.
¡Su oficio es el de intérpretes! No dan crédito a sus propias ideas,
a su propia inteligencia, y esto por sabiduría –una sabiduría que
yo no tengo–: saben que carecen de ideas, que carecen de inteli-
gencia.